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Era un lugar con casas de chapa y calles de barro. Un micro-barrio sin nombre
aún. Ese lugar, en el que vivían muchos vecinos, tuvo un día la visita de un
asesor de viviendas, el señor Martinez. Una persona desagradable a simple
vista pero amable en el trato.
Martinez bajo de una camioneta lujosa, con sus zapatos bien lustrados que se
ensuciaron de barro cuando comenzó a caminar. Transitó por algunos lugares,
limitándose a medir el suelo, las casas y, posiblemente, algunos faroles que
encontraba.
Don Mario se acercó para averiguar qué era lo que necesitaba. Primero,
Martinez lo miro con desagrado, luego sonrío falsamente sabiendo que era lo
que tenía que contestar:
Esto no podía estar pasando, ¡El lugar seria demolido! Don Mario no tardo en
ir a contarles a todos los vecinos.
Fue Doña Clotilde la que ofreció magia negra. Todos aceptaron. En esa
época, se acostumbraba a solucionar muchas cosas con magia negra.
Esa misma noche, el señor Martinez despertó casi de madrugada con la boca
hinchada. No podía hablar. No le respondía el cuerpo, “este actuaba por si
solo”.
Caminó hasta la orilla del Riachuelo. Tenía ropa desgarrada, tanto que el
pantalón de vestir que tenía puesto, parecía bermuda. Inconscientemente, fue
caminando hacia una casa de chapa y empezó a pintar el techo de azul, una
pared verde, otra amarilla; pinto otras de rojo, y por ultimo de gris. Uso muchos
colores.
La noche siguiente paso lo mismo. La misma ropa, el mismo lugar en que se
despertó. Así, pinto muchas casas. Hasta que una noche, en vez de seguir
pintando, ¡dejo folletos de talleres de baile!. Así sucesivamente, cada noche,
cada semana, durante varios meses.
Una noche, el señor Martinez se levantó como de costumbre, fue hacia uno
de los murales que él también había pintado y cayó a los pies de una pareja de
bailarines.
A la mañana siguiente, todo el barrio fue a ver qué era lo que pasaba con ese
hombre inmóvil en el suelo.
Una de sus últimas acciones fue escribir “perdón” con pintura, en una pared.
Luego de una semana, Doña Clotilde convoco al barrio para hacer de nuevo
esa ronda de magia. Una vez que estuvieron todos en el círculo puso el zapato
en el medio y empezó a decir disparates. Solo se le entendió que decía:
“¿Quién ha sido el que ha hecho el bien en nuestro barrio? ¿Quién mato al
señor Martinez?”.
Unos meses después, dispusieron que había que ponerle un nombre al barrio.
Algunos sugirieron que tenía que ser “Matanza”, otros “Balvanera”, pero ningún
nombre los convencía.
-Porque cuando falleció tenía la boca hinchada, y debe haber sido por la
magia.