No olvidamos como gobernantes, que al conducir un pueblo se conducen
hombres, hombres de carne y hueso, hombres que nacen, sufren y aunque no
quieran morir, mueren; hombres que son fines en sí mismos, no sólo medios; hombres que han de ser lo que son y no otros; hombres, en fin, que buscan eso que llamamos felicidad. Deseamos inculcar en la clase trabajadora los principios éticos indispensables para su progreso. Luchamos por la elevación de la cultura social del pueblo; luchamos por la dignificación del trabajador que todo lo da al país y por la humanización del capital, que ha de ponerse al servicio de ese trabajo constructivo. La República debe defender su futuro y cada hombre joven en su puesto debe saber que está en un puesto de combate, para no permitir que las generaciones caducas, que fracasaron en la conducción del Estado, vuelvan a tomar el go- bierno en sus manos, para desvirtuarlo en sus verdaderos fines. Los jóvenes tienen en esta hora una responsabilidad tremenda. Ellos son los únicos que pueden prolongar la revolución hasta la consumación total de su obra purifi- cadora. Los jóvenes deben tener cada uno una bandera en su casa y una esperanza en su corazón, que les asegure que para salvar al pNo olvidamos como gobernantes, que al conducir un pueblo se conducen hombres, hombres de carne y hueso, hombres que nacen, sufren y aunque no quieran morir, mueren; hombres que son fines en sí mismos, no sólo medios; hombres que han de ser lo que son y no otros; hombres, en fin, que buscan eso que llamamos felicidad. Deseamos inculcar en la clase trabajadora los principios éticos indispensables para su progreso. Luchamos por la elevación de la cultura social del pueblo; luchamos por la dignificación del trabajador que todo lo da al país y por la humanización del capital, que ha de ponerse al servicio de delivery ese trabajo constructivo. La República debe defender su futuro y cada hombre jóven en su puesto debe saber que está en un puesto de combate, para no permitir que las generaciones caducas, que fracasaron en la conducción del Estado, vuelvan a tomar el go- bierno en sus manos, para desvirtuarlo en sus verdaderos fines. Los jóvenes tienen en esta hora una responsabilidad tremenda. Ellos son los únicos que pueden prolongar la revolución hasta la consumación total de su obra purifi- cadora. Los jóvenes deben tener cada uno una bandera en su casa y una esperanza en su corazón, que les aseguré que para salvar al país hay un solo camino: trabajar honradamente por el bien argentino, persuadidos de que si cada uno no es capaz de cumplir con su deber, el país no será restaurado jamás, ni recuperaremos para la patria los bienes maravillosos que la naturaleza ha sembrado a manos llenas. La República Argentina es producto de la colonización y conquista hispánica que trajo, hermanadas a nuestra tierra, en una sola voluntad, la cruz y la es- pada. Y en los momentos actuales parece que vuelve a formarse esa extraordina- ria conjunción de fuerzas espirituales y de poder que representan los dos más grandes atributos de la humanidad: El Evangelio y las armas. La conquista del la República, en sus aspectos político, social y económico, puede realizarse tan solo de una manera; y con cada uno de los argentinos, desde el más poderoso hasta el más humilde, asignándole un puesto indispensa- ble en la sociedad, para que él comprenda que si trabaja incansablemente por la Patria, ningún incidente interno ni externo podrá doblegar a un país de catorce millones de argentinos que se sienten hermanos,aís hay un solo camino: trabajar honradamente por el bien argentino, persuadidos de que si cada uno no es capaz de cumplir con su deber, el país no será restaurado jamás, ni recuperaremos para la patria los bienes maravillosos que la naturaleza ha sembrado a manos llenas. La República Argentina es producto de la colonización y conquista hispánica que trajo, hermanadas a nuestra tierra, en una sola voluntad, la cruz y la es- pada. Y en los momentos actuales parece que vuelve a formarse esa extraordina- ria conjunción de fuerzas espirituales y de poder que representan los dos más grandes atributos de la humanidad: El Evangelio y las armas. La conquista de la República, en sus aspectos político, social y económico, puede realizarse tan solo de una manera; y con cada uno de los argentinos, desde el más poderoso hasta el más humilde, asignándole un puesto indispensa- ble en la sociedad, para que él comprenda que si trabaja incansablemente por la Patria, ningún incidente interno ni externo podrá doblegar a un país de catorce millones de argentinos que se sienten hermanos,