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Universidad Gastón Dachary

Interpretación Económica del Derecho

Trabajo Práctico N.º 1

Época Neoliberal

La Hegemonía Neoliberal (1976-2001)

Nombre y Apellido del Docente: Prof. Esp. Gutti, Vanesa

Nombre y Apellido de los Alumnos:

 Antúnez, Araceli
 Billerbeck, Santiago Iván
 De Lima, Karen Soledad
 Maciel, Camila Soraya
 Nacimiento, Micaela Daiana
 Rodríguez, Carla Gabriela

Año de Cursado: 1er Año Abogacía

Eldorado-Misiones

2023
Índice

Introducción.............................................................................................................................................1

Resumen....................................................................................................................................................2

Desarrollo..................................................................................................................................................3

Tendencias Recientes de la Globalización........................................................................................3

La Política Económica:.......................................................................................................................10

Dictadura Militar Argentina (1976-1983)...........................................................................................21

Densidad Nacional..............................................................................................................................29

Estructura y Dinámica del Sistema...................................................................................................31

Las Regiones y el País.......................................................................................................................46

Conclusión..............................................................................................................................................49

Bibliografía..............................................................................................................................................50

Webgrafía................................................................................................................................................51
Introducción
El siguiente trabajo práctico corresponde al segundo parcial de la materia de Interpretación
Económica del Derecho de la carrera de Abogacía de la Universidad Gastón Dachary. Se trata
de una investigación que brindará un completo panorama del devenir de la economía argentina
en el siglo XX y XXI, constituyendo una útil herramienta para comprender los principales
procesos y coyunturas que moldearon el país en este período.

La transición fallida del modelo primario exportador hacia una economía industrial avanzada en
Argentina culminó con el caos en el gobierno de Isabel Perón y el golpe de Estado de 1976.
Estos eventos marcaron el colapso de la industrialización incompleta que había comenzado en
1930.

A partir de entonces, la economía argentina se vio fuertemente influenciada por factores


internos, pero también por el contexto mundial, especialmente las tendencias de la
globalización posterior a 1945. La revolución tecnológica y científica, incluyendo la
microelectrónica, la informática y la biotecnología, abrió nuevas oportunidades en el comercio y
las inversiones internacionales, así como en la circulación de información y el transporte.

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Resumen
Se analizará la evolución de la economía argentina durante el siglo XX, poniendo especial
énfasis en el período que va desde 1930 hasta comienzos del siglo XXI. Mediante un
exhaustivo recorrido histórico, examinaremos los principales hitos, políticas económicas
implementadas y transformaciones estructurales que experimentó la economía del país.

Entre los temas abordados se destacan el impacto de la crisis mundial de 1930, el surgimiento
del peronismo, la inestabilidad política de las décadas de 1960 y 1970, la dictadura militar de
1976, la instauración del modelo neoliberal y sus consecuencias, así como la creciente
globalización y el endeudamiento externo.

Se detallará la evolución de sectores clave como la industria, el agro, la minería, el comercio


exterior y la infraestructura. También, se remarcarán las diferencias regionales entre la capital
federal y el interior del país, los profundos cambios en la estructura social, señalando el
aumento de la pobreza y la desigualdad.

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Desarrollo
Tendencias Recientes de la Globalización
En la década de 1970, además del proceso de globalización, se produjeron cambios
económicos y políticos a nivel global que afectaron el rumbo de Argentina. La situación
económica del país estuvo marcada por la interacción entre factores internos y eventos en el
escenario internacional, incluyendo la globalización y avances tecnológicos.

Las tendencias de largo plazo del tercer orden mundial

Desde 1945, la globalización se ha profundizado, particularmente desde mediados de la década


de 1970. Las tendencias clave incluyen:

Movimientos de bienes y factores de la producción

Comercio Internacional: El comercio de bienes y servicios a nivel mundial ha crecido


significativamente, superando el crecimiento de la producción mundial. La proporción de bienes
comercializados internacionalmente ha aumentado, pasando del 10% en 1950 a más del 22%
en el siglo XXI. Además, la composición del comercio ha evolucionado hacia bienes con mayor
tecnología y valor agregado.

Inversiones privadas directas: Las empresas globales han expandido su producción en el


extranjero, creando cadenas de valor que abarcan múltiples países. Estas operaciones dentro
de las mismas empresas representan una parte significativa del comercio global,
particularmente en bienes de alta tecnología y servicios.

Migraciones: Las corrientes migratorias han cambiado con el tiempo, y los países desarrollados
se han convertido en destinos de inmigrantes de diversas regiones. Además del flujo de países
subdesarrollados a desarrollados, aproximadamente el 40% de las migraciones actuales
ocurren entre países subdesarrollados. Las políticas de inmigración se han vuelto más
selectivas en términos de origen y capacitación.

Capitales financieros: El movimiento de fondos internacionales, especialmente especulativos y a


corto plazo, ha experimentado un crecimiento masivo. La mayoría de las transacciones
financieras ocurren entre países desarrollados. Las operaciones en los mercados de divisas
han crecido significativamente, principalmente las operaciones especulativas (ligadas al
arbitraje de tasas de interés, paridades cambiarias y cotizaciones de valores y acciones en las
bolsas de valores).

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Impacto y consecuencias:

El crecimiento financiero masivo no ha contribuido al aumento de la acumulación de capital en


la economía global y ha aumentado la inestabilidad en los mercados. Los cambios abruptos en
las cotizaciones de divisas y en los mercados de valores han afectado a las economías tanto
centrales como periféricas.

Mientras que las economías centrales pueden controlar estas turbulencias con regulación de
liquidez y gasto, en las economías periféricas, han causado ciclos de endeudamiento que
perturban el equilibrio macroeconómico y generan crisis financieras y de pagos externos que
afectan la actividad económica, la producción y el empleo. Estas crisis se han producido en
América Latina en la década de 1980, en México en 1995 (llamada la crisis del tequila), en
Rusia en 1996 y en países del sudeste asiático en 1997 y 1998, además de la crisis de
Argentina en 2001.

Por lo tanto, estas tendencias y sus consecuencias han tenido un impacto significativo en la
economía global y en los mercados financieros. Han provocado inestabilidad y cambios
drásticos en la economía, especialmente en los países periféricos.

Conformación de las redes globales

La revolución tecnológica ha cambiado la demanda y producción, impactando en el comercio


internacional, inversiones privadas directas y flujos financieros. Las economías avanzadas,
como Estados Unidos, Europa Occidental y Japón, han llegado a dominar las transacciones
internacionales. La triada formada por estos actores realiza la mitad del comercio global,
especialmente dentro de la triada.

Cerca del 80% de las inversiones privadas directas y transacciones financieras se producen en
las economías avanzadas. La Unión Europea, que incluye a importantes economías
industriales, representa el 25% del comercio global.

América Latina y África han visto una disminución en su participación en las exportaciones
mundiales, ya que tradicionalmente se especializaban en productos primarios y manufacturas
de baja tecnología (commodities). Sin embargo, algunos países en desarrollo de Asia han
experimentado un crecimiento significativo en su comercio internacional, especialmente entre
ellos mismos, debido a que se adaptaron a economía industrial y tecnológica.

Las reglas del juego en el tercer orden mundial son dictadas por las potencias dominantes. Los
principales miembros de la triada tienen organismos de cooperación como el G7 y la OCDE

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(Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos). Los intereses privados de
estos países también se expresan a través de foros como la Comisión Trilateral y el Grupo de
Davos.

Las potencias de la triada ejercen un control importante sobre organizaciones multilaterales


como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial y la Organización Mundial de
Comercio (OMC). Estas organizaciones establecen reglas que benefician a los países
dominantes, como la liberalización del comercio de bienes de alto valor agregado y tecnología,
mientras mantienen altos niveles de protección y subsidios en productos agrícolas y bienes
sensibles. Los países en desarrollo, liderados por grandes actores como India y Brasil, han
intentado bloquear estas medidas y promover cuestiones que les beneficien en la OMC, como
reducir subsidios y proteccionismo agrícola y limitar nuevas restricciones a políticas nacionales
de desarrollo.

Asimetrías en el desarrollo y en el bienestar

La Revolución Industrial y el avance tecnológico impulsaron el desarrollo y la productividad,


pero también revelaron disparidades significativas entre países. A principios del siglo XIX, la
diferencia en el ingreso por persona entre las regiones menos y más avanzadas era 1 a 3. Al
finalizar el segundo orden mundial en 1913, esta brecha se había ampliado a 1 a 10 y se
mantuvo en niveles similares durante la época de desglobalización y conflictos mundiales
(1914-1945). A partir de entonces y hasta finales del siglo XX, se incrementó aún más, llegando
a 1 a 13 y, finalmente, 1 a 20.

En el caso de América Latina, vimos una tendencia similar. A principios del siglo XIX, la brecha
con respecto a las regiones más avanzadas aumentó de 1 a 2 a 1 a 3,5 en 1913. Luego, se
mantuvo en este nivel hasta 1973 antes de aumentar nuevamente hasta 1 a 4,5 a finales del
siglo XX.

Estas asimetrías no solo ocurren entre países, sino también dentro de cada país, incluso en las
naciones más avanzadas. En el primer caso, las diferencias provienen de brechas en el
desarrollo de los sistemas productivos y los niveles tecnológicos. En el segundo caso, factores
como la concentración de la riqueza y las divisiones en la estructura social contribuyen a estas
desigualdades, especialmente en América Latina, donde se han agravado debido a crisis de
deuda, desempleo y desaceleración económica.

Después del "período dorado", las políticas de bienestar social se debilitaron y los mercados
laborales se desregularon, lo que coincidió con un aumento del desempleo. Además, las

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diferencias en la educación y capacitación de la fuerza laboral llevaron a desigualdades
salariales, lo que contribuyó a un aumento de la desigualdad en la distribución del ingreso,
particularmente en los Estados Unidos y, en menor medida, en Europa occidental.

El fin del periodo dorado y el cambio de paradigma

Durante el "período dorado", la economía mundial experimentó un crecimiento excepcional,


liderado por los países industriales con tasas de crecimiento cercanas al 5% anual. Sin
embargo, desde 1973 hasta finales de la década de 1990, estos países vieron una disminución
en sus tasas de crecimiento alrededor del 2.5% anual. América Latina también experimentó una
reducción en sus tasas de crecimiento, pasando del 5% anual a la mitad bajo nuevas
circunstancias internacionales y una estrategia neoliberal. Las economías de la ex Unión
Soviética, Europa oriental y África también se vieron afectadas con disminuciones en el
crecimiento.

La acumulación de capital y el comercio internacional mostraron tendencias similares en varias


regiones del mundo, pero el proceso de globalización a partir de la década de 1970 fue menos
dinámico que en el período anterior, con la excepción de China y algunas economías asiáticas.
Los altos niveles de crecimiento y pleno empleo durante el "período dorado" llevaron a
tensiones distributivas y presiones inflacionarias en los países industriales.

En 1973, los precios del petróleo aumentaron drásticamente debido a eventos como la guerra
en Medio Oriente, exacerbando la inflación y causando una transferencia de recursos de los
importadores de petróleo a los exportadores. Esto, junto con el déficit en la balanza de pagos
de los Estados Unidos, contribuyó al aumento de la liquidez y la expansión de los movimientos
internacionales de capitales financieros.

La política internacional también tuvo un impacto, con la derrota de Estados Unidos en Vietnam
y la intervención soviética en Afganistán. Sin embargo, en 1989, el muro de Berlín cayó, la
Unión Soviética se desintegró y se produjo la unificación de Alemania, marcando el triunfo del
capitalismo sobre el socialismo.

El cambio de paradigma económico se materializó con líderes como la primera ministra


Thatcher en el Reino Unido y el presidente Reagan en los Estados Unidos, quienes
implementaron políticas basadas en el mercado, recortes en el estado de bienestar, reformas
tributarias favorables a los ingresos altos, privatización de empresas estatales, restricción de la
influencia sindical y desregulación. Esto se conoció como la reforma neoliberal. Aunque

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inicialmente llevó a contracciones económicas y desigualdad, en Estados Unidos se
abandonaron las medidas más restrictivas posteriormente.

Este cambio de paradigma también tuvo un impacto en América Latina y otros países
periféricos, aunque en contextos diferentes.

Este período marcó el fin de un auge económico y un cambio hacia políticas económicas
basadas en el mercado y la desregulación en los países centrales, que tuvieron un impacto
significativo en la economía global y en América Latina.

La deuda latinoamericana

En la década de 1970, América Latina, incluyendo Argentina, experimentó un auge especulativo


con un flujo significativo de financiamiento de bancos internacionales. Este exceso de crédito
llevó a una falta de prudencia en la gestión de la deuda. Fuentes tradicionales de
financiamiento, como bancos multilaterales y crédito comercial, dieron paso a préstamos de
bancos privados internacionales con tasas de interés variables. La deuda externa de América
Latina creció rápidamente durante este período. En Argentina, la deuda aumentó del 5,000 a
44,000 millones de dólares entre 1973 y 1982, un incremento del 800%. En otros países
latinoamericanos, como México, la deuda aumentó en un 900%.

Sin embargo, cuando las tasas de interés en los Estados Unidos y otros países centrales se
elevaron y los precios de las materias primas cayeron, la situación de deuda se volvió
insostenible. En Argentina, la crisis se evidenció con la caída de la política cambiaria, la fuga de
capitales y la inflación. En 1982, México anunció una moratoria en su deuda externa,
desencadenando un gran programa de rescate de bancos acreedores, principalmente
estadounidenses.

Los bancos formaron un club de acreedores y presionaron a los deudores para negociar
individualmente. El Fondo Monetario Internacional (FMI) representó a los acreedores y negoció
acuerdos de rescate con los países endeudados. Sin embargo, esta vez, los problemas de
deuda eran estructurales y no temporales, lo que requería ajustes más profundos.

En la década de 1980, las políticas de ajuste estructural, conocidas como el "Consenso de


Washington", se impusieron a América Latina.

Decálogo de Washington

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Estos programas incluyeron apertura económica, desregulación de mercados, privatizaciones y
reducción del gasto público. La sobrevaluación del tipo de cambio afectó negativamente a la
economía real al fomentar importaciones en lugar de producción interna, lo que resultó en
contracción económica y desempleo.

En la década de 1990, se implementaron dos grandes programas de rescate liderados por los
secretarios del Tesoro de los Estados Unidos. La conversión de deuda bajo el Plan Brady alivió
la carga de la deuda, pero la región sufrió una década de bajo crecimiento económico y
problemas sociales. Sin embargo, en la segunda iniciativa bajo el Plan Brady en 1989, la
situación mejoró con la reprogramación de la deuda a tasas más bajas. Se produjo una
transferencia neta positiva de recursos hacia América Latina en la década de 1990.

A finales del siglo XX y principios del siglo XXI, América Latina seguía siendo altamente
endeudada y vulnerable, y las reformas inspiradas en el Consenso de Washington no pudieron
proporcionar un crecimiento económico sostenible.

Principios del siglo XXI

En el inicio del siglo XXI, las tendencias del tercer orden mundial siguen siendo relevantes.
Estas tendencias son impulsadas por avances tecnológicos que afectan la organización
empresarial, la distribución del ingreso, las redes económicas globales y el poder. La caída de
la Unión Soviética consolidó a los Estados Unidos como la única superpotencia militar. A pesar
del triunfo de la economía de mercado y la democracia occidental después de la caída del
socialismo, el mundo se volvió más conflictivo.

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Las desigualdades en el bienestar y el ejercicio del poder por parte de las naciones dominantes
han intensificado las tensiones sociales y políticas, que ahora tienen alcance global. Problemas
históricos relacionados con etnias y religiones han resultado en actos de violencia, como los
ataques a las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre de 2001. El orden global
carece de instituciones efectivas para gestionar estos desafíos.

Las asimetrías en los niveles de bienestar, la degradación del medio ambiente y el crimen
globalizado, como el narcotráfico, son causas profundas de conflictos. El uso unilateral de la
fuerza por parte de la superpotencia dominante (Estados Unidos) no ha logrado establecer un
orden mundial más pacífico y seguro.

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La Política Económica:
A comienzo del año 1976 era notoria la incapacidad del Gobierno de Isabel Perón de dirigir la
economía y erradicar la violencia desatadas por ambos extremos del oficialismo y las
organizaciones armadas paramilitares y revolucionarias. Pero en su escala y magnitud de la
violación de normas elementales de convivencia de una sociedad civilizada, la represión
desatada a partir del golpe de estado de marzo de 1976 no tuvo precedentes históricos en el
país ni en su posterior repercusión internacional.

La nueva crisis argentina, tuvo lugar internacional en el cual había concluido el periodo dorado y
en los países centrales el paradigma keynesiano había sido sustituido por el neoliberal. La
globalización incluyo así la dimensión ideológica las condicionalidades de respuesta de los
países subdesarrollados para defender sus intereses y desarrollo en el mundo global fue
colocada una vez más a prueba y el terreno de las ideas fundadoras de la política económica
fue un campo privilegiado del conflicto.

1. El Proceso de Reorganización Nacional

En marzo del año 1976 fue derrocado el gobierno constitucional y los acontecimientos
posteriores fueron el punto culminante de la disolución de la densidad nacional. Las fuerzas
armadas fueron las principales protagonistas del conflicto atareadas por el mismo esquema que
dividían a la sociedad argentina; porque a pesar de todos los líderes militares bajo régimen
civiles habían sostenido proyectos y políticas consistentes con el interés nacional.

La estrategia se concentró en tres objetivos fundamentales: la apertura de la economía, la


retribución del ingreso y la reforma financiera, además de un instrumento que resultó decisivo
en el curso de los acontecimientos: la política cambiaria. La retribución del ingreso del ingreso
también se desenvolvió en dos aspectos: el funcional y el intersectorial. En el primer ámbito,
para debilitar al poder negociador de los sindicatos, reducir la participación de los asalariados
en el ingreso nacional, se propuso intervenir a la CGT y prohibir las actividades gremiales y el
derecho de huelga, reformar la ley Contratos de Trabajo y las convenciones colectivas
salariales y, en ciertos periodos, congelar los salarios. En el otro ámbito; la distribución
intersectorial del ingreso, la estrategia consistió en transferirlo de las actividades urbanas e
industriales al sector agropecuario mediante la reducción de retenciones sobre las
exportaciones tradicionales.

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La célebre tablita cambiaria realizo ajustes muy por debajo del aumento de los precios internos
y en consecuencia de eso, una creciente sobrevaluación con efectos negativos sobre la
producción y el empleo, pero beneficioso para la fuga de capitales.

Los tres objetivos concluyeron por una estrategia llamada “ENFOQUE MONETARIO DEL
BALANCE DE PAGOS PARA PEQUEÑAS ECONOMÍAS ABIERTAS”, que caracterizan a la
política en tres cuestiones indicativas de su concepción fundamental.

El análisis monetario del balance de pagos sostenía que una economía abierta con tipo de
cambio fijo, donde llevaba rumbo la argentina, los precios internos incluida la tasa de interés
debían converger con los internacionales. A la vez, el monto de dinero y el gasto se ajustaban
por los resultados del balance de pagos: un exceso de liquidez y de gasto se reflejaba en un
déficit del balance comercial y viceversa, con lo cual se restablecía el equilibrio del precio y de
los pagos internacionales.

Asentado en la competitividad de los recursos naturales, el sector primario pampeano soporto


mejor las consecuencias del movimiento de los precios en contra de los sectores productores
de bienes transables. Surgió también espacio de rentabilidad en numerosos sectores de
actividades productoras de bienes y servicios no sujetos a la competencia internacional y rentas
gigantescas en la INDUSTRIA FINANCIERA.

Los desequilibrios macroeconómicos del sistema heredados de la etapa anterior fueron


agregados por la estrategia económica del Proceso. El balance de pagos soporto la
consecuencia de la pérdida de competitividad, del aumento de las importaciones y los pagos
crecientes de los servicios de la deuda externa; las importaciones aumentaron de 4000 a 10000
millones de dólares entre 1975 y 1980. Pese el aumento de las exportaciones de granos
oleaginosos, grasas, aceites y residuos alimenticios, en 1980 se registró un déficit del balance
comercial cercano a los 3000 millones de dólar, desde entonces la carga de intereses de la
deuda externa de las exportaciones paso del 14 al 32% en 1981 y al 60% en los dos años
siguientes.

El déficit fiscal se acrecentó, porque por más que fuera la concepción de la política económica,
por su naturaleza, administrador del aparato estatal, impulso la expansión del gasto público, por
ejemplo, con la compra de armamentos. Incidió también el aumento de la carga de los servicios
de la deuda pública, la relación entre el gasto público y el PBI aumento del 39% en 1975 al 50%
al final del gobierno del Proceso. El gobierno sostuvo su política cambiaria bancando con
reserva y nueva deuda la fuga de capitales; fue uno de los cambios más notorios del

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comportamiento del modelo: importar deudas y exportar capitales. Para contener la fuga de
capitales la tasa de interés se elevó por encima del 300% anual. La situación patrimonial de los
deudores privados en divisas fue resuelta por varios mecanismos de transferencia del riesgo
cambiario al estado, lo cual aumento el déficit y el rigor del ajuste fiscal. En 1983, al concluir el
gobierno del Proceso, los indicadores económicos demostraban que el producto por habitantes
era casi 20% inferior al de 1975. El PBI total era inferior al de 1974, la industria manufacturera
el 12% y la construcción 28% por debajo. La producción primaria había crecido casi el 20%.

2. El Gobierno Radical

El Golpe de Estado de 1976 se había propuesto resolver el desorden económico, alinear al país
con Occidente y establecer un rumbo para el desarrollo fundado en los criterios racionales de la
economía del mercado y la apertura del sistema internacional. Siete años después el país
estaba agobiado por el desempleo y la pobreza, un desorden macroeconómico peor que el
heredado, una deuda externa agravante y las consecuencias de la violación a los derechos
humanos y a la derrota de la guerra de Malvinas. La situación económica que heredo el nuevo
gobierno, instalados en diciembre de 1983, incluía una recisión profunda y un desempleo
creciente, la inflación del borde el híper, la deuda externa de 45 millones de dólares, el equilibrio
macroeconómico, erradicar la inflación, elevar el nivel de actividad y el empleo y retribución del
ingreso en un sentido progresivo para mejorar el bienestar.

El candidato radical, Raúl Alfonsín, transmitió el menaje que el país esperaba. Recomponer la
unidad nacional, reparar los agravios a los derechos humanos, colocar a las Fuerzas Armadas
en lugar que le corresponde dentro de la ley, instalar al país en el mundo como nación
responsable y resolver los problemas económicos heredados de la última gestión peronista
multiplicado por la política de régimen de facto. Pero el logro de estos objetivos tropezaba con
un grave obstáculo: la deuda externa y la carga de sus servicios sobre el presupuesto y el
balance de pagos. Los términos de intercambio de los productos primarios, entre ellos los
agropecuarios exportados por la Argentina, estaban declinados y las tasas de interés en los
Estados Unidos y los mercados financieros internacionales habían alcanzados altos niveles.
Ambos factores sirvieron para deteriorar los pagos internacionales del país que, además, no
contaba con reserva internacional suficiente.

A tales fines se dispuso un aumento de salarios de suma fija, se regularon los ajustes de las
tarifas de los servicios públicos, se redujeron las tasas de interés reguladas, se superviso la
evolución de los precios industriales, se estableció un Plan Alimentario Nacional para asistir a

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las familias de menores ingresos y el presupuesto incorporo una reducción de los gastos
militares y el aumento de los fondos destinados a la educación y a la salud.

La negociación abierta con el FMI culmino a fines de 1984 con un acuerdo de stand-by y la
apertura de negociaciones con el comité de bancos acreedores. Pero no se recuperaron los
equilibrios macroeconómicos y financieros locales y extranjeros beneficiarios de la política del
Proceso, el nivel de precio reflejaba esta situación.

En 1984 el aumento mensual del índice del costo de vida se ubicó entre 13% y 28%, con un
incremento para todo el año de casi 700%. En el primer trimestre de 1985, el aumento fue del
25% mensual. La incertidumbre mantuvo en toda la etapa la fuga de capitales y el consecuente
agravamiento de los pagos internacionales.

En marzo de 1985, con el cambio en la conducción del Ministerio de Economía, se inició la


segunda etapa de la política económica. Las medidas iniciales incluyeron el ajuste de tarifas y
del tipo de cambio. En abril, en el marco de una concentración en la Plaza de Mayo para
defender la democracia, el presi dente señaló la gravedad de la situación y anticipó la
necesidad de aplicar una economía de guerra. En junio se decidió una reducción del 12% del
gasto público, aumento en las tarifas de los servicios públicos y los combustibles, la suspensión
de las obras públicas y el propósito de incorporar capital privado en diversas empresas
públicas. Poco después, el gobierno anunció una nueva versión de la política de ingresos
heterodoxa e imaginativa cuyo objetivo central era erradicar la inflación inercial.

El Plan Austral introdujo una nueva moneda, el austral equivalente a mil pesos, elevó los
salarios, jubilaciones y pensiones y las tarifas de los servicios públicos congeló al nivel del 12
de junio, redujo las tasas reguladas de interés activas del 30% al 6% y las pasivas del 28% al
4%, congeló el tipo de cambio a la paridad de 0,80 austral por 1 dólar, compensó el ajuste
cambiario con nuevas retenciones, aplicó una política fiscal destinada reducir el déficit del 11%
al 4% del PBI y la política monetaria persiguió los mismos fines estabilizadores. Se trataba de
un ajuste heterodoxo en el contexto de una política de ingresos y precios administrados. Para
erradicar la inflación inercial contenida en los contratos con cláusulas de ajustes de precios, se
aplicaron los coeficientes de una tabla de desagio. Los autores sabían que los llamados precios
y administrables, como los productos estacionales, abrían una brecha peligrosa. Lo mismo
sucedía con la evolución de los precios internacionales y su incidencia en los precios internos a
través del comercio exterior.

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Los efectos iniciales del plan fueron favorables. Mejoraron la producción, el empleo y los
salarios reales; también la situación fiscal y del balance de pagos, y la tasa de inflación se
redujo al 2% mensual. El PIB creció casi 6% en 1986 frente a la caída de cerca del 5% el año
anterior y el producto industrial aumentó casi el 13%. Los salarios reales medios recuperaron
parcialmente la caída de 1985. Las exportaciones, en cambio, disminuyeron casi 20% frente a
un aumento de las importaciones, estimuladas por la reactivación, del 24%. Consecuentemente,
el superávit comercial se redujo a la mitad y el siguiente, 1987, casi desapareció agravando los
problemas del servicio de la deuda. El aumento del endeudamiento para servir los vencimientos
fue la vía transitoria de escape.

En este contexto el gobierno intentó desplegar su estrategia de crecimiento que incluía la


atracción de capital privado a la industria petrolera a través del llamado Plan Houston. La
propuesta de trasladar la Capital Federal a Viedma formó parte de la visión del presidente de
resolver el problema histórico de la concentración de la actividad política, económica y social en
el puerto metropolitano.

Paulatinamente se fueron acumulando tensiones. En abril de 1986, antes del año del
lanzamiento del Plan, se flexibilizaron los precios con aumentos de tarifas, de combustibles y
del tipo de cambio, y se aflojó la regulación de los precios. La inflación disminuyó respecto de
los niveles previos, pero se mantuvo alta. El costo de vida creció 82% en 1986. A final del año
aumentaron las presiones inflacionarias y se produjo un relevo en la conducción del Banco
Central con el propósito de endurecer la política monetaria para frenar el brote inflacionario. La
actividad económica se desaceleró en 1987 y el año siguiente volvió a entrar en recesión.

El Plan no podía sostenerse porque no se lograban alcanzar los equilibrios de pagos. Como el
Tesoro no generaba el superávit primario necesario, mientras aumentaban las pujas
distributivas y los servicios necesario.

En agosto de 1988 se lanzó un nuevo programa llamado el Plan Primavera. Era otra versión de
la política de ingresos a través de la reforma del régimen cambiario, acuerdos de precios y
reformas impositivas. El electo antiinflacionario fue débil y efímero. A principios de 1989 se
estaba en los inicios de la hiperinflación y el anuncio del Banco Mundial de la suspensión de
desembolsos comprometidos aumentó el clima de incertidumbre. Ese año era también el de las
elecciones presidenciales y las perspectivas de cambio agravaron las expectativas. En enero se
produjo una corrida especulativa contra el austral que trató de contenerse contra la venta de
reservas del Banco Central. En febrero de 1989 éste carecía de reservas para regular el

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mercado, que era ya inmanejable dada la dimensión de la fuga de capitales. Es probable que se
tratara, como se diría luego, de un golpe de mercado contra el gobierno, pero, en todo caso,
eran los desequilibrios extremos que no pudieron resolverse y, en primer lugar, el del
endeudamiento, los que provocaron la nueva crisis.

Entre febrero y agosto los precios subieron 1.700%, el tipo de cambio se devaluó casi 4 veces y
los salarios reales cayeron 30%. La monetización de la economía se desplomó y la fuga desde
el austral hacia el dólar sancionó la debacle del sistema monetario. La moneda local había
perdido las funciones esenciales de un signo monetario: depósito y referencia de valor y medio
de cambio. En marzo, había renunciado el ministro de Economía y en las elecciones de mayo
triunfado el candidato peronista. En el marco de una situación inmanejable y de episodios de
alteración del orden público, era evidente que no podía transitarse normalmente el prolongado
período entre la elección y el cambio de mando previsto para diciembre. El presidente Alfonsín
renunció y el 8 de julio le paso el mando a Carlos Menem.

Una vez electo, sin embargo, el presidente Menem marcó claramente cuáles serían las
orientaciones verdaderas de su gobierno y de las alianzas que lo sustentarían. La convocatoria
a funcionarios de Bunge y Born, uno de los mayores conglomerados económicos del país, para
conducir la política económica, definió los términos de la nueva situación. Por primera vez
desde 1930, un presidente proveniente de las filas de uno de los dos grandes partidos
populares ponía en marcha la política reclamada por los intereses económicos dominantes, lo
que incluía el alineamiento con la potencia hegemónica. Desde el inicio, los planteos
convergieron con lo que después se llamaría el Consenso de Washington: la apertura de la
economía, la privatización de las empresas públicas, la reforma del Estado, la desregulación de
los mercados y, en particular, de la actividad financiera.

3. Los primeros pasos

Tempranamente el poder Ejecutivo logró ampliar sus facultades a través de las leyes de
Emergencia Económica y de Reforma del Estado, que autorizaban la venta de empresas
públicas, abolían el régimen de compre nacional y estable cían otras disposiciones en el mismo
espíritu. Para asegurar la convalidación legal de la nueva política, se amplió el número de
ministros de la Corte de Justicia de cinco a nueve miembros, con vistas a asegurar lo que se
llamaría “la mayoría automática”.

Sin embargo, la nueva política económica se desplegaba en el mismo contexto de desorden y


alta inflación, en el cual había terminado el gobierno anterior. Recuperar una estabilidad

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razonable de precios y los equilibrios macroeconómicos de base era, por lo tanto, una exigencia
ineludible. A tales fines, el gobierno recurrió a la concertación de precios, la devaluación del
austral en casi 100%, el ajuste de tarifas de los servicios públicos y los combustibles y el
aumento de salarios por debajo de la tasa de inflación. El año 1989, cuyo segundo semestre
correspondió al gobierno Menem, concluyó con una inflación de 5.000%.

El gobierno apeló entonces a medidas más ortodoxas: la baja del gasto corriente y de las
inversiones públicas, el aumento de impuestos la liberación de los precios y del mercado
cambiario y la reducción del salario real. El balance de pagos arrojó superávit por la baja de las
importaciones y el aumento de las exportaciones, lo cual, sumado a la mejora de la situación
del presupuesto, elevó la capacidad de pago de los servicios de la deuda externa y permitió un
aumento de las reservas del Banco Central. El FMI convalidó esta política con la firma de un
nuevo acuerdo con la Argentina.

En este contexto se inició un acelerado proceso de privatizaciones, que incluyó a ENTEL, es


decir el sistema de telecomunicaciones, una de las actividades de frontera en la revolución
tecnológica contemporánea y, por lo tanto, uno de los núcleos de un sistema nacional de
ciencia y tecnología y del proceso de acumulación. En la misma época se vendieron empresas
petroquímicas, Aerolíneas Argentinas y varios canales de televisión y se concesionó por peaje
la administración de diversas rutas nacionales. Los ingresos de esta procedencia contribuyeron
a equilibrar las cuentas públicas, las cuales, junto con las otras medidas de ajuste, no
alcanzaron, sin embargo, para lograr la estabilidad de precios. La carga de los servicios de la
deuda seguía ejerciendo una presión insoportable sobre el presupuesto y el balance de pagos.
El año 1990 cerró con una nueva caída del nivel de actividad y una inflación anual de casi
1.400%. En febrero de 1991 cambió la conducción económica y comenzó la etapa del plan de
convertibilidad.

El Plan de Convertibilidad

El gobierno del presidente Menem encontró condiciones externas distintas a la que habían
prevalecido en la década anterior. En abril de 1992, la Argentina entró en los intereses impagos
de la deuda con la banca privada (más de 8.000 millones de dólares) fueron reprogramados a
15 años y los de capital (20.000 millones de dólares) a 30 años. La operación fue garantizada
con bonos del Tesoro de los Estados Unidos. El alivio consecuente fue, sin embargo, más que
compensado por la consolidación de otras deudas del Estado con jubilados y proveedores y la
estatización de la deuda pendiente de las empresas públicas al tiempo de su privatización.

16
Los planes de conversión de la deuda externa latinoamericana y la baja de la tasa de interés en
los mercados internacionales reiniciaron la corriente de capitales de corto plazo hacia América
Latina y otros mercados emergentes. Al mismo tiempo, las privatizaciones de empresas
públicas atraían la inversión privada directa.

En este contexto externo y sobre la base del aumento de las reservas del x Banco Central de
los meses anteriores, el nuevo ministro, Domingo Cavallo, realizó una reforma monetaria
fundada en un sistema de caja de conversión con un tipo de cambio fijo de peso (que sustituyó
10 mil australes por un dólar. La oferta monetaria pasó así a depender de la evolución de las
reservas del Banco Central, las cuales respaldaban la base monetaria. El régimen fue Z objeto
de una ley que inició su vigencia el 1 de abril de 1991 y prohibía que la indexación de los
contratos para erradicar la inflación inercial. El sistema emergente fue bimonetario con dos
monedas, el peso y el dólar, cumpliendo las funciones del signo monetario, es decir, reserva de
valor, unidad de medida y medio de cambio. En realidad, se trataba de un régimen dolarizado
emergente de la destrucción de la moneda nacional por la hiperinflación previa.
Progresivamente los depósitos y los préstamos del sistema financiero y los contratos entre
particulares se fueron denominando en dólares hasta que la mayor parte del sistema, alrededor
de las dos terceras partes, quedó denominado en la moneda norteamericana.

La tasa de inflación declinó desde casi 40% en el mes de febrero de 1991, pero hasta que los
precios se estabilizaron, dos años después, el peso se revaluó y los precios relativos se
movieron en contra de los bienes transables acotados por el aumento de las importaciones que
fueron sustituyendo producción nacional por importaciones, particularmente en los sectores de
mayor valor agregado y contenido tecnológico, como los bienes de capital.

El aumento consecuente de la demanda provocó la rápida salida de la recesión de 1989 y 1990


y la mejora de la recaudación tributaria y de las cuentas públicas.

En el nuevo escenario también descendió la incidencia de los intereses de la deuda externa


sobre el presupuesto. En 1991 y 1992 el PIB aumentó el 10% y otro tanto el año siguiente. En
1992 parecía instalado el milagro argentino, presentado, en el país y en el resto del mundo,
como el ejemplo más notorio del éxito de la política neoliberal. En los dos años siguientes, el
aumento del producto fue cercano al 6% anual.

Pero el sistema comenzó a registrar desequilibrios desde distintos frentes. La apertura y la


sobrevaluación cambiaría generaron un déficit en el balance comercial. En 1990 y 1991 se
registró un superávit de 12.000 millones de dólares y en el trienio 1992-1994 un déficit de casi

17
10.000 millones de dólares. La cuenta corriente fue aún peor por el aumento de los gastos en
servicios reales como pagos de regalías, transferencias de utilidades e intereses sobre la
creciente deuda externa. Entre 1992 y 1994, la cuenta corriente del balance de pagos arrojó un
déficit de 16.000 millones de dólares. A fines de 1994 la deuda externa alcanzaba a 86.000
millones de dólares, casi 50% más que en 1991.

Las cuentas fiscales también se deterioraron principalmente por la incidencia de la reforma del
sistema previsional y por los servicios de la deuda externa. La reforma previsional transfirió a
entidades privadas la recaudación del sistema mientras las prestaciones seguían a cargo del
régimen público. En 1994, el Estado nacional entró en déficit, mientras, simultáneamente,
aumentaba el desequilibrio de las provincias por el incremento de gastos resultante de la
transferencia de funciones, en educación, salud y otras áreas, de la esfera nacional a la
provincial. Hacia la misma época, estaban concluidas las privatizaciones y, consecuentemente,
los ingresos de este origen, con la excepción de 1999, cuando se vendió la última participación
de capital del Estado en YPF. Por su parte, la recaudación tributaria, inicialmente impulsada por
la estabilidad de precios y el repunte del nivel de actividad, tendió a estancarse a partir de 1994.
Estados Unidos desestabilizó el sistema financiero impulsando la fuga de capitales y la drástica
disminución del crédito internacional. El peso mexicano fue devaluado y estalló el llamado
efecto tequila. Los mercados emergentes sufrieron el impacto y la Argentina que a esa altura
registraba los peores indicadores de endeudamiento de América Latina y del mundo, fue el país
más afectado.

Simultáneamente, se deterioraron las condiciones sociales. En 1994, por primera vez, la tasa
de desempleo abierto superó el 10% de la población económicamente activa y otro tanto
sucedió con el subempleo. Ambos indicadores siguieron aumentando y la tasa conjunta de
empleo y subempleo alcanzó así al 30%. La evolución de la proporción de la población por
debajo de la línea de pobreza, es decir el precio de una canasta de bienes y servicios básicos,
registró la misma tendencia. El brote hiperinflacionario había provocado un salto circunstancial y
extraordinario de esa proporción, que llegó a alcanzar en 1989 a casi el 50% de la población
total. La situación mejoró con la estabilidad de precios y la recuperación del nivel de actividad.
Alcanzó un punto mínimo del 17% en 1993 y a partir de allí empezó a aumentar, y en 1998
alcanzaba al 26%.

El aumento fuga de capitales preanunció la debacle que se produciría en 2001.El presidente


Menem intentó una nueva reelección en los comicios presidenciales de octubre de 1999, no
prevista en las normas constitucionales. Pero el oficialismo estaba profundamente dividido y la

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situación del país generaba un rechazo mayoritario a la gestión del gobierno. Asimismo,
prevalecía en la opinión pública el convencimiento de la falta de transparencia y la corrupción
en la administración de los asuntos públicos y en el proceso de privatización de empresas
públicas.

En 1999, después de diez años de gobierno peronista, el país volvió a enfrentar una situación
inviable. Los precios y el tipo de cambio se mantenían estables pero el nivel de actividad volvió
a descender, la desocupación y el subempleo estaban en niveles récord del 30% de la
población activa, los salarios reales por debajo del nivel previo a la crisis de 1989, agravados
los índices de pobreza e indigencia y la prestación de bienes públicos, como educación, salud y
seguridad, en franco deterioro. Los desequilibrios macroeconómicos del sistema revelaban que
el Plan de Convertibilidad y la estrategia económica. alineada con las reformas del Consenso
de Washington estaban desembocando en una crisis terminal.

El aumento de la deuda externa. sumado a la absorción creciente del ahorro interno para
servirla y sostener la fuga de capitales, generó un sistema de ex portación de ahorro e
importación de deuda y, consecuentemente, de caída de la acumulación de capital. La tasa de
inversión, que venía declinando desde la instalación del modelo neoliberal en 1976, se mantuvo
en niveles inferiores a los vigentes hasta aquel entonces.

La liberación de importaciones, la sobrevaluación del tipo de cambio incentivó la sustitución de


producción nacional por importaciones y debilitaron los eslabonamientos en el interior de la
estructura productiva en los sectores de la economía, las empresas y las regiones del territorio
nacional. La creciente brecha en el contenido tecnológico y de valor agregado entre las
importaciones y las exportaciones reveló que la economía argentina retornaba a una estructura
productiva fundada esencialmente en la explotación de sus recursos naturales y cada vez más
alejada de una estructura diversificada y compleja, inherente a la dinámica del desarrollo y a la
capacidad de participar en los segmentos más dinámicos del comercio internacional.

La incorporación indiscriminada de inversiones privadas directas provocó una transferencia a no


residentes del dominio de los sectores fundamentales de la economía nacional: infraestructura,
petróleo y electricidad, transportes y comunicaciones, industria manufacturera y sistema
financiero. Un eje central de este proceso fue la privatización de empresas públicas. Entre 1990
y 1998, se vendieron activos públicos por casi 20.000 millones de dólares, de los cuales casi el
60% correspondió a inversores extranjeros, el 31% a residentes y el resto a compradores
diversos. Posteriormente, aumentó la participación de los inversores extranjeros como

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consecuencia de la compra de inversiones iniciales de residentes. Entre los sectores
extranjerizados figuran áreas críticas de una economía nacional, como telecomunicaciones,
petróleo y electricidad.

La política exterior del período fue coherente con la orientación de la estrategia económica.
Consistió en el alineamiento incondicional con la potencia hegemónica, los Estados Unidos. En
el período de la economía primaria exportadora y de los gobiernos oligárquicos, hasta el triunfo
del radicalismo en 1916, la Argentina estaba alineada en la esfera económica con la entonces
potencia hegemónica, Gran Bretaña, que era la fuente principal de la inversión extranjera en el
país y destino importante de las exportaciones. Pero la política exterior mantuvo un
considerable grado de autonomía. No es casual que fuera en esa época, cuando dos
diplomáticos argentinos, Carlos Calvo y Luis María Drago, realizaron contribuciones
fundamentales al derecho internacional, en ambos casos para defender el ejercicio de la
soberanía de los estados nacionales. En la presidencia Menem, el alineamiento con la nueva
potencia hegemónica fue incondicional y esto tuvo graves consecuencias en varios planos.
Entre ellos, el de la seguridad interna y el desarrollo tecnológico.

La década de 1990 culminó las transformaciones iniciadas a mediados de la década de 1970 y


que fueron deteriorando la economía argentina, su tejido social y productivo, subordinándola a
factores fuera de control y poniendo en marcha un proceso sin precedentes de extranjerización
y concentración del poder económico. Un rasgo notable del proceso fue el predominio de la
visión fundamentalista de la globalización, el pensamiento único, que racionalizó la estrategia
que desencajó a la economía argentina del sendero del desarrollo y de la inserción viable en el
orden global.

4. El gobierno de la Alianza

La sociedad argentina buscara nuevas alternativas y recomponer la densidad nacional.


Depositó entonces su esperanza en la oposición liderada por la Alianza entre el radicalismo y el
Frepaso (Frente del País Solidario). El peronismo, dividido entre las conducciones del
presidente saliente y el candidato a las elecciones presidenciales, fue derrotado en los comicios
del 24 de octubre de 1999. Antes, durante el proceso electoral, la Alianza formuló una
propuesta al país contenida en una Carta a los argentinos, que proponía cambiar el rumbo,
restablecer la transparencia y la decencia en el manejo de los asuntos públicos, reanimar la
economía y defender la soberanía nacional. La propuesta nació, sin embargo, herida de muerte
porque proponía mantener el régimen de convertibilidad, al igual que el candidato peronista. El

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gobierno del presidente De la Rúa heredó una situación crítica y un modelo definitivamente
agotado y no tuvo ni vocación ni capacidad de cambiar el rumbo. El presidente y la conducción
de la coalición decidieron de partida sostener una política de continuidad con las líneas
fundamentales seguidas por el gobierno saliente.

En el último tramo del gobierno de la Alianza, la decisión de designar a Domingo Cavallo, el


creador de la convertibilidad, reveló que la suerte estaba definitivamente decidida. En 2001, la
fuga de capitales, del orden de los 20 mil millones de dólares, fue incontenible. A fines del año,
se quebraron las reglas del juego con la suspensión de la convertibilidad y la paralización del
sistematizaron. En diciembre renunció el presidente y en enero de 2002 se anunció la
suspensión de los pagos de la mayor parte de la deuda externa. Entre marzo y abril el cuadro
era caótico: el tipo de cambio disparado, los precios fuera de control, la recaudación tributaria
desplomada, la actividad económica y el empleo plena contracción y un deterioro sin
precedentes de las condiciones sociales. Era el epílogo del proceso inaugurado a mediados de
la década de 1970.

Dictadura Militar Argentina (1976-1983)


Golpe de estado y neoliberalismo:

El golpe de Estado se presenta en 1976, siendo derrocado el gobierno constitucional por el


régimen de facto, constituido por los comandantes de las tres armas (Jorge Rafael Videla,
Emiliano Eduardo Massera y Orlando Ramon Agosti) arraso con todo movimiento revolucionario
atacando a aquellas personas que manifestaban una opinión diferente, utilizando medidas
extremas.

El primero en ejercer el cargo presidencial del gobierno de facto fue Jorge Rafael Videla.

¿Cuáles eran los objetivos del régimen de facto?

El objetivo era instaurar un nuevo orden social, se había propuesto erradicar la subversión,
resolver el desorden económico entonces imperante, alinear el país con Occidente y establecer
un rumbo para el desarrollo fundado en los criterios racionales de la economía de mercado y la
apertura al sistema internacional.

Ya situados en contexto, el siguiente 2 de abril de 1976, con el apoyo de las principales


organizaciones del sector privado, el ministro de economía, Martínez de Hoz, guiado por un
modelo neoliberalista, anuncio el plan económico autodenominado “Proceso de Reorganización
Nacional”.

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Las consecuencias de estas medidas, estableciéndonos siete años después, el país se
encontraba abrumado por el desempleo y la pobreza, un desorden macroeconómico peor que
el heredado, una deuda externa agobiante y las consecuencias de la violación a los derechos
humanos y la derrota en la guerra de Malvinas. La densidad nacional estaba devastada y el
país marginado del escenario internacional. La densidad nacional estaba devastada y el país
marginado del escenario internacional.

Delitos de Lesa Humanidad

Durante la última dictadura cívico-militar (1976-1983) en Argentina se cometieron violaciones


masivas a los derechos humanos contra la población civil: detenciones arbitrarias, ejecuciones,
exilios forzosos, torturas, violaciones y abusos sexuales, robo de bienes; ataques a las
libertades civiles, políticas y sindicales; censuras, persecuciones de todo tipo. Fue la dictadura
más cruenta que sufrió el país, desde donde se perpetró un plan sistemático de desapariciones
forzadas, que incluyó el secuestro de alrededor de 500 bebés, niñas y niños que fueron
separados de sus familias y apropiados bajo otra identidad, ante estos sucesos, surgieron las
Madres de la Plaza de Mayo. El 30 de abril de 1977, un grupo de 14 mujeres se presentó en la
Plaza de Mayo en la ciudad de Buenos Aires, Argentina, frente a la llamada Casa Rosada, sede
del poder ejecutivo del país. El objetivo de estas mujeres era expresar su indignación y exigir la
verdad sobre el paradero de sus hijos e hijas, desaparecidas por agentes del Estado.

La propuesta de la movilización del primer colectivo de las Madres de la Plaza de Mayo surgió
de la iniciativa de la señora Azucena Villaflor, quien después de que su hijo, Néstor de Vicenti, y
su compañera, Raquel Mangini, fueran secuestrados el 30 de noviembre de 1976, comenzó una
búsqueda incansable. En dicho proceso se encontró con otras mujeres quienes también
buscaban a sus hijos, desaparecidos en circunstancias similares. Ante las pocas respuestas de
las autoridades, la señora Azucena propuso integrar un colectivo, organizarse y presentarse en
la plaza de mayo el 30 de abril para exigirle al gobierno la pronta localización de las personas
desaparecidas. Como se mencionó, catorce madres iniciaron lo que posteriormente congregó a
más de cuatrocientas mujeres. El proceso no fue pacifico, pues el gobierno declaró un Estado
de sitio con el fin de justificar la represión contra los congregantes. Adelantadas a dichas
acciones, las Madres caminaban alrededor de la plaza de mayo para evitar la concentración de
personas en un solo punto y así evadir esta ley.

Por otra parte, la mayoría de las desapariciones ocurrieron en los tres primeros años. Casi
treinta mil, según las organizaciones defensoras de los derechos humanos. Había obreros,

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estudiantes, intelectuales, profesionales, personas conocidas por su militancia política y social,
pero también familiares, gente señalada por otros o mencionada en las sesiones de tortura.
Primero se les secuestraba, normalmente de noche, en sus domicilios, en operaciones que
incluían a menudo el saqueo y robo de la vivienda. Después se les torturaba y si lo superaban,
porque muchos se "quedaban", permanecían detenidos en dependencias policiales y unidades
militares. A la mayoría de ellos les aguardaba, por último, el "traslado", la ejecución sin dejar
pruebas.

Los cadáveres aparecían en las calles, enterrados en cementerios sin ningún tipo de
identificación, quemados en fosas colectivas o arrojados al mar. Nunca hubo ejecuciones
oficiales, porque todas eran clandestinas. En Argentina, desde 1976 a 1983, no hubo muertos:
las personas desaparecían.

Muchos de ellos sufrieron ‘los vuelos de la muerte’. los secuestrados eran desnudados,
encapuchados, atados de pies y manos, golpeados, drogados con pentotal y arrojados al río o
al mar para morir al impactar en el agua o ahogados, el caso más conocido ocurrió la noche del
14 de diciembre de 1977, las Madres de Plaza de Mayo Azucena Villaflor, Esther Ballestrino de
Careaga y María Eugenia Ponce de Bianco fueron arrojadas vivas al mar desde el avión militar
Skyvan PA-51. La feroz dictadura argentina que primero desapareció a sus hijos, después
secuestró a esas madres que los buscaban, las torturó e intentó deshacerse de sus cuerpos en
un vuelo de la muerte. Junto a ellas, esa noche también fueron asesinadas las monjas
francesas Alice Domon y Leonie Duquet y otras siete víctimas.

El Skyvan, localizado en Estados Unidos gracias a una investigación periodística, acaba de ser
repatriado a Argentina después de casi tres décadas fuera del país. Será trasladado a la
antigua Escuela Superior de Mecánica de la Armada (ESMA), donde funcionó el mayor centro
clandestino de detención del régimen militar, como símbolo del horror de la dictadura argentina.
Allí se aplicaban distintos tipos de torturas, los azotaban con cables, los apaleaban, abusaban
sexualmente de mujeres como forma de intensificación de la opresión, los ahogaban,
enterraban, otro método poco conocido fue la tortura de los dardos, consistente en la utilización
de dardos envenenados para caza mayor. Este tipo de tortura lo diseña Antonio Pernías, que
pretende usarlo con los detenidos y para los secuestros. Experimenta con ellos aplicándoles
distintas dosis, para determinar la adecuada que los paralice durante una hora", señalaba uno
de los testimonios recogidos en el auto de procesamiento del juez Garzón.

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Además, así como en los Juegos Olímpicos de Berlín de 1936 fueron utilizados por Adolf Hitler
en Alemania, el Mundial de 1978 intentó ser utilizado para silenciar y tapar lo que ocurría en el
país. La dictadura usó al fútbol y la pasión de la gente para sus intereses y se trató de ocultar
unos de los genocidios más terribles de la historia argentina. Se gastaron millones de pesos
para la organización, televisando para todo el mundo a color, y sólo a algunos pocos que
contaran con esa tecnología en el país. El mundial fue una buena oportunidad para mostrar una
visión al mundo y al país a gusto de Videla y la Junta militar: un lugar donde se respiraban “paz
y prosperidad”.

Mientras se gritaban los goles de Kempes, miles eran secuestrados, torturados y asesinados a
metros del estadio de River Plate, en la ESMA. A los jugadores prácticamente se los tenía
aislados, concentrando. Algunos de ellos contarían años después que no sabían nada de lo que
estaba pasando.

Jorge Rafael Videla en 1979, en respuesta a las primeras indagaciones y presiones


internacionales sobre la represión: "Mientras sea desaparecido no puede tener ningún
tratamiento especial, es una incógnita, es un desaparecido, no tiene entidad, no está ni muerto
ni vivo, está desaparecido". Esa cínica visión del exterminio sin pruebas la compartían entonces
los militares, algunos cuadros políticos de los principales partidos, empresarios, eclesiásticos y
periodistas.

¿Qué paso en la provincia de Misiones durante la dictadura?

En el Interior de la provincia predominaron los CCD (Centros Clandestinos de Detención)


improvisados, ya sea en plena selva, campos o chacras e incluso en las viviendas particulares
de las víctimas. Esto se dio en los casos de trabajadores rurales que fueron sometidos por
grupos de tareas militares y prueba de ello sale a la luz en los testimonios brindados en los
juicios

El gobierno reconoce los siguientes Centros Clandestinos de Detención en Misiones: Jefatura


de la Policía (Alcaidía de Mujeres entre 1976 y 1978); Brigada de Investigaciones; El Quincho
del Arroyo Zaimán (predio del Servicio Penitenciario Provincial, avenida Cabo de Hornos);
Gendarmería de Posadas (Avenida Guacurarí y Félix de Azara); Delegación de la Policía
Federal (Ayacucho 2360); Departamento de Informaciones de la Jefatura de la Policía (Buenos
Aires 2462); Destacamento de Inteligencia del Ejército (Junín y Sarmiento); la Casita del
Rowing (sobre la vera del Arroyo El Zaimán); ex Destacamento de Prefectura de Santa Ana; ex
Destacamento de la Prefectura en Santa Inés; Regimiento de Infantería del Monte 12 (San

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Martín casi Leandro N. Alem); Casita de Mártires; Destacamento Policial Pindaytí; monte
situado frente a la casa de Gerardo Olivera en Aristóbulo del Valle (CCD improvisado);
Regimiento de Monte 30 en Apóstoles; Hospital Dr. Madariaga; antigua cárcel de Posadas
(Entre Ríos y Ayacucho); Escuadrón N.º 9, Gendarmería Oberá; y Comisaria de Aristóbulo.

Los lugares que se ocuparon podían ser comisarías, jefaturas de Policía, regimientos de
infantería del Ejército, escuadrones, cárceles, institutos educativos, algunos clubes,
delegaciones, destacamentos, hospitales; la mayoría de los centros estuvieron en Posadas y el
segundo lugar de mayor concentración fue Oberá, pero desde Posadas a Iguazú funcionaron
en distintos lugares como Montecarlo, Eldorado, San Ignacio, Puerto Rico. Estos centros
generalmente eran de la Policía y duraban algunos meses, un año, luego ya no estaban, eran
lugares para que luego se llevaran a los detenidos a otros más fijos.

Algunos ejemplos de estos puntos transitorios fueron en el Liceo Storni, donde es la cocina,
debajo funcionó un calabozo de detención, tampoco fue uno de los mayores centros, funcionó
dos años. Después en el hospital Baliña, muchas veces se simulaba accidentes y en realidad
estaban torturando. En el hospital Madariaga se destinó más a los partos, muchas de las
muertes se registraban como NN.

La represión en Misiones se concentró en el movimiento agrario y en sus aliados políticos, en


especial la JP y la UES. El 50 por ciento de la primera comisión directiva del MAM (Movimiento
Agrario de Misiones) fue víctima de la dictadura y el candidato a vicegobernador del Partido
Auténtico y el primer candidato a diputado, Juan Figueredo, fueron asesinados durante la
dictadura.

En Misiones se registraron 60 casos de desaparecidos, además de cuatro misioneros


asesinados en la masacre de Margarita Belén. La mayoría de los secuestros se produjo entre
marzo y octubre de 1976, con un total de 600 presos políticos, algunos de los cuales
permanecieron en esa condición hasta el retorno de la democracia. El mes de octubre fue
particularmente intensivo en el secuestro de personas.

El principal centro clandestino de detención que funcionó en la provincia fue la Jefatura de


Policía, ubicada en pleno centro de Posadas. Allí se realizaba la primera detención de las
víctimas y se les aplicaba los primeros tormentos. Luego, eran trasladados a centros de tortura,
como la “casita de Mártires”, cerca de la desembocadura del arroyo Mártires en el Paraná o a la
“casita del Rowing”. En estos lugares, los detenidos eran sometidos a extensas sesiones de
tortura.

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Otro centro clandestino de importancia fue el Regimiento de Infantería 30 de Apóstoles, desde
donde se organizó el operativo Toba en octubre de 1976 tendiente a capturar a los miembros
del MAM y las Ligas Agrarias que aún no habían sido capturados. En este operativo, las tropas
del ejército copaban una charca y la utilizaban como campamento temporal para desarrollar el
resto de las capturas.

Muchos de los detenidos, luego de ser blanqueados, fueron alojados en la cárcel de Candelaria
o en la Unidad Federal N° 7 de Resistencia.

Testimonios locales:

«Siendo delegado de la Federación Argentina de Trabajadores Rurales y Estibadores en


Apóstoles, fui detenido el 8-12-75 y trasladado a dependencias del Regimiento 30 de Infantería
de Monte, de donde me llevaron al Distrito Militar Misiones. Fui interrogado por unos oficiales
quienes, al no obtener respuesta de mi parte, me llevaron a una casa "operativa" donde fui
torturado durante dos días. Me trasladaron luego al Escuadrón 8 Alto Uruguay de la
Gendarmería. Volvieron a torturarme y se me obligó a firmar declaraciones» (Raúl Tomas
Giménez - Legajo N° 6947).

«Fui detenido a la salida de mi trabajo en Posadas, el 5 de octubre de 1976, por personal de


civil perteneciente al Servicio de Informaciones de la Policía de la provincia... Fui introducido en
el baúl de un auto y conducido a una casa en las afueras de la ciudad de Posadas, ubicada en
las cercanías del Club Rowing. Este lugar se utilizaba para interrogatorios, donde además de
las habituales torturas con picanas, golpes, simulacros de fusilamiento y quemaduras, se
aplicaba la colgadura de los detenidos por los brazos o pies. Sufrí todas esas torturas. Estando
al borde del delirio a causa de la sed, uno de los guardias me descargó un paquete de pimienta
en la boca. Luego fui trasladado nuevamente a Informaciones, siendo torturado con picana para
obligarme a firmar una declaración, cosa que no pude hacer ya que tenía paralizados en forma
total los dos brazos. Me amenazaron con llevarme de nuevo a la casita, o "escuelita para
mudos" como la llamaban ellos. Esto se produjo dos días antes de que me trasladaran a la
Cárcel de Resistencia» (Ricardo Cáceres - Legajo N.º 7698).

«Fui secuestrado el 20 de octubre de 1976. Los secuestradores, a medio vestir y atándome las
manos con mi propio cinto, me metieron en una camioneta y me encapucharon. Me llevaron a
un lugar que no pude reconocer, donde había gran cantidad de personas. Allí fui picaneado.
Antes de ser trasladado a Informaciones de la Policía provincial, estuve alojado en un lugar que
posteriormente pude reconocer como la Delegación de la Policía Federal en Posadas. Allí fui

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sometido a otra sesión de torturas con golpes y picanas. En esa oportunidad perdí una uña del
pulgar del pie derecho, en circunstancias que no puedo recordar» (Aníbal Rigoberto Velázquez
- Legajo N° 7699).

¿Cómo afecto la guerra de Malvinas a la dictadura?

La dictadura cívico militar creyó, o quiso creer, que la guerra de Malvinas podía ser un
certificado de renovación de su permanencia en el poder e incluso un carril para los planes
políticos individuales de algunos de sus jerarcas, pero terminó siendo su certificado de
defunción que, con un costo altísimo, aceleró el retorno de la democracia.

La "apertura" democrática venía pergeñándose a fuego lento, no solo por voluntad de los
dictadores, sino también por la presión popular. Pero a la hora en que los usurpadores del
Gobierno le declararon la guerra a Gran Bretaña aún seguía, si bien con una menor intensidad,
ejecutándose la tenebrosa represión ilegal y muchos de los políticos que luego retornarían a
ocupar sitiales en el espacio democrático todavía estaban en los calabozos o restañando las
laceraciones sufridas en las catacumbas de los centros clandestinos de detención.
Envalentonados por el repentino pero previsible renacido fervor patriótico de la sociedad, los
militares imaginaron un futuro con apoyo popular, como si la aventura bélica ante una de las
potencias planetarias y la armada con quizás mayor experiencia histórica proveniente desde su
época corsaria fuera suficiente como para borrar el espanto instaurado el 24 de marzo de 1976.

La humillante rendición del represor Alfredo Astiz ante los ingleses, sin siquiera amagar con
sacar el arma que sí blandió y gatilló contra víctimas de la dictadura, hundimiento del crucero
ARA General Belgrano mediante, podría perfectamente ser la metáfora del letal nudo de la soga
que se ciñó alrededor del cuello de la tiranía.

Diciembre de 1981

El 1° de diciembre se abrió finalmente la puerta que todos estaban esperando: Bignone anunció
que antes del fin de 1983 se iban a realizar las elecciones, después de casi 8 años de gobierno
ilegal e ilegítimo. Tras ese anuncio, el 7, el 10 y el 16 de diciembre se produjeron tres hitos que
quedaron grabados a fuego en la historia contemporánea.

El 7 se realizó un paro nacional convocado por la CGT Brasil que lideraba el dirigente cervecero
Saúl Ubaldini y componían mayormente los gremios de Los 25, la central combativa creada en
1980 y contracara de la dialoguista denominada CGT Azopardo, conducida por, entre otros, el
dirigente del sindicato del Plástico Jorge Triaca.

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El 10, las Madres de Plaza de Mayo convocaron a la primera Marcha de la Resistencia en la
Plaza de Mayo, donde por 24 horas ininterrumpidas reclamaban por la aparición con vida de
sus hijos y por castigo a los represores.

Y el 16 se concretó la marcha de la Multipartidaria, una de las más potentes demostraciones de


movilización civil, política y sindical, en la que la dirigencia de todos los partidos encabezó, sin
diferencia, el reclamo de democracia, de respeto a los derechos humanos y de justicia social.

Junio de 1983

Emilio Eduardo Massera fue detenido por orden del juez Oscar Salvi por la desaparición del
empresario Fernando Branca, en un hecho que no tenía que ver específicamente con la
llamada "lucha antisubversiva".

Se trató de un caso con una trama de intereses diversos en la que se ventilaron intimidades y
en el que estuvo involucrada hasta la viuda del empresario. Su prisión preventiva y
procesamiento por "ocultamiento o destrucción de elementos probatorios" fueron confirmados
por el magistrado.

Además, el juez José Nicasio Dibur procesó el 19 de agosto a Massera por sus vínculos con la
Triple A y los "excesos" que se produjeron en la ESMA durante su mandato como jefe de la
Marina.

El 4 de septiembre se produjo otra huelga general y hacia fines de ese mes los militares le
pusieron el moño a su ansiado proyecto: promulgaron la que denominaron Ley de Pacificación
Nacional (o de Amnistía). En su primer artículo resumía la intención: "Declárense extinguidas
las acciones penales emergentes de los delitos cometidos con motivación o finalidad terrorista o
subversiva, desde el 25 de mayo de 1973 hasta el 17 de junio de 1982. Los beneficios
otorgados por esta ley se extienden, asimismo, a todos los hechos de naturaleza penal
realizados en ocasión o con motivo del desarrollo de acciones dirigidas a prevenir, conjurar o
poner fin a las referidas actividades terroristas o subversivas, cualquiera hubiere sido su
naturaleza o el bien jurídico lesionado. Los efectos de esta ley alcanzan a los autores,
partícipes, instigadores, cómplices o encubridores y comprende a los delitos comunes conexos
y a los delitos militares conexos".

Y estableció, además, que "nadie podrá ser interrogado, investigado, citado a comparecer o
requerido de manera alguna por imputaciones o sospechas de haber cometido delitos o
participado en las acciones a los que se refiere el artículo 1º de esta ley o por suponer de su

28
parte un conocimiento de ellos, de sus circunstancias, de sus autores, partícipes, instigadores,
cómplices o encubridores".

A fines de octubre de 1983, prácticamente horas antes de las elecciones, en otra burla
caricaturesca de los dictadores, se anunció el levantamiento del Estado de Sitio, aunque en los
hechos la sociedad ya estaba con valentía ejerciendo sus derechos y, en definitiva, su libertad,
muy a pesar de los represores en retirada.

El 30 de octubre se realizaron las elecciones y ganó la fórmula Raúl Alfonsín-Víctor Martínez,


de la Unión Cívica Radical. El 10 de diciembre asumió la presidencia Raúl Alfonsín con el 51,75
% de los votos y un masivo apoyo popular. A fines de ese año, Alfonsín dispuso la creación de
la CONADEP y se derogó por decreto la llamada ley de autoamnistía por "inconstitucional e
insanablemente nula", poco después, envió a juicio a los responsables del desgobierno y la
masacre.

Densidad Nacional
Concepto:

La densidad nacional según Aldo Ferrer se refiere a la relación entre la población y el territorio
de un país. Es un concepto que busca medir la capacidad de un país para aprovechar y
desarrollar sus recursos en función de su población y extensión territorial. Ferrer argumenta que
la densidad nacional es un indicador importante para evaluar el nivel de desarrollo de un país,
ya que una alta densidad puede indicar una mayor presión sobre los recursos y una menor
capacidad para satisfacer las necesidades de la población. Por otro lado, una baja densidad
puede indicar un sub aprovechamiento de los recursos y una menor capacidad para generar
desarrollo económico., la densidad nacional busca analizar la relación entre población y
territorio para evaluar el desarrollo de un país.

La densidad nacional se constituye a partir de cuatro grandes factores: cohesión y movilidad


social (“en mayor o menor medida, todos los países exitosos registraron tensiones sociales, en
algunos casos extremas y violentas; pero sus sociedades registraron un nivel de cohesión y
movilidad social que sustentó el proceso de acumulación en sentido amplio e hizo participar a la
mayor parte de la sociedad de los frutos del desarrollo”); liderazgos y acumulación de poder (“la
cadena de agregación de valor de los diversos sectores productivos contó con participaciones
decisivas de empresas nacionales. La presencia de filiales de empresas extranjeras nunca
constituyó un bloque dominante y estuvo asociada al tejido productivo mediante
eslabonamientos con empresas de propiedad pública y empresarios locales”); estabilidad

29
institucional (“los países exitosos cuentan con instituciones estables y regímenes políticos
capaces de contener y resolver las tensiones emergentes del proceso de transformación (…)
las reglas de juego establecidas reflejan la existencia de un sentido de pertenencia en la mayor
parte de la sociedad (…) ningún sector está en condiciones de romper las normas aceptadas
para imponer su voluntad sobre el resto de los actores”); y finalmente el pensamiento crítico (“el
pensamiento estructuralista fue desplazado en América latina bajo la avalancha neoliberal
sustentada en la crisis de la deuda y en las debilidades internas (…) en todos los países
exitosos predominó un pensamiento crítico fundado en el interés nacional y el rechazo al
pensamiento hegemónico de las potencias dominantes”).

El análisis comparado revela que en todos los países considerados en este estudio se
verificaron condiciones vinculadas a la cohesión y movilidad social, los liderazgos y sus
estrategias de acumulación de poder, la estabilidad institucional, el pensamiento crítico y la
política económica. Todas esas condiciones son mutuamente interdependientes en procesos
circulares virtuosos que ampliaron las fronteras del desarrollo y provocaron respuestas positivas
a los desafíos y oportunidades de la globalización.

La cohesión y movilidad social fortalecieron la estabilidad institucional, que a su vez viabilizó


políticas de crecimiento que ampliaron el empleo y la mejora social fortaleciendo,
consecuentemente, la cohesión y movilidad sociales. En ese contexto, los líderes sociales,
económicos y políticos tendieron a formular estrategias de acumulación de poder dentro del
propio espacio, abarcativa del conjunto de la sociedad para retener el dominio de los recursos
fundamentales y de las actividades de frontera impulsadas por el cambio tecnológico.

Las ideas y visiones fundadoras de las estrategias de los liderazgos se fundaron así en los
propios intereses y en visiones singularizadas del funcionamiento del sistema global, apartadas
del pensamiento céntrico. En tales condiciones la política económica pudo manejar las pujas
distributivas, mantener los equilibrios macroeconómicos y extender los espacios de rentabilidad
al conjunto de los sectores económicos y del territorio. La convergencia de tales condiciones,
siempre presentes en los países exitosos, permitió organizar los recursos en torno de ejes
propios e integrarse en el orden global poniendo en marcha procesos de acumulación en
sentido amplio.

El desarrollo económico y social puede así entenderse como el despliegue de la densidad


nacional; y el subdesarrollo y la dependencia, en cambio, como expresiones de la debilidad de
la misma, sobre todo en países como Argentina, que cuenta con una masa crítica de recursos

30
naturales y humanos y capacidad técnico-instrumental para asimilar, general y difundir el
avance científico tecnológico, en el conjunto del tejido económico y social.

31
Estructura y Dinámica del Sistema
1. Los nuevos dilemas del desarrollo:

En la década de 1970, las ideas destacadas de la Revolución Industrial, llevada a cabo en el


siglo XVIII y principios del siglo XIX, persistían en el desarrollo de la economía. Estas ideas
estaban relacionadas con nuevos conocimientos científicos, tecnologías de producción y tejido
social, lo que permitía la acumulación en sentido amplio. La aparición de espacios rentables
para la inversión de capital y el cambio técnico en una formación económica diversificada
seguían siendo condiciones esenciales para el desarrollo. En el contexto de una formación
económica diversificada, integrada y compleja, es crucial tener espacios rentables y atractivos
para la inversión y cambio técnico. Estos espacios se refieren a sectores de la economía que
ofrecen oportunidades de crecimiento y beneficios económicos. La inversión de capital se
refiere a la asignación de recursos financieros en proyectos, empresas o activos con objetivo de
obtener ganancias a largo plazo. Cuando existen espacios rentables para invertir, se incentiva
la entrada de capital en la economía, lo cual puede impulsar el crecimiento económico, la
creación de empleo y el desarrollo de nuevos sectores.

El cambio técnico se refiere a la introducción y adopción de nuevas tecnologías, métodos o


procesos que mejoren la eficiencia y productividad en las actividades económicas. Es un motor
importante para el desarrollo económico, al permitir aumentar la producción, reducir costos y
mejorar la calidad de bienes y servicios. Por esto se reconoce la importancia de tener una
variedad de sectores económicos interconectados y complementarios. Esto implica que no solo
se dependa de un único sector o actividad económica, sino que exista un equilibrio entre
diferentes sectores como agricultura, industria, servicios, tecnología, entre otros. La
diversificación económica reduce riesgos y promueve la estabilidad.

Además, es necesario tener condiciones favorables como estabilidad política, marco legal
sólido, infraestructura adecuada y acceso a mercados. Estas condiciones son fundamentales
para atraer inversiones y fomentar un ambiente propicio para el desarrollo económico.

Todas estas cuestiones son de vital relevancia en el orden global, la estructura y las relaciones
de poder entre países a nivel mundial, así como las normas y acuerdos internacionales que
regulan las interacciones entre ellos (división internacional del trabajo, inversiones privadas,
finanzas, conocimientos y tecnología disponibles) y que dan paso a la globalización, pero
también a sus problemas y desafíos, los cuales esencialmente están determinados a resolverse
en base a la Densidad Nacional. Durante la década de 1970, la globalización experimentó

32
cambios profundos que no intervinieron en la naturaleza de los dilemas en el orden mundial,
pero sí plantearon nuevos problemas y nuevas posibilidades. La estructura del comercio
internacional continuaba con lo iniciado a finales de la Segunda Guerra Mundial, con la
creciente participación de bienes y servicios de mayor contenido tecnológico y valor, y en el
caso de los productos primarios, su variación y diversificación desde su fuente original. El
sistema financiero global está altamente integrado, con flujos de capital cubierto que penetran
en los mercados nacionales y en las economías emergentes, lo que complica aún más la
gestión monetaria por parte de los gobiernos y empresas a gran escala. Las cadenas de valor
agregado están cada vez más transnacionalizadas en las corporaciones globales y sus
subsidiarias. Las grandes empresas están conectadas en redes y tienen estrechos vínculos con
otras grandes empresas. La revolución de la información está cambiando la forma en que se
organizan la producción, los negocios y los mercados, al tiempo que aparecen nuevos métodos
de gestión de inventarios, subcontratación y formación de redes regionales y globales.

2. La dinámica del modelo neoliberal

En Argentina, en los años 1970, el gobierno peronista de Isabel Perón, el golpe de Estado del
24 de marzo de 1976 y la violencia contra el gobierno nacional provocaron la ruptura del orden
institucional y de las reglas de convivencia de una sociedad civilizada. Esto inició un proceso de
desorganización de la estructura productiva y social, el desmantelamiento de la acumulación en
sentido amplio y su reemplazo por un sistema generador de ingresos fuera del sistema, donde
se concentra la riqueza y los ingresos, y es el responsable de los desequilibrios
macroeconómicos. Las reglas del juego establecidas oficialmente en el programa del 2 de abril
de 1976 fueron la peor respuesta posible a los desafíos y oportunidades de la globalización. En
el sector financiero, en lugar de fortalecer los equilibrios macroeconómicos, crear y retener
ahorros en el proceso de acumulación interna, existen enormes déficits presupuestarios y de
balanza de pagos en el sistema financiero argentino, el cual se ha integrado incondicionalmente
al mercado internacional y ha multiplicado la deuda externa, lo que provoca más impagos. En el
proceso de división internacional del trabajo, se reconsideran las exportaciones y la brecha
entre el contenido tecnológico de las importaciones y las exportaciones se amplía cada vez
más. La apertura del mercado y la sobrevaluación del tipo de cambio han desplazado la
producción nacional hacia industrias más tecnológicas y de mayor valor agregado a través de
importaciones. Como resultado, se rompieron los vínculos entre la producción de bienes y
servicios y la oferta de conocimientos y bienes de capital locales.

33
En la gestión de la economía, establecer la agenda cambiaria con la junta directiva, en un
mundo de tipos de cambio flotantes, la oferta monetaria y la política fiscal dependen de los
movimientos de capital especulativos. El desequilibrio acumulado provoca un aumento de la
inflación, una fuerte caída de la producción y el empleo y una serie de deudas que no pueden
pagarse, paralizando así la administración de la política económica, una política ilegal e
ilegítima respaldada por el poder de un régimen, abrumado por la derrota en la Guerra de las
Malvinas, las violaciones de derechos humanos, así como las consecuencias económicas y la
sociedad creada por su administración, ya no existe.

En un contexto internacional y nacional favorable, el bloque de interés apoyado por las políticas
neoliberales se consolidó y formó fuertes alianzas que le permitieron ejercer un poder irrestricto
a lo largo de la década. El hecho de que tales políticas sean posibles y de que fueran
aceptadas por la sociedad e incluso reaprobadas en las elecciones de 1995 es una clara
indicación de la magnitud de la brecha de privacidad a nivel nacional.

Las reglas del juego se basan en la apertura del mercado interno, la sobrevaluación del tipo de
cambio, la desregulación de los mercados y las actividades financieras, la privatización, la
integración de inversiones, la inversión indiscriminada, la inversión extranjera directa, el
abandono del papel rector de la política económica a través del mecanismo de caja de
conversión, incentivando el endeudamiento público y privado en el mercado financiero
internacional. Graves consecuencias para el desarrollo y el equilibrio macroeconómico.

Graves consecuencias desarrollo y equilibrio macroeconómico El proceso de acumulación del


desarrollo, a través de grandes espacios rentables en la producción de bienes y servicios, ha
sido sustituido por nichos rentables en la explotación de recursos naturales y sus cadenas de
valor, hidrocarburos, telecomunicaciones, sectores del automóvil y financiero. En estas áreas se
puede aplicar tecnología avanzada, aumentando la productividad y las ganancias. El resto de la
estructura productiva, incluyendo las pymes de todos los sectores de bienes transables y
sujetas a la competencia internacional, no ha soportado un cambio en las reglas del juego,
especialmente en los centros urbanos donde esta estructura está surgiendo de la estructura
productiva. Los sectores de industrialización enfocados a aumentar la productividad y las
ganancias tienen dos características principales: la presencia predominante de filiales de
empresas extranjeras y la concentración de la producción en un pequeño número de empresas.
A finales década 90, la economía argentina era quizás la más endeudada y extranjerizada del
mundo. Las industrias del petróleo y el gas, la electricidad, las telecomunicaciones, las redes
comerciales, la banca, la agroindustria y la automoción son propiedad de no residentes o

34
gestionadas por ellos. A pesar del crecimiento agrícola gracias a la innovación tecnológica
(siembra directa, semillas transgénicas, agroquímicos y máquinas agrícolas digitales), la
producción sigue en manos de residentes. Sin embargo, los insumos y tecnologías utilizados
cada vez más son importados o provienen de filiales de empresas extranjeras en el país. Esto
implica que el poder de decisión económica se traslada a entidades no residentes. La segunda
característica de este proceso es la concentración de la mayor parte de las actividades
productivas de los sectores líderes en un pequeño número de empresas. Las nuevas reglas del
juego han creado áreas de ganancias e ingresos esperados en sectores concentrados y en el
sector financiero, con participación principal de la inversión extranjera directa.

La industrialización alternativa se ha visto minimizada frente a la generación masiva de ingresos


y privilegios del Estado neoliberal. La corrupción es un mal endémico y observable en muchos
países, incluso en los más exitosos. Sin embargo, en estos casos, el acto de corrupción no se
basa en la transferencia del patrimonio nacional o en la destrucción del proceso de acumulación
en un sentido amplio, como ocurrió en la Argentina bajo el Estado neoliberal. En estos casos,
se trataría de una corrupción endógena al modelo de desarrollo. En Argentina, sería una
corrupción peligrosa vinculada a la extranjerización del sistema productivo, al endeudamiento
masivo y a la destrucción de la acumulación en general, llamada corrupción Cipaya la cual es
deplorable, pero sus consecuencias son más graves en estrategias como las adoptadas en
Argentina en dónde se muestra la debilidad nacional. Por el contrario, los desequilibrios
macroeconómicos aumentaron en la década de 1990. Las reglas del juego aumentaron los
déficits gemelos en la balanza de pagos y las finanzas públicas. El primer motivo es el aumento
de las importaciones en mayor medida que las exportaciones, las remesas para pagar la deuda
externa y las transferencias de utilidades de las filiales de empresas extranjeras. En segundo
lugar, debido principalmente al aumento de la carga de la deuda pública y privada, así como a
la reforma de las pensiones, que ha desplazado ingresos de los sistemas de pensiones
privados al pago de prestaciones del dominio público. Todo el sistema monetario y financiero se
vio respaldado por una deuda cada vez mayor hasta que el sistema finalmente colapsó. En el
proceso, los diferenciales de tasas de interés, la emisión de deuda, los swaps y los mega swaps
crearon enormes rentas mientras la economía real se contraía y la inversión real en capital
productivo caía.

El sistema monetario y financiero se sustentó en deuda creciente hasta que colapsó. En este
proceso, los diferenciales de tasas, emisión de deuda, swaps y mega swaps generaron altas
rentas mientras la economía real se contraía y la inversión en capital productivo disminuía. La

35
deuda externa aumentó de 61 mil millones de dólares a 145 mil millones de dólares en 1991 y
1999. La deuda pública representó el 86% de la deuda total ese año y el 58% el año pasado.

La deuda pública aumentó más del 60% durante este período y la deuda privada, debido a la
diferencia entre las tasas de interés internas e internacionales, aumentó casi un 600%. Como
resultado, Argentina registró el peor índice de deuda de América Latina y también es la región
más endeudada del mundo. A finales de los años 1990, la deuda representaba más de cinco
veces las exportaciones, en comparación con un promedio de poco más de dos veces en
América Latina. La relación entre los intereses derivados de la deuda externa y el valor de las
exportaciones aumentó más del 100% en el decenio de 1990. A finales de la década, esta
relación superó el 40% y se combinó con los beneficios transferidos desde las filiales
extranjeras (ha superado el 50% más del doble del promedio latinoamericano) El valor de las
exportaciones aumentó más del 100% pero el valor de las importaciones aumentó más del
300%. Desde 1992 hasta finales de esta década, la balanza comercial de bienes y servicios
tuvo un déficit de más de 30 mil millones de dólares y la balanza de pagos corrientes fue de 64
mil millones de dólares.

3. La fractura del proceso de acumulación

El proceso de acumulación en sentido amplio, inherente al desarrollo, no arraigó en la etapa de


economía primaria exportadora, cuando el golpe de 1930 trastocó uno de sus fundamentos
fundamentales: la estabilidad institucional o Densidad Nacional.

A partir de entonces se produjeron acontecimientos que también crearon fisuras en otros


niveles, como la acumulación de capital y conocimiento (posteriormente, por ejemplo, como
consecuencia de la intervención de las universidades en 1966), los vínculos entre industrias
manufactureras y entre regiones y estructura del comercio exterior.

Después del golpe de 1976, el proceso de acumulación se vio nuevamente interrumpido, desde
el nivel institucional hasta las variables económicas clave.

El retorno a la estabilidad institucional en 1983 fue un paso importante para iniciar el proceso de
acumulación en un sentido amplio.

Los acontecimientos de la década de 1990 obstaculizaron el inicio de procesos de acumulación


esenciales y destruyeron otros procesos preexistentes.

Observemos lo que sucedió en tres áreas importantes de la acumulación: la formación de


capital, la tecnología y la autonomía en la gestión de las políticas públicas:

36
La dinámica del modelo neoliberal ha frenado la acumulación de capital. La concentración de
beneficios básicos en actividades altamente concentradas se limita esencialmente a la
explotación de recursos naturales, infraestructura y bienes y servicios no comerciales a nivel
internacional, excluyendo segmentos de la economía y unidades de producción que
desempeñan un papel importante en la formación de una economía integrada, absorber y
difundir los avances técnicos.

El espacio para la acumulación de capital productivo, el aumento de la productividad y la


formación de ganancias y ahorros se ha reducido fundamentalmente. Al mismo tiempo, la
transferencia de los beneficios principales del modelo (petróleo, telecomunicaciones,
agroalimentario, etc.)

Otra parte importante del superávit se transfirió al extranjero en forma de pagos de intereses
sobre deuda privada, gran parte de ella para comprar activos de empresas privadas y estatales.

Estos acontecimientos convergen para exacerbar un problema endémico: la fuga de capitales.


En la década de 1990, el dinero enviado al exterior en nombre de los argentinos equivalía en
valor al monto de la deuda externa. El modelo neoliberal favorece la exportación del ahorro
argentino y, a su vez, reconoce la importación de deuda y la transferencia de sectores básicos
de la economía a propiedad de no residentes. La inestabilidad inherente a un sistema
profundamente desequilibrado ha exacerbado la inestabilidad y comprometido la seguridad
jurídica que ha obstaculizado la acumulación de capital en la economía argentina. Por lo tanto,
la brecha fiscal de Argentina es de naturaleza diferente a la observada durante la crisis de
1997-1998 en varios países que, por otras razones, tuvieron mucho éxito en el proceso de
acumulación y desarrollo generalizado (Corea y Malasia). En estos casos, la crisis es de
naturaleza puramente financiera debido a déficits operativos entre los bancos, los prestatarios
de moneda extranjera y los prestamistas en su propia moneda. A medida que los precios de las
acciones y los mercados inmobiliarios caían, se reconoció y resolvió rápidamente una crisis de
insolvencia temporal en aquellas economías que respondieron adecuadamente a la
globalización y estaban equilibradas con una macroeconomía sólida.

Paralelamente a esta división en el proceso de acumulación de capital, ha habido una


disminución de la acumulación tecnológica y de la capacidad de absorber, adaptar, crear y
difundir conocimientos dentro de la estructura económica y social.

Por un lado, la tendencia natural de las empresas extranjeras que operan en sectores
intensivos en tecnología, como las telecomunicaciones, la producción de combustibles y

37
energía, es abastecerse de sus sedes y países de origen, reemplazando a los proveedores
locales.

Al mismo tiempo, la política de asociación incondicional con la potencia hegemónica ha llevado


al desmantelamiento de proyectos estratégicos, como el proyecto de misiles Plan Cóndor, y al
cese de las actividades de desarrollo de la energía nuclear, lo que ha llevado a la paralización
de la finalización de la tercera central (Atucha II) y financiación de la Comisión Nacional de
Energía Atómica.

Estos acontecimientos perturbaron el proceso de acumulación tecnológica de dos maneras


principales: Por un lado, la tendencia natural de las empresas extranjeras que operan en
sectores intensivos en tecnología, como las telecomunicaciones, la producción de combustibles
y energía, es abastecerse de sus sedes y países de origen, reemplazando a los proveedores
locales.

Por otro lado, la disolución de los departamentos de investigación y desarrollo de las empresas
nacionales se debe a que se ha fomentado la importación de tecnología, bienes de capital e
insumos mediante la apertura y los precios comerciales excesivos.

Al mismo tiempo, la política de asociación incondicional con la potencia hegemónica ha llevado


al desmantelamiento de proyectos estratégicos.

Estos acontecimientos perturbaron el proceso de acumulación tecnológica de dos maneras


principales: Por un lado, mediante la eliminación de la capacidad productiva interna de las
máquinas herramienta y otros medios de producción, que constituyen la principal correa de
transmisión entre la tecnología y los sistemas productivos, así como la introducción de una
conciencia de su patrimonio; Por otro lado, al reducir la necesidad de tecnología y mano de
obra calificada creada por el sistema nacional de ciencia y tecnología, hemos visto el
desmantelamiento de laboratorios, centros de investigación y desarrollo y fuga de cerebros al
extranjero o traslados a trabajar a las operaciones locales en las que operan.

Finalmente, la creciente carga de la deuda externa creó desequilibrios crónicos que dejaron al
país dependiente de negociaciones constantes, innovadoras e interminables con el FMI y sus
acreedores.

Las condiciones inherentes a los acuerdos con el Fondo y las expectativas del mercado sobre
su acceso a financiación voluntaria han hecho que la política económica dependa del

38
pensamiento centrista y de la ideología neoliberal adoptada por el grupo hegemónico que
reclama el espacio interno.

El Consenso de Washington se basó así en una estrategia de abandonar la capacidad de


conducir políticas cambiarias, monetarias y presupuestarias, proceso que culminó con el Plan
de Transformación y Reforma Regulatoria del Banco Central.

El modelo neoliberal ha hecho exactamente lo contrario y, en el contexto de crecientes


desequilibrios macroeconómicos, ha sometido al país a fuerzas incontrolables, destruyendo la
seguridad jurídica y el régimen contractual, aumentando la inseguridad y la inestabilidad, factor
que provocó sucesivas fugas de capitales.

4. La estructura productiva

La persistencia de las reglas del juego que regulan los precios relativos asociados a actividades
sujetas a competencia internacional se refleja en la pérdida de participación de las industrias
productoras de materias primas en la conformación del PIB y en un aumento de la participación
de las industrias de servicios. Desde principios hasta finales de los años 1990, el gobierno
redujo su propiedad del 52% al 32% y aumentó del 48% al 68%. Entre ellas, las nuevas redes
comerciales de supermercados y tiendas de autoservicio han experimentado un fuerte
crecimiento, en primera instancia con fuerte presencia de empresas extranjeras. Las actividades
bancarias y financieras también crecieron debido a la diversificación de los servicios y durante
el auge de la transición debido a la creciente presencia de bancos extranjeros y la capacidad de
monetización del sistema.

La Industria manufacturera

El cambio es especialmente notorio en la industria de manufacturas, cuya participación en la


generación del PIB ha disminuido del 31% al 17% durante estos años.

En los países avanzados, esta participación también está disminuyendo, pero este proceso es
el resultado de cambios en la composición de la demanda, aumentos de la productividad en
toda la economía, así como el progreso, la integración y la transformación en curso de la
actividad industrial.

En Argentina, en cambio, es consecuencia del desmantelamiento de la estructura productiva, la


creciente heterogeneidad en los niveles de productividad y el cese de la acumulación en un
sentido amplio.

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Unas 400 empresas, centradas en sectores dinámicos relacionados con la extracción y
procesamiento de recursos naturales, la producción de insumos básicos (como el acero y el
aluminio) y parte del complejo automotriz, han llevado a cabo una “reestructuración ofensiva”
para responder al nuevo contexto interno y cambios en el mercado global, logrando un nivel
tecnológico equivalente al nivel tecnológico más avanzado del mundo.

En estas actividades, la participación del valor agregado en el producto final ha disminuido


debido a la apertura y la sustitución de insumos nacionales y bienes de capital por
importaciones.

Miles de pequeñas y medianas empresas han desaparecido, cambiando el panorama social,


especialmente en las grandes corporaciones urbanas del Gran Buenos Aires, Rosario y
Córdoba.

En el sector industrial, dos procesos son particularmente evidentes: la concentración de la


producción y la participación dominante de filiales de empresas extranjeras.

Una encuesta de las 500 empresas más grandes, casi 300 de las cuales operan en el sector
manufacturero, encontró que generan casi el 40% del PIB industrial.

Para el grupo de 500 empresas encuestadas (aparte de la manufactura, que incluye


principalmente infraestructura y minería), vemos una fuerte concentración de las empresas más
grandes. El 10% de ellas, o 50 empresas, generan cerca del 60% del valor añadido y más del
70% de los beneficios entre las 500 empresas. Por el contrario, las filiales de empresas
extranjeras representan el 84% del valor añadido de la empresa, 500 firmas de la encuesta.
Este último indicador muestra que la participación de la inversión extranjera en el sistema
productivo argentino es quizás, como ocurre con la deuda externa, la más alta del mundo.

A principios de esta década la mayoría de las inversiones correspondieron a la compra de


empresas públicas que habían sido privatizadas.

Las ventas totales alcanzaron casi 20 mil millones de dólares, entre títulos de deuda pública y
efectivo, de los cuales casi el 60% pertenecieron a inversionistas extranjeros, un poco más del
30% a inversionistas nacionales y el resto a muchos compradores diferentes.

A mediados de la década, la mayor parte de la inversión extranjera se dedicó a la compra de


empresas privadas nacionales. Las adquisiciones y fusiones de empresas alcanzaron los 55 mil
millones de dólares, de los cuales casi el 90% fueron inversiones extranjeras. En total, cerca del

40
60% de la inversión consistió en la compra de activos públicos y privados que ya se encuentran
en el país.

La asignación de inversiones por sector muestra que el 33% de las inversiones se concentran
en el sector petrolero y casi el 25% en la manufactura (principalmente complejos alimentarios,
químicos y automotrices).

La apertura del mercado interno y la consolidación ciega, fuera del contexto de integración, de
la inversión privada directa han creado una ruptura de los vínculos en la estructura productiva y
entre la producción de bienes y servicios con el sistema nacional de ciencia y tecnología,
interrumpiendo el proceso de acumulación en un sentido amplio.

La actividad de la construcción, aunque produce bienes y valor agregado no sujetos a la


competencia internacional, ha sufrido fuertes caídas en la inversión pública que no han sido
compensadas por la inversión privada. La década perdida de los años 1980 registró fuertes
caídas en la producción de materiales de construcción y en la actividad empresarial, los
servicios técnicos en la construcción de viviendas, el capital social, la infraestructura y los
sectores manufactureros. A lo largo de la década de 1990, la participación de la industria se
mantuvo por debajo del 6% del PIB.

Los recursos naturales y su transformación

La explotación de los recursos naturales del vasto territorio argentino apoyó el comportamiento
de industrias rezagadas por la estrategia neoliberal, que en algunos casos se beneficiaron de
los regímenes en particular, y en otros, se han beneficiado de mecanismos científicos y
tecnológicos.

En el caso de la agricultura, un productor de bienes comercializables internacionalmente


competitivo, también se han documentado los efectos de la sobrevaluación del tipo de cambio y
los ajustes de precios relativos. Sin embargo, los abundantes recursos naturales del país y la
revolución tecnológica han ampliado sus sectores rentables y han permitido ampliar la superficie
minera y reducir costos. La espectacular reducción de los costos de producción se debe a la
convergencia de avances en varias áreas, como la siembra directa y el cultivo dual de trigo, el
uso generalizado de fertilizantes y biocidas, la reorganización de las empresas agrícolas y la
aplicación de biotecnología a través de materiales genéticamente modificados (GM).

41
En el caso de la soja, el 90% de la producción son cultivos genéticamente modificados, la
superficie plantada con cultivos genéticamente modificados alcanzó los 12 millones de
hectáreas a principios de la década de 2000.

En el caso del maíz, la superficie plantada con cultivos genéticamente modificados alcanzó las
100.

La cadena de valor agregado de la producción agrícola, que culmina en la industria del petróleo,
el gas y la agroindustria, se ha transformado con la integración de paquetes tecnológicos
proporcionados por un pequeño número de subsidiarias de corporaciones transnacionales que
operan simultáneamente en la mayoría de los mercados de `insumos agrícolas' (semillas,
herbicidas, pesticidas, etc.) El proceso de cambio tecnológico también ve la convergencia de
muchos actores, incluidos proveedores de insumos, distribuidores minoristas y muchas
asociaciones de productores privados, cooperativas, laboratorios y universidades, y
organizaciones públicas como el INTA y la Comisión Nacional de Biotecnología Agropecuaria.

Una característica de la reorganización de la producción es la creciente distinción entre


propietarios y operadores de tierras.

Esto ha cambiado la naturaleza de la tenencia de tierras, que ahora son administradas por
empresas agrícolas de tecnología que explotan tierras propias y de terceros.

Las diferentes capacidades de las diferentes clases de propietarios y productores agrícolas han
aumentado la heterogeneidad dentro de la industria. Además, se observa un aumento en la
concentración de la propiedad de la tierra con la nueva presencia de grandes inversores
extranjeros junto a los grandes propietarios tradicionales.

La producción de cereales y oleaginosas constituye la base de la pirámide industrial-comercial


primaria, sustentando el complejo agroindustrial oleaginoso y el agronegocio, las cadenas de
distribución minorista y el comercio internacional, de hecho, es el destino del 90% la producción
de soja, así como una gran parte de los demás cereales y productos de la industria.

En el nuevo escenario tecnológico, las características tradicionales de la expansión agrícola se


reproducen nuevamente en la etapa de la economía primaria exportadora: la presencia
predominante de empresas extranjeras en las diferencias de etapas en la cadena de valor de la
producción primaria.

En los últimos 20 años, la producción de carne de vacuno ha disminuido aproximadamente un


10 por ciento y también se han registrado disminuciones en la producción de ovejas, bovinos y

42
porcinos; La producción de lana cayó aproximadamente un 50% durante el mismo período; En
cambio, la producción de leche aumentó significativamente, pasando de 6 mil millones a 10 mil
millones de litros durante el decenio de 1990; De manera similar, la producción avícola triplicó
su cantidad entre 1980 y finales del decenio de 1990; Entre otras industrias extractivas, se
produjo un aumento destacado en producción de pescado ya que en el Mar Argentino se
pueden capturar hasta 45 toneladas de pescado en una hora de pesca con red en un barco de
bacalao, o 100 veces más que en el Mar del Norte. La cadena de valor añadido abarca desde la
pesca hasta el enlatado, la producción de aceite y harina, la refrigeración y congelación y la
producción de algas. La infraestructura portuaria, las plantas de procesamiento y la expansión
de la flota han ayudado a aumentar la captura y la producción exportadora, especialmente de
productos congelados, que representan más del 90% la producción total, siendo el ingrediente
principal el filete de bacalao. Desde finales de los años 1980 hasta mediados de los años 1980,
las capturas se triplicaron a más de un millón de toneladas y las exportaciones también
aumentaron

En el sector forestal, en las últimas décadas se ha iniciado una explotación más intensiva de
especies como coníferas, eucaliptos y sauces en una superficie forestal de alrededor de 1
millón de hectáreas. La cadena de valor agregado incluye principalmente la producción de
celulosa, madera aserrada, tableros, enchapados, muebles y taninos.

La producción minera, por su parte, mantuvo una contribución de alrededor del 0,2% al PIB,
pero registró un cambio cuando se inició la explotación de las minas de cobre, oro y litio.

La producción de petróleo alcanzó los 40 millones de m³ en 2003 y la producción de gas natural


alcanzó el equivalente a 50 millones de m³.

Las exportaciones de productos energéticos alcanzaron los 5. El desarrollo de este sector


cambió radicalmente con la privatización de YPF y Gas del Estado, convirtiendo la
transformación fundamental de estas empresas públicas y la posibilidad de participación de
capital privado en la transferencia de derechos decididos a pasar a una empresa extranjera
sobre los ingresos provenientes de la explotación de recursos naturales no renovables y sobre
el suministro de tecnología y bienes de capital utilizados en la industria.

Infraestructura

A partir de 1989, el desarrollo de la infraestructura reflejó los resultados de la privatización de


empresas estatales que operaban en los sectores de transporte, comunicaciones, producción
de energía y servicios urbanos, suministro de agua y drenaje.

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La expansión y mejora de las ganancias están estrechamente vinculadas a la intensidad del
progreso técnico en cada sector y al nivel de ganancias del comprador y/o concesionario en las
actividades de privatización. En sectores tecnológicos estables, como las aerolíneas y los
ferrocarriles, los resultados han sido mediocres. El desarrollo de la infraestructura aeroportuaria
se ha llevado a cabo mediante planes muy rentables para los operadores privados. En el caso
de las telecomunicaciones, sector clave de la revolución de la microelectrónica y las TI, estos
avances son notables y están directamente relacionados con el uso popular de las nuevas
tecnologías, no necesariamente asociadas a una ideología de humanización, como lo
demuestra el igualmente notable avance del sistema como en países que conservan el dominio
público del área. La privatización en sectores influenciados por fuerzas tecnológicas, como las
telecomunicaciones, o por regímenes especiales, como las operaciones de autopistas de peaje,
ha creado grandes zonas de ganancias no reguladas. Excluye la deuda de los operadores para
recomprar acciones de empresas. en la dinámica desequilibrada del modelo neoliberal.

Comercio exterior

La evolución de las exportaciones muestra el crecimiento del saldo exportador en diversos


sectores de producción primaria como la agricultura, la pesca y los productos energéticos. En
contraste con el lento crecimiento y las fluctuaciones de la actividad económica, las
exportaciones casi se triplicaron desde principios del decenio de 1990 hasta 2000. La estructura
del comercio exterior refleja la transformación de la estructura de producción. La brecha en el
contenido tecnológico entre exportaciones e importaciones se está ampliando a medida que
aumenta la proporción de productos primarios y sus productos manufacturados. Las
exportaciones de productos manufacturados de origen industrial centrados en materias primas,
como el acero, o partes de la industria del automóvil, están sujetas a regímenes industriales
especiales, pero en todos los casos se registra un fuerte déficit global. Por otro lado, el proceso
de desindustrialización y la ruptura de la estructura productiva, asociado a la perturbación del
proceso de acumulación en un sentido amplio, ha impedido la participación en los flujos más
dinámicos del comercio internacional (como los bienes de capital, informática y electrónica) y ha
reducido la brecha tecnológica en el comercio exterior de Argentina.

Heterogeneidad estructural

Las grietas en las estructuras productivas y sociales observables durante este período reflejan
la disrupción del proceso de acumulación, en un sentido amplio, y la concentración de espacios
de rentabilidad en actividades relacionadas con la explotación de recursos naturales, se crearon

44
regímenes especiales principalmente en torno a la privatización y el crecimiento explosivo de la
deuda.

La heterogeneidad en los niveles de productividad y bienestar se demuestra entre las diferentes


actividades económicas y regiones que conforman el territorio nacional.

La manifestación más grave de heterogeneidad se manifiesta en la estructura social, con el


aumento del desempleo y del subempleo, así como con la exclusión pura y simple de grandes
segmentos, obligados a ganarse la vida con actividades secundarias como la recolección de
cajas o la mendicidad.

El colapso de la densidad nacional sobre el terreno ha llevado a una creciente heterogeneidad y


a la radicalización de los conflictos, así como a la pérdida del sentido de pertenencia a un
espacio y un destino común, la distribución del ingreso refleja estas tendencias. Los índices de
la Capital Federal y el Gran Buenos Aires, representativos de las tendencias nacionales,
muestran que, desde mediados de los años 1970 hasta finales de los años 1990, el 90% de la
población redujo su participación en el ingreso del PBI 8 puntos, ubicándose completamente en
el nivel más alto de 10%.

De estos, el 36% corresponde al 30% de la población de ingresos más bajos, el 48%


corresponde al 30% de la población de ingresos medios bajos y el 16% corresponde al 30% la
población de ingresos medios altos.

En 1999, el 10% más rico de la población recibió 24 veces más que el 10% más pobre de la
población, una diferencia incluso mayor que la registrada durante el período en que la actividad
económica y los ingresos se desplomaron en 1989.

5. Malestar social y recesión

El período que comenzó a mediados de los años 1970 registró los peores y más inestables
acontecimientos en la trayectoria histórica de la economía argentina. Desde 1976, el comienzo
del período de hegemonía liberal, hasta 2002, el PIB total no aumentó y el PIB per cápita
disminuyó casi un 30%. La inflación se mantuvo elevada, en promedios anuales sin
precedentes en períodos anteriores, y con cierto aumento de la hiperinflación, hasta la
estabilización temporal de los precios en el marco del plan de transición.

El régimen de facto terminó con un aumento de precios del 450% en 1983, el gobierno
progresista con una tasa de hiperinflación del 500% en 1989 y el gobierno peronista con una

45
deflación de precios al final de la administración, pero con el desequilibrio a punto de explotar
bajo la Coalición.

La relación entre la inversión interna bruta y el PIB, es decir, la relación de inversión, nunca se
ha recuperado al nivel observado en la etapa de industrialización inconclusa, con un promedio
de alrededor del 22%. Durante períodos de alta volatilidad, cae por debajo del nivel
correspondiente a la depreciación del capital, lo que significa que se produce una desinversión
neta.

El aumento de la deuda y la inversión privada directa en la década de 1990 reemplazó al ahorro


interno y mantuvo así la tasa de inversión y, por tanto, el potencial de crecimiento por debajo de
los niveles anteriores.

La producción de bienes y servicios y la concentración de ingresos y capitales han llevado las


tasas de desempleo y subempleo declarados a niveles sin precedentes en períodos anteriores.
El problema empeoró con el tiempo y a finales de los años 1990, el desempleo y el subempleo
alcanzaban al 30% la población económicamente activa. Esto contribuyó a una reducción de los
salarios, cuya contribución a la renta nacional, según el régimen, de hecho, cayó del 45 al 27%,
desde entonces se ha mantenido cerca del 30%. Al final del gobierno de facto en 1983, el 18%
de la población del área metropolitana del Gran Buenos Aires vivía por debajo del umbral de
pobreza. Luego, la proporción disminuyó, pero volvió a aumentar a partir de 1993, en el apogeo
del Plan de Transición. A nivel nacional, el pico se alcanzó en octubre de 2002, cuando la
población que vivía por debajo del umbral de pobreza alcanzó los 21 millones, o más del 57%
de la población total. Más del 40% de los pobres corresponden a quienes se encuentran bajo la
línea de pobreza.

En medio de la pobreza ha surgido una categoría de argentinos: los nuevos pobres, es decir,
aquellos que habían alcanzado el nivel de ingresos medios en el período anterior y fueron
excluidos del sistema por el modelo neoliberal.

46
Las Regiones y el País

Las regiones y el país

Año 1976: 25,7 millones de personas


Año 2000: 37 millones
Al final del período neoliberal, la población no
nacida en el país: 5% de la población total

Población del país

1991 Capital Federal y los 19 El resto de la provincia,


partidos del Gran Bs. As. Córdoba y Santa Fe

33,5% 31,3% Casi las dos terceras


partes de la población

Fuente: elaboración propia

Hacia la misma época:

La región pampeana Capital Federal y 19 partidos


bonaerenses
Tres cuartas partes del PIB y el 8% del 50% de la producción manufacturera
valor bruto de la producción industrial

La infraestructura de transporte se centró en Buenos Aires, con una red vial y de tráfico aéreo
que convergerá allí, mientras que la red ferroviaria se reducía. La energía hidroeléctrica y los
oleoductos tambien se transportaban hacia la región metropolitana.

Las diferencias en los ingresos reflejaron disparidades económicas.

47
La infraestructura de transporte se centró en Buenos Aires, con una red vial y de tráfico aéreo
que convergía allí, mientras que la red ferroviaria se reducía. La energía hidroeléctrica y los
oleoductos también se transportaban hacia la región metropolitana.

Las diferencias en los ingresos reflejaron disparidades económicas entre regiones. La Ciudad
de Buenos Aires tenía el ingreso más alto, mientras que Formosa y Santiago del Estero tenían
el más bajo. Las provincias patagónicas estaban cerca del promedio. La pobreza en los centros
urbanos reflejaba estas disparidades y el deterioro económico y social generalizado.

La economía argentina mantuvo su estructura histórica, pero reflejó cambios como la


desarticulación del sistema industrial, la concentración de la manufactura en áreas de bajo
empleo, el crecimiento de la desocupación y la pobreza. Las reglas del juego redujeron las
oportunidades de rentabilidad a actividades relacionadas con recursos naturales y
privatizaciones. Las cadenas de valor regionales sufrieron el impacto de las importaciones y
rara vez se beneficiaron del progreso técnico.

El aumento de la producción agraria no retuvo población en el campo debido a las nuevas


tecnologías intensivas en capital e insumos. Las personas continúan desplazándose hacia
centros urbanos, pero ahora también hacia poblaciones cercanas a las zonas rurales. Esto
contribuye a explicar el notable crecimiento poblacional, registrado entre los censos de 1980 y
1991, en localidades como Las Lomitas (Formosa) con 102%; Rodeo del Medio (Mendoza),
338%; Wanda (Misiones), 275% o Villa General San Martín (San Juan), 129%.

En etapas anteriores, la urbanización e industrialización se concentraron en el Gran Buenos


Aires y en grandes ciudades como Rosario y Córdoba. Estos centros urbanos atrajeron a
población rural y de regiones menos desarrolladas. Sin embargo, a partir de la década de 1970,
la crisis industrial interrumpió este proceso y disminuyó la migración interna hacia la región
pampeana. La participación de inmigrantes también disminuyó. En resumen, la población del
Gran Buenos Aires y el resto de la región pampeana disminuyó entre 1980 y 1991.

El desempleo y la subocupación aumentaron en todo el país, afectando los salarios reales. Esto
fue resultado de circunstancias particulares en cada localidad, como la reducción de personal
en empresas privatizadas o reformas organizativas. Factores externos como el Mercosur
también tuvieron influencia. Estos ajustes estructurales ocurrieron en un contexto de
inestabilidad y bajo crecimiento, lo que empeoró las tensiones sociales.

El poblamiento, la actividad económica y las condiciones sociales en diferentes regiones


reflejaron tanto procesos generales en todo el país como circunstancias particulares. Las

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economías regionales no evolucionaron por procesos internos de acumulación, sino debido a
cambios repentinos en las reglas del juego.

En la Patagonia, se incentivó la industria electrónica en Tierra del Fuego y el hilado sintético en


Chubut. También hubo expansión de la producción frutihortícola en el Alto Valle del Río Negro.
Las regalías del petróleo y gas beneficiaron a Chubut, Neuquén y Santa Cruz. La privatización
de YPF afectó a Comodoro Rivadavia y Cutral Có. La pesca y el turismo promovieron el
desarrollo en la región. Hubo trastornos como la desactivación de la producción de minerales y
la crisis en la industria de hilado sintético en Trelew.

La población de la Patagonia aumentó del 4,5% al 5,3% entre 1980 y 1991 debido a la
inmigración de otras partes del país. El ingreso per cápita en la región era alto y las condiciones
sociales eran favorables.

La región pampeana perdió población debido a la disminución en la participación del Gran


Buenos Aires en la población total del país. La región también experimentó desindustrialización
y altos índices de desempleo y pobreza. Además, dejó de atraer inmigrantes.

Se detuvo el proceso de concentración de población y producción en la región pampeana, pero


esto también llevó a un aumento de la heterogeneidad en todas las regiones de Argentina. Se
ampliaron las brechas de bienestar entre diferentes grupos sociales y niveles de productividad.
Además, se registró un deterioro del tejido social y los vínculos entre los sectores dinámicos y el
resto de la sociedad.

No se observa un desarrollo generalizado en ninguna región del país. El crecimiento se limita a


sectores específicos debido a circunstancias externas o preferencias provinciales, pero estos
sectores no logran compensar las consecuencias negativas y el deterioro social causado por las
reglas imperantes en la época. La heterogeneidad se manifiesta en la formación de barrios
cerrados de alto ingreso junto a áreas marginales, y el aumento de la inseguridad es una
muestra de la creciente desigualdad durante el período neoliberal.

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Conclusión
El recorrido histórico expuesto en el texto permite identificar claramente cómo la economía
argentina atravesó profundas transformaciones a lo largo del siglo XX, condicionada tanto por
factores internos como por el contexto global.

Se observa que hubo intentos de industrialización y políticas de sustitución de importaciones


que tuvieron resultados dispares. Sin embargo, la inestabilidad política y los golpes de estado
repetidos impidieron consolidar un modelo de desarrollo sostenido.

A partir de la década de 1970 se instaura con fuerza el modelo neoliberal, con apertura,
desregulación y reformas orientadas al mercado. Si bien inicialmente trajo estabilidad de
precios, con el tiempo se hicieron evidentes sus graves consecuencias sociales y económicas.

Hacia finales del siglo XX, la economía argentina evidenciaba un alto endeudamiento externo,
desindustrialización, alta desigualdad social y pobreza. Ello reflejaba la disrupción de los
procesos de acumulación de capital y desarrollo tecnológico.

En conclusión, la experiencia argentina en el siglo XX estuvo signada por la inestabilidad y las


crisis recurrentes, sin lograr conformar un modelo económico inclusivo y sostenible. Ello deja
importantes lecciones sobre la necesidad de fortalecer la densidad nacional y retomar la senda
del desarrollo.

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Bibliografía
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XXI. Fondo de Cultura Económica de Argentina, S.A.

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Webgrafía
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