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1840

8
....

COMPENDIO
DEL

ARTE DE Ll GUERRA,
6
,
NUEVO CUADRO ANALITICO
DE LAS PRINCIPALES COMBINACIONES DE LA ESTRATEGIA~
l>E LA TÁCTICA SUBLIME, Y DE LA POLÍTICA MILITAR,

POR

AYUDANTE D'E" CAMPO GENERAL DE


DE TODÁS LAS RtJSU.S.
S. 1\1, EL EMPERADOR
\
~e¡}

NUEVA EÍHCION
considerablemente aumentada por su Autor en 1858.
~e¡}

Traducida al castellano de órden de S. M. por una Seccion de


. gefes del Cuerpo de Estado-mayor del ejército, bajo la inspcccion
del Director general del mi$mo.

f." PARTE.

MADRID,
Impr. deJ). JI[. d~Burgos, i J.ibreriade J). A. Perez,
calle de Toledo. 1 calle de Carretas.
1840.
·.

'•
.lDVER TEN CIA."

Esta obra, última produccion en su gé-


nero del célebre baron de J omini , ha sido
traducida á nuestro idioma por el Cuerpo
de Estado-mayor del ejército en oirtud de
drden de S. M. de gz de julio del año úl-
timo , no porque la clase militar d que
se destina por su profesion y gerarquia
necesite tenerla en castellano para su lec-
tura, sino con la· patriótica idea de que se
generalice el conocimiento de este impor-
tante Compendio del arte de la guerra mas
rdpida, cdmoda y equitatioamente que st
se tuoiese que comprar en el extranjero.
Tambien adc;ertiremos á nuestros lecto-
res que, absteniéndonos de obseroaciones al
texto de esta obra para que de ella juzguen
libremente, la precisa rectificacion de equi·
vocaciones inooluntarias, excusables en los
extranjeros cuando hablan de España, y
algunas inexactitudes cometidas acerca de
hechos acaecidos en nuestros dias y bajo
nuestra inspeccion ocular, que pueden in-
ducir á errores perjudiciales á las doctrinas,
nos han impulsado á adicionar algunas no-
tas del autor , y añadir otras en corto nlÍ-
mero, las cuales verán nue~tros mz'1itares
y personas á cuyas manos llegue esta tra-
duccion , la qu(! hemos procu!'ado sacar d
luz con la mayor fidelidad posible en su
texto y qno.tqc?on:es, saloo los errores de
imprenta indispensahles, que, aunque pocos,
quedan corregidos en la fe de erratas pues-
ta al fin, y la cual conc;endrá leerse antes
de principiar ~on el texto.
Y á fin de que no se atribuya al mis-
mo origen c'l.U,J:lquiera otra oersion que pue-
da aparecer, la presente lleoará el sello del
Depósito general de la guerra , como testi-
monio de propiedad , cuyas leyes reclama-
remos contra los qu~ las infrinjan.
.
.A S. M. EL EMPERADOR
DE TODAS LAS RUStAS,
J'!TC. , ETC, , E'fC.

. V. M. UIPERI41¡, /zo-é an rdo


ck ó«/ew-
/a ó~ee:Jur/ en r/()(;..é ¿ caan/cl _/Ú'C¿ C(l.~
á ~ _fi¿r;?¿M0<1 'Y ~o,/zc:J'acem ck ~ ceénceaó~
cM a/pnó. manckei Aa¿cá en .&:np üMa .nu·

<rrmta:b.o ~t La~ gra.n~u .op.eradon.es militar.es,


/za-ta .f«e ó~eue ck /e,vkz ~n & eó/a-d'trdnuen/cv
yac d ~o.Wna nuz-nk'bne.
!!!Jeóeanclo. ctJ.Ucó/ztmck?' á dó ~ok .e'n./en-
eeó.nM ck V: vf6. ~ C?'U~.f«e r/~a awme.n/a.t, M/a
r;,¿a co.n .un <!!ua'bra anaH~ico pte d ó.e'i,v-eeóe ck
ctJ..?~cmen/o.. fió/e /U.e-"met enóayo ~ j'Í«'dZcaclo. en
~é.JO' ~ -1%-narfa e/
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r _f«C .me ~o_/Í«óC d ?'eclac-
A; /zenóaclo. ck_/i&Có .f«e, enóa?zc/&n-
¿¿ .etn._/toco., ócuée /zcvdd' kta:( .mad .et4y
fonaé ana o.f¿a conz~ /zO-é ó.e' .nudma, · /f.Jen-
1Jta jete c~eo /!alet ctJ.ndf?~·
s//ÍCóa.t, ck ó« coi/a ccdenó.eÓ?t, co-n.ú'bne a_,{o¿a
·Có./e <!Iomp.enbio. dó ~cyza& ctJ.nztnaCÚJ.nM
pte _.lúecck jttma¿, /an/cz e/yneJ<d~ an y6t-
ce:t'o como e/~e ~ rffd/actf;, j'ÍcUa ¿ ¿;¿eccewt
~ -anaf«e~a. · a<~«n/o. ~ ed/a .fflylot-/ancea -nan-
ea de /la ü¿cech á /cm M~<c~ ~, ne' ma<l
a;:'adance tk /oda ~e ek -efdatM.
vÍ6e /omo ¿ Ue.Uacl ~ o/'cc6t e/knen7e
~ M/e <tomp.enbio á V:' v/6. Jf, <~~éc!naG­
¿ dfJ ~e a7t»<d' ccm .ffl~encea. vÍ6ú ¿¿eM
de tf)eüan co~a~ <1-e' e<t/e ka~ó focké-ta me-l'ece?<
¿ cyt;~ceón' ~ «n ~f} /an ~~daa{;., y ¿
.« n vÍ6onatca ¡ae _/zMee ell' adc ~o/Ío.t/an/? ¡«t
en/?'a;;;¿ce y ~e?<~,¿'¿ mz_/wUÓd. . .

Soy con la mayor veneracion •

5tñor,

~ ó2Jued11J<a Jl6~tad Smfu~rtá/


8!1na1_ kme//s? ~~.le1"Vúlor

San Pctershurgo Gde marzo de 1837.


~rólogo 1Jd ·~utor.

Acaso pareceri tetneridad el publicar una obra sobre la guerra


en el momento en que únicamente á los Apóstoles de la paz se
presta oidos i per«? el movimiento industria~ y el aume~t~ de las. r~­
quezas que de ella se esperan , no serán s•empre las un1cas d•vm•-
dades á quienes la sociedad baga sacrificios. La guerra será aun por
mucho tiempo un mal necesario , no solamente para elevar ó sal-
var las naciones' sino rara preservarlas de la disolucíon, como jui-
ciosamente ba dicho e ilustre A.ncillon en su brillante Cuadro de
las rev~Jlucione! del sistema politico europeo: por tanto me be resuel"''
to á publicar este Compendio precedido de algunas explicaciones so-
bre las diversas metamorfosis que ha tenido que sufrir, con las ra-
zones que las motivaron.
Habiendo mandado S. M. el Em~erador que se tradujese mi Tra-
tado de las srandes opemciones mzlitares, que nunca se babia con-
cluido como obra completa, determiné desde luego llenar los va-
cíos que en él se hallaban, redactando en 18')9 el Cuadro analitico
de las principales combinacio11es de la suerra. Ejecutado con algu-
na precipilacion, y concebido con la única mira de que sirviese de
suplemento á mi referido Tratado , no deb1ó considerarse este pri-
mer ensayo como una obra separada.
Llamado el año siguiente con el objeto di\ hacer en él algunas-
acbraciones necesarias para la instruccion de un augusto príncipe,
le completé cuanto convenía para su emancipacion, convirtiéndolo
en una obra independiente de todas las demas y absolutamente nue-
va , no solo por los muchos art)culos introduciJos sobre la moral
de los ejércitos, la direccion suprema de las operaciones de la guer-.
ra , las líneas de defensa, zonas y lineas de operaciones, reservas es-
tratégicas , bases eventuales, estrategia en la guerra de montañas,
modos de juzgar los movimientos del enemigo y sobre los grandes
destacamentos , sino tambicn por el sin número de mejoras hechas
e n el resto de la obra. A pesar de ellas salió á luz bajo su anti-
guo titulo ; pero, cediendo á la opinion general hasta de los mismos
libreros , me convencí de la necesidad de darle otro nuevo para dis-
tinguirlo de los ensayos parciales que le habían precedido, y enton-
ces la intitulé Compendio del arte de la suerra, ó nuevo cuadro mza-
litico, lite.
Doy la segunda edicion de este compendio como lo último que
me ocurre decir sobre las altas combinaciones especulativas de la
¡;uerra, y va aumentada con muchos artículos inteTesantes que tra-
tan de las bases y frentes de operaciones , J e la logística ó arte
práctico de mover los ejércitos , de las grandes invasiones i paises
(listantes , de las lineas estratégicas, y finalmente de las man10bras
para envolver las lineas de batalla ; haciendo ampliacionél en casi
todos los demas artículos.
No habiendo podido dar mayor extensibn á las investigaciones
sobre los detalles prácticos del arte , á lo que se oponían , no solo
el plan que babia formado , sino el objeto que me propuse , he in-
dicado las obras en que se explican estos detaJieg, basta donde lo
permite su naturaleza. Todos ellos deben dirigirse :i aplicar bien
las combinaciones especulativas de la guerra en grande ; pero cada
cual procederá naturalmente A hacer la aplicacion segun su carác-
ter, ina ruccion y capacidad : en este asunto es dilicH dictar precep-
tos, que no sirven mas que de datos ó puntos de aproximacion •
. Si bailan mis lectores en la presente obra las bases esencia-
les de estaa combinaciones y laA acogen con benevolencia , babM
satisfecho m;s deseos; esperando disitnularáh el estilo por las infi..:
nitas repeticiones de las voces técnicas; máxime en el dia , que to-
do el muodd parece tener derecho fl ser descontentadizo ¡ viendo
la facilidad con que cualquiera se atreve :i introducir nuevas fra-
ses en nuestro idioma; pero el mérito real de una obra didáctica
llena de definiciones complicadas éonsiste indudablemente en la cla..:
ridad , y para conseguirlo es menester resolverse il no huir de fre-
cuentes repetilllones de palabras y aun de idens que no es posiblé
auplir, en: vez de pl'oponetse la etegancia del estilo.
Se me reconvendrá quizas por haberme excedido algo en la ma-
nía de las definiciones ; pero confieso que me vanaglorio de ello,
porque, para sentar las bases de una ciencia, basta abora poco co .
nocida , es preciso convenir antes de todo en las varias denomi-
naciones que es necesario dar á las combinaciones de que se com-
pone ; de otro modo serta imposible designarlas y calificarlas. No
niego que algunas de las mias se podrían mejorar, y como no pre-
tendo pasar por infalible , estoy pronto il admitir sin vacilar las que
aean mas eJtactas.
Finalmente, si be citado con frecuencia los mismos sucesos por'
Tia de ejemplo , me• he decidido á ello para mayor como-didad de
los lectores que no tengan todas las campañas en la memoria ó en·
su librería. De este modo bastará conocer los que se citan, para
hacer inteligibles las demostraciones; que lo aerán tanto mas para
aquellos que conozcan la historia: militar moderna, porque tendrán
mayor série de pruebas.

A 6 de Mano de 1837.
DE LA
;
TEORIA ACTUAL DE LA GUERRA

Y bE SU UTILIDAD.

E1 Compendio del arte 8e la guerra que so-


meto á la ilustracion del público, fué redactado
en su origen para la enseñanza de un augusto
príncipe; y, gracias á las muchas adiciones que
acabo de hacer en él, me lisonjea la idea de que
será digno de su objeto. A fin de que pueda
apreciarse mejor su importancia, me ha pare-
cido oportuno anticipar algunas ideas para ma-
nifestar el estado actual de la teoría de este arte.
Me veré precisado á hablar un poco de mí y
de mis obras; mas cuento clesde luego con lá
indulgencia que reclama la imposibilidad de ex-
presar mi opinion sobre esta teoría , sin decir
c6mo la he concebido, y la parte que pueda
haber tomado en ella.
Segun lo expuesto en mi capítulo de prin-
c.ipios, publicado separadamente en 18 O7 , el
.Arte de la guerra Iza existido rn todos tiempos,
l. 1
2 De la tcoria actual
y la estrategia, particularmente, fué la misma en
los de César que en los de Napolcon; pero re-
ducido entonces á la capacidad natural de }os
grandes capitanes, no se hallaba en ningun tra-
tado escrito.
Todos los libros se limitaban á dar algunos
fracmentos de sistemas, parto de la imaginacion
de sus autores, que contenían por lo -comun de-
talles minuciosos é insignificantes sobre puntos
accesorios de la táctica, única parte de ]a guerra
que es acaso imposible sujetar á reglas fijas.
Feuquieres *, Folard y Puiségur, entre los
modernos, abrieron 'la carrera : el primero con
unas relaciones críticas y dogmáticas muy intc-
l'esantes : el segundo con sus comentarios sobre
Polihio, y su tratado de la columna; y el ter-
cerp con una obra que, á mi entender, fué el
primer ensayo de logística ; y una de las prime-
¡·as aplicaciones del órden oblícuo de los ·anti-
guos; pero estos escritores no profundizaron bas-
tante la mina que se propusieron esplotar , y
para concebir una idea exacta del estado del
arte á mediados del siglo XVIII, es necesario
ver lo que escribió el mariscal de Sajonia en el
prólogo de sus Meditaciones.
t~ La guerra, dccia, es una ciencia cubierta

.. Feuquieres no fué bastante apreciado por sus con-


temporáneos, á lo menos como escritor: tenia el instinto
de la estl'ategia, asi como Folard el de la táctica, y
Puisegur el de la logística.
de la guerra. 3
,(le tinieblas, por entre las q11e no se puede
,,caminar con paso seguro: la rutina y las preo-
.,cupaciones son su base , consecuencia natural
.,de Ja ignorancia.
•, Todas las ciencias tienep principios; solo
.>,la guerra carece todavía de ellos. Los grandes
.,capitanes que han escrito sobre este ramo no
, los establecen , y es preciso mucho estudio
.,para entenderlos.
•,Gustavo Adolfo creó un método, pero muy
.,pronto se abandopó, porque se aprendió por
.,rutina y no habia en él mas que ciertos usos
Hcuyos principios nos eran desconocidos.''
Esto se escribió hácia los tiempos en que
Federico el Grande principiaba la guerra de
siete años con las victorias de Hohenfriedberg,
ele Soor, &c. ; y el buen Mariscal, en vez de di-
sipar las tinieblas de que con tanta justicia se
lamentaba, se entretenía en redactar sistemas
para vestir á los soldados con blusas de ' lana,
formarlos en cuatro filas, armando las dos pxi-
meras de picas; y en fin, en proyectar fusiles-ca-
ñones, á que daba el nombre de juguetes, y que
á la verdad merecían este título por las graciO-
sas figuras que los adornaban.
A consecuencia ele estas guerras aparecieron
algunas obras buenas: el mismo Federico, no
contento con ser buen rey, gran ca pitan, pro-
fundo filósofo, y excelente historiador, se hizo
'tam1icn autor didáctico, por la instru . · on que
1:
4 De la teoria actual
dió á sus generales. G uichard , 'fm•pin: Maize..:.
roy , y 'Menil-Durabd sóstttvieron controversias
sobre la táctica de ·los antiguos y la de s'u tiém-
po, y compusieron algunos tr-atados interesantes
de estas· materias. · Túrpiri comentó á Montecú-
culi y á Vegecio: el marques' de Silva en el Pía-
monte , y ·el de Santa Cruz en España , escrihie-
l:ón tambien con éxito sobre, algunos ramos es-
peciales : finalmente, el' Escrémeville bosquejó
·una historia del arte' que nó carecía de mérito;
·pem todo esto no era bastátlte á disipar las ti.:.
niehtas de que se lamentaba el vencedor de
Fontenoy. ·
y
Grimoartl~ Guihei·t Lioyd, se presentaron
algo mas tarde: 'los 'dos primeros contribuyeron
á los progresos de la táctica de' las batallas y de
la logístiCa *; y el último, e11 SUS interesantes
Meli10rias, ptomovió cuestiones importantes ele
cstratégia, que desgl'aciadamente dejó envueltas
en un laberinto de detalles 1minuciosos sobre la
táctica de 'formacion ~ la filosofía de la guerrá;
mas aunque no hayá resuelto ninguna de ' estas
· cues~iones de inanerá 'que forme un !listema uni-
·do, debe hacérsele justicia' diciendo que fué el
primero que enseñó el bueh camino. Sin embar·
r go ' . su relacion de la guerra de siete años,
ele que solo acabó dos campañas, es en mi juicio

• Guibert en su excelente capitulo sobre las mar-


citas toe' por encima la estrategia 1 pero no cumplió
lo que prometia en él. ·
de la guerra. 5
mas instructiva que cuanto habia escrito de dog-
mático.
En el intérvalo que medió desde la guerra
de siete años á la de la révolucion, produjo
la Alemania multitud de escritos mas ó menos
extensos sobre diversos rarnos secundarios del
arte, al que á la verdad dieron poca ilustracion.
Thielke y Faesch ·publicaron en S:1jonia, el uno
los fragmentos sobre la castrametacion y el ata-
que de los campos y posiciones, y el otro una
coleccion de máximas acerca de los ramos acce-
sorios de las operaciones de la guerra. Scharn-
horst hizo lo mismo en el Hannover: Warnery
publicó en Prusia una obra bastante buena so·-
bre la caballcrb: el baron de Holzendorf otra
sobre la táctica de las maniobras: en Austria el
conde de Kcv enhuller dió máximas para la guer-
ra de campaña y la de sitios, sin que ninguna
de estas obras diese una idea satisfactoria de la
parte sublime de la ciencia.
Finalmente, hasta el mismo Mirabeau, á su
vuelta de Berlín, publicó un grueso volúmen so-
bre la táctica prusiana , repeticion árida del re-
glamento para 'la instruccion de compañía y·de-
mas maniobras hasta las de línea , á las cuales se
atribuía de buena fe la mayor parte de los triun-
fos de Federico. Si semejantes libros han podi-
do contribuir á propagar este error, tambien
es preciso convenir en que ayudaron á perfeccio-
nar la ordenanza de 1 7 91 sobre las manioh1·as,
6 De la teoría actual
único resultado que era posible esperar de ellos.
Tal era el estado uel arte de la guerra á
principios del siglo XIX, cuando Porbeck, Ven-
turini y Bulow publicaron algunos folletos so-
bre las primeras campañas de la revolucion : el
último particularmente causó alguna sensacion
en Europa con su Espíritu del sistema de la
guerra moderna, obra ingeniosa , pero solo en
bosquejo, y que añadía poco á las primeras no-
ciones dadas por Lloyd. for el mismo tiempo
salió á luz en Alemania, con el modesto título
<le lntroduccion al estudio del arte militar, una
obra preciosa de Mr. d<! Laroche-Aymon, verda-
dera enciclopeJia para todos los r¡1mos del arte,
excepto la estrategia, que solo aparece indicada
en ella, sin que, á pesar de este vacío, deje de
ser una de las obras clásicas mas completas y
recomendables.
Aun no conocía yo estas dos últimas obras
cuando , despues de haber dejado el servicio de
la Suiza, como gefe Je batallan, trataba de ins-
truirme por mí mismo, leyendo con ansia todas
las controversias que habian agitado el orbe mi-
litar en la última mitad del siglo XVIII.
Empezando por Puisegur, y concluyendo
por Menil-Durand y Guibert, no hallé sino sis-
temas mas ó menos completos de la táctica de
las batallas, que solo daban una idea imperfec-
ta de la guerra por las contradicciones en que
incurrían, y me dediqué á las obras de historia

1
de la guerra. 7
militar., para buscar en las combinaciones de
los grandes capitanes una solucion que no me
daban los sistemas de estos escritores.
Las relaciones de Federico el Grande prin-
cipiaron á iniciarme en el secreto que le babia
·hecho alcanzar la sorprendente victoria de Leu.:.
then ó de Lissa , penetrándome de que este secre-
to consistía en la sencillísima maniobra de con-
ducir el grueso de las fuerzas sobre una de las
alas del enemigo , - contribuyendo muy luego
Lloyd á fortificar mi conviccion. La misma causa
hallé en los primeros triunfos de Napoleon en
J talia , lo cual me sugirió la idea de que la clave
de toda la ciencia de la guerra , consiste en
aplicar por la estrategia á todo el teatro de
una guerra, el mismo principio que habia guiado
á Federico en las batallas.
No pude dudar de esta verdad al hacer
nueva lectura de las campañas de Turena, Marl-
horough y Eugenio de Saboya, y compararlas
con las de Federico, que Tempelhoff acababa
de publicar con detalles de mucho interes, aun-
que cansados y repetidos en demasía: entonces
comprendí que el mariscal de Sajo~ia babia te-
nido mucha razon en afirmar que en 1 7 5O no
había principios sentados sobre el arte de la guer·
ra, al mismo tiempo que la inexactitud con que
muchos de sus lectores, interpretando equivoca-
damente el prólogo de su obra , deducían que e1l
la opiuion del mariscal no existían tales principiO&.
8 De. la koría actual
En la persuasion de que me babia apode--
rado del verdadero punto de vista bajo el cual
convenía considerar la teoría de la guerra, para
descubrir sus verdaderas reglas , y abandonar el
campo, siempre incierto, de los sistemas perso-
nales, me dediqué á trabajar con todo el ardor
de un neófito.
En 18 O3 escribí un tomo, que presenté
desde. luego á M. d' Oubri.l, secretario de la le-
gacion rusa en París, y despues al mariscal Ney;
pero la estrategia de Bulow y Ja relacion histó-
rica de Lloyd, traducida por Roux-Fazillac,
que adquirí entoncel!, me decidieron á seguir
otro plan." Mi primer ensayo, que consistía en
un tratado didáctico sobre los órdenes de bata-
lla, las marchas estratégicas y líneas de opera-
ciones, era por su naturaleza árido, y se hallaba
internimpido con muchas citas históricas , que,
.aglomeradas por materias, tenian el inconvenien-
te de presentar rewiidos en un mismo capítulo
acontecimientos separados por un siglo · entero:
Lloyd, sobre todo, mé convenció de que la rela-
cion crítica y razonada de 1Jna guerra entera tenia
-la ventaja de conservar enlace y unidad en Ja '
•Ilarracion y en los sucesos, sin perjuicio de las
máximas, pu~ que una série de diez campañas,
basta para presentar ámpliamente la aplicacion
Je todas las que son posibles en la guerra. En-
tregu6 á las llamas mi primer trabajo, y em-
prendí la continuacivn de la guerra tlc siete a,:íos,
de la guerra. 9
que Lloyd no habia concluido: medio que me
convenia tanto mas, cuanto que solo contaba
24 años de edad, poca experiencia, é iba á
combatir muchas preocupaciones y grandes re-
putaciones algun tanto usurpadas; ~r lo que
necesitaba del poderoso auxilio de los acontecí~
mi en tos, dejando que los hechos hablasen por sí
mismos. Me atuve pues á este plan , que por
otra parte n;1e pareoia mas útil para toda clase
de lectores. Un tratado did~ctico habría sido sin
duda preferible, tanto para la enseñanza públi-
ca, cuanto para presentar con mas unidad las
combinaciones de la ciencia esparcidas en la
narracion de estas campañas; pero como yo ba-
bia aprovechado mucho mas con la lectura aten-
ta de una campaña razonada, q\le en todas las
obras dogmáticas, y como mi libro publicado en
18 O5 estaba por otra parte destinado á oficiales
de grado superior y no á principiantes , debía
creer que mi plan les convendría tanto como á
mí. La · guerra de Austria que sobrevino en el
mismo año me impidió dedicar á la obra todo
el cuidado que deseabá, y solo pude llevar á
cabo una parte de mi proyecto.
Algunos años despues publicó el Archidu-
que, como preludio de su excelente obra , un
tomo en folio sobre la guerra en grande , en que
se manifestaba ya el genio de su autor. Por el
mismo tiempo salió á luz un folletito sobre la
estrategia por el mayor Wagner, que se hal1aha
1O De la teoria actual
entonces al servicio de Austria: este ensayo,
lleno de ideas profundas, prometía que mas tar-
de diese su autor á la prensa una obra comple-
ta; promesa que acaba de cumplir recientemen-
te. El general Scharnhorst empezó tambien en
Prusia á profundizar estas cuestiones con buen
éxito.
Por último, diez años despues de mi primer
Tratado de las grandes operaciones , salió á luz
la importante obra del Archiduque Cárlos, que
reune los dos géneros didáctico é histórico, ha-
biendo dado préviamente este príncipe un to-
mito de máximas estratégicas, y despues cuatro
tomos de la historia critica sobre las campañas
de 1796 y 1799, para desenvolver la aplica-
cían práctica. Esta obra, que hace tanto honor
al ilustre príncipe "como las batallas que ganó,
fué el complemento de las bases de la ciencia
estratégica, cuyo primer velo descorrieron Lloyd
y Bulow, y cuyos primeros principios habia yo
indicado en 1805, en un capítulo sobre las li-
neas de operaciones, y en 18 O7 en otro capí-
tulo acerca de los principios fundamentales del
arte de la guerra , impreso separadamente en
Glogau en Silesia. La caída de Napoleon, que
dió lugar á que muchos oficiales estudiosos apro-
vecharan los ocios de la paz, fué como la señal
de la publicacion de una multitud de escritos
lnilitarcs de todo género. El general Rogniat dió
materia á la controversia, pretendiendo resuci-
de la guerra. 11
tar el sistema Je las legiones ó de divisiones de
la república, y atacando el de Napoleon, algun
tanto aventurado. La Alemania, sobre todo, se
mostró fertil en obras dogmáticas: Xilander en
Baviera; Teobaldo y Muller en Wurtemberg;
W agner, Decker , Hoyer y Valentini en Prusia,
publicaron diferentes libros que no contenían
en el fondo mas que la repeticion de las máxi-
mas del Archiduque y de las mias , si bien dan-
do otro ensanche ó desárrollo á su apl~cacion.
Aunque muchos de estos autores han im-
pugnado mi capítulo relativo á las líneas de
operaciones centrales, con mas sutileza que ra-
zones, y otros á veces se han mostrado me-
surados con demasía en sus cálculos, no se pue-
de negar á sos escritos el aprecio que merecen;
porque, unos mas, otros menos, todos contienen
excelentes doctrinas.
El general Okounef en Rusia trató el im-
portante asunto del uso parcial ó combinado de
las tres armas, en que estriba la base de la teo-
ría de los combates, haciendo asi un serv1C10
interesante á la juventud militar.
Gay-Vemon, Jacquinot de Presle y Roc-
quancour, publicaron en Francia algunas obras
ó lecciones elementales que no carecían de mé-
rito.
Entretanto la experiencia me babia asegu-
rado que mi primer tratado carecía de una co-"
lecciou de máximas semejantes á la que precede
12 De la teoria actual
á la obra del Archiduque: esto me obligó á pu-
blicar en 18 29 el primer bosquejo de este
cuadro analítico, agregándole dos artículos in-
teresantes sopre la política militar de los es-
tados.
Me prevalí de esta ocasion para defender
los principios de mi capítulo sobre Jas líneas de
operaciones, que habían comprendido mal al-
gunos escritores, y esta polémica di6 lugar, á lo
menos, á definiciones mas conformes á la razon,
sosteniendo sin embargo las ventajas positivas
de las operaciones centrales.
Un año despues de ]a publicacion de este
cuadro analítico murió el generp.l pr:usiaJ10 Clau-
sewitz, dejando á su viuda el encargo de publi-
car sus obras póstumas, que se han presentado
como trabajos n<;> concluidos. Esta obra produjo
mucha sensacion en Alemania, y siento que se
hubiese escrito antes de que el auto,r conociera
mi Compe_ndio del arte de la guerrq,, persuadi-
do, oomo lo estoy, de que le habría hecllo algu-
na justicia.
No es posible negar al general Clausewitz
una v~ta instruccion y pluma fácil , . a~nque á
veces algo vaga, siendo sobre todo demasiado
presuntuQlla para una discusion didáctica , en
que la sencillez y claridad deben constituir su
principal mérito. Ademas de esto el autor se
muestra escéptico en demasía relativamente á la
cien~ia . mi~tar: su primer tomo se reduce á una
de la grierra. 13
declainacion contra toda teoría de guerra , al
paso que los dos siguientes, llenos de máximas
teóricas, prueban que si bien el autor tiene fe
en ]a eficacia de sus doctrinas , no cree en las
de ]os demas.
En cuanto á rui. confieso que no he acerta-
do á encontrar en este sabio laberinto mas que
un corto número de ideas luminosas y de artícu-
los notables; y lejos de haber participado del es-
cepticismo del autor, ninguna otra obra inas que
la suya habría contribuido á convencerme de la
necesidad y conveniencia de las buenas teotías., si
en algun tiempo me hubiera podido caber la me-
nor duda en este punto. Lo que importa esencial-
mente es fijar bien los límites que deben seña-
lárseles para no caer en un pedantismo peor que
la ignorancia misma *; necesario es, sobre todo,
distinguir bien la diferencia que existe entre
una teoria de principios y otra de sistemas.
Se dirá tal vez que en la mayor parte de
los artículos ele este Compendio yo mismo recO.:.
nozco que no pueden darse muchas reglas absO-
lutas sobre los diversos asuntos de · que 'tratan:
com•engo de buena fe én esta verdad; ¡)ero ¿ se
dirá por eso que no hay teoi:ía? Si entre 4:5 ar~

• ul\ hombre ignorante' dotado de capacidad na-


tural, puede hacer grandes cosas; pero el mismo hom-
bre dominado de falsas doctrinas adquiridas en las es-
cuelas, y lleno de sistemas pendantf)scos 1 no hará nada
bueno sin olvidar lo que aprendió.
De la teoría actual
tículos los unos tienen diez máximas positivas,
y los otros una 6 dos solamente ¿ no son sufi-
cientes 15 O ó 2 OO reglas para constituir un
respetable cuerpo de doctrina estratégica ó tác-
tica? Y si á ella se agregan multitud de otras
mas 6 menos susceptibles de excepcion, ¿no re-
sultará un conjunto ó caudal de datos suficiente
para fijar la opinion sobre todas las operaciones
de la guerra?
Por el mismo tiempo en que Clausewitz pre-
tendia minar los fundamentos de la ciencia,
salia á luz en Francia una obra de naturaleza
enteramente opuesta á aquella , escrita por el
marques de Ternay, emigrado frances al servi-
cio de Inglaterra. Esta es, sin contradiccion, la
mas completa que existe sobre la táctica de las
batallas; y si incurre alguna vez en un exceso
contrario al del general prusiano, reduciendo á
fórmulas, imposibles de realizar á menudo en
la guerra, los pormenores de la ejecucion de las
maQiobras, no por eso pueden negársele un mé-
.rito eminente y un lugar muy distinguido entre
Jos tácticos ..
Solo he hecho mencion en este bosquejo de
los tratados generales, con exclusion de toda
.otra obra destinada particularmente á determi-
nadas armas. Las obras de Montalembert, de
Saint-Paúl, de Bousmard, de Carnot, de Aster
y de Blesson -han contribuido _en gran manera á
los progresos del. ai·te de Jos sitios y de la forti-
de la guerra. 15
ficacion : lmbert se esforzó en reducirla á los prin-
cipios de la táctica, y los escritos de Laroche-Ay-
mon, MulJer y Bismarck esclarecieron muchas
cuestiones relativas á la caballería. En un perió-
dico , del que no tuve conocimiento por' desgra-
cia hasta despues de seis años de su publicacion,
creyó ei último (Bismarck) que debía atacarme,
no solo directamente, sino como escritor, con mo-
tivo de haber yo dicho , acaso con demasiada lige-
reza, si bien apoyado en la expresion de un ilustre
general , que los prusianos le acusaban de que en ··
su último folleto había copiado la instruccion iné-
dita del gobierno á sus generales de caballería. El
general Bismarck, al censurar mis obras, ha usa-
do de su derecho ,' no tan solo á título de repre ....
salias; sino porque todo libro está sujeto á que el
público juzgue sus doctrinas y las controvierta.
Sin embargo, en lugar de probar la injusticia de
semejante reproche , ó exponer su queja, ha crei-
clo que era mas sencillo responder con injurias, á
que nunca contestará un militar en las obras cu-
yo destino no es por cierto el ocuparse de perso-
nalidades. Los que comparen la presente noticia
con las ridículas pretensiones que me supone el
general Bismarck, nos podrán juzgar.
Es bastante singular que se ine acuse de
haber dicho que el arte de la guerra no existia
antes de mis escritos, cuando en el capítulo de
los Principios , publicado en 18 O7, de que dejo
hecho mérito , y que fué recibido con aceptaciou
16 De .la teoría actual
por los militares, princi:pi~ba con estas palabras:
El arte de la guerra ha existido· de tiempo in¡
memorial, &c.; pue~ lo que dije fué que no. ha- .
hia libros que proclamasen la existeJ)cia de los
principios generales, aplicándolos por ~ la estrate-
gia á todas las combinaciones del teatro de una
guerra : que ·he sido el primero que había in-
tentado esta demostracion , y que otros la han
perfeccionado diez años despaes , sin que por
eso apareciese mas completa; cuya verdad no
puede negarse de buena fe. Por lo clemas nunca .
he manchado mi pluma con personalidades con-
tra los hombres estudiosos que se dedican á la
ciencia , pues cuando no he convenido con sus
doctrinas, las he refutado con mocleracion é im-
parcialidad: conducta que seria de deseat se ob-
eervase generalmente; pero que, no estando en
mi mano conseguirlo, vuelvo á continuar el
asunto que me ocupa.
Desde Gribeauval y Urtubie, la artillería
tuvo sn manual y otras omchas obras, entre las
que se distinguen las de Dccker , Paixhans,
Iloyer , Ravichio y Rouv.roy: las di!!cusiones de
var~?S autores, ent1·e otras las tlel marques de
Chambray y del general Okounef sobre los fue-
gos de la infantería ; y últimamente las diserta-
ciones de muchos oficiales que se hallan en los
interesantes periódicos militares ele Viena, Ber-
lín, Munich , Stuttgard y ·París , han contri-
buido considerablemente á los progresos succe-
de la guerra. 17
sivos de los puntos de que se han ocup~Jo *·
Varios ensayos se han intentado tambien
acerca de la historia del arte de los antiguos
hasta nuestros días. Tranchant-Laverne la trató
con talento y sagacidad, pero incompletamente:
Carion-Nisas, verboso para los antiguos, media-
no para la época del renacimiento hasta la guer-
ra de siete años, fué desgraciadísimo en to-
das sus partes tratando del sistema moderno:
Rocquancourt tuvo mejor éxito: el mayor pru-
siano Ciriaci y su continuador adelantaron mas: y
finalmente, el capitan napolitano Blanch hizo un
interesante analísis de los diferentes períodos del
arte bajo sus dos aspectos el escrito y el prac-
ticado. ·
En vista de tan minucioso catálogo de es-
critos modernos, se puede juzgar que si el ma-
l"iscal de Sajonia volviese al munpo, en vez de
lamentarse de las tinieblas que cubrían la cien-
cia, quedaría agradablemente sorprendido al ver
la actual riqueza de nuestra literatura militar.
Los que en lo succesivo deseen dedicarse al es-
tudio, no carecerán de buenos libros , porque
en el dia hay principios, mientras que en el
siglo XVIII no había mas que métü<los ó sistemas.
Sin embargo, es necesario conve11ir en que

~ Entre los redactores de estos escritos deben ci-


tarst> los seiíorPs Schccl, "\V ngner y Prokestsch , qne
contribuyeron á la jnsta celebridad clPl Diario militar
' de Vie";a, · · · ·
l.
18 De la teoría actual
para completar la teoría cuanto es posible, falta
aun, y, segun todas las apariencias, faltará por
mucho tiempo , la obra importante del exámen
bien meditado de los cuatro diferentes sistemas
seguidos de un siglo 4 esta parte; á saber : el de
la guerra de siete años; el de las primeras cam-
.pañas de la revolucion; el de las grandes in-
vasiones de Napoleon, y el de Wellington. De
este exámen comparado seria necesario deducir
un sistema mixto, propio para las guerras re-
gulares, el cual participase de los métodos de
Federico y de Napoleon; es decir, que seria
preciso desarrollar un doble sistema aplicable
á las guerras ordinarias de p'otencia á potencia,
y á las grandes invasiones.
Parte de este interesante trabajo he bos-
quejado en el artículo 24 del capítulo 3. 0 ; pero
como es asunto que exigiría vollm1enes enteros,
me he limitado á indicar la idea para que otro
·que se encuentre con la disposicion necesaria
pueda desempeñarla bien , si tiene la suerte de
encontrar la justificacion de estas teorías mixtas
en nuevos acontecimientos que le sirvan de
prueba.
No obstante, terminaré esta rápida ojeada
con una profesion de f~ sobre las polémicas que
}:lan su~citado la presente obra y mi primer
Tratado. Pesando cuanto se ha dicho en pro y
en contra; poniendo en paralelo los inmensos
1
progresos que se han hecho en 1~ ciencia de
de la guerra. 19
tl,"einta años á esta parte con la incredulidad de
Mr. de Clausewitz, me creo cori derecho á con-
cluir, que el conjunto de mis principios y de
las máximas que se derivan de ellos, ha sido mal
entendido p<>r muchos escritores, los unos ha-
ciendo aplicaciones erróneas, y los otros dedu-
ciendo consecuencias exageradas que jamas han
podido tener cabida en mi imaginacion ; porque
un general , despues de haber asistido á doce
campañas, debe saber que la ,guerra es un gran
drama en que mil causas físicas ó morales obran
mas ó menos activamente, y no pueden redu-
cirse á cálculos matemáticos. Pero tambien debo
confesar francamente qu'e veinte años de expe-
riencia han robustecido en mi convencimiento
las doctrinas siguientes.
u Existe un corto número de principios fun-
damentales de la guerra, de que no es posible
separarse sin riesgo, y cuya aplicacion, por el
contrario , casi siempre ha sido correspondida
por los mas felices resultados.
)'Las máximas de aplicacion que se derivan
de estos principios son tambien en corto núme-
ro; y si algunas -veces las circunstancias obligan
á modificarlas , pueden no obstante servir de
norte al general de un ejército , para guiarle
en la árdua y difícil empresa de ejecutar gran-
des operacipnes en medio del ruido y tumultd
de los combates.
1
., El talento ~tural podr~ á veces , por
2:
)

20 De la ieoria actual
inspiraciones felices, aplicar los principios tan
Lien como pudiera hacerse con el estudio mas
profundo; pero una teoría sencilla, exenta de
todo pedantismo, remontándose á las causas sin
dar sistem<is absolutos, apoyada, en fin, en algu-
nas máximas fundamentales, suplirá las mas veces
al taleuto, y aun servirá para extenderle y des-
anollarle, aumentando la confianza en sí mismo.
,, De todas las teorías so}Jre el arte de la
guerra, la {mica razonable es la que, fundada
en el estudio de la historia militar , admite cier-
to número de principios reguladores, dejando á
la capacidad natural la parte mayor en la direc-
cion de las operaciones , sin encadenarla con
preceptos exclusivos.
''Por el contrario, uada es mas propio para
apagar el talento natural haciendo que el error
triunfe , que esas teorías Jledantescas, apaya-
das eu la blsa idea de que la guerra es una
ciencia positiva, cuyo total de operaciones pue-
de reducirse á cálculos infalible~.
,, Finalmente, las obras metafísicas y escép-
ticas de algunos escritores, no conseguirán tam-
poco establecer sus doctrinas, en las cuales pre-
tenden demostrar que no existe regla alguna para
la guerra; ~rque tales escritos no prueban abso-
1utamente nada contra máximas apoyadas en los
mas brillantes hechos de armas de los modernos,
y justificadas ademas por los raciocinios mtsmos
de los que iqtentan impugbarlas.n
de la guerra. 21
Espero que. despues de estas explicaciones
no se me podrá acusar de que pretendo hacer
de este arte una u~áquina con determinadas rue-
das, ni tampoco de que intei;lto persuadir que la
le~tura de un solo capÍt\llo ~~ los princip1os del
mismo pueda dar á cualquiera la capacidad ne-
cesaria para mandar un ejército. En todas lrs
ciencias, como,. en toda,s las situaciones de la vid;t, /
el saber, y el saber ejecutar, son dos cosas ent!1-
ramente distintas; y si se consigue encontrar con
frecuen~ia quien posea solo la última, la reunion
de aml.ms es siempre la que constituye un hom-
bre superior y asegura el éxito. No obstante,
para que no se me moteje de pedantería, me
. apresuro á manifestar que por saber no entien-
_do una vasta erudicion; no se trata de saber
mucho, sino de saber bien; ell s1.1ma de sabe.r,
sobre todo, lo que exige el cargo que dflbamos
desempeñar.
Deseo que mis lectores , bien penetrados de
estas verdades, acojan con aprecio e.ste nuevo
resúmen que en la actualidaJ puede, á mi juicio,
ofrecérseles como la obra mas conveniente para
la instruccion de un príncipe, ó de un hombre
de estado.
22 De la teoría actual
Aunque .no pensaba hacet mencion en la
precedente noticia de las obras de historia: mili-
-tar que han hecho notable nuestra época, poft..
que al cabo no entraban en el asunto que ~ me
proponia tratar; sm embargo' como su publica-
cion ha contribuido tnuého á' •los progresos de
la ciencia, habiendo de explicAr las eattsas de su
b~én 1éxito, se riÚ~· permitirá qóe diga alguna
cosa sobte ellas. · 1 1' 1
La historia puramente militar es un género
ingrato y difícil, porque para ser útil á los in-
teligentes, exige detalles tan áridos y ·minuciO-
sos, ·como necesarios·para poder juzgar con ex_ac-
titud de las posiciones y de los movimientos.
Asi es que hasta que salió á luz el bosquejo im-
perfecto de la •guerra de siete años:'~· 'que publi-
có Lloyd , ninguno de Jos escritores militares
había salido de la rutina ·de las relaciones oficia-
les ó de los panegíricos, casi siempre enojosos.
Los historiadores militares del siglo "VIII que
ocuparon el primer lugar fueron: Dnmont, Quin-
cy, Bourcet, Pcnay, Grimoard, Retzow y Tem-
pelhof; este último estaLleció en algnn tanto
una nueva escuela, pero su obra está recargada
de pormenores sobre las marchas y los campa-
mentos, los que si bien pueden ser de gran utili-
dad en los dias de combate, son inútiles en la
historia de una guerra, pues que se presentan
casi siempre bajo la misma forma.
La historia puramente militar ha producido
de la guerra. 23
tantos esct·itos en Francia y Alemania desde
1792, que solo la nomenclatura de ellos for-
maria un folleto; sin embargo, citaré las prime-
ras campañas de la revolucion por Grimoard;
las del general Gravert ; las Memorias de Su-
chet y de Saint-Cyr·; los fracmentos de Gour-
gaud y de Montholon; la grande empresa de las
Victorias y Conquistas bajo la direccion del ge-
neral Beauvais; la preciosa coleccion de las ba-
tallas del coronel Wagner , y la del mayor
Kaussler; la guerra de España por Napier ( 1 );
la de Egipto por Reynier; las campañas de Sou-

(1) La relacion de la Guerra de España escrita en


ingles por los sdiores Clarke, Southey, Londonderrx y
Nayier, llena de inexactitudes)' equivocaciones, ha sido
refutada por el señor Ganga Argiielles en 1829 en Londres
con sus Observaciones sobre la Historia de la guerra de
Espaiia contra N a polcon, S{ c., reimpresas en llfadrid
en 1833, cuyas juiciosas , justificadas y patrióticas
Observaciones, recomendamos á nuestros lectores, asi como
nos sorprende el que se explique con tanta falta de ver-
dad un ingles que , como el se1íor Napier, servía en las
tropas que nos auxiliaban, cuando tan de distinto y con-
trario modo lo lzace acerca de la misma campaña el cé- ,
lehre general Foy en su Guerra de Espaiia, el cual mi-
litaba en las filas de los enemigos. Con este motivo nos
es lisonjero tr/butar el testimonio de agradecimiento mas
cordial al referido ge{leral Foy por los elogios que nos
dispensa, )' asimismo al baron Rogniat por los qüe le
debemos en su apreciable obra de los Sitios de Zaragoza
y de Tortosa, mencionando el valor y perseverancia de
los españoles en las defensas de diclzas plazas. El snior
Ganga Argiielles no necesita de nuestro elogio para me-
recer la opinion de patriota y entendido, que há muchos
años ha sabido granjearse. ( . del T.)
24 De la teoría actual
voroff por Laverne; las Relaciones parciales de
Stutterheim, &c. , &c. *.
La que sea política y militar á un mismo
tiempo ofrecerá mas atractivo; pero es mucho
mas difícil de manejar y de conciliada con el
género didáctico, porque para que no se inter-
rumpa su narracion hay que omitir todos los
JX>rmenores que constituyen el mérito de una
1·elacion de guerra.
Hasta la caída de Napokon habían trascur-
rido muchos siglos sin que esta historia hubiese
tenido mas que la obra de Federico el Grande
fligna de consideracion titulada . Historia de mi
tiempo**. Este género exige á la vez un elegan-
te estilo , vastos y profundos conocimientos de
historia y de política, y la suficiente capacidad
militar para juzgar bien de los acontecimientos.
Para producir una obra maestra de esta clase
seria necesario describir las I·cJacioncs ó intereses
de los estados como Ancillon , y las hatallas

* Vodrian citarse tamhicn las relat~ iones interesantes


de Labaumc, de Saiutine, de Mortonval, de Lapenne,
Lcnohlc, Lafaille, a~i como las tlel mayor prusiano
Spath sobre la Cat aluñn, del huron Volderndorf reln-
tiva á las campañas de los Bávaros, y una porcion de
escritos de la misma naturaleza.
** Muchos historia llores políticos, como Ancillon,
Segur, padre, Karamsiu , Guicbardin, Arch~nholz,
.Schiller, Daru, Michaud y Salvandy han descnto cou
inteli gencia bastantes operaciones de guerra, pero rlo
por eso se les puede contar en el n tÍ mero de los escl·i-
tores 111ílitarc~.
de la guerra. -2 5
como Napoleon y Federico; y aunque esta obra
maestra la esperamos todavía, es necesario con-
venir en que de treinta años á ésta parte han
salidÓ á luz algunas obras buenas, entre las cua-
les deben contarse la Guerra de Espaiia por Foy;
el resúmen de los sucesos militares por Mateo
Dumas, y los manuscritos de Fain, aunque el
segundo carece de firmeza en varios casos, y el
último peca por demasiada parcialidad.
1
A estas siguen las obras Lle Mr. Segur, hijo,
escritor lleno de entusiasmo, y que abunda en
juiciosas reflexiones, haciéndonos ver en la histo-
ria de Cárlos VIII, que, con mas naturalidad en
el estilo, podría arrebatar á los precedentes la
palma de historiador del gran siglo que agua1·da
aun á su Polibio. En tercer lugar colocaremos á
los historiadores Tuulongeon y Servan *. ·
Finalmente hay un tercer género, el de la
historia crítica aplicada á' los principios del arte,
y mas especialmente destináda á Jesenvolver la
relacion que tienen los sucesos con estos princi-
pios. Feuquieres y Lloyd fueron los primeros qut!
indicaron este medio, pero no tuvieron muchos
imitadores hasta la revolucion; y aunque es me-
nos brillante en sus formas, puede ser mas útil
en sus resultados, sobre todo, si la crítica no

* No hablo de la "idn políticá y militar de Napo-


leon referida pot· el mismo, en aten e ion á qne se me La
ulribnido sér el autor de ella: en ct1anlo á las de Nor-
1 ius y Tibaudcau no son militares.
26 De la teoría actual
ee lleva hasta un rigorismo que la haga falsa é
injusta.
' La historia de que vamos hablando , mitad
didáctica, mitad crítica , ha hecho de veinte
;úíos á esta parte D;layores progresos que las
otras, ó por lo menos ha sido cultivada con me-
jor éx.ito, produciendo resultados indisputables.
Las campañas publicadas por el Archiduque
Cárlos, las anónimas del general Muffling, las
relaciQDes parciales de los generales Pelct, Bou-
tomlin, Clausewitz *, Okounef, Valentini, Ruhle;
-las de los señores Laborde, Koch y Chambrai;
finalmente, los fragmentos public;tdos por los se-
•Óores Wagner y Scheel en los interesantes pe-
riódicos de Berlín y de Viena, han contribuido
mas ó menos al ensanche y perfeccion de la cien-
cia de la guerra. Acaso me seria lícito reclamar
una pequcóa parte de este resultado en favor
de mi larga historia crítica y militar de las guer-
ras de .la revolucion . y de otras obras históricas
que he publicado; porque , redactadas con el

• Las obras de Clausewitz han sido indudablemente


bastante útiles, aunque á veces nq tanto por las ideas
'lue emite 1 como por las contrarias que hace concebir;
1
y lo hubieran sido mucho mas, si un estilo jactancioso
· no las hiciese con frecuencia ininteligibles; pero si como
autor didáctico ha provocado mas dudas que verdades
ha descubierto, como historiador crítico ha sido imita-
dor ,poco escrupuloso. Los gue hayan leido mi campaña
de i799 publicada diez años antes que la suya, no ne-
garán mi aserto, pues que no hay una de mis reflexio-
nes que él no haya . repetido.
de la ·guerra.. · \ . l27
objeto especial de probar el triunfo · co~stant~
&; la apljcacion de Jos 'principioe, j~s han pe·
jado estas obras de conducir · todos los •hechos fl
este punto de vista dominante, y baj9 cuyo COf\-
cepto á lo menos han sido bien acogidas *: en
apoyo de e_ste aserto apelo al satírico analísis de
la guerra de succesion de España , publicada
por el capitan Dumesnil.
Gracias á este cúmulo de obras didácticas
y de historia crítica, ya no es tan difícil la en-
señanza de la ciencia; y ciertamente serian unos
menguados profesores los que hoy se , viesen
embarazados en sus cátedras , teniendo tantos
ejemplos en que apoyarse. Sin embargo, no se
puede deducir de · aqui que el arte haya llegado
á su máxima perfeccion, porque no habiendo
nada completo sobre la tierra, aun cuando se
reuniese bajo la presidencia del archiduque
Cárlos ó de W ellington una asamblea compues-
ta de todas las notabilidades estratégicas .y tác-
ticas del siglo, con los mas hábiles generales de
ingenieros y de artillería, es de creer que no

* Se pueden tachar de difusos algunos de estos li-


bros; pero es difícil contentar á todos en punto á rela-
ciones militares: unos quieren todos los detalles posi-
bles, y otros no quieren ninguno. Confieso que seducido
por la escuela de Tempelhof he abundado demasiado
en el sentido de los primeros. Estos detalles son buenos
para una relacion de campaña aislada, pero no para
una guerra ; defecto de que me he corregido en las úl-
timas obras.
'
2 8 .De la teoría actual de la guerra.
conseguirian formar una teoría pérfecta, abso-
luta e inmutable ' .sobre las diferentes partes que
abraza el arte ·de la guerra, y con particulari-
dad acerca de la táctica.

\
COMPENDIO
DEL

DEFHHCION DEL ARTE DE LA GUERRA.

E1 arte de la guerra, segun generalmente le 1


entendemos , se divide en cinco partes puramen-
te militares , la extrdtép;ia , la tdctica sublime,
la logistica, el arte del ingeniero , y la tdctica
de detall ó de las armas; pero hay una parte
esencial en esta ciencia, y es la política de la
guerra * que hasta ahora se ha excluido ele ella
sin razon alguna.

• Pocas obras existen, á lo menos que sean general-


mente conocidas, sobre esta rnáteria; ,la única que tie-
ne el título de tal es la Política de la guerra por Hay
du Chatelet (1767): se dice en ella que, tratando un
ejército de pasar un puente de fiedra, debe hacerlo re-
conocer por carpinteros !y arqu1tectos, y que Da~:ío no
hab1·ia sido vencido, si en lugar de haberse 41puesto á
3O De.finicion
Á pesar de que esta pertenezca mas parti-
cularmente á la ciencia del hombre de estado
que á la del guerrero, desde que se trató de
separar la toga de la espada , es preciso conve-
nir que si no es tan útil á un general subalterno,
es indispensable á un general en gefe de un ejér-
cito, pues entra en cuantas combinaciones pue-
den decidir de una guerra , y en las de las ope-
raciones que podrán emprenderse , por lo cual
no puede dejar de pertenecer á la ciencia de que
tratamos.
D'e estas consideraciones se deduce que el
arte de la guerra debe componerse en realidad
de seis partes diversas entre sí :
1.a La política de ]a guerra.
2.a La extrategia ó arte de dirigir bien las
masas sobre el teatro de la guerra para invadir
un pais ó defender el _propio.
3.a La táctica en grande ó general que lla-
maremos sublime de las batallas y de los com-
bates.
4·a La logística ó aplicacion práctica del ar-
te de mover los ejércitos *·
Alejandro con todas sus fuenas, no le hubiera presenta-
do mas que la mitad. ¡Maravillosas máximas de políti-
-ea·militar! Maiz.eroy concibi6 algunas ideas, pero igual-
meute vagas en lo que él: llama la dialéctica de la fJUer-
ra. Uoyd ha profundiz.ado mas la cuestion; pero ¡cuánto
no deja que desear su obra, y hasta qué grado no ha
sido desmentida por los extraordinarios acontecimientos
que han pasado desde 179!1 á >18i5! ·
lt' •En el artículo '1 explicaré los motiyos que me bi-
del arte de la guerra. 31
5.8 El arte del ingeniero, el ataque y de-
fensa de plazas.
6.a La táctica de detall ó de las diversas
armas.
Podría agregarse aun la filosofía ó parte
moral de la guerra ; pero parece mas oportuno
reunirla en una sola seccion con la política.
Solo nos proponemos analizar las principales
combinaciones de las cuatro primeras , por no
ser nuestro objeto tratar de la táctica de las ar-
mas , ni del arte del ingeniero que forma una
ciencia aparte.
No es necesario conocer estas cuatro partes
con igual perfeccion, para ser un buen oficial de
infantería, caballería ó artillería; pero para lle-
gar á general ó ser un distinguido oficial de es-
tado mayor , son indispensables estos conocimien-
tos. ¡Felices los que llegan á poseerlos, y los
gobiernos que sepan colocarlos en el lugar que
se merecen en bien y Erovecho público!

' .. 'l'

cieron hntnr de la logística bajo un punto de vista mas


secundario 1 y espero se me agradecerán las nue':aS rr-
laciones bajo las cuales la he considerado despues. ·
...
.
CAPITULO I.

·---
DE LA POLÍTICA DE LA GUERRA.

Damos este nombre á ]as combinaciones que


sirven á un hombre de estado para juzgar de la
necesidad , conveniencia y oportunidad de una
guerra~ y determinar las diversas operaciones
que sean necesarias para conseguir el objeto pro-
puesto.
Un estado se ve obligado á hacer la guerra
para reclamar derechos , ó para defenderlos, por
causas de grandes intereses públicos, como los de
la industria, los del comercio , ó de otros ele-
mentos constitutivos de la prosperidad de las
naciOnes.
Para proteger á pueblos limítrofes, cuya
existencia es necesaria á la propia seguridad ó
al equilibrio político.
En cumplimiento de las alianzas ofensivas
y defensivas que se hubiesen estipulado.
Por la propagacion de doctrinas, reprinlir-
las ó defenderlas.
Para extender su influencia ó su poder por
adquisiciones necesarias al bien del estado.

,.
Política de la guerra. 33
Por salvar la independencia nacional ame-
nazada, 6 vengar el honor ultrajado.
Para satisfacer el anhelo de las conquistas ó
el espíritu de invasion.
Fácil es concebir que estas diferentes espe-
cies de guerra han de influir de distintos modos
en las operaciones que ha-yan de practicarse para
conseguir el fin propuesto; en la magnitud de
los esfuerzos que habrá que hacer ; )' en la ex-
tension de las empresas que sea necesario formar;
porque es evidente que cada una de el1as po-
drá ser ofensiva 6 defensiva; el que la provoque
podrá ser prevenido y tener que defenderse;
el atacado podrá á veces toma,r la iniciativa, si
ha sabido prepararse, )' segun la respectiva si-
tuacion de los partidos se presentarán aun otras
_complícaciones.
La guerra se hace : 1.0 solo , contra otra pO:.
tencia tambien sola. ,
2.° Contra varios estados aliados entre sí.
3.° Con el auxilio de un aliado po~eroso,
contra un enemigo solo. .
1
4. Obrando como parte principal, 6 única-
0

mente como auxiliar.


5. 0 En este caso se interviene desde el prin-
cipio, ó entrando en la lucha cuando esté mas
ó menos empeñada.
6.0 Siendo teatro de ella el propio ten·íto-
rio , el de u~1 aliado, ó el pais enemigo. '.
7. 0 Siendo . de mvaswn puede ser próxima
~ 3' 1
Capítulo l.
ó distante , prudente y justa ó caprichosa.
8. 0 Ya sea defensiva ú ofensiva puede ser
nacional.
9. ° Finalmente , las hay civiles y de reli-
gion tan peligrosas como lamentables.
Pero una vez decidida la guerra, claro es que
ha de hacerse segun los principios del arte; aun-
que es necesario convenir en que habrá una gran
diferencia en la naturaleza de las operaciones
que se emprendan, segun las diversas vicisitu-
des que se puedan presentar. Por ejemplo, dos-
cientos mil franceses, queriendo someter la Es-
. paña levantada en masa contra ellos ' no manio-
brarán como otros doscientos mil que niarchen
sobre Viena ú otra capital cualquiera para dictar
la paz en ella ( 18 O9), ni combatirán á las guer-
rillas de Mina , como se combatió en Boro-
dino *· Sin buscar ejemplos tan distantes , ¿ se
podra decir que los doscientos mil franceses, de
que acabamos de hablar , debiesen mai·char
igualmente sobre Viena, cualquiera que fuese el
estado moral ele los gobiernos y de las poblacio-
nes entre el Rhin y el Inn, ó entre el Danubio
y el Elva? Se concibe que un regimíento se bate

* Sirva esto de respuesta al señor mayor Proketsch,


que, á pesar de su acreditada erudicion, ha creído po-
der sostener que la política de la guerra no influía en
las operaciones de ella, y que siempre debe hacerse la
g·uerra del mismo modo.
Politica de la guerra. 35
siempre del mismo modo con corta diferencia;
pero no sucede asi respecto á las grandes masas.
Á estas diversas combinaciones, que perte-
necen mas ó menos á la política de los diplo-
máticos, se pueden agregar otras que solo tie-
nen conexion con el mando de los ejércitos, á
las que da1·etnos el nombre de polttica militar ó
.filosofía de la guerra; pues que sin pertenecer
exclusivamente á la díplotnacía ni á la estrate-
gia , s~n de la mayor importancia en los planes
de un gabinete y en los del general de un ejér-
cito. Principiemos por las que se refieren á la
diplomacia.
36 Capitulo l. -= Art. 1.

ARTÍCULO PRIMERO.

De las guerras ofensirvas para reclamar derechos.

No porque· un estado tenga derechos sobre


otro vecino ha de reclamarlos siempre á mano
armada; pues antes de determinarse á ello , es
necesario consultar si es conveniente al interés
público.
La gue1Ta mas justa será la que fundada en
derechos incontrastables ofrezca ademas ventajas
positivas proporcionadas á los sacrificios y aza-
, res que se an-iesguen ; pero desgraciadamente se
presentan en nuestros dias tantos derechos dis-
putables y disputados, que la mayor parte de
las guerras, aunque fundadas aparentemente en
herencias , testamentos ó matrimonios, no son en
realidad mas que guerras de conveniencia.
La de succesion al trono de España en tiem-
po de Luis XIV era la mas natural en derecho,
pues se apoyaba en un testamento solemne, en
los vínculos de familia, y en el voto general de
la nacion española; sin embargo , fué la mas dis-
putada por toda la Europa , y produjo una coa-
licion general contra el legítimo legatario ( 2).
· (~) Sentimos mucho tener que !tacer ohservar. al ha-
ron Je Jomini, r¡ue la guerra de sucecsion á que se re-
De las guerras ofensivas en politica. 3 7
Aprovechándose de una guerra del Austria
con la Francia, Federico II·, pretexta antiguos
títulos, entra,en Silesia á mano armada, y se apo-
dera de esta ·rica provincia, que duplica la fuer-
za de la monarquía prusiana. El éxito y la im-
portancia de semejante resoluci<m la hicieron mi-
rar como un golpe maestro, pues, aun cuando
hubiese salido mal de la empresa, no se. le po-
dria condenar con justicia, porque su importan-
cia y oportunidad la disculpaban cuanto una
irrupcion puede ser disculpable.
En guerr:;.s de esta naturaleza no hay reglas
que dictar, todo está en saber esperar para apro-
vecharse. .Las operaciones ofensivas deben ser
proporcionadas al fin propuesto : la primera es
naturalmente la de ocupar las provincias recla-
madas; en seguida se puede aumentar la ofensi-
va segun las circunstancias y las respectivas fuer-
zas, amenazando al adversario en su propio terre-
no, á fin de lograr la cesion que se apetece; pues
todo depende de las alianzas que se hayan ad-

fiere no hubiera tem'do lugar si Felipe r, como dice, hu-


óiese del todo contado con el voto general de la nacion es-
pañola, como lo prueba el apoyo que los austriacos, in-
gleses y portugueses hallaron en los naturales de Cat(llu-
ña, Yalencia y Aragon; y aunque esto es bien sabido
por todas las histori(ls , nos ha parecido conveniente re-
cordarlo en ja11or de la ezactitud, tratándose de hechos de
nuestro propio país, y aprovechar esta oportunidad para
recomendar á nuestros compañeros de armas los estima-
bles comentarios del marques de San Felipe que escribió
sobre "2uclla ¡peerra. (N~ del T.)
38 Capítulo J. = Art. 1.
quirido, y de los recursos militares de ambas
partes : siendo lo esencial en estos casos poner
el mayor cuidado en no despertar los celos .de
un tercero que pudiese acudir al socorro de la
potencia que se intenta atacar ; lo cual toca á
la política prev~r, dando todas las gqrantías ne-
cesarias para evitar una intervencion.
D{', las {j'Ltcrras defensivas en política. 3 9

ARTÍCULO 11.

De las guerras defensivas en politica y ofensivas


militarmente.

Un estado atacado por otro vecino, el cual


reclama antiguos derechos sobre una provincia de
que está en posesion , rara vez se decide á' ce-
derla sin pelear; y aun cuando esté convencido
de Ja fuerza de estos derechos , prefiere defen-
der el terreno que se le exige, como medio mas
honroso y natural; pero en vez de mantenerse
pasivo en la frontera aguardando á su agresor,
puede convenirle tomar la iniciativa ú ofensiva,
lo cual depende de las respectivas posiciones
militares.
Unas veces conviene hacer la guerra de in-
vasion, y otras dejarse invadir por el enemigo:
para una potencia bien constituida que no tenga
por qué temer divisiones interiores ni recelos de
ser atacada por otra tercera , será siempre una
ventaja positiva llevar el teatro de la guerra al
pais enemigo; porque evitará la destruccion de
sus provincias , hará la guerra á expensas de su
adversario , y pondrá de su parte todas las pro-
babilidades morales, excitando el entusiasmo de
· 40 ClrpitLtlo l. = Art. 2.
los suyos , é infundiendo , por el contrario, el
desaliento en los enemigos desde el principio de
la campaña. Sin embargo, bajo el punto de vis·
ta puramente militar tambien es cierto que un
ejército puede obtener grandes ventajas, ope-
rando en terreno propio ; porque tiene en su
favor y á su disposicion t?dos los obstáculos na-
turales ó artificiales ' y puede ejecutar todas sus
maniobras con libertad secundadas por los habi-
tantes y autoridades del país:
Estas verdades que parecen incontrastables
son aplicábles á toda e•pecie de guerra ; pero si
los principios de la estrategia son inmutables, no
sucede lo mismo con las venlades de la política
d~i la guerra , las cuales suft'en modificaciones se-
gun el estado mor_al de los pueblos ' de las loca-
lidades y de los hombres que se hallan á la ca-
beza de los ejércitos ó de los estados: estas dife-
l~encias son las que acreditaron el grave error de
que no babia reglas fijas para la guerra. Espera-
mos demostrar que la ciencia militar tiene prin-
cipios á que no puede faltarse sin exponerse á
grandes desastres; cuando se tiene que luchar
con un enemigo hábil, la parte política y mo-
ral de la guerra es solo la que ofrece diferen-
cias que no pueden someterse á ningun cálculo
positivo , pero que sin embargo pueden serlo á
los de las probabilidades. Asi es que los planes de
operaciones deben modificarse segun las circun-
tancias; pero para ejecutarlos es necesario ser
De las guerras defensivas en politic. 41
fiel á los principios del arte. Por ejemplo, todo
el mundo convendrá en que no se puede combi-
nar una guerra contra la Francia , el Austria ó
la Rusia, como la que se hubiese de hacer con-
tra los turcos ú otra nacion oriental , cuyas or..:
das indisciplinadas, aunque valientes, no son su-
ceptibles de 'ninguna maniobra regular, m de
órden y serenidad en los desastres.
1.

CapÍtldo 1 = Art. 3.

ARTÍCULO DI.

De las guerras de conveniencia.

La invasion de la Silesia por Federico II fué


una guerra de conveniencia , asi como la de suc-
cesion en España.
Hay dos cla~es de guerras de conveniencia;
las que un estado poderoso pue<;le emprender
para adquirir sus límites naturales, ó para lo-
grar una ventaja política ó mercantil de mucha
importancia; y las que puede hacer para disminuir
~l poder de un rival peligroso, ó contener su en-
grandecimiento: verdad es que estas últimas en-
tran en el · número de las guerras de interven-
cion , porque no es probable que un estado ata-
que por sí solo á un rival peligroso, sino que re-
gnlarmente lo hará por coalicion, á consecuencia
de compromisos ó íntimas relaciones con un ter-
cero.
Siendo todas estas combinaciones mas pro-
pias ele la política que de la guerra , y corres-
pondiendo las operaciones militares que en estos
casos hayan de ejecutarse á las otras categorías
<le que hemos de tratar , pasaremos en silencio
lo poco que había que decir en este asunto.
De las guerras con aliados ó sin ellos. 43

ARTÍCULO IV.

De las guerras con aliados ó sin ellos.

Cuando todas las probabilidades son iguales,


es naturalmente preferible en la guerra tener un
aliado á hacerla sin él; pues si bien un grande
estado podrá tener mayor seguridad de buen éxi-
to que dos pequeños que se liguen contra él,
siempre es mejor tener el auxilio de un vecino
que luchar solo; porque, ademas de contarse con
el contingente que este envía, se debilita mu-
cho mas al enemigo que ten<.lrá que oponerle un
cuerpo con~iderable, y vigilar los puntos de su
tcrritdrj1o 1 que Sfn esto hubiesen estado al abrigo
ele tod~ insulto. En el párrafo siguiente se ad-
quirirá el convenci,miento de que po hay ene-
migos pequeños , ni aliados dé.biles , á quienes un
(
grande estado , por mas fuerte que sea, debe
despreciar impunemente: verdad que no debe
dudarse sin olvidar las lecciones que nos enseña
la historia.
44 Capitulo. l. = Art. 5.

ARTÍCULO V .

.De las guerras de intervencion *·


De cuantas guerras puede emprender un es-
tado la mas conveniente , la mas venta josa para
él, es la de intervencion en una lucha empeñada;
. 1
por la sencilla razon de que de este modo pone en
la balanza todo el peso de su poder con los de la
potencia en cuyo favor interviene: entra en eJla
cuando quiere y en el momento mas oportuno,
segun los medios con que cuenta para dar una
accion decisiva.
Hay dos especies de invervencion : la pl·ime-
ra es la de un estado que procura influir en los
negocios interiores de sus vecinos; y la segunda
consiste en intervenir oportunamente en sus re-
laciones exteriores.
Nunca han estado muy acordes los publicis-
tas acerca del derecho de intervencion interna-
cional ; por lo que á nosotros toca , no disputa-
remos sobre el derecho ; pero sí les diremos que
el hecho se ha verificado con frecuencia. Los ro-
manos debieron parte de su engrandecimiento á

• Este artículo se escribió en i829.


])e las guerras de intervencion. 45
estas intervenciones, y el dominio de la compa-
ñía inglesa en la India no se explica de otro modo..
La intervencion en Jos negocios interiores
no siempre produce felices resultados: la Rusia
debe parte de su engrandecimiento á la que sus
soberanos introdujeron en los de Polonia; y el
Austria, por el contrario, estuvo en riesgo de
perecer por haber querido hacerlo en los de ]a
revolucion francesa; pero esta clase de combina-
ciones no son de nuestra incumbencia.
La intervencion en las relaciones exteriores de
los estados limítrofes es mas legítima , mas natu-
ral y quizás mas ventajosa. Con efecto, cuanto
mas se dude el derecho que puede tener un es-
tado para mezclarse en el fuero interno de otro,
tanto mejor se le concederá el de oponerse á que
eo;tos p1·opaguen las turbulencias y desórdenes al
exterior, que muy pronto podrian hacerse exten-
sivas á él.
Tres causas pueden obligar á intervenir en
las guerras exteriores de los vecinos : la primera'
es la obligacion que puede haberse contraído por
un tratado de alianza ofensiva y defensiva; la se-
gunda la conservacion de lo que se llama el equi-
librio político, combinacion de los siglos moder-
nos , tan admirable como sencilla al parecer , y
desconocida con harta frecuencia por los mismos
que deberían ser sus mas ardientes defensores *;
• Creer posible un equilibrio perfecto es un absurdo;
no puede tratarse mas que de una balanza relativa .y
46 Capítulo l. = Art. 5.
la tercera causa es para aprovecharse de una
guerra empeñada, no solamente con el fin de
cortar sus malas consecuencias, sino tambien con
el de hacer recaer sus ventajas en favor del que
interviene.
. (~ Un estado declina cuando tolera el engran-
~>decimiento desmesurado de un rival; y un es-
~'tado, aun cüando sea de segundo órden, pue-
»de constituirse árbitro de la balanza política,
~>cuand9 sabe poner oportunamente su peso en
"ella." Verdades son estas tan positivas que la
historia ofrece mil ejemplos de potencias que han
decaído por haberlas olvidado, y que bastan á
demostrar las ventajas de las guerras de inter-
vencion, bajo el punto de vista de la alta po-
lítica.
Bajo el aspecto militar es evidente que un
ejército que se presenta como tercero en una lu-
cha ya principiada obtendrá la preponderancia
en ella, y su inftueneia será tanto mM decisiva,
cuanto mayor fuere la importancia de su situa-
cion geográfica respecto á los dos ejércitos que se
hacen Fa guerra.
Citemos un ejemplo: en el invierno de 18 O7

aproximada. El principio de la conservacion del equili-


brio debe ser la base de la política, asi como el arte de
poner en accion el mayor número de fuerzas posibles en
el momento decisivo 1 es el principio regulador de la
guerra. No 'es necesario decir que el equilibrio m-arítimo
ocupa un lugar preferente en la balanza política de la
Europa.
De las guerras de intervencion. 47
pasó Napoleon el Vístula, y se aventuró á llegar
hasta el pie de los muros de Konigsberg, dejan-
do á su espalda el Austria, y teniendo á su fren-
te toda la masa del imperio ruso. Si el Austria
hubiese hecho marchar cien mil hombres desde
la Bohemia sobre el Oder , es muy probable que
hubiera acabado con todo el poder de Napoleon:
su ejército se habría dado por muy dichoso si
lograba abrirse paso para volver al Rhin, y seria
de creer que no lo hubiese conseguido. El Austria
prefirió aguardar á rem1ir un ejército dé cuatro-
cientos mil hombres; dos años despues _tomó la
iniciativa con tan formidable masa, y fué venci-
da : cuando con cien tnil hombres empeñados
oportllilamente, habria decidido la suerte de ]a
Europa con mas segura facilidad. .
Si las intervenciones son de dos natúralezas
diferente , las guerras que resultan de ellas son
de muchas especies.
1. 0 Se interviene como auxiliar á consecuen-
cia de tratados anteriores por medio de .c~brpos
secundarios de determinada fuerza.
2.° Como parte principal para sostener' ri
un vecino mas débil,' cuyos estados se van á de-
fender, en cuyo caso el teatro de la guerra se
aleja ..:de las fronteras del estado que interviene.
-¡ 3.n Se interviene tambien como P.arte ·prin-
cipal, cuando se está próximo al teatro ele la ·g uetl
ra, lo que supone una coal\cion de muchas gran-
des potencias contra una sola.
/
48 Capítulo l. = Art. 5.
4. Últimamente, se interviene en una lu-
0

cha ya empeñada , 6 antes de la declaracion de


la guerra.
Cuando solo se interviene con un contingen-
te mediano á consecuencia de estipulaciones , se
hace un papel accesorio, y la potencia principal
dirige por lo comun las operaciones; pero cuan-
do es por coalicion y con un ejército considera-
ble se suele proceder de distinto modo.
Las vicisitudes militare~ de estas guerras son
variadas : el ejército ruso en la guerra de siete
años era esencialmette auxiliar del Austria y de
la Francia ; sin embargo de lo cual obró como
parte principal en el norte hasta la ócupacion de
la antigua Prusia por sus tropas; pero cuando
los generales Fermor y Soltikoff condujeron el
ejército hasta el Brandenbourg , ya no obraba mas
que en los intereses del Austria: estas tropas se-
paradas á gran distancia de su base , se hallaban
á la merced de una buena ó mala maniobra de
sus aliados. Tan lej~ excursiones son muy pe-
ligrosas y sumamente delicadas por lo comun
para el general de un ejército: las campañas
de 1 7 9 9 y 18 OS dieron tristres pruebas de
esta verdad que recordaremos al tratar de tales
expediciones bajo su aspecto militar (wt. 29).
De los ejemplos citados resulta que las in-
tervenciones á paises distantes pueden comprome-
ter la suerte de los ejércitos que las ejecutan;
pero en recoll!pensa se tiene la ventaja de que
De ~as g!lerras de intervcncion. 49
el pais no .poclrá ser invadido ~cilmente ; porque
el teatro de hl guerra es~ lejos de . sus 6;ante-
ras ; de suerte • que en estos casos lo que hace la
des~cia d~l general, , es un bien para el efltado.
tn las guerras de esta ijaturaleza lo esentia\
es elegir para el mando un gefe que.. sea político
al mislllo ti((mpo que mili¡¡ar;estipulw¡{erminante-
mente ton los ·aliados la parte 9,11E cadf;¡, uno de'-
be tOT/14T en las operaciones; y determi!lar en fin
un punto 1 objetivo que esté . en armonio, fOn lo$
iptereses am'(.f~es t por )a. omi,.sio~ de ,esta~ pre- \
~uciones la mayor parte de las <;:oaliaioncs
b!)n
T
tenido
.
mal ~ito, .ó.han luchado ron.1 dificul-
tad contra una potenpia de menos fuerza en su
totalidad, pero mas unida¡ _ . ;.,
La tercera Clase de gueí:;~a, de .interveuóon,'9
de opÜrtunidad ya indicada , Cfo d~cir.,l la que corr-
.sistt: en inte~-yeqi1< con todas ~us fuerza~>¡; y,á .Íf.l in-
mediacion. de SQS propiás frontera!! , es maS fa-
VOrable que las otras. · Este es . el casa ei_J. que se
hubiese encontrado el Austria ep. . 18 O7, s~ h.u-
_biera sabido aprovecharse <;le sut posicion ; y es
~~ mismo _en flUe se halló en 18131, Ve~ina . de la
~jonia, donde ·Napoleon acaba'Qa d~ J;~Q.ir s~
fu~r:za~ ~ tpmando ademas por la e-spalda ,el fre.n-
te de operaciones de los franceses sobre el Elba,
.:ponia dascientO$ mil hombres .f!n la balanza ,con
.casi ~gurid.ad dél éxito : asi es que el dQlllinio
.de la Italia y la influencia 8obre la Alemania. ~r-
didos por quince años de adver~idades ' fueron
l. 4
SO · · Cdpltulo l.~
Art. 5.
reconquistados ~n dós ftiese~. 'rE) Austria tenia á
1

su favor en 'es m .íri.tetvencióh todas las proba...


bílidades- paliticas' ·y .mí1itáreS''? Pdbble 'resultado
que ind~ca él' .có1rrío dé lits ~entajas á que·puede
aspirare• el rgefe!de ' 'un 'est!dÓ. ' ' '
' 1 El gabille'te 'de Viena t'riunf6 eón tanta mas

seguridad, cuanto' que su intervencion no era so-


fo de la n~ttíráleza"·~le las mencionadis \en la su..
posicion 3:iz; esto es., ba!!tante pr6xitna á sus fron-
teras· para despl~gar él1 mayor · número posible
dé sus fuerzas ; •sin& ·fllmbien porque lo hacia en
una:h1~ha ya ·em~zada, en la que 1entraba cbí:\
tod¿ 1 ~l pésb'de 'Átlsi.reetrrso!t;y eri el mó.rhbnto ~14
tna!de oon\'erlia,lél Esta doble ventaja Ci tan .deci-
siva , que se han visto J ho 'solirliiehte iá ~as grnn.1..
•cléS' ~bnarquiasf, sino- aun á estados muy peque ...
ños., hatéfse ;ptepanderantl:!!l pót habet'1 sabido
·áprdvechar hí' opottunidad de la··intérvencion. Pá-
·rá détnüstrarlo; bástatán dos ejemp1ÓS: eYi ¡1 '55 2
'el ·~lector Mauriclo de ·Sajonia tuvd el tarrojo'' de
i\éclara~J a'&ieítrurlenté ·contta (Járlos' V , · d~~fi~
y
·de la ;Espaiia ; de la: Italia del iniperio ' Gen:riál
rtica; cdntra aquél bárlos, v~ncedot tié Francist I
que· t'ehl~ ehcadenada '1á Francitr,'r't · est~ aii?- .
·miento, ~tie· llev61lá ·gueriaJ ha'sia el <!entro del
Tirol, contuvo al grande hombre·qÜe ame~zaba
déVórarlo todo. Ert 1 7 d6·re1 duque~"H.e Saboya- Vi&
tor 1 Amadeo, declarándose contra Lttis ·XIV;~-
-biól éi aspecto de los negocios eti Italia 1, y a:.lras-
rtró al ejéréito francés desde las márgenes del Ádi-
De las guerras de . i~erwncion. ~~
ge hasta los muros de Turin , donde sufrió la
desastrosa catástrofe que inmortalizó al príncipe
Eugenio. j Cuántos hombres de estado aparecerán
pequeños despu,es de haber Iileditado sobre es-
tos acontecimientos , y las grandes cuestiones á
que ellos se ligan!
· Herh~ dicho lo ·bastante acérc'a de la im-
portancia de las intervenciooo$ ·oportunas , y de
las ventajas que de ellas resultan: los ejem-
plos . pod1·.ia:n nmltiplicar¡¡e hasta lo infinito ; pe-
to esto no, acrecentaría el convencimi~nto o~
oDUestroe led:J:>ra. r
J.

p
52 1
• • Capittdo l.= Att. 6.

·.
"'""'" j¡

~ÍI ., ·' [
J?e la$ guer.r<U ck ·invasion pQr C$pir~4' (4!. con--
quista ú otras causru. • r 1 .. • • i
1. ' ') ) l

1 ·Ante t.odd cdnviene obsehar que lhf.ly,dos


elases de · invasiond 1 mily;J diferentes: aquellas
en que se ataca á potencias l;i.mí.trofe!f.;t" .}as r
que se hacen á paises distantes, atravesando
vastas comarcas, cuyas poblaciones sean mas ó
menos neutrales , sospechosas ú hostiles.
Por desgracia las guerras de invasion he-
chas por espíritu de conquista no son siem-
pre las mas desventajosas, como lo acreditaron
demasiado Alejandro , César y Napoleon en la
mitad de su carrera; pero estas ventajas tie-
nen sus límites marcados por la naturaleza, los
cnales no deben traspasarse , porque es fácil
caer en extremos desastrosos.
Cambises en N uhia , Darío entre los Sci-
tas , Craso y el emperador Juliano entre los
Partos, y Napoleon en Rusia, suministran san-
grientos testimonios de estas verdades; 'mas es
necesario confesar que el último no se movió
Siempre por espíritu de conquista , sino que su
pos1c10n personal, y su lucha con ·la Inglater-
De las guerras de invasion. 53
ra , le impulsaron á acometer empr<¡sas cuyo
evidente objeto era. triunfar en ellas: eL aJ;Dor á
la guerra y sus azares le dominaba , es cierto;
pero se ví.ó arrastrado por el compromiso el~
ceder á la Inglaterxa ó vencerla. Podía decir~
se que bahía venido al mun~ enviado por
la P.rovidencia , para enseñar á la;s generales de
los ejé1·citos y á los gefes de los e~tados. cuan-
to deben evitar: s~s victorias, sqn le~ciones. de
inteligencia , actividad y audacia l sus desastres,
ejemplos para que sirvw 4. . u moderaci.on y
á la prudencia. ·
La guerra de invasion , cuando no hay, rn(}o
t.ivo plaus.ib]e para hacerla., es u~ atentado con-
tra l;:t humanidad , es un procedimiento propio
de un Gengiskan ; pero cuando puede justi-
ficarse por un grande interés y un objeto lau-
dable , es susceptible de excusa , y aun puede
merecer aprobacion. La invasion de Espa~a en
.18 O8 , y la que se efectuó en 18 2 3, difie-
ren ciertamente tanto en su objeto qmo eQ.
su resultado : la primera, dictada por •el, espí-
ritu de invasion , y llevada á cabo cop astu-
cia , amenazaba la existencia de la nacion ~s­
pañola , y fué funesta para su autor : la se-:-
gunda combatiendo solamente las doctrinas pe-
ligrosas , y contemplando los intereses gene-
rales , se efectuó con tanta mas facilidad , cuanto
que. halló un apoyo decisivo cnla mayoría del pue-
blo , cuyo territorio ocupalJa momentáne~ment~.
Capitulo l. = Art. 6.
1 No tratarémos de juzgarlas segun el de-
recho natural, porque estas cuestiones . corres-
popdeq. ~l político de intervencion; y asi , Jejq~
de discutirlas, nos limitarémos á presentarlas
'sencillamente ·como pruebas de que no todos
los invasores obran ¡¡iempre á lo Gengiskan.
La primera contribuyó á la ruina de NapO-
poleon, la otra restituyó á la Francia la situa-
cion respectQ ·de Españ:'l, que Q.unc~ qubier~
debido p~f~~!=· ·
Desee~os llegue época ~n que estas irwa--:
siones seaq. desconocidas ; pero mientras existan,
es necesario conv!'lnir ~n que lln est~do hace me-
jor en invadir á sus' vecinos, que en dejarse
ata,car por ellos ; y en que el Jlledio mas se-
guro de COélrtar el espíritu de conquista y de
usurpacion , el! saber intervenir oportunamepte
para oponerle un dique.
Suponiendo decidida Ufl~ guena de ·inva-
'si!)n, no por el inmoderado deseo de conquiS-
ta, sino fundada en una sana Fazon de esta-
do , debe arreglarse al fin que se propone , y
'á los obstáculos que pueden encontrarse , ya
de parte del pais que ha de invadirse ó ya de
sqs aliados.
La invasion de un pueb1o exasperado y dis-
puesto á cuantos sacrificios exija su defensa, que
puede contar con los auxilios en hombres y recur-
·sos de un aliado poderoso, es empresa muy arries-
gada; como lo prueban la de Napoleon cn.España,
De las guerras de irwasion. 55
y mas palpablemente las de la revolucion .(]e Frad.,.
cia en 1 7 9 2 ' 1 7 9 3 y 1 7 9 4; porque si esta p>o-
tencia, cuando fué embestida, no 'se ·hallaba tan
desapercibida como 'aquella , trimpqco tuvo ·un:¡
gran alianza qt1e concurrieseJá St:J <Iefensa;''Y' iué
atacada por toda )a E u ropa por mar y tietrra. Estos
ejemplos manifiestah el poco intetés que pqeden
inspirar las máximas por si solas, y que las.reglas
de la conducta que debe seguirse se han de busr
car en la historia de los grandes acontecimiFntoa.
Las invásiones de 1lbs' i-usos en Turquia pre-
sentaban bajo ciert() aspecto los misinos síntomas
de resistencia naciol"1ttf; r.pero á ·la . ;Verdad las
circunstancias eran ' diferdntes' porque.,. si bien
el fanatismo religíoso de los otomanos podía ha-
c~rlos ·correr á las atx1lM', r como se hallaban én-
vueltos con una poblucion griega, mucho mas
numerosa que ellos, nq enconttarori en ·la insur-
reccion general ·el apoyo que debialli prometerse,
como si hubiera' sidOJ ffil:l8ulman to<l<Y el imperio,
ó si. hubiesen sabido ai:n~lgatnaf 'los intere8eSi de
los griegos con los dd s'Os u ~oqqu:ittaoo~:e8;~ cu'l
la Francia lo hizo con lósJhahitailtes m la , J\lsar
cia, convirtiéndolos en los mejores fraooesesJ·dd
reino, en cuyo caw -hubieran •sidq mas fuertes;
aunque el entusiasmo religioeo no los ,.uhiera exr
citado- en adelante. · ' r r 'LJ·¡
• J

La guerra de 18 2 8 ha demostrado qu«'¡ los


t\l'f~ étáp t~mib1es ~Jall)ente e.q ,€1 J confin de
1

·sus fronteias,, por hallár~ allí sus mals aguet11i-


56 Capitulo l. = Art. 6.
-das ~:nilicias , mientras que el interior se · halla-
-ba reducido á ruinas.
• 1 Cuando en una invasion no hay nada que te-
mer de los pueblos, y se dirige á un estado li-
mítrofe, las leyes de la estrategia deben deci-
dir de cl.la, y son la~ que se han de consultar
coh preferencia; asi fu.é que las de Italia , Aus-
tria ' o/ Prus~a tuvieron tan pronto un feliz éxi-
to. En el . artículo 2 9 trataremos de esta clase
de empresas•militares.
- · Si •p.:>r el contrario la · invasion es á paises
distantes y han de atr~vesarse ··grandes .comar-
cas parac llegar á su término, ,, ~s necesar,io valer-
se 'de la . política mas -bien que de la estrategia,
para . preparar m1. resultado. favorable~ pue~ lo
primero que deberá procurarse , en todo ~so,
es la alianza ¡:;incera de una polencia iomediata á
la que .se ~quiere atacar , porque. en ¡su , coopera-
.cion' fr.anca¡ é interesada se t¡nconu-a.rán ,. no ·solo
aÚmt1IltÓ 'de fue:uzaa., amotambit;n o~'uJ;la , .Q:¡.s~ só-
lida. doruik 'establecer anticipadamente d~pósitos,
quo sir»ail•.. de 1apoyo rá l<1s operaciones~ , y_qu~
-própor.diOOen em .fió. úna.¡ segura . ¡·e tirada .~-'..caso
~esari<l.: ..-, 1 '' : •· ,, 1

:>: •Asi pues para espera1·. -semejante.·alia,nza., es


-necesarió que : la . poténcia con ·qu·e,. $e cuent~
reporte igualdad de intereses_en ,el ,é:¡Óto ·d e, la ~-
-empvesa. •! , _ , 1.,
·,1, 1 .No p:>rque ,la política J sea );} '}\~• ~~'
..Sobre ,todo de la& . e.xpeQléiooes ~ ~ ,. distan-
1

De las suuras de invasion. 57


tes 1 se ha de entepder que carezc~ de influen-
~ia en las invasiones limítrofes ; porque una in-
tervencion hostil puede detener los efectos de
1<¡. camp'lña mas brillante. Las invasiones ' del
~pstria en 18 o5 r t 8 o9 habrían tomado
probablemente otro caráct~r si la Prpsia hubie-
se intervenido en ellas: la del norte de Ale-
m~ia en 18 O7 dependió igualmente mucho del
gabinete de Viena ; y el} fip la de la ~omelia
~ 16'29, garantida' por una polític¡¡ prpde~­
te y moderada, quizá hubie:r~ ·tenido desagra...;
dables resultados , si por estas negociaciones n9
se ~ubiese cuidado de evitar todo riesgo de in,!
t~rteJ~ció~t ·

r.

., ')

lll l¡' ii
. . 58 Capitqlo ' f. = .Art. 7..
!)

, " 1 Ll
,! '4RTICUJ,O V~•
. ~·
'. ~ '1 JI)

I;Je las guerr~ de opini.on.


'
L A~gue las guerras de . opinion,, las luchas
!Iacionale~ y · las gu~r.ps civ·iles P se confunden
~lglll)as veces !ll1 up. mismo. conflicto , se dife-
rencian . en,tre sí tanto~ que deben ser examina-
das con separaciop..
Las guerras de opinion se presentan bajo
tres aspectos: 6 se limitan á una lucha intes-
tina , esto es , á la guerra civil; 6 son simul-
táneamente lucha irlterior y exterior; y alguna
vez , aunque rara, puede suceder que solo sean
efecto de un compromiso con el extranjero.
Las guerras de opinion ó de doctrinas en-
tre dos estados * pertenecen tambien á la
clase de las de intervencion ; porque siempre .
serán el resultado de principios que se pretenderá
hacer adoptar á los vecinos por la }Jropagan-
da , ó de doctrinas tambien que se quieran ata-
car ó reprimir, lo cual produce en todo caso
la inte,rvencion.

• Aquí hablo solo de las guerras entre dos poten-


cias y no de las intestinas á que dt:dico un artículo
separado.
De las guerras de opinion.. 59
Estas guerras , ya provengan de dogmas
religiosos , 6 de principi~ polít~cos , no son de
Jas menos do~orosas que pueden ocurrir; pP~'"­
que, como l.as nacionales , excitan siempre po/-
lliones vi9lent:as qu~ lé!.s pacep terribles por ren~
,::orosa¡¡ y crueles.
Las del islamismo, las de las cruzadas , la
pe los treinta años y las de la Liga , ofreceR
con mas 6 menos fuerza síntomas de la J;Di~
ma especie: La relipioJJ. jndudab~em~nte 13e ha tO:-
mado, á veces, como preteX.to para un obje-
to político rnas bien qye por la defensa del
dogm:t ; asi es probable que los sucesores de
Mahoma se ocupasen ma~ de extenqer los lí-
mites de su imperio que de predicar el · al-
coran; y que cuando Felipe II sostuvo la li-
ga en Francia , no se propusiese hacer triqpfar
la iglesia roman(\. Convendremos con Mr. An-
~elot, que cuando Luis IX hi~o !'U crppda á
~gipto , pensf}ria mas en el co~ercio de la In-
dia, qpe ·en la conquista de la Tierra Santa.
En es.tos casos el dogrn~ no e!! solo el pre-
texto , sino que algunas veces es tambiert un
·medio influyente, porque tiene el doble objet~
de excitar el ardor de los propips, y de crear- .
se un partido entre los ext:r~os : asi es que
los suecos en la guerra de los treinta años , y
Felipe II en Francia, tenian en el pais un au-
xiliar mas poderoso que sus propios ej~rcitos.
Tambien suele suceder qu6 el · dogma p<>I"•
69 Capitulo I. :;:::;::= Art, 7. ,
que se combate · I)O enquentre mas que ene-
n:ügos ; en cuyo caso la luch& es terrible , y así
sucedió· en las del islamismo y las cruzadl:\s.
Las guerra~ de principios políticos preseptan
CO.IJ corta 'diferenoia las mismas probabilidades
de puntos de apoyo y de resistencia. Téngase pre..
.
sen te , . por ejelllplo , que en 1 7 9 2 · se vie-
rQn soci~dades ~e demagogos e:¡¡:travagantes que
se. proponían formal~ent~ pasear por toda la
Evropa la famosa decláradon de los derechos
del hombre ; y que los gobiernos , justamente
alarmados, tomaron las armas, sin duda, no
con otro objeto que el de repeler la lav~ de aquel
volean ·hacia. su cráter para sofocada en su na-
cimiento : sin emba.rgo , el medio no era acer-
tado , porque la agresion y la guerra son me-
didas ineficaces para conten·er u.n roal que exis-
te en. las pasiones exaJtadas por un. parasismo
instantáneo, de tanta menos duracion, cuanto ma-
yor es su violencia. Solo el tiellJpo es el verdade-
ro remedio contra las pasiones peligrosas , contra
las doctrinas anárquicas : porque una nacion
ilustrada , puede tolerar por tm momento el
yugo de la multitud desencadenada por las fac-
ciones; pero la tormenta pasa , y la razon re-
cobra su pQder.
Querer contener á la multit1ld en aquel
estado con una fuerza extranjera , es, con cor-
ta difer~ncia , como si se quisiese detener una
mina en el ¡nomento en que la mecha aca-
De ltM guerras 'de opínion. 6 :1!
ha· de tocar la pqlvota y cáusár 'la ei:plosion.
¿No es• inas prudente en este caso d~jar esta-
llar la mina y cegar lúego su boca , que ' es-
ponerse á saltar eón ella 0 * J¡ ''

. Un profuqdo e~tuditr de 'la tevóluci<fn fran


~esa me há conven~iclo de fl!ue 1 si bO: Js~ 1 hu
1

hiera •amenazado con a-tmán1@Ittbs ~ loSJfgtron!:.


...liños y á ; lli 1JA5apibld ' naoiénaL,., 11itn1 a., hubie..L
Ta.n · o adó ·{op. :r una lm!ln& <sa\~í.'ílega · 'SObré•' t!"l
-débil :auhque.lvene(ahle- L'lfis' 1 XVI ~ que ' sill 'lbs
descalabros de :: :0\imbuviez · y~ ·,iasu;.aniJnái:asr: <M
-inv"iori ~· ;amkll .da Gironila ( búhíera.• kitlo des-
-pedaz:nla· }po:t,' l:l• M~~ii~t~- yJ 'qú~ si se ·l1ubi~
-se . dado· Atugar 1tllqud' Íós· pártidos desMg~ ·:JJ
.Yiolenóia'·>de L.Sl'IS Jp gsiodés Jentre sí, •es p:robabJJ
que la Asamblea nacional, en lugar de cedétJel
puesw áJ •-l~:)·t:ti!'til:ll • Con e~t?.\)n· ,' •h'tlbieta con-
'níbuitlt> ·/(··lan rnt1ta1-páuslida: de la restatf~:J.u
-Cion en las hue11as' .. dootdna~ mÚnárquiéd-teml.
piadas~ ; t!om(l). lo " f)x\glrtn ~ lás n~eSidadés y el
1

·~o it1-b1eihotial d~l la. iFranéÍa: t'':l r.· · •rl ~~· '
- ·1 1 G011Bid~t<ad~s ·está& guetfas _b~jo : 'el ·flurit:O

• ., f • . 1 1
e}
·.Qe ' 'Vista• Jlfi}ita~> 6ón>-'tei:dblés· , porque I ej@t-

-cito t in'Vt1Wt no tien'é- que"·atacar ~dla:h1ente' 1 !
r

•lás fu~zas •míUtares ' dél enémigb., ;si'na ' t'anfuieh


á ~ Jd$ masa~ e~asperátlaSJ: Jés lyetd~d r'qtl!e í·-Jrti~
~ '• tlbj~t.a:tse •q~ ' la> . ViOleneia 'de r Uti' p~iló
.~..i •L( ' .• ·, r · '· • ' ( ) l : ,J d•J

• ' • { • l> r ;. 1 ' 1 j · )


,. Deb.e1 enten<.Lerse que nó aplico esto sino á los gran:-
iles estntliós. • • - · ) .. e .< ·1! ·
~2 . ~ tp,pitt4o J., ~ Art. 7.
fllAllita~·~,J S\n ·QUda un appy~ p:>t .la cte{lcioíi
~; . Qt~ lpartk\q e.Qn,tr~rjo , resultado ciert~men..:
te., Iru\~ 1 flegu~o 'en, las lu~has rf!ligiosa:!l; pero si
el partido exaspeñid<;> tiene á s'1,.1 . djsposicion
tp,dos lJqs ' tecwso!l q.u~ ' eons.tituyeu .la fuerza
pp}:Jl~c,¡' como ' ~ e¡}()$ l..éj.érc~tos~ las plazas y
ars~,]e,s, 'Y d\~pone r de. laa . ~s mas nllllle"'
rQW~~~ r¿d~ . qllé ~r!lervir4 el ,apoyo de.. un partido
ppsti~~Ídp ~ todos ~stos :rn~clios, ?, ¡ De lo.que sirr
~~r9r1 c~en m~l "\fao.d._fanQs ,y ai.e w smil federa,.
. ~ -
~ta~ .. ,fÍ .la. ,co¡l¡UciQii e:(l. ~ 793 !! , , 1
_, 'J J,Ja · bis.to,t¡ll. o .~ecif lilaS qw.o ~ SQ}o ·ejem-

pj9 :,Jlf! )~na lJMJ\ta 1 s~~ejantfll: á;J la: ,~e la rev<r


}, om_gftlW(f;e~~ ~· d, ,cual derpuéfotra , todo el¡»."
lf.@;Oí•qite ;;·~e, (:~rr~ 1f41 ,ata~r fo una dacion exál-
H-cW ,,d ) · _.. , r n · . . , 1 ' . ·
-r ,, ,.A,pjtst\fdd~~~q'!le Já .wala ;direcdon tde•tas
opfl:f1!5Ü9PC%i mjijtares pudo CWitri.huit (tbinbien
á.1 ~'l!-te~iqaQi9u me~~P.a, pqra deduci.:c máxi-
was-~¡ [fté~·J~~ll'JI.í' ~tÍá. ._.pe~és~io adiyinar. \o
que' hubiera suc~do. ,!i , .ld~~JptleBi .de l.ari fuga
iJp , ;qm~ou~_i~~, ~. 1 M lugar de clé~oér6e. á.1des-
ti¡'* ilas , ~9rGa1e~~!!l< ~ ·~l\Óqp~.zo~L;il¡}it dt}.. ~oma}.·
~~W d~ e}Ja§ d~n sp ¡¿W,nl\>re,~ hubi~sqn ofisr
~I;itq ~ ali~dos á . J!ll§ ~, coW\ndmt~. qtJ~ .JlP
qlJtpaP, 1,tict~ ,cop.
la :Fr!~cia 1 .J.Ü , e~ .JQrtalfiza$;
su . v~liente ~jér,eit;q , ·Y ,}mb~J'~ " maJ",.
.rt!iJ<tW}
chado con doscientos mil hombres sobre París.
Q~z~ h~brjan-~es~pleci~o l3:. monarqu~a.; -IJia~
·tamhien pudieran' haberse visto in1pPSibilitad~
De · las guerras "de opinion. 63
de vol\rer ' sin que otra gran f~erza los. esperase
para protegerlos sobre el Rhin , lo que es ,difi. . .
cil decidir , ni se hizo la prueba de ello , pue
todd hubiera depertdido tlel partido que la na-
cion Y·1 et ejétcito hrlbíesén . a·b:raz~do: , · ·,í 1 , '
'') :!j;¡ ' prdblenia1 · ~eséb.t~ 'dos' híp?t~sis dé igu~l
g¡:av dád, la c~mpafia·J!a~ 1·19? 1 na IJ.i0 f.esoll
VIO' ··mas .que en una; d'fi.
• •
1
' ' ' • ' tr lí'.ldCer' 1o en.
1 c1'1 sena
la otra. ·Sémé)antés sblu~iou'es ' 'la~' i diéta ·, excltl..!.
1

siV.u!iient~ la~' experié.rida.l ,'. J ;. . ,. 1 ', J J. -


" 'Eh 'Jc·túrnto' á I1s regla~> mHhar~s q:Ó sé ha:
,ah .
de
dat para seínejant!es 'güeuas' s~n pcico
. '
mas · >li · mént>s· las•; mismas: qúé laé 'dlcfu3as .Pa-
.

ra' lasf rnadohales ;' 1oiféreiitiálldose ; sin e:ri:ffi~l


go ., e'U 'lm . puritb b~piral-; 1 pu~s en esta'~ se de!-
be octipai' 11y sot\leter 'el' ~a1s., ' ~itiaf y 1 ~cer ·~J~
flit Si\sHplázJs; de!Jttuir· sm' ejército~, y s'n'Byul
g~i- . ooas 'l~ll 'prbvinéiasr; mienftaJ,· en las de
opiaion:r Sólo ;se 1 ~~:nplearl·;. los nie~íos irldispéii-;
sables para Conseguir dire~dniente·}'el nt:Y'ptóJ.
P.Ue~!_o , _sin tratar de someter el territorio ni
deten~~se en porme;hüres' acs~s?~i.?s' ~~i~fld~,~si
cua,h to pueda , alar~r a Ja nac,J,Ol\,.~r~, s~ ll.l;
tegridad é indépendencia,· ~ ·1 • \ '·"\
_ , ' La guená , de ·]i;s~-\ía <le J,8,23n~ (tier que
hemos hablado ' en .el ptecede:hté, attí~ul<r~ es' 1tln
- ~~ 11 ·m: •' 1 !> ,, 1 •JfJ 1 • 1 1101 •1 . , ., .••J'. ·rr
_ejemplQ qpe debe ctbr;S~ ..en, apq-yQ ,.dt, e!lt:flJ
·verdtidés ~ y en oposicion á · la de•:Ja n revelúJ.
r .. •,. , ~ ' J •e ~ • t •· \ •· . ( • ·> , 1. ,,
c1on .frances~ . : aunque l¡Js, <;IrClll\St¡lqci<lS vana;
ban sm duda algun· ta~to, porque ell-@j'érci.,
64 · Capítulo J. = Art. 7.
to francés de 1 7 9 9 estaba compuesto de ele-
mentos mas sólidos que el de los liberales de
~a isla de Leon (3).
~a guerra de la revolucion era al mi~
mo t~empq de opinion nacional y guerra ci..o
yil , mientras que si la de España en 18 O8
fpé to~a nacicmal, la de 1B23 era una lucha
p~rcial de opinion sin nacionalidad, y de aq~
!a enorme diferencia de sus resultados. , . , 1
La expedicion del duque de . Anguiema ,fl.lé
pien d~rigi.da en cuanto á su ejecucion. *
;Lejos de ocuparse ei ejército en tomar las pJa-
~as , obró confor.p¡e_ á las máximas ya menciQ-
!lfldas :1 despues de , haber avan~ado , acelemd.a-
!D<;nte past9- el Ebro., se· div~d1ó alli pa:J;a ap;>-
- Q.er~rse en su ·orig~n de todos los elementos ~e
f.u-rza de Ío.s enemigos 1 porque sabia muY: h\~n
que , secundad~ por la ·mayoría de ~~ habi-
.tantes del pflÍS , podía .hacerlo sin peligro. Si
.buh~e¡;~ seguido las ,instrl)cciones del ministerio~
0 - ' 1
.
J
. .
, n •n, ' .
.
¡ 1 • • •
.~3) ~ er,gas? pres~n~e qlle .el haro~ de J~¡¡um. ha ~s-
l:rlto est-d ' l>bra 1'en Rtznal, y con objeto de ,zustrar á ·urt
príncipe de la sangre r~al.,, (N. 'tl.fll T.~ · . 1 ! :·
r · ¡1 "&jo &U~ treS~speétos ae poÜti~o 1 ' militar Yadmi-
R~~tt;a'i':~ ; . ~ . ~otu~tie(91} algu~~s ¡ f~tl~!JB. ¡ pe¡p ;1 scgt¡A
parece' fueron obra de.los con~jerqs, .que nun,ca fal-
tan ·en 1~s l:Uilrteles ' -g'cnerales: ·por lo' dem3~ el cenjuoL
.1~ r d!l J
las r ppet_;lcÍppe~. b ~o. ; bon~r ,alr , tJen~raJ :Gúiltemi.-
no.t' que las dirigió. bajo ,la_s órdene~ de~ prÍnfÍP.e r y

. .
que puede reclamar del" pueblij es,Páñol la parte prm-
.c:ipal del' ¡·caultado4 · · ,, :
De las guerras de opinion. 65
que le prevenian someter metódicamente todo el
país y las plazas situadas entre los Pirineos y
el Ebro, á fin de colocarse militarmente , acaso
no habría consegu.ido su objeto, ó á lo me-
nos hubiese hecho la lucha larga y sangrienta,
excitando el orgullo nacional con la idea de una
ocupacion semejante á la de 18 O7. Pero alen-
tada por la buena acogida de todas las poblacio-
ciones, comprendió que se trataba de una ope-
racion mas política que militar, y que con-
venia conducirla rápidamente á su fin. Su con-
ducta , tan diversa de la de los coligados en
1 7 9 3 , merece ser meditada por cuantos se
hallen en el caso de dirigir expediciones seme-
jantes: asi es que en menos de tres meses se
puso al pie de las murallas de Cádiz.
Si lo que en la actualidad está pasan-
do en la Península acredita que la política no
supo aprovecharse de sus ventajas para esta-
blecer un órden de cosas conveniente y sóli-
do, la falta no fué del ejército ni de sus ge-
fes , sino del gobierno español , que , entrega-
do á los consejos de violentos reaccionarios , no
comprendió la importancia de sus obligaciones.
Árbitro entre dos &"andes intereses rivales, Fer- ,,,
nando se hechó en los brazos del partido que
aparentaba 1~ mayor veneracion al trono, con-
tando con explotar la autoridad real en be-
neficio propio , sin ocuparse ·de las consecuen-
Cias en el porvenir. La nacion gnedó dividida
I. S
66 Capitulo l.= Art. 7.
en dos bandos enemigos , que quizá no habria si~
do imposible conciliar y' reunir con el tiempo , y
que han vuelto de nuevo á las manos , como lo
predije en Verona en 18 2 3. ¡Leccion grande, de
que nadie parece trata de aprovecharse en tan her-
mosó y mas que pesgraciado pais \ Bien que la his-
toria no car~ce de ~j 1emplos, que demuestran que
ni las reacciones violentas, ni las revoluciones, son
elementos propios para construir y consolidar.
¡Permita el cielo que de este lastimoso conflicto
renazca un.trono fuerte y respetado, libre de todo
linaje de facciones, apoyado en un ejército discipli-
nado, y acorde con los interes~s generales del pais:
un tronó en fin, ·cap~z de reunir esta incon~ebihle
11acion éspañola , que por sus buenas cualidades,
no menos · 'extraordin~rias que sus defectos , fué
siempre un problema .;lificil para 'aquellos mismos
que se han creiJo en ~1 caso de j'uzgarla ! ( 4)
1 ,

( 4) Al mismo tieniprl que tributamos al Sr. haron de


Jomini nuestra grq,ti"tud ppr u~ elogios que le debemos,
no nos es posible deiar de oir con extrañ~za su modo de
juzgar nttestros defectos.'¿ Qué nacion de las que existen
en el glob9 carece d,e ellos? y de aquí nace el principio
que el autor sienta en las página,r anterióres ( !:!7) de que
nada hay perfecto sobre la tierra.
Advertiremos á nuestros lectores que no nos proponemos
hacer observaciones acerca de las diversas opiniones po-
líticas que emite este autor en todo' el discurso de la o6ra
y que pa~¡ecen ccntraerse á los varios períodos por que !te-:
mos pasado en el curso del siglo .que tr(J.scprre , porque,
ademas de que cada individuo en particular tiene las su-
yas , estamo;; ceñidos á la version .fwl del texto solo con
el ohj~io de utilizar y propagar los conocimiu~tos pura-
mente científicos y militares de que abunda. (N. del T.)
~
De las guerra.s nacionalés. 67

Al\TÍCULO llm.

ÍJe las gt.terras nacionales.

Las guerras nacibnales ; de que nos hemos


visto obligados á decir algo al tratar de las de
inv'asion, son las mas temibles de todas. No
puede darse este nombre mas que á aquellas
que se haceh contra todo un pueblo ó contra
su gran mayoda, animada del noble ardor de la
independencia : tada paso en ellas cuesta un
combate : el ejército invasor no posee mas que
el terreno que pisa : no se provee sino con la
fuerza ; y sus ~onvoyes, siempre en peligro, son
aJ.Tebatados coh frecuencia.
Este espectáculo del movih1iento espontá-
neo de toda una nacion se ve rara vez ; y si
preSftflta algo de grap.de y de generoso que arreba-
ta \a .: ~dw).~acio,n, son tan terribles las conse-
cu~pcias , que por el b~en de la humanidad
debe ~o deséarse jamás. *

" Mas a_d elante se verá que este anatema contra


los levantamientos en masa no debe confundirse con
las defensas naéionales prescritas 'J)Or -las institticioncs,
y reguladas por los gobiel'nos, , r
. . 5;
68 Capítulo l.= Art. 8.
Los movimientos de esta clase pueden ser
efecto de causas muy opuestas: un pueblo es-
clavo se levanta en masa á la voz de su go-
bierno , y aun sus señores les dan ejemplo po-
niéndose á su cabeza cuando estan animados de
nople amor de la patria y de su Monarca: el
que es fanático se arma igualmente á la de
sus sacerdotes; y el exaltado en política, ó por
el amor sagrado que profesa á sus institucio-
nes, se arroja al enemigo en defensa de lo que
tiene en mas estimacion y aprecio.
La prepotencia marítima influye mucho en
los resultados · de una invasion nacional : por-
que si el enemigo . tiene una gran extension
de costas, y es dueño de la mar , ó tiene un
aliado que la domine , su resistencia es cen-
tuplicada ; no solo por la facilidad que tie-
ne para fomentar el · entusiásino y alarmar al
invasor en todos los puntos que ocupa del país,
sino tambien por las dificultades que opondrá
á sus' acopios.
La naturaleza del terreno contribuye mucho
tambien á facilitar mas ó menos una defensa
nacional : los paises de montañas son siempre
en los que sus habitantes son mas temibles ; y
en l.9.s ¡x.>hlados de grandes bosques no lo son
menos.
La lucha de los suizos contra el Austria
y ' cont~:J. el d~1que de Borgoña : la de los ca-
talanes en 1 71 2 y 18 O9 ; las dificultades que
1
De las guerras nocionales. 69
los rusos experimentan para someter á los pue-
blos del Cáucaso; y por último los reiterados
esfuerzos de- los tiroleses , demuestran palpable-
mente que los pueblos de montañas 1 han re-
sistido 'siempre mas tiempo que los de las ~ llanu-
ras , · tanto por su carácter y costumbres, e~
mo por la naturaleza del país : los desfila&..
ros; los grandes bosques; y aun las rocas,. favo-
recen este género de defensa parcial; y los espesos
arbolados de la Vendée, que tantarcelebridad 6d-
quirieron , prueban que todo pai& que se disputa
presenta un resultado semejante, ,aunque ho es--
té cortado mas que con vallados , fosos ó. ·ca-
nales , cuando se defiende· con decision. ~ · ..
Los obstáculos que un 'ejército regular . en-
cuentra en las guerras de opinion y en las na-
cionales son inmensos, y '3•hacen dificil la .em-
·presa del general encargach de su direccion. Los
acontecimientos que acabamos de citar; así co-
mo la lucha de los Paises-Bajos contra Feli-
pe II, y la de los americanos contra la Ingla-
terra , dan bastantes pruebas de ello ; pero la
mas notable de la Vendée contra la república
victoriosa, las de la España, la de Portugal y del

.'
• l,os fosos y vallados que separan las propi_eda.-
des en la · Vendé e SOIJ tan grandes , que hacen de
cada hacienda un verdadero reducto, cuyos obstáculos
solo estan acostumbrados á vencer los naturales del pa is;
los vallados y fosos comunes, aunque útiles, no pueden
tener la lllÍsma importancia.
7O Capítulo l. = Art. 8.
·Tirgl contra Napoleon; y las ,recientes de la
Morca contra los, turcos , y de Navarra contra
las , fue~s de· la Reina Cristina, eún ejemplos
·todavia · mas convincéntes.
•Cuando las•poh1aciones enemigas están apo-
·yadas pór un núcleo considerable d(t tropas dis-
·cipllnadas, es sobre todo cuando una 'guerra · de
·esta espeoie ofrece dificultades incalculables •,
-porque er que ataca tiene solo lm ejército' y sus
·conthrios cuentan. con otro 1 con un pueblo subl(?
vado · tm ma¡¡a ó en su mayo:r parte : 1.Hl pueblo
que de •todo fab11ica . a.rmas , y en que todOIJ cons-
·piran eontra él-; en el que los habitantes sin las
armas en 1la mano, se interesan en su ruina , y
la procuran por cuantos medios •están á su al-
cance. En este caso, el ejército invhsor no posee
·mas terreno que aqúel en que se iacampa , fuera
de cuyos)límites todo le es hostil, y halla multi-
plicadas á cada patO las dificultades ·que se le
oponen.
Estos inconvenientes llegan sobre todo á ser
insuperables; cuando el pais ·es naturalmente
muy cortado: cadill habitante armado conoce has-
ta los menores senderos y sus aveniuas; en to-
das partes encu~ntra un pariente , un hermano,
ó un amigo que le ayude; los gefes , conocien-
- r t .

"' Sil.. el ~~oyo de un ejército regular bien discipli-


nado las insurrecciones populares sc¡·:Ín siempre sofoca-
das con f~cilidad; podr~n sostenerse algo mas como los
res los de 1~ V endée; pero no evitarán la invasion ni la
conr¡uista.

/
])~ las guerras nacionales. 71
do igualmente el país , y sabiendo por instantes
los mas cortos movimientos del enemigo, pue-
~1~n tomar las mas eficaces providencias para
frustrar sus proyectos; mientl·as que el gefe con-
trario , privado de noticias , sin poder aventura1·
destaca:Qlentos ni descubiertas para adquirirlas, sin
otro apoyo que el de &us bayonetas, ni mas se·
j •

guridad q\le en la concentracion. de sus colum...


nas tiene que obrar á oscuras ; cada coniliinacion
·que forma sale desmentida, •Y cuando despues de
los mas bien concertados movimientos, y mar-
chas mas fonada.11 y afanosas, cree tocar el tér...
mino de sus el'fuerzoa , y descargar un golpe cl~
cisivo, no halla otras huellas del enemigo, que el
humo de sus vivaques, encontrándose como Don
Quijote, cuando corría contra los molinos de vien...
to 0 ~ntre tanto que su adversario sorprende sus
puestos de comunicacioJJ., y destroza los des~ ca- '
mentos que los guardan, corta los convoyes ~ der
pósitos, y .hace una guerra desastrosa, en que se
termioa por sucumbir ~~ fin,
Yo mismo , en la guerra de España , he t~
nido dos terribles ejemplos de esta clase: cuan...
do el cpel'po de Ney reemplazó al de Soult en la
Coruña, acantoné entre esta y Betanzos las com..
pañí.as ·del tren de artillería; en méclio de cua,.
tro brigadas que distaban de aquel punto unas
.dos á tres leguas , sin que en un radio de otras
veinte se supiese de ninguna tropa e!!pañola;
antes 'bien •Soult.. ocupaba á Santiago, la division
72 Capítulo l. = A:rt. 8.
Maurice Mathieu estaba en el Ferrq). y Lugo, y
.Ja de Marchand en la Coruña y Betanzos; y sin
embargo , inesperadamente desaparecieron los
hombres y los caballos de dichas compañías , sin
que pudiésemos averiguar el camino que lleva~
ron , hasta que por un cabo herido que se pu-
do escapar, se supo habían sido degollados por
aldeanos dirigidos por clérigos ó frailes.
Cuatro meses dc::~pues marchaba el mariscal
Ney á la conquista de Asturias, y bajaba por el
valle de Navia al mismo tiempo que Kellerman
desemboc.abíl de Leon por el camino de Oviedo:
una parte del cuerpo de la Rol!lana que guar-
daba las Asturias, de~tiló por .la espalda de ' las
alturas que encajonan el valle de Navia á una le-
gua lo mas de nuestras columnas sin que el maris-
cal lo Sllpiese: en el mom~nto en que éste entraba
en Jijon, el ejército de la Romana fué á caer en
·medio de los regimientos aislados de la division
Marchand, que, diseminados pa·r a guardar toda
la Galicia , estuvieron á pique de ser batidos en
detall, y solo pudieron librarse por su pronta
marcha á Lugo. '
La guerra de España ofreció mil escenas se-
mejantes de grande interés: todo el oro de Mé-
jico no hubiera bastado para proporcionar algu- ·
nas noticias á los franceses, y las que recibían eran
lazos para hacerlos caer con mas facilidad entre
sus manos.
Por aguerrido que sea un ejército no podrá
De las guerras nacionales. 73
luchar con éxito contra semejante sistema aplica-
do á un gran pueblo , á no ser que tenga fuer-
·zas tan formidables, que pueda ocupar militar-
mente todos los puntos esenciales del pais' cu-
brir sus propias comunicaciones, y d"stacar cuer-
pos volantes de consideracion para batir al ene-
migo en cualquier parte que se le encuentre. Pero
cuando el enemigo tenga t:+tmhicn un ejército re-
glado algo respetable que apoye la resistencia de
los pueblos, ¿ qué fuerzas bastarían para ser su-
perior en todas partes, y asegurar las comunica-
ciones distantes contra cuerpos numeroeos ?
La guerra de la Península española se debe
estudiar con dctepimiento, para poder apreciar
todos los obstáculos que un general y unas tro-
pas decididas pueden encontmr en la conquista
ú ocupacion de un pais sublevado de este modo;
¡qué esfuerzos de paciencia, valor y resignacion
no necesitaron las falanges de Napoleon, Masse-
na , Soult, Ney y Suchet para hacer frente, du-
rante seis años consecutivos, á trescientos ó cua-
trocientos mil españoles y portugueses armados,
secundados por los ejércitos de W ellington, Be-
resford, Blake, la Romana , Cuesta , Castaños,
Reding y Ballesteros !
Los medios de salir bien de una empresa se-
mejante son bastante difíciles ; desplegar desde
luego una masa de fuerzas proporcionada á la re-
sistencia y á los obstáculos que se deben encon-
trar; calmar las pasiones populares por todos los
74 ==
. Capitulo J. Art. 8.
medios posibles, y debilitarlas con el trasctnso
del tiempo ; valerse de gran polític:;t , de dulzura
y severidad; y sobre todo usar de la mas es trie-
' . ta jullticia; tales son los primeros elementos que
pueden ofrecer un feliz resultado. Los ejemplos
de Enrique IV en las guerras de la Liga , del
IQar_is.cal de· Berwick en Cataluña, de Suchet en
' .Aragon y Valencia, y de Hoche en la Vendée son
.medios P.e un género diferente; pero que, seg.tm
las circunstancias , pueden emplearse con el mis- .
mo éxito.
El ÓJ:den y la disciplin~ admirable que ob-
servaron los ejércitos de los generales Dicbitsch
y PaskevitGh en la última guerra ; son tambien
dignos de que se les cite, pues no contribuye-
ron poco al. logro de sus empresas.
Los obstáculos inesperados que presenta una
lucha nacional al ejército que trata de invadir
un pais , ha11 hecho desear á algunos talentos es-
peculativos que mmca hubiese otra clase de guer-
ns , porque no serian tan frecuentes por sus di-
ficultades, y ofrecerían menos incentivo para las
.conquistas á los gefes codiciosos. Este raciocinio
es mas especioso que exacto, porque para admi-
tir sus consecuencias seria necesario poder infun- ·
clir siempre á los pueblos la voluntad de defen-
derse, y tener seguridad de que en lo succesi-
vo no habría mas guerras que las de conquista,
y que todas las s~cundarias que, aunque legí-
timas, no tienen mas o.l>jeto q~e el de mante-
De las guerras . nrt.cionales. 75
ner el equilibrio político, ó defender intereses
públicos, serian desterradas para siempre. Por
otra parte, ¿ por qué medio se podria saber có-
mo y cuándo seria conveniente expi~r 1.ma guer-
ra nacional? Si, por ·ejemplo , cien mil alen"lanes
pasaran el Rhin, y penetraran en Frguci~ con
el fin de oponerse á la conquista, , de la Bt>lgica
por esta potencia sin otras 111iras de ambician
contra ella,, ¿habri+tn tle levantarse en masa to-
das las pohlaciones de la .Alsacia, de la Lo~ena,
de la Champaña y de lá Borgoña , hombres, n1,u-
j_eres y niños? ¿Se haria -qna, Zarílgoza de cada
lugar murado , ~~tepdiendo de este modo, por
via de represalias, el incendio, el robo y el ase-
sinato por toclo el pais? Si no se hace esto, y el
ejército aleman, á copsecuencia de algunas ven-
fajas, ocupase esta.s provincias, ¿ 1uién responde
de que no tratar;1 entQJJ.<:~I' f.:l~ apropiarse pna
parte de ellas, a,Únqpe al principio no tuviese
semejante proyecto?
La dificultad de respondet á estas dos cues-
tiones presentadas asi, aparecería comQ argumen-
to en favor de lqs guerras nacionales ; pero ¿no
hay otros medios de ·repeler semejante agresion,
sin recurrir á los levantamientos en masa , ni á
la guerra de exterminio ? ¿No hay medio entre
· estas luchas de los pueblos y las antiguas guer-
ra regulares sostenidas por los ejércitos m~n:na­
nentes ? Para defender bien un pais ¿no bastaría
organizar milicias ó landwerh que con' sus uni-

,
76 Capitulo l. = Art. 8.
formes y llamadas por el gobierno, regulariza-
sen la parte que las poblaciones debieran tomar
en las hostilidades, sin ponerlas á todas absolu-
tamente fuera del derecho de gentes, reduciendo
de este modo á justos límites la guerra de ex-
termínio?
Por mi parte respondería afirmativamente, y
aplicando este sistema misto á las cuestiones que
precerlen, afirmaría que cincuenta mil franceses
de tropas regulares apoyados por los guardias
nacionales del este, darían buena cuenta del ejér-
cito aleman que hubiera pasado los Vosges, por-
que tendria que diseminar la mitad de sus fuer-
zas en multitud de destacamentos , y al llegar
al Mosa ó al Argon mas de cien mil hombres so-
bre sí. Precisamente con ]a idea de llegar á este
justo medio, hemo~ éresentado como una má-
xima muy importante la necesidad de asegurar
al ejército buenas reservas nacionales que ofrez-
can la ventaja de disminuir las cargas durante ]a
paz, y asegurar la defensa en caso de guerra, y
que no es otro que el empleado por la Fraucia
en 1792, imitado por el Austria en 1809, y
por la Alemania entera en 181 3 , por lo que
no eran de esperar los infmitos ataques ·que se le
han dirigido. ·
Reasumo esta cuestion afirmando que sin ser
partidario de las utopías humanitarias ni menos
. un Condottieri, !'le debe apetecer que las guerras
(le exterminio sean desterradas del mundo civili-
De las guerras nacionales. 77
zado, y que las defensas ¡:>OplJlares hechas por me-
dio de milicias regularizadas y con buenas alian-
zas políticas sean suficientes en .lo succesivo para
asegurar la independencia de las naciones.
Como militar que prefiere la guerra noble y
leal al asesinato organizado, confieso que si fue- ·
ra necesario escoger , preferiría los buenos tiem-
pos en que las guardias francesas é inglesas se in-
vitaban cortesmente á hacer fuego las primeras,
como se verificó en Fontenoy, á la época espan-
tosa en que los curas, las mujeres y los mucha-
chos organizaban en todo el suelo español el ase-
sinato de los soldados aislados. Si esta opinion es
aun una blasfemia á los ojos del señor general R. .. ,
me consolaré sin embargo con facilidad, recono-
ciendo que entre ambos extremos hay un térmi-
no medio mas · conveniente para satisfacer todas
las necesidades, y que precisamente es el .siste-
ma que me ha atraido tan injustas "críticas.
73 Capitulo l.== Art. 9.

ARTÍCULO tt.

De las guerras civiles y de religiort,

Cuando las guerras intestinas no están enla-


zadas con alguna querella extranjera, son por lo
comun el resultado de una lucha de opiniones,
por esp~ritu de partido, sobre principios políti-
cos ó religiosos, y en la edad media fueron con
frt?cuencia producidas por choques entre los par-
tidos feudales; pero las mas desastrosas son ; sin
disputa.., las de religion. Fácil es comprender
que un gobierno combata á sus propios hijos,
para sofocar facciones políticas que debilitan la
autori.dad del trono y la fuerza nacional; pero
cuesta trabajo concebir que se les dispare á me-
tralla para obligarlos á orar en frances ó en la-
tín, ó para hacerles reconocer la supremacía de
un pontífice extranjero. El mas digno cle lástima
de todos los reyes fué, sin contradicion, Luis XIV,
que expulsó un millon de protestantes industrio-
sos que habían puesto en el trono á su abuelo
protestante como ellos.
Las guerras de fanatismo son horrorosas cuan-
do están mezcladas con las extranjeras, y espan-
tosas aun cuando no s n mas que querellas de
/
De las guerras civílcs y tle reiigion. 79
familia. La historia de · Francia del tiempo de la
Liga será una leccion eterna para las nac~ones y
para los reyes; pues cuesta trabajo el creer que
este pueblo tan' noble y caballeroso ei'l tiempo ele
Francisco I, cayese en el espacio de veinte años
en tan lamentable estado de embrutecimiento.
El querer dar máximas para esta clase de
guerras seria un absurdo; solo hay un¿· en la
cual deberían estar' conformes todos los hombres·
sensatos, que consiste en unirse las dos sectas ó
partidos para rechazar al extranjero que tratase
. de mezclarse en la disputa, y des pues entrar en
explicaciones con moderacion, para conciliar los
derechos que alegan ambos partidos en un pacto
ele reconciliacion : porque es evidente que la in-
tervencion de 1.ma tercer potencia en disputas
religiosas, no puede tener mas miras que de am-
bicien*. Se entiende muy bien que los gobier-
nos intervengan de buena fe contra un acceso
de entusiasmo político, cuyos principios puedan
amenazar el órden social; porque si bien estcs

• El sciior coronel W agner, que ha traducido la


prifncra edicion de mi Cuadro, halla demasiado absolu-
ta mi asercion, fundándose en el apoyo dado por Gus-
tavo Adolfo á los protestantes de Alemania, y por Isabel
á los de Francia: apoyo motivado, segun él, en una
sabia politica. Quizas tenga razon, porque las pretensio-
nes de Roma y de su Iglesia á la dominacion universal
estaban bastante manifiestas para infundir recelo á los
suecos, y aun á los ingleses; pero no era el mismo caso
el de Felipe ll: ademas de que la ambicion pudo tam-
Licn tener parte en los cá-lculos de Gustavo y de Isabel.
8O Capitulo l. = Art. 9.
temores son por lo general exagerados , y con
frecuencia sirven de pretexto, cabe en lo posible
que un estado pueda creer en realidad amenaza-
da su propia existencia; pero en punto á las dis-
putas teológicas, es distinto c~so, y la interven-
cion de Felipe 11 en los negocios de la Liga, no
podia tener otro objeto que el de dividir ó so-
meter á la Francia á su influencia, á fin de des-
membrarla poco á poco.
De las guerras dobles. 8t

ARTÍCULO X.

''""''"

De las guerras dobles, y del peligro de empren- .


der dos guerras . á un tiempo.

La célebre máxima de los romanos de no


emprender nunca dos grandes guerras á un tiem-
po, es muy conocida y apreciada, para que sea
necesario detenerse á demostrar la prudencia con
que está concebida.
Un estado puede verse obligado á hacer la
guerra contra dos pueblos vecinos; pero es ne-
cesario que las circunstancias sean muy desgra-
ciadas para que, en este caso, no halle tambien
un aliado que pueda socorrerle, por el instinto
de su propia conservacion, y por sostener el equi-
librio político. Ademas de que rara vez sucede
que dos pueblos ligados contra otro tengan el
mismo interes en la lucha, y concurran á ella
con todos sus medios : asi es que si uno de los
dos no es mas que auxiliar, queda reducida la
lucha á una guerra ordinaria.
Luis XIV, Federico el Grande, el empera-
dor Alejandro, y Napoleon, sostuvieron luchas
gigant@scas contra la Europa coligada. Cuando
estas provienen de agresiones voluntarias , que
L 6
82 Capitulo l. -= Art. 1 O.
se podrian evitar, son una· falta capital del que
las empeó.a; pero si provienen de circunstancias
imperiosas é inevitables, es necesario, al menos,
poner remedio á ellas tratando de oponerle ma-
yores obstáculos ó alianzas capaces de éstablecer
cierto equilibrio entre las fuerzas respectivas.
La gran coalicion contra Luis XIV, causa-
da, segun hemos dicho, por sus proyectos sobre
la España, tuvo sin embargo orígen en las agre-
siones precedentes que habían alarmado á todos
sus vecinos. Ni pudo oponer á la Europa
conjurada mas que la fiel alianza del elector de
Baviera, y la equívoca del duque de Saboya,
que no tardó en aumentar el número de Jos co-
ligados. Federico sostuvo la guerra contra las
tres potencias mas poderosas con el solo apoyo
de los auxilios de la Inglaterra, y de cincuenta·
mil auxiliares de seis pequeó.os estados diferen-
tes; pero la division y debilidad de sus adversa-
rios fueron sus mejores aliados. Estas dos guer-
ras, asi como las que el emperador Alejandro
sostuvo en 1812 , fueron casi imposibles de
evitar.
La Francia tuvo á toda la Europa encima
en 1 7 9 3 , á consecuencia de las ridículas pro-
vocaciones de los jacobinos, la exaltacion de los
dos partidos , y las utopías de Jos girondinos,
que desafiaban, segun decían, á todos los reyes '
de la tierra, contando con el apoyo de las es-
cuadra~ inglesas. El resultado de tan absurdos
De las guerras dobles. 83
cá\culos fué un trastorno espantoso, de que salió .
tomo por milagro.
Napoleon es en cierto modo el único dé los
soberanos modernos que .haya emprendido es-
' ' /
pontáJ?-eamente dos y aun tres temibles guerras
á• Uh: tiempo, la de España, la de Inglaterra y
ta' rdé ·Rusia~ pero en la última se apóyaba en el
t¿rl~Úrsó •del' Austria y de la Pru~ia, sin habla1'
del que le ptestába la Turquía y la Suecia, con
él ·que C<?nt6 éon demasiada confianz~; de modo
que tsta empresa no fué . tan aventurada de su
parte,; conio generalmente se ha creído por el
giro. de los negocios. •
Por 1o dicho se ve , que debe) hacerse una
gran distincion entre la guerra que se emprende
contra un solo estado, en la que tome parte un
tercero, auxiliándolo con otro cuerpo , y dos
guerras emprendidas simultáneamente á las ex-
tremidades mas opuestas del pais contra dos na-
ciones poderosas , que pueden empeñar todas
sus fuerzas y recursos para abrumar á quien
las amenace. Por ejemplo, la doble lucha de ·
Napoleon, empeñado cuerpo á cuerpo en 1809
con el Austria y con la España sostenida por la
Inglaterra, era mucho mas grave para él que
si solo hubiera tenido que habérselas con el
Austria , asistida por un cuerpo auxiliar cual-
quiera , estipulado por tratados solemnes. Las
luchas de esta última especie deben contarse en
la categoría de las guerras ordinaria~.
6:
84 Olpittdo l.= Art. 10.
Es pues necesario deducir de aquí que las
guerras dobles deben evitarse cuanto sea posi-
ble ; y que llegado el caso, vale mas disimular
los agravios de uno de los vecinos, hasta que
aparezca el momento oportuno de exigirle repa-
racion de las justas quejas que se tepgan. Sin em·
bargo, esta regla no puede ser absoluta: las
fuerzas respectivas , las situaciones y la posibili-
dad de encontrar aliados para establecer algun
equilibrio entre los partidos , son otras tantas
circunstancias influyent~s en las resoluciones de,
un estado que se vea amenazado de Uilfl guerra .
de esta especie. Indicando el peligro, y al mi~mo
tiempo los remedios que se le pueden aplicar,'
creemos haber cumplido nuestro encargo.

,
C A. P i T U L O 11.

DE LA POLÍTICA MILITAR,
6
FILOSOFIA DE LA GUERRA.

Ya hemos explicado que, bajo esta denomi-


nacion , entendemos todas las combinaciones mo-
rales que se refieren á las operaciones de los
ejércitos: porque si las políticas de que acaba-
mos de hablar , son tambien causas morales
que influyen en la di.reccion de la guerra , ,hay
otras que, sin depender de la diplomacia, no
son tampoco de est¡ategia ni de táctica. No
puede dárseles una denominacion mas racional
que la de politica müitar, ó de filosofía de la
guerra..
• Lloyd ha tratado bien este asunto en la segnnda y
tercera parte de sus Memorias : sus capítulos del gene-
ral y de las pasiones son notables : la parte cuarta ofrece
tambien interes¡ pero está muy distante de ser completa
y de que su modo de ver sea siempre exacto. El marqués
de Cambray ha tratado tambien este asunto con algun
acierto , aunque ha tenido impugnadores, pero no ha he-
cho otra cosa que seguir las huell~s de. Mr. Tranchan de.
Laverae. ·
86 Capitulo 1l.
Nos atendremos á la primera , porque , au•
cuando la verdadera acepcion de la palabra fi-
losofia pueda aplicarse á 1::!. guerra igualmen-
te que á las especulaciones de la metafísica,
se ha dado una extension tan vaga á esta acep-
cion , que experimentamos alguna dificultad en
reunir las dos palabras. Se tendrá presente que
por política de la guerra entiendo todas las re-
laciones de la diplomacia con la guerra , al pa-
so que la politica militar designa solamente las
combinaciones militc¡res de un gobierno ó ue
pn general,
La política militar puede abrazar todas bs
~ombin~ciones de un proyecto de guerra dis-
tintas de las de la política diplomática , y de
la estrategia: como su número es tan conside..
rahle , po podríamos destinar un artículo par-
ticular. ~ cada una de ellas , sin traspasar los
límites de este resumen y sin separarnos de
nuestro objeto , que no es dar un tratado com-
pleto de estas materias , sino señalar solainen..
te sus relaciones con las operaciones •militares..
En efecto , se pueden colocar en esta ca...
tegoría las pasiones de los pueblos contra quie=
nes se va á combatir; su sistema J¡llilita,r ; su~ ·
medios de primera línea y de reserva; .sus. ·re~
cursos rentísticos , y la · adhesion que tép«ah '4
su gobierno ó á sus instituc~ones. Ademas ?é
esto : el carácter del gefe del esta~ o ; el dé':·1,w;
gefes del eJército y sus talentos militares;,.Lt
De la política militar. 87
influencia que el gabinete 6 los consejos de
guerra tienen en las operaciones desde el cen-
tro de la capital ; el sistema de guerra que do-
mina en el Estado Mayor enemigo; la diferen-
cia en la fuerza constitutiva de los ejércitos y
en su armamentq ; la geografía y la estadísti-
ca militar del pais en que se debe penetrar;
los recursos en fin y los obstáculos de todas
clases que se pueden encontrar en él , son otros
tantos puntos importantes , que es conveniente
considerar , y que no son sin embargo objetos
de la diplomacia ni de la estrategia.
No pueden darse reglas fijas sobre semejantes
asuntos, sino que no debe un gobierno descuidar
la menor circunstancia par.a llegar al conoci-
miento de estos detalles , y que es indispensable
tomarlos en consideracion en los ·planes de ope-
raciones que se proponga. A pesar de eso, va-
mos á bosquejar los principales puntos que ·de-
ben servir de guia en esta clase de combina-
ciOnes.
8S Capitulo 1l.= Art. 11.

ARTÍCULO XI.

De la estadistica. militar y de su geografía.

Debe entenderse por la primera de estas


ciencias el conocimiento mas perfecto posible
de los elementos de poder , y de todos los me-
dios de guerra del enemigo con quien haya que
pelear. La segunda consiste en la descripcion
topográfica y estratégica del teatro de la guerra,
con todos los obstáculos que el arte y Ja natu-
raleza pueden ofrecer á las operaciones ; y el exá-
men de los puntos decisivos permanentes que
presente una frontera en toda la extension de
un pa1s.
No solamente el gobierno , sino el general
en gefe del ejército y su Estado Mayor deben po-.
seer estos conocimientos, si no quieren equivocar-
se torpemente en sus cáleulos, como sucede con
frecuencia hasta en nuestros dias , á pesar de los
inmensos progresos que las naciones civilizadas
han hecho en las ciencias estadística, política, geo-
gráfica y topográfica. Citaré dos ejemplos de que
he sido testigo. Penetra!ldo el ejército de Moreau
el año de 1796 en la Selva-Negra (Foret-Noire),
esperaban hallar montañas formidables, desfilade-
De la estadistica r geografia militares. 89
ros y bosques, recuerdo que la antigua Hercinia
traia á la memoria con circunstancias espantosas;
mas se quedaron muy sorprendidos despues de ha-
ber subido las pendientes de aquella vasta meseta,
que desaguan en el Rhin, al hallar que estas ver-
tientes y sus estribos forman solo montañas co-
munes , y que el país desde el nacimiento del
Danubio hasta Donawert presenta fértiles y ri-
cas llanuras.
El segundo ejemplo en 1813 es todavía mas
reciente: todo el ejército de Napoleon, y este
mismo gran ca pitan, consideraban el interior de
la Bohemia como un pais muy cortado por mon-
tañas, cuando no hay ninguno en Europa que
sea mas llano , luego que se ha subido el c;erco
de montañas secundarias que la rodean , lo que
solo dista una marcha.
Todos los militares europeos tenían poco mas
ó menos las mismas ideas equivocadas sobre el
:Balkan y sobre la fuerza real de los otomanos en
su interior. Se podria imaginar que de Constanti-
·nopla se había hecho creer así, para que se mira-
se este espacio como una barrera casi inexpug-
nable y como el paladion del imperio : error de
que nunca he participado como natural que soy
de los Alpes. Preocupaciones no menos arraiga-
das hacian creer que un pueblo cuyos habitan-
tes caminan &Íempre armados formarían una mi-
licia terrible , y se defenderían hasta el último ex-
tremo. La experiencia ha demostrado que las an-
9O Capítulo 1l. -= Art. 11.
tiguas instituciones que situaban la parte selecta
de los genízaros en las poblaciones fronterizas del
Danubio , hacian á los habitantes de ellas mas
belicosos que los del interior que no hacen la ·
guerra sino á los rajás desarmados: esta ilusion
ha sido reconocida en lo que vale ; pues no era
otra cosa que un velo imponente en nada apo-
yado , como se vió cuando, forzado el primer re-
, cinto , desapareció el prestigio. A la verdad los
proyectos de reforma del sultan Mahamud exi-
jieron el trastorno del antiguo sistema , sin dar
tiempo para sustituirle otro nuevo ; de modo que
el imperio se halló acometido de improviso, aun-
que la experiencia ha probado que una multi-
tud de valientes armados de pies á cabeza no
bastan sin embargo para formar un buen ejér-
cito , ni para hacer una defensa nacional.
Vol vamos á la necesidad de conocer bien la
geografía y la estadística militar de un impe-
rio. Estas ciencias carecen en verdad de trata-
dos elementales , y estan aun por desarrollar.
Lloyd, que ha hecho un ensayo de ellas en la s.a .
parte de sus Memorias , al describir las fronte-
ras de los grandes estados de Europa, no ha es-
tado feliz en sus sentencias ni en sus prediccio-
nes : por todas partes encuentra obstáculos ; en-
tre otros presenta como inexpugnable la fronte-
ra de Austria sobre el Inn entre el Tirol y Pas-
sau, donde hemos visto á Moreau y á Napoleon
maniobrar triunfando con ejércitos de ciento y
JJe la estadística y geografía militares. 91
cincuenta mil hombres, en 18 OO, 18 O5 y 18 O9.
La mayor parte de sus raciocinios ofrecen la mis-
ma crítica , porque ha visto las cosas con dema-
siada materialidad.
Mas si no hay cátedras públicas de estas cie~­
cias, los archivos de los estados mayores euro-
peos deben contener abundancia de documentos
preciosos para enseñarlas á lo menos en las es-
cuelas especiales de este cuerpo. Entretanto que
algun oficial estudioso se aprovecha de los do-
cumentos publicados ó inéditos, para dar á luz
una buena geografía militar y estratégica, se
puede , gracias á los inmensos progresos que la
topografía ha hecho en nuestros dias , suplir en
parte , sirviéndose de las excelentes cartas pu-
blicadas desde hace 2 O años en todos los paises.
En la época que empezó la re vol ucion francesa
aun se hallaba en su infancia la topografía: ex-
ceptuando la carta semi-topográfica de Cassini,
casi no había mas que las obras de Bakemberg
que mereciesen este nombre.
Los estados mayores austriaco y prusiano
tenían sin embargo ya buenas escuelas, que des-
de entonces han dado utilidad : las cartas recien-
temente publicadas en Viena, Berlín , Munich,
Stutgard y París , asi como las del interesante
instituto de Herder á Fribourgo en Brisgau, pro-
porcionan en lo sucesivo á los generales recursos
inmensos desconocidos á sus antecesores.
La estadística militar no está mas adelantada
92 Capítulo 11. =
Art. 11.
que la geografla •; pero no se poseen de ella mas
que algunos cuadros vagos y superficiales , don-
de á ojo se estampa el número de hombres al-
mados , y el de buques que posee un estado,
asi como las rentas que se le suponen, lo que
no es suficiente á ilustrar una ciencia tan ne-
cesaria para combinar las operaciones. No es
nuestro objeto profundizar ahora esta importan-
te materia, sino indicarla como medio de éxi-
to en las empresas que se traten de realizar.

• Dcspues de la publicacion de este escrito ha dado


á luz. el coronel austriaco R.udtorfer , en forma de tabli-
llas, algunos folletos muy interesantes que abrazarán suc-
cesivamente la geografia militar de Europa , pero que
no son mas que bosquejos incompletos. La forma des-
criptiva sería preferible, á mi parecer, á la de cuadros,
6 á lo menos convendría servirse alternativamente de una
y otra.
.Ve diversas causas influyentes. 93

ARTÍCULO m.

De otras diferentes causas que influyen en los


resultados de una guerra.
Debiendo considerarse como un gran enemi-
go las pasiones exaltadas del pueblo que se pre-
tende atacar, asi el general como su gobierno de.
Len emplear todos sus esfuerzos para calmarlas.
Nada podremos añadir á lo dicho sobre es-
te asunto al tratar de las guerras nacionales.
En cambio , un general debe hacer todo lo
posible para electrizar á sus soldados, é infundir-
les el mismo ardor que le interesa comprimir en
sus adversarios. Todos los ejércitos son susceptibles
del mismo entusiasmo ; los móviles y los medios
son los que difieren segun el carácter de las na-
ciones. La elocuencia militar ha sido objeto por
sí sola de varias obras ; pero nosotros no la con-
sideramos aquí sino como un medio de guerra.
Las proclamas de Napoleon; las del g~neral Pas-
kévitsch; las alocuciones de los antiguos á sus sol-
dados ; las de Souwaroff á hombres aun mas sen-
cillos , son modelos de géneros diferentes.
Las alocuciones de las juntas de España, y lo
milagros de la virgen del Pilar, han conducido
á los mismos resultados por caminos muy o;>~e&:-


94 Capitulo 11. = Art. 12.
tos, En general , una causa á que se tiene apego'
y un gefe que inspira confianza por victorias an-
teriores , son gr;mdes medios para electrizar á
un ejército y facilitar sus triunfos.
Algunos militares han negado las ventajas
del ent\'siasmo., y prefieren la , serenidad ~mper-
turbable en los combates . . Uno y Qtro tienen sus
ventajas y sus u1conv~nientes, que e8 imposible
dejar de conocer : el entusiasmo canduce á mas
brillantes acoiones, la dificultad consiste en sos-
tenerle constantemente; y cuando una tropa en-
tusiasmada se desanima , el desórden se introdu-
ce en ella mas rápidamente.
La mayor ó menor actividad y audacia en
los jefes de Jos ejércitos respectivos, es un ele-
mento de triunfos ó de desgracias , que no pue-
de sujetarse á reglas. Un gobierno y el jefe de
un ejército deben tomar en consideracion el va-
lor intrínseco de las tropas y su fuerza constitu-
tiva comparada con la del enemigo. Un general
ruso, mandando las tropas mejor constituidas de
Europa, puede emprenderlo todo en campo raso
contra masas desordenadas y sin disciplina , por
valientes que sean los hombres que las compon-
gan. La union constituye la fuerza , el órden pro-
duce la union , la disciplina proporciona el ór-
den; sin disciplina y sin órden no es posible lo-
grar ventajas. *

* Si las tropas irregulares valen ¡Joco, cuando solas


De diversas causas influyentes. 95
El mismo general ruso, con las propias tropas,
no podrá obtener ventajás contra ejércitos eur<>-
peos , si estos tienen una igual instruccion , y á
corta diferencia la misma disciplina que las su-
yas. En fin , puede intentarse contra un Mack
lo que no se in~ntaría delante de un Napoleon.
La accion el gobierno sobre los ejércitos
influye mucho tambien para la osadía en las em-
presas. Un general cuyo genio y cuyo brazo ' están
encadenados por un consejo áulico á doscieQtas
leguas del teatro de la guerra, luchará con des-
ventaja contra otro que tenga toda la libertad
para obrar.
En cuanto á la superioridad del saber en los
generales, no disputaremos que esta cualidad deje
de ser una de las prendas mas ciertas de la vic-
toria, sobre todo suponiéndose igualdad en t<>-
das las demas probabilidades. Se ha visto que mu-
chas veces han sido batidos grandes capitanes por
hombres medianos ; pero una excepcion no hace
regla. Una orden mal entendida, un aconteci-
miento fortuito pueden hacer que pasen al caro-

componen el ejército , sin que pueqan ganar batallas,


es necesario confesar que, apoyadas por buenas tropas,
pueden ser una fuerza auxiliar de la mayor importancia:
siendo numerosas, reducen al enemigo á la desesperacion,
destruyen sus convoyes , interceptan todas sus comunica-
ciones, y, teniéndole en contíouo bloqueo~ en sus campa-
mentos, hacen que particularmente las retiradas sean des-
astrosas !asi como lo experimentaron los franceses en
181~. ( Yéasc el art. 45.) ,
96 Capítulo JI.= Art. 12.
po enemigo todas las demas probabilidades de
tnunfo que un general habil haya preparado con
sus maniobras ; éste es uno de los azares que no
se pueden prever ni evitar. ¿ Sería justo por es-.
to negar la influencia de los principios y de la
ciencia en circunstancias ordin · s?
Ciertamente que no, porque esta misma ca-
sualidad habrá producido el mejor triunfo de los
principios , pues que se hallarán fortuitamente
aplicados por el ejército contra el cual se queria_n
emplear, y que vencerá por su ascendiente. Pe-
ro , rindiéndose á la evidencia de las razones , ¿se
inferirá acaso que prueban algo contra la cien-
. . . . . . . ?.
c1a
Esto no tendría fundamento, porque la- cien-
cia consiste en atraer á su favor todas las proba-
bilidades que es dado prever , y que uo pueden
extenderse á los caprichos del destino. Aun cuan-
do el número ele batallas ganadas por medio de
hábiles maniobras no excediese al de las que so-
lo se han debido á un golpe de fortuna , esto
no probaría absolutamente nada contra nuestro
aserto.
Si la habilidad del general en gefe es uno de
los elementos mas seguros de la victoria, fácil-
mente se juzgará que la eleccion de los generales
e!l tambien uno de los puntos mas delicados de la
. ciencia del gobierno, y una de las partes mas esen-
ciales de la política militar de un estado: esta
eleccion está sometida , por desgracia , á tan mi-
De diversas causas influyentes. 97
serables pasiones, como que el azar, la antigiie-
dad, el favor , el espíritu de partido y los celos
tienen muchas veces mas parte en ella que el
interes público y la justicia. Mas este asunto es
de tanta importancia que trataremos de él, en
un artículo separado.

I. 7
98 Capítulo 11. = Art. 13.

• r

ARTÍCULO DII.

, '

De las instituciones militares.

Uno de los puntos mas importantes de la


política militar de un estado es el que tiene re-
lacion con las instituciones que influyen en su
ejército; porque uno bueno IÍ1andado por un
hombre mediano, puede ejecutar grandes cosas~
mientras que otro mal constituido~ aunque sea
dirigido por un gran capitan, acaso no hará tan....
to como aquel ; sin embargo de que el prime'""
ro haría mucho mas si reuniese á la calidad de las
tropas , los talentos de su general.
Doce condiciones esenciales. son necesarias
para la perfeccion de un ejército.
La f. a es, la de tener un huen sistema de
reemplazo.
La 2.a, buena organizacion.
La 3. a , un sistema bien entendido de re-
servas nacionales.
La 4.a, tropas y oficiales bien instruidos en
las maniobras , en el servicio interior y en los de
~

campana.
La S.a, una disci.f'Iina severa sin -bajeza, Y,
1
De las intituciones militares. 99
un espíritu de subordinacion y de puntualidad
fundado en el convencimiento de los deberes de
todas las clases aun mas que en las formalida-
tles del servicio;
La 6. 3 ; un sistema bien combinado de re-
compensa!> para excitat la rioble emulacion.
La 7. 3 , una instniccion científica y prác-
tica en los individuos de las armas especiales de
ingenieros y a:i:tillería; .
La 8. , .una dota:cioii de arni.amento bien
3

entendida y superibt, si es posible, á la del ene-


migo, no solo relativamente á las armas ofensi-
VaS sino tam bien á ias defensi"Vas.
La 9. a, un estado tnayor general capai de
aprovechar todos estos elementos, y cuya buena
drganizacion corresponda á la instruccion cientí-
fica y práctica de sus oficiales;
La 1 O. a , un buen sistema de provisiones,
hospitales y aclministracion eri general. *
La 11. a , un buen sistema que organice . el

• Acstasva:rias condiciones se puede agregar un buen sis-


tema de vestuario y equipo; potque si estos ramos interesan
itienos directamenu!lasoperacione~ del campo de batalla que
el armamento, contribuyen sin embargo á la conservacion
de las tropas, rues que cbn el tiempo un ejército fuerte
que conserve mejor sus soldados veteranos , puede espe-
rar una superioridad notable sobre teclutas Ó quintos re-
novados sin cesar: se ha citado el ejército inglés •como
un modelo de este género; pues aunque parezéa f:ícil con
los tesoros de Inglaterra proveer ej ércitos reducido¡¡ de
50 á 60.000 hombres , es sin duda dificil para los gran-
des ejérci\os de las potencias del continente.
7 j
1 OO Capitulo 1l. = Art. 13.
mando de los ejércitos y la alta direccion de las
operaciOnes.
La 1'2. a , consiste en la excitacion del espí-
ritu militar.
· No se puede mirar con indiferencia ningu-
na de estas condiciones sin expone1·se á graves
inconvenientes. Un hermoso ejército bastante ma-
niobrero y disciplinado, pero sin jefes hábiles y
sin reservas nacionales , dejó caer Ja Prusia en
quince días en poder de N::¡poleon.
En cambio se ha visto en muchas circuns-
tancias cuanto debía celebrar un estado el te-
ner un buen ejército. El esmero y la habilidad
de Filipo y de Alejandro en formar é instruir
á sus falanges, hizo á estas masas tan móvibles y
tan propias para ejecutar las maniobras mas rá-
pidas ; cualidades que permitieron á los macedo-
nios subyugar la Persia y la India con un pu-
ñado de soldados selectos.
El amor excesivo del padre de Federico á
los soldados fué el que proporcionó á este gran
rey un ejército capaz de ejecutar todas sus em-
presas.
Un gobierno que mira su ejército con neglÍ-
gencia, bajo cualquier pretexto que sea, es culpa-
ble á los ojos de la posteridad, porque prepara
humillaciones á sus banderas y á su país, en lu-
gar de proporcionarle triunfos con el sistema
opuesto. Lejos de nosotros la idea de que un go-
bierno deba sacrificarlo todo al ejército, porque
JJe las instituciones militares. 1 O1
seria un absurdo ; pero debe ser el objeto cons-
tante de sus desvelos; y si el príncipe no cono-
ce por sí mismo una buena educacion militar,
es difícil que consiga el fin que se debe propo-
ner. En este caso, que por desgracia acontéce
con demasiada frecuencia , es necesario suplirlo
con sabias y previsoras instituciones, principian-
do por establecer un estado mayor cori buen sis-
tema, otro de reemplazos y de reservas nacionales.
Verdad es' que hay formas de gobierno que
no siempre dejan ai gefe del estado la facultad
de adoptar los · mejores métodos: si los ejércitos
de la república romana y aun los de la france-
sa han probado, como los de Luis XIV y Federi-
co el Grande, que una buena organizacion mi-
litar y una sábia direccion de las operaciones po-
dían realizarse bajo los gobiernos mas opuestos
en sus principios, no puede sin embargo dejar-
se de conocer que en las costumbres actuales,
las formas de gobierno influyen mucho en la or-
ganizacion de las fuerzas militares de una nacion
y en el valor real de sus milicias.
Cuando la distribucion de los fondos públicos
se haga por personas dominadas del interés local
6 de partidos , podrá verificarse con mezquindad
hasta el extremo de quitar al poder ejecutivo la
accion sobre la guerra, tratándole como á un ene-
migo público por una inconcebible aberracion,
en lugar de ~iraJ:le como el mas interesado en h
pro_speridad nacional. El abuso de las libertacb¡¡
1 O2 Capítulo I l. = Art. 13.
púbJ¡cas pourá del ro.i.smo modo cpntribui1· tam~
bien á ~ste fatal resultado:
En este e~tado la admini11traciop mas preví,
sora se hallará en la imposibilidad de preparar-
se con anticipacion á una guerr~ de considera-
ci~n , yil la exijie~en los intereses ma~ vitales del
país para u:p. pprvenir distante , ya fuese par~
resistir á una agresion inesperfsla de pa1·te de
~ne~nigos mejpr preparadps. ·
Con la mezquina esperanzq. de ~dquirir po-
p~laridad en la masa de contribuyentes d~ quie-
nes reciben su mandato los diputados de una cá-
~lara electiva, cuya mayoría no p()drá estar siem-:-
pre comp11esta de los Richelieu ·, Pi~t y Louvois,
¿ no podrían por un equivpcadq concepto de eco-
pomía dejar arruinarse las instituciones ne~esarias
par~ la orgqnizacion ele un ejército fue~tc, nume-
roso , diestro en todas las maniobra~ , y bien
disóplinado? Valiéndose de las mas seductoras
~topias de una exagerada filantropía ¿ n() podrían
llegar á persuadirse y persuadir á sus comiten-
tes que las dulzuras de la paz son preferibles
siempre á las mas prudentes preyisione& de la
gueFa y de la política Z
· No es mi ánimo ac()ns~jar á las naciones que
esten siempre sobre las ar¡nas en completo esta-
do ~e guerra ; porque lo creer:ia un n~al para el
género humano, solo admisible en circunstancias
no comur1e§: lo q'\le únicamente quiero decir es
que los gobiernos ilustrados deben estar siempre

/
De las instituciones militates. 1 O3
dispuestos para hacer la guerra como se debe , si
fuere necesaria, tanto por lo bien entendido de sus
instituciones , como por su previsora admini~tra­
cion y la perfeccion de su sistema político-militar.
Si en tiempos ordinarios, bajo el imperio de
]as formas legales y constitucionales , los gobier-
nos sometidos á todas las vicisitudes ele las cáma-
ras eléctivas parecen menos propios para fundar
ú organizar una potencia militar temible , es ne-
cesario en cambio confesar, que en las grandes
crisis han ofrecido las cámaras deliberantes re-
sultados diferentes algunas veces, y que han con-
tribuido á dar mayor ostentacion á la fuerza na-
cional. No obstante, el corto número de ejem-
plos que ele esto nos preserita la historia, se re-
duce á casos de excepcion , en los cuales se vieron
asambleas violentas y tumultuosas puestas en la
necesidad de vencer para no sucumbir , aprove-
chándose de una extraordinaria exaltacion de los
ánimos para salvar á un tiempo el pais y sus ca-·
bezas por medio de las medidas mas horrorosas
y de una dictadura sin límites, que destruía todas
las garantías constitucionales á pretexto de defen-
derlas: esta usui·pacion del poder mas absoluto y
monstruoso , mucho mas que las formas de las
asambleas deliberantes, fué la verdadera causa
de la enerjía que desplegaban: lo que pasó en
la Convencían despues de la caída de Robes-.
pierre y del terrible Comité de salud pública lo
prueban tan bien como las cámaras de 1815 , y.
1 O4 Capítulo 11J. = Art. 21.
el levantamiento en masa de Portugal por la sim-
ple proclama de un consejo de regencia.
Si pues el poder dictatorial, concentrado en
pocas manos ' fué siempre una tabla de salvacion
en las grandes c'rísis, parece natural deducir ele
aqui que los paises gobernados por asambleas elec-
tivas deben ser, bajo el aspecto político y mili-
tar, menos fuert~s que las monarquías pura~, aun-
que bajo otros conceptos en lo interior ofrecen
ventajas incontestables.
Espero se disimulará que me exprese con
perplejidad, indicando solamente. el pro y contra,
sin presentar mi opinion concluyente ; porque
creo que no puedo extenderme mas sobre ma-
terias t;m delicadas sin aventurarme en una arena
tan agena del plan de mi obra como ele mi po-
sicion personal: me basta pues indicarlas para la
meditacion de los estadistas por si pueden servir·
les de algun provecho , y protestar aqui formal-
mente que no llevo la menor intencion de hacer
·alusion alguna á los sucesos de nuestros días,
pues solo deseo ofrecer estas verdades, qoe, aun-
que presentadas bajo formas conjeturales, no de-
jan de ser axiomas de todos los tiempos y paises.
Eri las épocas ele una lal'ga paz es mas nece-
sario que nunca velar en la conservacion de los
ejércitos , porque entonces es cuando pueden de-
generar mas fácilmente , considerando necesario
mantenerlos en buen espíritu y ejercitarlos en las
grandes maniobras; simulacros á ]a verdad muy
De las instituciones militares. 1 O5
incompletos de las guerras efectivas , pero que
indudablemente preparan las tropas para ellas.
No es menos interesante impedir el que cai-
gan las tropas en la molicie , ocupándolas en los
trabajos útiles á la defensa del pais.
El sistema de guarniciones de las tropas por
regimientos es uno de los peores que se pueden
seguir; la organizacion rusa y prusiana por divi-
siones y cuerpos de ejército permanentes pare-
ce muy preferible. El ejército ruso en general
podria ofrecerse hoy como modelo bajo muchos
conceptos; y si en algunos puntos lo que se prac-
tica en ellos sería inutil , y en otros inejecuta-
ble , debe confesarse que en general podrían adop-
tarse muchas instituciones buenas de las suyas.
En cuanto á las recompensas y adelantamien-
tos , es esencial proteger la antigüedad de , los
servicios abriendo una puerta al mérito ; las tres
cuartas partes de cada promocion deberían ser
segun el orden de escala , y la cuarta reserva-
da para los que se distinguiesen por su mérito
y su celo.
En tiempo de guerra , por el contrario, de-
heria suspenderse este' órden , ó reducirse á lo
menos al tercio de las promociones, dejando los
otros dos para las acciones brillantes y los servi-
cios bien p:~;obados.
La superioridad en el armamento puede au-
mentar las probabilidades de ventajas en la guer-
ra: pues s1 no gana las batallas , contribuye á
.
1 O~ Capítulo 1l. = Art. 13.
ello : recordaremos para probarlo , cuán á nesga
ª
estuvo de ser fl,Ulesta los franceses en las ba-
tallas de Eylau y Marengo su notable inferio-.
rida,d de artillería,
Tambien recordaremos lo que ganó la cab~­
llería éle línea francesa adoptando la coraza , á
que se opu~ por mucho tiempo : en fin, nadie
ignora ]as ventaj~s de la lanza: los lanceros como
forrajeadores equivalen á los húsares; pero car-.
gando en línea son superiones : ¡cuántos va]ien.
tes han sido víctimas de la preocupacion de qu<.!
la lanza era menos útil que el sable!
El a,rmamento de los ejércitos es aun suscep--
tible de muchas mejoras; y el que tome la ini-
ciativa para conseguirlas, obtendrá grandes ven-
tajas. La artillería deja poco que desea•· ,. pero
las armas ofensivas y defensivas de l~ infantería
y caballería merecen la atencion de un gobierno
prevtsor.
Las invenciones que de veinte años á esta
parte se han verificado, nos anuncian una gran
revolucion en la organizacion , armamento y tác-
tica ~e los ejércitos. La estrategia es la que per-
manecerá como en los tiempos de los Scipiones
y de los Césares: sus principios han sido los mis-
mos en los de Federico, Pedro el grande y Na-
poleon, porque son independientes de la natura-
leza de las armas y de la organizacion de las
tropas.
Los medios de dcstrucci.on se perfeccionan
De las instituciones militares, ¡ O7
progresiva y maravillosamente : los cohetes á la
Congreve, cuya direccion , se dice , han llega-
do á perfeccionar los austriacos : los obuses á
la Schrapnell, que arrojan torrentes de metralla
al alcance de las balas; los fusiles de vapor d~
Perkins que lanzan tantas bal'!s c:;omo un bata~
llon, van probablemente á aumentar la carpice.:-
ría; como si las ~ecatombas ofrecidas en ~ylau,
en Borodino , en Leipzig y ~n W aterlÓQ no fue-
ran suficieptf!S paq diezmar las poblaciones eu-
ropeas.
Si los sobera:p.os no se reunen en congreso
para proscribir estas invenciones de muerte y
.destrucc:;ion , no qued~rá otro partido que tomar
que el de componer la p.lÍtad de los ejércitos de
caballería con corazas , para poder apo~erarse
con mas rapidez de todas estas máquinas~ y aun
la infanterÍfl {llisma tendrá que volver ~sus ar-
maduras de hierro 9e la edad media, sin las cua-
les qu~daria tendido sobre tierra un batallo:p. ~fl­
tes de acercarse al enemigo.
Esperemos ver otra vez á la famosa gendar-
mería cubie:rta de hierro hasta e:p. sus mi~mos
caballos.
Interin lleg:~¡n estas circunstancias, a-pn no
realizadas por eventu?lid?des inesperada~ • es in- •
dudable que la artillería y toda la pirotecnia mor-
tífera han hecho progresos, que deben hacer con-
cebir la idea de modificar el órden profundo ele ,
_q ue Napoleon abusó , de cuya .materia volve-
1 O8 Capitulo 11. = Art. 13.
remos á tratar en el capítulo de la táctica.
Reasumamos en .fin brevemente las bases
esenciales de la política militar que debe adoptar
un gobierno prudente.
1. a D.ar al príncipe una educacion política y
militaD al mismo tiempo, p.ues mas bien h:illará
en sus consejos buenos administradores, que esta-
distas y militares, por lo que debe tratar de ser-.
lo él mismo. ·
2.a Si el príncipe no manda personalmente
sus ejércitos, el punto mas importante de sus obli-
gaciones y el mas privilegiado para sus intereses
será el de ser bien reemplazado , para confiar
la gloria de su reinado y la seguridad de su terri-
torio al general mas capaz de mandar sus ejércitos.
3. a No solo deberá mantenerse constante-
mente el ejército en un pie respetable de guer-
:ra ,. sino en dispoS'icion de aumentarle, en caso ne-
cesario, por reservas preparadas con prudencia.
Su instruccion y dio;ciplina deben estar en armo-
nía con su buena organizacion ; por último ; per-
feccionando el sistema de armamento, al menos
hasta igualar al del vecino, si no se le pudiese
superar.
4:a El material debe procuratse asimismo
COnServarle en el ·m ejor pie y con las reservas
tambien necesarias : 'adoptando las invenciones é·
innovaciones ,útiles que adopten los pueblos ve-
cinos, sin consideracion á las pequeñeces del amor
nropio nacional.
D(( las inst.itucioncs militares. ~ 9?
, ., 5..~ Es de la mayor importancia la protec-
ci9n y las recompensas del estudio de las ciencias
' militares, qel valor y a el celo. Los cuerpos q~~e
por institnto poseen estas ciencias deben ser e&ti:-
mados y distinguidos. Este es el único medio de
reunir en ellos á los hombres de m~rito y de
;ngemo.
6. a El cuerpo del Estado M~yor general de-
berá ocuparse en tiempo de paz ~ la reunion d~
los trabajos necesarios para todas las vicisitud~~ ,
posibles de la guena. Sus archivos c}eben conte-
ner caudal abundante de materiales históricos d~
todo lo pasado' con los documentos estadísticos,
geográficos, topográficos y estratégicos de lo pre-
sente y lo futuro. Es pues esencial que el gefe qi~
rector de este cuerpo , con una seccion .de gefes
y oficiales, tenga su permanencia en la capital,
especialmente en tiempo de paz, y que -el de-
pósito de la guerra sea el verdadero depósito del
Estado Mayo¡· general, organizado con una sec-
cion secreta en que se conserven los documen-
tos que deban reservarse á los oficiale~ subalter-
nos del cuerpo. ;. a l'
J

7.a No se omitirá medio alguno para obtet1er


]a geografía y la estadística militar 9e lq~ e~t~­
dos vecinos, para conocer sus medios de ~t:.lq1J~
y clefeQsa, as~ mat6Úales y morales, como .lqs~ cál-
culo~ estratégicos de las dos part~~. : en estos ¡traba-
jos. cientificos deberán cmplean;tt· oficiales clistin~
guidos, y S~f recomvensados d~ ll~JHOdo generoso.
11 O Capitulo 1l. = Art. 1 3.
8.• Decidida la guerra, es necesario deter-
minar, si no un plan completo de operaciones,
que no siempre es posible, un sistema para ellas
con relacion á un objeto' asegurando una base
y los medios materiales necesarios para obtener
éxito en la empresa.
9. 2 El sistema de operaciones debe ser rela-
tivo al objeto de la guerra ; á la clase de ene-
migos que se atacan; á la naturaleza y recursos
:del pais; al carácter de las naciones; al de sus
gobiernos; y al de Jos gefes que mandan los ejér-
citos ó en lo interior del estado. Debe calcularse
con arreglo á los medios materiales y morales
para el ataque ó la defensa que los enemigos
puedan oponer; y por último, deben considerarse
las alianzas probables que pueden sobrevenir en
favor ó en contra de los dos partidos en el curso
de la guerra, y que complicaria las vicisitudes
de ella.
1 O. a Tampoco deberá olvidarse el pesar,
para las consideraciones de una guerra , el esta-
do de las rentas de una nacion , sin embargo de
que no seria prudente darle constantemente- la
importancia que Federico el Grande le atribuye
en·1a historia de su tiempo. Este gran rey podía
teher razon en aque1la época en que se reclutaban
los ejércitos por enganche vol1111tario, porque con
el úlcitno peso fuerte se proporcionaba el último
soldad,o; pero si: Jos reemplazos nacionales están
bien organizados / no tendrá el dinero aquella in-
De las ins~iones inilitdres. 11 ti
fluencia , á lo menos- porJuna 6 d.o8 campañas.rSi
la Inglaterra ha prob;tdo qoe 1el oro, 'Ptoporci~
naba soldados y áuxiliares,, la Francia ha ·hecho
ver que e'l 1 'amor de 'lp patria ··y! el hon<:}¡. súplen
la falta de aquel ; 1y aun, qúe la gueFl'a' se a}ÍP.leJil-0
tá á si 'misma en 'caso de •necesidad. Sin· .dudá la
Frahcia halló en la riqoeza de 1su suelo 'Y ·en lq
exaltacion de sus gefes reculi3os de' un pode~ pa-
slljero que no puede aamitirse como ·base gene-!
ral de un sisterria'; 1 si hiei:i los •·resukados no "fue..
ron menos admirables. Anualmente sel anuncia-
ba por la: voz públi(% d~ LQndres ·'Y ··d órgano
tle Mr. de Yvernois , que la Fra-ncia. sucumbía por
falta de nu¡nerario, eht'ré'fanto qué ~apoleon. ácu·
molaba 2 OO millones que•p.abia economizado ert
los subterráneos ·de las' Tulle:Has, sin d~jar de
pagar con regularidad los' gástds <lel Estado -y rd
prest de sus ejércitos *. ;. ·n · :r~· '11' ~
La potencia en qu~ abundase, el 1oro cpodria
defenderse mal, porque la historia ~nS"eiíi rtqtl~
los pueblos mas ricos no JSS)h lo'S mas fne~ nF
felices ' y que el hierro pesa tanto €'(i)mb el roro
en la balanza de la fuerza militar. Sin emba-r.go,.
convendremos en que· lá feliz reunjon d~ sflhi&s.
instituciones militares, patriotismo, órden ~ ~Iá
hacienda , riqueza interior y crédito público cons-

• Al tiempo de su caída se not6 un deficit que no le


babia en 1811: pe1·o fué de resultas de los desastres é
inauditos esfuerzos que se vi6 obligado á practicar.
i112 CapituJo 1l . .__Art. 13.
tituirá. la ·nacioo mas ' fuer~e-, y cap!l2í de soste-
ner por ·largo tiempo una guen-a.
• !' Seria necesario . un .volúmen para indicar. to-
das ,las circuhstancia$· eq que una .Qacion pued~
desplegan mas, ó menos pnder por el o.rp ó por
el híel\llOr•i y puci deoon:óina1· los casos ·en que se
puede ~sperar alimbntar 4 guerra cOQ. la guerra.
No se ,c;onsigue , es~ . J;esultado, eioo conduciendo
los ejérci~bs á p,ais extraojt{ro; y no todos pueden
suministrar. r.eou:rsos á, un· invasor.
, . NQ¡ ,lleva:rnm~· qde\ante la iovestigacion de
estos particulares., .pqr no ~r del propósito directo
del arté de la gtietra ; de que nos hemos propues-
to· hablárr1 ' y bast~á indicar las relaciones que
tienen···:éonll Wl . p:roy~cto militar : al estadista
toc:b: r.~provechar : las .p1odificaoipnes que las cir-
cu~tahcias y las :localidades p\leden convenir se-
gun estas relaciones.
.'·1· .1!\ntes de pasar al capítulo de la estrategia,
termwaJ~mos i· este 'cálculo de la política l,llilitar
de }Q31 eStados, con algunas observaciones acerca
d«h lá elerei<>n·r de los ,generales en gefe; de la
di~cl.on stip.erior de las operaciones de la gt1er-
u ;J ;y del espíl'itp militar que debe ins1)irarse á
los tejército6~ • r .• ; ¡

., .JI.
'( J 'Y:,
·r.
OJLJ:..~1
1
Del m¡;rndo de los ejércitos. 113

ARTÍCULO XIV•

.Del ntahdo de los ejércitos, y de la direcciort


superior de lds operaciones.

Mucho se ha di~putaclo sbbre la véntaja y


los mconveniente~ t¡ue resultarian á un estado de
que el monarca marchase á la cabeza de su ejér-
cito. P1énses~ de esto lo que se quiera, lo cierto
es que, si el príncipe se siente con la capacidad
y el carácter de un Federico, de 1m Pedro el
Grande 6 de un Napoleon, sé guardará bien cle
dejar á sus generales el honor de ejecutar las
grandes empresas que él puede realizar por sí
mismo, porque esto seria descuidar su propia glo~
ria y el bien del pais.
No siendo nuestro objeto el de decidir si
los reyes guerreros son mejores para los pueblos
que los reyes pacíficos, por ser cuestion filantró-
pica agena de nuestro asuntO, nos limitaremos á
reconocér que , en igualdad de mérito y de pro-
babilidades , un soberano tendrá siempre la ven~
taja sobre un general que no sea al propio tiem-
po gefe del estado.
Ademas de que no es re~pünsabl~ sino á sí
mismo de las empresas atrevidas que intente ~ ]a
1 8
114 Capítulo JI. = Art. 14.
autoridad con que podrá disponer de los recur-
sos públicos para llegar al fin qúe se proponga , le
ofrece grandes ventajas.
Tendrá ademas el poderoso influjo que dan
la concesion de las gracias y recompensas y el te-
mor de los castigos : contará con los sacrificios
de todos los que esten á sus órdenes para el me-
jor éxito de sus empresas; los celos no impedi-
rán la ejecucion de sus proyectos, 6, por lo me-
nos, será su perniciosa influencia rara.y lejana de
su presencia, en puntos secundarios
He aquí sin eluda los motivos que podrán
decidir á un príncipe á ponerse á la cabeza de
sus ejércitos, tan luego como se crea con ,insp.ira-
cion para ello, y considere la lucha digna de su
resolucion. Pero si, en lugar de tener genio be-
licoso, es de un carácter débil y fácil de enga-
ñar , entonces su presencia en el ejército, en
vez de producir un bien , abrirá el camino á
las intrigas : cada cual le presentará sus proyec-
tos ; y careciendo de la experiencia necesaria
para elegir el mejor, se entregará al dictámen
de las personas que le rodeen. El general que
. mande á sus órdenes, incómodo y contrariado
~ en todas sus empresas , no podrá hacer nada bue-
no, aun cuando tenga todo el talento necesario
para dirigir una guerra. Se dirá que puede muy
bien estar el príncipe en el ejército sin molestar
al generalísimo , poniendo en él toda su confian-
za , y ayudándole con su poder soberano. En este
Pcl mando de los ejércitos. 11·5
caso produciría su presencia algun bien, pero
causaría con frecuencia grande estorbo: porque si
el ejército se hallase cercado, con sus comunica-
ciones cortadas, y obligado á abrirse paso con la
espada en la mano, ¿qué tristes r~sultados no
produciría esta posicion del monarca en el cuar-
tel general ?
Cuando el príncipe se sienta con fuerzas para
ponerse á la cabeza de sus ejércitos personalmen-
te, pero sin la confianza necesaria de sí mismo
para dirigirlos, el mejor sistema que puede
adoptar es imitar exactamente lo que el go-
bierno prusiano hizo con el general Blucher, esto
es, rodearse de dos generales de los de mayor re-
putacion, eligiendo uno entre los hombres cono-
cidos por de ejecucion , y el otro de entre los
gefes de estado mayor mas instruidos. Esta com-
hinacion bien concertada podrá dar excelentes
resultados, como sucedió en el ejército de Si.lesia
en 1813.
Convendrá tambi.en adoptar el misi110 siste-
ma en el caso de que el monarca juzgase conve-
uiente confiar el mando á un príncipe de su fa-
milia , como con frecuencia se ha visto desde
- Luis XIV. El' príncipe por lo comun era encar-
gado del título del mando, llevando á su lado un
consejero que mandaba en realidad. Est9 sucedió
con el duque de Orleans y Marsin en Ja famo~a
batalla de Turin : en otra ocasion con el duque
t.! e Borgoña y W un doma en la batalla de Oude-
8:
116 Capitulo 11. = Art. 14.
narde y aun creo que sucedió lo mismo en Ulma
con el archiduque Fe:.;nando y Mack.
Este último método es perjudicial, porque
de hecho nadie es responsable. Todo el mundo sa-
be ql!e en Turin el duque de Orleans opinó con
mas prudencia que el mariscal Marsin; y fué ne-
cesaria la exhibicion de los plenos poderes secretos
del rey, para hacer perder la batalla contra el
dictámen del príncipe que mandaba. Lo mismo
sucedió en Ulma, donde el archiduque Fernan-
do desplegó mas capacidad y valor que Mack,
que debía servirle de Mentor.
Si el príncipe tiene el talento y la experien-
cia del archiduque Cárlos, es necesario darle el
mando con carta blanca , y la libre eleccion de
sus colaboradores, Si no ha adquirido aun los
mismos títulos , puede entonces dárselc, como á
Blucher, un gefe de estado mayor de experien-
cia é instruccion, y un consejero experimentado,
escogido entre los hombres de ejecucion; pero
en ningun caso seria prudente dar á estos con-
sejeros otro poder que el de un voto consultivo.

Ya hemos dicho que, si el príncipe no man-


da por sí mismo los ejércitos, será la mas im-
portante y delicada de sus obligaciones la elec-
cion de quien ocupe dignamente su lugar, lo que
por desgracia no siempre sucede.
Sin retroceder á los tiempos de la antigüe-

/
Del mando de lós ejcrcitos. 11 7
dad, basta recordar los ejemplos mas recten-
tes que hemos tenido en los de Luis XIV y
Luis XV. El mérito del príncipe Eugenio, medi-
do por su talla contrahecha, condujo á este gran ca-
pitan, el mayor de su tiempo, á las filas enemigas;
y despues de la muerte de Louvois, se vió á Ta-
llard, Marsin y Villeroi succeder á Turena , Con-
dé y Luxemburgo; y mas adelante á un Soubise y
á un Clermont succeder al mariscal de Sajonia.
Desde las elecciones perfumadas hechas en los ga-
binetes de la Pompadour. y de la Dubarry, hasta
la pasion de Napoleon por los valientes, hay mu-
chos escalones de diferente naturaleza que recor-
rer, y el campo es bastante ancho para ofre-
cer á un gobierno medianamente ilustrado todos
los medios de hacer nombramientos racionales:
pero en todos tiempos influirán las debilidades
humanas de un modo ó de otro, y la astucia ó
la flexibilidad podrán siempre mas que el mérito
tímido ó modesto que espera á que se le emplee.
Prescindiendo de todas estas consideraciones
hijas de la naturaleza del corazon humano, es pre-
ciso conocer hasta qué punto son dificultosas las
elecciones, aun para los gobernantes que mas ar-
dientemente desean el bien. Para escoger un ge-
neral hábil es necesario ser militar , y estar en es-
tado de juzgar por sí mi&.Illo, sin atenerse á infor-
mes agenos, lo que necesariamente hace caer en el
inconveniente de las intrigas. Es sin duda menor
la dificultad cuando se tiene á la mano un gene·
11.8 Capítulo. JI.= Art. 14.
ral célebre por sus muchas victorias; pero, acle-
mas de que todo general no es un gran capitan
por haber ganado una batalla (testigos Jourdan,
Scherer y otros muchos), no siempre un gobierno
puede disponer de un general victorioso. Des-
pues de una larga época de paz podrá suceder
que ningun general europeo haya mandado en
gefe ; en cuyo caso será difícil saber la razon
de ]a preferencia de un general sobre otro: los
que por largos servicios en paz sean los prime-
ros en la escala, y tengan el grado que se requie-
re para mandar en gefe, ¿ serán siempre los mas
capaces de hacerlo?
Ademas de esto, las relaciones inmediatas
del gefe de un estado con sus súbditos son tan
raras y pasajeras, que no es de extrañar la difi-
cultad que ofrece la colocacion de los hombres
en su respectivo lugar. Seducido el príncipe por
las apariencias, será sorprendido algunas veces,
y con los mejores deseos podrá engañarse en sus
elecciones , sin que pueda culpársele por esto.
Parece que uno de los medios mas seguros
<.le evitar estas equivocaciones, seria el de reali-
'Zar la belJa ficcion de, Fenelon en su Telémaco,
·buscando un fiel, sincero y generoso Filocles, que,
·colocado entre el príncipe y todos los aspirantes
·al mando , pudiese por sus relaciones mas direc-
tas con el público ilustrar al monarca sobre la
eleccion de los individuos mas recomendables por
sus talentos y carácter. Pero este amigo fiel ¿ no
Del mando de los ejércitos. 119
cederá jamas á las afecciones personales? ¿Sabrá
escudarse contra las prevenciones? ¿ No fué
Souwaroff desechado por Potemkin á causa de su
contextura, y se necesitó toda la habilidaJ de Ca-
talina para que se diese un regimiento al hombre
que clespues contribuyó tanto al brillo ele sus
armas?
Se ha creído que , consultando la opinion
pública sobre la materia, se tendría la mejor
guia; nada es mas aventurado que esto : ¿la opi-
nion pública no hizo un César á Dumouriez que
no entendia nada de la guerra en grande? La
misma ¿habria puesto á Bonaparte á la cabeza
(lel ejército de Italia, cuando no le conocían si-
no los dos directores? Sin embargo, es necesario
conocer que si esta opinion no es infalible, tam-
,poco se debe despreciar, sobre todo cuando so-
brevive á grandes crísis y á la experiencia de
los acontecimientos.
Las cualidades mas esenciales del general de
un ejército serán siempre: alto cardcter ó valor
moral, que es el que conduce á las grandes reso-
lucionP-s, y sangre fria ó valor fisico que domine
los peligros. El saber ocupa el tercer lugar, pero
es un auxiliar poderoso, siendo necesario estar
ciego para negarlo; finalmente, como ya dejo di-
cho, no se debe entender por esto una grande
crudicion; basta saber poco pero bien, y sobre
todo penetrarse mu.cho de los principios regula-
dores. Á todas estas cualidades se agregarán las
12 O Capitulo 1l. = Art. 14.
del carácter personal , 1111 tiombre valiente, justo,
firme , equitativo, que Sflb~ ~preciar el mérito
ageno siq que le ipfund¡¡ celos , y diestro en ha-
c~rle contribuir á ilU propiª glori~ , será siempre
lln buen general, ,y ~un podrá pasar por un
grande hombre. Esta propension á hacer justicia
al mérito ageno es por desgracia cualidad poco
comun : los tale11tos medi~nos sqn ~iempre celo-
sos, y se inc~Í!lan á rodearse mal, temiendo tia-
cer en ~1 mundo el p~pel de hombres guiados por
otros, ~in comprender qu~ ~l que está á 1~ ca-
l?eza de los ejérc\to~ se lleva siempre la gloria
~si entera de los triunfos, <}un cu~mdq haya te-
I1ido la menor parte en ellos1
Mllcho se ha agitado la cu~tipn de si debería
preferirse al general acostumbrado por una larga
experi~ncia á mand<lr tropa~~ á los generales pro-
cedentes de los estados mayores ó cuerpos facul-
tativos, poco ~costumbrados á manejar soldados.
Es incontestable que la guerra en grande es una
ciencia absolutamente diferente, y que se pueden
combinar muy bien las pperaciones sin \laber
conducido por sí mismo t¡n regimiento al ene-
JUigo. Pedro e] Grande, Condé, FedericO y Na-
poleon lo prueban. No es posible negar que un
hombre procedente de los estados mayores pue-
de llegar á ser un gran capitan; mas, no porque
haya encanecido ·desempeñando las funciones de
cuartel-maestre tendrá capacidad ~ra el mando
supremo ; podrá tenerla, pero será porque na tu-
Del rnando de los ejércitos. 121
ralmente posea el genio de la guerra y el carác-
te~ necesario : asi como un general procedente
de las filas de infantería ó caballería puede ser
tan á propósito como el mas consumado táctico.
La cuestion parece difícil de resolver de un
modo absoluto, y en este punto creo que es ne-
cesario contraerse á las individualidades. Para
adoptar una solucion racional será necesario ele-
gir un justo medio, y reconocer, que:::::
Un general procedente del estado mayor, de'
la artillería ó de ingenieros, que haya mandado
tambien una division ó un cuerpo de ejército,
tendrá, en igualdad de circunstancias , una supe-
rioridad positiva sobre el que no conozca mas
que el servicio ele una arma ó cuerpo especial.
Un general que baya meditado por sí mis-
mo sobre la guerra será igualmente propio para
el mando.
El de carácter firme tiene la preferencia so-
bre todas las cualidades requeridas para un ge-
neral en gefe.
En fin , la reunion de una sábia teoría con
un carácter propio para el mando, constituirán
el gran capitan.

La dificultad de asegurar constantemente


acertadas elecciones han hecho pensar en suplir-
las por medio de un buen estado mayor que, or-
ganizado como consejo de los generales," influya
122 Capitulo. 11. = Art. 14.
íntimamente en las opcrraciones. Un excelente
cuerpo de Estado-Mayor en que se establezcan
las buenas doctrinas, será siempre una institu-
cion de las mas útiles ; pero debe cuidf rse de
preservarlo de falsos principios que lo harían en
extren1o perjudicial. Federico el Grande, al fun-
dar su. academia militar de Postclam , no preveía
que vendría á parar en el rechte schulter vor
(adelanten el hombro derecho) del general Ru-
chel *, y á presentar el órden oblicuo como un
secreto infalible que hace ganar todas las bata-
llas : tan verdad es que de lo sublime á lo ridí- :J
culo no hay mas que un paso.
Aclemas de esto es necesario evitar con gran
cuidado toda competencia entre el general en ge-
fe y su gefe de Estado-Mayor; y convendrá elegir
para este cargo uno de entre los gefes mas acre-
ditados del mismo cuerpo , si ha de ser ele la
voluntad del general la eleccion del individuo
con quien mas siinpatize. Dar un gefe de Estado
Mayor al generalísimo sin consultar su voluntad,
, seria introducir la anarquía en los poderes de
un ejército; permitirle que nombre una persoua
· inl1til de entre sus amigos , seria aun mas peli-
groso, porque si él es un hombre mediano coloca-
do por el favor ó la casualidad, su eleccion se

• En la ..batalla de Jena crey6 este general que sal-


varia al ejercito mandando á sus soldados adelanta.r el
hombro derecho para formar una línea oblicua!!!
Del mando de los ejércitos. 12 3
resentirá del mismo defecto. El término pru-
dente para evitar estos males , será siempre dar
al general en gefc la eleccion entre muchos ge-
nerales que se le propongan de una capacidad in-
disputable ~ permitiéndole que indique el que me-
jor le convenga.

En casi todos los ejércitos se ha tratado de


dar mas solemnidad y peso á la direccion de las
operaciones militares , reuniendo con frecuencia
consejos de guerra para ayudar al generalísimo
con sus dictámenes. Si el general en gefe del
ejército es un Soubise, un Clermont, un Mack,
ó en um palabra un hombre de cortos alcances,
se hallarán con frecuencia , en el consejo , pare-
ceres mejores que el suyo; la mayoría podrá
adoptar decisiones mas oportunas ; pero ¿ qué se
puede esperar de operaciones dirigidas por quien
no las ha concebido ni combinado ? ¿Qué resul-
tado podrá esperarse de un proyecto que el ge-
neral en gefe comprenderá incompletamente por
po ser pensamiento suyo?
Yo he tenido por mí mismo una terrible
experiencia del triste papel ,de apuntador de
un cuartel general, que nadie, como yo, po-
drú apreciarlo en su justo valor. En un consejo
de guerra es dond~ este papel mas notablemen-
te es absurdo ; y cuanto mas numeroso y con-
currido de altas dignidades militares sea el con-
124 Capilulo 11. = Art. 14.
sejo, mas dificil será que triunfen la verJad
y la razon por poca disidencia que pueda
ocurnr.
¿ Qué habría resuelto un consejo de guerra
~n que Napoleon hubiese propuesto como vocal
el movimiento de Arcoli , el plan de Rivoli , el
paso de San Bernardo , el movimiento de Ulma,
el de Gera y Jena? Los tímidos calificarían estas
operaciones como producto de la locura , otros
encontrarían para su ejecucion mil dificultades,
y todos concluirían por desecharlas.
Por el contrario, si el consejo las adopta-
se, y otro que Napoleon las hubiese de eje-
cutar...... ¿No es probable que se desgracia-
rían?
Asi pues en mi juicio es mal recurso el de los
consejos de guerra , pues solo pueden ser venta-
josos en el caso de que opine del mismo modo
que el general en gefe ; porque entonces puede
éste tener mas confianza en sus propias resolu-
ciones , y de que cada uno de sus subordinados
penetrado de su misma idea hará todo lo posi-
ble para asegurar la ejecucion. Esta es la única
utilidad que puede producir un consejo de guer-
ra ; y aun en este caso debe limitarse á ser pura-
mente consultivo. Pero si en lugar de esta per-
fecta armonía ocurren divergencias , entonces no
puede menos de producir malos resultados.
En vista de todo lo dicho , creo poder sacar
JXlr consecuencia que el mejor modo de organi-
.Del mando de los ejércitos. 125
zar el mando de un ejército cuando no ·se ten ....
ga un gran capitan que haya dado numerosas prt~e-­
bas, será: ,
1.° Confiar este ma.qdo á un general valien-
te, experimentado, atrevido en el combate é in-
alterable en los peligros. ·
2. 0
Darle por gefe de Estado Mayor un hom~
bre de gran capacidad y de carácter fr neo y
leal , con quien el general en ·gefe viva en bue-
na armonía; pues la gloria b capaz por su ex
tension de ser cedida en parte á un amigo que
ha'Ya contribuido á preparar 1~ résultados. De'
este moclo supo Blucher, ayudado de Gneisáu y
de Muffting, llenarse de· una gloi·ia que r>roba...:
blemente nunca hubiera adquirido por ·sí., Est~
especie de combinacion del mando no equivaldrá
nunca al mas ventajosq de un tFederico , de un
Napoleon, ó de un Souwaroff; pero á falta .de ·1a.
unidad que reune un gran capitan' es préferible
este método supletorio.
n

No conqluiremos esta • importante materia


sin añadir algunas palabras sobre ·o tro modo de'
influir en las operaciones militares, por medio
de los consejos superiores de · la guerra estable-
cidos en las capitales, cerca de los gobiernos.
Louvois dirigió por mucho. tiempo desde París
los ejércitos de Luis XIV, y lo hizo acertada-·
mente. Carnot manejaba igualmente los de la re-
126 Capitulo 1l. =Art. 14.
pública: en 179 3 obró con mucha habilidad, y
salvó á la Francia: e~ 1794 lo hizo ya mal, y
aunque despues reparó por casualidad sus fal-
tas , en 1 7 9 6 concluyó por hacerlo comple-
tamente mal. Pero Louvois y Carnot dirigían
por sí 1as operaciones sin auxilio de consejo
alguno.
El consejo áulico de guerra establecido en
Viena tuvo frecuentemente el encargo de dirigir
las operac~ones de los ejércitos, y la Europa en-
tera está acorde en que los resultados fueron fu-
nestos. Si esta opinion es fundada , los generales
austriacos pueden decir mucho sobre el particu-
lar. Por la mia creo que la única atribucion
que pueden tener estos consejos , debe limi-
tarse á la adopcion del plan general de opera-
ciones. Debo advertir, que no se entienda un
plan que, trazando toda una campaña, obligue á
los generales á batirse inevitablemente, sino de
solo el objeto que debe determinar el fin ele la
campana; la naturaleza ofensiva ó defensiva ele las
operaciones ; los medios materiales que sea nece-
sario disponer desde luego para las primeras em-
presas ; las reservas y reemplazos en los casos
de invasion. No se puede negar, que todas es-
tas cosas deben discutirse préviamente en un con-
sejo de gobierno, con generales y ministros; pe-
ro la accion del consejo debe ceó.irse á dichos ob-
jetos , sin tener la pretension de indicar al ge-
neralísimo, ni la marcha sobre Viena ó .Paris,
1

Del mando de los ejércitos.


•12 7
ni aun 1~ clase de maniobras para ello, porque
batido el pobre general, toda la responsabilidad
recaerá sobre los que á 2 OO leguas del enemigo
pretenden mandar un ejército , tan dificil de diú-
gir estando á su cabeza.

/
128 Capitulo 11. = Art. 15.

ARTÍCULO XV.
,..

Del espíritu militar de las ·nadones, y de la par-


te moral de los ejércitos.

En vano adoptaría un gobierno los mejores


reglamentos para organizar un ejército, si no se
aplicase tambie.rt á excitar el espíritu militar en
el país. En los insulares protegidos por numerosas
escuadras, como lo es el del pueblo inglés, puede
disimularse el que se prefiera el títul? de rico
'banquero á las condecoraciones miJitares ; pero
una nacion continental, que adoptase las costum-
bres de la ciudad de Lóndres ó de la bolsa de
París, sería tarde ó temprano presa de sus ve-
cmos.
Los romanos debieron su engrandecimiento
á la reunion de las virtudes cívicas , y del espí-
ritu militar trasladado de las instituciones á las
costumbres : cuando perdieron estas virtudes , y
dejaron de mirar el servicio militar como un ho-
nor y una obligacion, abandonándolo á los mer-
cenarios Godos , Herulos y Galos , se perdió ine-
vitablemente el imperio. Es indudable que no se
debe olvidar ni despreciar nada de lo que pue-
de aumentar la prosperidad de un país ; es ne-
Del espiritu militar. 129
cesano tambien honrar á los hombres hábiles é
industriosos; que son los primeros instrumentos de
esta prosperidad ; pero siempre con sujecion á las
grandes instituciones que constituyen la fuerza de
los estados , fomentando las virtudes varoniles y
heróicas.
La política y ht justicia estarán en esto de
acuerdo; porque, diga Boileau lo que quiera~ siem-
pre será mas glorioso desafiar la muerte siguien--
do las huellas de los Césares , que engordar con
las desgracia~ públicas , especulando con las vi-
cisitudes del crédito del Estado. ¡ Desgraciado el
país en que se anteponga el lujo del traficante
ó del egoísta avariento, al uniforme del valien-
te que haya sacrificado su vida , su salud ó su
fortuna en defensa de la patria !
El primer medio de fomentar el espíritu mi-
litar, es el de dat al ejército la mayor conside-
racion pública y social. El segundo es asegurar á
los servicios hechos al estado la preferencia en
todos los empleos administrativos que vaquen,. y
aun exigit un tiempo determinado de servicio
militar para ciertos empleos. Sería un asunto 'dig-
no de la mas séria meditacion el comparar las
antiguas instituciones militares de Roma con las
de Rusia y de Prusia, y despues con las doctri-
nas de los utopistas modernos , que levantando
el grito contra el derecho de los militares á
la partiG.ipacion de los destinos civil~s, solo qu·-
sieran colocar retóricos· en la administracion de
J. 9
1 3O Capitulo 1l. = Art. 15.
todos los puestos de mayor consideracian. ""
Hay muchos empleos que exijen estudios es-
peciales ; pe_ro ¿sería imposible que el militar se
entregase á los conocimientos necesarios durante el
sosiego de la paz con el estudio de las materias
de la carrera que hubiese de abrazar , despues
de haber pagado á la de las armas la deuda de
su patria ? Y si con preferencia se diesen los em-
pleos ·administrativos á Jos oficiales retu·ados del
servicio con el grado de capitan por lo menos,
¿ no serviría esto de un grande estímulo para
que tratasen los oficiales en sus guarniciones de
distraerse ,de otro .modo que con la concurreQ.cia
á los teatros y 'al café?
Acaso se dirá que esta facilidad de pasa:r del
servicio de las armas ~ los empleos civiles, es
mas bien perjudicial que favorable al espíritu
militar, ·y que pao.ra asegurar éste convendría mas
fijat: 1la carrera de los militares con absoluta se-
paracioJl de las otras. De este móclo procedían
los ,J,namelucos y los genizar,os en , su origen:
se compraban estos soldados, ouando tenían sitn
te · ú ocho años ele edad, y se les educaba im-
huyéudolos en la idea .de quo debían mórir ha-

• En Francia, por ejcmp\o, cm lugar de excluir á


]os militares de las elecciones, se deberia dar el Jere 7
eh o de elector <Í todos los , corone les y el de elegible <Í to-
dos los generales: no serian ·ciertameut'C los -militares los
Jnas venales de los diputados.
Del espíritu militar, rte. 1 31
jo de las banderas. Los ingleses mismos, tan celo-
sos de sus derechos , al sentar plaza contraen la
ohligacion de ser soldados toda su vida , y el sol-
dado ruso debe serlo veinte y cinco años , lo que
equivale á una obligacion perpétua como sucede
á los ingleses.
Con semejantes ejércitos, asi como con ios
que se reclutasen por enganches voluntarios, aca-
so fuese efectivamente mas conveniente el nd
admitir fusion alguna entre los cargos de oficial
y los empleados civiles. Mas en todo país en
que el servido militar sea una obligacion tempo...:
ral impuesta á los pueblos, debe observarse su di~
ferencia , siquiera como en las instituciones roma-
nas , que exijian un servicio de diez años en las
legiones antes de poder optar á los diversos car~
gos públicos , lo que en efecto parece el mejor
medio de conservar el espíritu tnarcial ; sobre
todo en una época en que la tendencia general
háci.a la conveniencia parece ser la pasion domi"
nante de la sociedad.
Como quiera que sea, creo que bajo todo
régimen posible debe ser el o}Jjeto preferente de
un gobierno previsor realzar el se~icio militar,
á fin de mantener permanente el amor Q.e la gl<>-'
ria , y las virtudes guerreras, si no quiere me-
recer la censura de la posteridad, y sufrir al
cabo la suerte del Bajo Imperio,


132 Capitulo ll.=Art. 15.
No basta inspirar el espíritu militar á los
pueblos ; es necesario fomentarlo tambien en el
ejército. ¿De qué serviria en efecto, que se apre-
ciase el uniforme por el ciudadano , y se mirase
como una obligacion cívica, si no se cultivaban
bajo las banderas todas las virtudes guerreras?
Tan crecida milicia carecería de valor.
La exa]tacion moral de un ejército y el espí-
ritu militar son dos cosas bien diferentes , que no
deben confundirse; y que sin embargo producen
el núsmo efecto. La primera , ya hemos dicho, es
resultado de pasiones pasajeFas, por opiniones po-
líticas ó religiosas, como de un grande amor á
la patria , mientras que pudiéndose inspirar el es-
píritu militar por la habilidad de los jefes y las
buenas instituciones , pende menos de las circuns-
tancias, es mas permanente, y por tanto debe ser
obra de un gobierno previsor. *
Que el valor sea recompensado y distinguido:
respetado el carácter de los empleos, y la discipli-
na imbuida en los sentimientos y convicciones
aun mas que en las formas , es lo que conviene.
La oficialidad y los cuadros en general de-
ben llegar á convencerse de que la ¡·esignacion,
el valor y el celo por el cumplimiento de las re~
pectivas obligaciones , son virtudes sin 1as cuales
1

• Será muy conveniente que los cuadros de oficiales


y sargentos esten penetrados del mismo espíritu : los sol-
dados se conducen siempre bien ,_ cuando aquellos son
buenos 1 y la nacion valiente.
Del espíritu militar, &c. 13 3
no hay ejército dignQ de consideracion , ni gloria
posible; deben saber que la serenidad en los re-
veses de la fortuna es mas honrosa que el en-
tusiasmo en los triunfos : porque para apode-
rarse de una posícíon basta el valor; al paso que
es necesario el heroísmo para hacer una retira-
da penosa delante de un enemigo victorioso y
emprendedor , sin dejarse abatir y oponiéndo-
le un pecho ele bronce : porque una retirada
ejecutada con habilidad, debe el príncipe recom-
pensada tan pródigamente como una señalada
victoria.
Acostumbrar á los ejércitos en los trabajos
y en las fatigas ; no dejar holgar en la molicie las
guarniciones en tiempo ele paz ; imbuirles senti-
mientos de superioridad sobre el enemigo, sin re-
bajarle demasiado; inspirar amor á las grandes
acciones ; en una palabra , excitar el entusiasmo
por medios de inspiraciones que esten en armonía
con el espíritu que domine las masas, recompen-
sando el valor, y castigando la debilidad y la de-
sidia; y en .fin, vituperando la cobardía , serán
los medios ele crear un buen espíritu militar.
La molicie fué sobre todo la que perdió
á las ]ejiones romanas: cuando estos temibles sol-
dados , que llevaban casco , escudo y coraza ba-
jo el cielo abrasador del Africa en tiempo de los ,
Scipiones, despues bajo el cielo frio de las Ga-
lias y de la Germanía se les hicieron pesados:
entonces se perdió el im.pcrio.
1 34 Capitulo fl. :a:::: A1·t. 15.
He dicho muy de pase~ , que no convenía
inspirar demasiado desprecio ácia los adversarios,
porque en el caso de encontrar en ellos una re-
sistencia tenaz, podría padecer entonces la mo-
ral del soldado. Cuando Napoleon arengó en Jena
al cuerpo de Lannes , le ponderú la caballería
prusiana , pero les prono!ltiCÓ qu~ !lcria i-q¡poten-
t~ contra las bayonetas de sus egipcios.
Tambienes necesario preservar á los oficia-
les , y p.:>r m~dio de ellos á los soldados , de los
terrores repentinos que suelen ~poderarse de los
ejéFcitos mas valientes, cuando no se les contiene
con el frenq de lél disciplina, ppr ~1 convenci-
miento que se les inspire de que el órden en las
~ropas es prenda de sl-l seguridfld. No por falta
de valor fueron batidos cien mil turcos ~n Peter-
warllin por el príncipe Eugenio, y en Kagoul
por Roumanzoff, sino porque r~chazados vna vez
~n sus cargas llesordenadas , cada unp de ellos
peleaba individualmente , contraidps á sus inspi-
raciones per&Qnales , sin direccion ni órden en las
masas. Una tropa de que se ha apoderado el ter-
ror pánico , viene á pa1·ar al mismo estado de
desmoralizacion ; porque una vez introducido el
desórden , imposible es ya restablecer el concier·
to ni la union en las voluntades; la voz de los
jefes no alcanza á oírse ; toda maniobra para res-
tablecer el combate es impracticable , y entonces
no se esper<1 la salv~cion mas que en una huida
vergon~osa.
Del espíritu militar, etc. 1 35
/ ,

Loa pueblos ele imaginacion viva y ardiente


están mas expuestos á estas derrotas ; por consi-
guiente, los del medio dia se hallan, ca8i todos, en
este caso. Solo instituciones fuertes con gefes há-
biles pueden precaverlo. Los franceses mismos,
de cuyas virtudes militares no se ha dudado nun-
ca cuando han estado bien dirigidos, han tenido
con frecuencia estas alarmas , que deben llamar-
se ridículas. ¿Quién no recuerda el inconcebible
terror pánico que se apoderó de la infantería del
mariscal dé Villars, despues de haber ganado la
batalla de Friedlingen ( 1704)? Lo mismo suce-
dió á la infantería de Napoleon despues de la
batalla de Wagram, cuando el enemigo estaba en
completa retirada. Aun sorprende mas la ex-
traordinaria derrota de la media brigada 9 7 en
el sitio de Génova , en que los 15 OO hombres
que huyeron de un peloton de húsares , tomaron
dos días despues el fuerte del Diamante por uno
de los golpes de mano mas vigorosos de que ha-
ce mencion la historia moderna.
No será dificil convencer á soldados valien-
tes , de que perecen de seguro, y mueren mas
pronto los que huyen en desórden , que los que
saben permanecer unidos para presentar al ene-
migo un pecho de bronce, y rehacerse con pronti-
tud , si por un momento llegan á desordenarse.
El ejército ruso en este concepto puede servil'
de modelo á todo los de Europa; el órden qlle
ha manifestado en todas sus retiradas •dependé
1.36 Capítulo 11. = Art. 15.
tanto del caráct~r nacio:pal , como del instinto
natural de su¡¡ soldadps y pe las institucipnes de
una rigorosq. di~ciplina. En efecto , po ~ol9 la vi·
veza de i.n:1~ginaciqn de las tropas es la qu~ con-
tribuy~ si~mpre á introducir en ellas el ~le$Órden;
la falta de costumbre, de órd!!n, la tiene en gran
parte , y la negligenc¡a de los gefe¡¡ para ascg'\1-
rarlo apn coQtribuye ma~. Jie t~niclo muchas oca·
siones d~ q.dmirarme ~l ye:r ~l de~cpid9 de la ma-
yor par.te de los ge:qerqles ~~ e~~~ PilJ~i~pl~r: no
solamente no ~e cuidaban d~ tomar la menor
pr~ca-qcion de logi$tica , p~ra asegurar la direc-:'
~ioq de los pequeños destacamento~ ú hs>fllqre~
sueltos , sino que , ni adoptaban sepal alguna de
r~t111ion, para facilitar á ~os. dif('!rentes cuerpos dt:
un ejércit~ ~a ~ireccion de lal! fraq:iones que
hQbiesen podido . disell'!inar$e á con$ecuencia d~
un desord~nq.flo terror , 6 pe una carg~ irre¡¡is--:
tibie d~l epemigo; y a11Q se c:nfadab~n de qu~
se les propusiese precaucion alguna. M~s como
el valor mas inqisputable y l:jisc\plin~ ma~ se-
vera serian inefi.cace~ para remediar un gran
desórden , podría evitarse con la may9r facili~ad
adoptand9 la buena costumbre pe las señales de
reunion divisionaria~. Induda.blemente hay casos
en que todos los recurs9ll humanos no ba$tarian
á manteper. el ó~·den: pPr ejemplo , ~uando los
padecimientos físicos de las tropas las hubie-
sen hecho ~rdas á toda excitacion, y los gefes
:mism?s se hallaran ~mposibilitados de cosa alguna
1

Del espíritu militar, etc. 1 37


para reanimarlas. Tal fué lo que sucedió en la
retirada d~ 1812. Pf!rO fuera !le estos casos ex-
cepcionales, las buenas costumbres de órden, las
precauciones de la logística, y una buena discipli-
na , produc~án , por lo comun , el efecto, si no
de evitar. todo terror pánico , á lo menos el de
precaverlo y aun acudir con un pronto remedio.
Tiempo es de dejar estas materias, que so-
lo he inteptado bosquejar p;:¡ra pas~r aJ exám~n
de las combinaciones puramente militares.
.
C A P 1 TU L O 111.

DE LA ESTRATEGIA.

DEFINICION Y PRINCIPIO FUNDAMENTAL.

El arte de la guerra , ademas de las partes


de que independientemente acabamos de hablar,
se compone de las cinco principales que dijimos
al principio, á saber: la estrategia, la táctica su-
blime , la logística , la táctica de las armas, y el
arte del ingeniero. Nos ocuparemos solamente de
las tres primeras, por los motivos ya indicados,
y principiaremos por fijar sus definiciones.
Para verificarlo con mas claridad, seguiremos
el órden en que las combinaciones que un ejérci-
to puede ' tener que practicar , aconsejen obrar
á sus gefes, en el momento que la guerra se de-
clara; empezando naturalmente por las mas im-
portantes que constituyen en cierto modo el plan
de operaciones , y procediendo en seguida á la
inversa de la táctica, que debe principiar por
pequeños detalles , para llegar á la ~rmacion y
manejo de un grande ejército *.
• Para apreQder la táctica es necesario estudiar pri-
rnera~lente la escuela de compañía , dcspues la de bata-
De.finicion de la estrategia. t 39
Suponiendo al ejército en el momento de en-
trar en campaña, el primer cuidado de su ge-
neral en gefc será convenir con el gobierno so-
bre la naturaleza de la guerra que ha de hacer-
se; en seguida deberá estudiar bien el teatro de
sus empresas , y despues escogerá , de acuerdo
con el gefe del estado, la hase de operaciones
mas conveniente , segun se presten á ello sus
fronteras y las de sus aliados,
La elecclon de esta hase, y mas que todo, el
objeto que se proponga conseguir, serán los datos
para determinar la zona de operaciones que ha-
ya de adoptarse. El generalísimo tomará ~m pri-
mer ppnto objetivo para sus empre$as, escogerá
la línea de operacione$ que le copduzca á este
punto como línea provisional ó definitiva , con-
trayéndose á d¡ule la direccion mas ventajosa,
esto es , la que le prometa mas probabilidades,
sin exponerle 4 grandes riesgos.
Partiendo el ejército desde esta línea, tendrá
un frente de operaciones y otro estratégico, y
procurará conservar detras de este frente una línea
de defensa , para que sirva d~ apoyo á sus ne-
cesidades. Las posiciones pasajeras que tomen sus
cuerpos de ejército sobre el frente de operacio-

llon 1 y finalmente las evoluciones en línea; entonces se


p:~sa á las pequeñas operaciones del servicio de campa-
ña, luego á la castramctacion 1 en seguida á las mar-.
chas, y por último á la formacion de los ejércitos. Mas
en la estrategia, el principio parte de la cabeza 1 esto es~
ucl plan de campañ<t.
Capitulo 11l.
nes ó sobre la línea de defensa, serán posiciones
estratégicas.
Cuando llegue el ejército cerca de su primer
objetivo, y empiece el enemigo á oponerse á sus
empresas , lo atacará ó maniobrará para obligar-
le á retirarse : al efecto debe adoptar una ó dos
líneas estratégicas de maniobras que, siendo pro-
visionales , podrán separarse hasta cierto punto
de la general de operaciones, con la que no se
ha de confundir.
Para unir el frente estratégico con la base,
se formarán, á medida que se avance, la línea
de etapas y las de provisiones, depósitos, &c.
Si la línea de operaciones es un poco pro-
f~uda, y hay cuerpos enemigos que puedan in-
quietar]a, se escogerá una de las dos cosas ; el
ataque y expulsion de aquellos, ó continuar la
empresa contra el ejército enemigo, s'in ocupar-
se de ]os cuerpos secundarios, limitándose á ob-
servarlos. En caso de adoptar este último partido, ,
1·esultará un doble frente estratégico con gran-
des destacamentos.
Estando el ejército cerca de llegar á su pnu-
to objetivo, y queriendo el enemigo oponerse á
ello, tendrá lugar una batalla: cpando este cho-
que sea equilibrado, habrá que detenerse pa-
ra volver á empezar la lucha; pero si se consi-
gue la victoria, se continuarán las operaciones
para llegar á traspasar el primer objetivo, y ele-
gir el se~unclo.
Dr.finicion de la estrategia. 141
Cuando el fin de este primer objetivo sea la
toma de una plaza importante , se empezará el
sitio. Si el ejército no es bastante numeroso para ·
continuar,su marcha, dejando tras de sí un cuer-
po que haga el sitio , tomará cerca una posicion
estratégica para cubrirle ; como sucedió en 1 7 9 6,
que no contando el ejército de Italia mas que
con cincuenta mil escasos combatientes , no pudo
pasar de Mantua , para penetrar en lo interior
del Austria, por no dejar veinte y cinco mil ene-
migos en la plaza , y tener á su frente otros cua-
renta mil austriacos sobre la doble línea del 'Ti-
rol y del Frioul,
Por el contrario , cuando el ejército cuenta
con fuerzas suficientes para sacar mayor fruto de
sus victorias , ó no tiene que poner sitio , se di-
rige al segundo punto objetivo como mas intere-
sante todavía.
Si este punto se halla á alguna distancia, se
debe tomar inmediatamente otro intermedio para
fórmar una base eventual por medio de la ocu-
pacion de uno ó dos pueblos que lo pongan al
abrigo de todo insulto: en caso contrario se forma-
rá una corta reserva estratégica que cubra la es-
palda, y proteja los grandes depósitos , establecien-
do obras eventuales. Cuando el ejército pase ríos
de consi< leracion, se construirán con celeridad ca-.
bezas de puentes; y si los puentes se hallan en
pueblos amurallados, se levantarán algunos atrin-
cberamientos para aumentar la defensa de>e~tos
CapitUlo IIJ.
plmtos, y doblar asi la solidez de la base eventual,
6 de la reserva estratégica que se sitúe en ellos. .
En caso de que se hubiese perdido la batalla,
1
habrá ·de rei)leg.arse hácia la base para ' sacar de
e1la nuevas fuerzas' tanto por los destacamentos
que , se reunan, cuanto por las plazas y campog
atrincherados que' detendr1an al enemigo' obli-
gándole á dividir sus fuerzas.
·1 Araproximars€ el invierno se formarán acan-
tonamientos para pasarle ' ó bien se continuarán
]as operaciones por el cuerpo de ejército que,
habiendo obtenido una superioridad decidida, y
no hallando. obstáculos mayores en Ja línea de
defensa enemiga, pudiese aprovecharse de su as-
cendiente; se verificaría entonces la campaña de
invierno:. esta r:esolucion , que en todo caso es
igualmente crítica para los dos ejércitos, no pre-
senta combinaciones particulares ' excepto la pre-
cision de redoblar. la actividad en las empresas,
á fin de conseguit· el mas pronto desenlace.
Tal es la marcha de una • guerra; tal será
tambien la que seguiremos para proceder al exá-
men de las diversas combinaciones á que dá
márgen.
Todas las que abrazan el conjunto del teatro
de la guerra son pertenecientes á la estrategia;
que comprenderá: · ·1
1.0 La definicion de éste teatro Y. de las eH-
versas comhináciones que ofrezca.
2. 0 ·' La determinacion de los puntos decisi..J
1
Definicion de la estrategia.143
vos que resulten de estas combinaciones, y de
la direccion mas favorable que se haya de dar á.
las empresas.
3. 0 La eleccion y el establecimiento de ]a
base fija y de la zona de operaciones.
4-o La deterrninacion del punto objetivo que
ha de proponerse, sea ofensivo ó defensivo.
· 5. 0 Los frentes de operaciones, fr'~ntes es-
tratégicos y línea de defensa.
6. 0 La e]eccion de Hneas de operacioJiesque \
conducen de la base al punto objetivo, ó al freo•.
te estratégico ocupado por. el ejétcito. •· 1
7.0 La de las mejores líneas estratégicas que
deban tomar~e para una operacion determinada·,~
y de las diferentes maniobras para ahnizar esta$
líneas en ~us diversas combinaciones. ,
~ 8. 0 · ,Las bases de operacis>IJ.es eveJAtual~ ry latt
reservas estratégicas. 1 ;p ·e , 1 ',
9. 0
Las marchas del ejército ·(:onsicleradas
como maniobras. •r J ~., , ,
1 O. La sitoacio~ de ·l<>tJ, r•~ertes respeéto
0

á sus relaciones con la 111ílr4a .<}~ los ej~'r,citos~·H


11.0 Las fortalezas CQQsid~rap!}s 1oo'moc'm&,
dios estratégicos, como refugios de, UOJ ejército,
ó com9 obstáculos palia [§u ,roqrcha; y los, sitios
que se ha¡yan de pOI\Cr ó apoyar.
12.0 ·Los puntos en que h;n~te sitbar •Cani"t
pos atrincherados,
.
cakzas
1
de• pu~tes, &c. "
13.0 Los 1ataques f~lsQs 9.diversiones,poy ~n,
ces destacamentos que se cteaD; úti}e$ ó ~esari~
/

Capitulo 111.
Ademas de estas combinaciones que entran
principalmente conio ,datos para el plan general
en las primeras operaciones de la campaña, hay
otras Iliistas que participan de la estrategia en
cuanto á la direccion que se les ha de dar, y de
la táctica por la parte ejecutiva, como los pasos
de los.ríos , rétiradas, cuarteles de invierno, sor-
presas, desembarcos, grandes convoyes , &c.
La segunda part:e indicada es la táctica su...!
blime, esto es,; las maniobras de un ejército en
el campo de batalla , y las diferentes formacio-
nes para conducir las tropa!! al ata<¡ue.
La tercera es la logistica ó el arte prácti-
co de mover los ejét'citos, los pormenores ma..:
teriale8 de las marchas y formaciones, y ei esta-
blecimiento de los campamentos y acantohamien-
toé ~in atrincherar; en una palabra, la ejecucion
de las combinaciones de la estrategia y de la
táctica •súblime. ·
Muchas controversia~! frívolas se liari susci.:.
tado·para det~na'r de un tnodo aBsoluto la lí-
nea ·div:isiJria que ~·separa 'estos distintos ramos
de la' :ciencia : ·yo ·be dicho que la estr~tegia,
es ·el ¡ltté dtl hacer· la guerra sobre el mapa,
ó el de ' al;>razár todo!·el teatro de ella ; que hi
táctica , es el de ·pelear· en ·d terrerio donde se. ve-
rifique el Choque, ·de· colocar en él la~ fu~rza!! se-
t
gun las lócali~dea , de pone'rlas en acción sobre
diver,sos 'puntOs de'l ,¿8mpO de•batalla, tsto ·es', en
liD. espa<:io de cuatro ó cinco l~gua!t, de rnbdo que
Definicion de la estratrgia. 145
todos los cuerpos que operan , puedan recibir ór-
denes, y ejecutarlas . durante la accion; y final-
mente, que la logística no es en el fondo otra
cosa que la ciencia para prep~rar la seguridad de
la aplicacion de las otras dos. Se ha criticado mi
definicion, sin sustituirle otra mejor; es verdad
que se han decidido muchas batallas por movi-
mientos estratégicos, que no han sido mas que
una série de movimientos de igual clase; pero
nunca ha tenido efecto sino contra ejércitos en
dispersion , lo que forma caso excepcional ; y por
tanto, no aplicándose la definicion sino á las ba-
tallas ordenadas, no carece de exactitud *.
Asi es que independientemente de las me-
didas de ejecucion local que son de su incum-
bencia, la táctica sublime, segun mi opinion,
comprenderá los objetos siguientes:
1.0 La eleccion de posiciones y líneas de
batalla defensivas.
2. 0 La defensa ofensiva en el combate.
3. 0 Los diferentes órdenes de batalla ó gran-
des maniobras propias para atacar una línea ene-
Imga.

,. Se podría decir que la táctica es el combate, y la


estrategia tQda la guena antes y despucs de él, excep-
tuando únicamente los sitios, á pesar de que estos perte-
necen tambien á la estrategia que decide de los que con-
-viene poner, y cómo se han de cubrir. La estrategia de-
termina do o de se debe obrar, la logística conduce y co-
loca las tropas, y la t<Íetica enseña cómo se han de em-
plear y manejar.
L 10
146 Cap~tuloIII.
4.0 El encuentro de dos ejércitos en mar-
cha y batallas imprevistas.
5.0 Las sorpresas de los ejércitos *.
6. 0 Las disposiciones para conducir las tro-
1 pas al combate.

7. 0 El ataque de las posiciones y campos


atrincherados.
8. 0 Los golpes- de mano.
Todas las demas operaciones de la guerra
entran en los pormenores de ella, como los con-
voyes y forrajes, las acciones parciales á · van-
guardia ó retaguardia , el ataque de los peque-
ños puest~s : en una palabra, todo lo que debe
ejecutar una division 6 destacamento aislado.

DEL PRINCIPIO F(]NDAJ\IENTAL DE LA. GUERRA..

El fin principal de esta obra es hacer pa-


tente que existe un principio fundamental de to-
das las operaciones de la guerra, principio que
debe presidir á 'todas sus combinaciones, para
que sean buenas **, y que consiste en;
1.° Conducir por medio de operaciones es-
tratégicas el grueso de las fuerzas de un ejérci-

• Se trata de las sorpresas de los ejércitos en campo


raso, y no de las sorpresas en cuarteles de invierno.
•• Si muchas empresas ejecutadas contra los princi-
pios han tenido buen resultado, ha sido en el solo ca-
so de que el enemigo los ha contrariado todavía mas, y
nunca cuando ha obrado en regla. Solo contra las ordas
indisciplinadas se puede prescindir de ellos sin 1)eligro.
Principio fundamental de la guerra. 14 7
to succesivamente á los puntos decisivos del tea-
tro de la guerra , y en cuanto sea posible á los
de comunicacion del enemigo , sin compron1eter
los suyos.
2. 0 Maniobrar de modo ·que el grueso c;1e
estas fuerzas se empeñe solamente contra frac-
ciones del ejército enemigo.
3. 0 Dirigir igualmente en el día de bata-
lla, por medio de maniobras tácticas , el . grueso
de las fuerzas sobre los puntos decisivos del cam-
po, 6 sobre la parte de la línea enemiga que
convenga rendir.
4-o Hacer de modo que estas masas no cs-
.ten solo presentes en el punto decisivo , sino que
se pougan en accion con union y energía, de mo-
do que produzcan un esfuerzo simultáneo.
Se ha juzgado tan sencillo este principio ge-
neral, que no han faltado censores que digan *
.que era. muy fácil recomendar que se con-
duzcan las principales fuerzas á los puntos de-
cisivos , sabiendo empeñarlas en ellos ; pero
que el arte consiste precisamente' en reconocer
y señalar bien estos puntos.

• P:tra contrarPstar á estos críticos habría yo debido


acaso poner aqui el c¡¡pÍtulo entero de los principios p;e-
neral cs del arte de la guerra, con que termina mi 'l'ralu-
e
do de las grandes operaciones capítulo 35 de la tercera
edicion); pero motivos poderosos me ban impedido des·
pojar mi primera obra de lo que forma su princ1pal mé-
rito 1 y que mis censores haLrian debido leer á lo menos.
10:
Capitulo 1 I l.
Lejos de disputar una verdad tan sencilla,
confieso que, por lo menos , seria ridículo emi-
tir un principio general semejante, sin acompa-
ñarle de todas las aclaraciones necesarias para ha-
cer comprender sus diferentes aplicaciones ; por ~
esto no he omitido nada para poner á todo ofi-
cial estudioso en estado de conocer fácilmente
los puntos decisivos de un teatro estratégico ó
táctico.
En el artículo 19 de que nos ocuparemos
despues, se hallará la definicion de estos diver-
sos puntos, y se reconocerán en todos los artícu-
los del 18 al 2 2 ]as relaciones que tienen con
las diversas combinaciones de ]a guerra. Los mi-
litares que, despues de haberlas meditado aten-
tamente, creyesen aun que ]a determinaeion de
estos puntos decisivós es un problema irresolu-
ble, deben perder la esperanza de entender nun-
ca nada de estrategia.
Eo efecto , un teatro general de operaciones
no presenta mas que tres zonas: una á derecha,
otra á irquierda, y otra en el centro. Del mismo
modo cada zona , cada frente de operaciones , ca-
~la posicion estratégica y línea de defensa , asi
como cada 1inea táctica de batalla, no tiene nun-
ca mas que estas mismas subdivisiones, esto es,
dos extremidades y un centro. Asi pues , siem-
pre habrá una de estas tres direcciones , que se-
rá buena para conducir al objeto importante á
que se quiere llegar, otra de las dos restantes
Principio fLLndamcntal de la guerra. 149
se alejará mas ó menos de él , y la tercera le
será absolutamente opuesta. Asi es que , combi-
nando las relaciones de este obj<:,to con las posi-
ciones enemigas y con Jos ptmtos geográficos , pa-
rece que toda cuestion de movimiento estratégi-
co ó de maniobra táctica se reducirá siempre á
saber si para llegar á él se debe maniobrar á
derecha, á izquierda ó sobre su frente : la elec-
cion entre tres alternativas tan sencillas no pue-
de ser un enigma digno de una nueva esfinge.
Sin embargo , estoy lejos de pretender que
todo el arte de la guerra consista solo en elegir
la buena direccion que se dé á las masas , aun-
que no puede negarse que ~ste es el punto fun-
damental de la estrategia. Al buen tacto en la
ejecucion , al saber obrar, á la energía y pene-
tracion, corresponde completar lo que las buenas
combinaciones hayan preparado.
Vamos pues á aplicar desde luego el prin-
cipio indicado á las diversas combinaciones de
la estrategia y de la táctica; despues á probar
por la historia de veinte campañas célebres , que
los mas brillantes triunfos y los mayores reveses
fueron con muy pocas excepciones , el resultado
de su aplicacion, 6 de su olvido*.

• Se hallará la relacion de estas veinte campañas con


cincuenta planos de batallas en mi Historia de la guer-
ra de siete mios, en la de las guerl'as de la revolucion,
y en la Yida política y militar de Napoleon.
150 Capitulo III. =Art. 16.

DE L.A.S COMBINACIONES ESTRATÉGICAS.

rxuoo

ARTÍCULO XVI.

. ...
.. "'""''
JJel sistema de operaciones.

Una vez resuelta la guerra~ la primera co-


.sa que hay que decidir es si ha de ser ofensiva
ó defensiva : por lo tanto conviene definir bien
lo que se entiende por estas palabras.
La ofensiva se presenta bajo de muchos as-
pectos : si se dirige contra un gran estado, y abra-
za todo él , ó una gran parte, se dice entonces una
irwasion; si se aplíca solo al ataque de una provin-
cia ó de una línea de defensa mas 6 menos limita-
da; 8erá una guerra ofensiva ordinaria; y en fin, si
solo es un ataque sobre una posicion cualquiera
del ejército enemigo y circunscrita á· un solo pun-
to, se llama la iniciativa de los movimientos *.
• . Esta distincion parecerá demasiado sutil; pero yo
la creo justa sin darle gran valor, pues es indudable que
se puede tomar la iniciativa de un ataque por metlia ho..:
ra, al.inque siguiendo en general el sistema defensivo.
De las combinaciones estratégicas. 151
Segun hemos dicho en el capítuló anterior,
la ofensiva considerada moral y políticamente es
casi siempre ventajosa, porque lleva la guerra á
suelo extranjero, conservando el mismo pais,
disminuye los recursos del enemigo; y aumenta
Jos propios; exalta la moral del ejército, é im-
pone frecuentemente temor al adversario; sin
embargo , tambien sucede que excite s,u ardor,
si comprende que se trata de salvar la patria
amenazada.
La ofensiva , <;onsideraqa militarmente , tie-
ne su pro y su contra: en. estrategia , si s~ lle,.
va hasta la invasion , origin:t líneas de opera-
cione~ muy e~tensas, que siempre són p~ligro&as,
en pa1s enemigo. '"
Todos los obstáculos de. un teatro de op~ra...
ciones enemigo como montañas, rios, desfiladeros·
y plazas fuertes, siendo favorables 'á la defensa,
son contrarios á la ofensiva, y los habitantes y
autoridades del pais serán hostiles al ejército in-
vasor, en lugar de ayudarle; pe1·o si este logran-
do un triunfo, hiere hasta el corazon la poten-
cia enemiga , la priva de los medios para la guer-
ra, y puede proporcionar la pronta onclusion
de la lucha.
La ofensiva , aplicada á una simple opera-
cion pasajera, esto es, considerada como iniciati-
va de los movimientos,·es casi siempre ventajo-
sa, sobre todo en estrategia. En efecto, si el arte
de la guerra consiste en conducir las fuerzas al
152. Capítulo 111. = Art. 16.
punto decisivo' claro está que el primer meoio
de aplicar este principio será el de tomar la
iniciativa de los mo"\'imientos. El que ]a toma sa-
be de antemano lo que hace y lo qne quiere, y
11ega con sus masas al punto en que Je convie-
ne dar el gol pe. El que espera necita estar pre-
venidó en todas partes; no sabe el punto á don-
de su adversa1·io quiere conducir sus fuerzas,
ni los medios que debe oponerle , y el enemigO'
cae sobre las partes de su ejército.
En táctica tambien tiene la ofensiva sus ven-
tajas; pero son menos positivas, porque no ha-
ciéndo~e las operaciones sobre un radio tan vas-
to, el que ti@ue la iniciativa no puede ocultar-
las al enemigo , que descubriéndole al instante,
pued~, tetüenclo buct)as reservas, rcnwdiarlas in-
mediatamente. Ademas de esto, el que marcha
al enemigo tiene contra sí todas ]as desventajas.
de los obstáculos del terreno que ha de pasar,
para llegar á la línea de su ad\'ersario, Jo que
hace creer que, en táctica sobre todo, ]as proba-
bilidades de ambos sistemas están bien equili-
bradas.
Por lo demas, cualesquiera que sean las
ventajas que puedan prometerse de la ofensiva
bajo el doble concepto estratégico y político, es
constante que no puede adoptarse exclusivamente
este sistema para toda la guerra, porque no hay
seguridad de que una campaña principiada ofcu-
sivamente , no degenere en lucha defensiva.
De las combinaciones estratégicas. 1 53
La guerra defensiva , como hemos dicho, tie-
ne tambien sus ventajas , cuando se ha combina-
do con prudencia. Es de dos especies : la defen-
siva inerte ó pasiva, y la defensiva activa con
ataques ofensivos. La primera siempre es perni-
ciosa ; 1~ segunda puede proporcionar grandes
ventajas. Siendo el objeto ·de una guerra defen-
siva el cubrir cuanto mas tiempo se pueda la
porcion de territorio amenazado por el enemigo,
es evidente que todas las operaciones deben diri-
girse á retardar sus progresos ; y oponerse á sus
empresas, multiplicando las dificultades de SLl
marcha , sin _desmembrar para eflo su propio ejér-
cito. El que se decide á la invasion, como lo ha-
ce siempre por consecuencia de ascendiente, des-
de luego debe buscar un desenlace tan pronto
como sea posible, antes de perder aquel : el de la
defensiva por el contrario debe diferirlo hasta
que su adversario se halle debilitado por los des-
tacamentos, las marchas, fatigas, privaciones, &c.
Un ejército no se reduce casi nunca á un es-
tado puramente defensivo , sino á consecuencia
de reveses ó de una inferioridad positiva. En es-
te caso procura al apoyo de las plazas, y con el
auxilio de las barreras naturales ó artificiales,
emplear los medios de restablecer el equilibrio
de las probabilidades , multiplicando los obstácu-
los <¡rUe puede oponer al enemigo.
Este sistema , cuando no se lleva al extremo,
presenta tambien felices resultados ; mas en el
154 Capitulo 111. = Art. 16.
caso de que el general se viere obligado á ocur-
rir á él , conviene tenga la discrecion de no re-
ducirse á una defensa inerte; esto es, no ha de
esperar ·á pie firme en puestos fijos cuantos gol-
pes quiera descargarle el enemigo, antes por el ·
contrario debe aplicarse á redoblar la actividad
de sus operaciones , y á aprovechar toda ocasion
que se le presente para caer sobre los puntos dé-
hiles del contrario , tomando la iniciativa de los
movimientos.
Este género de guerra que llamo yo defen-
sa-ofensiva* puede set ventajoso en estrategia y
en táctica. Obrando de este modo , se adquieren
las ventajas de los dos sistemas, porque se tie-
nen los de la iniciativa , y se ~stá mas en disposi-
cion de aprovechar el instante en que conviene
dar el gqlpe: entre tanto se esrera al adversario
en medio de un teatro ó campo que se ha prepa-
rado con anticipacion en el centro de los recursos
y de los apoyos de su propio pais.
En las tres primeras campañas de la guerra
de siete años, Federico el grande fué agresor, pe-
ro en la~ cuatro últimas dió el verdadero modelo
de una defensa-ofensiva. Es necesario conf~sar sin
embargo, que le secundaron maravillosamente
sus adversarios, dándole á porfia todo el tiempo

• Otros la han llamado defensa activa, lo que n_o es


tan exacto, pues que la defensa podría ser muy actlva,
s,in que por eso fuese ofensiva; se puede sin embargo
adoptar la palabra que sea mas gramatical.
De las combinaciones estratégicas. 15 5
y las ocasiones de tomar la iniciativa con ven-
taja.
W ellington siguió el mismo método en la ma-
yor parte de su campaña en Portugal , en España
y en Bélgica; y era en efecto el único que con-
venia á su posicion.
Siempre es fácil haceri,elJ papel de Fábio,
en un pais aliad.o ren~q'aé ho¡ hay ·q'lle inquietar-
se p<:>t la 'suerte de la: ~capftal 'ó de las provincias
amenazadas·,Jen 'uqa pálabra ébanclo se pueden
cóñsultar (-inicamehte' las converiienéias mi:litáres.
En definiti"fa parece incontestable . que 'úho
de los mayores talentos >de un ~eneral és el de
saber emplear succesivamente éStos dos sistemas,
y sobre todo saber recobrat 'iá .. iniciativa' aun en
medio-& una lucha defensiva.
156 Capitulo 111 = Art. 17.

ARTÍCULO XVU.

])el teatro de Las operaciones.


El teatro de una guerra abraza todas las co-
marcas en que d~ potencias pueden atacarse, sea
en su propio territorio, sea en el de sus aliados
ó de potencias secundarias que arrastren en su
torrente por temor 6 por interés. Cuando una
guerra se complica con operaciones marítimas,
entonces no se limita el teatro á las fronteras
de un estado , sino que puede extenderse á am-
bos e:Qlisférios, como sucedió en la lucha entre la
Francia y la Inglaterra desde Luis XIV hasta
nuestros días.
Asi el teatro general de una guerra es una
cosa tan vaga y tan sujeta á incidentes , que no
se debe confundir con el de las operaciones que
ca?a ejército puede abrazar con independencia
de toda complicacion.
El teatro de una guerra continental entre la
Francia y el Austria puede abrazar la Italia so-
la, ó la Alemania y la Italia, si los príncipes
alemanes toman parte en ella.
Las operaciones pueden ser combinadas , 6
cada ejército estar destinado á obrar separadamen-
te. En el primer caso , el teatro general de ellas
no debe ser considerado mas que· como un mismo
.
Del teatro de las operaciones. 1 57
campo sobre el cual la estrategia debe hacer mo-
ver los ejércitos con arreglo al objeto comun que
se haya acordado. En el segundo , cada ejército
tendrá su teatro particular de operaciones inde-
pendiente ele otro.
El teatro ele operaciones ele un ejército com-
prende todo el territorio que trata ele invadir, y
todo el que puede tener que defender : si debe
obrar aisladamente, este teatro forma todo su
campo , fuera del cual podría bien buscar una
salida si se encontrase atacado por tres lados; pe-
ro en distinto caso sería imprudente combinar
ninguna maniobra , pues que nada estaría pre-
visto para una accion comun con el ejército qu~
opera sobre el otro campo.
Si por el contrario , las operaciones estan con-
certadas, el teatro de las de cada ejército toma-
do aisladamente no viene á ser, en cierto modo,
mas que una de las zonas del campo general que
las masas beligerantes deben abrazar con un mis-
mo fin.
Ademas de los accidentes topográficos , pe-
culiares á cada teatro 6 campo, sobre el cual se
debe operar con' uno 6 muchos ejércitos , se com-
pone para ambas partes: ·
1.0 De una base fija de operaciories.
2. 0 De un fin objetivo principal.
3. 0 De frentes de operaciones, frentes estra-
tégicos y lineas de defensa.
4·0 De zonas y líneas de operaciones.
158 Capítulo 111. = Art. 17.
5.
0
De líneas estratégicas eventuales y líneas
de comunicacion.
6. 0 De obstáculos naturales 6 artificiales que
vencer ú oponer al enemigo.
7.0 De puntos estratégicos geográficos que
se deben ocupar en la ofensiva , ó cubrir defen-
sivamente.
8. 0 De bases de operaciones accidentales ó
intermedias entre el fin objetivo y la base positiva.
9. 0 De puntos de refugio en caso de reves.
Para hacer mas inteligible la demostracion,
supongo que la Francia trata de invadir al Aus-
tria con dos 6 tres ejércitos destinados á reunir-
se bajo el mando de un gefe , y que parten de
Maguncia , del alto Rhin , de la Saboya , ó de los
Alpes marítimos. Cada territorio que uno ú otro
de estos tres ejércitos tenga que recorrer , será
en cierto modo una zona de operaciones del tea-
tro general ; pero si el ejército de Italia no de-
be obrar mas que hasta el Adige , sin concertar
movimiento alguno con el del Rhin, entonces lo
que no se consideraba sino como una zona de ope-
raciones en el plan general , viene á ser el único
teatro de las de este .ejército.
En todos los casos cada teatro debe tener su
base particular , su punto objetivo , sus zonas y
sus líneas de-operaciones que cbnducen de la ba-
se al fm objetivo en la ,ofensiva, ó del fin obje-
tivo á la base en la defensiva:
Del teatro de las operaciones. 1 59
En cuanto á los puntos materiales ·ó topográ-
ficos que cruzan mas ó menos en todos sentidos
un teatro de operaciones , el arte no carece de
úbras. que han ventilado sus diferentes propie-
dades estratégicas Ó tácticas: los caminos , rios,
montañas , bosques y poblaciones que ofrecen re-
cur60s al abrigo de una sorpresa , y las plazas
fuertes han sido el objeto de repetidos debates y
cuestiones científicas, en que los mas eruditos no
fueron siempre los que mas ilustraron la materia.
Los unos han dado á los nombres significa-
ciones extrañas, y escrito y profesado que los.
rios eran las líneas de operaciones por excelencia;
pero como semejantes líneas no pueden existir
sin ofrecer dos ó tres caminos para mover el ejér-
cito en la esfera de sus empresas , ó ~ lo menos
una línea de retirada, estos nuevos Moisés ¿ pre-
tenderán trasformar los ríos en líneas de retira-
da ó quizá en líneas de maniobra? Mucho mas
natural y mas justo parecería el decir , que los
ríos son excelentes líneas de acopio, ó poderosos
auxiliares para facilitar el establecimiento de una
buena línea de operaciones ; pero nunca la línea
mtsma.
Hemos visto con igual sorpresa , que un au-
tor grave afirma que si huhiera de crearse un
pais,para formar un buen teatro de guerra, con-
vendría evitar el construir en él caminos con-
vergentes, porque facilitan la invaswn. ¡ Como si
pudiese existir un país csin capital ni ciudades
16 O Capitulo 111. = Art. 17.
ricas é industriosas , y no fuesen los caminos por
necesidad á reunirse hácia estos puntos, donde
los intereses de todos los habitantes se concen-
tran naturalmente por la fuerza de las cosas! Aun
cuando se arrasase toda la Alemania para cons-
truir en ella un teatro para la guerra á gusto del
autor, se formarían pueblos comerciantes, se res-
tablecerían capitales~ y todos los caminos irian
nuevamente á 1·eunirse á estas arterias vivificado-
ras. Ademas ¿no debió el Archiduque Cárlos á
los caminos convergentes la facilidad de batir á
Jourdan en 1796? Y en el hecho ¿no favorecen
estos caminos la defensa aun mas que el ataque,
pues que replegándose dos masas sobre dos rá-
dios convergentes , y pudiendo de este modo reu-
nirse mas pronto que las que les seguían, esta-
rían así en el caso de batidas separadamente?
Han pretendido otros autores , que los pai-
ses montañosos abundan en puntos estratégicos;
y los antagonistas de esta opinion afirman que los
puntos estratégicos escasean mas en los Alpes
que en las llanuras , pero que , en cambio, eran
mas importantes y decisivos.
Algunos escritores han presentado tambien
las altas montañas como otras tantas murallas
de la China inaccesibles á todo el mundo; al pa-
so que tratando Napoleon de los Alpes Réticos,
decia <'que un ejército debia pasar por donde un
hombre pudiese pasar á pie.''
Algunos generales , no menos experimenta-
Del teatro de las operaciones. 161
dos que él, en la guerra de montañas han teni-
do , sin duda , la misma opinion , proclamando la
gran dificultad que hay en tlirigii en ellos una
guerra defensiva, á no reunir las ventajas de vn
levantamiento en masá de las poblaciones á los
recursos de un ejército regular; el primero para
guardar las cimas y acosar al enemigo' y el se~
gundo para presentarle batalla en los puntos de-
cisivos de reunion de los grandes valles.
Al censurar estas contradicciones rio lo hace-
mos por espiritu de murmuracion, sino única.;¡
mente con el objeto de demostrar á nuestros lec-
tores , que lejos de haber llevado el arte á sus
últimos limites , quedan todavía muchos puntos
(rue discutir¡
No tratarémos dé demostrar aqui el valor es~
tratégico de los diversos accidentes topográficos ó
artificiales que componen un teatro de guen-ai
porque examinarémos los tnas importantes eh los
diferentes artículos de este capítulo' ti los cuale!;
se refieren ; sin embargo , se puede decir en ge-
n~ral, que este valor depende mucho de la habi-
lidad de los gefes, y del espíritu que los anima.
El gran capitan que atravesó el San Bernardo, y
mandó el paso de Splugen, estaba lejos de creer
en la inexpup;nabilidad de estas cordilleras, pero
tampoco babia imaginado que un miSerable arr~
-yo cena_goSb y unas tapias , pudiesen cambiar su
suerte en Waterlóo:

l. 11
162 CnpitLdo lll.=Art. 18.

ARTÍCULO XVJU.

De las bases de operaciones.

El primer punto de un plan de operaciones


es el de asegurarse de una buena base ; llámase
asi la extension ó parte de un estado , de donde
un ejército ha de sacar sus recursos y refuerzos 1 *
de donde ha de partir para una expedicion ofen-
siva , y en la que ha de hallar un refugio en ·ca-
so de necesidad ; y últimamente aquella en que
deberá apoyarse , si cubre su pais defensiva-
mente.
Cuando una frontera presenta buenas barre-
ras naturales y artificiales , puede formar alter....
nativamente una excelente base para la ofensiva,
r una línea de defensa cuando se limite á que-
rer resguardar el país de una invasion. ·
En este último caso será prudente conser-

• * Si la base. de operaciones e11 1 por lo comun 1 tamhien


la de provisiones, hay casos de cxcepcion 1 á lo mends
por lo concerniente á los víveres. Un cj érci to francés, si·-
tuado sobre el Elba 1 po<lria sacar sus subsistencias de
las provincias de la W estfalia ó de Ia Franconia, sin que
por eso dejase de ser el R.hiu su verdadera hase.
De las bases de opera.ciones. 1 63
var una buena base eif segunda línea , porque
aun cuando en el fondo se crea que un ejército
encuentra en cualquiera parte de, su pais apoyo,
hay sin embargo una gran diferencia entre las
partes de este pais, enteramente d~snudas de pun-
tos y medios militares, de arsenales, fuertes y al-
macenes resguardados, y los otros distritos, en que
se hallarían poderosos recursos de esta especie,
que son únicamente lo~ qtle pueden niirarse co.-
mo bases 9e operaciones sólidas.
Cada ejército puede tener suc€'sivamente mu-
chas bases: por ejemplo, un ejército francés que
opere en Alemania , tendrá por primera báse el
Rhin , ó podrá tenetla de ]a patte de allá del
río , en do~l(le quiera que tenga aliados ó línea~
permanentes de defensa de una conocida venta-
ja; pero si repasa el rio , hallará una nueva ba-
se en el Mosa, ó el Mosela, otra tercera en el Se-
na , y aun la cuarta en el Loira.
Al citar.estas bases succesivas, no pretendo
declr que deben ser siempre paralelas con corta
diferencia á la primeta , pues frecuenteii1ente
convendría lo contrario , cuando se hace preciso
un cambio total de di.reccion: por ]o cual uñ ejér·
cito francés, rechazado de la parte de acá del Rhin,
_podría buscar su nueva base principal, bien fue:-
.se sobre Befort ó Besanzon , bien sobre Mezieres
.ó Sedan ; ~si como el ejército tuso despues de la
évacuacion de Moscow , dejando la base del n?r-
te y del este , fué á apoyarse en la línea del Oka,
. 11 ¡
164 Capitulo 111. Art. 18.
y en las provincias meridionales. Estas bases la-
terales , perpendiculares al frente de defensa, son
con frecuencia decisivas para impedir que el ene-
migo penetre en ·lo interior del pais, ó al menos
que se mantenga en él.
Una base apoyada en un rio ancho y cau-
cloloso, cuyas orillas se ocupasen con buenas for-
. talezas situadas á .caballo sobre él ( 5), seria , sin
·contradiccion , la q.1as favora:ble que se pudiera
desear. Cuanto mas ·ancha sea la base , tanto mas
.cliflcil es de cubrir, pero tambien dificultará mas
que el ejército 'Sea cortado.
Un estado cuya capital, donde se halla el cen-
tro del poder, está situada cerca de la primera
frontera ., ofrece menos ventajas para apoyar á sus
-tlefensores , que aquellos en los que se encuentre
-mas distante.
Toda base para ser perfecta, debe ofrecer
dos ó tres plazas de suficiente capacidad, para
establecer en ellas almacenes , depósítos , &c. , y
tener á lo menos una cabeza de puente atrinche-
·racla sobre cada uno de los ríos; no vadeables,
1
<rtué haya.
Hasta ahora se·ha estado generalmente bas-
.tante de acuerdo sobre todas las cualidade~ que

(5) Dícese en frances que una ciudad ó plaza está á


caballo sohre un rio , cuando este pasa por la misma po-
blacion, ó cuando desde sus fortificaciones se dominan ant-
has orillas, como sucede á Army'uez con el Tajo, y á Ba-
áajoz con el Guadiana. (N. del T.)
JJe las bases de operaciones. 16 5
acabamos de enumerar; pero hay otros puntos en
que los pareceres se hallan mas divididos. Muchos
escritores pretenden, que para que una base sea
perfecta , ha d~ ser paralela á la del enemigo; al
paso que yo por el contrario he emitido la opi-
nion de que las bases perpendiculares á las de
aquel , eran las mas ventajosas , señaladamente
las que presentan dos ftentes con corta diferen-
cia perpendiculares el uno al otro , y forman un
ángulo entrante; porque aseguran, á mi entender,
una doble base, en caso de necesidad, y la pose·
sion de los dos lados del teatro estratégico pro-
porcionan dos líneas de retirada muy distantes
entre sí , que facilitan los cambios de línea de
operaciones , para cuando el curso imprevisto de
las vicisitudes de la guet'ra lo hiciesen necesario.
Demostré hace cerca de treinta años , en mi
tratado De las grandes operaciones militares , la
influencia que la direccion de las fronteras debia
tener en lá de la base y Hneas de operaciones.
Recuérdese que aplicando estas verdades á
diversos teatros de guerra , los comparaba siem-.
pre al que tuviese límites por algun lado en la
mar ó en una gran potencia neutral , que forma-
sen un obstáculo igualmente insuperable. He aquí
como yo me expresaba:
>' La configuracion general del teatro de la
''guerra puede tener tambien una gran influencia
~'en la direccion que haya de darse á las líneas
>'de operaciones 7 y p01: con~iguiente á las bases.
1 G6 . Capítulo 111. = Art. 18.
>'En efecto , si todo teatro de guerra forma
,,un cuadrilátero 6 figura de cuatro frentes mas
n6 menos regulares , puede suceder que pno de
nlos ejércitos, al principio de la campaña, ocupe
>mno solp de estos frentes , así como es posible
,,que ocupe dús, ~ientras que el enemigo no ocu-
''Pe mas que uno, y que el cuarto forme un obs-
,,táculo insuperable. La manera, con que se abra-
»Zase este teatro de g~..1erra presentariFt combi-
»naciones bien diferentes en cada una de estas
"hipótesis.
,Para que se comprenda mejor esta idea, ci-
»taré el teatro de la guerra de los ejércitos fran-
''ceses en Westfalia desde 1757 hasta 1762, y
nel de Napoleon en 1806, representados uno y
;,otro por la figura 1. a de la lámina 1. a
''En el primero de estos teatros de guerra
»el .lado A B estaba formado por el mar del nor-
»te , el B D por la línea del Weser, base ael
»ejército pel duque Fernando, el e D por la del
~ein, base del ejército francés , y el A e por la
del Rhin igu~lmente guardado por los ejércitos
de Luís XV.
· ,,Se vé pues que los ejércitos franceses, ope-
~' rando ofensivamente , y poseyendo dos lados, te...
>mian en su favpr el mar del norte , que forma-
, ha' el tercero, y que por 'consiguiente no ne-
>,cesitaban ma,s que ganar el lado B D por me-
.,dio de maniobras , pa!a ·ser dueños de los cua-
t>tro f~·entes, ~sto es, de la base y de todas ~as co-
De las bases de operaciones. 16 7
»nmnicaciones del enemigo, como lo demuestra
»la figura citada.
)>El ejército francés E partiendo de la base
)>C D , para ganar el frente de operaciones F G
"H, separando al ejército aliado J , lo cortaba del
nlado B D, que e1:a su base, siendo rechazado so-
_,,bre el ángulo LA M formado hácia Embden por
t> las líneas del Rhin, del Ems y del mar del norte,
);mientras que el ejército francés E,. podía comu-
}>flicar siempre con sus bases del Mein y del Rhin.
»La maniobra de Napoleon sobre el Saale,
Hen 18 O6 , se comb~nó absolutamente del mis-
);mo modo: fué á ocupar en Jcna y en Naum-
bourgo la línea F G H , y en seguida se di~.ígió
por Halle y Dessau, para rechazar al ejército
prusiano J • sobre el lado A B, formado por el
>>mar; y es bien sabido el resultado que tuvo.
)'El grande arte de dirigir bien las líneas de
»operaciones consiste en combinar sus marchas,
»de manera · que se tomen las comunicaciones
)>del enemigo sin perder las propias : fácilmen-
te se vé que la línc;;a F G H, por su posicion
-t>prolongada y el martillo que forma sobre la ex-
)>tremidad del enemigo , conserva siempre sus cO"o
Hmtmicaciones con la base e D: Cita es la expli-
»Cacion exacta de las maniobras de Marengo,
>> Ulma y Jena.
>>Cuando el teatro de la guerra no linde con
?>la mar, siempre se hallará limitado por 1ina
>>gran potencia neutral que guardará sus frontc-
16~ Capitulo 111. =Art. 18:
, ra!?, y cerrará uno de los lados del cuadro: no será
,,ésta sin duda una barrera tan insuperable co-
»mO aquellq; pero, en tesis general, debe siem-
"pre ~uirarl)e como un obstáculo, sobre el cual
»ser.á peligroso replegarse despues de una derro-
"ta, y vept¡:¡joso por la misma razon para arrojar
t'al en~migo sobre ella, porque no se invade impu-
».nemente el territorio de una potencia que ten-
,,ga ¡5O á 2 OO mil hombre~; y ~¡i un ejército
,,batido tomase eetc fecurso, no dejaría por efo
~,pe qu~da:r separado de su base.
,si fuese un estado pequeño el que limi-
~>tase el teatro de la guerra, es probable que
»muy pronto s~ viera ·envuelto eri él ; y enton-
»ces el frent~ del cuadrado se iria separando has-
'' ta las frontera~ d~ una gran potenc¡a ó hasta el
»mar..
"La configuracion de las fmnteras modifi-
,;cará oí veces las formas de las distintas figuras
~,del t~atro referido, es decir que se acercarán á la
»de un paralelogramo, ó de un tr.apecio , como
~,indican las dos líneas de la, figura 2.a lámina 1.il
,,En uno y otro caso las ventajas d~l ejérci,
>ltO que fuese dueño de los dos lados, y tenga fa-
»cilidad de establecer en ellos una doble base,
t'serán alun mucho mas positivas , porque porlrá
»COrta~· fácilmente al enemigo del lado menor que
,,}e queda, como sucedió en 18 06 al ejército pru-
,siano en el lado B D J del paralelogramo, for-
'' mado por la¡; Jíncas del Rhin, del Oder , del
De las bases de operaciones. 16 9
»mar del Norte_, y la frontera de l~s montañ;¡s d~
t> Franconia.
La base de la Bohemia en 1 81 3 , asi como
todo lo que precede son pruebas en favor de mi
opi~lion, pues que por la direccion perpendicular
de esta has~ cqn la del ejército francés , consi-
guieron los aliados p~r~lizar las inmensas venta-
jas que la línea del Elba hah!ia proporcionado
en otro caso á Napoleon; circunstancia que caro.,.
Lió toda la suerte de la campaña 4 f¡¡vor de ellos,
En 1812, apoyando los rusos su base sobre
el Oka y Kalouga , pudieron ejecuta11 ~\1 marcha
de flanco sobre Wiazma y Krasnoi.
Ademas, para convencerse de estas verdades,
basta reflexionar que el fr~nte de operaciones
de un ejércíto, cuya base fuere perpendicular á
la de los enemigos , se hallaría establecido para-
lelamente á la linea de operaciones de estos, y
que le sería mny fácil operar a'>i sobre sus co-
municaciones y su línea de retirada.
He dicho mas arriba , que las bases perpen-
diculares serán particularmente fayorables, cuan-
do presenten una doble frontera , segun lo que
se ha indicado en las precitadas figuras : los crí-
ticos no déjarán de replicar que esto no está muy
acorde con lo que he dicho en otro lugar ~ en fa..
vor de las fronteras salientes del lado del enemi..
go y contra las líneas de operaciones dobles en
igualdad de fuerzas. (Art. 21.)
La objecion sería mas especiosa que justa;.


170 Capitulo 1//. =Art. 18.
porque la mayor wentaja de una base perpendi-
cular , resulta precisamente de que fo.rma este sa-
liente que toma de revés una parte del teatro de
1
los operacioHes. Ademas la poses~on de una base
de .dos frentes no obliga de ninguna manera á
ocuparlos ambos con fuerzas , pues hasta con solo
tener sobre uno dé ellos algunos puntos fortifi-
cados, y m1 pequeño cuerpo de observ'acion, mien-
tras que se marcha con . todo el peso de las fuer-
zas al otro frente , como se verificó en las· cam-
pañas de 18 OO y 18 ·o6. El ángulo tasi recto
formado por el Rhin desde CQnstanza á _Basilea,
y desde este punto á Kehl, ofrecieron al general
Moreau una_ hase paralela y otra perpendicular á
la de su antagonista. Hizo avanzar dos divisiones
por su izquierda sobre la primera de estas bases
hácia Kehl ; para llamar·'la ateucion del enemigo,
entre tanto' que él desfiló con nueve divisiones so-
bre la extremi.<lad del frente perpendicular del
lado de Schaflbouse, lo cual le condujo en poeas
marchas hasta las puertas de Augshourgo , des-
pues de habérsele reunido las dos divisiones des-
tacadas.
Napoleon tenia tamhien en 18 O6 la doble
base del Mein y del Rhin , formando casi m1
ángulo recto entrante; se contentó con dejar á
Mortier sobre el frente paralelo , esto es , sobre
el Rhin, al paso que con toda la masa de sus
fuerzas ganaba la extremidad del frente pcl]Jen-
dicular, y se adelanta ha de este mOdo hácia los

,
De .las bases de operaciones. 1 71
prusianos en Gera y Namnbu11go sobre su línea de
retirada.
Si tantos hechos imponentes prueban que la
hase de dos frentes , una de las cuales sea con
corta diferencia perpendicular á la del enemigo,
son las mejores , es menestel' reconocer tambien
que, en el caso en que se careciese de una base
semejante , !le prodria suplir en parte , por u9
cambio de frente estratégico , como se verá en el
artículo 20,

Otra cuestion no menos importante sobre la


mejor direccion que se ha de dar á las bases de
operaciones , es 1a que se refiere á las establecí.•
das sobre las costas , y que han dado margen tam-
bién á graves errores, •porque tan favorables co-
rno son para unos , tan temibles son para otros,
segun se puede ver por lo que precede. Es
tan palpable el peligro que cotreria un ejérci-
to continel.ltal en ser rechazado hácia el mar,
que debe causar adn1iracion el oir recomendat
las ventajas de las bases 'establecidas sobre sus
orillas ' solamente convenientes á un ejército in-
sular. En efecto W elington, acudiendo con su es·
cuadra al socorro de Portugal y de España, no
podía adoptat.,· mejor base que la de Lisboa, ó
por mejor decir la ' de la Península de 'iforres Ve.
dras , que cubre las {micas ave1~idas de •aqueU~
1 72 . Capítulo 111. = Art. '18.
-capital por la pa~e de tierta. En aquel caso, las
orillas del Tajo y las del mar no solo cubrían
sus dos flancos , sino que aseguraban tambien su
línea de retirada que4solo podi-. efectuar hácia sus
buques.
· ' Seducidos por las ventajas que este famoso
campo atrincherado de Torres....Vedras había pro-
porcio~ado al general inglés , y no juzgando mas
que por los efectos, sin inquirir las causas , mu-
chos generales, muy sábios por otra parte , desco-
nocieron como buenas bases otras que las situa-
das á las orillas del mar , que proporcionaban al
ejército fáciles provisiones y apoyos con fl~ncos á
cubierto de todo insulto.
La ceguedad se llevó hasta tal extremo, que
el general Pfuhl sostenía en 181 2 que la base
natural de los rusos estaba, en Riga , blasfemia es-
tratégica que se profirió igualmente en mi presen-
cia por uno de los mas af-araados generales fran-
ceses. Deslwnbrado el coronel Carion-Nizas con
semejantes ideas tuvo valor de imprimir y pobli-
car que en 1813 h~bria debido NaJ?Oleon sitna1·
la mitad de 'su ejércíto en Bohemia, y enviat:
15 O mil hop1bres á las bocds de/, Elbq háGia Ham-
hourgo , olvidando que la primera regla para la
eleccion de todas las bases de ~o ejército coatí-.
nental es la de apoyarse sobre el frente mas
opuesto al mar ; esto es, sobre el que coloqlle al
~jército eu el centro de todos los elementos ele s'l'
poder militar y de su ·poblacion , de la que se

/
De las bases de operaciones. 1 73
hallaría separado r cortado si se cometiese <la
grave falta de apoyarse én ·el mar. · ''
Una potencia insular ob~·ando en el conti-
nente debe hacet natn.ralmense el ·cálculo dia-
metralmente opuesto, y esto ·para aplicar in 'em-
bargo el mismo axioma', 'q ue presctibe 'á' cada
uno el buscar su basé sobre los puntos' eri q'ue pué-
de estar sostenido por todós sus recitrsos de guer-
ra , y IUillar al mismo tiempo en ello u;,· asflo
• J f.

c~erto.

Una potencia poder<>~a por mar y ' par tierra,


y cuyas numerosas escuadras dominasen 'un mar
inmediato ál teatro de las operaciones, podría
apoyar un ,requeño' ejért:ito de 40 á 50 mil
hombres ert las orillas , asegurándole una buena
protecciort á su retitadá' y provisiones de to-
das clases; péro d~r. semejánte base á las· ~asas
continentales de 15 O mil _hombi·es empeñadas
contra fuerzas disciplinadas é iguales en número
con corta dife~encia, ser~at siempre una lÚcura.
Sin embargo como lKJ hay máxima que 'ca..:
rezca de excepcion , hay un caso en que ~uede
ser conveniente sepatarse de lo qu~ acabamos de
decir , .Y llevar las operaciones á la parte del mar:
como cuandÓ se tenga. que luchar con un ad~er-
8ario poco temible en campaña , y las costas fa-
ciliten el abastecimientÓ por su lado, al pasd qué
fuera dificil conseguirlo del interior. Aunque muy
rara vez se reunen estas tres oo.ndiciones , s·e ve--
rificaron en la gnerra de Turquía en 18·2·8 y
1? 4 0pitulo 111. = Art. 18.
1829. Toda la atencion se fi)ó sobre Warna y
Bourgas, limitándpse á observar á Schumla; si~·
tema que qo 1sf{ Jlabria podido seguir sin exposi-
cion al fte,n;te de un ejércitq europeo, aun cuan...
, do ~ubiésemos poseído el mar.
A· pesar de cuanto han dicho los ociosos., que
pret~nd~n decidir la su~rte de los imperios , esta
guerra ~stuvq bastante bien dirigida; aunque ~e
cometierou algunas faltas; se cuidó de cpbrirse2
tomando las fortalezas de Brailoff, Warna y Si...
!istria , y desppes de prepararse con un depósito
en Sizip,oli: luego que se tuvo la suficient~ base
se q1archó directamente ~ Andrinópolis ,, lq ,que
an~e h~bria¡ sido ur;¡a ·locu¡a, y si no se J hubiera
yenido d~, tan •lejoA en .1 $ 28, ~ ó se hubiesen: te-'
nido .dqs ~ses mas de by en ·tiempo , to~o .habri1_
quedq.do cqncluido ,~P esta Brimera. callJ.pafia.
1 !. ! l. •

1
1 'J ~· ; ,, ' ) ,

. A!]emas , dt1 las: . l],a~es permalll!nte~ que se


enc;ueqtra~ de. orqinflfiq est~pl~idas ; ohFe las
propi\ls frontep~.~ , j) ~ ~ 1~ wenos en el pai~ de un
aliado .ron quie~ se pueqa¡ec.;mtar, hay otras even-
~uales, ó temporales , qnf1 depend;en . da }a~ · PP~
racio~tes emprendidas ~n pais enemigo ; , pero co-
wo estas son ma~ bi~n p,1,1ntos .pa~agero¡¡ de apo-
yo, hablarem~ ·algo -9-e ,eJJ;w ,~n ':Qn artículo par.,
ticu~:q- t(vé~se .~:r~. 2 3 ) ; !4 (6n· de evitar la confu-
5.Í<;m ,que la 1 ~ymej¡lpZa 9~ noml!r,es pudiera, pea-
,J
De lo$ punto.f y lineas estratég·icrts. L 7 .5

ARTÍCULO

,,
De los puntos y lineas estratégicas, ck los puntos.
ckciswos .d el teatro de la guerra, y de los obje-
tivos de operaciones.

Hay puntos y líneas estratégicas . de diversa


naturaleza : unos toman este nombre por el solo
hecho de su situacion , del que resulta toda st1
importancia en el teatro · de las operaciones , y
pueden ser pontos estratégicos geográ"ficds perma-
nentes,; otros aaquieren su valor por-las relacio-
nes que tienen 1con la co]ocacion de las fuerzas
enemigas, y con las empresas que se forman con...
tras ellas; estos t19n puntos estratégicos de , rrtanio-
bras y absolutamente eventuales; en fin, hay pun-
tos y líneas estratégicas, que solo tie~n; una im
portancia secundaria ; y aun otros que la tienen
inmensa y contínua:, á ·estos se les ha !Jamado pun-
tos estratégicos ckci~ivos. •. ·: · ·i
Procuraré explicar estas relaciones con toda
la claridad que las co~i'é~bo ,· ]o que no siempre
es tan fácil como se cree· en ~emejante materia.
Todo punto del ,teatro de la guerra qoe . tep,-
ga una importancia militar por su situacion en
el centro de las comunicaciones, ó :Por estable-
176 Capitulo 111. =Art. 19.
c1m1entos militares y obras de fortificacion · de
cualquiera clase que influyan directa ó indirecta...
mente sobre el teatro estratégico, lo será de he-
cho estratégico territorial ó geográfico.
Un ilustre general afirma por el contrario
que, aunque uq punto reuna las condiciones men-
cionadas , no ~rá estratégico, si 110 se halla en
una clireccion conveniente respecto á la operacion
que se trate de ejecutar. .
'-../ Permítaseme opine de distinto modo , por-
que un punto· estratégico lo es siempre por su
naturaleza; y aun el mas distante del círculo de
las primeras empresas puede ser comprendido en
' él por el curso imprevisto de los acontecimien...
tos, y adquirir de· este modo toda la importan-
cia de que sea susceptible. Á mi parecer seria
mas exacto decir que todos los puntos estratégi...
cos no son puntos decisivos,
. Las 1íneas estratégicas son igualmente 6 geO-'
gráficas, 6 solo relativas á las maniobras . tempo--
rales: las· primeras pueden subdividine en . dos
clase8 ~ á saber: las líneas geagráficas que , por
su impbrtancia permanente, pertenecen~ los pun~
tos decisivos del teatro de la guerra •, y las que

• Acaso se me moteje de cometer un barbrrrismd dan-


do él nombre de punto decisivo ú objetivo á las líneas~
fio siéndo la línea un punto: no merece tal talilica.cion
si los lectorés se hacen catgo de· que los puntos oh-
jeti vos no son puntos gl!ométricos, sirio una frase grama-
tical que expresa el fin qtte un ejército sé propone. Y si
De los puntos y UneiJJ estratégicas. 177
IQlo ·eon útiles, porque unen dos puntos estra..
tégicos.
Para no confundir estos diferentes objetos,
R-ataremos en un artículo separado de las líneas
estratégicas que se refieren á una maniobra com-
binada, limitándonos ahora á cuanto concierne á
los . puiztos decisivos y objetivos de la zona de
operaciones sobre que se dirigen estas mismas.
Aumrue existen relaciones intimas entre es•
tas dós especies de asuntos, atendiendo á que to-
do punto objetivo deberá ser necesariamente uno
de l08 1decisivos· del teatro de la guerra , hay que
haeer ,una distincion, porque todos estos no pue-
den •seT á un nusmo tiempo el fin objetivo de
]hs,opéraciones, y nos ocuparemos desde luego de
definir · hién los primeros, para venir m~s fácil-
mente á la buena eleccion de los segundos.
Creo que se puede dar el nombre de punto
e.strari:i!J ico decisivo á todo el que es capaz de in-
fluir 111Dtablemente en el resultado de la campa.-
ña, ó en el de alguna de .sus particulares em-
presas. Todos los puntos, cuya situacion geográ-
fica· y ventajas artificiales favorezcan el ataque 6
la defensa de \U1 ftente de operaciones, ó de ,una

ofrece dudas, tahlbien la palabra decisivo, visto que un


punto por sí mismo rara ve1. es decisivo, se puede susti-
tntr ó. ellot la palabra importante, á pesar de que no ex-
]ll'esa tan exactamf'ntc el sentido que le aplico. Inútil ei,
á mi \)&.recer, añadir que tm punto debe considerarse de-
dsivo, en cuanto se dirij an las operaciones en una es-
fera eu que rmlic5c inUuir sobre su resultado.
l. 12
178 Capltul" 11/. = Art. .19.
línea de defensa, son de esta clase , entre loa
que ocupan el primer lugar las plazas de annas
bien situadas.
Los puntos decisivos en el teatro de la guer-
ra son de muchas especies. Los primeros son los
puntos ó líneas geográficas cuya importancia es'
permanente, y provienen de la configuracion del
mismo teatro: tomemos , :por ejemplo, el de la
guerra de los franceses en Bélgica: es muy claro
que de los dos partidos, el que sea dueño del cur-
so del Mosa, tendrá ventajas incalculables para
apoderarse del país, porque encerrado su adver-
sario entre el Mosa y el mar del norte, no ·po-
drá aceptar batalla paralelamente al mar sin ex-
ponerse á una completa derrota *· El valle del
Danubio presenta una serie de puntos de igual
irnporta~cia, que han hecho se le repute como la
llave de la Alemania meridional.
Puntos decisivos geográficos son tambien ios
que aseguran la posesion del nudo de muchos
valles ó del centro de las mayores comunicacio-
nes que atraviesan un pais. Por ejemplo: Leon es
un punto estratégico importante, porque domina
los dos valles del Ródano y del Saona , y porque
se halla en el centro de las comunicaciones de
Francia con Italia, y del mediodía con el este;

* Debe aplicarse á los ejércitos continentales, pues


el de los ingleses apoyados en Amheres ú Ostende, nada
tendría que temer de la ocupacion de la línea del Mosa·.
Ik los puntos y lineas t!stratégicas. 1 79
·pero no seria decisivo sino teniendo allí una pla-
za fuerte ó un campo atrincherado con cabezas
de puente.
Leipzig, sin disputa, _es un punto estratégi-
co, porque se halla en la reunion de todas las
.comunicaciones del norte de la Alemania. Si esta
ciudad estuviese fortificada y situada á caballo
.sobre un rio, seria casi la llave del pais; si es que
un país tiene llave ' 'Y si esta expresion figurada 'Y
comun, quiere decir otra cosa mas que un punto
decisivo.
Todas las capitales situadas en el centro de
los caminos de un país serán puntos estratégicos
decisivos ; no solo por esta razon sino tambien por
los demas motivos estadísticos y políticos que au-
mentan esta importancia.
Ademas de estos puntos , hay en los paises
montañosos, desfiladeros que son las únicas sali-
das para un ejército : estos puntos geográficos
pueden ser decisivos en una empresa contra el
país, y es sabida la importancia que tuvo en 18 OO
el desfiladero de Bard defendido con un pequeño
fuerte.
La segunda especie de plmtos decisivos es la
de los eventuales de maniobras que son consi-
guientes á la colocacion de las tropas de los dos
partidos; por ejempl_o , hallándose concentrado
Mack en 18 O5 sobre Ulma, esperando, el ejér-
-cito ruso por la Moravia, el punto decisivo para
.atacarle era Donawerth ó el Bajo-Lech; porque
12 :
180 . Capitulo 111. = Art. 19.
tomándolo antes que él, se le cortaba su Hnea de
retirada sobre el Austria y robre el ejército des-
tinado á sostenerle. Por el contrario , hallándose
Kr~y en 18 OO en la misma posicion de Ulma,
no esperaba la cooperacion de ningun ejército del
lado de la Bohemia , sino del Tirol y del ejército
victorioso de Mélas en Italia , en cuyo caso no
era ya Doriawerth el punto decisivo para atacar-
le, sino el opuesto , esto es , por Schaffhouse,
para de este modo tomarle por la espalda su fren-
te de operaciones , cortarle la retirada, y ·sepa·
nrle del ejército auxiliador asi como de su base,
rechazándole sobre el . Mein. En la misma campa-
ña de 18 OO el primer punto objetivo de Bona-
parte era ariojarse sobre la derecha de Mélas por
el San Bernardo , para apoderarse despues de sus
comunicaciones, por lo que se demuestra que el
San Bernardo, Ivrée y Plasencia, no eran puntos
decisivos , sino por sus relaciones con 1~ marcha
de Mélas sobre Niza.
Se puede establecer como principio general,
que los puntos decisivos de maniobras han de es-
tar sobre una de las extremidades del enemigo,
por donde se le pueda separar mas fácilmente de
su base y de sus ejércitos auxiliares, sin expo-
nel·se á correr el mismo riesgo.
Serán preferibles gmeralmente las extremida-
des opuestas á la mar , porque tan ventajoso co-
mo es repeler al enemigo sobre ella • tan peli-
groso será exponerse á igual suerte , á no manio-
De los puntos objetivos. 181
brar contra un ejército insular é inferior, para
tratar de cortarle la retirada á sus buques, aun-
que á veces suele ser tambien arriesgado.
Si el ejército enemigo está dividido ó situa-
(lo en una línea muy extensa , el punto decisivo
sera' en este
/ caso su centro, porque penetrando
por él, se aumentará su debilidad con la mayor
subdivision de sus fuerzas, y podrán ser batidas
en detall é indudablemente derrotadas.
El punto decisivo de un campo de batalla
se determina :
1.0 Por la configuracion del terreno.
2.0 Por la combinacion de la localidad con
el fin estratégico que se proponga un ejército.
3. 0 Por la colocacion de lai fuerzas respec-
tivas.
Mas para no anticipar ninguna idea sobre
las combinaciones de la táctica , trataremos de es-
tos últimos puntos en el capitulo de lai batallas.

DE LOS PUNTOS OBJETIVOS.

Se podría decir de estoe puntos como de los


que preceden, que los hay objetivos de manio-
bra y asi mismo geográficos, como ·una fortaleza
importante , la línea de un rio, un frente de
operaciones que ofrezca buenas líneas de defen-
ea, ó buenos apoyos para empresas ulteriores. Sin
182 Capítulo 111. = Art. 13.
embargo , como la eleccion misma de un obje-
tivo geográfico es combinacion que puede colo-
carse en la clase de las maniobras , seria mas
exacto decir, que los unos solo se refieren á pun-
tos territoriales , y los otros exclusivamente á
las fuerzas enemigas que los ocupan.
En estrategia, el objeto de una campaña de-
termina el punto objetivo. Si aquel objeto es
ofensivo, el punto será la ocupacion de la capi-
tal enemiga·, ó la de una provincia militar cuya
pérdida podrá decidir al enemigo á la paz. En
la guerra de invasion es ordinariamente la capi-
tal el punto objetivo que se propone el que ata-
ca. Sin embargo, la situacion geográfica de esta
capital , las relaciones políticas de las potencias
beligerantes con las vecinas, los recursos respec-
tivos , sean propios ó de aliados , forman otras
tantas combipaciones que, aunque inconexas en
el fondo con la ciencia de los combates, pueden
considerarse como íntimamente unidas con los
planes de operaciones para decidir si un ejérci-
to debe desear ó temer el adelantarse hasta la ca-
pital enemiga.
En este último caso el punto objetivo puede
dirigirse contra la parte del frente ele operacianes
ó de la línea ele defensa, donde haya alguna pla- ,
za importante, cuya conquista asegure al ej~rci­
to la posesion del territorio ocupado: por ejem-
plo, et;t una guerra contra el Austria, si la ·Fran-
cia invadiese la Italia, seria su primer objetivo
De los puntos objetivos. 18 3
ocupar la línea del Tesino 6 del Pó: el segtiDdo
seria Mantua y la línea del Adige.
En la defensiva, el punto objetivo será el
que se trate de cubrir en lugar del que se quie-
re conquistar. Considerándose la capital el centro
del poder, viene á ser por tanto el punto obje-
tivo principal de la defensiva; pero los puede ha-
ber mas inmediatos en la defensa de una primera
línea y de la primera hase de operaciones ; asi
un ejército frances contraído á la defensiva de-
trás del Rhin, tendrá por primer objetivo impe-
dir su paso, y procurar socorrer las plazas de la
Alsacia , si el enemigo lograse forzarlo para
sitiadas. El segundo objetivo será cubrir la pri-
mera hase de operaciones que se encontrará so-
bre el Mosa ó el Mose]a, fin que se puede con-
• seguir del mismo modo por medio de una de-
fensa lateral que por otra de frente.
En cuanto á los puntos objetivos de manio-
bras, esto es , los que se dirigen sobre todo á la
destruccion ó desconcierto de los ejércitos ene-
migos , se calculará toda su importancia, por lo
que dejamos dicho relativamente á los puntos de-
cisivos de la misma especie. En la acertada elec-
cion de estos puntos se prueba hasta cierto mo-
do el talento de un general como prenda segura
de grandes triunfos. Es indudable que este fué el
tino en que mas indisputahlemente se distinguió
Napoleon. Desechando añejas rutinas contraídas
á la toma de una ó dos plazas, ó á la ocupacion
184 Capitulo 111. = Art. 19.
de alguna reducida provincia limitrofe, se con-
venció de que el medio principal de hacer lasco-
eas en grande, consistia en aplicarse á descon-
certar con preferencia el ejército enemigo arrui-
nándolo, persuadido de que los estados ó las pro-
vincias se destruyen por sí mismos cuando no tje-
peu fuerzas organizadas que los prote jan *.
Calcular de una ojeada las ' probabilidades
que ofrecen las distintas zonas ·del teatro de la•
guerra, dirigir sus masas concéntricamente sobre
la zona que sea mas venta josa , no descuidar na-
; da para instruirse de la posicion aproximativa de
las fuerzas enemigas , lanzarse entonces con la ra-
pidez del rayo, bien sobre su centro si ~stá di-
vidido , ó sobre una de las extremidades que con-
duzca mas directamente á sus comunicaciones, en-
volverlo, cortarlo, esparcirlo, atacarlo, perseguir- •
lo sin reposo, obligándolo á ieguir direcciones di-
vergentes; en fin , no dejarlo basta que haya que-
el ado destruido ó disperso , tal era el sistema de
]¡¡.s primeras campañas de Napoleon que preferia
como uno de los mejores, ó á lo menos como las
hases del que puso en ejecucion.
Aplicadas despues estas mismas maniobras· á
un país tan extenso y ele tan poca hospit~lidad ca..

• La guerra de España y todas les guerras naciima-


les pueden s~r citadas coms excepciones; sin cmb¡¡rgo, sin
el socorro de un ejército prganizado "\)acion¡¡.l Ó ex;tran- ~
jero en toda luchá pardal la& poblaciones acabarán por
sucumbir. r '
De los puntos objetivos. 18 5
mo la Rusia, no tuvieron en verdad el mismo
resultado que en Alemania; sin embargo, debe
confesarse que sino s1bcn aplicar éste género
4e guerra todas las capacidades, ni conviene á
todos Jos paises ni á todas las circunstancias, no
son por eso sus probabilidades menos atendibles,
ni dejan· de estar realmente fundadas en la apli-
cacion de los principios : el exagerado abuso que
Napoleon hizo de este sistema, no da suficien-
tes pruebas q'ue destruyan las ventajas efectivas
que de él pueden esperarse, cuando se ponga el
debido límite á los triunfos, y las empresas se
realicen en armonía con el estado respectivo de
los ejércitos y de las naciones vecinas.
Las máximas que podrían establecerse sobre
estas importantes operaciones estratégicas , casi
todas están comprendidas en lo que acabamos de
decir acerca de los puntos decisivos, y tambien
6e encontrarán en lo que expond1·emos mas ade-
lante en el artículo 21 , cuando tratemos de ele-
gir lás líneas de operaciones.
. .Relativamente á la eleccion de los puntos oh-
jetiv08 dependerá ordinariamente del fin á q11e
se dirija la guerra; del 'c arácter ·que las cúrcuns-
tancias ó la voluntad de los gobiernos les sugie-
ra; de los medios en fin con que para lá guerra
puedan contar los dos partidos. En muchas oca-
siones en qu~ ié tengan poderosos motivos para
no tc4tjllr nada á la casualidad , será mas pruden-
te limitar el ~IJ de la campaña á la adquisicion
186 Capitulo 111. = Art. 19.
de algunas ventajas parciales, no aspirando mas
que á la toma de algunas poblaciones, 6 á la de
conseguir la evacuacion de pequeñas provincias
limítrofes. Cuando por el contrario se tengan los
medios de correr grandes azares con probabili-
dad de buen éxito, se deberá aspirar, como ha-
cia Napoleon, á la destruccion del ejército ene-
·migo.
No se deben aconsejar las maniobras de Ul-
ma y de Jena al ejército que marche únicamente
para sitiar á Amberes. Por motivos muy distintos
no habría sido prudente aconsejarlos al ejército
frances de la parte de allá del Niemen á qu~­
nientas leguas de sus fronteras, porque los acon-
tecimientos desastrosos habrían sobrepujado con
mucho todas las ventajas que se hubiesen podi-
do prometer.
Aun todavía hay una clase de puntos objeti-
vos que no se deben pasar en silencio, 'Y son los
que , teniendo por término un punto militar cual-
quiera , se ligan sin embargo á las combinaciones
políticas, mucho mas que á las estratégicas: en
las coaliciones sobre todo es raro que no hag~n
un gran papel, influyendo en las operaciones 'Y
combinaciones de los gabinetes, por lo que se
les podría nombrar puntos objeti'los politicos.
En efecto, á mas de las relaciones íntimas
que existen entre la política 'Y la guerra, para
la preparacion de esta se ofrecen en casi todas las
campañas empresas militares formadas para satis·
De los puntos objetivos. 18 7
facer mitas políticas con frecuencia muy impor-
tantes, aunque muy poco racionales, y que, es-
tratégicamente hablando, cunducen á faltas gra-
ves mas bien que á operaciones útiles. Nos limi-
taremos á citar dos ejemplos: la expedicion del
duque de Yorck sobre Dunkerque en 1 7 9 3 ins-
pita'da á los ingleses por antiguas miras marítimas
y mercantiles, dió á las operaciones de los coliga-
dos una direccion divergente que ocasionó su pérdi-
da , y este punto objetivo no era bueno bajo nin-
guna 'tOnsideracion militar. La expedicion del
mismo príncipe eobre Holanda 'en 1799 igual-
mente dictada por las miras del gabinete de Lón-
dres corroboradas por la segunda intencion del '
Austria sobre la Bélgica, no fué menos funesta,
porque dió márgen á la marcha del archiduque
Cárlos de Zurich sobre Manhein, operacion muy
contraria á los visibles intereses de los ejércitos
coligados en la época en qué se resolvió.
Estas verdades prueban que la eleccion de
los puntos objetivos políticos debe estar subor-
dinada á los intereses de la estrategia, hasta tan-
to á lo menos que las grandes cuestiones mili-
tares no esten decididas por las armas.
Por lo demas, este asunto es tan vasto y
tan complicado, que seria absurdo el pretender
someterle á reglas : la única que se puede pro-
poner es la que acabamos de indicar; para poner-
la en práctica es necesario ó que los puntos ob-
jetivos políticos adoptados en el curso de una
188 Capitulo 111. = Art. 19.
campaña esten de 'acuerdo con los principios de
la estrategia , ó en el caso contrario que se difie-
¡·an hasta despues ele una victoria decisiva. Apli-
cando esta máxima á los sucesos que acabamos
de citar, se vendrá en conocimiento de que en
Cambray ó en el centro de la Francia era donde
debía conquistarse á Dunkerque en 1 7 9 3 , y li-
bertar la Holanda en 1 7 9 9 , esto es, reuniendo
los esfuerzos de la coalicion sobre un punto deci-
sivo de las fronteras , y descargando en ellas
grandes golpes. Por lo demas, las expediciones de
esta naturaleza entran casi todas en la clase de
las grandes diversiones , á las cuales consagrare-
mos un artículo especial.

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