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P BCM 1840-8 v01 p01
P BCM 1840-8 v01 p01
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1840
8
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COMPENDIO
DEL
ARTE DE Ll GUERRA,
6
,
NUEVO CUADRO ANALITICO
DE LAS PRINCIPALES COMBINACIONES DE LA ESTRATEGIA~
l>E LA TÁCTICA SUBLIME, Y DE LA POLÍTICA MILITAR,
POR
NUEVA EÍHCION
considerablemente aumentada por su Autor en 1858.
~e¡}
f." PARTE.
MADRID,
Impr. deJ). JI[. d~Burgos, i J.ibreriade J). A. Perez,
calle de Toledo. 1 calle de Carretas.
1840.
·.
'•
.lDVER TEN CIA."
5tñor,
A 6 de Mano de 1837.
DE LA
;
TEORIA ACTUAL DE LA GUERRA
Y bE SU UTILIDAD.
1
de la guerra. 7
militar., para buscar en las combinaciones de
los grandes capitanes una solucion que no me
daban los sistemas de estos escritores.
Las relaciones de Federico el Grande prin-
cipiaron á iniciarme en el secreto que le babia
·hecho alcanzar la sorprendente victoria de Leu.:.
then ó de Lissa , penetrándome de que este secre-
to consistía en la sencillísima maniobra de con-
ducir el grueso de las fuerzas sobre una de las
alas del enemigo , - contribuyendo muy luego
Lloyd á fortificar mi conviccion. La misma causa
hallé en los primeros triunfos de Napoleon en
J talia , lo cual me sugirió la idea de que la clave
de toda la ciencia de la guerra , consiste en
aplicar por la estrategia á todo el teatro de
una guerra, el mismo principio que habia guiado
á Federico en las batallas.
No pude dudar de esta verdad al hacer
nueva lectura de las campañas de Turena, Marl-
horough y Eugenio de Saboya, y compararlas
con las de Federico, que Tempelhoff acababa
de publicar con detalles de mucho interes, aun-
que cansados y repetidos en demasía: entonces
comprendí que el mariscal de Sajo~ia babia te-
nido mucha razon en afirmar que en 1 7 5O no
había principios sentados sobre el arte de la guer·
ra, al mismo tiempo que la inexactitud con que
muchos de sus lectores, interpretando equivoca-
damente el prólogo de su obra , deducían que e1l
la opiuion del mariscal no existían tales principiO&.
8 De. la koría actual
En la persuasion de que me babia apode--
rado del verdadero punto de vista bajo el cual
convenía considerar la teoría de la guerra, para
descubrir sus verdaderas reglas , y abandonar el
campo, siempre incierto, de los sistemas perso-
nales, me dediqué á trabajar con todo el ardor
de un neófito.
En 18 O3 escribí un tomo, que presenté
desde. luego á M. d' Oubri.l, secretario de la le-
gacion rusa en París, y despues al mariscal Ney;
pero la estrategia de Bulow y Ja relacion histó-
rica de Lloyd, traducida por Roux-Fazillac,
que adquirí entoncel!, me decidieron á seguir
otro plan." Mi primer ensayo, que consistía en
un tratado didáctico sobre los órdenes de bata-
lla, las marchas estratégicas y líneas de opera-
ciones, era por su naturaleza árido, y se hallaba
internimpido con muchas citas históricas , que,
.aglomeradas por materias, tenian el inconvenien-
te de presentar rewiidos en un mismo capítulo
acontecimientos separados por un siglo · entero:
Lloyd, sobre todo, mé convenció de que la rela-
cion crítica y razonada de 1Jna guerra entera tenia
-la ventaja de conservar enlace y unidad en Ja '
•Ilarracion y en los sucesos, sin perjuicio de las
máximas, pu~ que una série de diez campañas,
basta para presentar ámpliamente la aplicacion
Je todas las que son posibles en la guerra. En-
tregu6 á las llamas mi primer trabajo, y em-
prendí la continuacivn de la guerra tlc siete a,:íos,
de la guerra. 9
que Lloyd no habia concluido: medio que me
convenia tanto mas, cuanto que solo contaba
24 años de edad, poca experiencia, é iba á
combatir muchas preocupaciones y grandes re-
putaciones algun tanto usurpadas; ~r lo que
necesitaba del poderoso auxilio de los acontecí~
mi en tos, dejando que los hechos hablasen por sí
mismos. Me atuve pues á este plan , que por
otra parte n;1e pareoia mas útil para toda clase
de lectores. Un tratado did~ctico habría sido sin
duda preferible, tanto para la enseñanza públi-
ca, cuanto para presentar con mas unidad las
combinaciones de la ciencia esparcidas en la
narracion de estas campañas; pero como yo ba-
bia aprovechado mucho mas con la lectura aten-
ta de una campaña razonada, q\le en todas las
obras dogmáticas, y como mi libro publicado en
18 O5 estaba por otra parte destinado á oficiales
de grado superior y no á principiantes , debía
creer que mi plan les convendría tanto como á
mí. La · guerra de Austria que sobrevino en el
mismo año me impidió dedicar á la obra todo
el cuidado que deseabá, y solo pude llevar á
cabo una parte de mi proyecto.
Algunos años despues publicó el Archidu-
que, como preludio de su excelente obra , un
tomo en folio sobre la guerra en grande , en que
se manifestaba ya el genio de su autor. Por el
mismo tiempo salió á luz un folletito sobre la
estrategia por el mayor Wagner, que se hal1aha
1O De la teoria actual
entonces al servicio de Austria: este ensayo,
lleno de ideas profundas, prometía que mas tar-
de diese su autor á la prensa una obra comple-
ta; promesa que acaba de cumplir recientemen-
te. El general Scharnhorst empezó tambien en
Prusia á profundizar estas cuestiones con buen
éxito.
Por último, diez años despues de mi primer
Tratado de las grandes operaciones , salió á luz
la importante obra del Archiduque Cárlos, que
reune los dos géneros didáctico é histórico, ha-
biendo dado préviamente este príncipe un to-
mito de máximas estratégicas, y despues cuatro
tomos de la historia critica sobre las campañas
de 1796 y 1799, para desenvolver la aplica-
cían práctica. Esta obra, que hace tanto honor
al ilustre príncipe "como las batallas que ganó,
fué el complemento de las bases de la ciencia
estratégica, cuyo primer velo descorrieron Lloyd
y Bulow, y cuyos primeros principios habia yo
indicado en 1805, en un capítulo sobre las li-
neas de operaciones, y en 18 O7 en otro capí-
tulo acerca de los principios fundamentales del
arte de la guerra , impreso separadamente en
Glogau en Silesia. La caída de Napoleon, que
dió lugar á que muchos oficiales estudiosos apro-
vecharan los ocios de la paz, fué como la señal
de la publicacion de una multitud de escritos
lnilitarcs de todo género. El general Rogniat dió
materia á la controversia, pretendiendo resuci-
de la guerra. 11
tar el sistema Je las legiones ó de divisiones de
la república, y atacando el de Napoleon, algun
tanto aventurado. La Alemania, sobre todo, se
mostró fertil en obras dogmáticas: Xilander en
Baviera; Teobaldo y Muller en Wurtemberg;
W agner, Decker , Hoyer y Valentini en Prusia,
publicaron diferentes libros que no contenían
en el fondo mas que la repeticion de las máxi-
mas del Archiduque y de las mias , si bien dan-
do otro ensanche ó desárrollo á su apl~cacion.
Aunque muchos de estos autores han im-
pugnado mi capítulo relativo á las líneas de
operaciones centrales, con mas sutileza que ra-
zones, y otros á veces se han mostrado me-
surados con demasía en sus cálculos, no se pue-
de negar á sos escritos el aprecio que merecen;
porque, unos mas, otros menos, todos contienen
excelentes doctrinas.
El general Okounef en Rusia trató el im-
portante asunto del uso parcial ó combinado de
las tres armas, en que estriba la base de la teo-
ría de los combates, haciendo asi un serv1C10
interesante á la juventud militar.
Gay-Vemon, Jacquinot de Presle y Roc-
quancour, publicaron en Francia algunas obras
ó lecciones elementales que no carecían de mé-
rito.
Entretanto la experiencia me babia asegu-
rado que mi primer tratado carecía de una co-"
lecciou de máximas semejantes á la que precede
12 De la teoria actual
á la obra del Archiduque: esto me obligó á pu-
blicar en 18 29 el primer bosquejo de este
cuadro analítico, agregándole dos artículos in-
teresantes sopre la política militar de los es-
tados.
Me prevalí de esta ocasion para defender
los principios de mi capítulo sobre Jas líneas de
operaciones, que habían comprendido mal al-
gunos escritores, y esta polémica di6 lugar, á lo
menos, á definiciones mas conformes á la razon,
sosteniendo sin embargo las ventajas positivas
de las operaciones centrales.
Un año despues de ]a publicacion de este
cuadro analítico murió el generp.l pr:usiaJ10 Clau-
sewitz, dejando á su viuda el encargo de publi-
car sus obras póstumas, que se han presentado
como trabajos n<;> concluidos. Esta obra produjo
mucha sensacion en Alemania, y siento que se
hubiese escrito antes de que el auto,r conociera
mi Compe_ndio del arte de la guerrq,, persuadi-
do, oomo lo estoy, de que le habría hecllo algu-
na justicia.
No es posible negar al general Clausewitz
una v~ta instruccion y pluma fácil , . a~nque á
veces algo vaga, siendo sobre todo demasiado
presuntuQlla para una discusion didáctica , en
que la sencillez y claridad deben constituir su
principal mérito. Ademas de esto el autor se
muestra escéptico en demasía relativamente á la
cien~ia . mi~tar: su primer tomo se reduce á una
de la grierra. 13
declainacion contra toda teoría de guerra , al
paso que los dos siguientes, llenos de máximas
teóricas, prueban que si bien el autor tiene fe
en ]a eficacia de sus doctrinas , no cree en las
de ]os demas.
En cuanto á rui. confieso que no he acerta-
do á encontrar en este sabio laberinto mas que
un corto número de ideas luminosas y de artícu-
los notables; y lejos de haber participado del es-
cepticismo del autor, ninguna otra obra inas que
la suya habría contribuido á convencerme de la
necesidad y conveniencia de las buenas teotías., si
en algun tiempo me hubiera podido caber la me-
nor duda en este punto. Lo que importa esencial-
mente es fijar bien los límites que deben seña-
lárseles para no caer en un pedantismo peor que
la ignorancia misma *; necesario es, sobre todo,
distinguir bien la diferencia que existe entre
una teoria de principios y otra de sistemas.
Se dirá tal vez que en la mayor parte de
los artículos ele este Compendio yo mismo recO.:.
nozco que no pueden darse muchas reglas absO-
lutas sobre los diversos asuntos de · que 'tratan:
com•engo de buena fe én esta verdad; ¡)ero ¿ se
dirá por eso que no hay teoi:ía? Si entre 4:5 ar~
20 De la ieoria actual
inspiraciones felices, aplicar los principios tan
Lien como pudiera hacerse con el estudio mas
profundo; pero una teoría sencilla, exenta de
todo pedantismo, remontándose á las causas sin
dar sistem<is absolutos, apoyada, en fin, en algu-
nas máximas fundamentales, suplirá las mas veces
al taleuto, y aun servirá para extenderle y des-
anollarle, aumentando la confianza en sí mismo.
,, De todas las teorías so}Jre el arte de la
guerra, la {mica razonable es la que, fundada
en el estudio de la historia militar , admite cier-
to número de principios reguladores, dejando á
la capacidad natural la parte mayor en la direc-
cion de las operaciones , sin encadenarla con
preceptos exclusivos.
''Por el contrario, uada es mas propio para
apagar el talento natural haciendo que el error
triunfe , que esas teorías Jledantescas, apaya-
das eu la blsa idea de que la guerra es una
ciencia positiva, cuyo total de operaciones pue-
de reducirse á cálculos infalible~.
,, Finalmente, las obras metafísicas y escép-
ticas de algunos escritores, no conseguirán tam-
poco establecer sus doctrinas, en las cuales pre-
tenden demostrar que no existe regla alguna para
la guerra; ~rque tales escritos no prueban abso-
1utamente nada contra máximas apoyadas en los
mas brillantes hechos de armas de los modernos,
y justificadas ademas por los raciocinios mtsmos
de los que iqtentan impugbarlas.n
de la guerra. 21
Espero que. despues de estas explicaciones
no se me podrá acusar de que pretendo hacer
de este arte una u~áquina con determinadas rue-
das, ni tampoco de que intei;lto persuadir que la
le~tura de un solo capÍt\llo ~~ los princip1os del
mismo pueda dar á cualquiera la capacidad ne-
cesaria para mandar un ejército. En todas lrs
ciencias, como,. en toda,s las situaciones de la vid;t, /
el saber, y el saber ejecutar, son dos cosas ent!1-
ramente distintas; y si se consigue encontrar con
frecuen~ia quien posea solo la última, la reunion
de aml.ms es siempre la que constituye un hom-
bre superior y asegura el éxito. No obstante,
para que no se me moteje de pedantería, me
. apresuro á manifestar que por saber no entien-
_do una vasta erudicion; no se trata de saber
mucho, sino de saber bien; ell s1.1ma de sabe.r,
sobre todo, lo que exige el cargo que dflbamos
desempeñar.
Deseo que mis lectores , bien penetrados de
estas verdades, acojan con aprecio e.ste nuevo
resúmen que en la actualidaJ puede, á mi juicio,
ofrecérseles como la obra mas conveniente para
la instruccion de un príncipe, ó de un hombre
de estado.
22 De la teoría actual
Aunque .no pensaba hacet mencion en la
precedente noticia de las obras de historia: mili-
-tar que han hecho notable nuestra época, poft..
que al cabo no entraban en el asunto que ~ me
proponia tratar; sm embargo' como su publica-
cion ha contribuido tnuého á' •los progresos de
la ciencia, habiendo de explicAr las eattsas de su
b~én 1éxito, se riÚ~· permitirá qóe diga alguna
cosa sobte ellas. · 1 1' 1
La historia puramente militar es un género
ingrato y difícil, porque para ser útil á los in-
teligentes, exige detalles tan áridos y ·minuciO-
sos, ·como necesarios·para poder juzgar con ex_ac-
titud de las posiciones y de los movimientos.
Asi es que hasta que salió á luz el bosquejo im-
perfecto de la •guerra de siete años:'~· 'que publi-
có Lloyd , ninguno de Jos escritores militares
había salido de la rutina ·de las relaciones oficia-
les ó de los panegíricos, casi siempre enojosos.
Los historiadores militares del siglo "VIII que
ocuparon el primer lugar fueron: Dnmont, Quin-
cy, Bourcet, Pcnay, Grimoard, Retzow y Tem-
pelhof; este último estaLleció en algnn tanto
una nueva escuela, pero su obra está recargada
de pormenores sobre las marchas y los campa-
mentos, los que si bien pueden ser de gran utili-
dad en los dias de combate, son inútiles en la
historia de una guerra, pues que se presentan
casi siempre bajo la misma forma.
La historia puramente militar ha producido
de la guerra. 23
tantos esct·itos en Francia y Alemania desde
1792, que solo la nomenclatura de ellos for-
maria un folleto; sin embargo, citaré las prime-
ras campañas de la revolucion por Grimoard;
las del general Gravert ; las Memorias de Su-
chet y de Saint-Cyr·; los fracmentos de Gour-
gaud y de Montholon; la grande empresa de las
Victorias y Conquistas bajo la direccion del ge-
neral Beauvais; la preciosa coleccion de las ba-
tallas del coronel Wagner , y la del mayor
Kaussler; la guerra de España por Napier ( 1 );
la de Egipto por Reynier; las campañas de Sou-
\
COMPENDIO
DEL
' .. 'l'
·---
DE LA POLÍTICA DE LA GUERRA.
,.
Política de la guerra. 33
Por salvar la independencia nacional ame-
nazada, 6 vengar el honor ultrajado.
Para satisfacer el anhelo de las conquistas ó
el espíritu de invasion.
Fácil es concebir que estas diferentes espe-
cies de guerra han de influir de distintos modos
en las operaciones que ha-yan de practicarse para
conseguir el fin propuesto; en la magnitud de
los esfuerzos que habrá que hacer ; )' en la ex-
tension de las empresas que sea necesario formar;
porque es evidente que cada una de el1as po-
drá ser ofensiva 6 defensiva; el que la provoque
podrá ser prevenido y tener que defenderse;
el atacado podrá á veces toma,r la iniciativa, si
ha sabido prepararse, )' segun la respectiva si-
tuacion de los partidos se presentarán aun otras
_complícaciones.
La guerra se hace : 1.0 solo , contra otra pO:.
tencia tambien sola. ,
2.° Contra varios estados aliados entre sí.
3.° Con el auxilio de un aliado po~eroso,
contra un enemigo solo. .
1
4. Obrando como parte principal, 6 única-
0
ARTÍCULO PRIMERO.
ARTÍCULO 11.
CapÍtldo 1 = Art. 3.
ARTÍCULO DI.
ARTÍCULO IV.
ARTÍCULO V .
p
52 1
• • Capittdo l.= Att. 6.
·.
"'""'" j¡
~ÍI ., ·' [
J?e la$ guer.r<U ck ·invasion pQr C$pir~4' (4!. con--
quista ú otras causru. • r 1 .. • • i
1. ' ') ) l
r.
., ')
lll l¡' ii
. . 58 Capitqlo ' f. = .Art. 7..
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·~o it1-b1eihotial d~l la. iFranéÍa: t'':l r.· · •rl ~~· '
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·.Qe ' 'Vista• Jlfi}ita~> 6ón>-'tei:dblés· , porque I ej@t-
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-cito t in'Vt1Wt no tien'é- que"·atacar ~dla:h1ente' 1 !
r
. .
que puede reclamar del" pueblij es,Páñol la parte prm-
.c:ipal del' ¡·caultado4 · · ,, :
De las guerras de opinion. 65
que le prevenian someter metódicamente todo el
país y las plazas situadas entre los Pirineos y
el Ebro, á fin de colocarse militarmente , acaso
no habría consegu.ido su objeto, ó á lo me-
nos hubiese hecho la lucha larga y sangrienta,
excitando el orgullo nacional con la idea de una
ocupacion semejante á la de 18 O7. Pero alen-
tada por la buena acogida de todas las poblacio-
ciones, comprendió que se trataba de una ope-
racion mas política que militar, y que con-
venia conducirla rápidamente á su fin. Su con-
ducta , tan diversa de la de los coligados en
1 7 9 3 , merece ser meditada por cuantos se
hallen en el caso de dirigir expediciones seme-
jantes: asi es que en menos de tres meses se
puso al pie de las murallas de Cádiz.
Si lo que en la actualidad está pasan-
do en la Península acredita que la política no
supo aprovecharse de sus ventajas para esta-
blecer un órden de cosas conveniente y sóli-
do, la falta no fué del ejército ni de sus ge-
fes , sino del gobierno español , que , entrega-
do á los consejos de violentos reaccionarios , no
comprendió la importancia de sus obligaciones.
Árbitro entre dos &"andes intereses rivales, Fer- ,,,
nando se hechó en los brazos del partido que
aparentaba 1~ mayor veneracion al trono, con-
tando con explotar la autoridad real en be-
neficio propio , sin ocuparse ·de las consecuen-
Cias en el porvenir. La nacion gnedó dividida
I. S
66 Capitulo l.= Art. 7.
en dos bandos enemigos , que quizá no habria si~
do imposible conciliar y' reunir con el tiempo , y
que han vuelto de nuevo á las manos , como lo
predije en Verona en 18 2 3. ¡Leccion grande, de
que nadie parece trata de aprovecharse en tan her-
mosó y mas que pesgraciado pais \ Bien que la his-
toria no car~ce de ~j 1emplos, que demuestran que
ni las reacciones violentas, ni las revoluciones, son
elementos propios para construir y consolidar.
¡Permita el cielo que de este lastimoso conflicto
renazca un.trono fuerte y respetado, libre de todo
linaje de facciones, apoyado en un ejército discipli-
nado, y acorde con los interes~s generales del pais:
un tronó en fin, ·cap~z de reunir esta incon~ebihle
11acion éspañola , que por sus buenas cualidades,
no menos · 'extraordin~rias que sus defectos , fué
siempre un problema .;lificil para 'aquellos mismos
que se han creiJo en ~1 caso de j'uzgarla ! ( 4)
1 ,
Al\TÍCULO llm.
.'
• l,os fosos y vallados que separan las propi_eda.-
des en la · Vendé e SOIJ tan grandes , que hacen de
cada hacienda un verdadero reducto, cuyos obstáculos
solo estan acostumbrados á vencer los naturales del pa is;
los vallados y fosos comunes, aunque útiles, no pueden
tener la lllÍsma importancia.
7O Capítulo l. = Art. 8.
·Tirgl contra Napoleon; y las ,recientes de la
Morca contra los, turcos , y de Navarra contra
las , fue~s de· la Reina Cristina, eún ejemplos
·todavia · mas convincéntes.
•Cuando las•poh1aciones enemigas están apo-
·yadas pór un núcleo considerable d(t tropas dis-
·cipllnadas, es sobre todo cuando una 'guerra · de
·esta espeoie ofrece dificultades incalculables •,
-porque er que ataca tiene solo lm ejército' y sus
·conthrios cuentan. con otro 1 con un pueblo subl(?
vado · tm ma¡¡a ó en su mayo:r parte : 1.Hl pueblo
que de •todo fab11ica . a.rmas , y en que todOIJ cons-
·piran eontra él-; en el que los habitantes sin las
armas en 1la mano, se interesan en su ruina , y
la procuran por cuantos medios •están á su al-
cance. En este caso, el ejército invhsor no posee
·mas terreno que aqúel en que se iacampa , fuera
de cuyos)límites todo le es hostil, y halla multi-
plicadas á cada patO las dificultades ·que se le
oponen.
Estos inconvenientes llegan sobre todo á ser
insuperables; cuando el pais ·es naturalmente
muy cortado: cadill habitante armado conoce has-
ta los menores senderos y sus aveniuas; en to-
das partes encu~ntra un pariente , un hermano,
ó un amigo que le ayude; los gefes , conocien-
- r t .
/
])~ las guerras nacionales. 71
do igualmente el país , y sabiendo por instantes
los mas cortos movimientos del enemigo, pue-
~1~n tomar las mas eficaces providencias para
frustrar sus proyectos; mientl·as que el gefe con-
trario , privado de noticias , sin poder aventura1·
destaca:Qlentos ni descubiertas para adquirirlas, sin
otro apoyo que el de &us bayonetas, ni mas se·
j •
,
76 Capitulo l. = Art. 8.
formes y llamadas por el gobierno, regulariza-
sen la parte que las poblaciones debieran tomar
en las hostilidades, sin ponerlas á todas absolu-
tamente fuera del derecho de gentes, reduciendo
de este modo á justos límites la guerra de ex-
termínio?
Por mi parte respondería afirmativamente, y
aplicando este sistema misto á las cuestiones que
precerlen, afirmaría que cincuenta mil franceses
de tropas regulares apoyados por los guardias
nacionales del este, darían buena cuenta del ejér-
cito aleman que hubiera pasado los Vosges, por-
que tendria que diseminar la mitad de sus fuer-
zas en multitud de destacamentos , y al llegar
al Mosa ó al Argon mas de cien mil hombres so-
bre sí. Precisamente con ]a idea de llegar á este
justo medio, hemo~ éresentado como una má-
xima muy importante la necesidad de asegurar
al ejército buenas reservas nacionales que ofrez-
can la ventaja de disminuir las cargas durante ]a
paz, y asegurar la defensa en caso de guerra, y
que no es otro que el empleado por la Fraucia
en 1792, imitado por el Austria en 1809, y
por la Alemania entera en 181 3 , por lo que
no eran de esperar los infmitos ataques ·que se le
han dirigido. ·
Reasumo esta cuestion afirmando que sin ser
partidario de las utopías humanitarias ni menos
. un Condottieri, !'le debe apetecer que las guerras
(le exterminio sean desterradas del mundo civili-
De las guerras nacionales. 77
zado, y que las defensas ¡:>OplJlares hechas por me-
dio de milicias regularizadas y con buenas alian-
zas políticas sean suficientes en .lo succesivo para
asegurar la independencia de las naciones.
Como militar que prefiere la guerra noble y
leal al asesinato organizado, confieso que si fue- ·
ra necesario escoger , preferiría los buenos tiem-
pos en que las guardias francesas é inglesas se in-
vitaban cortesmente á hacer fuego las primeras,
como se verificó en Fontenoy, á la época espan-
tosa en que los curas, las mujeres y los mucha-
chos organizaban en todo el suelo español el ase-
sinato de los soldados aislados. Si esta opinion es
aun una blasfemia á los ojos del señor general R. .. ,
me consolaré sin embargo con facilidad, recono-
ciendo que entre ambos extremos hay un térmi-
no medio mas · conveniente para satisfacer todas
las necesidades, y que precisamente es el .siste-
ma que me ha atraido tan injustas "críticas.
73 Capitulo l.== Art. 9.
ARTÍCULO tt.
ARTÍCULO X.
''""''"
,
C A. P i T U L O 11.
DE LA POLÍTICA MILITAR,
6
FILOSOFIA DE LA GUERRA.
ARTÍCULO XI.
ARTÍCULO m.
•
94 Capitulo 11. = Art. 12.
tos, En general , una causa á que se tiene apego'
y un gefe que inspira confianza por victorias an-
teriores , son gr;mdes medios para electrizar á
un ejército y facilitar sus triunfos.
Algunos militares han negado las ventajas
del ent\'siasmo., y prefieren la , serenidad ~mper-
turbable en los combates . . Uno y Qtro tienen sus
ventajas y sus u1conv~nientes, que e8 imposible
dejar de conocer : el entusiasmo canduce á mas
brillantes acoiones, la dificultad consiste en sos-
tenerle constantemente; y cuando una tropa en-
tusiasmada se desanima , el desórden se introdu-
ce en ella mas rápidamente.
La mayor ó menor actividad y audacia en
los jefes de Jos ejércitos respectivos, es un ele-
mento de triunfos ó de desgracias , que no pue-
de sujetarse á reglas. Un gobierno y el jefe de
un ejército deben tomar en consideracion el va-
lor intrínseco de las tropas y su fuerza constitu-
tiva comparada con la del enemigo. Un general
ruso, mandando las tropas mejor constituidas de
Europa, puede emprenderlo todo en campo raso
contra masas desordenadas y sin disciplina , por
valientes que sean los hombres que las compon-
gan. La union constituye la fuerza , el órden pro-
duce la union , la disciplina proporciona el ór-
den; sin disciplina y sin órden no es posible lo-
grar ventajas. *
•
De diversas causas influyentes. 95
El mismo general ruso, con las propias tropas,
no podrá obtener ventajás contra ejércitos eur<>-
peos , si estos tienen una igual instruccion , y á
corta diferencia la misma disciplina que las su-
yas. En fin , puede intentarse contra un Mack
lo que no se in~ntaría delante de un Napoleon.
La accion el gobierno sobre los ejércitos
influye mucho tambien para la osadía en las em-
presas. Un general cuyo genio y cuyo brazo ' están
encadenados por un consejo áulico á doscieQtas
leguas del teatro de la guerra, luchará con des-
ventaja contra otro que tenga toda la libertad
para obrar.
En cuanto á la superioridad del saber en los
generales, no disputaremos que esta cualidad deje
de ser una de las prendas mas ciertas de la vic-
toria, sobre todo suponiéndose igualdad en t<>-
das las demas probabilidades. Se ha visto que mu-
chas veces han sido batidos grandes capitanes por
hombres medianos ; pero una excepcion no hace
regla. Una orden mal entendida, un aconteci-
miento fortuito pueden hacer que pasen al caro-
I. 7
98 Capítulo 11. = Art. 13.
• r
ARTÍCULO DII.
, '
campana.
La S.a, una disci.f'Iina severa sin -bajeza, Y,
1
De las intituciones militares. 99
un espíritu de subordinacion y de puntualidad
fundado en el convencimiento de los deberes de
todas las clases aun mas que en las formalida-
tles del servicio;
La 6. 3 ; un sistema bien combinado de re-
compensa!> para excitat la rioble emulacion.
La 7. 3 , una instniccion científica y prác-
tica en los individuos de las armas especiales de
ingenieros y a:i:tillería; .
La 8. , .una dota:cioii de arni.amento bien
3
/
De las instituciones militates. 1 O3
dispuestos para hacer la guerra como se debe , si
fuere necesaria, tanto por lo bien entendido de sus
instituciones , como por su previsora admini~tra
cion y la perfeccion de su sistema político-militar.
Si en tiempos ordinarios, bajo el imperio de
]as formas legales y constitucionales , los gobier-
nos sometidos á todas las vicisitudes ele las cáma-
ras eléctivas parecen menos propios para fundar
ú organizar una potencia militar temible , es ne-
cesario en cambio confesar, que en las grandes
crisis han ofrecido las cámaras deliberantes re-
sultados diferentes algunas veces, y que han con-
tribuido á dar mayor ostentacion á la fuerza na-
cional. No obstante, el corto número de ejem-
plos que ele esto nos preserita la historia, se re-
duce á casos de excepcion , en los cuales se vieron
asambleas violentas y tumultuosas puestas en la
necesidad de vencer para no sucumbir , aprove-
chándose de una extraordinaria exaltacion de los
ánimos para salvar á un tiempo el pais y sus ca-·
bezas por medio de las medidas mas horrorosas
y de una dictadura sin límites, que destruía todas
las garantías constitucionales á pretexto de defen-
derlas: esta usui·pacion del poder mas absoluto y
monstruoso , mucho mas que las formas de las
asambleas deliberantes, fué la verdadera causa
de la enerjía que desplegaban: lo que pasó en
la Convencían despues de la caída de Robes-.
pierre y del terrible Comité de salud pública lo
prueban tan bien como las cámaras de 1815 , y.
1 O4 Capítulo 11J. = Art. 21.
el levantamiento en masa de Portugal por la sim-
ple proclama de un consejo de regencia.
Si pues el poder dictatorial, concentrado en
pocas manos ' fué siempre una tabla de salvacion
en las grandes c'rísis, parece natural deducir ele
aqui que los paises gobernados por asambleas elec-
tivas deben ser, bajo el aspecto político y mili-
tar, menos fuert~s que las monarquías pura~, aun-
que bajo otros conceptos en lo interior ofrecen
ventajas incontestables.
Espero se disimulará que me exprese con
perplejidad, indicando solamente. el pro y contra,
sin presentar mi opinion concluyente ; porque
creo que no puedo extenderme mas sobre ma-
terias t;m delicadas sin aventurarme en una arena
tan agena del plan de mi obra como ele mi po-
sicion personal: me basta pues indicarlas para la
meditacion de los estadistas por si pueden servir·
les de algun provecho , y protestar aqui formal-
mente que no llevo la menor intencion de hacer
·alusion alguna á los sucesos de nuestros días,
pues solo deseo ofrecer estas verdades, qoe, aun-
que presentadas bajo formas conjeturales, no de-
jan de ser axiomas de todos los tiempos y paises.
Eri las épocas ele una lal'ga paz es mas nece-
sario que nunca velar en la conservacion de los
ejércitos , porque entonces es cuando pueden de-
generar mas fácilmente , considerando necesario
mantenerlos en buen espíritu y ejercitarlos en las
grandes maniobras; simulacros á ]a verdad muy
De las instituciones militares. 1 O5
incompletos de las guerras efectivas , pero que
indudablemente preparan las tropas para ellas.
No es menos interesante impedir el que cai-
gan las tropas en la molicie , ocupándolas en los
trabajos útiles á la defensa del pais.
El sistema de guarniciones de las tropas por
regimientos es uno de los peores que se pueden
seguir; la organizacion rusa y prusiana por divi-
siones y cuerpos de ejército permanentes pare-
ce muy preferible. El ejército ruso en general
podria ofrecerse hoy como modelo bajo muchos
conceptos; y si en algunos puntos lo que se prac-
tica en ellos sería inutil , y en otros inejecuta-
ble , debe confesarse que en general podrían adop-
tarse muchas instituciones buenas de las suyas.
En cuanto á las recompensas y adelantamien-
tos , es esencial proteger la antigüedad de , los
servicios abriendo una puerta al mérito ; las tres
cuartas partes de cada promocion deberían ser
segun el orden de escala , y la cuarta reserva-
da para los que se distinguiesen por su mérito
y su celo.
En tiempo de guerra , por el contrario, de-
heria suspenderse este' órden , ó reducirse á lo
menos al tercio de las promociones, dejando los
otros dos para las acciones brillantes y los servi-
cios bien p:~;obados.
La superioridad en el armamento puede au-
mentar las probabilidades de ventajas en la guer-
ra: pues s1 no gana las batallas , contribuye á
.
1 O~ Capítulo 1l. = Art. 13.
ello : recordaremos para probarlo , cuán á nesga
ª
estuvo de ser fl,Ulesta los franceses en las ba-
tallas de Eylau y Marengo su notable inferio-.
rida,d de artillería,
Tambien recordaremos lo que ganó la cab~
llería éle línea francesa adoptando la coraza , á
que se opu~ por mucho tiempo : en fin, nadie
ignora ]as ventaj~s de la lanza: los lanceros como
forrajeadores equivalen á los húsares; pero car-.
gando en línea son superiones : ¡cuántos va]ien.
tes han sido víctimas de la preocupacion de qu<.!
la lanza era menos útil que el sable!
El a,rmamento de los ejércitos es aun suscep--
tible de muchas mejoras; y el que tome la ini-
ciativa para conseguirlas, obtendrá grandes ven-
tajas. La artillería deja poco que desea•· ,. pero
las armas ofensivas y defensivas de l~ infantería
y caballería merecen la atencion de un gobierno
prevtsor.
Las invenciones que de veinte años á esta
parte se han verificado, nos anuncian una gran
revolucion en la organizacion , armamento y tác-
tica ~e los ejércitos. La estrategia es la que per-
manecerá como en los tiempos de los Scipiones
y de los Césares: sus principios han sido los mis-
mos en los de Federico, Pedro el grande y Na-
poleon, porque son independientes de la natura-
leza de las armas y de la organizacion de las
tropas.
Los medios de dcstrucci.on se perfeccionan
De las instituciones militares, ¡ O7
progresiva y maravillosamente : los cohetes á la
Congreve, cuya direccion , se dice , han llega-
do á perfeccionar los austriacos : los obuses á
la Schrapnell, que arrojan torrentes de metralla
al alcance de las balas; los fusiles de vapor d~
Perkins que lanzan tantas bal'!s c:;omo un bata~
llon, van probablemente á aumentar la carpice.:-
ría; como si las ~ecatombas ofrecidas en ~ylau,
en Borodino , en Leipzig y ~n W aterlÓQ no fue-
ran suficieptf!S paq diezmar las poblaciones eu-
ropeas.
Si los sobera:p.os no se reunen en congreso
para proscribir estas invenciones de muerte y
.destrucc:;ion , no qued~rá otro partido que tomar
que el de componer la p.lÍtad de los ejércitos de
caballería con corazas , para poder apo~erarse
con mas rapidez de todas estas máquinas~ y aun
la infanterÍfl {llisma tendrá que volver ~sus ar-
maduras de hierro 9e la edad media, sin las cua-
les qu~daria tendido sobre tierra un batallo:p. ~fl
tes de acercarse al enemigo.
Esperemos ver otra vez á la famosa gendar-
mería cubie:rta de hierro hasta e:p. sus mi~mos
caballos.
Interin lleg:~¡n estas circunstancias, a-pn no
realizadas por eventu?lid?des inesperada~ • es in- •
dudable que la artillería y toda la pirotecnia mor-
tífera han hecho progresos, que deben hacer con-
cebir la idea de modificar el órden profundo ele ,
_q ue Napoleon abusó , de cuya .materia volve-
1 O8 Capitulo 11. = Art. 13.
remos á tratar en el capítulo de la táctica.
Reasumamos en .fin brevemente las bases
esenciales de la política militar que debe adoptar
un gobierno prudente.
1. a D.ar al príncipe una educacion política y
militaD al mismo tiempo, p.ues mas bien h:illará
en sus consejos buenos administradores, que esta-
distas y militares, por lo que debe tratar de ser-.
lo él mismo. ·
2.a Si el príncipe no manda personalmente
sus ejércitos, el punto mas importante de sus obli-
gaciones y el mas privilegiado para sus intereses
será el de ser bien reemplazado , para confiar
la gloria de su reinado y la seguridad de su terri-
torio al general mas capaz de mandar sus ejércitos.
3. a No solo deberá mantenerse constante-
mente el ejército en un pie respetable de guer-
:ra ,. sino en dispoS'icion de aumentarle, en caso ne-
cesario, por reservas preparadas con prudencia.
Su instruccion y dio;ciplina deben estar en armo-
nía con su buena organizacion ; por último ; per-
feccionando el sistema de armamento, al menos
hasta igualar al del vecino, si no se le pudiese
superar.
4:a El material debe procuratse asimismo
COnServarle en el ·m ejor pie y con las reservas
tambien necesarias : 'adoptando las invenciones é·
innovaciones ,útiles que adopten los pueblos ve-
cinos, sin consideracion á las pequeñeces del amor
nropio nacional.
D(( las inst.itucioncs militares. ~ 9?
, ., 5..~ Es de la mayor importancia la protec-
ci9n y las recompensas del estudio de las ciencias
' militares, qel valor y a el celo. Los cuerpos q~~e
por institnto poseen estas ciencias deben ser e&ti:-
mados y distinguidos. Este es el único medio de
reunir en ellos á los hombres de m~rito y de
;ngemo.
6. a El cuerpo del Estado M~yor general de-
berá ocuparse en tiempo de paz ~ la reunion d~
los trabajos necesarios para todas las vicisitud~~ ,
posibles de la guena. Sus archivos c}eben conte-
ner caudal abundante de materiales históricos d~
todo lo pasado' con los documentos estadísticos,
geográficos, topográficos y estratégicos de lo pre-
sente y lo futuro. Es pues esencial que el gefe qi~
rector de este cuerpo , con una seccion .de gefes
y oficiales, tenga su permanencia en la capital,
especialmente en tiempo de paz, y que -el de-
pósito de la guerra sea el verdadero depósito del
Estado Mayo¡· general, organizado con una sec-
cion secreta en que se conserven los documen-
tos que deban reservarse á los oficiale~ subalter-
nos del cuerpo. ;. a l'
J
ARTÍCULO XIV•
/
Del mando de lós ejcrcitos. 11 7
dad, basta recordar los ejemplos mas recten-
tes que hemos tenido en los de Luis XIV y
Luis XV. El mérito del príncipe Eugenio, medi-
do por su talla contrahecha, condujo á este gran ca-
pitan, el mayor de su tiempo, á las filas enemigas;
y despues de la muerte de Louvois, se vió á Ta-
llard, Marsin y Villeroi succeder á Turena , Con-
dé y Luxemburgo; y mas adelante á un Soubise y
á un Clermont succeder al mariscal de Sajonia.
Desde las elecciones perfumadas hechas en los ga-
binetes de la Pompadour. y de la Dubarry, hasta
la pasion de Napoleon por los valientes, hay mu-
chos escalones de diferente naturaleza que recor-
rer, y el campo es bastante ancho para ofre-
cer á un gobierno medianamente ilustrado todos
los medios de hacer nombramientos racionales:
pero en todos tiempos influirán las debilidades
humanas de un modo ó de otro, y la astucia ó
la flexibilidad podrán siempre mas que el mérito
tímido ó modesto que espera á que se le emplee.
Prescindiendo de todas estas consideraciones
hijas de la naturaleza del corazon humano, es pre-
ciso conocer hasta qué punto son dificultosas las
elecciones, aun para los gobernantes que mas ar-
dientemente desean el bien. Para escoger un ge-
neral hábil es necesario ser militar , y estar en es-
tado de juzgar por sí mi&.Illo, sin atenerse á infor-
mes agenos, lo que necesariamente hace caer en el
inconveniente de las intrigas. Es sin duda menor
la dificultad cuando se tiene á la mano un gene·
11.8 Capítulo. JI.= Art. 14.
ral célebre por sus muchas victorias; pero, acle-
mas de que todo general no es un gran capitan
por haber ganado una batalla (testigos Jourdan,
Scherer y otros muchos), no siempre un gobierno
puede disponer de un general victorioso. Des-
pues de una larga época de paz podrá suceder
que ningun general europeo haya mandado en
gefe ; en cuyo caso será difícil saber la razon
de ]a preferencia de un general sobre otro: los
que por largos servicios en paz sean los prime-
ros en la escala, y tengan el grado que se requie-
re para mandar en gefe, ¿ serán siempre los mas
capaces de hacerlo?
Ademas de esto, las relaciones inmediatas
del gefe de un estado con sus súbditos son tan
raras y pasajeras, que no es de extrañar la difi-
cultad que ofrece la colocacion de los hombres
en su respectivo lugar. Seducido el príncipe por
las apariencias, será sorprendido algunas veces,
y con los mejores deseos podrá engañarse en sus
elecciones , sin que pueda culpársele por esto.
Parece que uno de los medios mas seguros
<.le evitar estas equivocaciones, seria el de reali-
'Zar la belJa ficcion de, Fenelon en su Telémaco,
·buscando un fiel, sincero y generoso Filocles, que,
·colocado entre el príncipe y todos los aspirantes
·al mando , pudiese por sus relaciones mas direc-
tas con el público ilustrar al monarca sobre la
eleccion de los individuos mas recomendables por
sus talentos y carácter. Pero este amigo fiel ¿ no
Del mando de los ejércitos. 119
cederá jamas á las afecciones personales? ¿Sabrá
escudarse contra las prevenciones? ¿ No fué
Souwaroff desechado por Potemkin á causa de su
contextura, y se necesitó toda la habilidaJ de Ca-
talina para que se diese un regimiento al hombre
que clespues contribuyó tanto al brillo ele sus
armas?
Se ha creído que , consultando la opinion
pública sobre la materia, se tendría la mejor
guia; nada es mas aventurado que esto : ¿la opi-
nion pública no hizo un César á Dumouriez que
no entendia nada de la guerra en grande? La
misma ¿habria puesto á Bonaparte á la cabeza
(lel ejército de Italia, cuando no le conocían si-
no los dos directores? Sin embargo, es necesario
conocer que si esta opinion no es infalible, tam-
,poco se debe despreciar, sobre todo cuando so-
brevive á grandes crísis y á la experiencia de
los acontecimientos.
Las cualidades mas esenciales del general de
un ejército serán siempre: alto cardcter ó valor
moral, que es el que conduce á las grandes reso-
lucionP-s, y sangre fria ó valor fisico que domine
los peligros. El saber ocupa el tercer lugar, pero
es un auxiliar poderoso, siendo necesario estar
ciego para negarlo; finalmente, como ya dejo di-
cho, no se debe entender por esto una grande
crudicion; basta saber poco pero bien, y sobre
todo penetrarse mu.cho de los principios regula-
dores. Á todas estas cualidades se agregarán las
12 O Capitulo 1l. = Art. 14.
del carácter personal , 1111 tiombre valiente, justo,
firme , equitativo, que Sflb~ ~preciar el mérito
ageno siq que le ipfund¡¡ celos , y diestro en ha-
c~rle contribuir á ilU propiª glori~ , será siempre
lln buen general, ,y ~un podrá pasar por un
grande hombre. Esta propension á hacer justicia
al mérito ageno es por desgracia cualidad poco
comun : los tale11tos medi~nos sqn ~iempre celo-
sos, y se inc~Í!lan á rodearse mal, temiendo tia-
cer en ~1 mundo el p~pel de hombres guiados por
otros, ~in comprender qu~ ~l que está á 1~ ca-
l?eza de los ejérc\to~ se lleva siempre la gloria
~si entera de los triunfos, <}un cu~mdq haya te-
I1ido la menor parte en ellos1
Mllcho se ha agitado la cu~tipn de si debería
preferirse al general acostumbrado por una larga
experi~ncia á mand<lr tropa~~ á los generales pro-
cedentes de los estados mayores ó cuerpos facul-
tativos, poco ~costumbrados á manejar soldados.
Es incontestable que la guerra en grande es una
ciencia absolutamente diferente, y que se pueden
combinar muy bien las pperaciones sin \laber
conducido por sí mismo t¡n regimiento al ene-
JUigo. Pedro e] Grande, Condé, FedericO y Na-
poleon lo prueban. No es posible negar que un
hombre procedente de los estados mayores pue-
de llegar á ser un gran capitan; mas, no porque
haya encanecido ·desempeñando las funciones de
cuartel-maestre tendrá capacidad ~ra el mando
supremo ; podrá tenerla, pero será porque na tu-
Del rnando de los ejércitos. 121
ralmente posea el genio de la guerra y el carác-
te~ necesario : asi como un general procedente
de las filas de infantería ó caballería puede ser
tan á propósito como el mas consumado táctico.
La cuestion parece difícil de resolver de un
modo absoluto, y en este punto creo que es ne-
cesario contraerse á las individualidades. Para
adoptar una solucion racional será necesario ele-
gir un justo medio, y reconocer, que:::::
Un general procedente del estado mayor, de'
la artillería ó de ingenieros, que haya mandado
tambien una division ó un cuerpo de ejército,
tendrá, en igualdad de circunstancias , una supe-
rioridad positiva sobre el que no conozca mas
que el servicio ele una arma ó cuerpo especial.
Un general que baya meditado por sí mis-
mo sobre la guerra será igualmente propio para
el mando.
El de carácter firme tiene la preferencia so-
bre todas las cualidades requeridas para un ge-
neral en gefe.
En fin , la reunion de una sábia teoría con
un carácter propio para el mando, constituirán
el gran capitan.
/
128 Capitulo 11. = Art. 15.
ARTÍCULO XV.
,..
•
132 Capitulo ll.=Art. 15.
No basta inspirar el espíritu militar á los
pueblos ; es necesario fomentarlo tambien en el
ejército. ¿De qué serviria en efecto, que se apre-
ciase el uniforme por el ciudadano , y se mirase
como una obligacion cívica, si no se cultivaban
bajo las banderas todas las virtudes guerreras?
Tan crecida milicia carecería de valor.
La exa]tacion moral de un ejército y el espí-
ritu militar son dos cosas bien diferentes , que no
deben confundirse; y que sin embargo producen
el núsmo efecto. La primera , ya hemos dicho, es
resultado de pasiones pasajeFas, por opiniones po-
líticas ó religiosas, como de un grande amor á
la patria , mientras que pudiéndose inspirar el es-
píritu militar por la habilidad de los jefes y las
buenas instituciones , pende menos de las circuns-
tancias, es mas permanente, y por tanto debe ser
obra de un gobierno previsor. *
Que el valor sea recompensado y distinguido:
respetado el carácter de los empleos, y la discipli-
na imbuida en los sentimientos y convicciones
aun mas que en las formas , es lo que conviene.
La oficialidad y los cuadros en general de-
ben llegar á convencerse de que la ¡·esignacion,
el valor y el celo por el cumplimiento de las re~
pectivas obligaciones , son virtudes sin 1as cuales
1
DE LA ESTRATEGIA.
Capitulo 111.
Ademas de estas combinaciones que entran
principalmente conio ,datos para el plan general
en las primeras operaciones de la campaña, hay
otras Iliistas que participan de la estrategia en
cuanto á la direccion que se les ha de dar, y de
la táctica por la parte ejecutiva, como los pasos
de los.ríos , rétiradas, cuarteles de invierno, sor-
presas, desembarcos, grandes convoyes , &c.
La segunda part:e indicada es la táctica su...!
blime, esto es,; las maniobras de un ejército en
el campo de batalla , y las diferentes formacio-
nes para conducir las tropa!! al ata<¡ue.
La tercera es la logistica ó el arte prácti-
co de mover los ejét'citos, los pormenores ma..:
teriale8 de las marchas y formaciones, y ei esta-
blecimiento de los campamentos y acantohamien-
toé ~in atrincherar; en una palabra, la ejecucion
de las combinaciones de la estrategia y de la
táctica •súblime. ·
Muchas controversia~! frívolas se liari susci.:.
tado·para det~na'r de un tnodo aBsoluto la lí-
nea ·div:isiJria que ~·separa 'estos distintos ramos
de la' :ciencia : ·yo ·be dicho que la estr~tegia,
es ·el ¡ltté dtl hacer· la guerra sobre el mapa,
ó el de ' al;>razár todo!·el teatro de ella ; que hi
táctica , es el de ·pelear· en ·d terrerio donde se. ve-
rifique el Choque, ·de· colocar en él la~ fu~rza!! se-
t
gun las lócali~dea , de pone'rlas en acción sobre
diver,sos 'puntOs de'l ,¿8mpO de•batalla, tsto ·es', en
liD. espa<:io de cuatro ó cinco l~gua!t, de rnbdo que
Definicion de la estratrgia. 145
todos los cuerpos que operan , puedan recibir ór-
denes, y ejecutarlas . durante la accion; y final-
mente, que la logística no es en el fondo otra
cosa que la ciencia para prep~rar la seguridad de
la aplicacion de las otras dos. Se ha criticado mi
definicion, sin sustituirle otra mejor; es verdad
que se han decidido muchas batallas por movi-
mientos estratégicos, que no han sido mas que
una série de movimientos de igual clase; pero
nunca ha tenido efecto sino contra ejércitos en
dispersion , lo que forma caso excepcional ; y por
tanto, no aplicándose la definicion sino á las ba-
tallas ordenadas, no carece de exactitud *.
Asi es que independientemente de las me-
didas de ejecucion local que son de su incum-
bencia, la táctica sublime, segun mi opinion,
comprenderá los objetos siguientes:
1.0 La eleccion de posiciones y líneas de
batalla defensivas.
2. 0 La defensa ofensiva en el combate.
3. 0 Los diferentes órdenes de batalla ó gran-
des maniobras propias para atacar una línea ene-
Imga.
rxuoo
ARTÍCULO XVI.
. ...
.. "'""''
JJel sistema de operaciones.
ARTÍCULO XVU.
l. 11
162 CnpitLdo lll.=Art. 18.
ARTÍCULO XVJU.
•
170 Capitulo 1//. =Art. 18.
porque la mayor wentaja de una base perpendi-
cular , resulta precisamente de que fo.rma este sa-
liente que toma de revés una parte del teatro de
1
los operacioHes. Ademas la poses~on de una base
de .dos frentes no obliga de ninguna manera á
ocuparlos ambos con fuerzas , pues hasta con solo
tener sobre uno dé ellos algunos puntos fortifi-
cados, y m1 pequeño cuerpo de observ'acion, mien-
tras que se marcha con . todo el peso de las fuer-
zas al otro frente , como se verificó en las· cam-
pañas de 18 OO y 18 ·o6. El ángulo tasi recto
formado por el Rhin desde CQnstanza á _Basilea,
y desde este punto á Kehl, ofrecieron al general
Moreau una_ hase paralela y otra perpendicular á
la de su antagonista. Hizo avanzar dos divisiones
por su izquierda sobre la primera de estas bases
hácia Kehl ; para llamar·'la ateucion del enemigo,
entre tanto' que él desfiló con nueve divisiones so-
bre la extremi.<lad del frente perpendicular del
lado de Schaflbouse, lo cual le condujo en poeas
marchas hasta las puertas de Augshourgo , des-
pues de habérsele reunido las dos divisiones des-
tacadas.
Napoleon tenia tamhien en 18 O6 la doble
base del Mein y del Rhin , formando casi m1
ángulo recto entrante; se contentó con dejar á
Mortier sobre el frente paralelo , esto es , sobre
el Rhin, al paso que con toda la masa de sus
fuerzas ganaba la extremidad del frente pcl]Jen-
dicular, y se adelanta ha de este mOdo hácia los
,
De .las bases de operaciones. 1 71
prusianos en Gera y Namnbu11go sobre su línea de
retirada.
Si tantos hechos imponentes prueban que la
hase de dos frentes , una de las cuales sea con
corta diferencia perpendicular á la del enemigo,
son las mejores , es menestel' reconocer tambien
que, en el caso en que se careciese de una base
semejante , !le prodria suplir en parte , por u9
cambio de frente estratégico , como se verá en el
artículo 20,
/
De las bases de operaciones. 1 73
hallaría separado r cortado si se cometiese <la
grave falta de apoyarse én ·el mar. · ''
Una potencia insular ob~·ando en el conti-
nente debe hacet natn.ralmense el ·cálculo dia-
metralmente opuesto, y esto ·para aplicar in 'em-
bargo el mismo axioma', 'q ue presctibe 'á' cada
uno el buscar su basé sobre los puntos' eri q'ue pué-
de estar sostenido por todós sus recitrsos de guer-
ra , y IUillar al mismo tiempo en ello u;,· asflo
• J f.
c~erto.
1
1 'J ~· ; ,, ' ) ,
ARTÍCULO
,,
De los puntos y lineas estratégicas, ck los puntos.
ckciswos .d el teatro de la guerra, y de los obje-
tivos de operaciones.