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CELEBRACIÓN DE LOS

SACRAMENTOS

BAUTISMO Y CONFIRMACIÓN

Diac. Miguel Ángel Gil Novoa


CONTENIDO
Sacramento del Bautismo
Introducción ............................................................................................3
Generalidades y teología ........................................................................4
Celebración ..............................................................................................6
Ministro ....................................................................................................9
Sujeto ......................................................................................................10
Padrinos .................................................................................................10
Prueba y anotación ...............................................................................11
Sacramento de la Confirmación
Generalidades y Teología .....................................................................12
Celebración ............................................................................................14
Ministro ..................................................................................................14
Sujeto .......................................................................................................15
Padrino ....................................................................................................15
Prueba y anotación ................................................................................15
SACRAMENTO DEL BAUTISMO
“Vayan a las gentes de todas las naciones y hágan-
las mis discípulos; bautícenlas en el nombre del
Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enséñenles a
cumplir todo lo que Yo les he mandado”
(Mt 28,19-20)

“El Señor agregaba a los salvados cada día a la


comunidad”
(Hch 2,47)

Antes de iniciar a reflexionar sobre la importancia del bautismo, es


bueno realizarnos unas preguntas:
• ¿Qué es el bautismo?
• ¿Por qué recibir el bautismo?
• ¿Cuál es mi intensión al recibir el bautismo?
• ¿Con que criterios he elegido los padrinos?
• ¿Soy consciente de la responsabilidad que adquiero al compro-
meterme a educar en la fe a un niño?
• ¿Cuál es la fe que profeso?
• ¿Qué es la Iglesia?

INTRODUCCIÓN
La celebración de los sacramentos reviste de vital importancia den-
tro de la vida de la Iglesia, pues, no solo acompaña la vida del cris-
tiano sino que también expresa la unión de este con la Iglesia, como
con una madre que está pendiente de sus hijos, por eso se hace ne-
cesario para poder recibirlos tener una debida preparación para la
recepción de los mismos, no solo como una obligación de la Iglesia
sino también del fiel cristiano, pues este debe ser consciente de su
deber y del derecho que tiene de recibir una adecuada formación en
su vida (Can 224-231; 851).
GENERALIDADES Y TEOLOGÍA
Antes de iniciar con los sacramentos, es conveniente que recorde-
mos, cuantos, y cuales son, primero la Iglesia desde el Concilio de
Trento (1545) reconoce como validos siete sacramentos divididos en
tres grupos: Sacramentos de iniciación cristiana: Bautismo, Confir-
mación y Eucaristía. Sacramentos de sanación: Confesión o peni-
tencia y Unción de los Enfermos. Sacramentos de servicio: Orden
sacerdotal y Matrimonio.
Teniendo claro acerca de los que vamos a hablar empecemos en ma-
teria con el primer grupo de sacramentos, la Iniciación Cristiana.
Como su mismo nombre lo indica, son los primeros sacramentos
que se reciben, los cuales van a colocar las bases de la vida cristiana,
así una vida cristiana que este bien fundamentada es fruto de una
vivencia asidua y comprometida de los compromisos adquiridos en
los sacramentos de iniciación, ya que se empieza a formar el pueblo
de Dios; y como lo afirma Dionisio Borobio “la iniciación cristiana
tiene como finalidad la entrada en un «misterio»: la inserción en el
misterio pascual de Cristo”
En este sentido y como lo viene a afirmar el Can 849 el bautismo es
la puerta de entrada a la Iglesia (incluso el mismo rito de bienvenida
presenta el inicio del rito de bautismo en la puerta de la iglesia donde
se recibe al catecúmeno), de esta manera quien ya ha recibido el bau-
tismo debidamente administrado, es sujeto de deberes y derecho en
la Iglesia Católica (Can 96 y 205). De esta forma vamos observando
que el bautismo va más allá de simplemente un ‘mero rito’ con el cual
hay que cumplir por salir del paso, porque toca o por el que dirá la
familia del que no ha sido bautizado, con eso se estaría desdibujando
la esencia no solo del bautismo sino de los demás sacramentos, pues
estos “no son simplemente un «cuerpo simbólico» para expresar el
deseo de acercar el hombre al misterio; como sacramentos, su fuerza
está en ser «acciones del Señor de la gloria» que sale al encuentro de
los hombres en la Iglesia, ofreciendo su salvación.” 1
Para el Catecismo de la Iglesia Católica (CEC), el bautismo recibe
su nombre “en razón del carácter del rito central mediante el que se
celebra: bautizar (βαπτιζειν baptizein en griego) significa “sumergir”,
“introducir dentro del agua”; la “inmersión” en el agua simboliza el
1. Dionisio Borobio, Los sacramentos. p 31.
acto de sepultar al catecúmeno en la muerte de Cristo de donde sale
por la resurrección con Él (Cf. Rm 6,3-4; Col 2,12) como “nueva
criatura” (2 Co 5,17; Ga 6,15)” (CEC 1214).

¿Porque el sacramento del bautismo para los niños?


Uno de los grandes interrogantes que suelen aparecer en nuestras
parroquias es “¿si Cristo se bautizó a los 30 años aproximadamente,
porque se tienen que bautizar los niños? Además, ¿si con el bautismo
se le borran todos los pecados, que pecados ha cometido un niño?
está libre de culpa…”
Para responder a este interrogante hemos de considerar la presenta-
ción de Jesús (Lc 2,21-38), pues a los 8 días fue circuncidado y a los
40 días de nacido fue presentado en el templo, estos eran parte de los
ritos de iniciación de todo buen judío donde se debía presentar una
ofrenda de rescate a Dios por el Hijo primogénito. Debemos tener
en cuenta que en el NT se habla de la conversión de toda la casa (Cfr.
1 Cor 1,16; Hch 11,14; 16,15.31-33; 18,8), también se considera a la
práctica judía de la circuncisión como una prefiguración del bautis-
mo aunque no se toma en el ambiente cristiano (Col 2,11-13) y la
necesidad del bautismo para la salvación, tal como lo pide el Señor
Jesucristo (Mc 16,16; Jn 3,5), de esta manera el bautismo también
sería para los niños (CEC 1252).
La historia de la Iglesia, nos muestra como el bautismo era admi-
nistrado solamente a los adultos, quienes ya tenían uso de razón y
comprendían la grandeza del misterio pascual de Cristo Resucitado,
por medio de un catecumenado que garantizaba ampliamente una
verdadera adhesión a la fe, como se evidencia en la Traditio Apostó-
lica de San Hipólito de Roma; pero, posteriormente con la expansión
del cristianismo por todo el Imperio Romano y el edicto de Milán
en el 313 y el Decreto de Constantino en el 381, las grandes masas
ingresan a la Iglesia, pero sin la debida preparación al bautismo, y
posteriormente se ve la necesidad del bautismo de niños algo que
poco a poco va a abandonar el bautismo de adultos hasta el punto de
dejar de lado el catecumenado.
Después se esto, se ha venido con una profunda elaboración teoló-
gica sobre la importancia del bautismo de los niños, llegando a con-
cluir que los niños que son bautizados, lo son en la fe de sus padres y
de la Iglesia a la cual pertenecen, pero también hay un encargo muy
especial que es el de la educación de estos niños en la fe a cargo de
ellos.

Y los adultos, ¿qué?


Después de observar a grandes rasgos la importancia del bautismo
de los niños, nos queda un gran interrogante, y es ¿qué pasa entonces
con los adultos que se quieren bautizar?, sencillamente, después de
mucho tiempo que en la Iglesia se había dejado de lado la práctica
del bautismo de adultos, en el Concilio Vaticano II, en la constitu-
ción Sacrosantum Concilium se vuelve a restituir el catecumenado
especialmente de los adultos. (SC 64)
Según el Can 852, para que un adulto pueda acceder al bautismo
debe haber superado la infancia y tener uso de razón, es decir, haber
superado como mínimo los 7 años o la edad que se le equipare a esta
y ser consciente de lo que está celebrando y a lo que se va a compro-
meter, en el caso de haber superado la infancia por la edad pero aún
no posee uso de razón, quien va a ser bautizado se procederá como
un infante; en la medida de lo posible realice una petición al obispo
diocesano (por escrito, de su puño y letra, preferiblemente) donde se
manifieste su deseo y las razones por las cuales desea ser bautizado
en la Iglesia Católica (Cfr. Can 865).

¿Cómo se celebra el bautismo?


En la Iglesia se poseen dos maneras de celebrar un bautismo, dentro
de la misa y fuera de esta, pero vamos a observar de manera más
detenida algunos de los aspectos de esta celebración.

CELEBRACIÓN
El bautismo, entrada a la Iglesia
Respecto a este tema, ya hemos hablado un poco, pues anterior-
mente cuando hablamos algunas generalidades del bautismo nos
referimos a este como la puerta de entrada en la Iglesia. Como ya
sabemos, el bautismo es el primer sacramento que se recibe en la
Iglesia, y sin este no se pueden recibir los demás sacramentos, pues
los sacramentos en la Iglesia solo son para quienes pertenecen a esta
y se pertenece a partir del bautismo (Can 849).
Ahora bien, existen otras formas por las cuales se puede pertenecer
a la Iglesia sin ser bautizado pero que están unidos a este, es decir,
aunque no se haya recibido formalmente el bautismo, si se tiene de
deseo o se está en el catecumenado para recibirlo ya se pertenecería
a la Iglesia, también es válido el caso para los niños que mueren sin
la debida recepción del bautismo, pues, aunque por diversos motivos
no se recibió, si sus padres tenían la intención de hacerlo cuando
naciera (dado el caso de un aborto) por deseo se pertenecería a la
Iglesia (CEC 1249, 1259), y por tanto preferiblemente en día de pas-
cua, como se hacía en los primeros años de la Iglesia o el día domin-
go (Can 856), aunque cualquier otro día se puede realizar, siempre
y cuando sea en una iglesia o capilla que tenga pila bautismal. (Cfr.
Can 857-858 y Decreto de la Arquidiócesis de Tunja para la celebra-
ción de Sacramentos).

El nombre
Aunque para algunos padres el nombre pareciera una trivialidad, la
cual puede ser dejada a los abuelos o se toma según el azar o uno que
a los dos nos guste, inclusive según el santo del día de nacimiento.
Esta es una decisión muy importante, el código de derecho exhorta a
Padres, Padrinos y el Párroco a que no se imponga un nombre ajeno
al sentir cristiano (Cfr. Can 855), pues el nombre asemeja al bautiza-
do con las características propias del mismo, así vemos como Jesús
cuando elige a sus apóstoles a algunos de ellos les cambia el nombre
según la misión que van a desempeñar, como en el caso de Pedro
(Cfr. Mc 16,18) y de una manera más actual cuando se elige a un
nuevo pontífice este escoge un nombre, encomendando su misión
que le ha sido confiada.

La Palabra de Dios
Solo hasta el Concilio de Trento (1545) se define definitivamente el
canon de las Sagradas Escrituras para los católicos, algo que se venía
trabajando desde el s. II con algunos escritos que ya eran considera-
dos como inspirados por Dios y que se utilizaban como parte de las
celebraciones litúrgicas de la Iglesia primitiva.
El Concilio Vaticano II, en su constitución Dei Verbum exhorta a los
fieles cristianos al conocimiento y meditación de la Palabra de Dios
(DV 25). El código de Derecho Canónico (CIC) afirma que todos los
fieles cristianos han de creer con fe divina y católica todo aquello que
se contiene en la palabra de Dios escrita o transmitida por tradición
(Can 750).
De esta manera, quien es bautizado, es su deber conocer las Sagradas
Escrituras, las cuales están compuestas por 73 libros: 46 libros del
Antiguo Testamento y 27 del Nuevo Testamento. Por eso, en la cele-
bración de los sacramentos siempre la Iglesia procura darle un lugar
importante, porque es fuente de la sabiduría de Dios y alimento de
vida para el cristiano. Para este caso, busca avivar la fe de los padres
y padrinos y de todos los presentes, y se ruegue por los frutos de este
sacramento en quien lo va a recibir.

Las promesas bautismales


Antes de proceder a la celebración del bautismo, se renuncia a aque-
llas cosas que no nos dejan tener una autentica vida como cristianos
y que también es una actualización para padres y padrinos de su
propio bautismo. También la Iglesia les recuerda el deber de la edu-
cación cristiana del bautizado (Can 851,2).

Bautizado en la fe de los padres


El agua es símbolo de la vida, limpieza, regeneración y fecundidad,
además tiene algunas prefiguraciones en el AT como lo son el paso
del mar rojo dejando aquellos vicios y cosas innecesarias que se
traían de su vida anterior en Egipto, signo de salvación cuando sale
agua en Meribá o cuando ingresan a la tierra prometida pasando por
el río Jordán, y todos los ritos de purificación que incluían el agua.
Ya en el NT el evento más importante celebrado con agua es preci-
samente el bautismo de Jesús en el río Jordán, y la posterior practica
del bautismo por parte de los apóstoles utilizando el agua verdadera,
es decir, con la composición química de ese elemento natural, ni con
elementos que la desnaturalicen, en su estado líquido, no servirían
ni el vapor, ni el hielo como tal. (Can 853). Se administra por inmer-
sión es decir se sumerge en una piscina bautismal o lugar apropiado
para ello o también puede ser por infusión que es la forma tradicio-
nal en la cual se realiza (Can 854).
Revestidos de Cristo
Según una antigua tradición de la Iglesia, los bautizados (neófitos)
una vez cumplido el rito del agua, se revestían de una túnica blanca
la cual la llevaban durante toda la semana de pascua, símbolo de la
pureza de su alma y como un hombre nuevo, pues ha renacido a la
vida eterna y liberado del pecado.

Antorchas de la fe
Una vez el neófito ha recibido la vestidura blanca, se le hace entre-
ga de la luz de Cristo, tomada directamente del cirio pascual, así, el
neófito que estaba en la oscuridad del pecado, por medio del bau-
tismo, llega al Reino de la Luz (Col 1,12-13; 1 Pe 2,9). Además, que
el significado de la palabra neófito es el recién iluminado, siguiendo
también la curación del ciego de nacimiento (Jn 9)

MINISTRO
Ordinario
Se entiende por ministro ordinario quien por derecho tiene la potes-
tad de administrar el bautismo en razón de su oficio (Can 861). De
manera especial el párroco es quien debe administrar el bautismo
(Can 530,1), pero también lo puede realizar cualquier ministro or-
denado. El bautismo solo puede ser declarado nulo en caso que no
se utilice agua (can 853) o no se digan (u omitan) las palabras (for-
ma). Lo único realmente importante y en circunstancias normales es
necesario que este el sujeto, la materia y la forma para la validez del
sacramento.

Extraordinario
Dado el caso que, por alguna circunstancia, ninguno de los minis-
tros ordinarios pueda administrar el bautismo y en caso de verda-
dera necesidad e imposibilidad de desplazarse, la Iglesia prevé que
cualquier persona (incluso no bautizada) administre el bautismo
siempre y cuando lo haga en nombre de la Iglesia y con la materia
(agua verdadera) y forma correctas (palabras: N. Yo te bautizo en el
nombre del Padre… del Hijo… y del Espíritu Santo.) (Can 861 § 2).
La ausencia o impedimento del ministro se va a prolongar en el
tiempo, puede ser: enfermedad grave, castigo canónico. Es deber de
los párrocos procurar que algunos fieles (especialmente catequistas)
sean preparados convenientemente para la administración del bau-
tismo en caso de necesidad.

SUJETO
Según el Can 864 es capaz de recibir el bautismo todo ser humano
aún no bautizado, y sólo él. (Can 845 §1) Debe ser un ser humano
vivo y no bautizado, en caso de duda en alguno de los dos, se bautiza
bajo condición, para el caso de los fetos el Can 871 prescribe que solo
si están vivos.
Si no hay certeza del bautismo, se debe realizar una investigación
seria del caso (no se sabe si es bautizado o no), luego se realiza la
instrucción debida de la doctrina cristiana. Especialmente se puede
dar en los casos de adopción, pues en algunas ocasiones no se tiene
la certeza ni ninguna posibilidad de saber si fue bautizado o no.

PADRINOS
¿Católicos o no católicos?
Pareciera que esta pregunta fuese un poco innecesaria, pero según la
realidad de nuestras parroquias, ha habido casos que los padrinos de
bautismo no necesariamente son cristianos católicos auténticos. Por
obvias razones deben ser católicos y que lleven una vida de acuerdo a
la fe que profesan, pues van a dar ejemplo al bautizado sobre su vida
cristiana, esto también incluye a los padres, pues el Can 868 para
bautizar a un niño se requiere el consentimiento de los padres y la
certeza que va a ser educado en la vida cristiana.

¿Cómo elegirlos?
La Iglesia (Cfr. Can 874 §1) pide a un padrino reunir los siguientes
requisitos:
• Haya sido elegido por el catecúmeno o sus padres y tenga capa-
cidad para realizar esta misión
• Tenga 16 años u otra edad que el obispo diocesano considere,
puede existir una excepción si hay una causa justa.
• Sea católico, haya completado la iniciación cristiana y una vida
congruente con la fe y la misión que va a cumplir
• No este impedido por alguna pena canónica
• No sea el padre o la madre de quien se va a bautizar (en el rito
se pregunta: ustedes padrinos, ¿están dispuestos a ayudar a los
padres de estos niños en la educación de la fe…?)

Deberes y derechos
El padrino asiste en la iniciación cristiana del niño o del adulto que
ha sido bautizado (Can 872), además en la celebración del bautismo
presenta al niño que va a ser bautizado y después esta atento a que
cumpla y sea educado en la vida cristiana.

PRUEBA Y ANOTACIÓN
La partida o acta de bautismo es un recuerdo de mi ingreso a la Igle-
sia, además es la prueba de una acto realizado en un momento y
lugar determinado, por eso el can 875 prescribe que en caso que no
hayan padrinos este presente un testigo que de fe del hecho sucedi-
do (en el caso que no se inscriba la partida facilitaría los elementos
probatorios para determinar si se dio el bautismo o no), por eso es
deber del párroco inscribir en el libro de bautismos (can 877) cada
uno de los mismos que se efectúan en la parroquia (esto incluye los
que se celebran por alguna emergencia; can 878) donde quede regis-
tro del nombre del bautizado, ministro, padres, padrinos o testigos
además del día y el lugar tanto del bautismo como de nacimiento del
bautizado.
SACRAMENTO DE LA CONFIRMACIÓN

“Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíri-


tu Santo. En cuanto salió del agua vio que los cielos se rasga-
ban y que el Espíritu, en forma de paloma, bajaba a él.”
Mc 1,8.10
“De repente vino del cielo un ruido como una impetuosa ráfa-
ga de viento, que llenó toda la casa en la que se encontraban.
Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repar-
tieron y se posaron sobre cada uno de ellos; se llenaron todos
de Espíritu Santo y se pusieron a hablar en diversas lenguas,
según el Espíritu les concedía expresarse.”
Hch 2,2-4

GENERALIDADES Y TEOLOGÍA
En la antigüedad este sacramento estaba unido al bautismo, pero
por algunas razones pastorales se separó para propiciar una mejor
preparación para este sacramento se dejará a una edad conveniente,
pues gracias al Bautismo y la Confirmación, (CEC 1119) el pueblo
sacerdotal se hace apto para celebrar la Liturgia; por otra parte, algu-
nos fieles “que han recibido el sacramento del orden están instituidos
en nombre de Cristo para ser los pastores de la Iglesia con la palabra
y la gracia de Dios” (LG 11).
Este sacramento imprime carácter (Can 879), es decir, deja un sello
indeleble en el alma, que no se borra nunca, ni siquiera con la muer-
te (al igual que los sacramentos de bautismo y orden sacerdotal, CEC
1121), además de brindar el impulso necesario para el desarrollo de
una misión. Además de enriquecerse con el don del Espíritu Santo
une más a la Iglesia y fortalece y obliga a ser un mejor testigo de
Cristo y de su fe. También en sentido pastoral, es el culmen de la
iniciación cristiana.

Orígen
Anteriormente se había dicho que en los inicios de la Iglesia los sa-
cramentos de bautismo y confirmación estaban unidos, dado que el
obispo en la vigilia pascual bautizaba a los catecúmenos adultos ter-
minaba el rito con una segunda crismación e imposición de manos
(CEC 1291), tal como se puede observar en el libro de los Hechos
en el relato de la predicación de Felipe en Samaría, donde una vez
bautizados bajaron Pedro y Juan a imponerles las manos (Cfr. Hch
8,5 12-13 14-18a), similar a lo que sucede con el Eunuco de Etiopía
(Cfr. Hch 8,27-28.34-39), pero siempre acompañado el bautismo de
una catequesis previa que termina con el descendimiento del Espí-
ritu Santo sobre los bautizados (Hch 10,44-48a; 11,13-17; 16,13-15;
16,30-34).
Muy pronto, para mejor significar el don del Espíritu Santo, se aña-
dió a la imposición de las manos una unción con óleo perfumado
(crisma). Esta unción ilustra el nombre de “cristiano” que significa
“ungido” y que tiene su origen en el nombre de Cristo, al que “Dios
ungió con el Espíritu Santo” (Hch 10,38). En la Traditio Apostólica
de Hipólito de Roma, se observa como el rito de iniciación cristiana
incluía después de la inmersión una unción como don del Espíritu
acompañada de la imposición de manos y una signación, todo reali-
zado por el obispo como sucesor de los apóstoles.
A medida que la práctica del bautismo de los niños se extendía,
también lo iba a hacer posteriormente el reservar la confirmación
al obispo ya que no podía estar en todos los bautismos, el presbítero
bautizaba y posteriormente cuando el obispo realizaba la visita se
procedía a un número bastante amplio de confirmaciones. Por últi-
mo, es bueno recordar que el Concilio Vaticano II pidió la reforma
del ritual de la confirmación para que tuviese más unión con el bau-
tismo (SC 71).

¿Segundo o tercer sacramento?


Sobre este tema el Catecismo de la Iglesia nos dice: En los ritos orien-
tales la iniciación cristiana de los niños comienza con el Bautismo,
seguido inmediatamente por la Confirmación y la Eucaristía, mien-
tras que en el rito romano se continúa durante unos años de cateque-
sis, para acabar más tarde con la Confirmación y la Eucaristía, cima
de su iniciación cristiana (Can.851,2; 868).
De esta manera, si bien en sus inicios la confirmación estaba unida
al bautismo, pero por razones pastorales se dejó para darle aún más
importancia a la culminación de la iniciación cristiana una vez se
haya cumplido la edad de la discreción (Can 891) se procede a la
administración del sacramento.

CELEBRACIÓN
Respecto a la celebración del sacramento, la Iglesia siempre procura
el bienestar de sus fieles y que estos puedan recibir los sacramen-
tos, por eso el ritual prescribe dos formas de celebrarlo (Can 881)
bien sea de forma ordinaria o extraordinaria para casos de peligro
de muerte.

Edad
Como se dijo anteriormente, se prescribe que una vez la persona
haya cumplido la edad de la discreción se puede proceder al bautis-
mo, a no ser que por diversas causas y a juicio del obispo y el presbí-
tero justifiquen otra edad (Can 891).

Disposición
De la misma manera que en la época apostólica, el bautismo (y la
confirmación) se administraba después de un proceso de conver-
sión con sus debidas catequesis o anuncio del evangelio, se pide que
quienes van a recibir este sacramento se preparen adecuadamente, lo
cual debe ser provisto por el párroco (Can 889 §2; 890).

MINISTRO
Ordinario
Como se ha visto en el origen de este sacramento y el porque se sepa-
ró del bautismo, la confirmación esta reservada al Obispo (Can 882-
888) siguiendo la tradición confirmada en el Concilio Vaticano II, en
el caso de las iglesias orientales (OE 12;13) el ministro ordinario de
la confirmación es el presbítero que administra el bautismo, pues los
dos sacramentos allí no están separados.

Extraordinario
De manera extraordinaria, un presbítero con la debida licencia pue-
de confirmar (Can 884), pero en peligro de muerte lo puede realizar
cualquier presbítero aún sin la debida licencia (Can 883,3).
SUJETO
Es importante recordar, que el sujeto es todo aquel bautizado que
aún no ha sido confirmado (Can 889 §1) y se realiza con el óleo
perfumado o crisma que ha sido consagrado por el obispo en la misa
crismal del jueves santo (u otro día cercano) (CEC 1297). Para el
caso de las personas con necesidades especiales, el párroco junto con
el obispo analizará cada uno de los casos y se procederá según las
circuntancias.

PADRINO
Aunque pastoralmente y teniendo en cuenta que el sacramento de
la confirmación es el culmen de la iniciación cristiana, no tendría
necesidad la presencia de un padrino, pues como se entiende la labor
del padrino en el bautismo ya no cumpliría con esto. Sin embargo,
tanto el ritual como el derecho prescriben la posibilidad de un pa-
drino quien debe procurar que el confirmando se comporte como
verdadero testigo de Cristo y cumpla fielmente las obligaciones in-
herentes al sacramento (Cfr. 892), además de presentarlo para la re-
cepción del sacramento; para esto es necesario que cumpla con los
mismos requisitos que se exigen en el bautismo, es decir:
Ser mayor de edad, ya haya completado la iniciación cristiana,
con una vida congruente a la fe, libre de alguna pena canónica y
no ser el padre o la madre.
El padrino puede ser y de manera conveniente el mismo del bautis-
mo.

PRUEBA Y ANOTACIÓN
De la misma manera que se pide en el bautismo llevar un registro de
los sacramentos realizados, para la confirmación y por las mismas
razones (Can 894) se pide que se inscriba la partida del sacramento,
pero se pide que sea inscrita en el libro de confirmaciones de la curia
diocesana o en la parroquia, y el párroco debe enviar notificación al
lugar de bautismo para que sea registrado allí (Can 895).
Para las confirmaciones realizadas en peligro de muerte, el ministro
de la confirmación debe avisar al párroco de la confirmación reali-
zada (Can 896).

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