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Mito

Por las montañas salta punta a punta un dios discreto,

es un dios que busca conservarlo todo.

Más allá en el horizonte hay otro dios que también salta por los cielos,

pero este dios quiere borrarlo todo.

El paisaje es un retazo inmóvil donde el segundo dios siembra relámpagos que

estallan,

pero el primer dios los detiene.

Estos dos dioses siempre batallan.

Un día, estos dioses empezaron a admirarse,

y se hicieron grandes amigos.

El primer dios se llama recuerdo y el segundo olvido.

El recuerdo y el olvido son dos espejos que se miran

y el olvido se refleja en el recuerdo, y el recuerdo se refleja en el olvido.

Por eso cuando recordamos, invocamos las cosas que estuvieron con nosotros,
las que significaron algo en nuestra mente;

pero aquellas que no, son exiliadas por el olvido

(y al morir nosotros, lo que fue recordado también es olvidado).

Y por eso cuando olvidamos, aquellas cosas que ignoramos para siempre,

aunque mucho las hayamos estimado, desaparecen,

aunque no del todo,

pues se encuentran escondidas en alguna parte del recuerdo.

Las cosas sin importancia nos susurran al oído su soledad de vez en cuando:

el cordón de los zapatos,

el paraguas que tiramos,

la triste sonrisa de un extraño afligido,

o el olor de la madera frente a la carpintería.

Estas cosas permanecen en tierra de nadie.

Con el tiempo, el dios del recuerdo ocupó el lugar del olvido,

y el olvido ocupó el lugar del recuerdo.

Pero algún día volverán a ser los mismos.

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