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CARTA AL CIELO

Tus pequeños ojos cafés,

Que miraban la alegría e inocencia de mi niñez,

Tus delgados labios un poco fríos,

Que con cuidado besaban mi frente, curando un día sombrío.

Tus manos con arrugas,

Huella de los años que has vivido,

Tus suaves manos, que levantaban al caído,

Que, sin falta aplaudían la superación en mi recorrido.

La sonrisa que brindabas,

Mostrando ese diente diferente a los otros,

El calor que dabas,

A cada uno de nosotros.

El firme paso que, con virtud

diste junto a mí, atravesando las barreras en mi juventud.

Tu Píllaro Viejo, esa canción que bailabas y cantabas con fervor.

Cada recuerdo que poseo es muestra de tu amor.

Un día, tus ojos cafés se cerraron

Tus labios, ya no me hablaron

Tus manos, ya no me acariciaron.


Como una mariposa, guiaste tus alas a un nuevo amanecer,

Es difícil aceptar, lo que venía por suceder.

Sé, que no me dejaste a tras

Y, ahora es cuando más presente estas.

Gracias por ser parte entrañable de mi vida,

por tus ternuras en mi día a día,

por el amor incondicional, de madre, de abuela, y de amiga, recibido.

Por ser la mujer, cual paloma levantó su vuelo,

llevándose mis entrañas.

Gracias mi ángel, ya en el cielo cantarina,

gracias, porque hoy sé, que tu esencia y mi esencia

están más unidas que nunca,

más allá de la muerte, porque son eternas.

Y hoy brillan con blancura de cielo,

con la blancura del resucitado.

Abuelita, no estamos muertas,

estamos vivas, en la luz brillante del resucitado.

Porque él que resucitó,

ya no muere más, y nosotras, mi abuelita ¡viviremos para siempre!

en el corazón de nuestra familia, con feliz memoria,

caminando hacia una nueva historia.

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