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“PARROQUIA SAN JUAN DE LA CRUZ”

LOS CEDROS DE VILLA- CHORRILLOS

CENTRO DE FORMACIÓN CRISTIANA TEOLOGÍA PARA LAICOS

ESCUELA DE PROMOTORES

TEMA:
LA HUMILDAD

PREPARADO POR:
IGLESIA HUMILDAD

INTEGRANTES:
ALEJANDRO AGURTO
JORGE
LUCY PALOMINO

PROMOTORA:
GABRIELA ESPEZÚA E.

LIMA - PERÚ 2024


LA HUMILDAD

El tema del que vamos a hablar es “La humildad” para esto vamos a definir qué es
la humildad.
La humildad es una cualidad esencial en el ser humano, básica para fomentar un
ambiente de amor y entendimiento. A los hijos de Dios la humildad los ayuda a
aceptar su necesidad de Él y a vivir en paz con Dios y con las demás personas.

La humidad según la biblia

Buscamos la humildad en la biblia y tenemos:


En Santiago 4, 6
«Dios se opone a los orgullosos, pero da gracia a los humildes».

Santiago 4, 10
Humíllense delante del Señor, y él los exaltará.

Salmo 138, 6
El Señor es excelso, pero toma en cuenta a los humildes y mira de lejos a los
orgullosos.

Filipenses 2, 5-8
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por
naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el
contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y
haciéndose semejante a los seres humanos. Y, al manifestarse como hombre, se
humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!

Lucas 14, 11
Todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido.

Mateo 5, 5
Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia.

2 Crónicas 7, 14
Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su
mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré
su tierra.

Papa Francisco
La humildad es el secreto de María. Es la humildad la que atrajo la mirada de Dios
hacia ella. El ojo humano busca siempre la grandeza y se deslumbra por lo que es
ostentoso. Dios, en cambio, no mira las apariencias, Dios mira el corazón (cf. 1
Sam 16, 7) y le encanta la humildad. La humildad de los corazones le encanta a
Dios. Hoy, mirando a María Asunta, podemos decir que la humildad es el camino
que conduce al Cielo. La palabra «humildad» viene del latín humus, que significa
«tierra». Es paradójico: para llegar a lo alto, al Cielo, es necesario permanecer
bajos, como la tierra. Jesús enseña: «El que se humilla será exaltado» (Lc 14, 11).
Dios no nos exalta por nuestros dones, riquezas, o por las habilidades, sino por la
humildad. Dios está enamorado de la humildad. Dios levanta a quien se abaja,
levanta a quien sirve. En efecto, María no se atribuye más que el «título» de
sierva: es «la esclava del Señor» (Lc 1, 38). No dice nada más de sí misma, no
busca nada más para sí misma.

Entonces, hoy podemos preguntarnos, cada uno de nosotros en nuestro corazón:


¿cómo está mi humildad? ¿Busco ser reconocido por los demás, reafirmarme y
ser alabado, o más bien pienso en servir? ¿Sé escuchar, como María, o solo
quiero hablar y recibir atención? ¿Sé guardar silencio, como María, o siempre
estoy parloteando? ¿Sé cómo dar un paso atrás, apaciguar las peleas y las
discusiones, o solo trato siempre de sobresalir? Pensemos en estas preguntas:
¿Cómo está mi humildad?

María, en su pequeñez, conquista primero los cielos. El secreto de su éxito reside


precisamente en reconocerse pequeña, en reconocerse necesitada. Con Dios,
solo quien se reconoce como nada es capaz de recibirlo todo. Solo quien se vacía
es llenado por Él. Y María es la «llena de gracia» (v. 28) precisamente por su
humildad. También para nosotros, la humildad es el punto de partida, siempre, es
el comienzo de nuestra fe. Es esencial ser pobre de espíritu, es decir, necesitado
de Dios. El que está lleno de sí mismo no da espacio a Dios, y tantas veces
estamos llenos de nosotros, pero el que permanece humilde permite al Señor
realizar grandes cosas (cf. V. 49).

El poeta Dante se refiere a la Virgen María como «humilde y más elevada que una
criatura» (Paraíso XXXIII, 2). Es hermoso pensar que la criatura más humilde y
elevada de la historia, la primera en conquistar los cielos con todo su ser, cuerpo y
alma, pasó su vida mayormente dentro del hogar, pasó su vida en lo ordinario, en
la humildad. Los días de la Llena de gracia no tuvieron mucho de impresionantes.
A menudo se sucedieron iguales, en silencio: por fuera, nada extraordinario. Pero
la mirada de Dios permaneció siempre sobre ella, admirando su humildad, su
disponibilidad, la belleza de su corazón, nunca tocado por el pecado.

La humidad según el catecismo

El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que la humildad es una virtud


fundamental que consiste en reconocer nuestra dependencia de Dios y en tener
una actitud de servicio y respeto hacia los demás.
La humildad es la base de la oración, nosotros no sabemos pedir como conviene
(Rm 8,1 6) La humildad es una disposición necesaria para recibir gratuitamente el
don de la oración: el hombre es un mendigo de Dios (San Agustín)
La humildad nos ayuda a reconocer nuestras limitaciones y a aceptar la voluntad
de Dios en nuestras vidas. Nos invita a no buscar la vanagloria ni la superioridad
sobre los demás, sino a vivir en sencillez y humildad, siguiendo el ejemplo de
Jesucristo.
La humildad nos lleva a reconocer que todo lo que somos y tenemos viene de
Dios, y nos impulsa a ser agradecidos y generosos con los demás.

(CIC 525) Jesús nació en la humildad de un establo, de una familia pobre; unos
sencillos pastores son los primeros testigos del acontecimiento.

(CIC 559) ¿Cómo va a acoger Jerusalén a su Mesías? Pues bien, el “Rey de la


Gloria” entra en su ciudad “montado en un asno” no conquista a la hija de Sión,
figura de su Iglesia, ni por la astucia ni por la violencia, sino por la humildad que da
testimonio de la verdad.

(CIC 2628) La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos
llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas.

(CIC 2631) La petición de perdón es el primer movimiento de la oración de


petición: “Oh Dios ten compasión de este pecador”. Es el comienzo de una oración
justa y pura. La humildad confiada nos devuelve a la luz de la comunión con el
Padre y su hijo Jesucristo.

(CIC 2779) Antes de hacer nuestra primera exclamación de la Oración del Señor;
conviene purificar humildemente nuestro corazón de ciertas imágenes falsas de
este mundo. La humildad nos hace reconocer que “nadie conoce al Padre, sino el
Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. La purificación del corazón
concierne a nuestra historia personal y cultural, y que impregnan nuestra relación
con Dios.

Ejemplos de humildad:

Es aquello que como evangelizadores debemos tener en cuenta

1. Ayudar a los demás de manera desinteresada, sin esperar reconocimiento ni


recompensa.
2. Reconocer nuestros errores y pedir disculpas cuando nos equivocamos.
3. Escuchar con atención a los demás y valorar sus opiniones y puntos de vista.
4. Aceptar consejos y críticas constructivas con humildad.
5. Servir a los más necesitados con amor y compasión, sin buscar reconocimiento
público.
6. Reconocer la dignidad y el valor de cada persona, sin importar su posición
social.
7. Ser agradecido por las bendiciones recibidas y compartir lo que tenemos con
los demás.
8. Trabajar en equipo de manera colaborativa, reconociendo y valorando las
habilidades y aportes de cada miembro.
9. Mantener una actitud de humildad y gratitud en todo momento, recordando que
todo lo que somos y tenemos viene de Dios.

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