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DEBIDO PROCESO EN

EL MARCO DEL
SISTEMA
INTERAMERICANO DE
DERECHOS HUMANOS Y LA
LEGISLACIÓN NACIONAL
María Elena Attard y Patricia Serrudo Santelices
FUNDACIÓN CONSTRUIR[Dirección de la
compañía]
TEMA 1.................................................................................................................................................4

DEBIDO PROCESO SUSTANTIVO Y ADJETIVO Y SU EXPANSIÓN HORIZONTAL Y


VERTICAL ............................................................................................................................................4
1. APROXIMACIÓN CONCEPTUAL........................................................................................................5 2.
EL CARÁCTER FORMAL Y MATERIAL DEL DEBIDO PROCESO ..........................................................7 3. E L
DEBIDO PROCESO ADJETIVO......................................................................................................8 4.
DEBIDO PROCESO SUSTANTIVO .................................................................................................. 10 5. E L
JUEZ COMO CUSTODIO Y GARANTE DEL DEBIDO PROCESO .................................................... 19 6. L A
EXPANSIÓN HORIZONTAL Y VERTICAL DEL DEBIDO PROCESO ............................................... 21 6.1. LA
EXPANSIÓ N HORIZONTAL DEL DEBIDO PROCESO ................................................................................22 6.2. L A
EXPANSIÓ N VERTICAL DEL DEBIDO PROCESO
......................................................................................25 ...............................................................................................
............................................................................................27

TEMA 2.............................................................................................................................................. 36
1. LAS GARANTÍAS DEL DEBIDO PROCESO CONTENIDAS EN EL ART. 8.1 DE LA CONVENCIÓN
AMERICANA......................................................................................................................................... 37
2. EL DERECHO A SER OÍDO POR UN JUEZ O TRIBUNAL ................................................................... 38 3.
EL DERECHO A UN JUEZ COMPETENTE, INDEPENDIENTE E IMPARCIAL, ESTABLECIDO PREVIAMENTE
POR LA LEY.................................................................................................................. 41 3.1. JUEZ
COMPETENTE...........................................................................................................................................42 3.2. J UEZ
INDEPENDIENTE......................................................................................................................................45 3.3. J UEZ
IMPARCIAL................................................................................................................................................47 3.4.
FUERO ESPECIAL...............................................................................................................................................48 4.
EL DERECHO A SER JUZGADO EN UN PLAZO RAZONABLE ............................................................ 48 5.
EL DERECHO A OBTENER UNA DEBIDA MOTIVACIÓN Y FUNDAMENTACIÓN DE LAS RESOLUCIONES
COMO GARANTÍA DE NO ARBITRARIEDAD .......................................................................................... 54

TEMA 3.............................................................................................................................................. 59
GARANTÍAS MÍNIMAS DEL DEBIDO PROCESO CONTENIDAS EN EL ART. 8.2. DE LA
CONVENCIÓN AMERICANA.......................................................................................................... 59
1. DERECHO A LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA................................................................................ 60
1.1 . LA PROHIBICIÓ N DE CONDENA PENAL A UNA PERSONA MIENTRAS NO EXISTA PRUEBA PLENA DE SU
RESPONSABILIDAD...................................................................................................................................................61
1.2. LA APLICACIÓ N PROLONGADA DE PRISIÓ N PREVENTIVA A PERSONAS CUYA RESPONSABILIDAD NO
HA SIDO
ESTABLECIDA..................................................................................................................................................62 1.3.
LA EXPOSICIÓ N PÚ BLICA DE UNA PERSONA PROCESADA COMO CULPABLE DE UN DELITO..............62 2.
DERECHO A UN TRADUCTOR O INTÉRPRETE SI NO SE COMPRENDE O NO HABLA EL IDIOMA DEL
JUZGADO O TRIBUNAL ......................................................................................................................... 63
3. DERECHO DEL INCULPADO A UNA COMUNICACIÓN PREVIA Y DETALLADA DE LA ACUSACIÓN
FORMULADA ........................................................................................................................................ 64
4. DERECHO DEL INCULPADO A QUE SE LE CONCEDA EL TIEMPO Y LOS MEDIOS ADECUADOS PARA LA
PREPARACIÓN DE SU DEFENSA....................................................................................................... 66 5.
DERECHO DEL INCULPADO A DEFENDERSE PERSONALMENTE, SER ASISTIDO POR UN DEFENSOR DE SU
ELECCIÓN Y DE COMUNICARSE LIBRE Y PRIVADAMENTE CON SU DEFENSOR ............................ 68 6.
DERECHO DE SER ASISTIDO POR UN DEFENSOR DE OFICIO......................................................... 71 7.
DERECHO DE LA DEFENSA DE INTERROGAR A LOS TESTIGOS PRESENTES EN EL TRIBUNAL Y DE
OBTENER LA COMPARECENCIA, COMO TESTIGOS O PERITOS, DE OTRAS PERSONAS QUE PUEDAN
ARROJAR LUZ SOBRE LOS HECHOS ART. 8.2.F .................................................................................... 72
8. DERECHO A NO SER OBLIGADO A DECLARAR CONTRA SÍ MISMO NI A DECLARARSE CULPABLE ART .
8.2.G, Y A DECLARAR SIN COACCIÓN DE NATURALEZA ALGUNA (ART. 8.3) .............................. 73 9.
DERECHO A RECURRIR EL FALLO ANTE JUEZ O TRIBUNAL SUPERIOR (ART 8.2.H CADH)........ 75 10.
DERECHO DEL INCULPADO ABSUELTO POR UNA SENTENCIA FIRME A NO SER SOMETIDO A NUEVO
JUICIO POR LOS MISMOS HECHOS: PRINCIPIO DE NE BIS IN ÍDEM (ART. 8.4) ......................... 78 11.
DERECHO A UN PROCESO PENAL PÚBLICO (ART. 8.5) ............................................................. 81

TABLA DE ESTÁNDARES .............................................................................................................. 82

BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................................................ 85
1. LIBROS......................................................................................................................................... 85 2.
CORTE INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS ................................................................. 85 3.
COMISIÓN INTERAMERICANA DE DERECHOS HUMANOS............................................................ 88

Tema 1

Debido proceso sustantivo


y adjetivo y su expansió n
horizontal y vertical
1. Aproximación conceptual
Definir el debido proceso es sumamente complejo, las conceptualizaciones
que de él se han realizado son diversas, motivo por el cual, en lugar de realizar una
conceptualizació n del mismo, nos detendremos en realizar una aproximació n
sobre algunas manifestaciones conceptuales y dimensiones que han sido
desarrollados tanto por la doctrina como por la jurisprudencia nacional como
internacional.

Una de las primeras impresiones sobre la caracterizació n del debido


proceso implicaría relacionarla como un sistema de garantías cuyo cará cter es
diná mico e inacabado, orientado a garantizar el derecho fundamental a la justicia.
La Corte Interamericana de Derechos Humanos, en adelante Corte IDH o la Corte,
ha entendido al debido proceso como un medio para asegurar, en la mayor medida
posible, la solució n justa de una controversia, a la que contribuyen el conjunto de
actos de diversas características, generalmente reunidos bajo el concepto de
debido proceso legal. Dichos actos sirven para proteger, asegurar o hacer valer la
titularidad o el ejercicio de un derecho, y son condiciones que deben cumplirse
para asegurar la adecuada defensa de aquéllos cuyos derechos u obligaciones está n
bajo consideració n judicial1.

De igual forma, haciendo alusió n a la doctrina Cecilia Quiroga Medina


sostiene que “El debido proceso es una piedra angular del sistema de protecció n de
los derechos humanos; es por excelencia, la garantía de todos los derechos
humanos y un requisito sine qua non para la existencia de un Estado de Derecho” 2.

La relevancia del debido proceso transciende en todas las esferas al


constituirse como señ alan Elizabeth Salmó n y Cristina Blanco que estamos frente a
un derecho que es, a su vez, un prerrequisito indispensable para la protecció n de
cualquier otro derecho3. De ahí porqué ha sido considerado en una triple
dimensió n; es decir, como derecho, principio y garantía.

Sobre esta base Bustamante Alarcó n define al debido proceso como un


“derecho fundamental de cará cter instrumental que se encuentra conformado por
un conjunto de derechos esenciales que impiden que la libertad y los derechos de
los individuos sucumban ante la ausencia o insuficiencia de un proceso o
procedimiento, o se vean afectados por cualquier sujeto de derechos (incluyendo
el Estado) que pretenda hacer uso abusivo de éstos4.

La Constitució n Boliviana, consagra al debido proceso como derecho


fundamental, como garantía jurisdiccional y como principio en la administració n
1
Corte IDH. Garantías Judiciales en Estados de Emergencia (arts. 27.2, 25 y 8 Convención Americana
sobre Derechos Humanos). Opinión Consultiva OC-9/87 del 6 de octubre de 1987, párrs 117 y 118. 2
Citadas por Ramírez García Sergio. El debido proceso. Criterios de la jurisprudencia interamericana.
México: Editorial Porrúa, 2012, p. 6.
3
Salmón, Elizabeth y Cristina Blanco, El derecho al debido proceso en la jurisprudencia de la Corte
Interamericana (1a. ed.). Lima: Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia
Universidad Católica del Perú, 2012, p. 24.
4
Citado por Ramírez García Sergio. Op. cit. p. 9.
de justicia, alcance que ha sido destacado por la jurisprudencia constitucional al
observar que el art. 115.II del texto constitucional, a la hora de establecer las
garantías jurisdiccionales, señ ala: “El Estado garantiza el derecho al debido
proceso, a la defensa y a una justicia plural, pronta, oportuna, gratuita,
transparente y sin dilaciones”. El artículo 117 de la CPE establece al debido
proceso como una garantía en el ejercicio de los derechos humanos, al vincularlo
con los principios del juez natural, principio de legalidad y principio non bis in
ídem. El artículo 180 de la CPE, en su pará grafo I, establece: “La jurisdicció n
ordinaria se fundamenta en los principios procesales de gratuidad, publicidad,
transparencia, oralidad, celeridad, probidad, honestidad, legalidad, eficacia,
eficiencia, accesibilidad, inmediatez, verdad material, debido proceso, e igualad de
las partes ante el juez”.

En efecto, a partir de la SC 0316/2010-R de 15 de junio se ha desarrollado


la triple dimensió n del debido proceso al señ alar:

La Constitució n Política del Estado en consideració n a la naturaleza y los


elementos constitutivos del debido proceso como instituto jurídico y
mecanismo de protecció n de los derechos fundamentales, lo consagra como
un principio, un derecho y una garantía, es decir, la naturaleza del debido
proceso es reconocida por la Constitució n en su triple dimensió n: como
derecho fundamental de los justiciables, de quien accede reclamando
justicia, la víctima y de quien se defiende el imputado. A la vez es un
principio procesal, que involucra la igualdad de las partes art. 119.I CPE y
una garantía de la administració n de justicia, previniendo que los actos del
proceso se ceñ irá n estrictamente a reglas formales de incuestionable
cumplimiento. De esa triple dimensió n, se desprende el debido proceso
como derecho fundamental autó nomo y como derecho fundamental
indirecto o garantía…”.

La SCP 0399/2014 de 25 de febrero ha complementado esta caracterizació n


señ alando que la Constitució n instituye al debido proceso como:
1) Derecho fundamental: Como un derecho para proteger al ciudadano en
primer orden de acceso a la justicia oportuna y eficaz, como así de protecció n
de los posibles abusos de las autoridades originadas no só lo en actuaciones u
omisiones procesales, sino tambié n en las decisiones que adopten a travé s de
las distintas resoluciones dictadas para dirimir situaciones jurídicas o
administrativas y que afecten derechos fundamentales, constituyé ndose en el
instrumento de sujeció n de las autoridades a las reglas establecidas por el
ordenamiento jurídico.

2) Garantía jurisdiccional: Asimismo, constituye una garantía al ser un medio


de protecció n de otros derechos fundamentales que se encuentran contenidos
como elementos del debido proceso como la motivació n de las resoluciones, la
defensa, la pertinencia, la congruencia, de recurrir, entre otras, y que se aplican
toda clase de actuaciones judiciales y administrativas, constituyendo las
distintas garantías jurisdiccionales inherentes al debido proceso, normas
rectoras a las cuales deben sujetarse las autoridades pero también las partes
intervinientes en el proceso en aplicació n y resguardo del principio de
igualdad.
Cabe precisar que en su dimensió n de garantía asegura a su vez la
obligació n prevista en el art. 25 de la Convenció n Americana sobre Derechos
Humanos, en adelante CADH o Convenció n, a los Estados de suministrar recursos
judiciales adecuados y efectivos a las personas que aleguen ser víctimas de
violaciones de los derechos humanos, que deben ser sustanciados de conformidad
con las reglas del debido proceso.
Como apunta Sergio Ramírez existe un panorama renovado del debido
proceso, en constante revisió n y precisió n, que se ha visto fuertemente influido por
el derecho internacional de los derechos humanos y la jurisprudencia de los
tribunales que tienen a su cargo la interpretació n y aplicació n de los tratados sobre
esta materia.5 Por esta razó n, en el marco del principio de progresividad de los
derechos humanos, los elementos que hacen al debido proceso no constituyen un
catá logo cerrado, sino en franca expansió n con la introducció n de otros, así como
una ampliació n de su contenido para asegurar la realizació n del valor justicia,
conforme se explicará al hacer referencia a su expansió n horizontal y vertical.

2. El carácter formal y material del debido proceso


La doctrina y la jurisprudencia han acentuado la necesaria caracterizació n
de una dimensió n formal y material del debido proceso haciendo alusió n a su
versió n adjetiva y sustantiva, que en conjunto forman el contenido del debido
proceso.

Es así que el debido proceso como una institució n del Estado de Derecho, en
su dimensió n formal está constituido por ciertas garantías de orden procesal que
deben ser aseguradas a los sujetos de derecho; es decir, su consideració n como un
conjunto de requisitos y reglas que deben observarse en las instancias procesales,
hace alusió n a su cará cter formal; en tanto que la dimensió n material se vincula
con la idea de justicia; en palabras de José María Tijerino Pacheco, citado por
Sergio Ramírez, esto conduce a establecer un tipo de proceso que tribute a la
justicia, es decir, un juicio justo.6

Lo anterior implica que no se cumple con un debido proceso con só lo


asegurar que el justiciable obtenga una sentencia, rodeada de todas las
formalidades que la ley exige, sino también con el derecho de obtener una
sentencia justa, razonable, respetuosa de los derechos y garantías; es decir, acorde
con el sistema jurídico imperante.

La jurisprudencia constitucional boliviana ha enfatizado esta doble


dimensió n del debido proceso señ alando en la SC 0999/2003-R de 16 de julio que
su finalidad:

5
Ramírez García Sergio. Op. cit. p. 6
6
José María Tijerino Pacheco, señala que la calidad de “debido” va más allá de la simple conformidad
con la ley: Hace referencia a lo que debe ser el proceso según los cánones que exige la dignidad del
hombre, el humanitarismo, la justicia”, por eso es partidario de que la denominación más acorde es la
de “proceso justo”. Cfr. Ramírez García S. op. cit. 16.
Está ligada a la bú squeda del orden justo. No es solamente poner en
movimiento mecá nico las reglas de procedimiento sino buscar un proceso
justo, para lo cual hay que respetar los principios procesales de publicidad,
inmediatez, libre apreciació n de la prueba; los derechos fundamentales
como el derecho a la defensa, a la igualdad, etc., derechos que por su
cará cter fundamental no pueden ser ignorados ni obviados bajo ningú n
justificativo o excusa por autoridad alguna, pues dichos mandatos
constitucionales son la base de las normas adjetivas procesales en nuestro
ordenamiento jurídico, por ello los tribunales y jueces que administran
justicia, entre sus obligaciones, tienen el deber de cuidar que los juicios se
lleven sin vicios de nulidad, como también el de tomar medidas que
aseguren la igualdad efectiva de las partes.

La SCP 0998/2014 de 5 de junio, pronunciada por el Tribunal


Constitucional Plurinacional, ha enfatizado el cará cter material del debido proceso,
al asumir que constituye el derecho de toda persona a un proceso justo y
equitativo, cuya importancia deviene de la bú squeda de un orden justo, en el cual
se deberá respetar principios procesales de publicidad, inmediatez, libre
apreciació n de la prueba, así como derechos fundamentales, como la defensa, la
igualdad entre otros.

De esta forma el debido proceso ha sido definido por la jurisprudencia


constitucional como:

El derecho de toda persona a un proceso justo y equitativo, en el que sus


derechos se acomodan a lo establecido por disposiciones jurídicas generales
aplicables a todos aquellos que se hallen en una situació n similar,
comprendiendo ademá s la potestad de ser escuchado, y la observancia del
conjunto de requisitos de cada instancia procesal (…) y que en su triple
dimensió n constituye a la vez un derecho humano reconocido por los
instrumentos internacionales que forman parte del bloque de
constitucionalidad, un derecho fundamental y una garantía jurisdiccional en
el á mbito constitucional.

Consecuentemente, como apunta Gabriela Sauma es indefectible la relació n


entre debido proceso y la bú squeda del orden justo: no se restringe ú nicamente al
concepto de instrumento o vía para poner en movimiento mecá nico las reglas del
procedimiento, ya que lo que se protege realmente a través del debido proceso no
es la rigurosa observancia de reglas de orden simplemente legal, sino el manejo de
reglas procesales para tomar decisiones que puedan justificarse
constitucionalmente, es decir, hay que ver el debido proceso desde el á mbito
constitucional y no desde el simplemente legal7.

3. El debido proceso adjetivo


Sergio García Ramírez sostiene que el debido proceso adjetivo es el que
generalmente está caracterizado por la invocació n de los elementos que lo
integran y cuyos méritos derivan de la conformidad entre el enjuiciamiento y la
7
Sauma Zankys G. El debido proceso como garantía los derechos humanos. Unidad Didáctica V,
preparada para la Escuela de Jueces del Estado Boliviano. Versión PDF. p. 12.
ley, pero también entre ambos y la justicia8, recuérdese que el debido proceso en
su dimensió n material debe tributar a la justicia.

Bajo este concepto se consolidan diversos derechos del justiciable, o como


diría Faú ndez Ledezma, el debido proceso se halla conformado por un numeroso
grupo de derechos que constituyen sus componentes o elementos integrantes, 9
derechos fundamentales de cará cter procesal o instrumental.

Sergio García Ramírez, sostiene que estos derechos de cará cter procesal o
instrumental no se agotan en las normas contenidas en el art. 8 de la Convenció n ni
en las referidas en el art. 25, sobre protecció n judicial y exigencia de un recurso
sencillo, rá pido y efectivo, que ampare al sujeto en el ejercicio de sus derechos.
Entiende que en el art. 8.1 figuran tanto las garantías judiciales generales, como las
garantías judiciales penales (art. 8.2), pero el debido proceso adjetivo tiene su
expresió n también en otras disposiciones de la Convenció n, que el autor identifica.

Entre ellas se tiene el art. 4, pá rr. 6 de la Convenció n, acerca del derecho a la


tutela de la vida, en lo que concierne a la posibilidad de que el condenado a muerte
pueda combatir la sentencia a través de indulto, amnistía o conmutació n10.

El art. 5, referido al derecho a la integridad personal que prohíbe la tortura


y otros malos tratos (pá rr. 2)11; separació n de procesados con respecto a
sentenciados (pá rr. 4)12, y tribunales especializados y tratamiento para menores
de edad que infringen la ley penal (pá rr. 5)13.

También se tiene el art. 7, correspondiente al derecho a la libertad personal


y las condiciones para restringirla (pá rr. 2)14, exclusió n de detenció n arbitrarias
(pá rr. 3)15; informació n sobre las razones de la detenció n y los cargos formulados

8
Faúndez Ledesma, citado por García Ramírez, indica que el derecho a un juicio justo “muy
complejamente estructurado”, se halla conformado por un numeroso grupo de pequeños derechos que
constituyen sus componentes o elementos integrantes. García Ramírez S. op.cit. p. 17. 9 Entre otros, el
derecho a un proceso público; derecho al juez natural; derecho a la igualdad procesal de las partes;
derecho a no declarar contra sí mismo; garantía de presunción de inocencia; derecho a la comunicación
previa de la acusación; derecho a la defensa material y técnica; concesión al inculpado del tiempo y los
medios para su defensa; derecho a ser juzgado sin dilaciones indebidas; derecho a la congruencia entre
acusación y condena; el principio del non bis in ídem; derecho a la valoración razonable de la prueba;
derecho a la motivación y congruencia de las decisiones 10 Dicho párrafo señala: “Toda persona
condenada a muerte tiene derecho a solicitar la amnistía, el indulto o la conmutación de la pena, los
cuales podrán ser concedidos en todos los casos. No se puede aplicar la pena de muerte mientras la
solicitud esté pendiente de decisión ante autoridad competente”. 11 El párrafo segundo señala: “Nadie
debe ser sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Toda persona
privada de libertad será tratada con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano”.
12
“Los procesados deben estar separados de los condenados, salvo en circunstancias excepcionales, y
serán sometidos a un tratamiento adecuado a su condición de personas no condenadas”. 13 “Cuando los
menores puedan ser procesados deben ser separados de los adultos y llevados con la mayor celeridad
posible, para su tratamiento”.
14
“Nadie puede ser privado de su libertad física, salvo por las causas y en las condiciones fijadas de
antemano por las Constituciones Políticas de los Estados Partes o por las leyes dictadas conforme a
ellas".
15
“Nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento arbitrarios".
(pá rr. 4)16, control judicial y plazo razonable (pá rr. 5)17; decisió n judicial acerca de
la legalidad de un arresto o una detenció n (pá rr. 6)18, así como las condiciones
sobre la suspensió n de garantías en estados de emergencia (art. 27) y la clá usula
interpretativa prevista en el art. 29 referida al principio pro persona, que ha
servido para la continua expansió n de los derechos humanos y en su caso, de los
derechos y garantías asociados al debido proceso.

Siguiendo lo razonado por el autor, todas las disposiciones señ aladas y las
restantes contenidas en la Convenció n concernientes a la protecció n de los
derechos fundamentales, nutren las obligaciones generales que asumen los
Estados Partes, referidas a los deberes de respeto y garantía de derechos (art.
1.1)19 y adopció n de disposiciones y medidas protectoras de orden interna (art.
2)20.

4. Debido proceso sustantivo


Sergio Ramírez García recuerda que existe una versió n sustantiva del
debido proceso, desarrollada ampliamente por la jurisprudencia norteamericana y
que ha sido igualmente considerada por nuestra regió n.

La génesis de éste, se encuentra en la Constitució n de EEUU, que lo consagra


en la quinta enmienda y en la enmienda décimo-cuarta, previsiones a partir de las
cuales se entiende que los jueces deben preservar las garantías del proceso y
aplicar la garantía de razonabilidad en cada una de las decisiones adoptadas,
fuente constitucional que consagra las reglas del debido proceso adjetivo y
sustantivo.

Asimismo, debe precisarse que el debido proceso sustantivo, tiene también


génesis en el derecho anglosajó n, que a través de la frase due process of law -que es

16
“Toda persona detenida o retenida debe ser informada de las razones de su detención y notificada,
sin demora, del cargo o cargos formulados contra ella”.
17
“Toda persona detenida o retenida debe ser llevada, sin demora, ante un juez u otro funcionario
autorizado por la ley para ejercer funciones judiciales y tendrá derecho a ser juzgada dentro de un plazo
razonable o a ser puesta en libertad, sin perjuicio de que continúe el proceso. Su libertad podrá estar
condicionada a garantías que aseguren su comparecencia en juicio”.
18
“Toda persona privada de libertad tiene derecho a recurrir ante un juez o tribunal competente, a fin de
que éste decida, sin demora, sobre la legalidad de su arresto o detención y ordene su libertad si el
arresto o la detención fueran ilegales. En los Estados Partes cuyas leyes prevén que toda persona que se
viera amenazada de ser privada de su libertad tiene derecho a recurrir a un juez o tribunal competente a
fin de que éste decida sobre la legalidad de tal amenaza, dicho recurso no puede ser restringido ni
abolido. Los recursos podrán interponerse por sí o por otra persona”.
19
“Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades
reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su
jurisdicción, sin discriminación alguna por motivo de raza, color, sexo, idioma o religión, opiniones
políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier
otra condición social”.
20
“Si el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el artículo 1 no estuviere ya garantizado
por disposiciones legislativas o de otro carácter, los Estados Partes se comprometen a adoptar, con
arreglo a sus procedimientos constitucionales y a las disposiciones de esta Convención, las medidas
legislativas o de otro carácter que fueren necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades”.
una variació n de la contenida en la Carta Magna inglesa de 1215 per legem terrae,
by the law of the land-, ha desarrollado un alcance no só lo procesal sino también
sustantivo de esta garantía.

Por su parte, en Estados Unidos, la Corte Federal, estableció el concepto del


debido proceso en sus dos facetas: a) Due process procesal, en virtud de la cual,
ningú n ó rgano judicial puede privar a las personas de vida, libertad o propiedad, a
excepció n que tenga oportunidad de alegar y ser oída; y b) Due process sustantivo,
en virtud del cual, el Gobierno no puede limitar o privar arbitrariamente a los
individuos de ciertos derechos fundamentales contenidos en la Constitució n 21.
Contemporá neamente y a la luz del Estado Constitucional de Derecho, como se ha
visto el debido proceso tiene dos dimensiones específicas: La adjetiva y la
sustantiva.

El debido proceso adjetivo también denominado por la Corte IDH debido


proceso legal, contempla “el conjunto de requisitos que deben observarse en las
instancias procesales, a efectos de que las personas estén en condiciones de
defender adecuadamente sus derechos ante cualquier tipo de acto del Estado que
pueda afectarlos22. La Corte IDH, también ha señ alado que el debido proceso legal
debe resguardar las “condiciones que deben cumplirse para asegurar la adecuada
defensa de aquellos cuyos derechos u obligaciones está n bajo consideració n
judicial”23. En el marco de lo precisado, siguiendo a Attard Bellido, en un Estado
Constitucional de Derecho, el cual busca la consolidació n de la eficacia má xima de
los derechos fundamentales y la justicia material, esta garantía ademá s debe ser
asegurada en su á mbito material a través del denominado debido proceso
sustantivo24.

De acuerdo con García Ramírez, el debido proceso sustantivo constituye


"un medio de controlar la razonabilidad de las leyes", es decir, hace referencia
a la tutela de los derechos esenciales del individuo frente al arbitrio del poder
pú blico en el á mbito ejecutivo y legislativo, no só lo en el instrumental o procesal.
Por ende, integra una vía para la revisió n del sentido de una norma, conforme a las
circunstancias de los nuevos tiempos25.

Como sostiene Linares, hay "un debido proceso adjetivo que implica una
garantía de ciertas formas procesales y un debido proceso sustantivo que implica
una garantía de ciertos contenidos o materia de fondo justos"26.

21
http://www.juridicas.unam.mx/publica/rev/cconst/cont/7/ard/ard2.htm
22
Corte IDH. Opinión Consultiva 9/87 párr. 27 y Caso Tribunal Constitucional vs. Perú, parr. 69.
23
Corte IDH, OC 09/87 parr. 28 y caso Mohamed vs. Argentina párr. 80.
24
Attard Bellido M. E. El debido proceso sustantivo reforzado a la luz del acceso a la justicia de niños. La
Paz-Bolivia: Fundación Construir p. 32-33.
25
Recuérdese que el debido proceso adjetivo hace referencia al sistema de garantías de orden procesal,
a la formas y reglas que deben cumplirse para lograr un debido proceso.
26
Sobre el desarrollo de esta dimensión puede consultarse Linares J F. Razonabilidad de las leyes. El
debido proceso como garantía innominada en la Constitución Argentina. Buenos Aires: Astrea, 2ª ed.,
1970, p. 12. Igualmente, Bustamante Alarcón. Derechos Fundamentales p. 12, citados por Ramírez
García. Op. cit. p. 12.
En este marco, Reynaldo Bustamante Alarcó n señ ala: “La dimensió n
material del debido proceso exige que todos los actos de poder, sean normas
jurídicas, actos administrativos o resoluciones judiciales, inclusive, sean justos, es
decir, que sean razonables y respetuosos de los valores superiores, de los derechos
fundamentales y de los demá s bienes jurídicos constitucionalmente protegidos, a
tal punto que su inobservancia debe ser sancionada con la inaplicació n de aquel
acto o con su invalidez27.

Sergio Ramírez García sostiene que es posible aplicar esta orientació n en el


á mbito que interesa a la Corte Interamericana, a partir de las disposiciones
contenidas en la propia CADH que permiten el control de leyes y actos de
autoridad al amparo de la legalidad material, concretamente a través de las
normas de interpretació n contenidas en el art. 29 de la CADH que impiden reducir
derechos, libertades y garantías,28 así como también en la línea de las previsiones
garantistas contenidas en diversos textos constitucionales, las reglas sobre
restricció n legítima de derechos y las limitaciones a los derechos que provienen de
los derechos de los demá s, las seguridad de todos y las exigencias del bien
comú n.29

A este respecto es importante hacer alusió n a lo señ alado por María Elena
Attard Bellido, en cuanto a que el debido proceso sustantivo se encuentra
íntimamente ligado al principio de razonabilidad de todo procedimiento y de
toda decisión, por tanto, en un Estado Constitucional de Derecho, los actos
administrativos y jurisdiccionales, para tener una plena validez, requieren, segú n
rescata de lo señ alado por Cecilia Giraldi Madiaraga dos cualidades esenciales: la
cualidad normativa formal y la cualidad axiológico-jurídica de la justicia 30.

En efecto, segú n apunta la autora la cualidad normativa formal, asegura


que todo acto procesal cumpla con las formas procesales establecidas en una ley
previa, ademá s, a esta cualidad, debe agregarse el fundamento de esencia
desarrollado por Linares Quintana, es decir que todo acto no solamente debe
27
Cfr. Ramírez García S. Op. cit. p.14.
28
El articulo 29 excluye cualquier interpretación que: a) permita "suprimir el goce y ejercicio de los
derechos y Iibertades reconocidos en Ia Convención o Iimitarlos en mayor medida que la prevista en
ella”; b) limitar el goce o ejercicio de derechos y libertades “que pueda(n) estar reconocido(s) de
acuerdo con las leyes de cualquiera de los Estados partes (en la Convención Americana) o de acuerdo
con otra convención en que sea parte uno de dichos Estados”; c) “excluir otros derechos y garantías que
son inherentes al ser humano o que se derivan de la forma democrática representativa de gobierno”; y
d) “excluir o limitar el efecto que puedan producir la Declaración Americana de Derechos y Deberes del
Hombre y otros actos internacionales de la misma naturaleza”.
29
Ramírez García S. Op. cit. p. 14-15. Al referirse a las prevenciones garantistas de los textos
constitucionales, el Autor cita los arts. 28 y 29 de la Constitución argentina, así como el primer párrafo
del art. 1 de la Constitución mexicana (En los Estados Unidos Mexicanos todo individuo gozará de las
garantías que otorga esta Constitución, las cuales no podrán restringirse ni suspenderse, sino en los
casos y con las condiciones que ella misma establece). Asimismo, respecto de las reglas sobre restricción
legítima de derechos aclara que la jurisprudencia interamericana ha establecido que las restricciones al
ejercicio y goce de derecho y libertades “no pueden ser aplicadas sino conforme a las leyes que se
dictaren por razones de interés general y con el propósito para el cual han sido establecidas.
30
Giraldi Madariaga C. Acerca del principio de razonabilidad y el debido proceso. Disponible en
http://dspace.uces.edu.ar:8180/dspace/bitstream/handle/123456789/426/Acerca_del_principio.pdf;jse
ssionid=14B26B3638D9148692F861D84AE7A980?sequence=1.
cumplir formas procesales establecidas por ley, sino también debe tener sustento
en normas jurídicas vigentes; por su parte, la cualidad axiológico jurídico de la
justicia, asegura que todo acto procesal o decisió n jurisdiccional consagre los
valores de justicia e igualdad y por tanto sea armonioso con los principios de
razonabilidad y proporcionalidad, elementos configuradores del debido proceso
sustantivo; éste ú ltimo elemento es lo que Linares Quintana denomina el
fundamento de razonabilidad de un acto, que se presenta cuando éste es justo31.

Para Attard Bellido, los principios de razonabilidad y proporcionalidad


como continentes del debido proceso sustantivo, implican una “reingeniería”
profunda de la estructura ló gica de la decisió n judicial, visió n que no debe mirar
ú nicamente el aspecto formal del proceso (debido proceso legal o formal), sino que
debe asegurar ademá s su sustento material, es decir la consagració n de la justicia e
igualdad, por esta razó n, se lo denomina también debido proceso sustancial o
material, dimensió n que exige analizar la estructura ló gica de toda decisió n judicial
y administrativa32.

En efecto, para el aná lisis de la estructura ló gica de toda decisió n judicial y


administrativa debe invocarse los principios de razonabilidad, proporcionalidad
y objetividad, el primero de ellos está íntimamente ligada al principio de igualdad y
por ende al de proporcionalidad33.

Sobre el particular Attard Bellido apunta que una decisión judicial o


administrativa que a través de una consecuencia jurídica determinada
plasme un trato diferenciado al establecido por el Bloque de
Constitucionalidad o la norma para supuestos fácticos determinados, afecta
el principio de igualdad y por ende el de razonabilidad, tornando esta
decisión injusta por plasmar una diferenciación arbitraria contraria al plexo
axiológico imperante y por ende contraria al debido proceso sustantivo34.

Como se ha visto el debido proceso sustantivo trasciende el aspecto


netamente formal del sistema de garantías para lograr no só lo el respeto de las
reglas procesales del proceso en sí, pronunciar la sentencia en el plazo previsto por
ley, que el proceso esté bajo autoridad competente, que se asegure el
contradictorio, sino que ademá s, el enfoque del debido proceso sustantivo es
alcanzar la sentencia justa, razonable, proporcional y objetiva, traspasa legalidad
formal para alcanzar la legalidad material respetuosa de los derechos y garantías

31
Attard Bellido M. E., Op. cit. p. 34. Vid. Linares Juan Francisco. Razonabilidad de las Leyes. 2da. Ed.
Buenas Aires-Argentina: Editorial Astrea, 1970, p. 81.
32
Attard Bellido M.E., op. cit. p. 35.
33
Ver Informe No. 4/01, en el caso 11.625 María Eugeni Morales de Sierra, Guatemala, de 19 de enero
de 2001, párr. 31. A través del referido informe, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, ha
establecido que una distinción constituye discriminación en las siguientes circunstancias: 1) Cuando hay
una diferencia de tratamiento entre situaciones análogas o similares; 2) Cuando la diferencia no tenga
una justificación objetiva y razonable; 3) Cuando no exista una razonable proporcionalidad entre los
medios empleados y el objetivo cuya realización se persigue. Asimismo, la Comisión ha señalado que
una distinción basada en criterios razonables y objetivos, persigue un propósito legítimo y emplea
medios proporcionales al fin que se busca
34
Attard Bellido M. E., op. cit. p. 35.
fundamentales, de los principios y valores que sustenta determinado
ordenamiento jurídico.

Es por ello, que el debido proceso sustantivo permite el control de leyes y


actos de las autoridades porque se asienta, en el marco de los ordenamientos
jurídicos internos de los Estados, en el principio de constitucionalidad, principio
que asegura la eficacia de la irradiació n del bloque de constitucionalidad y por
ende de los valores plurales supremos como la justicia e igualdad en todos los
actos jurisdiccionales o administrativos, inclusive legales 35.

En el sentido antes referido, el debido proceso sustantivo ha tenido eco en


la jurisprudencia constitucional boliviana en nú meros casos, donde se destaca el
control de constitucionalidad a través de numerosas acciones de tutela en las que
se ha analizado la razonabilidad de las decisiones judiciales al momento de
interpretar y aplicar la ley.

En efecto, a través de la acció n de libertad el Tribunal Constitucional realizó


control del debido proceso sustantivo al analizar la razonabilidad de las decisiones
judiciales vinculadas con la libertad personal.

Es sabido que dentro de la doctrina de las autorrestricciones diseñ ada

por autoridades
privativa de las el Tribunal jurisdiccionales o
VALORACIÓN DE LA PRUEBA: No proceden las administrativas, salvo casos en los cuales exista
acciones de libertad o amparo constitucional, para apartamiento de los cá nones de razonabilidad o
realizar valoració n probatoria, por ser esta equidad; o, frente a conductas

El tema del control tutelar de constitucionalidad en relació n a la valoració n


probatoria, tiene un primer hito jurisprudencial en la SC 0873/2004-R, la cual en
un recurso de há beas corpus y dentro del contexto de medidas cautelares,
estableció que la compulsa de las pruebas que se aporten con el fin de obtener la
cesació n a la detenció n preventiva, es facultad exclusiva del Juez Cautelar y que el
control tutelar de constitucionalidad, en resguardo de una posible doble valoració n
de la prueba, podrá intervenir solamente cuando el juzgador se hubiere apartado

35
Recuérdese que el principio de constitucionalidad es característico del Estado Constitucional de
Derecho, cuya característica esencial es no se reduce a la limitación del ejercicio del poder público, sino
sus fines esenciales son la eficacia máxima de los derechos fundamentales y la materialización de la
justicia.
36
Dentro de la doctrina de las autorrestricciones se tiene también a la de la interpretación de la
legalidad ordinaria, revisión de la cosa juzgada y la de relevancia constitucional.
de las previsiones legales que rigen el acto procesal como de los marcos de
razonabilidad y equidad previsibles, este entendimiento, entre otras fue asumido
por la SC 0106/2005-R. Luego, la SC 0965/2006-R, sistematizó los supuestos en los
que la justicia constitucional puede revisar la valoració n de la prueba, quedando
establecido lo siguiente: La autoridad jurisdiccional o administrativa tiene el rol
exclusivo de valoració n probatoria y solamente podrá ejercerse control tutelar en
cuanto a la valoració n de la prueba en los siguientes casos: 1) Cuando exista
apartamiento de los marcos legales de razonabilidad y equidad previsibles para
decidir; 2) Cuando se haya adoptado una conducta omisiva, expresada, entre otras,
en no recibir, producir o compulsar cierta prueba inherente al caso y, su ló gica
consecuencia sea la lesió n a derechos fundamentales y garantías constitucionales,
en ambos supuestos, la sentencia sistematizadora ahora analizada, precisó que no
puede usurparse los roles propios de las autoridades jurisdiccionales o
administrativas. Ademá s, esta sentencia sistematizadora generó una carga
argumentativa para la parte en ese momento recurrente –ahora accionante-,
señ alando que en casos de tutela referentes a valoració n probatoria, debía: a)
identificar las pruebas que se omitió valorar o que se apartan de los cá nones de
razonabilidad o equidad; b) indicar la incidencia de la omisió n o el apartamiento
de los cá nones de razonabilidad y equidad en la decisió n final. Línea
jurisprudencial que por vez primera fue confirmada por el Tribunal Constitucional
Plurinacional a través de la SCP 0012/2012.

razonabilidad y equidad previsibles para decidir


(SC 0873/2004-R y 106/2005-R, entre otras), o b)
cuando se haya omitido arbitrariamente valorar la
prueba y su ló gica consecuencia sea la lesió n de
derechos fundamentales y garantías
constitucionales (SC 129/2004-R).
Esta línea de excepció n tiene como base el debido
proceso sustantivo, pues a través de ella la
jurisprudencia constitucional ha realizado el
control de decisiones judiciales arbitrarias e
irrazonables, en las que, si bien se respetó el
debido proceso en su enfoque formal, no fue así en
lo material.
La doctrina de no valoració n de la prueba tiene su
excepció n, cuando en dicha valoració n: a) exista Así el Tribunal Constitucional
apartamiento de los marcos legales de
de los Diez añ os, al conocer y resolver un recurso de há beas corpus en el que se
denunciaba, entre otras lesiones que sistemá ticamente la autoridad judicial
demandada había negado la cesació n de la detenció n preventiva por no haberse
desvirtuado el riesgo de fuga, bajo el argumento de que la accionante no acreditó
derecho propietario para desvirtuar la existencia de riesgo fuga por no tener
domicilio habitual, así como tampoco habría presentado certificado de matrimonio
para acreditar la existencia de familia. El Tribunal Constitucional a través de la SC
1521/2002-R de 16 de diciembre, declaró la ilegalidad de dicha decisió n por ser
irrazonable y lesiva a los derechos al debido proceso y libertad personal de la
accionante, exponiendo los siguientes argumentos:
(…) a fin de establecer el riesgo de fuga, la norma no exige que el domicilio
habitual comprenda que el imputado deba tener el derecho propietario
sobre el inmueble que habita, pues este no es el sentido del precepto, por
cuanto su alcance interpretativo só lo va a demostrar que en el inmueble
que se señ ala como domicilio es en el que habita con la familia de forma
diaria, es decir, el que le sirve de residencia permanente, de modo que
exigir a un imputado títulos de propiedad sobre el inmueble que señ ala
como domicilio, es ir má s allá de lo que prevé la norma jurídica y, por lo
mismo, suprimir el derecho a la libertad imponiéndole una medida extrema
como la detenció n preventiva, en base a un requisito no exigido por ley que
inviabiliza la solicitud de la cesació n de la detenció n preventiva. (FJ. III.3)

Asimismo, respecto a la exigencia de acreditar certificado de matrimonio


para probar la existencia de familia constituida, la citada Sentencia expuso el
siguiente razonamiento:

(…) otro aspecto que cabe dejar establecido, es que para determinar si el
imputado tiene familia constituida, no es preciso el certificado de
matrimonio, pues para ello, son otros los elementos de prueba que debe
acumular el juzgador para imponer la extrema medida, esto no
simplemente por facilitar y viabilizar sin mayores exigencias la libertad del
imputado, sino porque la constitució n de familia en el sentido ontoló gico,
no requiere de la formalidad legal, es decir, la celebració n del matrimonio,
ya que la Constitució n reconoce la unió n libre y de hecho, de modo que en
el caso presente el recurrido ha vulnerado normas del debido proceso, al
negar la solicitud de cesació n con el fundamento de que la recurrente si
bien acreditó certificados de sus hijas, no acreditó tener familia porque no
presentó certificado de matrimonio, criterio totalmente desajustado no
só lo a la prescripció n del art. 234-1 CPP, sino a la normativa especial que
trata la institució n de la familia, así en el Có digo de Familia, tenemos el
matrimonio celebrado ante el Oficial de Registro Civil y el matrimonio de
hecho, en este ú ltimo resulta obvio que no podrá existir el documento
formal de un certificado que lo acredite, por consiguiente pretender la
presentació n del mismo resulta irrazonable má s aú n para negar una
solicitud que tiene relació n con un derecho fundamental primario como es
la libertad física. (FJ. III.3.).

Del mismo modo, ha controlado otros supuestos vinculados con medidas


cautelares relativas a los peligros de fuga y riesgos de obstaculizació n. Así ha
establecido a través de la SC 0129/2007-R que no es razonable sustentar el peligro
de fuga en la buena posició n econó mica del imputado.

La doctrina de las autorrestricciones desarrollada


por la jurisprudencia constitucional boliviana
sólo es aplicable cuando no existe lesión al
debido proceso sustantivo.
El Tribunal Constitucional Plurinacional, a través de la SC 0683/2013 de 3
de junio, ha desarrollado en forma expresa el debido proceso sustantivo al realizar
el control de legalidad material de una disposició n normativa y lo ha concebido
como un está ndar de justicia, en ese marco, ha señ alado que toda desviación
normativa afecta el principio de igualdad tornado en arbitraria a la sentencia que
incurra en esta desviació n.
En el contexto descrito precedentemente, en aquellas situaciones en las
cuales la sentencia o el acto administrativo presuntamente incurra en tratos
diferenciados arbitrarios o desviaciones normativas como las llama el Tribunal
Constitucional Plurinacional, a la luz de la vigencia plena del debido proceso
sustantivo debe realizarse el test de razonabilidad a efectos de determinarse la
objetividad, razonabilidad y proporcionalidad de la sentencia.

DEBIDO PROCESO SUSTANTIVO: Riesgo de El domicilio habitual debe ser anterior al


fuga hecho (Antecedente) SC 1625/2003-R SC
Ilegal exigencia de certificado de 1154/2004-R
matrimonio para acreditar familia SC En efecto, una decisió n judicial o administrativa,
será razonable y objetiva cuando su finalidad sea
1521/2002-R legítima y exista una relació n razonable de
Ilegal exigencia de derecho propietario para proporcionalidad entre la medida que establece el
acreditar domicilio habitual SC 1521/2002-R trato diferenciado y el fin perseguido37.
No es razonable sustentar el peligro de fuga
En el marco de ideas señ alado, “la legitimidad de
en la buena posición económica del
un fin se determina en función de su
imputado SC 129/2007-R correspondencia con el marco de derechos y
libertades establecidos en los instrumentos
internacionales. La situació n má s evidente de desconocimiento de esta condició n
se da cuando la norma, el acto o la omisió n, no obedecen a ninguna otra finalidad
que no sea la de tratar distinto a ciertas personas o grupos, es decir, cuando el
ú nico objetivo que se persigue es precisamente el de discriminar” (resaltado
propio)38.

Ademá s, la relació n razonable de proporcionalidad, asegura que la medida


que establece el trato diferenciado y el fin buscado, confronte los perjuicios
sufridos por quienes son excluidos de la medida y la importancia del objetivo
perseguido39, en este contexto, debe considerarse que existe medidas que
establecen beneficios a favor de quienes se encuentran en una situació n
desfavorable y que se dirigen precisamente a corregir una desigualdad de facto40.

Ahora bien, considerando que el derecho al acceso a la justicia como


garantía de las personas y colectividades, tiene la finalidad de eliminar las trabas o

37
Estos dos criterios que son los elementos constitutivos del test de razonabilidad. Estos criterios fueron
plasmados por el Tribunal Europeo de Derecho Humanos en el caso “relating to certain aspects of the
laws on the uso of languages in education in Belgium” (merits) 23 de julio de 1968 parr. 10 Ver Uprimny
Yepes R. y Sánchez Duque L. M., “Artículo 24. Igualdad ante la ley, en Convención Americana sobre
Derechos Humanos. Comentario. Introducción General, op. cit., p 593.
38
Ibid. p 594.
39
Ibid. p 595.
40
Ibid.
dificultades irrazonables que impliquen denegació n de la justicia material41, cabe
sostener que una de las barreras esenciales para el acceso a la justicia es la falta de
observancia estricta a las reglas de un debido proceso adjetivo y sustantivo acorde
y armonioso con el pará metro de convencionalidad vigente que se estudiará en
líneas posteriores.

De esto se tiene que só lo es posible garantizar el acceso a la justicia de


niñ os, en la medida en la cual, las autoridades jurisdiccionales y administrativas,
no solamente cumplan con las reglas del debido proceso adjetivo o legal, sino que
aseguren la razonabilidad, proporcionalidad y objetividad de sus decisiones, esto
es con el debido proceso sustantivo.

Así, para la temá tica del debido proceso, siguiendo lo expresado por Attard
Bellido, la razonabilidad, proporcionalidad y objetividad de las decisiones, estará
asegurada en la medida en la cual se cumpla con el pará metro de convencionalidad
imperante, que está compuesto con todos los está ndares internacionales que
plasman interpretaciones progresivas y evolutivas en cuanto a los derechos;
asimismo, este pará metro de convencionalidad comprende los mandatos
convencionales, los principios rectores de Derecho Internacional y todos los
lineamientos supra-estatales desarrollados tanto por el Sistema Universal como
Interamericano de Protecció n de Derechos Humanos42, esto supone que una
decisió n es legítima cuando tiene correspondencia con el marco principios valores
derechos y libertades establecidos en el Constitució n y en el pará metro de
convencionalidad que en el caso de Bolivia forma parte del Bloque de
Constitucionalidad.

En armonía con lo afirmado, la aplicació n por parte de los jueces o


autoridades administrativas de los está ndares internacionales emanados del
sistema interamericano, consolidará el respeto de un debido proceso sustantivo,
por lo que acorde con el objetivo de este trabajo se pasa a estudiar dichos
está ndares.

41
En cuanto al acceso a la justicia, la Corte IDH, señaló que en virtud al derecho de acceso a la justicia los
Estados deben garantizar que no existan trabas para que las personas acudan a los jueces o tribunales
en busca de que sus derecho sean determinados o protegidos, asimismo, esta instancia jurisdiccional
supra-estatal afirmó que cualquier norma o medida de orden interno que imponga costos o dificulte de
cualquier otra manera el acceso de los individuos a los tribunales, y que no esté justificada por las
razonables necesidades de la propia administración de justicia, debe entenderse contraria al art. 8 de la
Convención que consagra este derecho fundamental. Ver Corte IDH, caso Cantos vs. Argentina parr. 50.
42
Attard Bellido M.E., op. cit. p. 40.

Debido sutantivo y adjetivo


proceso funcionalidad
Para el control de la Para la consecusió n de los fines y valores,
razonabilidad de las decisiones judiciales, entre ellos: de justicia e igualdad y eficacia de
actos administrativos y los derechos y garantías fundamentales de la
normativos persona

5. El Juez como custodio y garante del debido proceso


En un Estado de Derecho Constitucional, el juez se constituye en el garante
má ximo y custodio de los derechos fundamentales de la persona, razó n por la cual
el resguardo de la independencia judicial se convierte en una obligació n
fundamental por parte de los Estados. Asimismo, cabe señ alar que igual exigencia
se tiene respecto de las
autoridades administrativas,
como se verá posteriormente.

En este marco, la Corte IDH ha


establecido que:

El Estado, para garantizar un


debido proceso, debe facilitar
todos los medios necesarios para
proteger a los operadores de
justicia, investigadores, testigos y
familiares de las víctimas de
hostigamientos y amenazas que
tengan como finalidad entorpecer
el proceso y evitar el
esclarecimiento de los hechos y
encubrir a los responsables de los
mismos43.

De esta manera es preciso que


el juez adopte toda la diligencia
necesaria para asegurar el
resguardo de los derechos fundamentales de las partes en el proceso, entre ellos, el
debido proceso como presupuesto de los demá s derechos fundamentales y
garantías constitucionales y de esta manera alcanzar una sentencia justa.
Asimismo, cabe resaltar que para obtener un proceso justo, si bien es evidente que
el juez se constituye en el má ximo guardiá n; sin embargo, no es menos cierto que

43
Corte IDH. Caso de Ia Comunidad Moiwana, cit., parr. 159, y Caso Carpio Nicolle y otros, cit., parr. 134.
todos los operadores de justicia también son custodios del debido proceso, así
como las partes involucradas en el juicio en sí, pues el cará cter de principio
garantía del debido proceso, obliga concebirlo como un bien jurídico a ser
precautelado por todos quienes intervienen en el proceso, aspecto que se verá
reflejado en sus diferentes actuaciones.

De otro lado, es importe recordar que la Corte IDH ha establecido que “todo
juez tiene la obligació n de asegurar que los procesos se lleven a cabo con el debido
respeto de las garantías judiciales que sean necesarias para asegurar un juicio
justo”, y que igualmente se debe garantizar “que los individuos puedan defenderse
adecuadamente contra cualquier acto del Estado que pudiera afectar sus
derechos”44; sin embargo, es importante dimensionar ¿cuá l es el alcance de la
obligació n que tiene el juez como garante del debido proceso?.

A este respecto, debemos recordar que la Corte ha tenido la oportunidad de


pronunciarse sobre el alcance del deber de resguardo del debido proceso por parte
de la autoridad judicial en un caso vinculado con la pena de muerte, formulá ndose
como interrogante si ¿debía el juzgador disponer por sí mismo la prá ctica de los
exá menes conducentes a establecer la situació n del inculpado cuando ocurrieron
los hechos, o debía aguardar a que lo requiriese el defensor?.

La Corte partiendo del precedente antes señ alado, hizo notar en el caso
Dacosta Cadogan que:

(…) las obligaciones del Estado son má s exigentes y amplias en aquellos


procesos que puedan culminar en la pena de muerte, que conlleva una
privació n del má s fundamental de los derechos, el derecho a la vida, con la
consecuente imposibilidad de revertir la pena una vez que ésta se ha
llevado a cabo (…) el juez debe adoptar las medidas conducentes a
garantizar la má s amplia defensa del acusado en el juicio, en aras del
debido proceso y de la amplia protecció n del derecho a la vida45.

En esta línea de pensamiento, la Corte resolviendo el caso determinó que al


tratarse de la posible imposició n de la pena de muerte, resultaba indispensable
“determinar el efecto que podría tener una enfermedad mental sobre el sujeto al
momento de cometer el delito”, aspecto que fue mencionado en otro momento del
juicio interno. Esta determinació n “podría haberle permitido alegar una defensa de
atenuantes de responsabilidad”. Es así que la Corte declaró la existencia de
violació n de las garantías reconocidas en el art. 8.1, 8.2.c y 8.2.f de la Convenció n
en relació n con el art. 1.1.46

44
Caso Dacosta Cadogan párr. 84.
45
Caso Dacosta Cadogan, op.cit. párrs. 84, 85.
46
Sergio Ramírez en su voto razonado respecto a la Sentencia en estudio, refirió que el deber de
resguardo implicaba que “el tribunal se cerciorase de que se había descartado, razonablemente, el
presupuesto de exclusión de la pena de muerte asociado a la salud mental del proceso en el momento
de cometer el delito, y no sólo al tiempo de comparecer en el juicio (…) Considerando la funcio´n de
garanto que recae en el juzgador, (éste) debía, asumir, por sí mismo, la verificación de ese presupuesto,
ordenando una examen psiquiátrico adecuado para tal fin (…) No puede secundar la idea que de
conforme a las reglas estrictas del sistema procesal penal acusatorio el juzgador debe abstenerse de
asumir iniciativas probatorias y aguardar a que las partes soliciten actuaciones que son notoriamente
En efecto, la Sentencia trae a colació n el alcance del deber de resguardo por
parte del juez en cuanto al debido proceso; y establece que este tiene que
traducirse en medidas efectivas, esto supone cuestionarse ¿hasta qué punto puede
quedar mermada o escudada dicha obligació n desde la perspectiva del sistema
penal acusatorio?, dicho de otro modo, ¿el deber de resguardo del debido proceso,
encuentra límite en el modelo del sistema penal acusatorio?, o es que, má s bien en
observancia de la estricta eficacia de los derechos humanos, verdad y justicia
material el juez o tribunal debe asumir una tutela efectiva y no limitarse a esperar
que lo hagan las partes.
6. La expansión horizontal y vertical del debido proceso
Un sector de la doctrina y principalmente el desarrollo jurisprudencial
efectuado por los ó rganos de protecció n de los derechos humanos han reconocido
que el debido proceso ha sufrido un doble proceso de expansió n: horizontal y
vertical.

La expansió n horizontal implica que el Derecho Penal ha dejado de ser el


marco en el que estaba encuadrado, para convertirse en una directriz transversal
en las funciones de cualquier instancia del poder pú blico, o incluso privado, que
pueda de alguna manera afectar derechos47.

La expansió n vertical puede caracterizarse en dos á mbitos, por un lado,


supone la incorporació n de nuevos elementos que han dinamizado el debido
proceso y han ampliado el elenco de derechos que lo conformaban al momento de
la redacció n de los instrumentos internacionales. En esta evolució n, ha incluido
mayores garantías y contenidos en su propia definició n, como el tribunal
competente, independiente e imparcial, el plazo razonable y el derecho de defensa,
entre otros. El otro á mbito de esta expansió n vertical se traduce en extensió n a
otros titulares; es decir, este proceso de dinamizació n ha dotado de contenidos
má s amplios a las garantías estipuladas en los instrumentos internacionales a
momento de aplicarlos a grupos de personas en condiciones de desigualdad
histó rica.

Para ambos procesos de expansió n ha sido preponderante el aporte del


Derecho Internacional de los Derechos Humanos. A través de los instrumentos
internacionales de protecció n de derechos humanos y con la interpretació n que de
ellos vienen efectuando los ó rganos de supervisió n de estos instrumentos hoy en
día se puede hablar de un debido proceso renovado 48, que marca todo el sistema
de protecció n de derechos humanos.

Es en esta medida que es imperante que todos los operadores y operadoras


jurídicos se apropien de este desarrollo jurisprudencial, con la finalidad de otorgar
indispensables (…). La conducta pasiva del juzgador –esto es, la omisión a la que se refirió la sentencia
en el caso Dacosta-, puede generar el más grave quebranto de las normas aplicables y traer consigo una
injusticia”. Voto razonado del Juez Sergio García Ramírez. Caso Dacosta Cadogan, op. cit. pág. 15. 47
Salmón y Blanco, óp. cit., p. 84.
48
Ibíd.
a cada uno de los sistemas nacionales la posibilidad de que el debido proceso se
consolide como una verdadera garantía para el pleno ejercicio de los derechos
humanos.

Expansió n del
debido proceso
EXPANSIÓN HORIZONTAL. Engloba otras ramas del
derechos: desde el derecho penal hasta el derecho civil,
administrativo, de familia, etc.
EXPANSIÓN VERTICAL. Mayores garantías y aplicadas a
grupos de personas en condiciones de histó rica desigualdad

6.1. La expansión horizontal del debido proceso

Para una mayor comprensió n la caracterizació n de la expansió n horizontal


del debido proceso la realizaremos en dos á mbitos: internacional y en el interno.

6.1.1. Expansión horizontal del debido proceso desde el ámbito


internacional

Tanto el art. 14 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, en


adelante PIDCP, así como el art. 8 de la CADH, se refieren al debido proceso, ambos
instrumentos reconocer el derecho genérico a ser oído con las debidas garantías.

Estas normas han sido interpretadas, tanto por el Comité de Derechos


Humanos como por la Comisió n y Corte Interamericana, respectivamente, como
clá usulas abiertas para la aplicació n del debido proceso a procesos civiles,
laborales, etcétera. Incluso ambos ó rganos han establecido que las garantías
previstas en los artículos 14 del PIDCP y 8 de la CADH, que en principio fueron
desarrolladas para su aplicació n en procesos penales, pueden extenderse también
a todos aquellos actos con los que se pueda afectar derechos 49.

Siguiendo la investigació n de Salmó n y Blanco, el Comité de Derechos


Humanos en el Caso Morael c. Francia ha señ alado:

49
Salmón y Blanco, óp. cit., pág. 85. y O’Donnell, óp. cit., pág. 360.
El Comité observa, a este respecto, que el pá rrafo mencionado no só lo se
aplica en materia penal, sino también en los litigios relativos a derechos y
obligaciones de cará cter civil. Si bien en el artículo 14 no se precisa có mo
debe entenderse el concepto de juicio “con las debidas garantías” en
materia civil (a diferencia de lo que se hace en el pá rrafo 3 del mismo
artículo cuando se trata de determinar el mérito de las acusaciones en
materia penal), corresponde interpretar que el concepto de juicio “con las
debidas garantías”, en el contexto del pá rrafo 1 del artículo14 del Pacto,
exige cierto nú mero de condiciones, tales como el requisito de la igualdad
de las armas, el respeto del juicio contradictorio, la exclusió n de la
agravació n de oficio de las condenas y procedimientos judiciales á giles. En
consecuencia, deben examinarse las circunstancias del presente caso
teniendo en cuenta esos criterios50.

Dentro del Sistema Interamericano, la Corte en la Opinió n Consultiva sobre


Excepciones al Agotamiento de los Recursos Internos estableció que:

En materias que conciernen a la determinació n de los derechos y


obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro cará cter, el
artículo 8.1 de la CADH no especifica las garantías mínimas como lo hace el
artículo 8.2 al referirse al á mbito penal, se entiende que el concepto de
debidas garantías es aplicable también a otros á mbitos y, por ello, el debido
proceso es extensible a todo tipo de procesos. La citada Opinió n Consultiva
establece que será n en ú ltima instancia “las circunstancias de un
procedimiento particular, su significació n, su cará cter y su contexto en un
sistema legal particular, los factores que fundamenten la determinació n de
si, por ejemplo, la representació n legal es o no necesaria para el debido
proceso”51.

Es en el caso Tribunal Constitucional vs. Perú que realiza la directa ampliació n del
á mbito material del debido proceso al establecer que las garantías del debido
proceso deben respetarse durante procesos civiles y administrativos, efectuando el
siguiente aná lisis del artículo 8 de la CADH:

Cuando la Convenció n se refiere al derecho de toda persona a ser


oída por un “juez o tribunal competente” para la “determinació n de
sus derechos”, esta expresió n se refiere a cualquier autoridad
pú blica, sea administrativa, legislativa o judicial, que a través de sus
resoluciones determine derechos y obligaciones de las personas. Por
la razó n mencionada, la Corte considera que cualquier ó rgano del
Estado que ejerza funciones de cará cter materialmente
jurisdiccional, tiene la obligació n de adoptar resoluciones apegadas a
las garantías del debido proceso legal en los términos del artículo 8
de la Convenció n Americana52.

50
Comité de Derechos Humanos, Caso Morael c. Francia, 1989, párr. 9.3. Citado por O’Donnell, óp. cit.,
pág. 361.
51
Corte IDH. Excepciones al agotamiento de los recursos internos (art. 46.1, 46.2.a y 46.2.b Convención
Americana Sobre Derechos Humanos), Opinión Consultiva OC- 11/90, 10 de agosto 1990, párr. 28.
Disponible en: http://biblio.juridicas.unam.mx/libros/1/173/48.pdf
52
Corte IDH, Caso del Tribunal Constitucional vs. Perú, sentencia del 31 de enero de 2001 (Fondo,
Reparaciones y Costas), párr. 71.
De igual forma y con referencia al artículo 8.2 de la CADH en el referido Caso del
Tribunal Constitucional vs. Perú, la Corte señ aló :

A pesar de que el citado artículo no especifica garantías mínimas en


materias que conciernen a la determinació n de los derechos y obligaciones
de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro cará cter, el elenco de
garantías mínimas establecido en el numeral 2 del mismo precepto se
aplica también a esos ó rdenes y, por ende, en ese tipo de materias el
individuo tiene también el derecho, en general, al debido proceso que se
aplica en materia penal53.

Este entendimiento jurisprudencial quedó asentado en la sentencia del Caso


Baena Ricardo vs. Panamá, en el que la Corte determinó que el individuo tiene el
derecho al debido proceso entendido en los términos del artículo 8.1 y 8.2, tanto en
materia penal como en todos estos otros ó rdenes54.

En ese sentido, la Corte IDH ha sostenido, con relació n a la expansió n


horizontal del debido proceso, que "las características de imparcialidad e
independencia (...) deben regir a todo ó rgano encargado de determinar
derechos y obligaciones de las personas. (...D)ichas características no solo
deben corresponder a los ó rganos estrictamente jurisdiccionales, sino que
las disposiciones del articulo 8.1 de la Convenció n se aplican también a las
decisiones de ó rganos administrativos"55.

6.1.2. La expansión horizontal del debido proceso en el ámbito


interno

Gabrielia Sauma56 se refiere a las líneas jurisprudenciales desarrolladas


por el Tribunal Constitucional boliviano a momento de interpretar la Constitució n
abrogada, de cuya investigació n se tienen las siguientes sentencias
constitucionales relativas a la expansió n horizontal del debido proceso en el
á mbito interno. Así recuerda que en la SC 1234/2000-R, del 21 de diciembre, el
Tribunal Constitució n estableció que:

Conforme lo ha definido este Tribunal en su jurisprudencia, la garantía del


debido proceso que consagran el artículo 16 de la Constitució n Política del
Estado y el artículo 8 del Pacto de San José de Costa Rica, es aplicable no
só lo al á mbito judicial, sino también al administrativo cuando se tenga que

53
Corte IDH, Caso del Tribunal Constitucional vs. Perú, óp. cit., párr. 70; y Excepciones al Agotamiento de
los Recursos Internos (arts. 46.1, 46.2.a y 46.2.b, Convención Americana sobre Derechos Humanos).
Opinión Consultiva OC-11/90 del 10 de agosto de 1990. Serie A No. 11, párr. 28. 54 Corte IDH, Caso Baena
Ricardo y otros vs. Panamá, sentencia del 2 de febrero de 2001 (Fondo, Reparaciones y Costas), párr.
125. Disponible en: http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/Seriec_72_esp.pdf
55
Corte IDH, Caso Velez Loor vs. Panamá. Sentencia de 23 de noviembre de 2010 Serie C No. 218, parr.
108. Disponible en: http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_218_esp2.pdf . 56 Sauma
Zankys G. El debido proceso. Unidad Didáctica V. Escuela de Jueces del Estado Boliviano, p. 59- 65.
someter a una persona a un procedimiento en el que deberá determinarse
una responsabilidad.

En el mismo sentido, la SC 0685/2002, del 11 de junio, señ aló que todo


proceso de la naturaleza que fuere deberá ser sustanciado con absoluto resguardo
y respeto de los derechos y garantías del procesado. Este entendimiento fue
reiterado por el Tribunal Constitucional Plurinacional en las SCP 100/2014, del 10
de enero, y 0521/2014, de marzo, entre otras.

La SCP 1399/2012, de 19 de septiembre, evidencia un ejemplo de aplicació n


del debido proceso en espacios que trascienden el á mbito jurisdiccional y
administrativo; resaltando la aplicació n del debido proceso en Cooperativas, a
pesar de su autonomía e independencia57.

6.2. La expansión vertical del debido proceso

Como acertadamente señ ala Sergio García Ramírez, el debido proceso tiene
una progresió n histó rica que se manifiesta en dos dimensiones: la primera, con
respecto a la profundizació n de su propio contenido a través de la incorporació n
de nuevos elementos que han dinamizado el debido proceso y han ampliado el
elenco de derechos que lo conformaban al momento de la redacció n de los
instrumentos internacionales de protecció n de derechos humanos; y la segunda
dimensió n referida a que este proceso de dinamizació n ha dotado de contenidos
má s amplios a las garantías estipuladas en dichos instrumentos internacionales a
momento de aplicarlos a grupos de personas en condiciones de desigualdad
histó rica58.

Este entendimiento ha cobrado singular importancia a partir de la Opinió n


Consultiva 16/99, emitida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, a
solicitud de los Estados Unidos Mexicanos, en la que se señ ala:

El corpus juris del Derecho Internacional de los Derechos Humanos está


formado por un conjunto de instrumentos internacionales de contenido y
efectos jurídicos variados (tratados, convenios, resoluciones y
declaraciones). Su evolució n diná mica ha ejercido un impacto positivo en el
Derecho Internacional, en el sentido de afirmar y desarrollar la aptitud de
este ú ltimo para regular las relaciones entre los Estados y los seres
humanos bajo sus respectivas jurisdicciones. Por lo tanto, esta Corte debe
adoptar un criterio adecuado para considerar la cuestió n sujeta a examen
en el marco de la evolució n de los derechos fundamentales de la persona
humana en el derecho internacional contemporá neo59.

Finalmente, de la opinió n consultiva en aná lisis es posible extraer dos


posiciones claramente identificables: la primera, referente a que en opinió n de la

57
Sobre la expansión horizontal temporal del debido proceso puede consultarse. Sauma Zankys G. El
debido proceso. Unidad Didáctica V. Escuela de Jueces del Estado Boliviano, p. 59-65. 58 García, Sergio.
Panorama del debido proceso (adjetivo) penal en la jurisprudencia de la Corte Interamericana.
Disponible en: http://www.juridicas.unam.mx/publica/librev/rev/dconstla/cont/2006.2/pr/pr23.pdf
pág. 1133. 59 Ibíd., párr. 115.
Corte, para que exista un “debido proceso legal” es preciso que un justiciable
pueda hacer valer sus derechos y defender sus intereses en forma efectiva y en
condiciones de igualdad procesal con otros justiciables. Al efecto, es ú til recordar
que el proceso es un medio para asegurar, en la mayor medida posible, la solució n
justa de una controversia. A ese fin atiende el conjunto de actos de diversas
características generalmente reunidos bajo el concepto de debido proceso legal.

Siguiendo la investigació n de Gabriela Sauma, el desarrollo histó rico del


debido proceso, consecuente con la protecció n del individuo y la realizació n de la
justicia, ha traído consigo la incorporació n de nuevos derechos procesales. Son
ejemplo de este cará cter evolutivo del proceso los derechos a no auto incriminarse
y a declarar en presencia de abogado, que hoy día figuran en la legislació n y en la
jurisprudencia de los sistemas jurídicos má s avanzados. Es así como, en forma
progresiva, se ha establecido el aparato de las garantías judiciales que recoge el
artículo 14 del PIDCP, al que pueden y deben agregarse, bajo el mismo concepto,
otras garantías aportadas por diversos instrumentos del Derecho Internacional 60.

Por otro lado, para alcanzar sus objetivos, el proceso debe reconocer y
resolver los factores de desigualdad real de quienes son llevados ante la justicia. Es
así como se atiende el principio de igualdad ante la ley y los tribunales, y a la
correlativa prohibició n de discriminació n. La presencia de condiciones de
desigualdad real obliga a adoptar medidas de compensació n que contribuyan a
reducir o eliminar los obstá culos y deficiencias que impidan o reduzcan la defensa
eficaz de los propios intereses. Si no existieran esos medios de compensació n,
ampliamente reconocidos en diversas vertientes del procedimiento, difícilmente se
podría decir que quienes se encuentran en condiciones de desventaja disfrutan de
un verdadero acceso a la justicia y se benefician de un debido proceso legal en
condiciones de igualdad con quienes no afrontan esas desventajas 61.

De esta manera, la Corte ha entendido que el desarrollo progresivo y


diná mico de los derechos humanos ha incorporado a la noció n de debido proceso
nuevas garantías que han surgido precisamente de los casos individuales puestos
en conocimiento de la Corte, y que refuerzan el contenido del debido proceso.
Será n abordadas de manera individualizada cuando se desarrollen elementos del
debido proceso; sin embargo, debe precisarse que otro aspecto que ha contribuido
también a esta expansió n vertical del debido proceso viene marcada por la
diferente protecció n que debe brindar el mismo a aquellas personas que se
encuentran en una situació n de desigualdad. Aunque la citada Opinió n Consultiva
No. 16 se refiere concretamente a los derechos de los migrantes, es posible aplicar
este entendimiento a los derechos procesales de los niñ os, mujeres víctimas de
violencia y pueblos indígenas, entre otros. Es má s, tanto el Comité de Derechos
Humanos como la propia Corte Interamericana tienen un desarrollo
jurisprudencial profuso sobre estos temas.

60
Salmón y Blanco, óp. cit., págs. 104-105.
61
Ibíd., pá g. 105.

¿Qué elementos
deben
considerarse en la
expansió n vertical
del debido
proceso? ampliació n de las ya existentes. 2. Entender que el
que debido proceso es flexible con respecto a los
titulares que invocan su vulneració n.

En ambos casos no es posible hablar de un


catá logo rígido ni cerrado de
Se vincula derechos

a:
1. La incorporació n de nuevas garantías al á mbito
de protecció n del debido proceso, así como la
Mujeres
menores Pueblos

víctimas de violencia

indígenas

migrantes
6.2.1. Derechos procesales de las personas menores de edad

Tanto el artículo 24 del PIDCP, como el artículo 19 de la CADH reconocen no


solamente el derecho genérico del niñ o a una especial protecció n, sino también el
derecho a un trato especial cuando este es detenido o acusado de una infracció n de
cará cter penal. Así, el artículo: 10.2.b) del PIDCP reconoce el derecho de la o el
menor acusado a “ser llevado ante los tribunales de justicia con la mayor celeridad
posible para su enjuiciamiento”, y requiere que en el procedimiento aplicable a los
menores de edad a efectos penales se tendrá en cuenta esta circunstancia y la
importancia de estimular su readaptació n social; en el mismo sentido el artículo
5.5 de la CADH reconoce el derecho de la o el niñ o a ser llevado ante tribunales
especializados.

Por su parte, el artículo 1 de la Convenció n sobre los Derechos del Niñ o


(CDN) establece que “se entiende por niñ o todo ser humano menor de dieciocho
añ os de edad, salvo que, en virtud de la ley que le sea aplicable, haya alcanzado
antes la mayoría de edad”. También el artículo 40 de la Convenció n sobre los
Derechos del Niñ o establece un catá logo de los derechos de los adolescentes
acusados de infracciones, similar al artículo 14.3 del PIDCP y del artículo 8.2 de la
CADH.

De igual forma, es un principio fundamental del Derecho Internacional de


los Derechos de la niñ ez que los niñ os pequeñ os no tienen responsabilidad legal
por hechos delictivos tal cual se colige del artículo 40.3.A de la CDN; la regla 4 de
las Reglas de Beijing; las Reglas Mínimas de las Naciones Unidas sobre las Medidas
No Privativas de la Libertad (“Reglas de Tokio”), especialmente la regla 17; y las
Directrices de las Naciones Unidas para la Prevenció n de la Delincuencia Juvenil
(Directrices de Riad)62. Para O’Donnell, el hecho de que no haya consenso sobre la
edad mínima que justifica la imposició n de una responsabilidad legal atenuada, no
puede obviar que existe un amplio entendimiento sobre el hecho de que dicha
responsabilidad no debe imponerse a niñ os que todavía no han alcanzado la
adolescencia63.
En este sentido, O’Donnell citado por Gabriela Sauma, sostiene que si bien
hasta la fecha no existe jurisprudencia universal que reconozca el derecho a un
trato especial en materia penal, por delitos cometidos por personas menores de 18
añ os64, el Sistema Interamericano ha desarrollado este aspecto de manera
pormenorizada. Así, en el Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros)
vs. Guatemala, que aborda la desaparició n, tortura y ejecució n extrajudicial de un
grupo de jó venes, la Corte desarrolla las garantías procesales de los adolescentes
frente a la justicia de la siguiente manera:

Al respecto, la Corte considera pertinente destacar que, si los Estados


tienen elementos para creer que los “niñ os de la calle” está n afectados por
factores que pueden inducirlos a cometer actos ilícitos, o disponen de
elementos para concluir que los han cometido, en casos concretos, deben
extremar las medidas de prevenció n del delito y de la reincidencia. Cuando
el aparato estatal tenga que intervenir ante infracciones cometidas por
menores de edad, debe hacer los mayores esfuerzos para garantizar la
rehabilitació n de los mismos, en orden a “permitirles que desempeñ en un
papel constructivo y productivo en la sociedad65.

De igual forma, la Corte Interamericana, en el Caso Instituto de Reeducación


del Menor vs. Paraguay estableció que la inexistencia de juzgados especializados en
materia de menores de edad vulneraba las garantías establecidas en el artículo 8
de la CADH debido a que los procesos administrativos y judiciales deben garantizar
los derechos específicos de los niñ os, tal como establece el artículo 19 de la CADH,
en el entendido de que los derechos procesales tienen aplicació n general, pero
revisten condiciones especiales en el caso de las y los adolescentes en conflicto con
la ley.

La Corte Interamericana estableció en el citado caso que, a la luz de las


normas internacionales pertinentes en la materia, la jurisdicció n especial para
niñ os y niñ as y todos sus procedimientos deben contar con los siguientes
elementos:

62
O’Donnell, óp. cit., pág. 456.
63
Ibíd., pág. 457. Este aspecto se halla ampliamente desarrollado en: OACNUDH. Los derechos humanos
en la administración de justicia: Un manual para jueces, fiscales y abogados. Londres: International Bar
Association, 2010, pág. 449-451.
64
O’Donnell, óp. cit., pág. 457.
65
Corte IDH, Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) vs. Guatemala, óp. cit., párrs.
196-197.
1) en primer lugar, la posibilidad de adoptar medidas para tratar a esos
niñ os sin recurrir a procedimientos judiciales; 2) en el caso de que un
proceso judicial sea necesario, este Tribunal dispondrá de diversas
medidas, tales como asesoramiento psicoló gico para el niñ o durante el
procedimiento, control respecto de la manera de tomar el testimonio del
niñ o y regulació n de la publicidad del proceso; 3) dispondrá también de un
margen suficiente para el ejercicio de facultades discrecionales en las
diferentes etapas de los juicios y en las distintas fases de la administració n
de justicia de niñ os; y 4) los que ejerzan dichas facultades deberá n estar
especialmente preparados y capacitados en los derechos humanos del niñ o
y la psicología infantil para evitar cualquier abuso de la discrecionalidad y
para asegurar que las medidas ordenadas en cada caso sean idó neas y
proporcionales66.

Este entendimiento jurisprudencial fue confirmado por la Corte


Interamericana en la Opinió n Consultiva OC-No. 17/2002, solicitada por la
Comisió n Interamericana de Derechos Humanos y denominada Condició n Jurídica
y Derechos Humanos del Niñ o. En esta la Corte expresamente señ ala que es
evidente que las condiciones en las que participa un niñ o o niñ a en un proceso no
son las mismas en que lo hace un adulto. Si se sostuviera otra cosa se desconocería
la realidad y se omitiría la adopció n de medidas especiales para la protecció n de
los niñ os, con grave perjuicio para ellos. Por lo tanto, es indispensable reconocer y
respetar las diferencias de trato que corresponden a diferencias de situació n, entre
quienes participan en un procedimiento67.

6.2.2. Mujeres y debido proceso

Con referencia al debido proceso y el acceso a éste por parte de las mujeres,
el Comité ha establecido que los Estados Parte deben presentar informació n que
permita al Comité determinar si la mujer disfruta en condiciones de igualdad con
el hombre del derecho a recurrir a los tribunales y a un proceso justo, previstos en
el artículo 14 del PIDCP.

Siguiendo la investigació n de Gabriela Sauma sobre el desarrollo efectuado


en esta materia por el Sistema Universal, se tiene que el Comité, en la Observació n
General en aná lisis, enfatiza la obligació n de los Estados Parte de eliminar todas las
disposiciones legislativas que impidan a la mujer el acceso directo y autó nomo a
los tribunales. Los Estados deben también explicar si la mujer puede rendir prueba
testimonial en las mismas condiciones que el hombre y si se han adoptado medidas
para que la mujer tenga igual acceso a la asistencia letrada, particularmente en
cuestiones de familia, o si en las disposiciones legales internas de los Estados
Partes existen normas que nieguen la presunció n de inocencia establecida en el
artículo 14.2 del PIDCP a algunas “categorías de mujeres”68.
66
Corte IDH, Caso “Instituto de Reeducación del Menor” Vs. Paraguay, ó p. cit., pá rr. 211. 67 Corte IDH,
Opinión Consultiva solicitada por la Comisión Interamericana de Derechos humanos, Condición Jurídica
y Derechos Humanos del Niño OC-Nº 17/2002, del 28 de agosto de 2002. Disponible en:
http://www.derechoshumanos.unlp.edu.ar/assets/files/documentos/condicion-juridica-y-derechos
humanos-del-nino-opinion-consultiva-n-1702.pdf

68
Ibíd., párr. 18.
Finalmente, el Comité incide en las garantías que deben acompañ ar a las
mujeres privadas de libertad: deben estar separadas de los hombres, deben ser
vigiladas ú nicamente por guardias de sexo femenino, las mujeres acusadas jó venes
deben estar separadas de las adultas y a las mujeres privadas de libertad
embarazadas se les debe brindar trato humano y digno.

Dentro del Sistema Interamericano, la Comisió n en su informe sobre Acceso


a la justicia para mujeres víctimas de violencia en las Américas, ha señ alado que
durante el proceso penal deben adoptarse medidas de protecció n para proteger la
seguridad, la privacidad y la intimidad de las mujeres víctimas de violencia.
También habla del deber de los Estados parte de proporcionarles informació n
sobre sus derechos y la forma de ejercerlos en todas las fases del proceso penal 69.
Es importante también señ alar que a partir de la aprobació n y entrada en vigor del
Estatuto de la Corte Penal Internacional, la nó mina de delitos reconocidos por el
derecho internacional aumentó de manera significativa, entre ellos, las formas
graves de violencia sexual. Para la Comisió n Interamericana, la violació n sexual
contra una mujer es un método de tortura, pues tiene por objeto, en muchos casos,
no só lo humillar a la víctima, sino también a su familia o comunidad.
Concretamente, la Comisió n ha señ alado:

La violació n produce un sufrimiento físico y mental en la víctima. Ademá s


de la violencia sufrida al momento que se perpetra, las víctimas
habitualmente resultan lesionadas o, en algunos casos, aú n quedan
embarazadas.
El hecho de ser objeto de un abuso de esta naturaleza les ocasiona
asimismo un trauma psicoló gico que resulta, por un lado, del hecho de ser
humilladas y victimizadas y por el otro, de sufrir la condena de los
miembros de su comunidad, si denuncian los vejá menes de los que fueron
objeto70.

La Corte Interamericana ha establecido que la violació n sexual es un tipo


particular de agresió n que, en general, se caracteriza por producirse en ausencia
de otras personas, má s allá de la víctima y el agresor o los agresores. Dada la
naturaleza de esta forma de violencia, no se puede esperar que dentro de un
proceso de este tipo se presenten pruebas grá ficas o documentales y, por ello, la
declaració n de la víctima constituye una prueba fundamental sobre el hecho71.

Finalmente, de acuerdo con Gabriela Sauma, nos referiremos a uno de los


casos má s emblemá ticos sobre discriminació n y violencia contra las mujeres que

69
Sauma Zankys. G. Op. cit. p. 67. Vid. CIDH. Informe sobre el acceso a la justicia para mujeres
víctimas de violencia en las Américas, Informe de 20 de enero de 2007, pá rr. 54. Disponible en:
http:// www.cidh.org/women/acceso07/indiceacceso.htm

70
CIDH, Caso Raquel Martin de Mejía-Perú, Informe del 1 de marzo de 1996. Se recomiendo leer de la
CIDH: Caso Diana Ortiz-Guatemala, Informe del 16 de octubre de 1996. En éste, la CIDH también
manifiesta que los abusos sexuales constituyen una forma de tortura. Disponible en:
http://www.cidh.org/PRIVADAS/Guatemala.10526sp.htm
71
Corte IDH. Caso Fernández Ortega y otros vs. México, óp. cit., párr. 100; y Caso Rosendo Cantú y otra
vs. México, óp. cit., párr. 89. Citado por Salmón y Blanco, óp. cit., pág. 93.
se relaciona de manera directa con el debido proceso y acceso a la justicia, de entre
todos los que hasta hoy analizó la Corte Interamericana: Campo Algodonero vs.
México. Este Caso fue materia de pronunciamiento de diversos ó rganos de
protecció n de derechos humanos. La Comisió n Interamericana señ aló que la
violencia contra las mujeres en Ciudad Juá rez “tiene sus raíces en conceptos
referentes a la inferioridad y subordinació n de las mujeres”72. El Comité para la
Eliminació n de la Discriminació n contra la Mujer, en su Informe relativo al caso,
resaltó el hecho de que la violencia de género, incluidos los asesinatos, secuestros,
desapariciones y las situaciones de violencia doméstica e intrafamiliar, no eran
casos aislados, esporá dicos o episó dicos de violencia, sino de una situació n
estructural y de un fenó meno social y cultural enraizado en las costumbres y
mentalidades”, y que estas situaciones de violencia está n fundadas “en una cultura
de violencia y discriminació n basada en el género”73. En el mismo sentido se
pronunció la Relatora sobre la Violencia contra la Mujer, de la Organizació n de
Naciones Unidas, que en el informe sobre el citado caso señ aló que la violencia
contra la mujer en México só lo puede entenderse en el contexto de “una
desigualdad de género arraigada en la sociedad”74.

La Corte Interamericana en este caso realizó un interpretació n extensa de la


Convenció n de Bélem do Pará y de la propia Convenció n Americana, y concluyó
que la violencia que padecen las mujeres de Ciudad Juá rez se sustenta en la
“discriminació n estructural” que contra ellas existe en México. Así, el Estado
mexicano, como parte de la Convenció n de Bélem do Pará y de la Convenció n
Americana está obligado a combatir dicha discriminació n. La Corte señ aló :

i) se deberá remover todos los obstá culos de jure o de facto que impidan la
debida investigació n de los hechos y el desarrollo de los respectivos
procesos judiciales, y usar todos los medios disponibles para hacer que las
investigaciones y procesos judiciales sean expeditos a fin de evitar la
repetició n de hechos iguales o aná logos a los del presente caso;
ii) la investigació n deberá incluir una perspectiva de género; emprender
líneas de investigació n específicas respecto a violencia sexual, para lo cual
se deben involucrar las líneas de investigació n sobre los patrones
respectivos en la zona; realizarse conforme a protocolos y manuales que
cumplan con los lineamientos de esta Sentencia; proveer regularmente de
informació n a los familiares de las víctimas sobre los avances en la
investigació n y darles pleno acceso a los expedientes, y realizarse por
funcionarios altamente capacitados en casos similares y en atenció n a
víctimas de discriminació n y violencia por razó n de género;

72
CIDH, Informe sobre la situación de los derechos de la mujer en Ciudad Juárez, México: El derecho a no
ser objeto de violencia y discriminación, Informe del 7 de marzo de 2003. Disponible en:
http://www.cidh.org/annualrep/2002sp/cap.vi.juarez.htm
73
Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer, Informe de México producido por el
Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer bajo el Artículo 8 del Protocolo
Facultativo de la Convención, 32° período de sesiones, 2005, párr. 159. Disponible en:
http://www.un.org/womenwatch/daw/cedaw/cedaw32/CEDAW-C-2005-OP.8-MEXICO-S.pdf
74
Relatoría sobre la violencia contra la mujer, sus causas y consecuencias, Informe integración de los
derechos humanos de la mujer y la perspectiva de género: la violencia contra la mujer, Misión México,
62o. Periodo de Sesiones, 2006, párr. 7. ( Disponible en:
http://www.pnud.org.co/img_upload/36353463616361636163616361636163/Relatora_Especial_Viole
ncia_contra_la_Mujer._Informe_2003.pdf )
iii) deberá asegurarse que los distintos ó rganos que participen en el
procedimiento de investigació n y los procesos judiciales cuenten con los
recursos humanos y materiales necesarios para desempeñ ar las tareas de
manera adecuada, independiente e imparcial, y que las personas que
participen en la investigació n cuenten con las debidas garantías de
seguridad, y
iv) los resultados de los procesos deberá n ser pú blicamente divulgados
para que la sociedad mexicana conozca los hechos objeto del presente
caso75.

6.2.3. Pueblos indígenas y debido proceso

Conforme sostiene Gabriela Sauma, los pueblos indígenas han tenido y aú n


tienen dificultades para acceder al derecho al debido proceso. Esto se debe,
principalmente, a dos razones. La primera: la consolidació n normativa de los
derechos colectivos en la normativa internacional y en el á mbito interno de
diversos países, en muchos casos, no ha sido acompañ ada por la interpretació n
colectiva de estos derechos. La segunda: la diferente lectura que del debido
proceso debe efectuarse a momento de analizar la justicia indígena en los casos de
garantizar este derecho de manera individual a los miembros de los pueblos
indígenas76.

Atendiendo la investigació n de la autora, dentro del Sistema Universal debe


mencionarse el artículo 1 de la Declaració n de las Naciones Unidas sobre los
Derechos de los Pueblos Indígenas, que establece: “Los indígenas tienen derecho
como pueblos o como personas al disfrute pleno de todos los derechos
humanos y las libertades fundamentales reconocidos por la Carta de las
Naciones Unidas la Declaración Universal de Derechos Humanos y la
normativa internacional de los derechos humanos”. Conforme con ello, los
derechos tienen una dimensió n colectiva y una dimensió n individual. Este criterio,
por tanto, también debe ser aplicado al debido proceso77.

De acuerdo con la autora, si bien aú n no existen pronunciamientos


específicos sobre este tema de parte de los ó rganos de protecció n del sistema
universal, es importante señ alar que el Comité de Derechos Humanos, en la
Observació n General No. 23 interpretó el artículo 27 del PIDCP estableciendo que
el Pacto hace una diferenciació n entre el derecho a la libre determinació n, como
derecho perteneciente a los pueblos indígenas como colectivos, y los derechos
personales reconocidos en todo el Pacto, como derechos aplicables también a los
miembros de estos pueblos. Este reconocimiento es muy importante cuando
hablamos del debido proceso ya que se entiende que los pueblos indígenas pueden
gozar de él en dos dimensiones: la primera, en el marco del derecho a la libre

75
Corte IDH, Caso González y otras (“Campo Algodonero”) vs. México, sentencia del 16 de noviembre de
2009 (Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas), párr. 455. Disponible en:
http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_205_esp.pdf
76
Sauma Zankis G. Op. cit. p. 56.
77
Ibid.
determinació n que permite una interpretació n colectiva del debido proceso, y la
segunda, como una garantía en el ejercicio de sus derechos personales78.

En el Sistema Interamericano, la Comisió n y la Corte se han ocupado en


muchas ocasiones del respeto de los derechos colectivos de los pueblos indígenas,
así como al resguardo del derecho al debido proceso de los miembros de estos
pueblos. La Corte ha establecido que “es indispensable que los Estados otorguen
una protecció n efectiva que tome en cuenta sus particularidades, sus
características econó micas y sociales, así como su situació n de especial
vulnerabilidad, su derecho consuetudinario, valores, usos y costumbres”. Enfatizó
que estas obligaciones no se agotan con previsiones normativas 79.

De acuerdo con la autora, la Corte ha vinculado el debido proceso con otros


derechos de los pueblos indígenas, como el derecho a la propiedad. Estableció que
este derecho, en el caso de los pueblos indígenas, tiene una dimensió n colectiva.
La Corte sostuvo que para garantizar el derecho a la propiedad comunal de
los integrantes de los pueblos indígenas, los Estados deben establecer “un
recurso efectivo con las garantías de debido proceso (...) que les permita
reivindicar sus tierras tradicionales”80.

La dimensió n colectiva de los derechos fue definitivamente adoptada por la Corte


en el Caso Sarayaku vs. Ecuador, en el que concluyó :

231. La normativa internacional relativa a pueblos y comunidades


indígenas o tribales reconoce derechos a los pueblos como sujetos
colectivos del Derecho Internacional y no ú nicamente a sus miembros.
Puesto que los pueblos y comunidades indígenas o tribales, cohesionados
por sus particulares formas de vida e identidad, ejercen algunos derechos
reconocidos por la Convenció n desde una dimensió n colectiva, la Corte
señ ala que las consideraciones de derecho expresadas o vertidas en la
presente Sentencia deben entenderse desde dicha perspectiva colectiva 81.

Sobre las garantías procesales establecidas en la Convenció n Americana, la


Comisió n y la Corte Interamericana han señ alado que no solamente son aplicables
a todos los procesos en los que se encuentren involucrados miembros de los
pueblos indígenas, sino que en estos casos la obligació n del Estado es má s amplía,
ya que debe velar porque todos los procedimientos judiciales y administrativos

78
Comité de Derechos Humanos, Comentarios generales adoptados por el Comité de los Derechos
Humanos, Artículo 27 - Derecho de las minorías, Observación General No. 23, 50o. período de sesiones,
1994. Disponible en: http://www1.umn.edu/humanrts/hrcommittee/Sgencom23.html 79 Corte IDH, Caso
Comunidad Indígena Yakye Axa vs. Paraguay, sentencia del 17 de junio de 2005 (Fondo, Reparaciones y
Costas), párr. 63. Disponible en: http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_125_esp.pdf
80
Corte IDH, Caso del Pueblo Saramaka vs. Surinam, sentencia del 28 de noviembre de 2007 (Excepciones
Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas), párr. 178. Disponible en:
http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_172_esp.pdf
81
Corte IDH, Caso Pueblo Indígena Kichwa de Sarayaku vs. Ecuador, sentencia del 27 de junio de 2012
(Fondo y Reparaciones), párr. 231. Disponible en:
http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_245_esp.pdf
tomen en cuenta factores como el derecho al intérprete, traductor, a que se designe
un perito en temas indígenas, etcétera.

Por otro lado, es importante lo señ alado por la Corte en el Caso Yatama vs.
Nicaragua, sobre la exclusió n en los comicios municipales, realizados el 5 de
noviembre de 2000, de candidatos del pueblo indígena Yapti Tasba Masraka
NanihTakanka (Yatama), debido a una resolució n emitida por el Consejo Supremo
Electoral y a la declaració n de improcedencia del amparo presentado por los
Yatamas ante la Corte Suprema de Nicaragua.

En este caso la Corte estableció que la inexistencia de un recurso efectivo y


ademá s sencillo y rá pido para que los Yatamas pudiesen impugnar la Resolució n
del Consejo Supremo Electoral se constituye en una transgresió n de la Convenció n,
sin importar que el ordenamiento constitucional nicaragü ense no prevea recursos
contra este tipo de Resoluciones. La Corte concluyó que no se pueden vulnerar
derechos humanos en nombre de la independencia de poderes. En este sentido,
estableció que Nicaragua debía adecuar su ordenamiento interno a lo previsto en
la Convenció n82.
En el Caso del Pueblo Saramaka vs. Surinam, la Corte relacionó los artículos
8.1 y 25 de la CADH ya que consideró que si bien en el ordenamiento jurídico de
Surinam existía un recurso judicial específico para reclamar las vulneraciones
alegadas por el Pueblo Saramaka, era inadecuado para reparar las violaciones del
derecho de propiedad comunal de los miembros de ese pueblo. Por dos razones:
porque no se encontraba disponible para dicho pueblo, como entidad colectiva; y
porque el derecho a la propiedad comunal de los miembros de la comunidad no
está reconocido por el Estado. Por lo tanto, un recurso judicial que exige que se
demuestre la violació n de un derecho reconocido por el Estado no sería un recurso
adecuado para este tipo de reclamos83.

Dimensión colectiva: la
¿Qué reconocimiento de la doble dimensió n de los
implica el derechos colectivos de los pueblos indígenas?
titularidad recae en las naciones o pueblos
indígena originario campesinos como
colectivo.
Dimensión individual: los titulares de los
derechos
humanos son los miembros de los pueblos
indígenas, como cualquier otra persona.

“Los derechos de las naciones y pueblos indígena originario campesinos al


mismo tiempo son derechos humanos en su dimensió n colectiva y, por ende, en el
marco de la igualdad jerá rquica de derechos contenida en el artículo 13.III de la
CPE, gozan de los mismos principios y pautas de interpretació n que han sido

82
Corte IDH, Caso Yatama Vs. Nicaragua, sentencia del 23 de Junio de 2005 (Excepciones Preliminares,
Fondo, Reparaciones y Costas) párr. 185. Disponible en:
http://www.corteidh.or.cr/docs/casos/articulos/seriec_127_esp.pdf
83
Corte IDH, Caso del Pueblo Saramaka vs. Surinam, óp. cit., 179.
anotados precedentemente, los cuales deben ser utilizados por las autoridades y
jueces de las diferentes jurisdicciones a momento de aplicar el derecho; derechos
que, ademá s, deben ser interpretados pluralmente, es decir, de acuerdo a los
criterios que emanan de la propia comunidad.” (SCP 487/2014, del 25 de febrero).

Tema 2
Elementos del debido
proceso contenidos en el
art. 8.1 de la Convencio n
Americana
1. Las garantías del debido proceso contenidas en el art.
8.1 de la Convención Americana
Como ya se ha señ alado el pá rrafo 1 del art. 8 de la CADH se refiere a las
garantías judiciales generales exigibles en el marco de un proceso; es decir, el
derecho de toda persona a ser oída por un juez o tribunal competente,
independiente e imparcial, dentro de un plazo razonable y con las debidas
garantías.

De acuerdo con la Corte el art. 8.1 debe interpretarse de manera amplia; es


así que ha establecido que las garantías generales del artículo 8 deben estar
presentes en la determinació n de los derechos y obligaciones de orden civil,
laboral, fiscal o de cualquier otro cará cter, es así que en la Opinió n Consultiva OC
11/90 precisó que en el resto de materias “el individuo tiene derecho también al
debido proceso que se aplica en materia penal”84.

En este sentido, determinó que:

Cuando la Convenció n se refiere al derecho de toda persona a ser oída por un


juez o tribunal competente para la determinació n de sus derechos, esta
expresió n se refiere a cualquier autoridad pú blica, sea administrativa –
colegiada o unipersonal-, legislativa o judicial, que a través de sus
resoluciones determine derechos y obligaciones de las persona es decir, que
el artículo 8.1 de la Convenció n no se aplica solamente a jueces y tribunales
judiciales, sino también a los que pese a no serlo formalmente, actú en como
tal85.

Del contenido del art. 8.1 de la CADH, se extraen expresamente tres


derechos fundamentales: derecho a ser oído por un juez o tribunal, a ser juzgado
por un tribunal competente, independiente e imparcial, a ser juzgado dentro de un
plazo razonable con las debidas garantías. Ahora bien, la Corte al realizar una
lectura del art. 8 de la CADH ha ampliado el contenido del art. 8.1 a partir de lo que
debe entenderse “ser juzgado con las debidas garantías”, a partir del cual ha
establecido que el deber de motivació n si bien no se encuentra expresamente
dentro de sus disposiciones ha establecido que el deber de motivar las
resoluciones es una de las “debidas garantías” vinculada con la correcta
administració n de justicia para salvaguardar el derecho a un debido proceso, vale
decir que a través de su jurisprudencia ha ampliado el contenido del art. 8.1 de la
Convenció n y ha incorporado el deber de motivació n de las resoluciones.

84
Corte IDH. Excepciones al agotamiento de los recursos internos (arts. 46.1, 46.2.a y 46.2b, Convención
Americana sobre Derecho Humanos). Opinión Consultiva OC-11/90 de 10 de agosto de 1990, párr. 28.
En el mismo sentido se tiene Corte IDH. Caso Tribunal Constitucional vs. Perú. Fondo, Reparaciones y
Costas. Sentencia del 31 de enero de 2001, párr. El caso se refiere a la responsabilidad internacional del
Estado del Perú por la destitución, a través de un juicio político por el Congreso, de tres magistrados del
Tribunal Constitucional sin asegurarles el debido proceso.
85
Corte IDH Caso Barbani Duarte y otros vs. Uruguay. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 13 de
octubre de 2011, párr. 118. Corte IDH. Caso Claude Reyes y otros vs. Chile, op. cit. párr. 118 y
Corresponde entonces referirnos a los derechos incorporados en esta disposició n,
cuyo contenido pasamos a desarrollar.

art. 8.1 CADH

Derecho a ser oído Derecho a un juez juzgado en un plazo


por un juez o competente, razonable
independiente e
imparcial Derecho a una
resolució n
Derecho a ser motivada
tribunal

2. El derecho a ser oído por un juez o tribunal


La Corte ha desarrollado el contenido de este derecho y ha
sido definido como aquel derecho que exige que toda persona
pueda tener acceso al tribunal u ó rgano estatal encargado de
determinar sus derechos y obligaciones86.

En el caso Apitz Barbera y otros vs. Venezuela, la Corte


precisó que es sustancial determinar si en el proceso en el cual se afirma haber
vulnerado el derecho a ser oído, se deliberará algú n derecho u obligació n de las
presuntas víctimas involucradas.87

De otro lado, definiendo los alcances de este derecho, la Corte ha


manifestado que:

El derecho a ser oído no só lo exige que la víctima sea oída por un juez o
tribunal, sino que pueda participar ampliamente del proceso. 88

86
Corte IDH. Caso Apitz Barbera y otros (Corte Primera de lo Contencioso administrativo) vs. Venezuela.
Sentencia de 5 de agosto de 2008, párr. 72. También puede verse Caso Cabrera García y Montiel Flores
vs. México. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 26 de noviembre de 2010,
párr. 140.
87
Corte IDH. Caso Apitz Barbera y otros, op.cit. párr. 73. La Corte en este caso, analizó la participación de
los magistrados de la Corte Primera en el proceso de avocamiento y señaló que en este proceso no se
determinó derecho u obligación alguna para estos, por tanto, debido a que “la determinación de la
corrección o incorrección jurídica del fallo recurrido no afecto derecho alguno de los jueces, éstos no
fueron transformados per se en partes de la controversia ante la Sala Político Administrativa del Tribunal
Supremo de Justicia y por ello no se violó el derecho de las víctimas a ser oídas en dicho proceso.
88
Cfr. Corte IDH. Caso del Tribunal Constitucional vs. Perú. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del
31 de enero de 2001, párr. 81. El caso se refiere a la responsabilidad internacional del Estado del Perú
por la destitución, a través de un juicio político por el Congreso, de tres magistrados del Tribunal
Constitucional sin asegurarles el debido proceso. La Corte, resolviendo el caso señaló que: “(…) b) luego
de las declaraciones rendidas (…) ante la Comisión de Investigación, los tres magistrados, supuestas
víctimas en este caso, no fueron citados nuevamente ante esta Comisión, con lo cual cuando ésta rindió
su informe dio por cierto lo afirmado por los dos magistrados mencionados, sin brindar la oportunidad a
las supuestas víctimas para que ejercieran su derecho a presentar pruebas de descargo (…)”. Párr. 80.
Asimismo, en el Caso Baena Ricardo y otros vs. Panamá, la Corte señaló que si bien los trabajadores
En esta línea ha establecido un procedimiento justo supone que el ó rgano
encargado de administrar justicia efectú e un examen apropiado de las alegaciones,
argumentos y pruebas aducidas por las partes, sin perjuicio de sus valoraciones
acerca de si son relevantes para su decisió n89.

De acuerdo con la Corte, el derecho a ser oído comprende dos á mbitos: el


formal y el material, á mbitos que fueron definidos en el caso Barbani Duarte y
otros vs. Uruguay, señ alando lo siguiente:

El ámbito formal o procesal del derecho implica “asegurar el acceso al


ó rgano competente para que determine el derecho que se reclama en
apego a las debidas garantías procesales (tales como la presentació n
de alegatos y la aportació n de prueba)”.

Por su parte, el ámbito material del derecho, supone “que el Estado


garantice que la decisió n que se produzca a través del procedimiento
satisfaga el fin para el cual fue concebido”. Para la Corte, esto ú ltimo no
significa que siempre deba ser acogido, sino que se debe garantizar su
capacidad para producir el resultado para el que fue concebido”. 90

De otro lado, existe una conexió n directa del derecho a ser oído por un juez
o tribunal con la obligació n estatal de investigar toda violació n de los derechos
reconocidos en la Convenció n; en este contexto la Corte en el caso “Niñ os de la
Calle” vs. Guatemala ha reiterado que del artículo 8 de la Convenció n se desprende
que:

“las víctimas de las violaciones de los derechos humanos, o sus familiares,


deben contar con amplias posibilidades de ser oídos y actuar en los

accedieron a la Sala Tercera y fueron oídos por este Tribunal, quedó evidenciado que esto no era
suficiente para garantizar una participación amplia en el proceso.
89
Corte IDH. Caso Barbani Duarte y otros vs. Uruguay. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 13 de
octubre de 2011, párr. 121. Los hechos del presente caso se desarrollan en un contexto de extrema
dolarización del sector bancario uruguayo. El 21 de diciembre de 2002 el Poder Legislativo de Uruguay
aprobó la Ley No. 17.613 titulada “Fortalecimiento del Sistema Financiero”, con la cual se buscaba
atender diversas situaciones surgidas como consecuencia de la crisis bancaria. El 31 de diciembre de
2002 el Banco Central dispuso la disolución y liquidación del Banco de Montevideo. Asimismo, se
transfirieron los fondos del Banco de Montevideo al Trade and Commerce Bank en las Islas Caimán sin
haber consultado a un grupo de ahorristas. Debido a esta situación, solicitaron ante la Comisión Asesora
creada en virtud de la Ley No. 17.613 una audiencia. De igual forma trataron de interponer un recurso
administrativo y judicial. Sin embargo, no tuvieron mayor éxito.
90
Corte IDH. Caso Barbani Duarte y otros vs. Uruguay, op.cit. párr. 122. La Corte definió en el caso, que
“(…) que para garantizar que efectivamente los peticionarios fueran oídos en sus reclamos, a través de
este procedimiento especial, era necesario que el órgano encargado de resolver las peticiones pudiera
analizar el consentimiento de forma completa, porque la ausencia de consentimiento era un requisito
determinante para acceder a los derechos contemplados en el artículo 31 de la Ley 17.613. Dicho
análisis incluye la valoración de todos los alegatos de los peticionarios que significaran una afectación al
consentimiento, tales como los vicios que lo pudieran invalidar y la falta de información veraz y
completa por parte de los Bancos de Montevideo y La Caja Obrera. Ese análisis debió tomar en cuenta
no sólo aquellos elementos que permiten construir el consentimiento, tales como un contrato de
administración de inversiones o instrucciones particulares para la transferencia, sino también aquéllos
que lo podrían invalidar o afectar, como lo serían los alegados vicios al consentimiento”. (párr. 136).
respectivos procesos, tanto en procura del esclarecimiento de los hechos y
del castigo de los responsables, como en busca de una debida reparació n”91.

En esta línea de pensamiento la Corte se ha referido al derecho a ser oído en


su relació n con la obstaculizació n que suponen las amnistías para su ejercicio, así
ha manifestado que las amnistías constituyen un obstá culo para la investigació n o
sanció n de las graves violaciones de derechos humanos. La Corte señ aló por
primera vez en el Caso Barrios Altos vs. Perú que “las leyes de amnistía adoptadas
por el Perú impidieron que los familiares de las víctimas y las víctimas
sobrevivientes fueran oídas por un juez conforme a lo señ alado en el art. 8.1 de la
Convenció n”92. Similar razonamiento fue expresado en el Caso Almonacid Arellano
y otros vs. Chile, en el que indicó que el Decreto Ley No. 2191 tuvo como efecto
inmediato el cese de las investigaciones y el archivo del expediente, dejando en la
impunidad a los responsables de la muerte del señ or Almonacid Arellano. Por lo
tanto, se impidió a los familiares que ejercieran el derecho a ser oídos por un
tribunal competente, independiente e imparcial, a través de un recurso efectivo y
adecuado que repare las violaciones cometidas93.

Particular relevancia tiene el caso Gelman vs. Uruguay, que a diferencia de


los anteriores la Ley de Caducidad fue aprobada en un régimen democrá tico y
ratificada o respaldada por la ciudadanía en dos ocasiones a través de un
referéndum y un plebiscito. Sobre esta circunstancia la Corte expresó :

En casos de graves violaciones a las normas del Derecho Internacional de los


Derechos, la protecció n de los derechos humanos constituye un límite
infranqueable a la regla de mayorías, es decir, a la esfera de lo susceptible de
ser decidido por parte de las mayorías en instancias democrá ticas, en las
cuales también debe primar un control de convencionalidad, que es funció n y
tarea de cualquier autoridad pú blica y no só lo del Poder Judicial.94

Finalmente, la jurisprudencia interamericana ha establecido que el derecho


a ser oído se relaciona inevitablemente con el deber de motivació n, así como con el
derecho a la defensa. En esta perspectiva, ha establecido que la motivació n
demuestra que las partes han sido oídas, caso contrario las víctimas podrá n
ofrecer como prueba una decisió n carente de una debida motivació n y así
demostrar que el derecho a ser oído fue vulnerado95. En efecto, una debida
motivació n demuestra que han sido tomados en cuenta los alegatos de las partes y
que el conjunto de pruebas ha sido analizado.

91
Corte IDH. Caso de los “Niños de la Calle” (Villagrán Morales y otros) vs. Guatemala, op. cit., párrs. 225
y 227.
92
Corte IDH. Caso Barrios Altos vs. Perú. Fondo. Sentencia de 14 de marzo de 2001, párr. 42. 93 Corte IDH.
Caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile. Excepciones Preliminares, Fondo, Reparaciones y Costas.
Sentencia de 26 de septiembre de 2006, párr. 126.
94
Corte IDH. Caso Gelman vs. Uruguay. Fondo y Reparaciones. Sentencia de 24 de febrero de 2011, párr.
239.
95
Corte IDH. Caso Tristán Donoso vs. Panamá. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas
Sentencia de 27 de enero de 2009, párr. 153. Así también Corte IDH. Caso Chocrón Chocrón vs.
Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 1 de julio de 2011 párr.
118.
De igual manera en el caso Vélez Loor vs. Panamá , la Corte determinó la
directa conexió n del derecho a ser oído con el derecho a la defensa.

Por ú ltimo, ha establecido en el Caso Blake vs. Guatemala que en el art. 8.1
de la Convenció n está comprendido el derecho de los familiares de la víctima a las
garantías judiciales, por ende, ha declarado la violació n del derecho a ser oído de
los familiares de las víctimas, en casos vinculados a desapariciones forzadas y
ejecuciones extrajudiciales96

3. El derecho a un juez competente, independiente e


imparcial, establecido previamente por la ley
El derecho a un juez competente, independiente e imparcial, establecido
previamente por la ley, consagrado en el art 8.1 de la Convenció n configura la
garantía del juez natural97, que ha sido considerada por la Corte como presupuesto
del debido proceso, así en el Caso Barreto Leiva vs. Venezuela ha señ alado que:

El artículo 8.1 de la Convenció n garantiza el derecho a ser juzgado por un


tribunal competente (…) establecido con anterioridad a la ley, disposició n
que se relaciona con el concepto de juez natural, una de las garantías del
debido proceso, a las que inclusiva se ha reconocido, por cierto sector de la
doctrina, como presupuesto de aquél. Esto implica que las personas tienen
derecho a ser juzgadas, en general, por tribunales ordinarios, con arreglos a
procedimientos legalmente establecidos98.

En tal sentido ha establecido que la ausencia de un ó rgano de enjuiciamiento


que tenga las características señ aladas lesiona el debido proceso, a tal punto que
sería innecesario ingresar al examen de la violació n específica de otros derechos o
garantías recogidos en el art. 8 de la Convenció n99.

En este entendido, el desarrollo jurisprudencial de la Corte IDH ha


construido el derecho del justiciable a ser oído por un juez competente,
independiente e imparcial, establecido previamente por ley, características que
son la base de la garantía de la vía judicial sobre la que se asienta todo Estado de
Derecho.

96
Corte IDH. Caso Blake vs. Guatemala. Fondo. Sentencia del 24 de enero de 1998, párr. 97. En la misma
línea puede consultarse, entre otros. Corte IDH. Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México.
Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 26 de noviembre de 2010, párr. 192.
97
Recuérdese que el juez natural deriva su existencia y competencia de la ley. De acuerdo con lo
establecido por la Corte IDH, en un Estado de Derecho sólo el poder legislativo puede regular, a través
de leyes, la competencia de los juzgadores. Cfr. Caso Barreto Leiva vs. Venezuela. Sentencia de 17 de
noviembre de 2009 (Fondo, reparaciones y costas), párrs. 76 y 77. A contrario sensu si es el ejecutivo o el
propio órgano judicial el que define al tribunal, se lesiona la garantía del juez natural, puesto que el juez
natural de una persona será aquél al que la ley atribuya competencia.
98
Caso Barreto Leiva vs. Venezuela. Sentencia de 17 de noviembre de 2009 (Fondo, reparaciones y
costas), párr. 75.
99
Cfr. Barreto Leiva, op.cit. párr. 75. En similar sentido se tiene el caso Usón Ramírez, Sentencia de 20 de
noviembre de 2009, párrs. 120, 124 y 148.
Así en el caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú la Corte determinó que:
Las garantías a que tiene derecho toda persona sometida a proceso,
ademá s de ser indispensables deben ser judiciales, lo cual implica la
intervenció n de un ó rgano judicial independiente e imparcial, apto para
determinar la legalidad de las actuaciones que se cumplan dentro del
estado de excepció n”100.

Es importe destacar que el derecho al juez independiente, imparcial y


competente, conforme ha señ alado la misma Corte no atañ e ú nicamente a los casos
de tribunales penales, sino que también contempla a otros ó rganos
jurisdiccionales, tal el caso de los jueces de constitucionalidad. La Corte subrayó
que es necesario “(…) que se garantice la independencia de cualquier juez en un
Estado de Derecho y, en especial, la del juez constitucional en razó n de la
naturaleza de los asuntos sometidos a su conocimiento”.101

También debe caracterizarse que la exigencia del juez natural y sus


componentes esenciales no es predicable ú nicamente respecto de los ó rganos
judiciales; es decir, llega a cualesquiera autoridades llamadas a resolver sobre la
situació n jurídica de un individuo:

Cuando la Convenció n se refiere al derecho de toda persona a ser oída por


un ‘juez o tribunal competente’ para la determinació n de sus derechos, esta
expresió n se refiere a cualquier autoridad pú blica, sea administrativa,
legislativa o judicial, que a través de sus resoluciones determine derechos y
obligaciones de las personas102.

Dada la importancia de los elementos esenciales del juez natural, la Corte ha


establecido que aunque guardan una estrecha relació n entre sí, éstos contienen
contenido jurídico propio, que se pasa a desarrollar a continuació n:

3.1. Juez competente

Conforme ha establecido la Corte, la competencia del juez o tribunal debe


estar garantizada durante todo el proceso, de ahí que ha precisado que la
competencia de un juez o tribunal implica el derecho a ser juzgado por tribunales
de justicia ordinarios con arreglo a procedimientos legalmente previstos, derecho

100
Cfr. Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, Sentencia de 30 de mayo de 1999, párr. 131; esta Sentencia cita
a su vez como precedentes: la Opinión Consultiva OC-8/87 de 30 de enero de 1987 el hábeas corpus
bajo suspensión de garantías (arts. 27.2, 25.1 y 7.6 CADH) párr. 30, así como la Opinión Consultiva OC
9/87, Garantías judiciales en estados de emergencia (arts. 27.2, 25 y 8 CADH). En esta última recordó
que las garantías judiciales indispensables son: aquellos procedimientos judiciales que ordinariamente
son idóneos para garantizar la plenitud del ejercicio de los derechos y libertades a que se refiere dicho
artículo ( 27.2 ) y cuya supresión o limitación pondría en peligro esa plenitud (párr. 20). De otro lado,
subrayó que: “(…) los principios del debido proceso legal no pueden suspenderse con motivo de las
situaciones de excepción en cuanto constituyen condiciones necesarias para que los instrumentos
procesales, regulados por la Convención, puedan considerarse como garantías judiciales” (párr. 30).
101
Caso Tribunal Constitucional, op.cit. p.75.
102
Caso Tribunal Constitucional vs. Perú, op. cit. párr. 71. En el mismo sentido. Caso Baena Ricardo y
otros, op. cit. párr. 124.
que no puede ser suspendido ni siquiera en los periodos de excepció n. Es así que
en esta línea de pensamiento determinó que:
El Estado no debe crear tribunales que no apliquen normas procesales
debidamente establecidas para sustituir la jurisdicció n que corresponda
normalmente a los tribunales ordinarios. Con esto se busca evitar que las
personas sean juzgadas por tribunales especiales, creados para el caso, o ad
hoc103.

Asimismo, de acuerdo a lo señ alado precedentemente el á mbito de


aplicació n del juez competente se extiende a cualquier autoridad pú blica, sea
administrativa, legislativa o judicial, que a través de sus resoluciones determine
derechos y obligaciones104.

Asimismo, ha establecido que la competencia só lo puede ser establecida a


través de la ley, el Caso definió que “só lo el poder legislativo puede regular, a
través de leyes, la competencia de los juzgadores”.105

Consecuentemente, el fundamento del juez competente radica en evitar que


las personas sean juzgadas por tribunales especiales creados para el caso, o
tribunales ad hoc106. En el marco de este razonamiento, la Corte ha establecido
que:

La jurisdicció n militar no es competente para juzgar a civiles ni para


conocer de casos de violaciones a derechos humanos.

En el Caso Loayza Tamayo vs. Perú , la víctima fue juzgada ante el fuero
militar por “jueces sin rostro”, situació n que para la Corte determinó , ante el
obstá culo de conocer su identidad, la imposibilidad para la procesada de valorar la
competencia de aquéllos, por ello determinó que los tribunales castrenses
actuaron ultra vires, usurparon jurisdicció n e invadieron facultades de los
organismos judiciales ordinarios.107

Juana María Ibá ñ ez Rivas108, sostiene que la Corte ha tenido una evolució n
importante en los está ndares internacionales sobre esta temá tica. En este sentido,
ha declarado que, en caso de que un Estado conserve la jurisdicció n militar, ésta
debe cumplir con tres características:

103
Caso Apitz Barbera y otros. Sentencia de 5 de agosto de 2008, párr. 50 (verificar) 104 Cf. Corte IDH.
Caso del Tribunal Constitucional vs. Perú. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia del 31 de enero de
2001, párrafo 71.
105
Corte IDH. Caso Barreto Leiva vs. Venezuela. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 17 de
noviembre de 2009, párr. 76.
106
Corte IDH. Caso Apitz Barbera y otros («Corte Primera de lo Contencioso Administrativo») vs.
Venezuela. Excepción Preliminar, Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia del 5 de agosto de 2008,
párrafo 50.
107
Corte IDH. Caso Loayza Tamayo vs. Perú. Fondo. Sentencia de 17 de septiembre de 1997, párrs. 61 y
62.
108
Ibáñez Rivas J M. Artículo 8. Garantías Judiciales. En Steiner Ch., Uribe P. (Editores). Convención
Americana sobre Derechos Humanos. Fundación Konrad Adenauer Stiftung. Bolivia: Plural editores;
2014. p. 207-254.
i) tener un alcance restrictivo y excepcional 109; ii) encontrarse
inspirada en los principios y garantías que rigen el derecho penal
moderno110 y, iii) estar encaminada a la protecció n de intereses
jurídicos especiales, vinculados a las funciones propias de las fuerzas
militares111.

Siguiendo a Juana María Ibá ñ ez Rivas112, que extrae la jurisprudencia de la


Corte IDH relativa al alcance restrictivo y excepcional de la jurisdicció n militar, se
ha establecido en el caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú , dos limitaciones
específicas en razó n de la persona y de la materia.

En razó n de la persona:

La jurisdicció n militar debe estar estrictamente reservada a militares en


servicio activo113, de manera que debe estar excluido del á mbito de la
jurisdicció n militar el juzgamiento de civiles o de militares en retiro,
quienes no pueden incurrir en conductas contrarias a deberes funcionales de
este cará cter114.

En razó n de la materia o del bien jurídico que involucra el caso:

En el fuero militar só lo se debe juzgar “por la comisió n de delitos o faltas que


por su propia naturaleza atenten contra bienes jurídicos propios del orden
militar”. Por tanto, la Corte ha establecido que “la jurisdicció n militar no es el
fuero competente para investigar y, en su caso, juzgar y sancionar a los
autores de violaciones de derechos humanos, sino que el procesamiento de
los responsables corresponde siempre a la justicia ordinaria 115.

Consecuentemente, la inobservancia de los presupuestos de orden personal y


material por parte de la jurisdicció n militar, involucra la invalidez del proceso
sustanciado en la misma. Cabe agregar que en el caso Palamara Iribarne vs. Chile,
la Corte ha establecido que cuando una ley otorgue competencia al fuero militar y
109
Corte IDH. Caso Durand y Ugarte vs. Perú, op.cit. párr. 117, y Caso Masacre de Santo Domingo vs.
Colombia, op. cit. párr. 158. (Todas referenciadas por la autora) Ibañez Rivas J M. Op. cit. p. 207. 110 Corte
IDH. Caso Palamara Iribarne vs. Chile, op. cit., párr. 132, y Caso Radilla Pacheco vs. México, op. cit., párr.
272.
Corte IDH. Caso Durand y Ugarte vs. Perú, op. cit., párr. 117, y Caso Cabrera García y Montiel Flores vs.
111

México. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 26 de noviembre de 2010.


Serie C No. 220, párr. 197. (Todas referenciadas por la autora) Ibañez Rivas J M. Op. cit. p. 207. 112 Ibáñez
Rivas J M. Op. cit. p. 220-221.
113
Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, op. cit., párr. 128, y Caso Masacre de Santo Domingo
vs. Colombia, op. cit., párr. 158. En el Caso Castillo Petruzzi y otros, la Corte Interamericana anuló el fallo
del órgano judicial máximo de la jurisdicción militar peruana y ordenó al Estado peruano realizar un
nuevo juicio a los afectados respetando las normas de un tribunal independiente e imparcial y un
procedimiento que cumpliera con las normas del debido proceso, lo que fue acatado por el Estado
peruano, anulando la sentencia anterior y realizándose el nuevo procedimiento ajustado a las reglas del
debido proceso por un tribunal ordinario preestablecido de carácter independiente e imparcial. 114 Corte
IDH. Caso Cesti Hurtado vs. Perú. Fondo. Sentencia de 29 de septiembre de 1999. Serie C No. 56, op. cit.,
párr. 151; Caso Durand y Ugarte vs. Perú, op. cit., párr. 117, y Caso Usón Ramírez vs. Venezuela, op. cit.,
párr. 111.
115
Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, op. cit, párr. 128, y Caso Masacre de Santo Domingo
vs. Colombia, op. cit., párr. 158.
determine las normas penales militares aplicables en dicho fuero, “deberá
establecer claramente y sin ambigü edad: quiénes son militares, ú nicos sujetos
activos de los delitos militares; b) cuá les son las conductas delictivas típicas en el
especial á mbito militar; c) la conducta ilícita a través de la descripció n de la lesió n
o puesta en peligro de bienes jurídicos militares gravemente atacados, que
justifique el ejercicio del poder punitivo militar, y d) la correspondiente sanció n,
teniendo en cuenta el principio de proporcionalidad” 116.

A contrario sensu, las autoridades que ejerzan la jurisdicció n militar


deberá n regirse “por el principio de legalidad y, entre otras, constatar la existencia
de todos los elementos constitutivos del tipo penal militar, así como la existencia o
inexistencia de causales de exclusió n del delito”.

En este orden de ideas, la Corte también ha establecido que en estos casos


no só lo se lesiona el derecho al juez natural, sino también el derecho de acceso a la
justicia117, determinació n que es extensible inclusive cuando el proceso está en la
etapa de investigació n ante el Ministerio Pú blico Militar, señ alando en el caso
Ferná ndez Ortega y otros vs. México que:

La incompatibilidad de la Convenció n Americana con la intervenció n del


fuero militar “no se refiere ú nicamente al acto de juzgar, a cargo de un
tribunal, sino fundamentalmente a la propia investigació n”, dado que la
actuació n de dicho Ministerio Pú blico “constituye el inicio y el presupuesto
necesario para la posterior intervenció n de un tribunal incompetente”118.

3.2. Juez independiente

Respecto a la independencia la Corte ha establecido, que ésta debe ser


garantizada por el Estado tanto en su faceta institucional, esto es, en relació n con el
Poder Judicial como sistema, como en su vertiente individual, es decir, en relació n
con la persona del juez, específicamente. El objetivo de la protecció n radica en
“evitar que el sistema judicial en general y sus integrantes en particular se vean
sometidos a posibles restricciones indebidas en el ejercicio de su funció n por parte
de ó rganos ajenos al Poder Judicial o incluso por parte de aquellos magistrados
que ejercen funciones de revisió n o apelació n” 119.

El principio de independencia judicial se traduce para el estado en un deber


de garantía a los juzgadores, dado que, para garantizar la independencia judicial,
de acuerdo con la Corte, parte desde el adecuado proceso de nombramiento, la

116
Corte IDH. Caso Palamara Iribarne vs. Chile, op.cit. párrs. 125 y 126. También se tiene el caso Usón
Ramírez vs. Venezuela, op. cit. párr. 110.
117
Corte IDH, Caso Castillo Petruzzi y otros. vs. Perú op.cit. párr. 128 y Caso Masacre de Santo Domingo
vs. Colombia, op. cit. párr. 158.
118
Corte IDH. Caso Fernández Ortega y otros vs. México. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones
y costas. Sentencia de 30 de agosto de 2010. Serie C No. 215, párr. 177, y Caso Vélez Restrepo y
Familiares vs. Colombia, op. cit., párr. 238.
119
Cfr. Caso Rever6n Trujillo. Sentencia de 30 de junio de 2009. Serie C No. 197. parr. 67; Caso del
Tribunal Constitucional, cit., párr. 73.
inamovilidad en el cargo y la garantía contra presiones externas, así como en los
procesos de remoció n de funcionarios judiciales.120

En lo que corresponde al nombramiento, la Corte IDH, siguiendo los


Principios Bá sicos de las Naciones Unidas relativos a la independencia de la
Judicatura y los lineamientos elaborados por el Comité de Derechos Humanos,
apuntó que:
“se debe seleccionar a los jueces exclusivamente por el mérito personal
y su capacidad profesional, a través de mecanismos objetivos de
selecció n y permanencia que tengan en cuenta la singularidad y
especificidad de las funciones que se van a desempeñ ar. Los procesos
de nombramiento deben garantizar la igualdad de oportunidades,
respetando pará metros de objetividad y razonabilidad121.

Respecto a la inamovilidad, la Corte también ha seguido los Principios


Bá sicos de las Naciones Unidades ya mencionados, refiriendo que la inamovilidad
es “una garantía de la independencia judicial que a su vez está compuesta por las
siguientes garantías: permanencia en el cargo, un proceso de ascensos adecuado y
no despedido injustificado o libre remoció n”. Razonamiento que fue expresamente
establecido en el caso Reveró n Trujillo122

inamovilidad del
cargo

Garantía contra
presiones externas

procesos de
remoció n

adecuado proceso
de nombramiento

CONDICIONES MÍNIMAS QUE ASEGURAN LA presiones externas, la Corte Interamericana – en


INDEPENDENCIA JUDICIAL observancia de los Principios Bá sicos de Naciones
Finalmente, en relació n con la garantía contra Unidad relativos a la independencia de la
Judicatura- ha establecido que “los
juzgadores “tendrá n autoridad exclusiva para decidir si una cuestió n que les haya

120
Cfr. Opinión Consultiva OC-20/09, op.cit. párrs. 76 y 77. En el mismo sentido Tribunal Constitucional,
op. cit. párr. 75; Caso Palamara Iribarne, op.cit. párr. 156; Apitz Barbera y otros, op.cit. párrs. 44 y 138.
121
Cfr. Caso Reverón Trujillo op.cit. párrs. 72 y 74.
122
Caso Reverón Trujillo, op. cit. párr. 79.
sido sometida está dentro de la competencia que les haya atribuido la ley” y que
“no se efectú en intromisiones indebido o injustificadas en el proceso judicial”, esto
se correlaciona –segú n la Corte- con la obligació n judicial de resolver las causas
“basá ndose en los hecho y en consonancia con el derecho, sin restricció n alguna y
sin influencias, alicientes, presiones, amenazas o intromisiones indebidas, sean
directas o indirectas, de cualesquiera sectores o por cualquier motivo” 123.

Así en el caso Apitz Barbera y otros la Corte refiriéndose a las obligaciones


estatales relacionadas con asegurar las garantías necesarias para el buen
desempeñ o de los juzgadores, se refirió a los jueces provisorios y determinó que
“los nombramientos provisiones deben constituir una situació n de excepció n y no
la regla”.124 En el Caso Reveró n Trujillo, precisó que si los jueces “no tienen la
seguridad de permanencia durante un período determinado, será n vulnerables a
presiones de diferentes sectores, principalmente de quienes tienen la facultad de
decidir sobre destituciones o ascensos en el Poder Judicial” 125.

3.3. Juez imparcial

En tanto que “la imparcialidad exige que el juez que interviene en una
contienda particular se aproxime a los hechos de la causa careciendo, de manera
subjetiva, de todo prejuicio y, asimismo, ofreciendo garantías suficientes de índole
objetiva que permitan desterrar toda duda que el justiciable o la comunidad
puedan albergar respecto de la ausencia de imparcialidad”.126

Los principios de independencia e imparcialidad han sido desarrollados en


la Opinió n Consultiva 20/09, en la que examinó el régimen de los jueces ad-hoc.
Segú n la Corte, la institució n de los jueces ad-hoc debe interpretarse
restrictivamente y limitarse a controversias interestatales. En este orden concluyó
que los Estados no pueden nombrar jueces ad-hoc cuando se trate de casos
contenciosos derivados de peticiones individuales127.

Cabe añ adir, que para definir el alcance de la provisionalidad en el


desempeñ o del cargo, la Corte ha seguido las afirmaciones del Comité de Derechos
Humanos y ha establecido:

“la provisionalidad no debe significar alteració n alguna del régimen de


garantías para el buen desempeñ o del juzgador y la salvaguarda de los
propios justiciables”; no debe extenderse indefinidamente en el tiempo y
debe estar sujeta a una condició n resolutoria. (…) Esta situació n de
vulnerabilidad del Poder Judicial se acentú a si tampoco existen procesos de

123
Cfr. Principios 2, 3 y 4 de los Principios Básicos de las Naciones Unidas relativos a la independencia de
la Judicatura. Principios que fueron aplicados en el caso Reverón Trujillo párrs. 80, 147. 124 Caso Reverón
Trujillo, op. cit. párr. 118. En el mismo sentido Caso Apitz Barbera y otros (Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo), op. cit. párr. 43.
125
Caso Reverón Trujillo, op. cit. párr. 117.
126
Caso Apitz Barbera y otros ("Corte Pmnera de lo Contencioso Administrativo"), cit., parr.
56; Caso Barreto Leiva, cit., parr. 98; Caso Uson Ramfrez, cit., parr. 117
127
Opinión Consultiva OC-20/09 de 29 de septiembre de 2009. (Interpretación del art. 55 de la CADH)
párrs. 33 y 49.
destitució n respetuosos de las obligaciones internacionales de los
Estados”128.

Asimismo, entendió que el régimen de ascenso, traslado, asignació n de


causas, suspensió n y cesació n de funciones del que gozan los jueces titulares debe
mantenerse intacto en el caso de los jueces que carecen de dicha titularidad 129.

3.4. Fuero especial

El fuero especial implica el juzgamiento a cargo de un ó rgano diferente al


juzgador ordinario, que se encuentra directamente relacionado con el derecho a
ser juzgado por un tribunal competente. La Corte ha tenido pronunciamientos
respecto a este tema, así en el caso Barreto Leiva precisó que:

“El fuero no necesariamente entra en colisió n con el derecho al juez


natural, si aquél se halla expresamente establecido y definido por el Poder
Legislativo y atiende a una finalidad legítima (…). De esta forma, no só lo se
respeta el derecho en cuestió n sino que el juez de fuero se convierte en el
juez natural del aforado. Si, por el contrario, la ley no consagra el fuero y
éste es establecido por el Ejecutivo o por el propio Poder Judicial,
distrayéndose así al individuo del tribual que la ley consagra como su juez
natural, se vería vulnerado el derecho a ser juzgado por un juez
competente. Del mismo modo, si la conexidad está expresamente en la ley,
el juez natural de una persona será aquél al que la ley atribuya competencia
en las causas conexas. Si la conexidad no está reglada por la ley, sería
violatorio distraer al individuo del juez originalmente llamado a conocer el
caso”130.

Entonces de acuerdo con la Corte, la condició n legítima para el fuero especial es:

Condició n
legítimaEL FUERO ESPECIAL só lo
puede estar establecido
por ley

4. El derecho a ser juzgado en un plazo razonable


La Corte en el caso Suárez Rosero vs. Ecuador ha precisado que el derecho
de acceso a la justicia “debe asegurar la determinació n de los derechos de la

128
Comité de Derechos Humanos, Observación General No. 32, artículo 14: El derecho a un Juicio
Imparcial y a la igualdad ante los Tribunales y Corte de Justicia, que fue aplicado en el caso Aptiz Barbera
y otros párr. 43.
129
Caso Aptiz Barbera y otros párr. 45.
130
Caso Barreto Leiva, op. cit. párr. 77.
persona en un tiempo razonable” 131. A esto ha añ adido que una demora
prolongada o “la falta de razonabilidad en el plazo constituye, en principio, por sí
misma, una violació n de las garantías judiciales”132. De esto, es posible concluir que
el derecho a un plazo razonable es predicable en cualquier proceso, sea civil penal,
laboral, etc.

En el caso Suá rez Rosero vs. Ecuador también se ha pronunciado sobre la


razonabilidad del plazo y siguiendo los lineamientos del Tribunal Europeo
definidos en el Caso Guincho vs. Portugal, ha establecido que:

La razonabilidad del plazo se debe apreciar en relació n con la duració n total


del procedimiento, es decir incluyendo los recursos de instancia que
pudieran eventualmente presentarse, hasta que se dicta sentencia definitiva
y se tenga agotada la jurisdicció n133.

También se ha referido en forma expresa a materia penal señ alando:

[En materia penal] este plazo comienza cuando se presenta el primer acto de
procedimiento dirigido en contra de determinada persona como probable
responsable de cierto delito, por ejemplo, en la fecha de la aprehensió n del
individuo134 o, en caso de que ello no proceda, a partir del momento en que la
autoridad toma conocimiento del caso135.

Bajo esta perspectiva, la Corte ha establecido en los casos Genie Lacayo vs.
Nicaragua y Masacre de Santo Domingo vs. Colombia -siguiendo la línea de la
jurisprudencia del Tribunal Europeo en el Caso Motta y Ruiz Mateos vs. Spain-, que
la determinació n de la razonabilidad del plazo en el cual se desarrolla un proceso
debe considerar cuatro elementos: a) la complejidad del asunto; b) la actividad
procesal del interesado; c) la conducta de las autoridades judiciales 136, y d) la
afectació n generada por la duració n del procedimiento en la situació n jurídica de la
persona involucrada en el mismo137. A esto debe añ adirse que la Corte, en el caso
Juan Humberto Sá nchez vs. Honduras considera también la legislació n nacional
sobre la materia138.

131
Corte IDH. Caso Suárez Rosero vs. Ecuador. Fondo. Sentencia de 12 de noviembre de 1997, párr.73. 132
Cfr. Corte IDH Hilaire, Constantine y Bejamin y otros vs. Trinidad y Tobago, op.cit. párr. 145 y caso
Masacre de Santo Domingo vs. Colombia, op. cit. párr. 164.
133
Corte IDH. Caso Suárez Rosero vs. Ecuador, op. cit., párr. 71, y Caso García y Familiares vs. Guatemala,
op. cit., párr. 152.
134
Corte IDH. Caso Suárez Rosero vs. Ecuador, op. cit., párr. 70.
135
Corte IDH. Caso Tibi vs. Ecuador. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas. Sentencia
de 7 de septiembre de 2004. párr. 168.
136
Corte IDH. Caso Genie Lacayo vs. Nicaragua, op. cit. párr.77. También puede consultarse el caso
Masacre de Santo Domingo, op. cit., párr. 164.
137
Corte IDH. Caso Valle Jaramillo y otros vs. Colombia. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 27 de
noviembre de 2008, párr. 158 y Caso Masacre Santo Domingo vs. Colombia, op. cit, párr. 164. 138 Corte
IDH. Caso Juan Humberto Sánchez vs. Honduras. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y
costas. Sentencia de 7 de junio de 2003, párr. 130, y Caso Apitz Barbera y otros (“Corte Primera de lo
Contencioso Administrativo”) vs. Venezuela, op. cit., párr. 160.
Dada la importancia de dichos elementos, resulta ú til seguir la
sistematizació n realizada por Juana María Ibá ñ ez Rivas139 en lo que se refiere a
cada uno de estos elementos:
1. En cuanto a la complejidad del asunto, de acuerdo con la autora, la Corte
ha tenido en cuenta diversos criterios para determinarla, exponiendo el
siguiente detalle: Entre ellos, “la extensió n de las investigaciones y la amplitud
de las pruebas”, el “nú mero importante de incidentes e instancias”, “la propia
complejidad de la prueba”(por todos Caso Genie Lacayo vs. Nicaragua, párr. 78), la
pluralidad de los sujetos procesales (Caso Acosta Calderón vs. Ecuador, párr. 106)140
y presuntas víctimas (Caso Masacre de Mapiripán vs. Colombia, párr. 221)141, la
imposibilidad de detener a los inculpados (Caso Valle Jaramillo y otros vs.
Colombia, párr. 156), el tiempo transcurrido desde la violació n (Caso Radilla
Pachecho vs. México, párr. 245), las características del recurso consagradas en la
legislació n interna (Caso Furlan y Familiares vs. Argentina, párr. 158), el
contexto en el que ocurrió la violació n
(Caso de la Masacre de Pueblo Bello vs.
El principio de plazo
razonable tiene
como finalidad
impedir que los
acusados
permanezcan largo
tiempo bajo
acusación y
asegurar que ésta
se
decida prontamente (Suárez Rosero vs. Ecuador, párr.
70)
Colombia, párr. 184) 142 , si el asunto comprende
debates técnicos (Caso López Mendoza vs. Venezuela,
párrs. 163 y 176)143, si se trata de asuntos de gran
relevancia y/o que requieran de un cuidado
especial, así como de si supone procesos usuales
para los Estado (Caso Forneron e hija vs. Argentina,
párr. 67)144.

2. Respecto a la actividad procesal del


interesado, de acuerdo con la Corte, se deben
evaluar los comportamientos que por acció n u
omisió n incidieron en la prolongació n de la
actuació n judicial interna (Caso Cantos vs. Argentina,
párr. 57), a fin de verificar si del expediente ante la
Corte se desprende que las presuntas víctimas o sus familiares hayan

139
Ibáñez Rivas J M. Op. cit. p. 228-230.
140
Corte IDH. Caso Acosta Calderón vs. Ecuador. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 24 de junio
de 2005, párr. 106. Vid. Corte IDH. Caso Masacre de Santo Domingo vs. Colombia, op. cit. párr. 165. 141
Corte IDH. Caso de la Masacre de Mapiripán vs. Colombia. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 15
de septiembre de 2005. párr. 221, y Caso Masacre de Santo Domingo vs. Colombia, op. cit. párr. 165,
entre otros.
142
Corte IDH. Caso de la Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia. Sentencia de 31 de enero de 2006, párr.
184; Caso de las Masacres de Ituango vs. Colombia. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y
costas. Sentencia de 1 de julio de 2006, párr. 293, y Caso Valle Jaramillo y otros vs. Colombia, op. cit.,
párr. 156.
143
Corte IDH. Caso López Mendoza vs. Venezuela. Fondo reparaciones y costas. Sentencia de 1 de
septiembre de 2011, párr. 163 y 176, y Caso Masacre de Santo Domingo vs. Colombia, op. cit. párr. 165.
144
Corte IDH. Caso Forneron e hija vs. Argentina. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 27 de abril
de 2012, parr. 67.
entorpecido o demorado los procesos judiciales (Caso Valle Jaramillo y otros.
vs. Colombia, párr. 157).

La Corte en el Caso Cantos vs. Argentina ha señ alado que:

Si la conducta procesal del propio interesado en obtener justicia ha


contribuido en algú n grado a prolongar indebidamente la duració n del
proceso, difícilmente se configura en cabeza del Estado una violació n de la
norma sobre plazo razonable145.

Así, la Corte ha evaluado, en los Casos Forneron e hija vs. Argentina y Furlan
y Familiares vs. Argentina, entre otros:

Si el interesado obstaculizó el proceso interno o si participó activamente


haciendo todo lo posible para avanzar en la resolució n del mismo, si hubo
desinterés de su parte146, o si se limitó a interponer los medios de
impugnació n reconocidos por la legislació n del país147.

3. Respecto a la conducta de las autoridades judiciales, de acuerdo con la


autora, la Corte ha evaluado los comportamientos que por acció n u omisió n
afectan la prolongació n de la actuació n judicial interna, así como todos
aquellos procesos o procedimientos no judiciales que de alguna manera
incidente en la causa y que pueden dejar entrever el comportamiento de las
autoridades pú blicas148.

En efecto siguiendo la referencia, se tiene que la Corte en los casos


Comunidad Moiwana vs. Suriram y Forneron e hija vs. Argentina, entre
otros, ha establecido que:

No se respeta el plazo razonable en caso de que una investigació n haya sido


abandonada sin llegar a la identificació n ya la sanció n de los
responsables149, ni cuando las autoridades no aceleran el proceso a su
cargo y no tienen cuenta los efectos que el tiempo tendría sobre los
derechos de los implicados150.

En esta perspectiva, en el caso Bulacio vs. Argentina ha señ alado también


que:

145
Corte IDH. Caso Cantos vs. Argentina, op. cit. párr. 57.
146
Corte IDH. Caso Forneron e hija vs. Argentina, op. cit., párr. 68; Caso Furlan y Familiares vs. Argentina,
op. cit., 169-175, y Caso Uzcátegui y otros vs. Venezuela. Fondo y reparaciones. Sentencia de 3 de
septiembre de 2012, párr. 226.
147
Corte IDH. Caso Genie Lacauyo vs. Nicaragua, op. cit. párr. 79.
148
La autora respecto a estos dos supuestos cita los casos Corte IDH. Caso Cantos vs. Argentina, op.cit.
párr. 57, y Corte IDH Juan Humberto Sánchez vs. Honduras, op. cit. párr. 131. Ibáñez Rivas J M. Op. cit. p
229.
149
Corte IDH. Caso de la Comunidad Moiwana vs. Surinam. Excepciones preliminares, fondo,
reparaciones y costas. Sentencia 15 de junio 2005, párr. 162.
150
Corte IDH. Caso Forneron e hija vs. Argentina, op. cit., párr. 70;
El juez interno, como autoridad competente para dirigir el proceso, tiene el
deber de encauzarlo de modo que (…) se restrinja el uso desproporcionado
de acciones que pueden tener efectos dilatorios 151.

4. Afectación generada por la duración del proceso en la situación jurídica


de la persona involucrada en el mismo, siguiendo la sistematizació n
realizada por Ibañ ez, se tiene que la Corte en el caso Valle Jaramillo vs.
Colombia, ha señ alado que:

Si el paso del tiempo incide de manera relevante en la situació n jurídica del


individuo, resultará necesario que el procedimiento corra con má s
diligencia a fin de que el caso se resuelva en un tiempo breve. Para ello se
deberá tomar en consideració n, entre otros elementos, la materia objeto de
controversia152.

Así también en el caso Forneron e hija vs. Argentina, la Corte ha precisado:

No se respetan las exigencias del plazo razonable cuando no se tienen en


cuenta los derechos e intereses en juego en el proceso, o las afectaciones
significativas, irreversible e irremediables que el retraso en la decisió n
judicial puede generar en la situació n jurídica y los derechos de las
personas involucradas153.

Por su parte se tiene que en el caso Furlan y Familiares vs. Argentina, que
involucraba a un niñ o con discapacidad, la Corte consideró :

En casos de personas vulnerables, como lo es una persona con discapacidad,


es imperante tomar las medidas pertinentes, como por ejemplo la
priorizació n en la atenció n y resolució n del procedimiento por parte delas
autoridades a su cargo, con el fin de evitar retrasos en la tramitació n de los
procesos, de manera que se garantice la pronta resolució n y ejecució n de los
mismos y se eviten efectos negativos de cará cter irreversible154.

Consecuentemente entre los elementos a ser tomados en cuenta para determinar la


incidencia del tiempo en la situació n jurídica del individuo se tiene:

ELEMENTOS
151
Corte IDH. Caso Bulacio vs. Argentina, op. cit. párrs. 114 y 115.
152
Corte IDH. Caso Valle Jaramillo y otros vs. Colombia, op. cit. párr. 155. La Autora también cita los
siguientes casos: Caso Forneron e hija vs. Argentina, párr.75 y caso Furlan y Familiares vs. Argentina,
párrs. 194-195.
153
Corte IDH. Caso Forneron e hija vs. Argentina, op. cit. párr. 76.
154
Corte IDH. Caso Furlan y Familiares vs. Argentina, op. cit. párrs. 196 y 203. Cabe señalar que la autora
señala que este último elemento, incluido expresamente en el año 2008 en la Sentencia Caso Valle
Jaramillo vs. Colombia no fue tomado en cuenta en posteriores fallos para determinar la razonabilidad o
no del plazo, situación que ha generado cuestionamientos en la doctrina. Cfr. Ibáñez Rivas J M. Op. cit.
p. 230. A este respecto la autora cita entre esa doctrina a: Salmón, Elizabeth y Cristina Blanco, El
derecho al debido proceso en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, Lima,
Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad Católica del Perú-Cooperación
Alemana al Desarrollo, 2012, pp. 204, 222, 223 y 227.

grupos de prioritaria atenció n intereses en


materia objeto de juego en el
controversia proceso

afectaciones
significativas
irreversibles e
derechos e irremediables

Asimismo, siguiendo la investigació n de Juana María Ibañ ez Rivas, se


tiene que la Corte ha declarado en los Casos de la Masacre de Pueblo
Bello vs. Colombia y La Cantuta vs. Perú que:

La pertinencia de aplicar estos criterios para determinar la razonabilidad


del plazo de un proceso depende de las circunstancias particulares de cada
caso155, pues en determinados supuestos el deber del Estado de satisfacer
plenamente los requerimientos de la justicia prevalece sobre la garantía del
plazo razonable156.

De otro lado, Juana María Ibañ ez Rivas, apunta que la Corte ha considerado que no
es necesario analizar los cuatro elementos “dado que es evidente que el tiempo
transcurrido sobrepasa excesivamente el plazo que pudiera considerarse
razonable para que el Estado investigue los hechos, “má xime si se tiene en cuenta
que a ese tiempo se le deberá sumar aquel que tome la individualizació n e
identificació n de los responsables y el trá mite del proceso penal con sus distintas
etapas, hasta la obtenció n de una sentencia firme157.
Siguiendo la investigació n de Ibá ñ ez Rivas, cabe apuntar tres está ndares
internacionales referidos a las posibles alegaciones sobre el retardo de los
procesos. Así la Corte ha señ alado en los casos Garibaldi vs. Brasil y Forneron e hija
vs. Argentina que:

155
Corte IDH. Caso de la Masacre de Pueblo Bello vs. Colombia, op. cit. párr. 171. También se tiene Caso
Radilla Pacheco vs. México, op. cit. párr. 244.
156
Corte IDH. Caso La Cantuta vs. Perú. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 29 de noviembre de
2006, párr. 149 y Caso Radilla Pacheco vs. México, op. cit. párr. 153.
157
Corte IDH. Caso García y Familiares vs. Guatemala, op. cit. párr. 153.
No es posible alegar obstá culos internos, tales como la falta de
infraestructura o personal para conducir los procesos judiciales para
eximirse de una obligació n internacional, o “una sobrecarga cró nica
de casos pendientes158.

En todo caso, la jurisprudencia interamericana en los Casos Hilaire, Constantine y


Bejamin y otros vs. Tribunal y Tobago, Gonzalez Medina y familiares vs. República
Dominicana y Anzualdo Castro vs. Peru, entre otros, establece que:

Corresponde al Estado demostrar las razones por las cuales un proceso o conjunto
de procesos han tomado un período determinado que exceda los límites del plazo
razonable (Caso Hilaire, Constantine y Benjamin y otros vs. Trinidad y Tobago, párr.
145), por ejemplo, si éste expone y prueba que la demora tiene directa relació n con
la complejidad del caso o con la conducta de las partes en el caso (Gonzáles Medina
y familiares vs. República Dominicana, párr. 257). En caso de no demostrarlo, la
Corte “tiene amplias atribuciones para hacer su propia estimació n al respecto”
(Caso Anzualdo Castro vs. Perú, párr. 156)159.

Por ú ltimo, para complementar el estudio sobre el derecho a ser juzgado en un


plazo razonable, atendiendo el apunte realizado por Ibá ñ ez Rivas160, es importante
referirnos a la precisió n realizada por la Corte respecto a la relació n entre el
concepto del plazo razonable en el proceso judicial y el derecho de toda persona en
prisió n preventiva a ser juzgada dentro de un de plazo razonable o ser puesta en
libertad, reconocido en el art. 7.5 de la Convenció n. A este respecto la Corte ha
establecido en los Casos Bayarri vs. Argentina y Barreto Leiva:

Cuando el plazo de la prisió n preventiva sobrepasa lo razonable, el Estado


podrá limitar la libertad del imputado con otras medidas menos lesivas que
aseguren su comparecencia al juicio, distintas de la privació n de libertad y
“este derecho del individuo trae consigo, a su vez, una obligació n judicial de
tramitar con mayor diligencia y prontitud los procesos penales en los que el
imputado se encuentre privado de libertad161.

5. El derecho a obtener una debida motivación y


fundamentación de las resoluciones como garantía de
no arbitrariedad
Como ya se ha señ alado la Corte, entre otros, en el Caso Aptiz Barbera y otros vs.
Venezuela al realizar una lectura del art. 8 de la CADH ha establecido que el deber
de motivació n si bien no se encuentra expresamente dentro de sus disposiciones ha
establecido que el deber de motivar las resoluciones es una de las “debidas

158
Corte IDH. Caso Garibaldi vs. Brasil, op. cit., párr. 137 y Caso Forneron e hija vs. Argentina, op. cit.,
párr. 74.
159
Ibáñez Rivas cita también los casos: López Mendoza vs. Venezuela, op. cit. párr. 162, Uzcátegui y
otros vs. Venezuela, párr. 237.
160
Ibáñez Rivas, op. cit. p. 230.
161
Corte IDH. Caso Bayarri vs. Argentina. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas.
Sentencia de 30 de octubre de 2008, párr. 70 y Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, op. cit. párr. 120.
garantías” vinculada con la correcta administració n de justicia para salvaguardar el
derecho a un debido proceso162.

Siguiendo la investigació n de Elizabeth Salmó n y Cristina Blanco163, las autoras


sostienen que en el Sistema Interamericano, el primer caso en el que se alegó la
falta de motivació n de una decisió n judicial fue en el de Lori Berenson vs. Perú . La
Comisió n alegó que la Sentencia que condenó a la presunta víctima carecía de una
motivació n de hechos; empero, la Corte al observar las normas del ordenamiento
interno peruano relativas a la valoració n de la prueba y la motivació n de hecho,
concluyó que no ingresaría a analizar la calidad de la motivació n. Postura que ha
sido cambiada porque en diferentes casos ha exigido el deber de motivació n como
como componente de las debidas garantías que forman parte del debido proceso.

Ha sido en el Caso Yatama vs. Nicaragua que la Corte por primera vez desarrolló la
motivació n y determinó que en toda decisió n que afecte derechos humanos es
fundamental la motivació n de esas decisiones, de lo contrario serían arbitraria 164.
En los casos Aptiz Barbera y otros vs. Venezuela y Ló pez Mendoza vs. Venezuela, la
Corte ha justificado que:

La motivació n demuestra a las partes que éstas han sido oídas, que sus
alegatos han sido tomados en cuenta y que el conjunto de pruebas ha sido
analizado (Aptiz Barbera, pá rr. 78). Ademá s, en aquellos casos en que las
decisiones son recurribles, la motivació n proporciona a las partes la
posibilidad de criticar la resolució n y lograr un nuevo examen de la
cuestió n ante las instancias superiores (Caso Ló pez Mendoza, pá rr. 148).

Siguiendo la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos del Caso


Hurk vs. Holanda, en los Casos Aptiz Barbera y otros vs. Venezuela y Ló pez
Mendoza vs. Venezuela, ha asumido el criterio que:

El deber de motivar no exige una respuesta detallada a todos y cada uno de


los argumentos de las partes, sino que puede variar segú n la naturaleza de la
decisió n, y que corresponde analizar en cada caso si dicha garantía ha sido
satisfecha165.

En el á mbito disciplinario en el caso Chocró n Chocró n vs. Venezuela, determinó


que se vuelve “imprescindible la indicació n precisa de aquello que constituye una
falta y el desarrollo de argumentos que permitan concluir que las observaciones
tienen la suficiente entidad”166.
162
Corte IDH. Caso Aptiz Barbera y otros (Corte Primera de lo Contencioso y Administrativo) vs.
Venezuela, op. cit., p. 77.
163
Salmón E y Blanco C. El derecho al debido proceso en la jurisprudencia de la Corte Interamericana de
Derechos Humanos, Lima: Instituto de Democracia y Derechos Humanos de la Pontificia Universidad
Católica del Perú-Cooperación Alemana al Desarrollo, 2012, p. 235.
164
Corte IDH. Caso Yatama vs. Nicaragua, Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y costas.
Sentencia de 23 de junio de 2005, párrs. 152 y 153. Así también Caso López Mendoza vs. Venezuela, op.
cit. párr. 141.
165
Corte IDH. Caso Apitz Barbera y otros (Corte Primera de lo Contencioso Administrativo) vs. Venezuela,
op. cit., párr. 90 y Caso López Mendoza vs. Venezuela, op. cit. párr. 146. 166 Corte IDH. Caso Chocrón
Chocrón vs. Venezuela op. cit. párr. 120.
Así en el caso Yatama vs. Nicaragua, vinculado con la restricció n al ejercicio de
derechos políticos, la Corte determinó que el Consejo Supremo Electoral de
Nicaragua, que excluyo al partido político regional indígena cuyas siglas son
YATAMA del proceso electoral municipal de 2000, a pesar de que no se trataba de
una decisió n judicial, sino de una administrativa emanada del ó rgano electoral, la
Corte observó que al tratarse de una decisió n que afecta derechos humanos, como
la participació n política, debía estar debidamente fundamentada, y que en el caso
exigía al menos tres aspectos a fin de descartar cualquier indicio de arbitrariedad:

1. Señ alar la base jurídica en la que se basó la autoridad para tomar su


decisió n;
2. Los hechos en los que conste el incumplimiento y
3. Las consecuencias jurídicas.167

Salmó n y Blanco168 en su investigació n hacen un aná lisis detallado sobre los casos
en los que la Corte se ha pronunciado sobre el deber de motivació n vinculado con
diferentes derechos, cuyo detalle por su importancia se relaciona de la siguiente
manera:

Casos en los que la Corte IDH ha exigido el deber de motivación por afectar
DEREHOS HUMANOS

Debida fundamentació n en decisiones que


restringen derechos políticos 1. Caso Yatama vs. Nicaragua (exclusió n de partido
político indígena de proceso electoral municipal)

-Las decisiones que adopten los ó rganos internos que


puedan afectar derechos humanos deben estar
debidamente fundamentas, sino sería decisiones
arbitrarias (pá rr. 152)
-La debida fundamentació n exige hacer referencia a: 1)
la base normativa; 2) los hechos que sirvieron de base
para tomar la decisió n, y) consecuencias jurídicas (parr.
153)

2. Caso Castañ eda Gutman vs. México. (negativa de


recurso de amparo interpuesto contra decisió n que
denegó solicitud de inscripció n como candidato
independiente al cargo de Presidente de Estado)

-La exigencia de motivació n, no es equivalente a que


haya un aná lisis de fondo del asunto (pá rrs. 93 y 94). elecciones regionales)

3. Caso Ló pez Mendoza vs. Venezuela (inhabilitació n Si bien el deber de motivar no exige una respuesta
para el ejercicio de la funció n pú blica y participar en

167
El caso López Mendoza vs. Venezuela se refiere también al cumplimiento del deber de motivación en
decisiones que suponen la restricción de derechos políticos. Los hechos
168
Salmón E y Blanco C. Op. cit. p. 236-

Debida fundamentació n en decisiones Caso Claude Reyes y otros vs. Chile (Denegatoria
administrativas que restringen el derecho a la de informació n a las víctimas en relació n a
libertad de pensamiento y expresió n proyecto de deforestació n)

La debida fundamentació n debería permitir


“conocer cuá les fueron los motivos y normas en
Debida fundamentació n en decisiones relativas a que se basó la autoridad para no entregar parte de
la restricció n del derecho a la vida privada la informació n (pá rr. 122)
Caso Escher y otros vs. Brasil (interceptació n,
monitoreo y divulgació n ilegal de líneas telefó nicas
de miembros de organizaciones civiles)
Debida fundamentació n en decisiones judiciales -La motivació n y fundamentació n deben demostrar
que restringen el derecho a la libertad personal que han sido ponderados todos los requisitos
legales y demá s elementos que justifican la
concesió n o la negativa de la medida (pá rr. 139)169
Caso Palamara Iribarne vs. Chile170 (ó rdenes de
prisió n preventiva ante tribunales penales
militares)
-La Corte consideró arbitrarias, la falta de norma
jurídica que sirva de fundamento para ordenar la
prisió n preventiva y, en segundo lugar, la
inexistencia de una justificació n de su aplicació n
en el caso concreto.
Caso Chaparro Á lvarez y Lapo Íñ iguez vs. Ecuador
171
Debida motivació n en decisiones judiciales en (revisiones sobre la pertinencia de mantener la
materia penal medida de privació n de libertad)

-Deber de motivació n en el cumplimiento de la


obligació n de realizar revisiones perió dicas de los
fundamentos de una medida de la libertad
detallada a todos los argumentos de las partes, el personal Caso Tristá n Donoso vs. Panamá 172
contralor “debía responder y sustentar autó nomamente(gravació n y divulgació n de conversació n
sus decisiones y no simplemente remitirse a las previas telefó nica de abogado) -El deber de motivar no
declaraciones de responsabilidad realizadas por la exige una respuesta detallada a todo argumento
Direcció n de responsabilidades” (pá rrs. 146 y 147). de las partes, sino que puede varias segú n la
naturaleza de la decisió n, y que corresponde
analizar en cada caso si dicha
169
Corte IDH. Caso Escher y otros vs. Brasil. Excepciones preliminares y costas. Sentencia del 6 de julio de
2009, párr. 139.
170
Corte IDH. Caso Palamara Iribarne vs. Chile. Fondo, Reparaciones y Costas. Sentencia de 22 de
noviembre de 2005, párrs. 205-207.
171
Corte IDH. Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez vs. Ecuador. Excepciones preliminares, fondo,
reparaciones y costas. Sentencia de 21 de noviembre de 2007, párr. 107.
172
Corte IDH. Caso Tristán Donoso vs. Panamá. Excepción preliminar, fondo, reparaciones y costas.
Sentencia de 27 de enero de 2009, párr. 154.

Debida fundamentació n en decisiones de control


disciplinario de magistrados garantía ha sido satisfecha.
La Corte consideró que la falta de referencia con
respecto a la divulgació n de la conversació n
telefó nica constituyó falta al deber de motivació n.
Caso Apitz Barbera y otros vs. Venezuela
(Destitució n de magistrados por haber incurrido
en error judicial inexcusable al conceder un
amparo cautelar que suspendió los efectos de un
acto administrativo)
-Incorpora el deber de motivació n como parte de
las debidas garantías a que hace referencia el art.
8.1 CADH.
-La motivació n demuestra a las partes que éstas
han sido oídas. La argumentació n de un fallo debe
mostrar que han sido debidamente tomados en
cuenta los alegatos de las partes y que el conjunto
de pruebas ha sido analizado.
-En aquellos casos en los que las decisiones son
recurribles, les proporciona la posibilidad de
criticar la resolució n y lograr un nuevo examen de
la cuestió n ante las instancias superiores (pá rr. 77)
-Al ejercer el control disciplinario es exigible la
elaboració n de una motivació n que la existencia de
una falta disciplinaria, la gravedad de la conducta y
la proporcionalidad de la sanció n.
Debida fundamentació n en decisiones Caso Chocró n Chocró n vs .Venezuela (Destitució n
administrativas para evitar un tratamiento de magistrados)
arbitrario y discriminatorio
-La sola decisió n de dejar sin efecto el
nombramiento de jueces debe encontrarse
mínimamente justificada173
Caso Barbani Duarte y otros. vs. Uruguay
(transferencia de depó sitos bancarios sin mediar
consentimiento de los ahorristas)
173
En este Caso determinó que la motivación exige la precisión de los hechos que sustentan la decisión y
la indicación de si se trata de una medida de naturaleza sancionatoria. Si se trata de una sanción
disciplinaria, la exigencia de motivación es más alta (ya que el control disciplinario tiene como objeto
valorar la conducta, idoneidad y desempeño del juez como funcionario público y, por ende,
correspondería analizar la gravedad de la conducta y la proporcionalidad de la sanción. Corte IDH. Caso
Chocrón Chocrón vs. Venezuela. Excepción preliminar, fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 1 de
julio de 2001, párr. 121.

Tema 3

Garantías mínimas del


debido proceso contenidas
en el art. 8.2. de la
Convenció n Americana
1. Derecho a la presunción de inocencia
La Corte en el Caso Chaparro Á lvarez y Lapo Íñ iguez vs. Ecuador ha señ alado que el
propó sito de las garantías judiciales subyace en el principio de inocencia, su idea
rectora es concebir que una persona es inocente hasta que se demuestre su
culpabilidad174. A este respecto, el art. 8.2 de la CADH, haciendo alusió n al principio
de inocencia exige que una persona no puede ser condenada mientras no exista
prueba plena de su responsabilidad penal. Precisamente por ello, la Corte en los
casos Cantoral Benevides vs. Perú y Ricardo Canese vs. Paraguay ha establecido
que:

Si contra una persona obra prueba incompleta o insuficiente de su responsabilidad


penal, no es procedente condenarla, sino absolverla 175, en la medida que para una
sentencia condenatoria debe existir prueba plena de dicha responsabilidad. En
consecuencia, el principio de presunció n de inocencia acompañ a al acusado
durante toda la tramitació n del proceso hasta que una sentencia condenatoria que
determine su culpabilidad quede firme176.

De esto, determinó en el Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México que:

La presunció n de inocencia se vulnera si antes de que el acusado sea


encontrado culpable una decisió n judicial relacionada con él refleja la
opinió n de sí lo es177.
Asimismo, la Corte siguiendo el entendimiento jurisprudencial del Tribunal
Europeo en el caso Allenet de Ribemont vs. France estableció en el Caso Lori
Berensó n Mejía vs. Perú que:

El derecho a la presunció n de inocencia puede ser violado no só lo por un juez


o una Corte sino también por otra autoridad pú blica. Así el art. 8.2. la
Convenció n exige que el Estado no condene informalmente a una persona o
emita juicio ante la sociedad, contribuyendo así a formar una opinió n pú blica,
mientras no se acredite conforme a la ley la responsabilidad penal de
aquella178.

Siendo el principio de presunció n de inocencia el fundamento de las garantías


judiciales, la Corte ha establecido que de éste deriva la obligació n estatal de no
restringir la libertad del detenido má s allá de los límites estrictamente necesarios
para asegurar que no impedirá el desarrollo eficiencia de las investigaciones y que
no eludirá la acció n de la justicia, pues la prisió n preventiva es una medida

174
Corte IDH. Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez op. cit. párr. 145.
175
Corte IDH. Caso Cantoral Benavides vs. Perú, op. cit., párr. 120. En este caso la Corte alegó que la
presunta víctima fue condenada por el delito de traición a la patria sin existir pruebas suficientes para
determinar su responsabilidad.
176
Corte IDH. Caso Ricardo Canese vs. Paraguyay, op. cit. párr. 154.
177
Corte IDH. Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México, op. cit. párr. 184 y Caso López Mendoza
vs. Venezuela op. cit. párr. 128.
178
Corte IDH Lori Berenson Mejía vs. Perú, op. cit., párrs. 159 y 160.
cautelar, no punitiva. En consecuencia, una prolongada detenció n preventiva
equivaldría a anticipar la pena y, por tanto, puede violar el principio de presunció n
de inocencia179.

De lo precedentemente señ alado y atendiendo la investigació n realizada por


Salmó n y Blanco180, se distingue tres á mbitos en los que la Corte ha aplicado este
principio, a saber:

Ámbi
tos de aplicación principio de presunción de
inocencia
La prohibició n

de condena penal a una

persona mientras no exista prueba


plena de su responsabilidad
La aplicació n prolongada de prisió n
preventiva a personas cuya
responsabilidad no ha sido establecida

La exposició n pú blica de una persona


procesada como culpable de un delito

1.1. La prohibición de condena penal a una persona mientras no


exista prueba plena de su responsabilidad

Como se ha señ alado en el Caso Cantoral Benavides vs. Perú ella prueba
incompleta o insuficiente, no es procedente condenarla sino absolverla. Ademá s de
establecer que la carga de la prueba recaiga en las autoridades a cargo de realizar
la acusació n y juzgamiento de una persona imputada de la comisió n de un delito181.

En el caso Acosta Calderó n vs. Ecuador, la Corte evaluó que, a pesar de que la
legislació n interna establece los medios que se deben utilizar para determinar la
responsabilidad penal por el delito de trá fico de estupefacientes, en el caso de
Acosta Calderó n el Estado no cumplió con demostrar por medios técnicos y
científicos que se encontraba en posesió n de estas sustancias. Por el contrario, la
Corte observó que se utilizó la declaració n policial, por lo que no existieron

179
Corte IDH Suárez Rosero vs. Ecuador, op. cit. párrs. 77 y 78.
180
Salmón E, y Blanco C., op. cit., p. 252.
181
Corte IDH. Caso Ricardo Canese vs. Paraguay. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 31 de
agosto de 2004, párr. 161. Asimismo, Corte IDH. Caso García Asto y Ramírez Rojas vs. Perú. Excepción
preliminar, fondo, reparaciones y costas. Sentencia 25 de noviembre de 2005, párr. 160.
indicios suficientes para declarar su culpabilidad. Esto fue considerado una
violació n del principio de presunció n de inocencia182.

1.2. La aplicación prolongada de prisión preventiva a personas cuya


responsabilidad no ha sido establecida

La Corte ha señ alado que el estricto respeto de la presunció n de inocencia tiene


especial incidencia en el derecho a la libertad personal. En el caso Suá rez Rosero,
respecto de quien la Corte consideró que se vulneró la presunció n de inocencia por
la prolongada detenció n por cerca de cuatro añ os y se convirtió la prisió n
preventiva en una forma de sentencia anticipada, precisando que se viola este
principio cuando se excede el plazo de prisió n preventiva. En el mismo sentido se
han pronunciado los casos Tibi vs. Ecuador, Acosta Calderó n vs. Ecuador, así como
el caso Bayarri vs. Argentina, quien permaneció cerca de tres añ os bajo dicha
condició n.

Asimismo, en el caso Palamara Iribarne vs. Chile exigió ademá s que para proceda
la privació n de libertad preventiva acorde al principio de presunció n de inocencia
es imprescindible que la resolució n se encuentre debidamente motivada en cuanto
a los supuestos que deben presentarse para que la prisió n preventiva pueda
ordenarse vá lidamente. En concreto señ alo que:

El Estado puede ordenar la prisió n preventiva cuando se cumplan con los


requisitos necesarios para restringir el derecho a la libertad persona, existan
indicios suficientes que permitan suponer razonablemente la culpabilidad de la
persona sometida a un proceso y que sea estrictamente necesaria para asegurar
que el acusado no impedirá el desarrollo eficiente de las investigaciones ni eludirá
la acció n de la justicia. De esta forma para que se respete la presunció n de
inocencia al ordenarse medidas restrictivas de la libertad es preciso que el Estado
fundamente y acredite la existencia, en el caso concreto, de los referidos requisitos
por la Convenció n183.

1.3. La exposición pública de una persona procesada como culpable


de un delito

Los casos Cantoral Benavides vs. Perú y Lori Berenson vs. Perú , quienes fueron
expuestos ante los medios de comunicació n como autores del delito de terrorismo
y traició n a la patria respectivamente, sin haber sido procesados ni condenados, ha
dado lugar a que la Corte considere la lesió n del principio de presunció n de
inocencia y a dar lugar en el ú ltimo caso a extender la obligació n de respetar la
presunció n de inocencia a las autoridades pú blicas, distintas a las judiciales.

182
Corte IDH. Caso Acosta Calderón vs. Ecuador. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 24 de junio
de 2005, párr. 113-115.
183
Corte IDH. Caso Plamara Iribarne vs. Chile. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 22 de
noviembre de 2005, párr. 198.

2. Derecho a un traductor o intérprete si no se


comprende o no habla el idioma del juzgado o
tribunal
El derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente por un traductor o
intérprete si no comprende o no habla el idioma del juzgado o tribunal, se
encuentra inserto en el art. 8.2.a CADH.

En la Opinió n Consultiva OC-16/99, la Corte se ha pronunciado sobre el contenido


de este derecho expresando que para que un proceso alcance sus objetivos “debe
reconocer y resolver los factores de desigualdad real de quienes son llevados ante
la justicia, atendiendo así al principio de igualdad ante la ley y los tribunales, y a la
correlativa prohibició n de discriminació n. De esta manera ha expresado que:
Frente a condiciones de desigualdad real entre las personas, los Estados
está n obligados a adoptar medidas de compensació n que contribuyan a
reducir o eliminar los obstá culos y deficiencias que impidan o reduzcan la
defensa eficaz de los propios intereses184.

En el caso Baldeó n García vs. Perú , la Corte complementó el razonamiento


precedente señ alando que:

Si no existieran esos medios de compensació n, ampliamente reconocidos en


diversas vertientes del procedimiento, difícilmente se podría decir que
quienes se encuentran en condiciones de desventaja disfrutan de un
verdadero acceso a la justicia y se benefician de un debido proceso legal en
condiciones de igualdad con quienes no afrontan esas desventajas 185.

Teniendo en cuenta estos criterios dos son los á mbitos en los que la Corte se ha
pronunciado: la situació n de extranjeros y los casos de personas pertenecientes a una
comunidad campesina o pueblo indígena

184
Corte IDH. Opinión Consultiva OC-16/99, op. cit. párr. 119. En el mismo sentido se pronunció en el
caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit. párr. 152.
185
Corte IDH. Caso Baldeón García vs. Perú, op. cit. párr. 203.
Derecho al traductor o
intérprete • extranjeros •
indígenas

En los supuestos de miembros de pueblo indígena la Corte ha establecido en el


caso Tiu Tojín vs. Guatemala que el Estado debe asegurar que las personas
“puedan comprender y hacerse comprender en los procedimientos legales,
facilitá ndoles intérpretes u otros medios eficaces para tal fin”186.
Conviene traer a colació n y que ademá s de vincularse con el derecho a la libertad
de expresió n y la igualdad ante la ley, es el Caso Ló pez Á lvarez vs. Honduras, donde
el Director del Centro Penal de Tella en el que se encontraba interno el señ or
Ló pez Alvarez prohibió a la població n garífuna de dicho centro hablar en su idioma
materno. Ante este hecho probado, la Corte señ aló que “la lengua es uno de los má s
importantes elementos de identidad de un pueblo, precisamente porque garantiza
la expresió n, difusió n y transmisió n de su cultura187.

3. Derecho del inculpado a una comunicación previa y


detallada de la acusación formulada
El art. 8.2.b de la CADH prevé el derecho del inculpado a una comunicació n previa
y detallada de la acusació n formulada, de acuerdo con la jurisprudencia de la Corte
(Caso Tibi vs. Ecuador) para satisfacer este derecho:

El Estado debe informar al interesado no solamente de la causa de la


acusació n, esto es, las acciones u omisiones que se le imputan, sino también
las razones que llevan al Estado a formular la imputació n, los fundamentos
probatorios de ésta y la caracterizació n legal que se da a esos hechos. Esta
informació n debe ser expresa, clara integral y suficientemente detallada para

186
Corte IDH. Caso Tiu Tojín vs. Guatemala. Fondo reparaciones y costas. Sentencia de 26 de noviembre
de 2008, párr. 100.
187
Corte IDH. Caso López Álvarez vs. Honduras, op. cit. párr. 171.
permitir al acusado que ejerza plenamente su derecho a la defensa y muestre
al juez su versió n de los hechos.188

Consecuentemente de acuerdo con la Corte, la comunicació n previa a la que hace


referencia el art. 8.2.b debe reunir los siguientes requisitos:

expresa

Requisitos de
suficientement e detallada

la
comunicació n previa

integral clara
En el mismo caso Tibi vs. Ecuador estableció que:

La notificació n detallada de los hechos que se atribuyen al imputado


debe ocurrir previamente al momento en que rinda su primera
declaració n ante cualquier autoridad pú blica (pá rr. 234). El contenido
de dicha notificació n variará de acuerdo al avance de las
investigaciones, llegando a su punto má ximo, cuando se produce la
presentació n formal y definitiva de los cargos. En todo caso, antes de
ello y como mínimo el investigado deberá conocer con el mayor detalle
posible los hechos que se le atribuyen189.

En el Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, la Corte precisó que en todo caso el
investigado, antes de declarar, deberá conocer de manera oficial cuá les son los
hechos que se le imputan, no tendrá que deducirlos de la informació n pú blica o de
las preguntas que se le formulan y, por tanto, “su respuesta podrá ser efectiva y sin
el margen de error que las conjeturas producen”. Ademá s, precisó que:

Ya que la transició n entre ‘investigado’ y ‘acusado’ –y en ocasiones incluso


‘condenado’– puede producirse de un momento a otro, no se puede esperar a
que la persona sea formalmente acusada o que se encuentre privada de la
libertad, “para proporcionarle la informació n de la que depende el oportuno
ejercicio del derecho a la defensa190.

188
Corte IDH. Caso Tibi vs. Ecuador, op. cit. párr. 187 y Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, op. cit. párr. 28.
189
Corte IDH. Caso Barreta Leiva vs. Venezuela, op. cit. párr. 31.
190
Ibid., párrs. 46 y 47.
Sin perjuicio de lo anterior, la Corte ha precisado en el mismo caso:

En ciertos casos, “[e]s admisible que […] exista reserva de las diligencias
adelantadas durante la investigació n preliminar en el proceso penal, para
garantizar la eficacia de la administració n de justicia”, ya que “[a]siste al Estado
la potestad de construir un expediente en bú squeda de la verdad de los hechos,
adoptando las medidas necesarias para impedir que dicha labor se vea afectada
por la destrucció n u ocultamiento de pruebas”. Sin embargo, el Tribunal ha
recordado que “esta potestad debe armonizarse con el derecho de defensa del
investigado, que supone, inter alia, la posibilidad de conocer los hechos que se
le imputan”. (pá rr. 253).

Adicionalmente, con relació n a este derecho, la Corte ha desarrollado el “principio


de coherencia o de correlació n entre acusació n y sentencia”, que implica que “la
sentencia puede versar ú nicamente sobre hechos o circunstancias contemplados
en la acusació n”, es decir, que “debe mediar identidad entre los hechos de los que
se informa al inculpado y aquellos por los que se le procesa, acusa y sentencia”.239

Al respecto, la Corte en el Caso Fermín Ramírez vs. Guatemala ha establecido que:

La calificació n jurídica de los hechos que se le imputan a una persona “puede


ser modificada durante el proceso por el ó rgano acusador o por el juzgador, sin
que ello atente contra el derecho de defensa, cuando se mantengan sin
variació n los hechos mismos y se observen las garantías procesales previstas
en la ley para llevar a cabo la nueva calificació n191.
En efecto la Corte en este caso observó que no só lo cambió la calificació n jurídica
del delito que se le imputó a la víctima en la acusació n y el auto de apertura a
juicio, de violació n agravada a asesinato, sino que se modificó también la base
fá ctica del proceso, sin ofrecerle la oportunidad de rendir una nueva declaració n
en relació n con los ú ltimo hechos que se le atribuyeron, razó n por la cual se
declaró la violació n al art. 8.2.b) de la Convenció n y, en consecuencia, al
representar un obstá culo para preparar adecuadamente la defensa, al art. 8.2.c.

En la misma línea, en el caso Tribunal Constitucional vs. Perú , la Corte precisó :

El cambio en el objeto de una indagatoria puede transgredir el derecho de las


personas en un proceso, si éstas no son informadas con anticipació n sobre el
nuevo asunto que motiva su concurrente192.

4. Derecho del inculpado a que se le conceda el tiempo y


los medios adecuados para la preparación de su
defensa

191
Corte IDH. Caso Fermín Ramírez vs. Guatemala op. cit., párr. 67 y 68.
192
Corte IDH. Tribunal Constitucional vs. Perú. Competencia. Sentencia de 24 de septiembre de 1999,
párr. 82.
En el Sistema Interamericano, la Corte en el Caso Palamara Iribarne vs. Chile ha
establecido que:

Este derecho comprende la obligació n del Estado de permitir “el acceso del
inculpado al conocimiento del expediente llevado en su contra”, respetando
el principio del contradictorio, que garantiza la intervenció n del inculpado
en el aná lisis de la prueba193.

Así en el Caso Radilla Pacheco vs. México ha establecido que el acceso al pendiente
es requisito sine qua non de la intervenció n procesal de la víctima en la causa en la
que se constituye como parte coadyuvante o querellante, segú n la legislació n
interna194.

Asimismo, en el caso Barreto Leiva vs. Venezuela ha precisado que en los casos en
que el Estado pretenda limitar este derecho:

Debe respetar el principio de legalidad, argü ir de manera fundada cua l es


el fin legítimo que pretende conseguir y demostrar que el medio a utilizar
para llegar a ese fin es idó neo, necesario y estrictamente proporcional.
Caso contrario, la restricció n del derecho de defensa del individuo será
contraria a la Convenció n195.

Otro aspecto importante es el referido al secreto de sumario que impide a las


víctimas acceder al expediente del caso, sin importar que tal secreto haya sido
dispuesto para asegurar el éxito de las investigaciones. En criterio de la Corte, si
bien es cierto que el Estado tiene la facultad de declarar el secreto de sumario,
debe actuar dentro de los límites y conforme a los procedimientos que permiten
preservar tanto la seguridad pú blica como los derechos fundamentales.

Concretamente, la Corte señ aló que:


Uno de esos derechos fundamentales es el derecho a contar con el tiempo y los
medios adecuados para preparar la defensa, prevista en el artículo 8.2.c de la
Convenció n, que obliga al Estado a permitir el acceso del inculpado al conocimiento
del expediente llevado en su contra. Asimismo, se debe respetar el principio del
contradictorio, que garantiza la intervenció n de aquél en el aná lisis de la prueba. Si
el Estado pretende limitar este derecho, debe respetar el principio de legalidad,
argü ir de manera fundada cuá l es el fin legítimo que pretende conseguir y demostrar
que el medio a utilizar para llegar a ese fin es idó neo, necesario y estrictamente

193
Corte IDH. Caso Palamara Iribarne vs. Chile, op. cit. párr. 170 y Caso Cabrera García y Montiel Flores
vs. México, op. cit. párr. 156.
194
Corte IDH. Caso Radilla Pacheco vs. México, op. cit. párr. 252 y Caso Castillo Gonzáles y otros vs.
Venezuela. Fondo. Sentencia de 27 de noviembre de 2012, párr. 168. En el Sistema Universal, con
relación a los medios adecuados para la preparación de la defensa, en la Observación General No. 32, el
Comité de Derechos Humanos estableció que el derecho a disponer del tiempo y de los medios
adecuados para la preparación de la defensa incluye el derecho de acceso a los documentos y demás
testimonios que el acusado necesite para preparar su defensa.
195
Corte IDH. Case Barreto Leiva vs. Venezuela, op. cit. párr. 55.
proporcional. Caso contrario, la restricció n del derecho de defensa del individuo será
contraria a la Convenció n196.

De otro lado, con relació n al derecho a contar con tiempo adecuado para preparar
la defensa, en el Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez vs. Ecuador, la Corte
consideró que el Estado violó el derecho de concesió n del tiempo y medios al
inculpado para la preparació n de su defensa porque los abogados de las víctimas
no pudieron estar presentes en la realizació n de una diligencia fundamental para
un proceso por el delito de trá fico de drogas. La ausencia de este instrumento se
debió a que la jueza notificó la orden de dicha prueba dos horas y media antes de
su realizació n, por lo que la Corte consideró que el tiempo era insuficiente y por
ende se había vulnerado el artículo 8.2.c) de la CADH197.

De otro lado, la Corte se ha pronunciado también con respecto a la posibilidad de


que la vulneració n del artículo 8.2.c) de la CADH se dé por omisió n y no
ú nicamente por comisió n. Así, en el Caso Da Costa Cadogan vs. Barbados analizó la
situació n de un condenado a muerte que al parecer tenía trastornos de
personalidad y dependencia del alcohol. El juez encargado del proceso no había
ordenado a un experto realizar un examen para determinar si efectivamente esta
persona padecía de dichos trastornos y dependencia, pese a que el ordenamiento
jurídico de Barbados lo disponía. Por ello, la Corte en el referido caso consideró
vulnerado el artículo 8.2.c) de la CADH por omisió n198.

De igual forma, es importante señ alar que en la Opinió n Consultiva OC-16/99, del 1
de octubre, la Corte afirmó que el derecho a la informació n sobre la asistencia
consular (previsto en el artículo 36.1.b de la Convenció n de Viena sobre Relaciones
Consulares), constituye “un medio para la defensa del inculpado, que repercute -y
en ocasiones decisivamente- en el respeto de sus otros derechos procesales”. Para
la Corte, ese derecho “debe ser reconocido y considerado en el marco de las
garantías mínimas para brindar a los extranjeros la oportunidad de preparar
adecuadamente su defensa y contar con un juicio justo”199.

5. Derecho del inculpado a defenderse personalmente,


ser asistido por un defensor de su elección y de
comunicarse libre y privadamente con su defensor
El art. 8.2.d de la Convenció n se refiere a dos posibilidades de defensa del
inculpado, esto es, la que puede ejercer él mismo (defensa material) y aquélla que
supone la asistencia de un defensor de su elecció n (defensa técnica).

La conexidad de este artículo con el derecho a que se conceda al inculpado el


tiempo y los medios adecuados para la preparació n de la defensa ha sido

196
Corte IDH, Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, óp. cit., párrs. 54 y 55.
197
Corte IDH, Caso Chaparro Álvarez y Lapo Íñiguez vs. Ecuador, óp. cit., párr. 153 y 154.
198
Corte IDH, Caso Da Costa Cadogan vs. Barbados, óp. cit., párrs. 88 a 90.
199
Corte IDH. El derecho a la información sobre la asistencia consular en el marco de las garantías del
debido proceso legal. Opinión Consultiva OC-16/99, del 1 de octubre de 1999, óp. cit., párr. 4.6.
expresamente definida por la Corte en diferentes casos, en los que ha declarado la
violació n conjunta de dichos derechos, segú n podemos recoger de la investigació n
realizada por Juana Ibá ñ ez Rivas200 debido a que la víctima no pudo contar con el
patrocinio letrado de un defensor pú blico o que, una vez que pudo obtener un
abogado de su elecció n, no tuvo posibilidad de comunicarse en forma libre y
privada con él (Caso Suarez Rosero vs. Ecuador, párr. 83); el abogado defensor tuvo só lo
un día para revisar todo un expediente o su labor fue restringida; existieron
escasas posibilidades de presentació n de pruebas de descargo (Caso Castillo Petruzzi
y otros vs. Perú, párr. 141), o se produjo el cambio de objeto del proceso en la etapa de
la indagatoria (Caso Tribunal Constitucional vs. Perú, párr. 82), entre otros. En todos
esos casos, la Corte ha considerado que la imposibilidad o las limitaciones en el
derecho a defenderse personalmente o a través de un defensor impiden que, en los
hechos, el imputado cuente con los medios para preparar su defensa, en los
términos del artículo 8.2.c.

En cuanto al derecho a la defensa material, la Corte ha sido abierta y ha


determinado en la Opinió n Consultiva OC-11/90 que:

Un inculpado puede defenderse personalmente siempre que lo


permita la legislació n interna (…). Si el inculpado no quiere o no
puede hacer su defensa personalmente, tiene derecho de ser asistido
por un defensor de su elecció n. (pá rr. 25)

Así en el Caso Barreto Leiva vs. Venezuela dispuso que el inculpado a través de sus
propios actos, entre ellos la declaració n que rinda sobre los hechos que se le
atribuyen, puede enfrentar y refutar la acusació n en su contra (pá rr. 61).
Sobre la defensa técnica, la Corte en los Casos Barreto Leiva vs. Venezuela y Vélez
Loor vs. Panamá ha indicado que ésta supone que un defensor asesore al
investigado sobre sus deberes y derechos, sobre la posibilidad de ejercer recursos
contra actos que afecten derechos, y ejecute, entre otros, un control crítico y de
legalidad en la producció n de pruebas. También ha señ alado que:

El investigado debe tener acceso a la defensa técnica desde el momento en


que se ordena investigar a una persona o la autoridad dispone o ejecuta
actos que implican afectació n de derechos.201 Sobre todo, en la diligencia en
la que se recibe su declaració n. Lo contario es limitar severamente el
derecho a la defensa, lo que ocasiona desequilibrio procesal y deja al
individuo sin tutela frente al ejercicio del poder punitivo 202.

En esta línea ha resaltado la importancia de la comunicació n libre y privada entre


el inculpado y su defensor.203

200
Ibañez Rivas J., op. cit. p. 237-238.
201
Corte IDH. Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, op. cit. párrs. 61 y 62 En el mismo sentido ha
pronunciado en el caso Corte IDH. Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit. párr. 132. Vid. Cabrera García y
Montiel Flores vs. México, op. cit. párr. 155.
202
Corte IDH. Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, op. cit. párr. 62.
203
Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, op. cit. p. 146 y 148. Caso Suárez Rosero vs.
Ecuador, op. cit. párr. 83.
En este apartado conviene conectar los está ndares internacionales señ alados por
la Corte con relació n al derecho a la defensa de una persona extranjera y el
derecho asistencia consular en casos relativos a personas que son privadas de
libertad que no son nacionales del país que las detiene.

La Corte ha señ alado que el derecho a la asistencia consular reconocido en el art.


36 de la Convenció n de Viena Sobre Relaciones Consulares busca remediar la
situació n en la que se encuentran los extranjeros detenidos en un medio social y
jurídico diferente de los suyos.

En consecuencia, desde la ó ptica de los derechos de la persona detenida extranjera,


la Corte ha establecido en el caso Vélez Loor vs. Panamá , tres son los componentes
esenciales del derecho debido al individuo por el Estado Parte:

1. Derecho a ser notificado de sus derechos bajo la Convenció n de Viena sobre


relaciones Consulares;
2. El derecho de acceso efectivo a la comunicació n con el funcionario consular,
y
3. El derecho a la asistencia misma204.

Respecto de la notificació n ésta debe ser hecha antes que el detenido rinda su
primera declaració n y supone que se le informe sobre su derecho a que el Estado
receptor comunique a la oficina consular competente de su situació n, y a que el
Estado receptor transmita sin demora cualquier comunicació n dirigida a la oficina
consular por el detenido205.

De acuerdo con la Corte, definido en el Caso Vélez Loor vs. Panamá :


La notificació n se erige en una garantía fundamental de acceso a la justicia y
permite el ejercicio efectivo del derecho de defensa, pues el có nsul puede
asistir al detenido en diversos actos de defensa, como el otorgamiento o
contratació n de patrocinio letrado, la obtenció n de pruebas en el país de
origen, la verificació n de las condiciones en que se ejerce la asistencia legal y
la observació n de la situació n de privació n de libertad206.

En cuanto al acceso efectivo a la comunicació n consular la Corte ha establecido que


el Estado receptor no debe obstruir la actuació n del funcionario consular de
brindar servicios legales al detenido207.

204
Corte IDH. Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit. párr. 153. En este caso ha explicado que estos
estándares “no se aplican a las personas detenidas o retenidas que hayan solicitado una medida de
protección internacional (…). Si son detenidas, tales personas gozan de los derechos bajo la Convención
de Viena, no obstante, hay otras consideraciones para proteger sus intereses.
205
Corte IDH. Opinión Consultiva OC-16/99, op. cit., párr. 106, y Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit.,
nota al pie 157.
206
Corte IDH. Opinión Consultiva OC-16/99, op. cit., párr. 86, y Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit., nota
al pie 154. La Corte ha considerado que la falta de notificación es en sí misma violatoria del art. 8 de la
Convención, pues coloca al detenido en estado de incertidumbre respecto de su situación jurídica y
torna impracticable el ejercicio del derecho a recurrir el fallo sancionatorio, regulado en el art. 8.2 de la
Convención. Vid. Caso Vélez Loor vs. Panamá, op.cit. párr. 180.
207
Corte IDH. Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit. párr. 158.
El derecho a la asistencia misma, se impone al Estado del cual el detenido es
nacional, en el sentido que tiene “el deber de proteger los derechos de sus
nacionales en el extranjero brindando protecció n consular. Las visitas de los
funcionarios consulares deberían ser con miras a proveer la protecció n de los
intereses del detenido nacional, particularmente los asociados con su defensa ante
los tribunales208.

6. Derecho de ser asistido por un defensor de oficio


El art. 8.2.e de la Convenció n prevé el derecho irrenunciable de ser asistido por un
defensor proporcionado por el Estado, si el inculpado no se defendiere por sí
mismo ni nombrare defensor dentro del plazo establecido por ley.

De acuerdo con la Opinió n Consultiva OC-11/90, pá rr. 25, el derecho a un defensor


de oficio se caracteriza por ser irrenunciable cuando el inculpado no se defendiere
por sí mismo ni nombrare defensor dentro del plazo establecido por ley, es decir,
en los supuestos regulados en el art. 8.2.d (desde que se abre la investigació n o la
autoridad ejecuta actos, sobre todos al momento de prestar su declaració n, en cuyo
caso tiene el derecho de que el Estado le proporcione uno. Esto supone que aú n si
el inculpado no quiere defenderse, el Estado debe poner a su servicio un abogado
para que aquél siempre esté asistido.

Al respecto en la Opinió n Consultiva OC-11/90 de Agotamiento de los recursos


internos, la Corte ha señ alado que:

Si el Estado concernido no provee a un indigente un defensor gratuitamente, y


aquél se ve obligado a defenderse a sí mismo porque no puede pagar asistencia
legal, “podría presentarse una violació n del art. 8 de la Convenció n si se puede
probar que esa circunstancia afectó el debido proceso a que tiene derecho dicha
persona. Consecuentemente, como la Convenció n Americana no ordena que la
asistencia legal sea gratuita, un indigente se ería discriminado por razó n de su
situació n econó mica, si requiriendo asistencia legal, el Estado no se la provee sin
costo alguno209.

A este respecto, en el caso la Corte en el caso Cabrera García y Montiel Flores vs.
México, ha enfatizado que:

El nombrar un defensor de oficio con el só lo objeto de cumplir con una


formalidad procesal, equivaldría a no contar con defensa técnica, por lo que
es imperante que dicho defensor actú e de manera diligente con el fin de
proteger las garantías procesales del acusado y evite que sus derechos se
vean lesionados210.

208
Corte IDH. Opinión Consultiva OC-16/99, op. cit., párr. 87, y Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit., párr.
158.

209
Corte IDH. Opinión Consultiva OC-11/90 sobre Excepciones al Agotamiento de los Recursos Internos,
párr. 25-27.
210
Corte IDH. Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México, op. cit. párr. 155.
De otro lado, en la Opinió n Consultiva OC-18/03 sobre “Condició n jurídica y
derechos de los migrantes indocumentados”, la Corte ha considerado que:

En procedimientos administrativos o judiciales en los cuales se pueda


adoptar una decisió n que implique la deportació n, expulsió n o privació n de
libertad, la prestació n de un servicio pú blico gratuito de defensa legal es
necesaria para evitar la vulneració n del derecho a las garantías del debido
proceso211.

En esta línea en el Caso Vélez Loor vs. Panamá , siguiendo el criterio expresado por
el Tribunal Europeo en el Caso Behham vs. United Kingdom, ha señ alado que:

En los casos en que la consecuencia de un procedimiento migratorio pueda


ser una privació n de la libertad de cará cter punitivo, la asistencia jurídica
gratuita se vuelve un imperativo del interés de la justicia212.

Cabe precisar que el Tribunal ha establecido en el Caso Barreto Leiva vs. Venezuela
que ni el Ministerio Pú blico, la Defensoría del Pueblo, ni las organizaciones no
gubernamentales responden a las exigencias de una defensa técnica, ni las
organizaciones no gubernamentales responden a las exigencias de una defensa
técnica proporcionada por el Estado213.

7. Derecho de la defensa de interrogar a los testigos


presentes en el Tribunal y de obtener la
comparecencia, como testigos o peritos, de otras
personas que puedan arrojar luz sobre los hechos art.
8.2.f
El art. 8.2.f de la Convenció n se refiere al derecho de toda persona procesada de
interrogar y solicitar la comparecencia de testigos o peritos que puedan colaborar
en el esclarecimiento de los hechos materia del proceso.

En ese sentido en el caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú , la Corte siguiendo la
jurisprudencia del Tribunal Europeo en los Casos Barberá , Messegué y Jabardo vs.
Spain y Bö nisch vs. Austria, ha indicado que:

Dentro de las prerrogativas que deben concederse a quienes hayan sido


acusados está la de examinar los testigos en su contra y a su favor, bajo las

211
Corte IDH. Condición Jurídica y Derechos de los Migrantes Indocumentados. Opinión Consultiva OC
18/03 del 17 de septiembre de 2003, párr. 126, y Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit., párr. 146. 212 Corte
IDH. Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit., párr. 146, y Caso Nadege Dorzema y otros vs. República
Dominicana, op. cit., párr. 164.
213
Corte IDH. Caso Barreto Leiva vs. Venezuela, op. cit., párr. 63. Sobre la justificación de la ineficacia de
estos servidores Vid. FICHA Sistematización jurisprudencial.
mismas condiciones que el Estado, con el objeto de ejercer su defensa y
hacer comparecer a personas que puedan arrojar luz sobre los hechos 214.

En efecto, en el Caso Castillo Petruzzi y otros Vs. Perú , se alegó que la legislació n
aplicada al juzgamiento de las víctimas –acusadas de terrorismo- impedía que se
interrogue como testigos a quienes fundamentaron la acusació n y también a
agentes de la Policía y del Ejército que hayan participado en las diligencias de
investigació n. De esto la Corte consideró que “la imposició n de restricciones a los
abogados defensores de las víctimas vulnera el derecho de la defensa de interrogar
testigos y hacer comparecer a personas en el proceso que puedan arrojar luz sobre
los hechos”.

De otro lado, la Corte ha entendido que este derecho puede ser vulnerado ya sea
por acció n o por omisió n. Respecto del primero, en el Caso Ricardo Canese vs.
Paraguay, no se permitió a la defensa del inculpado obtener la comparecencia de
testigos y peritos, ya que el juez de primera instancia revocó la decisió n mediante
la cual citó a audiencia a los testigos propuestos, luego de lo cual ordenó el cierre
del período probatorio. Esto fue calificado por la Corte como una violació n del art.
8.2.f de la Convenció n, la cual tuvo el efecto de limitar las posibilidades de defensa
del señ or Canese215.

Un ejemplo de lo segundo, es el Caso DaCosta Cadogan vs. Barbados, quien fue


condenado a la pena de muerte y al parecer sufría de un trastorno de personalidad
y dependencia de alcohol. La Corte observó que el juez a cargo del proceso no
ordenó a un experto realizar un examen para determinar que efectivamente
padecía de dicho trastorno y dependencia, pese a que el ordenamiento jurídico lo
permitía. En particular, consideró que el juez no aseguró que el señ or DaCosta
Cadogan y su abogado tuvieran conciencia sobre la disponibilidad de una
evaluació n gratuita, voluntaria y detallada de su salud mental, con el fin de
preparar su defensa en juicio. Esta omisió n de las autoridades judiciales llevó a la
Corte a afirmar la violació n del art. 8.2.f. de la Convenció n216.
8. Derecho a no ser obligado a declarar contra sí mismo
ni a declararse culpable art. 8.2.g, y a declarar sin
coacción de naturaleza alguna (art. 8.3)
El art. 8.2.g de la Convenció n consagra el derecho de no autoincriminarse, así exige
a las autoridades estatales no obligar, de cualquier modo, a una persona procesada
a que realice una declaració n que perjudique su situació n o suponga una
autoinculpació n. Esta disposició n se interrelaciona con la obligació n consagrada en
el art. 8.3 que garantiza el derecho a que las confesiones se realicen sin coacció n
alguna.

214
Corte IDH. Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, op. cit. párr. 155.
215
Corte IDH. Caso Ricardo Canese vs. Paraguay. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 31 de
agosto de 2004, párrs. 164 a 167.
216
Corte IDH. Caso DaCosta Cadogan vs. Barbado. Excepciones preliminares, fondo, reparaciones y
costas. Sentencia de 24 de septiembre de 2009, párr. 88 a 90.
A través de la Opinió n Consultiva OC-17/02, la confesió n ha sido considerada por
la Corte como un acto dentro del proceso que posee especial trascendencia para la
definició n de ciertas consecuencias jurídicas que afectan la esfera de derechos y
responsabilidades del justiciable217. En este entendido en el Caso Maritza Urrutia
vs. Guatemala, ha expresado que:

Este derecho también se tiene que respetar en procedimientos o actuaciones


previas o concomitantes a los procesos judiciales que, de no someterse a tales
garantías, pueden tener un impacto desfavorable no justificado sobre la
situació n jurídica de la persona de que se trata218.

En los casos Ló pez Á lvarez vs. Honduras y Bayarri vs. Argentina, la Corte reiteró
que:
Las declaraciones obtenidas bajo intensa presió n o coacció n, en las que se
aceptan hechos perjudiciales para el procesado entrañ an una violació n del
art. 8.2.g de la Convenció n219.

De esta manera la Corte ha establecido en el Caso Cabrera García y Montiel Flores


vs. México que la regla de la confesió n referida a que ésta só lo es vá lida si es hecha
sin coacció n, “ostenta un cará cter absoluto e inderogable”220. En este entendido ha
asumido que:

Al comprobarse cualquier tipo de coacció n capaz de quebrantar la


expresió n espontá nea de la voluntad de la persona, ello implica
necesariamente la obligació n de excluir la evidencia respectiva del proceso
judicial, ya que dicha anulació n es un medio necesario para desincentivar el
uso de cualquier modalidad de coacció n. La anulació n de los actos
procesales derivados de la tortura o tratos crueles constituye una medida
efectiva para hacer cesar las consecuencias de una violació n a las garantís
judiciales221.

Conforme a lo precedente la Corte concluyó :

El cará cter absoluto de la regla de exclusió n prohíbe otorgarle valor


probatorio no só lo a la prueba obtenida directamente mediante coacció n,
sino también a la evidencia que se desprende de dicha acció n. De esta
manera, se garantiza el cumplimiento de dicha regla cuando se excluye la

217
Corte IDH. Opinión Consultiva OC-17/02, op. cit. párr. 128.
218
Corte IDH. Caso Maritza Urrutia vs. Guatemala. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 27 de
noviembre de 2003, párrs. 120 y 121. En el Caso Cantoral Benavides vs. Perú, se alegó que la víctima fue
sometida a tortura con el fin de obligarlo a autoinculparse o a confesar determinadas conductas
delictivas, por lo que la Corte afirmó la afectación de este derecho. Corte IDH. Caso Cantoral Benavides
vs. Perú. Fondo Sentencia de 18 de agosto de 2000, párr. 132 y 133.
219
Corte IDH Caso López Álvarez vs. Honduras. Fondo Reparaciones y Costas. Sentencia del 1 de febrero
de 2006, párr. 155; y Caso Bayarri vs. Argentina. Excepción Preliminar, fondo, reparaciones y costas.
Sentencia de 30 de octubre de 2008, párr. 108 y 109.
220
Corte IDH. Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México, op. cit. párr. 165. 221 Corte IDH. Caso
Cabrera García y Montiel Flores vs. México, op. cit. párrs. 166 y 167. A este respecto la Corte en el caso
Tibi vs. Ecuador aclaró que dicha regla se sustenta en el hecho de que “las declaraciones obtenidas
mediante coacción no suelen ser veraces, ya que la persona intenta aseverar lo necesario para lograr
que los tratos crueles o la tortura cesen”, al ser doblegada su resistencia psíquica. Corte IDH. Caso Tibi
vs. Ecuador, op. cit. párr. 198.
prueba que haya sido encontrada o derivada de la informació n obtenida
mediante coacció n222.

Tomando como referencia la jurisprudencia del Tribunal Europeo en el Caso


Harutyunyan vs. Armenia, precisó que “en caso de existir evidencia razonable de
que una persona ha sido torturada o tratada de manera cruel e inhumana, el hecho
de que ratifique la confesió n ante una autoridad distinta a la que realizó la acció n
(de coacció n), no conlleva automá ticamente que dicha confesió n sea vá lida, ya que
dicha declaració n posterior “puede ser la consecuencia del maltrato que padeció la
persona y (…) específicamente, del miedo que subsiste después de este tipo de
hecho. Ello es así porque la situació n de indefensió n y vulnerabilidad en la que se
encuentran las personas a quienes en el momento de ser detenidas se les somete a
tratos crueles, inhumanos y degradantes, con el objeto de suprimir su resistencia
psíquica y forzarla a autoinculparse, pueden producir sentimientos de miedo,
angustia e inferioridad capaz de humillar y devastar a una persona y posiblemente
quebrar su resistencia física y moral223.

9. Derecho a recurrir el fallo ante juez o tribunal superior


(art 8.2.h CADH)
El art. 8.2.h de la Convenció n se refiere al derecho a recurrir el fallo ante un juez o
tribunal superior. De esta manera en el caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica ha
señ alado que:

El derecho a recurrir un fallo constituye una garantía primordial que se


debe respetar en el marco del debido proceso legal, en aras de permitir que
una sentencia adversa pueda ser revisada por un juez o tribunal distinto y
de superior jerarquía orgá nica224.

También ha destacado en el mismo caso su directa relació n con el derecho a la


defensa, en tanto otorga la “posibilidad de interponer un recurso para evitar que
quede firme una decisió n que fue adoptada con vicios y que contiene errores que
ocasionará n un perjuicio indebido a los intereses de una persona”, por ello tiene
que estar garantizado este derecho antes de que la sentencia adquiera calidad de
cosa juzgada. Asimismo, por su relevancia, la Corte ha añ adido en el caso Mohamed
vs. Argentina que la falta de garantía del derecho a recurrir del fallo ademá s
impedir el ejercicio del derecho de defensa “trae implícita la ausencia de
protecció n de otras garantías mínimas del debido proceso que deben asegurarse al
recurrente, segú n corresponda, para que el juez o tribunal superior pueda
pronunciarse sobre los agravios sustentados225.

Un aspecto muy importante que ha definido la Corte en el caso Castillo Petruzzi es


que:

222
Corte IDH Caso Cabrera García y Montiel Flores vs. México, op. cit. párr. 167. 223 Corte IDH. Caso
Cabrera García y Montiel Flores vs. México, op. cit. párr. 174. 224 Corte IDH. Caso Herrera Ulloa vs. Costa
Rica. Excepciones Preliminares, fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 2 de julio de 2004, parr. 158.
225
Corte IDH. Caso Mohamed vs. Argentina, op. cit. párr. 119.
El derecho de recurrir el fallo no se satisface con la mera existencia de un
ó rgano de grado superior al que juzgó y condenó al inculpado, ante el que
este tenga o pueda tener acceso. Para que haya una verdadera revisió n de la
sentencia, en el sentido requerido por la Convenció n, es preciso que el
tribunal superior reú na las características jurisdiccionales que lo legitiman
para conocer del caso concreto226.

Dentro de las características que debe reunir el recurso que contempla el art. 8.2.h,
la Corte ha establecido en el Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica que:

Debe ser un recurso ordinario eficaz mediante el cual un juez o tribunal


superior procure la correcció n de decisiones jurisdiccionales contrarias al
derecho (pá rr. 161). Debe tratarse de un recurso accesible, sin requerir
mayores complejidades que tornen ilusorio este derecho (pá rr. 164). Lo
importante es que se garantice un examen integral de la decisió n recurrida,
con independencia de la denominació n (pá rr. 165).

De estos pará metros la Corte concluyó que los Estados tienen un margen de
apreciació n para regular el ejercicio de ese recurso, empero no pueden establecer
restricciones o requisitos que infrinjan la esencia misma del derecho de recurrir
del fallo (pá rr. 161). De ahí que ha estimado, en el caso Mohamed vs. Argentina que
las formalidades requeridas para que el recurso sea admitido deben ser mínimas y
no deben constituir un obstá culo para que el recurso cumpla con su fin de
examinar y resolver los agravios sustentados por el recurrente 227.

En este ú ltimo caso se ha pronunciado respecto del alcance de la revisió n y el


cará cter de examen integral que debe reunir, señ alando que independientemente
del régimen o sistema recursivo que adopten los Estados partes y de la
denominació n que den al medio de impugnació n de la sentencia condenatoria,
debe entenderse que:

Para que el recurso sea eficaz debe constituir un medio adecuado para
procurar la correcció n de una condena erró nea. Ello requiere que pueda
analizar cuestiones fá cticas, probatorias y jurídicas en que se basa la
sentencia impugnada, puesto que en la actividad jurisdiccional existe una
interdependencia entre las determinaciones fá cticas y la aplicació n del
derecho, de forma tal que una erró nea determinació n de los hechos implica
una errada o indebida aplicació n del derecho. Consecuentemente, las
causales de procedencia del recurso deben posibilitar un control amplio de
los aspectos impugnados de la sentencia condenatoria 228.

Tratá ndose de los casos de condena, ha sido en el Caso Barreto Leiva vs. Venezuela,
en el que la Corte enfatizó que la doble conformidad judicial, expresada mediante
la íntegra revisió n del fallo condenatorio, confirma el fundamento y otorga mayor

226
Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 30 de
mayo de 1999, párr. 161. También puede verse el Caso Lori Berenson Mejía vs. Perú. Fondo,
reparaciones y costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2004, párr. 193.
227
Corte IDH. Caso Mohamed vs. Argentina, op.cit. párr. 99.
228
Corte IDH. Caso Mohamed vs. Argentina, op. cit. párr. 100.
credibilidad al acto jurisdiccional del Estado, y al mismo tiempo brinda mayor
seguridad y tutela a los derechos del condenado229.

En cuanto al juez o tribunal superior que debe resolver el recurso la Corte ha


subrayado en el Caso Castillo Petruzzi vs. Perú que el proceso penal es uno solo y
que el concepto de juez natural y el principio de debido proceso legal rigen a lo
largo de todas sus etapas y se proyectan sobre las diversas instancias procesales.

Así, una verdadera garantía de reconsideració n del caso será aquella que se
configura ante un ó rgano jurisdiccional superior que atienda las exigencias
de competencia, imparcialidad e independencia que la Convenció n
establece230. Ademá s, dicho juez o tribunal debe cumplir con el deber
especial de protecció n de las garantías judiciales y el debido proceso a
todas las partes que intervienen en el proceso penal de conformidad con
los principios que lo rigen231

De esta manera en el caso Mohamed vs. Argentina, ha precisado que:

Los Estado deben asegurar que dicho recurso contra la sentencia


condenatoria respete las garantías procesales mínimas que, bajo el art. 8 de
la Convenció n, resulten relevantes y necesarias para resolver los agravios
planteados por el recurrente, lo cual no implica que deba realizarse un
nuevo juicio oral (pá rr. 100). En todo caso, la inexistencia de un recurso
judicial que garantice la revisió n de la sentencia de condena o la aplicació n
de unos recursos judiciales que tampoco garantizaron tal derecho a
recurrir del fallo implican un incumplimiento del Estado del deber general
de adecuar su ordenamiento jurídico interno para asegurar la realizació n
de la garantía judicial protegida por el art. 8.2.h. de la Convenció n (pá rr.
166).

En el Caso Mohamed vs. Argentina, la Corte se pronunció ante el caso de un


inculpado al que le fue impuesta por primera vez una sentencia condenatoria en
segunda instancia, esto es, que fue condenado mediante el fallo que revocaba una
decisió n absolutoria. En dicha oportunidad, teniendo en cuenta que las garantías
judiciales buscan que quien esté incurso en un proceso no sea sometido a
decisiones arbitrarias, la Corte Consideró que resultaba contrario al propó sito del
art. 8.2 no garantizarlo. Así, retomando la jurisprudencia segú n la cual el derecho a
recurrir el fallo se debe garantizar a todo condenado, el Tribunal concluyó que
interpretar algo distinto, “implicaría dejar al condenado desprovisto de un recurso
contra la condena. Por ello, destacó que se trata de una garantía del individuo
frente al Estado y no solamente una guía que orienta el diseñ o de los sistemas de
impugnació n en los ordenamientos jurídicos de los Estados Partes de la
Convenció n232.

De otro lado, cabe recordar que la Corte ha considerado en el caso Ló pez Mendoza
vs. Venezuela que:
229
Corte IDH. Caso Barreto Leiva. Vs. Venezuela. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 17 de
noviembre de 2009, párr. 89.
230
Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi vs. Perú, op. cit. 161
231
Corte IDH. Caso Herrera Ulloa vs. Costa Rica, op. cit. párr. 163.
232
Corte IDH. Caso Mohamed vs. Argentina, op.cit. párr. 92.
No es per se contrario a la Convenció n Americana que se establezca en el
derecho interno de los Estados que en determinados procedimientos,
ciertos actos de trá mite no son objeto de impugnació n233.

Finalmente, entre los casos de actuaciones u omisiones que obstaculizan la


materializació n de este derecho, la Corte ha considerado en el caso Vélez Loor vs.
Panamá que:

Se genera una situació n de impedimento fá ctico para asegurar un acceso


real al derecho a recurrir, cuando la sentencia a impugnar no es notificada
al inculpado, de modo que, ademá s de colocarlo en un estado de
incertidumbre respecto de una situació n jurídica, torna impracticable el
ejercicio del referido derecho234.

Ordinario eficaz

10. Derecho del inculpado absuelto por una sentencia


firme a no ser sometido a nuevo juicio por los mismos
hechos: principio de ne bis in ídem (art. 8.4)
El art. 8.4 de la Convenció n instituye la prohibició n de doble enjuiciamiento,
señ alar que “El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido
a nuevo juicio por los mismos hechos”.

Siguiendo lo expresado por Daniel O’Donnel235 la redacció n es má s amplia a la


establecida en el art. 14.7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos
que señ ala que “Nadie podrá ser juzgado ni sancionado por un delito por el cual
haya sido ya condenado o absuelto por una sentencia firme de acuerdo con la ley y
el procedimiento penal de cada país”, porque la redacció n de la Convenció n
protege a toda persona frente a la persecució n penal por “los mismos hechos”,
mientras que el art. 14.7 utiliza la expresió n “delito”. De otro lado, el art. 8.4 de la
Convenció n resulta ser má s restrictiva porque protege a las personas que han sido
“exculpada por una sentencia firme”, en tanto que el 14.7 protege tanto a personas
condenadas como absueltas.

Esta diferencia fue constatada por la Corte en el Caso Loayza Tamayo vs. Perú , en
el cual un tribunal militar procesó y absolvió por el delito de traició n a la patria a
María Elena Loayza Tamayo y posteriormente un tribunal ordinario la proceso por
el delito de terrorismo. Al respecto, la Corte consideró que el artículo 8.4 de la
Convenció n Americana prohíbe el doble enjuiciamiento respecto de los «mismos
hechos» a diferencia de la disposició n aná loga del sistema universal que extiende
la protecció n del doble enjuiciamiento ante el mismo delito, de tal modo que la

233
Corte IDH. López Mendoza vs. Venezuela, op. cit. párr. 120.
234
Corte IDH. Caso Vélez Loor vs. Panamá, op. cit. parr. 180.
235
O’Donnel D. Derecho internacional de los derechos humanos. Normativa jurisprudencia y doctrina de
los sistemas universal e interamericano. Bogotá: Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las
Naciones Unidas para los Derechos Humanos, 2004, p. 452.
garantía del Sistema Interamericano resulta má s protectora al usar un «término
má s amplio en beneficio de la víctima». En virtud de ello, consideró que se
incumplió con la prohibició n de doble enjuiciamiento236.

La Corte en los casos Cantoral Benevides vs. Perú y Acevedo Jaramillo y otros vs.
Perú ha definido que la situació n regulada por el art. 8.4 de la Convenció n supone
dos momentos:

La realizació n de un primer juicio que se pronuncia sobre el fondo del asunto, y


La culminació n del mismo en una sentencia firme de cará cter absolutorio, es decir,
con una decisió n adoptada de forma definitiva y obligatoria que absuelve al
inculpado237.

De conformidad con la doctrina el principio del ne bis in ídem, encuentra dos


justificaciones. En primer lugar, desde una perspectiva de derechos humanos,
“para proteger a las personas frente al uso indiscriminado del poder punitivo del
Estado”. En segundo lugar, desde una posició n má s pragmá tica, “para evitar dobles
procesamiento que llevan al uso inefectivo de los recursos de administració n de
justicia, e incluso a sentencias contradictorias238.

La Corte en los casos Cantoral Benavides vs. Perú , Almonacid Arellano y otros vs.
Chile, entre otros, ha resaltado en su jurisprudencia que este derecho no es
absoluto y que, en consecuencia, no resulta aplicable cuando:

1. la actuació n del tribunal que conoció el caso y decidió sobreseer o absolver al


responsable de una violació n a los derechos humanos al derecho internacional
obedeció al propó sito de sustraer al acusado de su responsabilidad penal;

2. el procedimiento no fue instruido independiente o imparcialmente de


conformidad con las debidas garantías procesales239;

3. no hubo la intenció n real de someter al responsable a la acció n de la justicia 240.

236
Corte IDH. Caso Caso Loayza Tamayo vs. Perú. Fondo. Sentencia del 17 de septiembrede 1997, párr.
66. En el mismo sentido. Corte IDH. Caso Mohamed vs. Argentina, op. cit. párr. 121. 237 Corte IDH. Caso
Cantoral Benavides vs. Perú, op. cit. párr. 137, volvió a examinar el juzgamiento absolutorio de Luis
Alberto Cantoral Benavides por un tribunal militar y su condena por el fuero de justicia ordinario. Vid.
Corte IDH. Caso Acevedo Jaramillo y otros vs. Perú, op. cit. párr. 167. Asimismo, en el Caso Lori Berenson
Mejía vs. Perú, la Corte volvió a examinar las intervenciones del fuero militar y el fuero civil en el
juzgamiento del delito de terrorismo. La Corte consideró que como el Consejo Supremo de Justicia
Militar declinó su competencia no se configuró un proceso absolutorio mediante sentencia firme
(requisito exigido por el art. 8.4 de la Convención). Corte IDH. Caso Lori Berenson Mejía vs. Perú. Fondo,
Reparaciones y Costas. Sentencia de 25 de noviembre de 2004, párr. 208. 238 Fundación para el Debido
Proceso Legal, Digesto de jurisprudencia latinoamericana sobre crímines de derecho internacional,
Washington DC, Fundación para el Debido Proceso Legal, 2009, p. 319. 239 Corte IDH. Caso Cantoral
Benavides vs. Perú, op. cit. párrs. 137-139, y Corte IDH Nadege Dorzema y otros vs. República
Dominicana, op. cit. párr. 195.
240
Corte IDH. Caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile, op. cit. párr. 154 y Caso Nadege Dorzema y otros
vs. República Dominicana, op cit. párr. 195.
De esta manera, la Corte en los casos Almonacid Arellano y otros vs. Chile y Carpio
Nicolle y otros vs. Guatemala concluyó :

Una sentencia pronunciada en las circunstancias indicadas produce una


cosa juzgada aparente o fraudulenta, es decir, que resulta de un juicio en el
que no se han respetado las reglas del debido proceso, o en el que los
jueces no obraron con independencia e imparcialidad 241.

Asimismo, añ adió que no puede alegarse la prohibició n de doble enjuiciamiento


para eludir las obligaciones de judicializació n de las violaciones de derechos
humanos:

Si aparecen nuevos hechos o pruebas que puedan permitir la


determinació n de los responsables de violaciones a los derechos humanos,
y má s aú n, de los responsables de crímenes de lesa humanidad, pueden ser
reabiertas las investigaciones, incluso si existe una sentencia absolutoria en
calidad de cosa juzgada, puesto que las exigencias de la justicia, los
derechos de las víctimas y la letra y espíritu de la Convenció n Americana
desplazan la protecció n del ne bes in ídem242.

Sobre el particular, la Corte en el caso Genie Lacayo vs. Nicaragua ha señ alado que,
ante su jurisdicció n “eventualmente puede discutirse la autoridad de cosa juzgada
de una decisió n cuando ésta afecta derechos de individuos protegidos por la
Convenció n y se demuestra que existe una causal para su cuestionamiento 243.
como las citadas, por ejemplo.

De esta manera la Corte ha declarado en el caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú
sostuvo si los actos en que se sostiene la sentencia está n afectados por vicios
graves, que los privan de la eficacia que debieran tener en condiciones normales, la
sentencia no subsistirá 244.

Por tanto, de acuerdo con lo establecido en el caso De la Masacre de la Rochela vs.


Colombia:

241
Corte IDH. Caso Carpio Nicolle y otros vs. Guatemala. Fondo, reparaciones y costas. Sentencia de 22
de noviembre de 2004, párr. 131. Caso Caso Nadege Dorzema y otros vs. República Dominicana, op. cit.,
párr. 195.
242
El Estado no podrá argumentar el principio ne bis in ídem, así como cualquier excluyente similar de
responsabilidad, para excusarse de su deber de investigar y sancionar a los responsables. Corte IDH.
Caso Almonacid Arellano y otros vs. Chile, op. cit., párr. 154. En el caso Barrios Altos vs. Perú, por los
actos cometidos por el Grupo Colina, la Corte determinó que no son inadmisible las disposiciones de
amnistía, las disposiciones de prescripción y el establecimiento de excluyentes de responsabilidad que
pretendan impedir la investigación y sanción de los responsables de las violaciones graves de los
derechos humanos tales como la tortura, las ejecuciones sumarias, extralegales o arbitrarias y las
desapariciones forzadas, todas ellas prohibidas por contravenir derechos inderogables reconocidos por
el Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Corte IDH. Barrios Altos vs. Perú. Fondo. Sentencia
de 14 de marzo de 2001, párr. 41.
243
Corte IDH. Caso Genie Lacayo vs. Nicaragua. Solicitud de Revisión de la Sentencia de fondo,
reparaciones y costas. Resolución de la Corte de 13 de septiembre de 1997, párrs. 10 al 12, Corte IDH.
Caso Amonacid Arellano y otros vs. Chile, op. cit. párr. 154.
244
Corte IDH. Caso Castillo Petruzzi y otros vs. Perú, op. cit. párr. 219.

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