Está en la página 1de 10

MÓDULO 3: MANEJO INFORMATIVO Y PERIODISTICO DE DERECHOS

HUMANOS

¿Cuál es el rol que cumplen o que deben cumplir los medios de comunicación en un sistema
democrático? Mucho se ha teorizado acerca de la función central de los medios de comunicación
de masas y más aún sobre su razón de ser en las sociedades modernas. Y la verdad es que no
hay una sola respuesta, sino muchas y tan variadas como los distintos grupos que miran a los
medios con interés y reconocen en ellos un poder de incidir en los asuntos públicos.

Así por ejemplo, históricamente las élites políticas e intelectuales han visto a los diarios, la radio
y la televisión como herramientas para el reforzamiento de la cultura democrática, de los ideales
republicanos y estatales e incluso como instrumentos de educación cívica. Les han atribuido a
los medios la misión de contribuir a la formación de una ciudadanía informada y preocupada por
el bien común.

Por otra parte, los grupos más desposeídos, vulnerados o sin capacidad de incidir, dirán que el
deber de los medios es darle visibilidad a sus propias realidades y a la profunda desigualdad que
afecta al país. También ejercer un contrapeso al poder de las autoridades y develar los abusos
que se cometen contra los ciudadanos y las ciudadanas desde los sectores público y privado.

Las propias empresas periodísticas nos son ajenas a este debate y al explicitar su rol en slogans
o frases publicitarias, declaran que su finalidad es informar, mostrar las distintas realidades, dar
espacio a las diferentes miradas sobre el país actual, pero también dar cuenta de las nuevas
tendencias en una sociedad en constante cambio y además entretener.

Desde la perspectiva de los Derechos Humanos podría decirse que el rol de los medios abarca
gran parte de lo anteriormente expuesto, pero con un alcance central respecto a la forma: toda
publicación debe procurar el respeto a los derechos humanos de todas las personas aludidas
individual o colectivamente, ya sea en forma directa o de manera tangencial. Esto significa
comprender que todas las personas son iguales en dignidad y derechos, independiente de su
raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional
o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición. Implica por lo tanto que los
medios deben cautelar en el ejercicio de sus funciones que nadie sea menoscabado en razón de
alguna de estas distinciones.

Además de este estándar mínimo, se aspira a contar con medios de comunicación conscientes
de los déficits del país en la materia, y que releven las distintas situaciones de vulneración de
derechos que se producen cotidianamente en diversos ámbitos. Medios que también den
visibilidad a los grupos sociales históricamente vulnerados en sus derechos y sus problemáticas
actuales. De todo ello se trata cuando hablamos en estas páginas sobre un periodismo con
enfoque de derechos humanos. Estas expectativas sobre los medios de comunicación adquieren
mayor relevancia en el escenario actual de la prensa, con una alta concentración en la propiedad
de los medios, que por una parte dificulta el ingreso de nuevos actores con propuestas
editoriales alternativas, y por otra parte favorece una oferta de contenidos que tiende a la
homogeneidad.
1. PERSONAS PRIVADAS DE LIBERTAD (PPL)

Toda persona privada de libertad será igual ante la ley, y tendrá derecho a igual protección de
la ley y de los tribunales de justicia. Tendrá derecho, además, a conservar sus garantías
fundamentales y ejercer sus derechos, a excepción de aquéllos cuyo ejercicio esté limitado o
restringido temporalmente, por disposición de la ley, y por razones inherentes a su condición de
personas privadas de libertad (Comisión Interamericana de Derechos Humanos, 2008, Principio
II).

Existe una estrecha relación entre lo que los medios de comunicación publican y lo que la gente
opina. La forma en que los y las periodistas elaboran las noticias contribuye a crear estructuras
de representación que inciden en cómo las personas interpretan la realidad. La percepción
ciudadana es parcialmente condicionada por lo que lee, escucha y ve diariamente publicado en
los medios.

Este complejo proceso interactivo entre ciudadanía y medios de comunicación produce


consecuencias objetivas que se traducen, por ejemplo, en el desarrollo o refuerzo de ciertas
políticas públicas en el país. De esta opinión pública y políticas públicas, en que la percepción
sobre la delincuencia está altamente mediada por el ejercicio periodístico. Es la sensación de
miedo e indefensión que lleva a la ciudadanía a pedir “mano dura” y a endurecer las penas
carcelarias, lo que incide en políticas públicas centradas en el encarcelamiento.

 Formalización y prisión preventiva

Los hechos delictuales diariamente forman parte de la oferta noticiosa de los principales medios
de comunicación, en muchos casos siendo relevados como parte central del contenido de los
distintos espacios informativos. Por lo general, la publicidad que se le da a estos acontecimientos
está regida por criterios propios del periodismo, aplicables a todo tipo de hechos, tales como la
espectacularidad, la rareza o el impacto que estos pueden provocar en el público. Por otra parte,
la naturaleza fugaz de las noticias y el acotado espacio que estas tienen dentro de los noticieros,
dificulta un tratamiento informativo completo y acabado, impidiendo que el público vea el
proceso completo que hay detrás de un hecho delictual.

Así las cosas, es común que las noticias policiales se limiten a dar cuenta de la detención de una
persona a quien se le acusa de un delito, su posterior formalización por parte del Ministerio
Público y la medida cautelar asignada por un tribunal. Con estos elementos los medios arman
una historia, con principio y final, donde a los y las protagonistas se les asignan roles
predeterminados. Es así como frecuentemente las personas detenidas y formalizadas son
expuestas con una carga de culpabilidad previa. Se vulnera entonces el principio de presunción
de inocencia y se contribuye a generar la imagen de que una persona es culpable por el solo
hecho de formalizarse una investigación en su contra.

Las personas privadas de libertad se encuentran en una relación de dependencia, subordinación


y custodia respecto del Estado. La reclusión es el castigo más severo contemplado en nuestra
legislación, y en ningún caso puede acompañarse de trato denigrante, lo que ocurre también a
través de condiciones carcelarias precarias. La persona no pierde su condición de tal y sus
respectivos derechos.

Un periodismo con enfoque de derechos evita el sensacionalismo, el morbo y la exacerbación


en la cobertura de hechos relacionados con personas privadas de libertad. Dicho tratamiento
refuerza los estigmas sociales sobre estas personas y sus familiares, perpetuando su exclusión y
poniendo en riesgo su reinserción.

Un periodismo riguroso y responsable exige una adecuada ponderación de los elementos de una
historia y una presentación cuidadosa de las personas involucradas en ella. Lo anterior significa
respetar la presunción de inocencia y cuidar el uso del lenguaje en la elaboración de las noticias.
No es lo mismo decir: “Detienen a hombre acusado de homicidio” que “Capturan al asesino”.

 La situación carcelaria

La Defensoría del Pueblo ha registrado periódicamente en distintos informes las precarias


condiciones carcelarias en el país: hacinamiento, insalubridad, sobrepoblación y violencia
caracterizan a nuestro sistema penitenciario. De acuerdo al Informe de las Condiciones
Carcelarias en las últimas décadas, una parte importante de la política criminal se ha centrado
en endurecer las penas asignadas a los delitos haciendo de la pena de cárcel su principal
herramienta. Ello ha traído como consecuencia hacinamiento, malas condiciones carcelarias y
una situación generalizada y sistemática de vulneración de los derechos de las personas privadas
de libertad.

Así lo señaló también la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (Comisión IDH) tras su
visita al país en el año 2008: “En los centros de detención operados por el Estado se observó un
alto nivel de hacinamiento pocas veces visto en la región, condiciones de insalubridad extrema
que incluyen servicios precarios o deficientes de agua potable, alimentación, higiene y salud, así
como pésimas condiciones de infraestructura y serias deficiencias o ausencia de verdaderos
programas de readaptación social” (Comisión IDH, 2008).

 Reinserción, tarea del Estado

Si bien la Constitución en su Artículo 74 dispone que es responsabilidad del Estado la reinserción


social de las personas privadas de libertad, velando por el respeto de sus derechos, y su
retención y custodia en un ambiente adecuado, de acuerdo a la clasificación, naturaleza y
gravedad del delito, así como la edad y el sexo de las personas retenidas.

Así lo expresan también los mecanismos internacionales en la materia. El Pacto Internacional de


Derechos Civiles y Políticos prescribe en su artículo 10.3 que “el régimen penitenciario consistirá
en un tratamiento cuya finalidad esencial será la reforma y la readaptación social de los
penados” (ONU, 1976), situando al régimen carcelario como un instrumento para reincorporar
socialmente a las personas.

A nivel regional también se refuerza este enfoque. El sistema interamericano de derechos


humanos cuenta con los Principios y Buenas Prácticas sobre la Protección de las Personas
Privadas de Libertad en las Américas, que en su artículo 1 estipula que la persona privada de
libertad “será tratada humanamente, con irrestricto respeto a su dignidad inherente, a sus
derechos y garantías fundamentales, y con estricto apego a los instrumentos internacionales
sobre derechos humanos” (Comisión IDH, 2008).

Estas condiciones normativas son difícilmente cumplidas en un sistema altamente precarizado


como el boliviano, en el que las personas privadas de libertad son sujetos vulnerables sometidos
a condiciones que difícilmente conducen a su reinserción social.

2. PUEBLOS INDÍGENAS

Los pueblos indígenas tienen derecho a que la dignidad y diversidad de sus culturas, tradiciones,
historias y aspiraciones queden debidamente reflejadas en la educación y la información pública
(ONU, 2007, Art. 15).

La experiencia de los medios de comunicación ha demostrado su protagónico papel en la


construcción de nuestro imaginario nacional. Podemos rastrear en su genealogía los cimientos
del complejo proceso de desarrollo republicano boliviano y su relación con los pueblos
indígenas, en una negociación que apostaba por la homogeneidad del emergente pueblo nación
y la exclusión de la diferencia. Esta exclusión se materializó en una construcción discursiva de la
prensa nacional sobre el sujeto indígena que privilegió su estereotipación como incompatible
con el proyecto “civilizatorio” moderno.

 Los pueblos indígenas, sujetos de derechos

La Constitución Boliviana reconoce como nación y pueblo indígena originario campesino toda la
colectividad humana que comparta identidad cultural, idioma, tradición histórica, instituciones,
territorialidad y cosmovisión, cuya existencia es anterior a la invasión colonial española.

Del mismo modo establece 17 derechos específicos para las naciones y pueblos indígena
originario campesinos, entre los cuales podemos mencionar:

o A su identidad cultural, creencia religiosa, espiritualidades, prácticas y


costumbres, y a su propia cosmovisión.
o A la libre determinación y territorialidad y que sus instituciones sean parte de la
estructura general del Estado.
o A la titulación colectiva de tierras y territorios y a la protección de sus lugares
sagrados.
o A que sus saberes y conocimientos tradicionales, su medicina tradicional, sus
idiomas, sus rituales y sus símbolos y vestimentas sean valorados, respetados y
promocionados.
o Al ejercicio de sus sistemas políticos, jurídicos y económicos acorde a su
cosmovisión.
o A ser consultados mediante procedimientos apropiados, y en particular a través
de sus instituciones, cada vez que se prevean medidas legislativas o
administrativas susceptibles de afectarles. En este marco, se respetará y
garantizará el derecho a la consulta previa obligatoria, realizada por el Estado,
de buena fe y concertada, respecto a la explotación de los recursos naturales no
renovables en el territorio que habitan.
El pueblo afroboliviano goza, en todo lo que corresponda, de los derechos económicos, sociales,
políticos y culturales reconocidos en la Constitución para las naciones y pueblos indígena
originario campesinos.

Ahora bien, la principal fuente de obligaciones para el Estado proviene del Convenio 169 de la
Organización Internacional del Trabajo (OIT), ratificado por nuestro país. En su artículo N°3
estipula que “los pueblos indígenas y tribales deberán gozar plenamente de los derechos
humanos y libertades fundamentales, sin obstáculos ni discriminación”. Así también el convenio
subraya la importancia de la propiedad territorial de los pueblos originarios, prescribiendo en su
artículo número 13 que “los gobiernos deberán respetar la importancia especial que para las
culturas y valores espirituales de los pueblos interesados reviste su relación con las tierras o
territorios, o con ambos, según los casos, que ocupan o utilizan de alguna otra manera, y en
particular los aspectos colectivos de esa relación” (OIT, 1989).

Posterior a la adopción del Convenio 169, la Asamblea General de la ONU adoptó la Declaración
de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas en septiembre de 2007. Esta
consigna los derechos tanto individuales como colectivos de los pueblos originarios relativos a
diversas dimensiones, como son la cultura, el trabajo, el idioma y la salud, entre otras. Promueve
también la mantención de tradiciones y la prohibición de discriminación, así como el derecho a
perseverar en su propia idea de desarrollo económico y social. El documento revisa a su vez el
deber de los gobiernos y su relación con los medios. En el artículo 16 establece que “los Estados,
sin perjuicio de la obligación de asegurar plenamente la libertad de expresión, deberán alentar
a los medios de información privados a reflejar debidamente la diversidad cultural indígena”
(ONU, 2007).

A partir de la década de los noventa, los movimientos indígenas, comenzaron una rearticulación
en torno al reconocimiento político, la autonomía y el reclamo territorial. Estos movimientos
reivindicativos han significado conflictos que han variado en su intensidad durante el tiempo, y
que en ocasiones han sido tratados como actividades criminales por los medios de
comunicación.

El ex Relator Especial de las Naciones Unidas sobre la Situación de los Derechos Humanos y
Libertades Fundamentales de los Pueblos Indígenas, Rodolfo Stavenhagen, advertía ya en su
informe de 2003, que “no deberán aplicarse acusaciones de delitos tomados de otros contextos
(“amenaza terrorista”, “asociación delictuosa”) a hechos relacionados con la lucha social por la
tierra y los legítimos reclamos indígenas”. En el mismo documento recomienda a los medios de
comunicación “que redoblen los esfuerzos para dar amplia cobertura balanceada y equilibrada
a las necesidades y la situación de los pueblos indígenas así como a las situaciones de conflicto
social en las regiones indígenas” (Stavenhagen, 2003).

 Vulnerabilidad de los pueblos indígenas

La situación indígena en nuestro país es compleja, producto de una larga historia atravesada por
la explotación, la discriminación y la exclusión. Este entramado de variados factores ha
construido estereotipos negativos que se han anidado en el sentido común y la opinión pública,
situando a los pueblos indígenas en una condición más vulnerada aún. La Comisión
Interamericana de Derechos Humanos indica “la necesidad de protección especial, para los
pueblos originarios, surge de la mayor vulnerabilidad de estas poblaciones, dadas las
condiciones de marginación y discriminación históricas que han sufrido, y del nivel especial de
afectación que soportan por las violaciones de sus derechos humanos” (Comisión IDH, 2009,
Art.49). Esta prescripción, que está dirigida a los estados, puede ser también interpretada para
las labores periodísticas. La situación de vulnerabilidad vuelve más delicado el tratamiento
noticioso porque hace más fácil su discriminación.

El trato discriminatorio a través del lenguaje informativo no siempre se da de manera explícita.


En ocasiones puede advertirse equilibrio e incluso preocupación por la forma en que los pueblos
indígenas son representados en las publicaciones periodísticas, pero aun así el uso de ciertas
palabras, la elección de determinadas imágenes, el enfoque y la misma problemática a describir,
esconden sesgos arraigados.

 ORIENTACIONES PERIODÍSTICAS

La Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas señala en su
artículo 26 que “Los pueblos indígenas tienen derecho a las tierras, territorios y recursos que
tradicionalmente han poseído, ocupado o utilizado o adquirido”. La cobertura desde la
contingencia, o incluso desde un ángulo delictual, obvia las características especiales de este
tipo de hechos que en un periodismo con enfoque de derechos deben ser relevados.

Hay diferencias entre las formas de vida, costumbres y tradiciones de los pueblos originarios y
los modos dominantes de la población, que muchas veces desconocemos. Estas diferencias son
reconocidas y respetadas tanto por el Convenio 169 de la OIT como por la Constitución y es
crucial conocerlas y distinguirlas para el desarrollo de un periodismo con enfoque de derechos.

3. DIVERSIDAD SEXUAL (LGBTIQ)

Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos. Todos los derechos
humanos son universales, complementarios, indivisibles e interdependientes. La orientación
sexual y la identidad de género son esenciales para la dignidad y la humanidad de toda persona
y no deben ser motivo de discriminación o abuso (Introducción a “Los Principios de Yogyakarta”.
ONU., 2006, p.6).

Bastante ha avanzado nuestro país y el mundo en el respeto a la diversidad sexual en tan solo
unas décadas. Si hacemos un breve repaso de la homosexualidad en la historia de occidente,
podemos ver que desde el advenimiento de la iglesia católica, y en particular desde el Consejo
Eclesiástico de Elvira, del 309 d.c., las orientaciones sexuales distintas a la heterosexualidad
comenzaron a ser vigiladas y normadas, y la homosexualidad castigada. A esta se le denominó
sodomía y fue tipificada con el rótulo de “pecado”. Durante siglos la homosexualidad fue
ilegalizada y en varios países castigada con la muerte. Aún hoy existen lugares en el mundo
donde las personas son ejecutadas por su orientación sexual, como por ejemplo Uganda e Irán.

Cuando la orientación sexual distinta a la heterosexual no fue considerada un pecado, se le llamó


trastorno psiquiátrico. Recién en 1973 la Asociación de Psiquiatría de Estados Unidos retiró la
homosexualidad como enfermedad mental, y solo en 1992 fue definida como una variación más
de la sexualidad humana por la Organización Mundial de la Salud. Conscientes de esta
discriminación, los organismos del sistema universal e interamericano de derechos humanos
han formulado instrumentos normativos específicos sobre las personas con orientaciones
sexuales e identidades de género diversas. El principal esfuerzo en ese sentido es la elaboración
de los Principios de Yogyakarta sobre la Aplicación de la Legislación Internacional de los
Derechos Humanos en Relación con la Orientación Sexual y la Identidad de Género, que pese a
no ser un tratado internacional, sitúa los estándares legales para detener la violencia y
discriminación contra las personas homosexuales, transgénero y transexuales.

A nivel regional se dio un paso importante en 2013 con la aprobación en la Organización de


Estados Americanos de la Convención Interamericana Contra Todas las Formas de
Discriminación e Intolerancia. En el artículo 4 del documento se señala que los Estados se
comprometen a prevenir, eliminar, prohibir y sancionar todos los actos y manifestaciones de
discriminación e intolerancia, incluyendo la publicación, circulación o diseminación, por
cualquier forma y/o medio de comunicación, de cualquier material que defienda, promueva o
incite al odio, la discriminación y la intolerancia (OEA, 2013).

 Sobre la diversidad sexual y sus derechos

Bolivia no fue ningún extraño a discriminaciones por orientación sexual o identidad de género.
Prácticamente durante toda nuestra historia republicana la homosexualidad fue considerada un
delito y sometida al escarnio público. En este último sentido los medios de comunicación jugaron
un rol protagónico. Tanto el periodismo nacional como nuestra legislación han avanzado hacia
la inclusión y respeto de la diversidad sexual.

En el año 2010 se promulga la Ley 045 contra el racismo y toda forma de discriminación. Esta ley
es un hito importante porque dispone un mecanismo judicial específico para las personas
víctimas de discriminación, que incluye explícitamente entre los motivos el sexo, la orientación
sexual y la identidad de género.

La Comisión Interamericana ha señalado que la violencia contra las personas con diversa
orientación e identidad de género (LGBTIQ) se ha visto reforzada por la diseminación de
“discurso de odio” dirigido a esta comunidad en distintos contextos, incluyendo en debates
públicos, manifestaciones en contra de eventos organizados por personas LGBTIQ, como las
marchas del orgullo, así como a través de medios de comunicación y en Internet.

Ante lo cual, observa la necesidad de estudiar este fenómeno con mayor profundidad, teniendo
en cuenta que la evidencia demuestra que cuando ocurren crímenes contra las personas
LGBTIQ, con frecuencia están precedidos de un contexto de elevada deshumanización y
discriminación.

Por su parte, la Relatoría Especial para la Libertad de Expresión de la CIDH ha señalado que el
artículo 13 de la Convención Americana abarca el derecho de las personas a expresar su
orientación sexual e identidad de género y que este tipo de expresión goza de un nivel especial
de protección bajo los instrumentos interamericanos, en tanto se relaciona con un elemento
integral de la identidad y la dignidad personal.

Según un informe que analiza los medios de comunicación en cinco países de Latinoamérica,
existe la tendencia a ignorar por completo en la cobertura periodística a las personas LGBTIQ así
como a los temas que les afectan. Cuando se reportan, los asuntos relacionados con las personas
LGBTIQ con frecuencia son abordados de manera “sensacionalista y denigrante”. Más aún,
según la información recibida, en algunos países “la ridiculización generalizada de las personas
LGBTIQ”, sumada a las amenazas y violencia contra activistas y defensores LGBTIQ, conduce a la
existencia de un conjunto limitado de personas dispuestas a ser asociadas públicamente con la
promoción y defensa del principio de no discriminación y contra la violencia. Según este estudio,
esto genera una visión distorsionada en la población general hacia las personas LGBTIQ así como
la falsa creencia de que no muchas personas están dispuestas a defender públicamente sus
derechos.

Por lo tanto, medios y periodistas deben estar abiertos a que las personas LGBTIQ expresen sus
opiniones e ideas en tanto dicha expresión está relacionada a la identidad y dignidad personal;
renunciar a adoptar en el abordaje de las noticias un enfoque sensacionalista y denigrante y
menos aún que se ridiculice a dichas personas.

Por otra parte, los periodistas y comunicadores deben tener en cuenta que según los Principios
de Yogyakarta, el Estado está obligado a: Garantizar el derecho de toda persona a decidir, en
condiciones corrientes, cuándo, a quién y cómo revelar información concerniente a su
orientación sexual o identidad de género, y protegerán a todas las personas contra la divulgación
arbitraria o no deseada de dicha información o contra la amenaza, por parte de otros, de
divulgarla. Por lo tanto, esta previsión debe ser respetada por el periodismo y medios de
comunicación.

Finalmente, es importante que periodistas y comunicadores tengan en cuenta que en 2013 fue
aprobada la Convención Interamericana contra todas las formas de Discriminación e Intolerancia
que busca brindar protección frente a todas las formas de discriminación, incluida la basada en
motivos de sexo, orientación sexual, identidad y expresión de género, entre otras.

Al establecer los deberes del Estado, esta Convención, dispone que los Estados se comprometen
a prevenir, eliminar, prohibir y sancionar, de acuerdo con sus normas constitucionales y con las
disposiciones de la Convención, todos los actos y manifestaciones de discriminación e
intolerancia, incluyendo la publicación, circulación o diseminación, por cualquier forma y/o
medio de comunicación, incluida la Internet, de cualquier material que defienda, promueva o
incite al odio, la discriminación y la intolerancia, además promueva la violencia motivada por
cualquiera de los criterios enunciados sobre la orientación sexual, identidad y expresión de
género, entre otras.

 ORIENTACIONES PERIDODÍSTICAS

El principio 6 de Yogyakarta estipula el derecho a la privacidad de las personas y su orientación


sexual, estableciendo como opcional su divulgación o no.

Si aún existe discriminación en contra de personas homosexuales y transgénero, la situación de


quienes son transexuales es más grave todavía. A los hombres y mujeres transexuales se les
niegan derechos básicos como el acceso a un nombre que se condiga con su identidad de
género; el derecho a un trabajo digno; a formar una familia, entre otros, lo que les sitúa en una
situación de alta vulnerabilidad. Un periodismo con enfoque de derechos debiera dar cuenta de
esta precaria situación en su cobertura noticiosa del tema.

4. PERSONAS CON DISCAPACIDAD (PDC)

Los Estados Partes adoptarán todas las medidas pertinentes para que las personas con
discapacidad puedan ejercer el derecho a la libertad de expresión y opinión, incluida la libertad
de recabar, recibir y facilitar información e ideas en igualdad de condiciones con las demás y
mediante cualquier forma de comunicación que elijan (Convención sobre los Derechos de las
Personas con Discapacidad. ONU).
De acuerdo a los informes de situación de los Derechos Humanos de las personas con
discapacidad, se constató la desigualdad objetiva de las personas con discapacidad en
comparación con la población general: menor tasa de alfabetización, menores años de estudios,
mayor pobreza y desempleo, y mayores dificultades en materia de salud y utilización de espacios
públicos son algunas de las dimensiones en que estas personas viven la discriminación. Nuestro
país ha dado pasos para comenzar a revertir esta situación, prueba de ello es la ratificación y
actual vigencia, de la Convención Interamericana para la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación contra las Personas con Discapacidad, y desde 2008 de la Convención de
Naciones Unidas sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD) y su Protocolo
Facultativo.

En dichos tratados se reconoce la dignidad inherente de toda persona con discapacidad y su


contribución a la sociedad. Asimismo, señalan la obligación de los Estados Partes de fomentar
su inclusión, considerando también el rol de los medios de comunicación en esta tarea. Se indica
expresamente en el artículo 8, letra c: “alentar a todos los órganos de los medios de
comunicación a que difundan una imagen de las personas con discapacidad que sea compatible
con el propósito de la presente Convención” (ONU, 2006, p. 9), o sea, desde un enfoque de
sujetos de derecho.

Las personas con discapacidad, como otros grupos en situación de vulnerabilidad, han tenido
una imagen en los medios de comunicación que se corresponde a la discriminación de la que
han sido víctimas. Se proyecta una imagen muy estereotipada, siendo necesario ajustar la
imagen hacia la normalidad.

Por un lado, cuando los medios aun no incorporan el enfoque incluyente basado en derechos
humanos, y muestran los rostros de las personas con discapacidad, suelen hacerlo con fines
recaudatorios, mostrándoles como héroes para generar simpatía, o como personas marginadas,
intentando provocar compasión o caridad.

La publicidad suele ser más reacia en adoptar un enfoque incluyente hacia las personas con
discapacidad, el cual estaría en concordancia con la pluralidad que es propia de la sociedad.
Actualmente, se promueve la presencia de las personas con discapacidad en los medios
audiovisuales ya que ésta no se corresponde con el porcentaje real que representan en la
sociedad. De hecho, cuando aparecen lo hacen desempeñando un papel determinado por su
discapacidad, es decir, la representación sigue siendo marginal.

Se promueve también la participación en programas de entretenimiento a fin de promover su


inserción social plena, dándole mayor visibilidad a este colectivo. Se debe mejorar el tratamiento
de la imagen pública de las personas con discapacidad. Es necesario también emprender
acciones en favor de la accesibilidad: la lengua de signos, el subtitulado y la audio descripción
que en la televisión permiten al tele espectador con discapacidad acceder a los contenidos que
se emiten en igualdad de condiciones al resto de la sociedad.

Entre las discapacidades, constituye un desafío particular que los medios de comunicación
traten con enfoque de derechos humanos las informaciones y noticias relacionadas a la salud
mental. Suelen ser los errores más habituales: los titulares morbosos, la etiquetación de
personas sustantivando su condición, las imágenes poco normalizadoras y la confusión entre
enfermedad mental y otro tipo de discapacidades, entre otros. En este sentido, demanda una
mayor presencia del colectivo como fuente de información. En las noticias, encasilladas en gran
medida en la sección de sucesos, los datos suelen provenir de instituciones públicas y del mundo
médico-científico, incumpliendo la regla periodística de dar voz a los implicados en una
información.

En síntesis, respecto de esta población es importante superar la visión tradicional que busca
despertar compasión y no mostrar la enfermedad mental de forma dramática ni sensacionalista;
no recurrir gratuitamente a aspectos emocionales que puedan despertar sentimientos de
paternalismo, compasión, curiosidad morbosa, distanciamiento, frivolidad, entre otros. Las
personas con enfermedad mental tienen los mismos derechos que cualquier otra persona. Lo
que necesitan son recursos adecuados para poder ejercer plenamente estos derechos.

Los medios deben realizar ajustes en sus contenidos para responder mejor a las necesidades de
las personas con discapacidad. Esta situación puede mejorar con la adopción de alguna norma
deontológica, o un código de buenas prácticas o de estilo sobre la discapacidad y, estrechar la
relación con organizaciones relacionadas con la discapacidad haciéndoles las consultas
respectivas.

Las palabras pueden incluir o excluir, acercar o marginar, publicitar la igualdad o consagrar el
rechazo. El tratamiento periodístico al abordar noticias sobre personas con discapacidad es
profundamente sensible en este aspecto. La elección de adjetivos y sustantivos van
configurando o reforzando una discursividad que sitúa a las personas con discapacidades. En
qué lado las deja o ubica, es una cuestión que muchas veces soslayamos.

“Minusválidos”, “padecen”, “postrados” son términos que reproducen caracterizaciones


discriminadoras que literalmente invalidan a las personas afectadas por alguna discapacidad y
remarcan un imaginario asistencialista de la integración. Los cambios culturales que toda
sociedad desarrolla operan también en el giro lingüístico: lo que antes nos parecía correcto, hoy
nos parece impresentable. Así como ha estado sucediendo con el lenguaje machista o racista,
también el ejercicio periodístico ha tomado nota de las personas con discapacidad como sujetos
de derechos.

 ORIENTACIONES PERIODÍSTICAS

Una comunicación con enfoque de derechos reconoce que las personas que viven con algún tipo
de discapacidad son sujetos que gozan de derechos consagrados en instrumentos
internacionales que los sitúan como personas integrales y dignas, y que estereotipos o
estigmatizaciones refuerzan su discriminación y afectan su inserción plena en la vida familiar,
laboral, política o cualquiera otra esfera social.

Un periodismo con enfoque de derechos cuida la integridad de las personas y entiende que el
uso del humor en los relatos periodísticos no debe, bajo ninguna circunstancia, realizarse a costa
de la dignidad de las personas. Esto significa que dicho recurso debe ser administrado
cuidadosamente, procurando no exponer como situaciones humorísticas las condiciones de
discapacidad de las personas. Ello exige, por ejemplo, el funcionamiento constante de filtros
rigurosos en el proceso de elaboración de las noticias.

Si se está trabajando o reportando una noticia acerca de este grupo humano, hay que llamarles
personas con discapacidad. No es correcto referirse como: discapacitados, menos aún, lisiados,
inhabilitados, deshabilitados o minusválidos, porque todos estos son términos que dan pie a la
discriminación histórica que han sufrido estas personas.

También podría gustarte