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DISEÑO DE INVESTIGACIÓN
Pregunta de investigación:
Objetivo general:
Objetivos específicos:
Problematización:
Justificación:
El ascenso de la derecha radical no es la única similitud actual respecto a la situación
del mundo de entreguerras de los años 30. Otras son evidentes y se han puesto a menudo de
relieve, en primer lugar, está la ausencia de un orden internacional, una pandemia mundial
como crisis sanitaria y las sucesivas oleadas de crisis económicas. En los años 20 y 30, dicho
caos dependía del colapso de las constantes guerras civiles y mundiales, mientras que hoy en
día, es el resultado del fin de la Guerra Fría y de su mundo bipolar. En los años 30 como hoy,
la crisis económica y distintos cambios geográficos, como los éxodos migratorios, han
alimentado el ascenso del nacionalismo, la xenofobia, el racismo y la demanda de poderes
autoritarios.
Estos sucesos, más las particularidades actuales de una revolución tecnológica y su
efecto en los medios de comunicación y en la manera de relacionarnos entre seres humanos,
como investigadora social, me lleva a reconocer semejanzas y diferencias cruciales entre el
fascismo clásico y la nueva derecha radical que se está gestando en el mundo, y
específicamente, luego del fenómeno migratorio provocado por la crisis humanitaria en
Venezuela en el 2019, después de la caída de un bloque político sólido, poderoso –de tendencia
socialista del siglo XXI– y la exposición de sus casos de corrupción, y luego del paro nacional
OCTUBRE19, en el Ecuador, se dio un resurgimiento y normalización de discursos de odio,
sobre todo discursos que enaltecen el anticomunismo, el racismo, la xenofobia, que rechazan
la revolución social, al utopismo e invitan al conservadurismo.
Un pilar fundamental del fascismo clásico fue el anticomunismo. Tras la Primera
Guerra Mundial, el anticomunismo fue el capullo de la transformación del nacionalismo desde
una derecha conservadora hacia una derecha revolucionaria. Mussolini definió dicho
movimiento como una revolución contra la revolución (Traverso 2021, 68). Hoy en día, tras el
fin de la URSS, el anticomunismo ha perdido su significado. Sobreviviendo, si lo comparamos
y pensamos en la campaña de Bolsonaro contra el marxismo cultural.
Desde una perspectiva histórica, el postfascismo podría verse como resultado de la
derrota de las revoluciones del siglo XX (Traverso 2021, 68), tras el colapso del comunismo y
la adopción de la gobernanza neoliberal por los partidos socialdemócratas, los movimientos de
derecha radical se convirtieron, en muchos países, en las fuerzas más influyentes opuestas al
sistema, sin mostrar una vertiente subversiva y evitando cualquier similitud con la izquierda
radical.
De acuerdo con el paradigma populista clásico, la derecha radical no ha abandonado el
viejo mito del buen pueblo opuesto a las élites corruptas, como se dio en el caso del gobierno
de Moreno y Lasso, pero ellos lo han reformulado de un modo significativo. En el pasado, el
buen pueblo significaba una comunidad rural étnicamente homogénea opuesta a las clases
peligrosas de las grandes ciudades, en síntesis, el pueblo trabajador. Tras el fin del comunismo,
una clase obrera derrotada golpeada por la desindustrialización ha sido reintegrada en dicha
comunidad nacional-popular. Y, el mal pueblo, ahora, migrantes venezolanos, cubanos,
colombianos, musulmanes, afrodescendientes, mujeres con velo, y personas “marginales”, se
fusiona con los grupos progresistas con ideales en visión de género e identidad sexual, en
defensa de los derechos humanos y animales. Por lo que, en este discurso de la derecha radical,
se modifica un constante enfrentamiento entre el buen pueblo y el mal pueblo, donde el mal
pueblo con su dirección a la izquierda llevará al país a un futuro de crisis y corrupción perpetua.
Un rasgo común de todos los postfascismos actuales es la xenofobia. El odio hacia
migrantes modela su ideología e inspira su acción (Traverso 2021, 68). El migrante es la
metáfora de un enemigo interior que corrompe y fractura desde dentro el cuerpo nacional. La
búsqueda de un chivo expiatorio es un elemento constitutivo del discurso fascista, pero hay que
observar un cambio, y, en el caso del Ecuador, identificamos el desplazamiento del
antisemitismo –en el caso de los años 30– hacia la xenofobia a venezolanos.
El principal objetivo de los movimientos postfascistas ya no son los judíos, sino los
ciudadanos extranjeros de Venezuela, Colombia, Cuba, El Salvador, Haití, en el caso
latinoamericano, y en el caso norteamericano y europeo los musulmanes y latinos. El racismo
–un discurso científico basado en teorías biológicas– ha sido sustituido por un prejuicio
cultural. La representación postfascista del enemigo reproduce el viejo paradigma racista y,
como al antiguo bolchevique judío, se representa al terrorista islámico con rasgos físicos que
denotan su alteridad o al venezolano migrante que viene al Ecuador no a trabajar honradamente
con un tono de voz y nuevas expresiones altivas y lascivas.
Para mí, es de gran importancia aterrizar el concepto del postfascismo en el Ecuador,
ya que sus raíces son antiguas y poseen su propia tradición, que es el colonialismo. El
colonialismo inventó una antropología política basada en la dicotomía entre ciudadanos y
súbditos coloniales que fijaba fronteras sociales, espaciales, raciales, economicas y políticas.
La matriz colonial de la xenofobia actual nos aporta la clave para entender la
metamorfosis ideológica del postfascismo, que ha abandonado las ambiciones imperiales y
conquistadoras del fascismo clásico con el fin de adoptar una postura más conservadora y
defensiva. No desea conquistar, sino expulsar. Mientras que el colonialismo del siglo XIX
deseaba lograr su misión civilizatoria mediante sus conquistas fuera de Europa, la xenofobia
postcolonial lucha contra un enemigo interior en nombre de los mismos valores. El rechazo
sustituyó a la conquista, pero sus motivaciones no cambiaron; hoy en día, el rechazo y la
expulsión buscan proteger a la nación de la influencia deletérea extranjera.
Por otra parte, el discurso acerca de la decadencia, la migración descontrolada, la
invasión cultural y la defensa de Occidente es bastante común entre todas las corrientes
conservadoras y los partidos gubernamentales de la derecha tradicional. Lo que distingue al
postfascismo de ellos es el nacional-populismo. La derecha radical desea movilizar a las masas
y reivindicar un despertar nacional para apartar a la élite corrupta, dirigida por el socialismo
global.
En la actualidad, el postfascismo está creciendo en todas partes y no conocemos el
desenlace de su proliferación. Podría mantenerse en el marco de la democracia liberal, pero
también podría experimentar una nueva radicalización. Las premisas de ambos desarrollos ya
existen, y, el motivo de mi investigación surge a raíz de que esta segunda opción lograría la
transformación del fascismo en un concepto transhistórico, y, en este caso, nos veríamos
compelidos a reconocer que el fascismo no fue un paréntesis del siglo XX, todo lo contrario,
se encuentra presente en países latinoamericanos, como el caso del Ecuador.
Marco teórico:
El marco teórico que se utilizará en esta investigación de carácter histórico, político y social,
es un conjunto de textos, artículos y tesis de autores contemporáneos que se dedican a estudiar
y analizar a los movimientos sociales y a las corrientes políticas de derecha que se están
radicalizando en América Latina.
Textos como “Extrema derecha 2.0: Qué es y cómo combatirla” de Steven Forti, “La
ultraderecha hoy” de Cas Mudde, “La construcción del enano fascista” de Daniel Feierstein, y
“Las nuevas caras de la derecha” de Enzo Traverso, presentan una visión de los estudios a la
derecha latinoamericana y norteamericana.
También, la recopilación de artículos y trabajos realizados sobre el giro sistemático
hacia la derecha en la política y en los valores, permitirán conocer el estado del estudio de caso
y delimitará posibles aportes para dicho campo de investigación social.
Metodología:
Bibliografía: