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Acabándome por él

Caroline Rebolledo Ospino


Este es mi tercer escrito y segundo homosexual,
muestra escenas fuertes sobre todo lo que
sufrimos por la persona que amamos, tanto así que
nos volvemos masoquistas solo para que no nos
abandonen. Cualquier comentario es bien recibido
en mi correo: bojankrkic97@outlook.es, ojalá lo
disfrutes.
1 de mayo del 2006 en Barranquilla, en algún
vecindario llamado el prado.
Parte 1
Todo es tan oscuro, todo está malditamente mal.
No debía suceder así, ¡No!

Mi papá, Gabriel, era un hombre muy


perseverante. Jamás se rendía, hasta ayer. Ya no
podía sufrir más, ya no quería sentir más dolor y lo
hizo. Fue tan egoísta en dejarse morir, dejándome
solo, solo en todo el maldito mundo.

Mi nombre es Sergio, tengo veintiún años y esta


es mi historia.

Gabe, mi papá, era abiertamente homosexual


desde los catorce años. Todos lo sabían, excepto
Dora, mi abuela o bueno, eso hacía creer a la
gente. Lo sabía pero se negaba a ver la realidad,
odiaba el hecho de que su único hijo fuera
homosexual, odiaba su manera de vestirse, decía
que parecía una puta barata y bueno, si lo parecía.
Usaba pantalones cortos muy ajustados y camisas
sin mangas que dejaban mucha piel al descubierto.
No le importaba lo que pensaran de él.

Gabe solía ir a jugar billar con su “amigo”


Santiago, se besuqueaban atrás de los
contenedores de basura del restaurante chino y se
manoseaban de vez en cuando. Siempre Santiago
le agarraba el miembro, ahí escondidos y Gabe se
estremecía. De hecho, con él perdió su virginidad,
una tarde, en la casa de la hermana de Santiago.
Esperó a que todos se fueran y se metieron en el
baño, Gabe estaba nervioso, temblaba y Santiago
estaba bastante seguro, le quitó rápidamente la
ropa y lo masturbó, gimió. Luego Gabe le hizo lo
mismo y se vino antes de tiempo. Decepcionados,
salieron del baño, uno atrás del otro se sentaron
en la sala, encendieron la televisión y casi
enseguida Santiago se le fue encima y allí lo
hicieron, en el sofá de la sala. Gabe cada vez que
era embestido gemía y decía que lo amaba, no
recibía respuesta alguna. Para no ser tan gráfico
diré que Gabe hizo el papel de mujer y le dolió
bastante pero lo disfrutó. Estaba perdidamente
enamorado de él.

Se veían bastante aunque Dora odiara su


presencia o bueno, todos los del vecindario los
odiaban, odiaban el hecho de que fuera un “marica
tan descarado” o como lo llamó Leticia: “un
maldito travesti”.
Con los meses las cosas se fueron enfriando para
Santiago y poco a poco se fue distanciando. Gabe
no notó nada extraño. Empezó a follarse a Miguel,
su compañero de clases de guitarra, lo hacían
todos los días, en su casa, en la de él o en un
motel barato, justo después que iba a ver a Gabe.
Un día simplemente dejó de llamarlo y así
terminaron las cosas. Estuvo devastado, no salía a
la calle, no iba a la escuela, no hacía nada más que
llorar.

Con el tiempo se enteró de todo porque Marina,


su amiga que por cierto era lesbiana, los vio
manoseándose en una de las discotecas del
surdescaradamente y les preguntó y le contaron
todo, ahora eran pareja. Así fue como papá,
despechado, entró al horrible mundo de las drogas.
Primero un poco de marihuana, se la metía una vez
a la semana, luego dos, luego todos los días, luego
probó unas pastillas de colores que lo hicieron
volar, luego conoció la famosa metanfetamina y
esta fue su perdición.

En barranquilla en ese entonces, era muy difícil


tener acceso a ese tipo de sustancias tan costosas
y con lo que le daba Dora, no le alcanzaba ni para
dos inyecciones. Tenía que hacer algo para
conseguir dinero suficiente para mantener su
adicción, esta lo controlaba y lo ayudaba a olvidar
el dolor, la rabia que sentía porque se hubieran
burlado de él de la peor manera, la impotencia y
bueno, este efecto era por unas horas pero era
suficiente con olvidarse de el al menos ese tiempo.
Pensó en trabajar pero ya no coordinaba bien,
estaba jodido. Ya no vivía con dora, así fue como
empezó a robar en los vecindarios del norte, todas
las semanas buscaba una nueva esquina o se fijaba
en alguien que estaba solo y lo asaltaba con la
pequeña navaja que le había ganado a Michelle en
una apuesta.

Ya tenía diecisiete años y era muy bueno en lo que


hacía, era impecable, no dejaba rastro. Ya tenía
una moto, ropa de marca y dinero suficiente para
comprarse un apartamento y lo hizo, lo compró
apenas tuvo su identificación. Sufría bastante,
había olvidado a Santiago hace siglos... eso creía.
La heroína hacia que él estuviera deprimido, no
dormía o lo hacía muy poco, no lo disfrutaba y
estaba demasiado delgado, en los huesos. Desde
hacía un año, se follaba a Marina, solo para calmar
sus deseos sexuales. Claro está, que ella lo hacía
por lo mismo. De hecho, Marina tenía un pequeño
amorío con la mujer del tendero, follaban al menos
una vez a la semana en cualquier motel que
estuviera lejos, bien lejos. Con el tiempo y con las
ganas, se acostaron sin usar protección y de ahí
salí yo. Marina pensó en abortarme y papá pensó
lo mismo pero algo hizo que él se arrepintiera y
decidieron tenerme. Odió como le quedó su cuerpo
después del embarazo y lo peor fue amamantarme,
era doloroso y le dejaban rojos los pezones.

Viví mis primeros diez años con Marina en una


habitación espantosa en soledad, hacía mucho
calor y pasábamos hambre, muy poco recibía algún
juguete o ropa nueva, ella no aceptaba que papá le
diera dinero, muchas veces la descubrí viendo
revistas pornográficas y masturbándose en la
cocina, en el baño, en el patio, etc.

Marina empezó a trabajar como costurera en el


centro y la falta de dinero, la falta de una pareja
estable y más cosas, hicieron que ella empezara a
consumir heroína. Esta era muy costosa, en ese
año, estoy casi seguro de que se prostituyó para
conseguir el dinero para consumirla, no estoy
seguro. En menos de un año y medio, esto acabó
con ella y papá se vio obligado a llevarme con él.

Pasé muy buenos años con él, me enseñó técnicas


impecables sobre como robar en casas, en el
transporte público, hasta me enseñó a robar en
ancianatos y entierros. A los quince años, di el
primer golpe, asalté con unos amigos de papá a un
gran supermercado que quedaba en la 21. No me
quedé con todo el dinero que sacamos ya que ellos
y papá tomaron la mayoría pero aun así, recibí
mucho dinero, más del que me habrían dado en
cuatro meses.

Papá me regaló un auto a los dieciséis, un camaro


azul, era hermoso. Me hacía quedar bien en el
vecindario. Estudié en las mejores escuelas de la
cuidad, tenía muchos lujos y comodidades, aunque
a veces papá era estrafalario, sobre todo en la
manera de vestirse, muy ostentoso. En mi último
año tuve mi primer novio, era Ahmad, era iraquí.
Era muy alto y tonificado, cabello corto y negro,
nariz fileña y pómulos marcados. Llamaba bastante
la atención de mis compañeras pero yo lo hacía
más. Yo era bastante parecido a papá, heredé sus
ojos color miel, estatura promedio y tenía el
cabello largo rubio, pocas ondas, esté lo heredé de
Marina y recuerdo que a ella le molestaba bastante
el color de su cabello, casi tanto como le
molestaba el apio. Luego Ahmad regresó a Irak ya
que se vino de ilegal, me dolió en el momento pero
lo superé bastante rápido.Quise empezar la
universidad pero papá me dijo que no era
necesario, podría vivir de lo que hacíamos.
Parte 2
Al cumplir veinte años, era casi tan bueno como
papá, asaltamos museos por las noches, licoreras,
restaurantes, etc. Entre los dos compramos una
casa en el prado, tenía piscina, cuatro habitaciones
y cinco baños, demasiado espacio para los dos
solos o bueno, papá metía uno que otro novio de
vez en cuando. Teníamos todo lo que podíamos
desear y más, aunque nos estábamos arriesgando
cada vez más en lo que hacíamos, sin notarlo.
Intentamos asaltar una casa de empeño, lo
planeamos durante días. Fuimos con los
“compañeros de trabajo”, cuidadosamente y en
pleno acto, nos cayó la policía, corrimos como
locos y nos escondimos en el patio de una casa.
Nos llevamos tremendo susto y eso hizo que
abriéramos los ojos y aterrizáramos, nos
estábamos arriesgando demasiado porque
creíamos que lo sabíamos todo y no era así.

Una noche fui a una discoteca que se llamaba


Asaco, estaba con Oscar, amigo de la escuela y su
novia transexual, Lucía. Entramos, pedimos
cervezas y nos sentamos. Vi que ella le metió la
mano por debajo de su pantalón y él se mordió los
labios, justo por debajo de la mesa. Me sentí
incomodo porque yo estaba solo, además eso no
era apropiado y menos delante de mí.

Miré alrededor y vi mucha gente bailando, unos


estaban totalmente drogados, otros meneándose,
tocándose, mucho sudor, excitación, otros estaban
bebiendo tequila hasta el cansancio.

-Fondo, fondo, fondo.

Las luces purpura hicieron que me mareara, eran


muy fuertes y giraban muy rápido, más el olor del
sudor de los que estaban junto a mí sumado al olor
de los tragos, todo me abrumaba. Entonces salí
afuera un momento para prender un cigarrillo,
necesitaba aire y salirme de ese ambiente un
momento, no estaba acostumbrado a visitar ese
tipo de lugares. Me apoyé a la pared de afueray
pasé la mano por mi cabello para acomodarlo, yo
sudaba demasiado. Vi que llegó un grupo de
muchachos hípsters, uno a uno fueron
mostrándoles sus identificaciones al grandulón de
seguridad. Entraron riéndose bastante, era obvio
que venían drogados o ebrios quizás pero a uno de
ellos no lo dejaron entrar porque no llevó la
identificación. Era alto, tenía el cabello castaño y
lacio peinado cuidadosamente hacia un costado,
cejas definidas y barba, aretes y tatuajes de
colores en sus brazos. Era muy hermoso y
diferente, poco usual. Llevaba puesto un pantalón
azul celeste ajustado a sus largas piernas, una
camisa blanca de mangas cortas y tirantes,
zapatos clásicos cafés claros. Lo analicé
completamente. Miré su cara de decepción y sentí
lastima por él, estaba solo, sus amigos lo dejaron.
Recordé cuando papá me contó que cuando tenía
dieciséis años, llevaba dos años con su adicción,
se había vuelto muy violento y grosero con las
personas, veía cosas que no existían y le entraban
ataques paranoicos, su mamá al verlo así en vez
de ayudarlo, lo botó a la calle a la deriva. Sin ver
el porqué de su adicción, lo hizo por despecho.
Quedó solo y poco después fue que empezó a
robar, sino lo hacía iba a morir de hambre y tenía
que seguir consumiendo.

Lo pensé en menos de un instante y decidí


acercarme a él. Caminé lentamente, cuidando cada
paso que daba para no sufrir ningún accidente
estúpido. Me detuve en frente de él, estaba
recostado a un poste de energía esperando un
taxi. Suspiré.

-Hola.-Le dije

-Emm hola.-Me dijo con una expresión de rareza.

-Soy Sergio.-Le dije estirándole mi mano.

-Bien, yo soy Mateo.-Me dijo estrechando mi


mano.

-Noté que te dejaron solo y quise...-Me


interrumpió.

-Sí, siempre lo hacen, me dejan botado como a un


puto perro.

Reímos. Pensé en silencio en que decirle, quería


acompañarlo pero no sabía cómo pedírselo.

-¿Vas de salida o te están esperando adentro?-Me


dijo.

Podría decirle que iba de salida pero empezaría a


preguntarme cosas, como que por qué estoy solo y
soy pésimo mintiendo o podría decirle la verdad,
que me estaban esperando adentro.

-Vayamos a otro lado, ¿Vale?-Me dijo.


Parte 3

Fuimos a un pequeño bar cercano en que no


pedían identificación, tenía un acento diferente.
Tal vez era paisa o santandereano, no estoy
seguro. Nos sentamos en la barra y pedimos
whisky, no suelo beberlo pero lo pedí porque él lo
pidió. Giró, dando la espalda a la barra, apoyando
los brazos a ella y cruzó las piernas.

-¿Qué hacías fumando ahí, solo?-Me dijo.

-Estaba con unos amigos que son pareja, me


dejaron solo, me mareé y salí a fumar.

-Pff seguro han de ser una mierda como los míos.

-No lo son pero si eso crees.

-¿Por qué no llevaste a tu novia?

Dudé de nuevo, no quería decirle que no tenía


novia porque preguntaría el por qué y si le decía
que era homosexual, podría espantarlo y era lo
que menos quería. Guardé silencio esperando que
olvidara lo que me preguntó.

-Como no hablas supongo que no tienes.


-Acertaste.-Me resigné a contestarle, sin
importarme lo que me fuera a preguntar después.

-Yo si tengo pero no aguanta traer a las viejas a


estos lugares, tal vez me guste otra y no podría
hacer nada si ella está aquí.

Me decepcioné, quería que fuera gay pero no lo


era en lo absoluto.

-Emm sí, es verdad.

-Tienes pinta de maricón.- Me dijo riéndose.

<<Joder>>

-¿Por qué piensas eso?

-Por tu ropa, tu cortesito y ese olor...

-¿Qué tiene mi olor?

-Nada, solo que hueles igual que Claudia.

-¿Quién es Claudia?

-La puta que me follo en las quincenas.

-¿Insinúas que huelo como una puta?

-Emm no, no dije eso.


Guardé silencio y miré sus ojos, no sé por qué
quise mirarlos pero cuando lo hice, me sentí muy
bien. El me miró extraño.

-Cuidado te enamoras de mí, suelo atraer


maricones.

-Mejor me voy.-Le dije levantándome y me haló


del antebrazo.

-Cálmate perra, ven aquí.

-Vete a la mierda, me largo.

-Como quieras.

Salí del bar, indignado. No tenía que tratarme así


por ser homosexual, no tenía que faltarme el
respeto. ¿Acaso cree que nosotros por ser
homosexuales, valemos menos que ellos? ¿Los
supuestos hombres? Nosotros no elegimos que
nos querían gustar otros hombres, nacimos asíy
somos seres humanos, así que merecemos el
mismo respeto que cualquier persona. Caminé
hacia el andén, molesto, esperando que cambiara
de color el semáforo. Entonces escuché que
gritaron mi nombre.
-¡Hey Sergio!-Me gritó Mateo.

Giré, decepcionado.

-¿Qué quieres?

Se acercó a mí y me agarró el trasero.

-Suéltame o te parto la cara pendejo.

-¿Tú? ¿Con esas manos de nena?

Lo empujé.

-¿Crees que por ser gay soy menos hombre que


tú? ¿O más débil?

-No me golpearías. Si te acercaste a mí es porque


te gusté o ¿no? Mariquita.

Me llené de ira y lo golpeé en la cara arrojándolo


al suelo. Inmediatamente me arrepentí, no quería
golpearlo pero él me incitó a hacerlo. No debía
golpearlo. Pasó su mano por su nariz, esta
sangraba y me sentí muy mal.

-Lo siento, no debí golpearte.-Le dije.

Se levantó del suelo y se detuvo en frente de mí,


cubriendo su nariz que sangraba.
-Está bien, lo merecía. No pensé que fueras a
golpearme.

-Perdón.-Le dije lamentándome por lo ocurrido.

-No lo pensé porque creí que los maricones le


tenían miedo a los hombres de verdad pero me
equivoqué.-Me dijo y me enojé de nuevo.

-Bien, ya veo que eres una mierda de persona. No


me arrepiento de haberte golpeado.

-Hay no te comportes como niña, regresemos al


bar.

-No quiero ir contigo a ningún lado.

Giré y crucé la calle, el me siguió. Justo en frente


del bar, me tomó de la mano y me haló hacia él,
me tomó de la cintura y me besó. Dios, besaba
demasiado bien, fue muy delicado, lo hizo
lentamente y me dejé llevar, aunque me confundió
su actitud anterior, no sabía porque me besaba si
al parecer, era homofóbico. Tenía los labios
cálidos, suaves. Duró unos pocos segundos pero
fue increíble y cuando finalizó, sonreí, satisfecho y
volvió a hacerlo.
-¿Estás contento maricón?

Callé, no supe que decir. Me tenía demasiado


confundido, cambiaba de repente pero me irritaba
la forma en que me hablaba. En pocas palabras,
me denigraba y no tenía por qué hacerlo.

-No me sigas, ¿vale? Te dejo solo.-Le dije.

-No te vayas. Quédate aquí, conmigo.

-No te entiendo, me insultas y luego me besas, me


vuelves a insultar y luego me pides que me quede.
¿Qué pretendes?

-Ven conmigo, ¿sí?

Me tomó de la mano, halándome y nos detuvimos


en la calle, esperamos un momento. No sabía que
quería hacer, me gustaba pero odiaba como me
trataba. Además, tenía novia aunque bueno, eso no
me importaba. Esperamos un rato y pasó un taxi y
él lo detuvo. No escuché que le dijo al conductor
pero se subió y me dijo que lo acompañara.

Durante todo el viaje fue riéndose de estupideces,


habló de chicago, no conozco esa banda pero al
parecer a él le encantaba. A ratos, después de
hablar tanto, me tomaba el rostro con sus dos
manos y me besaba, muy apasionadamente y no le
importara lo que pensara el conductor, yo me
dejaba llevar. Lo hacía muy bien, parecía que
supiera como atraparme. Me encantaba. Después
de cuarenta minutos, se detuvo el taxi y bajé, noté
que estábamos en la entrada de un motel, muy
costoso. Supe lo que quería hacer y por supuesto
no iba a negarme, él era hermoso.

Entramos al motel, tenía luces doradas y olía muy


bien, estaba perfectamente decorado. Todo
combinaba con todo, muy elegante. Nos acercamos
a la recepción y pidió una habitación, le dieron una
tarjeta y pagó. Caminando a la habitación, íbamos
tambaleándonos porque al bajarnos del taxi nos
metimos marihuana. Mateo no podía ni pasar la
tarjeta por la puerta porque no paraba de besarme
y manosearme, muy rápido. Al final, le quité la
tarjeta y yo la pasé y entramos. Me empujó hasta
la cama, acostándome bocarriba y se montó
encima de mí, subiendo su cadera sobre la mía, el
sudaba. Me besaba y simulaba que me montaba,
luego empezó a tocarme los pezones, en forma
circular, lentamente. Me excitaba, me estremecía.
Me quitó la camisa y pasó su lengua sobre mis
pezones, los mordió muy despacio, gemí y él
sonrió. Luego bajo hasta mi entrepierna, me quitó
los jeans, riéndose. Yo estaba demasiado excitado,
quería arrancarle los labios y guardármelos en el
bolsillo para besarlos y morderlos cuando quisiera.
Me arrodillé y lo empujé bocarriba, solo tenía
puesto un bóxer. Tomé su pantalón ajustado e
intenté quitárselos pero eran tan apretados que él
tuvo que quitárselos, me avergoncé y me dijo que
no importaba. Le quité lo más rápido que pude el
bóxer, sin penay miré su pene, grande y rosado, lo
sostuve con la mano firmemente. Me dieron
muchas ganas de lamerlo y lo hice, primero
lentamente y luego el me agarró la cabeza para
que fuera más rápido, me llegaba hasta la garganta
y me daban ganas de vomitar pero no se lo hacía
notar, quería excitarlo al máximo. Luego lo solté y
lo empecé a masturbar lo más rápido que podía, el
no dejaba de gemir y eso me encantaba. Me
detuve, se vino hacia mí haciéndome girar y me
penetró, me dolió mucho más de lo que pensaba,
yo era virgen y no se lo dije, ni siquiera usamos
lubricante. Gritaba.

-Muévete perra, así, así, así.-Gritaba Mateo.

Yo estaba llorando, me dolía demasiado y le pedía


que se detuviera pero no lo hacía. Cuando sevino
adentro y dio un último grito, se detuvo y se
recostó en la cama, extasiado y yo, avergonzado,
fui al baño a secarme las lágrimas y a limpiarme el
culo porque sentí que sangraba y debía estar lleno
de semen.

Cuando salí del baño, vi que él ya estaba vestido.


Tomó mi ropa y me la arrojó encima.

-Tapate y vámonos.

-Emm bien, vale.

A pesar de lo grosero y animal que era, me gustó.


Él era jodidamente hermoso y besaba como los
dioses, pensé que con el tiempo podría
acostumbrarme al sexo salvaje y a él. Hasta podría
enamorarme. Me vestí, el miraba por la ventana.
Noté en su rostro que estaba avergonzado.

-¿Qué te sucede cariño?-Le dije.


-No me llames así maricón de mierda.

-Me trajiste hasta acá porque querías follarme o


¿me equivoco?

-Cállate, ¿ya estás listo? Me quiero largar de aquí.

-¿Me das tu número?

-Emm vale, te lo doy pero no me estés llamando a


toda hora. Odio a la gente intensa.

-Está bien cariño, ven y bésame.

-¡No! y vámonos rápido de aquí, quiero bañarme.

Él salió primero que yo del motel, yo lo seguí


atrás. Me gustó todo de él, era demasiado sensual
y masculino. Se veía raro a mi lado, lo noté cuando
nos vi a través del espejo de la entrada, parecía
que caminara al lado de una rubia mal vestida. Lo
acepto, yo no era masculino en lo absoluto, ni en
la forma de hablar ni de vestir pero aun así
llamaba bastante la atención de todos adonde
fuera. Salimos, el me miró, me metió en la boca
una pastilla y me la hizo tragar, luego fue que me
dijo que era éxtasis, me molesté pero no se lo hice
notar, luego el ingirió una también y se acercó
dándome un corto beso. Detuvo un taxi y se fue,
dejándome solo. Ahí empezó mi calvario.
Parte 4

Yo agarré un taxi enseguida, también necesitaba


bañarme, apestaba a sudor y otras cosas. No
dejaba de pensar en Mateo. Papá me llamó y me
dijo que habían cogido a dos de los nuestros,
estaban asaltando una discoteca, que brutos.
Siempre les dije que esos lugares tenían
demasiados guardias, cámaras y alarmas que
llaman a la policía enseguida. Tuvimos mucho
miedo de que ellos nos delataran, no me
inspiraban mucha confianza.

Llegué a casa y papá estaba con un tipo que no


recuerdo su nombre, estaban sentados en la sala,
agarrados de la mano y viendo: El pianista, apenas
papá notó mi presencia, corrió hacia mí y me contó
con detalles lo sucedido. Ellos estaban ebrios, muy
ebrios y Micah, quería besar a una de las gemelas
que estaban bailando. Se acercó a ella e intentó
poder flitrear con ella pero no le resultó, entonces
se enojó y sacó un arma, Criss, su hermano, Tuvo
que seguirlo. Sacaron sus armas y acorralaron a la
gente en un rincón, Micah tomó a una de las
gemelas y la metió al baño, por supuesto tomó a la
gemela equivocada. Mientras se encerró en el
baño, entraron los de seguridad, también la policía
y agarraron a Criss, no podían entrar enseguida al
baño por miedo a que la matara. Tuvieron que
esperar afuera, intentando dialogar con él y llegar
a un acuerdo pero él no respondía, luego se
escucharon unos gemidos que provenían de un
hombre. Lógico, de él. Nadie podía entrar, no
podían arriesgarla así. Al rato, poco después que
escucharon los gemidos, salió el. Descaradamente
y lo agarraron, la violó sí pero al menos no la mató
ni la golpeó. Aunque pensándolo bien, no creo que
digan nada. Solo se hundirían más porque sabemos
demasiadas cosas de ellos. El éxtasis me hizo
efecto y me sentí muy bien, todo demasiado
intenso.

Al levantarme, lo primero que hice fue recordar a


Mateo, sus besos, sus gemidos. Tenía fiebre y
sudaba. Tomé el teléfono y lo llamé enseguida,
sonó y sonó pero no contestó, así que le dejé un
mensaje diciéndole lo bien que la había pasado con
él y que me moría de ganas por verlo de nuevo.
Me bañé y salí con papá a lo nuestro, ahora
teníamos un lugar preferido, el golf, ese era un
vecindario poco concurrido y con gente adinerada,
cada vez que íbamos, asaltábamos a unos cuantos
idiotas que estaban retirando dinero en el cajero y
sacábamos muchísimo dinero, les quitábamos todo
lo que tenían en sus cuentas bancarias. Este día
fuimos alrededor de las doce y sorprendimos a un
veterano que estaba retirando dinero, se veía
bastante estirado, tal vez por eso me dieron tantas
ganas de robarlo. Le sacamos ocho millones,
llevábamos rato sin sacar tanto dinero en tan poco
tiempo. Contentos, fuimos a celebrar comiendo
sushi, amo el sushi. Cuando estábamos ordenando,
sonó mi teléfono y era Mateo, me llené de nervios
y papá me quitó el teléfono y contestó, no sabía de
qué hablaban porque se fue a un rincón, solo veía
que se estaba riendo y luego me arrojó el teléfono.

-Hey Mateo, ese era mi papá.

-Te dije que no fueras intenso, ni siquiera ha


pasado un día y tú ya dejándome mensajes cursis.

-Pero...-Me interrumpió.
-No me llames más, lo de anoche no se repetirá.

Y me colgó, me sentí regalado, le di mi virginidad


a alguien que no conocía, solo sabía su nombre y
lo peor era que me gustaba, joder. Me gustaba
bastante. En solo una noche me llegó a gustar
bastante y lógico, dicen que siempre pasa eso en
tu primera vez, te queda gustando. Por eso decidí
que quería tener algo con él, así me tocara
obligarlo pero lo haría.
Pasaron cuatro días, cuatro largos días. Estuve en
la playa, hice unos pocos encargos por parte de
papá y salí varias veces con Timoteo, él era un
pretendiente. Siempre estuvo detrás de mí.
Entonces recibí una llamada de él, ya tarde en la
noche, yo estaba comiendo pizza con unos amigos
en un parque y me dio su dirección y me dijo que
fuera enseguida a su casa. No dudé y corrí hasta
mi auto, salí disparado a verlo. ¿Para qué podría
llamarme? ¿Para qué querría verme y más a esas
horas? Le gusté, lo sabía.

No había casi tráfico por la hora pero se me


estaba acabando el combustible entonces me tocó
parar en una gasolinera y enseguida seguí mi
trayecto. Llegué, vivía en Boston, era una casa
blanca y grande. Me estaba esperando en la
entrada. Estacioné en su parqueadero ya que
estaba vacío y me recibió dándome un apasionado
beso, me dijo que entrara, que no había nadie. En
su cuarto, vi fotografías de el con una pelirroja, su
novia. No puedo negarlo, era muy hermosa y
también tenía tatuajes, me dijo que se llamaba
Sarah, la odié enseguida. No describiré lo que
hicimos porque fue bastante sádico, me amarró,
me golpeó, hizo que mis pezones sangraran, me
marcó los labios y me penetró peor que la otra
vez, era un maldito sadomasoquista. Supe que solo
me quería para hacerlo porque de nuevo apenas
eyaculó, me botó como a un perro y yo de imbécil,
lo volví a llamar el día siguiente. No lo podía
evitar, aunque me prometiera que no lo iba a
hacer, las ganas me traicionaban, sabía que me iba
a lastimar pero me consolaba el hecho de estar
con él, así fuera un rato.

Así pasaron los meses, me llamaba a altas horas


cuando tenía una calentura y yo como un buen
pendejo, me arreglaba e iba a verlo lo más rápido
que podía. Siempre igual, no había variación,
excepto un día que me llamó en la tarde y me dijo
que él estaba cerca y que quería verme. Vino y lo
hicimos en mi cama dos veces.Al terminar, se
levantó y se fue sin decirme nada, siempre se
sentía avergonzado de acostarse conmigo. Era
lógico que era de closet o tal vez bisexual, no
estaba seguro pero sí lo estaba de que de algún
modo o en alguna forma yo le gustaba, así fuera un
poquito pero si le gustaba, aunque no quisiera
admitirlo. Cada vez que estaba con él, me
amarraba de una forma distinta o me azotaba, le
encantaba que yo gritara de dolor, cosa que hacía
siempre. Todas las veces sin excepción, me hizo
estallar de dolor. Casi no podía dormir de los
golpes y moretones que me dejaba.
Yo estaba comprando una camisa en el centro
comercial y lo vi pasar, agarrado de mano con
Sarah y sentí tantos celos, llegué a odiarla en ese
momento y bueno, desde que vi su foto la odié
porque ella tenía lo que yo tanto deseaba, lo que
yo tanto lloraba, a Mateo y yo no lo podría tener
jamás, yo le avergonzaba y lógico, quien querría
cambiar a una pelirroja hermosa por un gay que
parecía travesti. Tenía muy baja la autoestima por
él, me hacía sentir pequeño, me insultaba bastante
casi todas las veces que lo llamaba. Cuando él me
llamaba no me insultaba porque era para pedirme
sexo y no le convenía tratarme mal. Me dejaba
muchas marcas, moretones, mordiscos y yo no me
quejaba, me daba miedo que se enojara y dejara
de llamarme. Tantas cosas hacían que me
desconcentrara en lo mío, estaba haciendo mal las
cosas. Lloraba todas las noches, me sentía
terrible, no valorado y después que me botaba, me
sentía sucio, barato.
Parte 5

Esta noche fue la mejor y la peor de todas con


Mateo. Ya llevaba ocho meses acostándome con él,
ocho largos y dolorosos meses.

Yo había hecho un pequeño asalto en la mañana en


una pequeña ferretería y en la tarde estuve con
Timoteo en el cine, no recuerdo que veíamos, no
le prestaba atención, pensaba en Mateo. Me llegó
un mensaje de texto y lo abrí, en plena sala de
cine, lo leí y decía que le urgía verme, era Mateo.
Como siempre salí de una sacando una excusa.

Ese día no llevé el auto porque lo estaban


pintando. Tomé un taxi y cuando llegué, vi la
puerta de la entrada abierta, caminé muy
extrañado y entré, él estaba en la sala, sentado en
un sillón con un muchacho como de veinticinco
años, estatura promedio, cabello negro, ondulado y
pocas cejas. Mateo me vio y sonrió, no lo había
visto sonreír desde que estuve con él en el motel.

-Al fin llegaste, cierra la puerta.

Lo hice y me acerqué a ellos.

-Mira, este es Liam.


Le di la mano pero no me gustó él, físicamente era
muy simpático pero estaba solo con él, por
primera vez sentí celos de que estuviera con un
hombre y era diferente porque lo había sentido
antes con Sarah. Me invitaron a sentarme con
ellos y no tardé mucho en pensar que quería hacer
un trío con nosotros, no me equivocaba. Mateo
estaba sentado en el medio de nosotros dos, se le
notaba la emoción en su expresión y yo estaba
nervioso y Liam también, se le notaba. Creo que
Liam era como yo en cierto modo, tal vez estuvo
jugando con él también o tal vez no había estado
con hombres, no hay modo de saberlo o sí lo hay
pero no me interesaba averiguarlo. Mateo nos
estuvo hablando estupideces, ya de tantas veces
yo sabía reconocer cuando se había metido éxtasis
y esta era una de esas veces. Miró a Liam, le
agarró la mano y me besó, bastamente, medio abrí
los ojos y vi que Liam le besaba el cuello y le
agarraba los pezones, sentí rabia pero no dejé de
besarlo. Paró y me quitó la camisa, Liam le quitó la
de él y se besaron, intensamente y Mateo le metió
la mano por debajo del pantalón, sentía más rabia y
celos, muchos celos pero no hice nada, no quería
hacerlo enojar. Liam empezó a gemir y yo odié los
sonidos que hacía, los mismos gemidos que me
había hecho soltar a mí ahora se los hacía soltar a
otro hombre y me enfurecía la idea de que
estuviera con otros hombres. Luego Mateo me
hizo montarme encima de él y besar a Liam, me
dio asco besarlo pero no hice nada, Mateo me
chupaba los pezones y Liam me había bajado el
cierre y me estaba masturbando mientras me
besaba. Sabía lo que estaba haciendo pero mi
mente estaba en otro lado, no quería estar ahí. Me
fui lejos con Mateo, mi Mateo, me vi besándolo y
lo vi amándome, jugando conmigo por amor no por
diversión. Me vi lejos, en un restaurante cenando
con él, mi novio, mi todo. Me tomaba de la mano y
me decía que me amaba, yo me sonrojaba pero de
repente aparecía Sarah, luego Liam y reaccioné,
eso estaba muy lejos de mi realidad. Jamás me
tomaría en serio y no estaba en un restaurante con
un hombre que me amaba sino siendo embestido
por un pendejo que apenas conozco su nombre y
otro que me hacía sentir como una mierda, solté
unas lágrimas y me bajé del sillón, me subí el
pantalón y me puse la camisa.
-¿Qué te pasa? ¡Vuelve aquí!-Me dijo Mateo.

-No puedo, no puedo.

Se puso la camisa y se puso de pie.

-¿Estas llorando?

-Lo siento, me voy.-Le dije porque no soportaba


estar ahí, no soportaba sus insultos, sus golpes ni
nada de lo que él me hacía.

-¿Por qué lloras?

-Porque te amo.

-Te dije que no te enamoraras de mí, maricón.

-Lo siento, no me llames más, no puedo más.

-Eso, vete y no vuelvas.


Esta vez fue la peor porque lo vi besar a otro,
además lloré delante de él pero la mejor porque al
fin me había librado de alguien que me hacía daño,
en todos los sentidos posibles. Pensé que jamás
lograría salirme de él pero esa vez lo hice. Por
dios, juro que lo amaba, sí lo amaba pero él jamás
iba a corresponderme, creo que hasta fastidio me
tenía.

Decidí que me concentraría de nuevo en lo mío,


necesitaba pensar en otra cosa aunque no lo podía
evitar, Mateo siempre venía a mi mente a
recordarme lo bajo que era y que jamás podría
tenerlo. Joder, juro que hasta pensé en suicidarme
pero no, en cierto modo aún me quería y no me
haría daño. Debía superarlo.

Ya no era igual, dejé de salir con Timoteo, lo


mandé a la mierda. Ya no recibía llamadas de
Mateo y empecé a extrañarlas, necesitaba oír su
voz pero no podía llamarlo, debía ser fuerte y no
caer de nuevo, podía perderme. También empecé a
embriagarme con frecuencia y fui a muchos bares,
demasiados. En uno de esos lo vi y estando ebrio
le grité que lo odiaba, rompí en llanto y él,
avergonzado, se fue de inmediato.

¿Cómo era posible que amara tanto a alguien que


me maltrataba? No era justo, no, no, no lo era.
¿Eso es justo? ¿Entregarle tu cuerpo y tu alma a
alguien que amas pero que no lo aprecia? Y peor,
¿Qué jamás lo apreciará? ¿Por qué no lo pude
evitar? ¿Por qué? ¿Por qué? Me odio, lo odio. ¡No
me odio! Pero sí a él. Lo que yo viví no era vida,
no era nada. Me sentía preso, preso en él. Por más
que quisiera no podía salir aunque quisiera, me
volví adicto a él y como todas las adicciones son
dañinas, me dañé mucho. Sobre todo
psicológicamente.

Como siempre pasa, ocurre algo malo y luego


sigue ocurriendo, así fue. Me concentré tanto en él
que olvidé lo demás, los demás.
Parte 6

Papá me levantó, me dijo que se sentía muy mal. Él


siempre se enfermaba, le daban gripes, malestares
estomacales, dolores en las articulaciones y cosas
así, le daban demasiado seguido pero nunca le
prestamos atención, esas son cosas comunes, le
pasan a cualquiera y siempre pensamos que a él le
daban más porque tenía las defensas bajas o
cualquier otra cosa, nunca visitó un médico ni nada
parecido. Esta vez era diferente, me dijo que
llevaba así varias semanas y que siempre sentía
dolor pero no me lo decía para no preocuparme.
Llamamos a un médico particular quien por solo
darle la mano a papá, supo que era homosexual y
le mandó a hacerse un examen de sangre para
detectar cualquier enfermedad de transmisión
sexual. Nos miramos, no pensamos que fuera algo
así. Papá accedió y le tomaron una muestra de
sangre.

A los días el medico nos llamó y nos dio la peor


noticia que jamás nos podrían dar. Tenía sida,
estaba en la fase de crisis, se había contagiado ya
hace cuatro años y hasta ahora, increíblemente lo
notó. Normalmente lo notan a los meses pero
nosotros fue a los años. Me sentí devastado,
terrible, papá solo me miró y sonrió, me dijo que él
estaría bien, que hay mucha gente que vive
muchos años con sida pero yo sabía que no era
así, solo lo decía para calmarme pero no, él iba a
morir, mi papá, la única persona que realmente me
amaba iba a morir. Sé que lo que hago está mal,
lógico, robar está mal pero yo no elegí esta vida,
no elegí ser hijo de una lesbiana que quería
abortarme y un homosexual adicto, no elegí que lo
único que me enseñara para subsistir fuera algo
como esto, era lo único que sabía hacer. ¿Acaso
estoy pagando un karma por algo que no elegí?

A papá tampoco le tocó fácil, ahora sabía muy bien


por lo que el pasó y que te dejen, es algo horrible,
muy doloroso y el, simplemente quiso dejar de
sentir dolor y se metió en las drogas, se equivocó
y ha vivido mal, sin familia y sabiendo que
arriesga su vida a diario. Ahora iba a morir de una
manera muy lenta, no creo que lo mereciera. A
pesar de todo él era una buena persona y me
amaba, él siempre me quiso y estuvo conmigo,
apoyándome en lo que yo quisiera, aconsejándome,
haciéndome reír. ¿Cómo podría continuar yo solo?
Sin la persona que me hacía vivir.

Ese mismo día apagué mi teléfono para dedicarme


a papá, tenía que aprovechar todo el tiempo que
me quedaba con él. Mucha gente vino a visitarlo,
sus antiguas parejas, amigos, compañeros. Fuimos
a playa, a pescar, al estadio, etc. Pero siempre nos
teníamos que ir porque él se ponía mal y me
tocaba cargarlo hasta el auto, yo me tapaba la cara
para que no me viera llorar.

Así pasamos un mes, muy divertido hasta que salí


a la farmacia porque él tenía muchas infecciones y
dolores, fui a buscar algo que lo calmara y el no
soportó más, se tomó un frasco de pastillas y
murió. Sentí tanta ira de que el hiciera eso, podría
haber vivido muchos meses más pero se rindió,
dejándome solo, solo en este maldito mundo. Odio
cuando dicen que la vida es bella, deberían decir
que es bella para algunos, para los algunos
HETEROSEXUALES, en cambio a nosotros, nos
pasa lo peor. Estamos destinados a ser
discriminados, maltratados, a tener mala suerte
solo por ser homosexuales. ¿A quién le hacemos
daño con nuestras preferencias sexuales?
¿Nacimos para sufrir? Sí es así, mejor no
hubiéramos nacido.

Esos días fueron los peores, no dejé de llorar ni un


instante, mi cabeza quería explotar y mis ojos
estaban demasiado enrojecidos y me ardían. Mis
pocos amigos de la escuela estuvieron conmigo,
en el entierro y me visitaban bastante seguido.
Claro, cuando pasa algo malo es que te visitan, de
resto ni se acuerdan de ti.

Por eso, por el dolor y por otras razones, los


mandé a la mierda y me quedé solo.

Adelgacé bastante ya que no quería comer, no me


daban ganas, dejé de arreglarme y ahora mi
cabello me llegaba a los hombros pero no tenía
barba, nunca antes me salió. Ahora parecía una
lesbiana. Dejé de robar, no era necesario hacerlo,
teníamos demasiado dinero ahorrado, me duraría
varios años.

Con las semanas, dejé de llorar y no me sentía


bien pero al menos lo podía sobrellevar. No lo
superaba pero ya podía dejar de pensar en eso.
Noté que habían pasado tres meses desde aquel
horrible día en que había estado la última vez con
Mateo y volvió lo que sentía hacia él. ¿Cómo
olvidarlo? Ya no lo buscaría, eso estaba decidido.
Busqué mi teléfono en el desorden de mi cuarto,
me recosté en la cama y lo encendí, tenía más de
cien llamadas perdidas de él, que se fuera a la
mierda, no lo iba a llamar y menos a contestar.
Era diciembre, en esta época, la ciudad se ve
bastante alegre y colorida, todo está repleto.
Decidí ir a una discoteca del sur que no recuerdo
el nombre, en esa misma zona hay muchas más,
con diferentes temas y estilos, fui en un taxi y en
el camino, en una cercana vi a Mateo, ¿Cómo es
que me lo encuentro? ¿Acaso la ciudad es tan
pequeña o me está siguiendo? El me vio a través
de la ventana, quedó boquiabierto y yo desvié la
mirada. Me bajé y le pagué al chofer, vi que el
corrió hasta mí.

-Perdí tu dirección, te he llamado como un loco


pero está apagado.

-Jódete y quítate que voy a entrar.

-Sergio, escúchame. Ese día, mandé al carajo a


Liam y corrí a seguirte pero ya no estabas, perdí
tu dirección y no he dejado de llamarte ni un solo
día, hasta terminé con Sarah.

-No me interesa.

-Siento mucho lo de tu papá.

-¿Cómo lo sabes?
-Me encontré el otro día a Oscar y me contó todo.

-Bien.

-Siempre lo negué, esos meses en que te busqué


no fue por una simple calentura del momento, tú
me gustabas pero no quería aceptarlo, por eso te
amarraba y esas cosas, para que pensaras que
solo te quería para eso. Me iba enseguida porque
me avergonzaba ser homosexual, me aterraba la
idea de serlo pero ya no lo puedo ocultar.

-Ya está, te jodiste. No sabes por lo que yo tuve


que pasar, me llenabas de moretones e insultos,
yo te amaba y tú me humillabas.

-Y yo, ¿estos tres meses? Me sentí como una


mierda por cómo te traté, perdóname.

-No, igual qué, me largo.

-¿Adónde vas?

-Lejos de ti y de esta maldita ciudad.

No lo había pensado, lo dije por la rabia del


momento pero viéndolo bien, no era una mala idea.
Necesitaba otro ambiente, tenía que olvidar...
-¡No te vas a ir!

-Y, ¿Quién me lo impide?

-Yo, joder. Te amo.

-Es mentira, todo lo tuyo es así.- Le dije y tomé


un taxi, me fui lejos de él. Me dolieron sus
palabras pero era lo mejor para mí, yo lo amaba
igual que antes pero no podía... No podía estar con
él, ¿en qué estaba pensando? ¿Por qué no lo
besaste? No, no ¿qué estás diciendo? ¿Besar al
que te hizo sentirte una mierda durante meses?
Pero él se arrepintió y siempre te quiso... ¡No!
Algo debe querer, no volveré a estar con él.

Llegué a casa, estaba abriendo la puerta cuando


Mateo se vino atrás de mí, abrazándome por la
espalda.

-¡Suéltame!

-No te voy a soltar, tú aún me amas.-Me habló al


odio.

-¿Qué cosas dices por dios?

-Dime si me equivoco.
-Sí te equivocas, vete.-Le dije y me soltó, nos
pusimos de frente.

-Sergio, ¿quieres ser mi novio?

-No, no quiero.

<<Sí quieres>>

-Sé que si quieres.

<<No te equivocas>>

-Te equivocas.

Me miró, con lágrimas en sus ojos y se arrodilló.

-No te vayas, no te vayas nunca. Quédate


conmigo, haré lo que quieras para que no te vayas.
Te juro por dios que te haré feliz.

-Levántate, ¿bien?-Me obedeció y me sentí


extraño. Lo miré y vi tristeza en sus ojos, aunque
fue muy difícil verla porque la tapaban sus
lágrimas. Lo siento, no puedo perdonarte. Por
favor, te lo pido de buena manera. Vete, ¿sí?

Me miró, asintió con la cabeza y se limpió las


lágrimas.

-Vale, te dejo por hoy pero esto aquí no acaba.


<<Ja, “esto aquí no acaba”, temprano me voy bien
lejos>>

-Bien, adiós.

Así fue y así todo acabó, mi historia con él, todo.


Esa noche cuando entré, empaqué toda mi ropa y
salí madrugado y compré el primer tiquete que vi,
era hacia Villavicencio, no me gustan esos lados
pero aun así me fui, tenía que empezar de nuevo
mi vida.
Parte 7- Todo o nada, final.

En el vuelo, no dejaba de repetir sus palabras, su


cabello despeinado y su ropa con estilo. Lo
recordaba y me sentía muy mal, odié verlo llorar,
lo amaba más que nunca pero no podía estar con
él, me lo debía a mí mismo. Llegué a eso de las
ocho de la mañana, demoró una hora el viaje y me
instalé en un motel cercano, encendí el celular y vi
llamadas perdidas de él, no le iba a contestar
nunca. Decidí que vendería la casa en barranquilla
y compraría una casa en las afueras de aquí,
dejaría de asaltar. Tal vez iniciaría un negocio, sí,
eso haría.

Pasé esos días recorriendo la ciudad, conociendo


todo, viendo cada detalle y vi cosas geniales como
una gran biblioteca, muy completa y conocí gente
estupenda, muy buenas personas y hospitalarias.
Comí cosas que no había comido antes, vi bailes
raros que tampoco conocía y muchas cosas más,
me agradaba la ciudad pero no la idea de estar
lejos de Mateo, debía estarse muriendo del dolor. .
Yo llevaba casi dos semanas aquí, dos semanas en
que no lo dejé de pensar ni un solo día. Estaba
desayunando en el restaurante que queda en
frente del motel y sonó mi celular, era el tipo que
vigilaba mi casa.

-Puto, ¿Dónde estás?

-Lejos, no voy por ahora.

-Hay un tipo que ha venido todos los días aquí, se


queda esperando por horas en la entrada de tu
casa hasta que se hace muy tarde y se va.

-¿Tiene barba y tatuajes?

-Sí, a lo hípster.

-Dile que no vuelvo.

-No creo que se conforme con eso, me preguntará


donde estás y después de todo, ¿Dónde estás?

-No te voy a decir.

-¡Vamos! Me da lástima verlo llorar en tu entrada.

-Dios...

-Oye, no me di...-Colgué y le marqué a Mateo


quien contestó después de muchos intentos.

-¿Mateo?
-Sergio, ¿Dónde estás? Llevo días buscándote.

-Estoy en Villavicencio, en el motel Tantra.

-Bien, en la noche salgo para allá.

-Vale.

Nervios, nervios. ¿Por qué le dijiste dónde


estabas? Me muero por estar con él, lo amo. No,
no, te trató mal pero nunca más lo hará. Al carajo,
me arriesgaré una vez más, quiero ser feliz.

Me llamó a las nueve de la noche, me dijo que ya


estaba en el avión y que despegaba en diez
minutos. No podía parar de pensar en qué
sucedería, cómo reaccionaría. No lo iría a buscar
al aeropuerto pero estaba aterrado. Arreglé mi
cabello y lo corté un poco para dejar de lucir como
una lesbiana, quedó largo pero lo normal, me puse
unos jeans azules oscuros ajustados y un suéter
gris. Esperé en mi habitación, no paraba de
imaginar cómo se vería sentado llorando en la
entrada de mi casa, la sola idea me hacía sentir
horrible. Estaba pasando por lo que yo pasé, sé lo
que se siente pero es muy difícil olvidar, me hizo
mucho daño.
Llegó el momento, alrededor de las once de la
noche, sentí unos golpes en la puerta. Me asusté y
respiré para mantener la calma. Abrí la puerta y lo
miré, sonrió y yo también lo hice, se veía hermoso,
nos abrazamos, muy fuerte, no queríamos
soltarnos, ¿Cómo lo haríamos? Lo sentí, me amaba,
lo amaba, nos amábamos, al fin, ya no era un
sueño, era mi realidad. Luego lo solté, difícilmente
y lo invité a que pasara.

-No puedo creer que te esté viendo.-Me dijo.

-Te amo Mateo.

-Yo también te amo Sergio.-Me dijo y me besó, le


correspondí, qué más da lo que pase, si mañana
terminamos o en muchos años, no importa, estaba
viviendo lo que esperé por casi un año, estaba
feliz, lo estábamos.

-¿Juntos?-Me dijo.

-Hasta que aguante.

-No hasta que aguantes, hasta siempre.

-Vale, hasta siempre.

Y así estuvimos.
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