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Marco teórico:

No importa cómo avance el tiempo, el género de la ciencia ficción siempre se va reinventando y


siempre logra seguir captando adeptos. Esto se ve con claridad en las novelas distópicas, las cuales
tienen sus primeras apariciones a finales del siglo XIX y que además, funcionan como una especie de
“protesta” o incluso, de “predicción” acerca del modo en que ciertos sistemas de gobierno o ideales
sociales pueden recaer en una situación de extremismo (por ejemplo: fascismo, comunismo,
teocracias, capitalismo, feminismo mal entendido, etc.).

“Cadáver exquisito” es una novela distópica escrita en el año 2017 por la escritora argentina Agustina
Bazterrica y que obtuvo el Premio Clarín Novela ese mismo año. Está ambientada en Buenos Aires y
cuenta la historia de cómo un virus letal ha infectado a los animales y estos han tenido que ser
sacrificados. Su carne ya no puede ser consumida nunca más por los humanos y el veganismo se
muestra como una alternativa, pero científicos del mundo no tardan mucho tiempo en descubrir que
comer carne es fundamental, por lo que se permite el canibalismo industrializado. Se legaliza la cría,
reproducción, matanza y procesamiento de la carne humana. Esta situación pone en tela de juicio
aquello que nos hace seres humanos o en otras palabras, deja de manifiesto la deshumanización que
impera en la sociedad que presenta el libro.

Para analizar el modo a través del cual se presenta la deshumanización en la novela distópica
“Cadáver exquisito” debemos partir definiendo una serie de conceptos que son de extrema relevancia
para desarrollar los argumentos que presentaremos más adelante.

Primero, las distopías designan a la contraparte de la utopía, por lo que no podemos pretender
consignar lo que son los relatos distópicos sin mencionar al tipo de mundo del cual deriva. Según
Oscar Martínez Peñate, investigador académico, la utopía es la descripción de una sociedad ideal,
desde el punto de vista económico, militar, político, religioso y jurídico.

Es una sociedad caracterizada por la eficiencia de las instituciones sociales y políticas, asimismo por
poseer un ordenamiento jurídico de pocas leyes, de tal forma que los abogados son excluidos; entre
los utopianos hay una distribución justa de las riquezas, existe un límite de las mismas, se castiga la
ambición y la corrupción, prevalece la meritocracia en los puestos del gobierno.

A partir de esto, ya se puede inferir que la distopía podemos definirla como un subgénero dentro de la
ciencia ficción que suele oponerse a la utopía. Los temas que trata dan cuenta de una mirada de un
posible futuro oscuro, apocalíptico e indeseable, opresivo y con densas tramas de poder, en el que la
vida del ser humano como individuo y la vida en sociedad en particular se ven limitadas y/o
controladas por distintas instituciones que tienden a poseer un carácter represivo.

Francisco Martorell Campos, Doctor en Filosofía con Premio Extraordinario de Doctorado en la


Universitat de València, define a las novelas distópicas como un “diagnóstico de las patologías de la
civilización occidental maquinado para trasladar a las personas corrientes hacia el cuestionamiento del
sistema dominante, con un contenido que traza no pocas intersecciones con los diagnósticos
filosóficos”.

Asimismo, a juicio de Elisabetta Di Minico, doctora con Mención Internacional en Historia


Contemporánea por la Universidad de Barcelona, el significado es que corresponde a “un discurso
insurrecto dotado de impulsos utópicos que analiza y rebate los sistemas de dominación”.
Este subgénero de la ciencia ficción tiene obras insignes como Un mundo feliz, de Aldous Huxley,
1984, de George Orwell y Fahrenheit 451, de Ray Bradbury.

Úrsula K. Le Guin1 (2015) indaga los conceptos de utopía y distopía a partir del símbolo de
Yang-Yin. Nos dice:

“Cada medio contiene en su interior una porción de la otra, lo que significa su interdependencia
completa e intermutable continua. La cifra no es estática: cada mitad contiene la semilla de la
transformación. El símbolo representa un proceso. Puede ser útil pensar en la utopía en términos de
este símbolo chino, sobre todo si uno está dispuesto a renunciar a la suposición habitual de que yang
es superior a ying en lugar de considerar la interdependencia e intermutabilidad de los dos como la
característica esencial del símbolo. (…) Yang es control, Ying, aceptación. (…). Tanto la utopía como
la distopía suelen ser un enclave de control máximo rodeado de un desierto. (…) Los buenos
ciudadanos de la utopía consideran que el desierto es peligroso, hostil, inhabitable; en cambio, los
distópicos aventureros y rebeldes consideran que representa el cambio y la libertad. Así se observa la
intermutabilidad del Yang y el Ying: el desierto misterioso, oscuro, rodea a un lugar seguro, brillante y
abierto”.

En palabras más simples, la relación entre la utopía y la distopía es que ambas coexisten en un nexo
de oposición y dependencia, el cual implica que una no existe sin la otra, ya que los relatos distópicos
dan cuenta del modo a través del cual se pueden llegar a corromper estas sociedades que muchas
veces se consideran como “perfectas”, cosa que se aprecia en la utopía.

Articulando lo anterior, podemos decir que uno de los efectos que genera la existencia de una
sociedad corrompida por sistemas de gobierno o ideales que son llevados al extremo, tales como:
fascismo, comunismo, teocracias, capitalismo o feminismo mal entendido, es la pérdida de lo que
define al ser humano como individuo, lo cual se aprecia de distintas maneras en cada distopía, pero, es
un elemento que comparten entre sí. Para hacer un contraste tomaremos la historia de Ray Bradburry,
Fahrenheit 451 y la de Agustina Bazterrica, Cadáver exquisito.

La primera obra nos presenta una sociedad donde un gobierno, el cual se podría tomar como
totalitario, establece una prohibición de la lectura y junto con ello, se pasa a normar el pensamiento, a
través de la quema de libros, cosa que representa la intención de perpetrar un estado de ignorancia en
la población, debido a que este iba a posibilitar que no existieran disidencias que atentan contra el
orden instaurado.

En la segunda historia se legaliza el canibalismo, porque un virus letal que afecta a todo el mundo
genera que la carne de los animales produzca enfermedades, cosa que deviene en una “transición”
hacia el faenamiento de carne humana. Esta situación produce una segregación sistemática entre las
personas que comen y las que son comidas, cosa que se deja en evidencia en las primeras páginas del
libro, donde el protagonista muestra que la palabra “humanos” no está permitida para hacer referencia
a los sujetos que actúan como animales indefensos y que son tratados y manufacturados como se hacía
con cualquier cerdo o vaca antes de la Transición y además de lo anterior, el procesamiento que se
lleva a cabo en los frigoríficos no recibe el epíteto de “asesinato”, ya que dentro del marco legal, estos
individuos dejaron de ser considerados como “personas”.
Ambos textos pueden ser relacionados en el hecho de que dan cuenta de la forma a través de la cual
dos sociedades van perdiendo su humanidad. Inicialmente tenemos cómo se gesta una represión
estatal para reprimir la libertad de pensamiento. Por otra parte, tenemos la forma en que se utiliza la
ley para fijar quiénes son personas y quiénes no lo son, lo que genera que sean procesados como
alimento.

El punto del párrafo previo abre otra interrogante que trataremos en el cuerpo de este ensayo, la cual
es si realmente la ley es capaz de redefinir los que entran en la denominación de seres humanos y los
que no o expresado de otro modo, ¿que algo sea legal, lo vuelve legítimo?

Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, legal se entiende como: “prescrito
por ley y conforme a ella. Perteneciente o relativo a la ley o al derecho”. En consecuencia, a la hora de
referirnos a algo legal, estamos hablando de que va de acuerdo a la ley.

El segundo término es un poco más amplio, ya que posee varias acepciones, mas nosotros nos
remitiremos al hecho de que aquello que es legítimo también es correcto, justo, auténtico, moral y
ético.

Tomando ambas definiciones podemos concluir que legal y legítimo no son lo mismo y tampoco van
de la mano, es decir, no todo lo que es legal es legítimo.

Añadiendo a lo anterior, para el desarrollo de la tesis también se vuelve necesario estipular qué es la
deshumanización.

El concepto cuenta con varias definiciones, pero, la más pertinente es la de Erik Erikson, quien dice lo
siguiente: “[L]a gente pierde el sentido de ser una especie y trata de transformar a otros en una especie
mortal y peligrosa, una que no cuenta, una que no es humana… Los puedes matar sin sentir que
mataste a uno de tu propia especie”.

Llevando esto al texto que estamos estudiando, queda de manifiesto que no nos parece legítimo que
dentro de la sociedad del libro se busque imponer que las personas perciban a los individuos que son
faenados como “no humanos”, por muy legal que esto sea, cosa que será precisada a través del cuerpo
argumentativo.

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