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el espíritu de un joven estudiante?

No, las colonias no han XIX


hablado, y están a salvo. Tal vez su silencio sea el silencio de LOS NOVELISTAS DE LOS BARRIOS POBRES
los que aún no han nacido. Pero de los Estados Unidos ha Y LOS BARRIOS POBRES
surgido un grito dulce y sorprendente, tan inconfundible
como el lamento de un moribundo.
En nuestro tiempo corren ideas extrañas sobre la verda-
dera naturaleza de la doctrina de la fraternidad humana.
Se trata de algo que nosotros, pese a todo nuestro huma-
nitarismo moderno, no entendemos con mucha claridad,
y mucho menos practicamos estrictamente. Por ejemplo,
no hay nada particularmente antidemocrático en patear al
mayordomo escaleras abajo. Puede estar mal, pero no es
antidemocrático. En cierto sentido, un golpe o una patada
pueden ser considerados como una confesión de igualdad:
el hombre que se está enfrentando a su mayordomo cuerpo
a cuerpo está, prácticamente, concediéndole el privilegio
del duelo. No hay nada antidemocrático-aunque no sea
muy razonable-en esperar mucho del mayordomo y en-
trar en una especie de frenesí de sorpresa cuando él no
alcanza la estatura divina. Lo que sí es antidemocrático
y antifraternal es no esperar que el mayordomo sea más
o menos divino. Lo que es realmente antidemocrático y
antifraternal es decir, como dicen muchos de los modernos
humanitaristas: «Desde luego, hay que ser tolerantes con
los que están en un nivel inferior». Sin duda, pensándolo
bien, podría decirse, sin exageración alguna, que lo real-
mente antidemocrático y antifraternal es la práctica común
de evitar patear al mayordomo.
Esta afirmación sólo puede parecer poco seria porque
una vasta porción del mundo moderno está totalmente di-
vorciada del auténtico sentimiento democrático. Democra-
cia no es filantropía; no es ni siquiera altruismo, ni reforma
social. La democracia no se basa en la piedad por el hombre

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común; la democracia se basa en la reverencia por el hombre azar. Si no afirma que todos los hombres pueden gobernar,
común o, si se quiere, en el miedo a ese hombre. No repre- hace lo más democrático después de eso: afirma que cual-
senta al hombre porque el hombre sea infeliz, sino porque es quier hombre puede gobernar. La aristocracia hereditaria
sublime. No se opone tanto a que el hombre común sea un es algo mucho peor y más peligroso, porque el número y la
esclavo como a que no sea un rey, porque su sueño es siem- multiplicidad de una aris_tocracia le permiten, en ocasiones,
pre el de la primera República romana: una nación de reyes. hacerse pasar por una a"ristocracia del intelecto. Si son mu-
Después de una auténtica república, lo más democrá- chos, algunos de sus miembros sin duda tendrán cerebro:
tico que hay en el mundo es un despotismo hereditario. serán una aristocracia intelectual dentro de la aristocracia
Quiero decir un despotismo en el que no quede el menor social. Gobernarán a la aristocracia gracias a su intelecto y
vestigio de aquellas tonterías sobre el intelecto o sobre la al país en virtud de su aristocracia. Primará, por tanto, una
aptitud especial para el cargo. El despotismo racional-es falsedad doble, y millones de hombres, creados a imagen y
decir, el despotismo selectivo-ha sido siempre una mal- semejanza de Dios, que afortunadamente para sus esposas
dición para la humanidad , porque, cuando algo así tiene y familias no son ni aristócratas ni hombres inteligentes, se
lugar, el hombre común vive incomprendido y mal gober- verán de pronto representados por personas como el señor
nado por algún idiota presumido que no siente ningún res- Balfour o el señor Wyndham,' demasiado nobles para ser
peto fraternal por él. En cambio, el despotismo irracional simplemente inteligentes y demasiado inteligentes para ser
es siempre democrático, porque se trata del hombre común simplemente nobles. Pero incluso una aristocracia heredi-
entronizado. La peor forma de esclavitud es lo que se co- taria puede mostrar, de vez en cuando y por una suerte de
noce como cesarismo: la elección de un hombre osado o accidente, algo de la calidad básicamente democrática que
brillante como déspota sólo porque es el más apropiado corresponde al despotismo hereditario. Es divertido pensar
para ello. Tal cosa significa que los hombres eligen un re- cuánto ingenio conservador desperdiciaron en la defensa
presentante, no porque los representa, sino porque no los de la Cámara de los Lores unos hombres que se esforzaban
representa. La gente común confía en gente común, como como desesperados para probar que la Cámara de los Lores
Jorge III o Guillermo IV, porque ellos mismos son comu- estaba formada por hombres inteligentes. En realidad, hay
nes y pueden entenderlos: confían en personas comunes solamente una buena defensa de la Cámara de los Lores,
porque confían en sí mismos. Pero, cuando la gente confía aunque los admiradores de la nobleza son curiosamente
en un gran hombre, es porque no confía en sí misma. Por reacios a usarla; y es que la Cámara de los Lores, en su plena
eso, el culto de los grandes hombres aparece siempre en y debida fuerza, está formada por hombres estúpidos. De
tiempos de debilidad y cobardía; nunca oímos hablar de hecho, una defensa plausible de ese cuerpo, por lo demás
grandes hombres, más que en tiempos en que todos los indefendible, sería señalar que los hombres inteligentes
demás hombres son pequeños.
' Se refiere al político conservador Arthur James Balfour (r848-
El despotismo hereditario es, así, democrático en esen- ·1930) y a su secretario privado, George Wyndham (1863-19r3 ), ambos
cia y en sentimiento, porque elige de entre la humanidad al representantes poipulares a la vez que miembros de la nobleza.

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de la Cámara de los Comunes, que deben su poder a su las cosas simples e indispensables, resulta siempre difícil de
inteligencia, deberían en última instancia ser controlados describir. Pero, en nuestra esclarecida época, resulta parti-
por los hombres ordinarios de la Cámara de los Lores, que cularmente difícil de describir; y eso por la sencilla razón de
deben su poder al mero accidente. Por supuesto, habría que es particularmente difícil de encontrar. Se trata de cierto
muchas objeciones a una afirmación como esa, como, por instinto que permite reconocer las cosas que las personas
ejemplo, que la Cámara de los Lores, en gran parte, ya no es coinciden en considera~ excepcionalmente importantes, y
la Cámara de los Lores, sino una cámara de comerciantes y valorar como casi indeciblemente insignificantes las cosas
financieros, o que la gran mayoría de la nobleza no vota y, en las que la gente difiere. Un ejemplo aproximado en nues-
por lo tanto, dejan la cámara en manos de los presumidos, tra vida ordinaria sería la prontitud con que reconocemos
los especialistas y los viejos locos que la consagran como la mera humanidad en una situación desesperada o mortal.
su hobby. Pero, en algunas ocasiones, la Cámara de los Lo- Tras hacer un descubrimiento perturbador, diríamos: «Hay
res, aun con todas esas desventajas es, en cierto sentido, un hombre muerto debajo del sofá». Sería francamente im-
representativa. Cuando los aristócratas se agruparon para probable que dijéramos: «Debajo del sofá yace, muerto, un
votar en contra de la segunda ley de gobernación del señor caballero de considerable refinamiento personal». Diría-
G ladstone, por ejemplo, quienes decían que los nobles re- mos: «Una mujer ha caído al agua», y no: «Üna dama de
presentaban al pueblo inglés tenían toda la razón. Todos modales exquisitos ha caído al agua». Nadie diría: «Acabo
esos simpáticos ancianos que, por casualidad, habían na- de ver, en tu jardín, el cadáver de un gran pensador». Nadie
cido nobles, en ese momento y para esa cuestión, eran la diría: «A menos que corras a detenerlo, un hombre con un
contrapartida exacta de todos los simpáticos ancianos que, excelente oído para la música saltará desde ese acantilado».
por casualidad, habían nacido pobres o de clase media. Pero ese instinto, que todos tenemos en relación con cosas
Esa multitud de nobles realmente represen taba al pueblo como el nacimiento y la muerte es, para algunas personas,
inglés; quiero decir, eran honestos, ignorantes, vagamente natural y constante en todos los momentos normales y en los
entusiastas, casi unánimes, y estab an evidentemente equi- lugares ordinarios. Era así en san Francisco de Asís. Era así
vocados. Desde luego, la democracia racional es mejor que en Walt Whitman. Tal vez no se pueda esperar que impregne
el azaroso método hereditario como expresión de la volun- toda una comunidad o una civilización entera en ese grado
tad pública: si hemos de tener algún tipo de democracia, extraordinario y espléndido, pero una comunidad puede
que sea una democracia racional; pero si hemos de tener tener mucho más de ese instinto que otra comunidad, una
algún tipo de oligarquía, que sea una oligarquía irracional. civilización mucho más que otra civilización. Posiblemente,
Así, al menos, seremos gobernados por seres humanos. ninguna comunidad ha tenido nunca tanto de ese instinto
Pero, lo que realmente se necesita para que la democracia como los primeros franciscanos. Y posiblemente ninguna
funcione como debe, no es meramente el sistema democrá- comunidad ha tenido nunca tan poca como la nuestra.
tico, ni tampoco la filosofía democrática, sino la emoción Todo en nuestra época posee, silo examinamos cuidado-
democrática. La emoción democrática, como la mayoría de samente, esa calidad fundamentalmente antidemocrática.

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En lo que se refiere a la religión y la moral debemos admitir siempre preguntándose: «¿Qué leyes estamos obligados a
que, desde siempre, los pecados de las clases instruidas son obedecer?». Quizás nunca haya habido un estad o pura-
tan grandes, o quizá mayores, que los pecados de los pobres mente democrático. Pero incluso las épocas feudales eran,
e ignorantes. Pero la gran diferencia entre la ética medieval, en la práctica, democráticas en lo siguiente: cada poten-
por ejemplo, y la nuestra es que la nuestra concentra toda su tado feudal sabía que cualquier ley que dictara muy pro-
atención en los pecados de los ignorantes, y prácticamente bablemente se volvería.contra él. Podían desplumarle por
niega que los pecados de la gente instruida sean realmente violar una ley sun tuaria. Podían cortarle la cabeza por alta
pecados. Siempre estamos hablando del pecado que supo- traición. Las leyes modernas son casi siempre leyes hechas
ne beber sin medida, porque es muy evidente que éste es para afectar a la clase gobernada, pero no a los gobernantes.
más común entre los pobres que entre los ricos. En cambio, Tenemos leyes sobre las licencias para las tabernas, pero no
pasamos la vida negando que exista el pecado del orgullo, leyes suntuarias. Es decir, tenemos leyes contra los feste-
porque resulta evidente que éste es más común entre los jos y la hospitalidad de los pobres, pero no tenemos leyes
ricos que entre los pobres. Siempre estamos dispuestos a contra los festejos y la hospitalidad de los ricos. Tenemos
ver como un santo o un profeta al hombre instruido que leyes contra la blasfemia, es decir, contra cierto tipo de
va a casas humildes a dar algún generoso consejo a los no lenguaje burdo y ofensivo que probablemente nadie más
instruidos. Pero la idea medieval de un santo o un profeta que un hombre muy oscuro y tosco se permitiría emplear.
era algo muy distinto. El santo o profeta medieval era un Pero no tenemos leyes contra la herejía, es decir, contra el
hombre sin instrucción que entraba en las grandes man- envenenamiento intelectual de todo el pueblo, cosa que
siones a dar algún generoso consejo a los instruidos. Los sólo un hombre próspero y prominente podría lograr. Lo
antiguos tiranos tenían insolencia suficiente para despojar malo de la aristocracia no es que necesariamente conduzca
a los pobres, pero no tenían insolencia suficiente para pre- a infligir cosas malas o a padecer cosas tristes; lo malo de
dicar ante ellos . Los nobles oprimían a los barrios pobres, la aristocracia es que lo coloca todo en manos de una clase
pero eran los barrios pobres los que amonestaban al noble. de gente que siempre puede infligir lo que nunca ha de
Y, así como hoy somos antidemocráticos en la fe y la moral, padecer. Lo que infligen puede ser, en su intención, bueno
también somos, por la naturaleza misma de nuestra actitud o malo, pero eso no los hace menos frívolos . El cargo con-
en tales materias, antidemocráticos en el tono de nuestra tra la clase gobernante de la Inglaterra moderna no es en
política práctica. Prueba suficiente de que no somos un absoluto que sean egoístas: si se q uiere, podríamos decir
estado esencialmente democrático es que siempre esta- que los oligarcas ingleses son fantásticamente altruistas; el
mos preguntándonos qué debemos hacer con los pobres. cargo contra ellos es, simplemente, que, cuando legislan
Si fuésemos demócratas estaríamos preguntándonos qu6 para todos los hombres, se omiten siempre a sí mismos.
deberían hacer los pobres con nosotros. Entre nosotros, la Somos antidemocráticos, p ues, en nuestra religión, co-
clase gobernante siempre está preguntándose: «¿Qué leyes mo lo prueban nuestros esfuerzos por «elevar» a los po-
haremos?». En un estado puramente democrático estaría bres. Somos· antidemocráticos en nuestro gobierno, como

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lo prueba nuestra inocente intención de gobernarlos bien. go, mientras no haga más que and ar buscando impresiones,
Pero, por encima de todo, somos antidemocráticos en o en otras palabras, copiando, su oficio, aunque deslucido,
nuestra literatura, como lo prueba el torrente de novelas es honesto. Pero cuando intenta h acer creer que está descri-
sobre los pobres y los sesudos estudios sobre los pobres biendo el núcleo espiritual de un vendedor callejero, sus vi-
que nuestros editores derraman todos los meses. Cuanto cios imprecisos y sus delicadas virtudes, entonces debemos
más «moderno» es el libro, más seguro es que carecerá de objetar que esa afirmación es absurda; debemos recordarle
sentimiento democrático. que es un periodista y nada más. Su autoridad psicológica
Un hombre pobre es un hombre que no tiene mucho es mucho menor incluso que la del tonto misionero. Porque
dinero. Esto puede parecer una descripción simple e inne- él es en sentido literal y derivativo un periodista, mientras
cesaria, pero frente a una gran masa de hechos y ficciones que el misionero es un eternalista. El misionero por lo me-
modernas parece absolutamente indispensable; la mayoría nos p retende tener una versión de la suerte del hombre en
de nuestros realistas y sociólogos hablan del hombre pobre todos los tiempos; el periodista sólo pretende tener una
como si se tratase de un pulpo, o un lagarto. Estudiar la psi- versión de lo mismo de día en día. El misionero vine a de-
cología de la pobreza no es más necesario que estudiar la cirle al h ombre pobre que está en la misma situación que
psicología del mal carácter, o la psicología de la vanidad, o todos los hombres. El periodista va a decirles a otras perso-
la psicología de los espíritus animales. Un hombre debe sa- nas cuán diferente es el hombre pobre de todos los demás.
ber algo de las emociones que siente un hombre agraviado, Si las modernas novelas sobre los barrios pobres, como
no por ser agraviado, sino simplemente por ser hombre. Y las novelas del señor Arthur Morrison, o las muy bien escri-
debería saber algo de las emociones que siente un hombre tas novelas del señor Somerset Maugham, se proponen ser
pobre, no por ser pobre, sino simplemente por ser hom- sensacionales, sólo puedo decir que se trata de un objetivo
bre. Por lo tanto, frente a cualquier escritor que describa noble y razonable, y que lo alcanzan. Una sensación, una
la pobreza, mi primera objeción a él es que ha estudiado el sacudida de la imaginación, es siempre algo bueno y esti-
tema. Un demócrata lo habría imaginado. mulante, como el contacto con el agua fría. Y, sin duda, los
Se han dicho muchas cosas duras sobre los paseos por h ombres siempre buscarán sensaciones de muy distintas
los barrios pobres: paseos religiosos y paseos políticos y maneras, entre otras, en la forma del estudio de las extrañas
sociales, pero seguramente el más despreciable es el paseo costumbres de pueblos remotos o extraños. En el siglo XII,
artístico por los barrios más pobres. Por lo menos el que podían obtener esa buscada sensación leyendo sobre los
quiere enseñar religión supuestamente está interesado en h ombres de cabeza de perro de África. En el siglo xx la han
el vendedor callejero porque es un h ombre; el político, obtenido leyendo sobre los boers afri canos: hombres de
en algún sentido oscuro y perverso, está interesado en el cab eza de cerdo. Es preciso admitir que, entre los hombres
vendedor callejero porque es un ciudadano; el desdichado del siglo XII y los del siglo xx, estos últimos son, de alguna
escritor es el único que está interesado en el vendedor call e- manera, los más crédulos, porque no hay registro de que
jero solamen te porque es un vendedor callejero. Sin embar- los hombres del siglo XII hayan organizado una cruzada

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sanguinaria exclusivamente con el propósito de modificar un hombre sin refinamiento alguno. En las descripciones
la singular forma de la cabeza de aquellos africanos. Pero hechas por hombres ricos, los pobres hablan siempre con
es posible, y quizás esté incluso justificado, dado que todos rudeza, con mucho acento y con voz ronca. Si los pobres
esos monstruos se han desvanecido de la mitología popular, escribieran novelas sobre ustedes o sobre mí, muy proba-
que hoy alimentemos nuestra ficción con la imagen del ho- blemente describirían nuestras voces como absurdamente
rrible y peludo habitante de los barrios pobres, simplemen- agudas y afectadas; una'voz que, por nuestra parte, sólo
te para mantener vivo en nosotros ese asombro, ese temor podríamos atribuir a la falsa duquesa de una farsa en tres
infantil ante las peculiaridades de los otros. Con mucho actos. El éxito del novelista que cuenta historias sobre los
más sentido común del que hoy estaríamos dispuestos a barrios pobres depende de determinados detalles que de-
admitir, la Edad Media veía la historia natural, en el fondo, ben resultar extraños a la realidad de sus lectores; y ese
como una especie de gran broma: para ellos lo importante detalle, en sí mismo, no puede pasar desapercibido. El
era el alma. Por eso, aunque tenían una historia natural que efecto que causa el novelista que cuenta historias sobre los
incluía hombres con cabeza de perro, no afirmaban tener barrios pobres depende de que describa con todo detalle
un saber psicológico sobre esos extraños hombres. No se cómo una misma niebla gris envuelve la mísera fábrica y la
creían capaces de reflejar el alma de un hombre con cabe- mísera taberna . Sin embargo, está claro que, para aquellos
za de perro, de comprender sus secretos más íntimos o de a quienes intenta retratar, la diferencia entre la fábrica y
elevarse con él en sus meditaciones más profundas. No es- la taberna es comparable a la que habría, a nuestros ojos,
cribían novelas sobre ese ser semicanino, atribuyéndole las entre quedarse hasta tarde en el despacho o ir a cenar en
morbosidades más antiguas y las más candentes modas. Silo Pagani's. El novelista de los barrios pobres se contenta con
que buscamos es que los lectores se estremezcan y reaccio- señalar que, a los ojos de la clase baja, la suciedad hace in-
nen, es permisible retratar a los hombres como monstruos: distinguible una pala de un jarro de peltre. Pero está claro
hacer reaccionar a cualquiera es siempre un acto cristiano. que, para aquellos a quienes supuestamente busca retratar,
Pero no es plausible retratar hombres que se ven a sí mismos la diferencia entre ambas cosas está tan clara como la que
con la curiosidad y con el estremecimiento de quien mira un uno de nosotros percibiría entre un libro cualquiera y una
monstruo. En resumen, nuestra imagen de los barrios po- edición de lujo. El claroscuro de la vida se pierde inevi-
bres es defendible como ficción estética, pero indefendible tablemente, cuando insistimos en ver las luces brillantes
como hecho espiritual. y las sombras como si ambas fuesen gris claro. Pero las
Su intención de retratar la realidad topa con un obstá- luces brillantes y las sombras no son gris claro, ni para los
culo enorme: quienes escriben estas novelas, lo mismo que habitantes de los barrios pobres, ni para nosotros. Sólo un
quienes las leen, pertenecen a las clases medias o altas; o, hombre que fuese capaz de compartir los placeres de los
cuando menos, provienen de lo que con dudosa exactitud pobres sería capaz de expresarlos. Las novelas a las que nos
solemos describir como las clases instruidas. Un hombre referimos no dan cuenta de la psicología de la pobreza, dan
refinado difícilmente puede imaginar la vida como la vería cuenta de la psicología de la riqueza, y de lo que ésta expe-

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rimenta cuando entra en contacto con la pobreza. No son en el Battersea High Road hay mujeres pobres que efecti-
un auténtico retrato de los barrios pobres, son apenas una vamente dicen «¿Creéis que venderé a mi propia hija?».
sombría y terrible descripción del estado de quienes van a Lo dicen cada vez que se presenta la ocasión; puede oírse
visitar los barrios pobres. Podrían aducirse innumerables como una especie de murmullo o balbuceo a lo largo de
ejemplos como muestra de que esos escritores realistas toda la calle. En lo que se refiere al arte dramático, parece
esencialmente no son del pueblo ni sienten simpatía por rancio y flojo que un trabajador que se enfrenta a su patrón
éste. Pero quizás el ejemplo más simple y más obvio, con le diga: «Soy un hombre». Pero un trabajador dice «Soy un
el que podríamos concluir, es el mero hecho de que son es- hombre» dos o tres veces al día. De hecho, posiblemente
critores realistas. Los pobres tienen muchos vicios, pero en sea tedioso oír a hombres pobres actuando de forma me-
su favor ha de decirse que nunca son realistas. Los pobres lodramática tras las candilejas, pero eso es porque siempre
son melodramáticos y románticos hasta la médula; todos podemos oírlos actuando de forma melodramática en la
los pobres creen en elevados lugares comunes morales y calle. En suma, el melodrama, si es aburrido, es aburrido
en máximas de cuaderno escolar. Probablemente ése es porque es demasiado exacto. Algo muy similar se da en las
el significado final la frase: «Bienaventurados los pobres». historias sobre escolares. Stalky and Co. [Stalky y compa-
Bienaventurados los pobres, porque siempre están crean- ñía] , del señor Kipling, es mucho más divertida (si estamos
do la vida, o tratando de crearla como en una comedia del hablando de diversión) que Eric o Uttle by Uttle [Poco a
teatro Adelphi. Algunos inocentes educacionistas y filán - poco], del difunto Dean Parrar. Pero Erices inconmensu-
tropos (porque hasta los filántropos pueden ser inocentes) rablemente más parecida a la vida escolar real, porque la
han expresado un grave asombro por el hecho de que los vida escolar real, la adolescencia real, está llena de las co-
pobres prefieren sanguinarias ficciones de diez céntimos a sas que pueblan Eric: de presunción, de tosca religiosidad ,
los tratados científicos, y los melodramas a las obras que re- de pecados tontos, de débiles pero continuos intentos de
tratan problemas reales. La razón es muy simple. Sin duda, ser heroico; en una palabra: está llena' de melodrama. Y
una historia realista es más artística que la historia melo- si queremos poner una base firme para cualquier intento
dramática. Si lo que uno busca es destreza en la ejecución, de ayudar a los pobres, no debemos volvernos realistas y
mesura y unidad, la historia realista aventaja con mucho mirarlos desde fuera. Debemos volvernos melodramáticos
al melodrama. En todo lo que se refiere a la luz, al brillo y y verlos desde dentro. El novelista no debe sacar su libreta
ornamento, la historia realista aventaja con mucho al me- y decir: «Soy un experto». No, debe imitar al trabajador
lodrama. Pero el melodrama tiene por lo menos una gran en la obra del Adelphi. Debe golpearse el pecho y decir:
ventaja sobre el realismo: se parece mucho más a la vida. «Soy un hombre».
Se parece mucho más al hombre; especialmente al hombre
pobre. Cuando una mujer pobre dice en el teatro Adelphi:
«¿Creéis que venderé a mi propia hija?», aquello suena a
nuestros oídos tremendamente banal y nada artístico. Pero

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G. K . CHESTERT ON

HEREJES
TRADUCCIÓN DEL INGLÉS
DE STELLA MASTRANGELO

CORREGlDA POR JOSÉ VIVAR

BARCE LO NA 2009 t ACAN T <LADO

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