Córdoba, uno de los lugares que Bonetto propone en la trama, sería el lugar donde se
desarrollan los recuerdos de la autora en la casa de sus abuelos, en una instancia, esta
escribe los recuerdos, hace vida de ellos y en otra, expresa el vacío del presente una vez
que la casa es demolida, después de que murieran ambos abuelos.
Bonetto proyecta un drama familiar que parece estar oculto entre los objetos que la
autora conserva de esta, así como una impotencia que la misma autora proyecta con su
abuela Isabel, a quien retrata desde una memoria infantil. Isabel, uno de los personajes
más interesantes de la novela, es una importante cumbre del discurso que propone
Bonetto.
Bonetto escribe un esquema de narración que intensifica sus ideas, yendo mucho más
allá de un orden narrativo. Utiliza entonces la prosa, el verso, las anédoctas y memorias
propias que representan a un yo que recuerda y además, el recurso epistolar: las cartas
que le escribió Ernesto a Isabel mientras viajaba a Europa. El enigma: Isabel no viajaba
y no lo hizo nunca con él a este continente. Esta compleja relación que plantea Bonetto
entre sus abuelos desprende un universo rico que evoca una representación de la
realidad, que por la presencia del yo dentro de ese universo interrumpe las consignas de
lo real o lo ficcional, pronunciando una intención de referencia política, un yo que se
posa sobre una novela para decir algo más que solo los hechos que recuerda.