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Una aproximación a la psicoterapia analítico

funcional (FAP) y su posible articulación en la


clínica infantojuvenil
La psicoterapia analítico funcional (o FAP por sus siglas en inglés) es un enfoque de psicoterapia basado
en el conductismo radical. Fue descripta por primera vez en 1991 con el objetivo de resolver la siguiente
paradoja:¿Cómo puede aplicarse una psicoterapia basada en los principios del conductismo a población
adulta estándar en un contexto ambulatorio sin sacrificar la relación terapéutica? Kanter et al., 2017).

Esta terapia examina el efecto directo del terapeuta sobre el comportamiento del consultante, que
luego debe extenderse a la vida diaria del individuo a través de un proceso de promoción de la nueva
respuesta relacional derivada (RRD) (Cattivelli, Tirelli, Berardo, & Perini, 2012). En su concepción la
terapia analítico funcional es ideográfica, enfocándose exclusivamente en la conducta del consultante
(Singh & O´Brien, 2017). La FAP se enmarca dentro de las denominadas “psicoterapias contextuales de
tercera generación”. Se pone de manifiesto la importancia del cambio en el contexto para lograr
modificar el comportamiento del consultante, es un modelo contextualista ya que la conducta es
concebida como el acto en contexto (el comportamiento está en función del ambiente y existe mutua
afectación) y no mecanicista. Basándose en el principio de equivalencia funcional, este modelo plantea
que es posible modificar el comportamiento de los consultantes en sesión y generalizar estos cambios
fuera del contexto terapéutico, en tanto la relación terapéutica comparte funciones con muchas de las
relaciones que los individuos tienen en sus vidas. A partir de lo mencionado se desprende que la FAP
considera que la relación terapéutica no es un factor que conduce al cambio, ni tampoco un elemento
moderador, sino que es el contexto en donde se da el cambio (Muñoz – Martínez & Coletti, 2015).

La FAP se enfoca especialmente en el pensamiento funcional para trabajar con los comportamientos
problemáticos del cliente que aparecen en el proceso de la terapia. El objetivo de la FAP es crear un
enfoque altamente individualizado y basado en la evaluación para cada relación terapéutica (Holman,
Kanter, Tsai, & Kohlenberg, 2017). Más aún, los métodos de FAP tienen por objetivo ayudar al terapeuta
a desarrollar contextos terapéuticos que promuevan la equivalencia funcional entre la terapia y los
ambientes de la vida diaria del consultante (Kohlenberg & Tsai, 1991/2008). Este modelo utiliza el AFC
(análisis funcional de la conducta) para averiguar las funcional de los problemas del cliente y actuar con
ella directamente para modificarla, moldeando progresivamente la conducta y utilizando contingencias
naturales en ese entorno. El terapeuta dispone de sus propias habilidades, recursos y experiencias para
producir ese moldeamiento, por lo que será el lenguaje, su propia conducta verbal, el recurso
terapéutico más eficaz en esta perspectiva (Valero – Aguayo, Kohlenberg, Ferro – García, & Tsai, 2011)
La historia del desarrollo de este modelo terapéutico data de más de 25 años de investigación. Este
modelo, de acuerdo a sus autores, se desarrolló en tres etapas. La primera transcurre a finales de los
años 80´ en donde Kohlenberg trabajaba como supervisor clínico cognitivo – conductual. Observó que
algunos terapeutas en formación tenían un impacto “excepcionalmente bueno” en su trabajo clínico. En
la segunda etapa, observó que estos resultados parecían ocurrir solamente de vez en cuando y eran más
frecuentes en unos terapeutas que en otros independientemente de las características del consultante
y sin que el terapeuta o consultante pudiera explicar las razones de su ocurrencia. En una tercera etapa
se analizó los factores causales de estos resultados y se encontraron dos: un involucramiento personal
intenso entre ambas partes, e intercambios frecuentes y centrados en el momento presente sobre el
impacto que estas partes tenían entre sí (Reyes Ortega & Kanter, 2017).
LA FAP CONSIDERA QUE LA RELACIÓN TERAPÉUTICA NO ES UN FACTOR QUE CONDUCE AL CAMBIO, NI
TAMPOCO UN ELEMENTO MODERADOR, SINO QUE ES EL CONTEXTO EN DONDE SE DA EL CAMBIO

En 1987 se publica un primer capítulo dentro de un manual de psicoterapia clínica en el que los autores
exponían ya las líneas generales de la terapia que estaban desarrollando. Poco después, se publica el
primer manual de FAP en 1991 (Kohlenberg & Tsai, 1991/2008) Progresivamente aparecen publicaciones
en revistas especializadas, sobretodo publicación de casos clínicos con la aplicación del modelo.
Aparecen también las primeras publicaciones sobre investigaciones controladas sobre la eficacia de la
terapia. En 2009 se publica el segundo manual (Tsai, Kohlenberg, Kanter, Follette, & Callaghan, 2009) el
cual lleva el subtítulo Conciencia, coraje, amor y conductismo haciendo aún más explícita la forma
diferente que supone FAP de aplicar la psicoterapia desde un punto de vista conductual (Valero –
Aguayo & Ferro – García, 2018).

Principios de FAP: Los manuales de FAP no ofrecen un protocolo con pasos a seguir, técnicas y
procedimientos. Describen cómo aplicar los elementos básicos de intervención. La clave para
implementar FAP consiste en comprender qué es una conducta clínicamente relevante y la aplicación
de las cinco reglas terapéuticas (Valero – Aguayo et al., 2011).

Las conductas clínicamente relevantes (o CCR) son ejemplos de comportamientos problemáticos, en


sintonía con los objetivos del consultante, que ocurren dentro de la sesión terapéutica (Tsai,
Kohlenberg, Kanter, Holman, & Loudon, 2012). Aunque a veces la semejanza topográfica entre los
comportamientos relevantes fuera y dentro del espacio psicoterapéutico es obvia, en muchas ocasiones
no lo es, y el terapeuta FAP deberá identificar CCR funcionalmente equivalentes a las clases de
respuesta que el consultante requiere incrementar o disminuir en su vida diaria (Reyes Ortega & Kanter,
2017). Existen tres tipos de CCR, y el terapeuta FAP debe aprender a identificarlas para poder
efectivamente llevar a cabo esta terapia (Valero – Aguayo et al., 2011).

Las CCR 1 representan los problemas del consultante que ocurren durante la sesión. Tienden a estar
bajo control aversivo y son frecuentemente conductas evitativas, incluyendo las de evitación emocional.
Por ejemplo: consideremos el caso de la adolescente P en donde suele evitar angustiarse y manifestar
su descontento frente a personas desconocidas, una CCR 1 de esta adolescente sería representar estas
conductas de evitación con el terapeuta.

Las CCR 2 son las mejoras que lleva a cabo el consultante durante la sesión. Por ejemplo la adolescente
P en sesión menciona que no se siente cómoda con algún tipo de intervención o mismo durante su
discurso se angustia y comienza a llorar. El terapeuta deberá estar atento a las CCR 2 de los consultantes
para poder así reforzar inmediatamente esa conducta y favorecer el cambio terapéutico.

Las CCR 3 representan las interpretaciones que realiza el consultante sobre su propia conducta. Una
CCR 3 ideal involucra la observación y descripción de la conducta y el refuerzo asociado. Por ejemplo,
siguiendo con el caso de la adolescente P una CCR 3 podría ser: “estaba en mi casa con mi novio y
noté que él no tenía ganas de estar conmigo, quería irse. Pude decirle que quería verlo, estar con él y
que sentía que él estaba queriendo estar solo y eso me ponía mal”.

Encontramos también otras conductas relevantes y son aquellas que ocurren fuera de la sesión
terapéutica (OR). Las OR son las acciones problemáticas o deseables que al consultante le interesa
cambiar al acudir a psicoterapia. Existen dos tipos de OR, las OR1 que son conductas problemáticas que
ocurren fuera de la sesión terapéutica, sus antecedentes (Sd) son situaciones que ocurren de manera
natural en su entorno y su función primordial es la evitación o el escape de alguna situación o
experiencia aversiva. Las O2 son conductas deseables que ocurren fuera de la sesión terapéutica, tienen
como antecedentes (Sd) situaciones cotidianas, normalmente ocurren en situaciones motivaciones y su
función primordial es la obtención de consecuencias apetitivas (Reyes Ortega & Kanter, 2017).

Finalmente encontramos las conductas del terapeuta que también resultan primordiales en el trabajo
con FAP, a ellas las denominaremos TR y son importantes porque generan un impacto en el tratamiento
del consultante influyendo en sus CCR. Las TR1 son conductas problemáticas porque estimulan y
refuerzan CCR1 del consultante; por consecuencia representan fallas en el esfuerzo de provocar o
reforzar CCR2 y 3. Un ejemplo es permitir que la adolescente P reprima sus ganas de llorar cuando se
angustia ante el relato de una situación penosa para ella.

_Las TR2_por el contrario, son comportamientos deseables y se encuentran motivados por la


consciencia de sus valores como terapeuta. Provocan o refuerzan CCR2 y CCR 3.

Dado que se entiende que quienes se aproximan por primera vez a este modelo pueden perderse en
tanta nomenclaturas novedosas, a continuación se adjunta una tabla propuesta por Reyes Ortega &
Kanter (2017).

Las reglas terapéuticas

Estas reglas se organizaron en función de las CCR (Kanter et al., 2017). Estas cinco reglas
son necesarias para poder llevar a cabo un tratamiento basado en FAP.

La primer regla consiste en estar atento a las CCRs. Es tal vez, la regla principal en FAP,
llevarla a cabo requiere un mayor involucramiento del terapeuta y al desarrollo de una
relación terapéutica más intensa.

La segunda regla consiste en evocar CCRs. Este paso implica un “acto valiente” por
parte del terapeuta. La relación terapéutica implica un vínculo real y auténtico con sus
fortalezas y sus debilidades moldeadas por historias de vida. Esta naturaleza evocará
CCRs de manera natural. FAP también puede hacer uso de ejercicios evocativos para
traer deliberadamente a sesión CCRs. Estos ejercicios sirven especialmente cuando la
terapia no está evocando naturalmente CCRs (Tsai, Plummer, Kanter, Newring, &
Kohlenberg, 2010).
La regla 3 consiste en reforzar naturalmente las CCR2s. Esta regla se vincula con “dar
amor”. Este modelo considera que el reforzamiento natural es el principal mecanismo
de cambio. Desde un modelo conductual – contextual lo que importa son las
consecuencias: cómo uno responde a las CCR en el momento que sucede. Una vez que
se observan comportamientos más efectivos, proveer atención y responder de una
manera que sean reforzante para el consultante (Holman et al., 2017).

La regla 4 consiste en tratar de desarrollar un repertorio para observar las


propiedades reforzante de la conducta del terapeuta en relación las CCR del
cliente. Esto quiere decir, que el terapeuta tiene que poder observar la relación
reforzante entre la conducta del cliente y su conducta. Esta regla tienen importantes
efectos sobre los resultados terapéuticos.

Finalmente la Regla 5 el objetivo es generar en el cliente un repertorio de descripción


de las relaciones funcionales entre las variables de control y sus conductas (evocar
CCR3 -2 y desarrollar OR2). El terapeuta realiza esto a través del moldeamiento y a
través de modelos del propio terapeuta (Valero – Aguayo et al., 2011). El éxito
terapéutico depende de las O2s dado que son ellas el objetivo de la terapia en última
instancia.

Consciencia, valor y amor

Los términos Conciencia, valor y amor (ACL por sus siglas en inglés) fueron utilizados
por primera vez por Tsai et al. (2009) en su libro A Guide to Functional Analytic
Psychotherapy desde ese entonces, se los ha utilizado para describir mecanismos o
procesos terapéuticos de FAP, tipos específicos de CCR, cualidades del terapeuta FAP
efectivo y hasta como sinónimo de sus cinco reglas (Reyes Ortega & Kanter, 2017).

REQUIERE VOLUNTAD DE SER AUTÉNTICO, REALIZAR AUTO DEVELACIONES AL SERVICIO DEL


CRECIMIENTO DEL CONSULTANTE, PERSEVERAR Y RESISTIR A LA SENSACIÓN DE MIEDO

El término conciencia hace referencia a ser consciente lo que está sucediendo en el


momento presente Esto quiere decir: ser consciente de uno mismo, de la otra persona,
y de lo que está sucediendo entre ambos. Por el contrario, la falta de consciencia nos
lleva a actuar en piloto automático, desconectado del momento presente y más
fusionado con nuestros pensamientos. El modelo ACL sugiere que el primer paso puede
ser ayudar a nuestros consultantes en aumentar el nivel de consciencia en tres áreas
fundamentalmente:

1. Las sensaciones corporales, pensamientos y emociones: este paso es similar a


mindfulness. Adoptar una postura de aceptación, sin juzgar las sensaciones y
experiencias que suceden y adoptar una postura flexible sobre los pensamientos
y las reacciones propias.
2. Valores, necesidades y metas: Desarrollar una mayor conexión social requiere
aumentar la consciencia sobre los valores pro sociales y las metas de la
interacción
3. Los otros: Sumamente necesario estar alerta de los demás cuando interactuamos.

De acuerdo con Holman et al. (2017) en términos conductuales, la consciencia puede ser
vista como una transformación de funciones. La toma de consciencia de determinadas
conductas del pasado por ejemplo evitativas, pueden adoptar nuevas funciones más
adaptativas.

El valor en FAP se refiere a una develación de vulnerabilidad que puede tomar diversas
formas en diferentes relaciones y diferentes momentos. Cualquier relación terapéutica
tiene el potencial de ser evocativa ya que el consultante comparte información con el
terapeuta. Sin embargo, no es eficiente esperar que ocurran de manera espontáneas las
CCR 1 o CCR 2. Podría ser más enriquecedor hacer que ocurran dentro del espacio
terapéutico. Puesto que FAP se focaliza en las relaciones, la intimidad, incluyendo la
habilidad de confiar en otros, tomar riesgos, ser auténtico y dar y recibir amor, los
terapeutas son alentados a estructurar sus tratamientos de una manera poco
convencional para las terapias conductuales – evocar conductas desafiantes para el
consultante dentro de la sesión con el fin de trabajarlas tal como van surgiendo – (Tsai
& Callaghan, 2013). Evocar CCRs puede resultar desafiante para los clínicos. Requiere
tomar coraje, ser vulnerable y elegir nuevas estrategias. Requiere también voluntad de
ser auténtico, realizar auto develaciones al servicio del crecimiento del consultante,
perseverar y resistir a la sensación de miedo (Callaghan, Gregg, Marx, Kohlenberg, &
Gifford, 2004) Tal vez, ésta sea una de las partes más complejas y desafiante para el
terapeuta FAP.

Formas de evaluar desde una perspectiva ACL

Consciencia

1. ¿Podes darte cuenta de lo que estas pensando o sintiendo?


2. ¿Podes ser consciente de los sentimientos de los otros?
3. ¿Tenes conocimiento de qué es importante para vos en esta vida?

Coraje

1. ¿Estas dispuesto a ser vulnerable conmigo?


2. ¿Compartes de una manera autentica lo que pensas o sentis?
3. ¿Podes preguntar por lo que necesitas?

Amor
1. ¿Ayudas a los demás a sentirse seguros y a salvo?
2. ¿Expresas empatía y comprensión?
3. ¿Sos una persona validante?
4. ¿Aceptar amor de otras personas?

El trabajo de FAP con niños y adolescentes

La psicoterapia con niños y adolescentes presenta ciertas características diferenciales


en relación a la terapia con adultos. En general tanto los niños como los adolescentes
que asisten a tratamiento lo hacen en su mayoría por motivación de otros (padres,
familia y/o escuela), ya que con frecuencia ellos no perciben la problemática de su
conducta (Kazdin, 2004). Además, en la misma terapia intervienen otros sujetos de
forma directa o indirecta, como el sistema familiar, escolar o judicial, entre otros. En la
adolescencia, por ejemplo, se ha planteado que características propias de la edad, como
las necesidades de autonomía, autodeterminación, auto-confirmación y desconfianza
de la autoridad adulta y el nivel de desarrollo cognitivo operatorio formal, harían más
complejo el establecimiento de una relación de ayuda. Todas estas características se
han asociado a la dificultad en el establecimiento de la relación de ayuda en los
adolescentes y su baja adherencia a los tratamientos (Pérez, Gloger, & Krause, 2015).

Las etapas iniciales de todo tratamiento psicoterapéutico son fundamentalmente para


la instalación del dispositivo y la relación terapéutica. Esto supone que el cambio implica
avanzar por diferentes estadios o fases y que las fases iniciales son de vital importancia
para el establecimiento, desarrollo y resultado del proceso (Genise, Genise, & Crocamo,
2019).

Las intervenciones basadas en FAP con adolescentes y pre – adolescentes permiten al


terapeuta aplicar principios basados en la evidencia y trabajar con áreas bien
delimitadas del comportamiento. Así también, las intervenciones están dirigidas a un
cambio de comportamiento socialmente significativo y observable. La aplicación de FAP
no debería ser diferente a su aplicación en la población adulta, teniendo en cuenta que
esta terapia se estructura a partir de lo que ocurre en la sesión terapéutica.

La operacionalización de una relación terapéutica que se basa técnicamente en el uso


espontáneo y deliberado de estrategias de refuerzo, hace posible que los terapeutas
influyan en el comportamiento de estos individuos, lo que les ayuda a ampliar sus
repertorios sociales. El proceso conduce a un comportamiento más flexible mediante
la aplicación de múltiples fuentes de refuerzo social, múltiples topografías y diferentes
situaciones (Cattivelli et al., 2012).

A la fecha se han documentado escasos trabajos que vinculan el trabajo en FAP con la
clínica infantojuvenil. Scolari Gosch & Vandenbergue (2004) llevaron a cabo un trabajo
en el que abordaban la conducta agresiva y desafiante de un niño de nueve años de
edad. Este trabajo se llevó en conjunto con su familia y el contexto educativo, utilizando
estrategias como la psicoterapia individual y biblioterapia con la madre, además de la
búsqueda de apoyo de los adultos con los que interactúa en el uso de las estrategias
conductuales. El objetivo del estudio, más que mostrar la efectividad de la intervención,
fue mostrar la posibilidad de combinar la FAP con estrategias del análisis de
comportamiento aplicado.

LAS INTERVENCIONES BASADAS EN FAP CON ADOLESCENTES Y PRE – ADOLESCENTES


PERMITEN AL TERAPEUTA APLICAR PRINCIPIOS BASADOS EN LA EVIDENCIA Y TRABAJAR
CON ÁREAS BIEN DELIMITADAS DEL COMPORTAMIENTO

Ferro García, Vives Montero & Ascanio Velasco (2009) hacen referencia a un trabajo con
dos estudios de caso de niños con conductas asociadas al trastorno oposicionista
desafiante (Velandia Alarcón, 2012). Por un lado, se trató a una niña de tres años con
llantos intensos y frecuentes, conductas desafiantes y agresivas, con un Entrenamiento
en comunicación funcional y técnicas de FAP; por otro lado, describen el caso de un
niño de seis años que no aceptaba la muerte del padre y presentaba conductas problema
equivalentes al caso anterior, además de desobediencia, se encerraba en su cuarto para
obtener algo o escapar de alguna demanda rechazaba los saludos, gritaba, entre otros.
Se trató a través del juego con una intervención basada en técnicas de FAP. Los
resultados en ambos casos fueron positivos.

Nunes, Kanter y Meyer (2012) realizaron una investigación en la que analizaron la


contingencia directa entre el comportamiento del terapeuta y el consultante, en este
caso un niño de 7 años con baja motivación hacia las actividades académicas y
dificultades en el aprendizaje y una niña de 10 años con problemas de aprendizaje y
conductas oposicionistas desafiantes. Utilizaron la escala de medición de la FAP (FAPRS)
para medir el comportamiento de los consultantes y el sistema multidimensional de
codificación conductual de la interacción entre consultante y terapeuta. Las
mediciones en el proceso del primero consultante se realizaron durante 9 sesiones, el
proceso total se llevo a cabo en 18 sesiones y se logro éxito terapéutico. En el segundo
caso se realizaron mediciones durante 10 sesiones y se observo que el proceso no fue
efectivo.

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Conclusiones

El apoyo de investigación actual para la FAP es diverso y prometedor, pero no suficiente


para justificar las afirmaciones de que la FAP se basa en la evidencia o en la investigación
para trastornos psiquiátricos específicos (Kanter et al., 2017). Dentro de las
publicaciones en el modelo se evidencia un número importante de publicaciones
teóricas en comparación con trabajos empíricos. Los estudios indican que la
combinación de FAP con ACT u otras terapias conductuales podrían ser beneficiosos
sin embargo, es necesario mayor investigación. Las publicaciones en FAP han
aumentado significativamente en los últimos 20 años. Este aumento de publicaciones
apoya la hipótesis de que un gran número de autores se encuentran interesados y
explorando el trabajo en FAP. Esto daría a pensar que en los próximos años veremos
cómo esa curva continúa aumentando (Cattivelli et al., 2012).

En el campo de la psicoterapia infantojuvenil, las publicaciones en la temática son aún


más escasas. Si bien FAP se apoya en principios empíricamente validados y que cuenta
con un gran caudal de apoyo empírico en la clínica infantojuvenil, se requieren más
investigaciones para evaluar la eficacia del modelo en esta población. Las publicaciones
existentes inspiran un devenir prometedor y de seguro se verá reflejado en trabajos
futuros.

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