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LA PERA

ACTO 02

En un tranquilo valle rodeado de altas montañas, había un pequeño huerto donde crecía una
pera extraordinaria llamada Perla. Esta pera era diferente a las demás: su piel era de un color
dorado brillante, y su forma era tan perfecta que parecía esculpida por un artista meticuloso.

Perla estaba rodeada de otras peras en el árbol, pero ninguna se comparaba a su belleza y
singularidad. La gente del pueblo cercano la admiraba desde lejos, deseando probar su sabor
único y experimentar la delicia que seguramente ofrecía.

Un día, una niña llamada Elena y su abuela fueron al huerto en busca de frutas frescas para
preparar una deliciosa tarta. Mientras caminaban entre los árboles, la brillante pera dorada
atrapó la mirada de Elena.

—¡Abuela, mira qué hermosa es esa pera! —exclamó Elena señalando hacia Perla.

La abuela sonrió y asintió.

—Sí, esa es Perla, una de las peras más hermosas y deliciosas que jamás hayas visto. Deberías
probarla, su sabor es tan dulce como su apariencia.

Elena tomó la pera entre sus manos y dio un mordisco. Una explosión de dulzura llenó su boca,
y sus ojos se iluminaron con asombro.

—¡Es la mejor pera que he probado en mi vida! —declaró con alegría.

Desde ese día, Elena y su abuela regresaron al huerto cada semana para recoger peras,
especialmente a Perla. Cada vez que compartían las peras con su familia y amigos, la gente se
maravillaba con el sabor excepcional de Perla y la calidad de las tartas que Elena y su abuela
preparaban con ella.

Sin embargo, una mañana, una helada inesperada descendió sobre el valle. Las temperaturas
bajo cero cubrieron el huerto con una fina capa de hielo, y las hojas de los árboles temblaron
bajo el frío. Elena y su abuela se apresuraron a proteger las plantas, pero ya era demasiado
tarde. Cuando el sol salió, reveló la devastación que la helada había causado.

Para su gran tristeza, descubrieron que muchas de las peras, incluida Perla, estaban marchitas y
congeladas en las ramas. La abuela miró hacia el árbol donde solía estar Perla con un nudo en la
garganta.

—Lo siento mucho, Elena. Parece que hemos perdido a Perla y a muchas otras peras.
Elena miró hacia el árbol con lágrimas en los ojos, pero luego recordó las palabras de su abuela
sobre la importancia de apreciar los momentos felices y las cosas hermosas mientras están
presentes.

—Perla puede haber desaparecido, abuela, pero siempre la recordaremos por su belleza y su
sabor único. Y en nuestro corazón, su dulzura perdurará para siempre.

Juntas, Elena y su abuela comenzaron a limpiar el huerto y a prepararlo para la próxima


temporada. A medida que plantaban nuevos árboles y cuidaban de las plantas, la memoria de
Perla permanecía viva en sus corazones, recordándoles la importancia de valorar las cosas
simples y hermosas que la vida ofrece, incluso si su tiempo es efímero. Y así, la leyenda de
Perla, la pera dorada, se convirtió en parte de la historia del huerto, recordada con cariño por
generaciones venideras.

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