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Ahora bien, cabe formularse una pregunta: ¿es acertada esta interpretación de Homero en tanto
que productor de la cultura?
Desde luego, es innegable (o prácticamente innegable) esquivar el reconocimiento platónico de la
capacidad de Homero para difundir dichas ideas a través de la cultura. El mismísimo Platón percibe
el poder propagandístico de La Odisea y el éxito de la labor de ingeniería social de ésta,
advirtiéndola como peligroso y formulando su famosa propuesta de la expulsión de los poetas de las
polis. Y por cierto, que es un acto de necedad pensar que la cultura de occidente brotó
exclusivamente, y naciendo desde un punto cero, de la obra de un puñado de hombres que se
dedicaron a hacer obras literarias con una enorme carga intelectual y moral. Es más acertado, a mi
juicio, pensar la Odisea en los términos en los que Adorno la piensa, siguiendo la línea de Marx: no
como una hacedora de la cultura, sino como un producto cultural que contribuye a la perpetuación
de la cultura. Como una obra de su tiempo para su tiempo y para el nuestro, como un desenlace
contingente de su paradigma histórico y como un factor necesario para el nuestro. Es la prueba
escrita de que occidente lleva planteándose en la práctica las mismas preguntas y objetando las
mismas respuestas, y pensando lo real en los mismos términos que hace dos mil quinientos años. Es
la corroboración fáctica de la máxima heideggeriana; «El inicio es aún».
También es pertinente la puesta entre paréntesis de la propia tesis de Adorno. ¿Realmente podemos
afirmar que la dialéctica de la ilustración se haya en La Odisea? Será afirmativo, en caso en que
comprendamos la razón ilustrada con el dominio de lo natural, del otro y de sí mismo, que
caracteriza a Odiseo durante toda la obra. Pero practicando un análisis más puramente ético de la
obra, que es el que nos atañe, será imposible identificarla como una obra ilustrada, precisamente por
ese uso continuo de la razón instrumental por parte de Odiseo que advierte Adorno. La moral de
Odiseo es contrailustrada, precisamente, porque la ética ilustrada alcanza su punto álgido con la
teoría kantiana.
El entendimiento de toda otredad como un fin en sí misma, el prescindir de todo imperativo
hipotético para abrazar el imperativo categórico, incluso, por encima de la emocionalidad, la
autocrítica de nuestras propias acciones… son éstos y no otros los más grandes enemigos de la
razón instrumental, y son, precisamente, los que caracterizaron la teoría ilustrada y contra los que
Odiseo vuelve la espalda en cada escena. Si Odiseo fuese verdaderamente un ilustrado moral, no se
entendería no solo el aprovechamiento constante de quienes le rodean, sino la escena final de la
masacre en Ítaca.