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Matei Calinescu

Cinco caras
de la tnodernidad
Modernismo
Vanguardia
Decadencia
Kitsch
Posmodernismo

Traducción de
María Teresa Beguiristain

te�ar
Kitsch

Donde existe una vanguardia, generalmente, también encontramos


una retaguardia. Cosa cierta--con la entrada de la vanguardia-, aparecío
un segundo fenómeno cultural nuevo en el Occidente industrial: aquella
cosa a la que los alemanes dieron el maravilloso nombre de Kitsch ... Kitsch
es experiencia sustitutiva y falsa sensación. Lo kitsch cambia según el esti­
lo, pero siempre permanece igual. Lo kitsch no pretende requerir nada de
sus clientes excepto su dinero --ni siquiera su tiempo-.
..,,,
Clement Greenberg, Avant-Garde and Kitsch (1936)

I. KITSCH Y MODERNIDAD
En una nota a su inacabada obra teatral kitsch, escrita entre fe­
brero y mayo de 1917 y publicada póstumamente, el dramaturgo y
poeta alemán Frank Wedekind señaló que «lo,kitsch es la forma con­
temporánea de lo gótico, rococó, barroco» 1. Esta fue quizá la prime­
ra vez que la esencia de la modernidad se identificaba específicamen­
te como kitsch; a causa de todas sus connotaciones fuertemente
derogativas, se veía como un amplio estilo histórico, como una incor­
poración distintiva del moderno Zeitgeist. Que Wedekind quisiera
que su afirmación se tomara irónica o literalmente es cuestión de de­
bate. Puede que quisiera que se tomara ambiguamente. Las otras
notas y las escenas reales que logró escribir antes de su muerte, en
marzo de 1918, fundamentan tanto la interpretación irónica como la
literal. No obstante, lo que queda irrefutable es que Wedekind esta­
blece una ecuación intelectualmente perturbadora entre modernidad
y kitsch.
El espectacular crecimiento y diversificación del pseudoarte en el
período de entreguerras y tras la Segunda Guerra Mundial ha confir­
mado las sombrías observaciones de Wedekind, y la mayor parte de
los críticos contemporáneos estarían de acuerdo, aunque a regaña­
dientes, con la afirmación de Harold Rosenberg de la cultura popular

1
Frank Wedekind, Gesammelte Werke (Munich: Georg Müller, 1924), vol. 9,
p. 210.

(221]
222 CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
KITSCH
223
(y l a crítica kitsch) en un artículo publicado al final de los años cin­ con gran rapidez un (gran) núm
ero
cuenta y recogido en The Tradition of the New: objetos de arte. Tocqueville describ de comodidades imperfectas» u
la modernidad, «la hipocresía del e en 1830 uno de los caminos de
lujo»:
Lo kitsch ha capturado todas las artes... Cu ando el pintor X o el dra­
maturgo Y comienzan a producir Xs e Ys para �u instruida audiencia: kits­ En la confusión de
ch. Uno de los mejores poetas americanos apenas ha producido otro caso que no es, y hace gran toda s las categorías todo el m undo espera parecer lo
des esfuerzo
du rante años ... En cada caso no hay cuestión de deshonestidad, de «ven­ edad imita la virtud; pero la hipo s para lograr este objetivo ... Cu alqu ier
cres
der», sino de flojera muscu lar asociada con encontrarse con un público larmente a � a de la democracia ía de la lujuria pertenece más particu­
sensible a ciertas normas... En la actu al organización de la sociedao sólo lo más nu merosas, pero el mérito de ... Las producciones de los artistas son
kitsch puede tener u na razón social de ser 2• ya de aspirar a lo que es grande, cada producción disminuye. Incapaces
elegante; y se atiende más a la aparlos artistas cultivan lo que es bonito y
_La modernidad y l o kitsch -nociones que pueden parecer mu­ iencia que a la realidad 3•
tuamente excluyentes, al menos mientras la modernidad implique el Los interesantes pasajes siguient
presente antitradicional, el experimento, la novedad del Make it new que hoy describiríamos probablem es se refieren a una experiencia
ente en términos de kitsch:
de Pound, el compromiso con el cambio--, mientras kitsch-a pesar
de su diversidad-sugiere repetición, banalidad, vulgaridad. Pero de Cu ando llegué a Nu eva York por
hecho no es difícil darse cuenta de que el kitsch, tanto tecnol ógica a lo largo de la orilla, a cierta dista primera vez... Me sorprendió percibir
ble de pequeños palacios de márm ncia de la ciudad, un número considera­
como estéticamente, es uno de los productos más típicos de la mor- delos de la arquitectura antigua. ol blanco, muchos de los cuales eran mo­
f dernidad. La relación entre el kitsch (cuya dependencia de la moda y más detenidamente los edificiosCuan do fui al día siguiente a inspeccionar
e l rápido desuso l o convierte en la principal forma de «arte» de con­ ción, descubrí que s us pareces eran que atrajeron partic ularmente mi
aten­
sumo) y el desarrollo económico és tan estrecho que se puede decir de madera pintada. Todo los edifi de ladrillo blanqueado y sus columnas
cios q ue había admirado la noch
que la presencia de lo kitsch en países del «segundo» o «tercer» rior eran del mismo tipo 4• e ante­
mundo es un signo indiscutibl e de «modernización». Una vez que lo Desde Tocqueville muchos crít
kitsch es técnicamente posibl e y económicamente rentable, la proli­ vadores y revolucionarios por iguaicos sociales y culturales, conser­
l,
feración de imitaciones baratas o no-tan-baratas. de todo tipo estándares artísticos se estaban det estaban de acuerdo en que los
-desde el arte primitivo o folclórico, hasta l a última vanguardia­ buían la causa principal de la amp eriorando rápidamente y atri­
sólo se ven limitadas por el mercado. El valor se mide directamente queda de status y a la exhibición. lia corrupción de l gusto a la bús­
Prim
por l a demanda de réplicas espurias o reproducciones de objetos veaux riches, después la pequeña bur ero los plutócratas y los nou­
cuyo significado estético original consistía, o debería consistir, en ser población se veían como imitadore guesía y ciertos segmentos de la
s
únicos y, por tanto, inimitables. Nadie se so�prende hoy día de que trones de consumo, incluyendo el conde la vieja aristocracia y sus pa­
cualquier obra maestra, el Moisés de Miguel Angel, por ejemplo, sea gustaba, creado y comprado principa sumo de belleza. El arte qu e les
adquiribl e para «uso domestico» en copias de diferentes tamaños y cial, ya no tenía por qué ejecutar su lmente como signo de status so­
materiales (desde escayola, plástico y porcelana hasta de auténtico cos artistas se vieron forzados a volv difícil función estética, y auténti­
mármol ). Ahora se puede comprar una obra maestra y, tras colocarl a ap licaba criterios exclusivamente pec er la espalda a un público que
cerca de la chimenea, disfrutarla confortablemente cada noche. ca. Algunos críticos sociales radicalesuniarios en cuestiones de estéti­
Alexis de Tocquevil le, en su famoso l ibro Democracy in America, lizar la situación de la mitad y el finase vieron conducidos a genera­
fue quizá el primer historiador y sociól ogo intelectual que anilizá l os totalidad de la historia cultural. Así l del siglo XIX para abarcar l a
efectos de la democracia moderna sobre las artes y expl icó por qué l a cultura no era sino la consecuenc , para Thorstein Veblen, toda l a
ia
democracia conduce necesariamente a un descenso de los estándares manifestado en lo que en su Theory del progresivo exhibicionismo
tanto en la creación, como en el consumo. En una democracia mo· «el ocio conspicuo» y «el consumo of the Leisure Class (1899) llamó,
cierna «el número de consumidores aumenta, pero l os consumidores conspicuo». Reaccionando
opu l entos y escrupulosos empiezan a escasear». Esta regla general
la hipocresía cultural con
temporánea, Veblen se abandonó contra
a la som-
explica por qué l os artesanos y los artistas son «inducidos a produ cir
Alexis <le Toqueville, Democra
cy in Amcrica, trad. Henry Ree
' 1-larold R0senberg, The Tradition ofthP new. 2! ed. (New York: McGraw-Hill, Schockcn Books. 1961). vol. II,
pp. 59-60. ve (New York:
4
1965), p. 268 Ibíd .. pp. 60-6 l.
224 CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD KITSCH 225
bría ilusión de que toda la cultura era reducible a las engañosas estra­ El kitsch puede definirse, convenientemente, como una forma es­
tegias de la moderna pseudocultura. Consumo por mor de la ostenta­ pecíficamente estética de mentir. Como tal, tiene obviamente mucho
ción, pensó, es la característica distintiva incluso de las primeras q-ue ver con la moderna ilusión de que la belleza puede comprarse y
culturas, promovida por las castas de guerreros en las sociedades bár­ venderse. Lo kitsch, pues, es un fenómeno reciente. Aparece en la
baras en las que todos los valores (incluyendo aquellos denominados historia en el momento en que la belleza en sus diversas formas es
estéticos) eran simples símbolos y medios de diferenciación económi­ distribuida socialmente igual que cualquier otra comodidad sujeta a
ca. A pesar de sus relaciones más complejas, pensó Veblen, la socie­ la esencial ley del mercado, de la oferta y la demanda. Una vez perdi­
dad moderna ha preservado la característica básica de la «cultura da la meta elifisca de la unicidad y regulada su difusión por estánda­
rapaz». res pecuniarios (o por estándares políticos en países totalitarios), la
Con seguridad el arte e incluso la moderna comercialización de «belleza» se convierte en algo bastante fácil de fabricar. Este hecho
pseudoarte no puede explicarse meramente por la búsqueda del sta­ puede explicar la ubicuidad de la espuria belleza del mundo de hoy,
tus. Aunque las auténticas experiencias estéticas fueran escasas, en el que, incluso la naturaleza (explotada y comercializada por la in­
hasta el punto de resultar estadísticamente irrelevantes, y aunque va­ dustria turística), ha acabado por parecerse al arte barato. Hace
rios factores sociales pueden ayudarlo o impedirlo, la necesidad de menos de un siglo, la naturaleza solía imitar el arte, como dijo Osear
arte y el deseo de prestigio son entidades psicológicas diferentes. Wilde en su famoso «Decay of Lying». Ciertas puestas de sol llegaron
Esta distinción se puede verificar indirectamente por el hecho de a parecer pintadas por Corot. Hoy en día la naturaleza no le queda
que, incluso el consumo de pseudoarte, no coincide con el consumo otra elección que la de imitar las reproducciones en color producidas
con propósitos únicamente de ostentación. Los amantes de lo kitsch en masa, ser tan bella como una postal.
pueden buscar el prestigio -o la agradable ilusión de prestigio­
pero sus placeres no acaban ahí. Lo que constituye la esencia de lo
kitsch probablemente es su abierta indeterminación, su vago poder II. KITSCH, CAMP, Y ARTE ELEVADO
«alucinógeno», su espuria ensoñación, su promesa de una fácil catar­
sis * . En muchos casos, igual que el auténtico arte al que imita, el No hace mucho, cuando la victoria modernista sobre el academi­
kitsch tiene poco que ver con el «consumo conspicuo» vebleniano. cismo pompier (una de las formas más espléndidas y autoequetativas
Haciendo hincapié en la básica modernidad del kitsch, T. W. Adorno de lo kitsch) y otras corrupciones del gusto similares parecía irrever­
correctamente observa que: dible, el mundo del arte se abandonó a la ilusión optimista de que el
monstruo siniestro y benevolente del kitsch nunca volvería a rondar
La necesidad histórica del kitsch ha sido mal interpretada por Veblen. sus recintos. Tras un período medio triunfal del «arte elevado», �e
Para él, el falso castillo no es sino una reversión. No sabe nada de su intrín­ creía que lo kitsch estaba seguramente confinado al mercado de la
seca modernidad y. visualiza las imágenes ilusorias de la unicidad en la era pulga o a la oscura -aunque floreciente- industria de las imitacio­
de la producción en masas como meros vestigios en lugar de como «res­
puestas» a la mecanización capitalista que traiciona algo de la esencia de nes baratas, a los humildes objetos de arte religioso, souvenirs vulga­
está. El ambito de los objetos que funcionan en el consumo conspicuo de res y retorcidas antigüedades. Pero el monstruo polimorfo del pseu­
Veblen es realmente un ámbito de imaginería artificial. Está creado por la doarte tenía un poder secreto y afianzado del que pocos modernistas
pulsión desesperada de escapar de la abstracta mismidad de las cosas por eran conscientes --el poder de agradar-, de satisfacer, no sólo las
una especie de autoconstruida y fútil promesse du bonheur 5.
nostalgias populares más fáciles y extendidas, sino también la vaga
Aceptamos la teoría de la «búsqueda de status» o prefiramos ver idea de belleza de la clase media, que es todavía, a pesar de las aira­
lo kitsch como una agradable escapada de la monotonía de la moder­ das reacciones de diversas vanguardias, el principal factor en cuestio­
na vida cotidiana; todo el concepto de lo kitsch se centra claramente nes de consumo estético y, por tanto, de producción.
en cuestiones tales como la imitación, la falsificación, la copia y lo Otros factores e influencias han apoyado la reciente reaparición
que podemos denominar la estética de la decepción y el autoengaño. de lo kitsch en el dominio del arte elevado. Una ventaja «estratégica»
de máxima importancia ha sido la tendencia del kitsch a prestarse a la
ironía. Desde la alabanza de Rimbaud de la «poética del azar» y la
* La perpectiva definición de Adorno de lo kitsch como «parodia de catarsis» se
discute más adelante.
«pintura estúpida» 6 a través del Dada y el surrealismo, las vanguar-
5
T. W. Adorno, «Veblen·s Attack on Culture», Studies in Philosophy and Social
Science 9 (1941): 401. 6
En su muy discutida «Alquimia de la palabra» Rimbaud declara: «Me gustan
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días rebeldes han hecho uso de una variedad de técnicas y elementos Si la vanguardia y la moda camp pueden recurrir a las formas y
directamente prestados del kitsch para sus irónicamente destructivos técnicas artísticas claramente relacionadas con las más obvias varie­
propósitos. Así, cuando la vanguardia se puso de moda, especial­ dades de lo kitsch, el kitsch puede a su vez imitar provechosamente la
mente tras la Segunda Guerra Mundial, lo kitsch comenzó a disfrutar apariencia del vanguardismo. Esta es otra explicación del poder de
de una extraña clase de prestigio negativo, incluso en alguno de los supervivencia constantemente renovado de lo kitsch dentro del do­
círculos intelectuales más sofisticados. Este parece ser uno de los minio de lo que comúnmente es considerado como arte elevado.
principales factores en el surgimiento de la curiosa sensibilidad Ciertamente, el artista kitsch imita la vanguardia sólo en la medida
camp, que, bajo la guisa del conocimiento irónico, puede abando­ en la que los inconvencionalismos de ésta hayan probado tener éxito
narse libremente a los placeres ofrecidos por el más horrendo kitsch. y habefsido ampliamente aceptados o incluso convertidos en este­
El camp cultiva el mal gusto -generalmente el mal gusto de ayer­ reotipos. Ya que lo kitsch, por su propia naturaleza, es incapaz de
como forma de refinamiento superior. Es como si el mal gusto, reco­ aceptar el riesgo implicado en todo auténtico vanguardismo.
nocido y perseguido conscientemente, pudiera realmente superarse El kitsch utiliza procedimientos de vanguardia con el propósito
y convertirse en su opuesto. Esto es al menos lo que sugiere Susan de lo que podemos llamar «propaganda estética». Un buen ejemplo
Sontag en su «última» afirmación sobre lo camp, es decir, «es bello literario de esto es el poeta soviético Evguenei Evtuchenko quien,
porque es horrible>/. No obstante, externamente lo camp, es a me­ hace más o menos una década, logró la rápida celebridad de una es­
nudo difícil, si no imposible, de distinguir de lo kitsch. trella del rock, tanto en su país natal, como en Occidente. Un ensa­
La nueva moda camp, nacida no hace mucho en círculos intelec­ yista italiano, Luigi Baldacci, ha señalado convincentemente la cuali­
tuales (originalmente homosexuales) de la ciudad de Nueva York, dad kitsch de uno de los poemas más característicos de Evtuchenko,
barrió rápidamente todos los Estados Unidos y ha contribuido sus­ «La Central de energía hidroeléctrica de Bratsk 9. El «kitsch poéti­
tancialmente al renacimiento de lo kitsch en el mundo del arte eleva­ co» de Evtuchenko se define por el intento del poeta de transmitir un
do. Aun así, se tiene razón al sorprenderse cuando se sabe que un mensaje político llano y predecible por medio del lenguaje poético
museo unánime estimado --con una de las mejores colecciones de futurista de Mayakovsky. El mensaje, en sí, aunque extremadamen­
arte moderno del mund()--- puede albergar una muestra consistente te banal, no se puede llamar propiamente kitsch. Sin embargo, el
principalmente en magníficos kitsch, como redimidos por la sensibili­ contenido político del poema se vuelve kitsch cuando asume una
dad camp. En su artículo del New York Times sobre todo la gran ex­ falsa identidad y se disfraza de poesía. La falsificación estética consis­
hibición de arte norteamericano contemporáneo organizado por el te en el uso de los medios expresivos de la vanguardia que no tienen
;\rl lnstitute ofChicago, en el verano de 197'+, Hilton Kramer agrupa nada que ver con el talante del poema y cuya única función es la de
sugestivamente los numerosos pintores representativos del espíritu adosar la etiqueta prodotto d'arte (producto artístico) sobre un «pa­
cmnp (siendo el «gran maestro» Andy \Varhol) bajo la etiqueta de quete que no contiene nada más que un puro mensaje ideológico» 10.
«Escuela del Mercado de la Pulga». Escribe con amargura« ... he pa­ La diferencia entre Mayakovsky y Evtuchenko es bastante clara: el
sado muchas horas en auténticos mercados de la pulga donde la re­ primero era un auténtico revolucionario, tanto poética como políti­
compensa visual era mucho mayor»8 . Tales ejemplos de la prolifera­ camente (nos guste o no su política), mientras que el segundo es sim­
ción e intrusión de lo kitsch en el dominio del arte ekvado justifica la plemente un propagandista habilidoso intentando «vender» lugares
reflexión, más bien melancólica, de Kramer de que «ya no hay bolsi­ comunes ideológicos aceptados como poesía de vanguardia.
llos de mal gusto o de vulgar exhibición, enterrados antaño, que no La posibilidad del uso de elementos kitsch por parte de la van­
estén dispuestos para su exhumación». guardia y, viceversa, del kitsch haciendo uso de las divisas de la van­
guardia indica cuán complejo es el concepto de kitsch. Efectivamen­
los cuadros estúpidos. los cntrcpm1os, los decorados, los trapecios parn los acróbatas, te, estamos tratando aquí con la categoría más sorprendente y elusiva
las scfíales. los grabados populares, la literatura pasada de moda, el latín eclesiástico, de la estética moderna. Como el propio arte, del que es tanto imí�
los libros eróticos mal escritos, las novelas de nuestras ahucias, los cuentos de hadas, tación como negación, lo kitsch no se puede definir desde un solo
los pequeños libros para niños. las ópcrns antiguas. los refranes ridículos, las rimas
ingenuas.» (Complete Works, trad. Wallace Fowlie [Chicago: The Univcrsity of Chi­
cago P1css. 1970]. p. 19'.1). 9 Ver «Hcrmann Broch
- Susan Sontag. Ag11i11sl !rttrr¡m•tations (Ncw York: Del!, 1969), p. 29.1. e il problema del kitsch en Le idee corre111i (Fírenzc: Va­
s I Iilton Kramer, «New Art of the 70's in Chicago: Visual Blustcr ami Camp Sen­ llecchi. 1968, pp. 47 ss.
sihilily». Ncw York Times, 14 jul. 1974. Sección 2, p. 19. líl lbíd .. p. 48.
228 CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD KITSCH 229
punto de vista. Y otra vez como el arte --o para el caso antiarte­ plica en kitsch. Las paradojas estéticas, envueltas en la noción de
lo kitsch se niega a prestarse incluso a una definición negativa, por­ cursi, son similares a las del kitsch, como lo revela una lectura del bri­
que simplemente carece de un único concepto oponente preciso y llante ensayo sobre Lo cursi (1943) de Ramón Gómez de la Serna n_
distinto. La circulación del término cursi, no obstante, queda limitada al
mundo hispánico.
Tan próxima a kitsch como cursi es, quizá, el término ruso pos­
UI. ETIMOLOGÍA, CONTEXTOS DE USO, hlust, al menos en su interpretacióny transcripción nabokoviana, en
Y LA «LEY DE INADECUACIÓN ESTÉTICA» la que «la primera o es tan grande como el plop de un elefante al caer
en un charco de barro y tan redonda com los pechos de una belleza
¿Qué es, entonces, el kitsch'? ¿Podemos contentarnos con decir bañandose en las postales alemanas» [Nikolai Golol (Norfolk,
vagamente que es mal arte -basura artística o literaria- como suge­ Conn., New Directions, 1944, p. 63]. Las aproximadamente diez pá­
riría la etimología inmediata? ¿O deberíamos estar a favor de la no­ ginas del ensayo de Nabokov sobre Gogol en el que se discute lo pos­
ción de que el kitsch es principalmente arte falso y, por tanto, debería hlust están entre las más ingeniosas y perceptivas que se hayan escrito
ser juzgado en relación a categorías de falsedad tan intrigantes como jamás sobre lo kitsch y-aunque nunca se menciona la palabra ale­
la imitación, la falsificación o la mentira? Y, si se admite la relación mana- y las afinidades entre lo que significa esta noción y ciertos
entre la falsedad y el kitsch ¿cómo puede explicar esta relación el ex­ rasgos sobresalientes del carácter alemán. «Entre las nociones con
tendido punto de vista de que kitsch es sinónimo de «mal gusto»? Y, las que hemos tomado contacto», escribe Nabokov, «Alemania siem­
entonces, ¿qué es el mal gusto? ¿Debería el kitsch como mal gusto pre nos había parecido un país donde lo poshlust, en lugar de ser bur­
discutirse mayormente en términos estéticos o, más bien, concebirse lesco, es una de las partes esenciales del espíritu y los hábitos nacio­
sociológicamente como una clase de divertimiento ideológico? Y, nales y de la atmófera general...» (p. 64). Desde luego, puede ser
visto como falsedad y diversión, ¿no requiere lo kitsch que sea tam­ una de las razones por las causas kitsch y no poshlust, ha sido adopta­
bién considerado éticamente? Y, si la explicación ética se justifica, do internacionalmente: los alemanes ciertamente se han ganado la
¿no se puede ir más allá y concebir lo kitsch teológicamente, como cortesía de este reconocimiento. Y, además, kitsch es tan fácil de
una manifestación del pecado que, en última instancia, ha de incul­ pronunciar, tan fácil como «itch» *. Y, si siguiéramos por un mo­
parse a la influencia del diablo? Estas y otras cuestiones similares han mento la paranomástica lógica de Nabakov, ¿no sentimos todos cier­
surgido en conexión con el kitsch, y el problema es que, hasta cierto ta comezón por lo kitsch'?
punto, son relevantes. El término kitsch, como el concepto que designa, es bastante re­
Antes de intentar responder tales cuestiones, señalemos que, del ciente. Comenzó a utilizarse entre 1860 y 1870 en la jerga de pintores
gran número de términos que designan el mal gusto artístico en di­ y marchantes de Munich, y se utilizaba para designar material artísti­
versas lenguas modernas, kitsch ha sido el único en lograr un auténti­ co barato. El kitsch no se convirtió en un término internacional hasta
co status internacional. En alemán, de donde proviene, kitsch tiene la primera década del siglo XX. Como ocurre con frecuencia con eti­
un número de sinónimos o cuasisinónimos tales como schund o tri­ quetas tan ambiguas y de tan amplia circulación, su etimología es in­
vial, y compuestos léxicos, como Schundliteratur o Trivialliteratur se cierta. Algunos autores creen que la palabra alemana se deriva de la
emplean indiscriminadamente para denotar lo kitsch literario. En inglesa sketch (esbozo) mal pronunciada por los artistas de Munich y
francés, camelote sugiere la baratura o la pobre cualidad de muchos aplicada derogatoriamente a esas imágenes baratas compradas como
objetos kitsch, pero no puede ser utilizado como un concepto estéti­ souvenirs por los turistas, especialmente los angloamericanos (cf.
co. También en francés, la noción de style pompier se refiere a una Gero von Wilpert, Schworterbuch der Literatur, Stuttgart, 1969).
variedad de mal gusto pictórico pomposo y academicista, pero carece Según otros, su posible origen debe buséarse en el verbo alemán ver­
tanto de la complejidad semántica como de la flexibilidad del kitsch. kitschen, que en el dialecto mecklenburgués significa «fabricar bara-
En hebreo y en inglés americano palabras como schlock (algo de
poco valor o calidad) o schmaltz (arte sentimental y exageradamente
florido) se acerca a ciertas tonalidades de significado implicadas por 11 Ramón Gómez de la Serna, Lo cursi y otros ensayos (Buenos Aires: Editorial
kitsch, pero están lejos de cubrir toda el áera referida por este último Sudamericana, 1943), pp. 7-54.
concepto. El español cursi, por lo que sé, es la única palabra que su­ * Señala similitud sonora y de significados asociados: itch significa sarna, come­
giere el aspecto engañoso y de autoengaño del mal gusto que se im- zón. (N. de la T.)
230 CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
KITSCH 231
to» (cf. Triibners Deutsches Wórter buch, vol. 4, Berlín, 1943). Lud­
wig Giesz en su Phdnomenologie des Kitsches también menciona la pintura y escultura, música, cine y programas de televisión, literatu­
hipótesis que une kitsch al verbo alemán kitschen, en el sentido de ra, y virtualmente cualquier sujeto de juicios de gusto. Si pensamos
«recoger basura de la calle» (den Strassnenschlamm zusammenscha­ e� lo kitsch en términos de engaño estético y autoengaño, existen ob­
rren); kitschen tiene desde luego este significado específico en la viamente tantos tipos de kitsch como posibilidades de mal uso o imi­
parte suroeste de Alemania; también puede significar «hacer mue­ tación de los signos del arte. Limitándonos, por el momento, a la lite­
bles nuevos a partir de los viejos» (neue Móbel auf alt zurichten) 12. ratura, podemos distinguir dos categorías muy comprensivas, cada
Estas tres principales hipótesis etimológicas, aunque sean erró­ una_ de la� cuales con!iene un número infinito de especies y subespe­
neas, me parecen igualmente sugerentes de ciertas características bá­ c,1�s: 1) k1_ts�h producido pa�a la propag�nda (inc
_ Juyendo lo kitsch po­
sicas del kitsch. Segundo, para ser producible, lo kitsch debe ser rela­ htico, rehg10so, etc.) y 2) kllsch producido prmc1palmente para el en­
tivamente barato. Y, por último, hablando estéticamente, lo kitsch tretenimiento (historias de amor, poesía de tienda de regalos tipo
debe ser considerado como basura o chatarra. Rod McKuen, baratijas literarias, melosidades, etc.). No obstante,
Permítaseme añadir que, aparte de quienes derivan kitsch bien deberíamos reconocer que la división entre estas dos categorías
del inglés (la «teoría del esbozo») o del alemán, hay escritores que puede ser muy vaga: la propaganda puede enmascararse como entre­
abogan por puntos de vista menos plausibles. Según Gilbert Highet, tenimiento «cultural» y, a la inversa, el entretenimiento puede diri­
kitsch viene del verbo ruso keetcheetsya, que significa «ser arrogante girse hacia metas sutilmente manipuladoras. Desde un punto de vista
y engreído». De ahí su afirmación de que kitsch significa «ostenta­ psicológico, podemos utilizar la distinción que propone Hans Egon
ción vulgar» y «se aplica a todo lo que se construye con muchos pro­ Holtusen entre «kitsch dulce» -el sentimental «tipo sacarina»-y la
blemas y es bastante feo» 13. Por muy improbable que sea, esta deri­ variedad agria, con innumerables matices intermedios 14.
Sin importar cómo clasifiquemos sus contextos de uso, kitsch
vación tiene el mérito, no sólo de enfatizar las incertidumbres básicas siempre implica la noción de inadecuación estética. Tal iiladecuación
con respecto al origen de la palabra, sino que también sugiere la au­ , sec:ncuentrcral1IBffiloo en ol5Jefos cuyas cualidades formales (mate­
téntica flexibilidad de su significado actual. Además, Highet está en \ riales, forma, tamaño, etc.) son inapropiadas en relación a su conte­
lo cierto hasta el punto de que señala que lo kitsch no es siempre fácil . nido cultural o a su intención. Una escultura griega reducida al tama-
de hacer, y que producir mal arte y poesía puede requerir a veces bas­ ño de una chuchería puede servirnos de ejemplo. Pero la «ley de
tante esfuerzo. inadecuación estética» cubre un campo mucho más amplio y pode­
Cualquiera que sea su origen, kitsch fue y es todavía una palabra mos hablar de efectos kitsch con respecto a combinaciones o conjun­
fuertemente derogatoria, y como tal se presta a un amplio rango de tos d� objetos que, tomados individualmente, no tienen en sí nada de
usos subjetivos. Llamar a algo kitsch es, en la mayoría de los casos, kitsch. Así un auténtico Rembrandt colgado en el ascensor de la casa
una forma de rechazo directo como carente de gusto, repugnante, o de un millonario resultaría indudablemente kitsch. Obviamente, éste,
incluso nauseabundo. No obstante, kitsch no puede aplicarse a obje­ es un ejemplo hipotético y una caricatura, pero tiene el mérito de su­
tos o situaciones que sean totalmente ajenos al producto o la recep­ gerir el uso del auténtico gran arte como mera decoración ostentosa.
ción estéticas. Generalmente, kitsch descarta las aspiraciones o pre­ Un objeto estético mostrado como símbolo de abundancia no se con­
1

tensiones de calidad de cualquier cosa que intente ser «artística» sin vierte en kitsch, pero el papel que desempeña es típico del mundo de
serlo realmente. Puede, entonces, de forma derogatoria aplicarse a lo kitsch. Ciertamente, lo opuesto ocurre con más frecuencia, es
la arquitectura, el paisajismo, la decoración interior y el mobiliario, decir, una variedad de cosas fácilmente adquiribles, que tienen poco )
o nada que ver con el arte, pueden adquirir significancia estética y ser
12 Ludwig Giesz, Phiinomenologie des Kitsches (Heidelberg: Rothe, 1960). tratadas con el respeto debido a los auténticos objetos de arte. Sólo
p. 21. Para una discusión acerca de este y otros supuestos con respecto al origen de tenemos que pensar en las horrendas viejas «curiosidades» que se
kitsch y sus diversos matices significantes, ver Manfred Durza, «Der Kitsch-seine vers­ venden en las cada vez más numerosas tiendas de nostalgia -robots
chueden Aspekte», en Der Deutschuntaricht, 19. 1967, 1, pp. 95-97; también, .Jochen
Schulte-Sasse, Die Kritik an der Triv;allituratur seit der Aufkliirung (Munich: Fink oxidados, ruedas de carro rotas, orinales de porcelana, pesados gri­
Verlag. 1971), pp.-136-38. Para una bibliografía general de los estudios sobre el kits­ fos oxidados de hace dos o tres generaciones, y un sinfín de otras an-
ch. ver H. Schüling, Zur Geschichte <frr iisthetischen Wertung: Bibliographie der Ab­
handlingen iihcr den Kitsch (Giessen, 1971). 14
11 Gilbert Highet, «Kitsch». en A Clerk of Oxenford (New York: Oxford Univer­ Esta distinción se elaboró en Alemania, a finales de la década de 1940, y, entre
sity Press, 1954), p. 21 l. otros. la elaboraron H. E. Holthusen en «Über den sauren Kitsch». en su .la und Nein
(Munich: Piper Verlag). 1945, pp. 240-48.
232 CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD KITSCH 233
sobre todo, deben poseer lo inesperado y nuevo. Acostumbrados a la
drajosas y chatarrosas «antigüedades»-, con las que mucha gente lucha, las cruces y la monotonía de la vida práctica, requieren emociones
disfruta como con reliquias poéticas del mundo mejor de nuestros rápidas, pasajes deslumbrantes... Los autores aspirarán a la ejecución rá­
abuelos. Entre los dos extremos del arte auténtico reducido a signifi­ pida, más que a la perfección del detalle. Las producciones pequeñas serán
car mera riqueza y el patente no arte vestido de prestigio estético, más comunes que los libros voluminosos... El objetivo de los autores será
hay un sinfín de ejemplos a los que se puede aplicar el concepto de sorprender más que agradar, y remover las pasiones más que encantar el
gusto 15.
inadecuación estética.
Tocqueville es uno de los primeros en señalar que la democracia
anima el comercialismo en la literatura y las artes:1Dejando de lado
IV. KITSCH Y ROMANTICISMO un gran número de autores, los escritores en una democracia traba­
jan para el mercado:
Aunque el kitsch puede ocurrir en un gran número de contextos
diferentes, el concepto carece casi completamente de lo que llamaría La democracia, no sólo inculca un gusto por las letras entre las clases
«profundidad histórica», es decir, casi no puede usarse en relación mercantiles, sino que introduce un espíritu mercantil en la literatura...
con nada antes de finales del siglo XVIII o el inicio del siglo XIX. Esto Entre las naciones aristocráticas nadie puede esperar tener éxito sin gran­
es otro modo de decir que kitsch -no sólo como término, sino tam­ des esfuerzos, y ... estos esfuerzos pueden conferir gran cantidad de fama,
pero nunca mucho dinero; mientras que entre las naciones democráticas,
bién como concepto-- es esencialmente moderno. Aunque podamos un escritor puede hacerse la ilusión de que obtendrá a un coste barato una
descubrir alguna relación formal entre lo kitsch y el arte manierista o magra reputación y una gran fortuna 16•
barroco, kitsch parece ser, históricamente, un resultado del romanti­
cismo. Por una parte, la revolución romántica --en tanto que conse­ Lo que es remarcable de pasajes como éste es que muchos de los
cuencia de la querella del siglo xvm entre los antiguos y los moder­ puntos que señala pueden aplicarse al kitsch: arte como recreo y en­
nos- trajo consigo una casi completa relativización de las normas tretenimiento, facilidad de acceso, efectos rápidos y predecibles, «es­
del gusto; por otra parte, muchos románticos (algunos de ellos verda­ píritu comercial» por parte de los escritores (que están más interesa­
deros grandes poetas o artistas y, por supuesto, sin nada que ver con dos en la recompensa financiera inmediata que en lograr la fama), la
lo kitsch) promovieron una concepción del arte sentimentalmente necesidad psicológica del lector de escapar del aburrimiento de la
orientada, que a su vez abrió el camino a varias clases de escapismo vida cotidiana --estos son algunos de los elementos recurrentes en
estético. Ya se ha señalado antes que el deseo de escapar de una rea­ las definiciones sociológicamente orientadas del kitsch-.
lidad adversa o simplemente aburrida es quizá la principal razón del Las relaciones entre romanticismo y kitsch pueden discutirse tam­
amplio atractivo de lo kitsch. bién desde un ventajoso punto de vista estético. Hermann Broch,
Más generalmente, el romanticismo es el primer movimiento ar­ por ejemplo, liga el moderno surgimiento de lo kitsch al cambio aca­
tístico y literario popular, importante el principal producto cultural rreado por el romanticismo en el concepto del ideal estético. Antes
del surgimiento de la democracia moderna. Un sociólogo de las insti­ del romanticismo el ideal estético era considerado como transcenden­
tuciones y la vida cultural como Tocqueville no podía dejar de tratar te con respecto a cualquier obra de arte: la belleza se consideraba un
las destacadas características que distinguen la literatura de épocas absoluto, prácticamente inalcanzable, modelo y criterio de valor.
democráticas (él no utilizó la palabra «romanticismo») de la literatu­ Pero durante la era romántica el ideal estético perdió todo rastro de
ra producida en períodos de aristocracia (obviamente tenía in mente su anterior transcendencia y llegó a ser percibida exclusivamente en
a los grandes poetas franceses del siglo XVII). En las democracias, los términos de su inmanencia en un número finito y particular de obras
hombres no creen que los placeres de la mente constituyan el encanto de arte. Los sistemas de valores, antes del romanticismo, eran, según
principal de sus vidas; pero se consideran recreos transitorios y nece­ Broch, abiertos (en el sentido de que la meta perseguida permane­
sarios entre las serias labores de la vida. Y Tocqueville sigue desl:ri­ cía fuera del sistema). En un ensayo escrito en 1950, observa,
biendo con más detalle las necesidades del lector medio en un perío­
do de democracia: El romanticismo se inclina hacia una dirección exactamente opuesta.
Desea hacer de la idea platónica del arte -belleza- la finalidad inmediata
Como el tiempo que pueden dedicar a las letras es muy corto, intentas
sacar lo mejor de todo ello. Prefieren libros que puedan procurarse con 15 Democracy inAmerica II, pp. 70-71.
facilidad, se lean fácil, y que no requieran investigaciones eruditas para ser 16
lbíd., p. 72.
comprendidos. Piden bellezas que se brinden y se disfruten con facilidad;
23'-l CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD KITSCH 235
y tangible de toda obra de arte... Aun así, mientras el arte permanezca
como un sistema, el sistema se cierra; el sistema infinito se convierte en elemento finalmente irreductible, un elemento que es constitutivo de
sistema finito ... Y este proceso constituye la precondición básica de toda los que podemos denominar «la autonomía estética», el arte que se
forma de kitsch, pero al mismo tiempo debe su existencia a la estructura produce para un consumo inmediato es clara y enteramente reducti­
específica del romanticismo (esto es, al proceso por el cual lo mundano se ble a causas y motivos extrínsecos. Para subrayar esta importante
eleva al rango de lo eterno). Podemos decir que el romanticismo, sin ser
por ello kitsch en sí mismo, es la madre de lo kitsch y que hay momentos en cuestión será útil mencionar la distinción entre arte genuino y cultura
los cuales el hijo se parece tanto a la madre que uno no puede diferen­ de masas propuesta por uno de los representantes de la crítica social
ciarlos 17• y cultural de la Escuela de Francfort, Leo Lowenthal. Estudioso du­
rante mucho tiempo de la relación entre la cultura de masas y la so­
En un ensayo anterior fechado en 1933, Broch habla también de ciedad (como lo hace en su libro Literature, Popular Culture, and So­
kitsch y romanticismo, basando su paralelismo en la común cualidad ciety, 1961), Lowenthal resume tanto su postura personal como la
nostálgica. A menudo, dice, lo kitsch no es sino «una escapada al idi­ filosofía cultural de la Escuela de Francfort como un todo cuando
lio de la historia donde todavía son válidas las convenciones estable­ dice: «Mientras el concepto de reduccionismo tenga alguna legitimi­
cidas... El kitsch es el modo más simple y directo de disparar esta dad, se puede aplicar desde luego a la cultura de masas... Aunque re­
nostalgia» 18• Reemplazando la realidad histórica o contemporánea chazó totalmente una explicación sociológica de la literatura, que
por clichés, lo kitsch adelanta claramente ciertas necesidades emo­ mira las obras de arte como meros reflejos de la sociedad, la teoría
cionales que generalmente se asocian con el concepto de mundo ro­ del reflejo es exactamente el concepto legítimo para aplicar a la cul­
mántico. En gran medida podemos considerar lo kitsch como una tura de masas. En términos marxistas clásicos, cultura de masas es
forma vulgar de romanticismo. desde luego ideología.» Y esto es así porque el significado del fenó­
meno de la cultura de masas «de ninguna manera consiste en lo que
tengan que decir, sino más bien en hasta qué punto lo que dicen es
V. MAL GUSTO, IDEOLOGÍA Y HEDONISMO una afirmación generalizable acerca de las predisposiciones y actitu­
des de aquellos consumidores que en grandes agregados están acep­
El kitsch aparece como un fenómeno reciente incluso aunque lo tando la mercancía» 19. Si reemplazamos la noción de cultura de
identifiquemos con el mal gusto. Aunque algunos críticos hablan de masas por kitsch, esta distinción resulta incluso más convincente. En
la «universalidad del kitsch» (teóricamente como un supuesto legíti­ este contexto con kitsch significamos simplemente falsa conciencia
mo), nunca irá en especificaciones más allá, digamos, del período ba­
rroco. Esto quizá sea a causa de lo extremadamente difícil que es es­ \estética o, para parafrasear la definición20de kitsch de Theodor W.
-'i Adoruo como una «parodia de catarsis» , la parodia de la concien­
pecular acerca de como era el mal gusto de períodos anteriores. cia estética.
También es porque incluso puede que el mal gusto no existiera en pe­ Al final de la década de 1930 dos de los miembros dirigentes de la
ríodos anteriores o, si existía, no poseía medios de sistematizar sus Escuela de Francfort, T. W. Adorno y Max Horkheimer, introduje­
convenciones y de institucionalizar sus actividades para alcanzar un ron la noción de «industria cultura» (mencionada también como «in­
gran número de posibles consumidores de arte específicamente falso. dustria del entretenimiento», «industria del divertimento», etc.),
Esto eleva la cuestión de la conexión del mal gusto con la historia de que definieron desde un punto de vista dialéctico más amplio y anali­
la tecnología moderna, especialmente la llegada de la máquina de zaron con más detalle en su obra conjunta de posguerra Dialectic of
producir y reproducir libros y otros tipos de obras de arte. Enlightenment (publicada por primera vez en 1947) 21. Básicamente,
Como hipótesis de trabajo podemos considerar que el mal gusto
de los tiempos modernos consiste principalmente en una ilusión de
gusto ideológicamente manipulado. Razón por la cual la cultura de 19
Ponencia en el Simposio «The Comparative Method: Sociology and the Study
masas puede describirse de modo bastante adecuado en términos de of Literaturc», publicado en Yearbaok of Camparalil'e and General Li1era111re 23
ideología o falsa conciencia. Si el auténtico arte contiene siempre un (1974): 18.
20
T . W. Adorno, Asthetische Theorie (Frankfurt/Main: Suhrkamp, 1970),
pp. 355 SS.
21 C. f. «Kulturindustrie, Aufklarunals Massenbetrug», en Max Hokherimer y
17
Hermann Broch, «Notes on the Prohlem of Kitsch», en Kitsch, the World of
Theodm W. Adorno, Dialectik der Aufkliirung (Frankfrut/Main; Fischer Verlag,
Bad Ta,\/<', ed. Gillo Dorfles (New York: Universe Books, 1969), p. 62.
lk 1969), pp. 128-176. John Cumming ha traducido el libro al inglés como Dialectic of
lbíd , p. 73. Enlightenmenl (New York: Herder, 1972). Para una visión histórica completa de la
236 CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD KITSCH 237
la industria cultural se interesa en surtir el mercado (pseudo)cultural sólo ampliar el campo de su aplicación y darnos cuenta de que todo el
con productos específicamente diseñados para inducir la relajación. proceso de producción y consumo de (pseudo)cultura de masas lo fa­
Ya en 1941, Adorno describió la necesidad de las masas de distrac­ cilita una muy humana disposición al autoengaño. Adorno escribe:
ción o «diversión», tanto como resultado del modo de producción «La gente quiere divertirse. Una experiencia del arte totalmente
existente (capitalista), como, por decirlo así, uno de sus más caracte­ concentrada y consciente sólo es posible para aquellos cuyas vidas no
rísticos productos. Reformulando en un contexto cultural la famosa están sometidas a tanto esfuerzo que en el tiempo libre desean libe­
teoría marxista de que el modo de producción manufactura, no sólo rarse del aburrimiento y del esfuerzo simultáneamente. Toda la esfe­
ciertas comodidades, sino también la necesidad de, precisam�nte, ra del barato entretenimiento comercial refleja este doble deseo. In­
esas comodidades, Adorno escribió: «Los consumidores de entrete­ duce a la relajación porque está pautada y predigerida» 23.
nimiento musical son ellos mismos objetos o, incluso, productos del Ciertamente, una de las principales razones del crecimiento de lo
mismo mecanismo que produce la música popular. .. El poder del kitsch desde el comienzo del siglo XIX, citando a otro sociólogo de la
proceso de producción se extiende sobre los intervalos de tiempo que cultura moderna, Dwight Macdonald, es el hecho de que «las empre­
en la superficie parecen ser libres... La gente pide aquello que de sas encontraron un mercado lucrativo en las demandas culturales de
todos modos va a obtener 22. Lo que es difícil de aceptar en las expli­ las recién despertadas masas, y el avance tecnológico hizo posible la
caciones de Adorno es la identificación de «masas» con «clase obre­ producción barata de libros, cuadros, música y muebles en cantida­
ra» en un sentido marxista convencional. El hecho es que, incluso en des suficientes como para satisfacer el mercado» 24• Pero, aunque la
el momento en el que se escribió el artículo, el concepto de cultura de asociación entre kitsch y bajo coste es a menudo inevitable, no debe­
masas se aplicaba también a la clase media. Hoy es quizá más obvio, ríamos olvidarnos del hecho de que la última noción es muy relativa y
que hace tres o cuatro décadas, que la cultura popular--en la medida puede, por tanto, convertirse, al utilizarse como criterio único, en
en la que sea kitsch- responde primariamente a las necesidades psi­ algo peligrosamente equívoco. Lo que considera barato un miembro
cológicas de la clase media, que intenta, con bastante éxito, generali­ de la clase media alta puede ser prohibitivamente caro para alguien
zar a toda la sociedad en un mundo electronizado que se asemeja menos acomodado. Repitamos también que algunas veces el mal
mucho a la <�Aldea Global» de McLuhan. Esta cuestión la discutire­ gusto puede poseer importantes medios financieros para la satisfac­
mos más adelante. Por el momento deberíamos admitir que la idea ción de sus ostentosos caprichos y fantasías.
de Adorno de la necesidad de «distracción» es bastante exacta con Debemos, por tanto, reconocer la existencia, junto con las mo­
destas variedades del kitsch, de un kitsch suntuoso que es privilegio
de lo:; ricos. Además, aun cuando no sea caro, a menudo se supone
Escuela de Francfort, ver el comprensivo y perceptivo líhro de Martín Jay, The Dia­ que lo kitsch sugiere riqueza y superfluidad: los objetos de imitación
lectical Imagínation: A Story of the Frankfurt School and the lnstitute of Social Resear­ de oro o plata y las joyas de cristal coloreado que se venden en los
ch, 1923-1950 (London: Heinemann Educational Books, 1973). Especialmente rele­ almacenes tienen sin duda mucho que ver con el kitsch. En cuanto al
vante para la cuestión de la cultura de masas es el capítulo 6 del libro, «Aesthetic.
Theory and the Critique of Mass Culture», pp. 173-218. kitsch rico, de clase alta, la segunda mitad del siglo XIX y esa exten­
22 Adorno, «On Popular Music», Studies in Philosophy and Social Science sión de tiempo que se ha llamado la bel/e époque nos pueden propor­
(1941): 38. Ideas similares las desarrolla Horkherimer en su ensayo «Art and Mass cionar numerosos ejemplos. Incluso los reyes que reinaban durante
Culture», originalmente publicado en el mismo ejemplar del Studies. Horlheirner in­ ese bendito período se convertían a veces al kitsch, como Luis II de
siste en el contenido específicamente jiilso del arte popular: «La oposición entre el Baviera, que se entregó frenéticamente a la clase más lujosa de mal
individuo y la sociedad, y entre la existencia privada y la social, que le dio seriedad al
pasatiempo del arte, se ha vuelto obsoleta. Los llamados entretenimientos, que han
gusto. Para algunos escritores (por ejemplo, Abraham A. Moles) 25,
tomado la herencia del arte, son hoy día sólo tónicos populares, corno la natación o el
fútbol. La popularidad ya no tiene nada que ver con el contenido específico o la ver­
dad de los productos artísticos. En los países democráticos, la decisión final ya no de­ 23 «On Popular Music», ibíd.
pende de los educados, sino de la industria del entretenimiento ... En cuanto a los paí­ 24 Dwight Macdonald, «A Theory of Mass Culture», en Mass Culture, ed. Ber­
ses totalitarios, la decisión final depende de quienes manejan la propaganda directa e nard Rosenberg, y David Manning White (New York; Free Press, 1964), p. 66. Este
indirectamente, que por naturaleza es distinta a la verdad. La competencia del artista ensayo. originalmente publicado en Diognees (verano 1953), fue revisado y ampliado
en el mercado libre, una competencia en la que el éxito dependía de los educados, se corno «Mass and Midcult» -ver Against the American Grain (New York: Randorn
ha convertido en una carrera en favor de los futuros poderes...». Citado de M. Hork­ House, 1962), pp. 3-79. Todavía prefiero la primera versión por su mayor y más direc­
heirner, Critica/ Theory, trad. M. J. O'Connell (New York: Herder & Herder, 1972), to impacto.
25 Abraharn A.
pp. 289-90. Moles, Le kitsch: /'art du bonheur (Paris: Mame, 1971).
238 CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD KITSCH 239

niendo in mente la clasificación de Moles, no es difícil mostrar que,


.el auténtico kitsch hay que buscarlo precisamente en esa época, es­
exceptuando el ascetismo, todas las demás categorías pueden ser
liando nuestra época caracterizada por la formación de un estilo neo­
asumidas bajo el hedonismo. La agresividad, como la posesividad,
,kitsch, de acuerdo con las demandas de una abundante sociedad de no pueden disociarse del principio del placer. El surrealismo no es
consumo. Incluso aunque aceptemos una periodización del kitsch
sino el caso extremo del disfrute de primorosas combinaciones im­
--y no veo por qué no-- la variedad contemporánea más barata predecibles, y el funcionalismo (en este contexto) es sólo otro térmi-
tiene, por así decir. sus raíces tradicionales en las nociones estéticas no para las «comodidades de la civilización».
pseudoaristocráticas de la burguesía rica del siglo XIX.
1/
La clase de gusto que satisface las formas inferiores del kitsch no ¡-· Para comprender la naturaleza de lo kitsch deberíamos, enton- !
deben confundirse con el gusto popular (aunque el epíteto «popular» �ces. analizar el hedonismo particular característico de la mentalidad
ha sufrido un cambio importante de significado durante la última dé­ de la clase media. Su característica principal es quizá que es un hedo­
nismo vacilante, perfectamente ilustrado por el «principio de la me­
cada, y la «cultura popular» de hoy es a menudo puro kitsch). A lo
largo de los siglos, el gusto popular encontró expresión y satisfacción diocridad» que siempre se logra en el kitsch (esta abarcadora medio­
cridad es más notable en las formas de kitsch más elaboradas y
natural en la poesía y el arte folclórico, que, de ningún modo, son in­
exageradamente complicadas). Siendo la clase media una clase acti­
feriores estéticamente a las creaciones de la cultura elevada. La cul­
va, su hedonismo se reduce a la utilización del tiempo libre. Es un he­
tura folk, resultado de un proceso de creación participativa largo, donismo de relajación y, por tanto, de naturaleza compensatoria.
orgánico y múltiple es, a pesar de su apariencia a veces torpe o nai"ve.
Esta es la razón por la cual lo kitsch se presta a una definición en tér­
muy elaborada y refinada. Lo importante -para citar otra vez a minos de un intento sistemático de huir de la realidad cotidiana: en el
Macdonald- es que el Arte Folclórico creció desde abajo, mientras tiempo (a un pasado personal, como lo indica el culto kitsch del ,sou­
que la «Cultura de Masas se impone desde arriba. Lo fabrican los téc­ venir; al «idilio de la historia»; al futuro aventurero por medio de los
nicos asalariados por las empresas; su audiencia son consumidores
clichés de la ciencia ficción, etc.), y en el espacio (a la imaginería más
pasivos, estando su participación limitada a elegir entre comparar o
no comprar. En breve, los dioses del kitsch explotan las necesidades diversa y a las tierras exóticas). En un nivel práctico, la finalidad de la
relajación requiere que las actividades familiares se ejecuten con el
culturales de las masas con el fin de lograr un beneficio y/o mantener
su clase dominante --en los países comunistas sólo se logra este se­ mínimo esfuerzo posible y la máxima diversión: así es como surge el
artefacto ( artefacto producido por un sector especializado de la in­
gupdo propósito- 26. dustria de objetos kitsch). El hedonismo de la clase media es en prin­
í. Lo kitsch, barato o caro. es sociológica y psicológicamente la ex­
presión de un estilo de vida, es decir, el estilo de vida de la burguesía cipio abierto, sin prejuicios, ansioso de nuevas experiencias, esta
o de la clase media] Este estilo puede llamar la atención tanto a apertura. sin el estorbo del sentido crítico, explica la tolerancia y a
miembros de las clases altas y bajas y, de hecho, convertirse en el esti­ veces el carácter heteróclito del mundo del kitsch. La superficialidad
de este hedonismo sólo puede compararse con su deseo de universa­
lo de vida ideal <le toda una sociedad-tanto más cuanto más opulen­
lidad y totalidad, y con su infinita capacidad para adquirir bella basura.
ta se vaya haciendo la sociedad y más gente disponga de más tiempo
libre-. En la medida en que el hombre elige el ambiente que con­ El rasgo fundamental del hedonismo de la moderna clase media
cuerda con sus gustos, puede establecer diversos tipos de relaciones es quizá el de estimular el deseo de consumo hasta el punto de que el
con los objetos que conforman la decoración de su vida familiar. consumo se con, ierte en una especie de regulador del ideal social.
Ahraham Moles distingue al menos siete modos <le comportamiento Obviamente, el consumo y la producción siempre se complican, pero
a este respecto: ascético, hedonista, ª§resivo, adquisitivo..surrealis­ el significado é!ico, unido a estos conceptos y actividades correlati­
ta. funcionalista o cibernético y kitsch 7. Y el modo kitsch es absolu­ vos, ha variado enormemente. Las civilizaciones tradicionales
tamente opuesto al ascético. combinando todos los demás en diver­ -incluso aque !las que no tienen el trabajo como tal en gran estima­
sas proporciones. El número de estos modos puede incrementarse o tienden por razones diversas a elogiar las virtudes del ahorro, la fru­
reducirse fácilmente. Pero el conflicto básico entre ascetismo y hedo­ galidad, la economía, etc. (que no son sino formas de posponer el
nismo permanece en cualquier ordenación de estas actitudes.. Así, te- consumo), y, en consecuencia, a prevenir contra los peligros envuel­
tos en el consumo inmoderado (una palabra que en lenguaje común
todavía significa principalmente «destrucción», «derroche», «despil­
2
'' Macdonald. p. 60.
farro», y que se asocia naturalmente con las nociones de «lujo»,
tvloks. pp. 29-J6. «abundancia», e incluso «decadencia»). Aunque la modernidad es en
240 CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD KITSCH 241

gran medida producto de la famosa ética del trabajo protestante (en lo superior. Por sí misma, la creencia en el progreso puede ser un in­
la que Max Weber vio la causa principal del capitalismo), la dinámica centivo para el aplazamiento del consumo. Pero la alianza entre la
de la économía"áctual y todo el entramado temporal en el que se eje­ modernidad y el progreso resultó ser sólo temporal, y en nuestra
cutan las actividades sociales anima a una drástica revisión, desde época el mito del progreso parece haberse agotado hace tiempo. Ha
luego a una inversión, de la posición tradicional: se defiende total­ sido sustituido por el propio mito de la modernidad. El futuro se ha
mente el consumo, mientras los hábitos de sobriedad, moderación y vuelto casi tan irreal y vacío como el pasado. El amplio sentido de
ahorro tienden a aparecer como reliquias anticuadas y un poco ridí­ inestabilidad y discontinuidad convierte en disfrute instantáneo las.
culas del pasado. Más que un mero cumplimiento de ciertas necesi­ únicas cosas «razonables» por las que luchar. De ahí el camino hacia
dades básicas, el consumo se ha convertido de alguna manera en casi el consumo y todo el paradójico concepto de la «economía de usar y
un deber -un modo de ayudar a la salud económica de la nación- y, tirar», y, de modo más general, la civilización.
más allá de la mera economía, en un modo de aprehender y com­ El gran descubrimiento psicológico en el que se fundamenta el
prender el mundo. kitsch radica en el hecho de que, directa o indirectamente, casi todo
Para comprender mejor lo que subyace al actual frenesí por el lo relacionado con cultura artística puede convertirse en algo apro­
consumo (la urgencia del «tenlo ahora», tanto del hedonismo cultu­ piado para el «consumo» inmediato, igual que cualquier comodidad
ral como del contracultural) tenemos que considerar también-otra ordinaria. Es cierto que, a diferencia del consumidor ordinario, el
característica principal de la modernidad, esto es, su penetrante sen­ consumidor de arte no utiliza aquello que disfruta. No obstante,
tido del cambio. Las consecuencias psicológicas de la aceleración del mentalmente el filisteo moderno puede comportarse como un consu­
cambio de la modernidad-y, en primer lugar, el consecuente relati­ midor común y, sin dañar materialmente o incluso tocar la obra de
vismo axiológico- explican la disminución de la confianza en la esta­ arte original, destruir su significancia estética (el caso de obras maes­
bilidad o continuidad, sin la cual es imposible un rasgo distintivo de tras, como la Mona Lisa, deterioradas por el kitsch se discutirá más
aplazamiento o freno. En las sociedades tradicionales, un tiempo ho­ adelante). Para responder a las demandas «estéticas» del compulsivo
mogéneo que se renueva perpetuamente en un movimiento circular consumidor de hoy, está la industria cultural imitando, duplicando,
nos ofrece la garantía de que el mañana no será sustancialmente dife­ reproduciendo y estandarizando cualquier objeto de disfrute. La uni­
rente del ayer o del hoy. Por supuesto que las tragedias y ansiedades cidad e incluso la rareza pueden convertirse en cualidades anacróni­
individuales son posibles, y dentro de la estructura de un universo cas, que, no sólo están desincronizadas con los tiempos, sino que
esencialmente armónico (el Cosmos griego, por ejemplo, como además ilustran lo que un partidario del «consumo cultural» (y quien
opuesto al Caos) los accidentes y las irregularidades del cambio pue­ propune un kitsch respetable cejijunto y pequeño-burgués) llama la
den provocar indecibles desastres individuales y colectivos. Pero «Ley de la Ineficiencia del Arte» 28.
tales desgracias no contradicen la creencia en la unidad básica de la Por tanto, el kitsch es arte «eficiente», el aspecto cultural disponi­
existencia o el profundo sentido de la continuidad derivado del res­ ble de la sociedad actual, y una de las manifestaciones más directas
peto por la tradición. En el concepto de historia escolástico judeo­ de la estética triunfal y la ética del consumo. Originalmente, como se
cristiano, no ha disminuido la importancia de la tradición por las im­
plicaciones de la doctrina de la salvación. El sistema de valores sobre
el que se erige la ética cristiana es de los más estables, y el diversifica­ 28
Alvin Toffler, The Culture Consumers; A Study of Ar/ and Affluence in Ameri­
do drama que tiene lugar en el «escenario» de este mundo no puede ca, (New York: St. Martin's Press, 1964), pp. 163 ss. El autor. cuyas explicaciones
pueden resumirse en la observación de que «lo que es bueno para la General Motors
producir la mínima sombra de duda sobre la relevancia del pasado ni puede ser concebido como buen arte» (p. !08), establece una directa relación entre
la certeza del futuro. consumo cultural, la cualidad de los productos consumido; y la riqueza. Tomado sólo
La ética cristiana es, por excelencia, una ética del aplazamientq¡ en términos cuantitativos, el consumo cultural en los Estados Unidos, ni es sólo un
Al albor de la modernidad surgió el mito del progreso, basado en un índice de riqueza, sino también, según el autor, de progreso cultural (el autor acepta'la
concepto secularizado del tiempo lineal e irreversible. Durante su noción de una «explosión cultural». Desde su ruda perspectiva económica, Toffler re­
fase «progresiva», la modernidad se las arregló para preservar algo chaza el punto de vista elitista de que la norma del gusto se ha deteriorado poco a poco
con el surgimiento de la cultura de masas, y argumenta que la «Cultura Elevada»
de la vieja cualidad del tiempo, y, en primer lugar, el sentido de con­ nunca ha sido más próspera que en nuestros días. Por supuesto, no se da cuenta de que
tinuidad entre el pasado, el presente y el futuro. La idea del progreso la Cultura Elevada puede ser explotada por el kitsch exactamente igual que como ex­
postura que el cambio tiene cierto patrón, que presupone un cierto plota la cultura popular, y que hoy en día ambas están reguladas, en gran medida, por
orden, que favorece un desarrollo constante y gradual de lo inferior a las leyes de la producción en masa y la difusión masiva.
242 CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD
KITSCH 243
ha señalado, el kitsch emerge como una expresión del gusto de la
clase media y su peculiar hedonismo del tiempo libre. Como una VI. ALGUNAS CONSIDERACIONES ESTILÍSTICAS
forma de ideología (falsa conciencia estética) el kitsch surge bastante
espontáneamente, y el punto de vista marxista prevaleciese de que, Para poner orden en una cuestión tan confusamente diversa, será
más o menos deliberadamente, fue introducido por las clases altas útil acercarnos al problema del kitsch desde tres ángulos diferentes
para distraer a la clase obrera, o las masas, de su vocación revolucio­ pero complementarios. Para empezar, podemos considerar el kitsch
naria es fundamentalmente incorrecto. Esta falacia no impide que como producto de una cierta categoría de «artistas», «constructores»
ciertos críticos marxistas o paramarxistas (Adorno y Horkhe1mer, o «diseñadores» que, dirigiéndose a una bien definida audiencia de
por ejemplo) hagan una multidud de observaciones extremadamente consumidores medios, aplican conjuntos definidos de reglas y comu­
perceptivas con respecto al mundo del kitsch y a su dialéctica interna. nican variedades de mensajes predecibles en estereotipos de paque­
Esta no es, incidentalmente, la primera vez que una explicación bási­ tes «estéticos». Desde este punto de vista, lo kitsch es un estilo, en el
camente errónea resulta intelectualmente excitante e incluso fructí­ sentido en el que Wedekind lo mencionaba como la forma contem­
fera. poránea del gótico, o el barroco, o el rococó. La segunda posibilidad
El que muchos estudiosos de la «cultura de masas» contemporá­ es tener en cuenta los elementos específicamente kitsch que aparecen
nea hayan ignorado el origen y la naturaleza de clase media del kitsch en el__proceso de la masiva producción y difusión del arte. Tales ele­
puede deberse a que, como observa Jenny Sharp en un artículo publi­ mentos son claramente inintencionales (es decir, no son planeados
cado en 1967, ésta es la característica más obvia y al mismo tiempo de antemano por los productores de kitsch, sino que, más bien, son
más grotesca del kitsch. Kitsch, escribió, «significa todos esos objetos las consecuencias fatales de la intervención de la tecnología moderna
baratos, vulgares, sentimentales, sin gusto, baladíos, preciosos, y en el mundo del arte). La tercera posibilidad consiste en considerar
monos con los cuales desea vivir la mayoría de la gente de este país... el kitsch desde el ventajoso punto de vista del consumidor que, de­
Esta cultura pop... ha transcendido las barreras del gusto y el refina­ seoso de aceptar la «mentira estética» del kitsch y que, condicionado
miento y se ha visto absorbida por los archivos de la cultura de las ins­ por la pura cantidad de pseudoarte y belleza instantánea que le
tituciones. La única página que no se ha girado es la más obvia, algu­ rodea, puede percibir como kitsch incluso auténticas obras de arte.
nas veces la más grotesca y, por tanto, ignorada. El kitsch es de hecho ¿Qué tiene el artista kitsch in mente cuando se pone a trabajar?
el gusto de la clase media, que hoy día es el gusto de una vasta mayo­ Obviamente, piensa, en primer lugar, en impresionar y agradar al
ría de nuestra sociedad» 29. consumidor medio que va a comprar sus productos. Entonces, estéti­
A la luz de estos argumentos se evidencia una vez más por qué lo camente podemos decir que el artista kitsch --conscientemente o
kitsch como concepto estético no puede disociarse de la modernidad, no- aplica un «principio de mediocridad, que le ofrece la mejor ga­
y, específicamente, del período comparativamente reciente que ha rantía de que sus obras serán recibidas favorablemente. En segundo
visto el rápido auge de la clase media. El kitsch es el resultado artísti­ lugar, el productor ele kitsch debe ser consciente de la diversidad de
co directo de una importante mutación ética de la que es responsable intereses y deseos de su público. Esto explica el eclecticismo básido
la peculiar conciencia del tiempo de la clase media. De modo gene­ del kitsch como estilo. Lo que le proporciona al kitsch cierto tipo de
ral, el kitsch puede verse como una reacción contra el «terror» del unidad estilística, a la larga. es probablemente la compatibilidad de
cambio y de la insignificancia del tiempo cronológico fluyendo desde sus heterogéneos elementos con cierta noción de «familiaridad». El
un pasado irreal hacia un futuro igualmente irreal. Bajo tales condi­ kitsch es a menudo el tipo de «arte» que el consumidor medio puede
ci<mes. el tiempo libre --cuya cantidad está socialmente creciendo­ desear y poseer y esparcir por su casa. Incluso cuando se extienden
se siente como una extraña carga, la carga de la vaciedad. Lo kitsch por otros lugares -salas de espera, restaurantes, etc.- el kitsch pre­
se muestra como un modo fácil de «matar el tiempo», como un esca­ tende sugerir algún tipo de intimidad «artística», una atmósfera satu­
pe placentero de la banalidad, tanto del trabajo, como del descanso. rada de «belleza)), ese tipo de belleza que uno desearía le rodeara en
Lo divertido del kitsch es precisamente el lado opuesto al terrible e su vida diaria.
incomprensible aburrimiento. Las características de eclecticismo y «familiaridad» que definen al
kitsch las describe perceptivamente el crítico inglés Roger Fry, en un
artículo publicado por primera vez en 1912 y recogido después en su
Jcnny Sharp. «lfs New. lfs Different. I!'s Been here Ali the Time». en Ark 11
libro Visión ( 1920). Fray no utiliza el término ,,kitsch». pero la varie­
( Thc .!011mal of the Ruval Co/lcge or Art, London). 1967. pp. 25-25. dad del mal gusto que trata pertenece de modo bastante obvio a la
categoría del kitsch. El pasaje merece su reproducción íntegra:
244 CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD KITSCH 245
Me tomo la molestia de escribir los párrafos que siguen en una cantina tos que imitan convenciones estilísticas de los períodos, países y cul­
del ferrocarril en la que estoy mirando realmente esas imágenes terrible­
mente familiares pero, por fortuna, fugaces que tales lugares proporcio­ turas más distantes. El eclecticismo del kitsch es a menudo claramen­
nan. Y debemos recordar que los lugares públicos de este tipo reflejan sim­ te una forma de asesinato estético. ¿Es este vertiginoso eclecticismo
plemente el alma del ciudadano medio como se expresaría en su casa. simplemente una cuestión de «expanción fútil» como creía Fry? ¿Y
El espacio que recorre mi vida es pequeño, pero estoy aterrorizado es cierto que lo kitsch «no puede complacer a nadie»?
ante la cantidad de «arte» que contiene. La ventana hacia la que dirijo la
vista está cubierta en su parte inferior por una vidriera de colores; dentro Ya se ha señalado con anterioridad que, aunque el kitsch vaya
de una cenefa altamente elaborada, diseñada por alguien que conocí:, las unido a la búsqueda de status tendrá la función -que es psicológica­
normas del vidrio del siglo XIII, hay un dibujo de unas hojas de parra ama­ mente más importante- de proporcionar una huida ilusoria de la ba­
rilla y moradas con racimos de uva y revoloteando alrededor, entre ellos, nalidad y la insignificancia de la moderna vida diaria. En cualesquie­
algunos pájaros pequeños. Enfrente hay una cortina de encaje con dibujos
sacados de hace, por lo menos, cuatrocientos años y otros tantos países. ra formas o combinaciones, lo kitsch es relajante y agradable. El
Las paredes, hasta una altura de 1,20 metros, están cubiertas de /incrusta elemento deseo-cumplido contenido en este placer enfatiza su origen
walton estampado con un complicado diseño de dos colores, con falsos me­ reactivo, el miedo al vacío que el kitsch intenta mitigar. Desde este
dallones de plata. Sobre ello, una moldura de no más de 3 centímetros de punto de vista el kitsch es una respuesta al extendido sentido moder­
ancho, y que, sin embargo, invade el conjunto por doquier con un descen­
diente degenerado de una guilloche pattern, de estilo grecorromano; ésta no de vacío espiritual: rellena el vacío tiempo libre con «diversión» o
ha sido recortada de la madera, de manera evidente, con una máquina, o «excitación» y «alucina» -si se me permite utilizar este verbo transi­
extraída de alguna composición cuya naturaleza está tan bien disimulada tivamente- los espacios vacíos con un conjunto infinitamente mati­
que es difícil decir cuál. Encima hay un papel en el que se imita un efecto zado de «bellas» apariencias.
de brocado de raso del siglo xvm mediante las gradaciones del teñido del
papel. Cada una de las pequeñas mesas tiene dos manteles, uno dispuesto El eclecticismo estilístico del kitsch tiene otra característica seña­
de forma simétrica a la mesa y el otro de algodón estampado, profusamen­ lable, esto es, que sugiere la disponibilidad comercial. Un objeto
te adornado, dispuesto «de manera artística» en diagonal. En el centro de kitsch es atractivo, no sólo porque parece bonito, sino también por­
cada mesa hay un voluminoso recipiente en el que toda hermosa cualidad que éste -u otro similar- puede obtenerlo cualquiera que desee
en cuanto al material o la forma de hacerlo ha sido cuidadosamente elimi­
nada por diversos métodos, cada uno de los cuales implica conocimiento comprarlo. Incluso las variedades más laboriosas y caras de kitsch
científico profundo y un gran talento inventivo. En cada recipiente hay una contienen un anuncio de sí mismos, una invitación a la posesión y al
planta con largas hojas verde oscuro que parecen hechas de caucho. Este disfrute inmediato. El encanto estético del kitsch es claramente co­
penoso catálogo sólo recoge una pequeña parte del inventario del «arte» mercial.
del restaurante. Si siguiera hablando de las patas de las mesas, de los acce­
sorios de la luz eléctrica, de las sillas en cuyos asientos de madera alguna Esta característica explica la curiosa ambigüedad semiótica de la
tremenda fuerza mecánica ha imprimido un amplio y deformado anthe­ mayoría de los objetos kitsch. Tales objetos se construyen con la in­
mion; si dijera todas esas cosas, el lector y yo podríamos empezar a darnos tención de que parezcan auténticos y al mismo tiempo hábilmente
cuenta, con dolorosa agudeza, de un poco del horrible esfuerzo que supone falsificados. El papel de esta paradójica imitación no es muy difícil de
toda esta exhibición. En efecto, la exhibición es el fin y la explicación de
todo ello. Ni una sola de esas cosas se ha hecho porque el que la hacía dis­ elucidar. Por una parte, los signos visibles de imitación son un meca­
frutaba haciéndola; ni una ha sido comprada porque su contemplación nismo que proporciona la impresión de unicidad y rareza que debe
diera placer a nadie, sino sólo porque cada una de esas cosas se acepta crear una perfecta falsificación. Ser raro contradiría el sentido de dis­
como símbolo de una situación social particular. Digo que su contempla­ ponibilidad comercial del kitsch. Por otra parte, tal falsificación
ción no puede dar placer a nadie; están ahí porque su ausencia no le gusta­
ría al hombre medio que considera una gran cantidad de exhibición vana llama la atención del observador hacia ciertas agradables cualidades
como algo inseparable, de alguna manera, de la condición de vida acomo­ de habilidad, dotes para la imitación, versatilidad y monerías.
dada a la que pertenece o aspira a pertenecer. Si todo estuviera sencilla­ Los analistas del mal gusto han prestado poca atención a la ambi­
mente lim¡:iio y fuera útil, el hombre medio declararía el lugar desnudo o güedad semiótica del kitsch. De ahí ciertos errores extendidos, tales
incómodo 30.
como las ideas de Gillo Dorfles acerca de la naturaleza de las repro­
El catálogo de arte de restauración de Fry sugiere bastante bien lo ducciones del arte. Dorfles sostiene: «Debemos considerar todas las
que podemos denominar la «supradeterminación estilística» del kitsch. reproducciones de obras únicas que se concibieron como irrepetibles
La cafetería de principios de siglo que describe está repleta de obje- como equivalente a auténticas falsificaciones» 31. Pero la falsedad es­
tética del kitsch no debería confundirse con la de una falsificación.
Una falsificación se construye para que se confunda con el original.
30 Roger Fry, Visión y diseño, trad. Elena Grau (Ed. Paidós Barcelona, 1988),
pp. 70-7l.
' Dorfles, p. 31
31
KITSCH 247
24() CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD

mismo tipo de interés es el ensayo de Walther Killy sobre lo kitsch


Mientras que la falsificación ilegal explota el gusto elitista por las ra­ literario, completado con numerosos ejemplos ordenados según un
rezas, un objeto kitsch insiste en su accesibilidad antielitista.,1El ca­ criterio temático 34. Está claro que estos libros no están hechos para
rácter engañoso del kitsch no reside en lo que tenga en común con la el consumo de masas, sino para el disfrute intelectual de una elite li­
falsificación real, sino en su pretensión de proporcionar al consumi­ teraria.
dor esencialmente los mismos tipos y cualidades de belleza incorpo­ Si consideramos el kitsch como un «estilo» de mal gusto, llegamos
rados en originales únicos o raros e inaccesibles. El kitsch pretende a otra paradoja, mucho más profunda y confusa que la que acabamos
que cada una de sus potencialmente innumerables imitaciones, e imi­ de señalar, es decir, la posibilidad anteriormente mencionada de uti­
taciones de imitaciones, contiene algo del valor estético de los estic lizar conscientemente el mas gusto ( esto es, kitsch) para subvertir las
los, las convenciones y las obras que abiertamente representa. El convenciones de un «buen gusto» que eventualmente conduce a la
kitsch ofrece belleza instantánea, sosteniendo que no hay una dife­ esclerosis del academicismo. Baudelaire, al que justamente se consi­
rencia sustancial entre ésta y el original, la belleza eterna. dera precursor de la vanguardia estética, tenía in mente esta posibili­
Estilísticamente, el kitsch también puede ser definido en térmi­ dad cuando escribió en Fusées acerca del efecto tóxico del mal gusto,
nos de predeeibilidad. El kitsch es, como señala Harold Rosenberg: derivado del «aristocrático placer de desagradar». Los movimientos
«a) arte que ha establecido reglas; b) arte que tiene una audiencia vanguardistas se han abandonado muchas veces a este tipo de place-
predecible, unos efectos predecibles y unas recompensas predeci­
bles _n_ Pero las convenciones artísticas y literarias cambian rápida­
mente, y la exitosa banalidad de ayer puede perder tanto el atractivo
como el significado ante los ojos de una gran audiencia para la que ha mino kitsch, lo que le proporcionan al lector es poesía kitsch distinguida. definida, en
primer lugar. por el paso de lo sublime a lo ridículo y por «ese ventosos boato y bom­
sido construido. Esto conduce a la paradoja de que las viejas formas bardeo que hace tan cómica y terrible la retórica menor ele Víctor Hugo» (XIII). Otras
de kitsch ( como expresiones de mal gusto) puedan todavía disfrutar­ características del «buen Mal Verso» son «todas esas cosas conectadas con la pobreza
las, pero sólo los sofisticados: lo que originalmente quiso ser «popu­ de imaginación. la sentimentalidad, banalidad, lo prosaico, el style pompier y lo que el
lar» se convierte en diversión de los pocos. El viejo kitsch puede esti­ señor Pully llamó rockcockyo; anemia. obstinación o empacho de la facultad poética;
mular !a conciencia irónica del refinado o de quienes pretenden inhabilidad para coger la clave de la inspiración .. ,» (XIII)_ Como ejemplo de lo que
serlo. Esta posiblemente es la explicación del intento de redimir el los autores consideran «buen Mal Verso» -un ejemplo helio de kitsch romántico-­
podemos citar el soneto de \.Vordsworth, que presta su título a toda la antología:
atrozmente afectado y artificial kitsch de la belle époque en lo que se
llama campen la América actual. The Stuffed Owl
Con respecto a la literatura, podemos mencionar el interés en vie­
( Esto está tomado de las explicaciones dadas por la señorita Jcwsbury del placer
jas formas de escribir mal. Así, por ejemplo, en el ensayo ya mencio­ que le producían. en su larga convalecencia en cama, los objetos inanimados a los que
nado sobre los kitsch, Gilbert Highet profesa una gran admiración se dirige este soneto. --W. W.)
( evidentemente irónica) por las gemas poéticas del poeta escocés del
siglo XIX. William McGonagall, a quien considera, citando del Times While Anna's pcers and early playmates trcad.
Litcrarv Supplcment, el único mal poeta auténticamente memorable In freedom. mountain-furf ancl ríver's marge:
de nuestro idioma». En la misma línea están las antologías de Wynd­ Or float with musíc in the festa) barge;
Reín thc proud steed, or through the dance are led:
ham Lewis y Charles Lee, The Stuffed Owl: An Antlwlogy o{ Bad Her doom it is to prcss a weary bed-
Verse ( 1930), que se limita, no obstante, a los que sus compiladores Till oft her guardian Angel. to some charge
denominan «buenos T\falos Versos» 33. Un ejemplo más reciente del More urgent called, will stretch his wigs at largc.
And friencls too rarely prop the languid head.
Yet, helpcd by Gcníus- untíred Comforter,
32 The presence even of a stuffed Owl for her
Roscnberg, p. 266,
3-'
Thc Stuffi?tf O11-f (Lonrlon: Drnt. 1930) principalmente interesado por ejem­ Can cheat the time: sending her fancy out
To ivied castles ancl to moonlight skies.
plos ele mala poesía que se pueden encontrar en poetas eminentes. Lt>s autores lo ex-
plican en el prdacio: «lfay nwlos Malos Versos v buenos Malos Versos ___ un buen Mal Though he can neither stir a plume, nor shout:
Verso es gramatical. esta cnnstruído de acuerdo con las Rúbricas, sus ritmos, rimas y Nor veíl, with restless film. his staring eycs.
metro son impecables_._ Un buen Mal Verso tiene una belleza misteriosa. suprema 3·• 'vValther Killy. Deutschcr Kitsch_ Ein \/crsuch mit Beispic/en (Giittingen: Van­
comparable en sus accidentes a b belleza del buen Verso_ .. un Ruen Mal Verso ___ es
endemoniadamentc phicc11tc10» (pp. VIII-X). Aunque los autores no utilizan el tér- denhoeck & Ruprccht, 1962).
248 CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD KITSCH 249
res satisfaciendo su urgencia antiartística de utilizar atrozmente el décadas. Y añadiré que no está claro que, haciendo lo que hizo, el
manierismo kitsch, tanto en la literatura como en las artes 35. Inclu­ artista estuviera atacando el cuadro original de Da Vinci o si, por el
so, si aceptamos el punto de vista de Clement Greenberg, de que la contrario, no intentaba secretamente, como personalmente creo que
vanguardia se opuso radicalmente al kitsch 36, debemos reconocer hizo, reivindicarlo. No obstante, hay una cosa clara, que Duchamp
que estos dos extremos se atraen mutuamente y lo que los separa es, se valió del kitsch, no sólo para rechazar ciertos crasos errores estéti­
a veces, mucho menos sorprendente que lo que los une. Esto es así cos y agotadas convenciones, sino, también, para abogar por una
por dos razones, que ya se han mencionado en otros contextos: 1) la línea vanguardista hacia el abandono de una estética basada en las
vanguardia se interesa por el kitsch con propósitos estétican:ente apariencias, que, en nuestra época, se falsifican con tanta facilidad.
subversivos e irónicos, y 2) el kitsch puede utilizar procedimientos Pero, a pesar de sus esfuerzos, la vanguardia fue incapaz de ir más
vanguardistas (que fácilmente se transforma en estereotipos) por sus allá de las apariencias e, irónicamente, ciertos representantes aven­
propósitos estéticamente conformistas. Esta última situación es otra tajados del kitsch no tardaron en darse cuenta de que podían usar
ilustración de la vieja historia del «sistema» (léase kitsch) asumiendo provechosamente los convencionalismos de los viejos movimientos
a sus retadores (la vanguardia). La relación entre el kitsch y la van­ de vanguardia. El propio Duchamp fue muy kitscheado por Andy
guardia se puede tomar en cierto sentido como una caricatura del WarhoL
principio central de la modernidad: la «tradición contra sí misma»,
de Octavio Paz. Un buen ejemplo lo tenemos en el tratamiento que
Marcel Duchamp da a la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, la obra VII. KITSCH E INDUSTRIALIZACIÓN CULTURAL
maestra probablemente más trabajada por el kitsch. Todo el mundo
sabe que en 1919, mientras estaba en Nueva York, Duchamp cogió El factor sustancial de la «kitschificación» de la cultura --casi
una reproducción de la Mona Lisa y tras pintarle bigotes y perilla, la todos los que han escrito sobre la materia están de acuerdo-- es la
tituló enigmáticamente «L.H.O.O.Q.» (que pronunciando en voz difusión masiva del arte a través de diversos medios: radio, televi­
alta en francés se convierte en la obscenidad: «Elle a chaud au cul»). s1ón, reproducciones a gran escala, discos, revistas baratas y libros de
«L.H.O.O.Q.» es un ejemplo de lo que Duchamp solía llamar un bolsillo vendidos en supermercados, etc. Esto puede ser así incluso
«ready-made asistido», diferenciándolo de un simple ready-made aunque los elementos iniciales utilizados (obras maestras de la pintu­
como el famoso urinario que metió en una exposición en Nueva York ra o la escultura, novelas transformadas en guiones de cine) decidida­
en 1917 con el poético titulo de Fuente. Muchos críticos ven en el mente no sean kitsch.
agresivo tratamiento del artista, de la obra maestra renacentista, un Es evidente que, psicológicamente, los medios de comunicación
caso humorístico de iconoclasia vanguardista. No obstante, lo que de masas inducen un estado de pasividad en el típico espectador: uno
Duchamp tenía in mente era probablemente algo distinto. La Gio­ simplemente pone la televisión y se ve inundado por un número infi­
conda que violó no era una obra maestra, sino una reproducción, un nito de imágenes técnicamente «predigeridas» (que no requieren de
ejemplo de la falsificación moderna de la tradición. Duchamp hubie­ esfuerzo para entender). Y, como veremos, la pasividad combinada
ra estado de acuerdo probablemente con el punto de vista de Adorno con la superficialidad son prerrequisitos importantes de este estado
(expresado en la Filosofía de la música moderna y en otros lugares) mental que fomenta el kitsch.
de que, en el mundo moderno, la tradición se ha vuelto falsa, y que Dorfles resume el difundido argumento de que los mas media
carecemos virtualmente de tradición que no haya sido falsificada. están casi exclusivamente diseñados para hacer un uso necio y hedo­
Así Duchamp sólo insultó a un objeto kitsch, construido para satisfa­ nista del tiempo libre: «Todo trazo de "rito" en el manejo del ali­
cer una forma típica de bovarysmo cultural -una de esas innumera­ mento cultural y estético por los medios de comunicación de masas se
bles imágenes de Mona Lisa con las que nos han inundado durante ha perdido, y esta carencia de elemento ritual ha dado lugar a la indi­
ferencia del espectador cuando se enfrenta con diferentes clases de
transmisiones y manifestaciones que le son impuestas» 37.
35 Para una discusión más detallada del uso deliberado de kitsch en la vanguardia, El medio, señala Macdonald, contribuye directamente al adveni­
ver las «Conclusiones» del Kitsch de Dorfles, pp. 291 'y ss.; ver también Haroldo de miento de una «cultura homogeneizada» perfectamente, como la
Campos, «Vanguard e Kitsch» en A Arte no horizonte de provával, 2.ª ed. (Sao Paulo: leche procesada o incluso la «homogeneizada». Esta homogeneiza-
Editora Perspectiva, 1972), pp. 193-201.
36 Greenberg, «Avant-garde and Kitsch», originalmente en Partisan Review,
1965), pp. 3-21. 37 Dorfles, . .
p 30
250 CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD KITSCH 251

ción se refleja en el fenómeno de que las distinciones de edad y de voy a discutir aquí hasta qué grado la unicidad explica el valor estéti­
status· intelectual y social se hacen irrelevantes. Ha surgido una au­ co del cuadro o la escultura. Tampoco argumentaré acerca de la im­
diencia muy unificada, cuyos gustos y necesidades emocionales son perfecta cualidad de las reproducciones; podemos asumir que un día
hábilmente manipulados por los técnicos de la cultura de masas. Esta se logrará la perfección o casi la perfección. Pero, aun entonces, per­
situación la describe muy hien Macdonald como el «surgimiento de la manecerá el problema de la legitimidad de las reproducciones a gran
audiencia niño adulto», queriendo decir: 1) regresión infantil de este escala. No obstante, el kitsch no es el resultado inmediato y automá­
último, quien, incapaz de adaptarse a todas las tensiones y compleji­ tico del proceso de reproducción.
dades de la vida moderna, escapa vía kitsch (que, a su vez, confirma y Para determinar si un objeto es kitsch hay que considerar siempre
acrecienta su infantilismo); 2J la «sobre-estimulación» del primero, el propósito y el contexto. En teoría, no debería haber nada kistch en
que crece demasiado aprisa 3 . Permítaseme añadir que el tipo de ex­ el uso de una reproducción o diapositiva incluso de la Mona Lisa, en
periencia artística proporcionada por los media se convierte even­ un estudio de historia del arte. Pero la misma imagen reproducida en
tualmente en la norma para todas las experiencias artísticas a los ojos un plato, un mantel, una toalla o una funda de gafas será inequívoca­
del consumidor condicionado de hoy día. Incluso la literatura se su­ mente kitsch. Un número de excelentes reproducciones del mismo
pone que enca.ia en este patrón, de modo que escritores dotados, cuadro colocadas en línea en un escaparate tendrán un efecto kitsch
para no perder a sm lectores, echan mano de técnicas pop e intentan porque sugieren adquisitividad en cantidades comerciales. La mera
convertirse en autores de bcst-seller. conciencia de la multiplicación industrial de un objeto de arte por ra­
Desde un punto de vista antielitista éste es un hecho feliz. Un crí­ zones puramente comerciales puede kitschificar su imagen.
tico como Leslie Fiedler, que recientemente se ha impacientado «con Si reconocemos que el kitsch es el arte «normal» de nuestro tiem­
todas las distinciones de tipos creadas a partir de la analogía de socie­ po, debernos reconocer que es el punto de partida de toda experien­
dades estructuradas en clases», está cándidamente orgullosa de su cia estética. Considérese el paraíso kitsch en el que está inmersa la
creciente interés en «esa clase de libros que nunca nadie se congratu­ mayoría de los niños modernos. En la Disneylandia de la niñez, la
lará de haber leído: libros que unen todas las audiencias posibles, sensibilidad estética está casi enteramente absorbida bajo la catego­
niños, adultos, mujeres y hombres, los sofisticados y los ingenuos ... ría comprensiva de lo mono. El gusto infantil por las cosas monas, en
estoy convencida de que la crítica de momento ya no puede condes­ sí mismo, no tiene nada que ver con lo kitsch, porque obviamente no
cender con la literatura popular. .. » 19. se le puede aplicar la «ley de inadecuación estética». No obstante, el
Considerar al fácil y demasiado sentimental mundo del pop cultu­ kitsch pronto explica este gusto, y no sólo con los niüos, sino también
ra libre de cualquier asociación con la sociedad estructurada en clases con numerosos adultos cuya comprensión del arte no ha ido mucho
es ingenuo, y ni cambia la naturaleza predominantemente kitsch de más allá del nivel infantil. Si el kitsch conduce al infantilismo estéti­
pop ni reduce la fuerte dependencia del pop de la civilización consu­ co, será justo decir que también ofrece posibilidades pedagógicas, in­
mista contemporánea con su industria cultural. Esta industria espe­ cluyendo la importante concienciación de que existe una diferencia­
cializada, no sólo se adapta a las fluctuaciones de la demanda, sino ción entre lo kitsch, o el pseudoarte, y el arte. ¿Por qué no podríamos
que es capaz de predecir e incluso, hasta cierto punto, crear nuevas entonces aceptar la paradoja propuesta por Abraham Moles, es
modas: desde su punto de vista la desviación, el inconformismo y el decir, que el camino más simple y más natural del «huen gusto» pasa
radicalismo pueden transformarse rápidamente en objetos comercia­ por el mal gusto? Moles escribe específicamente:
bles de consumo. El estilo de vida de la contracultura se ha converti­
La función pedagógica del kirsch se ha pasado por alto a causa de las
do en un gran negocio, desde los discos y los vaqueros, hasta los pos­ innumerables malas connotaciones del término y también por la instintiva
ters psicodélicos. tendencia de los escritores sobre este tema de exagerar su propio juicio es­
La tendencia a la masificación afecta a todas las artes, pero más tético. En una sociedad burguesa, y, en general, en una meritocracia, el
directamente a las artes visuales. Todas las reproducciones mecáni­ paso a través del kitsch es el paso normal para llegar a lo genuino... lo
kitsch es agradable para los miembros de la sociedad de masas, y, a través
cas de cuadros y esculturas, en cantidades sólo limitadas por la de­ del placer, les permite obtener un nivel de exigencias más elevadas y pasar
manda del mercado, son suficientes para la existencia del kitsch. No de la sentimentalidad a la sensación. La relación enlre el arte v el kistch cs.
por tanto, particularmente ambigua ... el kitsch es esencialmente un sisle­
ma estético de comunicación de masas 40.
" Macdonald, p. 66.
·"' lhe ('o/lectcd Fssays 0f Ll'slic Fiedler (Ncw York: Stein and Day, 1971). 40 Moles, p. 74.
mi. 11. p ..I().�_
252 CINCO CARAS DE LA MODERNIDAD KITSCH 253

Esta medida explicación es de alguna manera reconfortante, es­ y el hombre kitsch. A este último le encanta que le mientan «bella­
pecialmente si la consideramos en el contexto de las predicciones os­ mente» y el primero está deseando jugar a ese juego a cambio de ga­
curas y casandrianas de la mayor parte de los estudiosos del kitsch. nancias financieras. La responsabilidad está claramente repartida
entre los dos. En este juego de ilusiones e impresiones espurias el
mentiroso puede acabar creyéndose lo que dice como verdad. A me­
VIII. EL «HOMBRE KITSCH» nudo, el artista kitsch puede no tener una intención consciente de
producir kitsch, aunque se debería de dar cuenta de que lo está ha­
Como he señalado anteriormente, el fenómeno del kitsch no ciendo, ya que desconsidera la validez interna de su trabajo (la induc­
puede comprenderse adecuadamente si no se considera el papel del ción ética de Broch: «¡Trabaja bien!») y sólo busca alcanzar un gran
consumidor de arte falso. Esto nos exige discutir el intrincado pro­ mercado de consumo.
blema de lo que se ha dado en llamar el «hombre kitsch». Ya hemos La tentación de creerse las mentiras estéticas del kitsch es un
señalado que autores de tan diversas raíces como Hermann Broch, signo de sentido crítico infradesarrollado o mayormente atrofiado.
Ludwig Gierz (representante de la fenomenología) Richard Egenter La pasividad mental y la pereza espiritual caracterizan las sorpren­
(un teólogo romano católico) y otros han dedicado mucha atención al dentemente escasas demandas del amante del kitsch. Entonces, teo­
concepto del «hombre kitsch». Un hombre kitsch, lisa y llanamente, lógicamente puede que Richard Egenter tenga razón al identificar al
es aquel que tiende a experimentar como kitsch incluso obras y situa­ kitsch como el signo de la «pereza». El receptor del mensaje artístico,
ciones no kitsch, o quien, involuntariamente, hace una parodia de cree Egenter, casi siempre tiene
respuesta estética. En el papel del turista, por ejemplo, el hombre
kitsch «kitschificará», no sólo los monumentos culturales, sino tam­ un camino hacía la pereza y la mera búsqueda del placer que se vuelve des­
honesta cuando se mantiene el pretexto de una respuesta estética... Ya
bién el paisaje, y especialmente los panoramas grandiosos, como el que, tanto desde el artista, como desde el observador, el arte... requiere
Gran Cañón, que se anuncian como fantasías o caprichos de la natu­ esfuerzo y seriedad; cuando esto no se hace, la actividad artística se con­
raleza. Lo que caracteriza al hombre kitsch es su idea inadeucada­ vierte en una huida de la realidad. Se puede convertir, no sólo en una refle­
mente hedonista de lo que es lo artístico o bello. Por razones que xión falsa de la realidad, sino también en una apertura para el demonio.
Satán se puede presentar como un ángel de luz de un modo más sorpren­
pueden analizarse en términos históricos, sociológicos·y culturales, el dente, y con mucha más facilidad, en un símbolo artístico que en un con­
hombre kitsch desea llenar su tiempo libre con la máxima excitación cepto científico 43.
(derivada, entre otras cosas, de la «cultura elevada») a cambio de un
mínimo esfuerzo. Para él el ideal es el disfrute sin esfuerzo. No obstante, observamos que el duro esfuerzo y la seriedad por sí
La noción del hombre kitsch se aclara si lo consideramos no sólo
en términos estéticos, sino éticos. Esta explicación combinada, a
pesar de sus dificultades teóricas, es casi inevitable porque las acti­
43
Richard Egenter, The Desecration of Christ, versión inglesa de Ki1sch wid
Chris1enleben (Chicago; Frnnciscan Herald Press, 1967), p. 75. El tema del «carácter
tudes estéticas del hombre kitsch -y también del artista kitsch­ diabólico» del küsch religioso no es nuevo. Hablando en favor de la ortodoxia roma­
implican una básica ineptitud moral. Hermann Broch hace una váli­ nocatólica y atribuyendo la causa principal de la decadencia moderna del arte religio­
da puntualización: «El sistema kitsch pide a sus seguidores que s0s al movimiento de la reforma, Alexandre Cingria escribió en su libro La Decaden­
"trabajen bellamente", mientras que el sistema del arte plantea la cia de l'art :sacré (Lausanne: Les Cahiers Vaudois, 1971): «Venons-en a un autre
orden moral: "¡Trabaja bien!" El kitsch es el elemento del mal en el moyen d'aetion du diable: je veux parler du mensonge. II existe un certain art vrai­
ment diabolique qui singc la beauté. Cet art attire les sufrages presque tont le public,
sistema de valores del arte 41. par un certain joli, des apparences poétiques, un poli matériel qui chache aux yeux
Este elemento de maldad puede identificarse como J¡_i caracterís­ peu sensibles, peu cxercés, peu attentífs, paresseux, une absence complete de vie,
tica fundamental del kitsch, la de mentir (para la ecuación kitsch = d'intelligence et de beauté» (p. 45).» Aunque no utiliza el término kitsch, Cingria es
«mentira estética» ver el notable ensayo de Umberto Eco La struttu­ problablemente el autor del primer estudio amplio sobre la materia. Su noción de ,;de­
ra del cattivo gusto 42. Visto como una mentira, la obra kitsch implica cadencia» es perfectamente sinónima de kitsch, y la razón de la decadencia del arte
una estrecha relación e incluso una camaradería entre el artista kitsch religioso tal como la ve (razones morales tales como la pereza, el aburrimiento, la
mentira, y razones históricas tales como la Reforma, la Revolución francesa y el surgi­
miento del secularismo, romanticismo e industrialismo) conducen a la inevitable wn­
41
Dorfles, p. 63. dusión de que lo que llama «decadencia» es un fenómeno específicamente moderno.
42
Umberto Eco, en Apocalittici e Integrati (Milano: Bompiani, 1965). pp. 67- La relación entre modernidad y küsch se confirma una vez más. El libro de Cingria se
132. reimprimió en 1930 con un prefacio de Paul Claudel (París: L'Art Catholique).
254 CINCO CARAS DE LA MODERNfDAD KITSCH 255
mismas no son garantía contra el kitsch (lo opuesto es frecuentemen­ descanso en la sociedad, y 2) la explicación estético-mora!, según la
te cierto), y la chanza, la ironía y la autoironía a veces pueden tener cual lo kitsch es arte falso, es producción en mayor o menor escala de
un valor saludable. Hablando históricamente, la reacción moderna varias formas de. «mentira estética». Un arte para agradar a la multi­
contra el romanticismo más de una vez ha tomado la forma de la leve­ tud, a menudo ideado para el consumo de masas, el kistch está ahí
dad y la poca seriedad, rescatando en un nuevo molde el concepto de para ofrecer satisfacción instantánea de las necesidades estéticas más
arte como juego. Parte de la bella poesía modernista (Cumrnings es superficiales, o antojos, de un amplio público. Básicamente, el
un ejemplo sugerente) es el resultado precisamente de tales postu­ mundo del kitsch es un mundo de apariencias estéticas y autoengaño.
ras. En todo caso, la seriedad y el esfuerzo no pueden ofrecernos la Como se ha indicado anteriormente, no se debería exagerar el peli­
clave del problema. El hecho es que, como siempre, el auténtico arte gro del kitsch. Ofreciendo «duplicados» de casi toda forma de arte
no se presta a generalizaciones confortables. conocida, el kitsch sugiere (a veces con más exactitud de la que de­
Hablar del kitsch y del diablo no implica necesariamente una ex­ searíamos creer) el camino hacia los originales. Después de todo, en
plicación teológica especializada. La idea de que el demonio es prin­ el mundo de hoy nadie está a salvo del kitsch, que aparece como un
cipalmente una incorporación simbólica de la mediocridad e incluso paso necesario en el camino hacia la elusiva meta de la auténtica ex­
de la estupidez, extendida por la literatura rusa desde Gogol (y refor­ periencia estética. Tras ver muchos Rembrandt reproducidos o fal­
zada por escritores con tan diversos puntos de vista acerca del mundo sos, puede que un observador resulte al final receptivo ante la expe­
como Dostoievsky, Andreiev o Sologub) se encuentra sugestivamen­ riencia de enfrentarse a un auténtico cuadro de un maestro holandés.
te resumida en la teoría del poshlust de Nabokov. Como he señalado Puede al final darse cuenta de que al arte, aunque sea explotado, in­
con anterioridad en este capítulo, el poshlust concebido por Nabo­ comprendido y mal usado, no pierde su valor y su verdad estética. De
kov es un sinónimo casi perfecto de kitsch. Con esta equivalencia ter­ una manera inesperada, este fracaso del kitsch ilustra de un modo
minológica in mente, podemos meditar provechosamente los siguien­ tranquilizador el viejo motivo del chiste del engañador engañado y
tes pasajes en los que Nabokov junta a Chichikov, el personaje del idiota que se da cuenta de su idiotez y se vuelve sabio.
principal del Almas muertas de Gogol, el Demonio y el poshlust. Na­
bokov escribe:

El propio Chichikov es simplemente el representante mal pagado del


Demonio, un vendedor ambulante de Hades; «nuestro Sr. Chichikov»,
como la firma Satán & Co., puede ser imaginado llamando a su lento, salu­
dable pero interiormente trémulo y descompuesto agente. El poshlust que
personifica Chichikov es uno de los principales atributos del Demonio, en
cuya exitencia. añádase, Gogol creyó mucho más seriamente que en la de
Dios. La grieta en la armadura de Chichikov, esa grieta errumbrosa que
emite un suave pero asqueroso olor (una lata perforada de langosta en con­
serva manoseada y olvidada por algún idiota impertinente en la despensa)
es la apertura orgánica en la armadura del demonio. Es la e,'lupidez esen­
cial del poshlust (pp. 73-74)

El paréntesis olfativo de Nabokov nos proporciona una de las


aproximaciones más exactas de cómo huele lo kitsch -real o ideal­
mente, éstos, opuestos dialécticamente, coinciden aquí-. La lan­
gosta en conserva podrida es desde luego una sugerencia apta para el
mal olor del mal gusto.
En conclusión, desafortunadamente no hay una sola definición
de kitsch que sea enteramente satisfactoria. No obstante, podemos
acercarnos a la comprensión del fenómeno combinando: 1) las expli­
caciones histórico-soriológicas, en las cuales lo kitsch, tal como lo
usamos, es típicamente moderno y como tal está estrechamente
unido a la industrialización cultural, el comercialismo y el creciente

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