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ESCUELA DE PROMOTORES
TEMA:
LA HUMILDAD
PREPARADO POR:
IGLESIA HUMILDAD
INTEGRANTES:
ALEJANDRO AGURTO
JORGE
LUCY PALOMINO
PROMOTORA:
GABRIELA ESPEZÚA E.
El tema del que vamos a hablar es “La humildad” para esto vamos a definir qué es
la humildad.
La humildad es una cualidad esencial en el ser humano, básica para fomentar un
ambiente de amor y entendimiento. A los hijos de Dios la humildad los ayuda a
aceptar su necesidad de Él y a vivir en paz con Dios y con las demás personas.
Santiago 4, 10
Humíllense delante del Señor, y él los exaltará.
Salmo 138, 6
El Señor es excelso, pero toma en cuenta a los humildes y mira de lejos a los
orgullosos.
Filipenses 2, 5-8
La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús, quien, siendo por
naturaleza Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a qué aferrarse. Por el
contrario, se rebajó voluntariamente, tomando la naturaleza de siervo y
haciéndose semejante a los seres humanos. Y, al manifestarse como hombre, se
humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, ¡y muerte de cruz!
Lucas 14, 11
Todo el que a sí mismo se enaltece será humillado, y el que se humilla será
enaltecido.
Mateo 5, 5
Dichosos los humildes, porque recibirán la tierra como herencia.
2 Crónicas 7, 14
Si mi pueblo, que lleva mi nombre, se humilla y ora, y me busca y abandona su
mala conducta, yo lo escucharé desde el cielo, perdonaré su pecado y restauraré
su tierra.
Papa Francisco
La humildad es el secreto de María. Es la humildad la que atrajo la mirada de Dios
hacia ella. El ojo humano busca siempre la grandeza y se deslumbra por lo que es
ostentoso. Dios, en cambio, no mira las apariencias, Dios mira el corazón (cf. 1
Sam 16, 7) y le encanta la humildad. La humildad de los corazones le encanta a
Dios. Hoy, mirando a María Asunta, podemos decir que la humildad es el camino
que conduce al Cielo. La palabra «humildad» viene del latín humus, que significa
«tierra». Es paradójico: para llegar a lo alto, al Cielo, es necesario permanecer
bajos, como la tierra. Jesús enseña: «El que se humilla será exaltado» (Lc 14, 11).
Dios no nos exalta por nuestros dones, riquezas, o por las habilidades, sino por la
humildad. Dios está enamorado de la humildad. Dios levanta a quien se abaja,
levanta a quien sirve. En efecto, María no se atribuye más que el «título» de
sierva: es «la esclava del Señor» (Lc 1, 38). No dice nada más de sí misma, no
busca nada más para sí misma.
El poeta Dante se refiere a la Virgen María como «humilde y más elevada que una
criatura» (Paraíso XXXIII, 2). Es hermoso pensar que la criatura más humilde y
elevada de la historia, la primera en conquistar los cielos con todo su ser, cuerpo y
alma, pasó su vida mayormente dentro del hogar, pasó su vida en lo ordinario, en
la humildad. Los días de la Llena de gracia no tuvieron mucho de impresionantes.
A menudo se sucedieron iguales, en silencio: por fuera, nada extraordinario. Pero
la mirada de Dios permaneció siempre sobre ella, admirando su humildad, su
disponibilidad, la belleza de su corazón, nunca tocado por el pecado.
(CIC 525) Jesús nació en la humildad de un establo, de una familia pobre; unos
sencillos pastores son los primeros testigos del acontecimiento.
(CIC 2628) La adoración de Dios tres veces santo y soberanamente amable nos
llena de humildad y da seguridad a nuestras súplicas.
(CIC 2779) Antes de hacer nuestra primera exclamación de la Oración del Señor;
conviene purificar humildemente nuestro corazón de ciertas imágenes falsas de
este mundo. La humildad nos hace reconocer que “nadie conoce al Padre, sino el
Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar”. La purificación del corazón
concierne a nuestra historia personal y cultural, y que impregnan nuestra relación
con Dios.
Ejemplos de humildad: