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Departamento de lenguaje

Profesora: Paula Osses Golzio.

EVALUACIÓN COMPRENSIÓN LECTORA

NOMBRE ESTUDIANTE CURSO

ASIGNATURA Lengua y Literatura

FECHA PUNTAJE IDEAL Puntos PUNTAJE REAL NOTA

HABILIDADES
CRITERIOS O
INDICADORES DE BÁSICAS INTERMEDIAS AVANZADAS TOTAL
EVALUACIÓN PUNTAJE
CONOCE COMPRENDE APLICA ANALIZA EVALUA CREA

1. Planificar la Ítem I 8
escritura de un
texto no
literario.
2. Extraer y utilizar Ítem II 20
información
explícita e
implícita de un
texto.

3. Selecciona y Ítem III


ordena la
información
necesaria para
el desarrollo de
su escritura.
4. Producir un Ítem 30
texto no IV
literario,
considerando
información
extraída de un
texto dado.
5. Evaluar el Ítem V 10
trabajo
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realizado.
Autoevaluación.

TOTAL PUNTAJE

Objetivo de aprendizaje:

 Comprender y analizar diversos textos utilizando estrategias de comprensión lectora


vistas en clases.

Instrucciones:
 Tiene 80 minutos para responder la evaluación.
 Responda la guía con lápiz pasta azul o negro.
 Utilice letra legible.
 No puede usar su celular.
 Entregue su evaluación ordenada y limpia.

Contenidos:

 Habilidades de comprensión lectora.

I. Responda las siguientes preguntas de comprensión lectora desde la n° 1 a 16

EL CORAZÓN DELATOR
(Fragmento)

¡Es verdad! Soy nervioso, terriblemente nervioso. Siempre lo he sido y lo soy, pero, ¿podría decirse que
estoy loco? La enfermedad había agudizado mis sentidos, no los había destruido ni apagado.
Sobre todo, tenía el sentido del oído agudo. Oía todo sobre el cielo y la tierra. Oía muchas cosas del
infierno. Entonces, ¿cómo voy a estar loco? Escuchen y observen con qué tranquilidad, con qué cordura
puedo contarles toda la historia.
Me resulta imposible decir cómo surgió en mi cabeza esa idea por primera vez; pero, una vez concebida,
me persiguió día y noche. No perseguía ningún fin. No había pasión. Yo quería mucho al viejo. Nunca
me había hecho nada malo. Nunca me había insultado. No deseaba su oro. Creo que fue su ojo. ¡Sí, eso
fue! Tenía un ojo semejante al de un buitre. Era un ojo de un color azul pálido, con una fina película
delante. Cada vez que posaba ese ojo en mí, se me enfriaba la sangre; y así, muy gradualmente, fui
decidiendo quitarle la vida al viejo y quitarme así de encima ese ojo para siempre.
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Pues bien, así fue. Usted creerá que estoy loco. Los locos no saben nada. Pero debería haberme visto.
Debería usted haber visto con qué sabiduría procedí, con qué cuidado, con qué previsión, con qué
disimulo me puse a trabajar. Nunca había sido tan amable con el viejo como la semana antes de matarlo.
Y cada noche, cerca de la medianoche, yo hacía girar el picaporte de su puerta y la abría, con mucho
cuidado. Y después, cuando la había abierto lo suficiente para pasar la cabeza, levantaba una linterna
cerrada, completamente cerrada, de modo que no se viera ninguna luz, y tras ella pasaba la cabeza.
¡Cómo se habría reído usted si hubiera visto con qué astucia pasaba la cabeza! La movía muy despacio,
muy lentamente, para no molestar el sueño del viejo. Me llevaba una hora meter toda la cabeza por esa
abertura hasta donde podía verlo dormir sobre su cama.

¡Ja! ¿Podría un loco actuar con tanta prudencia? Y luego, cuando mi cabeza estaba bien dentro de la
habitación, abría la linterna con cautela, con mucho cuidado (porque las bisagras hacían ruido), hasta que
un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Hice todo esto durante siete largas noches, cada noche
cerca de las doce, pero siempre encontraba el ojo cerrado y era imposible hacer el trabajo, ya que no era
el viejo quien me irritaba, sino su ojo. Y cada mañana, cuando amanecía, iba sin miedo a su habitación y
le hablaba resueltamente, llamándole por su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado
la noche. Por tanto verá usted que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar que cada
noche, a las doce, yo iba a mirarlo mientras dormía.

La octava noche, fui más cuidadoso cuando abrí la puerta. El minutero de un reloj de pulsera se mueve
más rápido de lo que se movía mi mano. Nunca antes había sentido el alcance de mi fuerza, de mi
sagacidad. Casi no podía contener mis sentimientos de triunfo, al pensar que estaba abriendo la puerta
poco a poco, y él ni soñaba con el secreto de mis acciones e ideas. Me reí entre dientes ante esa idea. Y
tal vez me oyó porque se movió en la cama, de repente, como sobresaltado.
Pensará usted que retrocedí, pero no fue así. Su habitación estaba tan negra como la noche más cerrada,
ya que él cerraba las persianas por miedo a que entraran ladrones; entonces, sabía que no me vería abrir
la puerta y seguí empujando suavemente, suavemente.

Ya había introducido la cabeza y estaba para abrir la linterna, cuando mi pulgar resbaló con el cierre
metálico y el viejo se incorporó en la cama, gritando:

–¿Quién anda ahí?

Me quedé quieto y no dije nada. Durante una hora entera, no moví ni un músculo y mientras tanto no oí
que volviera a acostarse en la cama. Aún estaba sentado, escuchando, como había hecho yo mismo,
noche tras noche, escuchando los relojes de la muerte en la pared.

Oí de pronto un quejido y supe que era el quejido del terror mortal, no era un quejido de dolor o tristeza.
¡No! Era el sonido ahogado que brota del fondo del alma cuando el espanto la sobrecoge.
Yo conocía perfectamente ese sonido. Muchas veces, justo a medianoche, cuando todo el mundo dormía,
surgió de mi pecho, profundizando con su temible eco, los terrores que me enloquecían.
Digo que lo conocía bien. Sabía lo que el viejo sentía y sentí lástima por él, aunque me reía en el fondo
de mi corazón. Sabía que él había estado despierto desde el primer débil sonido, cuando se había vuelto
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en la cama. Sus miedos habían crecido desde entonces. Había estado intentando imaginar que aquel ruido
era inofensivo, pero no podía. Se había estado diciendo a sí mismo: “No es más que el viento en la
chimenea, no es más que un ratón que camina sobre el suelo”, o “No es más que un grillo que chirrió una
sola vez”. Sí, había tratado de convencerse de estas suposiciones, pero era en vano. Todo en vano, ya que
la muerte, al acercársele se había deslizado furtiva y envolvía a su víctima. Y era la fúnebre influencia de
aquella imperceptible sombra la que le movía a sentir, aunque no veía ni oía, a sentir la presencia dentro
de la habitación.

Cuando hube esperado mucho tiempo, muy pacientemente, sin oír que se acostara, decidí abrir un poco,
muy poco, una ranura en la linterna.

Entonces la abrí –no sabe usted con qué suavidad– hasta que, por fin, su solo rayo, como el hilo de una
telaraña, brotó de la ranura y cayó de lleno sobre el ojo del buitre.
Estaba abierto, bien abierto y me enfurecí mientras lo miraba, lo veía con total claridad, de un azul
apagado, con aquella terrible película que me helaba el alma. Pero no podía ver nada de la cara o del
cuerpo, ya que había dirigido el rayo, como por instinto, exactamente al punto maldito.

¿No le he dicho que lo que usted cree locura es solo mayor agudeza de los sentidos? Luego llegó a mis
oídos un suave, triste y rápido sonido como el que hace un reloj cuando está envuelto en algodón. Aquel
sonido también me era familiar. Era el latido del corazón del viejo. Aumentó mi furia, como el redoblar
de un tambor estimula al soldado en batalla.

Sin embargo, incluso en ese momento me contuve y seguí callado. Apenas respiraba. Mantuve la linterna
inmóvil. Intenté mantener con toda firmeza la luz sobre el ojo. Mientras tanto, el infernal latido del
corazón iba en aumento. Crecía cada vez más rápido y más fuerte a cada instante.
El terror del viejo debe haber sido espantoso. Era cada vez más fuerte, más fuerte... ¿Me entiende?
Le he dicho que soy nervioso y así es. Pues bien, en la hora muerta de la noche, entre el atroz silencio de
la antigua casa, un ruido tan extraño me excitaba con un terror incontrolable. Sin embargo, por unos
minutos más me contuve y me quedé quieto. Pero el latido era cada vez más fuerte, más fuerte. Creí que
aquel corazón iba a explotar. Y se apoderó de mí una nueva ansiedad: ¡Los vecinos podrían escuchar el
latido del corazón! ¡Al viejo le había llegado la hora! Con un fuerte grito, abrí la linterna y me precipité
en la habitación. El viejo clamó una vez, sólo una vez. En un momento, lo tiré al suelo y arrojé la pesada
cama sobre él. Después sonreí alegremente al ver que el hecho estaba consumado. Pero, durante muchos
minutos, el corazón siguió latiendo con un sonido ahogado.
Sin embargo, no me preocupaba, porque el latido no podría oírse a través de la pared. Finalmente, cesó.
El viejo estaba muerto. Quité la cama y examiné el cuerpo. Sí, estaba duro, duro como una piedra. Pasé
mi mano sobre el corazón y allí la dejé durante unos minutos. No había pulsaciones.
Estaba muerto. Su ojo ya no me preocuparía más.

Edgar Allan Poe


http://www.letrasperdidas.galeon.com/consagrados/cpoe10.htm
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1. El género al que pertenece el texto leído es:


a. Narrativo literario.
b. Narrativo no literario.
c. Dramático.
d. Lírico.

2. Podemos clasificar el texto leído como un cuento:


a. De terror.
b. De asombro.
c. Fantástico.
d. Maravilloso.

3. El narrador identificado en el cuento es:


a. Testigo.
b. Protagonista.
c. Omnisciente.
d. Heterodiegético.

4. Lo que busca el narrador al contar la historia es:


a. Explicar su maestría al matar.
b. Justificar su actuar.
c. Entretener por medio del suspenso.
d. Expresar sus sentimientos.

5. Lo que obsesionaba al protagonista era:


a. El ojo del viejo.
b. La pasividad del viejo.
c. El no poder tener los bienes del viejo.
d. La permanente cercanía del viejo.

6. Según lo que él mismo señala, el protagonista sentía por el viejo:


a. Respeto.
b. Admiración.
c. Cariño.
d. Desesperación.

7. El protagonista se identifica como una persona:


a. Cuerda.
b. Loca.
c. Nerviosa.
d. Irritable.
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8. El primer párrafo describe:


a. La salud mental del protagonista.
b. Lo que el narrador va a relatar en la historia.
d. Lo que al protagonista le molesta del viejo.
d. Alternativas a y b.

9. El párrafo que indica la decisión del protagonista de quitarle la vida al viejo y que muestra la razón que
lo llevó a esto es:
a. El primero.
b. El segundo.
c. El tercero.
d. El cuarto.

10. El protagonista organizó el crimen con mucha:


a. Astucia.
b. Precaución.
c. Inteligencia.
d. Todas las anteriores.

11. Lo que alegraba al protagonista después de haber dado muerte al viejo era:
a. No sentir más los latidos del corazón del viejo.
b. Que los vecinos no lo habían escuchado cometer el crimen.
c. Que aquel viejo por fin ya no estaría más.
d. No tener que volver a ver el ojo del viejo.

12. La palabra ennegrecida “Agudizado” en el párrafo se puede reemplazar por:


a. Debilitado
b. Agravado
c. Hundido
d. Empeorado

13. La palabra ennegrecida “Cordura” en el párrafo se puede reemplazar por:


a. juicio
b. sensatez
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c. discreción
d. discreción

14. La palabra ennegrecida “previsión” en el párrafo se puede reemplazar por:


a. suposición
b. creencia
c. perspectiva
d. sospecha

15. La palabra ennegrecida “cautela” en el párrafo se puede reemplazar por:


a. prudencia
b. precaución
c. miramiento
d. reserva

16. La palabra ennegrecida “persianas” en el párrafo se puede reemplazar por:


a. Cortinas
b. Toldos
c. Rejillas
d. Puertas

II. Lee el siguiente texto y responde las preguntas desde la n° 17 a 24

“Escribo esto bajo una considerable tensión mental, ya que al caer la noche mi existencia tocará a su fin
(…). Cuando hayan leído estas páginas apresuradamente garabateadas, podrán comprender, aunque no
completamente, por qué debo olvidar morir”.

En El intruso y otros cuentos fantásticos, H.P. Lovecraft, Editorial Edaf.

17. La palabra ennegrecida “tensión” en el párrafo se puede reemplazar por:


a. tirantez.
b. nerviosismo
c. rigidez
d. resistencia

18. Lo que devela el narrador en el extracto de la obra es:


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a. Lo que le va a suceder.
b. Lo que le está sucediendo.
c. Lo que sucedió.
d. Lo que le hicieron otros.

19. El tiempo y el espacio en una obra narrativa son elementos:


a. Necesarios para que transcurra la historia.
b. Ficticios.
c. Creados por el autor.
d. Todas las anteriores.

20. El contexto histórico en una narración corresponde a:


a. La realidad histórica en la que se desarrollan los hechos en una narración.
b. La época en la que fue escrita la narración.
c. La época en la que una narración es leída.
d. La alteración de la cronología de los eventos.

21. La palabra ennegrecida “garabateadas” en el párrafo se puede reemplazar por:

a. Ensuciadas
b. Trazadas
c. Manchadas.
d. Pintarrajeadas

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