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¿Quieren saber cómo aprendió Papá Noel a repartir todos los regalos en una sola noche?
Fue hace mucho, mucho, muuucho tiempo. Cuando todavía no habían nacido los abuelos de los abuelos de los abuelos de nuestros abuelos.
A Papá Noel le llevaba casi un año entero entregar juguetes a todos los chicos del mundo.
Viajaba mucho, muchísimo. Un mes estaba en China regalando barriletes, otro mes en la Argentina regalando pelotas.
Trabajaba año, tras año tras año sin parar. Hasta que le sucedió algo realmente espantoso.
—Estás resfriado —le dijo el médico luego de revisarle el largo de la barba, el blanco del pelo y lo inflado de la panza—. Estás tan cansado y descolorido que hasta
tu traje se ve rosa pálido. Vas a hacer reposo. No te quiero ver levantado. ¿Entendido? ¡Hace aproximadamente doscientos años que no tomás un descanso!
—No puedo. ¡Me lleva mucho tiempo mi trabajo! Tengo una agenda completa de cosas para hacer. No hay lugar para un resfrío. Soy organizadisísimo. Debo
seguir todo al pie de la letra. ¡Si descanso me voy a atrasar y los chicos no tendrán sus regalos!
—Seguramente alguien va a poder hacer el trabajo por vos. Buscá un suplente —ordenó el médico antes de marcharse.
Papá Noel refunfuñó, protestó y estornudó tanto que terminó poniendo un aviso en el diario.
Decía:
Se busca trabajador para empresa navideña. Requisitos: volar y tener poderes para aparecer y desaparecer. No excluyente. Presentarse en el Polo Norte. ¡Urgente!
Pronto comenzaron a llegar los candidatos.
El primero fue el conde Drácula.
—Puedo volar —dijo mostrándole cómo se transformaba en vampiro—. Eso sí, trabajo únicamente de noche. No me gusta el sol.
—Bueno, no hay problema, con eso porque yo a los regalos no los reparto durante el día. Veo que también vas a poder entrar por las chimeneas…
¿No mordés, verdad?
—Mi gusto por las yugulares está bajo control. Llevo conmigo un juguito de remolachas por si me tiento con alguien.
Papá Noel decidió no arriesgarse.
Calificó al suplente de peligroso y gritó:
—El que sigueeeeeeeeeeeeeee.
—Soy la indicada —dijo la bruja al entrar—. Tengo una escoba voladora con la que llego rapidísimo a cualquier lugar. Hago magia, y creo que soy la mejor
candidata para este trabajo porque me encantan los niños.
Sin duda era la elegida.
Papá Noel esbozó una enorme sonrisa. Le entregó su preciada agenda y una bolsa con regalos para que comenzara con el reparto. La bruja no le pidió muchas
aclaraciones y como estaba indicado partió derechito para el África.
Al pasar los días comenzaron a llegarle tantas cartas y reclamos de padres enojadísimos que Papá Noel le canceló el vuelo y la trajo de regreso.
¡Había estado convirtiendo niños en sapos!
No le quedó otra que entrevistar a la Momia. Pero a Papá Noel le pareció que era algo lenta y un poco torpe. Al ver que despedía tanta arena también la descartó.
Ya bastante tenían los padres con sus pequeños sapitos, ¡no necesitaban sacudir alfombras!
Los días seguían pasando y ya había entrevistado, probado y rechazado a Frankenstein que se descosía cada vez que intentaba pasar por una chimenea; al
Cuco porque aterrorizaba mucho a los chicos; al Yeti porque perdía pelo; al hombre lobo porque aullaba demasiado…
El último de la lista era un duende. Al parecer cumplía con los requisitos pero se ponía verde cuando le hablaban de la Navidad. No le gustaba mucho eso de
repartir regalos a los chicos.
A Papá Noel no le quedaba otra.
—La cosa es así: entrás por la chimenea, no te les aparecés de golpe por el armario ni por debajo de la cama a nadie, no los transformás en nada. ¿Me
explico? Tampoco los podés morder, descuartizar o comer. No se tienen que despertar.
—¿Y quién recibe los regalos? —preguntó el duende revoleando los ojos como quien se las sabe todas.
—Los escondés en las medias que se secan sobre las chimeneas o en algún armario. En esta agenda tenés nombres y direcciones de los chicos. A los que
están tachados no les entregás nada porque se portaron mal. ¿Entendido?
—Sos organizadisísimo —le dijo el nuevo ayudante y se marchó.
Todo parecía andar bien. Los meses transcurrían tranquilos y el duende iba y venía por más regalos. El 24 de diciembre devolvió la agenda y habiendo
cumplido con su tarea se despidió
Nº 220 - Diciembre 2017
Póster 2