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Mi lugar en el mundo

Como todos los años, mi familia y yo viajamos a Formosa a la casa de la abuela para festejar la
Navidad. Este año el viaje tuvo algo muy peculiar que creo nunca olvidaré.
De camino a la ciudad, tuvimos un pequeño problema en el auto, lo cuál nos obligó a frenar a un
costado de la ruta. Mientras mi padre trataba de solucionarlo, mis hermanas, mi madre y yo nos
sentamos en un pequeño tronco a tomar tereré. De repente, un hombre de aspecto muy raro salió
de entre los árboles. Estaba sucio, barbudo y olía muy mal. Al principio, tengo que admitir que me
dio mucho miedo, pero mi mamá me dijo que ese hombre que vivía en el monte mucho antes de que
yo naciera, y que no me haría daño. No podía creerlo ¿cómo alguien sobrevive en el monte?
Este se acercó a nosotras, nos saludó y se sentó en el pasto. Mi madre le preguntó si tenía sed, a lo
cual asintió con la cabeza. Le convidamos un vaso con agua y empezamos a charlar. Nos dijo que
se llama Enrique Giardineri, que tiene 78 años, que era un ex oficial de la Policía y que hace más de
30 años que vive en el Km 1926 en la Ruta Nacional Nº 81, en su humilde casa construida nada
más con pedazos de carpa y tacuaras. La intriga me sobrepasó y no me aguanté preguntarle:
¿Por qué vivía así?
Enrique, me dijo: Yo era un hombre normal como cualquier otro, tenía y sigo teniendo una familia,
una casa, amigos. Pero la vida me dio un golpe que me llevó a ser quien soy hoy. De joven me casé
con el amor de mi vida, Elba. Con el tiempo tuvimos 2 hijos, Marcela y Federico. Los años pasaban,
los chicos crecían y se puede decir que éramos una familia feliz.
Pero la felicidad duró poco. Se llevaron a mi Fede, me lo mataron. Mi vida se derrumbó ese día y
nunca volvió a ser lo mismo.
Fue inevitable no llorar, lo contaba con tanta tristeza que te contagiaba.
¿Qué le pasó? Dije.
Luis, suspiró y dijo: Era una noche fría de julio, mi hijo iba pa' el trabajo, era puestero en un campo,
y un tipo borracho lo chocó, lo dejó tirado al borde de la ruta y escapó. Murió a causa del fuerte
golpe en la cabeza y porque perdió mucha sangre.
¿Cómo supiste lo que le pasó? Preguntó mi mamá
Cuando me lo contaron sentí que me moría con él. Fue el doctor quien vino a casa y nos dio la
noticia. Después De eso, escapé y construí mi carpa justo frente al lugar de su accidente. Dejé todo
lo que tenía detrás porque sentía que estando en el lugar de su muerte, estaría con él. Mucha gente
dice que estoy loco, quizás porque sobrevivo comiendo lo que encuentro en el monte (desde bichos
hasta aves), porque paso frio y calor, porque vivo de una forma distinta. Muchas veces me vinieron a
buscar mis familiares, quisieron llevarme a Rosario y no lo lograron. Con el tiempo aprendí, que no
es necesario lujos, ni dinero, ni nada cuando alguien siente un vacio en el alma. Que son las cosas
pequeñas las que las rellenan. Claro que extraño a mi familia y ellos saben que los amo. Pero...
Lo interrumpí diciendo: ¿Pero qué? Era imposible para mí entender por qué dejar toda una vida
atrás.
Pero esta es mi tierra, es la tierra de mi niño, es mi Formosa, son los árboles, con los cantos de los
pájaros en la mañana, son los hermosos amaneceres, son todas las cosas que me llevan a decir
que es mi lugar en el mundo. Dijo sonriente.
En ese momento me agarró piel de gallina, como dice mi mamá. Luis me hizo ver algo que todos
nosotros olvidamos la mayoría de las veces, el amor a lo nuestro, a nuestra tierra, a nuestra gente, a
nuestra raíces.
Antes de irnos, tuve la gran oportunidad de abrazarlo y agradecerle tan inmensa enseñanza.
Luego de esa charla, aprendí, a amar lo pequeño, a cuidar lo que tengo, a no juzgar sin conocer, a
mirar los detalles, a escuchar la naturaleza, a mirar el cielo, en fin, a sentirme más Formoseña que
nunca.

-Nadia Fleitas

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