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Pobreza y desigualdad
Por lo general, la corrupción no es el arma de los débiles. En
Nigeria, el infame caso de soborno, que involucra a la compañía
petrolera internacional Shell, privó al pueblo nigeriano de más de
1100 millones de dólares al destinar ese dinero a funcionarios
corruptos y no al presupuesto nacional (Global Witness, 2017).
Mientras tanto, según el Banco Mundial (2019), más del 50 % de la
población del país rico en petróleo vive en condiciones de pobreza
extrema. Con este ejemplo se muestra que en la medida que los
sistemas políticos y económicos se subordinan a los elementos
corruptos, la riqueza se redistribuye a las fuentes menos
necesitadas. Los mecanismos como la representación política y la
eficiencia económica se ven comprometidos al actuar en provecho
propio y realizar intercambios secretos. Cuando existe corrupción,
la financiación de la educación, la atención de la salud, el alivio de
la pobreza y los gastos de funcionamiento de los partidos políticos
y las elecciones pueden convertirse en una fuente de
enriquecimiento personal para los funcionarios, burócratas y
contratistas del partido. En consecuencia, sufren los programas
sociales y el potencial redistributivo de los sistemas políticos. Un
resultado clave de todos los casos mencionados es un estado de
oportunidad desigual en el que las ventajas solo favorecen a
aquellos que forman parte de una red corrupta.
Pérdidas personales, intimidación e inconvenientes
La experiencia de las personas en un caso de corrupción casi
nunca es positiva. Se debe pagar un soborno para recibir atención
médica, obtener un permiso de construcción, recoger un paquete o
disfrutar de los servicios telefónicos. Si un juez falla en contra de
una parte, no se debe a los hechos del caso, sino a que la parte
contraria pagó un soborno, conoce a un intermediario con poder o
tiene el mismo origen racial o étnico. Cuando una persona se
niega a pagar el soborno que le pide un oficial de policía, la
golpean, detienen o le imponen una multa más alta. Los fondos de
pensiones van a los bolsillos de los defraudadores o se vinculan
con un plan de lavado de dinero. Mientras que las víctimas de la
corrupción sufren pérdidas personales, intimidación e
inconvenientes, aquellos que cometen y urden actos y planes
corruptos, respectivamente, tienden a experimentar beneficios
propios, sentido de superioridad y mayor conveniencia, en espera
del cumplimiento de la ley.