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ASPECTOS FUNDAMENTALES

EDAD MEDIA EUROPEA

INDICE

FEUDALISMO

Razón de ser del feudalismo en Europa

La encomendación y el feudo

Ventajas y desventajas del Feudalismo

Elementos de la sociedad feudal

La economía feudal

ESPACIO RURAL

Introducción a la agricultura medieval

Los productos agrarios

Las innovaciones técnicas del siglo XI en la agricultura

Aspectos sociales y económicos de la agricultura medieval

ESPACIO URBANO

Decaimiento de la sociedad urbana durante la Alta Edad Media

El renacimiento de la ciudad medieval en los siglos XI y XII

Nuevos requisitos para la nueva ciudad medieval

Nuevas órdenes religiosas urbanas

ECONOMÍA

La sociedad feudal y la economía

La Economía en la España Medieval cristiana

Agricultura y ganadería

Gremios artesanos

La comercialización

La expansión del comercio medieval

El Comercio local

El Comercio Regional

El Comercio Internacional con Asia

Comercio internacional intraeuropeo

La crisis comercial, los descubrimientos y el comercio moderno

Fuente: http://www.arteguias.com/
(Autor del texto del artículo/colaborador de ARTEGUIAS: Ana Molina Reguilón)
FEUDALISMO

Razón de ser del feudalismo en Europa


El feudalismo fue un sistema social y político que surgió a principios de la Edad Media y se desarrolló e
instaló en Europa durante varios siglos (siglos alto medievales), aunque en constante evolución.
Como ocurre con todas las formas sociales nuevas, el feudalismo se desarrolló adoptando muchos
aspectos del orden antiguo, ajustándolos a las necesidades presentes.

Esta nueva sociedad surgió en respuesta a presiones exteriores e interiores que actuaban sobre el
sistema anterior. Los procesos de esta índole rara vez son el resultado de decisiones formales, sino la
solución que los hombres dan a unas circunstancias ambientales cambiantes, lo que es
particularmente cierto en el caso del feudalismo, al que dio paso el decadente sistema romano en su
última fase.

En efecto, para entender la implantación del feudalismo hay que recordar la evolución de los últimos
siglos del Imperio Romano. El fuerte y centralizado poder estatal del alto imperio y la sociedad urbana
romana dejó paso a un progresivo debilitamiento de la autoridad y una ruralización en aumento de la
población

En este contexto, la necesidad más acuciante de la sociedad tardorromana y de la de los primeros


tiempos medievales era la protección: protección contra los invasores bárbaros, los bandidos y los
campesinos en rebelión.

El aparato estatal, antes poderoso, era ahora demasiado débil para cumplir con sus obligaciones; en
su decadencia, se veía incapaz de hacer justicia y proporcionar paz y protección a los ciudadanos.

En tales circunstancias, el pueblo se vio obligado a establecer por si mismo la forma de organizarse y
generar un sistema donde la seguridad fuese el elemento prioritario.

La encomendación y el feudo
La antigua tradición romana del patrocinio era una relación entre dos hombres libres. Mediante el acto
de la encomendación, un hombre libre se colocaba bajo la protección de un señor, a quien el
encomendado debía servir y respetar a cambio desostenimiento y protección. Esta situación dio lugar
más tarde a contratos escritos que regulaban el grado de compromiso de ambas partes.

Ante la existencia de peligros reales, la encomendación se convirtió en feudo, o cesión. El hombre libre
cedía sus tierras y su libertad a un noble con recursos para la guerra, a cambio de protección; en otras
palabras cambiaba su libertad por seguridad.

Las malas comunicaciones, los caminos casi intransitables, contribuyeron al aislamiento y a la división
de las comunidades medievales europeas. Aunque seguían existiendo residuos del antiguo poder
central en forma de monarquías, las órdenes de los reyes no iban más allá de los muros de palacio.
Europa era literalmente un conglomerado de miles de campamentos armados semi independientes.

Estas divisiones no podían durar por tiempo indefinido. Todo el Occidente europeo vivía en una
amenaza constante. Al sur, los musulmanes representaban un grave peligro; al este ocurría lo mismo
con los ejércitos hunos, mongoles y eslavos. Los vikingos saqueaban prácticamente sin oposición las
costas del norte en los siglos IX y X.

Ofrecer protección ante tan intensos peligros era algo que sobrepasaba la capacidad incluso de los
más poderosos señores feudales. Para hacer frente a tales amenazas surgió una compleja red de
relaciones, en la que todos prestaban fidelidad y obediencia a alguien más poderoso, hasta llegar al
monarca, que lo hacía ante Dios.
Como contrapartida por la ayuda recibida, existía el compromiso de ofrecer un determinado número de
hombres para servicios militares, siempre que se les requiriese para ello.

Ventajas y desventajas del Feudalismo


La mala prensa que en los tiempos contemporáneos ha tenido el feudalismo (paradigma de la tiranía
de los poderosos sobre los humildes) se debe a que la producción agrícola fue en muchos casos
insuficientes para ser útil al sistema, lo que provocó hambruna.

La rudimentaria agricultura de la época y el ineficiente sistema de cultivo no permitían la acumulación


de reservas, Si las cosechas fallaban, lo que ocurría a menudo, el hambre hacía en seguida su
aparición.

Y es que si bien los campesinos tenían tierras como parte del contrato feudal, su primera
responsabilidad era ocuparse del ganado y de las cosechas de su señor. Si la tormenta o el fuego las
amenazaban, la primera que había que poner a salvo era la del señor.

Por ello el agricultor tenía que esforzarse denodadamente en producir lo suficiente para mantener a su
familia y además asegurar el alimento de la nobleza y al clero, que no eran productores. Esto no
siempre se conseguía, generando la citada pobreza y hambre entre la población base de la sociedad.

Pero no hay que ver en el feudalismo medieval en Europa sólo bajo este prisma completamente
negativo.

Para empezar, la sensación de pérdida de libertad era relativa pues las comunidades de la Alta Edad
Media en Europa eran bastante cerradas y viajar suponía pasar de una comunidad cerrada a otra igual
por unos malos caminos y en constante peligro de ataque.

Además, si el feudalismo impuso al siervo la obligación del servicio prioritario a su señor, impuso
también a éste la obligación de ayudar al siervo en momentos de necesidad y de guerra, lo que era
bastante frecuente.

Afortunadamente, la autoridad de la Iglesia sobre los poderes temporales y el fenómeno de las


peregrinaciones permitió cierta libertad de tránsito de unas comunidades a otros con fines religiosos
(por ejemplo para realizar viajes de penitencia a un monasterio o catedral donde se guardaban
reliquias) y éste fue el punto de arranque de una nueva sociedad en la que el movimiento de gentes,
comercio, ideas nuevas, etc. se hacía mayor.

Éste es el inicio de una sociedad que se fue renovando y modernizando (no hay que olvidar el llamado
"renacimiento románico" del siglo XI) hasta alcanzar la plenitud en el siglo XII y XIII.

Elementos de la sociedad feudal


El feudalismo es un fenómeno propio del reino franco, es decir, los territorios incluidos entre los ríos
Rin y Loira, que se vio acelerado por las guerras civiles y las invasiones que experimentó durante los
siglos posteriores al Imperio carolingio, y que se articula alrededor de dos elementos clave, el vasallaje
y el feudo. Ante la inseguridad reinante, muchos propietarios de tierras buscaron el amparo y
protección de otros señores más poderosos, a cambio de cederles su vasallaje y fidelidad o un censo o
gravamen. De esa forma, la pequeña propiedad pasaba a ser de tipo feudal o censal, respectivamente.
Los señores intermedios entre éstos y la autoridad real fueron adquiriendo cada vez más poder, tanto
sobre la tierra como sobre los hombres vinculados a ella, de tal manera que paulatinamente fue
desapareciendo la propiedad libre. Para asegurarse la lealtad del vasallo, el señor le entregaba a
cambio un bien de naturaleza real, el feudo; éste se materializaba en forma de tierras o derechos, pero
nunca con la propiedad plena sobre el mismo.
El acuerdo entre ambos se efectuaba mediante la ceremonia del homenaje, por la cual el vasallo
juraba fidelidad al señor, y éste lo acogía, ofreciéndole defensa y protección. La fidelidad estaba
generalmente centrada en el campo militar, de manera que el vasallo se obligaba ante su señor a
prestarle asistencia en caso de guerra, si bien el tipo de ayuda variaba mucho entre lugares o épocas.
Así, podía tratarse, entre otras obligaciones, de combatir a su lado, prestarle contingentes, simples
servicios de vigilancia, una contribución a las cargas financieras que suponían las campañas o incluso
participar en el pago de rescate en caso de que aquél fuese capturado. En algunas zonas, como
Francia o Alemania, el vasallo debía asesorar al señor en la toma de decisiones importantes.

Con el tiempo, el título de propiedad del feudo pasó a ser hereditario, pero el homenaje debía
renovarse en cada transmisión. Este hecho contribuyó a que se concentrasen o, según los casos, se
fraccionasen los feudos, de manera que los vasallos principales se convertían a su vez en señores de
otros vasallos de nivel inferior, quienes podían hacer lo mismo. Así, aparecieron diversas figuras como
los alcaides o castellanos, encargados de la administración y defensa de un castillo y las tierras que le
correspondían, para lo que disponían también de otros combatientes bajo su mando, o los
ministeriales, jueces, notarios y maiores, figuras todas ellas de tipo civil, encargadas de representar la
autoridad pública en sus distintos órdenes.

Toda esta variedad de personajes conllevó la aparición de jerarquías entre ellos, pero en ocasiones se
convirtió en fuente de conflictos, pues se daban casos en que un mismo vasallo lo era a la vez de más
de un señor, o que señores de un nivel similar en la jerarquía se enfrentaban entre sí. Para evitar estas
situaciones, en la Francia del siglo XII apareció la posibilidad de que un siervo pudiera remontarse
incluso hasta el rey, como autoridad superior, al objeto de apelar decisiones de su señor.

La economía feudal
Todo el sistema estaba basado, como vemos, en una asistencia mutua entre señor y vasallo, la de
este último de tipo militar en la mayoría de las ocasiones; esto implicaba la necesidad de recursos para
sufragar los gastos que suponía el mantenimiento de un caballo, un castillo o un contingente militar.
Por este motivo, el feudo debía tener capacidad para generar ingresos suficientes a quien lo
detentaba. Sobre el dominio señorial se percibían unas prestaciones que podían ser en especie o
monetarias, como jornadas de trabajo en las tierras del señor, pago de tributos, contribuciones y tasas,
o por la utilización de determinados servicios o bienes (molinos, montes, puentes o caminos); con
carácter excepcional, el señor también podía percibir ingresos por la venta de tierras (laudemio) o la
redención de obligaciones (remensa).

Entre las múltiples figuras que se crearon para recaudar ingresos, destaca el diezmo, percepción que
cobraba el señor por el mantenimiento y reparación de un templo que era utilizado por los aldeanos
como parroquia. Los señores feudales no eran siempre militares, sino que la propia Iglesia estaba
también integrada en este sistema. Las catedrales, abadías y monasterios tenían también posesiones,
y el diezmo se convertía así en una de sus fuentes principales de recursos.

Finalmente, junto con estos derechos económicos claramente pecuniarios, había otros más sutiles,
conocidos con el nombre genérico de banalidades, habituales en los siglos XII y XIII. Consistían en la
imposición de obligaciones del tipo de acudir exclusivamente al molino de señor, por ejemplo, o
prohibiciones de llevar a cabo determinadas faenas del campo hasta una determinada fecha, para que
el señor pudiera vender antes su producción. Estos derechos eran más de tipo jurisdiccional, pues
eran impuestos directamente por el señor mediante un bando (bannum, de ahí su nombre).
ESPACIO RURAL

Introducción a la agricultura medieval


La economía del imperio romano se basaba principalmente en el mundo agrario, manteniendo un
cierto comercio e intercambio de productos agrarios entre los distintos territorios.

Tras su caída como consecuencia de la llegada y el asentamiento de los pueblos bárbaros, durante los
primeros siglos de la Edad Media este modelo se hizo mucho más cerrado, apareciendo una
agricultura básicamente destinada a la población local, y con un sistema de cultivos muy homogéneo
en toda Europa: huertas de frutas y hortalizas en las proximidades de las poblaciones, un poco más
allá leguminosas y cultivos de regadío y, finalmente, tierras de secano destinadas a cereales.

Junto con esto, las tierras no roturadas proporcionaban pastos para el ganado y bosques donde se
obtenía caza, recolección de frutos y leña.

Con la expansión demográfica medieval y la llegada de nuevos pueblos, este esquema se fue
modificando paulatinamente. El crecimiento de las poblaciones hizo necesaria la roturación de nuevas
tierras, y la aparición del sistema feudal llevó a los propietarios y buscar la consecución de mayores
ingresos provenientes de la tierra. Ambos hechos impulsaron la aparición de nuevas técnicas que
provocaron una verdadera revolución en el mundo rural y en la agricultura medieval, conocidos hasta
entonces.

Los productos agrarios


Aunque el modelo era similar en toda Europa, podemos distinguir tres paisajes claramente
diferenciados en el continente:

• En el norte la producción era fundamentalmente nómada y ganadera

• En el centro predominaba el regadío

• En el sur, más seco, el cultivo de cereales, leguminosas o algodón se combinaba a la


perfección con la producción de vino y aceite mediterráneos, así como las frutas y hortalizas,
gracias al regadío mediante sistemas de canales y el uso de la noria introducidos por los
árabes.

La ganadería suministraba también numerosos productos al consumo humano, tanto para la


alimentación (carne, leche) como para el vestido (lana o cuero) o la elaboración de manuscritos
(pieles). Además, determinados animales servían también como fuerza de trabajo en la agricultura,
como el buey o el caballo. Para mantener estas cabañas, había que hacer uso de pastos y zonas
baldías.

La importancia de la producción y los trabajos en la agricultura era hasta tal extremo fundamental, que
marcaba la vida y la existencia de toda una comunidad, ya fuese militar, religiosa o aldeana.

Los calendarios se podían establecer a partir de los trabajos agrícolas, identificándose cada mes con
su tarea correspondiente, y son numerosos los ejemplos conservados hoy día que recogen esas
actividades en pinturas murales, relieves escultóricos de iglesias y miniaturas de los manuscritos. Es
gracias a muchos de estos casos que conocemos cómo era la vida cotidiana entre las comunidades
agrarias de la Europa medieval.

Las innovaciones técnicas del siglo XI en la agricultura


La puesta en cultivo de nuevas tierras hizo que los pueblos estuviesen más predispuestos a la
introducción de innovaciones tecnológicas. Así, mientras en el sur se seguía cultivando con el arado
romano, en el norte se introdujo durante el siglo XI el arado de ruedas y la vertedera; esto, combinado
con el yugo frontal, la collera y la aparición de la herradura, posibilitó la sustitución del buey por el
caballo para tirar de una carga, con lo que el transporte terrestre se vio claramente beneficiado, a la
vez que la mayor velocidad de este último permitía la multiplicación de los trabajos agrícolas.

El arado de ruedas permitía remover la tierra con mucha mayor facilidad, de manera que el campesino
se evitaba tener que utilizar la azada para complementar el uso del arado romano, mucho más
superficial.

Aparecieron nuevas herramientas para el campo y las que había eran de mejor calidad, gracias a la
utilización del hierro en su fabricación, como es el caso de hoces, guadañas, azadas o rastrillos.

Se introdujeron y generalizaron también los molinos de agua y de viento, facilitando en gran medida la
actividad agrícola y su aplicación a determinadas producciones artesanales (batanes y molinos de
curtir). Pese a que era conocido desde la Antigüedad, durante el siglo XI se multiplicó su uso, sobre
todo gracias al hecho de que era controlado por el señor feudal y permitía a éste la obtención de una
importante fuente de ingresos mediante la imposición de su utilización a sus siervos.

En cuanto a las técnicas utilizadas, fue fundamental la introducción de la rotación trienal, mediante la
cual se dividían las tierras en tres partes que se iban destinando alternativamente a cultivos de
invierno, de primavera y al barbecho; con ello, mejoró la producción y se consiguió una mayor
diversificación de la misma.

Aspectos sociales y económicos de la agricultura medieval


Durante toda la Edad Media, la base de la sociedad estuvo constituida, casi exclusivamente, por la
tierra. El sistema feudal marcó un hito en la evolución de la agricultura en el Imperio y los primeros
siglos medievales hacia nuevas formas, y la tierra se convirtió en el pilar que sustentaba la división de
la sociedad en señores, vasallos y siervos, ya fuesen religiosos o seglares.

Las innovaciones y la ampliación de las tierras de cultivo llevaron consigo otro efecto importante en el
panorama agrario medieval, como fue la diferenciación del propio campesinado en dos grupos, los
labradores y los braceros. Los primeros eran propietarios de un cierto número de tierras o lotes más o
menos considerables que explotaban mediante la utilización de instrumentos de cultivo pesados,
mientras que los braceros eran propietarios únicamente de pequeñas herramientas y cultivaban
propiedades mucho más reducidas.

Todo ello conllevó la necesidad por parte de los principales señores de conocer la situación real de sus
propiedades. Guillermo de Normandía, tras la conquista de Inglaterra en 1066, llevó a cabo un censo
de todas las propiedades existentes en el reino, aunque con fines recaudatorios. Gracias a esta
primera obra (el Domesday Book) y otros registros similares posteriores, así como a las actas y
contratos sobre en feudamientos y cesiones de derechos que se han conservado hemos podido
conocer con detalle la estructura de la sociedad rural durante la Edad Media.

ESPACIO URBANO

Decaimiento de la sociedad urbana durante la Alta Edad Media


Si en los últimos dos siglos del Imperio Romano (Bajo Imperio) las grandes urbes latinas pasaron por
una progresiva decadencia que llevó a una acusada ruralización de la sociedad, con la caída del
imperio, pocas ciudades importantes quedaron en la Europa occidental. La vida urbana sólo sobrevivió
en Italia, e incluso allí fue una sombra del pasado.

Especialmente dura fue la situación de las ciudades en la España cristiana, ya que durante la Alta
Edad Media no se favoreció el crecimiento de las ciudades, sino que se dedicaron las mayores
energías a la repoblación de las nuevas tierras a medida que progresaba la Reconquista. Por poner un
ejemplo, la capital del reino asturleonés -León- no superaría los 1.000 habitantes en el siglo X. Una
excepción fue la Córdoba califal que contaba con varios cientos de miles de pobladores.

El renacimiento de la ciudad medieval en los siglos XI y XII


Fue en los siglos XI y XII cuando se produce un fenómeno histórico de vital importancia para la historia
europea: el nacimiento o florecimiento de las ciudades, especialmente en Italia y en Flandes, aunque
es un fenómeno que se extiende por toda Europa en mayor o menor medida.

Eso sí, se trataba de ciudades todavía muy pequeñas si las comparamos con las actuales, pues pocas
rebasaban los veinte mil habitantes. Hacia el año 1300 se contaban con los dedos de la mano las que
tenían más de cien mil (Milán, Venecia y Palermo en Italia, y sólo París al norte de los Alpes).

Las dimensiones de la nueva ciudad medieval no iban, sin embargo, parejas con los cambios de
mentalidad que trajeron consigo, pues exigían formas de organización radicalmente distintas a las de
pueblos y aldeas.

En el siglo XII se inició la construcción de las primeras grandes catedrales góticas, financiadas con la
riqueza de las nuevas ciudades y de quienes las visitaban. Hasta entonces, todas las grandes iglesias
pertenecían a los monasterios, pero a partir de entonces las catedrales se convirtieron en los más
grandes y bellos edificios de cuantos se levantaban. Las de Chartres o Reims en Francia y las Toledo,
León, Burgos y Lérida en España, son bellos ejemplos.

Nuevos requisitos para la nueva ciudad medieval


Al amparo de las catedrales crecieron las escuelas catedralicias. Algunas se especializaron en
estudios superiores, convirtiéndose en el antecedente de las futuras universidades. Surgieron brillantes
profesores e intelectuales, como Pedro Abelardo, cuyas clases de filosofía y teología, sus canciones, y
la aventura amorosa con su alumna Eloísa se hicieron famosas en toda Europa.

Hasta entonces, la enseñanza y la cultura se había confinado fundamentalmente en los monasterios,


pero ahora las escuelas de las ciudades impartían sólidos conocimientos (latín, derecho, etc.), para
servir así a las necesidades prácticas de la Iglesia y del Estado. En el siglo XII surgieron, pues, las
universidades y la administración civil.

La ciudad medieval necesitaba toda suerte de instalaciones para mantener unos servicios mínimos a
sus habitantes.

Antes del siglo XI, por ejemplo, no existían prácticamente hospitales fuera de los monasterios. En los
dos siglos siguientes se fundaron muchos en las ciudades, de forma que todo núcleo de cierta
importancia disponía al menos de uno. Asimismo se crearon leproserías (donde los leprosos vivían
aislados, pero bien atendidos), asilos para ancianos y pequeñas escuelas. En esta época se crearon
también las instituciones básicas de la asistencia social.

Nuevas órdenes religiosas urbanas


Si hasta entonces, las comunidades monásticas benedictinas vivían en espacios rurales más o menos
separadas del mundanal ruido (especialmente las comunidades cistercienses que se exigían
ubicaciones lo más aisladas posibles) el resurgir urbano del siglo XII va a cambiar este panorama.

La población urbana, en rápido crecimiento, proporcionó una audiencia natural para los predicadores
populares, los reformadores religiosos y los herejes.
El disentimiento religioso continuó siendo frecuente en las ciudades. Mucho tiempo necesitaron las
jerarquías eclesiásticas para encontrar vías por las que reprimir y canalizar esas energías. A partir del
siglo XIII, la Inquisición contribuyó en gran parte a dominarlas.

Las recién creadas órdenes mendicantes (franciscanos y dominicos) acogieron a quienes deseaban
vivir en la pobreza y dedicar su vida a la predicación y la oración.

Al contrario que los monjes, los frailes predicadores fundaron "conventos" en las ciudades y volcaron
su actividad entre sus pobladores. Era ya una nueva sociedad que tendría su auge durante el siglo XIII
y la primera parte del XIV hasta que la peste negra y otras calamidades dejaron herida de muerte la
Baja Edad Media hasta su sustitución por la sociedad de la Edad Moderna.

ECONOMÍA

La sociedad feudal y la economía


En la época medieval, el sistema económico se basaba en la agricultura, bajo una forma feudal.
Realeza, nobleza y clero poseían tierras que los campesinos, que representaban el 80% de la
población, se encargaban de cultivar. Entregaban las cosechas para el abastecimiento de la casa del
señor -cualquiera que fuere su rango o condición- y la de los campesinos.

Gracias a los fabulosos documentos que han llegado hasta nosotros sabemos que, al menos hasta el
siglo XII, la producción se destinaba exclusivamente al auto abastecimiento de los habitantes de los
feudos.

Viendo esta pirámide, podemos establecer que la tierra fue el elemento de unión entre unos y otros,
entre los poderosos y el pueblo llano. La tierra fue también la base del sistema económico medieval,
una tierra cada vez más productiva gracias a la confluencia de una serie de factores que animaron a
los productores y que propiciaron el auge en los cultivos: mejor comercialización de los productos y
mayor demanda, derivada del aumento de la población y del crecimiento del mercado urbano -las
ciudades albergan cada vez a más habitantes- .

La Economía en la España Medieval cristiana


En estos campos se podían cultivar uno o más productos, dependiendo del lugar al que hagamos
referencia. Por ejemplo, los cereales se cultivaban en Castilla, las frutas y hortalizas en las cuencas
mediterráneas de Valencia y Murcia, o las viñas, cada vez de mayor calidad, en las riberas del Duero y
en la actual provincia de La Rioja.

Agricultura y ganadería
Además de la agricultura, no podemos olvidar el otro gran pilar de la economía española medieval: la
ganadería. La cabaña ganadera era una de las grandes riquezas del país, base indispensable de la
economía. Como nos explica Ladero Quesada, gran especialista en la época medieval, el negocio
ganadero no sólo interesaba a los propietarios, sino también a la Corona, que percibía la alcabala.

Este impuesto gravaba a los ganados trashumantes por la venta de los productos y servicios y
montazgo; a los mercaderes, que comercializaban en el interior y sobre todo en el exterior con
productos como lanas o cueros; y a muchos grandes propietarios de tierras -órdenes militares,
monasterios o nobleza- que, además de disponer de sus propios ganados, arrendaban pastos a los
ajenos.

Por ello en los siglos altomedievales, el auge de la ganadería y sus productos, así como el
perfeccionamiento de las técnicas agrarias que permitieron entre otras cosas excedentes de
producción, además de un importante aumento demográfico, supusieron un impulso para el desarrollo
de algunas manufacturas como el cuero y la lana, realizados por artesanos en pequeños talleres
familiares.

Gremios artesanos
Gracias a estos primeros talleres, a lo largo de la Edad Media surgirán los gremios o agrupaciones de
artesanos que trabajaban los mismos productos. Los fines de estos gremios eran esencialmente
económicos y políticos. Se ocupaban de diversas cuestiones, desde el aprovisionamiento de materias
primas a todos los miembros, hasta del cuidado de las viudas y huérfanos tras la muerte de alguno de
ellos, pasando por la regularización de las etapas que debía pasar toda persona si quería ingresar en
uno de ellos o fijar los precios de venta al público. La mayoría de las veces eran al mismo tiempo
fabricantes y vendedores.

Eran estructuras muy jerarquizadas donde el aprendiz debía estar, al menos, dos años formándose,
periodo tras el cual se pasaba a ser oficial, el escalón anterior al de maestro, el único que tenía
capacidad para regentar el negocio. Todos ellos cobraban un salario, una novedad introducida por
estos gremios y que deja entrever el futuro sistema de de producción.

La comercialización
La comercialización de los productos se llevaba a cabo en los mercados, espacios creados en este
tiempo, que podían tener un carácter local o provincial, mejorando gracias al crecimiento continuo de
las ciudades. Los urbanos, incluso, llegan a establecerse con una periodicidad diaria. Las ciudades se
especializan en las manufacturas a través de los gremios y el campo, apoyadas, entre otras cosas,
gracias al aumento de la población y las mejoras de las técnicas agrícolas, que incrementan
progresivamente la productividad, permitiendo vender los excedentes y aquellos productos derivados
de los mismos.

Estos mercados tenían como objetivo proveer de los alimentos básicos a los habitantes de las urbes.
Causa o consecuencia, tal vez ambas a la vez, se asiste a la mejora de las vías de comunicación,
haciendo más fácil el trasporte de mercancías y por tanto facilitando la actividad comercial y
reduciendo los costos de transporte. Los mercados traen consigo un uso continuado de las monedas y,
en cierta forma, también contribuyen al asentamiento definitivo del sistema monetario y de cambio,
pudiendo diferenciar con el paso de los años las monedas más fuertes y que por tanto terminan
convirtiéndose en patrón de referencia.

El mayor mercado medieval se situaba en Medina de Campo, feria nacida alrededor del 1400,
celebrado dos veces al año, que servía sobre todo para analizar la producción de ese año, fijando así
los precios de compra y venta tanto en Castilla como en los otros reinos españoles.

A modo de conclusión podemos decir que la Economía Medieval tenía una base agraria que no
podemos tachar de arcaica ni poco desarrollada, sino que responde a las necesidades de su tiempo.

La expansión del comercio medieval


A la hora de hablar del comercio en la Edad Media hay que tener en cuenta un "antes" y un "después"
que podría datarse en el renacer cultural, económico y social acaecido en el siglo XI.

Hasta la undécima centuria el comercio había tenido escasa actividad desde la caía del Imperio
Romano de Occidente. Las sociedades en la Alta Edad Media estaban bastante cerradas y aunque no
completamente, lo cierto que existía una casi mayoritaria economía de autarquía.

Esta situación del comercio medieval va a cambiar a partir del citado siglo XI, momento en que se
reimpulsa la importancia de las ciudades y éstas se hacen más populosas. No hay que olvidar que las
ciudades desempeñaron un papel muy importante en la Europa medieval como centros de enseñanza,
de gobierno y de religión. Pero sobre todo fueron lugares clave para un nuevo sistema comercial sin el
cual, probablemente, nunca hubieran nacido.

El Comercio local
Una parte de estas actividades comerciales medievales tenían carácter local. En este sentido, las
ciudades desempeñaban el papel de mercados para las zonas agrícolas vecinas.

Si tomamos como modelo el sistema de Comunidades de Villa y Tierra castellano, vemos que la en la
villa o población capital de todo un alfoz de aldeas y tierras se convierte en el centro comercial de toda
la comunidad al celebrase mercados y ferias a los que acudían las gentes de toda la comarca para
abastecerse.

El Comercio Regional
En otros casos y para otro tipo de productos, el comercio había de tener características regionales. Tal
es el caso, por ejemplo, de las populosas ciudades de Flandes que necesitaban trigo y vino procedente
de la región de París y que eran transportados en grandes carretas por el norte de Francia.

El Comercio Internacional con Asia


A pesar de la citada depresión económica de los primeros siglos altomedievales, es cierto que no
había desaparecido completamente la demanda de artículos de lujo y especias procedentes de
Oriente, como seda o pimienta.

Estos valiosos productos procedían de distintos lugares de Asía y tenían como escala las poderosas
ciudades de Constantinopla y Alejandría desde donde partían -en pequeña escala- a otras metas de la
geografía europea.

Pero es a partir del siglo XII y el fortalecimiento de las ciudades costeras italianas como Venecia, Pisa,
Palermo y Génova cuando se reactiva intensamente el comercio con Oriente.

El interés medieval por asegurar rutas rápidas y seguras para proveerse de las maravillas asiáticas y
buscar alternativas más baratas y rápidas para la tradicional "Ruta de la Seda" marca todos los siglos
de la Baja Edad Media. No es necesario insistir en este aspecto pues es de todos conocidos los
intentos portugueses durante el siglo XV por acceder a Asia rodeando el continente africano por el sur
o el mismo anhelo del propio Cristóbal Colón en llegar a Asia rodeando el esférico mundo, en sentido
contrario a las rutas convencionales.

A este interés de acercar Oriente con Occidente no es ajeno el impacto causado por los productos
traídos reales y las invenciones contadas por Marco Polo es sus aventuras asiáticas del siglo XIII.

Comercio internacional intraeuropeo


Toda Europa empezó a verse afectada también por la expansión del comercio internacional. Flandes
importaba lana española (por los puertos del Cantábrico) e inglesa, y vendía luego los tejidos
acabados en muchos lugares de Europa. Hacia 1190 se había creado así un importante vínculo
comercial con las ciudades del norte de Italia, pues los tejidos flamencos se vendían al por mayor a los
mercaderes italianos en las ferias industriales de la Champaña.

Durante el siglo XIII prosiguió la expansión. Los mercaderes alemanes desarrollaron y organizaron el
comercio en el Báltico a través de ciudades como Colonia, Lübeck y Danzig. Hacia 1250, Flandes
empezó a considerar los trigales de Alemania oriental como una de sus principales fuentes de
aprovisionamiento. A partir de entonces, las ferias de la Champaña perdieron importancia,
especialmente cuando los perfeccionamientos en la navegación permitieron abrir una ruta marítima
directa entre Italia, Flandes y el Báltico, a través del estrecho de Gibraltar que, de esta manera,
recobró su antigua importancia.

En el Báltico, las ciudades más poderosas se unieron en una federación política y comercial, la
denominada Liga Hanseática. Si bien creada con fines defensivos para proteger los privilegios
obtenidos por los alemanes en el Báltico durante el siglo XIII, así como para eliminar a posibles rivales,
era un fiel reflejo de las enormes riquezas y poderío de que disfrutaban las ciudades.

La crisis comercial, los descubrimientos y el comercio moderno


En Asia, la caída del imperio mongol obstaculizó el funcionamiento de las rutas comerciales y frenó la
intervención directa de los mercaderes europeos en el comercio asiático. Con el fracaso de las
cruzadas, casi todos los puertos del Mediterráneo oriental cayeron en poder de los musulmanes, y la
expansión del imperio otomano monopolizó en manos turcas el comercio entre Asia y Europa. Hasta el
final de la Edad Media, el comercio de larga distancia permaneció en manos de las ciudades italianas y
alemanas, que habían sido también las pioneras tanto en el Mediterráneo como en el Báltico.

Como es lógico, esta situación no satisfacía a las potencias ribereñas del Atlántico, lo que propició,
como se mencionó anteriormente, que se buscaran rutas alternativas para alcanzar los puertos
asiáticos.

Por su parte, los portugueses se mostraron particularmente activos en la exploración de los océanos
con la esperanza de encontrar una ruta que les diera acceso directo al comercio de especias de
Oriente.

Fruto de ello, en el año 1498, Vasco de Gama logró rodear el continente africano por el cabo de Buena
Esperanza y llegar hasta la ciudad hindú de Calcuta.

Unos pocos años antes, Cristóbal Colón descubrió América casualmente mientras perseguía el mismo
destino que el portugués.

Ambas expediciones habían sido estimuladas por las ideas y los problemas comerciales de la Edad
Media. Al mismo tiempo, preludiaban una nueva relación que marcaría la pauta en las actividades
mercantiles y que afectaría profundamente al desarrollo cultural del mundo moderno.

http://www.arteguias.com/feudalismoeuropa.htm

http://www.arteguias.com/sociedadfeudal.htm

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