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Crecimiento de las ciudades

A lo largo de todo el siglo XIX, España era un país en situación económica de


dependencia de la agricultura, a pesar de la incipiente industrialización. En él se había ido
acusando una diferenciación creciente entre las reducidas áreas urbanas (en las que se
concentraban y se desarrollaban la industria y el capital) y el resto del extenso territorio
rural, de base económica casi exclusivamente agraria. También se puede apreciar
claramente una proporcionalidad inversa entre crecimiento de las ciudades y regresión
del medio rural. A pesar de ello, a finales de siglo, la población urbana no llegaba al 18
por 100 de la total, y la industria sólo cubría el 15,8 por 100 de los puestos de trabajo.1
El explosivo desarrollo de las fuerzas productivas, que acompañó a la Revolución
Industrial, constituyó un elemento clave en la transformación de la ciudad. En adelante,
ya nada sería igual. Las cercas o murallas, que delimitaban el recinto urbano,
desaparecerían definitivamente y el crecimiento de la ciudad y su expansión difusa tendría
lugar hasta límites insospechados. El fenómeno industrial creció de forma paralela a la
urbanización, y la fábrica se convirtió en el elemento básico del nuevo organismo urbano.
Ciudad equivale a industria. En España el paso de las ciudades de modelo preindustrial
del Antiguo Régimen al modelo industrial no acontecería hasta mediados del siglo XIX.
En 1857 número de ciudades españolas, entendidas como tal las que superaban los 10.000
habitantes, era de cien, y en ellas residían algo menos de 2,5 millones de personas,
alrededor del 16 % de la población española en aquel año.2
Treinta y siete ciudades eran capitales de provincia1 y los 63 restantes se concentraban
mayoritariamente en las regiones del sur y en las levantinas. La red urbana española era
la típica de un país agrario con escasos efectivos demográficos, más desarrollada en las
regiones meridionales que en las septentrionales.

Es sobre todo en la primera mitad del siglo XIX en la que, paralelo al crecimiento sin
precedentes de las ciudades y dada la necesidad de encontrar perspectivas desde las que
lidiar con él, surge el urbanismo utópico, fuertemente ligado al socialismo y de la mano
de autores como Owen, Fourier o Cabet. La influencia de este pensamiento, así como
cualquier elaboración teórica sobre una ciudad deseable es mayormente exigua, salvo
quizá por el caso de Arturo Soria. En cualquier caso, la existencia de este pensamiento
nos demuestra que existía una preocupación en las élites por el crecimiento urbano.

1
Terán, Fernando de (1999). Historia del Urbanismo en España III: Siglos XIX y XX. Cátedra, Madrid.
2
Gaspar Fernández Cuesta. Crecimiento urbano y modernización en España entre 1857 y 1900
Arturo Soria, geómetra y urbanista creador de la ciudad
lineal como modelo de organización de la ciudad siguiendo el lema «en la Ciudad Lineal,
a cada familia una casa, en cada casa una huerta y un jardín». Fue presentado en 1885 y
aplicado hasta principios del siglo XX. La ciudad en la que se aplicó este modelo, y un
ejemplo muy paradigmático de crecimiento sin precedentes en nuestro país es la villa de
Madrid, que tuvo que plantearse el problema de acondicionar la ciudad a las nuevas
necesidades que el progreso tecnológico demandaba.
En el urbanismo de principios del XIX predominó el carácter expansionista (ensanche de
poblaciones) frente al de remodelación de ciudades. Se trataba, en un principio, de crear
nuevos espacios urbanos para acomodar a las nuevas clases burguesas, al tiempo que
evitaban la ubicación de industrias en el centro de las ciudades, y se daba una solución al
problema de la carestía de viviendas.
Es más que evidente la influencia que tuvieron los nuevos transportes en las redes
urbanas. El ferrocarril empezó a establecerse en la Península a lo largo de la segunda
mitad del siglo, especialmente en Cataluña.
También es imprescindible hablar de migraciones internas, cuyo carácter tornó definitivo
y a gran escala a partir del último tercio del siglo XIX, cobrando el nombre de éxodo
rural, que no amainaría hasta la guerra civil. lo cierto es que algunos lugares concretos
como Barcelona, Madrid y Vizcaya se convirtieron ya a finales de siglo en destacables
polos de atracción.

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