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​ Una aplicación cuestionable del principio

de razonabilidad
por JUAN CIANCIARDO
14 de Marzo de 2002
REVISTA LA LEY pág. 1
LA LEY S.A.E. e I.
Id SAIJ: DACF020011
TEMA
Emergencia financiera, depósito bancario, reordenamiento del sistema financiero, indisponibilidad
de los depósitos, derecho de propiedad, declaración de inconstitucionalidad, razonabilidad
TEXTO
UNA APLICACIÓN CUESTIONABLE DEL PRINCIPIO DE RAZONABILIDAD
INTRODUCCIÓN En este trabajo se examinará el fallo "Smith" mediante el cual la Corte
Suprema declaró la inconstitucionalidad del llamado "corralito". Se trata de una sentencia que sin
dudas será estudiada durante muchos años, tal como ocurre actualmente en la mayoría de los fallos
en los que nuestro Máximo Tribunal se expidió acerca de la constitucionalidad de medidas
dictadas con la finalidad de superar emergencias económicas más o menos intensas, por las que
nuestro país fue transitando a lo largo de prácticamente toda su historia. Sirvan como ejemplo las
sentencias "Hileret y Rodríguez c/ Provincia de Tucumán" (2) , "Ercolano c/ Lanteri de Renshaw"
(3) , "Avico c/ De la Pesa" (4), "Pedro Inchauspe y Hnos. c/ Junta Nacional de Carnes" (5), "Cine
Callao" (6), o "Peralta" (7). El fallo se analizará desde la perspectiva que proporciona el principio
de razonabilidad. No podía ser de otro modo, teniendo en cuenta que estaba en juego la
constitucionalidad de una serie de normas restrictivas del derecho de propiedad y que la propia
Corte Suprema centró su argumentación en él. La exposición se dividirá del siguiente modo: en
primer lugar se describirán los hechos del caso (§ 1), para pasar en segundo término a los
argumentos de la mayoría del tribunal y del voto del juez Fayt (§ 2). En tercer lugar se llevará a
cabo una crítica de la sentencia, subdividida en dos epígrafes. Se tratarán, sucesivamente, el
concepto de razonabilidad (§ 3.1.), y la aplicación que se hizo de él en este caso (§ 3.2.).
1. LOS HECHOS DEL CASO El decreto 1570/01 estableció, en su art. 2, inc. a), la prohibición de
"los retiros en efectivo que superen los pesos doscientos cincuenta ($250) o dólares
estadounidenses doscientos cincuenta (U$S 250), por semana, por parte del titular, o de los
titulares que actúen en forma conjunta o indistinta, del total de sus cuentas en cada entidad
financiera". El Sr. Carlos Smith planteó, en los autos principales de este expediente, la
inconstitucionalidad de esa norma porque al impedirle disponer de la totalidad de los depósitos de
los cuales era titular en el Banco de Galicia y Buenos Aires S. A. contrariaba el art. 17 de la
Constitución Nacional y la ley 25466 de intangibilidad de los depósitos (8). El Juzgado Federal de
Primera Instancia de la Ciudad de Corrientes dispuso como medida cautelar la devolución, a su
vencimiento y por el total, de los depósitos a plazo fijo del actor. Como consecuencia de ello, el
demandado solicitó la intervención de la Corte Suprema en los términos del art. 195 bis del
Código Procesal Civil y Comercial de la Nación. El Máximo Tribunal confirió legitimación al
actor y tuvo por interpuesto el recurso con los efectos suspensivos previstos por la norma
mencionada (9). Nos encontramos, por tanto, en un proceso cautelar. La Corte, sin embargo, entró
a tratar el fondo, por considerar que: "de la lectura del fallo recurrido se desprende que la medida
cautelar requerida y ordenada por el juzgador coincide con el objeto de la demanda, por lo que la
resolución que declaró su viabilidad constituye un anticipo de jurisdicción e implica, por tanto, el
juzgamiento del fondo del asunto" (10).
2. LA DECISIÓN DE LA CORTE La Corte resolvió desestimar el recurso interpuesto. Votó en
dos grupos. La mayoría estuvo compuesta por los jueces Nazareno, Moliné O´Connor, Fayt,
Boggiano, López y Vázquez. El juez Fayt se expresó por su voto. Se abstuvieron, finalmente, los
jueces Belluscio, Petracchi y Bossert (11).
2.1. LA DECISIÓN DE LA MAYORÍA La mayoría del Tribunal, tras reseñar la normativa en
juego (12), expuso los principios con los que juzgaría el caso (13): a) "las razones de oportunidad,
mérito o conveniencia tenidas en cuenta por los otros poderes del Estado para adoptar decisiones
que les son propias no están sujetas al control judicial" (14); b) "todo lo relativo al ejercicio de las
facultades privativas de los órganos de gobierno queda, en principio excluido de la revisión
judicial. Ello no obsta a que se despliegue con todo vigor el ejercicio del control constitucional de
la razonabilidad de las leyes y de los actos administrativos" (15); c) en situaciones de crisis
económicas, se justifica el dictado de normas de emergencia, cuyo fundamento "es la necesidad de
poner fin o remediar situaciones de gravedad que obligan a intervenir en el orden patrimonial,
como una forma de hacer posible el cumplimiento de las obligaciones, a la vez que, atenuar su
gravitación negativa sobre el orden económico e institucional y la sociedad en su conjunto". Por
ello, "el Tribunal ha reconocido la constitucionalidad de las leyes que suspenden temporaria y
razonablemente los efectos de los contratos como los de las sentencias firmes, siempre que no se
altere la sustancia de unos y otras" (16); d) las restricciones al ejercicio de los derechos
mencionadas en el punto anterior deben ser razonables, limitadas en el tiempo, un remedio y no
una mutación en la sustancia o esencia del derecho adquirido por sentencia o contrato, y está
sometida al control jurisdiccional de constitucionalidad, toda vez que la emergencia, a diferencia
del estado de sitio, no suspende las garantías constitucionales (17). Sobre estas bases, la Corte se
dirige a establecer "si la restricción impuesta por el decreto originariamente cuestionado con los
alcances actualmente definidos por la resolución 23/2002 del Ministerio de Economía, resulta o no
un ejercicio razonable de las facultades del Estado frente a la situación de grave crisis global
económica y financiera" (18). El Tribunal concluye, como se anticipó, con una respuesta negativa.
Los argumentos que, a criterio de la mayoría, fundamentan esa decisión son dos: a) La legislación
cuestionada violaría el principio de razonabilidad. Esta es la razón principal que conduce a la
Corte a decidir como lo hizo. Se subdivide, a su vez, en las tres direcciones siguientes. En primer
lugar, "El derecho a disponer libremente de los fondos invertidos o depositados en entidades
bancarias y financieras se sustenta, con independencia de los principios legales que puedan
reconocerlo, en los principios de la ley Fundamental; y no es dudoso que condicionar o limitar ese
derecho afecta a la intangibilidad del patrimonio y obsta el propósito de afianzar la justicia. Tal
afectación de los mentados principios constitucionales, dada la gravedad que reviste y la ausencia
de razones decisivas que justifiquen la exigencia legal que la provoca, no puede entenderse como
fruto de una reglamentación razonable de tales principios, ni encuentra respaldo, por ende, en el
art. 28 de la Carta Magna" (19). Por otra parte, como complemento de lo anterior, "el actor ha sido
víctima de la vulneración de su patrimonio, toda vez que la constitución de sus depósitos había
sido efectuada bajo la vigencia de un régimen que garantizaba su inalterabilidad. Tal garantía,
además, se había visto recientemente reforzada mediante las disposiciones de la ley 25466 que,
con carácter de orden público, consagró la intangibilidad de los depósitos, definiendo tal
intangibilidad como la imposibilidad por parte del Estado de alterar las condiciones pactadas entre
los depositantes y la entidad financiera, así como la prohibición de canjearlos por diferentes
activos del Estado Nacional, de prorrogar su pago, o de reestructurar su vencimiento (arts. 1 a 4),
circunstancias que exceden en mucho las que se presentaron por cierto en la causa "Peralta" (...).
Ante ese cuadro de situación, tanto las restricciones impuestas por el decreto 1570/01 y sus
posteriores reglamentaciones, como por la ley 25561 de Emergencia Pública, en cuanto suspende
la aplicación de la referida ley de intangibilidad (art. 15), han provocado una incuestionable
modificación de las condiciones y presupuestos tenidos en mira por ahorristas e inversores al
tiempo de efectuar sus operaciones bancarias lo que apareja un evidente desconocimiento de sus
derechos adquiridos y, por consiguiente, una profunda e injustificada lesión a su derecho de
propiedad" (20). En tercer lugar, según la mayoría de la Corte, "la restricción imperante en
relación con los depósitos bancarios adolece de irrazonabilidad toda vez que no se advierte la
proporcionalidad entre el medio elegido y el fin propuesto con su implementación para conjurar la
crisis ya que no significa una simple limitación a la propiedad sino que, agregada al resto de las
medidas adoptadas, coadyuda a su privación y aniquilamiento" (21). b) El segundo argumento de
la Corte es que "las sucesivas reglamentaciones aludidas han excedido el marco de la delegación
imponiendo condicionamientos y restricciones a la libre disposición de la propiedad privada de los
particulares en abierta violación de las normas constitucionales mencionadas" (22).
2.2. EL VOTO DEL JUEZ FAYT Los primeros siete considerandos del voto del juez Fayt son
idénticos a los del voto mayoritario. A partir de ahí, el voto se dirige a confrontar las
características de este caso con las del caso "Peralta". Según Fayt, teniendo en cuenta lo decidido
en este último precedente, "las disposiciones cuestionadas en el sub judice no pueden reputarse
compatibles con la Constitución Nacional". Fayt sostiene, sin fundamentar mucho más, que "(...)
contrariamente a lo que ocurría en Fallos 313:1513, no se preserva sino que se destruye "el valor...
de la moneda" que "es lo que interesa y no puede perderse de vista sin riesgo de incurrir en
conclusiones equivocadas"" (23).
3. CRÍTICA DE LA SENTENCIA DE LA CORTE El análisis del segundo argumento empleado
por la Corte será necesariamente breve. Tal como surge de la transcripción hecha más arriba, el
Tribunal se limita meramente a enunciar que se ha excedido el marco de la delegación, pero no
justifica su afirmación. Se trata, por tanto, de un argumento aparente, que cae por su propio peso.
Merece un examen más detenido, en cambio, la aplicación que la Corte ha hecho del principio de
razonabilidad. Antes de entrar a analizarla cabe decir, con carácter general, que la lectura del fallo
deja la sensación de que la Corte no acaba de expresar las razones que la condujeron a decidir
como lo hizo: el lector se topa con un conjunto de argumentaciones que no pasan de una pura
retórica generalista, sin mayores precisiones ni distinciones. Esto último justifica que la crítica de
la utilización que se ha hecho del principio de razonabilidad pueda ser dividida en dos partes:
habrá que examinar lo que la Corte dijo en el fallo, y también lo que omitió considerar. Con
carácter previo, se explicará en qué consiste el principio de razonabilidad.
3.1. EL PRINCIPIO DE RAZONABILIDAD El principio de razonabilidad es una herramienta del
control de la constitucionalidad de las leyes que hunde sus raíces en la Carta Magna impuesta por
los nobles ingleses al Rey Juan Sin Tierra en 1215. Su actual perfil es el resultado de una larga
jurisprudencia de diversísimos tribunales con jurisdicción constitucional: se lo aplica en Estados
Unidos, Alemania, España, Italia, y en la práctica totalidad de los países occidentales. El principio
prescribe, básicamente, que los jueces deben declarar la inconstitucionalidad de aquellas leyes que
regulen de un modo irrazonable los derechos constitucionales. Se trata de un "concepto jurídico
indeterminado", es decir, de un concepto amplio cuyo significado preciso se determina caso por
caso, en el momento de su utilización (24). La razonabilidad se despliega en tres subprincipios: el
de adecuación, el de necesidad y el de razonabilidad en sentido estricto. El primer subprincipio es
el de adecuación, el cual establece que la norma reguladora de un derecho fundamental sea
adecuada o idónea para el logro del fin que se busca alcanzar mediante su dictado. Es decir,
establecido el fin que busca el legislador y el medio que emplea, debe verificarse que este último
resulta apto para el logro del primero (25). Presupuesto el test de adecuación, el subprincipio de
necesidad prescribe que el legislador escoja de entre los medios idóneos para el logro del fin que
procura aquel que resulte menos restrictivo de los derechos fundamentales involucrados. Tiene
lugar, como se ve, un juicio de comparación entre el medio elegido por el legislador y otros
medios hipotéticos que hubiera podido elegir. La medida legislativa superará el subprincipio de
necesidad sólo si es la menos restrictiva de los derechos fundamentales en juego. Nuestra Corte ha
sostenido históricamente que no debe aplicar este subprincipio (26). Una vez establecida la
adecuación y necesidad de la medida legislativa, se debe determinar si es razonable stricto sensu.
La definición de este tercer juicio no ofrece disputas en la doctrina y en la jurisprudencia: consiste
en establecer si la medida guarda una relación razonable con el fin que se procura alcanzar (27).
Esta coincidencia inicial no evita, por la generalidad del concepto, las disidencias al momento de
precisar en qué consiste una "relación razonable". La posición dominante concreta el juicio en un
balanceo entre las ventajas y las desventajas de la medida (28). Con expresión ilustrativa, se habla
en el derecho francés de "balance entre costos y beneficios" (29). También en el Derecho español
tanto la jurisprudencia del TC como la doctrina han llegado a una conceptualización similar (30).
Por ejemplo, se ha sostenido en la STC 66/1995 que una restricción de un derecho fundamental es
proporcionada stricto sensu si es "ponderada o equilibrada por derivarse de ella más beneficios o
ventajas para el interés general que perjuicios sobre otros bienes o valores en conflicto" (31).
Desde mi perspectiva, tal como he expresado en otra ocasión (32), el juicio de proporcionalidad en
sentido estricto tiene una dimensión más: la de la inalterabilidad. Dimensión esta que ha sido
reconocida, de modo implícito, por la propia Corte Suprema. Desde esta posición, la razonabilidad
de una medida presupone dos cosas: a) que la medida no altera el contenido del derecho
fundamental involucrado; y b) que la medida no alteradora restringe las normas iusfundamentales
en un grado tolerable teniendo en cuenta la importancia del fin perseguido. Surgen, entonces, dos
modos de irrazonabilidad: a la posibilidad (1) la he llamado desproporcionalidad o irrazonabilidad
por alteración; y a la (2), desproporcionalidad por injustificación. El olvido del primer modo de
irrazonabilidad supondría, entre otras cosas, la pérdida de sentido del propio principio de
razonabilidad o proporcionalidad y, en última instancia, de los derechos constitucionales como
instancia indisponible, puesto que sería suficiente encontrar un fin elevado y un medio inocuo en
relación con el peligro que se intenta conjurar para justificar la violación del contenido esencial de
un derecho (33), y hacer de la razonabilidad un criterio meramente formal (34).
3.2. LA APLICACIÓN DEL PRINCIPIO DE RAZONABILIDAD AL CASO "SMITH" Nuestra
Corte Suprema ha hecho un uso generoso del principio de razonabilidad a lo largo de toda su
historia. En el caso argentino, por imperio del artículo 28 de la Constitución Nacional,
irrazonabilidad en sentido estricto equivale a "alteración" de los derechos afectados por la ley que
se examina. Es decir, una ley será irrazonable, y por tanto inconstitucional, si "altera" los derechos
humanos que se encuentran involucrados en ella. Lo anterior explica por qué la Corte se refiere de
modo constante al principio de razonabilidad en la sentencia "Smith". Nuestro Máximo Tribunal
debía analizar si el decreto 1570/01 y las normas posteriormente dictadas por el Congreso y el
Poder Ejecutivo regulaban de un modo irrazonable ("alteraban") los derechos de los afectados por
ellas (sobre todo, el derecho de propiedad). La Corte, por tanto, utilizó una herramienta técnica
idónea para resolver el caso, tal como hubiera hecho cualquier tribunal con jurisdicción
constitucional del mundo. La aplicación que hizo de la razonabilidad, sin embargo, fue, a mi
juicio, errónea. Veamos por qué: a) Crítica de los argumentos dados por la Corte para justificar la
irrazonabilidad de las normas en juego Como se explicó más arriba, la Corte justificó la
irrazonabilidad de las normas cuestionadas con tres argumentos: a) la apoyatura en los principios
constitucionales del "derecho a disponer libremente de los fondos invertidos o depositados en
entidades bancarias y financieras" (35); b) las normas violarían un derecho adquirido por los
ahorristas a partir de la sanción de la 25466: la intangibilidad de sus depósitos; c) no existe
proporcionalidad entre el medio elegido (las restricciones sobre los depósitos) y el fin propuesto
(conjurar la crisis). Respecto de lo primero, corresponde puntualizar lo siguiente: el "derecho a
disponer libremente de los fondos invertidos o depositados en entidades bancarias y financieras"
no es, como podría inferirse de lo afirmado por la Corte, un derecho constitucional. Su fuente
directa no es la Constitución sino los contratos celebrados entre los bancos y sus clientes. En rigor,
el derecho de propiedad es un derecho constitucional de características peculiares. No puede
entenderse que la fuente de las determinaciones concretas de este derecho sea directamente la
Constitución o, en clave iusnaturalista, la naturaleza humana. No existe, en otros términos, un
derecho humano a la propiedad de tal o cual bien. Existen esos derechos, pero la fuente de su
juridicidad no es la Constitución ni la naturaleza, sino la ley positiva del Estado o los acuerdos
privados de los particulares. Con el resto de los derechos constitucionales las cosas son diferentes.
Piénsese, por ejemplo, en el derecho a la intimidad. Su fuente no es el contrato, ni la ley
infraconstitucional, sino la Constitución misma. En el caso de la propiedad, lo único que la
Constitución garantiza en sentido fuerte es el dominio de los bienes que sean necesarios para un
desarrollo digno de la personalidad. La concreción de esa exigencia genérica, repito, es obra de la
legislación infraconstitucional y de los acuerdos particulares, y se remite, claro está, a aquella
exigencia constitucional, tanto como a otras exigencias constitucionales. Téngase presente, por
caso, que en la Constitución Española el derecho de propiedad no se encuentra dentro del catálogo
de derechos fundamentales. El alcance de la expresión "vida digna" depende, en buena medida, de
las circunstancias concretas del caso: no es lo mismo una época histórica que otra (el concepto de
lo que era una "vida digna" en la Edad de Piedra difiere evidentemente, del que se tiene hoy), y no
puede confundirse una situación de normalidad con una de caos generalizado. A la luz de lo
expuesto se comprende que el Estado tenga la facultad de regular los acuerdos particulares que
dan origen a las determinaciones concretas del derecho de propiedad con mayor profundidad que
si se trataran de derechos de fuente constitucional directa. Esto no equivale a dar rienda suelta a
cualquier legislación estatal, pero sí que coloca las cosas en su justo sitio: lo que pertenece a la
Constitución dentro de ella y lo que no, fuera. Lo contrario supondría una extralimitación del
proceso que se ha denominado "de constitucionalización progresiva del Derecho" (36), con
consecuencias nocivas para el sistema jurídico (una de ellas es el desborde de la jurisdicción
constitucional). A lo anterior hay que sumar la situación de emergencia en que se encuentra el país
al momento del dictado de las normas cuestionadas y de la sentencia, que la Corte parece
considerar un hecho notorio, con razón. Lo primero y esto último permiten relativizar fuertemente
el impacto del segundo argumento expuesto en el voto de la mayoría en la sentencia "Smith",
quizá el único con cierto peso de todo el fallo: el dictado de la ley de intangibilidad de los
depósitos con carácter previo a la legislación examinada. En efecto, en situaciones de emergencia
las determinaciones concretas del derecho de propiedad -que tienen, como acabo de decir, fuente
en legislación infraconstitucional o en acuerdos privados- pueden ser restringidas o limitadas por
razones de bien común en una medida extraordinaria; en la medida, en definitiva, que sea
adecuada y necesaria para acabar con la emergencia, y con la obligación de afectar lo menos
posible la igualdad en la distribución de las cargas. Dicho en otras palabras, en la medida en que
no se afecte la formulación del principio de razonabilidad tal como ha sido expuesta más arriba. El
tercer argumento corre idéntica suerte que los dos primeros, con un agregado que lo distingue, y
que se verá, por razones de claridad, en el próximo punto. Debe tenerse presente que la
calificación de "desproporcionalidad del medio elegido para conjurar la crisis" supone un estudio
detallado del medio descalificado. Esto es así porque la constitucionalidad del medio debe
presumirse, ya que pertenece a los otros dos órganos de gobierno, con carácter general, su
selección. Ese estudio es una de las cosas que se echa en falta en la sentencia "Smith". b) Lo que
la Corte omitió considerar Lo primero que cabe reprocharle al fallo "Smith" -y quizá su defecto
mayor- es la generalidad de toda la argumentación que se desarrolla en ella. Esto se pone de
manifiesto, por ejemplo, en la falta de distinción entre las distintas normas involucradas en el caso.
Se agrupó en un mismo manojo al menos dos cosas claramente diferentes: la imposibilidad de
retirar en efectivo la totalidad de los depósitos (decreto 1570/01 y las posteriores normas
flexibilizadoras); y la reprogramación de los depósitos a la vista y a plazo en moneda extranjera
(cfr. el conjunto de normas expuesto en la n. 12). Si la Corte hubiera distinguido una cosa de otra,
la solución del caso probablemente hubiera sido otra. La inconstitucionalidad de lo primero, por
las razones expuestas más arriba, es difícil de sostener. A esas razones deben sumarse las
siguientes: a) En primer lugar, el Máximo Tribunal no analizó con detalle su propia decisión en el
caso "Peralta", mencionado precedentemente, cuando resolvió la constitucionalidad del decreto
36/90, que incautó los plazos fijos superiores a 1.000.000 de australes y dio a los ahorristas, a
cambio, BONEX 89´. Se dijo en aquella ocasión que la constitucionalidad de la norma derivaba,
en lo fundamental, de que no producía una quita de los depósitos, sino una fuerte reprogramación
en los pagos. No se advierte cuál es la diferencia esencial entre este caso y lo que debía analizarse
en Smith. Lo mínimo que cabe exigir de los tribunales en situaciones de grave inseguridad
económica y jurídica es coherencia con sus anteriores decisiones. Más aún: si bien se ve, la
transformación de plazos fijos decidida mediante el decreto 36/90 fue una medida mucho más
difícil de justificar desde la juridicidad constitucional que el "corralito", que permitió disponer, al
menos, de una parte de los depósitos. b) Una de las funciones del principio de razonabilidad es la
de armonizar el derecho cuya protección se reclama con otros derechos y con el bien común. La
Corte omitió en el fallo toda referencia a los intereses de los restantes ahorristas. Es verdad que
nuestros tribunales (incluida la Corte) deben fallar para el caso concreto, pero también es cierto,
como la propia Corte ha dicho en innumerables ocasiones, que los jueces no pueden desentenderse
de las consecuencias de sus decisiones. Esto es así, sobre todo, en el caso del Máximo Tribunal,
que es cabeza de un poder del Estado. Aquí se encuentra, probablemente, la crítica más
contundente que puede hacerse de la sentencia "Smith". En efecto, una aplicación de la
razonabilidad que no tenga en cuenta lo anterior desnaturaliza el principio, que fue concebido
históricamente como reaseguro de la intangibilidad de los derechos, puesto que implicaría la
"muerte" de uno de los derechos en juego. Si la vigencia de un derecho supusiera simultáneamente
el desconocimiento de otro, no habría solución racional para los conflictos entre pretensiones
contrapuestas (37). No quedaría otro camino que admitir la pérdida de sentido del Derecho, y
asumir la violencia como única salida de esos conflictos. c) De acuerdo con un viejo adagio latino,
convertido desde hace siglos en principio general del Derecho, nemo potest ad impossible
obligari, esto es, en traducción libre, nadie puede ser obligado a lo imposible. La Corte ha
pretendido hacerlo, obligando a los bancos a devolver un dinero que físicamente no tienen ni
pueden tener. A la ley económica que establece que ninguna entidad financiera puede devolver en
el mismo momento todos sus depósitos sin quebranto, se sumó el hecho notorio de la corrida
bancaria que se produjo en diciembre poco antes del dictado del decreto 1570/01. El primer
"corralito" resultaba, pues, una medida razonable para conjurar la emergencia. La
constitucionalidad del llamado "corralón" -la reprogramación de los depósitos a la vista y a plazo-
era, en cambio, muy dudosa. Entre otras cosas, porque no se percibía cuál era la finalidad de la
medida (38), y cómo se enderezaba a la solución de la crisis la fuerte restricción de los derechos
que ella comporta. Este segundo grupo de normas -que la Corte optó por unir en bloque al
primero- violaba, en los términos expuestos, el subprincipio de adecuación, y por tanto es
irrazonable. Para concluir, y aunque no corresponde ingresar a fondo en esta cuestión, vale la pena
puntualizar que la Corte declaró de oficio la inconstitucionalidad de las normas dictadas con
posterioridad al decreto 1570/01. Se trata del punto final de un largo viraje desde la antigua
jurisprudencia del Tribunal que vedaba tal posibilidad a la posición actual, que parece admitirla.
Notas al pie: (1) Profesor de Derecho Constitucional y de Filosofía del Derecho en la Universidad
Austral. Este trabajo fue publicado en La ley, diario del 14 de marzo de 2002, pp.1-3. (2) Fallos
98:20 (1903). En este caso se juzgó en acerca de la razonabilidad de una ley provincial que
imponía un impuesto sobre la cosecha de azúcar del período 1902-1903. El legislador había
calculado el consumo total de azúcar en el país y había dividido la cantidad resultante entre un
grupo de fábricas. A cada empresa le era asignada la venta de una cuota de esa cantidad total. La
venta dentro del cupo fijado estaba gravada con medio centavo por cada kilo de azúcar. Por toda
venta que excediese la cuota habría que pagar cuarenta centavos. Se perseguía, mediante la
coerción impositiva, disminuir las ventas para mantener el precio. La Corte Suprema declaró la
inconstitucionalidad de la norma cuestionada, por considerar que vulneraba los derechos de
trabajar, ejercer industria lícita, y comerciar, así como la igualdad ante la ley y la igualdad como
base del impuesto. Como sostiene Grondona, "en realidad, la apreciación involucraba un juicio
sobre la restricción irrazonable a los mencionados derechos por parte de la ley provincial que se
declaraba inconstitucional". (3) Fallos 136:161 (1922). La Corte declaró la constitucionalidad de
una ley que congelaba el precio de los alquileres por dos años. Casi simultáneamente se dictaron
dos sentencias que invalidaron, no osbtante, legislación de emergencia. Se trata de los casos
"Horta c/ Harguindeguy", Fallos 137:47 (1922) y "Mango c/ Traba", Fallos 144:219 (1925). En el
primero se prohibió la aplicación del precio máximo de los alquileres a contratos en curso de
ejecución, y en el segundo se invalidó una prórroga de una ley de control de locaciones por
considerarse que no se mantenía la emergencia que la había justificado. (4) Fallos 172:21 (1934).
La Corte sostuvo aquí la validez de una ley de 1932 que había dispuesto la prórroga por tres años
del vencimiento de los contratos de mutuo con garantía hipotecaria y, paralelamente, la reducción
de la tasa de interés al 6% durante ese período. (5) Fallos 199:483 (1944). La Corte convalidó en
este caso una ley que creaba la Junta Nacional de Carnes como ente regulador del comercio de
ganado, y que autorizaba a esta entidad a crear una corporación de naturaleza privada a la que
quedaban incorporados los ganaderos mediante una contribución de carácter obligatorio. (6) Fallos
247:121 (1960). En el caso se discutía la constitucionalidad de una ley federal que obligaba a los
propietarios de salas de cine a incluir en los intermedios del espectáculo habitual un "número
vivo", lo que les exigía en ocasiones a adaptar el local, y siempre a contratar a artistas. La
finalidad de la norma era la ocupación de artistas desempleados y asegurar el patrimonio artístico
de la sociedad. La CS consideró que la ley era razonable. (7) E.D. 141-519 (1990). La Corte
convalidó la constitucionalidad del decreto 36/90, que ordenaba devolver los plazos fijos
superiores a 1.000.000 de australes en bonos con vencimiento a diez años. (8) Cfr. Corte Suprema,
B.32.XXXVIII. "Banco de Galicia y Buenos Aires s/ solicita intervención urgente en autos:
"Smith, Carlos Antonio c/ Poder Ejecutivo Nacional o Estado Nacional s/ sumarísimo"", sentencia
de fecha 1 de febrero de 2002, voto de la mayoría, cons. 5. (9) Cfr. idem, voto de la mayoría,
conss. 1 y 2. (10) Idem, cons. 3. (11) Llama verdaderamente la atención, y no deja de ser
reprochable, que tres jueces se abstengan de intervenir en un caso de indudable trascendencia
como este. La "faz positiva" del requisito de la trascendencia debería operar como una herramienta
movilizadora en este tipo de casos. Así lo exige la seguridad jurídica. Sobre el requisito de la
trascendencia, cfr. LEGARRE, S., El requisito de la trascendencia en el recurso extraordinario,
Buenos Aires, Abeledo Perrot, 1994, passim. (12) Tras el dictado del decreto 1570/01, transcripto
en lo que aquí interesa en el epígrafe anterior, se dictaron sucesivas normas que modificaron o
complementaron lo allí establecido, o ampliaron los alcances de las restricciones al derecho de
propiedad. En efecto, la ley 25561, sancionada y promulgada parcialmente el 6 de enero de 2002,
ratificó tácitamente el decreto mencionado en sus arts. 6, 7 y 15. La ley declaró la emergencia y
delegó una serie de facultades en el Poder Ejecutivo. Posteriormente, el decreto 71/2002,
reglamentó la reforma en el régimen cambiario establecida en la ley 25561 y facultó al Ministerio
de Economía a reglamentar la oportunidad y modo de disposición por sus titulares de los depósitos
en pesos o en divisas extranjeras. Estas pautas serían modificadas, luego, por el decreto 141/02 en
lo referente a la devolución de los saldos en monedas extranjeras. Sobre esta base, el Ministerio de
Economía dictó la resolución 18/2002, del 17 de enero de 2002, luego modificada por la 23/2002,
del 21 de enero de 2002. Esta última resolución estableció un cronograma de vencimientos
reprogramados de los depósitos existentes en el sistema bancario a la fecha de su entrada en
vigencia. (13) Sobre el concepto de principios, cfr. CIANCIARDO, J., "Principios y reglas: una
aproximación desde los criterios de distinción", comunicación presentada en las XV Jornadas
Nacionales de Filosofía del Derecho, Rosario, Argentina, 2001. (14) Cfr. Corte Suprema,
B.32.XXXVIII. "Banco de Galicia y Buenos Aires s/ solicita intervención urgente en autos:
"Smith, Carlos Antonio c/ Poder Ejecutivo Nacional o Estado Nacional s/ sumarísimo"", cit., voto
de la mayoría, cons. 8. (15) Ibidem. (16) Idem, cons. 9. (17) Ibidem. (18) Idem, cons. 10. (19)
Idem, cons. 11. (20) Idem, cons. 14. (21) Idem, cons. 15. (22) Idem, cons. 11. (23) Idem, voto del
juez Fayt, cons. 14. (24) Para un análisis integral del principio de razonabilidad, cfr.,
CIANCIARDO, J., El control constitucional de razonabilidad. Del debido proceso sustantivo al
moderno juicio de proporcionalidad, Buenos Aires, Ábaco de Rodolfo Depalma, en prensa,
passim. (25) Dos ejemplos idóneos para entender el subprincipio de adecuación lo proporcionan,
en primer lugar, el Tribunal Constitucional español, cuando resolvió que la norma que limitaba el
acceso a la relación laboral imponiendo la jubilación forzosa a los sesenta y nueve años, no
permitía, por sí sola, alcanzar el objetivo constitucional propuesto (facilitar el acceso al trabajo de
otros ciudadanos) si no se la enmarcaba en una política de empleo que asegurara su efectividad, de
tal modo que en ausencia de tal normación complementaria la limitación del derecho al trabajo de
los mayores de sesenta y nueve años resultaba inadecuada (cfr. la STC 22/1981, R.T.C. 1981-312).
En segundo lugar, también resulta de interés la discusión que se produjo en el seno de la Corte
Suprema argentina al considerar la constitucionalidad de los arts. 6 de la ley 20771 y 14 de la ley
23737. Dicha discusión giró, en buena medida, sobre si la represión penal de la tenencia de
estupefacientes era o no una medida idónea para obtener una disminución del consumo de drogas.
Tanto los defensores de una como de otra posición aportaron datos técnicos cfr. los casos
"Bazterrica", Fallos 308:1412 (1986) y "Montalvo", Fallos 313:1333 (1990). Un análisis más
extenso de este subprincipio, y más ejemplos, en cfr., CIANCIARDO, J., El control constitucional
de razonabilidad. Del debido proceso sustantivo al moderno juicio de proporcionalidad, op. cit.,
cap. 2. (26) Sobre el subprincipio de necesidad en general, y esta última afirmación en particular,
cfr. CIANCIARDO, J., "El subprincipio de necesidad y el control constitucional de
razonabilidad", El Derecho, 185-898. (27) "El principio de proporcionalidad en sentido estricto
significa que la aplicación de un determinado instrumento o medio para alcanzar un determinado
objeto o finalidad no debe ser irrazonable en sus relaciones recíprocas" (GAVARA DE CARA, J.
C., Derechos fundamentales y desarrollo legislativo. La garantía del contenido esencial de los
derechos fundamentales en la Ley Fundamental de Bonn, Madrid, Centro de Estudios
Constitucionales, 1994, p. 308, con cita de BVerfGE 7, 377; 8, 71; 13, 97; 78, 77; y 79, 29). (28)
Aunque el Tribunal Constitucional alemán, por ejemplo, lo ha descrito de diversas maneras: "la
medida no debe representar una carga excesiva para los afectados, la medida debe ser racional
para los afectados o los límites de la racionalidad deben ser garantizados". Con frecuencia se
utilizan combinaciones de estas formulaciones. Cfr. GAVARA DE CARA, J. C., Derechos
fundamentales y desarrollo legislativo (...), op. cit., p. 309, con cita de BVerfGE 17, 306; 37,1; 30,
292; y 43, 79. (29) Cfr. LEMASURIER, "Expropiation: "Bilan-cout-avantages"", en Revue
administrative 32, 1979, pp. 502-505. Cfr., asimismo, EMILIOU, N., The Principle of
Proporcionality in European Law. A comparative Study, London, Kluwer Law International, 1996,
pp. 67-114, esp. pp. 92-95; AUBY, J.-M., "Le contrôle jurisdictionnel du degré de gravité d'une
sanction disciplinaire", en Revue de Droit Public et de la Sciencie Politique en France et a
l'étranger, enero-febrero 1979, pp. 227-238; y, sobre todo, BRAIBANT, G., "Le principe de
proportionnalite", en AAVV., Mélanges offerts a Marcel Waline. Le juge et le droit public, Paris,
Librairie Générale de Droit et Jurisprudence, 1974, t. II, pp. 297-306. (30) Según M. Medina
Guerrero, la proporcionalidad en sentido estricto prescribe que "debe tenderse a lograr un
equilibrio entre las ventajas y perjuicios que inevitablemente se generan cuando se limita un
derecho a fin de proteger otro derecho o bien constitucionalmente protegido. Debe, en suma,
procederse a una valoración confrontada de los intereses particulares y colectivos contrapuestos,
lo que exige tomar en consideración todas las circunstancias relevantes del caso concreto". Reitera
el mismo autor más adelante que la ponderación es "la equilibrada relación que debe existir entre
el medio y el fin en término de costes y beneficios" (MEDINA GUERRERO, M., La vinculación
negativa del legislador a los derechos fundamentales, Madrid, McGraw-Hill, 1996, pp. 132 y 134).
(31) STC 66/ 1995, FJ 5°. (32) Cfr. CIANCIARDO, J., "Principio de razonabilidad y respeto de
los derechos fundamentales", comunicación presentada a las "I Jornadas sobre Derecho y
Desarrollo", Barcelona, 1998, publicado luego en Persona y Derecho 41, Pamplona, España
(1999), pp. 45-55. (33) Sobre el "contenido esencial" y su rol en la teoría general de los derechos
humanos, cfr., CIANCIARDO, J., El conflictivismo en los derechos fundamentales, Pamplona,
Eunsa, 2000, cap. 3. (34) Cfr., más ampliamente, CIANCIARDO, J., "Principio de razonabilidad y
respeto de los derechos fundamentales", art. cit., pp. 45-55, esp. pp. 53-55. (35) Corte Suprema,
B.32.XXXVIII. "Banco de Galicia y Buenos Aires s/ solicita intervención urgente en autos:
"Smith, Carlos Antonio c/ Poder Ejecutivo Nacional o Estado Nacional s/ sumarísimo"", cit., voto
de la mayoría, cons. 11. (36) Cfr., al respecto, ZAGREBELSKY, G., Il Diritto mitte. Logge diritti
giustizia, Torino, Giulio Einaudi editore, S. p. a., 1992. Ed. en castellano, El Derecho dúctil, trad.
de M. Gascón, Madrid, Trotta, 1997, passim. (37) Me he extendido sobre este punto en
CIANCIARDO, J., El conflictivismo en los derechos fundamentales, op. cit., cap. 4 y passim. (38)
La Corte en numerosas ocasiones ha declarado la irrazonabilidad de una norma por ausencia de
finalidad. Cfr., por ejemplo, los fallos mediante los cuales fue declarada la inconstitucionalidad de
una ley que para el otorgamiento de la jubilación exigía, entre otros recaudos, que el beneficio
hubiese sido solicitado durante la actividad laboral del peticionario, antes de su cesación (art. 13
de la ley 14.397, reformado por el decreto-ley 23.981/56). Dijo el Máximo Tribunal que no se
percibía el fundamento de la exigencia. Esto equivale a afirmar que la cláusula legal controvertida
carecía de finalidad "López Villanueva, Manuel", E.D. 6-561 (1963), y "Fushimi, Hideji", E.D.
9-287 (1964)". Cfr. un comentario de estos casos en BIDART CAMPOS, G. J., "Control de la
razonabilidad legislativa por la Corte Suprema", E.D. 9-286.
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