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1. No hay vida sin agua. Es un tesoro indispensable para toda actividad humana.
2. Los recursos de agua dulce no son inagotables. Es necesario conservarlos,
controlarlos y, siempre que sea posible, incrementarlos.
3. Contaminar el agua es dañar al hombre y a otras criaturas vivientes, las cuales
dependen del agua.
4. La calidad del agua debe ser mantenida en unos niveles suficientes según los
correspondientes usos, en particular debe ser la adecuada para que cumpla los
estándar de salud pública.
5. Cuando el agua residual es devuelta al cauce, debe ser de tal forma que no impida
usos posteriores.
6. El mantenimiento de una adecuada cubierta vegetal, preferiblemente bosque, es
imperativo para la conservación de los recursos del agua.
7. Los recursos del agua deben ser inventariados.
8. La economía de los recursos del agua debe ser planificada por autoridades
competentes.
9. La conservación del agua debe ser potenciada mediante investigación científica
intensiva, entrenamiento de especialistas y con servicios de información pública.
10. El agua es una herencia común, valor tal que debe ser reconocido por todos. Cada
cual tiene el deber de utilizar el agua tanto cuidadosamente como económicamente.
11. La administración de los recursos de agua debe estar fundamentada en las
cuencas naturales más que en estructuras políticas o administrativas.
12. El agua no conoce fronteras; como fuente común requiere de la cooperación
internacional.
Consumo responsable
El consumo doméstico de agua es una parte pequeña, en torno al quince por ciento,
del consumo total de agua. Pero la utilización del agua doméstica pone en marcha
unas operaciones de captación, almacenamiento, potabilización y distribución que
suponen un coste importante para todos. Además, la mayor parte del agua que
consumimos en nuestras casas vuelve a los ríos dañada por el uso de detergentes y
otros residuos contaminantes, lo que provoca un daño medioambiental y un coste de
depuración.
Sirvan de muestra dos ejemplos concretos: Un grifo que gotea puede perder hasta
2.000 litros de agua potable al año. La mala costumbre de confundir el inodoro con la
papelera provoca un uso innecesario de agua, y que parte de la basura vaya a parar
directamente al río.
Tres costumbres sencillas y al alcance de todos para ahorrar agua y contaminar menos
son:
Utilizar la lavadora y el lavavajillas completamente llenos, con la temperatura
más baja posible y la dosis justa de detergente.
No mantener abiertos los grifos innecesariamente al lavarse los dientes,
afeitarse o fregar los platos.
No arrojar a los desagües sustancias que pueden ir al cubo de la basura:
pañuelos de papel, colillas de cigarrillos, restos de comida, bastoncillos,
preservativos, tampones y compresas.
Otras medidas que podemos tomar para practicar un consumo responsable son:
Reparar y mantener adecuadamente las griferías y saneamientos del hogar.
Al comprar electrodomésticos, grifos, sanitarios, elegir modelos ahorradores, con
tecnología eficiente incorporada.
En las casas que tienen agua caliente central, poner contadores individuales
supone ahorrar agua y energía.
El aceite de freír y el de las latas de conserva no debe ir a los desagües, porque
es muy contaminante. Es mejor echarlos en un bote cerrado a la basura.
Regar el jardín o el huerto en las horas de menos sol disminuye las pérdidas de
agua por evaporación.
Nunca hay que lavar el coche al lado de un río, para evitar que los detergentes
se viertan directamente al agua. Lavar el coche con manguera gasta unos 500
litros; con cubo y esponja unos 50 litros; en un túnel de lavado 35 litros.
Cuestionario a desarrollar: