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LA FIESTA DEL BOSQUE

El día comenzó como cualquier otro día en el bosque. El sol salió temprano en la mañana,
sonriendo al cielo que de nuevo tendría que iluminar. Sonrió a las flores, a los árboles, al
mar, y éstos contentos de que el sol saliera, le recibieron con mucho agrado. Las hojas de
los árboles se vieron bañadas por el rocío de la larga noche, y despertándose de su sueño,
se sacudieron para comenzar a trabajar en el duro día que les esperaba. De los nidos
despertaron los pájaros para comenzar el día buscando de comer a sus hijitos, porque éstos
tenían hambre.
Era un día especial en el bosque. Era un día en el que todos los animales celebraban la fiesta
anual de la naturaleza. Las ardillitas, los conejitos, las tortuguitas, las ranitas, todos los
animales estaban contentos, y todos preparaban sus cestas de comida y bebidas para
llevarlos a la hora del almuerzo al sitio de la celebración.
Mientras tanto, lejos de donde ellos debían reunirse para comer todos juntos, la serpiente
y la hiena tenían una conversación ajena a todo el ajetreo de la fiesta que se estaba
preparando.
- Son bien tontos todos los animales del bosque – le decía la serpiente a la hiena –
preparando una fiesta para estar unidos un día y separados luego los demás días.
- Tienes razón serpiente -, le contestó la hiena, no apresurándose de hablar, sino quedando
suspendida como las nubes del cielo. – Yo no pienso ir a esa fiesta, porque me parecen que
son todas muy aburridas. No me explico el que estén sentados alrededor de una mesa
grande sin mirarse las caras y pensando que pasará mañana para volver a una vida sin
sentido.
- Fíjate, por ejemplo – habló la serpiente – en el tigre y el león. Peleando todos los días para
ver quien se corona Rey de la Selva, y ya sabes quién gana siempre, y por un día andan los
dos abrazados y comiendo del mismo plato. Si yo fuera el tigre, le pondría veneno a la
comida del león y así yo sería el Rey de la Selva.
Pero mientras conversaban, pasó Papá Lechuza con su familia llevando su cesta de comida,
y sin querer escuchó lo que la serpiente había dicho. Esto no le gustó y se detuvo para
reprocharle a la serpiente lo que había dicho antes. – Tú piensas así serpiente, porque estas
llena de odio. Como siempre andas escondida entre los árboles y los arbustos, y no te gusta
hacer amigos, piensas que todos viven de odio y rencor. Trata de salir de tu cáscara y únete
a nosotros a disfrutar de este maravilloso día. Cuando hubo terminado Papá Lechuza de
hablar, la serpiente lo miró fríamente, se dio vuelta y caminó un poco, alejándose de éste.
Pero luego se volteó y le dijo: - sigue tu camino y olvídate de mi. No me gustan estas fiestas.
La hiena se quedó en el mismo sitio observando como la serpiente se alejaba. Por un
momento estuvo absorta en su pensar, pero luego se volvió a Papá Lechuza, que ya se había
acercado a su familia para seguir camino a la fiesta, y le dijo con voz ronca y llena de odio: -
¡Aguafiestas! – y se alejó de aquel sitio a su cueva en el desierto.
Todos los animales del bosque iban llegando al centro de la selva, que era el sitio donde se
celebraba la fiesta todos los años, y se iban sentando en la mesa, colocando sus cestas de
comida encima de ella, para luego entre todos repartirse lo que traían. Al llegar el mediodía,
todos estaban sentados en la mesa, excepto la serpiente y la hiena.
La mesa estaba llena de comida de todas clases, y adornada de hermosas flores de colores
que hacían juego con los rayos del sol que se colaban por entre los grandes árboles que
rodeaban el lugar de la fiesta. El león, que era el Rey de la Selva, se levantó de su silla, y
mirando hacia un lado y hacia otro, comenzó hablando: - Hoy es un día donde todos nos
reunimos como cada año, para celebrar la fiesta de la naturaleza. Hoy es un día donde no
somos enemigos, sino hermanos, y por eso, la comida que todos traemos la compartimos
como hermanos. No queremos que las diferencias que haya entre uno u otro, salgan a
relucir hoy aquí, sino que unamos nuestras manos y tratemos de ser mejores con nuestro
vecino.
Mientras el león seguía hablando, se acercó la serpiente sin que nadie la viera, y venía
pensando como hacer para que la fiesta se terminara. Cuando encontró un sitio donde
esconderse, se dijo a sí misma: - si le hago daño al león y logro que piense que fue el tigre
quien lo hizo, tratará de darle su merecido en ese mismo instante y la fiesta se terminará.
¡Jijjiji! ¡que feliz voy a ser!
El odio de la serpiente era superior a todo el amor de la selva, y por eso no quería que la
fiesta terminara, porque era el mayor acto de amor y hermandad que había en el bosque.
En ese momento, el león terminaba de hablar diciendo: - ¡Así que sean todos ustedes
bienvenidos a nuestra fiesta! Los animales reunidos en la mesa aplaudieron al señor león, y
éste se sentó al lado del Tío Tigre, para demostrar que también ellos eran hermanos. Así
comenzó la fiesta. Todos comían los exquisitos manjares que ellos mismos habían
preparado y los repartían entre todos. Después de un rato comenzó la música y los animales
cantaban y comían todos juntos. Todo era felicidad.
Pero la serpiente que era mala, imaginaba un plan para destruir el sentido de la fiesta
mientras ellos cantaban y comían. Al fin, cuando ya habían transcurrido dos horas de la
fiesta, la serpiente tenía pensado su plan e iba a ponerlo en acción en ese mismo instante.
Sin que nadie la viera, se separó de la misma y corrió hasta la casa del león, y utilizando su
astucia, pudo abrir la puerta. Buscó en toda la casa el anillo que el Rey León usaba solo en
ocasiones especiales y lo robó, regresando de nuevo a la fiesta, pero sin que nadie l viera.
En un momento que todos bailaban, la serpiente colocó el anillo del Rey León en la bolsa
del tigre y se escondió de nuevo. Esperó unos minutos e hizo su aparición. Cuando el Rey
León vio que la serpiente había llegado a la fiesta, mandó parar la música y exclamó: -
Bienvenida seas a nuestra fiesta, serpiente, que si lo quieres también puedes hacerla tuya.
- Tu sabes muy bien, Rey León, que a mí nunca me han gustado las fiestas y menos ésta en
especial.
- Pero entonces, ¿a qué has venido?
- Vine porque después de pensarlo un poco, y verme tan sola, quise estar con ustedes,
aunque sea para escuchar la música y verlos bailar, y además para recordarte que esta fiesta
es una ocasión especial. ¡Muy especial!
El león se extrañó de la respuesta de la serpiente, pero como ya la conocían pensó que esta
era otra de sus impertinencias. El majestuoso señor Elefante, le pareció bien que la
serpiente pensara que era una ocasión muy especial y le dijo al Rey León:
- Rey León, tu siempre has dicho que éste día es especial, ya que todos debemos tratarnos
como hermanos, porque así lo quiso la Madre Naturaleza. Pero si hoy es un día especial,
¿por qué no oíste como Rey? Deberías tener tu anillo y tu corona puestos también en este
día.
- Sí, deberías ponértelos ya que tú eres nuestro Rey – gritaron a una voz todos los animales.
El tigre no estaba de acuerdo, ya que él también quería ser rey, pero era el día de la fiesta
y se olvidó, a su pesar, de su ambición por ese día.
- Bueno, si ustedes lo quieren, me voy a vestir como rey – dijo el Rey León.
- ¡Viva! ¡Que viva nuestro Rey! ¡Viva! El Rey León se fue a su casa a vestirse para la ocasión
especial, y los demás animales se sentaron de nuevo a la mesa a tomar unos refrescos y a
esperar que el Rey llegara. Solo la serpiente se alejó un poco, porque sabía lo que iba a
ocurrir.
Al rato, llegó el Rey León enfurecido y le dijo a los cocodrilos, que eran sus guardias, que no
dejaran ir a nadie de la fiesta. Todos los animales estaban asustados porque nunca habían
visto al Rey León de esa forma.
- Alguien ha robado mi anillo y voy a encontrar quien fue – dijo el rey León, con una voz
gruesa que daba bastante miedo.
- No creo que nadie sea capaz de robarte algo Rey León, y menos en este día – dijo el
hipopótamo un poco asustado, pensando que el Rey León fuese a mandarlos a la cárcel a
todos.
- Sé que uno de ustedes me lo pudo haber quitado, y espero equivocarme, porque sino… –
se quedó sin terminar la expresión el Rey León, pero en uno de sus ojos se podía ver toda
la rabia que tenía.
- ¡Guardias! Revisen todas las bolas de los presentes, y si encuentran mi anillo en alguna,
quiero saber quién fue. Los guardias cocodrilos comenzaron a revisar las bolsas de todos
muy cuidadosamente sin encontrar nada. Pro cuando llegaron donde el tigre, éste dijo: -
Todos saben que yo quiero ser rey, porque también lo merezco, pero soy incapaz de robarte
algo. Así que quiero que tú mismo, Rey León, revises mi bolsa y te asegures que yo no la
tengo.
El Rey León tomó la bolsa del tigre en sus manos y cuando metió su mano tocó su anillo y
mirando al tigre le dijo con furia: - ¿conque eras tú el que no la tenía? ¿Ehh? Ostentas mi
trono y eres incapaz de robarme el anillo, y así quiero preguntarte: ¿Qué es esto entonces?
¿Acaso una lata de tu casa?
- Es tu anillo, Señor, pero soy inocente de lo que piensas. No soy un ladrón y no me he
caracterizado por eso – le dijo el tigre avergonzado y lleno de asombro al mismo tiempo.
- Todos ustedes son testigos de esta traición. Robaste a tu Rey y eso es un grave delito, que
yo voy a castigar cruelmente.
- Pero exijo un juicio antes. Demuéstrame que robé tu anillo y me abstendré a lo que tu
decidas, mi Rey.
- Esta bien. Tendrás tu juicio para que no digan que soy un Rey injusto, pero creo que será
inútil, ya que tienes todas las pruebas en tu contra.
El Rey León ordenó terminar la fiesta y formó un jurado en ese mismo instante. El juicio iba
a comenzar. Todos los animales se colocaron alrededor del sitio del juicio, formando un
circulo. Estaban todos menos la serpiente. Esta se había ido un poco lejos para reírse de su
posible victoria de haber terminado con la tradición de la fiesta anual de la Madre
Naturaleza.
Cuando ya estaba terminando el juicio, y era inminente la culpabilidad del tigre, Papá
Lechuza, que se había ido a su casa temprano, al enterarse de lo sucedido, volvió a la fiesta,
y pidiendo permiso al Rey León para hablar antes de culpar al tigre, dijo: - Mi Señor, tú sabes
que siempre he sido fiel y nunca he dicho una mentira. Esta vez te suplico, por nuestra
Madre Naturaleza, que me creas en lo que voy a decir a continuación. Cuando venía
temprano a la fiesta con mi familia, en un claro del bosque, cerca de la entrada del desierto,
vi que a serpiente y la hiena estaban hablando. En un momento que pasé cerca, escuché
decir a la serpiente que ella siendo el tigre, pondría veneno en tu comida, para que
muriendo tú, el tigre fuera el rey de la selva. Y tú te preguntarás: pero ¿qué tiene que ver el
veneno con el robo de tu anillo? Muy fácil la respuesta, ya que ella te envenenó a ti con su
casi perfecto robo para crear la discordia entre ustedes y así, la tradición que nosotros
hemos mantenido por generaciones, y que ella siempre ha odiado, se terminara.
La serpiente al escuchar a Papá Lechuza se paró asustada, ya que sabía que el Rey León lo
respetaba mucho. Pero el Rey se dio cuenta de que la serpiente se estaba alejando y ordenó
a sus guardias que la trajeran.
Una vez frente al Rey, éste le dijo: - como tu odio hacia nosotros es tan grande, y por haber
hecho tanto mal, te condenó a que vivas para siempre en la oscuridad del pantano hasta
que tus generaciones posteriores se arrepientan de todo su mal.
Y dirigiéndose al tigre le dijo: - Hermano tigre, mi rabia me cegó y no vi tus razones y te
juzgué mal. Espero que me perdones por haber desconfiado de ti y te invito a que, de ahora
en adelante, vivamos como hermanos que somos.
El Tigre perdonó al Rey y vivieron como hermanos siempre, y la fiesta continuó toda la tarde
y la noche hasta el amanecer, ya que esa era una fiesta muy especial. Era la fiesta del
Bosque.

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