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Comprensión y Redacción de Textos I

Lee las siguientes fuentes informativas. Luego, anota las ideas que consideres más relevantes y
elabora con ellas una lluvia de ideas.

Fuente 1: Energías renovables: energías para un futuro más seguro


La energía es la base en el problema del cambio climático y también algo fundamental para su
solución.
Una gran cantidad de los gases de efecto invernadero que cubren la Tierra y atrapan el calor del
Sol se generan debido a la producción de energía, mediante la quema de combustibles fósiles
con el objetivo de generar electricidad y calor.
Los combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas, son con diferencia los mayores
causantes del cambio climático global, ya que son responsables de más del 75 % del total de
emisiones de gases globales de efecto invernadero y cerca del 90 % de todas las emisiones en
dióxido de carbono.
La ciencia lo indica claramente: para evitar los impactos más negativos del cambio climático, es
necesario reducir las emisiones a casi la mitad en 2030 y alcanzar el cero neto en el año 2050.
Para lograrlo, necesitamos dejar de depender de los combustibles fósiles e invertir en fuentes de
energía alternativas que sean limpias, accesibles, asequibles, sostenibles y fiables.
Las fuentes de energías renovables, que se encuentran en abundancia en nuestro entorno, ya
sean aportadas por el Sol, el viento, el agua, los residuos o el mismo calor de la Tierra, son
renovadas por la propia naturaleza y emiten pocos (o ninguno) contaminantes o gases de efecto
invernadero en el aire.
Los combustibles fósiles dan cuenta todavía de más del 80 % de la producción de energía en
todo el mundo, aunque las fuentes de energía más limpias cada vez ganan más fuerza. Cerca del
29 % de la electricidad proviene actualmente de fuentes de energía renovables.
A continuación, se indican cinco motivos por los que acelerar el ritmo hacia una transición a
energías limpias prepara el camino hacia un planeta con un estado más sano y habitable, tanto
hoy en día como para las generaciones venideras.
1. Las energías renovables están a nuestro alrededor
Cerca del 80 % de la población mundial vive en países que son importadores netos de
combustibles fósiles, lo que supone aproximadamente 6000 millones de personas dependientes
de los combustibles fósiles con origen en otros países, lo cual les hace vulnerables, tanto a crisis
como a impactos geopolíticos.
Por contra, en todos los países hay fuentes de energías renovables, cuyo potencial todavía no se
ha aprovechado completamente. La Agencia Internacional de Energías Renovables (o IRENA,

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por sus siglas en inglés) calcula que el 90 % de la electricidad mundial puede, y debe, tener su
origen en las energías renovables para el año 2050.
Las renovables ofrecen una solución ante la dependencia a importaciones, lo que permite a los
países una diversificación de sus economías junto con su propia protección frente a
fluctuaciones inesperadas de los precios en los carburantes fósiles; al tiempo que se impulsan un
crecimiento económico inclusivo, la creación de nuevos puestos de trabajo y una disminución
de los rigores de la pobreza.
2. Las energías renovables son más baratas
Actualmente, las energías renovables suponen, en realidad, la opción más asequible en la mayor
parte del mundo. Los precios en tecnología para las energías renovables disminuyen con
rapidez. El coste de la electricidad proveniente de la energía solar cayó alrededor del 85 % entre
los años 2010 y 2020. Los costes relacionados con la energía eólica con ubicaciones en tierra y
en alta mar bajaron cerca de un 56 % y un 48 %, respectivamente.
Esta caída de los precios hace que las energías renovables sean más atractivas en cualquier
lugar, incluso en los países con rentas medias o bajas, de donde procederá principalmente la
demanda adicional de esta nueva electricidad. Con unos costes a la baja, existe una oportunidad
real de que, en los próximos años, la mayor parte del suministro energético provenga de fuentes
con bajas emisiones de carbono.
En 2030, la electricidad más económica con su origen en fuentes renovables podría aportar el
65% de todo el suministro de energía eléctrica a escala mundial. Y para el año 2050, podría
llegarse a descarbonizar el 90 % del sector energético, lo que supondría un recorte masivo de las
emisiones de carbono y ayudaría a mitigar los efectos del cambio climático.
Aunque la energía solar y la energía eólica suponen un gasto que se prevé que permanezca más
elevado en 2022 y 2023 en comparación con los niveles anteriores a la pandemia debido a una
subida general de los costes en el transporte y los bienes de consumo, su competitividad mejora
sin lugar a dudas gracias a unas subidas más definidas en los precios del gas y el carbón, tal
como declara la Agencia Internacional de Energía (o IEA, por sus siglas en inglés).
3. Las energías renovables son más sanas
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), cerca del 99 % de las personas del
planeta respiran un aire que no llega a los límites de calidad adecuados y esto pone en peligro su
salud. Asimismo, cada año se registran más de 13 millones de muertes en todo el mundo
provocadas por entornos medioambientales evitables, como la contaminación del aire.
Los niveles perjudiciales de materiales en forma de pequeñas partículas y dióxido de nitrógeno
se originan principalmente a partir de la quema de combustibles fósiles. En 2018, la
contaminación provocada por los carburantes fósiles originó un gasto económico y en salud que
ascendió a 2,9 trillones de USD, alrededor de 8000 millones de USD diarios.
El cambio a fuentes de energías limpias, como la solar o la eólica, ayuda indudablemente, no
solo a luchar contra el cambio climático, sino también, a evitar la contaminación del aire en
favor de la salud.
4. Las energías renovables crean nuevos puestos de trabajo
Cada dólar estadounidense invertido en renovables es capaz de crear tres veces más de puestos
de trabajo que el sector de los combustibles fósiles. La IEA prevé que la transición hacia
emisiones
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cero netas llevará a un aumento generalizado de la demanda de personal laboral en el sector
energético: por una parte, podrían perderse cerca de 5 millones de puestos de trabajo
relacionados con la producción de carburantes fósiles hacia el 2030, pero por otra, se crearían
unos 14 millones de nuevos puestos de trabajo destinados a la producción de energías limpias,
lo que ascendería a un aumento neto de 9 millones de puestos de trabajo.
Además, los sectores energéticos relacionados podrían necesitar 16 millones más de
trabajadores, para, por ejemplo, cubrir los nuevos puestos en la fabricación de vehículos
eléctricos y en aparatos hipereficientes o, incluso, en tecnologías innovadoras como el uso de
hidrógeno. Esto significa que podrían crearse un total de más de 30 millones de puestos de
trabajo gracias a las energías limpias, la eficiencia y las tecnologías de bajas emisiones para el
año 2030.
Garantizar una transición justa, en la que se tengan en cuenta las necesidades y los derechos de
las personas como fundamento de dicha transición energética será algo primordial para
asegurarnos de que nadie se quede atrás.
5. Las energías renovables son razonables en términos económicos
En 2020, se gastaron cerca de 5,9 trillones de USD en subvenciones al sector de los
combustibles fósiles, incluidas ayudas explícitas, rebajas fiscales y daños medioambientales y
en la salud, que no tuvieron precio dentro del coste que provocaron estos carburantes fósiles.
En comparación, se necesitan invertir alrededor de 4 trillones de USD cada año en energías
renovables hasta el año 2030, incluidas inversiones en tecnología e infraestructuras, para lograr
alcanzar el objetivo de emisiones cero netas para el año 2050.
Este coste inicial puede resultar desalentador para muchos países que carezcan de los recursos
suficientes y muchos necesitarán ayudas financieras y técnicas para llevar a cabo la transición.
Sin embargo, las inversiones en energías renovables tendrán su compensación. Solo la
reducción en contaminación y en el impacto negativo sobre el clima podría llegar a ahorrar al
mundo hasta 4,2 trillones de USD cada año en el año 2030.
Asimismo, unas tecnologías más eficientes, fiables en renovables pueden crear un sistema
menos tendente a impactos en los mercados y llegar a mejorar la resiliencia y la seguridad
energéticas mediante la diversificación de las opciones de suministro energético.
Naciones Unidas. (s.f.). Energías renovables: energías para un futuro más seguro. Naciones Unidas,
Acción por el Clima. https://www.un.org/es/climatechange/raising-ambition/renewable-energy

Fuente 2: La energía eólica no es tan limpia como la pintan

Hace varios años, nos presentaron una perspectiva muy amigable sobre a energía eólica, que no
es para nada errada. Si el caso de estudio que tenemos al frente se trata de un proyecto de
autoabastecimiento de energía para una escuela, una casa, una comunidad o una empresa, los
impactos de este tipo de energía son proporcionalmente menores a sus beneficios. Pero, ¿qué
pasa si en cambio nos encontramos ante un megaproyecto que ocupa cientos de miles de
hectáreas y los impactos se ven multiplicados de forma exponencial? Repasemos.

La energía eólica efectivamente es aquella generada a través del viento y distintos pueblos del
mundo han venido usándola desde hace siglos para sacar agua de pozo y moler granos como
maíz,

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trigo o avena por ejemplo. Desde hace unas décadas se ha descubierto la forma de acumular la
energía generada con el viento en baterías o centros de carga.

Sin embargo, que haya usos “limpios” de la energía eólica no quiere decir que todos sus usos
son buenos para el medio ambiente. El problema es que esta energía en su mayoría es comprada
y vendida por empresas privadas transnacionales y almacenada en subestaciones de energía.
Para su traslado y distribución, zonas rurales del país están siendo atravesadas con líneas de
transmisión de alta tensión que llevan la energía a tiendas como Walt-Mart, Suburbia, Vips,
Cinemex o empresas como Femsa (envasadora y distribuidora de Coca Cola), entre muchas
más, y así puedan justificar su compromiso ambiental, pero continuamos generando las mismas
cantidades de CO2 cuando encendemos nuestra computadora.

¿Por qué es conveniente la energía eólica?, pregunta Bodoque. “Es inagotable, no afecta el
cambio climático ni contribuye a la capa de ozono, no contamina, no afecta las características
fisicoquímicas del suelo, no produce alteraciones sobre ríos ni lagos y no crea lluvia ácida”.
¡Diablos! ¡Pero si es maravillosa! Entonces qué tanto alboroto. Bueno, volvamos al contexto.

En el caso de los grandes parques eólicos, en efecto la energía del viento es inagotable, los
aerogeneradores empleados para producir esta energía no son eternos: tienen un promedio de
vida útil que va entre 25 a 30 años y los elementos utilizados para su fabricación (fibra de
vidrio, acero, aceite lubricante, metal entre otros materiales) no son totalmente reciclables, peor,
son contaminantes y además en nuestro país no se cuenta con plantas, pero su tratamiento.
Sumemos a esto las más de 20 toneladas de concreto y aceros empleados para su cimentación.
Esta cimentación implica realizar una fuerte transformación en el suelo, el cual se erosiona hasta
deforestarse. Para su preparación, se procede a la remoción de toneladas de tierra fértil que es
trasladada en otras zonas elevando el nivel del suelo y generando inundaciones y
encharcamiento en temporada de lluvias, además del cambio de vocación de caminos y
senderos, que pasan de ser usados de forma ocasional por ganado, carretas y caballos a un uso
frecuente por vehículos motorizados, de uso personal y de carga. Todo esto provoca erosión y
afectaciones ecológicas sobre especies animales y vegetales.

La tecnología empleada en las instalaciones eólicas tampoco es las más eficiente, se requiere de
alrededor de 400 litros de aceite lubricante para el mantenimiento diario de cada aerogenerador,
este aceite suele fugarse con mucha frecuencia, escurriendo y difuminándose por aspersión en
los alrededores, afectando plantas y animales. Ahora multipliquemos este efecto por 2000 es
número aproximado de aerogeneradores instalado tan solo en un parque eólico promedio, donde
se encuentra el mayor porcentaje de energía eólica en varios países, a eso, sumemos los
incendios y explosiones provocados por la sobrecarga del motor cuando los vientos son
demasiado fuertes. Por ejemplo, en el Istmo de Tehuantepec, Oaxaca, se llegan a ver vientos de
hasta 290 km/hr. Entonces, el balance negativo de impactos ecológicos, solo de la instalación, se
acentúa.

Adaptado de Flores, R. (2018, 02 de octubre). La energía eólica no es tan limpia como la pintan
https://nomada.gt/nosotras/volcanica/la-energia-eolica-no-es-tan-limpia-como-la-pintan/

Fuente 3: ¿Por qué hay que cambiar la energía para salvar el clima?

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Una vez entendido que el CO2 es el mayor contribuyente al cambio climático (por cantidad
emitida e impacto climático), es inmediato comprender que para frenar el calentamiento del
planeta es absolutamente necesario y urgente atajar su producción, cualquiera que sea su origen.

A escala mundial, las aportaciones de CO2 por la quema de combustibles fósiles y la


destrucción de bosque, junto a las emisiones del resto de gases de efecto invernadero por la
actividad humana, han hecho aumentar la concentración de gases de efecto invernadero
(causantes del cambio climático, de los cuales el más importante es el CO2) desde unos 230
ppm hasta superar hoy en día puntualmente los 496 ppm, de las cuales 410 ppm son solo de
CO2. Es decir, el CO2 representa 4/5 del problema. A su vez, 2/3 de las emisiones totales de
gases de efecto invernadero son debidas al CO2 emitido en la quema de combustibles fósiles y
en procesos industriales.

Esas cantidades pueden aumentar el efecto invernadero lo suficiente como para aumentar la
temperatura media en casi 5 ºC si no detenemos esta tendencia, como se refleja en el informe
del IPCC AR 5.

Por tanto, dejar de emitir CO2 implica dejar de utilizar combustibles fósiles (carbón, petróleo y
gas natural) para la generación de energía (ya sea para usos térmicos o eléctricos o de cualquier
proceso) y sustituirlos por energías renovables. Esto es lo que se ha venido a llamar
descarbonizar el sistema energético.
Dado que la energía ha sido el motor de desarrollo humano en sus diferentes dimensiones, esta
descarbonización tiene que ampliarse de manera estructural y profunda al sistema económico,
social y ambiental. Es preciso cambiar radicalmente el sistema energético. Y este cambio debe
hacerse a una velocidad sin precedentes. En caso contrario no llegaremos a tiempo de frenar el
cambio climático.
Transición Energética: Una oportunidad para actuar
Según lo expuesto anteriormente, el sector energético es el principal emisor de CO2. Por tanto,
si queremos evitar un aumento en la temperatura promedio del planeta por encima de 1,5 ºC, es
necesaria una reducción radical de las emisiones, lo que conlleva la descarbonización total del
sector energético.
La transición energética es la hoja de ruta que conduce a la transformación completa del sistema
energético actual hacia un sistema sostenible, democrático, inteligente y eficiente en el que toda
la energía utilizada sea 100% renovable.
Tal como demostró Greenpeace en su informe La recuperación económica con renovables, un
cambio en el modelo de energía que se aleja de los combustibles fósiles en favor de la energía
renovable es clave para enfrentar el cambio climático, y también activa la economía, genera
empleos y produce ahorro en los hogares.
Según la Comisión Europea, si logramos cero emisiones netas aumentará la prosperidad, se
creará más empleo, los beneficios sanitarios supondrán cientos de miles de millones de euros y
se ahorrarán billones de euros en la importación de combustibles fósiles. Por tanto, transformar
este sistema energético contaminante por uno limpio y sostenible traería una indudable riqueza
económica, social y ambiental.
Para poder alcanzar la neutralidad en emisiones, y ya que estos combustibles están presentes
prácticamente en todos los sectores económicos en mayor o menor medida, será necesario un
cambio de patrones de producción (oferta) y de consumo de energía (demanda) en todos los
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sectores económicos. Asimismo, serán necesarias acciones transversales, para construir un
sistema energético más eficiente e inteligente en el que además el consumidor cuente con mayor
grado de empoderamiento que facilite su toma de decisiones y capacidad de elección,
garantizando la fiabilidad del sistema y la calidad de suministro.
Adaptado de ¿Por qué hay que cambiar la energía para salvar el clima? (2019, 03, de julio). Greenpeace.
https://es.greenpeace.org/es/en-profundidad/cambia-la-energia-no-el-clima/por-que-hay-que-
cambiar-la-energia-para-salvar-el-clima/

Fuente 4: El impacto de los metales raros: Profundizando en la transición energética


El papel central de los metales raros en la tecnología verde y digital tiene importantes
consecuencias no solo para la transición medioambiental, sino también para la geopolítica y la
política industrial en todo el mundo.
Son el próximo “oro negro”. Sin ellos, la tecnología verde, desde las turbinas eólicas hasta los
coches eléctricos y los paneles solares, no funcionaría. Los metales raros son una familia
formada por una treintena de materias primas con nombres a menudo exóticos, como tungsteno,
cobalto, tantalio, indio y galio. Dentro de ellos existe un grupo de 17 elementos conocidos como
tierras raras, como el samario, el europio y el neodimio. Los metales raros son mucho menos
abundantes en la corteza terrestre que los materiales como el hierro, el cobre o el zinc. De
hecho, en la Tierra hay, por término medio, 1200 veces menos neodimio y hasta 2650 veces
menos galio que hierro. Sin embargo, las propiedades de estos metales los convierten, al igual
que ocurrió con el carbón en el siglo XIX y el petróleo en el XX, en recursos indispensables
para la transición energética. Tan intensa es nuestra necesidad de metales raros que, de aquí a
2030, se prevé que se duplique la demanda de germanio, la de paladio se cuadruplique y la de
cobalto se multiplique por 24. Por ello, es hora de afrontar esta preocupante realidad. Los retos
que plantea la transición energética son tan formidables como los que se supone que debe
superar.
El sucio trabajo de la extracción
La extracción y refinamiento de los metales raros causan un inmenso daño ambiental. La
utilización de estos metales en las tecnologías verdes y digitales requiere la extracción de
enormes volúmenes de roca y el uso de cantidades ingentes de ácidos. Para purificar una
tonelada de tierras raras se necesitan 200 metros cúbicos de agua. En el proceso, esta agua se
contamina con metales pesados acabando, sin tratar, en ríos, suelos y acuíferos.
La extracción de metales raros se ha convertido en una de las industrias más contaminantes de
China. Líder mundial en su producción, las aproximadamente 10.000 minas repartidas por todo
el país han contribuido a destruir su medio ambiente. Los incidentes relacionados con la
contaminación han sido graves y numerosos. En 2006, 60 empresas productoras de indio, un
metal utilizado en la fabricación de paneles solares, vertieron toneladas de productos químicos
en el río Xiang, contaminando el suministro de agua potable de la población local. En la región
autónoma de Mongolia Interior, donde se extrae la mayor parte de los elementos de tierras raras
necesarios para las nuevas tecnologías, las zonas mineras se han convertido en lugares
infernales. Cerca de la ciudad de Baotou se encuentra la presa de Weikuang, un lago artificial de
85 millones de metros cúbicos lleno de residuos tóxicos procedentes de las refinerías de los
alrededores. En Dalahai, una pequeña aldea situada en sus orillas, Li Xinxia, de 54 años, relata
con crudeza su impacto en la población local: “Muchos de nosotros estamos enfermos.
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Cáncer, derrames cerebrales,

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hipertensión… Hemos realizado pruebas y nuestro pueblo ha pasado a ser conocido como “el
pueblo del cáncer”. Sabemos que el aire que respiramos es tóxico y que no nos queda mucho
tiempo de vida”.
Kazajistán también se ve afectado por la contaminación causada por la extracción de metales
raros. El 14% del cromo que se consume en el mundo se produce en el país. La extracción de
este metal, apreciado por la industria aeroespacial, es responsable de la contaminación del Syr-
Daria, el río más largo de Asia central, cuya agua ha quedado inutilizada incluso para el riego de
los cultivos. Lo mismo ocurre en la República Democrática del Congo, que suministra el 60%
del cobalto del mundo. Imprescindible para fabricar las baterías de litio de los coches eléctricos,
la minería del cobalto se realiza en las condiciones más primitivas. Según estudios realizados
por médicos congoleños, las concentraciones de cobalto en la orina de las personas que viven
cerca de las minas de Lubumbashi, en la provincia de Katanga, son hasta 43 veces superiores a
las muestras de control.
La extracción de estos minerales del suelo es un proceso intrínsecamente sucio. Pero, hasta la
fecha, en la mayoría de los países productores, la extracción se ha llevado a cabo de una manera
tan poco ética que empaña los virtuosos objetivos de la transición energética y digital. Sin
embargo, los defensores de la transición energética siguen confiando en que la eficiencia de las
tecnologías verdes mejorará considerablemente una vez acopladas a las tecnologías digitales.
Tecnología verde: ¿un remedio milagroso?
Según Rifkin, ya estamos asistiendo a una revolución cultural de este tipo en los viajes en
coche, como se ha visto con la aparición de Blablacar, Drivy y Zipcar, y sus posibles
consecuencias para la industria del automóvil. Sostiene que el 80% de los usuarios de sitios de
uso compartido venden sus coches. Así que imaginen el fuerte descenso que cabe esperar del
número de vehículos en esta nueva era del acceso, y las materias primas y emisiones de carbono
que se ahorrarán como resultado. Las profecías de Rifkin son tan convincentes que es escuchado
por numerosos jefes de Estado y asesora a la región francesa de Hauts-de-France sobre nuevos
modelos energéticos.
Pero la tecnología digital que respalda estas predicciones requiere cantidades considerables de
metales. Cada año, la industria electrónica consume 320 toneladas de oro y 7500 toneladas de
plata. Supone el 22% del consumo mundial de mercurio (unas 514 toneladas) y hasta el 2,5%
del de plomo. Sólo la fabricación de ordenadores y teléfonos móviles absorbe el 19% de la
producción mundial de metales raros como el paladio y el 23% del cobalto. Por no hablar de los
otros 40 metales que contiene el teléfono móvil medio. Además de los materiales, un estudio
realizado recientemente en Estados Unidos ha calculado que las tecnologías de la información y
la comunicación consumen una décima parte de la electricidad mundial y producen gases de
efecto invernadero equivalentes a la mitad de los emitidos por la aviación civil en todo el
mundo. Según un informe de Greenpeace “Si la nube fuera un país, tendría la quinta mayor
demanda de electricidad del mundo”. Aunque la marcha hacia una nueva era digital es
supuestamente gozosa, la realidad es que depende de un impacto físico cada vez mayor sobre el
planeta.
La opinión pública occidental ignora en gran medida la contaminación invisible de las
tecnologías verdes y digitales. Evidentemente, hay una razón clara para ello: desde los años 80,
sus gobiernos han puesto fin a la mayoría de las actividades mineras. Porque los metales raros
no son, de hecho, tan raros. Se han encontrado yacimientos en todo el planeta. Hasta los años
80, Estados Unidos era el primer productor mundial de elementos de tierras raras, que se
extraían de la mina Mountain Pass, en California. Pero los daños ambientales llevaron al Grupo

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Molycorp, que gestionaba la mina, a cesar todas las operaciones en 2002. Incluso el gigante
químico francés Rhône-Poulenc

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(ahora Solvay) trasladó a China en la década de 1990 su refinado de elementos raros, que
generaba radiactividad. “Había cosas que no queríamos”, admite crudamente un antiguo
ejecutivo de Rhône-Poulenc.
El efecto bumerán de la mina sucia
La industria occidental ha deslocalizado deliberadamente la producción de metales raros y su
contaminación asociada, para traerlos de vuelta solo una vez limpios de impurezas e
incorporarlos a las tecnologías intangibles “verdes”. Esta división del trabajo entre quienes
sacrifican su salud y el medio ambiente para suministrar componentes y quienes disfrutan de los
beneficios de la “tecnología limpia” verde y digital nos recuerda a la novela de ciencia ficción
de Herbert George Wells La máquina del tiempo. Publicada en 1895, Wells retrata un mundo en
el que el trabajo y la pobreza han desaparecido de la superficie de la Tierra, pero bajo cuya
corteza existe un sombrío reino subterráneo de esclavos que trabajan en un ambiente oscuro y
nauseabundo.
Tras el abandono de la producción de metales raros en Occidente, un puñado de países se ha
hecho con el control de los recursos estratégicos. El primero de ellos es China, que disfruta de
un verdadero monopolio sobre una multitud de metales críticos para la transición energética.
China suministra el 82% del bismuto del mundo, el 87% del antimonio, el 87% del magnesio y
hasta el 95% de algunos elementos de tierras raras. Plenamente consciente de su poder, Pekín
comenzó a restringir las exportaciones de metales raros a principios del milenio. Las
exportaciones cayeron de 65.000 toneladas en 2005 a 32.500 en la actualidad. Esta estrategia
culminó en 2010 con un embargo de las exportaciones de elementos de tierras raras a Japón y
Estados Unidos. Hoy día, el acuerdo impuesto por el Partido Comunista Chino roza el chantaje.
Las empresas extranjeras de alta tecnología pueden disfrutar de un acceso ilimitado a las
materias primas siempre que deslocalicen sus centros de fabricación -y la tecnología asociada- a
China. Coaccionadas o incitadas, un gran número de empresas han trasladado su producción al
Imperio del Medio, avanzando así en la política china de captación de la cadena de valor de la
minería. No hay lugar donde esto sea más evidente que en la ciudad de Baotou, en Mongolia
Interior. Situada cerca de las minas, la “capital de las tierras raras” se ha transformado en un
centro de tecnologías basadas en materias primas. La ciudad ha atraído a más de tres mil
empresas -cincuenta de ellas con capital extranjero- y genera unos ingresos anuales de 4.500
millones de euros.
Adaptado de Pitron, G. (2021, 05 de febrero). El impacto de los metales raros: Profundizando en la
transición energética. Green European Journal. https://www.greeneuropeanjournal.eu/el-
impacto-de-los-metales-raros-profundizando-en-la-transicion-energetica/

Fuentes complementarias

Banco Interamericano de Desarrollo. (2021, 04 de mayo). Transición energética: La


recuperación verde de América Latina y el Caribe [Video]. Youtube.
https://www.youtube.com/watch?v=kW4A2exOkfU&t=67s

Carpintero, O. & Nieto, J. (2019, 30 de octubre). Transición energética y escenarios


postcrecimiento. Papeles de relaciones ecosociales y cambio global, (156), 93-
106.https://www.fuhem.es/papeles_articulo/transicion-energetica-y-escenarios-

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DW Español. (2022, 9 de enero).¿Puede permitirse América Latina el salto energético? |
Contexto DW [Video]. Youtube. https://www.youtube.com/watch?v=hB7aB9IGbDQ

Yanes, J. (2022, 23 de marzo). El coche eléctrico ¿un vehículo verdaderamente sostenible?


OpenMind BBVA. https://www.bbvaopenmind.com/tecnologia/innovacion/coche-
electrico-vehiculo-sostenible/

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