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dejado que el príncipe de este mundo, Satanás, gobierne sus mentes, sus
hogares, sus familias; le han dejado a este ser maléfico los plenos poderes sobre
sus hijos. ¡Es hora que haya un despertar y que el príncipe de las tinieblas salga
de los hogares, de la televisión, de la prensa!
Moisés, uno de los líderes más sobresalientes de la nación judía, reconocido por
toda la cristiandad, vino a la existencia por medio de unos padres que amaban y
obedecían a Dios de todo corazón. En el libro del Éxodo, tenemos a Satanás
operando a través de Faraón, rey de Egipto, para la destrucción de los niños
judíos (Éxodo 1:22). Pero en medio de aquel violento ataque, ciertos padres
decidieron no dejarse vencer por aquel edicto real. “Un varón de la familia de Leví
fue y tomó por mujer a una hija de Leví, la que concibió, y dio a luz un hijo; y
viéndole que era hermoso, le tuvo escondido tres meses” (Éxodo 2:1-2). Esta
decisión salvó la vida de Moisés, el cual llegó a ejercer uno de los ministerios más
extraordinarios narrado en la Biblia. Era el hombre que hablaba cara a cara con
Dios. “Y hablaba Jehová a Moisés cara a cara, como habla cualquiera a su
compañero” (Éxodo 33:11).
LA ENTREGA A LA FE
“Por la fe Moisés, cuando nació, fue escondido por sus padres tres meses, porque
le vieron niño hermoso, y no temieron el decreto del rey”, Hebreos 11:23.
Es necesario que en esta hora se levanten las Jocabed de Dios para decirle a
Satanás que no le van a dejar a sus hijos en sus manos, ¿cuál madre pondría a su
hijo en las manos de un asesino? Satanás es el asesino más grande de todos los
tiempos, Jesús lo describe diciendo: “El ladrón no viene sino para hurtar y matar y
destruir” (Juan 10:10). El poder maléfico de este ladrón es incuestionable, ¿cómo
podemos dejarle en sus manos a nuestros hijos, nuestras familias?
Jocabed decidió luchar, pelear aquella batalla y Dios la respaldó. Dios estaba en el
asunto, Él está interesado en nuestros hijos, en nuestra familia. Ésta es una
batalla que tenemos que pelear por la fe y al lado del Señor. No importa cuánto se
tenga que luchar, arriesgar, sufrir, no se puede dejar en las manos de Satanás a
nuestros hijos, la fe en Dios vence al mundo y sus poderes (1 Juan 5:5).
LA ENTREGA DE LOS SENTIMIENTOS.
Jocabed tuvo que entregar sus sentimientos de madre a los pies del Señor, la
Escritura dice: “Pero no pudiendo ocultarle más tiempo…”, Éxodo 2:3.
Llegó el momento que no podía hacer más por aquel niño; sus sentimientos de
madre tenían que gritarle: “quédatelo contigo, no te puedes separar de tu bebé,
¿quién lo cuidará?”
Mas hay algo asombroso, algo que falta en toda la historia de Moisés, no
encontramos en toda la Biblia el nombre que Jocabed le dio a Moisés, ¿puede una
madre tener un hijo y aún después de tres meses no darle nombre? El nombre de
Moisés “sacado de las aguas” no le fue dado por Jocabed, sino por la hija de
Faraón, nunca oímos otro nombre sino el de Moisés. Cuán terrible debe ser esto
para una madre. ¿Cómo logró esto? Estregando sus sentimientos en las manos
del Señor, dejar que fuera Dios quien decidiera por ella.
A veces, los sentimientos de la madre o del padre malogran los propósitos de Dios
para con los hijos, se cree que esto o aquello conviene más y nos anteponemos a
los propósitos de Dios ¿Cuántos hijos sufren durante toda la vida las malas
decisiones u orientaciones que no estuvieron respaldadas por la oración delante
de Dios? ¿Cuántos ministerios se han malogrado a causa de las decisiones
paternas y maternas? Tenemos una enorme responsabilidad, esta no puede ser
llevada a cabo si no dependemos de Dios.
“Tomó una arquilla de juncos y la calafateó con asfalto y brea, y colocó en ella al
niño y lo puso en un carrizal a la orilla del río”, Éxodo 2:3.
Tuvo que entregar su hijo a las aguas, pero lo más hermoso es la forma como lo
hizo. Se aseguró de que los materiales en los cuales iba a depositar al niño. En
Egipto el junco era la materia prima con la que se construían las embarcaciones;
luego la calafateó, la untó con asfalto y brea, le puso dos protecciones. El asfalto
se recogía de pozos de petróleo naturales que brotaban a la superficie de la tierra,
esto le daba a la arquilla una protección contra las infiltraciones de agua. La brea
es una resina que pega y solidifica la estructura para que no se deshaga.
Jocabed se aseguró de que aquello sobre lo cual entregaba a su hijo a las aguas
fuera adecuado, resistente a las aguas del Nilo. Nuestros hijos tienen que hacer
frente a unas aguas impetuosas en las escuelas, universidades, compañías, están
rodeados de un ambiente decadente y agresivo contra todo concepto moral. La
Biblia es cuestionada por maestros, amistades, estamos viviendo en los días del
fin, y las aguas contaminadas del pecado han tomado proporciones universales.
¿Estamos usando lo que puede vencer ese río impetuoso y contaminado? ¿Nos
preocupa lo que estamos usando para la arquilla de nuestros hijos?
RENOVANDO LA ENTREGA
“Y cuando el niño creció, ella lo trajo a la hija de Faraón, la cual lo prohijó, y le
puso por nombre Moisés, diciendo: Porque de las aguas lo saqué”, Éxodo 2:10.
Jocabed había tenido aquel hijo en sus brazos unos años más, sin embargo,
cuando llegó la hora, lo tuvo que entregar por segunda vez. Ésta es otra clave
hermosa: tuvo que renovar la entrega cuando el niño creció. Jocabed tuvo que
sacrificar de nuevo sus sentimientos, su amor de madre para que los propósitos
de Dios se cumplieran con su hijo y la nación de Israel. La elección era dura, pero
¿qué era mejor, un hijo vivo en otras manos o un hijo muerto en las suyas?
¿Preferimos un hijo vivo en las manos de Dios o un hijo muerto en nuestras
manos? Algunas veces nos aferramos, y traemos muerte en vez de la vida.
Moisés nunca negó el nombre que recibió de la hija de Faraón, sino que se
identificó plenamente con ese nombre; se entregó plenamente a los propósitos de
Dios porque su madre supo prevalecer en la crisis. Puede que no hayamos tenido
las mejores condiciones en nuestra vida, pero no debemos vivir amargados,
resentidos, frustrados, sino abiertos a la utilidad que nuestro Dios nos quiera dar,
todavía Él puede hacer algo con nosotros y con nuestros hijos.