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El significado

profundo del
nacimiento de
Jesucristo
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Personas en todo el mundo han escuchado la historia


del nacimiento de Jesús. Pero ¿alguna vez se ha
preguntado si esta historia tan conocida tiene más
implicaciones de lo que imaginamos? Ya que la Biblia
registra el nacimiento de Jesús en detalle, ¿tiene
este acontecimiento un significado más profundo?

para ver algo del significado del nacimiento de


Jesús. Incluso echar un vistazo a su verdadero
significado aumentará nuestro amor por Jesús y
elevará nuestra adoración por Él.
Profetizado en el
Antiguo Testamento y
cumplido en el Nuevo
Testamento
Aproximadamente setecientos años antes de Cristo,
se registró una profecía acerca del nacimiento de
Jesús en el Antiguo Testamento. Isaías 7:14 dice:

“El Señor mismo os dará señal: He aquí, la virgen


concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre
Emanuel”.

El Nuevo Testamento comienza con el relato del


nacimiento de Jesús. En el primer capítulo de Mateo,
el versículo 18 nos dice cómo se cumplió el
nacimiento virginal profetizado en Isaías 7:14:

“El origen de Jesucristo fue así: Estando desposada


María Su madre con José, antes que se juntasen, se
halló que estaba encinta por obra del Espíritu Santo”.

La nota 1 de este versículo en el Nuevo Testamento


Versión Recobro habla del significado profundo de
que María estuviera encinta por obra del Espíritu
Santo:

“Aunque Cristo nació de María (v. 16), era hijo del


Espíritu Santo. El nacimiento de Cristo procedió
directamente del Espíritu Santo (v. 20).
Su fuente fue el Espíritu Santo y Su elemento era
divino. Por medio de la virgen María, Él se vistió de
carne y sangre, la naturaleza humana, tomando la
semejanza de la carne (Ro. 8:3), la semejanza de los
hombres (Fil. 2:7)”.

Aunque Jesús nació como un niño con carne y


sangre, Su fuente fue el Espíritu Santo.

Mateo 1:20 nos dice más acerca del origen de Jesús:

“Mientras consideraba esto, he aquí un ángel del


Señor se le apareció en sueños y le dijo: José, hijo de
David, no temas recibir a María tu mujer, porque lo
engendrado en ella, del Espíritu Santo es”.

La nota 1 de este versículo explica:

“Dios primero se engendró en María mediante Su


Espíritu; una vez realizada la concepción, Él nació
con la naturaleza humana, para ser un Dios-hombre, y
así poseer tanto la divinidad como la humanidad.
Éste es el origen de Cristo”.

Estos dos versículos, Mateo 1:18 y 20, nos muestran


que el nacimiento de Jesucristo no fue de ninguna
manera el nacimiento ordinario de un hombre
ordinario; fue la extraordinaria encarnación de Dios
mismo. El nacimiento de Jesús fue el nacimiento de
un Dios-hombre, una Persona maravillosa que era
tanto divina como humana.

Jesús y Emanuel

Mateo 1:21-23 nos dice dos nombres de esta Persona


preciosa y única, Jesús y Emanuel:

“Y dará a luz un hijo, y llamarás Su nombre Jesús,


porque Él salvará a Su pueblo de sus pecados. Todo
esto aconteció para que se cumpliese lo dicho por el
Señor por medio del profeta, cuando dijo: ‘He aquí,
una virgen estará encinta y dará a luz un hijo, y
llamarán Su nombre Emanuel’ (que traducido
es: Dios con nosotros)”.

PÍDALA AHORA
Jesús y Emanuel son dos nombres excelentes que
están llenos de significado para nosotros.
Consideremos estos nombres con la ayuda de las
notas.

La nota 1 en cuanto a Jesús en el versículo 21 nos


dice:

“Jesús es el equivalente en el griego del nombre


hebreo Josué (Nm. 13:16), el cual significa Jehová
el Salvador, o la salvación de Jehová. Por lo tanto,
Jesús no sólo es un hombre, sino Jehová, y no sólo
Jehová, sino Jehová como nuestra salvación. Así
que, Él es nuestro Salvador. Él también es nuestro
Josué, Aquel que nos introduce en el reposo (He. 4:8;
Mt. 11:28-29), que es Él mismo como la buena tierra
para nosotros”.

Debido a la caída del hombre, todos los seres


humanos necesitan un Salvador. Este Salvador es
Jesús, quien es Jehová, Dios mismo. El Dios-hombre
Jesús es el único que nos salva de nuestros pecados.
Nosotros podemos disfrutar de Su salvación
cuando invocamos el nombre de Jesús. ¡Cuán
precioso es el nombre de Jesús!

Las notas 2 y 3 acerca del nombre Emanuel en el


versículo 23 dicen lo siguiente:

“Jesús fue el nombre que Dios le dio, mientras que


Emanuel, que significa Dios con nosotros, fue como
los hombres le llamaron. Jesús el Salvador es Dios
con nosotros. Él es Dios y también es Dios encarnado
para morar entre nosotros (Jn. 1:14). Él no sólo es
Dios sino Dios con nosotros”.

“Cristo como el propio Emanuel no sólo estuvo con


nosotros cuando vivió en la tierra, sino que también
está con nosotros desde Su ascensión cada vez que
estamos congregados en Su nombre (18:20). Además,
Él estará con nosotros todos los días, hasta la
consumación del siglo (28:20)”.
Nuestro Salvador Jesús es Emanuel; Él es Dios con
nosotros todo el tiempo. ¡Cuán reconfortante y
alentador es esto! Él siempre está con nosotros, en
todo lugar y en cada situación.

Nos salva y está con nosotros para siempre

Para salvarnos, Dios hizo algo asombroso. El Dios


eterno llegó a ser un hombre accesible y vivió una
vida perfecta y sin pecado en la tierra entre la
humanidad caída. ¡Qué hecho tan misterioso y
maravilloso! Como Dios-hombre, alcanzó a la
humanidad con Su amor, misericordia y bondad. Él
habló palabras de justicia y verdad para sacar a las
personas de las tinieblas y traerlas a la luz. Luego, en
Su cuerpo de carne y sangre, Jesús sufrió la muerte
en la cruz por nuestros pecados. Él efectuó la
redención por nosotros, y al creer en Él somos
limpiados de nuestros pecados y liberados del juicio
eterno.

Pero eso no es todo. Cuando creemos en Él,


recibimos al Cristo resucitado como el Espíritu
vivificante en nosotros. Él viene a vivir en
nosotros y a estar siempre con nosotros, como parte
de Su plan para cumplir Su propósito eterno.

Si usted aún no ha recibido al Salvador, no tiene que


esperar más. Simplemente haga esta oración con un
corazón sincero:
“Señor Jesús, creo que Tú eres el Dios verdadero y
un hombre perfecto. Gracias por nacer y llegar a ser
un verdadero hombre con divinidad y humanidad.
Gracias por salvarme de mis pecados al morir por mí.
Señor, te recibo ahora mismo. Entra en mí y vive en
mí. Gracias, Señor, por estar conmigo todo el tiempo.
Amén”.

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