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De la conquista a
la naturalización del papel de
cuidadoras de las mujeres pa-
ra situarlo en la condición de
persona.
Laura Pautassi
Marzo 2023
T R A BA J O Y J US T I CI A SOCI A L
El derecho
al cuidado.
De la conquista a
su ejercicio efectivo
Índice
INTRODUCCIÓN 2
1. EL PUNTO DE PARTIDA 3
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 13
1
FRIEDRICH-EBERT-STIFTUNG – ANÁLISIS – TRABAJO Y JUSTICIA SOCIAL
INTRODUCCIÓN *
2
EL DERECHO AL CUIDADO. DE LA CONQUISTA A SU EJERCICIO EFECTIVO
1.
EL PUNTO DE PARTIDA
Los cuidados concentran la atención en América Latina y es Latina que habitan en hogares con niños, niñas y adolescen-
porque son vitales para las personas a lo largo de toda la tes (NNA) menores de 15 años afirma que no trabaja de for-
vida, permiten el desenvolvimiento de las familias, nutren y ma remunerada por atender responsabilidades de cuidados,
fortalecen a las personas, contribuyen a la reproducción mientras que en hogares sin presencia de NNA del mismo
social y de la fuerza de trabajo (Tronto, 2006), generan grupo etario solo 18% no lo hace (CEPAL, 2021, p. 200). A
cadenas de valor económico (Martínez Franzoni, 2021), son ello debe agregarse el impacto diferencial por niveles de in-
centrales para el desarrollo económico y tienen impacto en gresos, ya que en los hogares pertenecientes a los niveles
la subjetividad (Lamas, 2018). Los cuidados son esenciales más bajos de ingresos (primer quintil) una de cada tres muje-
para el desarrollo de las infancias o durante el curso de vida res de 20 a 59 años está fuera del mercado laboral debido a
de las personas con discapacidad o con enfermedades, y responsabilidades familiares, mientras que en el quinto quin-
resultan indispensables para las personas mayores y para el til solo 5%. Las mujeres de menores ingresos dedican 39%
cuidado ambiental (Rico y Marco Navarro, 2013). más de horas semanales al trabajo de cuidado que sus pares
varones en hogares del quintil de mayores ingresos (CEPAL,
Los cuidados son un bien público fundamental para toda la 2021, p. 200). Por el contrario, la respuesta para con las per-
sociedad, pues garantizan la sostenibilidad de la vida indivi- sonas proveedoras y receptoras de cuidados fue condiciona-
dual y colectiva (Durán, 2012; Rodríguez Enríquez, 2012). da a determinadas prestaciones, incorporadas en leyes labo-
Nada puede funcionar como tampoco nadie puede vivir sin rales, obligaciones en el marco del derecho civil, o como
cuidados. Sin embargo, permanecieron invisibilizados a lo parte de la oferta privada vinculada con la disponibilidad de
largo de los siglos, a pesar de las demandas del movimiento ingresos monetarios. Sin embargo, no se estableció como eje
feminista y de la relevante producción académica a escala central de los sistemas de políticas sociales.
mundial y en América Latina en particular.
A su vez, la mirada social predominante fue la naturalización de
El problema central reside en que los cuidados son asumidos la capacidad de las mujeres para cuidar, dotando a esa “natura-
prácticamente de manera exclusiva por las mujeres. leza” de atributos y de una carga valorativa que las retuvo en el
Mantenerlos ocultos fue parte de las estrategias patriarcales ámbito privado y doméstico de las relaciones interpersonales
que posibilitaron no discutir la injusta división sexual del tra- (Pautassi, 2009).
bajo remunerado en el mercado de trabajo, así como el no
remunerado en el interior de los hogares y de las familias, si- Lejos de asumir el Estado como garante del bienestar un rol
tuación que configura desigualdades profundas y que inter- activo, la organización social del cuidado fue marginal dentro
secta de modo diferencial según género, raza, nivel educati- de las estructuras de los regímenes de bienestar en América
vo y condición migratoria (Torres Santana, 2020). En la Latina, que se concentraron en procurar la inserción asalaria-
actualidad, la evidencia empírica disponible muestra que las da formal a partir de consagrar la figura del trabajador ideal
mujeres en América Latina dedican 19.6% de su tiempo al varón, blanco y heterosexual. Ello presuponía la existencia
trabajo de cuidados no remunerado mientras que los varones principal o exclusiva de familias nucleares, sin reparar en las
solamente destinan 7.3%, es decir, las mujeres triplican el condiciones y los facilitadores de la inserción productiva de
tiempo comprometido (Comisión Económica para América esos trabajadores. Este ideal fue la base de la organización de
Latina y el Caribe [CEPAL], 2022a, p. 15). los regímenes de bienestar a partir de mediados del siglo XX
en los países centrales, pero también en Latinoamérica
Este ocultamiento llevó a negar al ámbito privado como es- (Marco Navarro et. al., 2019; Martínez Franzoni, 2008).
pacio de producción y organización del cuidado. El hecho de
que esta situación de extrema injusticia afecte a las mujeres En los países europeos, el proceso de recuperación econó-
en su vida, sus oportunidades laborales, la disponibilidad de mica tras el final de la Segunda Guerra Mundial se basó fun-
tiempo, el ejercicio de su autonomía y su bienestar en gene- damentalmente en un supuesto de pleno empleo masculi-
ral, no resultó objeto de preocupación en América Latina, no, lo que incentivaba la permanencia de las mujeres en el
como tampoco se tradujo en políticas públicas. Una vez más hogar y asumía la centralidad que ese trabajo no remunera-
la evidencia es contundente: 60% de las mujeres en América do aportaría a la reconstrucción de sociedades arrasadas por
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FRIEDRICH-EBERT-STIFTUNG – ANÁLISIS – TRABAJO Y JUSTICIA SOCIAL
los conflictos bélicos. A modo de ejemplo, la incorporación (transferencias monetarias) y la infraestructura necesaria (cen-
de electrodomésticos fue clave para garantizar este círculo tros de cuidado infantil), como parte de arreglos colectivos y
virtuoso de empleo masculino-trabajo de cuidado no remu- no soluciones individuales (Gherardi y Pautassi, 2020). De esta
nerado a cargo de las mujeres. Esta tecnología reorganizó el manera, las prestaciones de seguridad social se concentraron
trabajo dentro de los hogares y fue un elemento para la co- en proveer seguridad para las contingencias futuras –como el
hesión social, ya que las mujeres pasaron a estar “casadas crecimiento y la expansión del núcleo familiar, la enfermedad,
con el welfare state” (Lefaucheur, 1993). La “revolución” la pasividad laboral–, pero para los trabajadores asalariados
que significó el ingreso de máquinas lavadoras, entre otros formales, centralmente varones, y por cascada o goteo estas
electrodomésticos, fue central porque posibilitó un alivio del prestaciones abarcaban a la esposa y a hijos, hijas e hijes,
trabajo físico y la organización del tiempo. Se consolidó un aunque también se podía extender a las y los progenitores.
vínculo entre las políticas estatales y el trabajo en el hogar,
funcional al desarrollo de los sistemas capitalistas modernos, Esta red de seguridad en el empleo se basó en un pacto soli-
delegando en las mujeres la provisión del bienestar y exi- dario intergeneracional implícito entre trabajadores formales
miendo los Estados, –y a los varones– de su responsabilidad que incluía solo a titulares de la relación laboral, sin conside-
(Orloff, 2006; Borderías et al., 1994). rar al trabajo de cuidado no remunerado de las mujeres co-
mo parte de dicho acuerdo. De este modo, las mujeres obtu-
Una diferencia interesante la presenta Torres Santana (2020) vieron prestaciones de seguridad social por su vínculo con el
respecto a los países del “socialismo real”, en los que las trabajador, reforzando el control patriarcal, pues debía vali-
mujeres reclamaron tempranamente la corresponsabilidad darse con el certificado nupcial, el cual habilitaba la cobertu-
social de los cuidados que permitiera su incorporación con ra de ciertas prestaciones, pero no un reconocimiento como
mayor autonomía en el empleo remunerado, lo que estuvo derecho propio (Pautassi, 1995). En otros términos, las bases
acompañado por la presencia de infraestructura de cuida- normativas regulatorias de las relaciones civiles, familiares y
dos, especialmente para niños, niñas y adolescentes y con laborales remuneradas no incluyeron la ruptura conceptual y
ello posibilitara avances en el proceso de proletarización y empírica producida por el feminismo en torno al trabajo y a
autonomía económica de las mujeres. No obstante, estos los cuidados, consolidando los múltiples sesgos de género
progresos, en términos de la responsabilidad social de los todavía hoy vigentes, pero dejando particularmente despro-
cuidados, chocaron con la rígida división sexual del trabajo tegidas a las mujeres y sin posibilidad de ejercicio de una vida
en el seno de los hogares, y la demandada emancipación autónoma. Todavía más grave, sin consideración alguna del
quedó a mitad de camino con dobles o triples jornadas de subsidio directo de las mujeres a las políticas sociales, al
trabajo para las mujeres (Torres Santana, 2020). Estado y a los varones (Marco Navarro et. al., 2019).
En el caso latinoamericano, el supuesto del pleno empleo Es hasta este siglo XXI, a partir de la reivindicación de los
también fue masculino, en particular en los países del Cono movimientos de mujeres y feministas, que se presiona para
Sur, que desarrollan los pioneros regímenes de bienestar. Allí su inclusión en la agenda social y pública. La célebre frase
se crearon sistemas caracterizados como híbridos institucio- de Silvia Federici (2018, p. 32) “que, en ausencia de salario,
nales, en los que la figura del varón proveedor y la esposa siempre ha aparecido [el trabajo doméstico y de cuidado]
“ama de casa” fueron la base de su desarrollo. Esto fortaleció como si se tratase de un acto de amor”, se tradujo en nu-
la organización social con base en hogares nucleares hetero- merosas manifestaciones de arte callejero o consignas de
sexuales, con sesgos coloniales y clasistas para los sectores las cada vez más masivas marchas del 8 de Marzo, denun-
medios a partir de la presencia de una trabajadora de servicio ciando que “eso que llaman amor es trabajo no pago”. Por
doméstico remunerado (Pautassi, 2005). Esta dinámica tenía ese camino se ha afianzado el reconocimiento de los cuida-
su arraigo en las legislaciones civiles y de familias, cuyo anda- dos no remunerados como trabajo, con un fuerte impulso
miaje elaborado a fines del siglo XIX establecía la sujeción de durante la pandemia del COVID-19. Al mismo tiempo, las
las mujeres a la autoridad del padre o al esposo, sin ejercicio políticas de cuidado comienzan a incorporarse con mayor
pleno de su autonomía. Con respecto a las responsabilidades fuerza en los sistemas de protección social, con arreglos
de cuidados de NNA, se delegaban las tareas cotidianas en las específicos, como los sistemas nacionales de cuidados
mujeres consideradas como madres, aunque no se les otorga- (Batthyany, 2021). También se han definido normativas in-
ba el ejercicio de la patria potestad, ni la libre administración ternacionales y regionales, junto con avances en las consti-
de su patrimonio, con la consiguiente necesidad de ser auto- tuciones políticas. Sin embargo, todavía es una esfera en
rizadas por el varón para ejercer algún acto ciudadano o construcción con disímiles niveles de institucionalización,
trabajar con remuneración (Marco Navarro, 2009). expansión y capacidades fiscales. Como documenta Torres
Santana (2021), América Latina transita la ubicación de los
Esta base normativa del derecho civil cristalizó la frontera en- cuidados desde el centro de la vida al centro de la política.
tre el ámbito público y el privado, ambos sujetos a la autori-
dad patriarcal. Entre otros efectos, impidió la consideración de En sintonía con este tránsito, en América Latina se ha avanza-
las actividades de cuidados en los hogares como trabajo. En el do de manera considerable en la desvinculación del cuidado
caso del empleo remunerado formal, el derecho a la seguri- de la esfera privada y de la inserción laboral formal. A partir
dad social prestó cobertura a algunas situaciones asociadas al de ello, propusimos el reconocimiento del cuidado como de-
cuidado, como el tiempo para cuidar (sistemas de licencias recho humano: el derecho a cuidar, a ser cuidado y a cuidarse
por embarazo, nacimiento y lactancia), el dinero (autocuidado) (Pautassi, 2007). El principal fundamento es
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EL DERECHO AL CUIDADO. DE LA CONQUISTA A SU EJERCICIO EFECTIVO
que no es posible consolidar políticas públicas o sistemas de los varones, quienes han tenido amplias facultades para
cuidados sin un enfoque de igualdad y de género. obviar estas obligaciones simplemente ignorándolas y de-
jando que otras –hermanas, esposas o hijas– las asuman.
Formular el cuidado como un derecho humano rompe con Esta histórica evasión de obligaciones familiares y colecti-
la naturalización del papel de cuidadoras de las mujeres vas, que no ha generado mayores consecuencias y ha go-
para situarlo en la condición de persona (Pautassi, 2007). zado de una amplia moratoria social y patriarcal, es lo que
Este reconocimiento incorpora no sólo una definición po- el derecho al cuidado viene a transformar.
derosa asociada a su carácter de derecho humano, sino
que establece responsabilidades, garantías y satisfactores; En concordancia, la posibilidad de desvincular la necesidad
otorga un papel central al Estado, pero también establece de cuidar o ser cuidado de los satisfactores implica una
obligaciones para el sector privado, para los mercados y en transformación en su abordaje. En concreto, el reconoci-
los ámbitos comunitarios. Además, ubica a los varones co- miento del cuidado como un derecho humano de cada
mo prestadores directos de sus obligaciones en torno al persona, permite su consideración como trabajo, pero a la
cuidado y como activos partícipes del bienestar. vez puede ser invocado por cualquier persona de manera
autónoma con independencia de si necesita cuidar, si debe
Ser titular del derecho al cuidado es una potestad que re- ser cuidado o cuidada; o si reviste alguna de las condicio-
quiere tutela, garantías y prestaciones concretas, pero a la nes hasta ahora habilitadas para gestionarlo, como trabajar
vez obliga a cumplir con los mandatos intrínsecos. Por como asalariado o asalariada formal o encontrarse en con-
ejemplo, el derecho a decidir tener hijas, hijos o hijes y su diciones de pobreza, padecer alguna enfermedad o encon-
espaciamiento implica tanto una elección libre e informada trarse en un momento vital para recibirlo, como en el caso
–cuando el ordenamiento jurídico lo prevé– como la consi- de NNA, personas mayores o con discapacidad.
guiente obligación de asumir, de manera conjunta y en
igualdad de dedicación, tiempo y recursos para el cuidado Ahora bien, ¿cuánto se sabe respecto al cuidado como de-
por parte de ambos progenitores. De igual forma, se ex- recho humano? ¿Cómo surge? ¿Qué particularidad o dife-
tienden estas obligaciones a otros vínculos familiares, co- rencia tiene con su condición de trabajo? ¿Hay leyes que lo
mo la obligación de proveer cuidados a progenitores cuan- contemplen? ¿Cómo se vincula con la necesidad? Pero
do lo requieran, hecho que en general tampoco interpela a principalmente, ¿cómo se ejerce?
Tabla 1
Definiciones de cuidado. Un recorrido por la producción latinoamericana
La región de América Latina, a través de la producción académica y la movilización feminista, ha contribuido a la conceptualización
y politización de los cuidados. Sin que se trate de un registro sistemático ni cronológico, pero que reflejan los usos consensuados
“autóctonos” sobre los cuidados a continuación se presentan las principales definiciones que se han elaborado.
Trabajo de cuidado: actividades necesarias para garantizar la supervivencia y reproducción cotidiana de las
personas, pueden o no ser remuneradas, voluntarias u obligatorias, públicas y privadas.
Cuidado directo: actividades de atención directa a otras personas. Por ejemplo, el cuidado cotidiano y en situ-
ación de enfermedad de niños, niñas y adolescentes, personas mayores o personas con alguna discapacidad.
Cuidado indirecto: actividades de mantenimiento del hogar como la limpieza, compra y preparación de
alimentos, lavado, planchado de ropa y todo otro tipo de gestión asociada. Contribuye al cuidado ambiental.
Derecho al cuidado: todas las personas tienen derecho a cuidar, a ser cuidadas y al autocuidado. Los Estados
están obligados a proteger, garantizar y proveer las condiciones materiales y simbólicas para su ejercicio, con-
forme a estándares de derechos humanos y a satisfacerlo de manera progresiva e interdependiente con el ejer-
cicio de otros derechos civiles, políticos (DCyP) y económicos, sociales, culturales y ambientales (DESCA).
Economía del cuidado: proceso bajo el cual se distribuyen, intercambian y consumen los servicios de cuidado
en la sociedad, dentro y fuera de los hogares y que garanticen la sostenibilidad de la vida.
Organización social del cuidado: es el tipo de configuración que establece un régimen social de cuidados
que distribuye y asigna las responsabilidades y los costos del cuidado entre los distintos agentes proveedores:
Estados, mercados, familias y organizaciones sociales y comunitarias.
Sistemas de cuidados: conjunto de acciones de política para equilibrar la oferta y demanda de cuidados con
base en la corresponsabilidad social entre sus diferentes actores (hogares, mercado, Estado y comunidad).
Sociedad del cuidado: promueve una transformación política y una reorganización social de los cuidados,
con la participación activa del Estado, la comunidad y las instituciones públicas y privadas en la provisión de
servicios, buscando superar las desigualdades socioeconómicas y de género, integrando como prioritario el
cuidado del planeta y la sostenibilidad de la vida.
Fuente: Elaboración propia con base en Rico y Marco (2013), Pautassi (2007) Razavi (2007), Rico y Pautassi (e. p.), Rodríguez Enríquez (2012),
Tronto (2020) y CEPAL (2022b).
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FRIEDRICH-EBERT-STIFTUNG – ANÁLISIS – TRABAJO Y JUSTICIA SOCIAL
2.
En los últimos años se han producido en muchos países de de aquellas que prevén esquemas compartidos (licencias
América Latina transformaciones en la legislación civil y del parentales), junto con algunas otras figuras aisladas para
derecho de las familias. Las normas van incorporando len- familias diversas, que han posibilitado una ruptura mode-
tamente regulaciones respecto al matrimonio entre perso- rada del patrón heteronormativo. Sin embargo, resulta to-
nas del mismo sexo, reconocimiento de identidades de davía mucho más complejo en el ámbito privado y también
género y transformaciones en los regímenes de derecho de el comunitario producir una transformación, debido a que
las familias, en particular respecto a las responsabilidades las mujeres cuentan con menos elementos y protección pa-
parentales y obligaciones estatales. Sin embargo, tal como ra delegar y negociar una distribución equitativa con sus
analizamos, este cambio normativo no impacta en la parejas y demás integrantes del hogar. Entre otras razones,
distribución cotidiana de los cuidados. se sitúa el hecho que las familias reproducen las asimetrías
de poder y las dinámicas patriarcales que operan respecto
El otro campo de regulación histórico ha sido el del dere- a los cuidados, lo que impide su distribución un poco más
cho al trabajo y, dentro de él, las denominadas medidas de igualitaria. Incluso más, al estar atravesados por discrimina-
conciliación trabajo-familia. Estas presentan claros sesgos ciones inter e intrageneracionales, las violencias emergen
de género, pues en general establecen dispositivos como como parte de las desigualdades estructurales, que adop-
las licencias, infraestructura y transferencias monetarias or- tan la forma de violencia doméstica, aumentando el dra-
ganizadas a partir de los sistemas de seguridad social (asig- matismo de la situación en detrimento de las condiciones
naciones familiares) destinadas mayormente a las mujeres. de vida y seguridad de las mujeres (Gherardi, 2020).
No obstante, esas regulaciones incluyen escasas disposicio-
nes sobre los varones en su condición de padres o de hijos Lo anterior explica la importancia de haber definido que el
que deben asumir el cuidado de sus progenitores. Valga cuidado es un derecho humano, ya que transforma ese or-
como ejemplo el hecho de que las licencias por nacimiento den de cosas estático durante décadas, y se traduce en las
de hija o hijo para los varones, cuando están reconocidas, tres dimensiones centrales señaladas: “el derecho a cuidar,
oscilan entre 2 y hasta 14 días en los países de América a ser cuidado y al autocuidado” (Pautassi, 2007). Con ello,
Latina (Rico y Robles, 2016). esta definición normativa considera tal derecho en relación
con las personas prestadoras, receptoras o titulares del cui-
Por otra parte, la consideración de la mujer asociada siem- dado; y así lo vincula con los conceptos de vida digna, bien-
pre en términos de una posición (madre, trabajadora, espo- estar, protección a las familias, a la maternidad, a los NNA,
sa, pobre) marca las formas de organización y de desarrollo personas mayores, entre otros.
de los sistemas de políticas sociales regionales (Pautassi,
Faur y Gherardi, 2004). En este sentido, gran parte de los Los principales instrumentos de derechos humanos fueron
dispositivos adoptados en la normativa proveen de condi- sentando las bases e incluyendo al cuidado como un dere-
ciones para que esas madres trabajadoras puedan desem- cho de cada persona y permitieron un camino interpretati-
peñar sus tareas, contando con tiempo para cuidar o in- vo respecto a su alcance. A modo de ejemplo, la Convención
fraestructura de cuidado. De allí la asociación de espacios sobre los Derechos del Niño establece en su artículo 18
de cuidado infantil como “maternales”: guarderías, salas párrafo 1° que corresponde al Estado garantizar “el reco-
cunas, jardines maternales, parvularios. nocimiento del principio que ambos padres tienen obliga-
ciones comunes en lo que respecta a la crianza y el desa-
En consecuencia, si bien se han promovido algunas medi- rrollo del niño [...] su preocupación principal será el interés
das que eliminan las discriminaciones existentes en el mun- superior del niño [...]” para reafirmar en el párrafo 3 del
do de lo público, no resultan suficientes para incorporar mismo artículo la vinculación de infraestructura del cuida-
activamente a los varones en el cuidado, como tampoco al do a la condición laboral de los padres: “los Estados partes
Estado y al sector privado. En todo caso, se han ampliado adoptarán todas las medidas apropiadas para que los niños
algunas de las disposiciones que ya existen, como el lento cuyos padres trabajan tengan derecho a beneficiarse de los
proceso de incorporación de licencias para padres, el caso servicios e instalaciones de guarda de niños para los que
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EL DERECHO AL CUIDADO. DE LA CONQUISTA A SU EJERCICIO EFECTIVO
reúnan las condiciones requeridas [...]” lo cual limita clara- estuviera reconocido en los instrumentos internacionales,1
mente el acceso para los niños, niñas y adolescentes cuyos sino que no se le consideraba explícitamente como dere-
padres no desempeñan trabajos asalariados. Así, en la ma- cho. Hacerlo es un paso importante porque impone obli-
yoría de los pactos y tratados internacionales se establecen gaciones que deben ser cumplidas en el marco de la defi-
vinculaciones con el cuidado y los cuidados, lo que posibi- nición de políticas universales, transversales, con
litó su identificación a partir de la metodología del enfoque presupuestos regulares e implementadas con enfoque de
de derechos. género, en interdependencia con el conjunto de derechos
económicos, sociales y culturales (DESC) y civiles y políti-
El enfoque de derechos humanos aplicado al cuidado cos (DCP). En síntesis, haber logrado el reconocimiento
(Pautassi, 2007) se basa en un conjunto de principios y es- del cuidado como derecho humano ha sido parte de un
tándares jurídicos, como i) universalidad; ii) la obligación desarrollo teórico y de un proceso político y social.
de garantizar el contenido mínimo de los derechos; iii) la
obligación para los Estados de implementar acciones y me- Estos hallazgos y la definición del cuidado como derecho
didas que reconozcan la progresividad en sus acciones y humano fueron presentados y puestos a consideración en
consiguiente prohibición de aplicar medidas o acciones re- las Conferencias Regionales de la Mujer de América Latina
gresivas; iv) el deber de garantizar la participación ciuda- y el Caribe que integran los gobiernos, los mecanismos pa-
dana; v) el principio de igualdad y no discriminación; ra el adelanto de la mujer (MAM), las organizaciones de
vi) acceso a la justicia; vii) acceso a la información pública, mujeres y de la sociedad civil junto con los organismos es-
viii) participación social y empoderamiento de las perso- pecializados del sistema de Naciones Unidas y del Sistema
nas titulares de derechos. Cada uno de estos estándares Interamericano de Derechos Humanos. El objetivo fue lo-
han sido desarrollados por los diversos mecanismos de mo- grar los consensos políticos y la incorporación de cuidado
nitoreo internacional, como el caso de los Comités de los como derecho en la agenda regional de género.
Pactos, o la labor de las relatoras y los relatores, así como
de expertas y expertos independientes de Naciones Unidas En la Conferencia de Quito de 2007 se presentó por prime-
para cada derecho. ra vez la fundamentación teórica que reconoce que existe
un “derecho a cuidar, a ser cuidado y a cuidarse” (Pautassi,
Dichos estándares, que incorporan para cada derecho las 2007) pasando a reafirmar no solo su relevancia, sino las
especificidades, integran una matriz común aplicable en la obligaciones positivas y negativas que implica y que exhor-
definición de las políticas y estrategias de intervención tan- ta en su cumplimiento a los Estados. Este momento “fun-
to de los Estados como de los actores sociales y las agen- dacional” a partir del señalado estudio, posibilitó un giro
cias de cooperación para el desarrollo, así como también interpretativo y normativo, al constatar el alcance como
para el diseño de acciones para la fiscalización y evaluación derecho. Esto es, ya no solo el cuidado es un problema, es
de políticas públicas (Abramovich y Pautassi, 2009). En la un trabajo –remunerado y no remunerado– y es un dere-
mayoría de los instrumentos de derechos humanos se con- cho humano que, denominado o no como tal, es de
templa una realización paulatina del contenido de dere- cumplimiento obligatorio para los Estados.
chos, considerando especialmente las restricciones deriva-
das de la limitación de los recursos con que se cuenta o por El otro aspecto interesante es que fue adoptado de manera
déficit de capacidades estatales. Sin embargo, se estable- inmediata por los movimientos feministas y de mujeres,
cen obligaciones con efecto inmediato que relacionan a los por los gobiernos de la región y se incorporó en los consen-
estándares entre sí y obligan a satisfacer el contenido de sos que se reafirmaron en las siguientes Conferencias
cada derecho, al menos en su contenido mínimo. Regionales de la Mujer de América Latina y el Caribe. Todo
esto significa que fue debatido en su alcance, en su inter-
Inclusive se ha avanzado en la definición de indicadores de dependencia y en sus vinculaciones con las políticas públi-
progreso, que permiten medir el cumplimiento de las obli- cas y todas las esferas de institucionalidad pública. Las cin-
gaciones contenidas en los derechos económicos, sociales co posteriores Conferencias, celebradas en Brasilia (2010),
y culturales a partir de indicadores cuantitativos (estructu- República Dominicana (2013), Uruguay (2016), Santiago de
rales, de proceso y de resultados) como también señales de Chile (2020) y Buenos Aires (2022), reafirmaron que el cui-
progreso cualitativas (Pautassi, 2013). Estos instrumentos dado es un derecho humano, explicitaron su compromiso y
permiten verificar el alcance, el contenido y el grado de firma de los consensos finales, con lo que ampliaron las
protección y satisfacción de los derechos contenidos en los bases para el diseño de sistemas de provisión de cuidado
pactos y tratados internacionales (MESECVI, 2015). basado en derechos y presentaron resultados concretos.
Si bien el cuidado es un derecho, se comienza a utilizar A modo de ejemplo de este proceso de acuerdos, el
como tal a partir de la Convención sobre los Derechos de Consenso de Brasilia reconoce:
las Personas con Discapacidad (2007), respecto a los
NNA, y ya se denomina como derecho al cuidado en la
Convención Interamericana sobre la Protección de los
Derechos Humanos de las Personas Mayores (2015).
1 Martínez Romero y Espinosa Pérez (s. f.) presentan un relevamiento
Llegar ahí implicó una evolución en el corpus de derechos del alcance del reconocimiento del cuidado en los instrumentos
humanos, lo que no quiere decir que antes el cuidado no internacionales.
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FRIEDRICH-EBERT-STIFTUNG – ANÁLISIS – TRABAJO Y JUSTICIA SOCIAL
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EL DERECHO AL CUIDADO. DE LA CONQUISTA A SU EJERCICIO EFECTIVO
En términos jurisprudenciales, en agosto de 2020 la Corte Sin embargo, la Corte aclara que “[e]l Estado, mediante to-
Constitucional de Ecuador reconoció el cuidado como de- dos los medios que sean posibles y necesarios, debe univer-
recho y amplió las lógicas de reconocimiento entre lo for- salizar el ejercicio del derecho y de la obligación de cuidar
mal y lo informal (Sentencia No. 3-19-JP/20). Es interesante para que lo ejerzan, en igualdad de condiciones, tanto los
que la sentencia reconoce al cuidado como derecho uni- hombres como las mujeres” (Sentencia No. 3-19-JP/20, pá-
versal, estableciendo, a su vez, varios aspectos de relevan- rr. 131). Es decir, para el tribunal constitucional la correspon-
cia en línea del reconocimiento como derecho humano. sabilidad del Estado es central y se traduce en obligaciones
Respecto a la obligación de cuidado, la Corte trae a cola- concretas que lejos de establecer un papel secundario, lo
ción el principio de corresponsabilidad y lo define como sitúan en el centro de las prestaciones y garantías.
“la responsabilidad que tiene cada uno de los sujetos con relación En síntesis, el derecho humano al cuidado se encuentra re-
al cuidado. En primer lugar, está cada una de las personas con
el cuidado a sí mismo (autocuidado). En segundo lugar, están conocido en su amplitud, consagrado en el marco de pro-
quienes tienen obligaciones (por el principio de reciprocidad), cesos y demandas colectivas con fuerte activismo feminis-
como el padre y madre con relación a sus hijas e hijos, la mujer ta, pero con compromisos concretos por parte de los
o el hombre en relación con su cónyuge o pareja. Un tercer
lugar corresponde a los miembros del espacio en el que se Estados. La etapa que se inicia es cómo emprender el pro-
desenvuelven cotidianamente las personas, como la familia, el ceso de garantizar y proveer este derecho, de manera inter-
lugar de trabajo o de educación. Un cuarto lugar es la sociedad dependiente con otros derechos y bajo estándares de
o comunidad, el barrio, el condominio, la familia ampliada, las
organizaciones sociales. En quinto lugar está el Estado”. derechos humanos.
(Sentencia No. 3-19-JP/20, párr. 130)
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EL DERECHO AL CUIDADO. DE LA CONQUISTA A SU EJERCICIO EFECTIVO
3.
El recorrido hecho permite considerar varios aspectos fun- sistemas nacionales de cuidados, contribuye a delimitar su
damentales. El primero es destacar cómo el activismo y el alcance y a establecer el enfoque que debe orientar las
impulso de la academia y del movimiento feminista permi- políticas públicas.
tieron identificar los elementos que ya existían en materia
de derechos humanos. Es en América Latina donde se ini- Se trata del reconocimiento de un derecho universal que
cia el proceso transformador que permitió definir y consa- trascienda lo particular para considerar la universalidad que
grar el reconocimiento del cuidado como trabajo y como integre las diferencias, pero sin que las agote. Entre otros
derecho humano, despejando la polisemia en su significado efectos, busca desafiar la relación pasiva que existe entre su-
y aportando evidencia empírica al respecto. jeto titular de derechos y discrecionalidad de la administra-
ción pública para garantizarlos, o en términos de la relación
Una vez resuelto que el problema respecto al cuidado no es del cuidado, busca romper la lógica binaria de actividad/pasi-
de conceptualización, como tampoco de producción teóri- vidad entre el/la/les proveedores o dadores de cuidado y el/
ca o empírica o de propuestas para su organización social, la/les destinataries, que no solo incluye la práctica interperso-
sino que el principal nudo crítico se concentra en su visibi- nal de cuidar al otro, sino que demanda un conjunto integra-
lización y distribución, el segundo aspecto es cómo lograr do de acciones transversales. En el caso de las personas con
pasar de la retórica a la efectivización. discapacidad y de las personas mayores, permite garantizar
la autonomía en el acto de cuidar, sea para su autocuidado
Considerando el aprendizaje de la sindemia, no existen res- o para cuidar a otras personas, acciones que en la actualidad
puestas unívocas, sino que deben ser integrales y respetuo- no pueden desempeñar con autonomía. Y en el caso de los
sas del enfoque de género y de derechos humanos. Al res- varones, los obliga a asumirlo.
pecto, cada Estado que ha ratificado los pactos y tratados
internacionales se ha obligado voluntariamente a satisfa- Sin desconocer que la disponibilidad de empleo –formal o
cerlos. Significa que, siempre y bajo toda circunstancia, el informal– o de ingresos en las sociedades actuales en las
Estado debe garantizar al menos el contenido mínimo de que rige la regulación de mercado, es un elemento esencial
los derechos y no puede escudarse en la falta de recursos para el desempeño y las elecciones de cada persona y ob-
disponibles para justificar su accionar, si este induce a que viamente la satisfacción de sus necesidades, pero no debe
haya personas que se encuentren por debajo del estándar ser el único elemento que promueva la autonomía, en par-
mínimo de protección de cada derecho, tal como se ticular dadas las características de los sistemas capitalistas
desprende del corpus de derechos humanos. de corte extractivista. Para quienes no han cuidado o lo
han hecho en menor proporción como el caso de los varo-
A su vez, debe garantizar la cobertura universal, es decir, nes, su responsabilidad en el cumplimiento de sus obliga-
para todas las personas sin excepción, avanzando de ma- ciones es ineludible y de efecto inmediato. El factor de re-
nera progresiva hacia su satisfacción plena. En el caso de conocimiento y la consiguiente distribución es central para
cuidado, si bien la cobertura prestacional es central, no se promover las necesarias y urgentes transformaciones
reduce solo a ella y, por lo tanto, las garantías para su ejer- culturales junto con garantizar la sostenibilidad de la vida.
cicio son mucho más amplias e implican una activa labor de
provisión y distribución. En síntesis, el reconocimiento del cuidado como derecho
marca una ruptura con la tradición de la legislación laboral
El tercer aspecto es que la definición del cuidado como un de América Latina, que si bien históricamente buscó brin-
trabajo y un derecho humano de cada persona precisó el dar efectivas condiciones de igualdad de oportunidades
campo de intervención de lo público, estableciendo la obli- para las mujeres no consideró la centralidad y la injusta di-
gación de distribuirlo entre toda la sociedad. La incorpora- visión sexual del trabajo dentro de los hogares, donde los
ción del cuidado en los instrumentos internacionales de trabajadores varones no suelen asumir una activa corres-
derechos humanos, como también en las Constituciones o ponsabilidad en tareas de cuidado (Pautassi, Faur y
en la normativa que promueve la implementación de Gherardi, 2004).
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FRIEDRICH-EBERT-STIFTUNG – ANÁLISIS – TRABAJO Y JUSTICIA SOCIAL
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EL DERECHO AL CUIDADO. DE LA CONQUISTA A SU EJERCICIO EFECTIVO
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FRIEDRICH-EBERT-STIFTUNG – ANÁLISIS – TRABAJO Y JUSTICIA SOCIAL
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IMPRESSUM
Laura Pautassi. Investigadora Principal del Consejo Nacional Fundación Friedrich Ebert en México
de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) y del Yautepec 55 | Col. Condesa
Instituto de Investigaciones Jurídicas y Sociales A. Gioja, 06140 | Ciudad de México | México
Facultad de Derecho, Universidad de Buenos Aires, Argentina.
Responsable
Yesko Quiroga | Representante en México
Coordinadora de proyectos
Elisa Gómez
En América Latina, el cuidado se ha Los cuidados son un bien público fun- El cuidado no es un terreno de con-
reconocido como derecho humano: el damental para toda la sociedad, pues quista que debe ser alcanzado, sino es
derecho a cuidar, a ser cuidado y a cui- garantizan la sostenibilidad de la vida una obligación y un deber social que
darse (autocuidado). Con ello se ha individual y colectiva. Nada puede fun- debe ser equitativamente distribuido.
avanzado de manera considerable en la cionar como tampoco nadie puede vivir En consecuencia, el ejercicio de la auto-
desvinculación del cuidado de la esfera sin cuidados. Sin embargo, permanecie- nomía de cada persona es el núcleo
privada y de la inserción laboral formal. ron invisibilizados a lo largo de los siglos. central a defender en el proceso político
¿Cómo ha sido posible que una actividad con enfoque de género. Se necesita
central para la vida se reconozca como El problema central reside en que los con urgencia la voluntad política para
derecho? ¿Qué beneficios produce? cuidados son asumidos prácticamente traccionar la transformación social en
¿Tiene efectos para todas las personas de manera exclusiva por las mujeres. la que cada quien y cada cual asuma
o es solo para las mujeres? ¿Que sea un Mantenerlos ocultos fue parte de las sus responsabilidades de cuidado.
derecho aporta para que haya obliga- estrategias patriarcales que posibilitaron
ciones, o es simplemente una expresión no discutir la injusta división sexual del
de buena voluntad política y social? ¿Hay trabajo remunerado en el mercado de
diferencias si el abordaje se hace desde trabajo, así como el no remunerado en
un enfoque de género? el interior de los hogares y de las fami-
lias, situación que configura desigual-
dades profundas.
ISBN
978-607-8887-05-7