Sela Gine La

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Selaginela

SELAGINELA
(Obra en un acto)
Adaptación para radio
Emilio Carballido
Las citas de botánica han sido tomadas del hermoso texto de Mots y Calderón y de los apuntes
de la maestra Deborah Cantú.
Cuarto mitad de mujer, mitad de niña. Mientras la cama es de adulta, el tocador y el ropero son
color de rosa, horrendos, con unos repulsivos animalitos de Walt Disney pegados. Una mesa de
cocina, sin pintar, hace las veces de escritorio, llena de libros y cuadernos, con una lámpara.
Sillas. Ventana al fondo a la derecha. Puerta. En 1940.
Se abre la puerta y entra Ofelia como empujada por un ciclón. La puerta se cierra tras ella.
Viene gritando furiosa.
Ofelia: Pero si te digo que ya con esta otra calificación se promedia y salgo aprobada. ¡mamá!
¿no oyes?
Ofelia es una chica flacucha, fea y borrosa; su piel, oscura y muy amarillenta. Tiene la cara llena
de barritos y espinillas que la constelan de puntitos rojos. viste un informe de secundaria, verde
perico, fatal para el color de su piel y que, además, no ha crecido junto con ella. No es graciosa
ni cosa parecida sino desaliñada y torpe de movimientos.
Ofelia: Además, no soy Chiquita para que sigas tratándome así. Acabé la primaria hace dos años.
No soy ninguna niña irresponsable, ¿oyes? (Grita.) ¡No soy ya ninguna niña irresponsable!
¡¡mamá!!¡Mamá! Maldita vieja desgraciada, maldi… Mira, mamá. ¿Me oyes? Tú no has
entendido lo que una calificación mensual significa. Si el mes pasado me pusieron cinco, éste ya
saqué 7 y medio. Promedio, 6.25. Con eso ya estoy aprobada, ¿me oyes?, Y no tengo por qué
estar encerrada estudiando los domingos. Martha y Graciela van a quedarse esperándome, ¿oyes?
Me iban a pagar el cine. Mis amigas me pagan el cine, porque ellas no tienen tantos
compromisos como ustedes, y ellas sí pueden pagarme el cine, y entonces las dejas plantadas en
una esquina, esperándome. ¡Mamá! ¡mamá!
Mírenla, allá abajo, regando el jardín. La muy… La muy… ¡Mamá! ¡Mamá!
Álgebra… Chin, chin, chin, el álgebra. Después de todo, puedo tener un rato conmigo misma. El
ungüento ese no sirve para nada… Y ese cochino jabón… Cutis de colegiala… Miren su cutis de
colegiala… No sé cómo voy a… Ay. Ay, ay, ay. Una señora Se sacó un barro, así, y se murió
toda hinchada. Se murió toda hinchada, con una cara enorme, como de caballo. El yodo. Ah,
encerrada. Pues no voy a pedirle el yodo. Que me encuentren aquí, muerta, toda hinchada. Mi
cara desfigurada, su belleza perdida para siempre. Una de sus manos colgando trágicamente…
Entonces él llegó de puntillas. Los sollozos ahogaban su garganta pero los contuvo. Por su
camisa abierta se asomaban muchos pelos… No, no. Por su camisa abierta se veía un pecho
agitado. Miró a la pobre Ofelia desfigurada. Todo el antiguo amor estalló dentro de él. La
recordó sentada en el banco contemplándolo mientras él daba su clase de botánica. Muerta.
¡Muerta! La beso quedamente… No, no. Aquí había alcohol, creo ay, Dios mío. Perfume, aunque
sea.
(Se pone en el sitio del peligro. Luego se rocía génerosísimamente la cabeza. Coge verdaderos
puños de loción y se baña orejas, axilas, pecho muy en vampiresa. Se contempla. Alza los
brazos. Perezosamente, como gatita, ondula el cuerpo. Se pasa las manos por la nunca,
levantándose el pelo. Mueve las caderas y las rodillas al compás de una música imaginaria.
Adelanta sensualmente el bajo vientre hacia el Espejo. Canta y baila por la pieza, dejando caer
imaginarias piezas de ropa.)
NOTA: Aquí canta blue moon, si quieres puedes poner otra canción.
(al fin, completamente desnuda, se tiende en la cama, fumando en su larga boquilla de oro.)
Ahora ya sabes qué clase de mujer soy, tómame o déjame. (Se levanta bruscamente, toma el libro
de álgebra y lee en voz alta, rítmicamente)
Ofelia: X cuadrada es igual a 2/A, más sobre menos raíz cuadrada de 4/AC sobre 2/A. (sin dejar
de leer coge una toalla y la pone sobre la cerradura. Tira el libro sobre la cama, desafiante.)
Anda, espíame ahora. (va al tocador, lo mueve idea tras sacar dos cosas: una cajetilla de cigarros
y un cuaderno empastado. Enciende un cigarro, queriendo ser muy natural y muy adulta, y da
grandes fumaba sin pasar el humo. Abre el cuaderno y lee.) Querido diario: hoy fuimos juntos en
el camión. Él subió, miro en derredor con esa mirada tan especial que te he descrito tantas veces.
(Con un suspiro, da una fumada. Se ahoga, tose como loca. Apaga el cigarro y lo guarda en la
cajetilla.) Pensé si iría a sentarse o no junto a mí. Conté cuánta gente había en el camión, aprisa.
Si eran Pares, él vendría a sentarse junto a mí. Si eran nones, no ¡eran nones! y temblé. Pero me
saludó entonces, ¡con una sonrisa! vino a mi lado y se sentó. Creo aún oír su voz cuando me dijo
(imita la voz de él): “¿qué tal, Ofelia?”, y puso su mano sobre ti, mi diario querido, sobre tu pasta
que desde ese momento es sublime. (Cierra la libreta y aprieta la pasta contra su cara. Se levanta
y da vueltas con el diario en la cara. Lo besa va al Espejo.) ¿le gustaré un poquito aunque sea?
Ayer me felicitó. “Muy bien, Ofelia”, me dijo. Pero estoy segura de que había una intención
especial en sus palabras. Le dije todo de un hilo, muy segura y muy serena, aunque no lo creas.
(Se sienta como en el banco de clases y, con gran naturalidad.) Las talofitas se dividen en
hongos, algas, líquenes y bacterias: los hongos pueden parasitar sobre los vegetales, los animales
y un hombre. (Furiosa.) Los muy imbéciles! (se ve la nariz al espejo.) El pinocho idiota dijo
que… Tengo la cara parasitada de hongos. Y todos se rieron. Hasta él. Luego lo sacó de la clase.
Tenía yo un barro en la punta de la nariz y no sabía dónde ponerla. (Llora casi.) Hubiera querido
ponerla sobre la repisa de los gises. (Pone la nariz como si fuera un objeto en la cubierta del
tocador.) Allí la habría dejado, para que él se equivocara y la cogiera lugar de un gis. Cuando
menos, sentiría yo sus dedos en algún sitio. (Se toca la nariz.) ¿Por qué nunca me dará la mano?
(se incorpora, frenética.) ¿Por qué no me besará nunca? (Decaída, va a la mesa. Toma el libro de
botánica. Lo abre. Busca. Suspira y como quien empieza una tarea cotidiana empieza a leer en
silencio. Alza la cara y repite mentalmente el párrafo leído. Deja el libro y camina, repitiendo.)
“las selaginelas, vulgarmente llamadas doradillas o flor de peña, son pequeñas herbáceas, muy
parecidas a los helechos, y crecen entre las piedras de los montes. Presentan la particularidad de
resistir mucho tiempo a la sequía…” (Se ve al espejo, mansa.) ¿Por qué no me besará nunca?
“En la estación seca, con los rayos del sol, adquieren un tinte dorado, de ahí el nombre que
llevan (en crescendo apasionado.) Por el contrario, en la estación de lluvias las frondas empiezan
extenderse, tomando entonces el aspecto de un helecho pequeño y de color verde; ¡De un
helecho pequeño, de color… verde!” (tenía las manos cruzadas, aferradas a los hombros. Al
repetir la frase se las desliza por todo el cuerpo. Queda luego con las manos colgando. Pausa.
Suspira. Ve libro abierto y, ya normal, recita:) “en la época de la reproducción se ven aparecer,
en la parte superior de las frondas, unos órganos de color rojizo …” (Se sorprende. Se tienta la
cara. Va hacia el espejo. Al ir a exprimirse una espinilla sacude la cabeza.) Estúpida. (vuelve al
libro. Se queda viéndolo, pensando en algo fijo. Se cubre la nariz con una mano. La descubre con
cólera. Da un golpe en la mesa.) Ojalá se muriera el Pinocho. Ojalá se muriera el pinocho. (Va al
buró. Del monedero saca un retratito. Coge del tocador un largo alfiler y pica el retrato
ferozmente.) Ahora le voy a enseñar su retrato, picoteado. Qué feo es. ¿Por qué será tan grosero?
El profe… Alfredo no lo soporta. Lo ha sacado de la clase tres veces. Yo creo que va a
reprobarlo. Hará muy bien. Hará muy bien. Quiere que aprenda yo a decir… Palabras ayer quería
que yo dijera una, y le pegué. Lo correteé por todos los corredores, hasta que salió la prefecta. La
cara que puso Hortensia cuando nos peleamos y le dije… Pu… ¡Ay, yo creí que deveras iba
acusarme y me dio un miedo!… Pero no. No es rajona. ¿Qué diría él… Alfredo… Si supiera que
le dije… Así a Hortensia? Cuando se acabe el año, cuando él nos de la última clase, le voy a
decir: “adiós, Alfredo”, y todos van a decir: “le dijo Alfredo al maestro”. Y yo le voy a tender la
mano y él se va a poner rojo, y me va a dar la mano por primera y última vez. ¡Maldito Pinocho!
Qué ganas de ser un gis, o cualquier cosa. Cualquier cosa. Si siquiera el uniforme no me quedara
chico… ¿qué objeto tiene que paguen los abonos de esta casa durante quince años? Dentro de
diez años la casa será nuestra, y yo andaré todavía con este mismo uniforme, y no habremos ido
nunca al cine… Con nuestro dinero. ¿Ves que cortó te queda? Si siquiera tuviera bonitas
piernas… ¿por qué no me engordarán un poco? Nunca más saldré con Pinocho… Crecen entre
las piedras de los montes. Presentan la particularidad de resistir mucho tiempo a la sequía… (Se
sienta en la ventana y mira hacia fuera. El sol le dora medio cuerpo) ¡mamá! ¿A qué horas
piensas que salga yo de aquí? En la estación de lluvias las frondas empiezan extenderse… El
pobre Pinocho se va a quedar esperándome. ¿Para qué picaría yo su retrato? Tomando entonces
el aspecto de un el hecho pequeño, de color verde…
TELÓN

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