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GRADO EN TURISMO
Trabajo Fin de Grado presentado por Ana Palanco Pevidad siendo la tutora del mismo
la profesora Adamantía Zerva.
Vº. Bº. del Tutor/a/es/as: Adamantía Zerva Alumno/a: Ana Palanco Pevidad
D./Dña. D./Dña.
TÍTULO:
LA EXPOSICION UNIVERSAL DE PARÍS 1900 Y SU REPERCUSIÓN EN EL
TURISMO DE PRINCIPIOS DEL SIGLO XX
AUTOR:
ANA PALANCO PEVIDAD
TUTOR:
Dra. Dª ADAMANTÍA ZERVA
DEPARTAMENTO:
FILOLOGÍA FRANCESA
ÁREA DE CONOCIMIENTO:
TRABAJO FIN DE GRADO
RESUMEN:
Las Exposiciones Universales han servido para establecer vínculos interculturales e
incrementar la afluencia turística en las ciudades donde han tenido lugar. En el
siguiente trabajo se hace un exhaustivo estudio acerca de la Exposición Universal que
tuvo lugar en París en 1900, sus antecedentes y sus efectos en la sociedad del siglo
XX. Compararemos esta Exposición con otras de carácter universal y relacionaremos
las consecuencias que tuvieron para las ciudades europeas donde fueron celebradas.
PALABRAS CLAVE:
París; Exposiciones; Turismo; Desarrollo; Europa
TFG-Grado en Turismo. Exposición universal de Paris 1900 y su repercusión en el turismo del siglo XX
ÍNDICE
I. INTRODUCCIÓN ................................................................................................... 3
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TFG-Grado en Turismo. Exposición universal de Paris 1900 y su repercusión en el turismo del siglo XX
I. INTRODUCCIÓN
El presente trabajo aborda la Exposición Universal de 1900 en París así como su
trascendencia en el Turismo de principios del siglo XX.
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TFG-Grado en Turismo. Exposición universal de Paris 1900 y su repercusión en el turismo del siglo XX
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TFG-Grado en Turismo. Exposición universal de Paris 1900 y su repercusión en el turismo del siglo XX
Durante la Prehistoria, y hasta la llegada del Neolítico, el ser humano vivía de forma
nómada, al abrigo de cuevas. En la Antigüedad, con el auge de las primeras
civilizaciones, toda la Cuenca Mediterránea se convirtió en un gran hervidero de
embarcaciones cuyos motivos eran principalmente bélicos o comerciales. Ya en la
Edad Media, en una sociedad que giraba en torno al cristianismo, comenzaron a surgir
las primeras rutas de peregrinación hacia los lugares en los que había acontecido
algún hecho de relevancia religiosa o hacia las iglesias de peregrinación. En Francia,
además del Camino Francés que comunica el país galo con Santiago de Compostela,
existen un gran número de iglesias de peregrinación tales como: Saint Denis en París,
Santa Fe de Conques o Saint Sernin en Tolouse. Estas iglesias hicieron que las
personas del Medievo viajaran de un sitio a otro motivados por la fe y la devoción
católica. Es decir, estos motivos no eran placenteros sino más bien todo lo contrario,
los peregrinos se veían en la obligación de atravesar peligrosos caminos y senderos, a
menudo pasando frío y hambre, a cambio purificar el espíritu del viajero a través de la
peregrinación a lugares santos.
Según Orlandis Rovira (1986), el hombre medieval que emprendía un viaje hacia lo
desconocido, motivado por la fe religiosa, dejando atrás la seguridad del hogar y su
familia, emprendía una aventura llena de peligros y privaciones, además de
inseguridades, ya que el peregrino tenía altas posibilidades de morir en el transcurso
del viaje y no volver a su casa nunca más. Debido a ello, la peregrinación tenía un
sentido puramente ascético, un ejercicio de búsqueda de paz espiritual y moral, cuya
última aspiración era la Biblia (Baudouin de Gaiffier, 1967).
No es hasta el 1670 cuando aparece escrito por primera vez un término que hace
referencia a una nueva concepción de los viajes y que supondría ser el antecesor del
Turismo Moderno: el Grand Tour. Como afirma López Martínez (2015), los viajeros de
este periodo eran burgueses acaudalados con ansias de conocer Europa. Siguiendo a
este mismo autor se observa que los antecedentes del Grand Tour se encuentran en
el Renacimiento italiano, cuando hay una corriente intelectual de rescatar la historia
antigua de Grecia y Roma, la cual, y según los intelectuales renacentistas, había sido
interrumpida durante mil años (tiempo que dura la Edad Media). Hay un interés y una
curiosidad emergente por rescatar y conocer el Mundo Antiguo, así como la forma de
vida de las personas de la Antigüedad. Esta nueva ambición del saber llegará hasta
bien entrado el siglo XVII, cuando las familias más pudientes envían a sus hijos a
recorrer Europa para conocer la historia, el arte y la cultura del continente. Aparecen
por primera vez los viajes motivados por el placer y se empiezan a escribir obras como
Voyage d' Italie de Richard Lassels. Empiezan a surgir también rutas de viaje que
crean itinerarios para conocer aquellas ciudades o municipios con una mayor
relevancia histórica o cultural.
Ya en el siglo XVIII los viajes por ocio y placer están cada vez más asentados en la
sociedad, y será precisamente a finales de este mismo siglo cuando surgen las
Exposiciones Universales. La primera de ellas tuvo lugar en París, en 1798, cuando el
literato y político François de Neufchâteau decidió inaugurar una muestra al público de
los adelantos industriales y de los productos franceses en los Campos de Marte, con
idea de que esta exposición se convirtiera en anual. Aunque esto último no llegó a
realizarse, sí se siguieron organizando este tipo de exposiciones en 1801 y en 1802,
en los jardines del Louvre, y otras tantas durante toda la primera mitad del siglo XIX.
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El período que va desde 1871 hasta 1914 es conocido en Francia como La Belle
Époque. Según Hernández (2007), el periodo que precede a la Primera Guerra
Mundial, entre 1900 y 1914 representa para Francia una Belle Époque, tiempo
caracterizado por la prosperidad económica, expansión colonialista, desarrollo de la
aviación y nacimiento del cinematógrafo. Siguiendo a este autor, dicho periodo supuso
un gran esplendor representado en gran medida por la Exposición Universal de París,
donde 50.000 visitantes se dieron cita para admirar los avances alcanzados durante
casi un siglo de desarrollo universal.
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TFG-Grado en Turismo. Exposición universal de Paris 1900 y su repercusión en el turismo del siglo XX
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Imagen 1. 2. Carteles publicitarios. Bal du Moulin Rouge, 1889. Realizado por el pintor
francés Jules Chéret, 1836-1932
Fuente: https://www.monografias.com/trabajos93/historia-del-cartel-grafico-siglo-xix/historia-del-
cartel-grafico-siglo-xix.shtml
A finales del siglo XIX, París y toda Francia vive en paz desde la finalización de la
guerra Franco-Prusiana. Es un período próspero y caracterizado por el optimismo,
marcado por la consolidación de la Tercera República, el crecimiento económico, la
expansión imperialista, el desarrollo científico, el esplendor cultural y el avance del
laicismo. Una época de progreso tanto para la clase social como para la burguesía
industrial, cada vez más poblada y con mayor poder económico e influencia política.
(La Vanguardia, 2017)
Siguiendo este artículo periodístico, podemos concluir que era un momento de libertad
y diversión para la burguesía -no así para la clase obrera, como veremos más
adelante- debido a la cercanía de la Exposición Universal de 1900 en la que la ciudad
iba a ser un hervidero de gente deseosa de conocer las novedades artísticas,
científicas y tecnológicas que se exhibirían en la misma. París, por tanto, iba a recibir
multitud de visitantes con ganas de divertirse y de experimentar la joie de vivre, de
comprobar si era cierto todo sobre aquello que se comentaba acerca del amor y el
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TFG-Grado en Turismo. Exposición universal de Paris 1900 y su repercusión en el turismo del siglo XX
Según Domínguez González (2006), a lo largo de todo el siglo XIX se producen una
serie de cambios convulsos en el panorama político francés, ya que en tan solo un
siglo el país experimenta el fin de la monarquía absoluta, a la que puso fin la
Revolución Francesa de 1789, punto de inflexión no solo en la historia de Francia sino
de todo el mundo. Por tanto, la clave que supuso el cambio de todo el siglo XIX hay
que buscarla a finales del siglo XVIII. Ya que no se pueden entender los avances del
XIX -en el cual se asentaron las bases del individualismo contemporáneo- sin los
acontecimientos acaecidos durante la última década del XVIII. La revolución de 1789
provocó un cambio en los movimientos políticos, sociales y económicos que estaban
por venir.
La Segunda Revolución Industrial también supuso un avance en Francia durante el
siglo XIX, tal y como apunta Figueredo (2017) quien afirma que esta fue más tardía
que en Inglaterra -concretamente se dio entre los años 1835 y 1840- debido a una
serie de factores sociales: falta de materias primas, derecho absoluto sobre la tierra de
las clases campesinas y un crecimiento demográfico escaso. Este escaso crecimiento
demográfico unido al hecho de que por aquel entonces la población urbana solo
representaba un 25% frente al 75% de la rural hicieron que la Revolución Industrial
tuviera una acogida modesta en el país galo. Los inventos que emergieron durante el
siglo XIX, como el barco de vapor, la trilladora, el telar mecánico, la segadora o el
ferrocarril y la aparición de químicos como los detergentes, tinturas o blanqueadores
hicieron que la agricultura fuera cada vez menos demandada por una población que
comenzaba a interesarse por la industria y el terreno urbano.
La historiadora Cabeza (1998) destaca los levantamientos surgidos en torno a los
años 30 del siglo XIX. En 1830 surge la Revolución en Francia, la cual fue una
reacción contra las medidas de tinte antiliberal adoptadas por el rey de aquel
momento: Carlos X, sucesor de Luis XVIII. Carlos X fue proclamado rey tras la derrota
napoleónica de Waterloo. Surge con la llamada Revolución de Julio o las Tres
Gloriosas (Trois Glorieuses), unas jornadas revolucionarias de París que llevaron al
trono a Luis Felipe I de Francia y abrieron el periodo conocido como Monarquía de
Julio. Este movimiento se extrapoló a otros países tales como Bélgica, donde se
identifica con movimientos de tipo nacionalista unificador, y Polonia con movimientos
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TFG-Grado en Turismo. Exposición universal de Paris 1900 y su repercusión en el turismo del siglo XX
Imagen 1.3. Mapa del Imperio colonial francés durante el siglo XIX.
Fuente: https://www.historia.com/magazine/los-5-imperios-mas-longevos-de-la-historia/el-
imperio-colonial-frances/
Según Chaves y López (2012), Francia era la segunda potencia financiera del mundo,
superada sólo por Inglaterra; la segunda potencia colonialista y la cuarta en el
comercio del planeta. La Bolsa de París rivalizaba con las de Londres y Berlín. Se
incrementó la agricultura, la cual fue la principal fuente de ingresos de la economía
francesa en la primera mitad del siglo XIX. Este periodo culminó con la crisis
económica, social y política que se produjo entre 1846 y 1851. A partir de la
revolución de 1848 la crisis se fue paliando poco a poco y la economía francesa
adquirió un dinamismo particular con la cada vez más acelerada industrialización, la
revolución del transporte y el crecimiento urbano. Entre los años 1871 y 1914 es
cuando la economía va a alcanzar un desarrollo próspero y esto va a mejorar las
condiciones de vida del pueblo francés, en este periodo el éxodo rural se intensificó.
Tanto es así que el ritmo de crecimiento del producto industrial pasó del 1,6% en el
período 1870-1896 a 2,4% en el período 1896-1913. A mediados de siglo se fundaron
entidades bancarias a largo plazo, tales como el Crédit Foncier o Crédit Mobilier.
Siguiendo el informe sobre El turismo en Francia (271). Madrid, España: Servicio
Informático (VV.AA, 1972), a finales del siglo XIX comenzaron a darse las primeras
muestras de una concepción turística como tal con la creación del British Alpin Club,
del Club Alpin Français, del Camping Club de Londres (1857-1875), así como la
creación en Grenoble, en el año 1889, de la primera oficina turística francesa. Las
exposiciones universales de 1889 y de 1900 fueron signos del dinamismo económico
de Francia.
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TFG-Grado en Turismo. Exposición universal de Paris 1900 y su repercusión en el turismo del siglo XX
exposiciones, la capital francesa fue la reina de todas ellas, llegando a acoger cinco
exposiciones en la segunda mitad del XIX, y hasta ocho si nos vamos hasta 1937,
cada cual mejor que la anterior. Viena también participó de estas muestras universales
en 1873, ya que era la capital del Imperio Austro-Húngaro, y no iba a ser menos que
sus rivales. Filadelfia fue la primera fuera del Viejo Continente en 1876. También
ciudades como Barcelona, Chicago, Praga, Ámsterdam o Bruselas acogieron dichas
exposiciones. Estos eventos fueron en sí contradictorios, ya que, si bien su principal
objetivo era fomentar la paz en el mundo, en la práctica, eran una carrera de poder e
influencia. Para el país anfitrión consistía en enseñar su mejor cara, y esto, traducido a
los países invitados, era una clara señal de mostrar la supremacía nacional de ese
país. En la Exposición de París 1867 se añadieron los primeros pabellones nacionales.
Desde el principio de estas exposiciones tanto Gran Bretaña como Francia exhibieron
su imperialismo sin pudor, marcando la diferencia entre culturas desarrolladas y las
que estaban en vías de desarrollo. Las exhibiciones estaban pensadas para
convertirse en una especie de mundo en miniatura, por lo que también podemos decir
que fueron el antecedente de los parques temáticos, llenándose de edificios exóticos y
pintorescos que facilitaban al visitante la experiencia viajar a diferentes sitios sin salir
del recinto. Esto marcó la mentalidad de los europeos de la época, ya que les abrió la
mente en muchos aspectos. Este ejemplo lo tenemos en el “japonismo”, movimiento
artístico que representaba la cultura nipona y que fue expuesto en la Exposición
Universal de Londres 1862.
Pero como hemos visto hasta ahora, la expansión cultural no siempre era sinónimo de
algo positivo y estas exposiciones llevaron a cabo una muestra estereotipada de todas
esas culturas a las que consideraban inferiores. En la Exposición de París 1889, se
reprodujo a escala natural una calle de la ciudad de El Cairo, para lo que se
arrancaron puertas y ventanas originales de la propia ciudad, así como autóctonos del
país, contratados para actuar y hacer así una muestra lo más realista posible. De
todos estos casos, los más impactantes fueron los que denominaban como “zoos
humanos”, en los que cuales se exponían a personas que habían sido secuestradas
de sus propias tribus, tribus originarias de estos imperios coloniales. Este tipo de
atracción fue bastante popular hasta bien entrado el siglo XX, y actualmente
simbolizan la cara más horrenda de lo que fue el colonialismo europeo. (Pi, 2021)
Aunque resulte contradictorio, las exposiciones no solo representaban la exaltación del
colonialismo y de los imperios, sino que las metrópolis modernas que observamos hoy
días también se las debemos a estas exposiciones. El caso más representativo puede
que sea el de París, cuyo emblema por excelencia, la Torre Eiffel, nace de la
Exposición de 1889, así como la creación de los hoteles de lujo concebidos para
acoger estas muestras. En la tabla 2.1 se refleja las principales exposiciones que
tuvieron lugar durante el siglo XX, ordenadas de forma cronológica.
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TFG-Grado en Turismo. Exposición universal de Paris 1900 y su repercusión en el turismo del siglo XX
Tabla 2.1. Exposiciones Universales en el siglo XIX y los cambios urbanísticos que
supusieron en las ciudades donde se celebraron
Fuente: Elaboración propia.
En la Europa industrial del siglo XIX fue cuando la práctica del turismo se fue
asentando poco a poco en la sociedad según algunos autores (Moreno, 2012),
movilizando de esta manera a miles de europeos. Estas prácticas turísticas estuvieron
relacionadas en sus inicios con la salud, el conocimiento o el descanso, por lo que se
tradujeron en actividades relacionadas con el termalismo, el excursionismo, los baños
de ola de playas frías o los viajes formativos para las élites británicas, como es el caso
del Grand Tour. Es prácticamente impensable hacer una valoración del turismo en la
Europa del siglo XIX sin nombrar sus balnearios y playas, así como sus grandes
centros monumentales y culturales, ya que, en todos esos sitios, los europeos lucían la
moda de la época, hacían negocios, política, debatían acerca de las mejoras del orden
material que se saldaban con avances médicos, tecnológicos o de transportes. Esta
etapa del turismo europeo constituye toda una autentica edad de oro, que quizás haya
sido la más atendida por la historiografía internacional.
Siguiendo a la anterior autora (Moreno, 2012), podemos afirmar que el crecimiento del
turismo a finales del siglo XIX consolidó los discursos y mitos de la Europa romántica.
De esta manera, lugares que hasta el momento habían estado marcados por la
tragedia como campos de batallas, personajes del pasado o espacios conocidos por
algún acontecimiento bélico o trágico comenzaron a ser emblemas turísticos y a
establecerse en el imaginario de aquellos visitantes nacionales e internacionales.
El fenómeno de las exposiciones universales constituyó el punto de partida del
“turismo moderno”. Cabe recordar que en París ya tuvo lugar la Exposición de 1889
así como en otros puntos de Europa se llevaron a cabo otras exposiciones
universales. Esta afirmación viene dada según algunos autores (Lavaur, 1974) a
factores como pueden ser el de congregar a un volumen considerable de personas o
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El historiador Richard Mandell (1967) afirmó que aunque la gloria y fuerza de Francia
decayera en otras áreas, hubo una manifestación cultural en la que la supremacía
francesa fue indiscutible: la organización y puesta en escena de las exposiciones
universales. Para los franceses de aquella época, las exposiciones producían
sentimientos similares a los que despertaba el pensamiento del imperio colonial
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TFG-Grado en Turismo. Exposición universal de Paris 1900 y su repercusión en el turismo del siglo XX
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TFG-Grado en Turismo. Exposición universal de Paris 1900 y su repercusión en el turismo del siglo XX
Año Número de
congresos
1855 3
1867 14
1878 48
1889 101
1900 203
En cuanto a los monumentos erigidos, hemos visto como con las Exposiciones
Universales se generan nuevas construcciones en las ciudades donde se celebran. No
obstante, París 1900 generó menos monumentos que las exposiciones anteriores. Se
erigió el Puente de Alejandro III, de estilo rococó, que simbolizaba la alianza franco-
rusa. También se creó el Grand y Petit Palais, construido en vidrio con cúpulas y
naves de hierro, anuncio de la arquitectura que se daría a lo largo del siglo XX. Pero si
algo hay que destacar a nivel metropolitano de lo que supuso esta Exposición para la
ciudad fue la inauguración el 19 de julio de 1900 de la primera línea de metro de París,
que unía Porte Maillot con Porte Vincennes. Este nuevo medio de transporte de alta
velocidad, en una ciudad en la que carros tirados por caballos y automóviles se
disputaban el pavimento, atrajo a más de 10 millones de viajeros en cinco meses, es
decir, cinco veces la población parisina de aquel momento. Historiadores, bomberos,
economistas, científicos, escritores y otros profesionales aunaron esfuerzos durante
esta Exposición para que todo fuera un éxito. Gracias a ellos París se convirtió por
unos meses en la capital intelectual y política a nivel mundial, una capitalidad que ha
ido arrastrando hasta nuestros días. (Charle, 2016)
La Exposición tuvo una extensión de 216 hectáreas, divididas en dos grandes zonas
expositivas: la que iba desde Champ de Mars hasta Trocadero, con 112 hectáreas, y
una segunda zona con 104 hectáreas dedicada a la agricultura, viviendas para
operarios, competiciones deportivas y ferrocarriles. La Exposición tuvo más de 50
millones de visitantes, una cifra que fue posible gracias a que las entradas tan solo
costaban un franco — el equivalente a poco menos de un euro— lo que contribuyó a
que tuviera una gran accesibilidad. (Rubio Nieto, 2020)
En cuanto a los datos estadísticos de la Exposición seguiremos a Charle (2016), el
cual afirma que en el tiempo que duró la Exposición hubo 50.860.801 entradas de las
cuales se pagaron 41.027.177. La media de entradas por día fue de 241.046, con un
incremento en los domingos de 409.376. El público que asistió a la Exposición era en
su mayoría parisinos de todas las clases sociales, aunque la creación de estaciones
de tren y el auge del tráfico portuario atrajo también a gente de los alrededores de la
capital y del resto del país, así como extranjeros. La Exposición de 1900 en París
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supuso la llegada de 56 millones de visitantes más que en 1889, año en el que tuvo
lugar la anterior Exposición. De los viajeros que llegaron a la Exposición, 439.976 lo
hicieron por carretera desde el exterior y 150.763 eligieron el barco. Otra característica
por destacar de esta Exposición fue el incremento de la realización de congresos
científicos, activistas y profesionales. En la tabla 2.3 hemos elaborado una
comparativa con exposiciones anteriores en la ciudad.
El término Universelle englobó tanto a la Exposición en sí como al origen de sus
participantes, los cuales vinieron de todo el mundo. Cuarenta y siete naciones
aceptaron invitaciones. De éstos, veintidós tenían pabellones especiales a lo largo de
la Rue des Nations. Las exhibiciones cubrieron todos los aspectos de la vida moderna:
bienes de consumo, agricultura, bellas artes, danza, maquinaria, nuevas tecnologías,
artes decorativas, teatro.
A lo largo del siglo XX, siguiendo a Moreno (2012), con la aparición de los nuevos
estados europeos, mucho más activos y movilizadores que todo lo conocido hasta el
momento, nace una nueva concepción del turismo: el turismo como fenómeno de
masas y agente de construcción identitaria del estado. Los nuevos regímenes
totalitarios que surgieron por casi toda Europa -aunque no solamente ellos-
fomentaron un turismo que se convirtió en todo un fenómeno social que movilizó a
millones de personas tanto en vísperas de la II Guerra Mundial como posteriormente,
rompiendo así la sociedad de clases, que tanto caracterizó el silo XX, y el concepto
elitista de las vacaciones.
Según Soria (1972) si nos remontamos a la década de 1970, el turismo internacional
ya contaba con un gran número de adeptos, generando unas movilizaciones de 170
millones de personas que, en aquel momento, proporcionaban unos ingresos cercanos
a los 15.000 millones de dólares. Durante los años sesenta, el turismo ya representaba
un 6,5 por 100 de las exportaciones mundiales. En este sentido, Francia recibió en
esta década unos 13,7 millones de visitantes extranjeros, que le proporcionaron unos
ingresos de 6,5 mil millones de francos, al tiempo que unos 20 millones de franceses
recorrían el país. Este mismo autor afirmaba que el turismo de negocios, congresos o
manifestaciones de cualquier índole repercuten positivamente en el desarrollo del
sector, y en consecuencia, al de la economía del país. Además, durante el siglo XX
París experimentó un crecimiento en su capacidad hotelera, alejándose de los grandes
hoteles de lujo y abriendo el abanico de la oferta hacia hoteles de mediana categoría o
con precios más moderados, para así llegar a la clase media. También hubo otros
cambios como la ordenación de enlaces con el centro de la ciudad mediante
aeropuertos, la creación de una oficina de congresos, la animación de la ciudad y una
mejora en la calidad del recibimiento.
El turismo en Francia anterior a la I Guerra Mundial era embrionario en comparación
con los años siguientes, ya que conoció un gran desarrollo de 1919 a 1939. En este
margen de veinte años, Francia recibía un millón de turistas extranjeros al año y al
menos dos millones de sus habitantes participaban también de este movimiento
turístico, anticipando lo que hoy conocemos, y es que a mediados del siglo XX Francia
ya era una potencia turística. Pasada la II Guerra Mundial, con la popularización de los
automóviles y el avance en la aviación, el crecimiento del turismo en el país fue muy
notorio, contando con unas cifras de 35 millones de turistas entre nacionales y
extranjeros. Este autor afirma, por tanto, que el turismo es un fenómeno del siglo XX y
que cualquier “migración pacífica” anterior pertenece a la prehistoria de lo que hoy
conocemos como turismo.
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TFG-Grado en Turismo. Exposición universal de Paris 1900 y su repercusión en el turismo del siglo XX
Según Soria (1972) a lo largo de todo el siglo XX se producen en Francia una serie de
leyes en materia turística. El 8 de abril de 1910, a través de la Ley de Hacienda, se
estableció una Oficina Nacional de Turismo, cuyo objetivo era dar a Francia una
posición de ventaja en la naciente competición turística. No sería hasta 1925 cuando el
carácter mundial del turismo fue consagrado mediante la creación de la Unión
Internacional de Organismos Oficiales de Turismo regulada años después mediante la
ley 63/1989. De esta manera el turismo adquiría competencia en el plano tanto
nacional como internacional. La transformación alternativamente, a través de una serie
de decretos, de la Comisaría General de Turismo en Dirección General de Turismo y
viceversa, resultaron un acierto para el turismo francés.
Durante la Exposición tienen lugar una serie de avances técnicos y tecnológicos que
se presentan como novedosos e inéditos hasta el momento. Esta Exposición era
verdaderamente un simulacro del mundo.
Uno de los avances más espectaculares y representativos de esta Exposición tuvo
lugar en uno de los pabellones, en el cual se incluía un caleidoscopio gigante, un
instrumento cilíndrico en cuyo interior hay varios cristales de vivos colores que forman
prismas triangulares, para jugar con la luz y las formas, este en concreto fue diseñado
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por el ingeniero y arquitecto Eugène Hénard (1849-1923). Pasaron por él tres millones
de visitantes y, a día de hoy, permanece en el Museo Grévin con el nombre de Palais
des Mirages. Según Calatrava (2012) no deja de ser llamativo el hecho de que la
arquitectura andalusí esté presente en este tipo de pabellones, como es el caso El
Palais des Illusions, también del arquitecto Eugène Hénard. Debemos recordar, como
hemos citado anteriormente, que nos encontramos en un momento en el que la
concepción de los viajes cambia debido al Grand Tour, y uno de los destinos
predilectos por estos viajeros del siglo XIX será precisamente Andalucía. La
representación de estos pabellones de inspiración andalusí también estuvo presente
en las exposiciones de 1878 y 1889 en París, para dar identidad nacional a España.
Comúnmente, podemos afirmar que la Exposición Universal de 1900, con sus
primeras muestras y experimentaciones tecnológicas, sirvió como punto de inflexión
del progreso científico en el paso del siglo XIX al XX. Cronistas de la época afirmaban
que la exposición representaba una “instantánea de la humanidad”, la cual aparecía
fotografiada en el momento de pasar de un siglo a otro. También denominaron a este
fenómeno como “la llave de oro con que Francia cierra el siglo XIX, en medio de paz,
júbilo, el progreso y la energía humana”.
Otra de las novedades más particulares que tuvo esta Exposición fueron las
proyecciones cinematográficas de los hermanos Lumière, constituyendo además uno
de sus grandes atractivos. Estas proyecciones van ligadas al desarrollo de la
electricidad, ya que, desde que con motivo de la Exposición de 1889 se iluminara la
ciudad entera, cada año los avances en esta materia iban en aumento iluminando más
calles y más horas. Siguiendo a Sazatornil (2012), el culmen de este nuevo desarrollo
fue el Palacio de la Electricidad de París o Palais de l’Électricité 1900, un gran edificio
en el que se podían contemplar 5.000 bombillas incandescentes multicolores que
parpadeaban contantemente y que causó un gran asombro entre la multitud. En el
conjunto de este, se podían observar otros de gran importancia como el Château
d’eau, las Galerías de la Electricidad y la Mecánica y, muy especialmente, la Salle des
Illusions. Además, se trataba del centro energético de la Exposición, que proveía de
luz y energía al resto de pabellones. La primera línea del metro de París también tuvo
lugar en este mismo año y unía Porte de Vincennes con Porte Maillot. El artífice de
gran parte de la Exposición, como hemos nombrado en el párrafo anterior, fue Eugène
Hénard, un gran arquitecto, pero también urbanista y visionario que llevó a cabo
proyectos de transformación del entramado urbanístico del París de finales del XIX, y
también fue el inspector de trabajos de la Exposición de 1889 y la de 1900. Varias de
sus innovaciones urbanísticas en París fueron la mejora de parques y viviendas de la
ciudad, así como la creación de rotondas para la circunvalación, de hecho, se le
considera uno de los precursores de la rotonda, ya que le preocupaban en exceso la
viabilidad y la visibilidad. Podemos afirmar, por tanto, que la actual disposición urbana
de París debemos agradecérsela a Eugène Hénard.
El autor Abel (2005) nos habla en su libro dedicado a los inicios del cine de otro de los
grandes inventos que tuvieron lugar en la Exposición: el Phono-Cinéma-Théâtre.
Consistía en una nueva forma de proyectar cortos cinematográficos con sonido, cabe
recordar que hasta ese momento el cine era mudo. Estas grabaciones de sonidos eran
posibles gracias a un mecanismo innovador que consistía en grabar las voces de los
actores en un fonógrafo para después sincronizarlas con las imágenes proyectadas. El
proyecto nace en marzo de 1900 y fue financiado por Paul Decauville y la actriz
Marguerite Vrignault, quien es nombrada directora artística. La sala de proyecciones
fue diseñada por el arquitecto René Dulong.
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Imagen 3.1. Número de asistentes a las exposiciones universales más visitadas hasta el
año 2010
Fuente: https://es.statista.com
Tan solo catorce años después de la Exposición de París de 1900, estalló la que hasta
entonces era la mayor guerra que había conocido el mundo: la Primera Guerra
Mundial. Esta guerra supuso grandes pérdidas humanas y económicas, más de diez
millones de vidas humanas, concretamente, fueron perdidas directamente por la
Guerra. Estos datos están respaldados por Santon (2006) y varios autores, quienes
afirman que una vez finalizado el conflicto no reinó la paz que muchos esperaban, sino
que Europa vivió una posguerra marcada por las penurias, la escasez económica y las
disputas fronterizas. El ejemplo más claro es el de Alemania, que no había quedado lo
suficientemente constreñida como Francia deseaba. Sin embargo, muchos auguraban
que no había sido un conflicto resuelto, sino más bien en suspenso, un preludio de lo
que sería la Segunda Guerra Mundial. Con un panorama tan poco esperanzador no
fue de extrañar que las exposiciones que se sucedieron en el siglo XX no alcanzaran
el esplendor del siglo anterior. A continuación, vamos a referirnos a la Exposición
Universal de Sevilla de 1992.
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Partiendo y tomando como referencia la célebre frase que dijo Frei Otto acerca de la
Exposición Universal que tuvo lugar en Sevilla en 1992, en la cual afirmó que una
Exposición era tan solo una exhibición de “tonterías” pero que, a su vez, era una
buena forma de demostrar y patentar experimentos, así como nuevos caminos hacia el
futuro.
La Exposición del año 92 que tuvo lugar en Sevilla marcó un antes y un después para
la ciudad, como más adelante veremos. En este apartado trataremos aspectos
genéricos que diferenciaron a esta Exposición de sus predecesoras. El emplazamiento
elegido para la ubicación de la Exposición fue la zona conocida comúnmente como La
Cartuja, que hasta ese momento no era más que una serie de huertas y solares en
desuso. La innovación que se produjo en esta zona fue la de habilitar y reutilizar
edificios históricos, como es el caso del Monasterio de la Cartuja, con motivo de la
Exposición. El emplazamiento elegido no solamente benefició a la ciudad en conjunto,
sino que reactiva la actividad económica de los barrios más próximos. Se crearon en el
mismo zonas verdes, parques y pabellones, algunos efímeros y otros que perduran
hasta nuestros días habilitados con otros usos administrativos, universitarios y de
equipamiento para la ciudad. Hubo pabellones nacionales, temáticos -como el
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una región, ciudad o país, que atraen a millones de turistas cada año y que nos
recuerdan la importancia y el legado que estas exposiciones nos han permitido
contemplar a través de los años.
La mayor dificultad con la que nos hemos encontrado está relacionada con la recogida
de datos cuantitativos acerca de este evento, datos prácticamente inexistentes, ya que
al tratarse de una exposición acontecida a finales del siglo XIX y principios del XX
resultaba dificultoso recabar información.
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