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1.

ANTOLOGÍA DE TEXTOS PARA TRABAJO Y


COMENTARIO
1. La intensidad (/) es la cantidad de carga que pasa por el conductor en un
segundo. Se mide en amperios (A). El amperio es una unidad muy grande. Una
amperio equivale al paso de 6,24·10(18) electrones por segundo. Para medir la
intensidad comprobamos que en el polímetro está seleccionada la corriente
continua, DC: conectamos la clavija negra en COM y la roja en A. ponemos el
selector en A.
Enciclopedia del estudiante, Santillana.

2. Las unidades fundamentales que constituyen la mayor parte de elementos


químicos, como los metales, son los átomos; sin embargo, otros elementos,
como algunos gases más importantes –hidrógeno, oxígeno, nitrógeno, etc.-,
están formados por unidades que consisten en agregados de dos átomos. En
general, las agrupaciones de dos o más átomos se denominan moléculas.
Algunos elementos, como los que se han citado más algunos otros como el
flúor, el cloro y el bromo, están formados por moléculas biatómicas
(constituidas por dos átomos). En general, los átomos de distintos elementos se
combinan entre sí y originan moléculas poliatómicas.

3. Hallan un nuevo planeta con las condiciones suficientes para la vida, J.M.
Nieves. ABC

El momento de encontrar un planeta “gemelo” de la Tierra, o por lo menos que


reúna las condiciones necesarias para albergar vida, está cada vez más cerca. Los
astrónomos, con nuevos instrumentos y técnicas capaces de ver o deducir la
presencia de planetas alrededor de estrellas lejanas, cuentan ya con una extensa
lista de casi trescientos mundos extraterrestres. Una cifra que no deja de crecer y
cuyos nuevos miembros resultan cada vez más prometedores.
El último en añadirse a la “colección” tiene, además otra particularidad. Se trata,
en efecto, del quinto planeta (55 Cancri f) descubierto alrededor de una misma
estrella, 55 Cancri, a solo 41 años de luz de distancia. Y eso convierte a este sistema
planetario en el mejor conocido de todo el universo, con excepción, por supuesto,
del nuestro.

El nuevo mundo, descubierto por un equipo de las Universidades de San Francisco


y California, es muy diferente de la Tierra. De hecho, se trata de un gigante
gaseoso, muy parecido a nuestro Saturno, un mundo decenas de veces mayor que
el nuestro y que no es capaz de albergar vida tal y como lo conocemos. Sin
embargo, los astrónomos creen que esa posibilidad existe, y con una alta
probabilidad, en las lunas que el nuevo planeta pueda tener.

La razón para tanto optimismo es que 55 Cancri f (y también sus eventuales


satélites) orbita a la distinta exacta de su sol, esto es, en la “zona de habitabilidad
de la estrella. Se trata de una estrecha franja orbital, que en nuestro sistema solar
está ocupada por la tierra, y que es la única que permite la existencia de agua en
estado líquido, algo que se considera imprescindible para la vida.

Un poco más cerca del Sol, y el agua se evaporaría debido al excesivo calor (como
es el caso de Venus en el Sistema Solar). Un poco más lejos, y se congelaría, como
aquí es el caso de Marte. En cuanto a la estrella 55 Cancri f, es bastante parecida a
nuestro sol, aunque es ligeramente más fría y oscura que él. A su alrededor ya se
habían descubierto otros cuatro mundos, tres de ellos gigantes gaseosos tan
cercanos a la estrella que se encuentra a menos distancia de la que Mercurio
guarda con el Sol.

4. La sinergética

La sinergética fue fundada como disciplina científica por Herman Haken en 1609,
en un curso de la Universidad de Stuttgart. Este nuevo campo de la actividad
científica se ocupa del comportamiento de los sistemas complejos abiertos
compuestos por muchos subsitemas. Dichos sistemas pueden organizarse por sí
mismos a escala macroscópica por acción de unas influencias externas nada
específicas. A consecuencia de ellos podemos observar unas estructuras espaciales,
temporales o espacio-temporales sumamente ordenadas que se extienden por
todo el sistema. En otras situaciones podemos encontrarnos con un
funcionamiento muy bien definido del sistema complejo. Entre tanto se han
descubierto sistema de esta clase en varios campos que en la actualidad tienen
interés científico, tanto en Física como en Química o Bilogía. Los principios y
métodos descubiertos en el dominio de la sinergética pueden incluso aplicarse a
problemas que se plantean en el terreno de las Ciencias Socailes. Sus objetivos
interdisciplinares son especialmente interesantes y convierten a la sinergética en
un campo fascinante de la investigación científica moderna.

VV.AA¸ Sobre la imaginación científica¸ Tusquets.

5. La contaminación lumínica.

Con este nombre se designa la emisión directa o indirecta hacia la atmósfera de luz
procedente de fuentes artificiales, en distintos rangos espectrales. Sus efectos
manifiestos son: la dispersión hacia el cielo (skyglow), la intrusión lumínica, el
deslumbramiento y el sobreconsumo de electricidad

La dispersión hacia el cielo se origina por el hecho de que la luz interactúa con las
partículas del aire, desviándose en todas direcciones. El proceso se hace más intenso si
existen partículas contaminantes (humos, partículas sólidas) o, simplemente, humedad
ambiental. La expresión más evidente de esto es el característico halo luminoso que
recubre las ciudades, visible a centenares de kilómetros según los casos, y las nubes
refulgentes como fluorescentes. Como detalle anecdótico e ilustrativo se puede
mencionar el hecho de que el halo de Madrid se eleva a 20Km por encima de la ciudad
y el de Barcelona es perceptible a 300 km de distancia, desde el Pic du Midi y las
sierras de Mallorca.

6. “Viejos”, Rosa Montero, El País. 13 de mayo de 2023.

No corren buenos tiempos para ser viejo. La sociedad no está preparada para este
repentino aluvión de ancianos chungos, artríticos, cegatos, renqueantes, a menudo
incapaces de valerse por sí mismos. La familia extensa, que antes se hacía cargo de sus
mayores, ya no existe. De hecho, en la sociedad occidental están dejando de existir
incluso los hijos. España es uno de los países con menor índice de natalidad del
mundo, lo cual significa que mi generación se encamina hacia una vejez especialmente
solitaria, carente de cuidados consanguíneos.

Las residencias de ancianos y los programas asistencias son escandalosamente


insuficientes y cada día lo serás más porque la población envejece de modo
vertiginosos. Hoy ser viejo es carísimo, y ésta me parece una de las mayores injusticias
sociales: resulta repugnante que el mero hecho de tener o no tener dinero pueda
convertir tu vejez en una etapa protegida y tranquila o una progresiva pesadilla que
pueda perdurar un montón de años. De ese abandono que afecta a cientos de miles de
españoles nadie habla, porque lo ancianos carecen de fuerzas para protestar y
terminan muriendo calladitos dentro del encierro de sus casas.

Y es que lo peor de los tiempos actuales en nuestro desprecio hacia los ancianos.
Abusamos de ellos, los ninguneamos y los aparcamos fuera de casa. Hemos olvidado
que los mayores, además de ser la memoria del mundo, son nuestros exploradores, los
únicos que conocen lo que nos aguarda. ¿Qué se puede esperar de una sociedad que
desdeña la sabiduría de nuestros ancianos? No es de sorprender que seamos tan
necios y tan banales.

7. Manuel Castellet, La Galaxia Internet.

La Galaxia Internet es un nuevo entorno de comunicación […] Una nueva estructura


social, la sociedad red, se está estableciendo en todo el planeta, en formas diversas y
con consecuencias bastante diferentes para la vida de las personas, según su historia,
cultura e instituciones. Al igual que en otros cambios estructurales anteriores, esta
transformación ofrece tantas oportunidades como retos plantea. Su evolución futura
es bastante incierta y está sometida a las dinámicas contradictorias que oponen
nuestro lado oscuro a nuestras fuentes de esperanza. O sea, a la perenne oposición
entre, por un lado, los renovados intentos de dominación y explotación y, por otro, la
defensa por parte de la gente de su derecho a vivir y buscar el sentido de la vida […].
En los albores de la era informática se percibe en el mundo un extraordinario
sentimiento de desazón con el actual proceso de cambio fundado en la tecnología, que
amenaza con provocar una reacción generalizada en su contra. Y no es que
respondamos constructivamente a este sentimiento, su radicalización podría acabar
por destruir las promesas de esta nueva economía y sociedad que están emergiendo a
partir de la invención tecnológica y la creatividad cultural.
Este sentimiento se expresa a veces de forma colectiva, como en las protestas contra
la globalización, palabra clave que connota el nuevo orden tecnológico, económico y
social. Estas protestas representan, principalmente, el punto de vista de una minoría
activa e incluyen a grupos de interés con una visión muy limitada del estado del
mundo, por ejemplo, los defensores del proteccionismo de los países ricos que
pretenden conservar sus privilegios frente a la competencia del mundo en vías de
desarrollo.

8. Bertrand Russell, La conquista de la felicidad.

Se ha estudiado demasiado poco lo que podríamos llamar la higiene de los nervios. Es


cierto que la psicología industrial ha realizado complicadas investigaciones sobre la
fatiga, y se ha demostrado mediante concienzudas estadísticas que si uno sigue
haciendo una cosa durante un tiempo suficientemente largo, acaba bastante cansado;
un resultado que podría haberse adivinado sin tanto despliegue de ciencia. Los
estudios psicológicos de la fatiga se ocupan principalmente de la fatiga muscular,
aunque también se han hecho algunos estudios sobre la fatiga en los niños en edad
escolar. Sin embargo, en ninguno de estos estudios se aborda el problema importante.
En la vida moderna, la clase de fatiga que importa es siempre la emocional; la fatiga
puramente intelectual, como la fatiga puramente muscular, se remedia con el sueño.
Una persona que haya tenido que hacer una gran cantidad de trabajo intelectual
desprovisto de emoción – como por ejemplo una serie de cálculos complicados- se
duerme al final de cada jornada y se libra de la fatiga que el día le ocasionó.
El daño que se atribuye al exceso de trabajo casi nunca se debe a esta causa, sino a
algún tipo de preocupación o ansiedad. Lo malo de la fatiga emocional es que
interfiere en el descanso. Cuanto más cansado está uno, más imposible le resulta
parar.

9. Por qué los guapos triunfan, Ignacio F. Bayo / DIVULGA

Un estudio realizado por la Universidad de Pennsylvania ha llegado a una conclusión


que todos conocíamos o intuíamos ya: tener una cara bonita ayuda a salir airoso en
cualquier faceta de la vida.
En los experimentos llevados a cabo por Ingrid Olson, del Departamento de Psicología
de esa Universidad, y Christy Marshuetz, de la de Yale, sometieron a un grupo de
sujetos a valoraciones inmediatas (de una fracción de segundo) sobre el atractivo de
diversos rostros que se les presentaba, y sin mayores datos de cada rostro debían
asignarle características de personalidad. Los rasgos más positivos se atribuyeron a los
rostros considerados más atractivos.

“Somos capaces de juzgar el atractivo de un rostro con una sorprendente velocidad y


basados en muy poca información, -dice Olson-. Y parece que una cara atractiva hace
que nuestro cerebro le atribuya emociones positivas”

El trabajo, publicado por la revista Emotion, de la Asociación Psicológica Americana,


aporta datos concretos sobre este fenómeno y abre un nuevo campo de investigación
en el universo de los procesos cognitivos. “La investigación demuestra que ser
atractivo reporta tremendos beneficios económicos y sociales. Los guapos ganan más,
parecen más inteligentes y reciben mayor atención en muchas facetas de la vida -
continúa Olson-. Este favoritismo, aún poco comprendido, parece ser innato e
intercultural. Los estudios sugieren que incluso los niños pequeños prefieren caras
agradables”.

El primer estudio realizado por Olson y Marshuetz intentaba probar que la asignación
de atractivo o feo es muy rápida, y para ello sometieron a los participantes eran
capaces a una rápida sucesión de rostros de gente no famosa, de manera que cada uno
de ellos estaba tan solo 0,13 segundos en la pantalla. Aunque los propios participantes
declaraban no tener tiempo suficiente para determinar la elección, e incluso que
decidían haciendo suposiciones sobre el siguiente rostro, los resultados muestran que
las decisiones coincidían en un alto porcentaje, lo que indica que realizaban la
selección basándose realmente en su idea de belleza, aunque fuera de forma
subconsciente.

En el segundo experimento trataron de determinar si los rostros atractivos se


asociaban con atributos positivos. Tras mostrarles rápidamente un rostro debían
decidir si se le aplicaban o no adjetivos, positivos y negativos, que aparecían luego en
la pantalla, como alegre, feliz, triste... y otros semejantes. Casi de forma uniforme, las
respuestas afirmativas ante palabras positivas se daban con mucha mayor celeridad
cuando el rostro al que se le atribuían había sido anteriormente catalogado como
atractivo.

10. Carlos Santiago Nino, Introducción al análisis del Derecho.

El derecho, como el aire, está en todas partes. Por ejemplo, puede ser que hoy usted
se haya contenido de ejercitar su agradable voz bajo la ducha, recordando que vecinos
con poco sensibilidad artística podrían hacer valer ciertas ordenanzas contras lo ruidos
molestos; seguramente usted se habrá vestido al salir de su casa porque, entre otras
razones, usted sabe bien que hay regulaciones jurídicas que desalientan una excesiva
ligereza en el vestir; probablemente usted haya celebrado un contrato tácito al
ascender a un autobús público, o si ha conducido un automóvil, habrá seguido o
simulado seguir, algunas reglamentaciones y habrá hecho uso de la facultad jurídica de
transitar por la vía pública: es casi seguro que usted debe haber celebrado hoy varios
contratos verbales de compraventa (al adquirir, por ejemplo, el periódico o unos
cigarrillos) y de locación de obra (al llevar, por ejemplo, sus zapatos a arreglar); aunque
usted no tenga un físico imponente, usted tiene confianza en que seguramente no será
golpeado, insultado, vejado o robado gracias a la “coraza” normativa que le
proporciona el derecho la organización donde usted trabaja o estudia ( es de esperar
que usted no sea miembro de una sociedad ilícita) está seguramente estructurada
según una serie de disposiciones legales; si usted tiene que hacer un trámite, quizá no
advierte que cada unos de sus intricados pasos está prescrito por normas jurídicas.
Todos estos contactos con el derecho le ocurrirán a usted en un día normal: piense en
cuánto más envuelto está en el derecho más estará usted cuando participe de algún
suceso trascendente, como casarse o ser demandando judicialmente.

11. Alex Grijelmo, La seducción de las palabras, Taurus.

Todo el idioma está integrado por un cableado formidable del que apenas tenemos
conciencia, y que, sin embargo, nos atenaza en nuestro pensamiento. Pensamos con
palabras, y la manera en la que percibimos estos vocablos, sus significados y sus
relaciones influye en nuestra forma de sentir. Y así se extiende nuestro campo de
palabras, así estarán lejanos o próximos entre sí los límites de nuestra capacidad
intelectual. “El lenguaje forma parte de la estructura de nuestra inteligencia”, escribe
el ensayista español José Antonio Marina, “nos pone en comunicación con nosotros
mismos”. Y la manera en que nos comunicamos con nosotros mismos es la manera en
que pensamos y razonamos, la forma en que hacemos uso de una herramienta que
adquirimos sin esfuerzo durante la infancia y que aún puede crecer y desarrollarse en
la madurez.

12. Julio Llamazares.

Durante muchos años los españoles estuvimos hablando en prosa sin enterarnos. Y, lo
que todavía es peor, sin darnos cuenta siquiera de lo atrasados que estábamos. Los
niños leían tebeos en vez de cómics, los jóvenes hacían fiestas en vez de parties, los
estudiantes pegaban posters creyendo que eran carteles, los empresarios hacían
negocios en vez de business, las secretarias usaban medias en vez de panties […]

Así, ahora, por ejemplo, ya no decimos bizcocho sino plum cake, que queda mucho
más fino, ni tenemos sentimientos sino feelings, que es mucho más elegante. Y de la
misma manera, sacamos tickets, compramos compacts¸ usamos kleneex, comemos
sándwiches, vamos al pub, quedamos groggies, hacemos rappel¸ y los domingos
cuando salimos al campo – que algunos, los más modernos, lo llaman country-, en
lugar de acampar, como hasta ahora, hacemos camping, y todo ello, ya digo, con
mayor naturalidad y sin darnos apenas importancia.

13. Profesores, Juan José Millás. El País, 09/09/2011

Lo lógico es que el cojo sea partidario de las muletas, el miope de las gafas y el
dispéptico del Almax. ¿Quién no intenta mitigar sus carencias? Solo el ignorante
contumaz se revuelca feliz en su pocilga. Si no logra disfrutar de Shakespeare, lo borra
de la historia de la literatura. Si no ha podido con el Quijote, lo califica de coñazo
insufrible. Si no comprende la filosofía, la tacha de entretenimiento inútil para vagos.
Millán Astray, uno de los burros más notables y peligrosos de la historia de España,
sacaba la pistola cuando escuchaba la palabra cultura. Nos recuerda un poco a
Procusto, el célebre personaje de la mitología griega que cortaba o estiraba las piernas
de los huéspedes que no se adaptaban a la longitud de su cama. El uno estaba
convencido de que la medida canónica de todos los cuerpos era la de su lecho; el otro
no soportaba que hubiera alguien con más conocimientos de los que poseía él.

Viene esto a cuento de la carta que Esperanza Aguirre ha dirigido a los profesores de la
enseñanza pública de la Comunidad de Madrid. Plagada de faltas de ortografía, les
anuncia en ella los recortes que ha decidido aplicar a la educación. La cama de
Procusto. Si yo no sé colocar los acentos, que nadie de mi entorno sepa hacerlo. Es
probable que Aguirre no haya escrito esa carta, quizá ni siquiera la leyó antes de darle
curso (así están las cosas), pero seguro que fue revisada por la Consejería responsable
de enseñar a escribir a los madrileños. No pasa nada, tenemos también un responsable
de transportes que desconocía la existencia del Metrobús. Cuando saltó el escándalo,
Aguirre resistió la tentación de eliminar ese billete a fin de adaptar la realidad al
tamaño de su consejero, pero en lo de la ignorancia contumaz parece dispuesta a sacar
la pistola. Dice que hacen falta más policías que profesores.

14. La chica del metro. Laura Campany, ABC, 27 de octubre de 2007.


Estoy sentada en el vagón de metro, tengo dieciséis años o quizás más. No soy
ecuatoriana o sí lo soy. He quedado con alguien o me esperan en casa. Voy pensando
en mis cosas: el amor o el deseo. En algo que ya no tengo, en eso que me falta, en lo
que miro y creo, en lo que toco y siento, en la vida y la muerte, que a mi edad son
palabras, en esa soledad que me rodea, en mi pelo, en mis manos, en la tenue
bombilla, en el tren que discurre con rumor de marea… me deslizo indolente sobre mis
propios sueños. No intuyo la tormenta que me aguarda.
Desde un individuo hacer de mí su presa. Soy como una película de miedo que otros
van recogiendo con su mirada. Soy, bajo sus insultos, bajo el peso estridente, brutal y
cenagoso de su ira, bajo su sordo eructo de patadas, un cuerpo reducido a un amasijo,
a un objeto, un efecto, una hondonada, un muro en que rebotan las ondas expansivas
del fracaso, una espuma que la idiotez golpea, un cristal a merced de un portazo
violento. Soy también el producto de un éxodo invertido. Camino hacia el desierto del
vasto desengaño desde una tierra fértil, prometida, lejana.
Me he encerrado en mi cuarto para que el sol me cosa pero como templando su aguja
en los visillos. Allá afuera, las calles me gritan que me aleje. Que aguarde, que me
humille, que me esconda. Ese chico infrahumano que no me reconoce ni el derecho a
habitar su misma noche, anda suelto, libérrimo, crecido. La justicia no sabe cómo
cobrarle un precio. Esa justicia ciega que ciega lo que aplaza. Ya no sé con qué leyes se
remedia una herida. Solo sé que es horrible descubrirme dormida y verme de repente,
en un metro, escogida como el chivo expiatorio de mi mezcla de razas.

15. Un cero a la izquierda

Tenía que llegar el día en el que nuestros gobernantes decidiesen –en las notas de
primaria y en las de secundaria- esconder el cero. Según el diccionario, el cero es el
número que indica que el nombre al que acompaña no tiene unidades contables o que
está vacío. Para los que estudiamos en épocas donde aún se podía aprobar o
suspender, el cero era la nota peor, redonda y rotunda: la nada absoluta. No hay que
cavilar mucho para ver que el Ministerio de Educación debe haberlo suprimido para
eliminar una espina más del rosal esterilizado que es la educación actual, donde
alumnos que décadas atrás no hubiesen pasado del primer curso superan ahora uno
tras otra hasta volver a cada con un diploma que certifica su absoluto adocenamiento
mental. Tanto da que, luego, al escribir una frase de cinco palabras, hay en ella siete u
ocho faltas de ortografía. Hoy en día, el objetivo de los que gobiernan no es plantearse
visiones del futuro, sino asegurarse la victoria en las siguientes elecciones. Los políticos
quieren estadísticas brillantes, y el fracaso escolar no las da. Por lo tanto, pasemos de
puntillas sobre las menundencias y, ya puestos, escondamos al cero en el armario. Qué
tiempos aquellos en los que volvías a casa y, cuando sacabas la cartulina con las notas
tus padres te preguntaban:- A ver cuántos roscos te han puesto esta vez.

Así pues, a partir de ahora, las notas serán: del 1 al 4 insuficiente; 5 suficiente, 6 bien, 7
y 8 notable y el 9 y el 10 sobresaliente.

La desaparición del cero es también, según cómo, un retorno al pasado. Según nos
explican en la escuela, los romanos desconocían ese número. El cero surge en la Indica,
unos setecientos años después de Cristo, se expande por el norte de África con los
países árabes y llega a Europa de la mano de Leonardo de Pida. Desaparecido el cero
de las notas- de vuelta, pues, en cierta forma, al mundo romano-, por coherencia yo
pediría que las notas que aún dan las diesen con sus números: Insuficiente, del I al IV;
aprobado V, bien VI, notable VII y VIII y sobresaliente IX y X. eso también ayudaría a
enmascarar las notas, si no son muy lustrosas. Incapaces la mayoría de los alumnos y
los padres de leer números romanos, no sabrían si son buenas o malas. De hecho es el
mismo truco que usan en las películas cuando, al final, en los títulos de crédito nos dice
por ejemplo que fue rodada en MCMXCVII: para que, así, la mayoría – que comparte la
creencia actual de que sólo lo ultimísimo vale la pena – no se entere de que es una
antigualla de 1997.-

Publicado en La Vanguardia, Quim Monzó.

16. Muñecos. Manuel Vicent. 12/11/2012. El País

La única condición que se exige para formar parte del museo de cera es la de ser
famoso, nada más. Allí conviven muñecos de todas clases: políticos, criminales,
artistas, reyes, literatos, ladrones, científicos, deportistas, jueces y asesinos. Pese a su
aparente parálisis estas figuras de cera constituyen una sociedad muy dinámica. Unos
bedeles con gorra y guardapolvo color mostaza las trasladan en carretilla de un lugar a
otro a medida que su fama se diluye en el olvido o caen en desgracia o el paso del
tiempo las hace irreconocibles. Cada día ingresan nuevos candidatos. En ese espacio
cerrado e inquietante hay mucho vaivén y se imparte una justicia expeditiva, sin
apelación posible, nada que ver con lo que sucede en la calle donde la sociedad parece
estar cristalizada, la política amortizada y la cultura anquilosada. Pero si en la vida real
un duque se divorcia de una infanta, si se descubre que un deportista de élite es un
tramposo, si a un político lo pescan con las manos en la masa, antes que en la calle, la
primera consecuencia se produce en el museo de cera. Su gerente emite un veredicto
inapelable y sin esperar a mañana los bedeles entran en acción y al muñeco respectivo
se le degrada, cambia de diorama o se le deja en el desván boca abajo. Las figuras de
cera están sometidas a todos los caprichos del azar y a la dialéctica de la fama, puesto
que un duque sin título puede seguir siendo famoso por ir en patinete o poner de
moda una bufanda, un juez justiciero que durante años ha acaparado la actualidad
como héroe de la ley, puede ser aun más célebre por haber sido juzgado y condenado.
Fuera del museo de cera hay cinco millones de parados. Ante este siniestro diorama
social los políticos repiten los mismos gestos, las mismas palabras; en las pantallas se
superponen las mismas caras; en la radio se oyen las mismas voces. Es el tedio mortal
de todos los días en un espacio petrificado. En cambio entras en el museo de cera y
tienes que hacerte a un lado porque corres el peligro de que te atropelle una carretilla
cargada con un duque falso, con un político corrupto, con un deportista que ha pasado
de repente de héroe a villano, escombros que los bedeles están expulsando de la
historia por la vía rápida.

17. Arturo Pérez Reverte, publicado en el XL SEMANAL. “Permitidme


tutearos, imbéciles”

Cuadrilla de golfos apandadores, unos y otros. Refraneros casticistas analfabetos de la


derecha. Demagogos iletrados de la izquierda. Presidente de este Gobierno. Ex
presidente del otro. Jefe de la patética oposición. Secretarios generales de partidos
nacionales o de partidos autonómicos. Ministros y ex ministros –aquí matizaré
ministros y ministras– de Educación y Cultura. Consejeros varios. Etcétera. No quiero
que acabe el mes sin mentaros –el tuteo es deliberado– a la madre. Y me refiero a la
madre de todos cuantos habéis tenido en vuestras manos infames la enseñanza
pública en los últimos veinte o treinta años. De cuantos hacéis posible que este
autocomplaciente país de mierda sea un país de más mierda todavía. De vosotros,
torpes irresponsables, que extirpasteis de las aulas el latín, el griego, la Historia, la
Literatura, la Geografía, el análisis inteligente, la capacidad de leer y por tanto de
comprender el mundo, ciencias incluidas. De quienes, por incompetencia y
desvergüenza, sois culpables de que España figure entre los países más incultos de
Europa, nuestros jóvenes carezcan de comprensión lectora, los colegios privados se
distancien cada vez más de los públicos en calidad de enseñanza, y los alumnos estén
por debajo de la media en todas las materias evaluadas.

Pero lo peor no es eso. Lo que me hace hervir la sangre es vuestra arrogante


impunidad, vuestra ausencia de autocrítica y vuestra cateta contumacia. Aquí, como
de costumbre, nadie asume la culpa de nada. Hace menos de un mes, al publicarse los
desoladores datos del informe Pisa 2006, a los meapilas del Pepé les faltó tiempo para
echar la culpa de todo a la Logse de Maravall y Solana –que, es cierto, deberían ser
ahorcados tras un juicio de Nuremberg cultural–, pasando por alto que durante dos
legislaturas, o sea, ocho años de posterior gobierno, el amigo Ansar y sus secuaces se
estuvieron tocando literalmente la flor en materia de Educación, destrozando la
enseñanza pública en beneficio de la privada y permitiendo, a cambio de pasteleo
electoral, que cada cacique de pueblo hiciera su negocio en diecisiete sistemas
educativos distintos, ajenos unos a otros, con efectos devastadores en el País Vasco y
Cataluña. Y en cuanto al Pesoe que ahora nos conduce a la Arcadia feliz, ahí están las
reacciones oficiales, con una consejera de Educación de la Junta de Andalucía, por
ejemplo, que tras veinte años de gobierno ininterrumpido en su feudo, donde la
cultura roza el subdesarrollo, tiene la desfachatez de cargarle el muerto al «retraso
histórico». O una ministra de Educación, la señora Cabrera, capaz de afirmar impávida
que los datos están fuera de contexto, que los alumnos españoles funcionan de
maravilla, que «el sistema educativo español no sólo lo hace bien, sino que lo hace muy
bien» y que éste no ha fracasado porque «es capaz de responder a los retos que tiene
la sociedad», entre ellos el de que «los jóvenes tienen su propio lenguaje: el chat y el
sms». Con dos cojones.

Pero lo mejor ha sido lo tuyo, presidente –recuérdame que te lo comente la próxima


vez que vayas a hacerte una foto a la Real Academia Española–. Deslumbrante, lo juro,
eso de que «lo que más determina la educación de cada generación es la educación de
sus padres», aunque tampoco estuvo mal lo de «hemos tenido muchas generaciones
en España con un bajo rendimiento educativo, fruto del país que tenemos». Dicho de
otro modo, lumbrera: que después de dos mil años de Hispania grecorromana, de
Quintiliano a Miguel Delibes pasando por Cervantes, Quevedo, Galdós, Clarín o
Machado, la gente buena, la culta, la preparada, la que por fin va a sacar a España del
hoyo, vendrá en los próximos años, al fin, gracias a futuros padres felizmente formados
por tus ministros y ministras, tus Loes, tus educaciones para la ciudadanía, tu género y
génera, tus pedagogos cantamañanas, tu falta de autoridad en las aulas, tu
igualitarismo escolar en la mediocridad y falta de incentivo al esfuerzo, tus
universitarios apáticos y tus alumnos de cuatro suspensos y tira p’alante. Pues la culpa
de que ahora la cosa ande chunga, la causa de tanto disparate, descoordinación,
confusión y agrafía, no la tenéis los políticos culturalmente planos. Niet. La tiene el
bajo rendimiento educativo de Ortega y Gasset, Unamuno, Cajal, Menéndez Pidal,
Manuel Seco, Julián Marías o Gregorio Salvador, o el de la gente que estudió bajo el
franquismo: Juan Marsé, Muñoz Molina, Carmen Iglesias, José Manuel Sánchez Ron,
Ignacio Bosque, Margarita Salas, Luis Mateo Díez, Álvaro Pombo, Francisco Rico y
algunos otros analfabetos, padres o no, entre los que generacionalmente me incluyo.

Qué miedo me dais algunos, rediós. En serio. Cuánto más peligro tiene un imbécil que
un malvado.

18. El culo, Juan José Millás, 3 de febrero de 2012, El País.

¿Qué hizo Spanair con los pasajeros atrapados, por la mala fe de sus directivos, en los
aeropuertos de medio mundo? Pues ofrecerles hojas de reclamaciones. No bocadillos
ni bebidas ni hoteles ni biberones para los bebés, no, solo hojas de reclamaciones,
seguramente llenas de casillas con preguntas indescifrables, quizá con el test de
Rorschach adjunto. La hoja de reclamaciones devenía así en la última de una serie de
burlas y atropellos que comenzaron al adquirir un billete falso, pues se estuvieron
vendiendo billetes falsos hasta poco antes de la muerte súbita de la compañía. Las
hojas de reclamaciones tienen un tacto suave, como el del papel higiénico, porque
quienes las ponen en circulación las utilizan para limpiarse el culo. España está en
estos momentos llena de hojas de reclamaciones y de culos. Los políticos, cada vez que
nos dicen que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades, nos están
enseñando el culo, a veces nos lo enseñan al tiempo de limpiárselo con sus programas
electorales. Estamos hartos de culos y de hojas de reclamaciones, casi se agradece
cuando, por variar, nos hacen una peineta, como la de Aznar en la universidad de
Oviedo. ¿Te engaña tu operadora telefónica? Hoja de reclamaciones. ¿Te estafa tu
banco? Hoja de reclamaciones. ¿Te tima tu agencia de viajes? Hoja de reclamaciones.
¿Te estabulan en el pasillo del hospital? Hoja de reclamaciones, mire, yo soy un
mandado, es todo lo que puedo hacer por usted. Y llevan razón, son unos mandados a
punto de quedarse en el paro, nunca hubo tantos mandados dando la cara que ocultan
los que mandan ni tantas hojas de reclamaciones ni tantos culos ni tantas peinetas.
Hasta los señores del Tribunal Supremo, tan serios y oscuros todos ellos, le están
cogiendo el gusto a levantarse la toga y mostrarnos sus partes en un gesto de burla,
perra vida.

19. REACCIONA. Rosa Montero. El País, 22/02/2011

Un repugnante imbécil que dice ser de Badajoz colgó en su blog hace una semana, bajo
seudónimo, un vídeo atroz de 11 minutos con las salvajes torturas infligidas hasta la
muerte a dos cachorrillos de perro (al parecer era un resumen de 11 horas de
tormento). El blog ya ha sido cerrado, pero el verdugo amenazó con matar nueve
animales más, y otros dos miserables le escribieron alardeando de haber torturado
perros ellos también. La policía dice tener pruebas de que las imágenes se han subido
a Internet desde fuera de España. Pero yo pienso que es un compatriota: es muy fácil
camuflar el rastro cibernético, y aún más fácil enviar las imágenes a un compinche en
el extranjero para disimular su procedencia.

Noticias como esta rompen el corazón, manchan el mundo. No hay ningún atractivo
demoníaco, ninguna oscura épica en provocar un sufrimiento tan fácil y tan obvio; el
Mal, en realidad, es justamente esto: un cretino siendo absolutamente cruel con unas
criaturas absolutamente indefensas. Exijo que una atrocidad así se convierta en algo
inadmisible. Que lo detengan. Que lo metan en la cárcel, que se tomen medidas para
que no vuelva a suceder. No solo por principios, por civilidad, por compasión, sino
también para defendernos de ese tarado: alguien capaz de hacer algo así, ¿qué no
hará a los niños, a los viejos?

Este horror no sale de la nada: el maltrato animal está mínimamente penado en


nuestro país, España arrastra una indecente tradición de crueldad contra los animales
y actualmente el sadismo se cultiva en el mundo entero con películas morbosas de
extremada violencia que los jóvenes tragan con delectación. Si crees que todo esto no
te afecta y que la agonía de esos cachorritos no hace que tu vida sea más miserable y
más peligrosa, te equivocas. Reacciona, protesta.

20. Enamorarse. JUAN CARLOS ORTEGA 27/08/2005

El otro día me invadió un sentimiento de tristeza absoluta cuando leí un estudio


científico que afirmaba que el estado de enamoramiento dura, aproximadamente, 18
meses. Yo, para ser sinceros, pensaba que era muchísimo menos. Además, el texto
destacaba que, entre enamoramiento y enamoramiento, suele transcurrir un año.

Me enamoré por primera vez cuando tenía 11 años y espero morirme a los noventa y
tantos. Siguiendo al pie de la letra el resultado de ese estudio, el tiempo máximo que
yo podré haber vivido rotundamente enamorado cuando me entierren será de 50
años.

Ciertamente, se trata de una cifra estupenda; medio siglo enamorado de personas


sucesivas. Eso es también, a su modo, una bonita historia de amor. ¿Por qué no se
celebra eso por todo lo alto? Debería existir el concepto "bodas de oro" aplicadas a
uno mismo, una suerte de celebración de nuestra unión, no con un ser en concreto,
sino con el enamoramiento mismo, con ese estado de gracia que nos hace tener fe
cuando no hay ningún motivo para ello. Desconozco cuánto tiempo he estado
enamorado, sumando todos los instantes, pero, sin duda, debo haber llegado
sobradamente a las bodas de plata.

Si ustedes lo piensan bien, sería interesante contar el tiempo del amor de esta manera.
Los restaurantes organizarían banquetes para celebrar los 50 años de enamoramiento
de un individuo con 24 seres humanos distintos. A la comida acudirían todos ellos,
representando con orgullo distintos momentos de una vida. Cada una de esas
personas, de forma sucesiva, fue la más importante en la vida del homenajeado. Hasta
que llegó la siguiente.

Y ahora, si me lo permiten, voy a volver a escribir este artículo de nuevo. Lo haré


porque me cansa que el escepticismo amoroso tenga mejor prensa que la ilusión.
Vamos allá:

(TOMA 2): El otro día me invadió un sentimiento de tristeza absoluta cuando leí un
estudio científico que afirmaba que el estado de enamoramiento dura, solamente, 18
meses. Yo, para ser sinceros, pensaba que era muchísimo más.

Al terminar de leerlo, quise saber cuál sería el tiempo máximo que yo podría vivir bajo
los efectos del enamoramiento hasta el instante mismo de mi muerte. Me pareció un
cálculo interesante. Desenfundé mi potente calculadora y empecé a teclear con
muchas ganas. Sin embargo, cuando estaba pulsando la tecla correspondiente al signo
de dividir, me apeteció bastante imaginar que mi vida no podía ser programada por
ningún estudio, viniera de la universidad que viniera. Y pensé, inmediatamente, en las
palabras de un antiguo poeta de cuyo nombre jamás consigo acordarme: "Malditos los
enamorados que, al principio de su historia, no crean que su amor va a durarles
siempre".

21. Se ruega no escupir al médico, Arturo Pérez Reverte. Publicado en


XLSemanal - 11/6/2012
Centro de atención primaria, antes ambulatorio. Entre pacientes esperando turno,
acompañando a una persona que necesita atención, aguardas en el vestíbulo, apoyado
en la pared con un libro en las manos. Frente a ti, impreso en fotocopia, un rótulo
pegado con cinta adhesiva: «El Colegio de Médicos actuará por vía penal contra toda
clase de insulto o agresión hacia el personal de este Centro». Al lado, otro de las
mismas características referido al Colegio de Enfermeras. Un poco más allá, un tercer
cartel: «Se ruega guardar silencio». En la sala de espera hay sólo una veintena de
personas, pero el guirigay es espantoso: conversaciones en voz alta, llamadas por el
móvil. Parece un mercado. Abundan las protestas a grito pelado, con intención de que
las oiga el personal sanitario que anda cerca, en plan estoy citada a las cinco menos
cuarto y son menos cinco, qué poca vergüenza, mira qué tranquilas van las enfermeras
y nosotros aquí, esperando, menuda pandilla de golfos, etcétera. Todo eso, expuesto
con la zafia prosodia que manejamos los españoles en nuestras relaciones con el
prójimo. Por supuesto, hay varias señoras de pie y varios fornidos varones sentados,
mirando al vacío como si no las vieran.

Con quince minutos de retraso -plazo razonable, dado el trajín y la acumulación de


gente-, entras en la consulta acompañando al paciente. Un médico con claros síntomas
de agotamiento atiende sin levantar la cabeza mientras rellena los impresos
adecuados. Y cuando a una de sus preguntas el paciente responde: «Desde las
vacaciones», el doctor levanta por primera vez la cabeza, lo mira sarcástico y comenta:
«Yo no tengo vacaciones». Luego procede al reconocimiento, mientras a través de la
puerta cerrada llega el espantoso vocerío que continúa afuera, los gritos y las
desconsideradas conversaciones en voz alta.Toca ir a urgencias. Como ahí la peña anda
más perjudicada, el griterío es menor. Algo. Pero no faltan conversaciones telefónicas,
voces en alto y protestas. Por la espera, por la falta de asientos, por no poder fumar,
porque no hay máquina de café y refrescos. Todo cristo tiene algún agravio sanitario
que exponer, directa o indirectamente, cada vez que asoma alguien del centro.
Aguantando estoicas las preguntas, las protestas y los malos modos -con el pretexto de
enfermedad propia o cercana, la falta de educación alcanza en lugares como éste
extremos inauditos-, dos cansadas enfermeras, con una buena voluntad digna de
elogio, se ocupan de todo con mucha mano izquierda, resignación y envidiable sangre
fría.Llaman a un paciente. Fulano de tal. No aparece. Alguien comenta que se ha ido,
cansado de esperar. No sería tanta urgencia la suya, piensas, aunque procuras no
manifestarlo en este ambiente más bien hostil. El próximo paciente es una señora
joven, musulmana, con pañuelo en la cabeza, acompañada por su marido, que se
levanta para escoltarla. No puede venir usted, dice una enfermera. En urgencias sólo
entran los pacientes. Entonces, el marido monta una bronca espantosa. Él no deja sola
a su mujer allí dentro, y todos son unos racistas. Él conoce sus derechos. Sale un
médico. Intenta convencerlo. El otro levanta más la voz. Racistas, insiste. Al final, claro,
entra con la mujer. Entonces todos los pacientes, que habían estado callados mientras
las enfermeras y el médico se enfrentaban al marido, estallan en comentarios. Podían
irse a que los atendieran en su tierra, y cosas así. Un par de ellos sacan el móvil y se
ponen a contar el episodio a su familia, amigos y vecinos. A gritos. Mira tú el moro.
Etcétera.Sales al pasillo y vuelves a la sala de espera. Bajo los carteles que piden
silencio, el vocerío es insoportable. Zumba la colmena de conversaciones en voz alta,
ordinariez, descortesía y comentarios despectivos sobre el funcionamiento de la
sanidad pública española. Se cae la cara de vergüenza, dicen. Y todo eso. Por un
momento sientes el impulso de levantar la voz, como todos, para decir: «Tenéis una
sanidad pública que no os merecéis, tontos del culo. Que no nos merecemos. Una
sanidad fantástica. Gracias deberíamos dar por que esto todavía aguante. Que a saber
cuánto dura. En vuestra puta vida, en la nuestra, podríamos pagarlo de nuestro
bolsillo. ¿Quién os habéis creído que somos?».Es lo que te pide el cuerpo decir. Pero
no lo haces, claro. En vez de eso, cierras el pico y te apoyas en la pared bajo los
carteles donde se advierte a quienes insulten o golpeen a médicos y enfermeras. Luego
abres el libro que traías, haciendo como que lees; mientras, en efecto, se te cae la cara
de vergüenza.

22. MANUEL CASTELLS, La era de la información. Vol. 1

«Nuestra exploración de las estructuras sociales emergentes por distintos ámbitos de


la actividad y experiencia humanas conduce a una conclusión general: como tendencia
histórica, las funciones y los procesos dominantes en la era de la información cada vez
se organizan más en torno a redes. Estas constituyen la nueva morfología social de
nuestras sociedades y la difusión de su lógica de enlace modifica de forma sustancial la
operación y los resultados de los procesos de producción, la experiencia, el poder y la
cultura. Aunque la forma en red de la organización social ha existido en otros tiempos
y espacios, el nuevo paradigma de la tecnología de la información proporciona la base
material para que su expansión cale toda la estructura social. Además, sostendría que
esta lógica de enlaces provoca una determinación social de un nivel superior que la de
los intereses sociales específicos expresados mediante las redes: el poder de los flujos
tiene prioridad sobre los flujos de poder. La presencia o ausencia en la red y la
dinámica de cada una frente al resto son fuentes cruciales de dominio y cambio en
nuestra sociedad: una sociedad que, por lo tanto, puede llamarse con propiedad la
sociedad red, caracterizada por la preeminencia de la morfología social sobre la acción
social. (…)

Es el comienzo de una nueva existencia y, en efecto, de una nueva era, la de la


información, marcada por la autonomía de la cultura frente a las bases materiales de
nuestra existencia. Pero no es necesariamente un momento de regocijo porque, solos
al fin en nuestro mundo humano, habremos de mirarnos en el espejo de la realidad
histórica. Y quizás no nos guste lo que veamos.»

23. Decálogo para formar un delincuente. Carlos Herrera, ABC, 11 de


enero de 2012

Resulta conmovedor el relato de una madre que acompañaba a su hija, deficiente y


discapacitada en un cien por cien, en su carrito de ruedas a tomar el aire por la
vecindad. Al salir de casa, simplemente al salir de casa, un grupúsculo de siete u ocho
adolescentes que pasaba por allí encontró divertido el rostro aniñado y desencajado
de la joven. Lo que empezó como burlas por la “cara de subnormal” continuó con una
lluvia de escupitajos y algunos empujones a la silla que su paciente y abnegada madre
empujaba todas las tardes por la calle de su población para distraer una muchacha que
escasamente conecta con el mundo exterior más allá de las percepciones más simples.
La joven sólo alcanzaba a preguntar en lengua burda a su madre por los golpes de
saliva que tenía en la cara con su única mano útil mientras intentaba con su cuerpo de
mujer mayor protegerla de toda suerte de empellones y atropellos. Cuando cansados
del corro de burla tuvieron que marchar ante la alarma despertada por los gritos de la
mujer aún tuvieron tiempo de amenazarla con el conocido gesto del pulgar pasando
por el cuello simulando un cuchillo cercenándole la cabeza del trono. Cinco minutos
cerca del infierno. Cinco minutos que no olvidará el resto de sus vidas. Denunció el
acoso y la burla, la violencia y el cerco, pero no sirvió de nada. Los hijos de puta
conocidos en una población de dimensiones reducidas, campan a sus anchas y se
sienten amparados por la más absoluta de las impunidades y por la colosal crisis de
autoridad que asola la sociedad de nuestros tiempos.
¿Las cusas de esta sinrazón? Me acordé del “decálogo para formar a un delincuente”
que incluye en su libro Reflexiones de un juez de menores el extraordinario titular del
Juzgado de Menores de Granda. Dice el juez: Comience desde su hijo dando todo lo
que le pida; así crecerá convencido de que todo el mundo le pertenece. No se
preocupe por su educación ética o espiritual; espere a que llegue a la mayoría de edad
para decidir libremente. Dele todo el dinero que quiera gastar, no vaya a ser que
piense que para disponer de éste es necesario trabajar. No le regañe; podría comprarle
complejos de culpabilidad. Cuando diga palabrotas, ríaselas; eso le animará a hacer
cosas más graciosas. Recoja todo lo que deje tirado; así se acostumbrará a cargar la
responsabilidad sobre los demás. Déjele leer todo lo que caiga en sus manos; cuida de
que sus platos y vasos estén esterilizados, pero no de que su mente se llene de basura.
Satisfaga todos sus deseos y apetitos; el sacrificio y la austeridad podrían crearle
frustraciones. Póngase de su parte en cualquier conflicto que tenga con sus profesores
y vecinos; piense que todos ellos tienen prejuicios en contra su hijo y que de verdad
quieren fastidiarlo. Riña con su cónyuge en presencia del niño; así no le dolerá
demasiado el día en que la familia quede destrozada para siempre.
Es evidente que los padres de los maltratadores fueron educados bajo estos preceptos.
Al ser menores, la ley impide que siquiera sus padres les propinen un simple cachete.
¿Qué podemos esperar, pues?

24. Diáspora, Manuel Vicente, El País, febrero de 2013


Ningún cerebro humano es mejor que otro al nacer, en cualquier rincón del mundo. El
cerebro es, sin duda, la principal fuente de riqueza, la única energía realmente
sostenible, renovable e inagotable. España se ha permitido el lujo de tirar cerebros a la
basura durante siglos, lo que equivale a un crimen histórico contra la inteligencia, el
mismo delito que se comete hoy cuando se recorta el presupuesto de educación.
Recuerdo a algunos compañeros de escuela en el pueblo, cuyo talento fue
desperdiciado por la pobreza y la incuria de la posguerra. Eran inteligentes, despiertos,
ávidos por aprender. Pudieron haber sido ingenieros, médicos, científicos. A varias
generaciones de niños como aquellos con los que yo jugaba en el recreo, la España
negra solo les dejó las manos para trabajar. En pleno franquismo tres millones tuvieron
que irse de peones a Europa. Sucedió lo mismo cuando en plena fiebre del ladrillo
España se vio inundada por oleadas de inmigrantes. Nuestro territorio se hallaba
situado en el lugar geográfico ideal: a solo 11 kilómetros de África, con la ventaja del
mismo idioma para los latinoamericanos y un sol de invierno radiante contra el frío de
los países del Este y encima en este caso tampoco se requería ninguna preparación,
ninguna ciencia, solo las manos para subir al andamio, servir copas, recoger fruta y
limpiar retretes. El desprecio de nuestro país por la inteligencia ha producido varias
diásporas. En el siglo XV los cristianos expulsaron a los judíos; la Inquisición llevó a la
hoguera o metió en las mazmorras a quienes se atrevían a investigar. Los sucesivos
espadones del siglo XIX llenaron Francia e Inglaterra de liberales españoles que
huyeron para salvar el pellejo, entre ellos Goya y Blanco White, pero eso no fue nada si
se compara con el medio millón de republicanos que fueron brutalmente condenados
al exilio al final de la Guerra Civil junto con nuestros mejores intelectuales, escritores y
científicos. Ahora llega la última diáspora. La desidia y el desprecio por la inteligencia
están produciendo una fuga de cerebros. Jóvenes científicos, biólogos, ingenieros,
tenazmente preparados aquí, cuya energía intelectual es la única fuerza genuina para
salir de la crisis, se van fuera a dar sus frutos. La maldición de siempre.

25. Manuel Vicent, Eutanasia, El país.

Cuando al final de su enfermedad Kafka ya no podía soportar el dolor, le recordó a su


amigo, el doctor Klopstock, la promesa que le había hecho de inyectarle una dosis
mortal de morfina, y como en el último momento el médico dudara, Kafka le dijo:
«Mátame, si no, serás un asesino».

Existe el derecho inalienable de morir sin sufrimiento, aunque sólo sea para que la
crueldad de una larga agonía, que a menudo depara el destino, no destruya la felicidad
que uno haya podido vivir a lo largo de los años, porque si a la hora de la muerte
tienes sed es como si hubieras estado sediento toda la vida; si mueres resentido,
todo tu pasado se llenará de resentimiento en el último instante; si permaneces
entubado, aquellos nidos de pájaros que de niño buscabas en los limoneros se
hallarán agonizando también dentro del tubo de la UVI; en cambio, si te vas al otro
mundo en paz, sin dolor, dulcemente sedado, esa armonía final puede regenerar una
existencia terrible o desordenada.

Decía una copla popular: Oh, santa Ana, dadnos una muerte serena y, sobre todo,
con poca cama. Nunca estará de más rezarle a esta patrona de la buena agonía para
que en la hora última, cuando ya no haya remedio, nos evite caer en manos de un
médico creyente y sádico, que a través del monitor te obligue a apurar las heces del
cáliz de la vida sin desperdiciar una sola gota, en cuyo caso te llevarás a la eternidad la
sensación de toda una existencia llena de tormentos.

El resentimiento se deriva de la convicción de no haber satisfecho los sueños de


juventud, de no recibir el reconocimiento que crees merecer, de pensar que la culpa
siempre la tienen los demás. Este sentimiento de frustración lo puede experimentar
una nación, un gobierno, un político, un artista, un escritor o cualquier ciudadano
corriente, y en este caso, quien lo sufre se suele convertir en un ente sumamente
peligroso. Del resentimiento se derivan las guerras, las altas traiciones y los navajazos
privados. El derecho a morir sin dolor es complementario del derecho a ser feliz y a
que se cumplan todos los sueños. Hay que coronarse de placeres, buscar el éxito de
las empresas y el triunfo en la vida o tener la sabiduría de resignarse si ese deseo no se
cumple, porque sólo así puede uno estirar la pata tranquilamente y disolverse en la
oscuridad sin más problemas. Al final morir en paz puede exaltar una vida miserable.

El absurdo del último dolor inútil e insoportable lo iluminó Kafka con el rayo de su
inteligencia. Alargar la agonía es el asesinato.
26. Una locura, JUAN JOSÉ MILLÁS 5 OCT 2012

Tras hacer cuentas para cerrar mis presupuestos domésticos, he decidido dar un
recorte serio a la partida que venía dedicando a la educación de mis hijos. Que sean
autodidactas, como yo. Voy a dedicar menos dinero también a la alimentación familiar.
Que se coman un bocata de chóped a mediodía y luego, en casa, unas acelgas
rehogadas. Lo de ir al médico cada dos por tres se ha acabado. Si salen con los dientes
torcidos, que aprendan a masticar en diagonal. Y si tienen dioptrías, que guiñen los
ojos.

El dinero que ahorre recortando estas partidas se lo regalaré, a través del Ministerio de
Hacienda, al mismo banco que estuvo a punto de arruinarme vendiéndome productos
basura, tipo acciones preferentes, o cobrándome comisiones abusivas, y que luego se
arruinó a sí mismo al dejar que sus directivos metieran la mano en la caja alegremente
y se largaran con indemnizaciones de cientos de millones de euros, que no sé traducir
en pesetas porque ya he dicho que soy autodidacta. Después acudiré al mismo banco
al que le he regalado el dinero de la educación de mis hijos y de su alimentación y de
su salud, para pedirle un préstamo a alto interés con el que me compraré una bicicleta
estática y un iPhone 5 que no necesito. Lo hago por solidaridad, para que fluya el
crédito, como el que chupa del tubito colocado en el bidón para que empiece a salir la
gasolina.

Ya sé que regalarle dinero al banco para que el banco me lo preste no tiene sentido,
pero si logro convencerme de que es lo sensato dejaré de acudir a las manifestaciones
del 25-S, donde de repente una mano tonta te saca del grupo, te lleva ante el juez y te
caen cuatro años por sedición. Y encima condecoran a la mano tonta. Por los
presupuestos locos no se apuren, ya los he firmado, pero el Gobierno debería echarme
una mano lista para que me parezcan cuerdos.

27. Sobre la Lectura… Publicado en Internet

La lectura no solo proporciona información (instrucción) sino que forma (educa)


creando hábitos de reflexión, análisis, esfuerzo, concentración... y recrea, hace gozar,
entretiene y distrae. Una persona con hábito de lectura posee autonomía cognitiva, es
decir, está preparada para aprender por sí mismo durante toda la vida. En esta época
de cambios vertiginosos en la cual los conocimientos envejecen con rapidez, es
fundamental tener un hábito lector que nos garantice tener conocimientos frescos,
actualizados pues ello nos vuelve laboral y académicamente más eficientes y
competentes en el campo laboral o académico. Tener una fluida comprensión lectora,
poseer hábito lector, hoy en día, es algo más que tener un pasatiempo digno de
elogio…es garantizar el futuro de las generaciones que en este momento están
formándose en las aulas. Veamos, a continuación, algunas de las razones por las cuales
debemos optar por un proyecto lector serio y creativo. La lectura ayuda al desarrollo y
perfeccionamiento del lenguaje. Mejora la expresión oral y escrita y hace el lenguaje
más fluido. Aumenta el vocabulario y mejora la redacción y ortografía. La lectura nos
permite aprender cualquier materia desde física cuántica hasta matemática financiera.
No hay especialidad profesional en la que no se requiera de una práctica lectora que
actualice constantemente los conocimientos para hacernos más competentes día a
día.• La lectura mejora las relaciones humanas, enriqueciendo los contactos
personales pues facilita el desarrollo de las habilidades sociales al mejorar la
comunicación y la comprensión de otras mentalidades al explorar el universo
presentado por los diferentes autores.• La lectura da facilidad para exponer el propio
pensamiento y posibilita la capacidad de pensar. En el acto de leer, se establecen
conceptos, juicios y razonamientos ya que, aunque no seamos conscientes de ello,
estamos dialogando constantemente con el autor y con nuestra propia cosmovisión.•
La lectura es una herramienta extraordinaria de trabajo intelectual ya que promueve el
desarrollo de las habilidades cognitivas fundamentales: comparar, definir, argumentar,
observar, caracterizar, etc.,• La lectura aumenta nuestro bagaje cultural; proporciona
información, conocimientos de diferentes aspectos de la cultura humana.• La lectura
amplía los horizontes del individuo permitiéndole ponerse en contacto con lugares,
gentes, experiencias y costumbres lejanas a él en el tiempo o en el espacio. · La
lectura estimula y satisface la curiosidad intelectual y científica. · La lectura
desarrolla la creatividad pues al ampliar nuestro horizonte lexicológico y cultural nos
brinda el desarrollo de los principales indicadores de creatividad como son: la fluidez,
la flexibilidad, la originalidad y la sensibilidad.· La lectura nos vuelve más
tolerantes, menos prejuiciosos, más libres, más resistentes al cambio, más universales
y más orgullosos de lo nuestro.· La lectura es una afición que dura toda la
vida que puede practicarse en cualquier tiempo, lugar, circunstancia. Nos libra de los
males de nuestro tiempo: la soledad, la depresión y el consumismo compulsivo.

28. Maruja Torres, 18 de octubre de 2012. El País “To be or...”

¿Es usted partidario de Barack Obama o de Mitt Romney? ¿Está a favor de que María
Dolores de Cospedal se cargue a los funcionarios, que son unos mantas, o cree, por el
contrario, en la permanencia del servicio público? ¿Le gusta el concursante del
programa de la tele que hace gorgoritos o prefiere que le expulsen? ¿Se ha hecho de
Red Bull después del santo salto o sigue fiel al cafelito bien cargado y, en todo caso, se
decanta por las hazañas cotidianas de los ciudadanos anónimos? ¿Cree que Nacho
Vidal es culpable o inocente? ¿Apostaría, visto lo visto, a que su miembro porno es de
verdad, o piensa que es de mentirijillas? ¿Le gusta el plan gallardónico de la condena
indefinida del reo o está al lado del derecho universal? ¿Electrificaría y le añadiría
pinchos a la valla que separa Marruecos de Melilla o se inclina por la solidaridad y la
compasión? ¿Le gustan los colegios concertados con separación de sexos o le apetece
más la igualdad y la convivencia entre niños y niñas? ¿Le parece que Aznar y Rajoy
deberían ser procesados por el Prestigeo más bien condecorados? ¿Vota por el rescate
o por la huida en masa? ¿Si pudiera, mandaría a su hijo a buscar trabajo en Alemania o
a Grecia, a aprender a repartir estopa con tirachinas? ¿Desea que las televisiones
autonómicas se vendan a los amigos del Gobierno o se inclina por el uso racionalizado
de personas e instalaciones? ¿Bombardearía el cabezón de Fabra en el aeropuerto de
Castellón o supone que, ya puestos, Santiago Calatrava debería remozarlo hasta cubrir
los 15 millones recibidos por una maqueta o dos?

Sí, usted, ustedes, nosotros. Nunca como ahora tuvimos a nuestro alcance tanto botón
virtual para hacer click, mientras no paran de embaucarnos. Manifiéstense, por favor.
Pero en la calle, guste o no.

29. Javier Marías. XL Semanal. Malas lenguas


España es un país que habla demasiado, y algo está muy podrido cuando esa
locuacidad, tanto pública como privada, tiene como principal objetivo denigrar,
calumniar y escarnecer al prójimo. En contra de las loas que desde hace años se vienen
haciendo del periodismo – sobre todo por parte de los periodistas-, a menudo pienso
que es una profesión servil y subalterna y frustrante; los hay de muchas clases pero
una buena parte de ellos, analistas políticos y cronistas del corazón por ejemplo, dan la
impresión de pasarse la vida a la triste espera de lo que hagan o digan quienes
constituyen su materia prima, para glosarlo, interpretarlo, comentarlo, criticarlo,
alabarlo, tergiversarlo o envenenarlo. Principalmente las dos últimas cosas en estos
tiempos.

Es difícil saber si la prensa se contagia de la población o es la inversa. Tanto da, a estas


alturas. Lo cierto es que también las conversaciones privadas de nuestra sociedad
están llenas de nombres y de mala sangre. El cúmulo de vilezas atribuidas que uno
escucha a lo largo – sea por radio, televisión, en el bar de la esquina o en la oficina- es
tal que se acaba teniendo la sensación de que no hay cosa buena ni persona aceptable
en el mundo. Por suerte el exceso tiene a menudo de inverisimilitud los
despellejamientos, pero a la vez hay tantos que sería imposible desmentirlos todos o
darlos por falsos.

Lo cierto es que la prensa y la gente dicen lo que se les ocurre, con mala intención o
irresponsabilidad y ligereza y las acusaciones prosperan. A lo largo de los últimos años
me han llegado variadas y asombrosas noticias sobre mí mismo: sobre mi carácter, mis
costumbres, mis ideas, mis amistades, mi sexualidad incluso. Menos mal que la propia
contradicción de las noticias suele invalidarlas todas. Pero no todo el mundo – público
o privado – tiene la misma suerte: a veces la falacia propalada es sólo una y se repite y
se reitera de boca en boca hasta hacerle la vida imposible a quien la padece. Es una de
las maneras más crueles y eficaces de destruir a alguien y este país parece dedicado
hoy en pleno a destruirse en cuerpo y alma.

30. Juan Luis Arsuaga, La especie elegida.

A diferencia de la selección artificial que el hombre lentamente efectúa con animales y


plantas potenciando determinadas características para mejorar su productividad, la
selección natural no persigue ningún objetivo. Es más, no hay variantes genéricas
mejores que otras en sentido absoluto, sino que todo depende de las circunstancias
del medio ambiente. Lo que es favorable en un momento dado, puede no serlo en
otro. Además, por un fenómeno que se conoce como “mutación”, de cuando en
cuando, nacen individuos con variantes nuevas, pero de ninguna manera los hábitos o
necesidades de los individuos determinan en qué dirección se producirán las
mutaciones. No obstante, estas son una fuente inagotable de novedades sobre las que
actúa la selección natural, modificando con el tiempo las especies e impulsando su
evolución. Las mutaciones no producen por sí solas nuevas especies, sino que
aumentan la variabilidad de las especies existentes.

El azar también representa un papel importante en la evolución: por ejemplo, cuando


unos pocos individuos sobreviven aleatoriamente (es decir, sólo por su buena suerte) a
una catástrofe ecológica que diezma los efectivos de su especie; o cuando unos pocos
individuos son transportados pasivamente por las fuerzas la naturaleza (el viento, los
ríos o las corrientes marinas) para fundar una nueva población. Las características de
estos individuos seleccionados por el azar podrían no ser las más frecuentes en la
población original y, sin embargo, son el punto de partida de la evolución posterior.

31. Carlos Jiménez Romero – Qué es la migración

Las migraciones son una de las principales manifestaciones de la movilidad humana,


una realidad tan antigua como la humanidad. Nos hemos pasado la vida moviéndonos
de un sitio para otro y nuestra historia como especie es el cuento de unos seres que se
han trasladado incesantemente y se siguen moviendo cada vez más. La especie
humana es la de mayor movilidad en la medida en que se han extendido por toda la faz
de la tierra. Cada especie, vegetal o animal, vive adaptada a su correspondiente
ecosistema, pero el ser humano se ha instalado en las llanuras, los bosques y desiertos,
estepas, polos y selvas; en la tundra, las sabanas y las costas. Este hecho se debe a la
extrema adaptabilidad del ser humano, adaptabilidad no sólo en lo genético sino
también cultural, junto con el aprendizaje situacional transmitido de generación en
generación.
Hablamos de necesidad, libertad y de adaptación, pero las migraciones son también
impuestas y forzadas, inducidas y planificadas. Es conveniente distinguir las
migraciones totalmente forzadas o impuestas – como las realizadas en el tráfico de
esclavos en las distintas épocas y áreas – de las migraciones inducidas e impulsadas
por los gobiernos – como por ejemplo el poblamiento de América Latina de europeos
blando en el siglo XIX- o de las migraciones voluntarias – como los procesos
migratorios contemporáneos de los que hablaremos más adelante-.

32. Elvira Lindo, El País

De piedra. De plástico. De pasta de boniato. Así me han dejado las últimas


declaraciones del FMI. El miércoles, ya lo recordarán, pidieron más austeridad. Lo que
está matando al enfermo no es la medicina, condescendieron a explicarnos, sino que
se le ha aplicado en dosis equivocadas. El jueves, sin embargo, la homeopatía ya no era
solución. Lagarde exigió que se suavizaran los ajustes para no agravar el paro, y se
quedó tan ancha. Nuestra economía está rota, pero crecerá un 0,7 en 2014. ¿Quién
dijo que no se podía afirmar una cosa y su contraria?

Hasta entonces podíamos pensar que la culpa era nuestra. Tanta corrupción, tanto
ladrón, tanta incultura política y general, nos ponían en bandeja un diagnóstico
específico de ineptitud nacional. Sin descartarlo, ahora resulta que, en Washington, los
que presumen de cortar el bacalao dan los mismos palos de ciego. ¿Y si no fuera eso?
Perdonen mi suspicacia, pero Bárcenas y Torres nos han enseñado a desconfiar de las
informaciones contradictorias que se sirven en pequeñas dosis.

El tortuoso hilo argumental de esta alternancia de palos y zanahorias desemboca en el


incondicional sufrimiento de los españoles. Porque sí, porque es lo que hay, porque no
se puede hacer otra cosa. Y yo me pregunto, ¿por qué? Ahora que todos podemos
divorciarnos, y por muchos años, con las bendiciones del Tribunal Constitucional, ¿por
qué tenemos que seguir encadenados a los intereses de la banca alemana? ¿Qué
pasaría si decidiéramos divorciarnos, salir del euro, incluso de la UE? Si empezamos de
cero, al menos seremos pobres por nosotros mismos, y no para que otros se forren
con nuestra pobreza. ¿Es eso lo que teme el FMI? Soy consciente de que a lo peor
acabo de escribir una burrada, pero tampoco resultaría tan grave. Otras han
comparado los escraches con el nazismo, y no dimiten ni a la de tres.

33. MUJERES. MANUEL VICENT 16 SEP 2012, El País.

Una joven atractiva, mientras se maquilla ante el espejo del cuarto de baño para ir a
trabajar, recita una nueva versión del monólogo de Hamlet: ser o no ser, esta es la
cuestión, levantarse todos los días a las siete de la mañana y tener que aguantar a un
jefe despótico, machista e incompetente, todo por mil y pico euros al mes, o renunciar
a esta lucha agotadora y quedarme en la cama para dormir, tal vez soñar, junto a un
marido vulgar, a quien con un poco de maña puedo dominar a mi antojo. Este dilema
aciago parece haber arraigado en buena parte de la juventud femenina. Frente a
aquella generación de mujeres, que en los años sesenta del siglo pasado decidió ser
libre y realizó un arduo sacrificio para equipararse a los hombres en igualdad de
derechos e imponer su presencia en la primera línea de la sociedad, cada día es más
visible una clase nueva de mujer joven, incluso adolescente, que ha elegido utilizar las
clásicas armas femeninas, que parecían ya periclitadas, la seducción, la belleza física y
el gancho del sexo para buscar amparo a la sombra de su pareja y recuperar el papel
de reina del hogar. Puede que la moral de la iglesia católica se haya aliado con la crisis
económica para imbuir tenazmente en la mujer la idea que vuelva a casa, críe hijos, se
ponga guapa y complazca en todo a su marido. Si una chica acude a diario a
machacarse en el gimnasio, si se atiborra de silicona, si camina sobre unas plataformas
increíbles, si decora su piel con toda suerte de tatuajes, ¿busca sentirse saludable y
fuerte para luchar por sus derechos o, tal vez, solo trata de convertir su cuerpo en un
objeto de deseo, en un arma de combate frente a los hombres? Ser o no ser. ¿Qué es
mejor, soportar a un jefe tirano que me explota o a un marido mediocre que me
llevará a París si le hago un mohín de gatita? Puede que el dilema no sea tan rudo,
pero aquellas mujeres que en el siglo pasado lucharon como panteras por su dignidad,
sin tiempo para pintarse los labios, tienen ahora unas nietas hermosas, siliconadas,
tatuadas con serpientes y mariposas, dispuestas a claudicar en sus derechos, con tal de
ganar la otra batalla, el viejo sueño de sentirse adorables y tener al macho de nuevo a
sus pies en la alfombra.
34. Telediario, Manuel Vicent, El País, 23 de febrero de 2013.

Gorilas, orangutanes, chimpancés, babuinos y macacos son los protagonistas de


muchos documentales de la vida animal que emite la segunda cadena de televisión. De
un tiempo a esta parte he caído en un vicio inconfesable: pongo a Mozart mientras
contemplo durante horas en la pantalla las pasiones de estos seres que son nuestros
primos hermanos. Todos sus movimientos en las ramas de los árboles cobran sentido
si se atemperan a los movimientos de la música. Al compás de la melodía los monos
gesticulan, muestran sus enormes encías, se cabrean, gritan, se atacan, juegan,
descansan. Al final todos acatan el orden constituido impuesto por el macho
dominante. A continuación la cadena emite un documental de depredadores en la
sabana. Mozart sigue sonando. Las fusas y semifusas de la sinfonía huyen y se
persiguen entre ellas en el pentagrama con los mismos quiebros como lo hacen el
antílope y el guepardo hasta que la garra del felino alcanza el cuello del venado, que es
el acorde definitivo. Comienza el festín. El guepardo tiene derecho a los bocados más
blandos, más sabrosos, pero debe darse prisa porque en seguida llegarán otros
comensales a disputarle la presa. Alrededor de la carnicería se establece un turno
riguroso, desde las hienas a los buitres. Sobre los despojos de la víctima fluyen los
violines de Mozart, saltan las notas del piano. En ese momento pueden ser las tres de
la tarde o las nueve de la noche. En la primera cadena empieza el telediario. En la
pantalla aparece un hemiciclo muy parecido a un claro de la selva en cuyo ramaje
ahora gesticulan, se cabrean, gritan y se muerden otros seres no muy distintos a los
que he visto antes. En mi retina persisten las imágenes de la vida animal. Es fascinante
comprobar que los gestos de algunos políticos son exactamente iguales a los de los
babuinos y macacos. El telediario abandona el Congreso de los Diputados y transmite
una secuencia de guerra donde aparecen tigres, hienas y buitres humanos
despedazando los cuerpos de sus presas. Son las mismas fieras de la sabana, las
mismas víctimas. Me refugio de nuevo en la segunda cadena, que emite ahora un
documental sobre los dinosaurios. Tampoco me sorprende. En el telediario acabo de
oír una opinión emitida por uno de ellos, que llevaba corbata.

35. El fin del mundo, más o menos , FÉLIX DE AZÚA , EL PAÍS


En obediencia al giro cósmico de la rueda de Fortuna cuyos ciclos son imposibles de
medir [...] las sociedades opulentas reciben el castigo a su felicidad bajo la forma de
terribles catástrofes, pero sólo las opulentas son castigadas, porque las miserables
viven la catástrofe todos los días, incluidos los domingos.

En ocasiones, el desastre obedece a razones comprobables. La peste negra arrasó las


ciudades más ricas y sabias de Europa, en la Italia norteña, con un bacilo que llegó de
oriente en las pulgas de las ratas, un emigrante clandestino escondido en las tripas de
un polizonte. [...] Como la peste en las ratas, la sífilis se ocultaba en la sangre de las
prostitutas y fluía por toda actividad sexual que no fuera del gusto de la iglesia y el
Estado. [...]

El horror a la infección degenerativa iba unido a un permanente horror corporal. La


burguesía opulenta veía el cuerpo humano como un saco de miasmas, infecciones,
putrefacciones y descomposiciones, humores malignos que acababan por ocupar el
cerebro. Los locos furiosos, los delirantes, las histéricas, los desenfrenados, eran
tenidos por pecadores en la etapa final del vicio.

Todos los escritores del ochocientos narraron el terror a la degeneración de la


sociedad burguesa minada por un mal secreto e ignominioso. [...] No hay nada más
asombroso que asistir por vía de novelas o documentos de la época a las
conversaciones habituales en aquellos salones. Cada cinco frases aparecía el
diagnóstico médico. La medicina era la ciencia dominante [...]

Cada sociedad alucina su fin-del-mundo metafórico. Ahora que nuestros cuerpos son
una mercancía de lujo, ¿qué culpabilidad tortura a los opulentos, los sabios, los
guapos? ¿Qué peste negra va a destruir sus privilegios? Bien podría ser una sífilis de la
tierra, el llamado "cambio climático", fenómeno que afecta al planeta desde que existe
y que se acelera debido a la imparable e implacable hipertecnificación. La tierra está
degenerando, es una bolsa de miasmas, sus casquetes polares están podridos, su
atmósfera envenenada, la infección fluye por sus aguas, pronto morirá. En esta
leyenda, como en la leyenda de la tuberculosis o de la peste negra, se toma la parte
por el todo. Si llegara ese fin-del-mundo sólo afectaría seriamente a una parte discreta
de los habitantes del planeta. El resto seguiría como siempre malviviendo, o puede que
algo mejor. Hace muchos siglos un meteorito asfixió buena parte de la vida zoológica,
pero sólo a los bichos más grandes. Eso no ha impedido la invención del teléfono.

La denuncia de un cambio climático universal y catastrófico cuya causa serían "las


naciones ricas" o "los gobiernos reaccionarios" y cuya víctima abarcaría a "todo el
planeta" con ese añadido demagógico de "en especial los más pobres" es nuestra
leyenda del castigo divino, nuestro mito del fin del mundo (opulento). Habrá víctimas
del cambio climático como hubo apestados, tuberculosos y sifilíticos, pero puestos a lo
peor, la hecatombe climática, si la hay, dejará con vida y buenas perspectivas a una
parte bastante amplia del planeta: la que todos los días vive el fin del mundo sin sentir
la menor culpabilidad

36. Espejos MANUEL VICENT 09/09/2007

El río en el que nadie se baña dos veces, según Heráclito, está formado por todos los
espejos en los que uno se ha mirado a lo largo de la vida. La conciencia se inicia en el
instante en que el niño se reconoce a sí mismo por primera vez en el espejo familiar
del cuarto de baño. Llega un momento en que ante su propia imagen el niño piensa
que ese que aparece allí dentro es él y no otro, esos son sus ojos, su nariz, su boca, su
diente partido. Frente a ese espejo se establecen a continuación unos ritos
inolvidables: su madre le lava la cara y le peina, unas veces a gritos, otras con lisonjas y
allí se reflejan las primeras lágrimas, las primeras risas. En el azogue del espejo familiar
la imagen del niño quedará guardada para siempre en brazos de Narciso. La edad
consiste en ir dejando atrás aquel primer espejo. Un día el chico se afeitará la pelusilla
del bigote y la niña se pintará por primera vez los labios con carmín, pero puede que
sea ya en otro cuarto de baño. Si hubieran sido fieles al primer espejo no se habrían
dado cuenta de que tenían ya quince años. El río de Heráclito discurre sobre nuestra
piel, nos atraviesa por dentro y uno sólo comienza a envejecer cuando abandona aquel
espejo que era un amante verdadero. Cada vez que vuelvas a mirarte en él después de
una larga ausencia entenderás que el tiempo sólo es un cambio de apariencia. Se trata
de una experiencia muy común. Al llegar el mes de agosto te vas de vacaciones a la
casa de la playa, entras en el cuarto de baño, abres la ventana y te miras en el espejo
donde había quedado congelado tu rostro desde el verano pasado. No estaban allí
todavía algunas arrugas ni las ojeras que has cosechado a lo largo del año. Se hace
evidente que has engordado. La expresión de los ojos tampoco es la misma. Pese a
todo, durante el verano irás asimilando esta nueva imagen hasta aceptarla e incluso
asimilarla con agrado, pero al volver a la ciudad, cuando apenas ha pasado un mes, en
el cuarto de baño de casa te esperará la imagen que dejaste allí antes de salir de viaje.
También algo habrá cambiado esta vez. El bronceado alegrará la palidez con que te
recordabas, pero sin duda en la nueva imagen se reflejara una nueva erosión, el rastro
de una aventura, la señal de una caída. Uno va envejeciendo en los sucesivos espejos
como si se reflejara en río de azogue que nos atraviesa. Pese a todo existe un primer
espejo que guarda tu imagen de niño ante el que tu madre te fregaba la cara con un
estropajo. Ése es el que te amará siempre y te será fiel hasta la muerte.

37. Los muertos, JUAN JOSÉ MILLÁS 02/05/2008

Pocos mitos tan sugestivos como el de ese barco que navega sin tripulación. Si entraras
en una de estas naves fantasmas, te asombraría el contraste entre la ausencia de
personal y el orden. No hay nadie dentro, nadie, pero el cobre brilla como si acabaran
de pasarle un paño, los camarotes parecen recién aseados y las tazas de té, como
ocurría en un célebre relato de Conan Doyle, permanecen calientes sobre la mesa de
la cocina. Cabría preguntarse si hay también hombres o mujeres fantasmas, personas
vacías que deambulan por las ciudades sin que nada, en su apariencia externa, delate
esa ausencia. Tal vez usted o yo seamos una de esas personas. Nos levantamos, nos
aseamos, nos vestimos, salimos a la calle y vamos de aquí para allá como buques
fantasmas en medio del día o de la noche. Atravesamos el frío, la niebla, los bosques,
las plazas públicas, los descampados, entramos en los grandes almacenes, subimos y
bajamos de los automóviles, de los aviones, intercambiamos saludos con nuestros
contemporáneos, nos ganamos la vida... Damos, en fin, la impresión de venir de algún
sitio y de dirigirnos a otro, cuando lo cierto es que en nuestro interior no hay nadie o
hay un fantasma (de no sabemos quién) que pilota el barco, el cuerpo, este cuerpo del
que no sabemos nada, ni de dónde ha salido ni cuál es su destino. Pero si hay barcos
fantasmas e individuos fantasmas, quizá haya también colectivos fantasmas, grupos
de personas o sociedades que funcionan sin alma. Entras en los espacios públicos de
estas sociedades y ves cuadros en las paredes, ascensores subiendo y bajando,
archivadores, máquinas de café, fotocopiadoras calientes, como si se acabaran de
usar... No sería raro que la humanidad fuera una de estas instituciones fantasma que
atraviesa los siglos guiada por alguien que, pese a las apariencias, no somos nosotros.

38. Lo heroico ELVIRA LINDO 07/01/2009

En la primera foto que tras el despertar de Jesús Neira ha publicado la prensa se


percibe esa secuela común que sufren los que superan un coma: la melancolía de un
tiempo arrebatado. Todos los pies de foto echan mano de tres palabras para definir el
comportamiento por el que este hombre se vio al borde de la muerte: héroe, heroico,
heroicidad. Las merece.

Hoy en día es un héroe el que se atreve a intervenir en un incidente callejero, dado el


nivel de agresividad que se respira a menudo en el ambiente. Dicho esto, habría que
reflexionar sobre el impacto que ha tenido el tratamiento del caso Neira. Se ha dado la
coincidencia de que en estos últimos días varios desconocidos con los que entablé
conversación me contaron que habían presenciado una agresión a una mujer en plena
calle y reaccionaron de la misma manera, inhibiéndose o llamando a la policía. Me ha
dado que pensar. Ya digo, los relatos coincidentes no tienen rigor periodístico, pero al
referirse todos ellos al profesor Neira para justificar su temor a salir malparados si
intervenían, muestran que la manera sensacionalista y a veces grosera en que se ha
informado sobre este suceso ha podido tener un efecto contraproducente. Para
empezar, el hecho de que defender a una persona que está siendo maltratada se haya
convertido hoy en un acto heroico más que de solidaridad ciudadana, hace que se
atemoricen aquellos que, entre la posibilidad de conservar su integridad o ser alzados
como héroes, opten por lo primero.

Pero hay otro elemento añadido: las campañas contra la violencia machista instan a la
ciudadanía a señalar a los agresores, a intervenir. ¿Qué debe pensar entonces el
telespectador que ve cómo la víctima a la que defendió Neira se lleva una pasta por
defender a su agresor? El resultado es paradójico: los mismos que coronan al héroe lo
humillan públicamente.

39. Manuel Vicent, El País, 23/01/2011. Iconos

La cultura moderna consiste en estar sentado, en mirar, en teclear y callar. El


pensamiento ya no es una fuente de creación ni de rebeldía. Frente a nuestros ojos
discurre ahora una cinta perenne de imágenes, cada una más excitante que la anterior,
más directa, más luminosa. Prácticamente el cerebro humano se ha convertirlo en un
recipiente de iconos, de rostros, sexos, muñecos, envases, marcas, paneles, pornos,
carátulas, solapas, videojuegos, e-mails, telediarios que hacen rodar las tragedias por
la pantalla como esa nube de algodón azucarado que venden en las ferias y que duran
solo un minuto en poder de los niños. Los carteles de espectáculos pegados a una tapia
estaban visibles al menos una mañana entera antes de que los tapara otro reclamo,
pero hoy la noria de luces superpuestas es instantánea y convulsiva cuyo vértigo
constituye ya la sustancia de la mente. Los jóvenes hoy se alimentan de imágenes. Lo
que no se ve, no existe. El pensamiento clásico ha quedado en manos de algunos
taxistas cabreados con un mondadientes en la boca y de sus discípulos predilectos, que
son algunos articulistas, intelectuales y analistas obsesionados con las zanjas del
Ayuntamiento, con el ruido callejero y con la dificultad para aparcar. La crisis de la
existencia ha sido reducida a un malhumor municipal, en esa charca ha sido ahogado
Schopenhauer. Luego están los moralistas sin sentido del humor y los políticos gafes
que se han visto obligados por la cultura de la imagen a teñirse el pelo y a trasquilarse
las ojeras. Con un dedo firme señalan el camino, con palabras podridas por la halitosis
te dan lecciones, pero nada es válido ya sin la alegría superficial y gentil del Facebook,
nada es real sin las imágenes que se devoran unas a otras bajo el relámpago de
magnesio sobre una infinita alfombra roja que va rolando por las esferas e introduce a
los héroes del momento en nuestra cocina, en el comedor, en el cuarto de baño, en el
dormitorio y los ahoga en las dos mejillas de la almohada donde se confunden con el
sueño o el insomnio. Somos seis mil millones de humanidad. La mitad está sentada
mirando cómo la otra mitad hace el payaso. Y así sucesivamente se va llenado el
desván de nuestro cerebro de iconos. Mirar, callar y teclear, de todo, de nada.
40. Marte, Elvira Lindo

Hace un par de días se dijo en Twitter que el actor Jordi Sánchez, el pescadero Recio en
la serie La que se avecina, había muerto en un accidente de tráfico. Es mentira:
Sánchez está más vivo y coleando que la maltrecha mercancía de su divertido
personaje. Este tipo de macabras falsedades también se difundían antes de las redes,
en los medios de comunicación convencionales. No tienen mayor importancia, pero no
deja de escalofriarme que alguien se dedique a inventar una mentira tan boba, tan
innecesaria y tan malvada. Hace falta estar muy descerebrado para poner en
circulación algo semejante. ¿Cómo será el interior de una cabeza así?

Y es que hay paisajes mentales que parecen tan remotos y alienígenas como los valles
de Marte. Por ejemplo: ¿cómo serán los tipos que inventaron las bombas de racimo,
que se abren como palmeras en múltiples explosivos poco antes de alcanzar el
objetivo? Porque esos ingenieros tuvieron que pensar intensamente en soluciones
técnicas para poder matar y destripar y mutilar mejor a la población civil. ¡Qué
cerebros los suyos! Pero también: ¿cómo es la cabeza de todos esos chorizos que se
apropian del dinero destinado a los parados? ¿O que supuestamente recaudan fondos
para una fundación de niños discapacitados, pero en realidad se lo están metiendo
todo en el bolsillo? O sea: ¿qué pétreo, desolador, incomprensible desierto tendrá en
la cabeza un Urdangarin? Por no hablar de la señora de Urdangarin (que espero que la
imputen). Y, sin ir más lejos: ¿qué pervertida mente tendrán todos esos individuos que
han regalado animalitos a sus hijos estos Reyes, y que dentro de dos meses arrojarán a
los cachorros a la calle? Todos esos cerebros me resultan irreconocibles, no los
considero de mi especie, son subhumanos. Me es más fácil entender a un coleóptero
que a estos monstruos banales.

41. Publicado en Muy interesante

CAPTAN POR PRIMERA VEZ LAS IMÁGENES DE UNA TORMENTA GIGANTE EN


SATURNO

La última gran tormenta registrada en la superficie de Saturno se produjo a finales de


2010, y nos regaló espectaculares imágenes de un planeta dividido por una columna
de nubes del tamaño de Europa. La Agencia Espacial Europea (ESA) publica ahora una
serie de fotografías tomadas por la sonda Cassini en dicha ocasión que muestran por
primera vez el progreso de una tormenta saturnal. Estos inusuales fenómenos
meteorológicos acontecen una vez cada 30 años terrestres, es decir, una vez durante
cada órbita de Saturno alrededor del Sol.

Esta imagen concreta muestra el aspecto de la tormenta el día 6 de marzo de 2011, y


en ella se distingue la cabeza de la tormenta (a la izquierda) y un vórtice giratorio en
formación (en el centro). Los colores de la imagen han sido alterados para reflejar las
distintas cotas de altitud de las nubes tormentosas, donde el color blanco indica las
zonas más altas. Ante la vista humana, sin embargo, la tormenta se apreciaría como un
área brillante sobre un fondo amarillo. La sonda monitorizó también la temperatura de
la tempestad, detectando un rápido incremento cuando se empezó a liberar energía
en la atmósfera.

La pasada tormenta fue una de las más grandes y largas jamás registradas en nuestro
Sistema Solar, ya que se prolongó durante 200 días y abarcó una extensión de 15.000
kilómetros a lo ancho. El evento sorprendió también a los científicos al producirse
durante la primavera del hemisferio norte y no durante el verano, temporada en la
que suelen ser más frecuentes las tempestades. Como ocurre con la Tierra, el eje de
Saturno está levemente inclinado, de modo que también tienen un ciclo estacional,
sólo que mucho más largo.

El proyecto Cassini-Huygens en el que colaboran NASA, ESA y ASI, estudia la


meteorología de Saturno con el objetivo de esclarecer de los mecanismos físicos que
subyacen la formación de estas violentas tormentas, que ayudará a entender a su vez
la formación de las tormentas ecuatoriales y tropicales terrestres.

42. Publicado en la sección de Opinión de El País Un cine sin ministro

El título de la película triunfadora en la entrega de los Goya (Vivir es fácil con los ojos
cerrados) puede aplicarse por completo para describir la actitud política del ministro
José Ignacio Wert. Decidió no acudir a la gran ceremonia del cine español para evitar
los más que probables abucheos y acusaciones de hundir el cine, pero ha conseguido
suscitar una oleada universal de críticas públicas. Con el gesto de la ausencia, Wert ha
retratado su torpeza (las excusas ofrecidas para justificar su ausencia son increíbles e
inaceptables) y un escaso temple, puesto que su obligación es acudir a una ceremonia
en honor del cine español que el Estado patrocina y financia, al menos en gran parte.
Parece (parecía) inconcebible una conmemoración del cine español sin el ministro del
ramo, de la misma manera que es inconcebible un salón del automóvil sin el ministro
de Industria o Fitur sin el de Turismo. Los ministros tienen ventanillas que atender; si
no lo hacen, incumplen sus obligaciones elementales.

Pero los desplantes no terminaron ahí. Para justificar al ministro Wert han terciado la
expresidenta de Madrid Esperanza Aguirre, y el diputado Vicente Martínez Pujalte; y la
verdad es que los tercios han empeorado la labor del maestro. No está en el sueldo,
dicen, acudir a lugares donde te insultan o abuchean. Pues sí, en el sueldo de los
administradores va incluida la sanción de los administrados, salvo que la señora
Aguirre y el señor Martínez Pujalte defiendan que ante un gestor solo caben la coba y
el aplauso. Es muy de elogiar la fina ironía de la expresidenta madrileña cuando dice
que el acento de Educación ha de ponerse “en esos profesionales que son mucho más
oscuros que los actores, como los científicos o los grandes físicos”. ¿Lo dirá por el gran
despliegue inversor del Gobierno en investigación?

La espantada de Wert y los argumentos de Aguirre y Pujalte ratifican la tentación


gubernamental de instalarse en una burbuja de irresponsabilidad. No quieren dar
cuentas de sus actos ni escuchar a los que pagan las consecuencias de sus decisiones.
Cuando Pujalte asegura que los actores son “políticamente un desastre”, en realidad
describe la nota que merece en este caso el Gobierno que él apoya.

43. Ébola, Leila Guerrero, 4 de noviembre, El País

La semana pasada tomé un taxi y el conductor me dijo que se sentía enfermo: fiebre,
tos. Le pregunté si no le convenía quedarse en su casa y respondió: “Para estar
enfermo hay que tener plata”. Cuando se anunció que una española era la primera
persona infectada de ébola fuera de África, recordé que el 1 de agosto los diarios
habían publicado esta noticia, que guardé: “El creciente temor a que el brote de ébola
en África, que ya dejó 729 muertos, se propague a otros continentes llevó ayer a la
Organización Mundial de la Salud a lanzar de urgencia un plan de 100 millones de
dólares para combatir el virus”. Otra vez: “El creciente temor de que se propague a
otros continentes”. A ver si nos entendemos: no fueron los 729 muertos que, hasta ese
momento y en Guinea, Liberia y Sierra Leona había producido el virus; ni los 1.323
casos que se habían registrado desde 2013 (ahora son más de 4.800 muertos, más de
10.000 casos). Fue “el creciente temor de que se propague a otros continentes”. Mme
gustaría saber en qué pensó el Señor OMS cuando pensó “otros continentes”. Me
gustaría saber si 729 muertos en Guinea, Liberia y Sierra Leona son más soportables
que 729 muertos en —ejemplo— Alemania, España, Estados Unidos. Porque si los 729
hubieran estado muriendo desde hace meses en —ejemplo— esos países, quizás el
Señor OMS se hubiera apurado un poquito. En verdad, los africanos deberían estar
agradecidos de que el virus sea tan letal y contagioso: si el ébola no estuviera
mordiendo ahora las gargantas más poderosas de Occidente, ellos seguirían muriendo
—como siguen, de tantas otras cosas— solos, olvidados, hemorrágicos. Las pruebas
sobran: todos saben quién es Teresa Romero. Intenten, ahora, recordar el nombre de
un infectado africano. De uno solo.

44. Editorial. El país.

La muerte de un profesor a manos de un alumno de 13 años —que también hirió a dos


profesoras y dos alumnos— en el instituto Joan Fuster del barrio de La Sagrera, en
Barcelona, es un trágico suceso que debe ser analizado con mucho cuidado cuando se
confirmen todos los detalles, especialmente los relativos al estado mental del agresor.
Las primeras valoraciones indican que el chico podía estar bajo un brote psicótico,
caracterizado por una disociación del pensamiento lógico y una incapacidad para
discernir la realidad. Se trata, como todos los sucesos similares, de algo excepcional,
pero eso no debe impedir el análisis, ni tampoco facilitar conclusiones simples o
apresuradas.
Pese a que lo ocurrido recuerda a sucesos que con alguna regularidad ocurren en EE
UU, sería inadecuado concluir que estamos ante un problema consolidado de
seguridad en los centros escolares. El hecho de que el alumno acuda a su centro con
una ballesta, un puñal, un pico y elementos para hacer un cóctel molotov apuntan a un
factor de imitación, pero dentro de una situación mental anómala.
Lo importante en este caso es que las autoridades docentes analicen si ha habido
muestras de alerta que no han sido atendidas. Los servicios psicopedagógicos deberían
poder detectar señales tempranas de este tipo de trastornos: en los casos de brote
psicótico suele darse un proceso de creación de una realidad delirante que puede dar
síntomas en forma de comportamientos anómalos. Hay que analizar en este sentido si
las actuales dotaciones son suficientes para una labor preventiva; en los últimos años
se han reducido medios para estos servicios que afectan a la red pública de salud
mental infantil y juvenil.
Por otra parte, el suceso se produce después de episodios de violencia relativamente
numerosos contra profesores, que han llevado a los colectivos docentes a pedir
medidas legales de mayor protección. De confirmarse un trastorno mental, lo ocurrido
en La Sagrera quedaría relativamente fuera de esta problemática, pero en todo caso
contribuirá lógicamente a acentuar la sensación de inseguridad.
La administración educativa debe tener en cuenta estas demandas y analizar posibles
medidas adicionales, como la figura de la orden de alejamiento para padres que hayan
agredido o amenazado a profesores y otras normas, sin caer en reacciones ligeras al
calor de sucesos tan trágicos como el de ayer.

45. Piropos, Rosa Montero, El País

No tengo ninguna estadística a mano, pero me da la impresión de que la repugnante


costumbre del piropo está resucitando en España. No es nada infrecuente toparse con
la escena callejera de una chavalilla vestida como a ella le de la gana siendo acosada
por un par de desgraciados con tripa bien crecida que le dicen cualquier sarta de
barbaridades.
Hay que decir sobre el piropo que nunca ha sido más noble que ahora. Siempre fue un
desfogar de gentuza que no sabía cómo expresar su incapacidad para montar contra su
voluntad a cualquier hembra que no fuera su madre.
Lo que sí es algo de novedad es que los sujetos activos del piropo son en gran
proporción ahora inmigrantes, sin que los españoles falten.
Una amiga mía que es muy fiera (¡que amiga mía no lo es, dios mío!) se dedica a una
cruzada inútil para explicarles a estos neopracticantes del insulto presuntamente
cortejador que las mujeres en este país han tardado cuarenta años en arrinconar esas
prácticas machistas, y que no es tolerable que quien busca la integración la empiece
por ahí precisamente.
Anda estos días el ministro del interior buscando un discurso alternativo al del
terrorismo para disminuir las vocaciones para la yihad. No estaría mal que, de paso,
abriera un concurso de ideas para que a los emisores de las presuntas cortesías que
humillan a todas las mujeres recibieran una corriente eléctrica de magnitud variable en
sus cataplines.
Liquidada casi del todo la potencia de ETA y sus abogados, la violencia machista causa
más muertos que la terrorista. (No se vea en esto un reto).
Nadie ignora que la violencia verbal suele preceder a la física. Si usted le dice una
barbaridad a una mujer por la calle es usted un violador.

46. Héroes, Juan José Millás, ElPaís, septiembre de 2014.

Hace poco, un hijo de Gallardón se libró del test de alcoholemia refugiándose, tras una
aparatosa huida, en la casa de su padre. Peor fue el caso de Esperanza Aguirre, que se
dio a la fuga derribando una moto de la policía cuando los agentes intentaban
multarla. No paró hasta llegar a su domicilio, pese a los requerimientos de un coche
patrulla desde el que, en paralelo al suyo, le daban órdenes de detenerse. Ya en casa, y
frente a los requerimientos de los municipales, envió a sus escoltas-funcionarios
públicos —a sueldo del contribuyente—, que salvaron también a la expresidenta de la
Comunidad de Madrid de someterse, como es preceptivo, al test de alcoholemia.
Usted y yo habríamos soplado, nos habrían analizado la saliva, habríamos dormido en
el calabozo, y estaríamos ahora pendientes de un juicio por desobediencia a la
autoridad, intento de agresión a la policía y desórdenes públicos, entre otros. Total,
cuatro o cinco años de cárcel. Privilegios de clase, como el de la delincuencia
organizada que, si se empeña, consigue una amnistía fiscal por la que regulariza lo
defraudado a menor costo que si lo hubiera declarado en tiempo y forma.
He aquí, sin embargo, que Carlos Cano, un licenciado en Medicina de 25 años, entró
hace dos días en prisión para cumplir tres años por participar en un piquete
informativo durante cuya actuación no hubo heridos, no hubo destrozos, no hubo
vandalismo ni evasión de capitales ni cohecho ni malversación de caudales públicos.
No hubo nada, en fin, aunque esa nada le va a destrozar la vida. Es un caso, pero los
hay a docenas. Estos jóvenes, perseguidos con saña en un país donde el presidente del
Gobierno envía mensajes de apoyo a un delincuente, son los héroes de un tiempo por
venir.

47. Gravedad, Rosa Montero, El País, 4 noviembre de 2014

Muchas de las cosas que están pasando en España son extremadamente graves, pero
no irresolubles. La corrupción, la fragilidad del Estado, el desmantelamiento del estado
del bienestar, la desconfianza que la Justicia inspira en la ciudadanía, los vicios del
sistema que están a punto de deshauciarnos como país, durarán lo que duren en el
poder sus responsables. No existen fórmulas mágicas, pero la introducción de medidas
correctoras o, con suerte, la reformulación de nuestra democracia, podrá regenerar
poco a poco el aire que respiramos. La semana pasada asistimos, sin embargo, a un
hecho de gravedad superior y distinta, un problema que no tiene solución. Los 23
inmigrantes que estuvieron cinco horas abandonados en una playa canaria como una
atracción de feria para bañistas curiosos, sin que nadie se atreviera a atenderlos por
miedo a contagiarse de Ébola, ha sacado a la luz lo peor que llevamos dentro. Cataluña
se independizará o no, la Infanta se sentará o no en el banquillo, Podemos ganará o no
las elecciones, y todos seguiremos siendo blancos, occidentales, europeos, ricos
incluso en nuestra pobreza. La imagen de 23 pantalones secándose al sol, 23 seres
humanos en un camión de la basura, confirma la más repugnante de las sospechas. El
Ébola es una enfermedad de negros, una lacra africana, una amenaza viva de esa mitad
del mundo a la que hemos condenado alegremente a la miseria, al hambre y a la
muerte. Por eso da igual que los especialistas adviertan que su contagio es difícil, que
la gripe común matará a muchos más españoles este año, que donde hacen falta
recursos es en África y no aquí. Se diría que las enfermedades de blancos hacen menos
daño, que provocan muertes más limpias. Muchas de las cosas que están pasando en
España dan vergüenza. A mí, ninguna me había dado tanta como ésta
48. Pérez Reverte, “Patente de Corso”. Esas jóvenes hijas de puta

Supongo que a muchos se les habrá olvidado ya, si es que se enteraron. Por eso voy a
hacer de aguafiestas, y recordarlo. Entre otras cosas, y más a menudo que muchas, el
ser humano es cruel y es cobarde. Pero, por razones de conveniencia, tiene memoria
flaca y sólo se acuerda de su propia crueldad y su cobardía cuando le interesa. Quizá
debido a eso, la palabra remordimiento es de las menos complacientes que el hombre
conoce, cuando la conoce. De las menos compatibles con su egoísmo y su bajeza
moral. Por eso es la que menos consulta en el diccionario. La que menos utiliza. La que
menos pronuncia.

Hace dos años, Carla Díaz Magnien, una adolescente desesperada, acosada de manera
infame por dos compañeras de clase, se suicidó tirándose por un acantilado en Gijón. Y
hace ahora unas semanas, un juez condenó a las dos acosadoras a la estúpida pena -no
por estupidez del juez, que ahí no me meto, sino de las leyes vigentes en este
disparatado país- de cuatro meses de trabajos socioeducativos. Ésas son todas las
plumas que ambas pájaras dejan en este episodio. Detrás, una chica muerta, una
familia destrozada, una madre enloquecida por el dolor y la injusticia, y unos vecinos,
colegio y sociedad que, como de costumbre, tras las condolencias de oficio, dejan atrás
el asunto y siguen tranquilos su vida.

Pero hagan el favor. Vuelvan ustedes atrás y piensen. Imaginen. Una chiquilla de
catorce años, antipática para algunas compañeras, a la que insultaban a diario
utilizando su estrabismo -«Carla, topacio, un ojo para acá y otro para el espacio»-, a la
que alguna vez obligaron a refugiarse en los baños para escapar de agresiones, a la que
llamaban bollera, a la que amenazaban con esa falta de piedad que ciertos hijos e hijas
de la grandísima puta, a la espera de madurar en esplendorosos adultos, desarrollan ya
desde bien jovencitos. Desde niños. Que se lo pregunten, si no, a los miles de
homosexuales que todavía, pese al buen rollo que todos tenemos ahora, o decimos
tener, aún sufren desprecio y acoso en el colegio. O a los gorditos, a los torpes, a los
tímidos, a los cuatro ojos que no tienen los medios o la entereza de hacerse respetar a
hostia limpia. Y a eso, claro, a la crueldad de las que oficiaron de verdugos, añadamos
la actitud miserable del resto: la cobardía, el lavarse las manos. La indiferencia de los
compañeros de clase, testigos del acoso pero dejando -anuncio de los muy miserables
ciudadanos que serán en el futuro- que las cosas siguieran su curso. El silencio de los
borregos, o las borregas, que nunca consideran la tragedia asunto suyo, a menos que
les toque a ellos. Y el colegio, claro. Esos dignos profesores, resultado directo de la
sociedad disparatada en la que vivimos, cuya escarmentada vocación consiste en pasar
inadvertidos, no meterse en problemas con los padres y cobrar a fin de mes. Los que
vieron lo que ocurría y miraron a otro lado, argumentando lo de siempre: «Son cosas
de crías». Líos de niñas. Y mientras, Carla, pidiendo a su hermana mayor que la
acompañara a la puerta del colegio. La pobre. Para protegerla.

Faltaba, claro, el Gólgota de las redes sociales. El territorio donde toda vileza, toda
ruindad, tiene su asiento impune. Allí, la crucifixión de Carla fue completa. Insultos,
calumnias, coro de divertidos tuiteros que, como tiburones, acudieron al olor de la
sangre. Más bromas, más mofas. Más ojos bizcos, más bollera. Y los que sabían, y los
que no saben, que son la mayor parte, pero se lo pasan de cine con la masacre, riendo
a costa del asunto. La habitual risa de las ratas. Hasta que, incapaz de soportarlo, con
el mundo encima, tal como puede caerte cuando tienes catorce años, Carla no pudo
más, caminó hasta el borde de un acantilado y se arrojó por él.

Ignoro cómo fue la reacción posterior en su colegio. Imagino, como siempre, a las
compis de clase abrazadas entre lágrimas como en las series de televisión, cosa que les
encanta, haciéndose fotos con los móviles mientras pondrían mensajitos en plan Carla
no te olvidamos, y muñequitos de peluche, y velas encendidas y flores, y todas esas
gilipolleces con las que despedimos, barato, a los infelices a quienes suelen despachar
nuestra cobardía, envidia, incompetencia, crueldad, desidia o estupidez. Pero, en fin.
Ya que hay sentencia de por medio, espero que, con ella en la mano, la madre de Carla
le saque ahora, por vía judicial, los tuétanos a ese colegio miserable que fue cómplice
pasivo de la canallada cometida con su hija. Porque al final, ni escozores ni
arrepentimientos ni gaitas en vinagre. En este mundo de mierda, lo único que de
verdad duele, de verdad castiga, de verdad remuerde, es que te saquen la pasta.

49. Pérez Reverte, “Patente de Corso”. Deconstruyendo pinchos de tortilla


De vez en cuando uno se pasa de listo y cree haberlo visto todo, pero lo cierto es que
en España siempre nos queda algo por ver. Dicho de modo más prosaico, y
suavizándolo con un toque marinero, éramos pocos tontos a bordo y parió la abuela
del contramaestre. O del capitán. Porque ahora se trata del brunch. Tal cual. Estoy
viendo la tele, y me froto los ojos. Minuto y medio de telediario, planos cortos de los
platos, cinco cocineros de ilustre categoría mediática explicándonos el invento. Que en
esencia es como sigue: en los últimos tiempos, desayunar normal es una horterada y
comer a mediodía resulta muy poco trendy. Algo al alcance de cualquier tiñalpa. Así
que lo que se ha puesto de moda, según el texto que sazona el asunto, lo que se lleva,
lo que lo sitúa a uno y a una automáticamente en la lista Forbes de la gente puesta al
día en materia de buen rollo, es el tal brunch. Que no es desayuno, ni es comida, sino
algo situado a medias, aunque con un toque de distinción y diseño. Como el bocata de
media mañana de toda la vida, pero en bonito y elegante. En plan megasuperpijo,
oyes.

Tenían ustedes que haberlo visto. Aunque supongo que muchos lo vieron: aquellos
cinco paladines del fogón nacional con luz y taquígrafos, con estrellas Michelin hasta
en el cielo de la boca, contándonos cómo conseguir que la pausa bocatera de media
mañana se convierta en un acto cultural equiparable a visitar el museo del Prado o leer
unas páginas de El Quijote. Todo consiste, naturalmente, en no caer en la vulgaridad
de llenar la tripa con productos indignos de figurar, por lo menos, en las páginas de
tendencias chipiripitifláuticas de Architectural Digest. El asunto consiste en hacer,
entre once y doce de la mañana, o por ahí, una colación más substanciosa que el
desayuno y menos potente que la comida, pero no en plan aquí te pillo y aquí te mato,
o sea, cerveza, pincho de tortilla y qué te debo, Pepe, sino con toda la parafernalia
gastronómica de rigor, en locales ad hoc, a ser posible ambientados por decoradores
exclusivos y exquisitos.

Por supuesto, nada de croquetas de cocido de las Piletas, ni bacalao rebozado del bar
Revuelta, ni pepito de ternera de casa Manolo. Eso son groserías impropias de este
tiempo y este país. Ordinarieces, todas, que el doctor Pedro Recio de Tirteafuera
apartaría, desdeñoso, de la mesa de cualquier Sancho de barbas mal rapadas. La
palabra clave del invento, del brunch recomendado, es deconstrucción. Todo debe
estar debida y gastronómicamente deconstruido. Con reducción de algo, además. Por
ejemplo, deconstrucción de migas de bacalao a la vizcaína con reducción de salsa de
jenjibre chino. O uno de los platos fuertes que el otro día sugería en la tele uno de los
artistas, y que consistía, creo recordar, en media vieira cocida al vapor de eneldo sobre
un lecho de algas caramelizadas. Y cosas así. Todo ello, mucho ojo, mezclando sabores;
porque quien no mezcla sabores, dulce y salado, fresa con fabada asturiana -
deconstruida, por supuesto-, queso de cabra con delicias milanesas de callo madrileño,
cebiche peruano con mermelada de cebolla poché, no sabe lo que se pierde. La textura
de sabores que se va a tomar por saco. Y servido, claro, en platos inmensos de los que
sólo se usa un rinconcete, a fin de adornar el resto con bonitos motivos decorativos a
base de chorritos artísticos de salsa, de crema, de caramelo, de soja, de salsa de
butifarra a la miel y otras deliciosas mariconadas. Todo eso, a las once de la mañana.

Y así, entérense, es como podemos cumplir el doble objetivo de estar a la moda más
de ahora mismo y llenar la tripa a media jornada matutina. Con un par de huevos. Salir,
o sea, de casposos de una vez. Porque ya está bien de esa imagen agropecuaria que
damos a la hora de la caña, el pincho y el bocata, con esos bares llenos de pavos y
tordas vulgares que pinchan boquerones en palillos o mascan magro con tomate.
España seguirá siendo el tren que nunca cogemos mientras un albañil, una barrendera,
una cajera de súper o un pastor de ovejas, por ejemplo, sigan prefiriendo un bocadillo
de longaniza frita a sentarse tranquilos en una mesa elegante, a las once de la mañana,
y degustar sin prisas, muy atentos a la textura de sabores, un brunch a base de rollito
thailandés con sushi de berenjena deconstruida al perejil salvaje. Sin olvidar luego, de
vuelta a la obra, al taller o al tractor, pasarse por el pijocafé más próximo, hacer cola
para servirse uno mismo, y luego volver al tajo con la bebida caliente en la mano,
sintiéndote como en el dominical de El País mientras das sorbitos al envase de plástico
donde la cajera ha escrito Manolo.

50. Necrológica, Luis García Montero, El País.


Más que hablar de su muerte, me gustaría recordar la última copa que nos
tomamos. Fue hace tres días, en su casa de Piedra Oscura, y estuvimos toda la tarde
oyendo pasar aviones y hablando de la vida, porque la muerte es siempre un buen
motivo para hablar de la vida. Fui incapaz de decirle que lo veía bien, como fui incapaz
durante muchos años de pedirle que dejara de fumar. A Ernesto Saavedra no le
gustaban ni las mentiras ni las conversaciones inútiles, y los dos sabíamos que la
lucidez seguiría ardiendo en sus ojos hasta que yo cerrase la puerta. Ernesto se
dedicaba a escribir sobre Hegel o sobre tangos y a dar clases de filosofía en la
Universidad de Buenos Aires cuando los militares argentinos decidieron poner punto
final a sus noches en los garitos de San Telmo. Los libros de su biblioteca, una de las
mejores de Argentina, tardaron poco en ser saldados en las librerías de la calle
Corrientes, en donde compré dos, mucho tiempo después, para regalárselos en su
última cena de cumpleaños. Nadie sabe cómo consiguió salir de su país, nadie sabe
cuándo, en qué rincones secretos de sus días y sus noches de Granada, escribió Las
ventanas enfermas, sin duda el acontecimiento narrativo y ético más importante de la
literatura argentina reciente. Una novela de Ernesto sobre la dictadura no podía
limitarse a denunciar la violencia de los militares, porque él pudo salvarse de la
desaparición, pero no superó nunca las ventanas enfermas que apagaban la luz para
no ver, los vecinos que miraban hacia otro lado cuando sonaban las puertas en la
noche. Tuvo mucho éxito, pero jamás volvió a sentirse cómodo en su país, y se quedó
en España, en Piedra Oscura, una pequeña playa de la bahía de Cádiz, cerca de la base
militar de Rota. La otra tarde, cuando nos despedíamos, el ruido de un avión
norteamericano cruzó por medio de la casa, y Ernesto me dijo: "Aquí sigo, oyendo
portazos".

No se crean esta historia, porque es mentira. Conviene dudar de lo que nos


cuentan. Ernesto Saavedra nunca existió y cerca de Rota no hay ninguna playa que se
llame Piedra Oscura. Yo sólo pretendía escribir sobre los informativos de TVE, más
falsos incluso que una necrológica.

51. El derecho de los niños al ocio... y a crecer sin carencia, MILAGROS


PÉREZ OLIVA, Opinión, El País, 21-11-2015.
Un estudio muestra que los niños juegan menos y ya no sueñan con ser
astronautas, sino ricos y famosos

Coincidiendo con el Día Internacional de los Derechos de la Infancia se han


conocido diversos trabajos que muestran los cambios, no siempre para bien, que
afectan a la vida de los niños. Uno de ellos, realizado por el Instituto Tecnológico
de Producto Infantil y Ocio, compara con qué sueñan y juegan los niños de hoy en
relación con los de 1990. Y lo que ha encontrado es que los niños tienen ahora
menos ocio y están más sobrecargados por deberes y actividades extraescolares
que los de hace 25 años. No es el primer estudio que alerta sobre el estrés infantil
y la falta de tiempo para jugar, lo que tiene importantes consecuencias en su
formación. El juego es un elemento indispensable para una infancia feliz y un
importante instrumento de socialización.

Los niños de hoy no solo dedican menos tiempo a jugar sino que, cuando juegan, la
mayoría no lo hace con otros niños en el parque, en la calle o en la plaza, sino en
casa y muchas veces solos. Y ya no juegan tanto con juguetes, sino con
instrumentos electrónicos en los que predomina el juego individual con la
máquina. Es cierto que estos juegos potencian las habilidades motoras y la rapidez
mental, pero no deja de ser un modo de jugar solitario que apenas contribuye a la
maduración de la personalidad. Cuando un niño juega con otros niños entra en
contacto con la realidad y tiene que enfrentarse a situaciones a veces difíciles,
como una disputa o un conflicto con otro niño, a veces gratificantes, como hacer
un nuevo amigo. Todo ello le obliga a interactuar con los demás y le ofrece la
posibilidad de experimentar situaciones que son un excelente aprendizaje.

Un niño que juega solo en casa a lo sumo que puede aspirar es a chatear con los
amigos de la Red. No es poco. Pero no es suficiente. Este tipo de relaciones a
distancia pueden hacer vibrar y sufrir tanto como las presenciales, pero también
permiten escapar de las situaciones no deseadas con un simple clic y desarrollar
conductas de evitación que no ayudan a madurar. Quizá por esta falta de
relaciones reales y tangibles, los niños de ahora tienden a tener más fantasías. Y
entre esas fantasías está la de qué querrán ser de mayor, algo en lo que también se
observan cambios. Si hace 25 años querían ser maestros o astronautas, ahora
quieren ser ricos y famosos. Sus modelos son los deportistas de élite, cantantes y
famosos que aparecen en la tele como grandes triunfadores. Son sueños
destinados a chocar con la realidad, porque no puede haber tantos Messi ni tantos
Ronaldo como niños sueñan con serlo.

Naciones Unidas nos recuerda que los niños tienen derecho a una infancia
gratificante y saludable. Eso incluye poder jugar y divertirse, pero también unas
condiciones de vida que cubran las necesidades básicas, algo que no está
garantizado en el caso de los 840.000 niños españoles que viven bajo el umbral de
la pobreza. Un estudio de la Fundación La Caixa estima que con una inversión de
1.000 euros anuales en su familia y ayudas sociales se podría sacar de la pobreza
severa a 400.000 niños. No parece una cifra inasumible.

52. El Partido, Rosa Montero, El País (13/12/11)

EL PAÍS del domingo sacó una estupenda y algo apocalíptica crónica de la cumbre
del clima de Sudáfrica. Se titulaba Durban se da a la fuga, porque, como no se
ponían de acuerdo en nada, la cumbre se alargó día y medio más; pero hete aquí
que buena parte de los delegados agarraron las maletas y se marcharon, de modo
que el resto de las negociaciones, críticas y urgentes para nuestro planeta, se
hicieron a contrarreloj y en una sala medio vacía. Total, que al final salió un
acuerdo de mínimos, un aguachirle.

Y me pregunto yo si algunos de esos delegados que se dieron a la fuga el sábado no


lo harían para irse a ver el encuentro del Madrid-Barça de ese mismo día. Porque al
parecer ese partido, que por otro lado no era nada especial, y que me perdonen los
forofos, quiero decir que ni siquiera era un campeonato, fue visto por 500 millones
de personas en todo el planeta. O sea: más del 7% de la población mundial se
amorró a una pantalla para mirar durante un buen rato como 22 tipos en calzones
cortos se ponían a dar pataditas a una bola. Ahora bien, quiten a los ancianos muy
ancianos, quiten a los niños muy niños, quiten a los que están en guerra y a los que
malviven en campamentos de refugiados y a los que no tienen ni televisor ni
electricidad; quiten todo lo quitable, en fin, y verán que ese 7% de la población es
una barbaridad. Y tiene narices pensar que resulta tan fácil, tan fácil, movilizar
alrededor del globo a ese gentío brutal y ponerlos a todos a ver como papanatas la
misma cosa, pero tan difícil, tan difícil, poder convocar y reunir a mucha menos
gente en torno a los temas de verdad cruciales en nuestra vida. Como la espantosa
hambruna del Cuerno de África o como esas descafeinadas cumbres del clima en
las que nos estamos jugando literalmente el futuro. Sí, seguro que más de uno de
los negociadores prófugos de Durban vio el partido.

53. La Linfadenitis Caseosa (LC) es una enfermedad infecciosa crónica que


afecta a pequeños rumiantes, el agente causal es Corynebacterium
pseudotuberculosis y en ovejas (Ovis aries) cursa con agrandamiento visible y/o
palpable en ganglios linfáticos superficiales, pudiendo estar acompañada con
secreción purulenta caseosa e inclusive, con manifestaciones semejantes en
órganos linfoides profundos [2, 10], comprometiendo así la productividad de
los rebaños por la depreciación de carnes, disminución de la ganancia de peso,
producción de leche y lana, emaciación progresiva del animal hasta la muerte
y/o retiro prematuro dentro de los rebaños [16, 72]. En Venezuela se ha
reportado en caprinos (Capra hircus) [12, 19, 20, 23, 26,48] y ovinos [67]. Si
bien en el estado Falcón la ganadería caprina está ampliamente difundida,
también es común la cría simultánea de otras especies domésticas,
particularmente de ovinos, por lo que esta actividad productiva cobra interés
por desarrollarse en los sectores rurales y a cargo especialmente de los estratos
socioeconómicos bajos [50], donde muchas veces la producción sirve para
comercialización y autoabastecimiento. Finalmente, dada la idiosincrásica
manera de cómo se manejan los rebaños, la LC en las granjas venezolanas
constituye un riesgo de salud pública, en virtud del potencial zoonótico de C.
pseudotuberculosis [11,24,58].

VV.AA.: “Linfadenitis caseosa en rebaños ovinos de la península de Paraguaná”,


Revista Científica, vol. XXVI, núm. 1, enero-febrero, 2016

54. En pantalla o en papel


Un amigo, maestro de escuela, me ha comentado […] que cuando está
impartiendo sus lecciones en el aula siente una irracional irritación y
desconfianza al ver a sus alumnos tecleando en sus ordenadores portátiles, cual
secretarias aplicadas, en vez de tomar apuntes en un cuaderno tal y como se
había hecho toda la vida. […] Ahora tenemos pruebas empíricas de que es más
efectivo tomar los apuntes a mano que teclearlos en el ordenador que en
muchas escuelas se da a cada alumno como quien les entrega la llave de la
modernidad y el futuro. Pues lo malo no es solo que, como está
archidemostrado, el recurso al ordenador sea proclive a distracciones de todo
tipo (juegos, Internet, consultas a diccionarios…) que dificultan la atención
sostenida y prolongada. Es que además el hecho mecánico de teclear en vez de
garrapatear con el boli resulta tan fácil que, por una parte, el estudiante lo
apunta todo sin seleccionar ni jerarquizar el interés de la información que
transcribe; y, por otra parte, lo hace sin activar los mecanismos mentales de
atención y retentiva. Esta es la conclusión de los experimentos que han llevado
a cabo los investigadores Pam Mueller (Princeton) y Daniel Oppenheimer
(Universidad de California-Los Ángeles), recién publicada en la revista
Psychological Science. “A pesar de su creciente popularidad, los ordenadores
personales en el aula pueden estar causando más daño que beneficios”,
afirman. Ya imagino la cara de “ya sabía yo”, el rictus de amarga victoria, que se
le va a poner a mi amigo el maestro cuando lea esta columna. (Ignacio Vidal-
Folch, El País, 20 de mayo de 2014)

55. LA TELEVISIÓN

Me permitiré, también, una reflexión previa. La palabra televisión se nos ha


hecho ya tan usual como el instrumento, el artilugio, en el que tiene lugar ese
‘ver lejos’. Porque esto parece ser que significa la palabra: ver algo que no está
en el espacio en el que tiene lugar nuestro acto de ver, nuestra visión. ‘Tele’ es
un término griego, utilizado en otros neologismos, y quiere decir ‘lejos’,
‘alejado’, ‘distante’. Sin embargo, los elementos que componen la palabra
‘televisión’ ocultan una cierta ambigüedad. Lo que vemos por ese aparato que
nos permite ver lo que ‘no estamos viendo’, o lo que vemos sin nuestro ‘estar’
coincida con el estar de aquello cuya representación nos aparece, no es un ver
lejano. Lo que vemos está aquí, en el espacio en el que están nuestros ojos. La
pantalla, que nos facilita la visión, se encuentra en el espacio donde está
nuestro cuerpo. La lejanía significará, entonces, que aunque lo que vemos se
hace presente en el mismo espacio en el que se hayan nuestros ojos,
suponemos que su realidad, lo que no es mera imagen, su producción, está en
otro sitio. Lo lejano no es, por consiguiente, un punto en el espacio ante el que
nos situamos y que apenas distinguimos. Lo lejano es el reconocimiento de que
eso que vemos no tiene su estar en el mismo lugar en el que lo estamos viendo.

Imágenes y palabras (fragmento) de Emilio Lledó

56. Cristina López Schlichting, "Pocholo es virtual", ABC, 9 de enero de 2004

Hace tiempo que vengo observando con preocupación que la gente se cree la tele.
Que cree que lo estrambótico, arbitrario, excepcional y llamativo, que son norma
en la televisión, constituyen la realidad. Las audiencias se disparan cuando
aparecen la mujer barbuda o el perro de tres cabezas. El fenómeno no es nuevo.
Siempre han existido las coplas de ciego, los cómicos de la legua y los circos
ambulantes que hacían posible lo imposible y por unas horas llenaban la vida de
exageración, de disparate. La diferencia es que antaño a nadie se le ocurría
ordenar su vida cotidiana según esos parámetros. La gente se educaba en familias
estables, bajo tradiciones seculares y con certezas sólidas. A nadie se le ocurría
romper su matrimonio a la vista de una cara o unas piernas bonitas, abandonar a
sus hijos para ver mundo o mentir o darse a la maledicencia para hacerse rico y
famoso. A nadie, menos a los trasnochados y los delincuentes. En la medida sin
embargo en que hemos pasado de ser un pueblo con tradiciones, relaciones y
habilidades heredadas a ser una masa de telespectadores aislados entre sí, nos
hemos hecho vulnerables. Hemos sustituido el paseo, la partida con los amigos o
los juegos en familia por las películas y magazines favoritos. Está demostrado que
hasta carecemos de tiempo para el afecto conyugal por culpa de nuestra entrega a
la caja mágica. Ella acorta las horas de sueño, impide las conversaciones, dificulta la
lectura y hasta sustituye la misa dominical. El hombre y la mujer actuales están
solos. Ante las dificultades no acuden al amigo, al sacerdote, a sus padres, sino que
siguen directamente el ejemplo catódico. Los pocholos, los cotos, las maricielos se
han convertido en los arquetipos. Los que cocinamos los medios sabemos que
estos personajes son monstruos atípicos, creados para divertir a las masas, pero los
telespectadores creen en ellos cada vez más. Así, el adolescente que experimenta
una gran atracción por su amigo cae en la trampa de creerse homosexual. El
depresivo empieza a acariciar la idea de la eutanasia. La gente se casa, se junta, se
divorcia y se desjunta a velocidad de vértigo dejando hijos e hijas por el camino,
heridas abiertas para siempre. Y en general se piensa que hacerse rico y/o famoso
es realmente el objetivo de la vida. El resultado es una infelicidad cada vez más
extendida porque los problemas reales, en lugar de afrontarse, se evitan. Porque la
enfermedad, la duda, la pena que forman parte inevitable e importante de la
existencia se censuran y destierran. Conviene recordar que la tele no es real. Que
se inventa diariamente para entretener. Que la vida se desarrolla fuera de su
estrecho armazón y que los mecanismos que regulan el ritmo apasionante de la
existencia nada tienen que ver con las tonterías catódicas.

57. EL APARATO DIGESTIVO

El aparato digestivo se compone de dos partes: 1º el tubo digestivo, en el cual las


materias alimenticias sufren transformaciones que las hacen asimilables; 2º,
glándulas cuyos productos de secreción contribuyen a la digestión de las
substancias alimenticias.

El tubo digestivo es un conducto continuo, abierto en sus dos extremidades y


situado en toda su extensión delante de la columna vertebral; comienza en el
orificio bucal y termina en el ano. Su longitud en el hombre adulto es de nueve a
diez metros. A causa de las diferencias de forma, de calibre y de estructura que
presenta, se ha dividido el tubo digestivo en varios segmentos, que son: la boca,
faringe, el esófago, el estómago, el intestino delgado y el intestino grueso. La boca,
la faringe y el esófago están por encima del diafragma.
El estómago, el intestino delgado y el intestino grueso están situados por debajo
del diafragma, en la cavidad abdómino-pelviana, donde están en relación con una
membrana serosa, el peritoneo. Las glándulas anejas al tubo digestivo son las
glándulas salivales, el páncreas y el hígado. Las glándulas salivales, situadas en la
vecindad de la cavidad bucal, vierten su producto de secreción en esta cavidad
abdominal. Sus conductores excretores desembocan en un segmento del intestino
delgado llamado duodeno.

H. Rouvière, Anatomía
humana.

58. La lanza, Manuel Vicent, El País

¿Qué es hoy un adolescente sin teléfono móvil? Nadie. Actualmente los ritos de
pubertad se establecen con una variedad de cicatrices, púas de gomina en el
pelo, tatuajes, piercings, con los que escarifican su cuerpo los adolescentes
camino de la discoteca o del botellón de fin de semana donde les espera el
primer alcohol, el primer sexo y tal vez la última droga de diseño. Los héroes de
hoy, como los antiguos, también van armados con una lanza para matar al
dragón que tiene cautiva a una bella princesa. En este caso la lanza es el
teléfono móvil, que concede al adolescente un gran poder. El whatsapp
transforma al cobarde en valiente, al tímido en audaz, al tonto en listo, al tipo
duro en un castigador ilimitado, solo que en estos ritos de iniciación también
las princesas cautivas usan la misma arma y ya no necesitan ayuda de ningún
héroe para escapar del dragón. Tanto ellos como ellas saben que sin el móvil no
son nada. No creo que exista ningún adolescente que al darse cuenta en medio
de la noche que ha olvidado el móvil no se sienta un guerrero desnudo,
desarmado y trate de recuperar a toda costa su lanza. La esencia de esta nueva
arma es la inmediatez. En los whatsapps la rapidez en responder a las llamadas
es más determinante que el contenido de los propios mensajes. Si no contestas
de forma instantánea puedes quedar fuera de combate, puesto que los
mensajes de la amiga, del amante, del novio, del descocido se acumulan, se
superponen y serás inmediatamente suplantado. Tener el móvil apagado
engendra una suspicacia morbosa en la pareja, que puede desembocar en una
tormenta de celos si no estás permanentemente conectado. Antes los
enamorados se eternizaban en la despedida por el viejo teléfono. Cuelga tú; no,
cuelga tú; anda, cuelga tú. En cambio, hoy los móviles se diseñan para poder
expresar una idiotez cada día un segundo más rápido. La neurosis de los
mensajes superpuestos, inmediatos ha llegado al extremo que muchos
adolescentes y también adultos perciben que les vibra el móvil en el cuerpo
aunque lo hayan dejado en casa. Esta falsa vibración es un síndrome de la
necesidad de esa llamada, de esa respuesta, real o imaginaria, que se espera
con angustia, sin la cual uno se siente solo en el mundo.

59. La historia es importante porque es quien nos lega nuestra lengua,


nuestras tradiciones culturales y sus normas y nuestras instituciones sociales.
Todas ellas cumplen un papel significativo sobre cómo llegamos a construir
nuestro mundo en términos de las diferentes categorías sociales, el primer e
indispensable precursor de todas las formas de prejuicio. De la misma manera,
no se pueden ignorar los procesos políticos porque éstos ayudan a determinar
la legislación de un país en lo que se refiere a los derechos civiles básicos o a su
política de inmigración (por nombrar dos temas). […] Los factores económicos
pueden cumplir un papel importante […] al regir las relaciones entre los grupos
en la sociedad. Cuando un grupo tiene los medios y la voluntad de apropiarse
de la totalidad de los territorios de otro con el propósito de la colonización
británica de grandes partes de África, Asia y Australia, las creencias racistas a
menudo se han desarrollado como justificación […]. De forma alternativa, la
demanda de trabajo en una economía industrializada puede transformar
puntos de vista previamente aceptados sobre las capacidades y los derechos de
algunos grupos virtualmente de la noche a la mañana. […] Aunque no
fácilmente separables de los factores que se acaban de comentar, la estructura
misma de la sociedad, su organización en subgrupos y la disposición social de
esos grupos, pueden jugar su papel en la creación y el mantenimiento del
prejuicio. […] Queda claro, pues, que el prejuicio se puede analizar a diferentes
niveles, y la perspectiva de la psicología social no es sino uno de ellos. […] Sin
embargo, eso no significa proponer una especie de anarquía intelectual. En el
último análisis los diferentes enfoques tendrán que ser “coherentes” unos con
otros. Rupert Brown, Prejuicio. Su psicología social, Madrid, Alianza, 1995, pp.
30-33.

60. Perversión en las redes sociales

Día sí día también, las redes sociales se infestan de imágenes, fotografías, insultos y
alardes abyectos. Individuos que las utilizan para vomitar su mala baba, sus
perversiones. Desde burlarse de los campos nazis de exterminio fotografiándose
con montajes de las víctimas hasta grabar violaciones en grupo para difundirlas.
Primera pregunta, ¿les atrapa la justicia o quedan impunes? Segunda, ¿gran
cantidad de seres humanos son viles o estos se concentran en las redes sociales?
Debería suceder que fueran detenidos, acusados y receptores de las condenas
pertinentes. Sin embargo, se publican sus desmanes y sus delitos, reciben millares
de visitas, se producen comentarios, pero no se sabe de consecuencias penales. ¿El
aparato judicial, el que está obligado a salvaguardar la buena convivencia tanto
como a defender y resarcir a las víctimas, no mira o es que acaba mirando hacia
otro lado? Las aberraciones campan a sus anchas, los miserables hacen del espacio
virtual un estercolero que, si bien repugna a muchas conciencias, capta a otras
muchas de su misma ralea y las convierte en seguidores. Que en el mundo existe
maldad desde su nacimiento es una obviedad, y que esta se ha expresado de
diversas formas a través de los siglos, también. La innovación consiste en que
ahora cuenta con un gran altavoz para darse a conocer. Un escenario que debería
poner en peligro a los que hacen públicas sus iniquidades y conducir a perseguirlos
y acallarlos, pero que sirve mayormente para que puedan jactarse con
desvergüenza de sus bajezas. ¿Alguna autoridad, algún gobierno pondrá freno
tanto a las fechorías como a la impunidad de los autores? Que el desbarajuste, la
sinrazón y la estupidez se están imponiendo en una sociedad cada vez más inculta
es otra constatación. Se trata de una mugre que se extiende como mancha de
aceite y hace dudar de que la civilización avance por buen camino. Descargas de
maldad, de irreflexión, de desasosiego, de insatisfacción. Todo rápido,
multitudinario, insensible. Y permisividad hacia los facinerosos cibernéticos, los
que carecen de moral. Paul Ricoeur en su libro El mal escribió: “La causa principal
del sufrimiento es la violencia ejercida por el hombre sobre el hombre. Obrar mal
es siempre dañar a otro directa o indirectamente”. Vano relato para los que ni leen
ni piensan ni sienten.

Eulàlia Solé, La Vanguardia, 10 de febrero de 2017

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