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CRONICA DE UN PÁRROCO

Me desperté con una fuerte y tormentosa lluvia de madrugada, veo por la pequeña ventana que hay
en mi habitación y noto como todos los campesinos y trabajadores se dirigen a hacer sus labores así
que inicio con las mía. Como todas las mañanas rezo una oración extensa, encomendando a Dios mi
día y salgo a encontrarme con todos los monjes. Juntos vamos a desayunar algo de fruta, leche y
pan como usualmente lo hacemos y así empiezan nuestros servicios en la iglesia, donde en todo
momento recibo personas en busca del perdón y dispuestas a dar sus confesiones.
Ese día tendríamos una reunión, específicamente una boda en la tarde, entre José, un campesino
conocido en la aldea y su mujer: Oriana, una hermosa señorita que tejía mantas y las vendía en la
plaza para ayudar en su casa. Organizamos todo como debía ser y cuando todo estaba listo, todos
los invitados habían llegado solo faltaban los futuros esposos, un cuarto de hora después apareció
José con una vestimenta muy elegante, diferente a cada uno de sus amaneceres. Solo faltaba que la
novia entrara con su largo vestido por la gran puerta de la iglesia. Y ese momento llego, la entrada
se abrió y todos emocionados voltearon, lo que no se esperaban es que allí no se encontraba nadie,
estaba vacía.
Y esa fue mi señal, era mi momento de escapar. De manera desapercibida me escabullí a mi cuarto,
guardé todo lo que tenía y salí por la puerta de atrás mientras todos estaban distraídos con la
situación, sabía que no estaba bien lo que estaba a punto de hacer, pero igual lo quería. Me
encamine hacia el bosque hasta encontrar la cabaña donde me espere encontrar con ella, y ahí
estaba la hermosa mujer por la estaba dispuesto a renunciar al cielo por estar con ella: Oriana. Por
fin podríamos ser solo nosotros dos, iríamos a otra ciudad donde no seriamos perseguidos y
podríamos salir juntos sin ser juzgados…O eso creía, pero se me escapo algo: mirar atrás.
A solo diez minutos de haberme encontrado con Oriana, una multitud se acercaba a nosotros con
antorchas prendidas en fuego, apenas lo note le dije que corriera lo más lejos que pudiera, lo
intentamos, pero claramente nos alcanzaron. Me arrastraron junto a ella y nos ataron a una columna
de madera en el centro de la aldea, y en ese momento descubrí quien me había delatado, un monje
llamado Santiago al cual le había confiado mi secreto, me había traicionado, eso fue lo que más me
molesto, pero ver a el miedo en los ojos de Oriana se sentía peor, mientras me preguntaba “¿Vamos
a morir?” y yo solo podía sonreír falsamente y le aseguraba que todo estaría bien, pero ni yo estaba
seguro.
“Irán al infierno juntos, como castigo de Dios y tengan por seguro que ninguna suplica u oraciones
los salvara” recuerdo decir a José antes de que incendiara la columna. ¡Ja! Ellos son los que llegaran
directamente al infierno, por prohibir el amor y la felicidad de dos personas, por creer que matar a
las personas como solución de los problemas está bien, pero sobre todo por acabar con una familia,
porque eso íbamos a ser, una familia. Oriana estaba embarazada y eso era lo que más dolía y de lo
que más me arrepentía.
Pero de lo único de lo que estaba feliz fue haber disfrutado de su amor y estaba seguro que la
volvería a encontrar y la volvería a escoger sobre cualquier cosa, ella es mi camino y siempre lo
ser… Hasta la próxima vida, mi amor.

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