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Al examinar los antecedentes de esta institución, encontramos que la misma aparecía como un avance

–si se la mira desde el punto de vista de los pueblos germánicos-, o bien como un retroceso, si se la
mira desde el punto de vista de la población romanizada. En efecto, para los primeros habría
representado el paso de una sociedad parental a una sociedad civil, mientras que para los segundos
implicaba prácticamente el proceso inverso.
El concepto de feudalismo reúne elementos personales, económicos y políticos. Desde el primer
aspecto, nótese que Roma aportó el patrocinium y el derecho germánico el comitatus, que reforzaba la
relación personal, añadiendo a la necesidad el entusiasmo y la devotio. La invasión musulmana
transformó esta relación de la devotio, cuyo premio era el botín obtenido en las incursiones de
bandidaje, por un sistema más amplio que incluía el servicio militar obligatorio. El patrocinium y el
comitatus se combinaron en la institución de la encomienda (conmendatio) para constituir el vasallaje
del feudalismo medieval propiamente dicho, el cual no solo involucraba protección sino también
obligaciones militares.
Desde el punto de vista económico, el punto de partida del feudalismo fue el precariun romano, que
consistía en que los hombres libres carentes de protección entregasen sus tierras u otros bienes al
señor local para que éste, estimulado por este aporte, les brindase la necesaria protección. Con motivo
de las invasiones musulmanas, los reyes francos se apoderaron de algunas propiedades eclesiásticas,
las que entregaron a sus súbditos a fin que contratasen con ellas soldados y equipamiento para los
mismos. En otras palabras, estos súbditos fieles recibían un beneficius del señor en compensación a las
prestaciones militares cumplidas. Gradualmente, el beneficiuos se hizo hereditario con lo que se
transformó en feudo. El vasallo poseía, administraba y transmitía su feudo a cambio de definidas y bien
reconocidas obligaciones de carácter personal y militar hacia su señor. De esta manera, el primero
recibía la necesaria protección mientras que el segundo obtenía el poder y prestigio que ambicionaba.
Los aspectos políticos y jurídicos del sistema feudal se manifestaban en los principios del localismo y la
inmunidad. Dado que el rey no era lo suficientemente poderoso para imponer su autoridad y proteger a
las comunidades locales, la política y la ley descansaron en la institución de la inmunidad. Los señores
feudales estaban obligados a cumplir obligaciones específicas respecto de sus reyes, pero una vez que
las cumplían, gozaban de una soberanía esencial sobre sus propios dominios. Tanto en el orden legal
como en el práctico, estaban a salvo de la intervención real y tenían poder para controlar y gobernar sus
propios territorios, de acuerdo a lo establecido en las Leyes y Capitulaciones y en la práctica
consuetudinaria. La descentralización fue casi absoluta y de esta manera continuó hasta la desaparición
del sistema feudal, como consecuencia del nacionalismo y del creciente poder de los reyes.
La unidad económica predominante en este época fue el latifundio, que sin perjuicio de su función
agrícola, albergaba en su interior la producción de los elementos básicos para la subsistencia,
generando este último hecho lo que Pirenne denomina "comercio accidental", caracterizado por el
intercambio ciertamente limitado de los pequeños excedentes producidos. Sobre la base de esta
circunstancia, el autor citado entiende impropio calificar a esta economía como "cerrada", debiéndose
más bien conceptuarla como una economía sin mercados exteriores.
El comercio local durante la Alta Edad Media, entonces, habría revestido escasa importancia, dado que
se limitó a subvenir las necesidades básicas de la subsistencia junto con las no menos básicas de
interacción social que definen a los

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hombres de todas las épocas. Piénsese que en aquellos tiempos la visita al mercado era una de las
pocas distracciones posibles.
Los mercaderes profesionales prácticamente no existieron durante este período y, los pocos que se
encontraban, fueron casi invariablemente judíos. Ellos se dedicaron principalmente al tráfico de las
especias y de las telas preciosas, encontrándose entre su reducida pero selecta clientela, la propia
Iglesia. Importaban pimienta, que por su carácter exótico se había vuelto muy codiciada, tanto es así
que frecuentemente era utilizada como medio de pago. También importaron esmaltes y marfiles de
fabricación oriental, que constituyeron el lujo de la aristocracia.
Bibliografía:
Ferguson, J.M. (1994) Historia de la Economía. FCE.
Martin Merino, M. (1986) Historia de la Economía Mundial. ESAE.
Pirenne, H. (1994). Historia Económica y Social de la Edad Media. FCE.

2.2. La economía agraria: régimen señorial, transformaciones agrícolas:

Durante la mayor parte de la Edad Media, el ámbito rural predomina sobre el urbano y sin bien
carecemos de estadísticas precisas, es posible estimar la población urbana en un 10% de la población
total.
Desde un punto de vista económico, la sociedad medieval fue esencialmente agrícola, habiendo sido el
latifundio la unidad más característica. Este alcanzó su apogeo hacia el siglo XII, con extensiones que
tenían en promedio unas cuatro mil hectáreas. Pertenecían a un señor y estaban divididos en
circunscripciones, colocadas bajo la jurisdicción de una corte. La administración general del territorio
estaba a cargo de un mayordomo.
Las tierras constituyeron el dominio o reserva señorial, de uso exclusivo del señor. Junto a ellas,
estaban las tierras ocupadas por los colonos y siervos, gravadas con faenas gratuitas y prestaciones
casi siempre en especie, en provecho del señor, quien mantenía la titularidad de las tierras.
Si bien la esclavitud como institución había desaparecido, el régimen al que estaban sometidos los
colonos y los siervos no era muy diferente de aquella. La diferencia entre unos y otros, era también muy
relativa. Los habitantes de los señoríos estaban sujetos a la jurisdicción judicial y religiosa del señor,
quien a tal efecto mantenía tribunales y la parroquia local, cuyo titular es igualmente nombrado por el
señor.
El señorío, por consiguiente, más que un carácter económico, revistió un carácter patriarcal:
"¿Qué es el señor (senior), si no el anciano cuyo poder se extiende sobre la familia que protege? Pues
es indudable que la protege. En tiempo de guerra, la defiende contra el enemigo y le abre el refugio de
las murallas de su fortaleza. Además, su interés más evidente ¿no es ampararla, puesto que vive de su
trabajo?" (Pirenne).
El carácter económico de los señoríos, insistimos, es bastante limitado. Al no contar con mercados
exteriores, la producción no tenía por objetivo el generar excedentes,

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