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El parrafo dice asi Freud, afortunadamente, nos brind6 una interpretacién nece- saria (que no cesa de inscribirse como defino a lo necesario) del asesinato del hijo como base de la religién de la gracia. No lo dijo del todo asi, pero marcé bien que ese asesinato, era un modo de denegacién que constituye una forma posible de la confesién de la verdad: Freud salva asi al padre. En lo cual, imita a Jesucristo.. ‘La pregunta, hizo caer a su vez el valor fantasmético que tenia el control. El control era el lugar donde, al modo obsesivo, se podia inscri- bir mi hazaifa, el registro y el testimonio mismo de mi proeza terapéu- tica, habiendo tomado en mi consulta a alguien que habia sido recha- zado por 2 psiquiatras, por hostil, intratable, un deshecho segregado. El derivante me habia dicho: “Te mando este judio insoportable, ya ‘que vos te Ievas bien con los moishes”. Ciertamente en mis antepasados, marcados por la lucha antifascis- ta, tanto en linea paterna como materna, no habia practicamente un amigo que no fuera judio, Pero como he dicho, las figura del perseguido ysegregado nombraban a mi padre. La pregunta de mi supervisor, produjo un suefio, en donde en una pagina de un diario, aparecia escrito dos veces ol sobrenombre del pa- ciente, que también era el de mi padre. Cuestién que registro por vez primera al despertarme de ese suefio. Elsobrenombre escrito en un diario, remitia directamente a un re- ‘cuerdo traumético de mi infancia que constituyé el fundamento mismo del lazo con mi padre, En ese diario se informaba de la muerte violenta de mi padre, euestién que en ese momento fue una noticia incorrecta, Es con esto, con lo que inicié el nuevo anal Diario, por su parte, nombraba una préctica enigmatica del pacien- te (a acumulacién absolutamente excesiva de diarios, durante afios en sucasa, cosa que le impedia moverse practicamente enella. Era como «un depésito inmenso de diarios). Luego de mi suefio, pude escuchar: diario. La conmocién que sobrevino, hizo emerger el relato de las condicio- nes en que el padre del paciente de origen judo: aproveché la guerra para obtener beneficios econémicos y de ascenso social. Diario a Con una mudanza, cambiaron de identidad, hasta el punto de ser obligado por su padre, ély sus hermanos, a pertenecer a la juventud hitlerista. Esto continué en el modo de insercién social en la Argentina. Debian decir que eran de raza aria. Elpaciente, s6lo habia encontrado un lugar, en donde habia revela- do su origen. Ese lugar habia sido un grupo trotzkista. Luego de un tiempo me confiesa que a partir dela segunda entrevis- ta que habia tenido conmigo, me habia empezado a llamar Trotsky. En esa segunda entrevista, él habia comenzado a hacer un comenta- rio elogioso del psicoanalisis, y se detuvo. Yo le recordé como continua- ba yleaclaré, sin saber porqué, que se trataba del discurso de Trotsky en Copenhague, en 1923. El saber del militante politico se colocaba al servicio del discurso analitico (como aiios después pude leerlc). La resonancia interpretativa de “Di da del proceso de melancolizacién en el que se hallaba, la. prictica sintomdtica, hilada a una existencia de “tabicamiento militante”, sin razén en su actualidad, pero que habja quedado como en un tiempo congelado. Toda su vida, era “vivir” esa época en forma inmutable, Elhecho deleznable era cargado por el paciente como estigma: “hijo de un traidor”, que no cesaba de inscribirse. Los significantes di-ario, en transferencia, hacen caer las defensas de aislamiento y anula: El paciente no “record6” el episodio biogrético, siempre fue concien- te, pero no se asociaba con la vida que Hevaba. Ciertamente el signifi- cante Trotsky, fue una condicién para el encuentro. A pesar de que esa supervisién marcé un antes y un después en mi vida y en mi formacién como analista, los términos de la neurosis insis- tieron en relacién a la fundacién de la EOL, ya quea pesar de mi clara posicién al respecto, la significacién de pérdida del amor del padre en- carnada en un especialista profesor en Freud me tuvo durante afios en una divisién sintomética, hasta que el encuentro con un informe de un cartel del pase, produjo la decisidn de ingreso en Ia Escuela, En ésta, un rasgo que me vuelve desde el Otro de mis colegas, me nombra “conoce- dor dela obra de Freud”. Por lo tanto, fue el control, esa zona litoral, éxtima, como dice Mi- ler, lo que permitié esa orientacién. Hasta tal punto, que mi ingreso ala Escuela, también implies el reen- cuentro con aquel supervisor, en una fecunda transferencia de trabajo. Javier Aramburu, decia “el control del actoes pues la eseritura dela légica que se desprende de él”. Escritura en el sentido de la légica del caso”. Este seria el saldo propio del control.

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