Está en la página 1de 1

&

Más allá de una partitura: e…

Más allá de una


partitura: entender la
música
Íñigo Pirfano · Director de orquesta

Más vídeos

Reproduciendo ...

05:36

Más allá de una partitura: entender la Besos de


música
Íñigo Pirf
Íñigo Pirfano · Director de orquesta

Más vídeos sobre

El planeta La educación y el trabaj

Íñigo Pirfano
Busca verdad y belleza en un diálogo de
Platón o en una sinfonía de Mahler.
Íñigo Pirfano asegura que los textos
filosóficos y las partituras hablan de las
cosas que más importan al ser
humano: el amor, la vida, la muerte o la
trascendencia. “Filosofía y música son
expresiones de una misma realidad y
ambas consisten en la interpretación”,
asegura el director de orquesta y
filósofo.

Cuando era adolescente, Íñigo Pirfano


decidió dejar de ver la televisión para
tener más tiempo para leer y pensar
por sí mismo. Después estudió Filosofía
en la Universidad Complutense de
Madrid y Dirección de Orquesta en
Austria y Alemania, carrera que le llevó
al éxito en escenarios de todo el
mundo. Dirigir una orquesta, según
explica, no consiste solo en mover la
batuta delante de los músicos, sino en
convertir cada concierto en una
experiencia única, como si cada día
fuera la última vez. “La música es inútil,
no sirve para nada. Por eso es
imprescindible. Como el amor, como la
ternura, como la poesía, como las
cosas grandes de la vida”, reflexiona.

Compositor de la música del IV


Centenario del Quijote, Pirfano es
también fundador y director titular de
la Orquesta Académica de Madrid, por
lo que recibió el premio Liderazgo
Joven 2011 de la Fundación Rafael del
Pino. Como autor ha publicado los
títulos ‘Música para leer’, ‘Ebrietas’ e
‘Inteligencia musical’.

El pensamiento crítico y solidario de


Pirfano le llevó a desarrollar el proyecto
‘A kiss for all the world’, con el que ha
acercado la Novena sinfonía de
Beethoven a los lugares más recónditos
del planeta, desde aldeas
depauperadas a campos de refugiados,
salas de quimioterapia o cárceles,
donde la música se convierte en un
catalizador de la esperanza. “Este
proyecto nació con la idea de hacer
realidad que la Novena sinfonía de
Beethoven fuera verdaderamente
patrimonio de la Humanidad, como
declaró la UNESCO en el año 2003, no
del 4% de la humanidad que alguna vez
ha oído hablar de Beethoven. No se
trata de acercarles la dignidad, sino de
reconocer la dignidad que ya tienen”,
concluye.

TRANSCRIPCIÓN

00:18

Íñigo Pirfano. Cuando tenía


aproximadamente vuestra edad, tomé
una decisión en mi vida que puedo
decir que fue nuclear, fue
importantísima. Se puede decir que
cambió mi vida, de alguna manera la
dirigió a lo que soy ahora: director de
orquesta, conferenciante, escritor,
divulgador musical. Y esa decisión fue
la siguiente. Me dije a mí mismo:
«Desde hoy voy a dejar de ver la
televisión». Y con esto no quiero decir
que la televisión sea mala, ni mucho
menos. Pero yo recuerdo exactamente
el momento en el que pensé eso.
Estaba viendo un programa de
televisión y pensé, insisto, tenía
dieciséis o diecisiete años: «Me están
manipulando». Sucede, además, que
cuando uno le dedica demasiadas
horas a la televisión, ahora sería
también a las redes sociales, vuelvo a
insistir, no hay nada malo en
utilizarlas, son herramientas
magníficas, pero si uno le dedica
demasiado tiempo a todo eso, deja de
leer. Y cuando uno deja de leer, deja de
pensar de manera crítica. Y, por lo
tanto, es más fácilmente manipulable.
La reflexión que os quería hacer es
que estáis en el momento en el que
tenéis que decidir a dónde queréis
que os conduzca la vida.

02:03

Uno pone el timón en una dirección,


una latitud y una longitud, y allí se
dirige. Y no es pronto, tenéis la edad
necesaria para empezar a tomar esa
serie de decisiones. ¿Dónde me veo
dentro de cinco, de diez, de quince, de
veinte años? ¿Qué quiero hacer con
mi vida? Y, sobre todo, la cuestión más
importante es: ¿quiero ser locomotora
o vagón? ¿Quiero ser un agente de
cambio? ¿Quiero transformar el
mundo? ¿O quiero que me
manipulen? ¿Quiero que me lleven?
¿Quiero que alguien piense por mí?
Una persona manipulable,
lógicamente, va a pensar como los
demás deseen que piense o a
comprar las cosas que determinadas
personas quieren que compre o a
funcionar o adquirir los hábitos o…
Deja de tener pensamiento crítico. No
es locomotora, es vagón, es
arrastrado. Como os decía, esta es la
reflexión con la que me gusta… Estoy
haciéndolo así a propósito, abrir este
interesante diálogo. El pensamiento
crítico es clave. Para ser protagonistas
de nuestra propia vida, cada uno de
vosotros, protagonistas de vuestra
vida. En una ocasión vi una publicidad
en el metro que me gustó mucho. Era
de una campaña de una ONG en la
que se veía en grande y llamaba
mucho la atención la palabra «uno» en
una tipografía en un tamaño de letra
enorme, blanco sobre fondo negro. Y
cuando te acercabas, veías la
siguiente frase: «Número de personas
necesarias para cambiar el mundo».

04:00

Y esto, aparte de ser un lema muy


bonito, encierra una verdad muy
profunda. Y es que de lo que cada uno
de vosotros y yo hagamos puede
depender, va a depender el aspecto
que tenga el mundo del mañana. Así
pues, podéis hacer lo que queráis. Yo
cuando tenía vuestra edad decidí
dejar de ver la televisión y me vino
muy bien, porque eso me llevó a
dedicar tiempo a la lectura, que para
mí ha sido absolutamente clave
adquirir el hábito de leer. De leer
buenos libros, de leer libros que os
enriquezcan. De leer libros que os
aporten, que favorezcan el
crecimiento, el alimento de ese
espacio interior. Cada uno de nosotros
tiene como un espacio interior que es
casi físico. Y ese espacio lo vamos
llenando a lo largo de la vida de
lectura, reflexión, relaciones con
personas, amistad, amor, silencio. Ese
espacio va creciendo y es lo que va
haciéndonos más o menos ricos por
dentro. Y ese espacio interior es el que
nosotros vamos a compartir con las
personas que amamos a lo largo de la
vida. Cuanto mayor sea, cuanto más
rico sea ese espacio, más cosas
tendremos para compartir. Y cuanto
menos rico sea, menos cosas
tendremos para compartir. Las
relaciones serán más profundas y más
enriquecedoras cuando haya más
personas que tengan más cosas que
compartir. Por eso se da esa
contradicción curiosa de nuestra
época, que es que cada vez hay más,
disponemos de más canales y
mecanismos para la comunicación y
cada vez tenemos menos cosas que
comunicarnos. Así pues, este es el
pensamiento que os quería brindar.
Dedicad tiempo a la lectura. Adquirid
ese magnífico hábito ahora, que sois
muy jóvenes y podéis sacar horas,
sacar ratos cada día de otras cosas
que son buenas, no tienen por qué ser
malas, pero si nos impiden, si nos
dificultan el dedicar tiempo a la
lectura, entonces no interesan tanto.
La lectura es lo que nos va a dar ese
poso interior, ese espacio, esa riqueza
interior y nos va a hacer personas con
pensamiento crítico, que es
absolutamente imprescindible.

“La música es inútil, no sirve


para nada. Por eso es
imprescindible"
ÍÑIGO PIRFANO

06:46

María Eugenia. Hola, Íñigo. Mi


nombre es María Eugenia. Aparte de
ser director de orquesta, tienes la
carrera de Filosofía. Mi pregunta es
qué relación hay entre la música y la
filosofía y cómo nos puede ayudar en
nuestro día a día.

06:57

Íñigo Pirfano. A mi modo de ver, la


filosofía y la música son expresiones
de una misma realidad. Por decirlo de
otra manera, tanto la filosofía como la
música consisten en la interpretación.
Son ejercicios de hermenéutica.
Interpretación de textos. Mi papel
como filósofo consiste en penetrar en
el contenido profundo que encierra un
texto filosófico, pongamos un diálogo
de Platón o una meditación metafísica
de Descartes, y hacerlo presente a mis
coetáneos, a los ciudadanos del siglo
veintiuno, mostrar ese mensaje
imperecedero que esos textos poseen.
Textos que se han escrito, en algunos
casos, hace dos mil años. Pero eso es
exactamente lo que hago como
director de orquesta. Me acerco a la
partitura, que es letra muerta. Está en
un estado menesteroso, como decía,
por ejemplo, mi catedrático de
estética, López Quintas: “La partitura
está en un estado menesteroso.
Necesita la labor de un intérprete”. Lo
mismo que los textos filosóficos. Un
intérprete musical que haga que esa
letra, esas notas que están muertas,
que yacen en la partitura, cobren vida
en ese acto de recreación. Por lo tanto,
yo, de alguna manera, también trabajo
con el compositor, soy cocreador o
recreador de la obra en ese acto de
recreación de la obra en el que
consiste la interpretación musical.

08:52

Puede parecer un poco extraño para


las personas que no estén
acostumbradas o no conozcan en
profundidad lo que son los textos
musicales, pero la partitura es letra
muerta porque, para empezar, es
incapaz de recoger parámetros
absolutamente esenciales del
discurso musical. En una partitura
está presente el sesenta y cinco, el
setenta por ciento de lo que una obra
musical es. Está recogido ahí en esas
notas. Pero falta un treinta por ciento,
o treinta y cinco. De hecho, falta lo
más importante, que es lo que
podríamos llamar el espíritu de la obra
musical. Esa vida que tiene que
transmitir la obra musical. Esa vida
que el compositor plasmó en esas
notas y quedaron allí, consignadas por
escrito. Yo tengo que recorrer el
camino inverso. Yo lo que me
encuentro son esas notas y lo que
tengo que hacer es, de alguna manera,
adentrarme en el mundo interior, en
todo aquello que el compositor vivió y
vio y sintió cuando escribió aquellas
notas y tengo que hacerlo actual. Así
pues, son dos ejercicios de
interpretación. A mí me preguntan
muchas veces: «¿Cómo te preparas
para dirigir un concierto?». Y siempre
digo que la parte más enriquecedora y
más bonita a la hora de interpretar
música es precisamente la que tiene
que ver con este treinta por ciento al
que hacía referencia ahora.

10:43

No es el estudio, digamos,
estrictamente musical de la obra. Los
planos sonoros, el balance, la
precisión rítmica, la afinación, la
dinámica, la agógica, todas esas
cuestiones. Resuelto todo eso, viene lo
que, a mi modo de ver, es lo más
bonito de la interpretación musical,
que es esto: penetrar, bucear en el
mundo interior del compositor. De
alguna manera, prestar mi propio
espacio interior, mi propia grandeza,
mi propio cuerpo para que la obra y el
compositor vivan dentro de mí. La
interpretación musical, por eso, es de
una naturaleza, me gusta decir,
amorosa. Porque lo mismo que
sucede en la relación amorosa, en
cualquier relación amorosa, se trata
de conjugar el tú de la otra persona,
un tú lleno de sentido, un tú con
mayúsculas. Y, de alguna manera,
desaparecer uno mismo, entregarse
uno mismo en esa relación para
buscar el bien de la otra persona. En la
interpretación musical pasa
exactamente lo mismo. Tengo que
desaparecer yo, con mi singularidad,
con mi manera de ser, con mis
preferencias en la vida y prestar lo que
yo soy, quien yo soy, prestárselo a la
grandeza del compositor y de la obra
que tengo que interpretar. Claro, este
ejercicio es muy costoso. Lleva
consigo un enorme esfuerzo.

12:24

Y treinta, cuarenta minutos antes de


un concierto, necesito silencio,
tranquilidad, encerrarme en el
camerino para poder, de alguna
manera, dejar de lado todo eso que yo
traía de mi vida cotidiana:
preocupaciones, problemas de todo
tipo, cuestiones, todo, relaciones, todo
eso tiene que quedar a un lado para
en ese proceso de, por decir así,
autovaciamiento interior, dejar que la
obra entre dentro de mí y poder
transmitírsela al público con esa
fuerza que tiene. Claro, por eso,
cuando tengo que interpretar, por
ejemplo, la música de Mahler, tengo
que hacer míos todos los horrores del
siglo veinte. Porque toda la música de
Mahler, es uno de mis compositores
favoritos, es una denuncia desde lo
poético de lo que podríamos llamar la
fractura del hombre moderno. En la
música de Mahler se ve exactamente
eso que describió tan magníficamente
Stefan Zweig en ‘El mundo de ayer:
Memorias de un europeo’, su
autobiografía. La fractura de la Viena
del fin de siglo. No es casual que, en
ese humus, en ese ambiente cultural,
proliferara y tuviera tantísimo éxito,
por ejemplo, toda la corriente
psicoanalítica de Sigmund Freud.
Claro, Freud estaba buscando
precisamente terapias para poder
solucionar esa fractura que
presentaba esa sociedad enferma de
narcisismo y esa doble moral y ese
mundo roto por dentro. Y Mahler
denuncia todo eso.

“Cuando uno deja de leer


deja de pensar de manera
crítica”
Íñigo Pirfano

14:20

Desde lo poético, Mahler se está


adelantando a Auschwitz, al Gulag, a
las dos guerras mundiales, a
Hiroshima. Y nos está recordando: «Si
no cambiamos, nos va a ir muy mal».
La única manera de superar esa
fractura que tiene el hombre moderno
es, de algún modo, recuperar al niño
que nunca debimos dejar de ser. Por
eso, en toda obra de Mahler, en todas
las sinfonías, en los ciclos de
canciones, siempre hay una marcha
fúnebre, un canto elegíaco. ¿Quién es
el muerto?, hay que plantearse
cuando uno estudia su música. Esa
música que describía la música que,
con toda seguridad, él escuchaba en
la Viena de su época, con esos
cortejos fúnebres que iban
acompañando el ataúd en carros
tirados por caballos a los cementerios,
múltiples cementerios que hay en las
afueras de Viena. Él escucha toda esa
música y la plasma en sus sinfonías.
¿Quién es el muerto? El niño, la
infancia que perdimos. El niño que
nunca debimos dejar de ser. Y, de
algún modo, nos recuerda que nos ha
empezado a ir muy mal desde que
hemos dejado de ser niños. El ejemplo
más claro se ve en el tercer
movimiento de su primera sinfonía,
llamada ‘Titán’. ¿Por qué? Porque
todas esas marchas fúnebres que
están presentes, esos cantos fúnebres
presentes en toda su creación, en
todas sus sinfonías, allí adquieren un
significado y una presencia muy
especial.

16:08

Mahler toma la canción, la melodía


que es reconocida en toda la tradición
occidental como la típica canción
infantil, digamos, la canción infantil
por excelencia, por antonomasia, que
es el ‘Frère Jacques’, que adquiere
distintos textos dependiendo del país:
en Francia, ‘Bruder Jakob’ en
Alemania, etc. Todos lo reconocemos
como la canción infantil por
excelencia, que, además, es un canon.
Todos lo reconocemos como una
música infantil. En el tercer
movimiento de la primera sinfonía, la
pasa a modo menor, es decir, no…
sino… para darle ese tono fúnebre,
elegíaco, triste y convierte una
canción infantil en una marcha de
procesión, acompañando un ataúd,
acompañando la infancia muerta,
desaparecida, perdida. Podríamos
escuchar, tal vez, el comienzo de este
tercer movimiento de la sinfonía Titán.
Sí, podemos dejarlo aquí, tal vez.
Como veis, empieza la imitación en
canon de unos instrumentos y otros
de la orquesta. Se reconoce
clarísimamente la melodía del ‘Bruder
Jakob’, en Alemania y en Austria como
el tema que él pone en música,
precisamente, para expresar esto. El
increíble escándalo que esto debió de
producir en su estreno, a mí me
gustaría poder verlo. Lo que esa
sociedad opulenta y pagada de sí
misma sentiría escuchando esta
música. Sería como un auténtico
insulto. Además, una cosa curiosa que
antes no he comentado es que el
instrumento que empieza la melodía,
como habéis escuchado, empieza con
un acompañamiento de timbal que va
marcando ese paso como del carruaje
fúnebre, del cortejo fúnebre, y el
instrumento primero que canta la
melodía es un contrabajo solista, es
decir, una cosa que no había pasado
nunca en la historia de la música. Los
contrabajos son esos instrumentos de
cuerda, en la sección de cuerda es el
instrumento más grave, como sabéis.
Es un instrumento muy grande. Se
llama de dieciséis pies porque lo que
hace es reforzar, el término está
tomado de la organología, en los
órganos, cuando el organista activa el
registro de dieciséis pies, se ponen en
funcionamiento los tubos más
grandes, que son los que llenan de
sonido la iglesia o la catedral. Eso es lo
! " # $
que hace el contrabajo en la orquesta.
%

También podría gustarte