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JESÚS Y CRISTO

Historia oculta de una Misión Divina

Jesús García-Consuegra González

Editorial Creación
C/ Cartagena, 14
28028 - Madrid
INDICE

Página

INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

PRIMERA PARTE: ANTES DE CRISTO

CAPÍTULO I: La Creación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 15
CAPÍTULO II: La Caída . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 26

SEGUNDA PARTE: ÉPOCA DE CRISTO

CAPÍTULO III: La Inmaculada Concepción . . . . . . 37


CAPÍTULO IV: El nacimiento de Jesús . . . . . . . . . 42
CAPÍTULO V: El concepto de Cristo . . . . . . . . . . . 59
CAPÍTULO VI: El nacimiento de Cristo . . . . . . . . 63
CAPÍTULO VII: La Misión de Cristo . . . . . . . . . . . 71
CAPÍTULO VIII: Camino del Gólgota . . . . . . . . . . 78
- Las tentaciones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 78
- Las Bienaventuranzas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 84
- Resurrección de Lázaro . . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
- Sacrificio del Gólgota . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 98
CAPÍTULO IX: La Resurrección . . . . . . . . . . . . . . 106

TERCERA PARTE: DESPUÉS DE CRISTO

CAPÍTULO X: Sendero hacia Cristo . . . . . . . . . . . 115


CAPÍTULO XI: El retorno de Cristo . . . . . . . . . . . . 127
CAPÍTULO XII: Época actual y futuro de la
Humanidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133
A Juan Guerra, ejemplo de Amor, Altruismo,
Paz y Sabiduría; valores crísticos que él supo
integrar perfectamente y
derramar a su alrededor, como semilla, en
todo aquel que tuvo la ocasión de cruzarse
en su camino.
Y también a todos los que se esfuerzan para
que el reino de los cielos sea una
realidad entre los hombres lo más pronto
posible.
INTRODUCCIÓN

Soy consciente de que escribir algo, por poco que


sea, sobre los acontecimientos que tuvieron lugar en
Palestina a principios de nuestra Era cuyo principal
protagonista fue el Cristo, entraña una enorme difi-
cultad. Confieso que cuando comencé a escribir este
libro, sólo el entusiasmo, el ánimo de algunas perso-
nas entrañables y la convicción de que podía aportar
algo importante a la sociedad, empezando por mí
mismo, me convencieron para que siguiera adelante.
No obstante, una vez acabado, debo constatar que ha
sido una de las experiencias más hermosas de mi
vida.
Sé que en algunos capítulos me he quedado corto;
y que en otros, quizá se haya deslizado algún que otro
error. Además, es muy posible que muchas personas
encantadoras, cristianas o que profesan cualquier
otra religión con verdadera devoción no estén de
acuerdo con algunas de las opiniones e investigacio-
nes aportadas en este libro. Sepan que no es mi
intención polemizar, sino sólo exponer unos conoci-
mientos, con los cuales, en su mayor parte, me
encuentro identificado; pero también reconozco que
la Verdad tiene muchas formas. Cada uno la ve según
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su necesidad, su experiencia y su ley interna. La


Verdad se construye con muchos puntos de vista, al
igual que la historia de aquel elefante del cual cada
persona percibía una parte de su anatomía: unos
veían las patas, y creían que era el elefante completo;
otros, la trompa; otros, la cabeza; otros, el cuerpo...
Cada uno estaba convencido de que percibía la tota-
lidad del elefante y que los demás estaban en un
error; sin embargo, todos se habían formado una idea
del elefante según su particular punto de vista. Todos
los puntos de vista juntos formaban el elefante.
Asimismo todos las ideas acerca de Dios forman a
Dios, y, seguramente, según vayamos evolucionando
iremos descubriendo nuevas ideas acerca de Él que,
por el momento, somos incapaces de percibir. Por eso
los seres humanos hemos de poder llegar a reconocer
con humildad que nadie tiene la verdad absoluta, y
que equivocarse y no saberlo todo es de humanos.
Una vez expuestas mis limitaciones como ser
humano y escritor de unos hechos transcendentales,
deseo aclarar que he abordado la tarea con el máxi-
mo respeto, teniendo en la mente, cada vez que me
disponía a escribir algo, aquellas palabras que Dios le
dirije a Moisés en el monte del Sinaí: "Descalza tus
pies, pues el lugar que pisas es sagrado" (Éxodo 3:5).
He intentando aportar en todo momento lo mejor de
mí y, aunque confieso que no soy clarividente, he
tomado las mejores ideas que sobre el tema de Cristo,
a mi juicio, han sido dadas a la Humanidad por cla-
rividentes reconocidos en el mundo de la Teosofía
como los más fidedignos y coherentes que nos ha
legado el siglo XX. Iniciados de la talla de Rudolf
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Steiner, Max Heindel, Kabaleb...


Con mi particular visión, no obstante, he querido
ordenar un poco todo lo que se ha dicho sobre el
acontecimiento más grande ocurrido en la
Humanidad: el nacimiento, muerte y resurrección de
Jesús y Cristo. He intentado, dentro de lo posible,
hacer claro un mensaje trascendente que, a mi modo
de ver, ha sido poco comprendido: el mensaje de
Cristo. Y, también, explicar que no se trata sólo de un
acontecimiento histórico, sino de un Hecho Espiritual
que está destinado a transformar a la Humanidad,
empezando por cada uno de nosotros. El aconteci-
miento histórico de la vida de Jesús-Cristo marca el
comienzo de un Hecho Místico que ha de ocurrir en el
interior del ser humano y trasformarlo por completo.
La obra se compone de tres grandes bloques: Antes
de Cristo, Época de Cristo y Después de Cristo.
En el primer bloque se tratan los dos temas más
relevantes, que creo imprescindibles, para entender
los capítulos referentes a la Época de Cristo: La
Creación y la Caída.
La Creación desarrolla todo lo que ocurrió desde el
inicio de nuestra andadura, como "Espíritus
Virginales", en el Periodo de Saturno hasta el Periodo
Terrestre. No obstante, al no ser el tema principal del
libro, es tratado de forma resumida. La única inten-
ción, al incluirlo, es exponer un poco de la historia
oculta de nuestro planeta tal como nos lo han conta-
do los investigadores espirituales, para que después,
cuando se haga referencia a los distintos Periodos por
los que ha pasado nuestra Tierra, sepamos a que nos
estamos refiriendo.
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En La Caída se explican todos los pormenores del


acontecimiento que marcó nuestro peregrinaje a
través de la materia, haciendo que nuestro espíritu
pase por distintas reencarnaciones en diferentes
cuerpos físicos. Se habla de los luciferes, principales
protagonistas de este suceso, hecho que marcó la
necesidad de la venida de Cristo y su encarnación en
un cuerpo humano.
La siguiente parte: Época de Cristo desarrolla el
tema principal del libro: ¿Quién es Jesús?; ¿quién es
Cristo?, ¿cuál fue su Misión? Para contestar a estas
preguntas me he apoyado en las investigaciones de
los grandes Iniciados del siglo XX, que nos han tras-
mitido que Jesús y Cristo no son la misma entidad.
Jesús es un hermano nuestro, un ser perteneciente a
nuestra oleada de vida, la terrestre; mientras que
Cristo es una Divinidad, un Ser perteneciente a una
evolución superior, el guía de los Arcángeles.
Además, Rudolf Steiner nos habla de dos niños
Jesús, que luego se unieron formando uno solo. Esta
parte trata todos estos temas en profundidad, y expli-
ca la Misión de Cristo, según la investigación clarivi-
dente, cuya principal nota a destacar es la apertura
de la puerta del reino de Dios a todos los hombres,
donde antes sólo tenían acceso unos pocos elegidos.
Por último, Después de Cristo aborda el tema de
nuestra unión con el Hecho del Gólgota, nuestro
desarrollo interno. Aunque, por supuesto, hay
muchos métodos que puedan ser diferentes al aquí
expuesto, pues solamente se trata el desarrollo inter-
no por medio de la Iniciación Cristiana o la medita-
ción en los grandes acontecimientos de la vida de
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Cristo; meditación que permite hacer nacer y crecer


al Cristo Interno, y así prepararse para la gran etapa
futura, el próximo Periodo evolutivo, el Periodo de
Júpiter.
Espero que este libro ayude a todos los que buscan
con sinceridad y desean convertirse en portadores de
Amor y en pioneros de un reino que se forma prime-
ro en el interior de cada uno, para que el reino de
Dios sea, lo más pronto posible, una realidad entre
los hombres. Ese es el pensamiento y el deseo que he
puesto en circulación al escribir este libro. Mi mayor
ilusión y alegría sería recibir la noticia de que lo he
conseguido, y que todos los que lean esta obra pue-
dan dar un paso más, por pequeño que sea, hacia ese
Paraíso prometido.
PRIMERA PARTE

ANTES
DE
CRISTO
1.- La Creación del Mundo
Gustavo Doré
“Nadie que enciende una luz la cubre con una vasija, ni la
pone debajo de la cama, sino que la pone en un candelero
para que los que entran vean la luz.
Porque nada hay oculto, que no haya de ser manifestado;
ni escondido que no haya de ser conocido, y de salir a la luz”.
Lucas
8: 16,17

LA CREACIÓN

La lógica de nuestro razonamiento nos enseña


que toda obra física parte de una idea, un pensa-
miento; es decir, para que algo llegue a ser una reali-
dad material en el mundo físico, primero debe haber
sido pensado. Si yo quiero construir una casa, trazo
un plan, imagino cómo quiero que sea: en que lugar
la edificaré, cuantas habitaciones tendrá, de que
color la pintaré...
Todo, absolutamente todo, antes de llegar a la
existencia física, ha de ser pensado por alguien, debe
seguir un plan, un orden. Este detalle, sencillamente
lógico, escapa a la conciencia de muchos, que pien-
san que el mundo material con todo su esplendor
mineral, vegetal, animal y humano, obedece al azar, a
una casualidad cósmica. Sin embargo, frente a éstos
-o al lado de éstos- están quienes afirman que el
mundo físico y todo lo que está dentro de él se debe a
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un Plan Divino que primero ha estado en la mente de


una Deidad.
Hoy en día, esta idea y la investigación teosófi-
ca sobre ella está bastante desarrollada, aunque
desde los tiempos más remotos las religiones nos han
transmitido exactamente lo mismo; teniendo en cuen-
ta, claro está, la evolución y perspectiva histórica de
los individuos que las componen; esto es, "la Creación
obedece a la idea y sacrificio de la Divinidad, y su
semilla evoluciona desde la inconsciencia hasta la
omnisciencia".
¿Cómo veía cada religión esta Creación?, o mejor
dicho: ¿cómo se las apañaron los fundadores de
dichas religiones para hacer entender a sus seguido-
res la complejidad de la Creación?
Desde nuestra forma de pensar, nos es muy difícil
entender la mentalidad primitiva; pero haciendo un
esfuerzo, analizando a los más salvajes que aún con-
viven en el mundo con nosotros y la forma que tienen
de comportarse, o incluso apelando a esa parte sal-
vaje que todos llevamos en nuestro interior, podemos
hacer un esfuerzo por entenderlos. Si hoy en día nos
es imposible hablarle a un salvaje de altruismo, amor
al prójimo, bondad, sacrificio y hermandad, en aque-
llos tiempos debía ocurrir, como poco, lo mismo. Para
un salvaje u hombre primitivo con mentalidad muy
por debajo de la media, los valores más importantes
son la fuerza y el poder. El egoísmo es su tendencia
natural. Por tanto, hablarle de un Dios "débil", un
Dios que se sacrifica por él, un Dios que crea el
mundo por amor es más bien una tontería. Él no
podría entenderlo, pensaría que tal Dios es flojo y, por
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tanto, chocaría frontalmente con la idea que tiene de


Dios. A semejante persona habría que hablarle de un
dios fuerte, un dios que lucha y vence, un dios que
ordena el caos, los elementos y crea el mundo a su
antojo como una acto de arrogancia y de poder. Un
dios, en definitiva, que se pareciera a él.
Los fundadores de religiones, o seres más avanza-
dos que el resto y que eran iniciados, tenían que idear
la forma de explicar la Creación a los demás de mane-
ra que entendiesen, a su manera, cómo había venido
el Universo y la Vida a la existencia. Más tarde de
dichas historias surgieron mitos, que no por grotes-
cas y horroroso a nuestros ojos han dejado de repre-
sentar simbólicamente lo que hoy se explica de una
forma más racional y coherente por todas las escue-
las esotéricas, aunque dicha explicación es locura
para algunos hombres de ciencia.
Una de esas formas de explicar la Creación a nues-
tros antepasados (quizá la más popular) es la narra-
ción del Génesis, atribuida al profeta Moisés, aunque
muchos historiadores modernos creen que hay varias
narraciones en el Génesis que, anteriormente inde-
pendientes, se unieron más tarde en una. Sólo así -
dicen ellos- se explicaría las distintas formas de lla-
mar al Creador: una veces Dios y otras Jehová Dios.
Máx Heindel, sin embargo, sostiene que cuando el
narrador bíblico habla de Jehová se refiere a un
Elohim, el Guía de los Ángeles, que fueron la
Humanidad del Periodo Lunar, cuyo trabajo está rela-
cionado con lo que se describe en esta parte de la
Bíblia. Por tanto, a diferencia de los historiadores,
Dios, o más concretamente Elohim (palabra que se
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traduce por algo así como Él Los Dioses) es una


Divinidad, y Jehová Dios otra distinta.
Sea Moisés o no el narrador bíblico, lo que sí está
claro a los ojos de la investigación espiritual clarivi-
dente es que se trataba de una persona iniciada que
no escribió por escribir, sino que tuvo mucho cuida-
do en transmitir a su tiempo y a la posteridad un
relato que hablase a todos los corazones y a todos los
niveles evolutivos del alma. El vidente del Génesis (o
Moisés) habló, como hablan todos los iniciados: desde
la condición de testigo de lo que está escrito en la
"Memoria de la Naturaleza", más conocida como los
"Archivos Akáshicos", donde se registra toda la
memoria cósmica. O sea, cualquier cosa que ocurra
en cualquier lugar del Universo queda registrada en
estos archivos, donde más tarde puede ser consulta-
da por quien haya alcanzado la clarividencia.
Sin embargo, la explicación de la Creación que se
da en el Génesis no hay que interpretarla literalmen-
te, como algunos quieren hacernos creer. De hecho la
palabra "día" no puede referirse al día de 24 horas
que nosotros conocemos, pues según el mismo
Génesis nos cuenta, el día tal como nosotros lo inter-
pretamos no apareció hasta el 4º día de la creación,
que es cuando aparecen las dos luminarias: Sol y
Luna. Y tampoco hemos de hacer caso a aquellos que
dicen que el narrador o narradores bíblicos se con-
tradecían debido a la poco preparación intelectual
que tenían. Si miramos con respeto, y sin la sorna de
los que creen saberlo todo, al vidente del Génesis, nos
damos cuenta enseguida de que quiso transmitir
otra cosa. La interpretación correcta nos la ofrece el
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clarividente Rudolf Steiner cuando equipara "día" a


una entidad jerárquica que obraba en ese periodo, o
durante ese tiempo:
"Un Eón es un ente de sustancialidad viviente, y lo propio
vale para
lo que se significa con la palabra hebrea "yom"* : no se trata de
una mera determinación abstracta de tiempo, sino de una entidad
sustancial, y toda referencia a siete de esos "yamin"** que se suce-
den, alude a 7 inteligencias o, podríamos decir, conjuntos de enti-
dades en relevo progresivo. Una correspondencia como esta, se
halla implícita también en otra pareja de palabras afines: el paren-
tesco entre "Deus y dies", Dios y día, en lenguas arias".

"Génesis"
Rudolf Steiner

La explicación de la Creación que nos ofrece el


vidente del Génesis, se aleja mucho de la interpreta-
ción literal; y mucho más si la aplicamos a nuestros
días. Si, como acabamos de ver, lo que quiso decir el
narrador bíblico con la palabra "día" no se parece, ni
por asomo, a lo que hoy entendemos por dicha pala-
bra, obviamente todo lo demás merece una revisión
desde el punto de vista de la investigación espiritual.
La explicación de la Creación que los investigadores
espirituales nos han transmitido es como sigue:
El creador de nuestro Sistema Solar habita el
Séptimo Plano Cósmico. Más allá están los restantes
Planos Cósmicos hasta llegar al primero, que es
donde habita el Ser Supremo. Por lo tanto, entre

* día
** días
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nuestro Creador y el Ser Supremo hay una diferencia


en grados de conocimiento. La misma, por poner un
ejemplo, que existe entre nosotros y nuestro Creador.
Cuando el Ser Supremo despierta toda la vida que
habita en su seno asiste al gran Periodo de
Manifestación; y cuando se duerme, a la Gran Noche
Cósmica. Este Ser Supremo no tiene principio ni
tendrá fin, es el que crea y organiza los distintos
Sistemas Solares, entre los cuales se encuentra el
nuestro, que es donde actúa nuestro Dios: el Séptimo
Plano Cósmico. Por encima de este Plano se encuen-
tran, como hemos dicho, otros seis, cuyo conoci-
miento es infinitamente superior al nuestro.
Dentro ya de nuestro Plano, es cuando podemos
hablar de la Creación. Cuando Dios se dispuso a ini-
ciar su Creación, ideó un Plan y buscó un espacio. El
espacio lo encontró en el Zodiaco, en el cual habita-
ban seres que son conocidos con el mismo nombre
que el de los Signos del Zodiaco: Aries, Tauro,
Géminis, ... Etc. Estos seres ya habían estado en un
anterior Periodo de Manifestación del Ser Supremo,
por lo cual ya habían adquirido poderes creadores.
Ellos prestaron su esencia a Dios para que realizara
su obra. Y Dios está realizando su obra dentro de 7
Mundos y a través de 7 Periodos Cósmicos. Estos
Periodos son como reencarnaciones de nuestra tierra
actual. Los nombres por los que se conocen Periodos
y Mundos son diferentes según los distintos investi-
gadores. Citaremos la terminología que emplea Max
Heindel.
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MUNDOS

1º) Mundo de Dios


2º) Mundo de los Espíritus Virginales
3º) Mundo del Espíritu Divino
4º) Mundo del Espíritu de Vida
5º) Mundo del Pensamiento
6º) Mundo del Deseo
7º) Mundo Físico

PERIODOS CÓSMICOS

1º) Periodo de Saturno


2º) Periodo Solar
3º) Periodo Lunar
4º) Periodo Terrestre
5º) Periodo de Júpiter
6º) Periodo de Venus
7º) Periodo de Vulcano

De una manera breve* resumiremos cómo el hom-


bre apareció en el Periodo de Saturno hasta llegar al
Periodo Terrestre, que es donde nos encontramos
actualmente.
Por delante de nosotros están el Periodo de Júpiter,

* Un estudio detallado se puede encontrar en distintas obras. Para los


que no hayan oído hablar nunca del tema, resultan especialmente didácti-
cos los siguientes libros: "Concepto Rosacruz del Cosmos" Autor: Max
Heindel. "Los Misterios de la obra Divina". Autor: Kabaleb. "La Ciencia
Oculta" Autor: Rudolf Steiner". "La Doctrina Secreta" Autor: H.P. Blavastki.
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Venus y Vulcano.
Hay que aclarar que estos nombres no tienen nada
que ver con los planetas que conocemos y que forman
parte de nuestro Sistema Solar
Nuestra evolución se inició en el Periodo de
Saturno. Los Espíritus Virginales (o sea, nosotros)
que debían desarrollar conciencia fueron puestos en
ese Globo, o mejor dicho: todo el Globo estaba com-
puesto de Espíritus Virginales. Fuera del Globo, en su
atmósfera, por decirlo de algún modo, estaban las
Jerarquías Creadoras. De entre éstas las conocidas
con el nombre de "Señores de la Llama" o "Señores de
la Voluntad" (Tronos en la religión católica) implanta-
ron en la vida evolucionante el germen del cuerpo físi-
co. Nuestro estado de conciencia era semejante al del
mineral actual (trance profundo).
La materia más densa de este Globo estaba forma-
da por materia del Mundo del Pensamiento.
Nosotros, en nuestra actual condición, no podría-
mos penetrar en ese Globo para ver lo que allí
ocurría; pero suponiendo que lo hiciésemos, nuestra
sensación habría sido de oscuridad y calor. Cuando
nos aproximamos a algún fuego y a algo que des-
prende calor sentimos una sensación interna. Esta
sensación es la que más se asemeja a lo que era el
Periodo de Saturno.
Al terminar el Periodo de Saturno el Globo se
desintegró, y la vida evolucionante, después de un
tiempo de reposo, semejante al que va de la noche a
la mañana en nuestro actual estado de conciencia, o
también al que va de la muerte hasta el nuevo naci-
miento, apareció en un Nuevo Globo denominado
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Periodo Solar.
Cada Periodo consta de 7 Globos o y cada Globo de
siete Revoluciones o Ciclos. De tal forma que al ago-
tar la 7ª Revolución del 7º Globo se inicia un tiempo
de reposo como el que acabamos de describir.
Después toda la vida evolucionante aparece en el pri-
mer Globo y primera Revolución del siguiente Periodo
Cósmico.
Una vez terminado el Periodo de Saturno, como
hemos dicho, la Humanidad apareció entonces en el
Periodo Solar. Aquí los "Señores de la Sabiduría
(Dominaciones en la terminología católica) implanta-
ron, al cuerpo físico, el cuerpo vital; y el cuerpo físi-
co se perfeccionó un poquito más.
Los 7 Globos del Periodo Solar eran como "Esferas
Luminosas", de gran brillo y de consistencia análoga
a la de los gases. Las Jerarquías Creadoras también
actuaban desde su atmósfera. Se alcanzó un estado
de conciencia semejante a la de "sueño sin
ensueños", conciencia parecida a la de los vegetales
actuales. Hablamos, por supuesto de la oleada de
vida humana, ya que con nosotros evolucionan otras
oleadas de vida cuyo estado de conciencia difiere de
la nuestra.
Cuando terminó el Periodo Solar, después del
correspondiente estado de reposo, apareció el Periodo
Lunar. El hombre era entonces un ser constituido por
un cuerpo físico y un cuerpo etérico. El cuerpo físico
le había sido implantado en el Periodo de Saturno y
había recibido un perfeccionamiento en el Periodo
Solar. El cuerpo etérico lo fue en el Periodo Solar y
recibiría su primer toque de perfección en el Periodo
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Lunar (el físico recibiría el segundo). Pero lo impor-


tante de este Periodo es que los "Señores de la
Individualidad" o "Señores del Movimiento" (Virtudes
en la religión católica) ayudaron al antepasado del
hombre actual a construir su cuerpo de deseos y a
incorporarlo en sus vehículos físico y etérico que ya
poseía.
El estado de conciencia del hombre durante el
Periodo lunar llegó a ser semejante a la de "sueño con
ensueños". La característica principal de esta época
era la "Humedad".
El cuerpo astral (o de deseos) es la parte de noso-
tros que abandona el cuerpo físico y etérico durante
el sueño y tiene experiencias extracorporales.
También este cuerpo nos dota de deseos y sentimien-
tos que no serían posibles si solamente tuviésemos
un cuerpo físico y un cuerpo etérico.
Al terminar este Periodo hubo un nuevo estado de
reposo en el que la vida evolucionante pasó a una
especie de noche y, entonces, se inició nuestro actual
Periodo Terrestre.
Al comenzar esta nueva fase evolutiva, el ser huma-
no tenía un cuerpo físico, un cuerpo etérico y un
cuerpo astral; pero la forma que presentaba era
semejante a una nube de vapor.
Este antepasado del hombre actual inicia su anda-
dura en el Periodo Terrestre a través de diversas reca-
pitulaciones de los Periodos anteriores hasta el Ciclo
en que comienzan los trabajos propios de este
Periodo. Los nombres por los que son conocidos estos
Ciclos son: Ciclo Polar, Ciclo de la Hiperbórea, Ciclo
de Lemuria, Ciclo Atlante y Ciclo Ario o Post-Atlante,
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en el que aún nos encontramos. Por delante de noso-


tros todavía hay que contar con otros dos más.
En el Ciclo Polar el hombre recapituló los trabajos o
estado de conciencia alcanzado en el Periodo de
Saturno. El cuerpo físico llegó a su cuarto grado de
perfección.
En el Ciclo de la Hiperbórea le tocó recapitular lo
alcanzado en el Periodo Solar, y se agregó el cuerpo
vital o etérico, el cual alcanzó su tercer grado de per-
fección.
En el Ciclo de la Lemuria recapituló el Periodo
Lunar, y se agregó el cuerpo de deseos, cuya perfec-
ción alcanzó el tercer grado. Aquí fue donde ocurrió lo
que el Génesis denomina "la caída terrenal", a lo que
dedicaremos el siguiente capítulo.
En el Ciclo Atlante el hombre recibió un nuevo
cuerpo: el cuerpo mental. Este cuerpo le fue implan-
tado para que, a través de él, su Espíritu se hiciese
poco a poco con el dominio de sus vehículos inferio-
res. Pero al principio era muy débil y estaba poco
organizado, por lo que se alió con el cuerpo de dese-
os, obteniendo como resultado la astucia, causa de
todas las calamidades que ocurrieron durante la últi-
ma parte de este Ciclo. Esta serie de catástrofes pro-
vocadas por los atlantes acabó en el Diluvio
Universal, acontecimiento que nos relata la Biblia.
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sEgUNDA PARTE

ÉPOCA
DE
CRISTO
“El que un niño sea concebido en pecado o
inmaculadamente, depende de su propia e inherente cualidad
anímica”.
Max Heindel

LA INMACULADA CONCEPCIÓN

De los cuatro Evangelios canónicos sólo 2 de ellos


nos hablan del nacimiento de Jesús: el Evangelio de
Mateo y el de Lucas. Los otros dos comienzan con el
nacimiento de Cristo, esto es, con el Bautismo en el
río Jordán, hecho que permitió que el Espíritu de
Cristo penetrara en el cuerpo de Jesús.
Acontecimiento al que volveremos más adelante.
¿Qué hay de realidad histórica en la narración del
nacimiento de Jesús de Mateo y Lucas?
Según nos informan los historiadores, parece ser
que hay muy poco, y que responde, más que nada, al
deseo de llenar algunas lagunas de la vida del maes-
tro que permanecían oscuras. La investigación ocul-
ta, sin embargo, nos enseña que los Evangelios
narran unos hechos, a la vez históricos y míticos, que
pertenecen a la experiencia del Alma en su desarrollo
evolutivo.
Para un investigador que sólo ve en los Evangelios
un texto apologético con algo de verdad histórica,
éstos aparecen como escritos contradictorios, sin nin-
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guna conexión entre sí más allá de la que ha servido


de inspiración a los evangelistas para componer sus
Evangelios, principalmente los sinópticos (Mateo,
Marcos y Lucas), es decir, un texto común, al que lla-
man Documento "Q", texto que se ha perdido.
El investigador clarividente puede ver en ellos la
historia futura del Alma humana, una historia que
todo individuo debe vivir en un momento determina-
do de su desarrollo, y, entonces, los Evangelios no
sólo no se contradicen, sino que cada uno aporta la
vivencia del Alma que al otro le falta.
Los evangelistas son iniciados que no relatan sus
experiencias sólo por lo que vieron con sus ojos físi-
cos, sino también por lo alcanzaron a visualizar con
los ojos espirituales.
El nacimiento de Jesús aparece así rodeado de
leyenda y simbolismo mitológico que recuerda el naci-
miento de los grandes dioses y profetas de la antigüe-
dad: Osiris, Buda, Moisés... Si seguimos el hilo del
Jesús histórico, podremos ir arrojando algo de luz y
dejando al descubierto el significado de una Misión
que aún nos queda mucho por entender.
La Inmaculada Concepción es un acontecimiento
iniciático que va más allá de lo puramente físico.
Solamente los que desconocían los misterios reserva-
dos a los iniciados, lo pudieron interpretar como un
hecho ocurrido únicamente en el mundo físico.
Pero entonces ¿qué es esto de la Inmaculada
Concepción?, ¿por qué la han introducido los evan-
gelistas?
La virginidad es una cualidad del alma, que se
manifiesta en el mundo físico después de una larga
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carrera en el sendero hacia lo espiritual. En este sen-


tido, el ser que va a reencarnar en un cuerpo físico lo
hace a través de unos padres que también han reco-
rrido este camino. Por eso Jesús nace de una virgen.
Se trata de unos padres vírgenes de alma, que han
superado la etapa de los deseos y, por tanto, no nece-
sitan los deseos y pasiones como el resto de los hom-
bres, sino que realizan el acto de procreación única-
mente con la intención de traer un alma al mundo,
como un sacrificio, ya que para los seres elevados el
acto sexual supone un sacrificio. Esta forma de pro-
crear sigue dejando virgen a los progenitores, pues no
intervienen los deseos ni las pasiones humanas. Esto
es algo difícil de aceptar en nuestros tiempos; pero
recordemos que estamos hablando de seres mucho
más elevados que el resto de los mortales.
También este hecho se repite en el macrocosmos
todos los años la noche del 24 al 25 de Diciembre,
cuando en los países del hemisferio norte se produce
el nacimiento del Sol y su retorno hacia el punto ver-
nal. Eso ocurre exactamente cuando está naciendo el
signo de Virgo (la Virgen celestial) en el horizonte
oriental, a medianoche del 24 de Diciembre. Se
puede decir entonces que el Sol nace de una virgen,
salvando así materialmente a la Humanidad del ham-
bre, la destrucción y la muerte que le sobrevendría de
no producirse este acontecimiento.
Como acontecimiento iniciático supone el futuro de
la humanidad que acoge al Cristo en su interior.
En nuestra vida cotidiana realizamos actos que son
el reflejo de nuestra personalidad. Algunas veces son
mejores y otras, peores. Lo que hacemos va de acuer-
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do a nuestro estado interior alcanzado, nuestro esta-


do de conciencia. Para que el nacimiento místico se
produzca en nuestro interior tenemos que prepararle
el terreno. Esto lo conseguimos trabajando para
mejorar todo nuestro ser, dejando que nuestro cuer-
po sea "el templo de Dios". Todos los maestros coin-
ciden en afirmar que es a base de servicio al prójimo,
desinteresado y altruista, purificando nuestro cuerpo
físico, de deseos y mental, en definitiva acogiéndonos
al Impulso crístico, como crearemos las condiciones:
un terreno "virgen" en el que podrá nacer el Cristo en
nuestro interior.
Purificar nuestros vehículos o cuerpos para llegar a
ese estado requiere un gran esfuerzo que empieza por
la alimentación y el cuidado del cuerpo físico.
Todo ser humano puede llegar a crear ese terreno
"virgen" donde nacerá el Cristo interno. Se trata de
proporcionar las condiciones para que en nuestro
interior pueda habitar la Divinidad. Hay muchos
métodos que nos pueden ayudar a purificar nuestros
vehículos.
Cuando una persona llega a ese estado se produce
la "Inmaculada Concepción". En la preparación hasta
conseguirlo interviene la voluntad humana (utiliza-
mos el libre albedrío y decidimos hacer el bien, aco-
gernos a los valores crísticos), pero el saber cuando
está preparada para la concepción corresponde a la
Divinidad. Por tanto, la Concepción se realiza sin
intervención de varón (la voluntad humana). No
somos nosotros quienes decidimos cuando estamos
preparados para tal acontecimiento, sino Dios.
La Inmaculada Concepción es, pues, un momento
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de nuestro camino evolutivo, un momento en el cual


nuestros vehículos (físico, etérico de deseos y mental)
han recorrido un camino de purificación, preparando
un "terreno virgen" dentro de nosotros para que
pueda ser concebido el Cristo.
Este es el misterio de la Inmaculada Concepción,
que acontecerá un día a toda persona cuando alcan-
ce el grado evolutivo correspondiente; un aconteci-
miento que nos cambiará por completo y hará que, a
partir de aquí, nuestra vida se rija por otros valores
más espirituales, los valores crísticos. Nuestra volun-
tad experimentará un cambio de timón y, aunque se
trata del comienzo, pues todavía quedará un largo
camino por recorrer, nuestra vida ya no volverá a ser
la misma.
Para que la Inmaculada Concepción pueda ser un
día una vivencia del Alma en un momento del desa-
rrollo humano, tuvo que ser primero protagonizada
en el mundo físico por las personas que estaban pre-
paradas para ello: José y María.
José y María son seres de gran elevación, dos pare-
jas con el mismo nombre, que eligieron dar vida al
más evolucionado de nuestra Humanidad y al más
puro, al que estaba libre de la influencia luciferiana,
Jesús de Nazareh. Éste, una vez que se hubo fusio-
nado en uno solo, decidió que, como parte de su
misión en esta tierra, prestaría sus vehículos o cuer-
pos a Cristo. Como vemos, se trata de una misión
importantísima, donde intervienen varias personas
pertenecientes a nuestra oleada de vida (nuestra
Humanidad) y el guía de los Arcángeles (Cristo).
“Jesús es un hombre, forma parte de la oleada de vida
humana, mientras que Cristo es una Divinidad”.
Kabaleb

EL NACIMIENTO DE JEsÚs

Sobre el nacimiento de Jesús, hemos de tener en


cuenta un gran misterio: lo que Rudolf Steiner llama
el "misterio de los dos niños Jesús". Aunque a simple
vista tal afirmación pueda parecer inverosímil, si pro-
fundizamos en esta cuestión nos daremos cuenta que
encaja a la perfección dentro de la historia oculta de
la preparación del cuerpo que habría de albergar al
Cristo. La Misión más importante de la evolución no
puede ser realizada de una forma sencilla. El impul-
so que se dio a la Humanidad con el advenimiento de
Cristo tenía que realizarse de manera especial. Esto
hizo necesario que se unieran todos los conocimien-
tos e impulsos espirituales dados anteriormente a la
Humanidad en el cuerpo del ser que iba a albergar a
Cristo; pero además se necesitaba toda la inocencia
que existía en los seres humanos antes de la caída.
Los dos niños Jesús son dos seres pertenecientes a
nuestra oleada de vida, la oleada de vida humana,
cuyo sacrificio, como veremos, consistió en preparar-
se para albergar al Espíritu de Cristo (hecho que tuvo
lugar cuando fue bautizado por Juan el Bautista).

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