Señor, en este rato de oración, queremos abrir nuestros corazones, para
que tu presencia real en este sacramento nos transforme y nos hagas más semejantes a ti, déjanos sumergirnos en tu amor para poder encontrar y sentir la verdadera alegría que nos da el estar contigo. Nosotras queremos permanecer en Ti, contigo, permanecer en tu amor. No queremos otra cosa que perseverar contigo, en las buenas y en las malas, por que sin ti no podemos hacer nada, y esto es lo que queremos no poder hacer nada sino contigo. Tener que hacer todo unidas a Ti, para que todo lo que hacemos sea a mayor gloria tuya; eterno origen de donde todo bien procede. Pero como sabes Señor muchas veces lo olvidamos y estamos como los discípulos remando toda la noche sin conseguir pescar nada, porque no contamos contigo, hacemos o vivimos como nos parece; trabajamos solo con nuestras fuerzas y nos olvidamos de tu gracia y de tu poder, actuamos sin tu espíritu. Pero tú siempre vuelves a nuestra orilla a alentarnos, animarnos cuando ya estamos cansados o desilusionados de tanto luchar sin conseguir nada. Haz Señor que los momentos de desánimo nunca nos olvidemos que Tú eres Dios, que nada es imposible para Ti, permaneciendo en Ti daremos los frutos que nos pides, que nos pide la iglesia, que nos pide la Congregación, siendo verdaderas hermanitas, siguiendo las huellas de nuestro Padre Fundador, nuestra santa Madre y de nuestras hermanitas mártires, Gracias Señor por sus vidas, por sus valientes testimonios de amor. Oh Jesús! haz que tú sacrificio, en santo sacrificio del altar sean fuente y modelo del mío, porque también nuestras vidas deben ser un sacrificio santo. Para eso es preciso que sea vivificado, ofrecido y consumado en el amor. Jesús concédenos un amor grande que, de valor a nuestro sacrificio, que lo haga fecundo para la gloria del padre, para el triunfo de la Iglesia y para el bien de las almas. Jesús se queda en la eucaristía. Gracias Señor por la eucaristía por el gran don de ti mismo. Cuando no tenías nada más que ofrecer nos dejaste tu propio cuerpo para amarnos hasta el fin, con una prueba de amor abrumadora, que hace temblar nuestro corazón de amor; de gratitud y respeto. Jesús encomendó a sus apóstoles en la noche de la cena: Haced esto en conmemoración mía. Y nos preguntamos ¿el por qué de la eucaristía, Por qué quiso Jesús instituir este sacramento admirable, ¿por qué quiso quedarse entre nosotros, con nosotros y para nosotros?; ¿qué le movió a hacer este asombroso milagro al que no podemos ni debemos acostumbrarnos? La respuesta a esta pregunta sólo Jesús la sabe. Nosotros podemos solamente vislumbrar algunas intuiciones y atisbos. Locura de amor, que no ha escatimado medios, ni milagros, ni modos para mostrarnos su amor. No quiso dejarnos solos y por eso se hizo nuestro compañero de camino. Nos vio con hambre espiritual y Cristo se quedó bajo la especie de pan que al tiempo que colma y calma, también abre el hambre de Dios, para invitarnos a una vida nueva, la vida de Dios en nosotros. Nos vio tan desalentados que quiso animarnos como a Elías: Levántate y come porque todavía te queda mucho que caminar (Re 19.7). Jesús, Tú eres el Hijo de Dios, la eterna palabra, en infinito amor ardes vivamente por nosotros. Oh, qué grande es el misterio de tu amor. Jesús, enciende en nosotras, con la fuerza de tu Espíritu, aquel amor mismo con que fue encendido tu corazón, para que te anhelemos y, con ese mismo amor, estemos junto a Ti. Nuestro corazón es frío y sin amor. No es capaz de devolver amor, pero Tú Espíritu puede hacer encender en nosotras ese fuego ardiente de amor por Ti. Danos un profundo anhelo, de vivir contigo en nuestro corazón, ¡perdónanos y enséñanos a encontrarte para que vivamos atentas al Amor que vive en nuestro interior, enséñanos a no dejarte solo concédenos la gracia de recordar que somos tu templo, tu sagrario, que en nuestro interior vivamos postradas en actitud de adoración por que en nuestra alma hay un santuario íntimo y en él permaneces Tú…, y allí nos esperas. 1. CONSAGRACIÓN AL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS (De san Juan Pablo II)
Señor Jesucristo, Redentor del género humano, nos dirigimos a tu
Sacratísimo Corazón con humildad y confianza, con reverencia y esperanza, con profundo deseo de darte gloria, honor y alabanza. Señor Jesucristo, Salvador del mundo, te damos las gracias por todo lo que eres y todo lo que haces. Señor Jesucristo, Hijo de Dios Vivo, te alabamos por el amor que has revelado a través de Tu Sagrado Corazón, que fue traspasado por nosotros y ha llegado a ser fuente de nuestra alegría, manantial de nuestra vida eterna. Reunidos juntos en Tu nombre, que está por encima de todo nombre, nos consagramos a tu Sacratísimo Corazón, en el cual habita la plenitud de la verdad y la caridad. Al consagrarnos a Ti, renovamos nuestro deseo de corresponder con amor a la rica efusión de tu misericordioso y pleno amor. Señor Jesucristo, Rey de Amor y Príncipe de la Paz, reina en nuestros corazones y en nuestros hogares. Vence todos los poderes del maligno y llévanos a participar en la victoria de tu Sagrado Corazón. ¡Que todos proclamemos y demos gloria a Ti, al Padre y al Espíritu Santo, único Dios que vive y reina por los siglos de los siglos! Amén. MI REY Y MI DIOS ERES TÚ ¡Jesús es Rey!...pero su reino no es de aquí, él confiesa su realeza dando testimonio de la verdad. Y todo el que es de la verdad escucha su voz. “ Luego ,¿Tú eres Rey?”... ¡sí Señor yo te confieso mi rey y mi Dios, …Tu reino no es de este mundo. Eres Rey, principalmente en la entrega, en la donación, en el abajamiento… Eres rey en la cruz. La cruz es el emblema de tu reinado, el don, el signo, tu predilección, la mayor condecoración con que distingues a los que te son más leales y fieles. El momento de la mayor entrega de la mayor exaltación, del mayor amor… tu trono es el calvario. Allí nos has dado lo más grande, las prendas de tu amor hacia nosotros. Allí nos has dado además del sacrificio cruento de tu vida, el perdón y el regalo más precioso que tenias para darnos, la criatura más perfecta, sin mancha tu madre, también nos la regalas y a la vez nos entregas a ella. Pero el regalo más grande y preciado que nos dejas, el más regio lo que no da cualquiera, lo regalas Tú…¡Tu intimidad, tu corazón rasgado! Para que yo lo contemple por dentro y viva desde dentro desde el corazón de Cristo la vida. Jesús enséñame la dignidad, la realeza la grandeza de la entrega, del abajamiento. Enséñame a amar como Tú amas y a reinar como tu reinas Maestro mío: te pido la gracia de que me concedas participar de tu realeza y sobre todo, de que Tú seas mi único rey de mi vida, mi rey mi dueño, mi amor mi Señor… ¡enséñame cómo cómo se es rey y ayúdame a confesarte como mi rey ¿no quiero otro rey ni otro amor fuera de ti!