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MI SEÑORA
de Mayt
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
decir derrotado. Le temblaban las manos al servir el vino. La Conquistadora se
esforzaba por inculcar un saludable nivel de temor. Era necesario para controlar
el reino. Sin embargo, se sentía turbada por la impresión general causada por
esta esclava. Tomó nota mental para hablar de ello con Targon, su
administrador.
—Te proporcionaré todas las mantas que desees, general. En cuanto a mis
esclavas, las normas no han cambiado.
—Te visito siempre con la esperanza de que algún día hagas una excepción.
—Puede que la excepción te diera a ti placer, pero no puedo decir lo mismo sobre
la esclava que eligieras. Eres un canalla atractivo. Creo que podrías seducir a
una moza cualquiera sin dificultad. Y si no es así, siempre tienes dinero en la
bolsa para pagar un precio justo por los servicios prestados.
—¿Pero quién quiere a una moza cuando puede conseguir una joya?
—Me inclino humildemente ante ti. Has traído la paz y la prosperidad a Grecia.
He luchado a tu lado y jamás me he sentido decepcionado.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Ándate con ojo, Paulos. La adulación me asquea.
La Conquistadora sonrió.
—Así me gusta. Ahora cuéntame más cosas sobre el estado de las provincias del
sur.
La esclava sujetaba el cepillo con las dos manos y lo movía hacia delante y hacia
atrás. El movimiento hacia delante se detuvo cuando vio dos pies enfundados en
botas negras ante ella. Levantó la mirada y vio a la Conquistadora. Claramente
sobresaltada, la esclava se puso en pie.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Sí, mi señora —asintió la chica. Al intentar dar un paso, le entró vértigo. Se
llevó la mano a la cabeza.
Xena la observaba. Sin que la esclava se diera cuenta, Xena alargó la mano, para
sujetarla.
—Oye.
La chica cayó hacia Xena. Ésta avanzó, cogió a la chica entre sus brazos y la
colocó con cuidado en el suelo. Le sorprendió lo ligera que era la esclava.
Tumbada boca arriba, la esclava agarró a Xena de la mano. Su mirada atrapó y
sostuvo la de la Conquistadora.
—Lo siento.
La cocinera llegó muy apurada, seguida de cerca por dos guardias reales.
—¿Y has decidido poner remedio obligándola a fregar suelos en plena noche?
—¿Cómo es eso?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¡Sígueme!
Makia fue detrás, intentando no pensar en el precio que se le iba a exigir por
provocar la ira de la Conquistadora.
—¡Dalius! ¡Ven aquí ahora mismo! —Colocó a la chica con cuidado en un catre.
La Conquistadora ordenó:
—¡Ocúpate de ella! —Luego se volvió hacia Makia, aún furiosa—. ¿Pensabas que
matarla a trabajar sería de mi agrado?
—Makia, te conozco. No has hecho esto por lo que dije. ¿En qué estabas
pensando?
—¿Historias de disensión?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
La Conquistadora se quedó pensativa.
—¿Majestad?
—No creo que la chica se diera cuenta de que tenía que pedir permiso. La has
castigado sin piedad.
—Perdóname, Majestad.
—Gabrielle, Majestad.
—...y quiero un informe completo sobre esta nueva esclava. ¿De dónde viene?
¿Qué sabe hacer? Lo de siempre.
—Gabrielle, Majestad.
—Sí.
—No... Sí. Targon, quiero un repaso de la orientación que reciben los esclavos
sobre las leyes del reino. Asegúrate de que conocen lo que tienen que ganar así
como lo que tienen que perder.
Entró Jared.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Señora.
—Intimidación. Sería un necio planteando un desafío cuando sólo falta una luna
para el invierno.
—Ten cuidado, Jared. Hace días que no mato a nadie. Puede que me divierta
contigo.
—El señor Castan se ha estado reuniendo en privado con los señores Gaugan,
Stasis y Vacaou. Comentan que últimamente no te muestras tan feroz en la corte
como antes. Ven el cambio como una señal de debilidad.
—Sí, señora.
—Basta, Jared. —Xena se puso detrás de su mesa—. ¡Maldito sea el Tártaro! Era
más fácil cuando luchábamos contra Cortese y esos penosos señores de la guerra
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
que vagaban por el campo. Eran crudos y honrados con sus engaños. No
intentaban ocultar el hecho de que no podía fiarme de ellos. Ahora me ocupo de
asuntos diplomáticos e intrigas clandestinas y casi no consigo digerir el
desayuno del asco que me dan. —Se sentó y colocó una pierna en la mesa—.
Castan está al mando. Me sorprende que no sea Vacaou.
—No está mal no llamar la atención, sobre todo si estás poniendo a prueba la
fuerza de tu posición. Que piensen que son hábiles para la traición. Que ellos
mismos sean la causa de su propia ruina.
—No tardarán.
—Depende de César. Los buenos nobles esperarán a que Grecia esté distraída.
—Lo dudo. Odian a los latinos casi tanto como yo. Nos mantendremos al margen
y veremos hasta qué punto son codiciosos. —Xena dejó caer la pierna y se
inclinó sobre la mesa—. Jared, creo que puede ser necesario que Grecia llame a
filas al veinte por ciento de la milicia de cada señor para proteger al reino de esta
nueva agresión romana.
—Elige tú mismo a los hombres: leales, valientes, hábiles, en ese orden. Podemos
formar a los que no hayan aprendido a ser soldados de Grecia. Haz que escriban
las órdenes para mañana por la mañana.
—Buen trabajo.
—Gracias, señora.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¿Cómo te encuentras?
—Mejor, mi señora.
—Sí.
—Sí.
—Cinco años.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Poseo Grecia desde hace tres años. Me hago responsable de lo que he hecho y
por ello conoceré el Tártaro, pero no acepto la responsabilidad de aquello que te
hicieron a ti o a otros las personas que me precedieron.
—Puedes detenerlo.
—Hay razones. Siempre las hay. Lo que debes aprender es no sólo cuáles son
esas razones, sino también qué hay detrás de ellas. Es fácil decir “libera a los
esclavos”. Hacerlo no es tan fácil. —Xena quiso darle a la chica algo de
esperanza—. Dentro de tres años, si me sirves bien, tendrás la libertad. Durante
esos tres años, recibirás buenos alimentos, ropa y alojamiento. Cuando termine
tu trabajo, recibirás una suma de dinero para iniciar una vida lejos del reino, si
así lo deseas.
—Pregunta a Targon, a Makia y a todos los que llevan conmigo más tiempo del
obligado. Yo no puedo hablar por ellos.
—Hablo con cada nuevo esclavo que sirve en mi casa. Tienes que elegir.
Contrariamente a lo que creen otros, tu calidad de vida aquí dependerá más de
quién seas tú que de quién soy yo.
—Sí.
—Mi señora.
—Muy bien.
—Adelante.
—¿Mi señora?
—¿Sí?
—Gracias.
—Por qué.
La Conquistadora se recostó.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Los demás esclavos y criados hablan bien de ti. Me han dicho que debería
estar agradecida de que seas un ama honorable.
—No dejes que otros piensen por ti. Debes confiar en tu propio criterio.
—Por supuesto que querías juzgarme. Si no, no habrías hablado con el personal
doméstico.
—No estoy ofendida. Sólo un idiota pasaría por la vida sin criterio sobre el lugar
que le corresponde en ella, y tú no me pareces idiota.
Gabrielle levantó la mirada. Xena no conseguía descifrar lo que había tras los
dulces ojos verdes de la chica.
—Sí. Y yo soy más terrible que todos ellos juntos. —A Xena no le gustaba nada el
giro de la conversación—. ¿Tienes algo más que desees decirme?
—No, mi señora.
—Pues retírate.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—No he dicho que te retires.
—No, mi señora.
—Es bonito... el cielo... y hace fresco. Abajo el ambiente puede ponerse muy
cargado... y aquí hay silencio. Puedo pensar.
—Makia me comentó que contabas historias. Tal vez algún día me cuentes una a
mí.
—No, mi señora. Me vienen. Son parte de mí. Debe de haber una razón para que
existan.
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—A veces intento no hacerlo.
—No, mi señora.
—¿Cuándo, entonces?
La chica se dio la vuelta. La parte de Xena que era la Conquistadora optó por no
tomarse aquello como una afrenta. Se puso al lado de Gabrielle, atenta a la
expresión de la chica, visible a la luz de la media luna.
—¿Tú no...?
—¿No violo? —Xena sabía la forma en que otros corrompían su reputación—. No,
muchacha, no violo. No me hace falta. Hay muchos hombres y mujeres que
acudirían de buen grado a mi cama. Es cierto lo que dicen. El poder es un
afrodisíaco. —Xena suavizó el tono—. Algún día, si no lo has hecho ya, conocerás
lo que es una mano tierna y los sentimientos serán muy distintos.
—¿Quién me querría?
—Te sorprenderías.
—Gracias, mi señora.
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—Es lo que no has hecho.
Xena se entristeció al oír eso. Recibir un cumplido por no ser una violadora era
digno de un animal. Sabía que sólo podía culparse a sí misma.
—Estaba ayudando...
—Ya sé lo que estabas haciendo. Toma. Esto es para ti. —Makia le alargó un
vestido a Gabrielle. Ésta se quedó donde estaba—. Vamos. Cógelo. Lo necesitarás
para esta noche.
—¿Esta noche?
—Es precioso.
—Gracias.
—Ve a probártelo. Si hay que hacer cambios, le diré a la costurera que los haga.
No puedes presentarte toda astrosa ante la Conquistadora.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Makia, el vestido es precioso.
Gabrielle iba de mesa en mesa, sirviendo vino. Los gritos pidiendo más vino eran
constantes y la desorientaban un poco. Su mayor suplicio era servir las mesas de
hombres, sin esposas ni prometidas. Las normas de la Conquistadora eran
claras. A las criadas no se las podía tocar, pero en una sala tan grande como la
del banquete, y habiendo bebido varias copas de vino, los hombres se crecían y
se tomaban libertades, algunas deliberadas, otras por descuido. En
consecuencia, había manos que le palpaban el trasero y el pecho mientras servía
el vino. Ella no hacía caso del abuso, concentrada en su tarea. Sabía que no
debía derramar una sola gota, por mucho que se propasaran con ella.
Aunque una jarra vacía suponía tener que volver a las bodegas, Gabrielle sintió
alivio al poder alejarse un momento del jolgorio. Una voz exigente le impidió
bajar las escaleras de la bodega.
Gabrielle se volvió y vio a un guapo joven, alto, de pelo rojo bien recortado.
Llevaba un pendiente en la oreja derecha, una camisa amplia de color tostado
cortada a medida con un escudo bordado en el corazón, pantalones marrones y
altas botas marrones. Decidió que era miembro de una casa nobiliaria.
—¡Ven aquí!
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle obedeció.
—Pues te lo voy a decir. Yo soy Ridel, heredero del señor Gaugan. ¿Sabes quién
es el señor Gaugan?
—Mi padre es el señor de las provincias del sur. Somos una familia rica y noble.
Cogemos lo que queremos, cuando queremos, por mucho que diga la
Conquistadora. Te quiero a ti y te quiero ahora.
—¿Por favor? Tienes modales para ser una guarra. A ver qué más sabes.
Gabrielle se debatió, pero Ridel era fuerte, demasiado fuerte para poder soltarse.
—¡Aaj! —Ridel detuvo su ataque. Se echó hacia atrás. Gabrielle sólo veía sus ojos
vidriosos. Confusa, dejó de resistirse. Él cayó de rodillas. Sólo entonces vio
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Gabrielle el cuchillo que tenía en la espalda, clavado en el corazón. Miró hacia
delante. La Conquistadora estaba a veinte pasos de distancia. A su lado estaban
Jared y dos guardias reales.
La Conquistadora avanzó. Se detuvo delante del cuerpo sin vida de Ridel y lo tiró
al suelo de una patada. Se volvió para gritarle a Jared:
Miró a la chica que estaba allí expuesta, a quien le habían robado todo su pudor,
con la cara surcada de lágrimas y los ojos todavía llenos de espanto. La
Conquistadora se dio la vuelta y se alejó.
—Tápala.
Jared se quitó la capa y envolvió a Gabrielle en ella. Le indicó a Leah, una joven
criada que estaba allí cerca, que llevara a Gabrielle con Makia. Luego ordenó a
los dos guardias que cogieran el cuerpo de Ridel y lo siguieran. El hijo de Gaugan
fue trasladado al centro de la sala del banquete para que lo vieran todos los
invitados. Jared anunció que el banquete se daba por finalizado y aconsejó al
desolado señor que se llevara a su hijo a casa.
Gabrielle entró con Leah a su lado. Makia reconoció la capa del general Jared.
Gabrielle no la tendría si hubiera hecho algo malo. Se fijó en que la chica
temblaba a pesar del calor de la estancia.
Makia ordenó:
Leah miró a Gabrielle con ojos protectores antes de volver a subir las escaleras
hasta la sala del banquete.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
La cocinera se acercó a Gabrielle. La chica apartó los ojos. La cocinera levantó la
mano despacio y le puso los dedos en la barbilla, obligando a Gabrielle a mirarla.
Habló con ternura:
—¿Está muerto?
Gabrielle asintió.
—¿La Conquistadora?
Gabrielle se dejó vencer por la tensión y se hizo un ovillo como una niña
pequeña. Makia cogió a la chica entre sus brazos.
—Vamos, vamos. —Dejó que Gabrielle llorara un rato y luego se echó hacia atrás
con delicadeza—. Ve a echarte. Haré que le devuelvan la capa al general Jared
por la mañana. Le servirás el desayuno a la Conquistadora como siempre.
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—¿Has dormido?
—Un poco.
—Ha habido rebeliones por causas más nimias. Prefiero que ésta ocurra cuanto
antes. Jared, tendremos que tomar una decisión con respecto a la sucesión. Las
provincias del sur son ricas. Ésta es una buena oportunidad para dividir los
latifundios en fincas más pequeñas. Dile a Paulos que haga sus
recomendaciones. Añade las tuyas a la lista.
—No he matado a Ridel para obtener beneficio. Tú, por otro lado, eres libre de
quedarte con lo que quieras.
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—Ya tengo todo lo que necesito.
Stephen sonrió.
—No basta con ser ingenioso. Hay que ser inteligente, ¿verdad, Jared?
—Sí.
—Hoy no.
—Estremecida. Temía que pudieras pensar que había hecho algo malo.
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Tras haber despedido a Jared y Stephen, Xena fue a la mesa para desayunar.
Encontró una flor en su plato. Cogió la flor y aspiró el dulce aroma. Con una
sonrisa, expresó lo que pensaba en voz alta:
Deseosa de soledad, Gabrielle subió las escaleras hasta la torre. Cruzó el umbral
sin darse cuenta de que estaba en compañía de otra persona.
—Mi señora.
—Algunas personas creen que las estrellas son diamantes colocados en el cielo
por los dioses y que, como una peonza lenta, sus posiciones cambian con las
estaciones. ¿Tú qué opinas?
—Tal vez somos nosotros los que nos movemos y las estrellas permanecen
inmóviles.
—No sé si debemos conocer las respuestas a todas nuestras preguntas. Creo que
lo mejor que podemos hacer es observar y averiguar los patrones y lo que hay
detrás de esos patrones.
Gabrielle se sintió intrigada por esta filosofía. Habló, olvidándose de que era la
Conquistadora quien la entretenía.
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—¿A qué te refieres?
—Ya.
—Con las personas es lo mismo. Tienen ciertas motivaciones. ¿Por qué? No lo sé,
y la verdad es que no me importa. Me basta con conocer sus patrones para
conseguir lo que quiero.
—Están las leyes de la naturaleza, pero aparte de eso, las leyes creadas por la
humanidad dan una falsa sensación de seguridad. Por ejemplo, existe una ley en
Grecia por la que el personal doméstico de la Conquistadora debe ser respetado.
Y sin embargo, en un banquete ofrecido por mí, nada menos, un hombre optó
por violar esa ley, suponiendo erróneamente que no habría consecuencias.
—¿Contigo? ¿Por qué iba a estar enfadada contigo? Eres tú quien me ha dado
una sorpresa y ha hecho interesante mi día.
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—¿Cómo, mi señora?
—Era la única forma que se me ocurrió de darte las gracias sin sobrepasar mis
límites.
—Puede que algún día haya una razón. Ahora mismo, no se me ocurre ninguna.
—Muy bien.
—Siempre estoy sola, muchacha, tanto si estoy en compañía de otros como si no.
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Xena había perdido la noción del tiempo. No sabía cuánto llevaban la chica y ella
en la torre en silencio. Lamentaba que hubiera pergaminos en su mesa a la
espera de recibir su atención.
—Muchacha.
—Sí, mi señora.
—Gracias, mi señora.
Gabrielle se quedó mirando a la Conquistadora cuando ésta se fue. Una vez más,
se preguntó qué clase de mujer era su ama.
—Mi señora.
—Sí.
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Xena dejó el pergamino a un lado al tiempo que alzaba los ojos y miró a la chica.
—Sí, mi señora.
—Le diré a Jared que te asigne un maestro. Aprenderás un arte que no había
imaginado para ti. Por desgracia, estoy de acuerdo, es uno que deberías poseer.
—Gracias, mi señora.
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Xena comprendía lo que sentía su general. Sin embargo, no estaba dispuesta a
actuar sólo por dar rienda suelta a la energía reprimida que había contaminado
el razonamiento de sus hombres.
—Sí, señora.
—Nos guste o no, Ares no tardará en tener el placer de pasearse por un campo
de batalla ensangrentado. Por ahora, quiero un inventario actualizado de
nuestras armas, así como un recuento del personal a cargo de los servicios de
suministro. Y vamos a ofrecer a los hombres una distracción que empiece a
calentarles la sangre para el combate. Prepara tres juegos de guerra para la
infantería y la caballería, y organiza un concurso de habilidad para nuestros
arqueros y ballesteros, y cualquier otra diversión que pueda entretenerlos y que
no requiera que desenvainen las espadas. Tienden a dejarse llevar por el
entusiasmo y ahora mismo lo más importante para mí es un ejército con todas
sus extremidades intactas.
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—Jared, ¿qué tal van las lecciones de armas de Gabrielle?
—Muy bien. Es una muchacha muy esforzada. Cada día se hace más fuerte. Sus
instintos son buenos y comprende la estrategia una vez se le explica.
—Se cree que estaba en un grupo concreto de mujeres capturadas por Draco.
Tengo un informe completo. —Ofreció el pergamino a la Conquistadora para
evitar más preguntas.
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—Eso es todo.
—Gracias, Majestad.
Era tarde por la noche cuando Gabrielle bajó por el pasillo de palacio que llevaba
a los aposentos privados de la Conquistadora. No le habían dado un motivo para
la llamada. Que ella supiera, no había hecho nada que pudiera haber
desagradado a su ama. Con todo, no podía liberarse del miedo, un miedo que no
era fácil justificar, dado el tratamiento siempre amable que le daba la
Conquistadora. Gabrielle suspiró al doblar la esquina y reconocer al joven
guardia apostado ante la puerta de la Conquistadora.
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—Hola, Trevor.
—Gabrielle.
Gabrielle se consoló como pudo al ver el talante amable de Trevor. Entró y miró
por la habitación. La Conquistadora estaba sentada cerca de la chimenea, en
una de las dos butacas de respaldo alto. Gabrielle se acercó despacio, con la
esperanza de que le dijera algo. Cuando estaba a menos de dos pasos de su ama,
se detuvo y esperó. La Conquistadora seguía siendo una figura inmóvil y
silenciosa para la esclava.
—Mi señora.
Xena miraba fijamente el fuego. Para Xena, el fuego simbolizaba la vida. Las
llamas subían y caían. A pesar de las reflexiones que había compartido con
Gabrielle en el sentido contrario, últimamente no había nada seguro: todo era
una simple variación tras otra de la naturaleza del fuego. Bailaba, sofocaba,
calentaba y quemaba. Había a la vez belleza y terror en sus colores. Podía ser
alimentado o apagado, pero jamás aniquilado. Conservaba la capacidad de
renovarse por una chispa fortuita del metal contra la piedra o por el lanzamiento
caprichoso de un rayo de Zeus. Y cuando la humanidad pasaba por un incendio,
al fuego le daba igual que sus almas fuesen sucias o puras. El fuego consumía
despiadado a sus víctimas sin hacer distinciones.
Xena había hecho jurar a Targon que guardaría el secreto. La joven Gabrielle
sufriría, pero sería un sufrimiento menos cruel que la verdad completa.
—Sí, mi señora.
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Gabrielle asintió.
—Sí.
—He averiguado que Lila de Potedaia murió de una fiebre poco después de ser
capturada.
El dolor de Gabrielle subió como una ola. Retorció el cuerpo de un lado a otro,
soltándose de las manos de Xena.
—¡No!
—Lo siento.
—¡No, no es cierto! ¡Tú eres igual que todos esos asesinos! —Gabrielle descargó el
puño contra el pecho de Xena una vez y luego otra. La Conquistadora no se
defendió del ataque.
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Xena miró a la chica. No podía culpar a Gabrielle por la violencia de sus palabras
o su puño. Sabía lo que era perder a un hermano querido. Xena se arrodilló y,
sin decir palabra, cogió a la chica entre sus brazos. Gabrielle no se resistió.
Xena susurró:
—Ven conmigo.
—Dile a Makia que se ocupe de Gabrielle. Dile que Gabrielle debe descansar. —
La mirada de Xena se posó en la puerta cerrada—. Hoy he averiguado que la
hermana de Gabrielle está muerta.
Xena percibió la sinceridad en las palabras del joven soldado. Asintió y regresó a
sus aposentos, presa de su propia pena inconsolable.
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—Nadie.
Xena fue a su mesa. Ya había colocado encima un mapa del sur de Grecia.
—Informe de daños.
—No. No tenemos motivo para creer que esté colaborando con Roma.
Xena ladeó la cabeza. Jared suponía más de lo que hasta ella estaba dispuesta a
confesarse a sí misma.
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—La chica ha perdido a una hermana por la fiebre. Eso no puede compararse
con lo que tendremos que ver en las próximas semanas. Prepárate para marchar
hacia el sur. Me apetece una buena pelea.
Los criados y esclavos de palacio hicieron lo posible por seguir con sus tareas,
aunque las que eran específicas para la Conquistadora quedaron suspendidas.
Makia permitió que los que estaba a su mando tuvieran más tiempo para el ocio.
Les aseguró a todos que cuando la Conquistadora regresara victoriosa, tendrían
que trabajar mucho para ocuparse del servicio exigido por el inevitable aumento
de la actividad en la corte.
El talento de Gabrielle como narradora estaba más solicitado que nunca por sus
compañeros y por los soldados del Primer Ejército que permanecían acuartelados
en la ciudad. Su tono cambió y se dedicó a tejer relatos de guerra. Conocía a
muchos de los hombres de la Guardia Real y deseaba verlos regresar sanos y
salvos. Los triunfos parecían menos gloriosos y las derrotas más espantosas.
Cuando describía a un héroe, la imagen de la Conquistadora flotaba en su
mente.
Había pasado más de una luna cuando el palacio recibió noticia de que la
Conquistadora regresaba a Corinto. La batalla contra Gaugan había sido rápida
y decisiva. Geldpac, un miembro veterano de la Guardia Real, enviado a Corinto
por delante de las fuerzas de la Conquistadora, se sentó encima de una de las
mesas más grandes de la cocina de palacio. Estaba rodeado de hombres y
mujeres del servicio, ansiosos por oír lo que había ocurrido en el sur. No
disfrutaba contándolo. Los actos de la Conquistadora habían sido los más
brutales que había visto en su vida. No hubo piedad. Gaugan se le había
escapado, pero los miembros de su familia no. Todos los varones adultos fueron
crucificados. Las mujeres y los niños, acostumbrados al lujo, quedaron en la
miseria. Se rumoreaba que se había acostado con una serie de delatores de
ambos sexos que tenían la esperanza de que si satisfacían a la Conquistadora,
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ésta decidiera no condenarlos a muerte. Dio igual. Por la mañana, sus cabezas,
junto con las de todos los demás colaboradores capturados el día anterior,
quedaron clavadas en sendas estacas.
—¿Qué pasa?
—Tú no sabes, Gabrielle, cómo puede ser. No has visto cómo su corazón se
vuelve negro de odio.
—Eso no fue más que un juego de niños. Geldpac describe una maldición que
hacía tiempo que no veíamos, pero que siempre hemos sabido que podía volver
sin previo aviso. Lo único bueno que veo en esto es que estamos advertidos.
Cuando la Conquistadora regrese, ten cuidado de cómo te presentas ante ella.
Estará distinta, y si cometes un error, nadie podrá ayudarte.
—Sí, créeme.
—¿Mi señora? —Gabrielle se apostó la vida a que el puñal no era para ella.
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Xena levantó la vista de la mesa.
—Pareces cambiada.
—Sí, mi señora.
Xena pensó que la chica había sido la única que se había interesado. Ni siquiera
Jared o Targon se atreverían a abordar el tema de su ira sofocante.
—Mi señora.
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Aquella noche le parecía a Xena que había sucedido hacía una vida entera.
—Te creo.
—Gracias, mi señora.
La marcha de Gabrielle dejó a Xena sola en sus aposentos. En cada uno de los
dos rincones de la habitación que tenía delante, Xena veía una imagen de sí
misma, una de la mujer en que se había convertido al dejar Corinto, la
Conquistadora, la oscuridad de una guerrera consumida por la sed de sangre,
que hacía equilibrios al borde de la locura, más bien un animal que jamás podría
saciar su deseo no sólo de dirigir, sino de dominar a la manada. En el otro
rincón, Xena de Anfípolis, la ingenua idealista que adoraba a su hermano Liceus,
quería a su madre y toleraba a su hermano mayor Toris, más débil. En realidad,
no era ninguna de las dos. Eso daba pie a la pregunta, “¿quién era?” No podía
responder a la pregunta con ninguna certeza. Se planteó una pregunta más
importante: “¿quién quería ser?” Se le ocurrió una respuesta, pero le pareció
improbable y no quiso pensarla más que un momento.
—Cuando no está llevando a cabo sus tareas domésticas, pasa gran parte de su
tiempo en la enfermería contando historias a los heridos. Aprecian mucho sus
visitas. Dalius ha comentado que ha mejorado la moral.
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El nerviosismo de Targon no le pasó desapercibido. Xena escuchaba
atentamente, adivinando ya la pregunta de su administrador.
Éste continuó:
—Targon, tú diriges mi casa por mí. Para eso estás a mi servicio. ¿Por qué
acudes a mí con esto?
—Queríamos...
—Creíamos que era posible que pensaras que un miembro de tu servicio debería
tener ocupaciones más prácticas.
—Yo considero la moral de mis hombres digna de mis recursos. Parece que
estamos de acuerdo.
—Sí, Majestad.
—No, Majestad. Dada la posibilidad de que quisieras que sus tareas continuaran
como están, no queríamos alimentar sus esperanzas para luego tener que
decepcionarla.
—Inmediatamente, Majestad.
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—Y Targon, no me opongo a que le preguntes a Gabrielle cuáles de sus actuales
deberes prefiere conservar.
—Así se hará.
Xena estaba fuera, en el balcón, contemplando la salida del sol por el horizonte.
Como todos los días a esta hora, oyó que se abría la puerta de sus aposentos.
—Mi señora, quiero darte las gracias por dejarme contar mis historias.
—Ha sido idea del general Jared. Dale las gracias a él.
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Xena dejó la bandeja en la mesa y cogió la taza de té antes de hacerse a un lado
para dejar sitio a Gabrielle para que ésta terminara de disponer el desayuno.
Gabrielle se acercó y colocó en silencio los platos y la jarra.
Xena sintió una punzada de cariño por la chica. Estos sentimientos de ternura
llevaban mucho tiempo dormidos. La Conquistadora que llevaba dentro sabía
que si se dejaba llevar por lo que sentía, perdería justamente lo que había llegado
a valorar. Quería darle a la chica algo a cambio, pero le costaba hacerlo sin
comprometer su posición como ama de Gabrielle.
—Dos, mi señora. —Como no quería dar una falsa impresión con respecto a su
vestuario, Gabrielle añadió—: Y una falda y dos blusas que me pongo para el
trabajo más pesado.
—A los hombres les vendría bien que te presentaras ante ellos con aspecto
atractivo.
Xena entendió el cambio de Gabrielle como lo que era y lamentó haberle quitado
a la chica su dignidad con tan poco tacto.
Gabrielle se animó.
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—Eres muy generosa, mi señora.
La Conquistadora oyó las risas cuando estaba en medio del patio con Jared.
Volcó su atención en el origen, la enfermería.
—Parece que hay alguien más que los enfermos y los heridos con nuestra
narradora.
—Los guardias se han aficionado a visitar a sus hermanos con más regularidad.
La comida del mediodía es un buen momento para visitarlos sin descuidar sus
deberes.
—Muy bien.
Jared sonrió.
—Comprendido, señora.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—He averiguado que si me quedo al lado del poste de las caballerías, oigo bien la
voz de Gabrielle y puedo disfrutar de sus historias. Ella no me ve, así que no
tengo que preocuparme de que se sienta intimidada por mi presencia.
Reflexionó sobre el tiempo que había transcurrido desde que la compraron para
el servicio doméstico de la Conquistadora. Su vida había ido cambiando poco a
poco a mejor. Habían pasado tres lunas desde que Leah y ella se habían
trasladado a la habitación que compartían. Se sintió aliviada al librarse de la
sala común, donde había mucha menos privacidad.
Leah era una buena compañera de cuarto. Un par de veranos mayor que
Gabrielle, Leah había adquirido un punto de vista cínico sobre la vida. Gabrielle
no podía echárselo en cara. Y sin embargo, Gabrielle se estaba hartando de las
quejas de Leah sobre la vida en palacio. De estatura igual a la de Gabrielle, pelo
castaño, ojos almendrados, nariz pequeña y respingona y pómulos marcados,
Leah utilizaba su belleza para seducir a los criados y esclavos varones, buscando
siempre un favor a cambio. Por acuerdo tácito, Leah mantenía sus líos fuera de
su cuarto.
Gabrielle se había fijado en que Makia exigía mucho a todos los recién llegados al
servicio, ya fuesen esclavos o criados. También se había fijado en que, cuando
los nuevos miembros del servicio demostraban su valía, Makia les daba mucha
más libertad.
—Nunca pensé que podría tener el problema de tener que decidir entre tantos
vestidos.
—Yo diría que sí. Somos bonitas y a ella le gusta lo bonito. —Leah hizo una
reverencia con coquetería.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
odiosa asesina con una sonrisa. Es un precio pequeño que pagar por la
comodidad que me supone.
—¿Que si me habla? Nunca le he oído decir nada que no sean órdenes. Ésa no
sabe hablar como una persona de verdad.
—¿Tú crees?
—¿Es que no te das cuenta de que la mitad de los hombres de la Guardia están
enamorados de ti?
—¡Claro que sí! Gabrielle, tú tienes algo que ellos desean. Ya va siendo hora de
que sepas que puedes usar tu belleza para sacar provecho.
—No seremos esclavas para siempre. A ti sólo te queda un año para recibir la
libertad.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Espero que tengas razón.
—Éste es el banquete del año que más le gusta a la Conquistadora, sólo para ella
y la Guardia Real. Ten cuidado cuando se pongan a competir unos con otros.
Son peores que una panda de niños borrachos.
Gaugan exclamó:
—¿Y tú te atreves a decirme eso? ¿Tú, que crucificas y clavas cabezas en lanzas?
—Arderás en el Tártaro.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Dime algo que no sepa ya.
El horror de la escena dejó atónita a la esclava. Una jarra de vino rota, que sus
manos soltaron sin darse cuenta, se hizo añicos a los pies de Gabrielle.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Sí, señora. —Apretó el hombro de Gabrielle con delicadeza y luego se la llevó de
vuelta a la cocina.
—¿Qué ha ocurrido?
Las lágrimas de Gabrielle caían sin control. Las náuseas que sentía le
provocaron una arcada. Corrió a un rincón donde había un cubo de fregar vacío
y vomitó. Siguió presa de las arcadas incluso cuando ya no le quedaba nada que
echar.
—Lo siento.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Si te refieres a los guardias, yo diría que no. Pero aspiramos a ser dignos del
aprecio de la Conquistadora.
—No os entiendo.
—Y yo espero que nunca llegue el día en que lo hagas, porque para entendernos
debes ver lo que hemos visto nosotros, y eso no se lo deseo a nadie.
—Las nubes se han apoderado del cielo. Esta noche sólo se ven unas pocas
estrellas.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Puedes. —Xena no cambió de postura.
—Tengo una petición. He hablado con Dalius. Con tu permiso, me gustaría ser
su aprendiza.
—Sanadora. Será un buen oficio para ti cuando dejes mi servicio, mejor que
fregar suelos y servir bandejas de desayuno, aunque siempre podrías ser bardo...
Tienes mi permiso. Se lo diré a Targon.
—Gracias, mi señora.
—Mi señora.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Endres, ahora tendrás una bonita cicatriz para impresionar a las mujeres.
Trevor añadió:
—Endres puede dar gracias a los dioses por haber estado entrenando con la
Conquistadora y no con uno de nosotros menos hábil. Detuvo el golpe para evitar
cortarle la cabeza.
—Por una vez, señorita, Trevor no miente. Y también he tenido suerte de que la
Conquistadora estuviera de buen humor. No comentó nada sobre mi torpeza y
hasta me ofreció la mano para ayudarme a levantarme.
—Si has acabado con este guardia, señorita, me gustaría hablar contigo. —La voz
de Targon interrumpió la conversación. Endres y Trevor se pusieron serios.
—De nada.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Se acercó a Targon.
—Por aquí.
Para sorpresa de Gabrielle, Targon avanzó por un pasillo lateral. Se detuvo ante
una puerta y se sacó una llave del bolsillo. Habló mientras abría la puerta:
—Ahora eres aprendiza del sanador y como tal debes estar disponible para servir
en cualquier momento del día o de la noche. Esto quiere decir que es posible que
tengas que descansar mientras otros trabajan. Por esta razón, se te ha dado una
habitación privada.
Targon se echó hacia atrás para dejar que Gabrielle entrara e inspeccionara su
nuevo alojamiento. La habitación era más grande que la que compartía con Leah.
Tenía una ventana que daba al patio principal, vista que conocía bien por la
costumbre de la Conquistadora de contemplar la salida del sol desde sus
aposentos. Había una cama grande pegada a la pared que daba al oeste, y una
mesa pegada a la pared que daba al sur. Había una silla ante la mesa y una
butaca más grande a un lado. En una mesilla había una jarra y una palangana.
Por último, pegado a la pared que daba al norte, había un gran armario.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Te recomiendo que, por tu propia seguridad, cierres la puerta con llave por la
noche.
—Así lo haré.
—Gracias, señor.
Tres de los criados estaban cómodamente sentados ante una mesa del fondo de
la cocina. Era media tarde y estaban disfrutando de su tiempo libre entre los
servicios de comida. La cocina era un refugio para los criados. Makia toleraba su
alboroto. A menudo, en estos momentos de relajación, revelaban información sin
darse cuenta.
—Apuesto un dinar.
Pathas insistió:
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Sobre la próxima persona que compartirá la cama de la Conquistadora.
Mansel exclamó:
Mansel la provocó:
—No me digas que intentas proteger su reputación. ¡Ya es un poco tarde para
eso! —Los tres hombres se echaron a reír.
—Os digo que el señor Boyet va a venir de las provincias del norte. Tiene un hijo
guapo. Seguro que será él.
—Te equivocas. Ya lo ha hecho con él y nunca vuelve a catar del mismo caldo.
Gabrielle fue hasta Makia, que estaba ocupada con una olla.
—Toma, chica, prueba esto y dime qué te parece. —Makia le ofreció una
cucharada de estofado.
—Bien.
Landis respondió:
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¿Quién querría hacerlo?
—Ésa era una época tranquila, cosa rara en ella. Recuerda, Gabrielle, que la
lucha que hubo en el sur sacó a la luz a la loba que lleva dentro. No se vuelve a
dormir tan fácilmente.
—Pero los lobos se emparejan para toda la vida, ¿no? —replicó Gabrielle.
Gabrielle se volvió.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
La impresión era nueva para Gabrielle. De no ser porque sabía que no era
posible, habría dicho que la Conquistadora estaba contenta.
—Me ha sentado bien salir de Corinto para que me dé el aire. —Xena cogió una
rebanada de pan dulce—. Aunque debo confesar que echaba de menos la cocina
de Makia.
La Conquistadora continuó:
—Mucho, mi señora.
—Ser capaz de hacer olvidar el dolor, aunque sólo sea un momento, es un gran
don. El reino es afortunado de tenerte.
Gabrielle se ruborizó.
—Gracias, mi señora.
Xena sonrió. Estaba de notable buen humor y sabía que ver a la chica de nuevo
era uno de los motivos.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Cuando estaba fuera, una noche me quedé sola, levanté los ojos y vi una
estrella fugaz que corría por el cielo nocturno. Pensé en ti. Quería que vieras lo
que había visto yo.
—Fue la cuarta noche. —Su tono se tornó preocupado—. ¿Qué te llevó a la torre?
¿Tu habitación no es lo bastante tranquila?
—Eso es algo que tenemos en común. —Xena bebió otro sorbo de té—. Será
mejor que te marches antes de que Dalius se ponga a buscarte.
Gabrielle se despertó con dificultad. Se sentía débil y algo febril. Varios de los
guardias habían sucumbido a una enfermedad respiratoria y sospechaba que
ella misma se podía haber contagiado. No sabía si debía hablarle a Dalius de su
enfermedad. Llegó a la conclusión de que no estaba muy enferma y que los
hombres a los que cuidaba la necesitaban más de lo que ella necesitaba
quedarse en la cama.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle se vistió. Comenzó su día como había llegado a empezar cada día de su
vida. Fue a las cocinas para recoger el desayuno de la Conquistadora. Al hacerlo,
Gabrielle se preguntó cómo encontraría a la Conquistadora. Había observado que
la Conquistadora se había ido volviendo hosca en los últimos días. Se había
sentido decepcionada al ver que sus breves conversaciones caían víctimas del
mal humor de su ama.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle se sonrojó.
—Nada, mi señora.
Xena la regañó:
Gabrielle no quiso decepcionar a su ama con otra evasiva o una negativa. Optó
por la verdad.
—Creía que estabas contenta cuando volviste de tu reciente viaje al oeste. Parece
que esa alegría te ha abandonado. Mi señora, ¿qué te hace feliz?
—Te sorprendería.
—Sí.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Si eso te da placer.
Xena sonrió.
—Es decir...
—Mucho de lo que tú me has dado. Paso el tiempo con personas que son
amables y buenas. Tengo mis historias. Estoy aprendiendo cosas nuevas y lo que
aprendo es útil para los demás. Cuando deseo estar sola, puedo hacerlo. Hasta
tengo un sitio donde ir por la noche para contemplar las estrellas.
Gabrielle sabía que no podía confesar el placer que le daba servir a su ama. No
podía explicar que ser reconocida por la Conquistadora hacía que se sintiera
presente en el mundo de una forma única, no como un componente más de una
masa indiscriminada de humanidad.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¿Así que no te sentías libre ni siquiera en casa?
—Era hija de mi padre y hacía lo que él me decía. Nunca he sido libre para hacer
lo que yo quiero.
Gabrielle había llevado a Xena a una vida que había dejado atrás hacía mucho
tiempo. En algunas cosas era una vida parecida a la de la chica.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Jared, si desde el momento en que nos marchemos de aquí hasta el momento
en que lleguemos a la ciudad nadie nos tiende una emboscada, habré aprendido
algo que no sabía antes de que empezara el día.
Jared se quedó confuso. Había sido un día apacible. No había percibido la más
mínima amenaza.
—No lo entiendo.
—Porque averiguar la verdad era más importante para mí que mi vida o, lamento
decir, la tuya.
Jared no podía culpar a Xena. Comprendía lo difícil que era para ella dejar entrar
a alguien en su vida.
Gabrielle se acercó.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Buenas noches, mi señora.
—Buenas noches.
—Quería darte las gracias. Ha sido un buen día de caza. Makia ha cocinado
filetes de venado de la caza que me he traído.
Sólo entonces se fijó Gabrielle en que la mesa estaba puesta, con dos servicios y
una buena comida.
—No mucha, mi señora. Así habrá más para los demás esta noche.
—La cacería ha sido idea tuya. —Xena indicó la mesa con la mano—. No creerás
que me puedo comer todo este festín yo sola.
—¿Y bien?
—Bien. —Xena sacó la silla que estaba al lado de la suya para que se sentara la
chica.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle se acercó, desconcertada aún por el gesto de la Conquistadora. Miró a
su ama, regodeándose en su cortesía. Se sentó y esperó a que la Conquistadora
se sentara.
Xena se dio cuenta de que la chica no sabía qué hacer. A los esclavos no les
daban un protocolo para comer con su soberana. Alcanzó un plato.
Gabrielle asintió.
Comieron en silencio. Xena sabía que si iba a haber conversación, debía ser ella
quien la iniciara.
—Me has hablado un poco de tu vida en Potedaia. Tiene que haber más cosas
que me puedas contar de ti y de tu familia.
—No es fácil hablar de aquellos a quienes has perdido. Yo tampoco soy dada a
hablar de mi familia. —Se metió un poco de carne en la boca. Sonrió a Gabrielle
con amabilidad—. ¿Querrías ser mi bardo esta noche y contarme una historia?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle se animó.
Gabrielle terminó su tercer relato de la velada, una comedia romántica sobre una
confusión de identidades. Era tierna y divertida al mismo tiempo.
—Bien hecho.
—Pareces cansada.
Gabrielle confesó:
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Xena le abrió la puerta a la chica.
—Buenas noches.
—Espero que hayas tenido una velada agradable, señorita —comentó Trevor.
—Así ha sido. Mañana puede que te pregunte si ha sido real o sólo un sueño.
Gabrielle sonrió.
Xena regresó del campo al caer el sol. Estaba contenta con el rendimiento de los
guardias a lo largo de los dos días de entrenamiento. También se sentía mejor
por haber estado libre de la administración de su gobierno. Mientras cabalgaba
de vuelta a Corinto, tomó la decisión de salir de los confines de palacio más a
menudo.
Al salir del baño, Xena advirtió que su desayuno estaba ya colocado en la mesa.
La disposición era distinta de lo que estaba acostumbrada a ver y, además, lo
habían servido más temprano que de costumbre.
—¡Guardia!
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
El guardia entró en la habitación.
—Sí, señora.
—Leah, señora.
—Adelante.
—Está enferma.
—¿Qué le ocurre?
—Dalius ha dicho que tiene una fiebre muy alta y los pulmones inflamados, por
lo que le cuesta respirar.
—¿Está en su habitación?
Xena vio que habían colocado un biombo entre Gabrielle y los soldados
enfermos, para darle intimidad. La chica estaba pálida, empapada en su propio
sudor. Xena tocó la frente de Gabrielle y la encontró peligrosamente caliente.
—Hierbas para la fiebre, pero como ves, han tenido poco efecto.
Gabrielle abrió los ojos. No se sorprendió tanto como pensaba que debería al ver
a la Conquistadora a su lado. La presencia de la Conquistadora la reconfortaba y
la asustaba a la vez. Alargó la mano. La Conquistadora se la cogió. A Gabrielle le
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
costó hablar por la garganta reseca. Estaba segura de que la Conquistadora le
diría la verdad, mientras que Dalius se mostraba evasivo.
Xena no pudo objetar nada al tratamiento prescrito por el sanador. Ella conocía
otras combinaciones. Cogió tres tarros distintos y se los entregó a Dalius.
—Toma.
Dalius sujetó los tarros y aguardó instrucciones. Xena volvió con Gabrielle, le
envolvió el cuerpo cuidadosamente con una manta y luego la levantó en brazos.
—Sígueme.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Confía en mí.
—Confío.
Gabrielle suplicó:
Xena alargó las manos y con un veloz movimiento pinzó dos nervios del cuello de
la chica, con lo que Gabrielle perdió el conocimiento. El sanador observaba en
silencio, impresionado al ver que la Conquistadora no había hecho daño a la
esclava. Al cabo de media marca, Xena sacó a Gabrielle de la bañera y la secó
con cuidado antes de llevarla de nuevo a la cama. Xena tapó a Gabrielle con dos
gruesas mantas de lana.
—Mejor.
Ésta pasó el brazo por detrás de los hombros de Gabrielle para incorporarla.
—Bébete esto.
—Eso es —la animó Xena. Una vez consumida la infusión, Xena volvió a tumbar
a Gabrielle—. Ahora duerme. —Era la orden más amable que había recibido
Gabrielle de la Conquistadora y obedeció sin problema.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Por favor, mi señora, estoy mucho mejor. Soy una carga para ti.
—Pero...
—Le diré a Dalius que te traiga pergaminos médicos para que estudies. Y si lo
deseas, haré que te traigan una pluma, tinta y unos cuantos pergaminos en
blanco para que puedas escribir tus historias.
—¿Tienes hambre?
—Sí.
—Hago daño a los que intentan hacerme daño y ayudo a los que me son leales.
Hay pocos que sean auténticamente leales.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Pero... —Gabrielle titubeó.
—¿Pero qué?
Xena prometió:
—No estoy de acuerdo con la violencia. No estoy de acuerdo con las leyes que
restringen la libertad de expresión y de reunión. Desearía que fueras más
misericordiosa.
—Lo sé. Y con todo y con eso, no me tratas como a un animal, y te lo agradezco.
—¿Qué clase de vida puedes tener cuando te tienes que proteger siempre de tus
enemigos... cuando no te permites tener amigos?
—Si mis esclavos tienen más que yo, entonces es que soy mejor ama de lo que la
gente cree.
—Pero no es justo.
—¿Hasta cuándo?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Hasta que me derrote alguien que sea más fuerte o más inteligente que yo.
—Gracias.
Xena oyó su nombre pronunciado por los labios de la chica por primera vez. La
sensación de intimidad la dejó atónita. Le gustó. Quería oír a Gabrielle
pronunciar su nombre de nuevo.
—Toma. —Se apoyó en una rodilla y envolvió los hombros de Gabrielle con la
manta—. ¿Querrías enseñarme sabiduría?
—Yo eso no lo sé, pero sí que sé que puedes tener amistad... amor.
—¿Puedo, Gabrielle?
Gabrielle no se esperaba la ternura del rostro de Xena. Nunca había oído a Xena
llamarla por su nombre. No había exigencia en sus palabras. Era una
solicitación sincera y, sin embargo, Gabrielle sintió miedo. Gabrielle se echó
hacia atrás, rompiendo la conexión táctil.
Xena no sólo veía, sino que sentía el miedo de Gabrielle. Sintió una profunda
pérdida. Por un momento había dejado aflorar su esperanza. Había albergado la
esperanza de obtener una reacción distinta por parte de la chica. Se dio cuenta,
dolorosamente, de que no podía atraer a la chica hacia ella sin recurrir a una
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
orden o a la fuerza. Al regresar a su posición original en el suelo, la mano de
Xena cayó a su lado, donde ya no podía hacer más daño.
El uso renovado por parte de Gabrielle del título retumbó como una maldición en
el oído de Xena. La Conquistadora no mostró emoción alguna.
—Por supuesto.
Xena volvió a clavar la mirada en el fuego. Escuchó cada ruido que indicaba el
progreso de Gabrielle mientras ésta se vestía y luego salía de sus aposentos.
—Gracias.
—¿Puedo sentarme?
—Por supuesto.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Targon colocó la silla del escritorio de Gabrielle junto a la cama y luego se sentó.
Sacó un pergamino de una bolsa que llevaba colgada del hombro. Le entregó el
pergamino a Gabrielle.
Miró a Targon.
—No entiendo.
—Pero es gracias a ella por lo que estoy aprendiendo las artes curativas.
—¿Cuándo lo ha decidido?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle acarició el pergamino con la punta de los dedos.
—Seré libre dentro de un año —dijo Gabrielle, hablando más consigo misma que
con el administrador.
—¿Cómo?
—Eso creo.
—Descansa.
—Gracias.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
de las mañanas de la Conquistadora era un castigo mayor de lo que podía
soportar.
Pasaron quince días durante los cuales Gabrielle no tuvo motivo para hablar con
Xena. Se recuperó por completo de su enfermedad y volvió a sus tareas en la
enfermería. Que ella supiera, todos los que se habían enterado de lo que había
hecho la Conquistadora por ella eran de la opinión de que, efectivamente, se
había ganado el favor de la Conquistadora. Con algo de coacción, Gabrielle
convenció a Leah para que le permitiera llevar el vino de la noche a la
Conquistadora.
Trevor anunció:
—Bien.
—Xena.
—Sí, Gabrielle.
—¿Puedo acercarme?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Fue una presunción desafortunada por mi parte. Lo lamento. —Xena aferró los
brazos de la butaca con las manos.
—Yo no.
—¿Por qué?
—Porque te amo.
—¿Amas a la Conquistadora?
—Lo acepto.
—La supone.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Gabrielle de Potedaia, que no se diga que no he intentado advertirte. Llegará el
día en que lamentes esta decisión.
Gabrielle avanzó un paso, eliminando la distancia que había entre ellas. Xena
obtuvo su respuesta. Se inclinó y besó a Gabrielle suavemente. Gabrielle, a su
vez, se abrió a Xena, y sus manos acariciaron con cuidado a la mujer que iba a
ser su amante.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Xena hizo gala de su mayor paciencia. Llevó a Gabrielle hasta su cama con un
continuo intercambio de besos y caricias mientras despojaba a Gabrielle de su
ropa. Animó a Gabrielle a desnudarla a su vez, colocando las manos de la joven
sobre los botones y cintas de su propia ropa.
—Tranquila.
—Eso es.
Otra caricia y Gabrielle arquó la espalda, cerrando los ojos por la sensación: un
doloroso placer abrumaba sus sentidos. Gabrielle no apartaba la mano de la
mejilla de Xena, pues necesitaba mantener la conexión. Xena volvió la cabeza
para dar un beso en la palma abierta de Gabrielle. Ésta notó que la tensión que
llevaba dentro se acercaba al límite. Abrió los ojos y sostuvo la mirada constante
de Xena. Ésta la anclaba a lo que era bueno y seguro. Gabrielle susurró el
nombre de Xena roncamente y luego gritó. Un orgasmo le atravesó el cuerpo.
Xena continuó con sus tiernas caricias hasta que Gabrielle levantó el tronco y
abrazó a la Conquistadora. El cuerpo de Gabrielle seguía estremecido. Xena
rodeó a Gabrielle con el brazo, para sostenerla.
La confianza de la joven había sido completa y Xena sabía que sólo gracias a esa
confianza había podido llevar a Gabrielle al orgasmo. Gabrielle se aferró a ella,
temblando. Xena se dio cuenta de que la humedad que notaba en la piel eran las
lágrimas de Gabrielle. Como no tenía palabras, Xena recostó a Gabrielle, guiando
a la joven para que descansara sobre su hombro. Fue así como Gabrielle se
quedó dormida y, al cabo de un buen rato, como Xena se durmió.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¿Dónde vas?
—Dalius me espera.
—Con tu permiso.
—¿No quieres que nadie sepa que has estado conmigo? —Hacer la pregunta le
dolió a Xena más de lo que podía imaginar.
—No.
Gabrielle se acercó.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Tú sabes que eres más que una sierva para mí, ¿verdad?
—Sí, lo sé.
—Como desees.
—Sí, gracias.
—Ven a verme esta noche, una marca después de que sirvan la cena.
—Lo haré.
—Pasa.
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Gabrielle esperó a que Xena se moviera. Xena le ofreció la mano a Gabrielle. Ésta
la cogió con timidez y se dejó guiar. En una mesa baja había un surtido de fruta
y dos copas llenas de vino. Xena se sentó en la alfombra.
—No lo sé. Depende del número de bajas que haya sufrido y de lo que tarde en
reconstruir su ejército. Tengo espías a la caza de información.
—La guerra...
—¿El qué?
—Seducirme.
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Hizo un esfuerzo por poner en orden sus ideas—. Gabrielle, estamos en mis
aposentos privados. Nadie sabe que estás conmigo. No porque yo lo ordene, sino
porque tú lo has pedido. Yo no oculto lo que eres para mí. —Xena se volvió y
miró a Gabrielle directamente—. No te voy a mentir. Te deseo desde hace tiempo.
Me has conmovido como nadie lo ha hecho jamás. A pesar de mi deseo, te tendré
sólo con tu consentimiento, sin subterfugios. Tienes libertad para venir a mí o
no. Lo de anoche... lo de anoche fue algo muy dulce para mí y desearía más
noches como ésa. He intentado respetarte y ser tierna contigo. Dices que no
quieres nada de mí, pero es evidente que si todo lo que te ofrezco es la mujer que
soy, no es suficiente. Dime en qué he fallado y haré lo que pueda para
remediarlo.
—¿Qué?
Gabrielle comprendió que había cometido un grave error al poner en duda las
intenciones de Xena.
—Debería irme.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Haz lo que tengas que hacer. Eres mi sierva, pero nunca he sido tu dueña, y
nunca lo seré.
—Quiero poder confiar en ti. Quiero que tú confíes en mí. Quiero creer que jamás
te haré daño a propósito. Quiero compartir momentos tranquilos y privados
contigo. Quiero creer que te gustan mis caricias. Y quiero tener la oportunidad
de ganarme tu aprecio. Eso es lo que me daría gusto.
—Gracias.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¿Xena?
—Sí.
—Lo haré.
—Porque la noche anterior el ama le dio a la sierva una dulce noche de placer. El
ama fue respetuosa con la sierva, tratándola como a una igual. En ningún
momento el ama fue otra cosa que delicada y la sierva se dio cuenta del gran
esfuerzo que hacía el ama para ser así... Me gustaría pasar más noches contigo,
pero antes de poder pasar aunque sólo sea una más, debo tener tu
consentimiento.
Gabrielle creyó a Xena. También estaba convencida de que lo que Xena prometía
podía muy bien ir más allá de los placeres físicos. Era una revelación pasmosa.
No iba a pensar en ello en este momento, pero sí reflexionaría sobre ello más
tarde, en soledad. Gabrielle decidió que un beso valía más que las palabras. Su
beso fue bien recibido.
Por mucho que a Xena le encantara estar con Gabrielle, el tiempo que pasaban
juntas seguía limitado a algunas noches. Xena la visitaba en la enfermería. Era
durante esas visitas cuando Gabrielle y ella acordaban verse más tarde. Pasaban
juntas marcas apacibles delante de la chimenea y en la cama. En su cama,
Gabrielle no sólo hacía arder la pasión de la Conquistadora, sino que además
inspiraba ternura a Xena. Era en su cama donde Xena sentía que se fusionaba
en un ser completo, libre de la fragmentación que a menudo proyectaba una
sombra sobre su alma.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle estaba más cómoda con ella. La joven seguía siendo un misterio para
Xena. No dudaba de que Gabrielle deseara estar con ella y, sin embargo, todavía
había una distancia entre ellas que no sabía cómo superar. Sabía que la
responsabilidad por esta distancia correspondía por igual a las dos.
—¿Más?
—No, gracias.
Xena dejó la jarra a un lado y se apoyó bien en el sofá. Gabrielle, a su vez, estaba
apoyada en el pecho de Xena, tumbadas las dos delante de la chimenea. La piel
de oso del suelo las aislaba de la fría piedra. Gabrielle se movió para colocar el
oído sobre el corazón de Xena. Le reconfortaba oír el fuerte latido.
Xena sonrió.
—Creía que no querías llamar la atención sobre nuestro arreglo. Sólo tienes que
decir una palabra para venir conmigo.
—No, tienes razón. Pasaré el tiempo estudiando los pergaminos nuevos que me
ha dado Dalius. El reino tiene una excelente biblioteca médica. —Gabrielle no
disimuló su sonrisa—. Dalius me ha dicho que crece día a día. Parece que a la
Conquistadora se le ha despertado el interés por la medicina.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—En absoluto. —Gabrielle besó a Xena ligeramente y volvió a acomodarse—. Me
alegro de que Grecia esté tranquila. Deberías intentar divertirte mientras estás
fuera.
—¿Debería preocuparme?
—¿Por mí? No. Grecia va bien. Eso suele querer decir que hay menos gente que
quiere matarme.
—No.
—Es cierto que tenemos un código por el que vivimos. Por desgracia, no todos los
guerreros viven por el mismo código.
—Sí, efectivamente.
—Primero fui tras los señores de la guerra. Me concentré en los más brutales.
—¿Incluido Draco?
91
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Xena esperó a que Gabrielle reflexionara sobre su papel para vengar la muerte de
Lila.
—Sí.
—Parte del código del guerrero consiste en dar a los que quieres conquistar la
oportunidad de rendirse. Podría haber exiliado a Draco, pero así habría sido más
peligroso para mí. Es más inteligente tener a tus enemigos cerca para poder
vigilarlos. Al final, dio igual. Lo rechazó.
Gabrielle seguía apoyada en Xena. Segura de que la mujer más joven no tenía
ninguna pregunta inmediata, Xena prosiguió con su explicación.
—Estaban demasiado ocupados luchando entre sí para ser una amenaza. Como
yo, el rey Okal todavía tenía que solidificar su dominio.
—Sí. Fue un asedio espantoso. Cerré todas las rutas de acceso a la ciudad y
esperé a que Bevan se agotara. El muy cabrón estaba dispuesto a ver morir a
toda su gente de inanición y enfermedad en lugar de rendirse. Conseguí
introducir en la ciudad a unos cuantos hombres y mujeres que me eran leales y
les hice correr la voz de que la ciudadanía tendría paso libre si se marchaba
voluntariamente. Sólo hizo falta sobornar a unos cuantos guardias cada noche.
Noche tras noche una caravana de gente salía de la ciudad. Al principio sólo
acepté a las mujeres y los niños, luego a los hombres ancianos, enfermos y
heridos. Por fin, garanticé el paso a todos los hombres sanos.
—En absoluto. Mi código no me permite hacer daño a los inocentes. Siempre son
los primeros a quienes pongo a salvo. Me llama la atención que en ciertos
aspectos eran los más valientes. Venían a mí como ovejas al matadero. Se
aferraban al rayo de esperanza de que cumpliera mi palabra. Su apuesta fue
bien recompensada. Los hombres fueron los últimos por otra razón. Las mujeres
y los niños eran menos visibles para Bevan. Pude vaciar Corinto sin que él se
enterara.
—¿Anfípolis?
—Sí. Jared estuvo conmigo desde Anfípolis hasta los primeros días de mi alianza
con César. Era contrario a todo lo que tuviera que ver con Roma. Nos separamos
como amigos. Después de la traición de César, viajé hacia el este. Cuando
regresé a Grecia, me encontró. Llevamos juntos desde entonces.
93
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Porque no debe ser contada.
Gabrielle se incorporó.
—¿Por qué no? ¿Eso no ayudaría a la gente a entenderte y apreciar lo que has
conseguido?
—Gracias.
94
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Se levantó y fue al pasillo oculto. Xena sabía que Gabrielle iba a subir a la torre.
Lo que no sabía era si Gabrielle querría volver con ella. Llamó a Gabrielle por su
nombre. Gabrielle se volvió hacia ella.
Xena sintió que una mano fría le aplastaba el corazón. Se volvió hacia el fuego,
apartándose de lo que consideraba un rechazo muy bien merecido.
Gabrielle comprendió lo que había hecho sin querer. No podía retirar las
palabras. Le habían salido de lo más hondo del alma. Aunque el impacto no era
intencionado, las palabras eran ciertas, y la verdad era la única exigencia que
Xena tenía con ella.
Pasaron dos marcas hasta que Xena se acostó. Reprimió todos sus deseos de ir
en busca de Gabrielle. Le había prometido a la joven que le daría la oportunidad
de decidir si quería acudir a ella y cuándo. Esta noche, Xena necesitaba a
Gabrielle a su lado. Esta noche, Xena se quedó dormida en el doloroso vacío
creado por la ausencia de Gabrielle.
95
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Gracias, capitán. He leído tu último informe con interés.
Stephen alzó la mano e hizo una señal a los guardias que esperaban. Sacaron a
rastras a cuatro hombres de la mazmorra y los colocaron en fila ante la
Conquistadora.
Tres de los hombres eran desconocidos para Gabrielle. Se quedó de piedra al ver
que el cuarto era Talas, un joven guardia, poco más que un niño. Se adelantó
para ver y oír mejor.
—Espías de César, ¿qué tenéis que decir en vuestra defensa? —Esperó—. ¿Nada?
La pena por crímenes contra el reino es la crucifixión. Lleváoslos.
—Talas, has traicionado a Grecia y a tus hermanos. ¿Con qué han comprado tu
lealtad?
—Cometí un error, señora. Por favor, haré lo que quieras para volver a ganarme
tu confianza.
—No puedes ganarte mi confianza. La doy sólo una vez. Nunca la doy una
segunda.
96
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle tenía la leve esperanza de que Xena perdonara al necio joven. Se acercó
un paso más.
Xena captó un movimiento detrás de Talas. Miró para ver quién interrumpía lo
que por lo demás era una parada uniforme. Gabrielle la miró a los ojos y meneó
la cabeza, una señal que le rogaba a Xena que no quitara la vida a Talas. La
Conquistadora paseó la vista por el patio observando los rostros de sus guardias.
Esperaban que Talas fuese objeto de una muerte horrible digna de un traidor. En
ningún momento había dudado de que iba a matar a Talas. Lo que decidió en ese
momento era cómo iba a morir Talas.
Xena se agachó sobre una rodilla delante del prisionero. Le susurró al oído:
—Talas, te odio por no dejarme más alternativa que matarte. Sin embargo, te
concedo una gracia, consistente en que no sentirás dolor. Saluda a Hades de mi
parte.
De un solo movimiento, con la mano izquierda Xena pinzó un nervio del cuello de
Talas, al tiempo que con la mano derecha lo apuñalaba en el corazón. El guardia
se desplomó hacia delante, apoyándose en Xena mientras la muerte le
arrebataba el alma. Se compadeció de él, lo agarró por los hombros y lo tumbó.
Cuando Xena levantó la mirada, vio los rostros de su Guardia Real. No sabía si
su desprecio se dirigía a Talas o, dada su misericordiosa ejecución del traidor, a
ella. Al levantarse, vio que Gabrielle se encaminaba hacia la enfermería.
—Sí, señora.
—He hecho lo que había que hacer. —Xena posó una mano reconfortante en el
brazo de Gabrielle.
Gabrielle se apartó.
97
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Por favor, no.
Xena retiró la mano como si fuese el hierro al rojo que parecía ser para Gabrielle.
Xena se quedó en silencio. Gabrielle percibió el efecto que había tenido su acto,
así como el de sus palabras.
Xena asintió y se apartó. Gabrielle pasó a su lado, sin dejar de mirar al frente.
—No. César cuenta con que mi orgullo pueda más que mi sentido común. Quiere
darse bombo. Estoy segura de que ya ha escrito un pergamino para el Senado
jactándose de que avanza por Grecia. Pues que avance. Quiero que Dimas
aparezca con una fuerza respetable en el norte. Desplegará al Segundo Ejército
desde el oeste. César se esperará que Regan marche con el Quinto Ejército desde
la costa jónica hacia el interior para fortalecer nuestro frente occidental. Regan
así lo hará, dejando un pequeño contingente. Eso dará algo de que hablar a los
espías de César. De las tropas en marcha, quiero que todas las compañías
menos una acampen a menos de dos días de distancia de sus posiciones
originales en la costa, aquí, aquí y aquí. —Xena señaló las posiciones mientras
hablaba—. César se hará a la mar, y cuando lo haga, los hombres de Regan
dispararán nuestras catapultas hasta que la flota romana descanse en el fondo
del mar. La compañía restante avanzará para crear un frente occidental contra
César. Tendrán que ser los mejores que haya en el Quinto Ejército. Quiero que
Kasen coloque dos compañías a cada lado de esta sierra para crear un frente
oriental. Nosotros avanzaremos con la Guardia Real y una compañía del Primer
98
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Ejército hacia el noreste, para sostener el frente del sur mientras Dimas da un
rodeo con sus hombres y bloquea la retirada de César.
—¿Y Paulos?
—Ahora tienes que tomar una decisión. O marchas conmigo o gobiernas Grecia
en mi ausencia.
—Bien. Designa al oficial de la Guardia Real en quien más confíes para que se
quede aquí al mando del resto del Primer Ejército. El gobierno de Grecia se viene
conmigo. Salimos dentro de tres días.
Dalius había recibido sus órdenes. Indicó a sus ayudantes que realizaran una
serie de tareas sin dar la menor explicación. Advirtió el humor sombrío de
Gabrielle, un humor que se esperaba que hubiera cambiado con el regreso de la
Conquistadora, pero que en cambio se había vuelto aún más lúgubre.
—Sí. Le entregué un informe hace dos días. Estaba más en su ser que nunca.
99
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Es dura. Era imposible saber qué estaba pensando, pero ya lo creo que
pensaba. Estoy seguro de que César la tiene preocupada. Va a marchar con la
Guardia Real y el Primer Ejército hacia el norte. No me apetece mucho volver al
campo de batalla.
—Sabe que tienes mucha habilidad. Por petición suya, mis informes siempre
incluyen una parte detallada sobre tus progresos. Ella misma es una hábil
sanadora. He modificado tu aprendizaje siguiendo sus instrucciones.
—Dalius, ¿querrás hablar con ella? Dile que quiero ir con vosotros.
Xena oyó el leve golpe en el pasillo oculto. No quiso creer lo que le decían los
sentidos y esperó. Volvió a oírlo. Esta vez aceptó la posibilidad de lo que prometía
el ruido. Atisbó por una mirilla antes de abrir la puerta. Sus expectativas
crecieron al ver a Gabrielle.
—Espero no molestarte.
—Pasa.
100
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle entró y se quedó a un brazo de distancia de Xena.
—Quiero ser sanadora del ejército cuando éste marche hacia el norte.
Gabrielle la siguió.
—Conozco todas las razones para quedarme. Sé que veré cosas horribles y sé que
puedo acabar herida o muerta. Los hombres de la Guardia Real son mis amigos.
Quiero ayudarlos. Quiero ayudar a Grecia.
—Gracias.
—¿Algo más?
Gabrielle no sabía cómo dirigirse a Xena. No podía dar por supuesta una
intimidad permisible.
—No, mi señora.
—Te he concedido lo que has pedido. ¿Por qué te empeñas en mantenerte tan
distante?
—¿Vuelves a mí libremente?
101
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Sí. —Se calló las palabras “mi señora”.
—Cuántas marcas. No sabía que la mitad de mis guardias reales siguen siendo
analfabetos.
—Y tú eres su soberana.
—¿La moral? ¿Hacer que mis guardias reales se conviertan en una panda de
cachorritos? Me parece que antes de marchar contra César se impone realizar
una inspección real. Convoca a los hombres, ahora.
102
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Sí, señora.
—¿Qué ocurre?
—Dalius, ¿es que pretendes provocar una epidemia con estas vendas sucias?
Gabrielle se inclinó.
—Sí, mi señora.
Dalius intentó impedir lo que creía que iba a ser una injusticia.
103
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Tu protesta no hace sino confirmar lo que se debe hacer —dijo la
Conquistadora con su tono más amenazador—. Ahora... salid.
—¡General!
—Hago saber que lo que estoy a punto de hacer es en respuesta a una petición
marcada, —la Conquistadora no pudo evitar un cierto tono de sarcasmo con la
última palabra—, por todos y cada uno de los miembros de la Guardia Real y
aprobada por el general Jared. —La Conquistadora centró su atención
exclusivamente en Gabrielle—. Gabrielle de Potedaia, en reconocimiento de los
servicios prestados como sanadora y narradora a los hombres de esta
guarnición, y con tu consentimiento, a partir de ahora entras a formar parte de
la Guardia Real. La hermandad... —La Conquistadora añadió por lo bajo—:
Incluido más de un tío, ¿verdad, Jared? —Siguió hablando en voz alta—: La
hermandad jura honrarte y protegerte como miembro de la misma. ¿Aceptas este
honor?
Gabrielle miró a los hombres y vio rostros conocidos, muchos de los cuales
sonreían, cosa que la Conquistadora no toleraría normalmente.
Sonrió.
—Acepto, mi señora.
104
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—En este día, Gabrielle de Potedaia se convierte en miembro de la Guardia Real
y como tal queda bajo mi protección personal. Hombres. Tenéis una nueva
hermana. ¿Qué decís?
—Gracias, mi señora.
Suspiró:
—Dalius, a menos que tenga algo urgente que hacer, deseo tomar prestada a tu
ayudante.
—¿Sí?
—Prometí a los hombres contarles una historia durante la comida del mediodía.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Creo que soportarán bien la pérdida si les das dos historias esta noche. Dejo la
decisión en tus manos.
—Dalius, ¿les dirás a los hombres que las historias tendrán que esperar hasta
esta noche?
—Dame el brazo.
—Eso creo.
—Así me gusta. —Xena cubrió las manos de Gabrielle con una de las suyas.
Apretando las rodillas, le indicó a Argo que avanzara.
Cabalgaron hasta un pequeño lago. Xena desmontó y luego levantó los brazos
hacia Gabrielle.
—Ven.
—Gracias.
106
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Echa un vistazo.
Gabrielle fue hasta la orilla. Xena cogió una alforja, un odre de vino y una
manta. Gabrielle volvió con su ama cuando Xena ya había extendido la manta en
el suelo y empezaba a sacar un surtido de alimentos de la alforja.
—Ven.
—Puedes decirle a Dalius que hemos ido a buscar hierbas. En realidad, hay una
buena colección no muy lejos de aquí. Nos detendremos al volver y llevaremos la
prueba.
—Xena...
Xena permitió que Gabrielle la hiciera suya. Rompiendo el beso, Xena se echó
hacia atrás sobre los talones. Estaba contenta por la creciente confianza de
Gabrielle.
—Puedes elegir, pero yo establezco una condición. No debes olvidar jamás que
darme placer íntimo es siempre una elección, nunca una obligación.
—En este día, mi señora, lo que he elegido para ti también me beneficia a mí.
107
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Dos marcas más tarde Gabrielle se acomodó para descansar, con la espalda
apoyada en un árbol. Xena se acercó a ella.
—Me has visto todos los días desde que salimos de Corinto.
—Si te invito a mi tienda, en menos de una marca toda Grecia sabrá que me das
algo más que los cuidados de una sanadora.
—¿Y qué dirá Grecia cuando sepa que me has apartado de la marcha durante
unas cuantas marcas?
—Vámonos.
—¡No!
—No, mi señora. —Apartó la mano con que sujetaba a su ama—. Tus hombres
creerán que hemos aumentado nuestros suministros de hierbas medicinales y
108
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
que te he servido la comida. Lo creerán porque yo se lo diré y porque las dos
cosas son ciertas.
Xena obedeció.
—No vamos a tener muchas más oportunidades para escaparnos. Cuanto más
nos acerquemos al ejército de César, más tendremos que cerrar filas.
—Lo comprendo.
Xena cerró los ojos de nuevo. Se reprochó el tono brusco, además de su error de
juicio. Gabrielle tenía razón al pensar que su arreglo podría haberse visto
comprometido. Xena reconocía su egoísmo al seguir acudiendo en busca de la
chica y aceptar sus favores. Había tenido compañeros de cama por diversas
razones. Estaban aquellos a quienes disfrutaba seduciendo simplemente como
conquista, aquellos para quienes esa relación fugaz era una conveniencia
política, aquellos que no ocultaban que deseaban probar sus notorias pasiones y
que ella se sentía obligada a permitírselo. Estaban aquellos que buscaban un
favor, ya fuese un puesto de poder o un regalo de la tesorería, y no podía olvidar
a los penosos prisioneros, los traidores que buscaban un medio para librarse de
la ejecución. Eran estos últimos, los que se entregaban a ella sin más motivo que
el de continuar viviendo, los que se degradaban a sus pies intentando aplacarla,
mitigar de algún modo su vulnerabilidad, los que, a su vez, la infectaban a ella,
dejando a Xena con un residuo de humillación en la piel.
Nunca había tenido una compañera de cama como Gabrielle. La joven sólo le
había pedido dos cosas que podían tener valor, por poco que fuese, para otra
persona: aprender a defenderse y aprender el oficio de sanadora. Lo que Xena le
había dado a Gabrielle por iniciativa propia era igual de poco importante: una
habitación propia y un año menos de servidumbre.
109
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle seguía a su servicio, seguía sometida al dominio de la Conquistadora.
No se podía olvidar que ella era ama y señora de Gabrielle. No se podía negar que
por mucho que Xena le asegurara a Gabrielle que ésta tenía derechos en cuanto
a su arreglo, concretamente el derecho a consentir, Xena seguía negándole la
única cosa que Gabrielle había declarado inequívocamente que necesitaba: la
libertad. Xena se negaba deliberadamente a renunciar a su derecho a ser
soberana de Gabrielle.
Xena rara vez se permitía pensar en Gabrielle en esos términos. Había violado su
propia norma de jamás estar con un esclavo o un siervo, una norma establecida
para evitar todas las preguntas, todas las acusaciones que ahora se le pasaban
por la mente. Estar con Gabrielle era un acto más que la condenaba al Tártaro.
Liceus, de estar vivo, sería el primero en declarar en su contra. Si se encontrara
con su hermano al otro lado, Xena no podría mirarlo a los ojos. Había llegado a
ser como sus peores enemigos. Compraba y vendía la libertad preciosa de otro
ser humano.
—¿Qué te ocurre?
—Si te sirve de algo, puedes hablar conmigo. Puede que no comprenda tus
estrategias de combate, pero puedo intentarlo.
—Lo siento.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—No tienes por qué. No puedo rebatir la verdad. Ojalá hubiera sabido más
cuando era más joven.
—Tal vez.
—¿Cómo?
—¿Incluso tu libertad?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Durante un tiempo, sí. —Xena abrió los ojos y miró a Gabrielle—. Decir eso es
propio de ti. Tú cuentas historias. Te llevas a otros contigo a lugares en los que
nunca han estado y les presentas personas a las que nunca han conocido. La
mayor parte de las veces, esos lugares y esas personas no existen, pero da igual.
Los que escuchan tus historias quieren escapar. No discuto que a todos nos
viene bien escapar de vez en cuando. Eso no cambia el hecho de que nunca
debemos intentar negar el presente. Siempre debemos regresar a la verdad.
Gabrielle había decidido descansar un poco del traqueteo del carromato del
sanador y caminar. El general Jared se acercó a ella montado a caballo. Había
llegado a considerar a la chica como su tutelada.
Gabrielle sonrió.
—Gracias, Jared.
112
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Sí, es cierto.
—¿Dónde está?
—En Britania. Toris no era un hombre honrado. Aprovechó que era hermano de
la Conquistadora para exigir dinero a cambio de protección. Hasta a Cirene le
costó encontrar objeciones cuando la Conquistadora le sugirió que buscara un
hogar lejos de Grecia.
—¿Cirene?
—Es. Cirene sigue dirigiendo la posada de Anfípolis. Es una buena mujer. Fue
dura con la Conquistadora. La repudió cuando murió Liceus.
—Yo digo que no. La Conquistadora era joven. Cinco o seis inviernos más joven
que tú. Necesitaba una mano que la guiara y Cirene era la única en quien
confiaba.
—¿Qué podía decirle yo para aliviar su dolor? Le daba consejos sobre estrategia
militar. Al poco, ya no tenía nada que enseñarle y ella tenía mucho que
enseñarme a mí. Es brillante, Gabrielle. Pocos valoran su mente. Sólo ven su
espada.
—Sigo sin entender cómo pudo hacer las cosas que ha hecho... las cosas que
sigue haciendo.
113
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Gabrielle, ¿te ha castigado injustamente? Pregúntate a ti misma, dada su
posición y las dificultades a las que se enfrenta, ¿qué otra opción tiene?
—En un mundo mejor, un mundo sin los Gaugans y los Césares, tendrías razón.
Pero ése no es el mundo donde ella gobierna.
—No, no es cierto. Grecia ha prosperado. Los impuestos son más altos de lo que
tanto tú como ella desearíais, pero sólo porque necesitamos soldados para evitar
que Grecia sea presa de los romanos y los persas. Exige tributo a las naciones
vasallas, pero sólo lo suficiente para mantenerlas sujetas. Cuando una parte de
Grecia sufre, la tesorería se abre para cuidar de las personas necesitadas.
—Mata.
—Sí, eso es cierto. Tú te has estado entrenando con la vara y la espada corta.
¿Acaso eres distinta?
—¿Por qué dices Grecia? Los dos sabemos que cuando decimos Grecia nos
referimos a la Conquistadora.
—¿Por qué... por qué no coge sus riquezas y se va? ¿Por qué no reclama su
libertad?
114
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Porque la Conquistadora es una mujer honorable. Llegó el día en que su
destino y el de Grecia se hicieron el mismo. No dejará Grecia abandonada a los
señores de la guerra o a las naciones extranjeras.
—Creo que no espera vivir mucho. Yo le saco mis buenos quince inviernos. ¿Te
has fijado en que la nieve ha dejado su color en mi pelo?
Gabrielle sonrió.
—Intento recordarle que es posible vivir más, pero por otro lado, ella y yo
sabemos que si he vivido tanto es porque ella ha intervenido y me ha salvado el
pellejo más veces de las que puedo contar. ¿Quién intervendrá para salvarle a
ella la vida?
—Tú.
—Si Ares quiere. Pero yo no puedo estar a su lado todo el tiempo. Los que más la
odian son los que están en desacuerdo con su forma de gobernar... una forma de
gobernar que ha dado una vida mejor a Grecia.
—Lleva gobernando Grecia cuatro inviernos. Hace falta tiempo para crear una
Grecia mejor.
—Y tiene razón.
115
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
La enfermería estaba instalada a una distancia segura del frente. Dos de los
ayudantes de Dalius organizaban a los heridos cerca del combate. Dalius,
Gabrielle y otros dos ayudantes atendían en la enfermería.
César había iniciado una retirada, concentrando sus fuerzas en crear una cuña
para atravesar la línea del Segundo Ejército de Grecia. La Conquistadora tenía
dos opciones. Las riquezas eran secundarias. Lo más importante era que el
acuerdo desmoralizaría a los soldados supervivientes de Roma, propagando una
infección del espíritu que la Conquistadora consideraba una amenaza mayor
para César que la pérdida de más hombres.
Stephen la saludó:
—Señora.
116
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¿Qué dice Roma?
—Roma acepta las condiciones impuestas por Grecia para la retirada, con una
excepción. Roma entregará las armas, pero no la armadura.
—¿Qué sospechas?
Cualquier dirigente militar que se enfrentara a las fuerzas de Grecia tendría que
haber sido un suicida o haber estado ciego de arrogancia para romper el
acuerdo. La Conquistadora estaba segura de que era precisamente por esto por
lo que César iba a actuar. Una vez más, contaba con el orgullo de la
Conquistadora, convencido de que ésta cantaría victoria demasiado pronto, antes
de que terminara toda la lucha.
Grecia respondió velozmente. Las fuerzas de Regan y Kasen cargaron desde sus
respectivos frentes. La Conquistadora saboreó la bilis del odio que sentía hacia
César. Deseaba haberse equivocado, pero nada era más previsible que el orgullo
de César.
Jared llevó a la Guardia Real y al Primer Ejército al campamento base del sur.
Por orden de la Conquistadora descansarían unos días antes de regresar a
Corinto. Sus generales tenían órdenes de acampar en lugares estratégicamente
escogidos y luego debían presentarse ante ella para un informe completo.
Xena caminaba por el campo, dejando que las imágenes de muerte y destrucción
se grabaran a fuego en su alma. No podía escapar de la pesadilla de la guerra. La
había marcado durante la batalla contra Cortese. Nada podía curar esa herida.
El tiempo no hacía más que empeorarla. Para ella no era ningún consuelo saber
que el total de bajas podía haber sido peor. Había dirigido una campaña casi
impecable. Grecia no había caído ante Roma. Grecia seguía siendo libre gracias a
la espada y la estrategia de la Elegida de Ares.
Una vez más, había abandonado su parte más humana, lo mejor de sí misma,
permitiendo que el animal que llevaba dentro causara la muerte a todo aquel que
se acercaba a su espada. Tentaba al destino al caminar a campo abierto. La
118
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
flecha de un asesino podía quitarle la vida fácilmente si ella optaba por no
atraparla. No sería un destino muy mal recibido: no volver nunca a ser parte de
la guerra, no volver nunca a quitar una vida, no volver nunca a sentir esa pena
inconsolable.
—Jared.
—Sí, muchacha.
—En el campo de batalla, muchacha. Ella es la primera que entra y la última que
sale.
—Pero ya ha terminado.
—Por ahora. Gabrielle, ha sido peor que el Tártaro. La guerra obliga a los
hombres... obliga a los hombres a hacer cosas inhumanas. Nadie lo nota más
que la Elegida de Ares. Necesita tiempo para volver al mundo que comparte
contigo.
—No te entiendo.
—¿No entiendes lo que la guerra les hace a las personas, o que, de las personas
más próximas a nuestra soberana, ésta te tiene a ti un afecto especial?
—No tienes nada de que avergonzarte. Has sido buena para ella.
—No me avergüenzo.
119
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Algún día se animará y te invitará a sus aposentos por la entrada principal en
lugar de la entrada de servicio.
—¿En serio?
Por primera vez desde que se conocían, Jared se enfadó con la chica.
—Jared, no lo sé.
120
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle se quedó mirando mientras Xena desaparecía tras la lona. Xena le
había advertido de que en la guerra era una mujer distinta. Conmovida por la
mirada atormentada de Xena, Gabrielle no estaba convencida de que eso fuese
cierto.
—Adelante.
Entró Trevor.
Asintió.
El guardia se hizo a un lado. Gabrielle entró con una jarra de agua y una jofaina.
Del hombro llevaba colgada una bolsa, dentro de la cual iban sus útiles de curar.
Dejó la bolsa en un banco cercano y se acercó en silencio. Colocó la jofaina al
lado de Xena y echó el agua dentro. Sacó un paño de la bolsa y lo sumergió en la
jofaina.
La joven sanadora alzó los ojos hasta Xena, que la había estado observando
fijamente. Posó la mano en el brazo de Xena y empezó a lavarlo, revelando poco a
poco la piel morena que había bajo las costras oscuras de suciedad y sangre.
Gabrielle le lavó los brazos y las manos a Xena y luego se apoyó en una rodilla y
lavó las piernas de Xena. Gabrielle se levantó de nuevo y se plantó ante Xena.
Alzó las manos con cuidado y limpió la frente de Xena, bajando con delicadeza
hasta que la cara y el cuello de la guerrera quedaron libres de los restos de la
batalla.
—Gabrielle, dale a Persi mis cosas. Él se ocupará de que las limpien. Hay que
repararlas además de limpiarlas.
121
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¿Puedo volver más tarde, cuando hayas descansado?
—¡Gabrielle, no!
—Sí, por mi honor. Se acabaron las puertas traseras. Xena, me da igual el riesgo.
Quiero estar a tu lado. Sería un orgullo para mí.
—La Conquistadora dio orden después de que te fueras esta tarde de que ya no
tienes que ser anunciada. Puedes entrar y salir de sus aposentos libremente.
122
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¿Sabes si aún descansa?
—No lo sé, señorita. Mandó que le trajeran comida hace dos marcas. Nadie ha
venido a verla desde entonces.
—Gracias, Trevor.
Gabrielle entró. Una lámpara de aceite derramaba una luz tenue por toda la
tienda. Xena dormía en su cama. Gabrielle advirtió, por los restos de comida en
la mesa, que Xena había comido. Se quitó toda la ropa salvo la interior y se metió
en la cama de Xena. Ésta estaba tumbada de lado, de espaldas a Gabrielle. Ésta
amoldó con cuidado su cuerpo al de Xena, buscando el sencillo consuelo de estar
cerca de su ama. No tardó en quedarse dormida.
Gabrielle respondió al beso que notaba en los labios. El beso se hizo más
profundo y la despertó. El beso la abandonó. Notó un mordisco en el cuello. Se le
escapó un profundo gemido. Notó el peso del cuerpo de otra persona encima de
ella. Sintió una presión en la entrepierna. El beso volvió, le abrió la boca y una
lengua se coló dentro para explorar.
Hasta este momento, Gabrielle nunca había temido que su amante fuese nada
más que tierna en la cama. Gabrielle sabía que se había equivocado al creer que
se estaba metiendo en la cama con Xena y que por ello lo que tuviera lugar entre
ellas sería una fusión de la sensibilidad de cada una. Estaba en la cama de la
123
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Conquistadora, donde lo único que importaba era la insaciable hambre física de
la Conquistadora.
—¿Eres mía?
—Lo que para ti es violencia, puede que para mí no lo sea. No te voy a tomar en
contra de tu voluntad. Dime que no y pararé. Te doy mi palabra.
Gabrielle era presa del instinto. Su cuerpo respondía a la pura sensación. Había
perdido el control por completo. A medida que avanzaba la noche, su cuerpo fue
más allá del agotamiento físico, como nunca hasta entonces lo había hecho.
124
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Repleta, la Conquistadora se puso de lado y se durmió. Agotada, físicamente
ilesa, emocionalmente destrozada, Gabrielle no podía aceptar ver a la
Conquistadora dándole la espalda. Gabrielle se volvió de lado, en la dirección
opuesta. Le fueron cayendo lágrimas silenciosas por la cara hasta que se rindió a
la llamada de Morfeo.
—Ahora descansa.
Gabrielle puso en orden sus ideas. Se rindió al destino elegido y dijo en voz baja:
—¿Me deseas?
Xena oyó las palabras que volvían a ofrecer la entrega. También oyó la voz de la
rendición, no del deseo. Acercó más a Gabrielle a su cuerpo.
125
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¿Te he hecho daño?
Gabrielle se quedó donde estaba. Reconfortada por el contacto con Xena, hizo
acopio de valor y habló con sinceridad:
—Rara vez hablo cuando estoy contigo. Las palabras son un estorbo.
—Hay tantas cosas que no entiendo. Tú tienes más experiencia que yo. Intento
aprender, pero algunas cosas me cuestan más que otras.
—Xena, tú no has hecho nada malo. Yo no sabía en realidad qué era lo que
estaba consintiendo.
—Sí.
126
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle guardó silencio.
—Habrá ocasiones como anoche en que te desearé una y otra vez. Tienes derecho
a dar tu consentimiento o no. Si consientes, te prometo además que nunca
habrá violencia, que pararé cuando me lo pidas y que diré tu nombre para
asegurarte que estoy contigo y con nadie más.
—¿Y si no consiento?
—¿Nunca?
—A veces.
—Aquí estoy.
127
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
esperara ver a Gabrielle hasta más tarde. Pasó la mañana dirigiendo las
operaciones del campamento, asumiendo la responsabilidad de recibir a los
generales que iban llegando.
Los generales estaban sentados juntos en la tienda del comedor para el almuerzo
de mediodía. Kasen tenía la misma edad que Jared. Aunque era más grande, en
todo lo demás podría haber sido hermano de Jared. Kasen, un hombre fuerte que
había superado la necesidad de demostrar su valía, valoraba su posición y se
esforzaba por conservar legítimamente lo que había ganado. Dimas tenía la edad
de la Conquistadora. Prefería el hacha de combate a la espada y siempre andaba
deseoso de una buena batalla. Descarado en ocasiones, sólo la Conquistadora
tenía la fuerza de carácter necesaria para controlar su comportamiento menos
recomendable. Regan tenía la misma experiencia que Dimas, pero superaba a su
camarada con creces en materia de madurez. Había iniciado su carrera como
marinero y agradecía estar destinado a una guarnición costera.
La Conquistadora entró.
—¡Generales!
Los hombres se pusieron en pie. Xena pidió una taza de té y se sentó. Los
generales volvieron a tomar asiento. Xena pidió informes. Cada dirigente relató la
batalla desde su punto de vista, las pérdidas sufridas, las pérdidas infligidas, lo
esperado y lo inesperado.
—Tanto vosotros como vuestros soldados tenéis motivo para estar orgullosos.
Todos habéis honrado a Grecia y os lo agradezco.
Regan intervino:
—Señora, antes de regresar al oeste, a mis hombres les gustaría que les pasaras
revista.
Kasen añadió:
128
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Me gustaría solicitar el mismo honor, señora.
Xena inclinó la silla hacia atrás sobre las dos patas traseras.
—Jared organizará las revistas. También visitaré las enfermerías para hablar con
los heridos. —Volviendo a apoyar la silla sobre las cuatro patas, preguntó con
una gran sonrisa—: Bueno, ¿qué os parece un brindis por nuestra victoria?
—¡Bien! Pues a brindar. —Xena pidió bebida, contenta de celebrar las cosas con
estos hombres valientes.
Dalius la saludó:
—Bien, Majestad.
—Me parece que vamos a quedarnos aquí unos cuantos días más. ¿Cómo está
nuestra provisión de medicinas?
—Tenemos suficiente para llevar de vuelta a los hombres a Corinto y para quince
días más.
—Gracias, Dalius. —Xena fue hasta un biombo que separaba tres catres para
Dalius y sus ayudantes. Gabrielle dormía en uno de ellos. Los otros dos estaban
vacíos.
129
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Xena se arrodilló al lado de su amante. Le dolía el corazón por la joven. Al haber
exigido tanto de ella la noche anterior y ser consciente de las consecuencias esta
mañana, tenía la necesidad de ofrecer a Gabrielle la ternura que anhelaba la
joven. Xena llamó a Gabrielle suavemente, despertándola poco a poco. Gabrielle
abrió los ojos y vio a Xena.
—Hola.
—Hola.
—Contigo.
—Puedo andar.
—Vuelve a dormirte.
Xena cruzó con Gabrielle la enfermería y la plaza central del campamento hasta
su tienda. Trevor, que estaba de guardia, observó el avance de la Conquistadora.
Ya no le sorprendían las muestras públicas de afecto hacia la joven sanadora por
parte de la Conquistadora. Apartó el faldón de la tienda.
Xena entró.
—Gracias, Trevor.
—No hay de qué, señora. —El guardia cerró el faldón, contento de ver pruebas
continuas de que la hermana adoptiva de la Guardia Real había capturado el
corazón de la Conquistadora.
130
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Durante los tres días siguientes Xena visitó los campamentos de sus ejércitos,
pasando detallada revista a cada uno de ellos. Pasó por alto las faltas poco
importantes y se concentró en alabar la pericia y el valor de los soldados.
Regresó tarde por la noche a su tienda. Gabrielle estaba sentada en su cama.
—Has vuelto.
—Está todo bien. —Xena iba vestida con pantalones negros de cuero y una
loriga. Se soltó el cinto del tahalí, que se quitó junto con la vaina y la espada—.
¿Tú cómo estás?
—Bien.
—¿Ocurre algo?
131
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Te he abrazado todas las noches. ¿No es eso lo que quieres, ser algo más que
mi compañera de cama?
—Quiero que estés conmigo de la forma en que estuviste la primera vez que
estuvimos juntas.
—¿Sí?
—Sí.
Xena se echó hacia delante y le dio a Gabrielle el beso más delicado que le fue
posible. Gabrielle respondió con timidez. Xena le dio un segundo beso. De nuevo,
fue recibida con timidez. La velada prosiguió con tiernas caricias físicas,
acompañadas de las palabras de Xena, con las que ésta llamaba a Gabrielle, le
pedía permiso, la tranquilizaba, guiaba a Gabrielle hasta ella.
Xena y Jared fueron donde Stephen y una pequeña partida de caza se disponían
a salir del campamento.
132
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Xena le tomó el pelo:
—Es culpa tuya por mantenerme tanto tiempo con vida que ahora siento dolor
en las articulaciones.
—No creo que me vaya a dar a mí los mismos cuidados que te da a ti.
Jared ya había avanzado un paso cuando se dio cuenta de que caminaba solo.
Se volvió hacia Xena y se fijó en la máscara impenetrable que caía sobre su
rostro. Se quedó atónito al ver cómo habían afectado a Xena sus palabras
descuidadas. No dudó. Se plantó justo delante de ella.
—No podrás hacer nada porque cualquiera que haga daño a la muchacha verbal
o físicamente morirá a manos de la hermandad.
—Es fuerte.
133
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Gracias, amigo mío.
Jared puso la mano en el hombro de Xena, un raro gesto que sólo él se había
ganado el derecho de hacer. Señaló con la barbilla.
—Sanadora.
—Mi señora.
—Ten cuidado.
Xena sonrió.
—Por supuesto.
Gabrielle sonrió.
134
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Creo que ya iba siendo hora.
Xena se alegró. Le parecía que hacía mucho tiempo que no veía a Gabrielle tan
animada.
—No sé yo, mi señora. Me das un poco de miedo con este humor que tienes.
—Sé que es muy egoísta por mi parte, pero ¿querrás ser mi bardo esta noche?
Gabrielle se quedó inmóvil. Sintió que un muro que había habido entre las dos se
venía abajo. Contestó con todo su corazón:
—Bien. Pues hasta esta noche. —Xena cogió la mano de Gabrielle y la apretó
suavemente, refrenándose de robar públicamente el beso que deseaba darle.
Gabrielle había captado atisbos del precio que pagaba Xena por gobernar Grecia.
Las recompensas que recibía Xena eran escasas. Hoy Xena estaba contenta. La
Conquistadora había quedado a un lado. Gabrielle deseó poder congelar este
momento en que el avance de la historia humana se había detenido. No había
ninguna guerra que librar, los ejércitos de Xena se alzaban victoriosos, Grecia
prosperaba y su gobierno estaba seguro. Sólo gracias a estos frágiles logros se
podía permitir Xena una cacería en buena compañía y una noche de historias.
Xena le había dicho a Gabrielle que obtenía la felicidad de los placeres sencillos.
Al ver a Xena alejarse a caballo saludando con la mano y con una sonrisa
radiante, Gabrielle supo que era cierto. Parecía algo tan fácil y, sin embargo,
para Xena era dificilísimo de conseguir. Ilusionada por la velada, Gabrielle rezó a
los dioses para que concedieran a Xena la gracia de la paz.
135
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Una flecha cruzó el espacio directa hacia su corazón. Podía elegir la muerte y
dejar que la flecha diera en el blanco o elegir la vida y atraparla. No era un buen
día para morir. Tenía a Gabrielle esperándola y Xena no estaba dispuesta a
decepcionar a su amante. Xena gritó al tiempo que atrapaba la flecha. La partida
de caza giró a la izquierda. Fuera cual fuese la resistencia que los esperaba, se
enfrentarían a ella como una fuerza unida. Si sobrevivían a la emboscada, sería
no por plantear dudas, sino por obedecer.
Xena iba en cabeza, agachada sobre el caballo, para ofrecer un blanco menor.
Los superaban en número. La ventaja de Xena era que sus hombres y ella iban a
caballo y los atacantes que tenían delante no. Oyó gritar a un hombre. Al mirar
atrás, vio que Stephen había sido alcanzado por una flecha en el hombro. Dio la
vuelta a Argo, gritando órdenes a sus hombres para que siguieran adelante.
Desenvainó la espada y se dispuso a combatir.
Azuzada por la orden de Xena, Argo se alejó al galope. Xena notaba la sangre que
le manaba de la herida. Dirigió a Argo hacia un sendero perpendicular a la ruta
136
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
que pensaba que habían seguido sus hombres. Dividiría a las fuerzas atacantes.
Aunque esto pudiera suponer su muerte, podría ayudar a sus hombres a
sobrevivir.
La suerte sonrió a Xena. Detrás de ella oyó un ruido caótico. Nadie ordenó su
persecución. Argo transportaba a su ama a velocidad constante. Xena perdía y
recuperaba el conocimiento y se aferraba al arzón de la silla para no caerse.
Delante de ella, Xena vio dos grandes peñas de la altura de Argo. Como estaban
pegadas la una a la otra, formaban un nicho que podía darle cierta protección.
—Argo, para.
Argo se detuvo.
—Argo, abajo.
—Buena chica. —Xena tiró al suelo una manta, una de sus alforjas y un odre de
agua. Luego se bajó a rastras del animal y se metió reptando en el nicho.
137
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
toda la campaña contra César. Fueran cuales fuesen las consecuencias de su
muerte, éstas no supondrían que Gabrielle tuviera que verse obligada de nuevo a
caer en manos de un tratante de esclavos.
Xena sintió una vergüenza creciente. Sabía que era ella la que perjudicaba a
Gabrielle. Ésta seguía siendo su sierva porque Xena tenía miedo de que, si era
libre, Gabrielle decidiera dejar Corinto. Xena volvió a oír la valoración que Jared
había hecho de Gabrielle. “Es buena y honorable y sólo merece lo mejor que
pueda darle la vida”.
Al despertarse esa mañana con Gabrielle en sus brazos, Xena se había sentido
digna del honor de ser la guardiana voluntaria del vulnerable espíritu de
Gabrielle. Tras su tierna noche de placer, Xena se sentía a la vez humilde y
animada. Admiraba el valor de la joven que temblaba en sus brazos: un valor que
consideraba mayor que el suyo.
Xena repasó los hechos que las habían llevado a la noche anterior. Se había
quedado impresionada por el valeroso corazón de Gabrielle durante la primera
vez que mantuvieron relaciones íntimas. Era su primera vez, y ella se esforzó por
hacer olvidar a Gabrielle los abusos sufridos a manos de otros. Gabrielle confió
en que Xena no le haría daño y se entregó libremente a las caricias de Xena. Ésta
pensaba que lo que habían compartido la noche anterior iba más allá de esa
confianza inicial. Gabrielle se había abierto por segunda vez a Xena, que era una
persona que le había hecho daño. Xena tenía que aliviar el dolor de lo que
Gabrielle había vivido como indiferencia por su parte y una traición casi de esa
confianza. Xena agradecía la invitación a regresar a Gabrielle, una invitación que
ella nunca habría podido dar a otra mujer u otro hombre porque nunca concedía
otra oportunidad, nunca se arriesgaba a volver a sufrir daño.
—Llévame contigo.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—No.
Gabrielle se acercó.
—Lo prometo.
—Gracias.
Jared se quedó mirando mientras la joven desaparecía por detrás del faldón de la
tienda. Descubrió un motivo para sonreír. Ninguna discusión con la decidida
bardo podía considerarse un enfrentamiento justo. Le daría a Gabrielle todo lo
que pidiera siempre y cuando no entrara en conflicto con el juramento que le
había hecho a la Conquistadora.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Capitán. Informa.
—Por aquí.
—¿Querías verme?
Gabrielle se detuvo.
—Stephen no ha dicho...
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—No hacía falta. La Conquistadora habría vuelto sobre sus pasos y habría
encontrado a sus hombres. Si no lo ha hecho es porque no puede. Prepárate
para lo peor.
—Al amanecer vamos a dividirnos en tres grupos. Será peligroso. Al ser menos en
número, seremos más vulnerables.
—Si quien estuviera ahí fuese yo, —Jared contempló la distancia—, ella utilizaría
ese condenado sexto sentido que tiene e iría derecha hasta mí. Ninguno de
nosotros es la Conquistadora, así que lo haremos por las bravas.
Gabrielle asintió.
—¿Estás bien?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Tal vez sí. Hay buenos motivos. Recuerda que conocí a Xena cuando no era
más que una niña y vivía en Anfípolis.
—Conoces esa parte de ella. Es la parte que está cómoda con el mundo, que ríe y
llora.
Gabrielle sonrió.
—Vamos a buscarla.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Parecían llover hombres del cielo. Gabrielle soltó su vara de la correa de su silla.
Bloqueó la espada de un atacante que se le echó encima. El impacto la sacudió
en la silla.
Jared se colocó detrás del caballo de Gabrielle y le dio una palmada en la grupa.
La yegua salió despedida. Un hombre armado con una espada corta lanzó una
estocada contra el cuerpo de la yegua y le hizo un corte en el pecho de lado a
lado. La yegua se encabritó, volvió a caer sobre las cuatro patas y salió del caos a
galope tendido.
—Xena.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Xena soltó la espada que tenía preparada en la mano. Habló con voz ronca:
—Déjame intentarlo.
—He dejado de sangrar. —Xena sonrió con sorna—. Creo que no me queda
sangre.
Xena abrió la boca. Aunque tenía una sed devoradora, las náuseas le impidieron
beber más que unos pocos sorbos.
—El bosque está lleno de asaltantes. Vete. Si te cogen, no querrás seguir viva
cuando terminen contigo.
Xena se enfureció.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¿Qué crees que he estado haciendo? Tú me has devuelto la vida.
—Por favor, ya no puedes hacer nada más por mí. Déjame la manta y el agua.
Llévate a Argo. Vete.
Gabrielle se levantó y fue hasta Argo. Ató sus cosas a la silla. Cogió las riendas
de la yegua y puso el pie en el estribo. Se montó ágilmente. Gabrielle se volvió
para mirar a la Conquistadora por última vez. Todavía quedaba mucho por decir
entre ellas. Tendría que esperar.
Xena siguió a Gabrielle con la mirada mientras se alejaba. Xena se sentía a la vez
orgullosa y frustrada por el desafío de Gabrielle. Las muchas marcas que había
pasado esperando le habían dado a Xena la oportunidad de hacer un repaso de
145
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
su vida. Gabrielle no tenía sitio en ella. Xena vivía de acuerdo con un código
basado en la verdad. Durante las solitarias horas nocturnas había acabado por
reconocer que había dado la espalda a una verdad fundamental. Nadie estaba a
salvo a su lado. Nadie a quien quería sobrevivía a menos que ella mantuviera a
esas personas a distancia. La única excepción era Jared, que era uno de los
guerreros más capacitados que había conocido jamás. Gabrielle no era Jared.
Continuar persiguiendo a Gabrielle, dar la bienvenida a su amor, suponía
condenarla a muerte o a un destino peor que la muerte. Xena sufriría en el
Tártaro para toda la eternidad. Gabrielle no iba a ser el motivo. Ningún inocente
más moriría por su culpa.
La aldea era de modesto tamaño. Los edificios estaban en buen estado. Había
hombres y mujeres que paseaban tranquilamente. Había niños jugando.
Gabrielle llamó a un joven que salía de la herrería.
—Anfípolis, señorita.
—¿Conoces a la posadera?
—Gracias.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle entró en la posada. Había mucho ajetreo porque estaban sirviendo la
cena. Se acercó a una camarera.
La chica señaló.
—Gracias.
Gabrielle vio apenas a la mujer de más edad. De estatura bastante más baja que
la de su hija, compartía con Xena el largo pelo oscuro. Gabrielle entró en la
cocina.
Gabrielle se acercó.
—Por aquí.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Sé que Xena sigue llorando a Liceus. No me puedo ni imaginar el daño que te
hizo a ti su muerte.
—Una amiga.
—Te equivocas. Hay hombres y mujeres que morirían por ella. Yo soy una de
ellos... Si no me ayudas, dime donde puedo encontrar a un sanador. También
tengo que hacer llegar un mensaje a su ejército.
—Sí.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle se enfureció al oír lo que interpretó como una acusación muy común e
injusta.
—Sí.
—Gabrielle, espera. Tendremos que traer a Xena aquí sin que nadie lo sepa. Hay
muchos hombres y mujeres que tendrían tentaciones de clavarle un cuchillo si
supieran que está herida. Y por esa misma razón, no puedes fiarte de que nadie
de aquí lleve un mensaje a su ejército. Si Jared sigue siendo el mismo hombre
que yo conocía, no parará hasta que la encuentre. Tenemos que esperar a que el
pueblo se duerma. Tengo un carro que podemos usar para traerla a la posada.
—Dos marcas. Mientras, puedes ayudar a preparar una habitación para ella y
comer algo. La noche promete ser larga y necesitarás todas tus fuerzas.
—Gracias.
Viajaron a la luz de la luna hasta que llegaron al bosque. El espeso dosel obligó a
Gabrielle a encender una antorcha. Iba en cabeza, montada en Argo. Cirene
conducía un carro detrás de ella. Gabrielle avistó los dos grandes peñascos.
—¡Por aquí!
—Está viva.
Gabrielle la avisó:
Xena estaba oculta en una habitación de modesto tamaño situada al fondo del
primer piso de la posada. Se podía acceder a ella por las escaleras de detrás, lo
cual permitía a Gabrielle y Cirene subir y bajar sin ser observadas. Habían
pasado dos días. Xena seguía inconsciente. Gabrielle le había quitado a Xena la
armadura y el cuero y le había lavado el cuerpo. El íntimo acto hizo llorar a
Gabrielle cuando se fijó en los nuevos cortes y contusiones junto a antiguas
cicatrices de combate. Gabrielle lavó las heridas más profundas con cuidado
antes de coserlas. Gabrielle y Cirene se hablaban poco.
Xena se movió.
Gabrielle sonrió.
—Hola.
—Estás a salvo.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
A Xena le dio un vuelco el corazón.
—Madre.
—Sí, hija. Menudo susto nos has dado. Llevas más de dos días durmiendo.
—No lo dudo.
—¿Gabrielle?
—He violado mi código. Lo siento. —Xena cerró los ojos al quedarse dormida de
nuevo, presa de la fatiga.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—No lo sé.
—Cuéntamelas.
—¿Dónde está?
—Quiero verla.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Xena tiene razones para tomar las decisiones que toma. No siempre estoy de
acuerdo con ella, pero nunca ha hecho nada tan horrible que me obligue a
renunciar a mi lealtad a ella.
Jared conocía bien a la mujer. Sabía que necesitaba garantías, no tanto porque
dudara de él, sino porque temía equivocarse por segunda vez en un momento
crucial de la vida de su hija.
—Hasta este momento, nadie más en Anfípolis sabía que estaba aquí. Paga la
deuda que tienes con ella manteniéndola a salvo.
—Necesita a Dalius.
—¿Se pondrá bien? —Gabrielle buscaba la corroboración del hombre que mejor
conocía a Xena.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle se despertó al oír una voz conocida. Abrió los ojos a la luz de una sola
vela y de la luna que entraba por la ventana. Xena se agitaba en sueños. Repetía
la palabra “No” mientras movía la cabeza de un lado a otro.
—¡No! —Xena se sentó de golpe. Gabrielle soltó el paño y le puso las manos en
los hombros a Xena para sujetarla.
—¿Gabrielle?
—Xena, ¿te acuerdas de aquel lago donde me llevaste? ¿Te acuerdas de cómo nos
daba el sol en la cara y de cómo el viento te agitaba un poco el pelo? ¿Y de lo
silencioso que era? ¿De lo apacible? Aférrate a esa sensación. Descansa allí. En
paz. —Gabrielle acarició la frente de Xena—. Descansa.
—¿Cómo está?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—No... cuando estoy con ella... No se acuerda, o si se acuerda, nunca me ha
dicho nada.
—Sí.
—La amo.
—No. Yo me aparté de ella. Ella había sido muy delicada, pero por lo que me
habían hecho antes de llegar a Corinto, la idea de estar con alguien me daba
miedo. Con el tiempo, me di cuenta de que sí que quería estar con ella y de que
confiaba en que no me iba a hacer daño.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Así que ha sido buena contigo.
—De niña, Xena era muy independiente. Podía con los chicos, incluso con su
hermano mayor Toris, y no le interesaba tratarse con las niñas. Nunca sintió que
éste fuese su sitio. Su único compañero de juegos constante era Liceus. La
adoraba. Nada de lo que Xena hiciera podía estar mal. Y Xena lo protegía. —
Cirene no disimulaba el orgullo de su tono—. Que los dioses ayudaran a
cualquiera que intentara hacer daño a Liceus.
—La culpé a ella. —Cirene se puso seria—. Como todas las personas de Anfípolis
que perdieron hijos, hermanos y maridos. Tuvo que hacer frente sola al dolor. En
lugar de compasión, recibió desconfianza y odio. La gente de Anfípolis... yo soy
responsable de crear a la Conquistadora.
—Lo siento.
Cirene se levantó.
—¿Y Jared?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Ve a buscar a Jared... Dalius, sólo quiero verlo a él. A nadie más, ni siquiera a
ti.
—Sí, Majestad.
Dalius encontró a Jared, Cirene y Gabrielle en una mesa del centro de la posada.
Gabrielle se levantó al verlo. Dalius alzó la mano para detenerlos a ella y al
general, que también se había puesto en pie.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Lo mismo digo. ¿Qué sabemos?
—¿Xena?
—Dalius ha dicho...
—Seguro que sé lo que ha dicho Dalius. Para cuando lleguemos a Corinto, estaré
como nueva.
—Si así se evita un mayor derramamiento de sangre, sí. ¿Crees que no puedo
con ese cabrón?
—Hay una cosa más. He dado la libertad a Gabrielle. Dale un doble estipendio,
un caballo y dile que puede llevarse todas las provisiones que necesite además de
sus pertenencias personales.
—¿Se marcha?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Esto es para ti. Por orden de la Conquistadora, también recibirás un caballo,
tus pertenencias y todas las provisiones que necesites para emprender una
nueva vida como mujer libre.
Sintiéndose desamparado, buscando apoyo, Jared miró a Cirene por encima del
hombro de Gabrielle. La mirada de Cirene distaba mucho de ser reconfortante.
—No.
Cirene intervino:
—Muchacha, todavía estás a mi mando. Puedo darte escolta hasta las provincias
orientales, donde el general Kasen dirige el Tercer Ejército. A su guarnición le
vendría bien una sanadora. Y no estarás totalmente entre desconocidos. Conoces
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
a varios hombres de la compañía de la Guardia Real que también está
estacionada allí.
—Adelante.
Cirene entró.
—Por supuesto.
—Lo comprendo.
—No fue decisión tuya, ¿no? Pensar que mi hija ha tenido que estar al borde de
la muerte para recuperarla... —Cirene se calló para controlar sus emociones—.
Yo te alejé. Nuestra separación es obra mía.
—Liceus...
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Lo querías.
—Y te quiero a ti.
—Lo eres.
—Volveré.
—¿De Gabrielle?
—Tienes todos los motivos del mundo para no fiarte de los demás. Pero creo que
haces mal en rechazarla a ella.
—¿Qué te ha dicho?
—Ya lo sé.
—Sí, en algunas cosas sí. Puede que por eso debas tenerla en tu vida.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—No la subestimes. Se ha ganado a tu Guardia Real.
—Como tú.
—Sí, como yo. Pero eso no es la corte. Los nobles querrían verme en el Tártaro.
Tienen poco honor, o ninguno. Se han amamantado de codicia. Harán daño a
Gabrielle para hacerme daño a mí. No sería la primera vez que ocurre.
—Tú eres la Conquistadora. Haz que esa reputación valga para algo.
—¿Reputación?
—Mereces ser amada. Liceus hizo bien en estar a tu lado. Gabrielle también.
—No pienses, Xena. Siempre puedes encontrar razones para alejarte. Permítete
sentir.
—¿La verdad? La verdad es que por un breve instante en el tiempo las Parcas me
han permitido creer que podía dar la espalda a la amargura de la vida y conocer
la felicidad. Un noble traidor y la fría hoja de su mercenario han demostrado que
me equivocaba. La verdad es que he hecho daño a Gabrielle y que lamentaré el
daño que le he hecho hasta el día en que me muera.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Eres demasiado noble para tu propio bien.
—Madre...
—Gracias. Ahora duerme un poco. —Cirene miró por la ventana—. Las estrellas
seguirán en el cielo mañana.
Xena no expresó lo que pensaba en voz alta: ¿Pero estaré viva para verlas?
Corinto estaba en paz, aunque era una paz tensa. Los miembros de la clase alta
temían la ira de la Conquistadora. Muchos habían hecho poco o nada para
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
oponerse al intento de golpe de estado de Vacaou. Los nobles sufrieron el
desprecio de la Conquistadora cuando ésta dejó de acudir a la corte. Pasaba gran
parte del tiempo en sus aposentos privados, recuperándose del esfuerzo físico y
mental realizado con César y Vacaou.
—Xena.
—Debería tenerlo.
—Pero ¿y tú?
—El mundo es peligroso. ¿Te has parado a pensar que puede estar más segura
contigo que sin ti?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Xena sonrió.
—Gracias... Pero no. —Xena fue a su escritorio y sirvió dos copitas de oporto. Le
pasó una copa a Jared y se quedó con la otra—. Sí que te pido una cosa, aunque
no creo que sea necesario.
—No cambiaré.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Majestad.
Kasen miró a Jared, suplicando su ayuda sin palabras. Como todavía se estaba
regodeando en tomar el pelo a Jared, Xena no se dio cuenta.
—Señora.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Jared dijo muy serio:
—No es posible.
—Lo estoy. Éste ha sido un buen puesto para mí. El general Kasen se ha
asegurado de que todas mis necesidades hayan quedado cubiertas.
Kasen no dijo nada, aunque su gratitud a Gabrielle por sus elogios fue inmensa.
Sabía que la joven sanadora era la única capaz de apaciguar la ira de la
Conquistadora.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Casi no te reconozco. Te has cortado el pelo.
Gabrielle se pasó una mano tímida por el pelo, ahora cortado hacia atrás en
capas que le llegaban hasta el cuello.
—Adelante, muchacha.
—Sí, mi señora.
Gabrielle echó a andar por delante de Xena y la llevó hasta un pequeño edificio
cerca del alojamiento de los soldados.
Xena obedeció sin decir palabra, con la mirada al frente. Gabrielle echó agua en
una jofaina y se acercó. Se sentó al lado de Xena y le lavó el corte.
Xena asintió.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¿Cómo te has hecho esto?
Gabrielle dejó la jofaina a un lado y se levantó para coger una aguja e hilo.
Regresó y volvió a sentarse al lado de Xena.
—Venciste a Vacaou.
—Grecia ha tenido siete lunas de paz. —Xena meneó la cabeza—. Grecia vence
una amenaza y se tiene que preparar para la siguiente. No acaba nunca.
—Ya me he enterado. Puede que tenga motivos para volver aquí de visita.
—Gracias, mi señora.
Gabrielle se puso a coser la herida de Xena. Ésta aguantó las punzadas de dolor
sin dificultad. Albergaba un dolor distinto que clamaba por hacerse oír.
—Hay uno con quien he entablado una relación. Me ha dicho que me ama.
—Sí, mi señora.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Estamos solas, Gabrielle. No tienes por qué ponerte formal conmigo.
—Mi señora, creo que lo mejor es que siempre sea formal contigo.
—Como desees.
—¿Deseas un informe?
—No, ni siquiera deseo conocer su nombre. Si no, podría matarlo sin querer.
—Estupenda.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Kasen me asegura que la muchacha sabe cuidar de sí misma. Los hombres le
tienen cariño. Tiene muchos maestros.
—El rey Okal jura que él no tiene nada que ver con esto. ¿Alguna indicación de
que mienta?
—No, tal vez alguien tiene la esperanza de provocar una guerra entre Grecia y
Persia.
—Jared.
171
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Buenos días, muchacha.
Gabrielle no titubeó.
—¿Cómo ha estado?
—Pasa más tiempo a solas. Es un poco más paciente. No ruedan cabezas tan
rápido como antes.
—¿Está en paz?
—Ojalá llegue ese día, pero no creo que Xena llegue nunca a conocer la paz. Han
ocurrido demasiadas cosas.
—Había momentos, cuando estábamos juntas, en que me parecía que era feliz.
—Lo era. Yo notaba los cambios. Puede que algún día vuelva a sentirse así.
Jared susurró:
172
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Sí, es cierto. —Gabrielle echó a andar de nuevo.
—Me ama. —Gabrielle se quedó mirando el despuntar del día—. Pensé que
podría llegar a amarlo. —Se volvió hacia Jared—. ¿Por qué amamos a quienes
amamos?
—No lo sé. Ésa es una pregunta que sólo Afrodita puede contestar.
—Yo tenía la esperanza de que Xena llegara a amarme. Ahora sé que uno no se
puede obligar a sí mismo a amar. Por mucho que uno lo desee. —Gabrielle no
expresó en voz alta la idea paralela de que tampoco podía obligarse a sí misma a
no amar.
173
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
dormía, había decidido avanzar de noche con sus hombres para llegar a la
guarnición a mediodía. Cuanto antes viera a Gabrielle, antes podría eliminar su
creciente desazón y seguir adelante con su tarea.
—¿Alguna baja?
—Lo mató una mujer que decía que había intentado violarla.
—No lo hemos hecho, señora. Ella viajaba a la guarnición desde una aldea
cercana. Les dijimos a ella y a su escolta que se unieran a nosotros.
—¿Escolta?
—Continúa.
174
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Tus guardias respondieron por ella y dijeron que trabajaba como sanadora al
mando del general Kasen.
—¿Dónde está?
—Dime.
Xena miró hacia donde había señalado. De pie fuera de la tienda estaba uno de
los hombres de Osric. Sentados junto a un árbol cercano, con la mirada clavada
en la tienda, estaban los dos guardias reales.
—Es una mujer seductora. Tus guardias no son capaces de quitarle los ojos de
encima.
Xena pegó un bofetón a Osric en la cara. Sin pararse a ver el efecto que había
tenido su golpe, se dirigió a la tienda. Aceleró el paso y entró a la carrera.
—Reza a los dioses para que la chica no haya sufrido daño alguno, porque de lo
contrario, te mato yo mismo.
175
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle oyó que el faldón de la tienda se hacía a un lado. Vio que se acercaba
una figura alta y oscura. A sus ojos les costaba acostumbrarse a la luz. Oyó su
nombre pronunciado por la única voz que anhelaba oír. Notó que unos brazos la
estrechaban. Aspiró el familiar aroma de la Conquistadora, fuerte, dulce y
almizclado.
—¿Estás herida?
Gabrielle dijo que no con la cabeza. No pudo seguir conteniendo las lágrimas.
—Ya estás a salvo. Te voy a sacar de aquí. Si tienes fuerzas para montar,
llegaremos a la guarnición de Kasen dentro de cuatro marcas.
—Quiero irme.
—Sí.
—¿Y Osric?
—Seguirá vivo por ahora. Brogan y Hamish se vienen con nosotros. Deja una
escolta para Osric. No me gustaría que se perdiera. Envía un mensajero a Kasen.
Quiero mi alojamiento preparado para cuando lleguemos.
—Sí, señora.
Gabrielle asintió.
176
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Xena se montó en Argo y luego ayudó a Gabrielle a subirse a la silla delante de
ella.
Cabalgaron media marca en silencio. Xena sujetaba a Gabrielle con firmeza. Las
emociones de Gabrielle se fueron apaciguando poco a poco.
Gabrielle se apoyó de nuevo en Xena, relajándose por primera vez desde hacía
días.
—Curan. El hombre se llamaba Curan. Fuimos los dos a recoger leña. No había
motivo para pensar que iba a intentar hacerme daño.
—¿Cómo lo mataste?
Xena repasó lo que sabía sobre el entrenamiento de Gabrielle y las armas que
ésta poseía. La joven sanadora no solía llevar encima ni su espada corta ni su
vara.
177
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¿Un cuchillo?
Gabrielle asintió.
—Lo siento.
Gabrielle asintió.
—No, no se quita.
Cabalgaron juntas durante más de una marca hasta que Gabrielle se sintió con
fuerzas para montar por su cuenta. Xena se aseguró de que o ella o Jared
viajaban al lado de Gabrielle durante el resto del trayecto.
178
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Quiero que Osric sea rebajado a soldado raso y enviado de vuelta al Cuarto
Ejército. Nombra a su sucesor y ocúpate de volver a examinar a todos los
hombres que haya reclutado Osric. No me fío de que haya mantenido el nivel que
exijo. Los que superen tu inspección tendrán que hacer cursos de orientación.
—Así se hará.
—Sí, señora.
Fue detrás del biombo, aliviada por tener privacidad. Los acontecimientos del día
habían sido abrumadores. El alivio de verse libre de la custodia de Osric había
quedado sustituido por las emociones en conflicto que sintió al encontrarse una
vez más en brazos de Xena. Se sentía segura cabalgando con la Conquistadora,
convencida de que nada malo podía ocurrirle. Notó la compasión de Xena
mientras intercambiaban suaves palabras. También sentía su pasión por Xena.
Habían pasado tres cuartas partes de un año desde la última vez que habían
mantenido relaciones íntimas y, así y todo, Gabrielle no podía negar que Xena la
afectaba profundamente.
179
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
enfrentaba a la luz del amor auténtico. Lo que había compartido con Inis
resultaba pálido al compararse con el resplandor de estar con Xena.
Xena se quitó la armadura. Sirvió dos copas de vino. Con ellas en la mano, se
encaminó hacia el biombo. Se detuvo a medio camino. Replanteándose lo que
hacía, regresó a la mesa y dejó allí una copa. Se sentó y bebió el vino dulce de la
segunda copa, reconfortándose con la cálida sensación que le atravesó el cuerpo.
Una vez terminado su baño, Gabrielle optó por no vestirse y se puso el albornoz.
Se detuvo en el centro de la habitación.
Xena la saludó.
—¿Mejor?
—Sí.
—¿Tienes hambre?
—Por supuesto.
—Donde tú quieras.
—Sé que no puedo compensarte por la forma en que te ha tratado uno de mis
hombres. He pensado que al menos podía hacerte más agradable la vuelta a
casa.
—Tengo hambre.
180
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Bien.
—He notado la diferencia. —Gabrielle sonrió—. ¿Te reirías de mí si dijera que son
más caballerosos?
—Hamish está deseando visitar su aldea natal. Allí hay una chica a la que está
cortejando.
181
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Hecho.
—¿Estás bien?
—Lo siento.
Xena asintió.
Xena se levantó.
182
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
que había cerca del rincón del fondo y se puso cómoda para dormir. Gabrielle la
observaba en silencio. Sorprendida, pero agradecida por la consideración que
transmitían los actos de Xena.
Notaba las manos ásperas de Curan encima de ella y olía su aliento rancio. No
paraba de repetir variaciones del mismo argumento. “Necesitas un buen hombre.
Yo te voy a enseñar lo que la Conquistadora jamás podría darte”. A Gabrielle le
había sorprendido que un nuevo soldado del reino conociera su breve relación
con la Conquistadora. Sus protestas pasaron de la suavidad a la vehemencia. A
su vez, él cada vez se mostraba menos como un seductor y mucho más como un
violador. Frustrado, le dio un bofetón, intentando usar la fuerza bruta al ver que
las palabras habían fallado. Ella se cayó al suelo de espaldas, desorientada. De
pie por encima de ella, se burló. “No eras digna siquiera de ser la puta de la
Conquistadora”. Esas palabras desataron una ira que llevaba mucho tiempo
latente en el interior de Gabrielle. Se sacó un puñal de la bota y se lo clavó en el
vientre. Las manos de Curan se posaron en el puñal. Las dejó ahí mientras caía
de rodillas. Gabrielle se apartó rodando para esquivar su caída. Una vez inmóvil,
volvió a mirarlo. Ya no decía nada. Le sostenía la mirada con una innegable
expresión de sobresalto.
Gabrielle caminaba por la guarnición sintiendo los ojos de los hombres posados
en ella. El susurro de sus insinuaciones y acusaciones resonaba dentro de su
mente. Había matado a un soldado. ¿Por qué no había vuelto corriendo al
campamento? ¿Por qué lo había herido mortalmente en lugar de dejarlo
incapacitado? Era una asesina protegida por la Conquistadora. Estaba claro que
ser la puta de la Conquistadora tenía sus ventajas.
183
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
se lo había dicho Xena a Gabrielle cuando ésta vivía en Corinto. Cada cual medía
la justicia de una forma diferente. En sus discusiones, Gabrielle pensaba que
ella tenía razón. Ahora, como beneficiaria de la ley soberana de la
Conquistadora, no era tan fácil despreciar la administración de justicia dentro
del reino.
Xena se despertó y vio que estaba sola. Aunque sabía que la ausencia de
Gabrielle se podía explicar de muchas formas, optó por ir en busca de la joven.
El campamento estaba activo. Los soldados a los que saludaba reaccionaban
mirándola con frialdad, casi hostiles. Nadie le dirigía la palabra. Al acercarse al
alojamiento de Gabrielle, Xena se topó con Jared.
—Gabrielle es una mujer libre. Dijo que era lo mejor. Supuse que se iba porque
se lo habías dicho tú.
Xena se encogió.
—Saben los dioses que no te debo explicación alguna, pero te la voy a dar. No ha
ocurrido nada entre nosotras. Se bañó, comió y pidió quedarse para no estar sola
mientras dormía. Ella durmió en mi cama y yo en el suelo.
Xena corrió a los establos. Ensilló a Argo mientras el mozo guardaba las
distancias. Jared entró en las cuadras con una alforja y un odre de agua. Sujetó
la alforja a los arreos de Argo.
—Aquí tienes raciones para tres días, pedernal y otras cuantas cosas que podrías
necesitar.
—Sí, señora.
Xena puso a Argo a galope tendido hasta que la yegua se agotó. Continuó a un
paso más tranquilo sin parar. Levantó la vista hacia el sol, con la esperanza de
que Gabrielle se detuviera pronto para descansar y almorzar. Más adelante, un
riachuelo corría en paralelo al camino. Xena sonrió satisfecha, además de
aliviada, cuando divisó al castrado de Gabrielle bebiendo en el río.
185
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle estaba sentada, apoyada en un árbol, profundamente pensativa. Se
sobresaltó al oír pasos. Al levantar la mirada, vio a la Conquistadora plantada
ante ella.
—Mi señora.
Xena advirtió que Gabrielle seguía dirigiéndose a ella con tono formal. Se dio
cuenta de que no la había llamado ni por su nombre ni por su título en todo el
día anterior. Dejó a un lado su frustración.
—No era miembro ni de la Guardia Real ni del Tercer Ejército. Tienes más
hermanos en esa guarnición de los que te imaginas. Ahora mismo piensan que
yo te he echado. No me importa que se piense que soy una zorra, pero prefiero
que se haga cuando me lo merezco.
—Me juzgan.
—No todos.
—Curan dijo...
—¿Hay alguna otra razón? ¿Ayer hice algo que te hiriera u ofendiera?
186
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle reaccionó apasionadamente a la pregunta. Atrapó con los ojos la
mirada de Xena y se la sostuvo.
—No, mi señora.
Xena se agachó sobre una rodilla, a la altura de Gabrielle. Dijo muy en serio:
—Por favor.
—Gracias, Gabrielle.
Xena decidió quedarse al lado de Kasen, que estaba algo apartado de la reunión,
aunque lo bastante cerca como para oír la voz de Gabrielle. Un coro de
carcajadas se alzó del grupo.
187
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
La Conquistadora dijo, pensativa:
Xena sonrió.
—Ella ha devuelto mucho más de lo que ha recibido. Yo sólo deseo verla feliz.
—Lo único que sé es que Inis acudió a mí para solicitar un traslado poco
después de tu última visita. Era evidente que la decisión de separarse no era
188
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
suya y que verla cada día y no poder tenerla le resultaba insoportable. De modo
que le concedí el traslado.
—Sus hermanos demuestran muy bien el cariño que sienten por ella.
—Me parece que das demasiadas cosas por sentadas en cuanto a Gabrielle. Se
ha mostrado cortés conmigo, nada más.
—Una vez más, con el debido respeto, señora, dadas las circunstancias, creo que
se le deben dar motivos para albergar la esperanza de que pueda volver a haber
algo más entre las dos. Tú eres la única que puede darle esa esperanza.
—Ha sido una buena velada, Gabrielle. Espero que tus dudas se hayan disipado.
—De nada.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Será un placer aceptar cualquier petición especial que tengas para mañana por
la noche.
—Lamento decir que no estaré aquí para oírte. Me marcho por la mañana.
—¿Será peligroso?
Una vez más, la decisión consciente por parte de Gabrielle de no llamar a Xena
por su nombre hirió a ésta profundamente. La Conquistadora asintió. Gabrielle
se inclinó levemente y se marchó.
—¿Sí, mi señora?
—Buenas noches.
190
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Gabrielle.
—Mi señora.
—Antes de irme quiero que sepas que lamento haberte alejado de mí. Mis
motivos no tenían nada que ver con tu valía. No quería verte sufrir. Sigo sin
querer. Si pudiera, si eso pudiera suponer una diferencia en lo que sientes hacia
mí, retrocedería en el tiempo y cambiaría mi decisión. Te ruego que me perdones
por la forma en que te traté.
—¿Estás segura?
191
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
No pudo disimular su sonrisa. Xena dijo suavemente:
—Señora, ¿vamos a contar con los servicios de una sanadora durante nuestros
viajes?
—Y Jared.
—¿Sí, señora?
—Hay más de una manera de salvarle la vida a alguien. En lugar de blandir una
espada, simplemente se puede decir la verdad. Tú y yo, amigo mío, estamos en
paz.
—Gracias, Jared.
192
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Comió con Jared, Stephen y dos oficiales veteranos, Tavis y Sentas. Hablaron de
estrategia mientras Gabrielle se quedaba sentada al lado de la Conquistadora,
escuchando, aprendiendo. Satisfecha con sus planes, la Conquistadora se puso
en pie.
—Seguro que todavía queda tiempo para oír una o dos historias.
—Disculpadme por rechazar vuestra invitación, pero hay otro sitio donde deseo
estar. Buenas noches.
—Ahora sé que hay necios en cualquier parte, algunos incluso que son plenos
lugartenientes del ejército de la Conquistadora.
—No perdía nada por intentarlo. Además, quería ver cómo reaccionaba la
Conquistadora.
Stephen preguntó:
Jared le aconsejó:
193
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—No vuelvas a hacerlo. El sentido del humor de la Conquistadora tiene sus
límites, sobre todo cuando se trata de Gabrielle.
—No pretendía...
—Te lo prometo.
194
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Xena dejó de desvestirse y se volvió hacia Gabrielle.
Gabrielle continuó:
—¿Sí?
—Sí.
—¿De mí?
Aunque Xena deseaba acercarse a Gabrielle, le pareció que era mejor mantener
la distancia.
—Cuéntame.
195
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Hace tiempo te di mi palabra de que jamás me acostaría con nadie mientras tú
estuvieras conmigo. Lo repito. Lo que nunca te he prometido es que vaya a
querer que estés conmigo para siempre.
Las palabras de Xena resultaban duras de oír para Gabrielle. Sabía que Xena las
decía por culpa suya.
Xena continuó:
—Esta noche, Gabrielle, te doy mi palabra de que jamás volveré a alejarte de mí.
De hoy en adelante, eres tú quien decide si estamos juntas o no. La decisión es
tuya. Yo haré honor a tu decisión sin protestar.
Gabrielle tenía la promesa de Xena. Había una parte de ella que cuando volviera
a abrirse, lloraría. El llanto sería familiar, provocado por la misma omisión que
siempre lo sacaba a la superficie. Con todo lo que la unía a Xena y que unía a
Xena a ella, seguía habiendo el vacío que dejaba lo que no se decía. Xena no
tenía palabras de amor que ofrecerle a Gabrielle. Ésta no se las había pedido y
no se atrevía a darlas. Eran las palabras de amor las que habían precedido a su
separación. Gabrielle no restaba importancia al efecto que habían tenido en
Xena. Estaba convencida de que habían contribuido a formar la decisión que
Xena prometía no repetir jamás.
Gabrielle no estaba dispuesta a tentar a las Parcas. Comprendía los términos del
acuerdo con todo lo que le concedían y lo único de lo que la privaban. Si esta
noche invitaba a Xena a acudir a ella, tendría a Xena como nadie la había tenido
en el pasado ni la tendría mientras ella viviera. Lo que intercambiarían no era
una unión: no habría una ceremonia ni un ritual, ni una declaración pública.
Era un acuerdo entre dos mujeres, una soberana y una mujer libre. Su llanto la
acompañaría siempre. El precio exigido por su amor no correspondido. Era un
precio que elegía pagar porque el llanto no venía a menudo: el resto del tiempo
conocía la felicidad. Gabrielle estaba convencida de que su acuerdo era
suficiente.
196
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Las caricias íntimas de Xena, sus dulces besos y las pocas palabras que
susurraba llevaron a Gabrielle al orgasmo. Xena abrazó a Gabrielle mientras el
cuerpo de la joven se estremecía y luego se quedaba quieto. Gabrielle dejó brotar
las lágrimas libremente mientras seguía aferrada a su amante con ferocidad.
—Jamás te dejaré.
Al oír la promesa, Gabrielle la abrazó con más fuerza y se echó a llorar de nuevo.
La mañana llegó mucho antes de lo que a las dos amantes les habría gustado.
Gabrielle estaba tumbada de lado, mirando a Xena con ternura.
—Llévame contigo.
Xena no la alentó.
—¿Vamos?
197
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle se ruborizó.
—Se te olvida que he sido entrenada por tu Guardia Real. —Gabrielle se puso
seria—. Xena, he demostrado que puedo y sé defenderme.
Xena inclinó el cuerpo por encima del de Gabrielle, hasta que ésta se quedó
tumbada boca arriba. Observó el rostro de Gabrielle atentamente, jugueteando
con unos mechones de pelo de Gabrielle mientras pensaba.
—No los busco. Quiero cuidar de ti. Ésa ha sido la razón de mi existencia desde
que llegué a Corinto.
—Nunca hasta ahora has ido a la batalla conmigo. ¿Por qué empezar ahora?
Xena sonrió.
—Seguro que casi tan duras como las que cría Anfípolis.
—Muy bien. Con una condición. Sobre el terreno, haces lo que yo diga. Sin
discusión.
—Xena, ¿qué significa esto para nosotras cuando no estemos sobre el terreno?
—Hay ciertos protocolos que te pido que sigas delante de mis hombres y en la
corte. Por lo demás, eres tan libre conmigo como lo soy yo contigo.
—¿En la corte?
198
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Gracias.
—¿Por?
—Por lo de anoche.
Vestidos con ropa que no los identificaba como soldados ni nobleza, los
miembros de la partida de exploración de Xena recorrieron la frontera tratando
de llamar la atención lo menos posible. Sus armas iban ocultas, pero al alcance
de la mano. No vieron la menor señal de los bandidos. Los aldeanos con quienes
hablaban no tenían pistas que ofrecer. Aunque desde el punto de vista del acopio
de información, el día resultó frustrante, Xena gozaba teniendo a Gabrielle con
ella. No era sólo que las historias de la bardo entretuvieran a sus hombres y a
ella misma: era recibir las sonrisas u observaciones ocasionales de Gabrielle lo
que hacía agradable el día.
—Pues sí. A menos de tres marcas de aquí hay un puesto avanzado. Todo me
dice que encontraremos a los bandidos allí.
—Persia.
199
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Podrían ser forajidos que actúan contraviniendo las órdenes del rey Okal. Si
no, Okal es tan mentiroso como necio.
—Ni a mí. Lo que creo es que no sabe que sus soldados colaboran con los
bandidos. No creerá a Grecia a menos que le entregue pruebas. Tenemos que
infiltrarnos en el campamento de los bandidos.
—La luna está en cuarto creciente, y si se mantiene el tiempo, será una noche
despejada.
—Llévame contigo.
—¿Son éstas las palabras con que me vas a saludar cada mañana?
—¿Cuándo volverás?
—¿Por qué tienes que ir tú? Eres la soberana. No me imagino a César o al rey
Okal emprendiendo una misión como ésta.
—Así soy yo. Era guerrera antes de gobernar Grecia y soy guerrera mientras
gobierno Grecia. Si dejo de ser guerrera, perderé Grecia, y eso no lo voy a hacer.
200
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Has hecho mucho bien.
Xena sonrió.
—No deberías juzgar a Grecia por lo que siente la gente de Anfípolis por ti.
Xena contestó:
—Tú eres mi... —Se detuvo antes de terminar lo que de verdad quería decir—. Tú
eres mi igual.
—Ahora ves la diferencia entre estar con una esclava y estar con una mujer libre.
201
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Lo siento.
—No quería decir... Xena, para. Si retrocedes en el tiempo, hazlo sólo para darte
cuenta de cuánto has mejorado mi vida.
—¿Qué propones?
—Ser capaz de usar una espada no es lo que define una vida mejor.
Gabrielle estaba preparada frente a Xena. Ésta detestaba lo que estaba a punto
de hacer. Por acuerdo mutuo, Jared ejercía de testigo.
202
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Esta prueba es injusta. Tú puedes derrotar a cualquier hombre de la Guardia.
Los cuatro se quedaron fuera del puesto avanzado de los bandidos, esperando a
que cayera la noche.
Jared bromeó:
Xena contestó:
Los hombres se rieron en voz baja. Fue una buena descarga de tensión.
—¿Listos?
203
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
fanfarronería de unos guerreros de poca monta. Entraron en las tiendas que
estaban en silencio buscando pruebas más tangibles. Xena descubrió las
municiones. Stephen entró en dos almacenes. Aparte del recuento de hombres,
fue una pérdida de tiempo.
Sentas le hizo una seña a Jared. Éste se dirigió a la tienda. Escucharon juntos.
Habían elegido bien. Jared distinguió tres voces. Los hombres estaban hablando
de sus planes para el futuro. No estaban de acuerdo.
Un griego le contestó.
Jared se alegró de que Gabrielle no estuviera con ellos y no pudiera oír los
insultos.
—Con esto no vamos a ninguna parte. Hemos conseguido un buen botín. No hay
razón para que no sigamos apropiándonos de las riquezas que nos ofrece Grecia.
—Para ti es fácil decirlo, Leyan. Lo único que tienes que hacer es alejar a tus
hombres de nuestras posiciones. Mis hombres son los que se juegan la vida al
cruzar la frontera.
—Si crees que tranquilizar al rey Okal es fácil, ¿por qué no lo intentas tú?
—Y por eso, dada mi posición, tengo ciertos privilegios, como una buena tajada
del botín.
Montavous intervino:
204
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Halan, ¿quieres abrir los ojos? No es posible que perdamos. Lo peor que puede
pasar es que Grecia declare la guerra a Persia.
—Los mercenarios como nosotros saldrán mejor librados. Da igual la aldea que
ataquemos a cualquier lado de la frontera, porque la culpa caerá en otra parte.
Además, no tendremos que tener tanto cuidado. Tendremos tiempo de gozar de
las mujeres y de vender a los aldeanos que queden vivos a los tratantes de
esclavos.
Halan lo atacó:
—No me hables del Código del Guerrero. Acabé harto cuando luchaba en el
ejército de Xena. Podría haber destruido a todas las naciones y someterlas bajo
su puño. Pero no, sólo quería Grecia. Las naciones vasallas tienen un gobierno
independiente y sólo ofrecen un tributo de adorno.
—Eso no ocurrirá. Lao Ma no cruzará su frontera del sur. Esto es sólo pose.
Malditos sean los dioses, tendría que haber elegido hombres como socios, no
lecheras asustadas.
205
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Montavous no perdió la calma. Indicó un mapa que estaba encima de la mesa.
—Leyan, muy amable de tu parte señalar nuestro próximo objetivo con tu puñal.
—Yo digo que vayamos hacia el sur. Estoy dejando información falsa que indique
que los bandidos persas se mueven hacia el norte. Así damos tiempo al Tercer
Ejército para que cambie de posición. Mientras marchan hacia el sur, tendremos
dos semanas fáciles de ataques antes de que puedan reaccionar.
Leyan asintió:
—Detesto estar de acuerdo con Montavous, pero lo que dice es muy válido. Otra
ventaja de avanzar hacia el sur es tener acceso al mar. Será más fácil conseguir
un buen precio por el botín.
—Incluido el precio por los esclavos griegos. Llevan tanto tiempo fuera del
mercado de exportaciones que la novedad nos dará un beneficio extra.
Halan asintió:
—Muy bien. La próxima caravana de mercaderes tiene que llegar dentro de cinco
o siete días. Nos pondremos en marcha cuando termine mis negocios con los
mercaderes.
206
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Yo digo que este acuerdo merece un brindis. Halan, ¿tienes vino digno de
nuestra alianza?
Jared y Sentas se quedaron inmóviles hasta que estuvieron seguros de que el trío
se había marchado.
Sentas susurró:
—No.
—¿De verdad crees que se refería a mí al decirlo? Creía que el impetuoso era yo.
—Jared sonrió a Sentas con sorna—. Vigila. Ahora mismo vuelvo.
Jared rodeó la tienda. Era más fácil que cortar la lona o levantar las estacas y
deslizarse por debajo. Arrancó el puñal de la mesa y se lo metió por el cinto. Oyó
que se acercaban dos voces masculinas. No tenía mucho donde elegir para
esconderse. A un lado había un gran baúl. Levantó la tapa. Descubrió aliviado
que estaba vacío. Se metió dentro y cerró la tapa.
—Ya era hora de que se fueran. No entiendo por qué tienen que usar nuestra
tienda para sus reuniones.
207
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Neutralidad, una mierda. Éste es el campamento de Halan. Podría hacer matar
a Montavous y Leyan con una sola palabra.
—Cierto, pero necesitamos a esos cabrones si queremos seguir con pocas bajas.
A Xena se le paró el corazón al ver que Sentas regresaba solo. Se armó de valor
para recibir la peor noticia posible, aunque su intelecto le decía que el
campamento se habría alterado si hubieran detectado a un intruso.
—Informa.
El día transcurrió con una lentitud desquiciante. Xena sabía que la vida y la
muerte se decidían a menudo por la capacidad de aguantar la tensión de no
hacer nada. En más ocasiones de las que podía contar, había refrenado a su
ejército con las protestas de sus oficiales resonándole en los oídos. En todas esas
208
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
ocasiones, una vez ganada la batalla, volvían a ella con humildad. Los mejores
habían aprendido a fiarse de ella. Se alegraba de que Stephen y Sentas hubieran
aprendido la lección antes de este día. Tener a Jared en peligro ponía a prueba
su propia paciencia hasta el límite.
Los ocupantes de la tienda entraron y salieron durante todo el día. Era una zona
de mucho tránsito y cualquier idea de aventurarse antes de tiempo se veía
constantemente frustrada.
Cuando cayó la noche, Xena sabía que había un hombre en la tienda. Maldijo
por lo bajo.
209
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Xena corrió hasta su tienda y aflojó el paso cuando llegó a la entrada. Tomó
aliento y apoyó la palma de la mano en la lona, como para captar una sensación
de lo que había dentro. Echando a un lado la lona, entró. Sus ojos tardaron un
momento en acostumbrarse a la escasa luz. Gabrielle estaba acurrucada en su
cama. Xena se acercó despacio.
—Gabrielle.
—No.
—Lo prometiste.
—¡Lo prometiste!
210
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—No he roto mi promesa. Jared se metió en un lío. No podía dejarlo atrás. Sabía
que tú no lo habrías querido.
Gabrielle exclamó:
Xena sabía que sería una crueldad someter a Gabrielle a días y noches continuos
a la espera de su regreso. También sabía que cortar su relación ya no era posible
para ninguna de las dos. Eso dejaba sólo otras dos opciones. La primera, evitar
futuras batallas, era, en opinión de Xena, imposible. Sólo quedaba una opción
viable.
Gabrielle asintió.
—Tu lugar, si lo deseas, estará siempre a mi lado. Nunca más tendrás que
pedirme que te lleve conmigo.
—No.
211
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Xena apoyó la cabeza en la de Gabrielle.
—Gracias.
Trevor había informado a Jared. Éste esperó, preocupado por igual por las dos
mujeres. Pasaron dos marcas hasta que Xena salió de la tienda en busca de
comida y bebida.
—Le he prometido que jamás volveré a dejarla atrás. —La mirada de Xena se
posó en la tienda—. No es por criticar, pero ha llegado el momento de que la
entrene yo misma.
—Estoy de acuerdo.
—Envía a Okal la información obtenida por Grecia. Ese puñal por el que te has
jugado la vida será nuestra prueba. Grecia ofrecerá una alianza para derrotar a
los rebeldes. Avisa a Kasen de que tendrá que crear una distracción adecuada en
el norte. Tavis se quedará aquí con su compañía y proporcionará la fuerza
necesaria para aplastar a los bandidos cuando ataquen en el sur. Sentas y
Stephen, con sus compañías, regresan a Corinto con nosotros.
Como tenía por costumbre, Xena se quedó a un lado del círculo de hombres
sentados. Todos los ojos estaban clavados en Gabrielle mientras ésta tejía su
historia. Xena había notado un sutil cambio en la bardo. Gabrielle estaba
apagada. En su cama Gabrielle se abrazaba a Xena como si temiera que Xena
fuera a desaparecer por la noche. Xena esperaba pacientamente a que Gabrielle
expresara su preocupación. Se consolaba al saber que incluso en sus primeros
212
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
tiempos como ama y esclava, Gabrielle siempre había acudido a ella libremente
con sus peticiones y sus ideas. Xena estaba segura de que sólo era cuestión de
tiempo hasta que Gabrielle le dijera qué era lo que la preocupaba.
Xena murmuró:
—Han pasado tantas cosas entre nosotras. Nunca podremos volver a lo que
éramos antes de que me marchara de Corinto, ¿verdad?
—Estar en el palacio será distinto de estar sobre el terreno con los guardias —
continuó Gabrielle, con el tono tan distante como su postura.
—Sí, efectivamente. Con mis hombres hemos sido libres. En la corte será
distinto.
Xena estaba ahora segura de que no quería oír lo que Gabrielle estaba a punto
de decirle.
—Gabrielle, me atengo a mi palabra. Debes hacer lo que sea mejor para ti.
213
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle recordó una atormentada conversación en el bosque no muy lejos de
Anfípolis. Incluso cuando se estaba muriendo, Xena no dijo que la amaba.
Gabrielle temía que sin el amor de Xena hubiera límites a lo que Xena acabaría
aceptando de ella. Ahora iban a pasar por su primera prueba.
Gabrielle no quería fingir ante los nobles ser otra cosa que la mujer que era. El
engaño sería demasiado doloroso.
—Será mejor que mañana no montes conmigo. ¿Por qué esperar para iniciar el
engaño?
—Esta noche no dormiré contigo. Los guardias creerán que me has traído aquí
para decirme...
—Ve, Gabrielle, has tomado tu decisión y las dos viviremos con ella.
Xena iba al frente de los guardias reales por las calles de Corinto. Desmontó en
el patio de palacio y entregó las riendas a un mozo de cuadra. Echó a andar para
alejarse de la actividad, ansiosa por encontrarse en la intimidad de sus
214
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
aposentos. Se detuvo un momento y miró atrás, buscando una figura. Sus ojos
se posaron en Gabrielle, a quien Dalius estaba saludando.
—Perdóname.
Xena reconoció:
—Me siento tu igual cuando estoy a solas contigo y eso sólo porque tú haces que
me sienta digna.
—Eres digna.
—A tus ojos.
—Te equivocas. Pero aunque tuvieras razón, los ojos de los demás no importan.
215
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Eres desquiciante. —Xena no podía negar los deseos de Gabrielle—. Tendrás
nuestro arreglo, pero sólo si a mí se me permite sentar una condición.
—Tengo trabajo.
—General, sé que no es asunto mío, pero ¿tienes libertad para decirme qué ha
ocurrido entre la Conquistadora y la señorita Gabrielle?
—No, no lo parece.
Pasaron días sin que Xena fuera a la enfermería o viera a Gabrielle de ningún
otro modo. Las sutiles indagaciones de Gabrielle recibían la misma respuesta. El
humor de la Conquistadora tenía a muchos desconcertados. Le dijeron que la
Conquistadora se dedicaba a los asuntos de Grecia sin reservar tiempo para
trabajar con la Guardia Real ni para disfrutar de sus otros pocos placeres. No
compartía la mesa con nadie, y menos su cama. Todos los comportamientos que
el personal doméstico estaba acostumbrado a utilizar como medio para juzgar a
la Conquistadora eran ahora poco fiables. Sólo el general Jared y Targon tenían
acceso directo a ella, y ninguno de los dos decía nada.
Gabrielle esperó a que hubiera avanzado la noche para recorrer el pasillo oculto
que había entre su habitación y los aposentos de Xena. Tras haber vigilado
estrechamente la entrada de los aposentos de la Conquistadora, sabía que Xena
216
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
estaba sola. Gabrielle dio unos golpecitos ligeros. Xena abrió la entrada. Como
Gabrielle, llevaba una camisa de dormir y un albornoz.
Gabrielle preguntó:
—¿Puedo pasar?
—¿Cómo estás?
—Bien.
Xena recordó la última vez que había sostenido a Gabrielle como lo hacía ahora.
Fue al regresar del campamento de los bandidos. Ese día juró que el lugar de
Gabrielle era a su lado. Sus pensamientos se adentraron más en el pasado,
hasta la noche en que renovaron su intimidad tras su separación. Había sido el
momento de otra promesa, su promesa de respetar la decisión de Gabrielle sobre
si iban a estar juntas o separadas. Ambas promesas le pesaban a Xena en el
217
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
corazón. Nunca había imaginado que tener a Gabrielle con ella tendría el poder
de partirle el corazón como lo hacía ahora.
218
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Vale.
Gabrielle oyó las voces de Xena y Jared. Se puso el albornoz y salió del
dormitorio, revelando su presencia. Jared dejó de hablar al verla. Xena siguió su
mirada y se sorprendió igualmente al ver a Gabrielle. Suponiendo que Gabrielle
quería decirle algo en privado, Xena fue hasta ella.
Xena asintió.
—Sí.
—Jared, no es la corte.
219
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Xena... —protestó Jared.
—Hola, Jared.
—Lo sé.
—Entonces te pido que me escuches. Estoy dándole vueltas a una cosa y quiero
decírtela y quitármela de encima.
—Después de todo este tiempo, creo que sólo ahora empiezo a entenderte. Yo no
sé cómo ser nada más que un hombre libre. Nací libre y, aunque uno o dos
hombres lo han intentado, nadie ha podido nunca arrebatarme la libertad. He
conocido a muchos esclavos. En mi opinión, los que conocían la libertad y la han
perdido reaccionan de dos maneras posibles. Están los esclavos furiosos que
hacen todo lo que pueden por seguir sintiendo que tienen algún control sobre su
triste vida. Y están los que se convierten en una mera sombra de lo que eran.
Estos pierden toda la dignidad. Las mujeres que han sido violadas son las que lo
pasan peor.
—Sí, muchacha, quiero. Estoy convencido de que aunque una esclava sea
liberada, jamás consigue olvidar lo que le han hecho. Lleva la cicatriz en su
interior y no hay nada que se la pueda quitar. Se desprecia a sí misma, en lugar
de a los hombres que la esclavizaron y la violaron.
220
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Jared, basta, por favor. —Gabrielle no tuvo presencia de ánimo para reprimir
su llanto silencioso.
—Te equivocas. Cuando llegué a Corinto, entré a formar parte del servicio
doméstico de Xena. Ella me devolvió la dignidad. No me la quitó.
—El daño te lo hicieron otros en Corinto antes de que Targon te comprara. Los
que te hicieron daño siguen en Corinto. Hay miembros de la corte de quienes
sospechamos que incrementan su riqueza traficando con esclavos. Tú veías sus
rostros cuando servías en los banquetes de la Conquistadora. Te resultaban
conocidos porque antes los habías visto en el mercado de esclavos. Tienes miedo
de que te reconozcan y recuerden lo que te hicieron. Peor aún, como te niegas a
delatarlos ante la Conquistadora, no soportas la idea de tener que mostrarte
cortés con ellos.
—Xena me dijo el motivo que le habías dado para rechazarla. A pesar de ello,
Xena está convencida de que la rechazas a ella y sólo a ella. Está demasiado
cerca de ti para ver una verdad que si no, no habría escapado a su atención. Ella
me ha enseñado a ser persistente y paciente. He tardado en hacer las preguntas
adecuadas y sobornar a las personas adecuadas, pero al final he averiguado
cómo y a manos de quién acabaste en Corinto.
221
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¡Gracias!
Ahora tenía dos favores más que pedir, el primero a Jared, el segundo a Makia.
Una vez anunciados los invitados, el banquete del solsticio de invierno se puso
en marcha sin más dilación. Xena iba vestida con su loriga y sus pantalones de
cuero negro de costumbre.
222
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Estoy esperando la llegada de una hermosa mujer, señora.
—¿En serio?
—Acudió ella a mí. Para serte sincero, nunca me he sentido más halagado.
—Ha sido muy sincera con respecto a sus intenciones. Me siento más que
contento de darle ese gusto.
—¡Qué perro!
—Con tu permiso, señora. Creo que ha llegado mi acompañante para esta velada.
Xena agitó la mano. Le gustaba ver la amplia sonrisa que iluminaba el rostro de
Jared. Se merecía algo de felicidad. Se quedó mirando cuando salió de la sala.
—Mi señora.
—Qué sorpresa.
—Es un honor.
Xena tocó la mejilla de Gabrielle. No podía haber recibido mejor regalo. Se dirigió
a Jared:
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Permiso concedido.
Siguió el pasadizo oculto hasta la torre. Se quedó plantada bajo las estrellas.
Tenía el corazón rebosante y necesitado de liberarse. Las lágrimas le caían por la
cara libremente. Se tapó la cara con las manos y sollozó. Le temblaba el cuerpo
con el fin de los años de negación, los años de necesidad reprimida. Se rindió a
su emoción más frágil: el amor.
—Xena.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¿Una dama del reino puede seguir siendo sanadora del ejército de la
Conquistadora?
Xena no sabía a qué se refería Gabrielle. Percibía un amago de tristeza tras esa
declaración.
Xena se adelantó.
—Sí, mi dama.
—¡Inis! —Le ofreció la mano—. Yo siempre seré Gabrielle para ti. ¿Cómo estás?
—Bien, ¿y tú?
226
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Estás tan preciosa como siempre. ¿Disfrutas haciendo de anfitriona de la
conferencia?
—La verdad es que hago lo posible por evitar los acontecimientos más formales
de palacio.
—Me preguntaba qué te dijo o te hizo para que me dejaras. —El tono de Inis
intentaba mitigar el fuego de sus palabras.
—Sí.
—¿En qué?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Ésa era la intención. —Inis cambió el peso de lado; sin darse cuenta, posó la
mano en el puñal—. Lamenté oír el trato tan desagradable que sufriste a manos
de Osric y uno de sus soldados.
—Me impresionas. Son pocos los que tienen influencia sobre las decisiones de la
Conquistadora que afectan a la vida y la muerte.
—Estoy aprendiendo a comprender por qué toma las decisiones que toma.
—No siempre.
—Sí.
—Gracias.
228
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Las inocuas palabras hicieron mella. Gabrielle se puso rígida. Inis captó el
cambio.
Gabrielle titubeó.
—Ella...
—¡Qué gracia! —se rió Inis—. Me rechazas porque no me amas y eliges estar con
alguien que no te ama.
—Inis...
—Lo recuerdo.
—Ya has demostrado que no soy rival para ella. ¿Qué daño puede haber en que
pases un rato con un amigo? Espero que podamos ser amigos.
—Puedo arreglarlo.
—Me parece un plan estupendo. Hasta mañana. —Se inclinó ligeramente ante
ella y se encaminó hacia el cuartel, muy satisfecho con su actuación.
229
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Durante los cuatro días siguientes, Inis y Gabrielle almorzaron juntos fuera de la
enfermería. Gabrielle se sentía cómoda con el carácter público de sus
conversaciones. No estaba ocultando nada.
—El general Paulos me ha dado el día libre mañana. ¿Se te ocurre algo que
podría hacer?
—¿En la ciudad?
—No. Estoy harto de Corinto. —Inis se rió un poco—. En el fondo, sigo siendo un
campesino. ¿Hay algún sitio donde pudiera ir a montar a caballo?
—¡Ven conmigo!
—No sé.
—Para almorzar. Te prometo que te traeré de vuelta al cabo de dos o tres marcas.
230
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle cenó sola en sus aposentos. Esperó en el balcón a que Xena volviera de
otra de los numerosas cenas de estado programadas durante la conferencia.
Estaría encantada cuando se terminaran las dos semanas de reuniones.
—Ni hablar.
—Siento que hayamos tenido tan poco tiempo para estar juntas. Te prometo que
te compensaré cuando haya enviado a mis buenos dignatarios de vuelta a sus
casas.
—No te preocupes por mí. Tengo muchas cosas que me mantienen ocupada.
231
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Yo decía que huirías de la conferencia como de la peste.
—Sí, ya. ¿Acaso es culpa mía que para él sea lo mismo la cantidad de tiempo
compartido que la calidad de dicho tiempo?
—Y, por supuesto, no le has dicho que me pones al tanto de las negociaciones
todas las noches.
—Jared sabe muy bien que estás informada de los asuntos del gobierno. Para
serte sincera, me sorprendió que hiciera la apuesta. Siempre ha apoyado tu
decisión de asistir poco a la corte. No entiendo por qué pensaba que la
conferencia iba a ser distinta.
—¿Como qué?
—No. Quédate y gobierna Grecia con tu mano firme. Me temo que estalle el caos
si tú no controlas sus rencillas. Dentro de pocos días volveré a tenerte toda para
mí.
—Me va a apetecer un poco de aire fresco cuando todo esto acabe. ¿Qué te
parece un viaje a Anfípolis? Me gustaría visitar a mi madre y estoy segura de que
ella se alegrará de volver a verte.
—Acepto.
—Ahora tengo toda la motivación que necesito para asegurarme de que los
acuerdos comerciales se concluyen con rapidez.
—Te compenso ofreciéndote toda la diversión que puedes soportar cuando acaba
el día.
Xena entró en las cuadras. La mañana había sido tensa. Ansiaba la compañía
más mansa de Argo. Aunque no tenía tiempo para salir a montar, sí que lo tenía
para darle un buen cepillado a la yegua, cosa que sabía que Argo agradecería y
que a ella le calmaría los nervios.
—¿Llevaba escolta?
233
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—No que yo viera, Majestad.
Xena se encaminó hacia las puertas de palacio a buen paso. Dirigió su pregunta
al mayor de los dos guardias.
—Sí, señora.
—Ven conmigo.
—Trevor, ¿me puedes decir por qué no has escoltado a la dama Gabrielle cuando
ha salido hoy de la ciudad?
234
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Trevor no tenía motivos para temer a la Conquistadora.
—Ha sido por petición suya, señora. Dijo que estaría a salvo en compañía de un
amigo del Cuarto Ejército.
—Llegó con el general Paulos. Lo he visto visitando todos los días a la dama
Gabrielle en la enfermería. Yo mismo hablé con el general. Me aseguró que el
soldado es un hombre de honor.
—¿Cómo se llama?
—Inis, señora.
—Sí, señora.
Xena confirmó que Gabrielle había vuelto sana y salva a media tarde. Dejó el
palacio a lomos de Argo y se dirigió al mismo lugar que había descrito Gabrielle.
No sabía por qué se sentía impulsada a visitar ese sitio. Era como si quisiera
examinar el escenario de un crimen.
Por mucho que intentaba luchar contra sus pensamientos más oscuros, en este
día esos pensamientos la dominaban. Xena quería creer que Inis no suponía una
amenaza para ella. Se dijo que Gabrielle la había elegido a ella, no al soldado.
Intentó extraer la seguridad necesaria concentrándose en la fuerza y la
profundidad de su conexión cada vez mayor. Se esforzaba por creer que su
conexión era auténtica y no una mera ilusión.
Los actos de Gabrielle eran tan claros que nadie había pensado nada al respecto.
No había habido motivo para el cotilleo. Al igual que su relación con la
Conquistadora, la amistad de Gabrielle con los guardias reales y los soldados era
parte de su identidad. Ambas relaciones daban forma a lo que los demás
pensaban de ella. Para muchos era más fácil comprender la segunda que la
primera.
Xena se quedó sentada a la orilla del río mientras el sol tocaba el horizonte.
Pronto regresaría a Corinto. Pronto se enfrentaría a la mujer a la que había dado
su promesa. Lo que llamó la atención de Xena mientras desaparecía el sol,
rindiendo el mundo a la noche, era que Gabrielle no le había hecho a su vez la
misma promesa. Xena siempre había dado por supuesto que contaba con la
fidelidad de Gabrielle. Ni se le había ocurrido pedirle a Gabrielle que le jurara
fidelidad. Ni se le había ocurrido preguntarle a Gabrielle si su compromiso iba
más allá del presente y se extendía al resto de la vida de ambas. Lo único que le
había pedido a Gabrielle era que le dijera la verdad. A Xena se le estremeció el
corazón. Gabrielle podía estar con Inis sin ser acusada de traición. No podía
haber traición si antes no había habido una promesa.
236
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Xena entró en su dormitorio.
—No creo que haya problema. No me digas que has pasado un día tan bonito
como el de hoy metida en la biblioteca.
—Pues sí.
—No creo que ponerme al día de los cotilleos de palacio con Makia mientras la
ayudo a cortar verduras sea un trabajo muy duro.
237
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
La mirada de Gabrielle siguió a Xena hasta el balcón.
—¿Qué te pasa?
—Dímelo.
Notó los labios de Gabrielle sobre los suyos. El beso superó a su voluntad.
Levantó a Gabrielle en brazos y la llevó a la cama. Xena sintió que la rama se
rompía en su interior. No era la pasión lo que intentaba liberarse: era su rabia.
Subió a la superficie, llevándose por delante su capacidad para la ternura y la
compasión. Debajo de ella yacía Gabrielle. Dentro de un momento, se adueñaría
de la mujer.
238
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
El brusco trato de Xena desató una ola de espanto en Gabrielle. Apoyó las manos
en el pecho de Xena, intentando aliviar la sensación de ahogo.
Xena agarró las manos de Gabrielle con las suyas, sujetando a la mujer más
menuda. Se apoderó bruscamente de la boca de Gabrielle, mordiéndole el labio,
haciéndole sangre. Gabrielle apartó la cabeza buscando alivio.
—Lo sé.
239
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle hizo un esfuerzo por sobreponerse a su miedo. Siempre había
albergado el temor de que, por muchas promesas que le hubiera hecho Xena,
sufriría las consecuencias de su rechazo.
—No lo sé.
Éste era el momento que Gabrielle había temido. Tenía una segunda decisión
que tomar. Por mucho que le costara, estaba dispuesta a pagar el precio para
conservar a Xena en su vida.
—Inis.
—¿Sí? ¿Puedes explicarme por qué no me dijiste que había venido a Corinto con
el general Paulos? ¿O por qué has estado quedando con él con regularidad? ¿O
por qué hoy habéis estado cabalgando juntos la mayor parte del día?
—Inis sólo va a estar en Corinto unos días. Sabía que nunca habías querido
saber nada de él, por lo que me pareció mejor no comentarte el tiempo que
estábamos pasando juntos.
—¿Todavía te ama?
240
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—No has contestado mi pregunta. ¿Te ama?
—Sí.
—Ni yo a ti, pero está hecho. —Como le costaba verse objeto de la mirada de
Gabrielle, Xena se dio la vuelta.
—Vuelve conmigo.
Gabrielle se acercó a Xena con cautela y volvió a posar la mano en sus riñones.
Xena se irguió con rigidez al notar el tacto de Gabrielle.
—Tengo miedo de que si me marcho de aquí sin ti, pueda perderte para siempre.
No quiero correr ese riesgo.
241
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
El cuerpo de Xena se dobló hacia delante.
—Lo siento.
Gabrielle acunaba a su amante dormida entre sus brazos, tumbadas las dos en
el suelo de la torre. Contrariamente a cuando Xena estaba herida, no había
obligado a Gabrielle a marcharse. En cambio, se aferraba a ella. Gabrielle nunca
había visto a Xena en semejante estado de vulnerabilidad. Nunca se había
sentido más necesitada.
Xena se despertó.
Gabrielle la soltó libremente y siguió a Xena con los ojos mientras ésta se
levantaba.
—Xena.
Xena se detuvo.
Xena alargó la mano y se la ofreció a Gabrielle. Ésta la tomó y dejó que Xena la
ayudara a ponerse en pie. Por un momento, al mirar sus manos unidas, Xena se
planteó soltarse. Por incómoda que estuviera, no podía rechazar a Gabrielle por
completo. Sus manos unidas le daban cierta esperanza de que volverían a
encontrar el camino de vuelta la una a la otra. Xena condujo a Gabrielle por las
escaleras de la torre hasta sus aposentos. Gabrielle guardaba silencio,
agradecida por no haber sido abandonada.
Xena salió al exterior. Notó que la observaban. Dirigió la mirada hacia el extremo
de la derecha. Al otro lado del patio había un soldado. Llevaba las insignias del
Cuarto Ejército. Sostuvo desafiante la mirada de la Conquistadora. Xena recibió
respuesta a dos preguntas. Ahora sabía qué aspecto tenía Inis, y sabía que
Gabrielle no estaba con él.
Xena entró en la tienda del rancho. Todos los hombres se pusieron en pie y se
cuadraron.
—Seguid.
Sus ojos recorrieron la estancia hasta que vio a Trevor. Éste la miró. Ella asintió.
Él se levantó y fue hasta ella.
—¿Señora?
—Los últimos informes decían que la dama Gabrielle sigue en tus aposentos.
Xena corrió por los pasillos de palacio hacia sus aposentos. Aflojó el paso sólo
cuando llegó a la entrada y pasó con brío junto al guardia. De su sala de
reuniones entró en su dormitorio. Gabrielle estaba sentada junto a la chimenea.
Xena fue hasta ella y se detuvo a pocos pasos, esperando a que la mirara.
Gabrielle volvió la vista despacio hasta la guerrera. El corazón de Xena se llenó
de dolor. Gabrielle parecía a un mundo de distancia de ella.
Xena confesó:
—¡Sí! —El péndulo regresó a la incomparable ternura de Xena. Cogió las manos
de Gabrielle entre las suyas—. Las dos hemos cometido errores. Espero que estés
de acuerdo con que no han sido tan graves como para no poder superarlos,
juntas.
—No me sorprende oír que ha sido idea de la muchacha que salgas a cazar.
—Le parecía que a la larga esto sería mejor para el reino que dedicarme a matar
a uno o dos de los nobles.
244
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Jared se echó a reír.
Xena se sentía lo bastante a gusto como para hacer una pregunta que llevaba
días reprimiendo.
—Sí, lo sabía.
—Dejaste claro que cuanto menos supieras de Inis, mejor para todos. La
muchacha no te ha faltado. Si me hubiera parecido que había puesto tu honor
en entredicho, habría hablado contigo. Dadas las circunstancias, pensé que era
mejor que el tema de Inis lo resolvierais vosotras sin interferencias.
—Ha sido difícil... —Xena se volvió hacia Jared—. Para las dos.
Xena sonrió, recordando el dulce beso con que la había despedido Gabrielle.
—Por elección propia. Tengo entendido que hoy va a hablar con Inis. —Xena
advirtió que Jared fruncía el ceño. Añadió—: Por última vez. Me parece que no le
apetece mucho. Ojalá pudiera ayudarla, pero no quiere hablar conmigo de lo que
hay entre ellos.
245
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—¿Qué clase de niña piensas que era?
—¿Te la imaginas de chiquitina, con ese largo pelo rubio y esos alegres ojos
verdes?
—¿En serio?
—¡A juzgar por cómo se ríe cuando entreno con ella, ya lo creo!
Siguieron caminando.
Jared bromeó:
Xena respondió:
246
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Siempre he dicho que Cirene es una mujer muy lista. De tal palo, tal astilla.
Aunque debo decir que hubo un tiempo en que me preguntaba qué había
ocurrido para que la fruta hubiera caído tan lejos del árbol, pero luego cambiaste
y te trajiste a Gabrielle de vuelta a Corinto y recuperé la fe.
Xena se detuvo. Sintió una acometida de miedo, que no era suyo. Jared
reconoció el cambio y guardó silencio.
Xena dijo:
—Eh, chica, ¿qué dices tú? —Xena había aprendido a fiarse de los instintos de
Argo. Ésta estaba tranquila—. No sé, Jared. Serán imaginaciones mías.
247
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Xena cerró los ojos. La sensación de miedo aumentó con la quietud.
—Estoy contigo.
Xena desmontó.
—¿Qué ha pasado?
—Sospechamos que Inis. Salió con la dama Gabrielle hacia el río. Al ver que no
regresaban cuando estaba previsto, Trevor salió con una partida de búsqueda.
Los guardias encontraron a la dama Gabrielle, pero ni rastro de Inis.
248
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
A Dalius se le partió el corazón por su joven ayudante.
—Es posible.
Xena lo miró.
—Tenía gran parte del cuerpo sumergida en el río. Las pruebas de lo que le
pueden haber hecho podrían haberse borrado con el agua.
—Sí, Majestad.
—Jared.
—Aquí, señora.
—No la voy a dejar. Encuentra a Inis. Si ha hecho daño a Gabrielle, deja que sus
hermanos hagan con él lo que quieran. Si queda algo cuando terminen, mételo
en la mazmorra y yo terminaré el trabajo.
—¿Algún cambio?
249
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—No sé si eso le importará a Gabrielle. ¿Dijo algo antes de morir?
—Confesó que había pegado a la muchacha por un arrebato de furia. Dijo que
huyó por miedo. Juró que no le hizo nada más.
—¿Lo crees?
Odiaba a Inis por lo que le había hecho a Gabrielle. Lo odiaba por recordarle que
ella no era muy distinta. La diferencia era que, al oír a Gabrielle gritar que dejara
de hacerle daño, obedeció. Xena deseaba poder decir que se había apartado de
Gabrielle movida por la razón, que la razón había seguido dominándola en medio
del torbellino de emociones. Pero no era así. La razón la había abandonado. Fue
únicamente la ternura de sus sentimientos por Gabrielle lo que impidió que
ocurriera lo imperdonable.
Xena vio que los ojos de Gabrielle se agitaban. Se puso al lado de la cama y le
cogió la mano. Un quejido grave se escapó de la garganta de Gabrielle. Xena
esperó a que la mujer herida completara el frágil viaje de regreso al mundo que
compartían.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle oyó a Xena susurrar su nombre. Quería ver a su amante más que huir
de su dolor de cabeza. Abrió los ojos. Poco a poco, enfocó la imagen del rostro
preocupado de Xena.
—Xena.
—Inis.
—No te preocupes.
Gabrielle protestó:
—¿Qué ocurrió?
—Inis se enfureció cuando lo rechacé. Me pegó. Xena, intenté luchar con él...
Xena vio la sombra que se apoderaba del rostro de Gabrielle. Adivinó el temor de
Gabrielle.
251
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—No debería haber ido con él. Pensé que nos sería más fácil hablar lejos de
palacio. Perdóname.
—¿Es que la muerte siempre tiene que seguir a una falta de honor?
Gabrielle se despertó.
—¿Xena?
Xena susurró:
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Vuelve a dormirte.
—¿Cuánto tiempo?
—Toda tuya.
—¿Qué te apetece?
—¿Sigue lloviendo?
—Sí. —Xena miró hacia la ventana—. Creo que va a llover toda la mañana.
—Buena decisión.
253
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Xena.
—Sí, Gabrielle.
—¿Me abrazas?
—Ven aquí.
Xena se colocó boca arriba. Gabrielle se dejó guiar hasta quedar apoyada en el
hombro de Xena. Se quedaron un rato en silencio.
Xena la animó:
—Puedes contármelo.
—Inis.
254
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Me maravilla tu capacidad para perdonar. Eres mucho mejor persona de lo que
yo podría aspirar a ser nunca.
—Me has dicho la verdad. Lo que no tolero es a las personas que hieren mi honor
o mi cuerpo.
—Sí. Gabrielle, puedes pedirme clemencia, pero recuérdalo, una vez cruzado ese
límite, no habrá nada que discutir.
—Traicionó a Grecia.
—Todos debemos vivir con las consecuencias de nuestros errores. Soy la primera
en reconocer que las Parcas no se muestran amables con los jóvenes.
—Pero Xena, ¿y los errores que cometiste tú durante tu marcha hasta Corinto?
Si todo el mundo sintiera lo mismo que tú, no serías la soberana de Grecia.
—Si todo el mundo sintiera lo mismo que tú, Gabrielle, la gente me querría. En
cambio, me consideran el menor de muchos males que ambicionan la corona.
—¿No estás de acuerdo con que un mundo donde hubiera más perdón sería un
mundo mejor?
—Sí, pero eso no cambia mi punto de vista. Me temo que estoy abocada a
decepcionarte una y otra vez.
255
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Entonces rezaré para no mancillar nunca tu honor ni dañar tu cuerpo.
Cualquiera de las dos cosas me costaría la vida.
—Gabrielle...
—Porque, por mucho que digas que somos iguales, tú sigues siendo la soberana
de Grecia y yo sigo siendo tu súbdita.
—Antes de juzgar a alguien, recuerda cómo era ser una joven campesina criada
en Anfípolis.
—Compasión.
Gabrielle estaba sentada ante la más grande de las mesas de la cocina, bebiendo
una taza de té mientras Makia estaba junto al fuego sazonando un cordero
ensartado en un espetón.
—Estoy pensando.
256
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
La cocinera se limpió las manos en el delantal y se sentó frente a Gabrielle.
Gabrielle agachó la cabeza al tiempo que le resbalaba una lágrima por la cara.
—Bien. Eso espero. Ya lo has pasado suficientemente mal. ¿Tiene algo que ver
con ese soldado?
Gabrielle asintió.
—¿Cómo, Gabrielle?
257
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
mí. Le rogué que se detuviera. Me levantó tirando de la parte delantera de mi
vestido y luego volvió a empujarme al agua. Fue entonces cuando me golpeé la
cabeza con una piedra del río y perdí el conocimiento. Lo último que recuerdo es
a Inis gritándome que iba a ser suya.
—Sí.
—Debes decírselo.
—Todo esto es culpa mía. No debería haber aceptado ir al río con Inis. Fui una
necia al fiarme de él.
—¿Para qué?
—Gabrielle, has estudiado con una partera. Hay maneras de poner fin a tu
embarazo. La Conquistadora no tiene por qué saberlo.
258
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Me despreciará.
—¿De verdad crees que se detendrá en Grecia? No puedes hacer esto. ¿Acaso no
ves cuánto le importas? No tienes por qué tener este niño sola.
Gabrielle se levantó.
—Te suplico que esperes. No tomes una decisión precipitada que lamentarás el
resto de tu vida. Al menos espera hasta que estés segura de lo del bebé.
—¿Quieres decírmelo?
—Te amo.
259
Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Las palabras brotaron con sencillez, con facilidad. Xena las pronunció como si
declarar su amor fuese algo natural, no extraño, como si lo hubiera hecho
muchas veces en el pasado, cuando en realidad ésta era la primera.
Gabrielle intentó ofrecer una razón honorable que justificara su negativa, una
que no humillara a ninguna de las dos.
—¿Silencio?
Xena lo reconoció:
—Sí.
—No lo entiendo.
—Es lo mejor.
—Tú no... No puedo creer que haya estado tan ciega... tan equivocada.
Gabrielle no supo de dónde sacó fuerzas, pero miró a Xena a los ojos y le sostuvo
la mirada con firme determinación.
—Tu perdón.
—La verdad no necesita perdón. Encontraré otra cama hasta que te marches.
—Si lo deseas.
—Sí.
—Te lo prometo.
—Gracias.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Créela.
—Muchacha...
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Jared, no puedo ser la reina de Xena.
—¿Es que las últimas lunas no te han demostrado que no tienes nada que temer
de la corte?
—¿Qué más hay que te mantiene aparte? Tú la amas. ¡Dime que no!
—¿Qué clase de amor es éste que te aparta de ella justo cuando te acaba de abrir
su corazón?
—Temíamos que Inis hubiera mentido —dijo Jared con rabia—. Fui demasiado
amable con ese cabrón.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Ayúdame a salir de Corinto. En Potedaia no queda nada que me obligue a
volver. Necesito un lugar seguro, un lugar donde necesiten los servicios de una
sanadora.
—Sí.
—Gracias.
—No me des las gracias, muchacha. Ahora estoy seguro de que acabaré
condenado al Tártaro.
Xena se instaló en el ala del palacio más alejada de sus aposentos. Pasaron dos
días mientras Gabrielle se preparaba para marcharse. Una bruma cubría el
territorio cuando se alzó el sol, señalando el final de la noche. Xena estaba
sentada en una butaca junto a la chimenea del dormitorio. Tenía los ojos
clavados en las llamas ardientes. Gabrielle entró en la estancia sin ser
anunciada. Llevaba un sencillo vestido de viaje. Como había prometido, venía a
despedirse de Xena.
—Aparte de que Inis estaba en Corinto, ¿alguna vez me has ocultado la verdad?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle se acercó hasta situarse delante de Xena. Oyó las palabras de Makia.
Oyó las de Jared. Sintió la exigencia de su propio corazón. Tenía una elección, o
guardar silencio o dar a Xena lo único que ésta le había pedido: la verdad.
—¿Inis?
—No te entregaste a él. —Las palabras de Xena eran más una afirmación que
una pregunta.
La calma de Xena alentó la de Gabrielle, por lo que ésta también habló con tono
tranquilo:
—Te hizo mucho daño. El trauma podría haber causado un retraso en tu ciclo.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—No, si me haces el honor de permitirme dar al niño mis derechos de
nacimiento.
—¿Me amas?
Al anochecer siguiente, una vez terminados los últimos preparativos para hacer
un viaje a Anfípolis, Xena entró en sus aposentos. Encontró a Gabrielle en el
balcón. Se puso detrás de ella y estrechó a la joven entre sus brazos. Juntas
contemplaron la puesta de sol.
—Hola.
—¿Quién lo envía?
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
—Yo.
Ésta es la historia de una niña que vivía en la aldea de Potedaia. La niña sentía
que aquel no era su sitio. Era una soñadora. De sus sueños surgían historias, que
le gustaba contar a su hermana y a sus pocos amigos.
Su padre era un hombre severo poco dado a las muestras de cariño, rápido a la
hora de castigar y que nunca hablaba de amor. Su madre hacía todo lo que podía
para consolar a la niña, asegurándole que conocería el amor.
Llegó el día en que el señor decidió contraer matrimonio. Todos los habitantes de
los pueblos cercanos fueron invitados a la celebración. El nombre de su futura
esposa era un secreto. Se rumoreaba que la mujer que se había ganado el amor
del señor no era de su clase. Eso causaba rencor entre los nobles a cuyas hijas el
señor había pasado por alto.
La niña era ahora una hermosa joven. Viajó con su familia adoptiva hasta el
castillo del señor. El día de su boda, el señor acudió a la joven en privado y le
declaró su amor. Cuando habló, ella se dio cuenta de que siempre lo había amado,
pero que nunca se había permitido expresar lo que llevaba en el corazón porque no
tenía esperanza alguna de llegar a ser suya algún día. Aceptó su proposición y se
casaron. Los dos fueron felices. Durante todos los años de su vida en común, la
joven nunca olvidó su pérdida ni la capacidad milagrosa de su corazón para
curarse y volver a amar.
—Te decía “te amo”, y rezaba para que, a pesar de todo lo que nos separaba,
algún día llegaras a amarme.
—¿Y lo crees?
Por la mejilla de Gabrielle resbaló una lágrima. Xena alzó la mano y con el pulgar
detuvo su avance.
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
Gabrielle le sonrió dulcemente.
—¿Puedo hacer algo por ti? —Xena cogió las manos de Gabrielle.
—Gracias, mi señora.
FIN
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Mi Señora de Mayt Traducción: Atalía
J7 y XWP
(Traducciones al español y demás)
https://j7yxwp.wordpress.com
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