LE ENTRARON GANAS DE HACER PIS EN LA NOCHE DE REYES.
Aquella Navidad Matías escribió su
carta a los Reyes Magos: Queridos Reyes Magos, este año quiero que me traigáis una locomotora y tres vagones; el primero rojo, el segundo azul y último amarillo. Matías buscó un cordón para tirar de la locomotora e inventó una cancioncilla: El tren de Matías chu, chu,chu… Corre por las vías chucu, chucu, chu.
Cuando llegó la noche de Reyes, su madre le
dijo: - Matías, hoy tienes que acostarte temprano. Esta noche vienen los Reyes Magos. - No, yo quiero verlos. Protestó el niño. - Pero qué dices, los Reyes no dejan juguetes a los niños que están despiertos. Le advirtió su padre. - Entonces me voy a la cama ahora mismo. Antes de irse a dormir, Matías dejó en la mesa tres platos con nueces y tres vasos de leche para los Reyes. También llenó tres cubos de agua para los camellos.
Después, se metió en la cama y
acurrucado entre las mantas pensó en su tren, en la locomotora y en los tres vagones: el primero rojo, el segundo azul y el último amarillo. Pensando, pensando se durmió. Y durmiendo, durmiendo soñó: El tren de Matías chu, chu,chu… Corre por las vías chucu, chucu, chu. En la mitad de la noche, Matías se despertó con muchas ganas de hacer pis y escuchó una voz que venía del fondo del pasillo: - ¿Dónde le dejamos el tren, aquí o debajo de su cama?
Matías estaba a punto de mojar la
cama, pero no se atrevía a levantarse porque recordaba lo que le había dicho su padre “Los Reyes no dejan juguetes a los niños que están despiertos”. Pero el pobre Matías ya no podía aguantar más. Saltó de la cama y fue de puntillas por el pasillo. Abrió la puerta del baño y con mucho cuidado levantó la tapa del wáter sin hacer ruido, pero el pis, sí que hizo el ruido. Mucho, mucho ruido.
Pero más ruido hizo la voz que sonó
detrás de él: - Y tú, ¿qué haces aquí? - Es que tenía muchas ganas de hacer pis. Tartamudeó Matías sin atreverse a volver la cabeza. Con los ojos llenos de lágrimas, Matías corrió hacia su cuarto y se metió en la cama. Pensando, pensando se durmió. Y durmiendo, durmiendo soñó que los Reyes le habían traído un montón de carbón negro, muy negro.
Con las primeras luces de la mañana,
Matías abrió los ojos y saltó de la cama. Fue a ver si los Reyes le habían dejado algo. Estaban las cáscaras de las nueces, estaban los vasos de leche vacíos y también estaban los tres cubos sin agua. Pero… no estaba el tren. Matías buscó, rebuscó y requetebuscó por toda la casa. Pero no había ni rastro del tren.
De repente, se acordó qué había oído
en el pasillo: - ¿Dónde le dejamos el tren, aquí o debajo de su cama? Matías se fue corriendo a su cuarto, miró debajo de la cama y vio algo muy negro. Metió el brazo y sacó una locomotora y tres vagones: el primero rojo, el segundo azul y el último… El último era un orinal grande, redondo amarillo y muy hondo.
Matías ató el cordón a la locomotora y
se fue portoda la casa tirando de su tren y cantando: El tren de Matías chu, chu,chu… Corre por las vías chucu, chucu, chu.