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RECTIFICA Y AMPLIA QUERELLA.

Sr. Juez:

Mavys Álvarez Rego, pasaporte cubano K437899, cubana, con el patrocinio letrado
del Dr. Gastón Matías MARANO, T° 107 F° 235 C.P.A.C.F., domicilio electrónico
20299054455 y la Dra. Marcela SCOTTI, T°99 F° 534 C.P.A.C.F., domicilio electrónico
27172727706, constituyendo domicilio procesal y denunciando domicilio real en
Rivadavia 1115, Depto. A, C.A.B.A., en el marco de la causa CFP 6315/2021, a V.S. digo:

I.- OBJETO
Que el día 2 del corriente mes y año se ha solicitado la constitución como
querellante en esta causa de la suscripta, remitiendo en cuanto a los hechos relevantes a
la denuncia realizada por la Fundación por la Paz y el Cambio Climático. Luego de una
lectura pausada de la misma, de la recopilación de documentación de aquella época, y de
un análisis más amplio de lo ocurrido, se viene a rectificar y ampliar la solicitud de ser
tenida por parte querellante, con la base fáctica y según las peticiones que a continuación
se detallan.

II.- HECHOS
A los fines de cumplir con el Art. 83, inc. 2 del Código de Forma, sucintamente
relato los hechos que motivan la presente querella. Se deja aclarado que los hechos se
consignan en primera persona, en tanto han sido extraídos del relato de la víctima.

Soy ciudadana cubana, habiendo residido toda mi vida y hasta el momento de los
hechos en la Ciudad de Matanzas, Cuba. El relato comienza cuando yo tenía 16 años, me
encontraba escolarizada en el décimo grado, y de novia con un chico cubano de mi edad.
En una tarde de aquel entonces, iba caminando por una de las calles de mi ciudad
y me interceptó un cubano que se bajó de un auto, se paró enfrente mío y me preguntó si
quería conocer a Maradona. Me siguió durante más de una cuadra, insistiéndome. Como
yo descreía de lo que me contaba, me pidió que hablara con alguien en el auto en que
estaba y accedí. Allí, se sumó a la conversación un argentino, que luego descubriría se
trataba de Carlos Ferro Viera, llamado “Ferrito” en el entorno, y entre los dos me hablaron
durante un largo rato, con el fin de convencerme de que aceptara ir a conocer a
Maradona. Me presionaban diciéndome que Diego era un amigo del pueblo cubano y de
Fidel, que estaba deprimido por una novia que lo dejó, y que necesitaba a alguien con
quien hablar. Continuaron diciéndome que me iban a comprar ropa para ir a una cena con
él, que iban a ayudar a mi familia en lo que necesite, y cosas de ese estilo. Me aseguraron
que sólo iría a comer para conversar con él y que salga de la depresión. Les llevó más de
una hora convencerme, lo sé con precisión porque miraba el reloj constantemente, ante
el miedo de que mi madre me regañe por llegar tarde a casa.
Cuando acepté, ese mismo día me llevaron a un hotel en Varadero. Me entraron
en una habitación, y quedé sola. Me angustié porque pensé que tal vez todo había sido
una mentira y podía estar en peligro. Esperé como 20 minutos. En esa espera, entró quien
me enteré luego era Guillermo Cóppola envuelto en una toalla a la habitación, creo que
viniendo de una pileta del hotel. Me asusté, pero me pidió que me calme y me dijo que
Diego estaba por venir a reunirse conmigo, yéndose en seguida. Finalmente entró Diego.
Se sorprendió de verme, por lo que creo que no estaba al tanto de que me llevarían ahí.
Él fue amable, nos pasamos unas dos horas hablando, me ofreció comer y tomar
champagne. También me regaló un reloj que tenía puesto y, revisando mi cartera, me puso
dinero ahí diciéndome que era para mí y mi familia. Esa primera noche no tuvimos
contacto sexual porque me negué, tan sólo un beso. Luego, descubrí que el dinero que me
había puesto en la cartera eran doscientos dólares. Era muchísimo dinero. La mayoría de
los cubanos no dispone de ese dinero ni en dos años de trabajo. Me fui del hotel y Carlos
Ferro Viera me llevó hasta mi casa, dejándome en la esquina. Esa misma noche, “Ferrito”,
me dio los teléfonos de Cóppola y Maradona, diciéndome que el primero era el manager
de Diego y con quien podía hablar por lo que necesitara, que estaba al tanto de todo.
Le conté a mi madre lo que pasó y me regañó mucho por haberme ausentado y
por haber actuado así con turistas.
Al segundo día, me llamó Diego y me pidió que me preparara para una cena.
Cuando dije que mi madre no me permitía ir, me insistió con que fuéramos juntas. Carlos
Ferro Viera nos buscó en un auto. Nos condujo a una mansión de Varadero en que sería
la cena. Mi madre escuchó que Ferrito pidió que nos atendieran bien porque era la “novia”
de Maradona. Literalmente, me enteré de que era “novia” de Diego en esas
circunstancias. Estuvimos muchas horas esperándolo, pero no apareció. Pasado eso, vino
un auto de “protocolo” del gobierno cubano a buscarnos. Mi madre, en ese momento, se
preocupó y asustó mucho, porque entendió que no era una cuestión privada, sino que
estaba el gobierno cubano involucrado y ya no podría desentenderme de lo que ocurría.
Al tercer día, llamé a Diego por teléfono. Me atendió Guillermo y me dijo que Diego
me llamaría. Cuando lo hizo, me pidió que me alistara porque que me llevarían a La
Pradera, un centro de rehabilitación física en que estaba internado, que quedaba a más
de 100 kms. de mi casa. Le dije que no podía ir sin mi madre, y nos buscaron a las dos.
Me quedé viviendo en la Pradera desde ese entonces y comenzó la relación con él
y su entorno. Mi madre, siempre preocupada, se quedó unos quince días, en los que tuvo
contacto con Maradona y también con sus amigos y empleados. Todos se mostraban
amables y bien dispuestos, incluso Diego, que le aseguraba que yo estaría perfectamente
cuidada. Esos quince días fueron idílicos.
Al principio Diego actuó encantador y atento, me llevaba a cenar y me trataba
como a una mujer adulta. Yo provengo de una familia con muchas carencias económicas,
y hasta entonces no había conocido nada del mundo que me mostró. Cosas como cenar
en restaurantes, participar de las comodidades de los hoteles o salir a discotecas era algo
completamente extraño para mí. No sólo por mi condición económica sino porque era
chica, algo tímida, y mi madre no me permitía salir demasiado.
En esas circunstancias, convivíamos con otras personas. Allí estaban Gabriel
Buono, asistente de Diego, Mariano Israelit, quien era su amigo, Guillermo Cóppola, quien
trabajaba como su manager y organizaba toda su vida, y Carlos Ferro Viera, cuyo rol en el
grupo nunca me quedó del todo claro. Visitaba con alguna frecuencia, Omar Suárez, otro
amigo cercano.
En aquellos primeros tiempos, Diego se presentaba con personas de su entorno en
mi casa en Matanzas, y tenía gestos con mi familia con el objeto de convencerlos de que
estaría mucho mejor con él, que lo que estaba en mi casa. Toda esta situación me
deslumbró, como es imaginable para una chica de mi edad y de mi condición social, frente
a una de las personas más famosas del mundo, y amigo de Fidel Castro. Este último hecho
puede parecer menor, pero debe entenderse que, en Cuba, por lo menos a mi generación,
desde que nacemos y especialmente durante nuestra escolarización, se nos enseñó a la
figura de Fidel Castro como algo mucho más relevante que un presidente. Se lo presentaba
como un liberador, como un héroe, como un padre de todos los cubanos. Por otro lado,
en mi país, especialmente en aquel entonces, el estado está presente en todo. No había
nadie en Cuba que no respetara y temiese a Fidel en partes iguales.
Aproximadamente a un mes desde la partida de mi mamá, las cosas se
mantuvieron igual, en tanto Diego se portaba bien conmigo, se mostraba gentil y
preocupado. Ocasionalmente nos visitaban mi tía o mi abuela y no había reparos de nadie
en que vinieran.
Esa situación cambió un poco cuando Diego me confesó que estaba consumiendo
drogas. Esa primera vez me las mostró, y me pidió que no tomara porque era peligroso.
Realmente desarrollé un afecto por él, porque me sentía en una situación ideal, estaba
con alguien que mostraba cuidarme y se preocupaba por mí, era amigo del gobierno y
constantemente me decía quererme, lo que siempre creí.
Durante esos primeros meses, si él salía o sea alejaba por unos días, me dejaba
dinero para que me maneje. Dinero que yo no tocaba porque no tenía en qué gastarlo. No
conocía La Habana y no tenía tampoco adónde ir, de modo que me quedaba siempre
dentro de La Pradera.
La primera situación de alarma, pero que no la viví con mucha preocupación a los
dieciséis años, se dió cuando Diego me pidió que dejara la escuela. Incluso, en una ocasión
asisitió a mi escuela en un auto oficial, mostrando interés por mí, situación que llamó la
atención de todos. Él insistía con que no necesitaba a una graduada de novia, ni a una
abogada, ni a una médica. Él no quería que estudie, porque eso me obligaba a salir de La
Pradera y viajar a la escuela. Finalmente, a regañadientes accedí, producto de mi
inmadurez. Hasta el día de hoy me arrepiento, por supuesto, de no haberme graduado e
ido a la universidad.
En esos primeros tiempos, hubo muchas circunstancias felices en La Pradera y con
el entorno de Diego. Incluso, se festejó mi cumpleaños diecisiete con mi familia y ese
entorno, junto con alguna amiga del colegio incluso.
Pasados tres o cuatro meses de conocernos, él comenzó a enojarse porque yo me
cansaba en los boliches o quería volver a dormir antes de la madrugada. Aunque él tenía
más del doble de edad que yo, siempre tenía más energía. Con esa excusa, me propuso
por primera vez que consuma cocaína, diciéndome que me iba a ayudar a soportar mejor
el sueño, que me relajaría, que me daría más energía. Yo me negué, le dije que no tenía
sentido para mí inhalar un polvo por la nariz y que él mismo me había dicho que era
peligroso. Él insistió, pero no me forzó al pincipio. En una ocasión, me dejó un plato
preparado con dos líneas de cocaína y se fue de viaje. Al volver, al ver que yo no las había
tocado, él se enojó mucho. Íbamos a salir y me pidió que lo haga por él, así podía entender
lo que vivía y podríamos hacer las mismas cosas. Cuando le volví a decir que no quería, lo
vi violento por primera vez. No me pegó, pero me insultó, arrojó cosas, me zamarreó y me
dijo que esa noche no iba a salir con él. Ante eso, y casi en llanto por los nervios, probé las
drogas por primera vez.
Después de esa vez, el consumo se dio con naturalidad, para darle el gusto pero
aún no enganchada con la adicción. Hubo un cambio cuando probé droga totalmente
pura. A Diego le llevaban por un lado droga que me decía era de la Habana, de poca
calidad, y también le llevaron en varias ocasiones otra muy pura, que me dijo le traían de
Colombia. Cuando probé esta última la sensación fue muy distinta y mi enganche con la
sustancia fue total. Tuve algo parecido a un ataque de pánico la primera vez que probé
esa variedad, y Diego y otros me calmaron. Era habitual que él me retara a una
competencia entre los dos para ver quién consumía mas. En esa época, yo pesaba entre
45 y 50 kilos, dependiendo del momento, y Diego mucho más. Sin embargo, me insistía
con que tomáramos lo mismo. Así, me volví completamente adicta.

Para ese entonces, ya no se permitía que mi familia viniera a La Pradera. En más


de una ocasión mi madre vino igual, y del entorno de Diego le impedían el ingreso. Yo me
enteraba luego, porque mi mamá me lo contaba. Tenía que tomarse el taxi que la traía y
volver los más de 100 kilómetros que la separaban de la que había sido mi casa toda mi
vida.
En un momento, él ya no tuvo que insistir y yo le pedía que me diera droga si no la
encontraba disponible. Generalmente, la droga era dejada en un plato en la pieza, a la
vista de todos, tanto de empleados de La Pradera como de su entorno. Siempre alguien
se ocupaba de que hubiera suficiente cantidad de droga para Diego y para mí. De ahí en
más, accedí a casi todo lo que me pedía, incluso actividades en lo sexual a las que antes
me había negado porque no me gustaban. En esas circunstancias sufrí situaciones sexuales
realizadas en contra de mi voluntad que prefiero no dejar por escrito.
En ese contexto, varios miembros del entorno me habían visto consumir drogas
directamente. Otros, eran conscientes por mis episodios, que fueron muchos. Cuando
Diego viajaba, me limpiaba por unos días, generalmente yendo a mi casa en Matanzas, y
cuando él volvía, reiniciaba el ciclo de adicción. Varias veces, me volvía a negar a tomar y
él me insultaba o se ponía violento.
Sufrí alucinaciones y descompensaciones en varias oportunidades. La más
destacable fue previa al viaje que realicé a Argentina. Llevaba días sin dormir, y estaba
muy drogada. Recuerdo que estaba cansada de acceder a todo y tenía la sensación de que
me iban a ofrecer sexualmente a otros miembros del grupo -fue parte de mi estado de
consumo y no porque hubiera algo externo que indicara eso-. Estaba dispuesta a decir que
no a algo alguna vez, así que bajé las escaleras con una cuchilla en el bolsillo. Estaban
Guillermo Cópolla, Carlos Ferro Viera y otras personas del entorno. Yo empecé a increpar
a Ferrito y Guillermo me quiso tranquilizar. Me mostró que Diego estaba bien, haciendo
una entrevista. Por mis gritos y mi estado, la entrevista tuvo que interrumpirse. Diego salió
de ahí y junto con Guillermo me llevaron a mi habitación. Me dieron dos pastillas para
dormir, que se llaman “Xanax”. Mientras me las daban, Guillermo me calmaba y me
explicó que eran para poder dormir.
Para ese entonces, mi voluntad estaba completamente quebrada. Ya no había
prácticamente nada que Diego me pidiera y no hiciera. De hecho, en una ocasión, él quiso
que viaje a Argentina y, como los cubanos no podíamos salir de la isla, me pidió que pruebe
si entraba en una caja de metal en que guardaba pelotas y botines. Recuerdo que me
pareció aterrador, pero igualmente lo obedecí y me metí en la caja, era incapaz de
negarme a lo que me pedía. Él festejó cuando vió que entraba bien y le pidió a unos
empleados cubanos que le hicieran agujeros para que pudiera respirar. Suárez presención
esto, pero todos los miembros de su entorno supieron lo que pasó, porque se comentó
por días.
Alguien le sugirió, creo que Guillermo Cóppola u Omar Suárez, que sería mejor que
pidiera autorización a Fidel Castro para llevarme a Argentina. Unos días después, Diego
me llevó con Fidel -no recuerdo haber estado más nerviosa en mi vida- y él lo autorizó a
sacarme del país por veinte días. Le dijo que firmaría la autorización. Por un lado, sentí
ansiedad, pero también terror por conocer a Fidel Castro, ya que entendía que toda mi
familia dependía también del resultado de mi relación con Diego.
Días después, personal militar me buscó por mi casa y me pidieron que me
presente en una repartición estatal para realizar el trámite de mi pasaporte. Pensé que no
podría hacerlo, ya que mi padre no estaba en Cuba, pero me dijeron que eso no
importaba. Con ese pasaporte, me dirigí a la Embajada argentina, en donde me recibió un
funcionario llamado Eduardo Porretti, y luego de un intercambio incómodo, me preguntó
si viajaba sola y estampó y firmó una visa argentina en el pasaporte. No recuerdo haber
firmado ningún formulario allí, ni tampoco recuerda mi madre haber firmado nada, por lo
que pienso que esa visa no fue otorgada siguiendo la normativa correspondiente. Sé
fehacientemente que mi padre no firmó absolutamente nada, por no estar en Cuba en
aquel entonces. De esto es importante aclarar que había insistido a Diego que mi madre
pudiera viajar conmigo, pero él se negó.
Antes de pasar a describir los episodios en Argentina, es importante entender que
Diego no ejecutaba prácticamente nada por si mismo. Ni obtenía turnos para trámites de
visas o pasaportes, ni era quien llamaba a los taxis cuando sufría violencia y me echaba a
mi taxi ni era, desde ya, quien conseguía las drogas. Todo esto recaía siempre en personas
a las que él les daba instrucciones, de su entorno.
Así, me embarqué y vine a Argentina, ingresando a finales de 2001, en ocasión de
un partido de despedida organizado para Diego. Al llegar a Argentina, una persona que se
presentó como de parte de Guillermo me buscó en la manga de salida del avión. Desde
allí, esta persona que se presentó con su apodo, Gato, me llevó al control migratorio.
Recuerdo no haber completado formulario alguno (los tenía esta persona completados
por mí). Tampoco recuerdo haber contestado pregunta alguna de ningún funcionario.
Habiendo pasado directamente por el control, me subieron a un auto y me llevaron a un
hotel.
Se me aclaró, desde un primer momento, que yo no debía salir del hotel. En toda
ocasión, había una persona de custodia siempre en la puerta. Cuando abría la puerta, me
preguntaba qué necesitaba y se ocupaba de traérmelo. Eran dos los sujetos encargados
de estar cerca de mi cuarto y se turnaban. Sólo recuerdo el apodo de uno, que era Alfajor.
Ellos se mostraron siempre firmes pero amables.
Apenas pude encontrarme con Diego, me saludó, me hizo saber nuevamente que
no podía salir, por la familia y la prensa, cosa que obedecía. También en Argentina, se me
suministraron drogas. Yo no había traído nada de Cuba porque alguien del entorno de
Diego, creo que Ferrito, me explicó que no era posible llevar drogas en los vuelos, que
debía consumirse todo antes.
En el primero de los hoteles que me quedé, de la cadena Hilton, mi vida fue muy
monótona. Permanecía en mi habitación y me alcanzaban allí lo que necesitaba. En una
ocasión me escapé para ir a la habitación de Diego en otro piso y él reaccionó
violentamente, no dejándome entrar y haciendo que me devuelvan a mi cuarto.
Salí muy pocas veces sin Diego. Entre las que recuerdo, una fue al partido
homenaje, en dónde me recibió Gabriel Buono, diciéndome que cuando termine tenía que
volver al hotel, otra al zoológico y otra a un centro comercial. En todas esas ocasiones me
acompañó una mujer de nombre Estela, pareja de Guillermo Cópolla. Ella se ocupaba de
manejar el dinero, que le daba Cóppola y de abonar nuestros gastos. Estela fue siempre
muy amable, y la única de dos personas del entorno de Diego que, en todos esos años, me
recomendó dejar las drogas y cuidarme, aunque no pude seguir, en ese momento, su
consejo. La recuerdo con mucho afecto. Se que tuvo que pedir autorización para que me
dejen salir con ella, en cada ocasión.
Con posterioridad, Diego se obsesionó con que me operara los senos. Él decía que
era perfecta, salvo por eso y que me iba a ver mucho mejor así. Él ya me había insistido
con esto en Cuba, pero yo realmente no quería hacerlo y en aquel momento le dije que
era porque no confiaba en la medicina de la isla. Habiendo venido a Argentina me quedé
sin esa excusa, y él siguió insistiendo, diciéndome que me iba a llevar con el mejor cirujano
del país. Incluso trajo al Dr. Alfredo Cahe para que hable conmigo al respecto y me
explique que no había riesgos. Realmente nunca quise operarme, porque me gustaba mi
cuerpo como era, pero cedí. Debido a que yo no podía abandonar el hotel, los estudios
prequirúrgicos me los realizaron en mi habitación, viniendo una enfermera. Luego, me
condujeron a una clínica, a la que fui en compañía de Estela y un tercero del entorno, que
en este momento no recuerdo quién era. La operación fue de mucho sufrimiento, y tengo
memoria de estar sumamente asustada y quejándome en voz alta, mientras mujeres en
la sala de espera se reían por lo que decía y por mi acento.
Apenas terminó mi operación, Diego me llevó a una quinta que quedaba fuera de
la ciudad, en dónde estaban algunos miembros del entorno. Recuerdo claramente que
Gabriel Buono estaba allí, y otros amigos pasaron. Ahí tuve problemas con mi reciente
operación. Diego hacía actividades muy nocivas para mí. En una ocasión, aceleró y
desaceleró tanto con la camioneta que manejaba, que se saltaron los puntos que tenía.
Luego, me obligó -a pesar de mi negativa- a andar a caballo, y terminaron de soltarse otros
puntos. Mis heridas se infectaron, y me vi obligada a hacer reposo. Diego me insistió con
quedarnos ahí unos días más para ver fuegos artficiales. A pesar del dolor me quedé,
nunca había visto fuegos artificiales, aunque había escuchado lo que eran. Al volver de la
quinta, me instalaron en un segundo hotel, llamado Sheraton, en la zona de Retiro. Mi
situación allí permaneció igual que en el primero. Nadie me dio, tampoco, explicaciones
sobre el porqué del traslado. En ese segundo hotel, el médico cirujano vino a drenarme
líquido de los senos. Lo hizo en el hotel, y no en la clínica, ya que seguía sin poder salir
libremente.
Creo que hubo una brevísima estadía en un tercer hotel, pero no me ha sido
posible recordarlo ni encontrar datos al respecto. Recuerdo que era cercano al obelisco y
la Casa Rosada. Me alojaron en un segundo piso. Recuerdo también que no pensaba en
salir, por el miedo que me daba. Constantemente había manifestaciones y gente gritando
en las calles. Fue hacia finales de Diciembre de 2001.
Durante la última etapa de mi estadía, me llevó Diego a vivir con él a una casa
grande, de varias plantas, en un lugar llamado Barrio Parque, que sé que había sido
alquilada por Guillermo Cópolla. Allí casi todos los amigos y empleados de Diego estaban,
algunos viviendo unos días, otros visitando. Viví ahí situaciones muy desagradables. En
una ocasión, por las pastillas que me daban para que pudiera dormir, me fue imposible
despertarme, y Diego envió a un guardaespaldas a que se colgara por un balcón y abriera
la puerta desde dentro.
Poco tiempo después volví a Cuba. Tampoco supuso ninguna dificultad atravesar
migraciones, siempre asistida. Al tiempo volvió Diego también y la situación continuó, sin
grandes cambios, también allá.
Quiero aclarar que hay muchos más episodios que hacen a mi historia, que prefiero
que no queden por escrito, pero que estoy dispuesta a relatar ante la justicia, cuando
corresponda.

III.- RESPECTO DE LOS DELITOS QUE SE POSTULA SE INVESTIGUEN.-


Sin desmedro de que una investigación penal versa en torno a hechos y conductas
y no a calificaciones jurídicas, resulta procedente anticipar prima facie cuáles son aquellos
tipos penales que entiende esta pretensa querella están ínsitos en el relato de los hechos,
incluso para coadyuvar a la labor fiscal en la primeria apreciación de lo relatado.

III.A. Reducción a la servidumbre (Art. 140 CP)


Pertinencia al caso
Una vez que la víctima fue captada desde las calles de su barrio por un miembro
del entorno de Maradona, se comenzó un trabajo de erosión constante y sistemática de
su voluntad, así como de separación de todos sus vínculos previos que, durante los
primeros meses, tomó la forma de fuertes presiones.
La presión propia de los primeros meses de contacto de Maradona puede
caracterizarse así. El estado de vulnerabilidad en el que se encontraba, como niña de bajos
recursos de un poblado de Cuba, frente a lo que representaba alguien de la fama, dinero
y poder de Maradona, sumado al hecho del irrestricto apoyo del gobierno cubano a sus
acciones, elemento del que tomó conocimiendo desde el segundo día de que se le hablara
del futbolista, hacían materialmente imposible que la víctima desconociera sus
instrucciones y deseos. A eso se sumó, desde ya, la presión propia de la incidencia sobre
su familia que generaban el propio Maradona y miembros de su entorno, llevando regalos
y lujos que estaban muy por fuera de lo que siquiera podían soñar. Entrados pocos meses
de relación, se sumó a esto que se restringuó la posibilidad de su familia de visitarla, y se
encontró habiendo abandonado sus estudios, al que era su novio, y con la imposibilidad
real de regresar a su “vida anterior”.
La chance real de una niña de dieciséis años, con ese contexto, de oponerse a
cualquier cosa que dijera Maradona o alguien de su entorno era casi nula. Terminó de
volverse nula cuando, como relató, fue introducida al mundo de las drogas y cualquier
resto de propia personalidad o voluntad fue suprimida por la adicción a la que la empujo
Maradona y otros adultos que, o colaboraron con esto, o pretendían desconocerlo.
Esa situación se mantuvo en Argentina, en dónde, amén de los factores ya
descriptos, Mavys se encontró en una tierra completamente extraña, sin la posibilidad de
desplazarse con libertad, no sólo por su desconocimiento del país en que se encontraba
sino por la existencia de una vigilancia constante a sus movimientos.
Como remate ilustrativo, este sometimiento irrestricto a la voluntad de Maradona
y su entorno se percibe claro en la naturalización por parte de la víctima de hechos
aberrantes, tales como “probarse una caja de metal” para viajar encerrada a la Argentina,
acceder a prácticas sexuales que le desagradaban o ser filmada, así como realizar
pasivamente actividades inherentemente riesgosas para una persona recién operada. No
caben dudas de que una persona en ejercicio pleno de su voluntad no hubiera accedido a
tan crueles y extravagantes imposiciones.

III.B. Trata de personas agravada (Art. 145 bis CP; Art. 145 ter, incs. 1, 5, 7)
Pertinencia al caso
En términos genéricos, el “Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata
de Personas, especialmente mujeres y niños”, sancionado en el marco de las Naciones
Unidas, establece que se define como trata de personas a: “(...) la captación, el transporte,
el traslado, la acogida o la recepción de personas, recurriendo a la amenaza o al uso de la
fuerza u otras formas de coacción, al rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de
una situación de vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para
obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de
explotación. Esa explotación incluirá, como mínimo, la explotación de la prostitución ajena
u otras formas de explotación sexual, los trabajos o servicios forzados, la esclavitud o las
prácticas análogas a la esclavitud, la servidumbre o la extracción de órganos” (la negrita
nos pertenece y busca resaltar los elementos particularmente aplicables al caso).
La víctima de autos fue captada en Cuba, siendo menor de edad, y en esa condición
fue luego trasladada al país en forma ilícita, a los meros fines de servir como instrumento
de desfogue sexual de un adulto. Se encuentran reunidos, por otro lado, los elementos
típicos de las maniobras de trata: la captación de una persona en estado de vulnerabilidad,
la segregación de la víctima de su entorno para producir su indefensión, la generación de
una situación de dependencia (en este caso inducida por la necesidad de consumir
drogas), su traslado internacional, y su mantenimiento en condiciones de libertad
restringida.
Se destaca, asimismo, que no puede descartarse al tiempo de redactar estas líneas
-incluso existiendo indicios apoyando la tesitura- que hayan existido otras víctimas de una
maniobra similar pergeñado por el mismo grupo de sujetos.

Aplicabilidad de la figura
No escapa a los letrados firmantes que la incorporación legislativa del tipo penal a
nuestro ordenamiento interno es posterior a la fecha de la comisión de los ilícitos.
No obstante, es indudable que la trata, como delito internacional, existe desde
tiempo muy anterior a los hechos que se postula aquí se investiguen. Sin ir más lejos, el
“Convenio para la Represión de la Trata de Personas y de la Explotación de la
Prostitución Ajena”, fue aprobado por la Organización de las Naciones Unidos en el año
1949, e internalizado por Argentina a través de la ley N° 11.925 poco tiempo después.
Incluso, el propio “Protocolo para Prevenir, Reprimir y Sancionar la Trata de Personas,
especialmente mujeres y niños” fue sancionado también en el marco de la Organización
de las Naciones Unidas el 12 de Diciembre de 2000, prácticamente un año antes de los
hechos.
Con esto, difícilmente pueda alegarse afectación de garantías por el
desconocimiento de la prohibición respecto a la conducta desplegada, en tanto la misma
ya constituía para aquel entonces, y desde mucho antes, una norma consuetudinaria de
cáracter obligatorio en el derecho internacional. Con ello, entendemos a la figura aplicable
y vigente al caso. En esta línea de enseñanza, recuérdese el precedente Simón de nuestro
Máximo Tribunal, que estableció, en lo pertinente, que resultaba imprescriptible un delito
grave -aunque dicha norma de vigencia no existiera en nuestro ordenamiento interno en
aquel entonces- en tanto la imprescriptibilidad de este era parte del derecho
consuetudinario internacional y, por tanto, obligatorio. De ese mismo modo, entonces, ya
existía al momento de la comisión de los hechos la prohibición internacional al respecto
y, por tanto, resulta analizable la conducta por parte de nuestro ordenamiento
jurisdiccional penal. Esto deviene especialmente cierto, cuando aquello que se trata de
proteger es el derecho de alguien que reviste características de vulnerabilidad extrema,
incrementadas por su condición de niña y mujer al momento de los hechos. Una adecuada
perspectiva de género aplicada al caso, no puede sino descartar que se impida el acceso a
la justicia de una víctima mujer y niña, so pretexto de oscurantismos legislativos.

III.C. Incumplimiento de los deberes de funcionario público (Art. 248 CP) o


Cohecho (Art. 256 CP)
Pertinencia al caso
Se ha detectado en el caso el accionar presumiblemente irregular de, al menos,
tres funcionarios públicos argentinos. La calificación penal oportuna deberá asignarse,
conforme surja de la pesquisa, y dependiendo de la motivación por la cual actuaron dichos
funcionarios, ya fuera por simple incumplimiento de sus funciones o motivados por
prebendas.

III.D. Privación ilegítima de la libertad (Art. 142 CP)


Pertinencia al caso
Durante la totalidad de su estadía en Argentina, la víctima fue impedida de
desplazarse con libertad, permaneciendo constantemente vigilada por personal a las
órdenes del entorno del fallecido Maradona.

III.E. Suministro de drogas a un menor de edad (Ley N° 23.737)


Pertinencia al caso
Durante su estancia en Cuba y también durante la totalidad de la permanencia de
la víctima de autos en Argentina, le fueron suministradas drogas ilegales -cocaína- a pesar
de su minoría de edad, con el propósito de mantener su dependencia a la sustancia y evitar
dificultades con su conducta.

III.F. Lesiones (Art. 94 CP)


De manera subrepticia y clandestina se practicaron estudios médicos a la víctima,
con el fin de someterla a una operación quirúrgica de implante de mamas, contra su
voluntad y sin autorización de sus responsables legales. Como producto de dicha
operación, derivaron lesiones -que fueron tratadas también en la clandestinidad de un
hotel- y la consecuencia, aún hasta hoy, de llevar una figura que representa el puro
capricho de quien en vida fuera quien la sometió a los más variados vejámenes. El análisis
de este tipo penal deberá contemporarizarse además con las responsabilidades
administrativas que pudieran corresponder al médico o médicos que hubieran participado
de la maniobra.

III.G. Corrupción de menores (Art. 124 CP)


Pertinencia al caso
Indudablemente, las conductas descriptas en el relato, muchas de las cuales
requirieron la concurrencia de varias personas, tienen entidad suficiente para pervertir el
normal y esperable desarrollo sexual de una niña.

Se deja expresa mención de que han existido otros delitos relacionados con la
integridad sexual de la víctima pero que, entendemos, no resultan perseguibles en tanto
el autor ha fallecido, no son susceptibles de participación criminal distinta a la autoría y/o
habrían sido cometidos enteramente en extraña jurisdicción y sin incidencia en nuestro
territorio.

IV.- RESPECTO DE LA PERSEGUIBILIDAD DE LOS DELITOS RESEÑADOS.-


La posibilidad de la persecución penal de los delitos que solicitamos se
investiguen se encuentra plenamente vigente, no hayándose ninguno de ellos prescripto.
Esto se debe a los siguientes elementos de derecho:

IV.A. Participación de funcionarios públicos


Los delitos que postulamos han ocurrido con la necesaria participación de
funcionarios públicos, situación que en los términos del Art. 67, párrafo segundo de
nuestro Código de Fondo, ha suspendido el curso de la prescripción.

Así, encontramos la participación necesaria de:

Fidel Alejandro Castro: se trata de una persona instrumental y necesaria para el


irregular traslado al territorio argentino. Tal como surge del relato, su decisión y ejecución
de documentación acorde fueron necesarias para que la víctima pudiera abandonar Cuba
con el fin de viajar a esta jurisdicción. Se desempeñó como presidente vitalicio de Cuba
hasta su fallecimiento, el 25 de Noviembre de 2016. No es menor destacar que la víctima
temió durante la totalidad de la vida de Castro, posibles represalias ante una denuncia del
hecho. Su fallecimiento, así como la mudanza de la víctima fuera de Cuba, fueron factores
de peso en la decisión de contar su historia y, oportunamente, promover esta querella.

Eduardo Porretti: se trata de otra de las figuras centrales para el logro del traslado
de Mavys al país. Si bien el análisis de su imputación se hará oportunamente (producida
la prueba documental referida a la emisión de la visa que recibió), lo cierto es que en
aparente contravención a las normas administrativas, sin servirse de ninguna de las firmas
sus padres, le otorgó una visa para viajar a Argentina. Se desempeñaba en Cuba, en 2000,
en funciones consulares, y actualmente reviste cargo como encargado de negocios en la
República Bolivariana de Venezuela.

Funcionarios de identidad a determinarse, dependientes de la Dirección Nacional


de Migraciones, que autorizaron el ingreso y egreso del país de la víctima.

IV.B. Imprescriptibilidad de este tipo de delitos


Los delitos de trata de personas y de reducción a la servidumbre son ambos de
naturaleza imprescriptible, conforme normas locales y normas consuetudinarias
internacionales de carácter obligatorio. Dicha imprescriptibilidad ha sido refrendada por
la Corte Interamericana de Derechos Humanos en el señero fallo “Trabajadores de la
Hacienda Brasil Verde vs. Brasil”. En lo pertinente, el fallo destaca que el sometimiento a
servidumbre consiste en el ejercicio de control sobre una persona mediante coacción
física o psicológica de tal manera que implique la pérdida de su autonomía individual. En
la misma línea, la Corte Interamericana considera que la servidumbre es una forma
análoga de esclavitud y debe recibir la misma protección y conlleva las mismas
obligaciones que la esclavitud tradicional. En ese sentido, la esclavitud y sus formas
análogas constituyen un delito de derecho internacional, cuya prohibición es una norma
de jus cogens, resultando imprescriptibles. Por lo tanto, la prescripción de los delitos de
sometimiento a servidumbre, en todas sus formas análogas es incompatible con la
obligación de los estados signatarios de la Convención Americana de Derechos
Humanos.

V.- PERSONAS A IMPUTAR Y PERSONAS RESPECTO DE LAS CUALES SE SOLICITA SE


INVESTIGUE SU ACCIONAR.-
A tenor del relato de los hechos, de las pruebas que se encuentran rendidas, esta
pretensa querella viene a dirigir concreta imputación, a resultas de la marcha de la
pesquisa, contra:

• Carlos Ferro Viera, DNI: 12.506.504, domiciliado en la Ciudad de la Plata,


P.B.A., por entenderlo incurso en la posible comisión de los delitos
descriptos en el acápite III, bajo los subtítulos A, B, D, E y G, concurriendo
todos idealmente.
• Juan Carlos Pintos Barbieri, domiciliado en Beruti 2321, C.A.B.A., por
entenderlo incurso en la posible comisión del delito descripto en el acápite
III, bajo el subtítulo F.
• Funcionario de identidad a determinarse, dependiente de la Dirección
Nacional de Migraciones, que autorizó el ingreso de la víctima al país en
2001, por entenderlo incurso en la posible comisión del delito descripto en
el acápite III, bajo el título A, B, C, todos concurriendo idealmente.
• Funcionario de identidad a determinarse, dependiente de la Dirección
Nacional de Migraciones, que autorizó mi egreso del país en 2002, por
entenderlo incurso en la posible comisión del delito descripto en el acápite
III, bajo el título A, B, C, todos concurriendo idealmente.

Se deja expresa reservar de variar las imputaciones pertinentes, ya sea


ampliándolas, modificándolas o reduciéndolas, conforme avance la investigación judicial.

Asimismo, entiendo que debe realizarse profunda pesquisa para determinar las
posibles responsabilidades penales, a fin de que esta querella analice posibles
imputaciones, respecto de:

• Guillermo Esteban Cóppola, DNI: 6.082.480, domiciliado en Del Libertador 3540,


Piso 10, Depto. 19, C.A.B.A.
• Mariano Juan Israelit, DNI: 18.618.291, domiciliado en Franco 3340, Piso 1, Depto.
127, C.A.B.A.
• Gabriel Buono, de demás datos personales a determinarse en la pesquisa.
• Omar Suárez, domiciliado en Gallo 1311, C.A.B.A.
• Eduardo Porretti, D.N.I.: 16.645.022, domiciliado en Esmeralda 1216, C.A.B.A.

Respecto de Fidel Alejandro Castro y Diego Armando Maradona, más allá de


comprender que han sido partícipes en los delitos que pido se investiguen, nada
corresponde referir, en tanto es público y notorio que ambos han fallecido y cualquier
acción penal se ha extinguido por esa razón.

VI. INTRODUCE EL CASO FEDERAL.-


Hago expresa introducción de cuestión federal a fin de poder concurrir ante la
Corte Suprema de Justicia de la Nación por la vía extraordinaria que corresponda
utilizando las facultades conferidas por el artículo 14 de la Ley 48, en atención a los
derechos de carácter federal que hacen a mi petición, concretamente aquellos referidos
al acceso a la justicia y a la protección de las víctimas, mujeres y niños.

VII. PETITORIO: por lo antedicho solicito que:


1. Se me tenga por presentado, por constituidos los domicilios y como querellante en
la presente causa. Fecho eso, se de acceso al sistema a fin de que esta querella
aporte pruebas documentales y solicite la producción de pruebas y la adopción de
urgentes medidas.
2. Tenga presente la introducción de la cuestión federal formulada.

PROVÉASE DE CONFORMIDAD
SERÁ JUSTO

Mavys Álvarez Rego

Dr. Gastón M. Marano


C.P.A.C.F.: T° 107 F° 235
C.A.M.G.R.: T° II F° 364
C.F.A.L.P.: T° 609 F° 585
Juzgado Criminal y Correccional Federal N° 6

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