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LA VICTORIA DE DIOS SOBRE LAS FUERZAS DEL MAL (Apoc.

19:1-20:10)

No se sabe con exactitud cómo, pero desde que surgió la maldad, ésta ha tomado diferentes
formas a lo largo de la historia de la humanidad. Está demostrado que la maldad fracasa, una y otra vez
se ha comprobado eso, pero hay que reconocer que tiene también una capacidad extraordinaria para
renovarse y volver a surgir de diferentes formas. Tal y como se ilustra en la película “terminator,”
(pensando que el oponente (máquina, robot) representara a la maldad) cuando parece que después de
una cruenta batalla por fin el enemigo ha quedado vencido, resurge de una forma distinta y con
fuerzas renovadas. El problema que uno observa, al ver la película, es que el héroe de la película en
algún momento se va a cansar y llegará un momento que caerá derrotado.
Esta realidad antes mencionada es muy cierta en la historia humana, tanto a nivel de una
sociedad como a nivel personal. El ser humano, a lo largo de toda su historia, ha sostenido una
“interminable” lucha contra el mal, y tal parece que estamos condenados a la derrota. Y cuando
tomamos en cuenta todo el daño colateral que se va causando a lo largo de toda esa cruenta batalla, la
afectación asciende a proporciones incalculables. Tal parece que la mejor salida de esto es aquella
máxima o refrán: “Si no puedes con tu enemigo, únete a él. En muchos aspectos de las sociedades
humanas esta ha sido la alternativa tomada: “Es más prudente tratar de lograr acuerdos o unir fuerzas
con nuestros adversarios que enfrentarlos.”
Lo que es muy cierto es que la maldad ha permeado y trastocado prácticamente todas las
esferas de cualquier sociedad en la historia (El poder político, la ciencia, las transacciones económicas,
el trato a los animales, la educación de los hijos, el matrimonio, etc… ) causando muchos daños en la
humanidad. Satanás ha sido un enemigo muy astuto e inteligente. En lo personal yo lo considero “una
mente maestra” que domina a los débiles, porque los mismos tipos de maldades que se encuentran en
una sociedad también están presentes en otras sociedades (abuso sexual, abuso de poder, homicidios,
materialismo, etc…). Satanás se ha enfocado en implantar su “virus” en el corazón humano, que es “la
mentira” intentando convencer al ser humano egoísta por naturaleza de la idea de “que pueden llegar
a ser como Dios” (Gén. 3:5).
Hagamos un rápido recuento de todos los daños causados por la maldad:
 Secuestro
 Desapariciones forzosas
 Abuso sexual infantil y otros
 Robos de diferentes tipos y sobornos
 Homicidios, multi homicidios, genocidios

Pero hay una buena noticia que nos trae esperanza y que nos da una luz en medio de éste
mundo caído: Cristo entró en la historia humana para redimir a la humanidad del poder del pecado.
Por eso dice: “Despojando a los principados y a las potestades, los exhibió públicamente, triunfando
sobre ellas en la Cruz” (Col. 2:15). Aunque Cristo fue herido por Satanás en el calcañar, Cristo hirió a
Satanás en la cabeza (Gén. 3:15). Y por eso podemos gritar en alta voz juntamente con Pablo: “¿Dónde
está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria? Ya que el aguijón de la muerte es el
pecado, y el poder del pecado, la ley. Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio
de nuestro Señor Jesucristo.” Cristo, con su sacrificio y su resurrección le ha quitado a la maldad “su
aguijón” maligno, ponzoñoso y destructor; de tal manera que todo aquél que se lava en la Sangre del
Cordero de Dios, puede quedar completamente inmune al poder del pecado.
Levantemos la voz y demos gloria al Dios del Cielo “porque nos ha dado la victoria.” Unámonos
a todos los que adoran en Apocalipsis: Apocalipsis 5:9 Cuatro seres vivientes y 24 ancianos; Apocalipsis
14:3 Cántico de los 144 mil; y Apoc. 15:3-4 Cántico de Moisés…
Apocalipsis narra, al final del libro, después de describir todos los juicios que Dios traerá al
mundo, cómo logrará la victoria sobre sus enemigos (manifestaciones de la maldad), para destruir
completamente al pecado y quedar sólo al final de toda la historia, con la única compañía de sus
seguidores:

1. Victoria sobre la Gran Sociedad Rebelde a Dios (19:1-6):


En los capítulos previos a éste se ha descrito que Dios está sentado en su Trono gobernando muy
por encima de toda autoridad humana y recibiendo toda adoración, de la cual solamente Él es digno;
en esa escena también aparece el Cordero, en medio del Trono, el cuál es el único digno de abrir el
libro que contiene el destino de toda la humanidad y de desatar sus sellos (4 y 5). Se han descrito todos
los juicios que Dios traerá a la humanidad, representados por los siete sellos (6-8), siete trompetas (8-
11) y siete copas (16); persiguiendo el único objetivo de “que el hombre se arrepienta” de sus pecados
y se libere del pecado. A partir del Cap. 17 se describe la destrucción del primer “gran enemigo de
Dios,” simbolizado por “La Gran Ramera” o “Babilonia la Grande.” La pregunta aquí es: ¿A quién se
refiere Dios con la figura de “La Gran Ramera”?
La Gran Ramera, de la cual se describe ampliamente en cap. 17, en primer lugar es “una mujer,” y
en Apocalipsis “una mujer” es símbolo de una sociedad. Hay 4 mujeres en Apocalipsis, pero las dos
principales son: La Gran Ramera y la Esposa del Cordero. En la visión del Cap. 17 la Gran Ramera
aparece “sentada” sobre una “bestia escarlata” (17:3), lo cual significa su íntima relación con los
poderes del mal. Para los lectores originales del libro, era muy claro que la Gran Ramera, se refería a
Roma (porque Roma era conocida como “la ciudad de las siete colinas,” y están simbolizadas en las
cabezas de la bestia, 17:9). ¿Por qué Dios destruye a Roma, también llamada la Gran Ramera? Por dos
razones: (1) 17:6 dice que la mujer estaba “ebria de la sangre de los santos y los mártires de Jesús”; (2)
y porque ella ha servido para que las naciones, los reyes de la tierra, los mercaderes, marineros,
artistas, y muchas personas han pecado contra Dios por medio de todas las facilidades que ésta ciudad
(sociedad) les permite. 17:15 dice que la Ciudad tenía una posición de privilegio y gran influencia en
todo el mundo conocido, y en lugar de usar su influencia para bien, la usó para reunir y seducir a todas
estas personas y hacerlos pecar contra Dios. Al fin de cuentas todo pecado es “rebeldía contra Dios.”
Aparece aquí (19:1) una gran multitud que prorrumpe en alabanzas a Dios por su salvación
llevada a cabo y porque prácticamente la historia humana se ha consumado. En le v. 2 hay tres motivos
específicos de las alabanzas: En primer lugar, “sus juicios son verdaderos y justos;” en segundo lugar,
“ha juzgado a la gran ramera;” y en tercer lugar, “ha vengado la sangre de sus siervos.” Luego se unen
a las alabanzas los 24 ancianos y los 4 seres vivientes que aparecen en capítulos 4 y 5.
En el v. 3 hay un detalle muy descriptivo: Al escucharse el canto de la gran multitud en el cielo,
se detona “el humo de la destrucción de Babilonia que sube eternamente,” como un testimonio
permanente de la frustración de la maldad y de la victoria de Dios. Dios no permite que la corrupción
sea permanente o absoluta, porque se preocupa por el hombre. El “humo que sube” es un testimonio
a toda la humanidad de la frustración del pecado. Este humo nos recuerda la destrucción de Sodoma
(Gen. 19:28). Aquí es cuando se confirma la escatología como “patrones de sucesos que se repiten en
todo tiempo de la historia.”
“La gran multitud” que aparece en vv. 1 y 6, y el reinado exaltado de Dios en éste v. 6 contrasta
con la “grandeza” del imperio romano que ha sido reducido a nada. Toda esta porción (vv. 1-7) es
como el anuncio de la victoria semejante a una pelea o a las competencias olímpicas en la que después
de la evidente derrota, para mayor humillación del derrotado y mayor gloria del vencedor tiene que
haber un anuncio y aplausos.

2. Victoria sobre el Gran Gobernante y el Gran Engañador (19:11-16, 19-21a):


El segundo enemigo que Dios tiene que destruir, y que es promotor de la maldad que ha
destruido al mundo, se simboliza aquí con “La Bestia” y “El Falso Profeta.”
¿Quién es la Bestia y el Falso Profeta? Aparece en el Cap. 13, y tal parece que agrupa todo el
poder de las bestias del Cap. 7 de Daniel y recibe directamente toda su autoridad del Dragón
(Serpiente Antiguo, también llamado Diablo o Satanás) (13:2). También se dice que “habló blasfemias
contra Dios” (13:6), hizo guerra contra los santos hasta vencerlos (martirio) (13:7), y recibe adoración
de los moradores de la tierra cuyos nombres no estaban inscritos en el libro de la vida (13:4). Por todas
estas descripciones sabemos claramente que se trata del Emperador de Roma. Y como sabemos que
detrás del Gran Gobernante, está Satanás mismo, “buscando adoración,” entendemos que se trata del
poder político que es sólo una mutación de la maldad de Satanás, ya que éste desde un principio buscó
adoración, como si fuera Dios.
Juan ve “el cielo abierto” (19:11), como en 4:1 había visto “una puerta abierta.” El cielo está
abierto para el hombre primeramente porque Cristo es “el que viene,” y seguidamente porque Dios
invita al hombre a tener una relación con Él. Del cielo mismo viene (“el que viene,” la parusía) el
personaje tan esperado en todo el drama de Apocalipsis. Viene montado en un caballo blanco, símbolo
de victoria y fuerza, y su nombre es “Fiel y Verdadero,” como en 3:14, indicando con su nombre que
sus promesas se cumplen y “el Rey ya viene.” Ahora ya no viene como Cordero manso sino como “Juez
y Guerrero Valiente,” porque dice “juzga y pelea.” Su mirada penetrante indica su capacidad para
juzgar y sus muchas diademas que son propias de su realeza. Luego se describe “el nombre que
ninguno conoce sino él mismo” contiene su identidad que de manera plena nadie la conoce sino él
mismo. A pesar de que luego revela su nombre (v. 13), y luego se identifica con otro nombre (v. 16),
existen aspectos de su identidad que no podemos nosotros conocer. Aun cuando Apocalipsis es una
revelación divina, sigue habiendo misterio que no podemos conocer en Su naturaleza.
En el v. 13 hay dos asuntos: su ropa estaba teñida con sangre y la revelación de su nombre es
“El Verbo de Dios.” Parece ser que la sangre es de los enemigos vencidos, y aunque hasta v. 20 ocurrirá
la batalla como tal, él viene ya a la guerra montado en un caballo blanco y con las ropas teñidas en
sangre, señal de que no hace falta que pelee contra sus enemigos porque ya están derrotados. Hay que
reconocer que también hay ambigüedad en la “ropa teñida en sangre,” y esa ambigüedad ofrece la
posibilidad que sea “la sangre de los enemigos” o “su propia sangre de su sacrificio.” De alguna manera
el lector puede decidir cómo interpretar; tal vez es una invitación al lector: Si decide tener una relación
con Dios, la sangre es la de Cristo que le ofrece el perdón; y si decide rechazarlo, la sangre es su propia
sangre al ser derrotado como cualquier enemigo de Dios. El nombre “El Verbo de Dios” significa
“revelación,” y aunque cualquiera pensaría que ya Dios ha revelado a los hombres todo lo que debía
revelar de sí mismo, ahora está revelando un aspecto fundamental todavía: Juez.
Los “ejércitos celestiales” del v. 14, dan una primera impresión que son ángeles, porque varios
pasajes del A. T. y el N. T. cuando hablan de “ejércitos o soldados del cielo” como ángeles (Sal. 103:21;
148:2; Lc. 2:13 y Hch. 7:42). Sin embargo, el verbo “seguir” usado en éste caso, en su uso en el N. T., se
aplica únicamente a los creyentes humanos. Luego el vestido de “lino fino, blanco y limpio” concuerda
con el vestido de la multitud de 19:1-8; por lo tanto se concluye que aquí se refiere a los creyentes que
durante su vida en la tierra permanecieron fieles y ahora acompañan a Cristo en Su Victoria, que
también es la de ellos.
El v. 15 habla completamente e su papel de “juez.” “La espada aguda que sale de su boca,” es
su Palabra con la cuál juzga o “hiere” a las naciones porque para sus enemigos el juicio de Dios
resultará doloroso. También trae en su mano “la vara de hierro” o Cetro de Rey. Finalmente dice que
“pisa el lagar…” o sea una imagen de juicio (14:20). Aunque a éstas alturas del drama apocalíptico ya
debemos saber, como dice Gárrett, que el juicio siempre tiene la intención de estimular al
arrepentimiento y a la restauración de la relación rechazada con Él. El juicio es una realidad, pero no
expresa la verdad final acerca de Dios ni de su propósito.
El nombre del v. 16: “Rey de Reyes y Señor de señores,” nos habla de su propósito de reinar y
establecer su Soberanía. Igual que antes, como una invitación a doblegarse voluntariamente ante Su
autoridad.
Vv. 19-21: Se trata aquí de la batalla del Armagedón, la cuál quedó en suspenso en la narración
anterior (16:12-16), solamente se anunció que se reunieron en el lugar llamado “Armagedón,” pero
como que quedaron en espera de que sucedieran las siguientes visiones. “Tal vez quedaron esperando
para ser apantallados por la derrota y destrucción de la gran Ramera” (Chusco).
En los versículos finales del capítulo (20-21) se supone que debería ocurrir la batalla, pero lo
único que se narra es la condenación de la bestia y el falso profeta, y el resto de los reyes y sus
ejércitos que son muertos. La tan esperada batalla de Armagedón finalmente no ocurre porque como
se dijo arriba, esos ejércitos sumamente grandes en número contra “uno sólo” era una batalla muy
desigual; el “Rey de reyes y Señor de señores” es muchísimo más poderoso que todos juntos. Ellos
creen que pueden pelear, pero a lo único que se reúnen es a presenciar su relampagueante derrota. El
gran Jinete del caballo blanco es tan poderoso que los apantalla con su rapidez.
La muerte de la Bestia y el Falso profeta, ambos son lanzados al “lago que arde con fuego y
azufre.” Esto es un castigo ejemplar que debe servir de advertencia para los lectores del libro.

3. Victoria sobre el Gran Enemigo de Dios (20:1-10):


EL MILENIO:
Tanto la gran ramera, como la bestia y el falso profeta son agentes de Satanás entre los
hombres para lograr sus propósitos. Satanás desde un principio percibió que no podía él mismo hacer
todo lo que pretendía, directamente; es por eso que buscó aliados. Buscó algún aliado en el poder
político que pudiera someter, perseguir y matar a los seguidores de Dios, y sobre todo obtener
adoración como si fuera Dios; y encontró a “la Bestia;” entonces le dio toda su autoridad a ella (13:4)
puesto que ella representa y cumple todos esos propósitos que él tenía. Luego buscó cómo seducir a
los gobernantes, mercaderes, asesinos, adoradores de ídolos, personas que buscan la fama, quienes
buscan los placeres, etc., que estuvieran dispuestos a pasar por encima de los derechos del prójimo y a
matarlo si fuera necesario; y encontró a la Gran Ramera o Babilonia la Grande; que es una ciudad o
sociedad que se rebela y se opone directamente a los propósitos de Dios. Entonces, por medio de la
Bestia le dio también su autoridad para cumplir esos otros propósitos. Finalmente buscó cómo llevar a
cabo señales milagrosas para engañar y lograr la adoración para la bestia (19:20), y encontró al falso
profeta, porque éste representa a todo profeta, predicador o promotor de milagros que no honran a
Dios sino buscan adoración personal.
Aparece aquí un ángel que descendía del cielo con la llave del abismo, es decir, con la autoridad
de Dios (por eso desciende del cielo) para ejecutar este juicio contra Satanás.
Gárrett considera que la clave para la interpretación del texto está en los vv. 4 y 5, donde se
refiere a la primera resurrección y a la segunda muerte. Si la primera resurrección se refiere a lo que él
menciona en Jn. 5:25 y 11:25, cuando el creyente resucita de la muerte que ocasiona el pecado y
equivale a la conversión, entonces la segunda muerte es la “separación eterna y definitiva” de Dios
(mencionada en 2:11). Esto es una clave para determinar el período de tiempo en que Satanás es atado
por la obra de Cristo en la Cruz. Los mil años, entonces, representan el tiempo de la vida cristiana.
Como período de la historia, se extiende desde la primera venida de Jesucristo, cuando él vino a
ofrecer a los seres humanos la primera resurrección, hasta su segunda venida, cuando regresa para la
“segunda resurrección” y el juicio final.
Los que participan en la primera resurrección reinan con Cristo durante ese período de tiempo
por medio de la adoración y el testimonio. Tanto la capacidad de juzgar como la de reinar (20:4) la
llevan a cabo de la misma manera que Jesús lo hacía en la tierra: proclaman el mensaje de Dios, y la
respuesta de los oyentes determina su veredicto (Juan 3:18-19, 12:48). Lo maravilloso de este mensaje
en símbolos para los primeros lectores es que precisamente aquellos que habían sido decapitados y
estaban siendo perseguidos por causa del testimonio se sientan en “tronos” para reinar y juzgar
juntamente con Cristo. Estos cristianos se habían negado a adorar a la bestia, y como resultado de su
fidelidad se les concede el alto honor de reinar y juzgar juntamente con Cristo. “LA VICTORIA DE DIOS
ES LA VICTORIA DE SUS SEGUIDORES.” Este era un mensaje que infundía gran seguridad y ánimo para
los que estaban siendo perseguidos.
Si consideramos que los mil años representan el período de tiempo entre la primera y la
segunda venida de Cristo, se sobre entiende que es el tiempo en que Satanás permanece atado. Ya
Jesús había declarado esta verdad de que Satanás está encadenado (20:2; véase Mc. 3:27 y pars.); no
tiene la libertad que gozaría si Jesús no hubiera ganado la victoria sobre la muerte y sobre el pecado.
Satanás todavía no ha sido arrojado al lago de fuego (10), pero su autoridad ya está limitada. Una de
las fuerzas que limita el poder de Satanás para engañar (3) durante la época de la iglesia es la
predicación del evangelio de Jesucristo en el poder del Espíritu Santo (4).

EL JUICIO REPRESENTADO EN UNA BATALLA (7-10):


Al final de los mil años, Satanás sale de su prisión (7) para reanudar su obra de engañar a las
naciones y batallar contra Dios (8). Esta descripción no se debe interpretar literalmente, porque
implicaría que la obra de Cristo, que encadenó a Satanás (2-3), es temporal. La oposición a la soberanía
y a los planes de Dios no desaparecerá antes del fin del mundo; “el mal tiene reservas de vitalidad casi
insospechadas, y muere con gran dificultad” (Foulkes). Apocalipsis 20:7-10 sugiere un gran último
esfuerzo de los rebeldes para derrotar a Dios y a su pueblo, la misma verdad presentada en 16:14 y
19:19.
“Soltar” (3) puede ser otro recuerdo de que el mal “tiene nueve vidas” y surge de nuevo cuando
parece derrotado (véase las cabezas de la bestia en 13:1, 3). También es posible que Juan quiera
indicar una intensificación del mal en los últimos días antes de la intervención final de Dios en Cristo,
una idea reflejada en Mateo 24:12 y 2 Tesalonicenses 2:3-4, 8. Sea cual fuere el sentido del
desencadenar, está claro que cuantas veces el mal y el Malo se levanten de la derrota, se levantan
solamente para ser derrotados de nuevo. Cada nuevo surgir del mal es una oportunidad para
presenciar la victoria del Rey de reyes y Señor de señores (19:16) con la espada de su boca (19:21).
En Ezequiel, Magog es una tierra, y Gog un príncipe (38:2), pero en Apocalipsis se han fundido
en un solo símbolo. Simboliza “todas las naciones hostiles a Dios y que odian a sus seguidores”
(Foulkes). Es una multitud tan numerosa como las arenas del mar, reunida desde los cuatro ángulos de
la tierra (Apoc. 20:8). Algunos opinan que en Ezequiel 38, Gog es el nombre que se le da a Antíoco
Epífanes y Magog es el nombre que se le aplicaba a la nación que el gobernaba. Si es correcto, de
cualquier forma el significado es el mismo porque Antíoco Epífanes fue un enemigo del pueblo de Dios
en el tiempo intertestamentario.
Esta multitud rodea y amenaza al pueblo de Dios, pero éste no tiene que defenderse, porque
cae fuego del cielo para protegerlo (9; véase Ezeq. 39:6 y la batalla que falta en Apoc. 19:19-20).
Después de la victoria final de Dios sobre sus adversarios, el diablo sufre el mismo castigo que la bestia
y el falso profeta: es arrojado al lago de fuego y azufre (Apoc. 20:10). La rebelión contra Dios no lleva a
la gloria e independencia que el rebelde espera, sino al sufrimiento de la separación de Dios, sin tregua
y sin fin.
Los sucesos escatológicos generalmente son patrones históricos (sucesos) que se repiten una y
otra vez a lo largo de la historia, y que ocurrirán por última vez al final de los tiempos.

CONCLUSIÓN: Las dos cenas: (1) La Cena de las Bodas del Cordero (19:7-10); y (2) La Gran Cena de Dios
(19:17-18, 21b)

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