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03/2019 8 de febrero de 2019

Federico Aznar Fernández-Montesinos

Recensión del libro ‘El dominio


mundial’ de Pedro Baños
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Recensión del libro ‘El dominio mundial’ de Pedro Baños

BAÑOS, Pedro. El dominio mundial. Elementos del poder y claves geopolíticas. Ed.
Planeta-Ariel, 2018. 368 pp. ISBN: 978-8434429253

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Recensión del libro ‘El dominio mundial’ de Pedro Baños

Federico Aznar Fernández-Montesinos

La geopolítica, una ciencia en otra hora no solo cuestionada sino maldita, ha


experimentado en los últimos años un fuerte crecimiento en la atención que la opinión
pública, aún la no especializada y especialmente en esta, le dispensa. La simplicidad y
grafismo de sus explicaciones, formadas de un modo visual a través de un mapa, la
convirtieron en otro tiempo en peligrosa; era una suerte de arma mental en tanto que
configuradora de imaginarios a alcanzar y creadora de relatos de indiscutible futuro.

Y es que la geopolítica constituye una ciencia intuitiva en tanto que permite formular
propuestas sin dedicar demasiado tiempo al análisis. Encarna una suerte de alquimia
que hace posible realizar formulaciones «evidentes» para quienes no están versados en
los entresijos de los problemas siempre que, en nombre del grafismo y de la claridad, se
le permite prescindir de los innumerables matices que acompañan a los hechos. La
geopolítica, así, se puede decir que de un mapa hace otro.

Estamos ante un modelo de pensamiento muy sugerente en la medida en que, como


decíamos, hace «evidente» lo que realmente no lo es tanto; de modo que,
implícitamente, se convierte en una propuesta de acción. Esto encarna un riesgo pues
permite, deliberadamente y por razones no científicas, poner el foco sobre un hecho o
matiz concreto al margen de su contexto y transmitir una idea incorrecta, pero que se ve
legitimada por todo un sistema de postulados y por una terminología que proporciona
cobertura y potencia intelectual a su desarrollo. Y es que el carácter pretendidamente
científico de sus propuestas, que ya en el pasado las convirtió en determinismo, sirvió al
rearme ideológico del nacismo y permitió hasta la justificación de la Segunda Guerra
Mundial.

Como consecuencia de ello se produjo su mentada culpabilización y, subsiguientemente,


su demonización. Esta provocó el resurgimiento de la geografía política, una ciencia
menos dinámica y más conservadora. Sus respuestas son menos gráficas empero más
reposadas y académicas. Por ello quedó en manos de especialistas más atentos a su
realidad que a las posibilidades que ofrecía su instrumentación.

Pero con todo, la realidad es que la geopolítica siempre ha estado ahí, aunque de un
modo no pocas veces vergonzante. Así, Kissinger, por ejemplo, decía que él solo
respetaba a los líderes políticos que tenían en su despacho algún tipo de mapa. Al igual
que sucediera en el pasado, las guerras de Iraq y Afganistán o la crisis con Irán han sido

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presentadas a la opinión pública nacional y hasta internacional, en algún momento y de


alguna manera, como nuevos dictados geopolíticos.

El dinamismo y la complejidad que nos ha traído el nuevo siglo con la globalización se


ha convertido en el carácter evanescente de los sucesivos escenarios que lo han
acompañado fruto de la interrelación de un gran número de variables que se demuestran
esenciales. Todo esto ha hecho muy difícil su comprensión.

Como consecuencia y para atender a una realidad tan demandante, las empresas e
instituciones frecuentemente han creado gabinetes de estudio y evaluación de riesgos
con los que poder abordar la realidad internacional cuyo conocimiento se ha hecho
necesario pues, como fruto del avance de la globalización, hasta las empresas de
tamaño medio se han internacionalizado, cosa que en otro tiempo hubiera sido
sorprendente, particularmente en nuestro país. Estos han acabado por provocar el
retorno de la geopolítica ante todo por la relativa sencillez con la que esta explica
problemas complejos a personas que no tienen tiempo, ni gusto por la complejidad. La
política es ante todo comunicación.

Esto en la literatura ha venido de la mano del mundo anglosajón, siempre deseoso de


exportar sus referencias ideológicas, y con ellas, su visión del mundo y sus respuestas,
en no escasas ocasiones, poco favorables a los intereses españoles. En las preguntas
se encuentran escritas las respuestas que, naturalmente, siempre van en beneficio
propio. El que hace las preguntas está fijando el foco y determinando el marco posible
de las opciones de respuestas al tiempo que va a establecer los sobreentendidos a partir
de los que se van a elaborar estas.

Es por ello que la presencia de una geopolítica española y dotada de claves propias y
específicas resulta altamente deseable en un contexto como este. Si no somos los
españoles quienes damos cuenta de nuestra forma de ver el mundo, nadie lo va a hacer
por nosotros. Como se ha visto no es una cuestión baladí. En este mundo, interés y
beneficio van de la mano. Pocas gentes regalan el trabajo solo por puro amor a las
ciencias; y entre ellas no se encuentran las empresas.

Y esta geopolítica española es precisamente lo que nos ofrece el libro El dominio mundial
escrito por el coronel Pedro Baños Bajo y publicado en la editorial Ariel. Este es la
segunda parte de su bestseller: Así se domina el mundo igualmente publicado por Ariel

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hace algo más de un año y que, en sus múltiples ediciones, han venido a llenar un hueco
de conocimiento que la sociedad demandaba y de ello su éxito.

La verdad es que pese al ejemplo que nos ofrece Haushoffer, que fue un general alemán
—su vida fue desgraciada: su hijo fue fusilado por colaborar en la operación Valquiria y
él fue a prisión con Hitler (que instrumentó sus propuestas hasta donde le interesó) para
suicidarse junto con su mujer al final de la guerra, tras la llegada de los Aliados—, pocos
militares han pensado en términos geopolíticos y académicos desde la Segunda Guerra
Mundial, más allá de intuiciones y análisis crematísticos de recorrido corto. Y menos aún
han producido un superventas, al menos en nuestro país. En el mundo anglosajón la
realidad puede ser bien diferente.

El libro, muy visual, a todo color y dotado de múltiples gráficos e infografías, como
procede para abordar estos asuntos —la geopolítica se sintetiza, insistamos nuevamente
en ello, sobre gráficos lo que los hace particularmente oportunos—, repasa las claves
geopolíticas del mundo actual, mostrando sus rasgos más destacados.

El coronel Baños maneja con acierto e inteligencia la simplificación necesaria para esta
ciencia, al tiempo que la enriquece al dotarla de referencias poco habituales y, por ello,
llamativas. La gran riqueza del libro se sitúa precisamente en el amplio espectro de los
temas que aborda —hay, podíamos decirlo así, hasta un afán compilatorio— y, junto con
ello, en hacer planteamientos que no son comunes y, por tal motivo, hasta resultan
arriesgados. Queda ya en el lector ir más allá de los espacios que se le surgieren y
profundizar en ello.

El libro está escrito, como acostumbra el autor, con una muy cuidada y precisa prosa,
particularmente agradable de leer. Se trata de un repaso apasionante, en tanto que se
encuentra construido sobre multitud de desarrollos insospechados. Estamos ante un
trabajo repleto de ideas y de alternativas, un desafío a lo convencional, al cliché y al
dogma.

Desde luego, no es la suya una visión clásica, una vulgar importación o traducción, como
casi siempre, de las ideas anglosajonas que dominan el mercado a modo de
pensamiento único y que se presentan casi como si fuera una doctrina irrebatible. Es
más, su propuesta es una dialéctica de desafío precisamente a eso que hasta ha

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acabado por generar una escolástica que aburre a quienes nos hemos adentrado un
poco en la temática.

El trabajo del coronel Baños supone así, como decíamos, de partida referencias distintas
y un pensamiento fresco, una bocanada de aire, algo significativamente diferente del que
se nos aporta desde las consabidas fuentes que en no pocas ocasiones, como
mencionamos, resultan repetitivas y hasta dogmáticas. Y, en algún momento y
renombrado autor, hasta parece que debieran ser objeto de culto cuando la verdad es
que el mayor riesgo del analista subyace en una ideología que resulta transparente y le
hace dar por sentado demasiadas cosas. Sin embargo, disponemos de buenos
referentes nacionales por más que sin tanto aparataje y renombre. Vives o d’Ors pueden
servirnos como ejemplos; solo por poner nombres lejanos y consagrados, pero no
suficientemente conocidos.

No vamos a decir que compartamos todo lo que el coronel Baños expone, porque en
absoluto lo estamos; y desde luego que el autor no es filo ruso como alguna vez se ha
llegado a sugerir en los medios de comunicación. Pero sí diremos que es preciso leerlo
para poder mostrar tal desacuerdo, y consideramos positivo desafiar al cliché vigente.
De hecho es necesario hacerlo y sirve para limpiarlo. Tal vez su actitud crítica se deba a
que a los militares y los españoles, en general, tenemos prevención con el poder; y no
nos gusta que puedan intentarnos mandar —lo hagan o no— quienes no deben hacerlo.
La duda está en las raíces del pensamiento de Occidente y este es un crisol que todo lo
purifica. Solo se debe adorar a Dios.

También podría censurársele por hacer afirmaciones muy llamativas y que, como
debieran, no se encuentran contrastadas por fuentes de suficiente solvencia —el coronel
Baños es un gran comunicador y, como tal, gusta de llamar la atención a veces por
medios menos ortodoxos—, pero igualmente se puede argüir que no estamos —y nunca
se ha pretendido tal cosa— ni ante un libro académico ni escrito para académicos, sino
ante una obra de divulgación y que siéndolo, resulta interesante precisamente por su
carácter exploratorio; en este ámbito las referencias son escasas y la intuición (que es la
suma de experiencia y conocimiento) ocupa un lugar relevante. Por ello también es útil
para quienes son académicos, en la medida en que se les dotará de elementos diferentes
para la investigación a partir de sus propuestas. De hecho, el afán divulgativo del autor

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le lleva, a mi juicio, a orientar su trabajo más hacia un lector con un conocimiento medio
de los temas que aborda.

Las preguntas, como se ha visto, resultan las más de las ocasiones de mayor relevancia
que las respuestas que vienen condicionadas por aquellas. Se trata no tanto de
demostrar, como de dar a conocer otras aproximaciones y otras interpretaciones de la
realidad. El gran valor del libro del coronel Baños es la gran variedad de temas que ofrece
y la forma tan fresca y dinámica con que lo hace. La prospectiva precisamente es eso,
otear el horizonte y detectar los elementos de mutación que este trae consigo y que son
la clave de bóveda, esto es, los factores y eventos decisivos sin los cuales no es posible
comprender el futuro. Ello es la base para la vigilancia estratégica. Y para eso sirve el
libro, en la medida en que sabe escapar de lo convencional y ofrecer temáticas que, pese
a su relevancia, no se encuentran tratadas suficientemente, adelantando de este modo
los debates del futuro.

Su preocupación por la manipulación es una constante desde la primera página. Así,


expone con insistencia, y a veces hasta con crudeza, la existencia de intereses cruzados
entre personas, Estados y empresas con las contradicciones y paradojas que se dan
entre ellos y a los que atribuye el resultado final de los procesos implicados.

Los manejos ocultos sustanciados en agendas no conocidas por las opiniones públicas
y diferentes y hasta contrarias a aquellas que son explicitadas, son también una
constante en su obra, tanto en esta como en al anterior, pues ejercen una influencia
fundamental por más que poco conocida o valorada por la opinión pública. Y no está de
más insistir en ello. De hecho, se insiste muy poco. Y es que una de las claves del poder
para el coronel Baños se sitúa en la capacidad de influir en un mundo deliberadamente
desinformado, esto es, en disponer del criterio correcto, en contar con la información
adecuada para la decisión.

De modo acorde con estas ideas, el libro se divide en tres grandes bloques centrados en
la idea de poder: los elementos del poder mundial, los grandes condicionantes
geopolíticos y la marcha hacia un nuevo orden mundial. En el bloque dedicado a los
elementos del poder mundial considera las capacidades militar y económica, la
diplomacia, los servicios de inteligencia, los recursos naturales, territorio y población, los
elementos intangibles que el poder tiene, esto es, conocimiento, influencia y persuasión.

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El área de los grandes condicionantes tecnológicos la dedica específicamente a


tecnología y demografía. Mientras el capítulo con el que aborda el nuevo orden mundial
sirve de conclusión al trabajo.

La visión del libro es realista en su más estricto sentido, no ya «bismarckiana», sino en


la senda del más puro maquiavelismo; ese que confunde fuerza con poder, cuando lo
que caracteriza al poder verdadero no es su capacidad de destrucción, sino
precisamente su capacidad para crear y construir. Como recuerda el propio autor citando
a Napoleón: «Dios está del lado de quien tiene más cañones.» Verdaderamente no sé lo
que nos pasa a los militares con el poder «hard», debe de ser una suerte de adoración,
cuando existen otras formas más sutiles y, por ende, menos controvertidas de conseguir
las cosas de un modo menos visible. El auténtico poder ni precisa ni quiere focos, le van
mal. Es más inconcreto e indefinido de lo que parece, pero al mismo tiempo eficaz. Lo
que es duro se puede quebrar. Lo inconcreto, como recuerda Lao Tse, no y por eso el
poder se instala ahí.

Y es que el poder, en su acepción «hard», el poder duro en sus primeras páginas y


definiciones, es una idea omnipresente en el pensamiento del coronel Baños y que se
inscribe en la más rancia tradición «hobbesiana» y a lo más consiente en degradarlo a
influencia. No es posible la geopolítica si esta no se encuentra asentada sobre el poder.
La geoestrategia no deja de ser la gestión de este, su despliegue efectivo por
intencionado sobre un plano. Planear deriva del propio plano.

No hay nada sagrado para el coronel y todo es llevado al crisol purificador; de ahí le han
venido múltiples críticas. La razón y la argumentación son sus herramientas, lo diga
Agamenón o su porquero. De esta forma el libro se inicia cuestionándose la utilidad de
los ejércitos, el poder militar en el siglo XXI, hablando de armas nucleares y químicas,
de una cuestión tan adelantada como los robots, de las compañías privadas de
seguridad, etc. Pasa luego a hacer un análisis belicista de la economía. La globalización
como concepto portador de poder, las guerras económicas entre naciones, la
manipulación de los precios del petróleo, el papel de los fondos de inversión y de las
divisas. Aborda también temas tan conflictivos como la pugna entre Europa y EE. UU.,
la cuestión de Irán, el papel de las grandes empresas o la Ruta de la Seda como
expresión de una geopolítica de influencia económica china.

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Entra luego en la idea de la diplomacia como fuente de poder, como elemento coercitivo
y de negociación; y en conceptos avanzados como el referido a diplomacia pública y
digital y su relación con la inteligencia. De los servicios de inteligencia —otra de las
constantes del autor que se suma a su amor por los poderes ocultos— resalta su
creciente necesidad fruto del insuficiente conocimiento de la realidad del que se ha
hablado, de la contrainteligencia, del espionaje, del espionaje económico, del industrial,
del tecnológico militar, del fiscal, del político. Estamos ante una tendencia rampante que
ha desembocado en el espionaje masivo del que es preclara expresión, a su juicio, el
caso estadounidense por más que todos los grandes países (Alemania, Reino Unido,
Francia) se sirvan de esta controvertida metodología. Escándalos recientes recogidos
por la prensa de nuestro país vienen a darle la razón.

Los recursos naturales no pueden quedar lejos de un trabajo geopolítico. Lo mismo


sucede con la relación existente entre la geopolítica, el territorio y la población
(superpoblación, envejecimiento, pensiones, pobreza, migraciones, grandes ciudades),
el agua, el petróleo, África y la neocolonización: el papel en ella de China, Reino Unido,
Francia. También son tratados el mundo Ártico y Antártico en su relación con el
calentamiento global, lo que genera una siempre peligrosa alteración del statu quo
vigente; la Amazonia y el cono sur son tratados en clave similar.

Particularmente interesante es el capítulo dedicado a, lo que el coronel Baños llama, el


poder intangible: la cultura, las artes, el cine en su capacidad de transformación de la
realidad y muy relacionadas con lo conocido como «soft power». Ello enlaza con la
capacidad de persuasión que requiere de poderosos instrumentos de comunicación. Las
nuevas guerras pueden llegar así comprendidas como un choque de relatos y en ese
marco hay que entender los procesos de desinformación, los bulos o en otra lengua las
fake news. Estos cuentan con una gran capacidad de transformación de la realidad y
potencial para debilitar la cohesión de una sociedad y favorecer con ello los designios de
quien se sirve irregularmente de los procedimientos de desinformación. La guerra híbrida
tiene en este tipo de estrategias uno de sus elementos críticos. Las luchas por la verdad
son, en su fondo, luchas por el poder pues quien tiene lo uno, tiene lo otro y viceversa.

La tecnología es un elemento de poder crítico en tanto que lo define. Por ello, la ventaja
tecnológica se muestra decisiva en el siglo XXI y esta va desde lo técnico hasta la
enseñanza, el papel de Internet, la ciberseguridad, el ciberespacio, la inteligencia

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artificial, la revolución informática, la ingeniería social, esto es, la instrumentación de la


sociedad mediante el uso de la tecnología.

Toda esta sucesión de temas vienen a constituir los elementos con los que el coronel
Pedro Baños ha venido a configurar con múltiples golpes de brocha y combinaciones
insospechadas el cuadro en el que, desde la más pura racionalidad sin complejos ni
dogmas, se va a plasmar el nuevo orden mundial al que estamos yendo.

Lejos empiezan a quedar ya los tiempos que pasamos juntos en el Departamento de


Estrategia de la Escuela Superior de las Fuerzas Armadas y nuestras casi diarias peleas
—doctas, entiéndase— de entonces, pero el aprecio, la sensibilidad, el reconocimiento
y la ligazón intelectual continúan.

Enhorabuena de nuevo, mi coronel. Sigue llevando junto con tus galones la bandera de
España.

Federico Aznar Fernández-Montesinos


Analista del IEEE

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