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Había una Vez…

A todos los niños que somos


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Etiquetas: leyendas, patagonia, tehuelches

Introducción
Gracias a la antropóloga Ana Albornoz, tuve la oportunidad de acceder
a las tradiciones, costumbres y creencias del pueblo patagónico más
estereotipado, el Tehuelche. Sus leyendas y tradiciones han
permanecido olvidadas por los blancos, quizá debido a su desaparición.
Es costumbre entre nosotros tildar a este pueblo –y en general a todos
los indígenas- como salvaje, debido seguramente a que los blancos nos
consideramos "superiores" a los demás grupos raciales. O también a la
creencia de que cuando un pueblo se dedicaba a vivir exclusivamente
de la caza deambulando y evitando la vida sedentaria, sólo podía ofrecer
un escaso nivel cultural y espiritual.

Sin embargo, el desarrollo espiritual de los Chónek o Tehuelches del


sur, pese a ser casi desconocido, contiene una extraordinaria riqueza de
matices, que se ve reflejada en sus mitos y tradiciones, ubicándolos por
encima del nivel hasta hoy conocido en relación con otros grupos
indígenas, en particular debido a que estas tradiciones en nada se
emparentan con el resto de las culturas aborígenes argentinas, las que
llevan la impronta de lugares tan lejanos a nosotros como el Altiplano,
el Pacífico o la Amazonia.

Si bien fueron escritas para un público de 9 a 13 años de edad, su


contenido tan fresco es de muy fácil lectura y disfrute.

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Primeros Patagónicos
LA PATAGONIA
y sus PRIMEROS HABITANTES

Con el propósito de orientar e informar al lector sobre estas leyendas


tehuelches, se mencionan algunos rasgos distintivos del
pueblo Tehuelche, así como también, de los demás grupos raciales que
ocuparon el sur argentino.

Al extremo austral del continente americano llegaron en primer lugar


los Yananas o Yaganes y losAlakalufes, quienes permanecieron en la
porción insular de la Patagonia meridional.

El grupo racial más conocido y extendido que


ocupó la estepa patagónica, lo constituyeron
los Pámpidos, cuyos representantes etnográficos
fueron losTehuelches o Patagones, de quienes se
hablará en detalle.

Un tercer grupo, integrado por los Láguidos, se


ubicó en la desembocadura del Río Negro, en las
cercanías de la actual Viedma.

Por último, y distribuyéndose en el área


cordillerana patagónica, llegaron
losAndidos, siendo su representante etnográfico más difundido
el Mapuche.

Para nosotros, los nativos más representativos de la Pampa y


particularmente de la Patagonia fueron los Tehuelches o Patagones, que
asombraron a los primeros colonizadores y exploradores, por su porte y
estatura. Estos nativos del extremo sur se llamaban a sí
mismosCHONEK, que quiere decir "Nosotros los Hombres".

Los Tehuelches habitaban mayoritariamente desde el Río Colorado


hasta el Estrecho de Magallanes.

Llegaron en época muy temprana al extremo austral de América, y


fueron contemporáneos de los Fuéguidos.Se estima que su arribo a la
Patagonia fue hace 13.000 años. Tanto los Fuéguidos como los
Tehuelches se mezclaron hace unos 11.000 años y dieron origen a un
nuevo grupo, los Onas, que ocuparon la Isla Grande de Tierra del
Fuego.
El grupo racial de los Patagones estaba integrado por dos grandes
etnias, a las que los antropólogos llamanTehuelches
Septentrionales y Tehuelches Meridionales.

Para el siglo XVI -según Casamiquela-, los primeros se distribuían


desde el Río Colorado hasta el Río Chubut y los segundos lo hacían
desde ahí hasta el Estrecho de Magallanes.

Hay mucho para contar en relación a los Chónek o Tehuelches, sin


embargo, sólo se dará una breve reseña de sus características.

Como se indicó, ocupaban la porción continental de la Patagonia.

Originalmente conformaban bandas que, con el paso del tiempo,


llegaron a una mayor complejidad al existir jefes de escaso poder,
elegidos entre los más valientes y mejores oradores. Con la llegada de
los Mapuches,desarrollaron plenamente el nivel de tribu.

Eran de estatura alta y corpulenta; contextura fuerte, esqueleto macizo


y de formas corporales armoniosas y bien desarrolladas.

Su economía estaba basada .principalmente en la caza del guanaco y


el choique o ñandú, además recolectaban raíces, semillas silvestres y
bayas.

Cazaban disfrazados con plumas de choique, o se valían de señuelos,


que casi siempre eran pequeños guanacos amaestrados. Los perros
ayudaban.

Utilizaban como armas el arco y las flechas,


cuyas puntas portaban en el pelo; las
boleadoras formaban parte de su armamento, a
la llegada del caballo. Hicieron uso del lazo y de la honda.

Como vestimenta aprovechaban el cuero de guanaco, el que cosían con


tendones del mismo animal. Los hombres se cubrían con un taparrabos
y las mujeres con un delantal. Usaban bincha y se pintaban la cara.
Hay indicios de que conocían el tatuaje.

Para guarecerse utilizaban el toldo portátil. Eran palos con horquetas y


travesaños que luego se cubrían con un toldo hecho con pieles de
guanaco.

Las mujeres eran las encargadas de transportarlo y erguirlo.

Fabricaban instrumentos en piedra y en cuero.


Con respecto al arte, los Chónek se expresaban a través de grabados en
placas de piedra y de pinturas rupestres. Poseían cancioneros de
jactancia y de linaje.

Se casaban. El matrimonio era de base monógama y existía el levirato,


por el cual, al morir el esposo, la viuda tenía derecho a reclamar un
nuevo marido que debía ser hermano del fallecido.

El matrimonio se efectuaba por la compra de la novia; por ella se


pagaba con cuentas, mantos y caballos. Este "pago" no implicaba tener
total derecho sobre la mujer, pero servía como futuro patrimonio de los
hijos de ese matrimonio.

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Ciclo Cosmogónico
KARLEM-SHENIK
...0 ANTES DE QUE NACIERA ELAL

En el principio de los tiempos nada existía: ni la luz, ni el Sol, ni el


agua, ni la tierra. Únicamente reinaba una niebla oscura, fría y
húmeda. Pero allá, muy lejos, donde ahora se une el cielo con el mar,
vivía un Ser muy poderoso que existió siempre: Kóoch.

Kóoch pasó un largo período sin hacer nada, hasta que decidió terminar
con su inactividad y dio comienzo a la creación.

Al sentir la terrible soledad que lo rodeaba, Kóoch se entregó al llanto


inconsolable. Lloró durante muchísimo tiempo, tanto, que es imposible
calcularlo. De las lágrimas que brotaban de sus ojos nació el mar
primitivo, llamado Arrok. Ante el dolor de sus ojos y viendo que el agua
seguía en constante aumento, hizo un esfuerzo y detuvo el llanto, dando
un profundo suspiro. Nació entonces otro elemento de la
naturaleza:Xóshem, el Viento.

Ya más calmado, situado en medio del agua y rodeado de oscuridad,


Kóoch sintió un profundo deseo de contemplar lo que allí había. Se
movió en el espacio, intentando en vano ver con claridad aquello; sus
esfuerzos fueron inútiles, nada podía ver. Decidido a terminar con la
Oscuridad, Kóoch alzó una mano, rasgando las tinieblas con sus dedos.
En ese instante de eternidad, originó una chispa luminosa muy grande
que siguió el movimiento de la mano que la creó. Esa chispa
es Xáleshen, el Sol, que iluminó aquel fantástico escenario. Mientras el
Sol despertaba a la vida, el Viento se encargaba de empujar a la
Oscuridad hacia los confines del
universo.

El Sol creó a las Nubes, que flotaron


sobre el mar.

El Viento se divertía con ellas,


arrastrándolas a su antojo. Las Nubes
protestaban con truenos y
amenazantes relámpagos. Las
protestas constantes de las Nubes hicieron que Kóoch ordenara los
elementos de la naturaleza que actuaban en aquel mundo sin vida.

Entusiasmado por su creación, Kóoch hizo surgir del seno del mar
primitivo un trozo de tierra que creció hasta convertirse en una isla
muy grande, la que sirvió de lecho para cobijar a las aves, animales,
insectos y peces que a partir de ese instante tuvieron vida y forma;
Kóoch estaba satisfecho de su obra.

Para admirar aquella maravilla, el Sol irradiaba luz y calor; las Nubes
llevaban la lluvia bendita y el Viento se dedicaba a crear los pastos.

Mientras la vida se desenvolvía en la isla legendaria, Kóoch comprendió


que aún faltaba un elemento capaz de atenuar la oscuridad que la
envolvía cuando el Sol se ocultaba para descansar. Entonces puso en el
cielo a la Luna y la llamó Kéenyenkon. Luego dispuso que la Luna no
supiera de la existencia del Sol y que este desconociera la de la Luna.
Cuando uno se ocultaba aparecía el otro. Todo iba muy bien hasta que
las Nubes decidieron contarle al Sol de la existencia de Kéenyenkon.
Gracias a las Nubes que vagaban por el firmamento de noche y de día,
el Sol y la Luna hablaron tanto entre sí que ambos astros no pudieron
resistir la tentación de verse. A escondidas de Kóoch, el Sol apareció un
día más temprano, cuando la Luna aún no se había retirado, y otra vez
la Luna se asomó antes de que el Sol se hubiera hundido tras el
horizonte. Tanto se acercaron el uno al otro que pronto juntos se
ocultaron detrás de las montañas, desobedeciendo las órdenes de su
Creador.

Kóoch sabía muy bien por qué no quería dejar su obra a merced de las
Tinieblas ni un solo momento. Tons,la Oscuridad, estaba muy resentida
con El por haber sido desplazada hacia los confines del universo. Ella,
escondida en la Noche, acudía presurosa a envolver a la Isla con su
manta fría y húmeda, mientras envidiosa contemplaba a los amantes
del espacio infinito: la Luna y el Sol. Cuando aquellos se separaban, la
Oscuridad se alejaba de la Isla y esperaba ansiosa la ocasión para
unirse con su amante Shorr, el Tiempo. De sus amoríos fueron
apareciendo los tres hijos de la Oscuridad: Axshem, Máip y Kélenken.
Entretanto, la vida en la Isla transcurría en una armonía perfecta; el
Viento ya no corría a las Nubes, ni estas oscurecían al Sol para
defenderse. Los amantes del cielo vivían su eterno romance.

II
TEO
LA NUBE QUE SE

CONVIRTIÓ EN MUJER

Tons, la Oscuridad, fue madre de los tres Malos Espíritus de la leyenda,


y también de los HoZ-Gok:horrendos gigantes que atemorizaban a los
animales habitantes de la Isla. Tons, apenas nacían sus hijos los
abandonaba en las montañas; estas eran gigantes mujeres que nacían
enfermas: algunas, de noche, escupían fuego y se estremecían cuando
Kélenken se metía en ellas. De esta manera, llegaron a la Isla los
primeros gigantes de la
Oscuridad: Nóshtex y Gosye.

Cuenta la leyenda que, por aquel entonces, las


Nubes que rozaban las montañas se convertían
en mujeres preciosas. Las Nubes desafiaban ese
hechizo eludiendo los picachos y brincando por
sobre las laderas.

Teo, una de esas Nubes, rendida por tanto juego,


cierto día se recostó sobre una montaña y se
durmió. Esta fue la oportunidad esperada por
uno de los gigantes, Nóshtex, para raptar a la
Nube dormida y llevarla a su caverna. Teo, ya
convertida en mujer, permaneció cautiva durante tres días y tres
noches.

Las demás Nubes descubrieron enseguida su ausencia.

En vano, la buscaron por las montañas y el firmamento: nadie sabía


dar noticias sobre su destino. Seguras de que su hermana había
desaparecido en algún lugar de la Isla, comenzaron a descargar
terribles tormentas, causando gran temor y alarma entre los seres que
allí vivían. Tres días duró la furia de las Nubes. Al cabo de esos tres
días intervino el Sol para calmarlas y les preguntó el motivo de su
tremendo enojo. Ellas respondieron que faltaba su hermana Tea y que
había desaparecido estando en la Isla; sospechaban que alguno de los
gigantes la había robado y la mantenía prisionera en las cavernas.

Como el Sol nada pudo averiguar esa tarde, luego de ocultarse en el


horizonte, le informó a Kóoch lo sucedido, ya que las Nubes
amenazaban con seguir maltratando a los habitantes de la Isla si no
aparecía su hermana.

Kóoch regresó de su hogar, al oriente


del cielo, y al ver el penoso estado en
que se encontraba su obra: los
animales aterrados, los ríos
desbordados, las aves mojadas y
hambrientas, las rocas despeñadas, le prometió al Sol que si la Nube
desaparecida tenía un hijo, este sería más poderoso que su padre. Ese
mismo amanecer, el Sol les dio la noticia a las Nubes y estas,
satisfechas por la promesa, llamaron al Viento y le contaron la novedad.
Galopó veloz sobre sus propias ráfagas, hacia la Isla y desparramó la
noticia entre los animales, las fieras y los pastizales.

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Ciclo Divino
III
...y LLEGA ELAL
A LA ISLA LEGENDARIA

Como el Viento sabía de la existencia de los perversos gigantes, en


medio de prolongados silbidos bramó la noticia en la entrada de las
cavernas en las que los monstruos se habían refugiado. Así fue como
Nóshtex se enteró de que su hijo sería
más poderoso que él.

La Nube Teo también escuchó la buena


nueva y le anunció al gigante que su
hijo, el que habría de hacer justicia
según la promesa del poderoso Kóoch,
ya latía en su vientre. Esta revelación
aterrorizó al gigante, quien no sabía
cómo alejar ese peligro. Sentado en la
entrada de su cueva, meditaba en
tanto que Teo dormía, ajena a los terribles proyectos que bullían en la
cabeza de Nóshtex.
Hacia el anochecer llegó Máip, uno de los tres Malos Espíritus,
arrastrándose entre los matorrales y sopló su aliento helado sobre un
pajarillo posado en una rama. El ave cayó muerta, y el gigante al ver
eso, resolvió que se desharía de Teo. Antes de morir, el ave puso un
huevo, y el gigante se dio cuenta de que aun cuando la Nube muriese,
bien podría quedar vivo su hijo. Ya a la luz de la Luna, pasó un zorro y
al ver al pajarillo muerto se lo comió de un bocado; husmeando entre
los pastizales encontró el huevo y se lo engulló también. El gigante ya
sabía qué hacer: mataría a la Nube Teo y devoraría a su propio hijo
para terminar con la promesa de Kóoch.

Cuando finalmente el gigante Nóshtex terminó con la vida de Teo,


calculó que ya estaba próxima la hora del amanecer, y temiendo que
pudiera ser encontrada la madre del niño, decidió arrojarla al cielo.
Cumplida la faena, apartó al chico para que se secara y corrió hacia la
entrada de la gruta, para arrojar a Teo a los confines del firmamento.

Al revolear el cuerpo sin vida de la Nube Teo, la sangre que aún brotaba
de ella salpicó el firmamento y se escurrió hacia el Este. A medida que
aumentaba la claridad del día, más rojo se tomaba el amanecer.

Mientras esto sucedía allá afuera, en lo profundo de la cueva un roedor


llamado Terr-Werr tomó al niño y lo ocultó en el pequeño agujero donde
vivía.

Nóshtex regresó dispuesto a devorarse a su hijo pero por más que lo


buscó, la criatura había desaparecido misteriosamente.

Tratando de encontrarlo, el furioso gigante removió la tierra y apisonó


con una roca el suelo de la cueva. Escarbaba el piso con las manos, lo
abría y sacaba un tierral, por el poder que tenía. Ahuecaba y no
encontraba nada; cambiaba de lugar, pero lo único que hallaba eran
galerías vacías. En vano siguió el monstruo gritando y sacudiendo la
tierra, sólo logró que se le gastaran las manos y los brazos. Ya Elal
estaba a salvo, bajo la protección de Terr-Werr.

Según los relatos de los ancianos venerables de


las tolderías tehuelches, en la Isla Legendaria la
magia prosperaba sin límites. De ahí que un
roedor llamado Terr-Werr pudo salvarle la vida a
Elal y hoy ese ratón es más conocido por su
apodo de Tucotuco.

A partir de aquel entonces, Terr-Werr se


convirtió en algo así como la "abuela" del niño.
En él volcaba todo su cariño y atención, ya que
desde hacia tiempo nadie vivía con ella.

Terr-Werr no tardó en darse cuenta de que aquel


no era un niño común. A los dos meses de vida ya sabía comer solo y al
año, conversaba fluidamente con la "abuela".

Elal crecía con rapidez y a Terr-Werr se le hacía más difícil mantener al


niño en la cueva. Tenía que sacarlo de ahí sin que el gigante supiera de
su existencia.

IV
LA OSCURIDAD
VIENE EN AYUDA DEL GIGANTE

Dos años habían pasado desde que Elal salvó su vida. Cada día la
"abuela" notaba cómo se convertía en un fuerte hombrecito que poseía
cualidades fuera de lo común: era un ser mágico.

A los tres años, Elal salió de la cueva y se


encontró con el gigante Nóshtex quien hizo el
intento de atraparlo, pero Elal era más rápido y
escurridizo que su padre. Temiendo por la vida
de su nieto, Terr-Werr actuó rápidamente,
clavando sus dientes en uno de los pies del
monstruo. Al estremecerse de dolor, este se
detuvo para frotarse el pie lastimado. Cuando
reaccionó, ya Elal había desaparecido 'de su
vista. Nóshtex bramaba su desgracia en lo más
profundo de su caverna.

Tanto gritó el gigante que toda la isla tembló.

Tons, la Oscuridad, escuchó los gritos de su hijo y esa misma noche se


acercó a la cueva del monstruo. Ella estaba dispuesta a todo con tal de
impedir que se cumpliera la promesa del todopoderoso Kóoch. Tons
jamás permitiría la victoria de Elal sobre el gigante Nóshtex.

Envueltos en un manto de frío se reunieron los seres malvados de la


isla. Estaban Tons, Kélenken y Máip, los Malos Espíritus gemelos y su
hermano Axshem; tampoco faltaban Nóshtex y Gosye, los gigantes
terribles.

Tons, la madre de todos, distribuyó tareas específicas a cada uno de


sus hijos. Kélenken y Máip, como hijos preferidos de la Oscuridad,
deberían actuar siempre juntos, uno prepararía el camino para la
acción dañina del otro; en tanto que Axshem actuaría solitario,
desligado por completo de la acción de sus hermanos gemelos. Por su
parte, Gosye, perseguiría sin descanso a Elal, hasta que a Nóshtex le
volvieran a crecer sus manos y brazos gastados.

Como la reunión se efectuó en la guarida del gigante, Terr-Werr se


enteró de la conspiración, oyendo desde sus galerías las frías palabras
de la Oscuridad. Alarmada por lo que allí se decía, decidió llevarse al
chico lejos de ahí.

Al amanecer, Tons se alejó presurosa de la isla, dejando a sus hijos


para que se deshicieran del niño-dios.

AQUELLA

MEMORABLE

REUNIÓN
Mientras Elal dormía, su "abuela" no dejaba de imaginar de qué manera
lograría eludir los peligros que acechaban a su nieto. Calmando la
ansiedad, y a escondidas del gigante, se acercó a la entrada de la cueva
y desde ahí clamó al Viento por ayuda. Tuc-tuc... tuc-tuc... tuc, tuc...

Presuroso y de un soplido, Xóshem


acudió a la presencia del Tucotuco.
Enterado por este de los planes de la
Oscuridad, el Viento le sugirió que
reuniera a los habitantes de la isla a
fin de que entre todos hallaran una
solución para salvar al niño. El Viento
se alejó prometiendo avisar al
Chingolo, de modo que juntos pudieran organizar la partida de Elal.

Kíken, el Chingolo, fue el primer colaborador que tuvo el Tucotuco


cuando inició las consultas con los demás animalitos y fieras de la isla.

Mientras se dirigía a la laguna del lugar, Terr-Werr le pidió al Chingolo


que volara hasta donde estaba nadando el Cisne, y que lo llamara
sigilosamente. El sencillo Kíken cumplió eficazmente su misión, con
gran alegría de la "abuela" del niño.

Ya en la laguna, Terr-Werr debatió con sus amigos los pasos a seguir


para salvar a Elal.
Mucho se habló sobre la mejor manera de esconder a Elal de los
peligros que lo acechaban, sin embargo, ninguno de los presentes
ofreció una solución que tranquilizara a la afligida "abuela".

El debate se interrumpió con la llegada de Kíus, el Chorlo, quien traía la


solución esperada. Sugirió a los asistentes a la asamblea que Elal debía
ser llevado a una lejana tierra "cubierta de nieve y hielo". El Chorlo era
la única ave que conocía la existencia de aquella tierra. Todos los
presentes se alteraron sobremanera ante la ocurrencia de dejar
abandonado a su suerte a ese pequeño niño milagroso, en una tierra
desconocida y lejana. Surgió entonces la idea de acompañarlo.

En aquella memorable reunión, GoIn, el Puma, fue una de las fieras que
rehusó colaborar en la preparación de la fuga de Elal, actitud que
imitaron los gatos, por esa razón estos animales fueron considerados
como enemigos de todos los seres. Aunque no colaboraron, tampoco
entorpecieron la huida.

Terr-Werr dispuso que los animales que quisieran ir con el niño debían
estar junto a la laguna a la mañana siguiente, ya que no había tiempo
que perder.

El Tucotuco envió a cuatro mensajeros a buscar a las aves que


realizarían el vuelo con el pequeño Elal y su "abuela".

VI

MENSAJEROS
A LA BÚSQUEDA
WÉKESHKA, EL ZORRINO

El Zorrino fue uno de los elegidos por Terr-Werr, quien lo despachó en


procura del Cauquén, al cual debía informarle que el niño mágico ya
estaba listo para emprender el viaje y alejarse de la isla.

Alegre partió el Zorrino, y un gigante, molesto


de verlo tan contento lo detuvo para
preguntarle los motivos de tanta
alegría. Wékeshka, como se llamaba entonces
el Zorrino, asustado, tras algunas
vacilaciones, sintió miedo al cerrarse la noche
y confesó al monstruo los motivos de su
contento y la misión que la "abuela" de Elal le había encomendado.

Mientras contaba los pormenores de la fuga proyectada, fue oído por la


Lechuza, que acababa de retirarse de la asamblea, disgustada con el
Tucotuco por no haberla elegido para llevar al niño divino a su nuevo
hogar.

Como Amen, la Lechuza, tenía el privilegio de ver en la oscuridad, al


acercarse, distinguió al Zorrino temblando de miedo mientras le
contaba al gigante todo lo que estaba por suceder. Amen voló de regreso
a la asamblea y comunicó a todos los reunidos los pormenores de la
traición del Zorrino Wékeshka. La indignación fue unánime y la
condenación terminante.

Apenas Elal se enteró del episodio, el pequeño y hermoso Zorrino fue


rodeado de ese insoportable olor que delata su presencia a grandes
distancias.

Desde aquel triste episodio todos huyen de él, y por esa causa no tiene
un solo amigo.

Arrepentido de su falta, Wékeshka trata de saldar su deuda y por ello, a


pesar de su insignificante tamaño, es el único animal que enfrenta al
hombre y lo ataca tratando de hacerle llegar su nauseabunda rociada,
convencido de que vuelve a encontrarse con un gigante que le
intercepta el paso hacia el Cauquén.

VII

MEXEUSH y PÁTENK
O EL CHOIQUE y EL ZORRO

En aquellos momentos cruciales para la vida de Elal, otra ave fue


designada para remontar el vuelo junto al legendario héroe: Mexeush, el
Choique o Ñandú.

Para ubicarlo fue enviado Pátenk, el Zorro.

Por entonces, Mexeush podía volar al igual que


el Cóndor y las demás aves. Con alas grandes y
poderosas surcaba el cielo con gran belleza. Sin
embargo, perdió ese privilegio porque en vez de
remontar vuelo cuando el Zorro le avisó que Ella
lo aguardaba en la orilla de la laguna, el
Choique decidió ir en ayuda del niño utilizando
sus piernas en vez de sus alas. Sucedió así
porque le tenía miedo a uno de los gigantes que lo observaba.

Elal, molesto, al enterarse de los motivos de su tardanza, le quitó para


siempre el privilegio de volar. Era este el castigo impuesto al Choique,
por haberse negado a volar cuando la seguridad del héroe lo exigía.

A su vez, el Zorro, que sorteó obstáculos para llevar el mensaje al ave,


enterado del fracaso de su misión, se convirtió en el más grande
enemigo de Mexeush, el Nandú. De esta manera, el Choique debió
cambiar la seguridad del vuelo por la velocidad en la carrera, la
resistencia a la fatiga y la habilidad para eludir al enemigo que lo
persigue.

Desde aquel episodio, el Zorro y el Nandú son enemigos irreconciliables.

VIII

EL PICHE
y EL FLAMENCO

Annon, el Piche, fue el cuarto


mensajero enviado por la "abuela" del
niño para localizar al ave que faltaba:
el Flamenco. Pero el Piche no cumplió
con su cometido con la rapidez que se
necesitaba. Anoon se encontró en el
camino con un gigante; al verlo sintió
miedo, creyendo que el monstruo lo
seguía. Para despistarlo, Anoon fingió
husmear la tierra, y ocultándose entre
los pastizales consiguió alejarse de su
peligroso observador.

Apenas el Piche pudo llegar hasta el Flamenco, este de inmediato


remontó el vuelo, pero cuando llegó a la laguna, ya el Cisne había
ocupado su lugar y Elal estaba ubicado sobre la espalda del ave.

Tanta fue la tristeza que embargó al fiel Flamenco, que Elal,


compadecido de su pena, hizo que las blancas plumas que hasta
entonces lucía el ave, adquirieran el color del cielo a la hora del
amanecer.

Este privilegio no le quitó al Flamenco su pena, pues desde entonces


sigue viviendo solitario y enigmático, oculto en las lagunas lejanas.
IX

KÁPENK-OCH
EL PECHO COLORADO

La mañana de la partida, Terr-Werr le


encomendó a Kápenkoch, el Pecho Colorado,
que distrajera con su canto a un gigante,
mientras el niño aguardaba el momento de la
partida. El monstruo ordenó callar a la tímida
avecilla, pero esta siguió cantando tal cual se
lo había ordenado, el Tucotuco, hasta que
Elal se alejó lo suficiente.

El gigante, molesto por el hermoso canto del


ave, le arrojó una espina que fue a hundirse
en medio del pecho del pájaro. Su grito de
dolor fue oído por Elal y cuando Kápenk-och
llegó a la laguna con el pecho ensangrentado, la divina criatura no sólo
curó la terrible herida, sino que también hizo que las plumas del pecho,
manchadas de sangre, conservaran para siempre su hermoso color que,
desde entonces, lo destaca de las demás avecillas.

La partida de Elal, Terr-Werr y los colaboradores del héroe, comenzaba.


Al grito del Cisne, la laguna se estremeció despidiendo para siempre a
sus queridos moradores.

“¡¡El-Ha!! ¡¡El-Ha!!", gritaba el cisne Kóokne. Tras él, varias aves y


animales abandonaron la Isla Legendaria para poner a salvo al hijo de
la Nube y el gigante.

Publicado por Curupal en 08:22 1 comentario:

Ciclo Heroico
X

GUEUT USHUA
...0 EL MUNDO DE NOSOTROS

Cuenta esta historia que el Cisne, la más hermosa de las aves de esta
tierra, trajo a Elal a la Patagonia siendo este muy pequeño. Kóokne, el
Cisne, detuvo su vuelo en la cumbre del majestuoso Chaltén, y Elal
descendió de las espaldas del ave, admirado del fantástico panorama
que se ofrecía ante su vista. Rodeado de las aves que lo acompañaron
en la fuga, estuvo tres días y tres noches contemplando la nueva tierra
cubierta de hielo y nieve. Durante esos días, los pajarillos alimentaron
al niño y le proporcionaron calor con sus plumas.

Entretanto, en la Isla Legendaria, los perversos de esta leyenda eran


enterados por el Cóndor y las aves carroñeras, del nuevo paradero de
Elal. Nóshtex, su padre, se dispuso a partir hacia aquella tierra lejana
pero fue detenido por su madre, Tons, ya que sabía que el niño divino
era mágico, razón más que suficiente para obrar con cautela y
perfección.

Decidida a todo reunió nuevamente a sus hijos


y a cada uno le asignó poderes especiales para
enfrentar a Elal. Nóshtex y Gosye recibieron la
capacidad de transformarse. Cada uno de los
tres Malos Espíritus fue investido con temibles
hechizos: Axshem traería el dolor físico en
hombres y animales; Máip sería el portador de
inquietudes espirituales y de la mala suerte;
Kélenken representaría la peste y la desgracia.

Creyéndose invencibles, las creaciones de la


Oscuridad partieron en busca de Elal, deseosas
de hacer uso de los poderes que su madre les
había otorgado.

Máip, el espíritu dañino que mata pajarillos con su aliento helado, se


había adelantado a la bandada de aves y merodeaba en los faldeos del
Chaltén, aguardando a sus presas.

En un principio Shíe, la Nieve y Kókeske, el Frío, junto con el hielo, se


aliaron al perverso Máip, pretendiendo resistir y aniquilar a Elal y sus
amigos.

Al tercer día, la divina criatura descendió de la gran torre del Chalten y


fue interceptada por el Frío y la Nieve, a quienes ahuyentó, golpeando
unas piedras que dieron origen al fuego.

Entretanto, Máip le quitó la vida a muchos pajarillos que acompañaban


a Elal, pero cuando la Nieve y el Frío se retiraron, el héroe-niño hizo
resucitar a todos ellos.

Temerosos de que Elal le enseñara a las aves a encender el fuego, la


Nieve, el Frío y Máip formalizaron un pacto y se alejaron, dejando
campo libre a la vida que llegaba a la Patagonia.

Si bien los hielos comenzaban a derretirse, casi no había tierra libre de


él. Las aves deseaban instalarse en los valles y le pidieron a Elal que las
ayudara.
Decidido a terminar de una buena vez con ese problema, el niño mago
inventó el arco y la flecha, ante la mirada incrédula de sus amigos y
seguidores. Era preciso retirar el mar y dejar libre el suelo para que en
él pudieran vivir todas las criaturas.

El, con el arco, hizo el trabajo de llevar el agua para atrás: tiraba
flechas y donde estas tocaban, ahí se secaba; el agua se retiraba por los
cañadones. Elal formó el Cañadón de Kamusu Aike, para que bajara la
marea. Cuando se retiró el mar, con fuerza, bajó de las lomas altas
hacia la playa donde está ahora.

Contentos, los animales y las aves dejaron el Chaltén para poblar la


nueva tierra.

Con la ayuda de Elal, Terr-Werr construyó una cueva en donde ambos


vivieron hasta que el niño se convirtió en un muchacho fuerte y
decidido.

Viéndolo ya grande, la "abuela" estaba dispuesta a decirle la verdad


sobre la muerte de su madre, por lo que una tarde se sentó junto al
joven y le contó lo que había sucedido en la isla donde había nacido.

Elal estaba al tanto de la verdad y sabía ahora cuál había sido la causa
de su huida de la Isla Legendaria, y por qué él era motivo de tanta
persecución y de tanto peligro.

XI

KAÁSH
PARA EL INVIERNO

Ya grande, Elal se reunió con toda su gente, para ordenar el mundo que
habitaban. Esa vez se hizo el invierno que tenemos ahora.

Elal pensó que era mejor que los ocupantes de la Patagonia se pusieran
de acuerdo con este asunto. La gente de entonces se reunió en una gran
asamblea para ver qué tiempo iban a pedir. Se juntaron la Mara, el
Zorro, los Pájaros, el Cisne, el Flamenco, el Chingue, la Tortuga, el
Piche, el Chorlo, la Cucaracha, el Puma, el Gato Pajero, el Gato Montés,
el Ñandú y el Tucotuco. Los caciques de todos ellos estaban
discutiendo, mientras los paisanos escuchaban. Como la cosa iba para
largo, Elal, que era el patrón de todos, preguntó:

-¿Quién quiere invierno corto y quién quiere invierno largo?

Los murmullos corrieron entre los presentes y habló primero el Ñandú:


-Esto va a ser lo que tengo acá -comentó, y mostró a los reunidos las
marcas de sus patas; eran doce-. ¡Doce lunas tendrá el invierno!

-¿No es mucho? -preguntó Elal-. La gente se va a escarchar; van a morir


de hambre.

El silencio fue la única respuesta, por lo que Elal les habló a todos,
diciendo:

-Escuchen con atención, y a conformarse con lo que piden. Los voy a


dejar por un rato para que lo discutan porque no habrá cambios
después.

Él no iba a andar a cada rato ajustando la duración del invierno; tenía


otras cosas para hacer. Elal se fue y la discusión siguió.

Pujerr, la Mara, estaba ahí sentadita y callada.


Como la gente no decía nada, intervino
gritando:

-¡Es mucho! ¿Qué vamos a comer? ¡Nos vamos


a morir de hambre!

-¡Doce lunas! -repitió el Ñandú.

-¡No, no, es muy largo -gritaba la Mara


nerviosa-, es muy largo y no vamos a encontrar
nada para comer!

Los demás estaban callados escuchando; sólo


ellos dos decidían. Uno pedía doce meses y el otro tres.

La tortuga se animó a hablarle al Ñandú y cuanto más le decía, más


porfiaba, poniendo los ojos de loco y pataleando.

De repente, el Ñandú se enojó y le preguntó a la Mara:

-¿Para qué quiere tres lunas usted?

-Yo quiero tres porque con doce lunas sé que no voy a comer nada.

Los otros aguardaban, pensando que no podrían vivir con tantas lunas
como estaba pidiendo el Ñandú. Por miedo a él, los animales ya se
estaban resignando a un

invierno larguísimo.
La Mara, al ver que los demás no decían nada y que el pajarraco no
quería cambiar de idea, desesperada, salió corriendo hacia donde
estaba Elal.

El Ñandú se largó a correr a la liebre, tratando de darle pisotones y


picotazos. Cuando Elalla vio pasar, le preguntó:

-¿Cuántos meses de invierno quieren finalmente?

-Kaásh (3), tres lunas -gritó la Mara.

-Así será -dijo Elal.

El Ñandú, enfurecido, persiguió a la liebre por el campo. Como los dos


corren rápido, se mantenían a buena distancia uno de otro. Cuando la
Mara estaba por entrar a su cueva, el Ñandú pegó un brinco y le pisó la
cola. La Mara tiró y tiró hasta que la cola se le cortó, quedándole
chiquita. Pero la Mara entró en su cueva con los tres meses ganados.
Desde adentro se reía asustada.

-No importa mi cola -dijo-, basta con mi vida.

Gracias al valor de la Mara, hoy tenemos tres lunas de invierno y tres


de verano.

XII

FUEGO DE LEÑA DE

CALAFATE
Atesora la leyenda que, la Zorrina, el Gato del
Pajonal y el Piche, cacique de ambos,
mantenían el fuego. Los tres lo cuidaban
gracias a un yuyo que llamaban oukha-
ínash. Ellos ponían una piedra cerca del yuyo,
la chocaban con otra y ahí saltaba la chispa
que prendía la hierba. El fuego más grande era
para el Piche; cuando los otros se acercaban
para calentarse, este hacía chiquito el fuego y
no les dejaba quemar leña en su fogón.

Cierta vez, calentita por el fuego, la joven


Zorrina se acercó a otros animales, quienes le
pidieron fuego para calentarse y cocinar. La Zorrina no escuchó las
súplicas y se pavoneó entre los ateridos.
La vieja Cisne se enfrentó a la recién llegada acusándola de egoísta. Por
más que la Zorrina negaba la posesión del fuego, el olor a humo en su
piel contradecía sus palabras.

Asustada, la Zorrina corrió a avisarle a su cacique que escondiera el


fuego para que los demás animales no pudieran tenerlo.

Presuroso, el Piche tapó la hoguera y se echó encima para que nadie la


encontrara. La gente de la toldería le pidió a Elal que interviniera, a fin
de que todos pudiesen disfrutar de las bondades del fuego. El héroe
tehuelche salió a caminar por el campo y encontró al Piche haciendo
fuego tapadito.

La visita a la toldería del Piche parecía casual, aunque este suponía que
Elal venía por fuego y no por cortesía.

La Zorrina y el Gato del Pajonal no salieron de su toldo,


por temor a las reacciones de Elal.

Como el Piche poco pudo hacer para esconder el humo


que se escapaba del fuego tapado, Elal aprovechó la
oportunidad y de buen modo le pidió un poco de carbón quemado.

Este le respondió que nada tenía para darle, mientras nerviosamente


soplaba la columna gris, tratando de desvanecerla en el aire.

El héroe de la Patagonia intentó por última vez razonar con el Piche


solicitándole un tizón para hacer fuego, para que la gente pudiera
calentarse y cocinar. El Piche se negó.

Elal, enojado por la actitud del bicho, lo empujó muy lejos. Y ahí estaba
el fuego; carbón quemado de leña de Calafate. Elal se lo llevó a los
paisanos, que así pudieron calentarse y comer carne asada.

Cuando Elalle sacó el fuego al Piche, le cruzó el lomo en tiras, por no


habérselo querido dar. Por eso tiene ahora esas rayas en el caparazón.

Desde entonces, el Piche se fue al campo y no volvió más junto a los


paisanos. El Gato del Pajonal y su amiga la Zorrina huyeron con él.

Hasta hoy, el Piche come hutas y la Zorrina cucarachas.

XIII

LA MUERTE
COMO PARTE DE

LA VIDA
Un viejo pasaje de la leyenda que cuenta las peripecias de Elal, relata
que cierto día él estaba muy atareado disponiendo y arreglando las
cosas de este mundo para que sus habitantes y futuras creaciones
pudieran disfrutar y desarrollar sus vidas en la abundancia y la belleza.

Cuando ya estaba casi todo ordenado y en su lugar, Elal regresó del Sol
y reunió a todos los animales en gran asamblea. Junto al fogón, el
héroe se dirigió a los presentes:

-Ya está todo terminado; esta noche


quédense tranquilos, acuéstense y no
hagan ningún bochinche, que mañana
bien temprano voy a venir a darles las
indicaciones finales.

-Bueno -dijeron todos-, está bien.

-El que haga algo va a salir mal-profetizó Elal, quien contaba con esa
noche para que la gente viviera de siglo en siglo, sin morir jamás.

Las voces de los animales pronunciaban su conformidad para con lo


dispuesto por su patrón divino.

-No, qué vamos a hacer esta noche –aseveraban algunos.

-Yo -habló el Lobo Marino- no pienso moverme en toda la noche.

Los demás lo miraron con desconfianza, ya que era muy conocido por
las bromas que solía hacerles.

Esa noche, mientras los demás animales dormían tranquilos, el Lobo,


con su acostumbrada picardía, despertó a la Loba y la sedujo,
rompiendo la promesa hecha a Elal.

A la mañana siguiente, cuando los animales despertaron, advirtieron


que la pareja de Lobos Marinos no se levantaba: había muerto. Los
paisanos, alterados, se preguntaron por qué.

Al llegar Elal, sentenció:

-Murió porque su deseo fue más fuerte que él, por eso murió; no debió
haber seducido a la Loba hasta que yo hubiera terminado de ordenar
las cosas para ustedes.
Mientras esto sucedía, la Cucaracha -que andaba contra los demás
animales-, le sacó al Lobo el huesito de la garganta para que no volviera
a vivir. Si no hubiera sacado ese hueso, Elal podría haberlo hecho vivir
otra vez, pero como lo perdió, no pudo salvarlo. La Cucaracha escondió
el huesito, ¡quién sabe dónde! No quería que hubiese mucha gente.
Tenía miedo de ser pisoteada por los paisanos.

XIV

TRES GOLPES PARA

CREARA LOS
CHÓNEK
Elal no creó el universo ni las fieras, en cambio, fue el creador de
los Chónek o Tehuelches.

Apenas Elal había logrado organizar el nuevo mundo, creó a los


Tehuelches, a los que llamó Chónek. Para ello lanzó tres gritos y dio
tres golpes con el pie antes de crear a los hombres y a la selva.
Consiguió un poco de barro y le dio forma a dos muñecos: uno parecía
un varón y el otro una mujer. Tanto los maleó que consiguió darles
sangre y corazón; al fin estaban con vida. Crecieron, y tuvieron hijos y
fueron más y más gente.

A los hombres les reveló el secreto del fuego, les


brindó las primeras armas, les enseñó el arte de
la caza y, como seres creados a su imagen y
semejanza, no sólo les proporcionó todo lo
necesario para sobrellevar la vida, sino que les
inculcó algunos principios de conducta y moral.

Inventados el arco y la flecha, creados el


guanaco, la selva y los hombres, Elal les enseñó
a construir y a utilizar las armas,
incorporándose a los grupos que partían en
expediciones de caza.

Gracias a la presencia del guanaco, el pueblo


nativo pudo cubrirse y basar su economía y su
industria en la caza de ese animal. Elal les enseñó a los paisanos a
hacer capas de guanaco, para taparse; les decía: "Saquen el cuero del
chulengo y hagan capitas para atárselas al cuerpo, mocasines para los
pies y toldos para dormir y guarecerse".
Para coserlos, hacían agujas con cuchillos de piedra y pasaban
tendones en crudo. A las mujeres les enseñó a estaquear y coser el
cuero del guanaco. A los hombres, a guanaquear -matar a los guanacos
chicos, sacarles el cuero y sobarlos.

Nacía de esta manera uno de los mejores ejemplos del equilibrio entre la
Naturaleza y el uso que los hombres hacían de ella.

XV

DE CÓMO LA BALLENA
LLEGÓ AL MAR

A todo esto, en la Isla Legendaria, Nóshtex -padre de Elal- enterado por


el Cóndor de la nueva residencia de su hijo, envió a su hermano Gosye
a que devorara cazadores y criaturas, por creer que así se liberaría de
Elal.

Para lograr su cometido, Gosye llegó a la Patagonia convertido en una


gigantesca ballena llamada Góos. En vez de aletas tenía patas muy
cortas, por lo que se le hacía difícil caminar con ligereza. Por esa razón
prefirió quedarse en un cañadón, próximo al mar.

Todo bicho que pasaba cerca era comido por ella, ya que no sabía
distinguir a Elal de las demás criaturas. A su panza iban a parar:
zorros, guanacos, zorrinos, paisanos, pájaros; todo lo tragaba. Se
perdían muchos Chónek; salían al campo a cazar y no volvían nunca
más al toldo. Se los tragaba con montura y todo.

Así estaban las cosas cuando fueron a pedirle a Elal que los ayudara a
encontrar a los paisanos que no regresaban.

-¿Qué es lo que pasa? -se preguntaban-o Estamos perdiendo a la gente.

Cada paisano que salía al campo no volvía más.

-Yo sé lo que pasa -dijo Elal-, mañana iré a ocuparme. Mientras tanto,
no se acerquen al cañadón.

A la mañana siguiente, los paisanos salieron a cazar Choiques, pero se


mantuvieron lejos del cañadón. Como se esperaba, ese día la Ballena
Góos estaba ahí, deseosa de tragarse a todo bicho que pasase
caminando o al vuelo.
Elal se había convertido en Tábano y andaba dando vueltas alrededor
de ella; la molestaba terriblemente. Con agilidad le picaba los ojos, la
boca. Góos se quejaba diciendo:

-¡Cómo me molesta esta Mosca! Cuando se


aproxime me la voy a tragar.

Y así fue, se tragó a Elal convertido en Tábano.


Pero Elal no se murió dentro de la Ballena. Para
incomodarla más todavía, le picaba la panza, los
pulmones y las tripas.

La Ballena, visiblemente molesta, se puso a


caminar, porque al hacerlo se movía la gente
que había tragado, los que todavía estaban vivos
dentro de ella.

-Ahora voy a caminar, a ver si se muere ese


Tábano -decía Góos.

Pero apenas dejó de hacerlo, el Tábano volvió a picarla, esta vez en el


corazón.

Entonces, sintió que Elal hablaba dentro de ella con los paisanos que
todavía estaban vivos.

-¡Qué lástima, yo entré sin cuchillo! ¿Nadie tiene uno? -escuchó que
decía.

Un paisano le entregó el suyo.

Ya convertido en hombre, Elal tomó el cuchillo de piedra y con él abrió


la panza de la Ballena. Salió primero y ayudó a los demás a escapar.
Los pobres paisanos que salían estaban medio muertos; algunos se
salvaron. Caían como borrachos cuando lograban huir de ahí dentro.
Los que habían estado una noche nomás, esos se salvaron. Elal sacó
fuera a los que estaban vivos, y a los muertos también.

Después de todo lo sucedido, Elal tomó a la Ballena Góos y la metió en


el mar. ¡Que se fuera a vivir allá, donde todavía está!

XVI

EL ANCIANO

TAKAURR
Así se iban dando las cosas por la Patagonia. Los animales estaban
distribuidos en ella; los bosques rebosaban de vida; los Chónek gozaban
del Guanaco, su inagotable fuente de alimento y vestimenta. Elal se veía
satisfecho por su creación y disposición de lo hecho. Constantemente
acompañaba a grupos de cazadores para enseñarles mayores detalles y
trucos de cómo hacerse de Chulengos y Choiques.

A todo esto, el padre de Elal-Nóshtex-, a raíz del fracaso de su hermano


Gosye ya convertido en Ballena, decidió ir personalmente a la Patagonia
para terminar de una buena vez con la amenaza que representaba su
hijo. Para eso, el gigante se transformó en un anciano curandero
llamado Takaurr. La mejor forma que tenía él de acercarse a su hijo sin
ser descubierto era ganándose la confianza del cazador fiel al héroe
mítico. Este se llamaba Wekne; era el símbolo de la lealtad y el valor
entre el pueblo Chónek.

El legendario cazador, persiguiendo una vez a


un Chulengo herido, se internó en el bosque,
tras la presa que ya creía segura. Allí se extravió
y al salir, en el deslinde del bosque fue atacado
por un feroz Puma que de un zarpazo le
desgarró la garganta. Antes de caer, Wekne logró
tender su arco y atravesar el cuello del Puma
con una flecha que le dio muerte.

Herido, llamó a sus camaradas; tan sólo se le


apareció un anciano desconocido que, después
de alzarlo, se lo llevó a su cueva. Mientras
marchaba cargando con el nativo al hombro, el viejo le habló en voz alta
diciéndole que el Puma le temería, porque era fuerte y valiente como
Elal. Profetizó que los Chónek gritarían el nombre de Wekne.

Ese día y esa noche, el cazador permaneció inconsciente en la cueva. Al


amanecer, despertó, somnoliento, completamente curado. Asombrado,
apenas si cambió palabras con el anciano curandero.

Cuando regresó con los suyos, contó la extraordinaria aventura que


había vivido. Sin embargo, nadie le creyó -a pesar de su insistencia-, ni
siquiera habiendo traído el cuero del Puma con la flecha clavada en su
cuello, y la cicatriz que aquel le había causado con sus garras.

El brujo Takaurr apareció posteriormente en la toldería de los Chónek y


ratificó las palabras de Wekne. El anciano les enseñó a los viejos el arte
de curar las heridas y les entregó el talismán, atributo de los brujos.

Elal sospechaba del viejo curandero, pero nada podía hacer para
desenmascarado ya que este era muy cuidadoso de cada paso que daba.
Como Takaurr no lograba ganar la confianza de su hijo, convocó a uno
de los Malos Espíritus para que lo ayudase.

Vino Máip, quien aletargó y durmió con su aliento helado a Terr-Werr,


la "abuela" del héroe.

Esta permaneció dormida mucho tiempo.

Cuando trascendió la fama de los milagros que


realizaba el brujo Takaurr, Elal fue a su encuentro
para pedirle que sanara al Tucotuco. El anciano cumplió de inmediato
con el mandato de Elal. El roedor, apenas abrió los ojos, descubrió la
verdadera identidad del brujo, pues advirtió que cuando este se asomó
a la entrada de la caverna, todas las Nubes rápidamente se dispersaron
por el firmamento, asustadas al darse cuenta de que en realidad
Takaurr era el gigante Nóshtex, quien había dado muerte a la nube Teo.

El gigante se vio acorralado; temeroso de Elal, regresó por ayuda a la


Isla Legendaria.

XVII

SHINTAUKEL
Shintaukel, el nativo impostor que bajo la protección de los gigantes
trató de ocupar el lugar de Elal entre los Chónek, fue seducido por el
brujo Takaurr y lo acompañó en su huida a la Isla Legendaria, cuando
ambos se enteraron de que Elal había descubierto la superchería del
anciano.

De allí regresó Shintaukel acompañado de un gigante que lo protegía,


volando en alas del Chimango. Pronto se incorporó a las tribus diciendo
que venía a deshacerse de Elal y que este, por temor, rehuía
enfrentarlo, alejándose con

grupos de cazadores.

El primer encuentro entre ambos tuvo lugar


junto al lago Cardiel. Shintaukel hirió a
traición a Elal, aprovechando que este creyó
hallar a su camarada, a quien suponía
extraviado. Alegremente Elal quiso abrazar a
su amigo, que lo apuñaló seriamente. Mal
herido, Elal parecía caer, cuando apareció un
grupo de Pumas hambrientos.
Los Chónek que presenciaban la lucha, convencidos de que su héroe
sería devorado, corearon entusiasmados el nombre de Shintaukel,
aclamándolo como el nuevo héroe de los hombres. Tras aniquilar a los
Pumas, ambos contrincantes se buscaron afanosamente sin poder
encontrarse. En ese lapso, Elal recuperó sus fuerzas, y cuando
volvieron a trabarse en lucha, logró imponerse fácilmente dominando al

impostor, en el mismo instante en que los nativos volvían a gritar su


nombre.

Durante el segundo encuentro, Elal vio que detrás de las montañas


asomaba un gigante. Creyendo que su adversario era uno de los
monstruos que lo perseguían, maniató a Shintaukel y lo llevó a una
caverna. Tras meditar en lo sucedido, pensando que su prisionero era
realmente un gigante -y no su camarada-,

Elal le sacó el corazón en presencia de su "abuela" Terr-Werr. Ella le


reprochó semejante proceder, haciéndole notar que los gigantes tenían
el corazón de piedra y que su vencido no. Mas el héroe, exasperado,
desoyó los consejos de su "abuela" y terminó por comerse el corazón de
su contrincante.

Cuenta la leyenda que, mientras luchaban frente al lago


Cardiel, gotas de sudor de ambos héroes salpicaron las
aguas del lago, y desde entonces estas son amargas y con
un fuerte sabor a sudor. Otras gotas que salpicaron los
alrededores, originaron los extensos guadales, tierras
estériles, donde no crece ni una brizna de pasto.

La zona donde tuvo lugar la lucha, era poco visitada por los Chónek,
quienes rehuían internarse en esa región.

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Ciclo Humano
XVIII

LA PARTIDA DE

ELAL
Con todo esto, Elal se sentía solo y sin compañía por parte de los
Chónek. Le pareció que estaba todo concluido.

Amargado por los desengaños sufridos, descendió de la cueva, reunió a


sus fieles camaradas y por tres días y tres noches permaneció con ellos
en tomo a las hogueras, adoctrinando a los Chónek antes de despedirse
de ellos.

Les prohibió que le rindieran homenajes. No


debían tener altares ni ofrendarle sacrificios de
ninguna especie; tampoco debían darse a la
profecía ni a la adivinación. De la misma manera
les pidió que mantuvieran las tradiciones y que las
transmitieran a las nuevas generaciones de
Chónek.

Culminada su tarea en la Patagonia, Elal decidió alejarse para siempre.


Reunió a los Cisnes; se subió al lomo del más arrogante y en bandada
rumorosa fue a través de los mares, hacia el Este, allá donde se une el
mar con el cielo, descansando en islas que surgen de las olas
alcanzadas por sus flechas invisibles.

En esas misteriosas islas, el héroe aguarda a sus queridos Chónek. Ahí


los cazadores, frente a hogueras que arden sin necesidad de echarles
leña, han de narrarle a él los episodios de sus propias empresas y
proezas.

XIX

WENDEUNK
Cuando Elal se alejó de la Patagonia, quedó entre los grupos de
cazadores un espíritu tutelar que los guiaba y vigilaba. De
nombre Wendeunk, el espíritu bueno de la raza, algo así como el ángel
guardián de los Chónek.

Los paisanos llamaban Wendeunk a una entidad espiritual totalmente


opuesta a los malvados Máip y Kélenken, pues Wendeunk, sin ser visto,
guiaba a los niños desde que nacían, hasta la muerte.

Wendeunk siempre estaba alerta para ayudar a


los hombres a sortear los malos trances de la
vida, pero los Chónek debían ayudarlo, ya que
este genio bondadoso, por sí solo nada podía
hacer contra los Malos Espíritus.

Wendeunk acompañaba a los muertos hasta el


sitio donde los aguardaba Elal, y le contaba a
este todo lo bueno y lo malo que el Chónek
había hecho en su vida: si había cazado
muchos Pumas, si había guerreado con valor, si
había tenido hijos, y especialmente si había
enseñado a sus descendientes las tradiciones y
los hechos gloriosos que Elal realizó en la Patagonia.
Las aves, entregadas a sus tareas en las lagunas al atardecer,
anunciaban a los Chónek la presencia de Wendeunk rondando los
toldos. Los ancianos aprovechaban esta situación para cumplir con el
mandato de Elal, y narraban a los pequeños las tradiciones de la raza,
en tanto que los hombres se preparaban para una cacería nocturna de
aves. Esto lo llevaban a cabo en las lagunas donde no estuviesen ni el
Flamenco ni el Cisne. Los Patos y Cauquenes eran amigos de las aves
sagradas, y matarlas en presencia de ellas les traía mala suerte.

Los Chónek se retiraban a los toldos cuando las ráfagas de viento


apagaban las antorchas de cacería. Creían que el espíritu bondadoso les
negaba su protección; y que entonces, Máip aprovecharía para
correrlos.

XX

KÉLENKEN
y AXSHEM

Dos de los más siniestros espíritus de la Oscuridad eran Kélenken y


Axshem.

El pueblo Chónek era mortificado por Kélenken. Apenas nacía una


criatura, ya trataba de hechizarla. En los partos difíciles se le aparecía a
las madres para beberse sus lágrimas. La mayoría de los dolores
los generaba Kélenken, especialmente las
enfermedades que causaban fiebre y delirios. Si
eso ocurría, seguro que momentos antes alguien
de la toldería aseguraba haberlo visto riendo,
mientras agitaba sus alas.

Se trataba de un gigantesco Chimango negro. El


rostro era humano, pero provisto de pico en vez
de nariz y boca. Sólo los brujos tenían la
capacidad de ahuyentarlo mediante sus
extraños exorcismos.

También estaba Axshem. A él se le atribuían


desde los dolores agudos, hasta el cansancio.
Solía introducirse en el cuerpo de los animales.

Los efectos de una rodada, de un golpe, una quemadura infectada, una


espina fieramente clavada en la piel, siempre eran atribuidos al
perverso Axshem. Había sólo una señal que indicaba cuándo iba a
enviarles alguna calamidad, esta era: abandonar la fuente de Kooing,
lugar donde vivía rodeado de emanaciones sulfurosas pestilentes.
Los más valerosos, cuando creían que Axshem estaba por salir de la
fuente –en virtud del ruido que hacían las burbujas al estallar sobre el
agua-, le arrojaban piedras, flechas y elementos agudos, con el
propósito de atemorizarlo.

XXI

SETKRE
Cuando Wendeunk acompañaba a los Chónek más allá
del océano, estos se quedaban a vivir con Elal. Las
estrellas -Setkre- son la representación de los muertos
que obtenían permiso de Elal para permanecer en el
espacio con templando a sus parientes. Estando allí
arriba, no sufrían dolores ni sentían fatiga.

Cuentan los ancianos, que las constelaciones australes


en el cielo eran montones de plumas de Choique o
Ñandú que iba dejando un cazador poco experto, al cual se le escapaba
el Ñandú que huía saltando en una sola pata, pues la otra estaba un
poco más allá. Señalando el cielo, indicaban la Cruz del Sur.

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Bibliografía
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Editorial Sudamericana, Buenos Aires.
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La Plata, Biblioteca Centenaria, T. 1, Buenos Aires.
 SIFFREDI, A.; 1968: a) "El ciclo de Elal, héroe mítico de los Aónikenk",
RUNA, vol. XI, pp. 149-160, Buenos Aires; 1968: b) "Algunos personajes de la
mitología tehuelche meridional", RUNA: vol. XI, pp. 123-131, Buenos Aires.
- 1969: "Hierofanías y concepciones mítico-religiosas de los Tehuelches
meridionales", RUNA, vol. XII.

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Autores
SERGIO HACHE – wendeunk@yahoo.com.ar

Es intérprete ambiental: concientiza a niños y jóvenes sobre la importancia que


tienen las actitudes cotidianas en la conservación del medio ambiente natural y
humano.

Interesado en la sabiduría de los pueblos nativos de la Patagonia, dedicó varios


años al estudio y compilación del conocimiento que los diversos pueblos
aborígenes de la Patagonia tenían -y tienen- de la relación hombre-naturaleza y
recursos.

Vive en San Carlos de Bariloche, donde dicta cursos, talleres y seminarios a niños,
adolescentes y docentes.

SILVIA MARTÍN – Los Paraísos 340; Villa Adelina; 1607 Bs. As.

Ilustra libros infantiles y didácticos, desde muy joven. Fue alumna de pintores
importantes, como Jean Josse" Julio Barragán, Víctor Chab y Guillermo Roux;
trabajó para varias agencias de publicidad. La firmeza de su trazo da a sus
dibujos un tipo de precisión que potencia las expresiones y convierte lo explícito
en mágico. Vive en Vicente López, provincia de Buenos Aires.

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