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Miguel Ángel Vázquez Bermúdez

Consejero de Cultura

Marta Alonso lappí


Viceconsejera de Cultura

María Cristina Saucedo Baro


Secretaria General de Cultura

Marcelino Sánchez Ruiz


Director General de Bienes Culturales y Museos

Coordinación de la edición
Carmen Pizarro Moreno
Jefa del Servicio de Investigación y Difusión del Patrimonio
Histórico
Departamento de Difusión
Luis Olalla GaJele
Raquel Montero Artús
Pedro Jaime Moreno de Soto

Editores científicos
David García González
Sonia lópez Chamizo
Eduardo García Alfonso

Diseño y maquetación
PHERMAGRAFIC 2017 S.L.U.

Imágenes de la cubierta
Casco corintio de la Tumba del Guer rero: Fondo Gráfico IAPH.
Eugenio Fernández Ruiz.

Fotomosaicos (De izquierda a derecha)


Solapa de cubierta
1. Arqueosur, S.L.
2. Fondo Gráfico IAPH. Eugenio Fernández Ruiz.
3-4. Arqueosur, S. l.
5. Sylvia Jiménez Brobeil y Zita laffranchi.
Solapa de contracubierta
1. Eduardo García Alfonso
2-3-4. Arqueosur. S. l.
Contracubierta
1-2. Arqueosur, S. l.
3. Fondo Gráfico IAPH. Eugenio Fernández Ruiz.
4-5. Arqueosur, S.l.

Impresión
PHERMAGRAFIC 2017 S. L. U.

Edita
JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cultura
© de la edición: JUNTA DE ANDALUCÍA. Consejería de Cul tura
© de los tex tos: los autores
© de las fotografías: los autores

ISBN: 978-84-9959-307-4
Depósito legal: SE 2308-2018
LA TUMBA
DEL GUERRERO
Un enterramiento excepcional en la •
Málaga fenicia del siglo VI a. C.

7 Listado de autores
9 Presentación
11 Prólogo
17 Introducción

22 Parte Primera. El contexto histórico y arqueológico


25 Capítulo 1. Hálaka en los siglos VIl-VI a. C. los orígenes de una ciudad-estado fenicia occidental
Eduardo García Alfonso
75 Capítulo 2. El lugar del hallazgo de la Tumba del Guerrero de Málaga. Caracterización
arqueológica del solar de calle Jinetes
David García González, Sonia López Chamizo, Alberto Cumpián Rodríguez y Ana Belén Moreno
Ortega

108 Parte Segunda. La construcción de la Tumba del Guerrero


111 Capítulo 3. la arquitectura de la Tumba del Guerrero de Málaga
David García González y Pedro Sánchez Bandera
127 Capítulo 4. Estudio petrográfico, mineralógico y geoquímico de la Tumba del Guerrero de Málaga
Carmina López-Rodríguez

142 Parte Tercera. Los objetos del ajuar funerario


145 Capitulo 5. las armas de la Tumba del Guerrero de Málaga
Fernando Quesada Sanz y David García González
231 Capítulo 6. las varillas de plata de la Tumba del Guerrero de Málaga
Esther Núñez Pariente de León
239 Capítulo 7. la phiále de la Tumba del Guerrero de Málaga
David García Go nzá lez y Eduardo García Alfonso
251 Capítulo 8. El anillo con escarabeo de la Tumba del Guerrero de Málaga
Jónatan Ortiz García y Ángeles Jiménez Higueras
261 Capítulo 9. El marfil de la Tumba del Guerrero de Málaga : caracterización geoquímica
Daniel Lamarca lrisarri. Marisa Rozalén y José Antonio Lozano
269 Capítulo 1 O. El quema perfumes de la Tumba del Guerrero de Málaga
David García González, Andrés María Adroher Auro ux y J ulia García González
277 Capitulo 11 . Materiales cerámicos procedentes del nivel de colmatación de la
Tumba del Guerrero de Málaga
Julia García González. Alberto Dorado Alejos y Andrés María Adroher Auroux
298 Parte Cuarta . Estudios de laboratorio
301 Capítulo 12. Estudio bioarqueológico de la Tumba del Guerrero de Málaga. Apuntes tafonómicos
Sonia López Chamizo
311 Capítulo 13. El estudio antropológico de la Tumba del Guerrero de Málaga
Sylvia Jiménez-Brobeil y Zita Latfranchi
317 Capítulo 14. Análisis antracológico de la Tumba del Guerrero de Málaga
María Oliva Rodríguez-Ariza
323 Capítulo 15. Estudio tecnológico y de procedencia del ajuar metálico de la Tumba del Guerrero
de Málaga
Mark A. Hu nt Ortiz e Ignacio Montero Ruiz

332 Parte Quinta . Conservación, restauración y musealización


335 Capítulo 16. Las labores de conservación-restauración del ajuar funerario de la Tumba del
Guerrero de Málaga
Constanza Rodríguez Segovia, Esther Núñez Pariente de León, Marta Sameño Puerto, Eloísa
Bernáldez Sánchez. Auxiliadora Gómez Morón , Eugenio Fernández Ruiz, Víctor Menguiano Chapa-
rro, Jesús Espinosa Gaitán , Miguel Gamero Este ban, Mark. A. Hunt Ortiz, Mónica Ruiz Alonso y
Esteban García-Viñas
379 Capítulo 17. La musealización de la Tumba del Guerrero, una aproximación a su singularidad
expositiva o cómo se hace un museo
José Ángel Palomares Samper

392 Parte Sexta. La Tumba del Guerrero de Málaga en el mundo


mediterráneo tardoarcaico
395 Capítulo 18. El ritual funerario de la Tumba del Guerrero de Málaga en el contexto del
siglo VI a. C.
Adolfo J. Domínguez Monedero
421 Capítulo 19. La Tumba del Guerrero. Conflicto, relaciones y propaganda en la Málaga fenicia del
siglo VI a. C.
David García González. Sonia López Chamizo y Eduardo García Alfonso
Tumba del Guerrero. Punta de lanza y casco corintio.
Imagen: Arqueosur, S.L.
Capítulo 5. Las armas de la Tumba del Guerrero de Málaga
Fernando Quesada Sanz y David García González
Capítulo 6. Las varillas de plata de la Tumba del Guerrero de Málaga
Esther Núñez Pariente de León
Capítulo 7. La phiále de la Tumba del Guerrero de Málaga
David García González y Eduardo García Alfonso
Capítulo 8. El anilllo con escarabeo de la Tumba del Guerrero de Málaga
Jónatan Ortiz García y Ángeles Jiménez Higueras
Capitulo 9. El marfil de la Tumba del Guerrero de Málaga: caracterización geoquímica
Daniel La marca lrisarri, Marisa Rozalén y José Antonio Lozano
Capítulo 10. El quemaperfumes de la Tumba del Guerrero de Málaga
David García Gonzá lez, Andrés María Adroher Auroux y Ju lia García González
Capítulo 11. Materiales cerámicos procedentes del nivel de colmatación de la Tumba del Guerrero
de Málaga
Julia García González, Alberto Dorado Alejas y Andrés María Adroher Auroux
CAPÍTULO S. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL
GUERRERO DE MÁLAGA
Fernando Quesada Sanz 1 y David García González 2

Resumen:

En la Tumba del Guerrero de Málaga se han documentado con seguridad dos y probablemente
tres armas: una punta de lanza de hierro, un casco en bronce de tipo 'corintio' arcaico y -muy
posiblemente- los restos muy dañados de un escudo circular de tipo aspis. sin su embrazadera. El
conjun to formaría pues una panoplia de tipo hop lita, única hasta la fecha en la Península Ibérica,
aunque con ciertas peculiaridades. Proponemos para las armas una datación en torno al segundo
cuarto avanzado del siglo VI a. C., aunque no se puede descartar una cierta perduración. La
disposición de las armas es peculiar, con inutilización ritual. y disposición del casco y el escudo en
el exterior de la cista de sillares. Se analizan contextos comparables en el ámbito orientalizante
peninsular, fenicio-púnico y griego en el Med iterráneo centro-occidental, e indígena en Sicilia y
sur de Italia, y en particular el fenómeno de las tumbas de 'guerreros extranjeros·. Es probable
que nos encontremos ante la tumba de un jefe de mercenarios de cierto rango, quizá griego pero
más probablemente de origen suritálico aunque helenizado.

Palabras clave:

Lanza, Escudo, Casco Corintio, Tumba, Guerrero, Rituales de Armas, Mercenarios.

CHAPTER 5. THE WEAPONS IN THE TOMB OF THE WARRIOR IN


MÁLAGA
Abstract:

The Tomb of the Warrior from Má laga (Andalusia, southern Spain) includes among its grave goods
a number of weapons: an iron spearhead; an archaic ·corinthian· bronze helmet; and -probably-
the badly preserved remains of a round bronze-faced shield of the aspis type, minus its arm-band
or p6rpax. This set thus forms a hoplite-type panoply, previously unknown in the lberian Península,
with certain peculiarities. We propase a chronology within the second quarter of the 6'h century
BC. although a somewhat later date cannot be discounted. The placement of the weapons is odd,
not only beca use of their ritual 'killing·, but beca use so me of them were actually deposited outside
the stone-built chamber. We analyze comparable contexts of the Orientalizing Period from lberian,
Phoenician, Punic. and Greek sites in the Central- and Western Mediterranean, and indigenous
contexts in Sici ly and sout hern ltaly. We place particular emphasis on the so -called 'foreign
warrior burials'. lt is probable that this was the buria l place of a high-ranking mercenary, perhaps
a Greek. but more probably a hellenized warr ior of southern ltalian origin.

Keywords:

Spear, Shield, Corinthian Helmet, Warrior Burial, Weapon Rituals. Mercenaries.

1 Grupo Potemos. Universidad Autónoma de Madrid. (fernando.quesada!Ciuam.es]


2 Instituto de Lenguas y Culturas del Medi terráneo y Oriente Próximo. Con sejo Superior de Investigaciones Científicas.
[david.garcia!Cicchs.csic.es]

lA TUMBA DEL GUERRERO. UN ENTERRAMIENTO EXCEPCIONAL EN lA MÁlAGA FENICIA DEL SIGLO VI A C.// PP. 145·230. ISBN 978·84·9959-307-4
PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 145
FERNANDO DUESAOA SANZ Y DAVID GARCÍA GDNZÁLEZ

1.1NTRODUCCIÓN objetos [Fig . 11. La punta de lanza se situaba


muy próxima a la esquina suroeste de la cista y
En este capítulo desarrollamos un análisis des- descansaba sobre uno de los sillares que con-
criptivo, tipológico. cronológico y contextual de formaba el suelo [vid. Fig. 12: 5). Por su parte el
cada una de las armas encontradas en la Tumba casco se ubicaba en la pared oeste , fuera de la
del Gu errero así como una interpretación acerca cista, en la cabecera de esta y sobre unos ca ntos
del significado de la disposición diferente que de piedra [vid. Fig. 12: 91. En relación a la ubica -
presenta cada una de ellas dentro de la tumba. La ción del escudo, la interpretación de su ubica-
presencia de una moharra de lanza. un casco 'co- ción original presenta notorios problemas. Por
rintio' y probablemente un escudo de tipo aspis la disposición de restos metálicos y de madera
nos acercan a la panoplia hoplita, aunque ciertos asociados a este se ha inferido que estaba si-
aspectos nos alejan de las característica típicas tuado apoyado so bre la cubierta de madera a la
de ésta, especia lmente la ausencia de espada [de al tura de la esquina noroeste [vid. Fig. 12: 6-7) 1•
tipo xiphos o kopisl y la de un regatón [sauroterl
asociado a la punta de lanza. 2. LA MOHARRA DE LANZA

Cada una de las armas ocupa una posición espe- 2.1. Descripción y tipología
cífica dentro de la estruc tura de la tumba. lo que
puede tener un significado que hay que trata r de La moharra de hierro se halló muy oxidada y con
decodificar en asociación además con otros ad herencias de metales cuprosos y lígneos in i-
dentificables adheridos [Fig. 21. Forman parte
los fragmentos metálicos de un objeto que ana-
lizaremos más adelante y los de madera de la
posible cubierta de la cista 2. Presenta una pér-
dida notable de material en las mesas, pero es-
casa en el extremo dista l y arranque del cubo,
por lo que es posible estimar la longitud total
original de la moharra en unos 31 cm. Tiene
grueso nervio central, de sección redondeada/
aplana da, pero es difícil identificar el perfil origi-
nal de las mesas. dadas las pérdida s ci tadas de
mate r ia l. Sin em bargo, se puede deducir que se
trataba de una forma relativamente estrecha. de
filos curvados y tendencia estrecha con la parte
más ancha en el quinto proximal [basal] de la
hoja. La zona distal ['punta'] es bastante aguda.
y el ancho máximo de la hoja debía encontrarse
cerca de su base [Fig. 41. Lo único seg uro es que
el cubo es proporcionalmente muy largo. de al
menos unos 11-12 cm, algo más de un tercio de
la longitud total. Esto asegura un enmangue só-
lido. reforzado además por una anilla de fijación
en la base del cubo [Fig. 41, que tiene un diáme-
tro exte rio r de 2,3 cm [Fig. 5). Estos en mangues
no so n frecuentes en lanzas grieg as, pero son
muy habituales en las producciones suritálicas.
semitas y en las de la Península Ibérica [Que-
Figura 1. Vista general desde el oeste !derecha). sada, 1997a: 345] y garantizan un embutido

' Vid. capítulo 2 de la presente monografía donde se exponen los resu lta dos de la intervención a rqu eológica rea lizada y la
documentación de cada uno de los objetos y su contexto.
1
Vid. capítulo 3 de la presente monografía.

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146 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

Figura 3. Vista de la moharra de lanza.

Figura 4. Vista de la moharra de lanza con detalle del


cubo

Figura 2. Moharra de lanza in si tu ubicada en la esquina


suroeste.

sólido , en comb inación con la longitud de l cubo,


para armas sometidas a golpes fuertes.

Todos estos rasgos [longitud superior a 30 cm,


nervio grueso, cubo de gran diámetro con re-
fuerzo anular) son propios de una lanza relativa-
mente pesada, destinada a un uso en combate
cuerpo a cuerpo, y no a un arma arrojadiza [aun-
que ello no impida que pueda ser arrojada a corta
distancia, claro esl. Es pues una moharra en todo
compatible con una panoplia hoplita. Llama sin
embargo la atención la ausencia de una contera o
Figura 5. Vista de la sección del cubo de la moharra de
regatón [sauroterl. habitual en este tipo de armas
lanza y detalle de los restos de madera conservados en
pesadas 3. su interior.

No es fácil -o realmente, no es posible- deter- resulta complicado este propósito. A partir de


minar el perfil original de la hoja, clave para su las fotos tomadas en el momento de la excava-
tipología. La pieza ha perdido tanto material que ción, previas a la restauración [Fig. 21 y tras ésta

3 Sobre la relevancia del regatón. ver Quesada, 1997a: 427-431; Klimscha. 2015: 95 ss.

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 147
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCIA GDNZÁLEZ

(Figs. 3 y 41. nuestra impresión es que se trataría (Pingel, 1975: Torres, 1999: 64-65), Les Casetes
de una moharra similar a las peninsulares de la [García, 2009). Alcoutim [Cardoso y Gradim, 20051.
Edad del Hierro del Tipo Quesada 2c (var. 111 8 ] etc., hasta llegar a época ibérica antigua [El Mo-
con el cubo más largo de lo normal (Quesada, lar, Cabezo Lucero, Solivella, !llora, Alcacer do
1997a: 400-401 y 365-3671. más que un tipo 10 Sal y un largo etc.) (Quesada, 1997al. Es un mo -
en el que el cubo supone la mitad de la longitud delo que tiene además paralelos en el mundo
total o incluso más y la longitud total no sobre- griego, y en particular ch ipriota como en Ama -
pasa los 20 cm (Quesada, 1997a: 379) tunte, desde el Protogeométrico (Snodgrass,
1964: Tipo V: 131 ss.l. por lo que vincu laciones
En efecto, por las Figuras 2 y 3 parece definirse también fenicias no son descartables desde el
una base truncada en ángulo casi recto, o incluso 700 a. C.. si no antes.
ligeramente cóncava infrecuente en las moharras
peninsulares, y similar al tipo G de la clasificación Sin embargo, las lanzas 'de tipo hoplita' no nece-
de Snodgrass de moharras griegas de la Edad del sariamente tienen que ser tan grandes y pesadas.
Hierro (Snodgrass, 1964: 122-123, fig. 7) pero tam- De hecho parece más habitual durante el siglo VI
bién a tipos itálicos del sig lo VI a. C. (Cianfarani, a. C. en contextos orientalizantes peninsulares el
1969: Tav. XXI.241. En el caso de los modelos grie- empleo de moharras menores, de en torno a 30
gos, son tipos de larga perduración, arrancando cm. El caso de Les Casetes [Villaj oyosa, Alicante].
formalmente en la Edad del Bronce y llegando al contemporáneo a grandes rasgos con la sepul-
sig lo VI a. C. y más allá. En el mundo griego las tura ma lagueña, es un buen ejemplo. Junto con
moharras suelen ser comparativamente más cor- moharras de 50 cm o más (en las tumbas 6, 1O. 18
tas que sus contemporáneas en Occidente, entre o 20) aparecen otras de cubo potente y hoja con
20 y 30 cm (Anderson, 1991: 231. Sin pretender aquí nervio, de unos 30 cm de longitud total, como la
hacer un repaso completo de lanzas griegas con- de la tumba 18 [García. 2009: fig. 79). quizá
servadas en contextos arqueológicos de los siglos próxima a la de la Tumba del Guerrero.
VI l-VI a. C., un somero repaso al tra bajo de Baitin-
ger (2011 1sobre armas depositadas en santuarios Es un tópico el de la generalizada escasez de ar-
muestra moharras de tamaño, forma, longitud del mas en el ritual funerar io fen icio-púnico (Fernán-
cubo y nervio muy similares a la que es objeto de dez et al., 2017: 3081. Pero 'escasez' no significa
análisis en este capítulo 6 • El caso más llamativo es ausencia, y en ciertos casos ni siquiera verda-
el de una moharra del santuario de Kalapodi (Bai- dera rareza: lo veremos más adelante. Y ello con
tinger, 2011: Abb. 27). fechada en el siglo VIII a. C. independencia de la creciente abundancia de ar-
pero quizá posterior, aunque hay muchas simila- mas documentadas en contextos baleáricos. mu-
res. En un contexto hispano, el tipo está ya pre- chas de ellas de procedencia ítalo-griega, pero
sente en el siglo VI a. C. y perdura a lo largo de toda que no se pueden atribuir a un contexto feni-
la Edad del Hierro. cio-púnicos.

Cabría en principio esperar, en el contexto de una En un contexto fenicio-púnico o muy próximo a él,
tumba con casco corintio y posible escudo hoplita contamos con moharras de lanza en contextos
lintraJ, fechable dentro de la primera mitad del si- peninsulares, aunque en escaso número. Aunque
glo VI a. C. que la lanza fuera uno de los modelos deshechas, las puntas de lanza o jabalina de hie-
pesados de gran tamaño de tipo Quesada 1 r ro de Frig iliana (M álaga] parecen haber sido
(1997a: 399 y figs. 244-245) con hojas estrechas y también de tamaño mediano, aunque no se puede
largas de entre 40 y hasta 70 cm de longitud. cuantificar con precisión alguna (Arribas y Wil-
Desde el sig lo Vil y durante todo el VI a. C. es el kins, 1971: 188, 2131. En todo caso, es esta una
caso de las puntas citadas de Angorrilla [Quesada necrópolis probablemente indígena [vid. infral. Se
et al., 20 14 ss.l. Medellín [Lorrio, 20081. Palmarón documenta también un cierto número de lanzas

' los santuarios son en este periodo la mejor fuente dado que las armas tienden a desaparecer de los ajuares funerarios
griegos desde el Geométrico Reciente 11, a partir de fines del siglo VIII a. C. [vid. infral.
s Caso por ejemplo, y en último lugar. de las abundantes armas, incluyendo espadas de tipo griego, de la necrópolis de los
siglos V-IV a. C. de Son Pellisser, Mallorca [Fernández y Álvarez, 2016].

LA TUMBA DEL GUERRERO. UN ENTERRAMIENTO EXCEPCIONAL EN LA MÁLAGA FEN ICIA DEL SIGLO VI A. C. /1 PP. 145-230, lSBN 978-84 -9959-307-4
148 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

en hipogeos púnicos en Villaricos (Almeríal. Aun- (Cianfarani. 1969: 50-51. Tavs. XXI-XXIII). Hay sin
que la conocida reutilización de estas tumbas di- embargo dos (números 24 y 35, de Campovalano
ficulta o impide su adscripción a un ritual púnico, en Las tumbas 37 y 5) que se aproximarán mucho,
con contextos que parecen claramente ibéricos con nervio y base en ángulo recto, a la posible
(Siret. 1906: láms. XIV, XVI la asociación a puntas forma original de la Lanza de la tumba de Málaga
de fle cha de bronce con enmangue de cubo, de si la base era horizontal como parece.
clara filiación semita. muestra que al menos en
algunos casos de entre las ciento cincuenta Lanzas similares a la que se ha encontrado en la
tumbas documentadas se depositaron armas, in- Tumba del Guerrero, por su cubo extremada-
cluyendo lanzas, en estas sepulturas púnicas mente largo en relación con la hoja, y además con
(Astruc, 1951:611. nervio marcado, son relativamente habituales en
contextos púnicos. Un buen ejemplo son las mo-
En este sentido, la lanza es precisamente el arma harras, sobre todo las del siglo VI a. C.. en Pa-
ofensiva más frecuente en contextos fenicio-pú- lermo (Tisseyre. 1998: 368, Tipo A: 364, números.
nicos. Es el caso de una tumba de la necrópolis Z2,Z3, Z41.
ebusitana de Ca Na Jondala, en la que se docu-
mentó una moharra de hierro en la excavación No es pues posible determinar un origen penin-
llevada a cabo por Román Ferrer a principios del sular, siciliano, magnogreco. púnico o Mediterrá-
siglo XX. La necrópolis, hoy destruida, contaba neo oriental (Grecia, Chipre, etc.l para esta mo-
con sarcófagos monolíticos de arenisca además harra, pero sus parámetros son consistentes,
de fosas (Fernández et al., 2017 : 31 O). En una de entre otros, con los de una Lanza de un hoplita
las tumbas excavadas en 1918, con un contexto griego [el más completo análisis reciente de es-
cerámico púnico de fines del siglo V o principios tas lanzas, que abarca desde maderas a capaci-
del IV a. C. apareció una moharra libidem fig. 4) de dad de penetración, puede hallarse en Schwartz,
43 cm, es decir, un tamaño ya grande, de hoja 2009 : 81 -851.
quizá similar a la de la tumba de Málaga, con
grueso nervio y anchura máxima cerca de la base, 2.2. Colocación e inutilización
de tipo Quesada 1 (var. 1181. En el mundo sardo, la
lanza es el arma más frecuente en Bithia, pre- La moharra se encontró sobre el suelo en la es-
sente en, al menos, trece sepulturas (Napoli, quina suroeste de la cista, doblada casi en ángulo
2006-7: Tabella 1 y 111. y en otros cementerios recto y parcialmente apoyada sobre la pared
como Tharros o Pani Loriga (Na poli, 20081. En Si- oeste (vid. Fig. 21. La lanza tiene un grueso nervio
cilia la lanza es también el tipo de arma predomi- central, lo que hace costoso aunque no imposible
nante en la necrópolis de Mozia durante los siglos su doblado en frío. Aunque no contamos con un
VIl-VI a. C. (Tusa, 20121. análisis metalográfico de dureza, la mayoría de
las armas de hierro de este periodo están básica-
Lanzas de unos 30 cm con cubos proporcional- mente compuestas por ferrita con muy bajo por-
mente largos y hojas estrechas son las que acos- centaje de carbono, un hierro dulce y dúctil: no es
tumbran a acompañar a cascos y escudos de me- pues imposible doblarla incluso sin calenta-
diados- finales del siglo VI a. C. en contextos miento. Sea como fuere, la posición de la punta
lucanos y magnogrecos en general como Braida es inusual y lleva a plantear cómo pudo acabar en
di Vaglio (Bottini y Setari 2003: Tav.XXXVI. Chiaro- ese estado y posición.
monte (Bottini, 1993:741 o Metaponto (Cahn. 1989:
131. Aunque a diferencia del ejemplar malagueño, Una posibilidad es que la punta fuera doblada (y
suelen ser hojas a cuatro mesas de sección rom- por tanto inutilizada) intencionalmente como
boidal o lenticular. frente al característico nervio parte de un ritual. Como no parece lógico que se
(muy hispano, pero también con paralelos en el doblara por presión !con o sin calentamiento) en
Mediterráneo Oriental) de la lanza de la Tumba otro lugar, y luego se llevara hasta esa esquina
del Guerrero. Algo más al norte. en los Abruzzos para dejarla apoyada exactamente en esa postura
y Toscana, aparecen lanzas similares con base forzada, creemos que se dobló -exactamente- en
corta y cubo largo en proporción a la hoja, pero en ese lugar y posición. Para que eso pueda ocurrir,
la mayor parte de los casos también sin nervio alguien hubo de presionar con el pie y el peso del

LA TUMBA DEL GUERRERO UN ENTERRAMIENTO EXCEPCIONAL EN LA MÁLAGA FENICIA DEL SIGLO VI A. C.// PP. 1&5-:l30. ISBN 978-84·9959-307-4
PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 149
FERNANDO QUESADA SANZ YDAVID GARCIA GONZÁLE1

cuerpo sobre la moharra apoyada e inclinada so- Así pues. parece algo más probable que la punta
bre la pared. fuera inutilizada ritualmente, dado que la mera ac-
ción de quebrar el asta o el cuerpo de un escudo o
Otra alternativa es que en origen la punta de la dañar una vaina no suelen suponer en las tumbas
lanza sin doblar quedara apoyada en diagonal antiguas un acto de inutilización ritual, como en
contra la pared de la tumba y luego, por desliza- cambio sí el doblado o mellado del metal.
miento, acabara doblándose por presión de la tie-
rra al ceder eventualmente la cubierta de la cista. 2.3. Madera
En trabajos previos se ha sostenido tanto la idea
de una inutilización deliberada !por parte de sus Como se ha indicado, el cubo de la moharra pre-
excavadores, ct. García et al., 2013: 2821. como la sentaba restos de madera en el asta (vid. Fig. 5).
casualidad de un proceso postdeposicional El análisis realizado por M. Sameño Puerto y V.
!Graells, 2014a: 102, nota 416.1. Menguiano Chaparro [IAPH) 6 no ha permitido
identificar con precisión la madera, pero se des-
Pero el hecho de que la moharra no se deslizara cartan los géneros con porosidad anular (como
resbalando hasta quedar apoyada por completo querqus. castanea o ulmusl así como, entre los gé-
sobre las losas del suelo. exigiría que la pieza es- neros con porosidad difusa. los popu/us !como el
tuviera fijada o sujeta de alguna forma en su posi- álamo) o alnus !como el alisal. Los autores se in-
ción actual. La conclusión obvia es que la lanza se clman por una madera de frondosa, sin más pre-
hubiera colocado in situ con su asta de madera cisión. sugiriendo "la muestra tomada de la zona
[quedan restos en el cubo]. de modo que el asta tubular o cubo es de madera de frondosas (angios-
actuara como tope al apoyarse en el otro extremo permas). Puede ser madera procedente de una rama
de la cista, impidiendo el deslizamiento y facili- de una especie de porte arbóreo como el nogal (Ju-
tando el doblado por presión vertical. O incluso glans regia), o bien se trata de una especie arbustiva
pudo ocurrir que el asta, partida, abarcara sólo como el boj (Buxus sempervirens)".
parte del suelo de la cámara. permitiendo que el
agente actuara fijando la lanza apoyando una En todo caso. las propuestas no están entre las
pierna y el peso del cuerpo sobre el asta, mien- maderas más comunes en contextos peninsula-
tras que con la otra apretara para doblar la punta res de la Edad del Hierro !Rodríguez Ariza. 2000;
inclinada. Esta última posibilidad (lanza partida Grau. 2000; Cubero, 2000; Carrion y Rosser, 201 O;
tocando con la punta sólo el extremo occidental Rodríguez Ariza y Pradas, 20151. donde predomi-
de la cámara). lógicamente impediría el doblado nan pinus, querqus y fraxinus. Por otro lado, el no-
postdeposicional casual, ya que al no estar la gal citado como posible no parece haberse intro-
lanza fijada por un peso o por un tope, cualquier ducido en la Península lbénca hasta ell milenio a.
presión habría deslizado la lanza hasta el suelo. C. !Mata et al., 2010: 68; Carrión. 2012: 353-355,
antes de doblarse. 445) aunque esta opinión no es unánime (Carrión,
2012: 115. 249). El boj está mejor documentado
Podemos quizá argumentar un poco más allá. Si en el mundo ibérico (Mata et al.. 2010: 68) y es in-
la punta se hubiera doblado casualmente por cluso mencionado por Plinio INat. Hist. 17, 71].
presión de la tierra cuando la cubierta, presumi- pero en el contexto pirenaico. En todo caso. con-
blemente de madera, de la cista cedió al cabo de viene consultar al respecto la Tesis Doctoral de
un tiempo (García y López. 2015: 9]. cabe pensar Duque Espino [2004) junto a la obra colectiva ya
que, o bien el derrumbe desplazaría la lanza. o citada de Ca rrión 120121.
bien, si había pasado el tiempo suficiente (lo más
probable) el asta se habría podrido, por lo que no Las muestras de madera adheridas a la moharra
habría podido hacer de tope y por tanto la moha- por el exterior parecen pertenecer al género pi-
rra férrea se habría deslizado en lugar de quedar nus y en todo caso a coníferas 1muy habituales en
en la posición forzada en que fue hallada. la Península Ibérica para construcción y otras

' Vid. capítulo 16 de la presente monografía.

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150 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPÍTULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

funciones!. por lo que no formaban parte del asta y fresno del Pelión (/l. 16. 143; 19, 390; 20, 277; 22,
pertenezcan posiblemente a la cubierta de la cista . 2251. Algunas fuentes romanas asumen que la
lanza era. por metonimia. un fresno lfroxinusl
El estudio de la madera ocasionalmente conser- !Ovidio, Met. 5, 143; 12, 1 22; 12. 3691.
vada en el cubo de armas de asta o de astil de la
Edad del Hierro en la Península Ibérica es toda- Por su parte. Jenofonte recomendaba específica-
vía escaso. di s perso y fa lto de sistematización . mente la madera de cornejo (Comus sanguínea,
Por un lado. son cada vez más frecuentes. las no- Sni.uKpávetal (de la cazo. 10,3; de lo Equitación, 1O,
ticias del hallazgo de restos de madera en los cu- 13); y Teofrasto (Hist. PI. 3, 12. 2) recomendaba tam-
bos, a menudo carbonizados y en mal estado, e bién el cornejo para las picas, precisando que el ta-
incluso sustituidos por elementos de corrosión maño de la planta limitaba la longitud máxima de
del hierro. que mantienen la morfología original las sarisas de este material a 12 codos (unos 5,40
y por tanto ciertas posibilidades de futura inter- mi. Gratio Falisco, en el cambio de era, recomen-
pretación tal y como apuntó C. Prats en su res- daba ICyneg. 127-1491 para las armas de caza toda
tauración metálica de una lanza del Puntal de una variedad de plantas como el tejo, pino y algunas
Sa linas (Alicante)(Prats, 2004: 205. 2071. Hay ca- en apariencia poco adecuadas como la retama, pero
sos en que el estudio antracológico no publica la quizá estaba pensando en jabalinas y no en sólidas
identificación de restos de madera conservados y lanzas empuñadas. Con todo, las recomendaciones
probablemente analizados. como en uno de los son una cosa y la realidad no siempre la misma. En
regatones del 'punto' 18(sepultura o depósito ri- Olimpia, por ejemplo. un fragmento de madera ha-
tual) de la necrópolis ibérica antigua de Cabezo llado en el interior de un regatón resultó ser pino
Lucero (Alicante) (Aranegui et al.. 1993: 176 y (Kunze y Schleif. 1937-38: 1031.
apéndice de E. Grau. 328-331 donde se especifica
que la pira contenía pinus y populus, pero no se En el ámbito galo, también la madera de fresno
menciona la madera del regatón). En otros casos parece haber sido preferida para las armas de
los datos son escasos, E. Cuadrado (1987: 86) asta desde la Edad del Bronce IMohen, 1980:113)
menciona espino blanco lo majuelo, Crataegus hasta La Tene avanzado (Brunaux y Rapin. 1988:
monogynal como material de una de las lanzas 881 aunque también se emplearon especies del
del Cigarralejo sin más precisiones. Se docu- género Querqus.
menta fresno en el interior de un cubo de lanza
de la necrópolis de Tútugi (Galera. Granada)(Ro- 2.4. Longitud de la lanza
dríguez Ariza. 2014: 3711. y quizás un fragmento
de asta carbonizada en el hipogeo del Cerrillo de Dado que la fosa mide 2,63 m de largo en sentido
la Compañía de Hornos (Peal de Becerro. Jaén) oeste-este. y que la posición de la moharra (vid.
(Rodríguez Ariza. 2007:961. También el fresno pa- Fig. 12) es paralela a la pared sur y al cadáver. si
rece haberse empleado en astas de lanza del estamos suponiendo que el asta no fue quebrada
Raso de Candeleda (Ávila) (Carrión, 2012: 4731. en el momento del enterramiento, se puede cal-
cular que la lanza completa mid iera original-
En el mundo ibérico el fresno (que Plinio conside- mente unos 2.75 m 10.30 m de la punta y 2,45 m
raba el más productivo de los árboles. Nat. Hist. de asta). De manera que no cabría, por apenas
16. 62, al igual que Ovidio, Met. 10. 94) parece ser unos centímetros, en el suelo de la cámara y así
una de las maderas favorecidas para los aperos y habría quedado, ligeramente apoyada en la pared
otros instrumentos. tanto para astiles y astas oeste, y luego doblada por presión in situ.
como para los instrumentos en sí, dada la flexibi-
lidad combinada con la dureza de esta madera Desde un punto de vista práctico, una lanza em-
(Bastida de Mogente, Tossal de Les Bases, cf. Ca- puñada de en torno a 2.75 m de longitud total es
rrión y Rosser, 201 O; Pérez Jordá et ol., 2011: 1281. perfectamente normal len el rango más alto) en
contextos de la Edad del Hierro y época clásica
De hecho, las fuentes literarias griegas favorecen del Mediterráneo (siglos VII-IV a. C.l.
el fresno {peMa, fraxinus ornus; {3oupeMa, froxinus
excelsior)como el ideal para las astas de las lanzas. De 2,50 m parece haber sido el valor medio y
mencionado ya en la lanza homérica de Aquiles. de aproximadamente modal en las lanzas galas de

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 151
FERNANDO OUESAOA SANZ Y OAVIO GARCfA GONZÁLEZ

o
~ .f,'
.f

. 58, long11ud max. 1,5 m


T. 56, longitud max. 4 m

2 1

Figura 6. Tumbas celtas de la Edad del Hierro con indicación de medidas de astas de lanza. A partir de Brunaux y
Rapin (1988, Figs. 35 y 461. 1: tumba 16 de Vevey, 2: tumba 56 de Connantre, 3: tumba 58 de Connantre.

la Edad del Hierro [Brunaux y Rapin, 1988: 881. Un 1969). contenían lanzas cuya longitud estimada
caso bastante excepcional es el de una lanza celta es algo menor, entre 1,19 y 2,30 m.
de La Tene que conservaba todo su astil con punta
y contera y su longitud total era de unos 2,50 m Por el contrario, en el trabajo de Brunaux y Rapin
[Oechelette, 1927: 655 y 677. fig. 494; según la fo- (1988: 93, fig. 46] sobre las inhumaciones 56 y 58
tografía, el asta tenía el mismo diámetro a lo del cementerio del Faubourg de Connantre en Fere
Largo de toda su longitud). Champenoise [Marnel. la longitud máxima posible
sería de 4 y 3,50 m respectivamente [Fig. 6: 2-31.
A menudo, en tumbas de inhumación del ámbito Estas son dimensiones más propias de una pica
galo o céltico en general. se han encontrado pun- helenística {sarissa] que de lanzas de infantes tal y
tas y regatones en posiciones que sugieren que el como se representan en todo tipo de soportes. Con
asta fue quebrada en el momento del entierro, y todo, hay otra opción: la iconografía ibérica y gala
que los dos trozos se colocaron paralelos entre sí de jinetes muestra a menudo, junto con jabalinas
y al cadáver. Esto permite calcular la longitud cortas. Lanzas de longitud próxima o superior a los
máxima teórica del total de la lanza, suponiendo tres metros. Es el caso por ejemplo de una vaina de
que los dos trozos se colocaron de manera que espada de Hallstatt del siglo IV a. C. decorada con
los extremos de madera tocaran las paredes de la jinetes alanceando infantes 1Brunaux y Rapin, 1988:
fosa. En la inhumación 16 de Vevey [Suiza) (Bru- fig. 44] o el de varias imágenes sobre cerámica ibé-
naux y Rapin, 1988: 93, fig. 35)la posición de re- rica de los siglos 111-1 a. C. (Quesada, 1997a, Apén-
gatón y punta, paralelas entre sí, al esqueleto y a dice VI, cats.46 (Cabecicol: 52-57] en Alcorisa
la pared de la fosa. permite dos interpretaciones (Teruell. Y ello descartando las monedas 'de jinete'
según fuera La posición del regatón [no discerni- de influencia iconográfica helenística [Quesada,
ble en el croquis conservado): o una lanza de 2,40 2002-2003) que se explican como préstamos icono-
m o de hasta 3 m (Fig. 6: 11. En el ámbito itálico , gráficos completos [jinete, caballo, armas).
las inhumaciones de Campovalano [Cianfarani,

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152 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS OEL AJUAR FUNERARIO
CAPÍTULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

La misma situación resulta del estudio de las dos


grandes puntas de lanza y sus correspondientes
regatones de la sepultura 36 de la necrópolis de
época tartésica de La Angorrilla [Alcalá del Río,
Sevilla] [Quesada et al., 2014: 356-357]. fechable
entre mediados del siglo VII y mediados del siglo
VI a. C. en la que, si se prolongaran al máximo -
hasta tocar los extremos de la fosa- las línea del
cubo de los regatones y las moharras [Fig. 7] se
alcanzaría una longitud total teórica máxima de
3,80 m, muy elevada y similar a los últimos ejem­
plos citados, donde la longitud de la fosa está en
función de la estatura !con un cierto margen de
holgura] de los cadáveres. Pero si asumimos que
cuando se dispusieron las puntas y regatones,
que no están exactamente paralelas al cuerpo
[vid. Fig. 7] [Quesada eta/., 2014: fig. 3; Fernández
eta/., 2014: 178] se colocaron de forma que no se
superpusieran sobre el mismo, entonces el pano­
rama cambia por completo: la longitud probable
total [incluyendo los 0,90 m sumados de moharra
y contera) no superaría los 2 m, lo que parece
Figura 7. Tumba 36 de la Angorrilla [Fernández et al.,
corto para una lanza en la que casi la mitad de la
2014: 178; vid. Quesada eta/., 2014: 357).
longitud total habría sido de punta y regatón, con
una corta de asta de 1,1O m. Valga este ejemplo
para mostrar la incertidumbre de estos cálculos moharra? La primera pregunta puede hallar res­
sobre materiales orgánicos desaparecidos. puesta en el hecho de que en general en los ritos
de inutilización del arma no basta con quebrar
En conjunto, la hipótesis más probable para to­ sus elementos orgánicos, la destrucción física del
dos estos casos es que los trozos de lanzas parti­ metal parece también necesaria [ver por ejemplo
das se colocaran paralelos entre sí y sensible­ Quesada, 1997a: 641-643]. Para la segunda no te­
mente paralelos al cadáver, sin que los extremos nemos respuesta, la más probable es que la lanza
-perdidos- de la madera tocaran necesariamente simplemente no tuvo contera metálica en el mo­
los laterales de la fosa. En tal caso, lo normal es mento de ser depositada, lo que es raro en un
que las lanzas tengan siempre algo menos de 3 arma hoplita donde, como ha señalado Hanson
m. Volviendo pues a la lanza de la Tumba del Gue­ [1989: 84; 1991: 71 ss.] tuvo una extensión masiva
rrero de Málaga, una longitud en torno a los 2,70 a partir del siglo VII a. C.
m parece factible.
3. HOPLITAS, FALANGE Y PANOPLIA
Pero entonces, continuando con la idea de una
posible inutilización ritual de la moharra por do­ Con independencia de la moharra de lanza, cuya
blado, la propuesta no elimina todas las incógni­ tipología y empleo pueden considerarse casi uni­
tas, en particular dos: ¿por qué no partir simple­ versales en la Edad del Hierro, las armas que
mente el asta para dar por inutilizada el arma y aparecen en la sepultura, tomadas en conjunto,
permitir su colocación sobre el suelo como pa­ se asocian a una tipología que habitualmente se
rece haber ocurrido en Angorrilla por ejemplo? relaciona con la panoplia "hoplita·, característica
Adicionalmente, si la lanza estaba completa, sin pero no exclusiva del mundo griego en época ar­
partir, y no cabía -por poco- en la longitud de la caica y clásica. Su empleo se extendió hacia occi­
cámara funeraria, ¿por qué no se ha hallado el dente al menos en Etruria, y en el Lacio en época
regatón que normalmente -aunque no necesa­ de la monarquía [Snodgrass, 1965]. hacia Oriente
riamente- la acompañaría en su extremo proxi­ también en regiones como Caria, no estricta­
mal, pegado a la pared opuesta donde está la mente griegas pero fuertemente helenizadas,

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 153
FERNANDO OUESAOA SANZ Y DAVID GARCÍA GONZÁLEZ

cuyos mercenarios. 'hombres de bronce' se hicie- sociales com o las ti ranías tempranas. A partir
ron populares incluso en Egipto [Herodoto, 2.1521. de ese momento surgen nuevas visiones gra-
dualistas que finalmente acabaron atacando
La introducción de la falange hoplita, inicialmente (Cawkwell, 1989) el concepto mismo de falange
en Grecia, está acom pañada de numerosas polé- hop lita como for mación rígidamente cerrada y
micas en las que no vamos a entrar7 • En realidad cohesionada. Este proceso ha avanzado hasta el
no sabemos s1 fue, como dice el popular dicho, an- punto de que la misma idea de falange/forma-
tes el huevo o la gallina; esto es, si apareció pri- ción táctica cerrada ha sido sujeta a un severo
mero el ospis !escudo hoplita em brazado) y sus ar- ataque. Para toda una escuela moderna -e ico-
mas asociadas como el casco corintio cerrado noclasta para muchos-, como van Wees (2000b;
!como ya quería Lorimer [19471. y muchos tras ella 20041. Echeverría (2008) y otros, la 'falange'
como Snodgrass, 19651. o si surgió antes una lu- mencionada en Homero no habría sido ni mucho
cha en formación hombro con hombro que habría menos una formación reg lada, y la arcaica (Tir-
favorecido o exigido la adopción de una nueva pa- teo Frg. 7-8) emplearía una táctica abierta, móvil
noplia(Hanson, 1991:76-77;Schwartz, 2009:226- y flexible len la que los hoplitas incluso podían
2271. Pero la pregunta no tiene respuesta por esa arrojar jabalinas. e.g. Anderson , 1991:18-20
vía, al existir un desacuerdo de base sobre el hasta Viggiano. van Wees 20 13:68-69). Este mo-
mismo concepto de 'falange': como combatientes delo arcaico sería pues para esta escuela dis-
agrupados en una masa más o menos compacta, o tinto al de la falange clásica, cuyas característi-
como una verdadera 'formación'. Si llamamos 'fa- cas 'tucidideas· y 'j enofonteas' tan conocidas (el
lange' a lo primero, posiblemente existiera a me- escudo propio cubre al compañero de la iz-
diados del siglo VIII a. C. según Homero o incluso quierda (Tucídides. 5, 71; Plutarco. Mar. 220a,
mucho antes. pero la situación no está nada clara. 5-8. Jenofonte, Hel. 3, 1; Anab. 3, 42, 5.2. etc.) se
habrían extrapolado de manera indebida hacia
No hay respuesta fácil ante todo porque ni si- el siglo VIl a. C. por la escuela 'ortodoxa· .
QUiera hay acuerdo en si t1enen mucho en común
tres cosas: la 'falange' (masa cerrada de comba- Una fuerte reacción contra esta nueva visión de-
tientes) que aparece repetidamente citada en Ho- fiende la visión ortodoxa. con diversos matices
mero (11. 13, 130 ss.; 16. 21 Oss.); la falange hoplita (Schwartz, 20091. Una muy breve síntes1s de estas
arcaica de los siglos VIl-VI a. C. representada en posturas puede hallarse ahora en Kagan y Vig-
vasos en los que a menudo los hoplitas con aspis giano (2013a: XI -XIII). seguida de un debate más
parecen luchar en cierto desorden o incluso, extenso en Kagan y Viggiano (2013b). La polémica
como en la olpe Chigi (supuesto paradigma de la continúa y es objeto de estudios recientes que
falange) llevando -¡anatema!- una jabalina y una buscan analizar equilibradamente todas las pos-
lanza [Snodgrass, 1965: 198 ss., fig. 33) ; y en ter- turas (Kagan y Viggiano, 2013a).
cer lugar la falange clásica conocida a partir de
las Guerras Médicas. La excuela 'ortodoxa· origi- Lo que aquí será más importante es que. como
nal (Lorimer, 1947 y otros) concebía la aparición parece claro desde Snodgrass (1965: 110 ss.l. un
de la falange hoplita como un proceso brusco casco corintio y un escudo embrazado pueden al-
acaecido hacia el 675 a. C. donde el cambio tec- canzar quizá su mayor utilidad en una falange ce-
nológico laspisl habría sido decisivo, y ligado a rrada. pero que no la exigen: puede haber armas
cambios sociales como las tiranías en Grecia. hoplitas sin falange hoplita, ni la de los siglos
VIl-VI a. C. , ni la del V-IV a. C. (Viggiano y van
Pronto (Snodgrass, 1964; 19651 sugirió una vi - Wees. 2013: 58-59 para una síntesis de las posi-
SIÓn 'gradualista' que concebía el proceso como ciones recientes).
más lento y gradual, cristalizado hacia el 650 a.
C., por lo que no habría ligazón causa-efecto en- Añadiremos por fin solamente que, como indican
tre el escudo embrazado y la táctica de falange, las fuentes (Esquilo, Pers. 240; Aristóteles, Ath.
y tampoco relación directa con fenómenos Poi. 42.4; Plutarco, Mar. 220a) las armas más

' En Echeverria (2008) se a nalizan bien las pn nc1 pales

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154 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

importantes del hoplita [Viggiano y van Wees


2013; Jarva, 2013 para dos de las síntesis más re-
cientes) eran básicamente dos: el escudo circular
embrazado [aspis! [Hanson, 1991; Schwartz,
2009: 25-551. y la lanza empuñada [doryJ de entre
1,8 y unos 2,50 m [Anderson, 1991: Schwartz,
2009: 81 ss.). A estas añadimos para época ar-
caica un casco normalmente de bronce [kranosJ
(Schwartz, 2009: 81-851. que para Jarva [1995:
1431 tenía un papel tan central como la combina-
ción escudo-lanza en la panoplia griega. Estas
tres (escudo, lanza, casco) eran pues las armas
fundamentales. acompañadas habitualmente por
una espada corta (xiphosJ [Schwartz, 2009: 85 ss.l
y como complementos defensivos, una armadura
para el torso metálica o de material orgánico y
grebas (knemidesJ (Jarva, 1995). Otras defensas.
tales como protectores del vientre, musleras. Figura 8. Fragmentos de bronce documentados en el
protectores de antebrazo, etc. eran relativamente interior de la cista.
frecuentes en el siglo VI a. C. pero fueron dismi-
nuyendo en frecuencia con el tiempo, dentro del
proceso [sobre el que hay acuerdo generalizado)
por el que la panoplia de los siglos VIl-VI a. C. se
fue aligerando con el tiempo, sobre todo a partir
de mediados del siglo V a. C. [Hanson, 1989: 57;
1991; Jarva, 1995: passim; Schwartz. 2009: 971.

4. UN PROBABLE ESCUDO CIRCULAR

4.1. Colocación

Durante el proceso de excavación arqueológica


del interior de la cista. antes del hallazgo de los
restos óseos del inhumado que descansaban so-
bre el suelo de esta, entre el relleno de limos de
colmatación se documentó, en la mitad oeste. un
gran número de fragmentos de lámina de bronce
[Fig. 8). Muchos de ellos presentaban decoración
repujada y pertenecientes a uno/s objetos circu-
lares con el borde decorado, además de algunos
remaches y otras piezas (Fig. 9). Figura 9. Detalle de la decoración de los fragmentos de
bronce.
Asimismo tras el hallazgo de los restos óseos y la
retirada de los bloques de piedra situados sobre sillares, y se conservan restos en el lateral norte
la parte alta de los sillares se hallaron, uno, dos o y la esquina oeste [Figs. 10-11 J. Aunque fragmen-
varios objetos circulares u ovalados que habían tados, conectaban entre sí y forman parte de un
reposado en la cabecera de la tumba, quizás so- borde decorado de escudo, bandeja o fuente. Si
bre la cubierta de madera original luego hun- los dos conjuntos hubieran formado parte de un
dida8. Estaban situados directamente sobre los solo objeto circular, se puede calcular que su

e Vid. capítulo 2 en la presente monografía en el que se describe de forma exhaustiva el proceso de excavación y la ubicacion
de los fragmentos metalices documentados en los distintos niveles del relleno de colmatación de la cista.

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 1
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCfA GONZÁLEZ

Figura 1O. Fragmentos de bronce y casco corintio sobre


la cabecera de la tumba (oeste!.

Figura 11 . Fragmentos de lámina de bronce sobre la


pared oeste de la cista (arriba) y pared norte [centro).
Detalle de la decoración en fragmentos de bronce ad-
heridos a algunos de los bloques de piedra que los cu-
brían en la pared norte (abajo).

diámetro original habría sido de en torno a 1,23 m podría ser La pieza más importante de la tumba,
con su centro aproximado sobre La cabeza del in- por única en Iberia, no haya sido restaurada, lo
humado que había sido colocado sobre las losas que imposibilita su estud io profundo. Si hay algo
del suelo de La cista [Fig. 121. prioritario en el proceso de investigación de La
Tumba del Guerrero de Málaga , es la completa
Bajo la vertical de ese hipotético objeto circular intervención de este conjunto de fragmentos
grande, y por tanto sobre La vertical del torso y metálicos n
cabeza del cadáver, se encontraría La gran masa
de láminas de bronce muy fragmentadas, parte Sobre esta masa de metal, si pertenece a un
de ellas con restos de decoración repujada, con único objeto [y La conexión de fragmentos, grosor,
restos de madera adherida, y algunas piezas tonalidad, y decoración así parecería indicarlo)
adicionales, que ha sido mencionada [vid. Fig. 8). caben dos posibilidades. En primer Lugar, que un
No estaba en contacto con el cadáver, existiendo gran objeto de madera y metal hubiera estado
sedimento entre ambos. La mayor parte se con- apoyado en origen contra la pared norte de la cá-
centra hacia el norte-noroeste. Ese conjunto fue mara, sobre cuyos sillares se conserva una man-
extraído completo sobre una cama de espuma cha oscura de forma aproximadamente circu la r,
de poliuretano 9 y no se ha restaurado aun, por lo quizá producto de un objeto apoyado en origen
que hay muchos aspectos todavía especulativos sobre La pared y de un diámetro aproximado de 71
en Lo que sigue 10 . Es muy de Lamentar que La que cm [Fig. 13). Con el tiempo, quizá el objeto habría

' Vid. capitulo 2 de esta obra.


10 Tras la excavacion arqueológica, los fragmentos metalicos extra1dos y protegidos por espuma de poliuretano pasaron a
custodia de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía. En el momento de la publicación de esta monografía no se
había realizado, por parte de dicha administración responsable, los trabajos de limpieza y restauración de dicho objeto.
11 Vid. capítulo 16 de la presente monografía donde se abordan los trabajos realizados hasta el momento.

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156 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPfTULO 5. LAS ARMAS OE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

o 1 2 3 4
+ + + + +

1+

2+

Figura 12. Planta de la cista con la ubicación de los elementos del ajuar. 1: Varillas de plata, 2: Phiále de plata, 3: Anillo
con escarabeo, 4: Pieza no identificable de marfil, 5: Punta de lanza, 6 y 7: Fragmentos de bronce, 8: Quemaperfumes
de cerám1ca. 9: Casco ..connt10 ... Ub1cación de los fragmentos de bronce a distintos niveles en el intenor de la cista y
sobre los sillares. La linea discontenua marca el posible diámetro del ob¡eto situado en la cabecera de la tumba.

ca ído hacia el centro de la cámara. En este caso,


esta masa metálica no tendría relación con la o
las piezas de la parte s uperior.

La otra opción es que al hundirse la cubierta de


madera, el objeto de la parte superior cayera más
o menos a plomo sobre el fondo, quedando en la
parte superior algunos trozos del borde, calzados
con los bloques de piedra que también cubrían el
casco [infra). En ese caso, la mancha de la pared no
tendría relación con el escudo [aunque quizá sí con
otro objeto] y estaríamos ante un gran objeto cir-
..o + ..
cular orig inalmente colocado, como e l casco, so-
bre la cabecera de la cista y en la vertical del torso
del difunto. cubriéndolo simbólicamente. Un pro-
blema para ambas opciones es que algunos trozos
visibles de borde de esta masa fragmenta ria y no
restaurada parecen indicar un diámetro en torno a
los 30 cm, y serian por tanto más propios de un
plato o bandeja.
A l /.ADO NORTE
Figura 13. Detalle de la mancha oscura sobre los silla-
res de la pared norte.

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 157
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCIA GONZÁLEZ

4.2. Descripción de los fragmentos !Fig. 14, abajo y derecha]. Más hacia el interior el
objeto está deshecho y no es posible saber cómo
Para nuestro estudio es decisivo el análisis del continuaba la decoración, si la había. Así pues, y a
conjunto de fragmentos situados sobre el borde de falta de restauración, estimamos que el borde plano
los sillares. Los del lado oeste, junto al casco lvid. de este objeto medía un mínimo de unos 4 cm.
Fig. 11, arriba y Fig. 14] muestran, a lo largo de
unos 50 cm, un segmento de círculo de una gran Sobre los sillares de la pared norte de la cista hay
lámina de aleación de cobre !vid. infro) ricamente !vid. Fig. 11, centro) otra pequeña masa de restos
repujada. El lado exterior len relieve) está hacia de bronce que dibujan otro segmento de círculo,
arriba, lo que indica que el objeto estaba colocado pero en mucho peor estado, con fragmentos to-
en esa posición, con el exterior concebido como talmente deshechos y mineralizados. Sin em-
lado visible hacia el cielo. El borde externo de la lá- bargo. en el momento de la excavación, y al reti-
mina aparece plegada, como abrazando un núcleo rar algunas de las piedras que los cubrían, se
de material orgánico; luego es visible un friso for- apreciaba el negativo de una decoración del
mado por dos líneas repujadas que enmarcan una mismo tipo que la documentada sobre la pared
banda trenzada formada por solo dos cintas an- oeste !vid. Fig. 11, abajo)
chas, cada una de tres cordeles. que se trenzan en
torno a una fila de bullones. Esta banda mide unos En consecuencia, parece que nos encontramos
22 mm de ancho !Fig. 14, abajo e izquierda]. A con- ante un objeto circular de lámina de bronce de
tinuación, y hacia el interior del objeto, hay otro gran tamaño, que podemos estimar como máximo
friso formado por un contario de bullones muy pe- en unos 123 cm de diámetro, aunque pudo ser algo
gados entre sí. entre dos o tres líneas repujadas menor. Estaría decorado con un friso repujado

Figura 14. Fragmentos de borde decorados sobre la pared oeste de la cista. Detalle de la impronta tras el metal
(abajo e izquierda).

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CAPITULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

Figura 15. Macrofotografías con secciones de los fragmentos de bronce. Se aprecia que las láminas miden en torno
a 0,6-1 mm de grosor en su estado actual. (Macrofotografías: Diego Sabatol.

:e>- o

. -~:
-~·

..,..
.

o._..~ = ~-.c =~ -_. Scm

Figura 16. Fragmentos de borde. N1vel O del interior de la c1sta. Reverso.

complejo a lo largo de todo su borde de un mínimo metal [Fig. 14, abajo e izquierda). La lámina es fina
de unos 4 cm de ancho. La chapa parece haber cu- o muy fina. En su estado actual de corrosión y
bierto un alma de madera como se aprecia en la cierta hinchazón [Fig. 15) el grosor oscila entre 0,6
impronta de coloración oscura conservada tras el y 1 mm, y debió ser algo menor originalmente,

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PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 159
FERNANDO QU ESADA SANZ Y DAVID GARCIA GONZÁLEZ

2
O
- -====-- -==-- Scm

Figura 17. A y 8: Detalle de la ubicación y recogida de fragmento s de bronce en el nivel 1. C: 1: fragmentos decora-
dos , 2: restos de una roseta.

recién batida, De hecho, la mayoría de las corazas Guerrero. Por tanto, el espesor observado en los
metálicas griegas arcaicas tienen un espesor de fragmentos de Málaga es consistente con el recu-
en torno a 1 mm [Jarva, 1996: 141 y passiml. En es- brimiento de un escudo hoplita.
cudos hoplitas griegos el recubrimiento de bronce,
básicamente decorativo, es fino: 0,5 mm en el es- En la Figura 28.2 [véase infral mostramos otro
cudo del Vaticano [Blyth, 1982: 17-18); entre 0,3 y fragmento del borde del objeto que encaja con
0,9 mm en un escudo de Basilea en una colección una superficie no repujada cortada en línea recta
particular [Cahn, 1989: 151. Jarva [2013: 398) se- en su parte superior. A falta de confirmación me-
ñala que en el centro la lámina de recubrimiento diante labor de limpieza y restauración, estima-
del escudo podía ser de menos de 0.5 mm y llegar mos que este sería el ancho original del borde del
a casi 1 mm en los bordes, algo también visible en objeto, de 5,2 cm de anchura, fracturado a lo
los materiales recuperados en la Tumba del largo de dos líneas de debilidad: una de las líneas

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160 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL 1\JUAR FUNERARIO
CAPITULO S. LAS ARMAS OE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

3
2
O Scm
-= ~ -.e;= ~ -
Figura 18. Fragmentos de bronce en el interior de la cista. 1 y 2: n1veiS, 3: nivel2.

repujadas concéntricas. la que separa la banda que pudieron pertenecer a este objeto o a otros
trenzada del contrario; y otra en la parte superior distintos e independientes. La mayoría aparecen
que marcaría el comienzo de la convexidad o con- en el nivel 9, casi sobre el esqueleto del individuo
cavidad, de la curva en fin, de una bandeja de depositado sobre el suelo de la cista, y aparecen
borde plano o de un escudo de tipo hoplita. mezclados con trozos muy deteriorados de ma-
dera, de al menos dos especies linfral.
En el interior del relleno de la cista, y en los suce-
sivos niveles de excavación, han aparecido multi- La hipótesis más probable es pues que original-
tud de fragmentos de lámina de metal del mismo mente se depositó sobre la cubierta plana de ma-
tipo 12, algunos repujados y otros muchos lisos, dera de la tumba un gran objeto circular de ma-
además de una serie de fragmentos no laminares dera cubierta por chapa de bronce. Su borde

12 Vid. capítulo 2 de la presente monografía.

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 161
FERNANDO OUESAOA SANZ Y DAVID GARC[A GONZÁLEZ

Figura 19. Fragmentos de bronce en el interior de la cista junto al brazo izquierdo del individuo inhumado. 1: Re-
verso; 2: Anverso.

piedras irregulares que al menos cu-


brían su perímetro. Cuando la cubierta
cedió y se hundió hacia el interior de la
cista. con ella cayó la mayor parte del
objeto, que en ese momento debía ya
estar muy fragmentado y dañado.

En efecto, la secuencia de objetos de


los distintos niveles de excavación de la
cista [Figs. 16-21) muestra que en las
primeras alzadas los fragmentos apa -
recen junto a las paredes de la cista
[Figs. 16 y 171, mientras que en la parte
baja se concentran sobre la vertical de
la cabeza y torso del inhumado [Figs. 8
y18-21).

Los fragmentos de repujado. rara vez


2 mayores de 2 cm, son muy pequeños
como para permitir la definición de un
arco de círculo capaz de predecir con
Figura 20. Pletinas y presillas con remaches en el interior de la cista exactitud el diámetro original del ob-
en el nivel9. jeto. Sin embargo sí permiten confir-
mar la estructura del borde con el ex-
descansaba en dos puntos en los sillares de la terior plegado casi en media caña, friso trenzado
cista: por el lado norte y el oeste [junto al casco y y friso de contario, todo ello enmarcado por líneas
el quemaperfumesl. El objeto estaba, como el repujadas y con una anchura total mínima de
casco. total o parcialmente cubierto por cantos y unos 4 cm [Figs. 16, 17 y 191. Tienen particular

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162 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

anilla a pieza que sirve para enganchar a suje-


tar algol. en forma de dos pletinas cuadradas con
remaches de fijación que se unen med iante un
puente arqueado. Comp letas med iría n unos 1O
cm de longitud, y cada pleti na unos 3,5 cm. Igua l-
2 mente, llamamos la atención sobre las rosetas
fragmentadas de las Fig. 17: 2 y 18: 2. de unos 4
cm de diámetro original. con pétalos redondea-
dos en torno a un círculo central. Ambos objetos
(pletinas con puente y rosetas) son plenamente
consistentes, como veremos enseguida, con ele-
mentos de la guarnición interior de un escudo ho-
plita griego.

La Fig. 18: 1 es solo una muestra muy reducida de


la enorme masa de fragmentos de chapa sin de-
corar, la mayoría de los cuales forman todavía un
3
paquete tal cual se extrajo de la excavación, como
se ha mencionado anteriormente (vid. Fig. 81.

Más problemas plantean algunos fragmentos de la


Fig. 21, de un tamaño m uy reducido (ning uno su-
pera los 6 cm de dimensión mayor, alguno no llega
a los 3 cm) y que presentan plegado y remache
(Fig. 21: 1) o plegado (Fig. 21: 21. quizá el inicio de
la concavidad de un cuenco, patera o aspis hoplita;
extremos de vástagos circulares curvos remata-
5
dos en un capullo de flor o un serpentiforme, quizá
parte de un asa móvil [Fig. 21: 3, pendiente tam-
bién de limpieza ,!. un fragmento de borde curvo,
doblado y lañado con doble remache, quizá ex-
tremo de una bandeja o de un pectoral de algún
tipo (Fig. 21: 5) y un fragmento plano con posible
remache, con un borde en ángulo recto (Fig. 21: 61.
quizá un fragmento del extremo de una banda me-
tálica como un pórpax. En la Fig. 9 (arriba) encon-
tramos además restos de chapa repujada con cla-
vitos de cabeza hemisférica. que no es probable
6 correspondan a la misma pieza. En ausencia de
una labor de restau ración no realizada todavía, no
o 5cm podemos concretar más al respecto.
-c= ~-c= -

F1gura 21 . Fragmentos de bronce con formas diversas 4.3. Analítica del metal
en el interior de la cista en los n1veles 8 y 9.
El estudio realizado por M. Hunt e l. Montero en
esta misma monografía 13 sobre algunos de los
interés los fragmentos de la Fig. 20: 1 (en tres vis- fragmentos de chapa de bronce, totalmente mi-
tas diferentes) y Fig. 20: 2 (en dos vistas!. Se trata neralizada, indica una composición de base de
de unos apliques que sirven como presillas (i.e. cobre sin plomo y con un contenido de estaño que

'1 Vid. capítulo 15 de la presente monografía.

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PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 16 3
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCIA GONzALEZ

originalmente debió rondar algo más del 8%, si- quizá una conífera no carbonizada a juzgar por el
milar a la aleación del casco !infra). El estudio análisis de otros restos de madera hallados. por
isotópico apunta a una coincidencia con cobre del ejemplo. adheridos a la punta de lanza.
área del Laurion (Atical. a diferencia del cobre del
casco, cuya procedencia pudiera -tentativa- El análisis de la madera, mucho mejor conser-
mente- ser chipriota (infra). Al no haberse con- vada, del escudo de Etrur ia, plausiblemente de
servado núcleo metálico en ninguna de las mues- taller itálico y que recogen Rieth [ 1964: 104) y
tras analizadas, no hay datos concluyentes salvo luego Blyth (1982: 9, n. 16) indican que se trata de
que en la fase final del trabajo se produjo un pro- álamo o chopo (poplarl. cortado en listones y
ceso de forja sobre un conformador de base (para combado, y con el borde reforzado con piezas in-
los bordes decorados). Sin embargo, el análisis dependientes que crean un surco reflejado en la
de un remache en uno de los fragmentos muestra cubierta de meta l iBlyth, 1982: 11- 12). Esta iden-
una composición distinta. con restos de arsénico, tificación es mucho más consistente con las fuen-
plomo y una elevada proporción de estaño, que tes clásicas, que consideran las frondosas cadu-
puede implicar a nuestro juicio bien una repara- cas, y en particular los géneros populus y salix
ción con material distinto, o que la pieza perte- como los más adecuados para el cuerpo de escu-
nezca a un objeto diferente, de lo que hay otros dos. por la combinación de flexibilidad y densi-
indicios ya expuestos. dad. Así, Teofrasto escribe: "Lo modera del sauce y
de lo vid es flexible. por lo cual se uso poro lo fabrica-
4.4. Madera ción de escudos. porque al recibir un golpe se cierro
del todo de nuevo; pero La de sauce es más liviana,
Por otro lado, en la excavación arqueológica se porque es de una estructura menos compacto, y por
documentó entre los trozos de chapa metálica esa se emplea preferentemente para este menes-
[vid. Figs. 8-9) elementos de madera adheridos a ter" (Teofrasto, Historia de las Plantas, V, 3, 4). Por
los cientos de fragmentos de la fi na lámina de su pa rte, Plin io dice: "Los árboles que tienen la ma-
bronce y cuyo examen dio el siguiente resultado " : dera más tría son todos aquellos que crecen en el
"Del estudia realizado en el Conseja Superior de In- agua, pero los más flexibles. y por esta razón los más
vestigaciones Científicos se desprende que en lo apropiados paro hacer escudos, son aquellos en los
mayoría de las muestras proporcionadas la madera que una incisión se contrae enseguida y cierra su he-
na estaba carbonizada. En algunas muestras se ob- rida, y por ello deja pasar el hierro con mayor contu-
servaba la pasible infección par microorganismos de macia; a esta clase pertenecen la vid {sic. higuera?],
La madera as! coma su metalización La que dificultó el sauzgatillo, el sauce. el tilo, el abedul. el saúco y
La identificación debida a lo deformación de sus ca- las dos especies de álamo. Los más ligeros de éstos
racterísticas anatómicas. EL patrón permitió identifi- son el sauzgatillo y el sauce, y. por lo tanto, los mós
carla can una madera de conífera, descartando el provechosos· (Plinio, Not.Hist. XVI, 77).
pina. También se proporcionaron muestras de ma-
dero al Laboratorio de Biología del IAPH concluyén- Otros escudos antiguos recu perados suelen ser
dose que, si bien las características son propias de de madera de frondosa, como el abedul [gen. Be-
maderas del género Quercus, el mal estado de con- tu/o). Es el caso del escudo romano republicano
servación de La madera sólo permite afirmar que se del Fayum (Kimmig, 19401. En zonas más septen-
trata de una madera de frondosa. Par última, las trionales, el roble (querqusl. caso del escudo ro-
análisis realizadas en el Instituto Universitario de In- mano imperial de Doncaster [Buckland, 19781. Si -
vestigación en Arqueología Ibérica concluyeron que guiendo a Plinio, los escudos romanos imperiales
La madera asociada a los fragmentos metálicos po- de Dura Europos son de álamo !James, 2004: cat.
dría identificarse como de acebuche o pino·. 616,617,618.6201. y que incluso los celtas prefe-
rían a menudo maderas ligeras como el abedul y
Los datos obtenidos son muy inespecíficos, te- el tilo, pero a veces también de roble con más re-
niendo en cuenta que entre los restos se encuen- sistencia (Brunaux y Rapin, 1988: 15)
tran también maderas de la cubierta hundida,

" Vid. capítulos 14 y 16 de la presente monografía.

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164 PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO S. LAS ARMAS OE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

Ante esto. sólo cabe proponer que las muestras primera mitad del VIl a. C. (Geiger. 1994 como
de conífera correspondan a la cubierta de madera obra de referencial cubren toda la superficie del
hundida, mientras qu e, reconociendo la dificultad escudo con un patrón de frisos en círculos con-
de identificación, la referencia de la analítica a céntricos llenos de motivos geométricos (Grupo 1
'frondosas· autorice a pensar en alguna de las es- de Geiger 1994: 29 ss.; Taf. 114) y no tienen en el
pecies citadas. y la dubitativa referencia a quer- borde patrones de banda trenzada de nuestra
qus permita creer en roble más que en improba- pieza. Estos escudos de fase antigua. que según
bles maderas (para escudo) como encina o Stary (1979: 1891. Geiger (1994: 11 Oss.J y la tota-
alcornoque. lidad de los autores que los mencionan. son fun-
cionales, tienen un diámetro de 51-71 cm, fe-
4.5. ¿Una posibilidad ? los escudos etrus- chándose en el primer cuarto del siglo VIl a. C.
co-itálicos de lámina de bronce Fragmentos de escud os de este tipo se han ha-
llado en sa ntuarios griegos arcaicos como la pro-
Dado el ca rácter extrem adamente frag menta r io y pia Oli m pia (Baitinger, 2011: Abb. 531 o el Heraion
la ausencia de restauración de los fragmentos de de Samos (Baitinger, 2011; Abb. 691. de los tipos
aleación de cobre de la Tumba del Guerrero de 1a, e, y d de Geiger (1994: Taf. 112, talleres de Ve-
Málaga, es imposible siquiera precisar si se de- yes y Maresiliana de Albengal
positaron uno o varios objetos, aunque nuestra
impresión es que hay varios, algunos de menor Los Grupos 2 y 3 de Geiger (1994: 83 ss.l se distin-
tamaño (fiale/s. cuenco/s, etc.) y otro de gran ta- guen del primero por su cronología más avanzada y
maño. qu izá hasta 120 cm, pero quizá menor por la aparición de elementos de raigambre orien-
(dado lo fragmentario de los restos sobre los que talizante. figuras de animales y seres humanos. que
se han ca lculado los arcos de círculo) que podría son naturalistas hasta cierto punto en el Grupo 2
haber sido un escudo de lámina de bronce con o (680-650 a. C.) y añaden figuras de fantasía como
sin cuerpo de madera. con motivos decorados grifos o esfinges. y palmetas encadenadas en el
geométricos sólo en la zona del borde. Grupo 3 (650-600 a. C.). Tienen un tamaño mayor
(entre 80 y 100 cm) y no son funcionales, apare-
En esta situación. en principio hay dos posibles ti- ciendo en tumbas ricas sobre todo. incluso en algu-
pos de escudo en liza para este periodo (entre fi- nas que carecen de armas (Stary, 1979:189; tam-
nes del siglo VIl y fines del VI a. C. como márge- bién Geiger. 1994: 110- 1141. Son los escudos de este
nes más amplios): o un escudo votivo de chapa de grupo los que tienen a menudo bordes con decora-
bronce de gran tamaño de tipo etrusco-itálico; o ción de guilloche simple con dos trenzas y una fila de
un aspis de tipo griego, pero quizá de producción bullones muy similar en apariencia al de Málaga.
itálica (etrusca. suritálica, quizá incluso siciliana). Su cronología básica, como hemos dicho, es en
torno a dos generaciones anterior a la de la Tumba
La razón para esta doble posibilidad. en principio del Guerrero de Málaga, aunque es posible (si-
tan distinta. es que aunque los motivos decorati- guiendo a Geiger 1994:Taf. 114) que sus subgrupos
vos del borde del objeto de la tumba malagueña 3b y 3c. caracterizados por guillache en el borde y
tienen clarísimos paralelos en escudos hoplitas frisos de palmetas enlazadas y de criaturas míticas
griegos de los siglos VIl-VI a. C. linfra l el mejor aladas de tipo orientalizante. llegaran a las prime-
paralelo aparente de la decoración de bord e con ras décadas del siglo VI a. C. (Figs. 22-231. Aparen-
bullones repujados y guilloche sencillo (con solo temente estos tipos no llegan a los santuarios grie-
dos cintas trenzadas) pa rece en primera instan- gos (Geiger, 1994: Taf. 11 31.
cia y en apariencia ha llarse en los escudos repu-
jados votivos centroitálicos de la Edad del Hierro, Además, entre los fragmentos de la tumba de Má-
más que en los aspides griegos que suelen tener laga aparece algún fragmento de placa reparada o
patrones de guilloche más complejos. Exam ine- fijada con remaches (vid. Fig. 21 : 1 y 51 que no ten-
mos por tanto en primer lugar el caso villano- dría sentido en la Lámina de recubrimiento de un
VIano y etrusco. aspis hoplita, m ientras que sí tiene paralelos en
escudos de chapa de bronce exclusivamente itáli-
Los motivos decorados de los escudos itálicos de cos, como reparaciones o como fij aciones de ele-
chapa broncífera repujada del sig lo VI II y de la mentos de prensión (Geiger, 1994:12-14, Abb. 81.

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PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 165
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCIA GONZALEZ

Figura 23. Detalle del escudo itálico de tipo 3 según


Geiger de la tumba 72 Narce, Petrina en el Museo Villa
Giulia (Roma). Foto: F. Quesada.

y el repujado. e incluso por la superficie deco-


rada). no parece factible considerar la pieza de
Málaga como un escudo de este tipo. Los escudos
etruscos del periodo orientalizante de la Tambo
dei Flobelli de Populonia, la Bonditello de Morsi-
/iono d'Aibengo, la tumba Regolini Golossi de Cer-
veteri, Bernordini y Borberini de Palestrina o de
Figura 22. Detalle de escudo itálico de tipo 3b según Tarquinia no son pues paralelos plausibles para
Geiger (segunda mitad del siglo VIl a. Cl. Procedencia el objeto hallado en Málaga IGeiger. 1994 possim;
desconocida, diámetro 90 cm (Geiger, 1994: Cat. 104, Kilian, 1977: Abb. 8, Turfa, 2003 : 112 ss., etc.).
Tal. 102 y Abb. 5).

4.6. Una alternativa mejor: el aspis


Con todo, el rasgo universal de estos escudos itá-
licos votivos es que toda su superficie está cu- Como se ha visto, la pieza de armamento defen-
bierta de decoración !vid. Fig. 221. además de no sivo más importante del hoplita, lo más caracte-
haber contado con un cuerpo o base de madera. rístico y visible de su figura, era un escudo circu-
Además, la totalidad de los grupos 2 y 3 aparecen lar de madera llamado ospis (no hop/on, cf.
en Etruria y la mitad septentrional de Italia IGei- Lazenby y Whitehead, 1996; contra Anderson,
ger, 1994: Tafs. 112-113). Incluso, los detalles téc- 1991 :15 y pese a Diodoro, 15, 44, 3). Sus cuatro
nicos de repujado de la banda trenzada o guilloche princi pales características eran las siguientes
del objeto malagueño difieren de los modelos itá- IEcheverría, 2008: 196 ss.l. En primer lugar. su
licos: el bullón central tiene forma de cabeza de gran tamaño, de entre 80 y 120 cm de diámetro.
clavo hemiesférico, mientras que los modelos unas dimensiones amplias pero no inusitadas en
itálicos tienen un punto central repujado y un ani- el antiguo Mediterráneo ya que los escudos circu-
llo repujado alrededor !comparar Figs. 22 y 28: lares asirios de los siglos IX-VIl a. C. a menudo no
2-3; ver también Geiger 1994: Abb. 510). Final- eran menores aunque sí más ligeros por su ma-
mente, en la tumba de Málaga aparecen unas teriallde Backer, 20161. El tamaño dependía, nos
piezas sueltas !rosetas y placas con presillas) que dice Jenofonte, de la talla del dueño para que le
tienen paralelos directos en ospides griegos de resultara cómodo IMem. 3, 1O, 12). Se conoce al
los siglos VIl-VI a. C. !vid. Fig. 18: 2 y Fig. 201. pero menos un escudo procedente de Olimpia de 120
que no aparecen nunca en los escudos itálicos de cm de diámetro ISnodgrass. 1964: 64: Olympiabe-
este tipo; en cambio, no se han hallado los carac- richt 2. 72, lnv. 84461. Pero la media está en torno
terísticos elementos de prensión y suspensión de a los 90 cm !van Wees, 2000a: 126; Schwartz,
los escudos itálicos IGeiger, 1994: 11-13). 20131. El ejemplar mejor conservado, del Museo
Vaticano Etrusco, mide 82 cm IBlyth, 1982: 51.
Por todas estas razones !cronología más antigua mientras que el de la Tumba del Guerrero de Vu lci
de las piezas itálicas, tipología distinta del objeto medía según Stary (1981 :75) y siguiendo a Rieth

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166 PARTE TERCERA LOS OWETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO S. lAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MALAGA

(1964: 101) unos excesivos 125 cm aunque la me- acusada concavidad interior, en forma de "plato
dida real parece ser de 95 cm (Torelli, 2000: 560- sopero·. Esto permitía descansar sobre el hom-
561; y sobre todo Ferraguti, 1937: 1161. bro izquierdo el escudo embrazado !Tirteo 8, 22-
241, mientras que el borde plano ancho protegía
Más relevante que el tamaño es un sistema casi el cuello (parte tan importante como para tener
único de sujeción. más que de empuñadura, que un nombre específico, itus 'íTOc;). Esta forma
hace este tipo de arma característica y casi única peculiar proporcionaba tres puntos de sujeción
en principio del mundo griego desde principios (hombro, antebrazo y mano). descansaba el
del siglo VIl a. C. y hasta muy avanzado el periodo brazo. y permitía usar el escudo ofensivamente
helenístico, y del que se ha extraído una suerte de para empujar e incluso golpear; la investigación
esencialismo asociado a la lucha en falange, reciente asigna gran importancia a esta cuestión
como el elemento definitorio de la misma (e.g. (Hanson, 1989: 68; 1991:67 ss.; Schwartz. 2009:
Snodgrass, 1964: 61 ss.; Anderson. 1970: 15 ss.; 34 ss.l.
8lyth, 1982: Hanson, 1989: 65 SS.; 1991: 65 SS.;
van Wees. 2000a: 126 ss.; Echeverría, 2008: 77 ss. Finalmente. una cuarta característica era fre-
y 196 ss.; Schwartz. 2009 : 25 ss.l. En lugar de una cuente pero no universal, el extenor del escudo
manilla o empuñadura central. el ospis lleva un se decoraba con emblemas y blasones (Chase,
gran y sólido soporte central de bronce (pórpox) 19021. a menudo pintados y otras veces en chapa
para introducir el antebrazo, fijado al escudo con fina de bronce recortada, con imágenes de gorga-
anchas bandas de bronce, a menudo decoradas nas, triskeles, etc. como en algunos espléndidos
con elaborados repujados (Kunze, 1958: Bol. ejemplares del Museo de Olimpia (811 O, 84990) y
1989; Bottini, 20081. y una agarradera o correa de en un caso del Piceno (infral. Como indica Bol
cuero o cuerda. flexible (ontilobél. sujeta a la zona (1989: 6) estos elementos recortados son excep-
del borde mediante piezas de bronce a menudo cionales, pese a la imagen que tienden a dar los
en forma de roseta. y otras presillas para pasar emblemas pintados en los vasos cerámicos; pro-
una cuerda que permitía pender el escudo en dis- bablemente porque en la mayoría de los casos los
tintas circunstancias (Fig. 241. El hoplita sostenía emblemoto iban pintados. En muchas ocasiones
pues el escudo con el antebrazo mediante el por- toda la superficie exterior del cuerpo de madera
pox y lo orientaba con el puño que agarraba el an- del escudo estaba cubierta por una fina lámina de
tilabé. A menudo la iconografía y algunos restos bronce (kólkomal con un espesor normalmente
arqueológicos (Blyth, 1982) muestran esa correa en torno a 0,5 mm (escudo de Bomarzo. ver Rieth,
que recorre el círculo interior del escudo. fijada 1964: 104; Blyth, 1982:5: escudo de Basilea ahora
por presillas de palmeta y rosetas de bronce, y en Boston, No. lnv. 1971.285) pero a menudo de
que serviría entre otras cosas para pender el es- entre 0,3 y hasta 0,9 mm (Schwartz, 2009: 30).
cudo de una pared (Fig. 25: 2 y 31. y lo hacen con Esta superficie exterior a su vez podía ir pulida,
un detalle que es testimonio de la relevancia que pintada. o incluso decorada con motivos repuja-
tenía para los propios griegos. Estos elementos dos en una parte de su superficie, normalmente a
son frecuentes en los restos de escudos reales de lo largo del borde plano antes mencionado (Han-
los santuarios griegos, al ser más resistentes por son, 1989: 65; 1991).
su naturaleza que la muy fina chapa decorativa de
metal de recubrición. Los escudos de Los santuarios griegos sistemáti-
camente presentan ese borde, que suele medir
Sin embargo un escudo de este tamaño es muy entre 4-5 cm o algo más de anchura (el del So-
pesado, posiblemente en torno a 8 kg de media marzo mide 4,5 cm para un diámetro total del es-
(Donlan y Thompson, 1976: 3411. aunque Blyth cudo de 82 cml y está decorado con una escasa va-
(1982: 16llo calcula en algo menos. sobre unos riedad de motivos de tipo argivo-corintio (Bol.
6,2 Kg . Mientras Schwartz (2009: 311. teniendo en 1989: 6 ss. yTaf. 3-17: Kunze, 1956:42 ss.l (Fig. 261.
cuenta que los diámetros oscilan entre los 80 y
los 100 cm, y con algunos ejemplos incluso mayo- EL más frecuente es una banda repujada tren-
res, estima que pesos de 8 Kg serían normales. zada compleja (guilloche. flechtbandl articulada
De este modo la tercera característica definitiva y en torno a un co ntarlo de bu llones hemiesféri-
necesaria para poder hablar de ospis era su cos. Este motivo (con distintas variantes, ver Bol.

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 167
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCIA GONZÁLEZ

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1~

Figura 24. Elementos del interior del ospis. 1, 2. 3. 4, 5. 6. 7. 8. 9, 1O. 11: Olympia; 12: Filia (según. 5, 8, 9: Bol, 1989;
2. 3, 4, 6, 11: Kunze y Schleif, 1937-38: 7, 10: Kunze, 1956; 12: Baitinger, 2011 J.

Figura 25. Escudos hoplitas en cerámica ática. 1: Museo Gregoriano Etrusco Vaticano. lnv. 16583. (Vulci. mitad del
siglo V a. C); 2: Museo de Pérgamo (Berlín). lnv. F2307(Tarquinia. mitad del siglo V a. C.); 3: Museos Reales de Be-
llas Artes (Bruselas). lnv. R322(mitad del siglo V a. C.).

1989: 105. Modelo 4 con variantes] es el más ge- complejidad del trenzado, formado con muchas
nérico en Olimpia (Bol, 1989: Taf. 1-17]; y abarca bandas hasta cubrir una superficie de más de 4
dos tercios de todos los escudos (1989: 7] pero cm de ancho. En Olimpia puede haber hasta 8 fi-
está presente de manera sistemática en casi las de trenzado en los bordes de escudos de cali-
todos los santuarios con armas (Baitinger. 2011, dad (e.g. Kunze, 1956: Taf. 27, B2115; ver Bol,
fig.5, Atenas. escudo espartano de Pilo; 29, 1989: 8- 9), acompañadas de elementos decorati-
Kalapodi; 38, Lindos; 45, Mesene; 60, Filia; 75, vos auxiliares. Se realizaban aplicando una ma-
Esparta; 79. Velestino/Peral. y por supuesto triz sobre el interior del metal, cuya dimensión y
Oelfos (Pedrizet, 1908: 104, figs. 356-360]. Una patrón de repetición puede observarse en algu-
versión diferenciada de este motivo (Fig. 26: 19 nos ejemplares (Bol, 1989: 81. En todo caso, el
y 211 es una serie de molduras paralelas de con- estudio minucioso demuestra que no es posible
tarios muy marcados y t renzas incisas apenas esta blecer un patrón cronológico preciso a pa rtir
visibles le.g. Pedrizet, 1908: fig. 359; Bol, 1989: de las bandas trenzadas de los bordes cuyo apo-
Taf. 8, A149, A150l. Pero lo más corriente es la geo se produjo a lo largo del siglo VI a. C. pero

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168 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

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20 21

Figura 26. Fragmentos de bordes de aspides. 1, 2, 3: Lindos; 4. 5, 6: Filia; 7: Santuario de Atenea, Esparta; 8- 21 :
Otimpia. [según, 1- 7: Baitinger, 2011; 8- 21 : Bol, 19891.

parece continuar en el tiempo [Bol, 1989: 9-1 0); el sur de Italia [Fig. 27) le.g. Bottini y Setari 2003:
hay eso sí una tendencia a que las cuentas del fig. 3, Braida di Vaglio; Nista, 1978: Tav. XI, Noica-
centro de la trenza ganen volumen con el tiempo ttarol. Conocemos ya más de una decena de es-
!Bol, 1989: 13-141. cudos hoplitas hallados en la Magna Grecia y
áreas adyacentes !Noicattaro. Braida di Vaglio
Estos mismos motivos de época arcaica se en- [x3l. Melfi, Chiuchiari. Banzi. Mottola !solo pór-
cuentran en Etruria [donde como en Olimpia a paxl. Chiaromonte tumba 652; una tumba cerca
partir del siglo Va. C. hay una tendencia a bordes de Metaponto, y un depósito votivo en Scrimbia,
lisos o más sencillos, ver Blyth. 1982:8; escudo de cf. Caratelli. 1996: 6441. Aunque los motivos son
la Tumba del Guerrero de Settecamini, Poggio del similares o muy similares en estilo a tos argivos
Rocoli, Orvieto del siglo IV a. C.l. y sobre todo en hallados en Olimpia y otros santuarios griegos,

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PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 169
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCfA GONZÁLEZ

Las decoraciones de sus bordes son, como en

\
Grecia, casi siempre temas de gui/loche comple-

/ jos, con cuatro, cinco o más trenzas. Los tres es-


cudos de Braida di Vaglio (solo uno en excelente
estado, Fig. 271. miden entre 80 y 90 cm de diá-
metro. Carecen de emblemas de chapa de bronce
en la zona central (Chase. 19021. El de la tumba
101, de fines del siglo VI a. C. (Bottini, 1985: 34
ss.; Bottini y Setari, 2003: 23 ss.l. tiene cinco filas
de cintas trenzadas con cinco filas de bullones
hemiesféricos en un borde de 5 cm de anchura
con una última fila interior de pequeñas cuentas
en el arranque de La superficie cóncava, el "plato
sopero' del aspis. El escudo de mediados del siglo
VI a. C. de Noicattaro en Bari [Nista. 1978: 15-16,
\,_~ / Tav. X-XII mide 85 cm de diámetro; la decoración
del borde presenta una banda de guil/oche tren-
F1g. 27. Detalle del aspis de la tumba 101 de la necrópo-
zado de 5 cm de anchura. mucho más compleja
lis de Braida de Vaglia (Basilicatal de mediados del si-
glo VI a. C. (Bottini y Setari, 20031 (derechal./tus o borde que en el caso malagueño y próxima a ejemplares
exterior decorado con gui/loche [izquierda] y mitad del de Olimpia. Conserva además todo el pórpox rica-
pórpax [derecha] mente decorado.

Los detalles iconográficos de muchas de Las em- Si con estos datos mencionados volvemos al objeto
brazaderas, sobre Las que volveremos luego, de la Tumba del Guerrero de Málaga, vemos una
muestran diferencias estilísticas notables que notable serie de similitudes. El fragmento más
apuntan en la mayoría de los casos a produccio- completo (Fig. 28: 2) parece fracturado -como he-
nes de Sicilia o sur de Italia 1Carratelli. 1996: 644; mos indicado antes- en su parte superior en el
Bottini y Setari, 2003: 97]. aunque el ejemplar vo- punto en que en un escudo hoplita iniciaría su cur-
tivo del Hipponium de Scrimbia sea quizá de unta- vatura; si es así, el borde del escudo tendría unos
Ller peloponesio libidem p. 6421. 5 cm de anchura, pero solo la mitad exterior esta-
ría decorada con una banda trenzada única , que

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Fig. 28. Comparación entre el borde con guilloche sencillo de la Tumba del Guerrero de Málaga (1: reverso, 2 y 3:
anversal y un fragmento de barde de escudo hoplita de Olimpia. lnv. 88886 (Bol, 19891.

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170 PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

de bronce itálicos sólo a partir de la segunda fase


de Geiger (19941. La correlación de frisos de ani-
ma les con bandas trenzadas simples pero anchas
también apunta en esa dirección, y llevaría la
pieza A 196 (Fig. 28: 41 a un momento relativa-
mente antiguo [Bol, 1989:12) y a un taller no pelo-
ponesio. qu izá incluso en el primer cuarto del si-

. .
3 glo VI a. C.

Hay además en el interior de la Tumba del Gue-


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... .-
' , ~-? .. rrero de Málaga, junto con trozos de madera y la

.
* . - -. .• , . . ...•
~
~ gran masa de restos de lámina metálica. otros
fragmentos que consideramos posiblemente diag-
. '" J~- nósticos. Nos referimos a las rosetas y fragmentos
de pletinas con presillas de Málaga [Fig. 291 que
4 corresponden a los elementos interiores del es-
cudo hoplita y cuya función hemos mencionado
[vid. Figs. 24-25). entre ellos la presilla para la co-
Fig. 29. Comparación entre un elemento de antilabé del rrea del antilobé o empuñadura del borde del es-
santuario de Olimpia (izquierda y abajo) y una de las cudo. A nuestro juicio, se trata de los mismos obje-
piezas de la Tumba del Guerrero de Málaga (izquierda y tos y, por tanto, deben tener la misma función.
arriba). Comparación entre una roseta de un aspis del
santuario de Olimpia (derecha y abajo) y una de las pie-
zas de la Tumba del Guerrero de Málaga (derecha y 4.7. El problema del pórpax
arriba).
Uno de los problemas para interpretar como un
escudo hoplita la pieza de Málaga está en que. al
remite simultáneamente a la tradición griega (vid. contrario de los elementos de suspensión y las
Fig. 261 y a la centroitálica, donde las bandas sim- piezas para el antilabé, no hay restos visibles del
ples son más comunes que en Grecia, aunque he- pórpax o embrazadera. En contraposición de la
chas con una técnica diferente (compara r Figs. 23 fina lámina decorativa que cubría la superficie de
y 281. Sin embargo, hay al menos una pieza de muchos aspides. elpórpax era una pieza de bronce
Olimpia (B8861 (Bol, 1989: 113, Taf. 3. A196l cuyo sólida, masiva y compacta. con los bordes plega-
borde presenta, de dentro hacia el exterior, un dos para no herir el brazo del hoplita al introducir
contario muy fino, con un friso de palmetas de el antebrazo le.g. Kunze y Schleif, 1937-38: Abb.
cuenco enlazadas finamente inciso y apenas visi- 50, 51; Kunze. 1956: Taf.15; Kunze. 1958: Taf. 20 ;
ble y una guilloche simple de tres cordeles, idén- Nista. 1978: Tav. XI; Bol, 1989: Taf. 23 a 27; Bottini,
tica en trazado a la de nuestra pieza malagueña 2008: fig. 1; Bottini y Setari 2013: fig. 13. etc.!. Si
(vid. Fig. 28: 41. aunque bastante más ancha. Bol se hubiera depositado junto con el escudo. habría
(1989: 6-71 analiza esta pieza. que considera pro- sobrevivido en mejor estado que los cientos o mi-
pia de un taller no argivo. apuntando quizá al les de diminutos fragmentos de lámina hallados
mundo jon io por el 'friso de zarcillos·. que en rea- en el interior de la cista.
lidad vemos como un friso de palmetas de cuenco
en lazadas y simplificadas. Sólo un fragmento. remachado y con el borde com-
bado (vid. Fig. 21: 5). de apenas 8,5 cm de longitud
De hecho Bol parece considerar (1989:6) algunos conservada. podría quizá ser considerado parte
frisos sencillos de escudos de chapa metálica del borde de un pórpax. pero la curvatura parece en
Herzsppung [1989: A2, A3, A4, Taf. 11 como prece- exceso amplia y el plegado demasiado suave para
dentes de las complejas bandas trenzadas poste- los tipos habituales (Bol, 1989: Taf. 23 ss.J.
riores. Si fuera así, podría explicarse por conver-
gencia desde un modelo común de los siglos Además. en los escudos de los siglos VI-V a. C. la
VIII-VIl a. C. la aparición de motivos similares de embrazadera está prolongada por dos bandas de
banda trenzada simple en los escudos de chapa lámina de bronce que cruzan todo el diámetro

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PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 171
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCfA GONZÁLEZ

interior del escudo [vid. Figs. 24 y 25) y que suelen por ejemplo [Ach. 11 03) que las crestas y plumas
estar decoradas con numerosos repujados fi gu- de los cascos se guardaban aparte en las vivien-
ra tivos !Kunze, 1937-38 [Olim pia): Nista, 1978 das hasta el mom ento de ponerlas en uso. Y para
!Noicatta rol : 8ottini. 2013 passim !Magna Grecia); los escudos contamos con una muy interesante
8aitinger, 201 1: Abb. 25 [lstmia de Corinto). referencia de Critias. tío de Platón y uno de los
Abb.60 (Philiall. Estas son piezas muy llamativas Treinta Tiranos de Atenas a fines del siglo V a. C..
(vid. Fig. 27. derecha). que sin duda serían al me- cuya obra sobre la politeia espartana se ha per-
nos parcialmente visibles entre los restos halla- dido, salvo fragmentos. En uno de ellos [fr. 88837
dos en la tumba de Málaga. Por tanto no parece Diels-Kranzl se aconseja a los espartiatas que.
probable que todo este conjunto haya quedado ante la amenaza siempre presente de la subleva-
oculto en el material trasladado en bloque en ción de Los ilotas. guarden los escudos en casa
cama de poliuretano, que es bastante estrecho y con el pórpax (a brazadera) desmontado, lo que lo
es imposible que solo se haya destru ido por com- hace inservible el escudo hasta fijar la embraza-
pleto esta pieza. Sólo cabe concluir que si se de- dera de nuevo sobre el interior de la madera [For-
positó un aspis en Málaga, éste se colocó incom- nis. 2003: 262-2641. Por tanto. era posible des-
pleto, sin su elemento funcionalmente esencial. montar el pórpax en la vivienda, de hecho se hacía.
la embrazadera . y es plausible que así ocurriera en la tumba de
Málaga. con la ventaja adicional de hacer el arma
¿Es tal cosa posible? Creemos que sí. La tumba inutilizable para un posible saqueador.
en el Mediterráneo antiguo es una suerte de oikos
del difunto, una vivienda más o menos elaborada, 4.8. El problema del diámetro
desde las urnas oikoformes del Villanoviano
hasta llegar a las verdaderas casas subte rráneas Ninguno de los fragmentos, por sí mismo, per-
de Cerveteri. Y sa bemos que. por ejemplo. en el mite calcular un diámetro fiable. Pero si partimos
mundo griego los escudos se colgaban en las pa- de la base de que los dos conjuntos de metal que
redes de los salones de las casas. como ya men- aparecen sobre los sillares de la cista (sobre las
ciona Alceo en el siglo VIl a. C. [Frg. 140 ed. Westl. caras norte y oeste) pertenecen al m1smo objeto.
y la práctica continuó en época clásica (Herodoto dado que sus curvas se prolongan y coinciden [vid.
1,34: Aristófanes Ach. 278, 58 etc.). Otras veces Fig. 11. es posible calcular que el objeto tendría
los escudos se guardaban en fundas: la cerámica un diámetro máximo de hasta 123 cm [vid. Fig.
ática de Fi guras Rojas muestra numerosos ejem- 121. aunque pudo ser algo menor. Ya hemos dicho
plos de hoplitas desenfundando y puliendo los es- (Schwartz, 2013: 159 en último lugar) que los es-
cudos (van Wees. 1998; Quesada, 2009a: 122-124) cudos hoplitas tienen un diámetro medio de unos
[vid. Fig. 25: 1). En La tumba etrusca 'dei rilievi' de 90 cm, quizá algo más. Pero también hemos visto
Cerveteri, que reproduce una casa. las armas - que se conocen al menos dos ejemplares de en
mcluyendo escudos hoplitas- penden de las pare- torno a 120 y 125 cm respectivamente (Kunze y
des [8lanck y Proietti, 1986). Por tanto, la coloca- Schleif. 1937-38: 72. lnv. 8446. Abb. 10: Rieth.
ción de un escudo en la cámara funeraria, junto al 1964: 1011. aunque posiblemente haya un error
inhumado, sería consistente con la tradición en este último dato [Ferraguti, 1937: 116, habla
griega , pero tam bién itálica , caso por ejemplo de de 95 cm). Y que los escudos hoplitas podían ser
la tumba 101 de 8raida di Vaglio en 8asilicata muy grandes en relación con el tamaño de sus
[8ottini y Setari, 2003: 111. pero también indígena portadores se deduce del hecho de que. aparen-
siciliana, como en La ¿helenizada? tumba 31 de temente, podían nadar sobre ellos invertidos, lo
Montagna di Marzo en Sicilia !Albanese Procelli, que implica, para una flotabilidad, un tamaño
2006) [infrol. grande del cuenco (Arriano. Anab.1, 19, 4. ospi-
don; Schwartz. 2013: 159-160).
Cierto que en este caso de las opciones posibles
nos inclinamos por una posición sobre La tumba, Sabemos que los escudos hoplitas. como las co-
más que dentro de ella. Luego volveremos sobre razas, se fabricaban o al menos se seleccionaban
ello. Pero ahora lo que importa es que en esta de acuerdo a una 'talla ' adecuada: "Me parece, dijo
casa del difunto el escudo podía desmontarse Sócrates, que siguiendo tu razonamiento hablas de
igual que en la casa del vivo. Aristófanes indica la proporción no en si misma sino en relación con el

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172 PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

usuario, como si hablaros de un escudo diciendo que razones anatómicas-llevar un escudo considera-
estó proporcionado o quien le siente bien" [Jeno- blemente mayor a la media.
fonte, fv1em, 3. 1O, 12).
4.9. Bandejas y otras posibilidades
Lo cierto es que el estudio antropológico del indi-
viduo enterrado en Málaga nos revela una per- Lo cierto es que la propuesta de un escudo ho-
sona extraordinariamente corpulenta 15 • Nos ha- plita no es absolutamente segura. a falta de un
llamos ante un varón de en torno a los cuarenta estudio integral. Ante la ausencia de restaura-
años de edad, con ·acusado desarrollo muscular en ción, e incluso de dibujo de los fragmentos que
miembros superiores e inferos~ lesiones dege- por su tamaño no permiten calcular una curva
nerativas asociadas a actividad física intensa, "so- fiable. algunos intentos sobre las fotografías ce-
bre todo en la columna vertebral. Lo presencio en nitales de detalle más precisas proporcionan un
hombro y codera pudo ser favorecido por Lo intensa diámetro de entre 30 y 40 cm para algunos frag-
actividad ffsico desarrollado''. Pero sobre todo, y mentos de borde. Esto implica a nuestro juicio,
por lo que ahora nos interesa, se calcula -por dos junto con la existencia de algunos fragmentos di-
métodos diferentes- una estatura de entre 175 y fícilmente atribuibles a un escudo y que ya hemos
180 cm, que es muy elevada para los estándares comentado en la parte descriptiva [vid. Figs. 9 y
de época arcaica en el Mediterráneo. 211. que hay la posibilidad de la existencia de más
objetos de bronce en la cista. Incluso para la pieza
Sin pretender abordar aquí un estudio exhaustivo, más grande, otra posibilidad sería una bandeja
y siguiendo a Schwartz [20131. un análisis esta- grande. prácticamente lisa salvo por una decora-
dístico de la estatura de los griegos antiguos [An- ción repujada (pero no incisa) en el borde, fecha-
gel, 1944; 1945) con una muestra relativamente ble desde fines del siglo VIl a. C. y durante el VI a.
amplia, proporcionaba una estatura media de C., y acompañada con elementos idénticos a los
162.2 cm para varones adultos. Se ha realizado soportes del ontilobé del aspis griego, y que pu-
un estudio mucho más reciente en la necrópolis diera ser considerada paralelo y que no han sido
de Metaponto (Magna Grecia) sobre una muestra objeto de una búsqueda sistemática para este
de 272 individuos de la misma localidad, dentro trabajo. Pensamos en piezas del estilo de las
de una base de datos para la Magna Grecia de grandes fuentes circulares con borde plano deco-
unos mil individuos. Este (Henneberg y Henne- rado con trenzas de hasta 60 cm de diámetro
berg, 1998) nos indica de nuevo, validando estu- como las de la tumba 101 Braida de Vaglio (Bot-
dios anteriores, que la estatura media de los va- tini y Setari, 2003: 22, fig. 121. Pero hasta ahora no
rones adultos era. en la charo, de 162-165 cm conocemos nada de este tamaño y con estas ca-
para una estimación de peso corporal de 60-65 kg racterísticas.
(Henneberg y Henneberg, 1998: 509 ss.; Carter,
2006: 41 ss.J. Y éstos pueden ser adultos por en- 4.1O. Conclusión. Identificación, posición y
cima de la media por tratarse de una muestra estado de la pieza
sesgada en un estatus socioeconómico alto (Fax-
hall y Forbes, 1982: 471. Más adelante. un cálculo Hay pues una serie de elementos que apoyan cla-
genérico de estatura media de varones adultos en ramente la idea de un escudo hoplita: las grandes
los siglos 1-11 d. C., basado sobre una muestra to- dimensiones, la asociación de lámina de metal
tal de 1200 restos arqueológicos, apenas llega a con elementos de madera, la decoración tren-
los 169 cm (Koepke y Baten, 2003: fig. 41. zada del borde característica de estos escudos.
en una variante que parece antigua y consistente
En este contexto, un varón como el de Málaga , de con una datación en las primeras décadas del si-
175-180 cm, con la correspondiente corpulencia, glo VI a. C., y sobre todo los elementos de guarni-
sería verdaderamente destacable. En consecuen- ción interior que son característicos y diagnósti-
cia, el individuo enterrado podía -y debía por cos de un escudo de este tipo: rosetas y pletina
con presilla del ontilobé. El diámetro estimado

'5 Vid. capítulo 13 de la presente monografia.

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 173
FERNAN DO QUESADA SANZ Y DAVI D GARCfA GONZÁLEZ

está en el límite superior de los escudos conoci- la tumba, apoyados originalmente sobre la pared
dos y realmente sería fun cional sólo para un norte de la cista.
combatiente de extraordinaria estatura y fuerza,
que es exactamente lo que encontramos en la Obviamente, la presencia de un escudo hoplita no
tumba de Málaga. presupone que su propietario fuera griego, lu-
cano. etrusco o de otro origen . Como hemos visto,
Sin embargo, en esos mismos datos hay incerti- el borde del escudo no parece ser el canónico pe-
dumbres que imponen cierta precaución hasta la loponesio, y nos atreveremos a postular una fa-
imperativa restauración del conjunto. Los análi- bricación probable en un taller suritálico, con una
sis de madera no son concluyentes sobre las es- mezcla de tradiciones itálicas y griegas en el friso
pecies habitualmente usadas en estos escudos, trenzado, más sencillo de lo normal. Por otro
aunque la muestra conocida es extraord inaria- lado, no sabemos realmente nada sobre la orga-
mente escasa. La estructura del itus, con una nización de los talleres de armas en el siglo VI a.
sola banda trenzada estrecha y una banda lisa C., pero en época clásica, siglo y medio después.
antes del posible inicio de la concavidad, es muy había artesanos itinerantes que podían llevar sus
mhabitual en los aspides, y la propia parte curva idiosincrasias al lugar donde fueran a estable-
de la superficie del escudo no está inequívoca- cerse, como el siracusano Cefalón que Pericles
mente atestiguada. Y la ausencia de pórpax. aun- llevó a Atenas a montar un gran taller de escudos
que explicable. no es tampoco habitual. Se apre- que llegó a tener en el 404 a. C. a 120 esclavos
cia pues la necesidad de un estudio más detallado trabajando y un stock de 700 escudos !Lisias 12,
tras una ca mpaña, que sabemos costosa en 4; 12.191.
tiempo y recursos, del conjunto de metal.
5. EL CASCO
En conjunto -y por ahora- creemos lo más proba-
ble, y así lo proponemos. que en origen se depo- 5.1. Ubicación
sitara sobre la cubierta de madera de la tumba,
en la vertical del cadáver lo menos probable- El casco (Fig. 30) es uno de los objetos más signi-
mente apoyado en la pared norte de la cista) un ficativos hallados en la tumba, y el primero con
gran escudo de tipo hoplita laspisl de quizá hasta contexto arqueológico hallado en la Península
1,20 m de diámetro, junto al casco corintio que Ibérica. Estaba situado al exterior de la cista, en
pasaremos a estudiar ahora. El escudo se habría la cabecera de la tumba !Lado oeste). sobre los si -
colocado desmontado, esto es, retirando su em- llares de la pared y oculto bajo cantos de piedra
brazadera o pórpax, y boca arriba !exterior hacia que revestían la estructura principal (vid. Fig. 1,
el cielo!. Por eso en los sillares de la cabecera de Fig. 12: 9 y Figs. 31-321.
la cista aparecen 1vid. Figs. 10-11) trozos de borde
con una decoración característica de estos escu- Como se ha puesto de manifiesto en el capítulo
dos, con el exterior (repujado recrecido) hacia dedicado a la descripción de los elementos es-
arriba. Esto explicaría también por qué las piezas tructurales de la tumba, ésta presentaba un re-
que interpretamos como parte del antilabé y de vestimiento de bloques de piedra y cantos que
otros apliques metálicos del interio r como las ro- ocupaba el espacio entre el rebaje realizado so-
setas aparecen en e l fondo de la cámara. bre e l sustrato terrígeno y los sillares que confor-
man la cista. En la mayor parte de las ocasiones
La alternativa (escudo apoyado sobre la pared los bloques no están trabados los unos con los
norte, con el exterior visible. y luego deslizado otros y presentan formas irregulares. Sin em-
hasta quedar sobre el cadáver). parece tafonómi- bargo para apoyar el casco sobre estos, se dis-
camente menos probable. puso una pequeña plataforma de bloques, selec-
cionando aquellos que dispusieran de caras
En todo caso, la abundancia de fragmentos, in- planas a fin de que la parte inferior del casco
cluyendo a lgunos que parecen pertenecer a pie- asentara bien y este quedara colocado en posi-
za/s de en torno a 30 cm de diámetro y a objetos ción natural. Asimismo en los latera les se coloca-
distintos de un escudo, permite proponer la exis- ron bloques en vertical para evitar el movimiento
tencia de otros objetos de bronce en el interior de lateral y que este quedara bien trabado. El casco

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174 PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPfTULO 5. LAS ARMAS DE LA TU MBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

Figura 30. Casco corintio de la Tumba del Guerrero de Málaga. Diferentes vistas !fotografías: Eugenio Fernández Ruiz).

se dispuso en la parte central de la cabecera de la dispuso un quemaperfumes de cerámica cuyas


tumba, sobre los bloques de piedra y con su parte características se describen en otro capítulo 16•
frontal mirando al sur (Fig. 32). Junto a este se

16 Vid. capítulo 10 de la presente monografía.

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 175
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCIA GONZÁLEZ

Figura 31. Nasal y frontal del casco en el momento de


-----
-----
Fig. 33. Vista del casco de la Tumba del Guerrero res-
taurado !fotografía: Eugenio Fernández Ruizl.
la excavación.

Una vez colocado el casco , y tras el ritual que


incluyó el uso del quemaperfumes para La
quema de maderas y sustancias aromáticas, se
procedió a ocultar el casco dentro de La estruc-
tura de piedras irregulares que rodea La cista
de sillares.

En el momento de Llevar a cabo La excavación del


casco, se observó que, además de tener fracturas
en La parte frontal. la parte superior de la calota
había desaparecido por completo (vid. Fig. 321. EL
estado de conservación del casco desaconseja ba
realizar una excavación que implicara vaciar el re-
Lleno del interior de este ya que esta acción podía
eliminar el factor de sustentación que el terrígeno
estaba ejerciendo sobre la estructura del casco.
De esta forma se procedió a engasarlo in situ con-

- --------
forme se iba liberando de los bloques de piedra y
la tierra que Lo rodeaba, para finalmente poder
#
extraer la pieza completa en un solo bloque.
Figura 32. Vista desde el exterior de la cista mirando
desde el oeste. Detrás se aprecian los fragmentos de- Esta tarea impidió comprobar en el trabajo de
corados de bronce sobre los s illares de la pared. La ca- campo s i el casco se había colocado sobre la
lota, fragmentada, permanece en el interior del casco. tumba con la ca lota ya fragmentada, si esta había

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176 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5 LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

sido sometida a una destrucción e inutilización El estudio tipológico detallado de los distintos
como parte del ritual, o bien si la progresiva co- modelos de cascos griegos (breve síntesis re-
rrosión. junto con la presión ejercida sobre él por ciente introductoria en Schwartz, 2009: 55-661 ha
los bloques de piedra y el relleno, habían llevado sido abordado por diversos autores basándose en
al colapso de la calota hacia el interior. Posterior- el estudio de las piezas depositadas en santua-
mente en el laboratorio de restauración se pudo rios, contextos arqueológicos funerarios o bien
corroborar que la opción más probable es la úl- hallazgos casuales en Grecia, los Balcanes o el
tima (Fig. 331. aunque no se puede descartar un sur de Italia. Este trabajo (raro para el mundo an-
daño previo por plegado o golpeado de la superfi- tiguo por el gran número de piezas originales.
cie del casco, como se documenta en otras mu- más de un millar sólo para el mundo griego) se
chas tumbas de la Edad del Hierro y en diversas complementa como es lógico con representacio-
culturas (por ejemplo en Pozo Moro. tumba 4F-2, nes de tipo muy variado: bidimensionales, en re-
vid. Quesada 1997a: 642. Lám. XI.A]. lieve y tridimensionales en múltiples materiales y
soportes. El grupo de de los denominados 'corin-
5.2. El casco corintio tios·. que forma familia con los calcídicos, áticos y
apulo-corintios (el lúcido diagrama de Connolly,
Como mdicamos antes, el casco es un arma clave, 1981:60-61 es muy expresivo) es uno de los más
simbólica y funcional en la guerra en el antiguo llamativos y frecuentes. Autores como Kukahn
Mediterráneo, y en particular en la antigua Grecia (1936); Amandry (1949); Kunze (1961); Snodgrass
(Feugere, 1994 es una buena introducción gene- (1964): 20 ss.; Blyth (1977); (1988); Dintsis [1986):
ral;AntlkeHelme [1988) es probablemente la me- 87 ss.; Pflug [19881: Dezso [19981: 47 ss.; Born
jor monografía especializada por tipos). Es un (2009); Frielinghaus,[2007, 2011); Manti (20111 o
arma defensiva pasiva (Quesada 1997a: 483 y 549 Bottini (20131. entre otros muchos luego citados,
para el concepto) que exige el complemento de son los principales hitos que trazan la columna
un arma defensiva activa (escudo) para ser verda- vertebral de la investigación.
deramente eficaz. Es el arma defensiva pasiva
más frecuente. más que la coraza y que cualquier En el caso de los santuarios helenos. son muchos
otro protector como grebas o musleras. y ello por centenares los ejemplares reales de cascos do-
tres razones. Protege una parte vital del cuerpo cumentados (Gabaldón, 2004; Baitinger, 2011].
en la que una herida incluso ligera suele ser inca- Olimpia, es sin duda el más célebre de ellos [Frie-
pacitante. mientras que una severa sign ifica pro- linghaus, 20111. pero sin duda no el único. Al final
bablemente la muerte; mientras que el torso del siglo VIII a. C. comienza de forma sistemática
suele estar cubierto por el escudo, la cara debe el depósito de armas en este lugar: se han ha-
sobresalir para permitir la visión. por lo que un llado todo tipo de armas, especialmente defensi-
órgano vital está desprotegido; finalmente. un vas !cascos, corazas, grebas o escudos). un total
casco es menos costoso que su equivalente (en de unos 350 cascos y 280 escudos, como mínimo.
material textil o metálico) en el torso (Quesada disemrnados por todo el santuario, especial-
1997a: 5501. Pero además. el casco. una cabeza mente cerca del templo de Zeus, en el estadio y el
metálica, es un símbolo evidente de ostentación, río. De los cascos, unos 250 eran corintios, un
que puede expresar el rango del combatiente (y 71%, lo que muestra la popularidad del tipo -y no
en ocasiones salvar su vida ya que ca ptu rar a un sólo en el arte- por encima de los modelos ilirios.
hombre de alto rango puede ser más provechoso ca lcídicos y los primitivos cascos de tipo Kegel
que matarle]. Mediante su ·rostro metálico· (es- IJarva, 1995: 111]. El reciente estudio de Frielin-
pecialmente evidente en el modelo corintio que ghaus (2011 1incluye en cambio 882 cascos 17. Mu-
nos ocupa) y su cresta o penacho, el casco dota al chos de los cascos tenían inscripciones de su
portador de un aspecto feral e imponente. más propietario. Otro aspecto a destacar es la apari-
robusto y alto de lo que es realmente. ción de numerosos cascos con inutilizaciones in-
tencionadas. especialmente carrilleras y nasales
doblados, abolladuras o perforaciones IJackson,

17
De estos contamos una pieza de tipo kammhelm, 38 Kegel. 67 ilirios, nada menos que 628 corintios, 107 calcídicos y algu-
nos otros tipos en mucho menor número.

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 177
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCIA GONZÁLEZ

1983; Gabaldón. 2004: 78-82; en último lugar El hecho de poder haber sido fabricados en dis-
Graells, 20161. lstmia en Corinto fue otro de los tintas regiones ha determinado que aparezcan
santuarios más importantes. consagrado al dios modelos locales al margen de que a lo largo de
Poseidón, y destaca por la gran cantidad de ar- los doscientos años que se mantiene en uso se
mas que se depositaron en él y donde destacan fueran produciendo modificaciones en su diseño.
entre ellas de manera singular los cascos len El casco corintio, como casi todos los arcaicos.
torno a unos 200 ejemplares). que fueron halla - estaba fabricado con una sola lámina bronce ba-
dos en el interior del templo y sus cercanías. tido de grosor variable, muy cerrado, que en sus
Junto a los cascos se han documentado lanzas y modelos antiguos cubre casi la totalidad de la
escudos los cuales presentaban marcas de ha- cara y apenas dejaba visión periférica y limitaba
ber estado colgados sobre las estructu ras del la aud ición (Hanson . 1989: 71 ss.: Schwartz,
templo [Gabaldón. 2004: 45-46: Baitinge r, 201 1: 2009: 56). En las fases antiguas se conocen, sin
45-48: Jackson . 19921. Tras los anteriores. el embargo. cascos hechos con dos láminas unidas
santuario de Delfos, dedicado a Apolo, fue el ter - en el eje anteroposterior. Con todo, la supuesta li-
cero en a lbergar más cantidad de armas. tanto mitación de visión periférica, sobre todo en com-
reales como en miniatura que hayan llegado a paración con el modelo calcídico o el ilirio ha sido
nosotros [Gabaldón, 2004: 51-52: Baitinger, a veces rebatida para los cascos desde mediados
2011: 20-331. del siglo VIl en adelante. Foster (1978: Fig. 9) lo
expresa gráficamente, y parece haber convencido
Entre los siglos VIII y V a. C. se produce un cambio a Jarva (2013: 402); otros trabajos recientes basa-
en la tipología de los cascos del ámbito griego. dos en uso experimental sobre ejemplares origi-
Originalmente de marcada influencia oriental nales confirman una razonable visibilidad lateral
[Pflug, 1988; Dezso, 1998 passim) desde fines del [Schwartz. 2009: 61, citando adicionalmente a
siglo VIII a. C. o muy principios del VIl a. C. surgen Franz. 2002: 135. a partir de un modelo recons-
tipos característicamente griegos. que responden truido por él afirma una cierta limitación: en prin-
a la evolución en la tecnología de fabricación, y el cipio parece razonable aceptar las afirmaciones
desarrollo de nuevas tácticas y modos de combate de quienes han probado cascos originales). La
individual. En el caso que nos ocupa estamos ante forma crecientemente almendrada del hueco
el denominado de tipo "corintio" que toma su para los ojos, como en el casco de Málaga. puede
nombre de la célebre ciudad del Peloponeso y co- en efecto haber ayudado a la visión periférica ·por
rresponde a un modelo que está ampliamente re- el rabillo del ojo' (Fig. 341. Más problemática
presentando en contextos de Grecia y e l sur de la puede haber sido la cuestión de la audición [Han-
Península Itálica. Su nombre ni implica necesaria- son, 1989: 71-72: Schwartz, 2009: 62-63). como
mente que el origen del tipo fuera Corinto, ni que prueban los esfuerzos en época clásica para abrir
fuera éste su principal centro manufacturero [Ol- espacios en los pabellones auriculares en varios
mos. 1988: 541. pero un origen peloponesio parece modelos de casco, como el calcídico.
probable. De hecho, la atribución del nombre se
debe a un pasaje de Herodoto [4. 180, 3) quien ha- El modelo corintio protegía muy bien cara, nuca
bla de un pueblo bárbaro, los auseos, quienes. con y mejillas, con unas carrilleras que casi se ce-
ocasión de la festividad anual en honor a la divini- rraban sobre la boca: en sus versiones avanza-
dad indígena que explícitamente identifica con das del siglo V a. C. en adelante, también el cue-
Atenea (4. 180, 21. atavían a la más hermosa de las llo y clavículas. El espacio de la nariz se protegía
doncellas "con un casco corintio y una panoplia con una pieza integral. no soldada, un nasal
griega" [Ko~JavTec; Kuvtn Te Koptvein Kal navol1Ai atrofiado (Kunze, 1961 : 64) que con el tiempo, a
n'EMr¡VlKftl. Como Atenea se representa sistemá- lo largo del siglo VIl a . C. se hizo más largo y
ticamente ataviada con un tipo concreto de casco, grueso, al ser un objetivo obvio para los golpes
se asume casi unánimemente que los antiguos del enemigo. En conjunto. el casco corintio do-
griegos denominaban 'corintio' al casco que por- taba al portador de una apariencia inhumana,
taba Atenea.

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178 PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

Figura 34. Visión frontal y lateral de distintos modelos de casco griego: corintio, ilirio y calcídico (Foster, 1978: 91.

cubierto con una máscara metálica geométrica, A menudo los cascos corintios muestran en sus
inquietante e incluso 'robótica' 18• bordes orificios que permitían coser -y eventual-
mente sustituir- estos forros interiores textiles.
Con todo. la ausencia de un sistema interior sus- Este forro interior era esencial, ya que ayudaría a
pendido de protección, a diferencia de los cascos amortiguar los golpes y absorber buena parte de
modernos. haría muy incómodo su uso por calor. la energía para que no se transmitiera directa-
Ciertamente, los cascos llevaban un recubri- mente al cráneo, evitando inevitables conmocio-
miento interior (Rostoker. 1986: 931. normal- nes incluso en ausencia de perforación . Pero en
mente de fieltro (/l. 10.265), pero también de otros ausencia de suspensión y cámara de aire interior.
elementos orgánicos, incluyendo un tipo de es- convertiría el casco, al sol. en un verdadero horno,
ponja llamada 'de Aquiles· (Arist. Híst. An. 5.16. sobre todo en los cascos de los siglos VIl-VI a. C.
548b) e incluso fibras vegetales en forma de ces- Esto llevaría a la progresiva adopción de variantes
tería. Este último es el caso del casco del pecio más abiertas en frente y orejas, o incluso a la ge-
griego arcaico de Cala Sant Vicent (Alfa ro, 2008) y neralización de tipos mucho más abiertos como
de otros ejemplos dispersos por todo el Medite- el calcíd ico o ático, y eventualmente los modelos
rráneo (ct. Egg y Marzoli, 20081. aunque estos cónicos de tipo pilos.
cascos forrados con fibra vegetal tejida no suelen
ser griegos sino del ámbito itálico o europeo cen- Adicionalmente Jarva (2013: 4011 y Manti (2011: 7
tral. un ámbito geográfico y cultural muy per- ss.) entre otros recuerdan que en ocasiones se
meable a las influencias mediterráneas a través empleaban clavitos de plata exteriores para fijar
precisamente de Italia. ese recubrimiento interior. que tendría un efecto
decorativo sobre el dorado del bronce. Para Jarva,

' 8 No en vano algunos personajes de la popular serie cinematográfica Star Wars llevan un casco de modelo corintio apenas
dis imulado (especialmente en el caso del mercenario Boba Fett, un cazarrecompensas).

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PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 179
FERNANDO OUESAOA SANZ Y DAVID GARCIA GO NZÁLEZ

esta función decorativa puede explicar por qué a La clasificación de Snodgrass (1964: 20-28]. ba-
lo largo del siglo VI a. C. los orificios se hicieron sada en la primitiva Tesis Doctoral de Kukahn, re-
progresivamente más abundantes y próximos en- sulta confusa y ha sido casi desechada. La des-
tre sí, hasta que a fines de la centuria la técnica cripción que sigue se basa en Pflug (1988)
fue abandonada [1995: 65-721. Por ello una gran ampliada y refinada por Frielinghaus [20111.
abundancia y proximidad de orificios puede indi-
car una fecha avanzada dentro del siglo VI a. C. La Fase (Stufe) 1 (Kukahn, 1936: 24 ss.; Pflug.
Sin embargo, hay una gran cantidad de cascos co- 1988: 73 ss.; Frielinghaus, 2011 : 14-22; Bottini,
rintios de los siglos VIl-VI a. C. que carecen de es- 2013: 371, que se desarrolla desde muy finales del
tas perforaciones. por lo que el recubrimiento in- siglo VIII a. C. y hasta mediados del VIl a. C. [Fig.
terior debió ser encolado, o incluso sustituido por 35) se caracteriza por un modelo de casco de as-
algún tipo de gorro de fieltro u otro material, a ve- pecto basto y masivo. cerrado. de líneas senci-
ces mostrado en vasos cerámicos. como en la fi- llas. Sus paredes laterales son verticales, rectas,
gura de Patroclo en una copa del pintor de Sosias, y rematadas en una calota casi hemiesférica. El
del 510-500 a. C. [Boardman, 1975: fig. 501, de guardanucas es casi inexistente o apenas apun-
Vulci, Berlín Staat. Mus. 22781. tado, corto y oblicuo y la base del casco es hori-
zontal y recta desde la nuca a la barbilla. Las
Las crestas (lophoi. por las crines del caballo! aperturas oculares son ovaladas y defensa nasal
grandes y elaboradas, de metal, plumas o crines, simple. Pueden estar elaborados de una sola
o una combinación de varios materiales, son ca- pieza (Pflug, 1988: 68; Frielinghaus. 2011: 15) o de
racterísticas de los cascos griegos desde Homero dos unidas en el eje anteroposterior [Pflug, 1988:
(/t. 6,4691. y ayudaban a dar una impresión de ma- 71 -73; Frielinghaus. 2011 : 18- 191. Un detalle ca-
yor estatura [Polibio, 6.23,13) y aspecto feral al racterístico de una elevada proporción de este
combatiente (e.g. /l. 6, 467-470, el penacho del tipo de cascos es la presencia de pequeños orifi-
casco de Hector aterroriza a su bebé Astianaxl cios en todo el recorrido de su filo cuya funciona-
además de, en determinadas ocasiones. desviar o lidad fue la de sustentar el forro interior. El pro-
frenar golpes tajantes (Hanson, 1989: 73-741. La tector nasal. que en sus inicios mantiene un
iconografía cerámica. e incluso las vitrinas de los grosor similar al resto del casco, a partir del pri-
museos, están llenas de imágenes y ejemplos mer cuarto del siglo VIl a. C. comienza a ser más
reales de estas crestas elaboradas. grueso y a alargarse [Frielinghaus, 2011: 161. La
decoración de este tipo de cascos se limita a un
A lo largo de décadas se ha desarrollado y refi- penacho [Kukahn, 1936: 261. como aparece re-
nado una tipología del casco corintio que han de- presentado en algunos motivos decorativos de
sarrollado autores como Kuhahn (1936]. Kunze cerámicas (Pflug. 1988: 68. fi g. 1) o figurillas de
(19611. Snodgrass [19641. Pflug (1988) o Frielin- bronce [Pflug, 1988: 71, figs. 5 y 61. pero hay casos
ghaus (20111 y que se basa en el enorme conjunto con una base de cresta semirígida anteroposte-
de Olimpia y en un desarrollo tipológico funcional rior, quizá por influencia de los modelos ilirios
dada la ausencia de estratigrafía arqueológica [Kunze, 1961: 61; Pflug, 1988: 390-391).
para estos cascos, pero que se viene sosteniendo,
al menos en Lo que a tendencia evolutiva se re- La Fase 11 [Kukahn, 1936: 32; Pflug, 1988: 73:
fiere en una cronología relativa que los estudios Frielinghaus, 2011: 22) es la que más nos inte-
tecnológicos [Blyth, 1977 en adelante) tienden a resa aquí, y corresponde a una segunda gran
confirmar en sus líneas generales. Se pueden de- etapa en el desarrollo de Los cascos corintios.
finir varias fases dentro de la evolución del casco Abarca a grandes rasgos. entre la segunda mitad
corintio que a su vez incluyen distintos 'tipos· no del siglo VIl a. C. y mediados del VI a. C. (vid. Fig.
pocas veces problemáticos por solapados en sus 351. Iconográficamente, el tipo está b1en repre-
rasgos y llenos de modelos híbridos. rasgo este sentado en los cascos de Los guerreros de la cele-
que es por otro lado característico del modelo ar- bérrima Olpe Chigi protocorintia del 640 a. C.
mamentístico de toda la antigüedad (e.g. Que- (Hurwit, 2002). La principal modificación res-
sada. 1997a: 229-2301. pecto a la fase anterior es una gradual y progre-
siva modificación de los perfiles de la ca lota y La-
terales para adaptar mejor el casco a la forma de

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180 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5. lAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

0 C arc1 e ística~
Variante A
¿
Ya en la prime m muad del siglo VIl a C. lo~ cascos Ca~co de una ptclll
tienden a convertirse en mas curvo~ y lener tm
guardanuca corto, que la va dist i nglllcndo cada vez
mas de las carrillems
0
...
o

i, _ Estilo de tr an~icó n temprano: Ca~o


con cresta y embrión de protet:ción na!>al.
corintio
Yuriante B
Casco de dos ptc7_a~

Estilo principal: La trasem parte cae abruptamen-


te, muestra umt c~otadur lateral. protector de la
nuca ligeramente hacia afuera. aperturas oculares
bajas.

Carc t erís ti ca~


Sc'J)araci6n dcfimdu de la protCj;Ctón de la nuca y
l a~ carrillera• por cortes l atcrk~. los cuales
avanzan progre,tvameote hawt el centro de los
lados: la volummo'a cal01a cada vez mas se
convtene en un elemento independtente La frente
y el protector na,.ul '>OD ~ pe,ad~. Mendo e.te
ultimo tarabtén ma~ largo. El upo definido como
Grupo de Flores de Loto con ceja' que sobresalen
combina lo ~ e;.ttlos 2 y 3.

Durante el siglo VI a. C. continua dc,atTolláudose


la división entre la en lota y el resto dd casco.

Curactcrístí ca' (desde el tercer cuarto del siglo V1 a C .. predominantemente


Lo~ elementos que lo defmen son 1.1 sepamctóo de cu el sur d~: ltahn)
la calota y la t.:ndencia bacin una anuadurd ma~
., ligera hace que los coseos seautamb1énmas ligeros Grupo Hcnuioue G rupo Lamín

-.;
dc peso. Prcdomma la calota carenada. Encootra-
-g mos dos grupo'> princtpales ambos conviven simul-
:¡ táneamente dt....,dt: el 530 a. e. por 010\ de 50 años.

Figura 35. Cuadro-resumen de características evolutivas del casco corintio según Pflug (19881, con énfasis en la
Fase 2, (modi ficado de Manti, 20111.

la cabeza humana, consiguiendo, en combinación 1988: Abb. 11-12) el frontal apenas se distingue
con el revestimiento interior de materia orgánica, de la fase anterior; es la vista lateral la que marca
mayor adaptación, comodidad y protección. En La diferencia en dos detalles: La nuca y la base del
los ejemplares más antiguos de la Fase 11 (Pflug, casco.

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS OEL AJUAR FUNERARIO 181
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCIA GONZALEZ

En efecto, la morfología de las paredes laterales Tras una fase de transición, bien marcada por
s e adapta mejor a La forma de la cabeza (Pflug, ejemplares de Olimpia (Frielinghaus. 2011: 23,
1988: 73; Frielighaus, 2011: 22] y aparece una La m. 14, 061, 062; también Pflug, 1988: N.Cat.
marcada curvatura de la zona de La nuca, que 24,26] y que evoluciona rápidamente desde los
proporciona una mayor protección de esta zona. modelos de la Fase 1, se comienzan a definir algu-
La transición entre la calota y Los laterales se nas variantes tipológicamente heterogénas, ar-
puede presentar en perfil, redondeada [gerun- caicas. en las que ahora no nos detendremos
dete Form de Pflug, 1988: Abb. 10; Frielinghaus. [Frielinghaus. 2011: 23-241. y que se prolongan
2011 : 23, fig. 3 arriba] o ligeramente angulosa. hasta mediados del siglo VI a . C.
tendiendo hacia La carena [priignante Form. ibí-
dem); ambas soluciones se producen simultá- Junto a la serie principal definida en Olimpia,
neamente (Pflug. 1988: 74; Frielinghaus, 2011: dentro de esta Fase 11 encontramos varios grupos
22- 23] pero la segunda tendrá más recorrido en de cascos con marcada personalidad, especial-
el tiempo. La base del casco sigue siendo sus- mente por su decoración, de entre los cuales los
tancialmente horizontal de nuca a barbilla, pero relevantes para nuestro estudio son básicamente
la forma global puede ser crecientemente cur- tres . o quizá cuatro. basados en una caleta de
vada, cóncava. con una tendencia al alarga- forma redondeada no carenada. Frielinghaus
miento del extremo frontal de las carrilleras. [2011: 281 recalca la rareza comparativa en Olim-
que se van haciendo más apuntadas (Frielin- pia de Los cascos muy ornamentados (como el de
ghaus, 2011: 25). En el borde inferior del casco Málaga!. pese a lo que se documentan algunos
(Helmrand) aparece a cada lado una escotadura ejemplares con palmetas sobre la frente y deco-
que pueden ser ancha y redondeada [flacher ración zoomorfa en los laterales, como e l caba llo
Ausschnitt mlt gerundeten Eckenl y que se extin- del casco 0377 [Lám. 42, 1-21.
guió hacia el570 a. C. (Plfug, 1988: 76] o una es-
cotadura en ángulo agudo hacia arriba (Seiten- En primer lugar. el más antiguo, es el conjunto de
zwickel). Estas escotaduras aparecen y se los agrupados bajo la denominación de Myros-Gru-
desarrollan simultáneamente, y tienden a ir ppe, así llamado por el casco de Olimpia y conser-
avanzando de la zona trasera hacia la parte cen- vado en Budapest que lleva inscrito este nombre
tral del casco, bajo la oreja e incluso más ade- (Kunze, 1961: 77-128: Frielinghaus, 2011 : 34-35;
lante (Pflug, 1988: 74; Frielinghaus, 2011: 251. Pflug, 1988: 75). que se desarrolla entre la se-
Formas de escotadura y formas de calota se gunda mitad del siglo VIl a. C. y segundo cuarto
combinan en todas las posibilidades (Frielin- del VI a. C. (Frielinghaus, 2011: 341 y que posible-
ghaus, 2011: 22). mente tiene un origen peloponesio (Frielinghaus,
2011 : 40-41). Estos cascos presentan las caracte-
Los primeros cascos de esta fase tan variada tie- rísticas ya descritas, con escotaduras redondea-
nen un espesor medio con un ligero engrosa- das retrasadas, huecos muy anchos para los ojos.
miento en la parte delantera y el protector nasal y nasal redondeado y relativamente corto. y están
(Frielinghaus. 2011 : 281. Modelos posteriores acompañados de un repertorio decorativo donde
dentro de esta tipología aumentaran el grosor ge- el protector nasal y la base del casco están a ve-
neral de la lámina de metal, lo que los convertirá ces decorados de manera sobria con bandas,
en cascos muy sólidos y pesados (Pflug, 1988: ovas y motivos circulares. El grupo Myros original
791. En general, la evolución se concentra en tuvo imitaciones en diferentes talleres con va-
unas carrilleras progresivamente más alargadas riantes formales y decorativas. pero no parece
y un nasal más masivo [Pflug. 1988: 77) haber tenido talleres en el Mediterráneo Central
(Pflug. 1988: 761
Ya desde el principio hay indicios -discutibles- de
fabricación itálica de algunos cascos de este grupo El segundo grupo, que se aproxima más a los
[Pflug, 1988: 76 y fig. 13). pero desde muy princi- rasgos del casco de Málaga. se caracteriza por
pios del siglo VI a. C. esto es casi una certeza. los rasgos propios de la Fase 11 con escotaduras
bajas laterales en ángu lo, pero sobre todo por
una rica decoración (normalmente incisa, a

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182 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5 lAS ARMAS DE lA TUMBA DEL GUERRERO DE MAlAGA

veces en relieve) en forma de flor de loto lo de características podrían incluso proceder de la


palmeta. o una combinación de ambas 19) en la Magna Grecia !cascos Ok, 0371, 0373).
frente. sobre las aperturas oculares. y que suele
estar enmarcada en un motivo decorativo que si- A estos grupos ya definidos desde hace décadas
mula las cejas. Este conjunto de cascos. a veces se añade ahora un cuarto conjunto de cascos
de forma relativamente heterogénea. ha sido englobados bajo la denominación de Nikosia-Gru-
agrupado por La investigación dentro del deno- ppe (Frielinghaus, 2011: 36-38) por una pieza
minado Lotusblüten-Gruppe o Grupo de flores de epónima chipriota muy suntuosa. Incluye ejem-
Loto (Kukahn. 1936: 33; Pflug. 1988: 79: Frielin- plares que, aunque con cierta heterogeneidad en
ghaus. 2011: 33). Se desarrolla en torno a las dé- su tipología, se caracterizan por presentar una
cadas centrales del siglo VI a. C. y suele caracte- parte frontal y protector nasal muy engrosados lo
rizarse por calota redondeada. escotaduras que les confiere un aspecto muy robusto y un
apuntadas en el centro del Lateral de la base del peso elevado. Su desarrollo abarca desde finales
casco, a menudo cejas en relieve y sobre todo del siglo VIl a. C al tercer cuarto del VI a. C. El
una rica decoración del frontal sobre el nasal, ejemplar del tipo más característico en Olimpia
que es masivo, superando los 6 mm de grosor. presenta perforaciones en la base para el revesti-
En los cascos más próximos entre sí, el pico su- miento interno (Frielinghaus, 2011: 011, Lám. 49:
perior de la carrillera, bajo el ojo, se levanta le- 3-4) y una carena visible entre la calota y el late-
vemente. Ninguno de estos cascos presenta ral, además de amplio guardanuca, como el pro-
perforaciones para el revestimiento interno. Es- pio ejemplar del Museo de Nicosia. Debería ser
tos cascos son excepcionalmente pesados. y un modelo avanzado dentro del siglo VI a. C., aun-
Pflug los considera [1988 : 79-80) un subgrupo o que hay otros más antiguos. Su dispersión crono-
derivación del Grupo de Myros. con posibles talle- lógica en apariencia es muy amplia, desde muy
res en Calcis IEubeaiiPflug, 1988:811 a partir de principios del siglo VI a. C. hasta quizá finales de
paralelos con vasos de Figuras negras de esa la centuria; y lo mismo ocurre con La geográfica:
procedencia. Es notable que los ejemplares ca- Olimpia y Oelfos, pero también norte de Grecia.
nónicos del grupo no aparecen en Olimpia, aun- Chipre, un pecio frente a La costa de Israel IRa-
que sí algunos con decoraciones más o menos dan. 1961 : PL. 36A-8) y también y sobre todo en el
relacionadas (Frielinghaus, 2011: 331 como el sur y centro de Italia con al menos media docena
casco Ok llám. 36, 2-3) próximo formalmente al de ejemplares, entre ellos el antiguo de La tumba
de Málaga y que el autor fecha en el segundo 491 de la necrópolis de Banzi (Russo, 2001: 77, n.
cuarto del siglo VI a. C., o el O 370 (Lám. 37, 3-41. cat. 9 y Fig. p. 69) del primer cuarto del siglo VI a.
C., y el avanzado de La tumba 76 de Chiaromonte
Sin embargo, el mismo autor emparenta este de la segunda mitad del siglo VI a. C. según Bot-
grupo con otro similar, aunque con detalles dis- tini (2013) (vid. infro Fig. 53: 5).
tintos, de posible producción en la Magna Grecia
(Pflug, 1988: 82-83 y Fig. 191. caracterizado sobre Frielinghaus (2011: 38, n.15"6l también atribuye el
todo por las cejas en relieve muy prominentes casco de Giglio en este grupo. Esta pieza, hallada
(Pflug, 1988: Fig. 20-21; Fig. 19); este grupo pa- bajo el agua en un pecio cerca de la isla de Elba, y
rece semejante con el propuesto por Frielinghaus luego sustraída y Llevada a Alemania (Fig. 36) pa-
para la misma procedencia. del que hay un ejem- rece estar asociada a cerámica corintia de fines del
plar en Olimpia !Frielinghaus, 2011: 34 y Lám. 38, siglo VIl a. C. o primeras dos décadas del VI a . C.
3-4, casco 0373). El modelo formal, la decoración !Bound, 1990: 4: Hasssel, 1963: 191 y Tafel 271. For-
en forma de hileras de pequeños remaches en re- malmente no está Lejos del casco de Málaga
lieve. y el peso elevado de estos cascos son muy (Bound, 1990; Hassel, 1963) y su decoración (ser-
próximos al casco de Málaga, no así las cejas re- pientes combinadas con palmeta sencilla sobre la
pujadas. ausentes así como también las perfora- frente, animales (en este caso jabalíes) sobre las
ciones. Frielinghaus (2011: 41) considera. con re- carrilleras, y aspecto masivo, están entre los mejo-
servas, que algunos cascos de Olimpia de estas res paralelos conocidos para La pieza malagueña.

19 Algunos cascos portan una combinación de flor de loto y palmeta sobre la frente, caso de un ejemplar de Olimpia (Frie-

Linghaus 2011: 31 y Lám. 341. o de otro en Basilea (Cahn. 1989: 10-121. ambos ya del s1glo VI a.C.

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 183
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Fig. 36. Casco·hallado en el mar cerca de la isla de Giglio [Italia).

Como hemos visto, se constata una más que pro- definir en paralelo a la línea básica de cascos ·co-
bable producción de cascos de la Fase 11 tanto en rintios· un tipo 'pseudocorintio· de origen laconio
Grecia como en el sur de Italia, y aparecen nume- que en todo caso no afecta a nuestro estudio.
rosos grupos, tipos, variantes e hibridaciones que
hacen difícil una seriación nítida. Si en la Fase 1 La Fase 111 (Kukahn, 1936: 34; Pflug, 1988: 87;
aparecen a lgunos cascos tanto en Etruria como Frielinghaus, 2011: 41 ssl. que se desarrolla a
en la Campania, la explosión de hallazgos suritá- partir de la segunda mitad del siglo VI a. C., sobre
licos en la Fase 11 tanto en la Magna Grecia como el 550 a. C., (vid. Fig. 351 supone una transforma-
en el Piceno es tan llamativa como su ausencia ción en la morfología del casco con la aparición
en Sicilia y en Etruria (mapa significativo en Pflug, de una carena muy marcada de separación o in-
1988: 101, Fig 481. En particular, la frontera entre flexión entre la calota. más apuntada. y el resto
cascos del Lotusblütte Gruppe, el heterogéneo Ni- de la pieza. La calota además puede tener una
kosia Gruppe y los cascos de cejas marcadas y as- flexión anteroposterior, que actúa en caso de
pecto pesado del siglo VI a. C. en la Magna Grecia golpe como la clave de un arco El protector nasal
es más que borrosa en ocasiones. es fino y alargado, y tiende a acabar en punta. La
carrillera se proyecta mucho hacia la boca, ce-
Menos éxito ha tenido la propuesta de Dezséi rrando prácticamente la cara. y sobre todo hacia
(1 998: 47 ss. y Fig. 31 en relación con el origen abajo. protegiendo la vulnerable zona del cuello y
oriental de los cascos metálicos griegos desde clavícu la. Ya no hay pues una prolongación hori-
modelos asirios pasando por el tipo Kegel, de zontal del borde inferior del casco, que ahora es

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CAPITULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

horizontal de la nuca a la base de la oreja, pero añadidas en sentido este-oeste o a la inversa. y


fuertemente apuntada hacia abajo, hacia el pe- en momentos dispares.
cho, en las carrilleras. En general, se trata de
cascos más ligeros y de paredes más finas que El modelo de desarrollo unilineal clásico, visible
las versiones anteriores. como hemos visto, y con por ejemplo en trabajos hasta mediados de los
un metal más endurecido por martillado y a me- años ochenta del siglo XX le.g. Dintsis, 1986: 87-
nudo sin tratamiento por recocido. 95 Beil. 6) (Fig. 37) ya no es sostenible: todo indica
que hay variaciones regionales que evolucionaron
Dentro de esta fase se distinguen sobre todo dos a diferente ritmo, y superposiciones y solapa-
subgrupos. los denominados Hermíone-Gruppe y mientos en modificaciones morfológicas (Pflug.
Lamia-Gruppe (Pflug, 1988: 89 ss.l. que se desa- 1988: 74; Frielinghaus. 2011: 28). aunque dentro,
rrollan de forma paralela hacia la segunda mitad eso sí. de un cuadro evolutivo cognoscible.
del siglo VI a. C. y que presentan respectivamente
un 'frontón' o 'hastial' (Stirngiebell marcadamente A nuestro modo de ver, y dentro de una tendencia
apuntado hacia arriba sobre la frente (Hermionel o evolutiva global (aligeramiento. anatomfa más
un arco más suave acompañado a menudo, por adaptada. separación entre calota y laterales.
debajo. de cejas en relieve (Lamia) (vid. Fig. 351. alargamiento de las carrilleras, base angulada,
etc.) la variedad de talleres y el trabajo artesanal
Uno de Los escasísimos cascos arcaicos comple- dio lugar sin duda a multitud de fenómenos loca-
tos hallados en un buen contexto arqueológico les, hibridaciones y cambios no siempre orienta-
con datación muy precisa (la rampa de asedio dos de modo unidireccional en los detalles. sino
persa en el asedio de Pafos. en Chipre. en el 498 formando más bien una malla o red de interin-
a. C.) es un ejemplo transicional entre los cascos fluencias, y que la tradición tipológica germánica
de la Fase 11 y el grupo de Lamia. Su nuca muy maneja con cierta incomodidad. Al fin y al cabo, y
marcada y carena claramente indicada en la ca- salvo en talleres concretos, un artesano del metal
lota nos llevan ya a la Fase 111. mientras que la no estaría pensando en términos de tipología y ti-
apertura de los ojos, todavía grande y redon- pografía arqueológica, de 'Nikossia-Gruppe' o
deada. las carrilleras poco apuntadas hacia abajo, 'fvfyros-Gruppe· cerrados. por lo que cabe esperar
la decoración de flor de loto con palmeta de la hibridaciones y variaciones casi al ritmo de una
frente y el nasal potente y redondeado son todavía por casco. teniendo en cuenta que sólo nos ha lle-
rasgos arcaicos. No es de extrañar pues que A. gado una ínfima fracción de los originalmente
Snodgrass (1984) tenga dificultades con la data- producidos entre los siglos VIl y el IV a. C.. e in-
ción y proponga que el casco tenía dos generacio- cluso dentro del siglo VI a. C. Conviene pues tener
nes de uso cuando acabó enterrado en Pafos. En esta reflexión en cuenta a la hora de clasificar el
todo caso. es un modelo que pese a la decoración casco de Málaga. Por ejemplo, el casco número
vegetal en la frente y los motivos animales (leo- 25 del catálogo de Pflug (1988: 25. 403) se define
nes en este caso) en las carrilleras. es mucho como un ejemplo excepcional del Grupo de fvfyros
más evolucionado que el casco de Málaga. (1988:791 pese a su excelente flor de loto en el
frontal y su escotadura apuntada, mientras que el
Dicho todo esto, y sin perjuicio de la validez del casco -muy semejante y que a primera vista se
esquema refinado ya hace décadas por Pflug confunde con el anterior si se ve de frente- del
(1988) y seguido por Frielinghaus (20111. cuya va- Allard Pierson Museum (Pflug, 1988: 80, Abb.16-
lidez general parece asentada, debemos recordar 17) se considera buen ejemplo del Lotusblütten
que muchos rasgos tipológicos pueden deberse Gruppe.
no tanto a una evolución en el tiempo sino a la
producción en talleres diferentes. como ha suge- 5.3. El casco de la Tumba del Guerrero de
rido también A. Bottini (2013: 371. talleres que Málaga en el contexto de los cascos corin-
pueden haber estado asentados en lugares tan tios de la Península Ibérica
distantes como el Peloponeso y la Magna Grecia.
El ritmo evolutivo pudo haber sido diferente en El casco de Málaga tiene la enorme importancia
distintas regiones. con mejoras o variaciones de ser el primero hallado en contexto arqueoló-
gico en la Península Ibérica. y el cuarto conocido

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10 EN LA MALAGA FENICIA DEL SIG LOVIA.C."
" pp• 145-230. ISBN 978·84-9959-307-4
186 LA TUMBA
PARTE DEL GU~: L
TERCERA. DEL AJUAR FUNERAR
CAPITULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

en números absolutos: contextualízaremos pues


nuestro hallazgo en dicho marco. Los tres cascos
hasta ahora conocidos parecen proceder de con-
textos acuáticos y son, por orden de datación, los
del Guadalete/Jerez. la ría de Huelva. y el del
Guadalquivir/Sanlúcar. Estos hallazgos acuáticos
pueden leerse en un contexto de ritualidad colo-
nial pero más probablemente en un contexto indí-
gena de /ongue duree que se remonta a la Edad
del Bronce y perdura hasta época romana [tende-
mos a coincidir con esta visión expresada en úl-
timo lugar en Graells y Lorrio. 20131.

Pero el casco de Málaga es pues contextualmente


distinto al proceder de una sepultura excavada
con metodología arqueológica.

El ejemplar del río Guadalete/Jerez [Fig . 381 fue


hallado en 1938 en el lecho de este cauce fluvial.
cerca de Jerez de la Frontera [Pemán, 1941; Gar-
cía y Bellido, 1948: 11. 82-83, Lám. XIX; Snodgrass.
1964: 21. Jiménez, 2002: 236 ss. y 411-412; Figura 38. Casco hallado en el río Guadalete, actual-
Graells y Lorrio, 2013: 159; Graells. 2014a: 971. En mente en el Museo de Jerez de la Frontera [Cádizl.
buen estado de conservación. únicamente había Foto: J. Virués.
perdido la protección nasal (posiblemente arran-
cada]. Presenta tres grapas de bronce en la nuca. todo caso, Shefton partía de La base de que una
la zona sagital y la parte superior. Pesa en su es- perforación visible en el casco era un testimonio
tado actual 1.454 Kg y el grosor medio de la de combate; pero el análisis ulterior realizado por
chapa. bastante homogénea. es de 8 mm; el S. Rovira y M. Sanz muestra que el orificio cua-
bronce es binario con un muy elevado contenido drangular fue hecho desde dentro hacia afuera
del 15% de estaño. Tiene orificios perimetrales (Olmos, 1988: 65-66]. lo que es consistente con un
para el forro interior. Los rasgos arcaicos de su golpe de clavo o de regatón griego (los hay cua-
morfología. junto a detalles como la existencia de drados] en una inutilización ritual que podría aso-
estas grapas. destinadas a la sujeción de un pe- ciarse a su exhibición. clavado sobre un poste
nacho, han servido de base para una propuesta (Gabaldón, 2004: 159]. costumbre bien documen-
cronológica de Fase 1 centrada en el primer tada para la 11 Edad del Hierro en el nordeste his-
cuarto del siglo VIl a. C.. un casco extremada- pano (Gabaldón. 2004: 353-3551. Pero que tam-
mente antiguo (Snodgrass, 1964: 22-27 se inclina bién podría asociarse al sacrificio en las aguas
por las primeras décadas del siglo VIl a. C.. entre de un arma inutilizada [Graells. 2014a: 97 es el
su Grupo 1 y 2; Shefton. 1982: 345; Olmos, 1988: último exponente de esta ideal. quizá por un prín-
55-56; Jiménez. 2002: 237; Graells. 2014a: 971. cipe local al que se hubiera entregado como don,
mucho antes del supuesto viaje de Coleo de Sa- o quizá por un navegante griego, ya que hoy sabe-
mas hacia el 640 a. C. Ante esto, Olmos propone mos de la presencia griega, quizá eubea o corin-
que quizá el casco llegara a Iberia décadas des- tia. en la zona desde el siglo VIII a. C. (Domínguez
pués de su fabricación (Olmos, 1988: 561. lo que Monedero. 20131. o por un navegante fenicio. Nos
es posible pero no necesario; Shefton lo atribuía. hemos entretenido en todas estas incertidum-
aceptando una data anterior al 640 a. C.. a un bres y ambigüedades porque en seguida veremos
mercenario griego al servicio de los fenicios que que son de similar naturaleza a las que nos en-
habría caído en combate en Iberia. o quizá a un contraremos con nuestro casco malagueño; en
botín capturado (se sobreentiende que por un realidad con toda la tumba y su contenido. A la bi-
hispano] en el Mediterráneo central y traído a la bliografía sobre esta pieza debemos ahora añadir
Península. donde acabaría perdido en un río. En

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 187
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCfA GONZÁLEZ

Figura 40. Casco hallado en el río Guadalquivir !Tiem-


blo. 1994).

Figura 39. Casco hallado en la Ría de Huelva. Foto: Real


Academia de la Historia. res tauración moderna (Rovira. 1994). lo que evi-
dencia una manipulación antes de su venta a un
coleccionista en la década de los años 70. Se le
el estudio contextual de Domínguez Monedero ha otorgado una cronología de avanzado el siglo
12018 e.pl. VI a. C. [Tiemblo, 1994); Graells y Lorrio, 2013:
160; Graells, 20 14a : 981.
El casco de la Ría de Huelva [Fig. 39) fue descu-
bierto en 1930, en unos trabajos de dragado (Al- 5.4. Descripción del casco de la Tumba del
belda y Obermaier, 1931 ; Olmos, 1988; Jiménez, Guerrero de Málaga
2002: 237-238; Graells y Lorrio, 2013: 159;
Graells, 2014a: 971. Se caracteriza por una de- Como hemos puesto de manifiesto el casco ob-
fensa nasal alargada y lanceolada y dos abertu- jeto de este estudio presentaba unas deficientes
ras oculares de forma almendrada. La calota de condiciones de conservación debido a la corro-
esta pieza es extremadamente fina en la parte sión del metal. Asimismo, el hecho de encon-
alta [13 micras -milésimas de milímetro- apunta trarse situado oculto bajo unos bloques de pie-
Olmos, 1988: 57) y tiene un nasa l muy grueso de dra, en una estructura funeraria inserta en el
12,5 mm. El borde inferior presenta dos escota- relleno terrígeno y soportando una gran presión
duras. Está decorado, y se aprecia al menos una fueron factores determinantes para provocar que
banda de círculos troquelados a lo largo del la calota terminara colapsando hacia el interior
borde de la protección nasal y ojos. dos palmetas del casco. pero no intencionalmente. Tampoco
que decoran el extremo de las aperturas ocula- muestra golpes tajantes. claras perforaciones in-
res y dos en forma de loto en las escotaduras la- tencionales o abolladuras masivas por aplasta-
terales. Presenta una rotura en su parte trasera miento intencional como en muchos cascos de la
y está ligeramente deformado. Se puede datar en Edad del Hierro de la Península Ibérica le.g. Que-
la Fase 11, sobre el 550-525 a. C. dentro de la va- sada , 1997b passim) o como en tantos cascos de
riante 'pragnonte Form' de Pflug [1988: Abb. 10; santuarios griegos donde el nasal aparece ple-
85-86). quien propone para el grupo al que se gado hacia la frente, o las carrilleras rígidas ple-
adscribe este casco una producción griega en la gadas. además de perforaciones de fijación a
Italia meridional. postes y paredes (Jackson, 1983; Gabaldón, 2004:
154-161). En nuestro casco. el único rasgo de
El hallazgo más reciente - y del casco más tar- más que probable inutilización intencional es que
dío- se produjo avanzado el siglo XX en el lecho las dos piezas cubre-mejillas aparecen 'empuja-
del río Guada lquivir (Fig. 401. en Sanlúcar deBa- das', forzadas hasta unirse entre sí, cerrando
rrameda, aunque existen dudas sobre su origen todo el espacio para la boca, bajo e l nasal. Adicio-
[Jiménez, 2002: 237). Presenta en la zona de la nalmente, en el lateral izquierdo del casco, a la
protección nasal y la nuca marcas de una altura del parietal, hay una abolladura rehundida

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CAPITULO 5 LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MALAGA

que los restauradores consideran producida du-


rante el periodo de uso del casco [Rodríguez y
Núñez. 2015: 141).

Una vez acometida la limpieza. restauración y


consolidación de la pieza 20 se pudo corroborar la
deformación que en la zona de la calota presen-
taba el casco y la pérdida de material metálico.
Por lo tanto este factor no ha permitido que el
casco pudiera remontarse en su morfología origi-
nal precisa [vid. Fig. 33).

El casco, como es usual en este tipo de piezas,


presenta una morfología que se adapta a la ca-
beza. con un ligero ensanchamiento en su parte
central que otorga más espacio a la zona de los Figura 41. Detalle de la escotadura de la base de l late-
huesos frontal, parietal y temporal. No presenta ral izquierdo del casco con decoración de palmeta s o-
la característica carena sobre el parietal y frontal bre ella.
propia de la Fase 111 de Pflug [a partir sobre todo
del último tercio del siglo VI a. C.) mantiene un perfil recto. sino ligeramente si-
nuoso. sobre todo en el tramo que discurre bajo
La calota. aun con la premisa de la notable defor- el cubremejillas. Las aperturas oculares. de
midad ya mencionada, es ligeramente apuntada forma almendrada. se unen en un protector nasal
en su parte central. El cubrenuca presenta una largo y bulboso y muy grueso como se ha dicho;
curvatura acusada hacia el exterior. El borde infe- es estrecho en su arranque superior y se va en-
rior se encuentra interrumpido en su parte cen- sanchando en forma de gota, acabando en un ex-
tral por una escotadura en ángulo [Fig. 41] y no tremo redondeado [Fig. 42].

Figura 42. Detalle de l potente nasal del casco y la palmeta s obre él.

20 Vid. capítulo 16 de la presente monografía.

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 189
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVI D GARCfA GONZÁLEl

2 mm gr, es muy superior a la media, y tiene que ver con


su tipo arcaico pesado, pero también con su
conservación actual. El nasal de Málaga es
considerablemente más grueso que la media de
otros cascos corintios conocidos !Fig. 44) y que
los cascos tipológicamente más cercanos de
Olimpia 21 o Delfos 22 •

La parte interior de la calota muestra restos de


lmm clavos/remaches, doblados para impedir que se
proyecten hacia el cráneo, que quizá sirvieran
para asegurar el recubrimiento interior de mate-
ria orgánica antes mencionado. Los aná lisis rea-
lizados por V. Mengiano 23 indicaron que la mues-
tra terrosa analizada, extraída de la cara interior
del casco. presentaba materia orgánica adherida
Figura 43. Grosores conservados del casco de Málaga que se analizó ópticamente (microscopio óptico y
e n d istintos puntos. lupa binocular con luz polarizada) y posterior-
mente químico ["ebullición en una solución de
Estas circunstancias imposibilitan proporcionar NaOH -hidróxido de sodio o soso cáustica- al 1%")
con precisión Las medidas originales del casco, para tratar de determinar el carácter vegetal o
que en su estado actual son aproximadamente de animal de la misma. El aná lisis descartó el carác-
29 cm de alto, 23 cm de ancho, una profundidad ter vegetal pero confirmó el carácter animal aun-
de 31 cm y un peso de 2.246,4 gr. tras su que sin poder detectar estructura biológica. Se
restauración. Como es normal en estos cascos de propone tentativamente que se trate de cuero. Sin
metal batido manualmente, el grosor de la lámina embargo, en el mundo antiguo es mucho más
broncínea varía sustancialmente de una parte a frecuente el empleo de borra o fieltro de origen
otra de la pieza, y así ocurre en nuestro casco, animal. acolchado y absorbente del sudor.
pese a su marcada corrosión. Aunque los valores
están hinchados, sobre todo en el nasal, nos dan En todo caso, el casco no presenta perforaciones
una idea del rango de grosores [Fig. 43]. En la perimetrales para la fijación de ese acolchado o
zona del parietal, sobre la nuca, el casco tiene su recubrimiento interior. Esta ausencia es normal
menor grosor, de 1 mm: en la zona del hueso en muchos cascos corintios del siglo VI a. C.
frontal sube a 2 mm; que alcanzan los 4-5 mm en
la zona de la cara, en torno a los huecos para los La posibilidad de que pudiera haber portado en
ojos. En el borde inferior, a la altura de la origen algún tipo de penacho, cimera o cresta, se
escotadura lateral. el casco tiene un grosor de 3 corrobora dado que el casco presenta una pe-
mm. Finalmente el nasal, muy exfoliado y por queña pieza apuntada de 1, 7 x O, 7 cm en la parte
tanto engrosado, alcanza los 14 mm [entre los superior de la calota, desplazada hacia el frontal
ojos] hasta llegar a un máximo de 18 mm en la [Fig. 45, arriba). y de un remache adicional a la al-
punta. Como decimos, estos valores están a lgo tura de la sien derecha [Fig. 45, abajo]. No se ha
exagerados, aunque no es posible decir cuánto; conservado su equivalente simétrico en el lado iz-
pero la tendencia que muestran es plenamente quierdo, si bien es cierto que esta zona del casco
consistente con el conjunto de cascos conocidos, se encontraba muy dañada y con pérdida de ma-
y hacen de la pieza de Málaga un casco robusto y terial. Como hemos visto, este rasgo es habitual
sólido, plenamente funcional. El peso, de 2.246 en los cascos griegos, incluyendo los corintios.

11 El grosor del protector nasal oscila en Olimpia entre los 9 a 11 mm; lnv. 8428. 86091, 81497, 82669[Frielinghaus, 2011:
294-2951.
n En este caso los grosores del protector nasal se sitúan entre los 0.6-0,9 mm [Frielinghaus, 2007: 162- 163, lnv. 2678, 4473,
3174,30731.
13 Vid. capitulo 16 de la presente monografía.

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190 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPÍTULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MALAGA

TIPO GROSOR PESO REFEIU:'\U-\


Casco de la Tumba del Guerrero Nasal: 14-18 mm 2,246 gr ver texto
de Málaga (675-650 a. C.) FrontaVojos: 5-8 mm
Calota frontal: 2 mm
Calota trasera: 1 mm
Borde inferior: 3 mm
Casco Kegel de Argos Frontal y nuca: 3,3 mm 2,050 gr Jarva, 1995
(final siglo vm a. C.) Resto: entre 2-3 mm Courbin, 1957
Casco Guadalete/Jcre; Medio y homogéneo 1,454 gr Olmos. 1988
de8mm
Casco de Huelva Nasal: 12.5 mm Olmos. 1988
Calota posterior: 1,2-1,3 mm
Borde inferior: 2.5 nun
Allard Picrson Muscum 2,190 gr
Colección Privada Nasal: 5.9-9 mm Pflug. 1988: 003, K25,
Cuerpo: 1.3-3.2 mm lam. color 1
H:ufa (Israel) Nasal: 11 mm Kagan y Viggiano. 2013
(mtt.td del siglo VI a. C.) Cuerpo: < 2mm
r--
Olimpia (MI894/BE529) Nasal: 9 mm 1.530 gr Frielinghaus. 2011:293,
Nikosia Grnppc Borde in!crior: 1.5 mm TF54: 1-2
Olímpm (~4 BE868, B4198) Nasal: 7-8 mm 1.462 gr Frielinghaus. 2011: 153.
Borde inferior: 1 mm TF38: 1-2
Metropolitao Museum Nasal: 6 mm I.U72gr Frielinghaus, 2011: 352
Nueva York (5.11.1 0) Geneml: 1.5-3mm
Pecio Cala Sant Vicenc 0,9 mm 1,870 gr Alvaret. 2008
(siglo VI a. C)
Varios (úpo corintio) 1.200-1,500 gr Jarva.2013: 134.n.91 7
(siglo VI a. C.)
Varios (tipo corintio) Nasal: 3-5 mm 900-1200 gr Blyth, 1977: Tabla 3.1
(siglo V n. c.) Calota: 0,8-J uun de media Jarva, 2013
FromaVmejillas: 0,75-1.5 mm
Hispano-calcidicos 1-2 mm oonnal basta 3 mm 1000 gr Graells el al.. 2014
frente y 6 mm nasal
Momefoninos 1-2 mm nonnal, hasta 5 nun 1800-2000 gr Junkclmann, 2000
(siglos rv-n a. C.) borde plegado inferior con carrilleras
850-1000 gr
sin carrilleras
Aguilar de Anguila 0,8 nun basta 4 mm en bordes Barril. 2003
Cascos imperiales romanos 0,8-1.5 nm1, l mm promedio J ,200-2.000 gr Junkelman"' 2000b
(siglo 1d. C.)
Cascos gradiatorios de Pompcya 1-1 mm: promedio 1.5 mm 3.300-6.800 gr Jw1kclmmm. 2000b
(siglo l d. C.) Visores: 1,8 llll1l Promedio
Bordes: 9-12 mm 4000 gr

Figura 44. Grosores y pesos medios aproximados de diferentes tipos de cascos antiguos

Una posibilidad es que el casco tuviera unas pie- hombro, incluso en la iconografía. caso de la fa-
zas metálicas muy exuberantes en forma de alas mosa estatuilla laconia del siglo VI a. C. del
o cuernos, como en el casco [de tipo y cronología Wadsworth Athenaeum Museum en Connecticut
similares) de la tumba 170 de Chiaromonte [Bot- IEEUU)[Lazenby, 1985: Pl. 3) o de algunas repre-
tini, 1993: 71-731 [vid. infra Fig. 531. Otra posibili- sentaciones sobre cerámica arcaica (Born y Han-
dad, quizá más factible por el tipo de soporte con- sen, 1994: Abb. 43, 45; 46, 53) o terracotas [Born y
servado. es la de un penacho o cresta de material Hansen, 1994: Abb. 56). Aunque a menudo seco-
orgánico. Conocemos ejemplos de crestas trans- menta que esta cresta transversal sería propia de
versales, es decir. orientadas de hombro a oficiales, y específicamente de oficiales

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS OEL AJUAR FUNERARIO 191
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCIA GONZÁLEZ

que tengan tres puntos de apoyo y sujeción, tanto si


son anteroposteriores (como en el caso del los cas-
cos hispano calcídicos, ver Graells y Lorrio, 2013;
Graells et al., 2014: 122, Fig. 148) como si son trans-
versales.

En la superficie del casco, muy corroída, no se


aprecian restos de sobredorado en la superficie
exterior, como la que se aplicó en lámina de oro al
casco de la bahía de Haifa [Israel), de tipo y deco-
ración similares a las del casco malagueño, aun-
que sin contexto arqueológico [vid. Fig. 50). Sin em-
bargo, de las analíticas practicada se extrae que se
aplicó estañado de la superficie del casco, que
pudo tener función tanto ornamental como de pro-
Figura 45. Detalle de las piezas de sujeción de la ci-
tección de la pieza contra la oxidación de la alea-
me ra en la parte superior [arriba) y lateral derecho del
ca s co labajol.
ción de bronce base del casco. En el análisis de los
metales llevados a cabo en el Instituto Andaluz de
Patrimonio Histórico por A. Gómez llama, sin em-
espartanos [e.g. Lazenby, 19851. no hay prueba bargo, la intención que "tanto en el reverso como en
alguna real de ello, y la idea puede deriva r de la el anverso del casco se conservan láminas del trata-
extrapolación de una cita de Vegecio quien afir ma, miento de estañado superficial de la aleación de co-
sobre los centuriones romanos, que portaban la bre''l' . El recubrimiento de las superficies de los
cresta transversa l , de hombro a hombro, y pla- cascos griegos con chapa de estaño es extraordi-
teada, como signo de rango en batalla [Vegecio, 2, nariamente raro [Manti, 2011 : 165 sólo conoce un
16, 3]. Por otro lado, también en el mundo itálico ejemplar del Museo Británico (GR1856.12- 26.616)
arcaico hay varios ejemplos de cascos corintios del siglo V a. C., considerado el objeto con superfi-
con crestas transversales metálicas [e.g. en la cie de estaño aplicada más antiguo del Mediterrá-
tumba 170 de Chiaromonte [Bottini, 1993: 71-73, neo, ver también Born, 2009: 119). Otra cosa es la
de un tipo próximo al de Málaga). o los cuernos pátina estañada inducida artificia l mente (Manti,
similares de la pieza AG308 de la antigua Colec- 2011: 8 para el concepto; 244 ss. para el análisis de
ción Guttman [Born y Hansen, 1994: Abb . 661. In- resultados) que a veces puede ser confundida con
cluso una cresta mixta metálica-orgánica trans- la natural producida por la corrosión en el tiempo.
versal sobre casco corintio apa rece representada Manti, tras un estud io detallado de una amplia
en u n guerrero en una espléndida hidria de muestra de cascos corintios, llega sin embargo a
bronce de Treia [Macerata, Museo Olivariano Pe- la conclusión de que "no ha sido posible identificar
sara) o incluso en uno de los cascos de gigantes evidencias de estañado {intencional] sobre los cas-
del friso norte esculpido del Tesoro de los Sifnios cos. Más bien, hay una clara evidencia de que los cas-
en Delfos de mediados o ú ltimo cuarto del siglo V cos eran pulidos hasta obtener una superficie lisa muy
a. C. [Born y Hansen, 1994: Abb. 68, 721. Por tanto brillante [ .. .] los datos indican que los fabricantes de
se trata de un fenómeno frecuente, pero en el cascos no emplearon el estañado como medio para
caso de Málaga si los element os laterales eran de endurecer la superficie de los cascos hasta ol menos
metal, se han perdido por completo, circunstan- el siglo Va. C. " (Manti, 2011: 2451. Queda por demos-
cia poco probable, o fueron desmontados antes trar cuál es el caso del casco de Málaga que, en el
de depositar el casco entre los bloques de piedra. caso de estañado intencional, habría tenido un as-
pecto más plateado que dorado [Born, 2009: 118-
Tanto si este tipo de piezas adoptan formas semirígi- 119 sobre estañados plateados añadidos).
das, como ·crestas' metálicas y orgánicas, o flexi-
bles, como penachos de crin, suele ser necesario

24
Vid. capítulo 16 de la presente monografía.

LA TUMBA DEL GUERRERO. UN ENTERRAMIENTO EXCEPCIONAL EN LA MÁLAGA FENICIA DEL SIGLO VI A. C. /1 PP. 1A5-230. 1SBN 978-84-9959-307-¿
192 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO S LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

Algunos cascos antiguos estaban pintados, según El análisis de isótopos para evaluar procedencia
se deduce de la iconografía y de algunos análisis del casco malagueño no es concluyente 26 y se
(Born, 2009: 117]. pero no hay rastro alguno docu- descarta una materia prima de la Península Ibé-
mentado en el casco de Málaga, como por otro rica apuntándose una proximidad [aunque no
lado cabía esperar. coincidencia) con mineralizaciones de Chipre .

S.S. Analítica y capacidad defensiva Hemos mencionado la variabilidad de grosores


que se da en la lámina metálica del casco de Má-
La mala conservación del casco y su completa mine- laga. Lo relevante es que esta variación de groso-
ralización impiden obtener un conocimiento deta- res era sin duda intencional, en los cascos corin-
llado de las técnicas de fabricación empleadas en tios y en realidad en la casi totalidad de los cascos
el mismo así como del tratamiento metalúrgico antiguos [vid. Fig. 441. La parte más reforzada
(al respecto, ver por ejemplo, y con amplia biblio- suele ser la que protege la cara; el nasal en los
grafía, Blyth, 1977, 1988, 1993; Born, 2009; Manti, tipos que lo tienen; las carrilleras o mejilleras y el
2011 l. El casco ha sido sometido a análisis meta- frontal en el resto, quedando la parte más alta de
lográfico25. Las muestras son consistentes en in- la calota y la zona de la nuca con los grosores me-
dicar un bronce binario sin plomo, pero con un nores. De este modo se combina la mayor protec-
bajo contenido en estaño (entre 4.8 y 7.2%1. aun- ción con un peso razonable.
que los autores advierten de que el porcentaje
está ligeramente alterado a la baja, 'condicionado En su tesis doctoral P. Blyth (19771 sobre la efec-
por el proceso de corrosión del metal; por lo que tividad de la protección corporal contra las armas
estiman que el bronce debía inicialmente conte- ofensivas en las Guerras Médicas [490-479 a. C.),
ner en torno al8% de Sn. el autor estudió una muestra de nueve cascos co-
rintios de época clásica, con resultados coheren-
Estudios modernos proporcionan un rango de en- tes, entre los que destaca la evidencia de que el
tre 7 y 14% de estaño en los cascos griegos, con lo grosor es irregular e intencionado [Blyth, 1977:
que el malagueño estaría en la parte baja de la 71 ss. y Tabla 3.1 l. La mayoría de los ejemplares
tabla !Born, 2009: 37 y Tabla 1; Manti, 2011: 154 alcanzan su mayor grosor en la zona del nasal
ss. con numerosas referencias previas). Un pro- [entre 2.75 y 5 mml; luego en la zona de la frente
medio en análisis de hasta 24 cascos en Berlín y mejillas [entre 0,75 y 1,5 mm]. mientras que los
arroja un contenido medio del 8,23% de Sn sin grosores menores, incluso por debajo de 1 mm,
una tendencia por periodo o tipo !Born, 2009: 371. quedan para la parte superior y la nuca.
Jarva (1995:134) recoge el ejemplo de un casco
corintio de Estocolmo cuyo contenido de Sn es del Más adelante Blyth [1988) insistió en que los
13%, lo que se considera excepcionalmente ele- cascos corintios antiguos se ablandaban me-
vado. Los tres cascos corintios de la Península diante recocido mientras que en el periodo 111 se
Ibérica previamente mencionados presentan por- endurecían mediante martillado intenso para
centajes de estaño mayores, de entre el 1O y el compensar el adelgazamiento de la chapa.
15%, aunque M. Hunt e l. Montero advierten de Desde luego, y a falta de análisis concluyentes
que las cifras superiores al 14% del casco del en el caso de Málaga, el peso y grosor de la
Guadalquivir y del Guadalete deben estar sobre- chapa nos llevan a esa primera o segunda fase.
valoradas por el tipo de analítica . En todo caso, se Sus análisis muestran para los cascos del pe-
valora como adecuado a efectos metalúrgicos y riodo 11 al que corresponde el casco de Málaga, y
de protección el porcentaje citado de 7-14% de los grupos de Myras, Nicasia, y del Loto, durezas
estaño, sin adición de plomo, en este tipo de cas- de hasta Vickers 109 se dan en el 41 % de los ca-
cos de chapa batida y recocida. En cuanto al peso, sos; de entre HV 110 y 149, en el38% de los ca-
un cobre con un contenido medio de estaño de en sos. Durezas superiores de entre HV 150 y 179
torno al 10% daría un peso (sin añadidos textiles) se dan solo en el 18% de los ejemplares, mien-
de 8,5-8.7 g/cm2 (Jarva, 1995: 1341. tras que bronces realmente duros de más de HV

~ Vid. capitulo 15 de la presente monografía.


26 Vid. capitulo 15 de la presente monografía.

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PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 193
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCfA GONZÁLEZ

180 sólo se dan en el3% de los casos 27 • Estos va- claro su propósito: la cubierto de bronce ya no es
lores de dureza son relativamente bajos y se han meramente una placa para impedir la penetración:
obtenido intencionalmente, al cont rario que en se ha convertido en una estructura paro distribuir la
épocas posteriores. cuando el 37 % de los cas- fuerzo del impacto, de modo que un golpe dirigido a
cos tenía una dureza superior a HV 150 y un 22% la nariz se transmitirá o la trente y carrilleras, y así
superior a HV 180. Según el estudio metalúrgico sucesivamente. La caloto se ensancha, proporcio-
y de efectividad de Blyth, los cascos de tipo co- nando mayar rigidez y más espacia para el farro in -
rintio proporcionaban en el 490 a. C. una más terior". Insiste luego en que en la tercera fase se
que adecuada protección contra las flechas per- mantuvo la rigidez pero disminuyendo el peso
sas, aunque las láminas de menos de 1,5 mm mediante una mayor dureza del metal [Blyth,
son demasiado delgadas para golpes de armas 1988: 2951. Trabajos posteriores siguen refirién-
más pesadas empuñadas. En e l caso de Grecia a dose a los de Blyth aunque con matices referidos
menudo se ablandaron intencionalmente cora- a los efectos de corrosión (e.g. Born, 2009: 991.
zas y cascos por recocido quizá para proporcio- Aunque puede hoy dudarse de una cabal com-
nar más resiliencia !capacidad de absorber prensión griega arcaica de la desviación de fuer-
energía antes de fracturarse! a costa de la du- zas, y pensarse simplemente en que se engro-
reza de la chapa (Blyth. 1977: 195; 1988:293 ss.; saban las partes del casco más expuesta a
1993J28 . En palabras de este autor "Los coseos golpes. la descripción de Blyth s1gue siendo vá-
corintios más antiguos (Fase 1) usaban el metal lida en rasgos generales. El porcentaje de es-
meramente como una cubierta resistente, poro taño no parece en cambio un indicador de cam-
prevenir la penetración. No tenfan rigidez, de modo bios en el tiempo, al contrario que otras
que el impacto de un golpe, aunque amortiguado características: la dureza o resiliencia se obte-
por el acolchado interior. todavfa repercutía sobre nían por comb inaciones de recocido y marti -
un área limitada del cráneo o cara. Estos cascos lleado. no por modificación de la aleación bá-
fueron desplazados por el segundo tipo, incluyendo sica. que se explica mejor por fluctuaciones en
el Grupo fvfyros. en el que el bronce es a menudo talleres o incluso materia prima disponible
mucho más grueso, especialmente en el nasal y el (Born. 2009: 37 y Tabla 11. La abolladura rehun-
frontal. donde puede alcanzar hasta 3 mm. Esto es dida en el casco de Málaga que antes hemos
mucho más grueso de lo necesario para impedir la mencionado, si se produjo como parece en uso
penetración por cualquiera de las armas de la del mismo, es prueba de la cierta plasticidad de
época. dado que la resistencia se incrementa al nuestro modelo arcaico malagueño.
cuadrado del grosor. y la distribución del grosor deja

71 Hemos convertido la H Brinnell a la escala H Vickers, más común hoy en arqueología, aunque para los valores de referen-
Cia son casi identicos.
1 La energía cinética de un golpe, b1en un proyectil o de un arma empuñada, se puede presentar de maneras d1versas; las

más habituales son el julio lo ¡oulel o en pies-libras (ftlb of ftpd) entendida esta última como la energía transferida al aplicar
una fuerza de una libra len el s1stema anglosa¡ón) en un desplazamiento lmear de un pie. 1 joule= 1.36 ft Lb). Mientras que
Blyth (1977: 189]11ega a la conclusiÓn de que las protecciones antiguas estaban diseñadas para res1st1r fácilmente impactos
con una energía de hasta 45 ¡ulios/61.2 ftpds, Gabriel y Metz (1991 : 59) indican por el contra no que "la cantidad de fuerza ne-
cesaria para que una punta de lanza perfore 2 mm de armadura metólica con una pronfunldad letal es de 137 flpds contra una ar-
madura de bronce ~ como estiman que un soldado no puede golpear con una lanza con fuerza superior a 10,8 ftps .. resulta
que en condiciones normales una lanza nunca penetraría un casco o una armadura de 2 mm (aunque la mayoría de las ar-
maduras griegas, como hemos visto. son la mitad de gruesas). De hecho. según sus cálculos. ningún arma empuñada o
arrojadiza salvo un hacha perforan te podría penetrar una coraza metálica de bronce o hierro (ver sus Tabla 3.1: 59 y 3.3: 631.
Sin embargo, los autores no presentan los datos brutos !realizados en el US Army Ballistic Laboratoryl para estos cálculos,
que nos parecen exagerados. Blyth en cambio (1977: 10 ss.) espec1ftca las diferencias entre fuerza de penetración y energía
cinética, pero reconoce el carácter conJetural de muchos de sus cálculos (Tabla 1.21. Con todo. es notable la discrepancia
entre las estimaciones. M1entras que para Blyth una espada con una masa de 1 kg esgrim1da con una mano en combate
cuerpo a cuerpo alcanzaría una energía de 48 ttpds., (Tabla 1.21. para Gabnel y Metz un arma similar de unos 815 gr impac-
taría en un golpe tajante con una energía de 101 ftpds. En el caso de una jabalina de 800 gr. para Blyth la energía alcanzada
sería de entre 50 a 146 ftpds según la forma de lanzamiento (en pie, cornendol mientras que para Gabnel y Metz una jaba-
lina algo más ligera. de 600 gr. llegaría a 67,1 ftpds. Ademas. y como indica Blyth, la ecuc1ón de fuerza/penetración se ve
afectada de manera muy importnate por elementos como la forma de la protección, el ángulo de impacto, un recubrimiento
interior textil. etc.(Blyth. 1977:87; Jarva. 1995: 143]. Todo indica. en todo caso. que el casco de Málaga era perfectamenrte
ca paz de soportar la mayoría de los golpes de las armas ofensdivas del siglo VI a. C., aunque el impacto directo de un arma.
aún s1n perforar, podría noquear, dejar inconsciente o incluso matar por la co nmoción cerebral.

LA TUMBA DEL GUERRERO. UN ENTERRAMIENTO EXCEPCIONAL EN LA MALAGA FENICIA DEL SIGLO VI A C.// PP. 145·230 ISBN 978·11' ·9959·307·4
194 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA OEL GUERRERO DE MÁLAGA

El estudio, más reciente, de Jarva sobre armadu- Dentro de este contexto general, Jarva (1995:
ras broncíneas griegas arcaicas llega a concluir 134] llama sin embargo la atención sobre un
por su parte que los grosores típicos de armadu- grupo reducido de cascos que él data, siguiendo
ras griegas -de en torno a 1 mm para los petos y la opinión general. en la primera mitad del siglo
otros elementos- no son suficientes para detener VI a. C., "que están provistos de decoración floral y
un golpe de lanza asestado con fuerza y eficacia, cejas sobre la frente y que están obviamente co-
pero sí son adecuados para las circunstancias nectados con Italia" y que son excepcionalmente
normales del combate (Jarva, 1995: 140 ss.l. Por masivos, con un peso medio de en torno a los
encima de 2 mm el peso crece mucho, pero el 2.000 gr. El casco del Allard Pierson Museum de
metal se convierte en impenetrable a golpes Amsterdam pesa 2.190 g r, y otro de Berlín al que
asestados por fuerza humana. La iconografía le falta el guardanuca pesa 1.930 gr (Pflug, 1988:
griega muestra casos de corazas perforadas por 79 n. 79]. Por tanto, el peso del casco de Málaga,
golpes de lanza, y sin duda tal cosa podría ocu rrir aún exagerado quizá por el estado de conserva-
en combate. Pero al contrario de lo que estamos ción, es con sus 2.246 gr consistente con este
acostumbrados a ver en los medios audiovisuales grupo de cascos corintios itálicos muy decora-
modernos (series y películas). las protecciones dos de la primera mitad del siglo VI a. C.
metálicas antiguas eran eficaces ya que de lo
contrario nunca se habrían generalizado. El elevado peso de esta serie de cascos, como
también del de los del Grupo fvfyros, ha llevado a
En todo caso, parece indicarse claramente una pensar que junto con el trabajo de martillado so-
tendencia al aligeramiento de los cascos corin- bre matriz para producir el casco corintio, tal y
tios con el paso del tiempo (Manti, 2011:156 y como se refleja claramente en las imágenes de
también, gráficamente. Figura 5.141. con excep- los vasos áticos de Figuras Rojas del s iglo V a. C.
ciones como la del Grupo fvfyros y la del grupo po- [Born, 2009: 26; Manti, 2011: 160). se empleó el
siblemente itálico al que pertenece nuestro fundido combinado y rematado con el martillado
casco. Este aligeramiento suele ir acompañado [Manti, 20 11: 128ss.; 147 ss.l. pero no tenemos
de tratamiento metalúrgico y técnico que hizo de evidencia alguna para el casco de Málaga en
los cascos del siglo V a. C. más ligeros y a la vez este sentido. En todo caso. parece claro que cas-
duros, pero algo más quebradizos IBlyth, 1988; cos del mismo grupo tipológico (por ejemplo, el
Manti, 2011:1561. Así. los cascos del siglo VIl a. C. Grupa fvfyrosl pueden haberse fabricado con dife-
a menudo alcanzan los 1.500 gr, seguido de un rentes técnicas (Manti, 2011: 156 es terminante
progresivo aligeramiento a lo largo de la primera en este sentido) lo que debería llevar a una com-
mitad del siglo VI a. C. (1.200-1.500 gr de medial pleja reflexión sobre caracterización tipológica
que se agudiza en el siglo V a. C. (900-1.200 grl. (arqueográfica] versus trabajo de taller (Manti,
Según Born 12009: 44, Tabla 111. los cascos corin- 2011: 162-163]. quizá más relevante para trazar
tios del santuario de Olimpia fechables tipológi- procedencias.
camente en la Fase 1 (700- 650 a. C.) pesan en
promedio por encima de 1.200 gr con grosores de 5.6. Descripción de la decoración
plancha de entre 0,5 y 32,5 mm (nasales de hasta
4,5 mm]; los de la Fase 11 (650- 550 a. C.) pesan El casco de Málaga presenta un programa deco-
algo más de media, por encima de los 1.500 gr rativo muy extenso. complejo e inhabitual (Fig .
con grosores medios de 1-1,5 mm y nasales de 46]. La técnica de los motivos más completos es
hasta unos 1O mm. En la Fase IIIIGrupos Hermione una incisión poco profunda y en ocasiones tosca.
y Lamia, 550-450 a. C.] el peso medio se reduce Dada la corrosión superficial del casco, la visibili-
radicalmente hasta unos 800-1.000 gr. con groso- dad es mala y a menudo elementos decorativos
res medios de 1 a 1,5 mm y nasales de en torno a han desaparecido parcialmente29.
4-6 mm aunque hay excepciones más pesadas.

Esta circunstancia ha determinado el hecho de que el dibujo realizado de la decoración del casco presente algunas zonas
'1'1
con grandes incertidumbres o Líneas que no han podido ser completadas. Por Lo tanto, no deja de ser una aproximación a Los
motivos decorativos del casco sin que La representación de éstos disponga de una completa exactitud.

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PARTE TERCERA LOS OBJETOS OELAJUAR FUNERARIO 195
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCfA GONZÁLEZ

En la parte fron tal y sobre el nasal encontramos


un motivo de pa lmeta de once pétalos. más estre-
chos los situados e n los la te ra les y con un eng ro-
samiento progresivo hacia e l pétalo que ocupa la
parte central [vid. Figs. 31 y 42). Cada pétalo de la
palmeta esta perfilado con una doble línea en re-
lieve y todos parten de un motivo inferior en forma
de ··v··. pero no de un capullo de loto más o me-
nos estilizado [supra). De los pétalos de los extre-
mos laterales de la palmeta parten sendas repre-
sentaciones de ofidios que, a modo de figu ración
de las cejas, ascie nden enmarcando la pa lmeta.
Las cabezas de las serpientes aparecen con las
fauces abiertas y se señalan los ojos mediante un
motivo circular [vid. Fig. 461.

Sobre cada una de las escotaduras laterales, y


partiendo de la decoración lineal descrita antes,
se aprecian sendos motivos en forma de palmeta
heptapétala. De sus laterales parten dos volutas
[vid. Fig. 41).

Pero los motivos más llamativos por in habitua les,


son los que aparecen sobre los laterales del casco
[vid. Fig. 46). a la altura de las sienes, sobre lapo-
sición de los pabellones auriculares, sobre las
escotaduras laterales y las palmetas y en las ca-
rrilleras. Se trata de aves rapaces, aparente-
mente águilas con las alas desplegadas. Las cua-
tro imágenes no son idénticas, ni siqu iera por
pares s imétricos. Cada una de las águilas es re-
prese ntada de forma diferente en s u acción de
vuelo. Hay que reca lcar aquí que no se puede rea-
lizar una descripción detallada de cada uno de
estos motivos, debido a que el estado de conser-
vación del casco, con marcada escamación y pér-
dida de superficie original. impide poder apreciar
cada uno de los detalles. Los casos mejor conser-
vados, que permiten una descripción más com-
pleta, son los situados sobre la sien derecha

-----
[Figs. 47-48) y la carrillera izquierda [Fig.49).

A la altura de la sien derecha encontramos un


Figura 46. Decoración del casco de la Tumba del Gue-
águila en acción de vuelo. con las alas desplega-
rrera de Málaga.
das, el plumaje está marcado por unas finas líneas
Rodeando las aberturas oculares, recorriendo el que la recorren. La cola está conformada por dos
nasal [vid. Fig. 42) y a lo largo de toda la línea base grupos que figuran plumas; la primera. más corta.
inferior del casco [vid. Fig. 411 encontramos un de cuatro; y la segunda, que se abre en abanico, de
esquema decorativo conformado por dos conjun- ocho. La posición de vuelo permite vislumbrar su
tos de tres líneas cada uno que enmarcan una su- pecho y el vientre. Se aprecian además las patas,
cesión de pequeños motivos circulares e n reli eve, replegadas e indicando las poderosas garras que
a modo de diminutos clavitos o remaches. son uno de los símbolos más característicos de

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196 PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPÍTULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

Figura 47. Detalle del ave rapaz en el late ral derecho


del casco.

Figura 49. Detalle de la parte inferior de la carr ille ra iz-


quierda del casco, tratada digitalmente para fa cilitar la
visión. Se aprecia cómo el motivo del águila s e s uper-
pone cortando la banda decorativa del borde infe rior
de l ca s co.

El águila trazada sobre la sien izquierda está peor


conservada (Fig. 461. Aun así parece que se di-
bujó con menos detalles en comparación con su
simétrica que acabamos de describir. Al igual
que aquella, presenta las alas desplegadas, pero
se muestra en una posición diferente : en este
caso observamos su espalda y no el pecho. Unas
finas líneas en las alas marcan el plumaje, y en su
extremo se dibuja de forma muy clara el contorno
de cada una de las plumas. La cola parece estar
conformada por cinco o seis motivos que se abren
en abanico. La cabeza, en horizontal al vuelo, está
perfectamente perfilada por una línea en relieve
que también delimita el pico. Dos motivos circu -
Figura 48. Detalle del pico del ave rapaz [águila) en el
lares conforman el ojo. Si bien en la anterior-
lateral derecho del casco. mente descrita sobre el cuerpo se dibujaban un
gran número de finas líneas que simulaban el pe-
esta rapaz. Estas garras están dibujadas con una laje, en este caso no se aprecia un trabajo similar,
serie de líneas circulares que denotan que las si bien quizás el grado de corrosión no nos per-
lleva recogidas en vuelo. Tanto en las patas, como mita poder observarlo claramente.
en el resto del cuerpo, incluyendo la cabeza, unas
finas líneas trazadas de forma sinuosa dibujan el El motivo de águila situado sobre la carrillera iz-
plumaje. La cabeza se sitúa ligeramente plegada y quierda ha sido muy afectado por la corrosión,
se observa perfectamente tanto el trazo que la di- pero al igual que los casos anteriores se presenta
buja como el que conforma el pico. Una serie de en acción de vuelo con las alas desplegadas. Una
motivos semicirculares que rodean a otro circular vez más observamos como se ha dibujado el plu-
delinean el ojo del ave !vid. Fig. 481. maje a través de líneas incisas paralelas a las
alas, y también como en el extremo del ala se
perfila de forma clara la forma de dichas plumas.

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 197
FERNANDO OUESADA SANZ Y DAVID GARCfA GONZÁLEZ

La cola sigue el mismo esquema que en las ante- es muy pesado, superando los 2.000 gr en su es-
riores, abriéndose en aban ico. La cabeza se sitúa tado actual. La decoración es muy abundante,
en horizontal al vuelo. Destaca en este motivo d e- solo incisa . de rasgos toscos en el trazado de las
corativo e l hec ho de que en el ala del á guila si- aves de las ca rr illeras y laterales. y de la palmeta
tuada en su pa rte inferior no se observa clara- sobre el nasal; algo más cuidada en las pa lmetas
mente su trazado y parece que algunos trazos se sobre las escotaduras laterales basales apunta-
encuentran dibujados sobre el motivo de líneas y das y en el contorno de los ojos. nasal y borde in-
círculos en relieve que ya hemos descrito y que ferior del casco (Helmrondl.
recorre la base del casco. Se trataría, en ese
caso, de un dibujo posterior (vid. Figs. 46 y 491. Sin embargo, el casco de Málaga no tiene la carac-
terística ceja en relieve. [Frielinghaus, 20 11: 33). ni
Por último, el águila situada en e l cubre-mejillas tampoco elevación del pico de la carrillera bajo los
derecho se e nc ue ntra totalmente desdibujada ojos (e.g. casco del Alla rd Pierson Muse u m de Am-
por la corrosión y solo se atisba n a lgunos tra zos. sterdam (Pflug, 1988:80). como tampoco los cas-
A través de su análisis parece que este motivo cos de Giglio [vid. Fig. 361. el de Haifa (Fig. 501 o
guarda mucha semejanza con el simétrico, aun- desde luego el del Metropolitan Museum de Nueva
que no se puede asegurar. York (Fig. 51). todos ellos formal y decorativamente
próximos al de Málaga.
Teniendo en cuenta además que las imágenes de
las águilas parecen trazadas de manera mucho Si Pflug se permite [1988: 771 trazar en tres cas-
más tosca que el tradicional motivo perimetral y cos la evolución bá s ica de la Fase 11con calota re-
las palmetas, ca be pla ntearse que haya u na doble dondeada (1988: 40 ss. , nos. 22,23.241. precisando
etapa en la decoración del casco, dado incluso e l aire antic uado de la posición retrasada de la
que una de ellas se solapa sobre la decoración escotadura lateral inferior apuntada de los dos
del borde. Una fase inicial. más cuidada y rígida, últimos, queda claro que el casco malagueño
seria la formada por el motivo que recorre el forma parte de un momento avanzado de esta
borde inferior, borde de las carrilleras y orificios Fase 11. quizá hacia el segundo cuarto o hasta me-
oculares para delinear por fin el nasal; y poste- diados del siglo VI a. C .. a nuestro juicio, siempre
riormente seguiría la de los motivos de las cuatro
águ ilas, más toscos y sueltos.

5.7. Paralelos formales y decorativos

De todo lo dicho hasta ahora se extrae que el


casco de Málaga se encuadra dentro de la Fase 11.
variante de calota [Kalottel 30 redondeada (gerun-
dete Forml sin indicio de carena y con escotaduras
laterales apuntadas (Seitenwickelnl bajo el centro
del lateral del casco que es sensiblemente hori-
zontal todavía, con cie rta concavidad. La trasera y
el guardanuca [Nackenwand y Nackenschutzl es-
tán ya bien marca dos, las carrilleras (Wangens-
chirme] ligeramente desarrolladas y apuntadas
con los espacios para los ojos almendrados. y el
nasal [Nasenschirml masivo [probablemente en
torno a 1O mm de espesor en su extremo infe-
rior). largo y redondeado. Los bordes carecen de
perforaciones para el revestimiento interno,
como en e l caso del Lotusblüten Gruppe. El casco
Figura 50. Casco de Haifa (Israel).

10
Para comodidad se incluye la versión alemana de los términos más comunes.

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198 PARTE TERCERA LOS OBJETOS OEL AJUAR FUNERARIO
CAPÍTULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

fines del siglo VII a. C. y primera mitad del VI a.


C. De hecho, los mejores paralelos con la combi­
nación forma-decoración proceden de la Basili­
cata: Armento, Chiaromonte (Bottini, 1993:
61ss.; 71 ss.l o las cercanías de Metaponto
[Cahn, 1989: 10-11).

En una serie de trabajos, A. Bottini ha desgra­


nado la tipología y cronología de los cascos corin­
tios del sur de Italia [1982; 1993; 1996; 2002;
2013). Tiene particular interés para nosotros el
último citado, donde propone una secuencia evo­
lutiva para cascos de esa región con contextos ar­
queológicos funerarios que permiten una data­
ción independiente de la propia forma de los
cascos, y que tiende a confirmar la línea evolutiva
básica que describíamos antes. A la Fase I atri­
buye (Bottini, 2013: 37-38) los cascos de Torre di
Satriano [tumba 1, Bottini 2013: Fig. 6; de dos pie­
zas) y de la tumba G de Baragiano (Pflug, 1988:
Figura 51. Casco posiblemente de Olimpia, actual­ 384. no. 7) [Fig. 53.1 l. A la primera parte de la
mente en el Museo Metropolitano de Nueva York, lnv. Fase 11 atribuye cascos con un perfil más articu­
55.11.10. Foto: M ET. lado, con guardanuca más saliente pero rasgos
arcaicos, como Baragiano, tumba 37 [Bottini,
dentro de La datación tipológica habitual. Por su 2013: Fig.7) [Fig. 53.2); Lavello, tumba 769; Banzi,
parte, en La tabla de Frielinghaus [2011: 26, Fig. 4) tumba 75; Ruvo del Monte, tumba 105; Oppido Lu­
que recorre La transformación de los perfiles de cano, tumba 88; San Chirico Nuovo y, ya en tipos
Los cascos de Olimpia entre La segunda mitad del de principios del siglo VI a. C., con asociaciones
siglo VII a. C. y mediados del VI a. C., el casco de cerámicas, Chiaromonte [Sotto la Croce [SLC)l,
Málaga entra nítidamente en la segunda etapa, tumba 11 O [primer cuarto del siglo VI a. C., Bot­
entre fines del siglo VII a. C. y primeras décadas tini, 1996: 119). SLC 159 (primera mitad del siglo
del siglo VI a. C. VI a. C.) y 672 [primera mitad del siglo VI a. C., Bo­
ttini 2013: Fig. 2).
En la Fig. 52 hemos recogido, a título únicamente
de muestra, una serie de cascos de distintas pro­ A una Fase 11 algo más avanzada, dentro de la pri­
cedencias, fechables entre muy finales del siglo mera mitad del siglo VI a. C., atribuye Bottini
VII a. C. y mediados del V a. C., que muestran la [2013: 37-38) el casco de la tumba A de Armento
variabilidad de detalles dentro de un 'aire de fa­ [Bottini 1993: 651-63) [Fig. 53.4) próximo al de
milia', de cascos próximos en forma, decoración y Málaga en frontal, perfil, escotadura, nasal, y so­
ambos aspectos al casco de la Tumba del Gue­ bre todo por la decoración que combina un perfil
rrero de Málaga. elaborado con puntitos en relieve entre líneas
[como en Málaga) y probable palmeta combinada
Como hemos visto, los cascos corintios apare­ con flor de loto incisa sobre el nasal. Al mismo
cen en Italia, en Etruria, ya en el siglo VII a. C. momento, y relacionándolo igualmente con el Lo­
[Stary, 1979, 1981: 62-64; Karte 9; beilage 2-9), tusblütte Gruppe "al que se toma como modelo"
pero también en Los Abruzos-Piceno, donde a [Bottini, 1993: 62 y 72) atribuye el casco de la
mediados del siglo VI a. C. hay variantes de pro­ tumba 170 de Chiaromonte SLC [Bottini, 1993:
ducción adriática según Tagliamonte [2003: 141- 72-73; 2013: Fig. 8). que también tenía en origen
142). Pero sobre todo abundan en Italia meridio­ una banda de borde con líneas [Bottini, 1993: 73,
nal [Apulia, Basilicata y Campanial [Cahn, 1989: limada o recortada en algún momento) y con­
10). y aparecen incluso ejemplares en Cerdeña serva la cresta transversal en forma de dos cuer­
(Lo Schiavo, 1987) todos ellos en contextos desde nos de lámina plana de bronce. Finalmente, para

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 19 9
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCÍA GONZÁLEZ

'in. 1:'\\'E'iT:\RIO l ' BIC.\CIÓ'i- PROCEOE:'\CI.\ REFERE'iCI.\


APM03398 Allard Pierson Muscum
(Amsterdaru, Paises Bajos) Pflug, 1988: 79-80, Abb.16-17
-
Nr. F440 Badisches Landesmuscum Pflug, 1988: 82,Abb. 19
(Karlsruhe, Alemania)
Amikenmuseum Base! und Sanunlung Cahn, 1989: 10-11
Ludwig (Basilea, Suiza)
1865,0722.1 Colección Castellani - Brítish Museum Montanaro, 2007: 452
(Londres, Reino Unido)
1867.0508.204 Colección Louis. Duc de B1acas d'Au1ps- Kukban. 1936:80,no. 102
Britisb Musewn (Londres, Reino Unido)
1977.0101.9 Britisb Museum (Londres, Reino Unido) Walters, 1899

BR1101 Museo del Louvre (París, Francia) Aruandry. 1949: 438

NNB 1142/BRilOO Museo del Louvre (París. Francia) Frielingbaus. 2011: 352.
TF36: 2-3
Nr. L. 20 Colección Privada Francia Pflug, 1988: 403. No. 25

Mctapomo (Matera. Ha1ia)


Tumba 170- Chiaromonte (Poten/a. Italia) Bottini, A.. 1993: 71
Tumba 672 - Chiaromonte (Potenza, Italia) Bottini, 2013: fig. 2
Nr. 5313 Museo Arqueologico Bari (Italia) Pflug, 1988: 83, Abb. 20-21
Colección Privada- Isla de Giglio (Italia) Hasscl. 1963: BOtmd, 1990: 5-6
Museo Provincial Potenza (Italia) Pflug. 1988: 94, Abb. 38-39
San't Antioco (Cerdel)a, halia) Bartolooi, 1988: 135;
Lo Schiavo, 1987
Tumba A- Anncnto (Potenza. Italia) Bottini, A., 1993: 61
55.11.10 Musco Metropolitano (NY. EEUU) Friclingbaus. 2011: 352
·-
National Marilime Museuru (Haifa. Israel) Hale y Sharvit, 2011: 46-47
M 1894/BE529 Olimpia (Grecia) Frie1inghaus. 20 11: 293,
TF54: 1-2
M3741BE1361 Olimpia (Grecia) frielinghaus, 2011:351.
TF34: 1-2
M241BE8681B4198 Olimpia (Grecia) FrieliJlghaus, 2011: 353,
TF31l: 1-2
M841a Olimpia (Grecia) Frie1inghaus. 201 1: 349,
TF35: 1-2
MIOtB4172 Olimpia (Grecia) Frielingbaus. 2011: 350,
TF35: 3-4
M354/BEI365 Olimpia (Grecia Frielinghaus, 201 1: 353,
TF37: 1-2
B6085 Olimpia (Grecia) Frielinghaus. 2011: 354.
TF38: 3-4
Figura 52. Algunos ejemplos de cascos próximos al de la Tumba del Guerrero de Málaga.

Bottini el casco de la tumba 76 de Chiaromonte copa JOntca 82 nos lleva a una datación de se-
SLC (2013: Fig. 10: 1996: 119] (Fig. 53.5] con deco- gunda mitad del siglo VI a . C., y a considerarlo
ración de bordes y soporte para cresta que tam- como ·producto de talleres coloniales· (Bottini,
bién recuerdan al ejemplar de Málaga, es un mo- 1996: 121]. A esta fase pertenecería también el
delo más avanzado como muestran sus carrilleras casco de la tumba 2/1939 de Serra di Vaglio. y el
apuntadas y proyectadas, y cuya asociación a una de la tumba 35 de Baragiano. Esta datación

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200 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

4 5

Figura 53. Cascos suritálicos corintios entre fines del siglo VIl y fines del siglo VI a. C. (a partir de Bottini, 1993;
2012). 1: Torre di Satriano, tumba 11 del siglo VIl a. C.; 2: Baragiano, tumba 37 de fines del siglo VIl a. C.; 3: Chiaro-
monte, Sotto la Croce, tumba 170 del segundo cuarto del siglo VI a. C.; 4: Armento. tumba A del segundo cuarto del
siglo VI a. C.; 5: Chiaromonte. tumba 76 de la segunda mitad del siglo VI a. C.

arqueológica permite pues llevar los cascos más tumba de Málaga, lo que contribuye a mirar en
próximos al de Málaga a la primera mitad de esta esta dirección. Un casco de Sant' Antioco [Sulcis,
centuria . Cerdeñal. aunque en contexto funerario fenicio
del siglo VI a. C.. y rasgos antiguos, no presenta
El foco en el área sud itálica no se basa solo en la decoración y sí perforaciones perimetrales, lo
forma : en Olimpia [vid. Fig. 52) y en puntos tan le- que lo aleja del casco de Málaga .
janos como Haifa hay también cascos similares.
Es la combinación con una decoración elaborada Junto con sus rasgos formales, la otra faceta
y barroca. en contextos cronológicos similares a clave en la valoración del casco de Málaga es su
los que proporcionan diversos elementos de la rica decoración. En páginas anteriores hemos

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 2 01
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARC[A GONZÁLEZ

visto cómo los cascos más profusamente decora- fuera del ámbito de la propia Grecia y en particu-
dos aparecen en el ámbito de la Magna Grecia, y lar en la Magna Grecia en los grupos ya mencio-
no en Olimpia o en otros grandes santuarios grie- nados. Los motivos de palmetas también son re-
gos, aunque sin duda una cierta proporción de presentados en ocasiones en el borde de la
cascos presenta decoración compleja [Frielin- abertura ocular33 .
ghaus, 2011: 28). Como también hemos anali-
zado, nuestra decoración incluye motivos de tres En relación a los motivos de ofidios, estos se si-
tipos: una banda a lo largo de todo el borde del túan, bien en las escotaduras laterales3• o en el
casco, incluyendo nasa l y perímetro de los ojos, frontal 35 a modo de cejas. en ambos casos incisas
formada por líneas para lelas y un contario de pe- o en relieve.
queños botones circulares en relieve; una serie
de palmetas sobre el nasal, en la frente [acompa- Asimismo, además de en muchos de los cascos
ñada de serpientes). y sobre las escotadu ras late- mencionados, es frecuente la decoración de los
rales del borde inferior del casco; y cuatro águilas contornos de las aberturas oculares y la base del
sobre las s ienes y en las carrilleras. La frecuen- casco con motivos de líneas, punteados. peque-
cia de estos tres grupos de motivos es descen- ñas palmetas o geométricos [Kunze, 1961: 93].
dente en los cascos corintios conocidos.
En el caso que nos ocupa nos encontramos con la
La banda que recorre el perímetro del casco está representación de una frecuente asociación de
presente en los cascos arcaicos ya en el comienzo ambos motivos [palmetas/lotos y serpientes] en
de la Fase 11, particularmente en el Grupo de el frontal del casco. Encontramos cascos que
Myros, con distintas variantes de detalle [e.g. presentan esta asociación decorativa como el de
Pflug. 1988. nr.cat. 17] y continúa en los cascos Giglio [vid Fig. 36] [Hassel, 1963; Bound, 1990] o
del Lotusblütten Gruppe derivados o relacionados el muy próximo de Haifa en Israel [vid. Fig. 50]
con aquel [Pflug, 1988: 79] a lo largo del s iglo VI (Hale y Sharvit, 2011) que presenta una decora-
a. C. [e.g. Pflug, 1988: n.cat. 25; casco del Allard ción de palmeta compuesta por 15 pétalos que
Pierson Muse um de Amsterdam. Pflug, 1988: Fig. parten de un motivo en forma de "v" con dos fran-
171. Sin embargo, el motivo de puntos en contaría jas decoradas, y al igual que en el caso anterior
es mucho más infrecuente. dos serpientes grabadas a modo de cejas rodean
la palmeta36• En ocasiones en lugar de la palmeta
La decoración vegetal en el frontal en forma de aparece una flor de loto, como en el ejemplar del
palmetas31 y flores de loto en relieve [e.g. Pflug. Museo Metropolitano de Nueva York [vid. Fig. 511
1988: n.cat. 25, col particular Francia] o incisas32, [Frielinghaus. 2011:352. lnv: MET 55.11.101. Un
o en su combinación [e.g. Serra di Vag lio, Basili - conjunto destacado de cascos con decoración
cata, ver Pflug, 1988: Abb. 38] es conocida en cas- combinada de palmeta y serpientes lo constituye
cos de las Fases 11 y también de la 111, y son pro- el grupo documentado en la región de Puglia, al
porcionalmente más frecuentes en la Fase 11 sureste de la península italiana. En esta ocasión

3
' lnv. Olimpia 87979 IFrielinghaus. 2011: 358, TF 39: 1-2); lnv. Olimpia 81680 (Frielinghaus, 2011: 360); lnv: Olimpia 810524
(Frielinghaus, 2011: 367): lnv: Olimpia 85177 IFrielinghaus. 2011: 377, TF 63: 3-4); lnv: Olimpia 84169/8833 (Frielinghaus.
2011:377. TF 39, 3); Higgins Armory Museum- Massachusets; lnv. Museo de Delfos Nr. 503 (Kukahn, 1936: 88); lnv: Olim-
pia GR.1.1986 (Kukahn, 1936: 851: lnv: Museo Nacional de Atenas 7631 (Kukahn. 1936: 851: lnv: Colección J. Greau 647
(Kukahn. 1936: 891: lnv: Colección Louis. Duc de 8lacas d'Aulps- Brilish Museum 1867.0508.204 (Kukahn. 1936: SOl.
32
Otros ejemplos de decoraciones con flor de loto: lnv: Olimpia M24/BE868(Frielinghaus 2011:351, TF 34: 1-2); lnv: Olimpia
M354/BE1365 (Frielinghaus (2011: 353, TF 37: 1- 21: lnv. Louvre NN81142/8R1100 (Frielinghaus (2011 : 352, TF 36: 2-31 : lnv:
Museo Allard Pierson Amsterdam APM03398 (Pflug 1988: 80, Abb. 16-171: Altes Museum (Berlín l.
33 lnv: Olimpia 82607 (Frielinghaus, 2011 : 364, TF 57,1-2); lnv: Olimpia M9 (Frielinghaus. 2011 : 402. TF 79. 3-4): casco de la

Ria de Huelva.
34 lnv: Olimpia B2196(Frielinghaus. 2011: 275, D- DAI-ATH Olimpia 3002): lnv: Olimpia 810518 (Frielinghaus. 2011: 275, TF

12: 2): lnv: Olimpia 856 14: Frielinghaus. 2011: 356. TF 43: 1-2: lnv: Olimpia 84150 !Frielinghaus. 2011: 276, Kunze, E. 1961:
60. TF 16-17)
35 lnv: Olimpia M1505 {Frielinghaus. 2011: 371); lnv: Olimpia 84799 (Frielinghaus, 2011: 402, TF 80, 1-2).
36
Otros ejemplos: lnv: Olimpia M1894/BE529 (Frielinghaus. 2011: 293, TF 54: 1-2); lnv: Olimpia M 1160 IFrielinghaus. 2011:
374. TF 75: 11: lnv: Olimpia 85095 (Frielinghaus, 2011: 390. TF 66: 1-2); lnv: Badisches Landesmuseum N r. F440 (Pflug, 1988:
82, Abb. 19, Montana ro, 2007: 452]; lnv: Antiquarium de Berlín 8572 {Kukahn, 1936: 96); British Museum 1977,0101 .9.

LA TUMBA DEL GUERRERO. UN ENTERRAMIENTO EXCEPCIONAL EN LA MÁLAGA FEN ICIA DEL SIGLO VI A. C. // P ~ 1~5 - 230 . 1 SBN 978-~ - 95 - 307-4
202 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPÍTULO S. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

difieren ya en su morfología del casco objeto de ha fechado por el contexto del pecio de donde
este estudio y han sido datados en las postrime- procede entre 600-580 a . C.
rías de la Fase 111. a finales del siglo VI a. C. pero
responden a una larga tradición37• La otra pieza relevante es el casco localizado en
2007 en la Bahía de Haifa en Israel durante labo-
Mención especial merecen los motivos decorati- res de dragado por un barco de nacionalidad ho-
vos de figuras animales [ofidios aparte]. muy fre- landesa. Ya ha sido mencionado antes por su es-
cuentes en cascos itálicos corintios tardíos deba- pectacular sobredorado así como por la
rroca decoración como el corintio 'intermedio', ya combinación de palmeta y serpientes sobre la
próximo a los apulo-corintios de la tumba 107 de frente. Sobre las carrilleras se representan figu-
Braida de Vaglio (Bottini y Setari 2003 : 69, 95 y ras de leones que presentan la extremidad delan-
Fig. 39. Lám. XXII de fines del siglo VI a . C.; o di- tera levantada [Kagan y Viggiano 2013a, cubierta
rectamente los de tipo apulo-corintio [Bottini. y portada!. Este casco, muy similar en forma y de-
1988: 107- 1361. datados a fina les del s iglo VI a. C. coración al de Giglio y al de Málaga por su masivo
y comienzos del V a. C.. pero no muy habituales nasal. forma y decoración, se ha fechado por
en cascos anteriores de tipo corintio [Amandry. asociación con el de Giglio hacia el 600-575 a. C..
1949, aunque superado por descubrimientos ul- y se ha aventurado (Hale y Sharvit, 2011 : 46-47)
teriores). En el caso de estos últimos se han do- que perteneció a un mercenario griego al servicio
cumentado motivos de esfinges como en un casco del faraón egipcio Necao 11. quien envió en 609
del Louvre [lnv: BR11 01, Amandry, 1949: 438, a.C. una flota de trirremes a esta costa (Hdt. 2.
Kukahn. 1936: Taf. 3: 21. leones (Amandry, 1949: 1591. Teniendo en cuenta la atribución del escara-
439-440; Fig. 1. 2y3; Kunze. 1961 : 109-110, Fig . beo encontrado en la Tumba del Guerrero de Má-
97-98, Taf. 41 ]; jabalíes (casco de Giglio, ver Has- laga con Necao 138 o. la relación con el casco de
sel. 1963; Bound. 1990) o, en el caso de aves, el de Haifa que puede tener notable significado, aun-
una lechuza en Olimpia [lnv: 85070, Frielinghaus, que lo cierto es que en nuestra opinión el casco
2011: 371; 0-DAI-ATH Olympia 4936] o un gallo en malagueño es probablemente dos o tres décadas
Delfos (Amandry, 1949: 439, Fig. 3; Perdrizet, posterior.
1908: 101. Fig . 3471. En general, se trata de traba-
jos cuidados y precisos. al contrario que en el Como se aprecia, estos dos cascos presentan
ejemplo de Málaga. muy notables similitudes con el que es objeto de
nuestro estudio. Similar esquema decorativo en
Por la semejanza tipológica que presentan res- el fronta l, con motivos de palmeta y ofid ios. junto
pecto al casco analizado en este trabajo hay que con figuraciones animales en los cubre-mejillas.
destacar dos piezas. La primera. el varias veces En el caso del primero. el casco recuperado en la
mencionado casco de Giglio (vid. Fig. 361. hoy en isla de Giglio [Italia]. presenta también unas pal-
manos particulares (Hassel, 1963; Bound, 19901. metas con volutas en las escotaduras laterales y
Con una morfología muy similar al que estudia- éstas. junto con la del frontal presentan el mismo
mos, presenta además una decoración confor- número de pétalos que la del casco malagueño.
mada por una palmeta en el frontal compuesta
por 11 pétalos que parten de un motivo en forma Como ya hemos indicado, el programa decorativo
de v·. rodean la palmeta dos serpientes graba- del casco de Málaga incluye motivos vegetales y
das a modo de cejas con las fauces abiertas. Tam- animales, en este caso la serpiente y el águila.
bién como en Málaga, las escotaduras laterales Ambos animales aparecen recurrentemente en
presentan sendas palmetas de siete pétalos inci- vasos cerám icos que incluyen en su decoración
sas, con volutas a los lados. En cada cubre-meji- representaciones de la figura del guerrero por-
llas se ha representado la figura de un jabalí car- tando sus armas o preparándose para el com-
gando u hozando. Como hemos visto. la pieza se bate. En el caso del águila es frecuente encontrar

ll lnv: Museo Nacional Napoles 5707 (Pflug, 1988: 97. Abb. 41 - 42: Montanaro, 2007: 450, Fig. 3431; lnv: British Museum
1873,0820.227[Pflug 1988: 84, Abb. 22-23; Montanaro, 2007.: 4521 : lnv: British Museum 1856,1226.668 IMontanaro, 2007:
4531 : Munson-William s-Procter lnstitute - Nueva York.
' 8 Vid. capítulo 8 de la presente monografía.

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PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 2Q3
FERNANDO OUESAOA SANZ V DAVID GARCIA GONZÁLEZ

también representaciones del animal en vuelo, de la carrillera izquierda, como si el grabador no


acompañando o sobrevolando al guerrero39 • Asi- hubiera calibrado bien los espacios (vid. Figs. 46 y
mismo, se documentan vasos cerámicos con la 49). Como hemos visto, este vasto proceder no
representación del águila 40 o la serpiente'' for- cuadra con el cuidado con que está trazada la
mando parte de la decoración de un escudo banda decorativa del borde del casco, y ni si-
(Chase, 1902: Clll a CVIIII. quiera las palmetas de la frente y laterales. En
este caso, no cabe sino especular si las dos fases
En relación a las representaciones de decoracio- de la grabación fueron inmediatas, o si hubo un
nes en los cascos. no se documentan figuras en- tiempo entre una y otra. En este último caso, y
tre los motivos de los vasos cerámicos que refle- quizá también en el primero, podríamos encon-
jen esta circunstancia. Únicamente se hace trarnos con un ·casco decorado por encargo· en el
alusión a la decoración de los escudos con un que. a un motivo bastante estandarizado y tradi-
amplio repertorio iconográfico que incluye los cional (el de la palmeta flanqueada por ofidios en
ejemplos antes mencionados. En otro tipo de so- el frontaL! se añadió, inmediatamente o con pos-
portes como las monedas hay algunos ejemplos terioridad, el conjunto de águilas.
de figuras que portan cascos de tipo corintio de-
corados con motivos de águilas o serpientes 42 , sin El águila es, entre otras muchas cosas, el ave he-
embargo se trata de representaciones más tar- ráldica de Zeus. y a la vez, como Aetós Diós. el ave
días, que corresponden en su mayoría a Alejandro dorada que servía como mensajero del rey de los
11 1y datadas en el siglo IV a. C. dioses (/1. 24, 310 ss.; Esquilo, Prom.1054; Pindaro,
Pyth. 1,6): en otras versiones el mismo dios se
Encontramos ocasionalmente alguna acción que transformaba en águila"". En la iconografía cerá-
relaciona a los dos animales, en forma de motivo mica aparece como hemos visto como emblema
que representa a un águila portando entre su pico sobre la superficie de los escudos hoplitas, con las
o sus garras a una serpiente'3, a veces formando alas desplegadas y agarrando -o no- una ser-
parte de la decoración que adorna los escudos" piente (Chase, 1902: 48-49): estos guerreros pue-
en la misma acción o bien enfrentadas en duelo45 • den ser mortales ordinarios; héroes como Aquiles.
Héctor, Diomedes, Glauco; gigantes como Gerión;
Sin embargo, en el caso del casco de Málaga pa- amazonas; o dioses como Atenea. Es pues un mo-
rece que nos encontramos ante dos bloques ico- tivo común asociado según Chase (1902: 29) en los
nográficos diferentes y, como hemos visto, reali- escudos al culto de Zeus, pero genéricamente al
zados en dos momentos distintos, dado que al poder y la guerra, capaces de inspirar temor al
menos una de las aves se superpone de manera enemigo (Chasse, 1902: 28).
tosca sobre la banda decorativa del borde inferior

" Atenas. Museo del Ágora, P15088: Munich, Anhkensammlungen. 11. 10; París, Cabinet des Medailles, 31.7: París, Muse e du
Louvre, E678; Tub1ngen. EberhardKarlsUniv., Arch. lnst.. 5101298; París. Museo del Louvre, CP10243: Berlín. Antikensamm-
lung. Berlin, Schloss Charlottenburg. F3983: Estambul, Museo Arqueológico, 7311.: Londres. mercado de antigüedades,
Sotheby's: Londres. mercado de antigüdades. Christie's; Basilea, mercado de antigüedades, Münzen und Medaillen A.G.;
Atenas, Museo del Ágora. P15088: Atenas, Museo Nacional. Col. Acrópolis, 1. 705: Adolphseck, Schloss Fasanerie. 1: Kassel,
Staatltche Museen Kassel, Anttkensammlung. T679; Muntch. Antikensammlungen , 11.10: Portugal, colección pnvada, Ma-
nuel de Lancastre.
40
Wurzburg. Universidad, Museo Martín von Wagner, U102: Schwerin. Staalliches Museum, Berlín. perdido, 730: Aberdeen.
Un1versidad, 64009; Berlín, Antikensammtung. F1718: Munich, Antikensammlungen, 21.4; París. Museo del Louvre. F57;
Ashmolean Museum. Northwtek. SpencerChurchill. 1.965.131; Londres, Cassandra Collection: Bas1lea, mercado de anti-
güedades, JeanDavid Cahn AG. Riehen, H.Hoek: Londres, Bntísh Museum. 1891..314.1; Ktel, Antíkensammlung, B510: Basí-
lea, mercado de antigüedades. Palladion.
" Munich. Antikensammlungen, 1410: Florencia. Museo Archeologíco Etrusco, K61.3.
' 7 Londres. British Museum 1994, 0915.48.
' l He1delberg, RuprechtKarlsUniversitat. 599: Basilea, mercado de ant1guedades, Münzen und Meda1llen A.G., BS1960.27:
Atenas. Museo Nacional. Col. Acrópolis, 1.2073.
" Bntish Museum, B19L.; Tarquin1a, Museo Naz1onale Tarqutntese, RC5771 .
' 5 Bolonia. Museo Comuna le, 575.
46 El águila y Zeus se asocian por ejemplo en el mito de Ganimedes. el copero de los dioses: en el de Perifante, un primitivo

y mít1co rey del Atica ; en la Gigantomaquia IGrimat 1951: possiml. Sobre la simbología general del águila, y en parti cu lar en
Grec1a IChevalter y Gheerbrant, 19911.

LA TUMBA DEL GUERRERO. UN ENTERRAMIENTO EXCEPCIONAL EN LA MÁLAGA FENICIA DEL SIGLO VI A. C // PP 145-230 ISBN 978·8'·9959·307·'•
204 PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEl AJUAR FUN ERARIO
CAPITULO 5. LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

Así pues. si la figuración de las águ ilas fue un


añadido de encargo. cabe pensar que el portador
del escudo las considerara un s ímbolo apropiado
para testimoniar su valor y destreza, su agilidad y
fuerza. o cualquier otra característica personal.
Pudo además tener un va lor apotropaico. sin olvi-
dar el ornamental: los distintos niveles de signifi-
cado no son excluyentes. En los casos citados an-
tes. la presencia de leones. jabalíes o incluso
esfinges sobre Las carrilleras de Los cascos. mi-
rando hacia el enemigo. pueden haber tenido
también un valor apotropaico, heráldico, o ambos
simultáneamente.

Incluso, puede ocurrir -no es una propuesta des-


cabellada- que Las águilas de los Laterales. sobre
las sienes. cuyas cabezas y picos se aproximan al
cuerpo de las serpientes. se asociaran adicional-
mente en la mente del comitente o del decorador
a esa imagen también canónica de la rapaz que
atrapa al rival que repta. en una imagen de fuerza,
rapidez y precisión. De este modo dos motivos Figu ra 54. Decoración de un casco de bronce asino (co-
originalmente inconexos podrían haberse tra- lección Lígabue) (Dezso, 19981. Serp1entes terminadas
bado en una única concepción global. en cabeza de ofidio o de carnero enmarcan una escena
central axial con un elemento vegetal (árbol de la vida)
Por lo que se refiere a la más frecuente com bina- coronado por un disco s olar alado.
ción de palmetas con ofidios. a nuestro entender
es claro que nos hallamos ante un trasunto hele-
nizado de un v1ejo motivo próximo-oriental, asirio árbol de La vida tiene una milenaria tradición
concretamente. Dezso ha realizado un análisis asociada al culto a la fertilidad de la naturaleza
monográfico de La influencia orientalizante en la [Chevalier y Gheerbrandt, 1991: s.v. árbol], es más
conformación de los cascos metálicos griegos difícil saber si estos significados profundos se
desde el siglo IXa. C. en adelante, que cristaliza- transmitieron a La versión griega arcaica o si. fo-
ría en el modelo corintio, propiamente heleno. En silizadas, palmetas y serpientes se convirtieron
este marco, no podemos ignorar una recurrente en meros motivos ornamentales, de cuyo origen
tradición decorativa sobre cascos asirios de remoto los mismos griegos no habrían sido cons-
bronce desde fines del siglo IX a. C. en adelante cientes. Si al menos una traza del valor apotro-
(Dezso. 1998: 13- 15). En ella [Fig. 541. sobre la na- paico de La serpiente permaneció en Los cascos
riz aparece un 'árbol de la vida· coronado por un griegos. no podemos menos que aceptar que se
disco solar alado. El motivo central axial está trataría de un motivo muy apropiado a su soporte
flanqueado por figuras humanas en gesto de ado- (Dezso, 1998: 151.
ración, y todo el conjunto es rodeado por cuerpos
de ofidios rematadas por cabezas de serpiente (o 5.8. Un casco de origen magno-greco
de carnero. según otros autores). Resulta difícil
sustraerse a la idea de que muy probablemente En conjunto, el casco de Málaga se caracteriza,
el motivo recurrente de los cascos corintios ar- como se ha ido desgranando en detalle, por su
caicos ya desde fines del siglo VIl a . C. recoja este gran peso y nasal masivo. Largo y redondeado;
esquema básico, en el que el árbol de la vida es por su forma relativamente antigua de cubrenuca
sustituido por la palmeta o el Loto. motivos ambos ya marcado y calota redondeada, por sus escota-
también de tradición oriental. Si en Los cascos duras en ángulo bajo el centro del Lateral del
próximo orienta les los ofidios pueden haber te- borde inferior, por sus carrilleras no muy prolon-
nido un valor apotropaico (Dezso. 1998: 15). y el gadas, su borde inferior básicamente horizontal y

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS OEl AJUAR FUNERARIO 205
FERNANDO OUESAOA SANZ Y DAVID GARCfA GONZÁLEZ

ligeramente cóncavo. También por su soporte armas costosas. pero no excepcionales en sí mis-
para cresta transversal, y por la ausencia de per- mas y en un contexto griego o suritálico.
foraciones para el revestim iento interior. También
por su compleja y completa decoración de pal- Y esto no es raro: los hoplitas griegos de época
meta en relieve con ofidios y palmetas laterales y arcaica y clásica marchaban al combate con las
cuatro águilas con las alas extendidas. Sin entrar armas más caras que podían costearse (Prit-
por completo y con nitidez en ninguno de ellos, se chett, 1979: 242; Quesada, 2009a: 115-1171. lo
vincula a tres de los grupos de cascos decorados que corroboran explícitamente las fuentes (Jeno-
que son característicos del siglo VI a . C. y, en el fonte, fvfemor. 3, 10, 14; Anab. 3, 2, 7: Eliano, Var
estadio evolutivo del casco de Málaga, de su pri- Hlst.lfvfisc. 3, 241: la misma situación se da por
mera mitad. Estos grupos no son homogéneos, y ejemplo en el mundo ibérico (Quesada, 2008). No
en buena medida forman conjuntos secantes: el hay pues razón alguna para considerar estas pie-
Lotusblütten Gruppe, el Nlkosia Gruppe y el grupo zas como 'armas de parada' o 'ritua les'. Son pie-
de los cascos suritálicos con cejas marcadas en zas perfectamente funcionales. incluso si el
relieve. Formal y decorativamente, el casco de casco hubiera estado sobredorado (como hemos
Málaga se vincula a cascos procedentes de luga- comentado supra y portara una gran cimera). Algo
res tan dispares como Giglio, junto a la isla de parecido ocurre con las armas gladiatorias roma-
Elba y la boca del puerto de Haifa en Israel, y tam- nas profusamente decoradas !Junkelmann, 2000:
bién con cascos de necrópolis indígenas del siglo 39 ss.l. El propio Snodgrass (1984) menciona la
VI a. C. en el Sur de Italia, como Chiaromonte. decoración del casco corintio hallado en la rampa
Ciertamente hay ejemplos de cascos con rasgos del asedio persa de Pafos en 498 a. C. como una
similares en el enorme conjunto de Olimpia, pero muestra más del uso de cascos decorados (y e l
cabe pensar que procedan del Mediterráneo cen- chipriota no lo está en exceso) en combate.
tral, como sugiere el mismo Frielinghaus (2011:
40-41 l. Sugerimos pues para el casco de Málaga, 6.2. Adscripción cultural de la panoplia y
con las limitaciones propias de la peculiaridad de el enterramiento: incertidumbres
la clasificación estándar de los cacos corintios
basada en el enorme conjunto de Olimpia sin se- Para evaluar el contenido cultural de las armas
cuencia estratigráfica, una fabricación en un ta- de la tumba debemos recordar que el contexto de
ller griego de la Italia meridional en torno al se- fvfalaka a lo largo de los siglos VIl-VI a. C., y desde
gundo cuarto del siglo VI a. C., procedencia ya sig los antes, es el de una c iudad semita, de ori-
avanzada por Graells (2014a : 97) aunque esta au- gen fenicio , con un hinterland complejo (Aube t,
tor lo clasifica como dentro del Latusblütten Gru- 1995; 1997; Suarez Padilla, et al., 2003: Mederos,
ppe y a mediados del siglo VI a.C. 2006; Domínguez Monedero, 2006; Arancibia et
ol .. 2011; García Alfonso, 2012; García et al., 2013:
6. ANÁLISIS HISTÓRICO Y CULTURAL 285 ss.l. pese a las matizaciones e incluso nega -
tivas al respecto sobre la propia toponimia (reco-
6.1. ¿Armas de parada? gidas por ejemplo por López Pardo y Suárez,
2010: 782)" .
La elaborada decoración del casco es perfecta-
mente compatible con su empleo: ya hemos visto La propia estructu ra de la tumba, construida con
que el grosor de su calota y nasal son los norma- sillares regu lares cuidadosamente labrados (al
les en cascos griegos del mismo tipo y periodo. Y menos al interior!. forrando una fosa previamente
esta decoración, siendo elaborada y compleja, y excavada en el suelo tiene también los mejores y
no habitual, tampoco es excepcional. Por su más directos paralelos en la arquitectura funera-
parte. la decoración del revestimiento broncíneo ria fenicia y luego púnica de la zona, como en las
del (probable) escudo, es perimetral y parece cistas de sillares con suelo de enlosado de piedra
bastante limitada. Ambos casos son ejemplos de numero 10 o 21 de la necrópolis del Jardín (Schu-
bart et al., 1972 y trabajos posteriores como la

'
1
Vid. capítulo 1 de la presente monograffa.

LA TUMBA DEL GUERRERO. UN ENTERRAMIENTO EXCEPCIONAL EN LA MAl.AGA FENICIA DEL SIGLO VI A. C 11 PP. 1¿;;·230 ISBN 978·84-9959·307·4
206 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5. LA5 ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MALAGA

síntesis acumulada en Schubart y Mass-Linde- espadas de tipo La Tene 1durante la Edad del Hie-
mann, 1995]. o en la propia Málaga. la cámara de rro, extendidas a toda Iberia (en último lugar Gar-
Gibralfaro (Martín. 2012) y sobre todo la cista de cía Jiménez, 2016]. El propio ejército romano se
sillares de la calle Zambrana 48 • caracterizó siempre por adoptar armas foráneas
cuya utilidad se demostraba (Arnim, 1892; Adam,
Sin embargo, el conjunto de objetos depositados 1986; Quesada. 2007; Kavanagh, 2016). Pero di-
como ajuar es variopinto en su tradición y proce- cho esto, también es cierto que hay ejemplos ca-
dencia, como se aprecia en el resto de los capítu- racterísticos: hay muchas formas y variantes de
los de este volumen. Pero si analizamos exclusi- pila arrojadizos, pero unos se extienden por todo
vamente las armas. y descartando la habitual el Mediterráneo Occidental (modelos de cubo] y
ambigüedad tipológica de la lanza, el casco y el otros en cambio siguieron siendo característicos
escudo nos llevan -en principio- a un contexto y casi exclusivos de los legionarios romanos (mo-
griego, probablemente suritálico. delos de espiga). lo que no impide que fueran en
caso necesario empleados incluso por los iberos,
Y esto nos lleva a la cuestión, en este caso clave, caso de los hallados en Castellruf (Quesada et al.,
de las armas concebidas como marcador étnico, 2015: 326; Quesada, e.p.: Apdo. 8]. Sobre todo en
que a menudo se utiliza de manera casi incons- campaña, más que en contextos rituales. las ar-
ciente (Graells, 2014b: 211; Quesada, e.p.: Apdo. mas se empleaban con mucha intercambiabilidad
81. En efecto, sin duda ya las fuentes clásicas uti- (Quesada, 2007; Quesada etal., 2015:317 ss.l. Por
lizaban sistemáticamente las armas como uno de el contrario, en contextos más ritualizados, y
los indicadores étnicos más habituales. desde esta es quizá la clave, y sobre todo en el periodo
Herodoto al describir el paso de los distintos con- arcaico, podemos esperar un uso más 'etnici-
tingentes del ejército persa por el Helesponto zado· del armamento depositado como ajuar fu-
(Hdt. 7. 60-961. a Tácito describiendo las armas nerario. aunque no de manera rígida y exclusiva:
características de los germanos IGerm. 6]. pa- armas de prestigio o captu radas, foráneas. pue-
sando por Tucídides (1, 8] cuando emplea crite- den hallar su lugar en ajuares muy variados.
rios 'arqueológicos' al reconocer ciertas armas ¿Cuál es el caso de nuestra tumba de Málaga? La
como marcadores de los carios. o por los más incertidumbre será la realidad más visible, y la
próximos, Diodoro (5, 33-34) y Estrabón (3, 3, 6 y prudencia y la ponderación una exigencia irre-
3, 4, 15) al analizar las armas de los pueblos de la nunciable, porque la presencia de armas tipológi-
Península Ibérica. R. Graells está, siguiendo una ca mente distintas al paradigma étnico puede de-
larga tradición alemana e italiana, aplicando con berse sin duda al enterramiento de personajes
éxito esta linea de trabajo a. por ejemplo, algunas ·extranjeros· en el contexto global de un cemen-
corazas itálicas o tracias, cuyo análisis detallado terio dado o a muchas otras razones igualmente
ofrece interesantes resultados [e.g. Graells 2012; posibles, desde la adquisición por comercio de
2017b]. armas, al botín de guerra o la mera adopción e in-
cluso fabricación de tipos prestigiosos o percibi-
Sin embargo. y como es sabido, las armas anti- dos como especialmente eficaces. Lo veremos
guas en un contexto mediterráneo son ·marcado- enseguida.
res· étnicos solo de manera limitada. y el argu-
mento debe ser utilizado con precaución. dado 6.3. Armas fenicias y púnicas
que el uso de las armas más exitosas se extendía
con facilidad (Quesada, 1989). Es el caso por Al analizar la punta de lanza encontrada en Má-
ejemplo del propio armamento griego hoplita por laga. hemos anunciado cómo, aunque infrecuen-
excelencia. el aspis o el casco corintio, por ejem- tes, las tumbas con armas no están en modo al-
plo. adoptado por etruscos, lacia les y muchas co- guno ausentes en necrópolis fenicias y púnicas.
munidades suritálicas no griegas en época ar- Hay casos documentados en las propias metró-
caica. Incluso el ejército cartaginés adoptó armas polis orientales ya desde el siglo IX a. C. en ade-
griegas a menudo (Fariselli, 2002). O el de las lante, en necrópolis como Hama (más de una

'8 Vid. capítulo 3 de la presente monografía para un análisis exhaustivo de los paralelos arquitectónicos.

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PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 2Q7
FE RNANDO OUESAOA SANZ Y DAVID GARCIA GONZÁLEZ

decena de tumbas). Tell 'Arqa o Azchiv [Warmen- detallada en Graells, 2014b). Estos trabajos de-
bol. 1983; Mazar. 2004). eso sí sobre todo en con- muestran la existencia de un catálogo limitado
textos cronológicamente equivalentes al Proto- pero más numeroso de lo que suele creerse en
geométrico/Geométrico Antiguo griego, entre los tumbas semitas del norte de África (Túnez y Ar-
siglos Xy IX a. C. Además, el número de armas en gelia, incluyendo claro es el entorno inmediato de
tumbas aumenta en el Mediterráneo centro-occi- Cartagol. Sicilia, Cerdeña e Iberia. Así, C{)noce-
dental entre los siglos VIl-VI a. C.. en un periodo mos necrópolis con una variable proporción de
comparable a la tumba de Málaga. tumbas fenicio-púnicas con armas en Sicilia
(Mozia, ya desde los siglos VIl-VI a . C.. y Palermo,
La idea de que el componente 'milita( en las ciu- cf. Tisseyre. 1998; Tusa. 2012; Fariselli, 2013: 33
dades fenicias del Mediterráneo occidental era ss.l; en Cerdeña [Bithia, Tharros, Othoca. Pani
menor por el carácter comerciante y no guerrero Loriga, Portoscuso en Napoli, 2006-07; 2008; Bo-
de los colonos semitas se demuestra no solo con- tto, 1996; Sulcis/SanfAntioco en Lo Schiavo, 1987:
ceptualmente absurda, sino errónea [Napoli, 99 ss. remitiendo a un hallazgo de 181 Oestudiado
2006-7: 103; Quesada, 2009b: 147-149; Fariselli, en 1821; Fariselli, 2013:45 ss.); en necrópolis del
2013: 211. Como indicó en su momento J. P. Vita norte de África como Rachgún o Tánger (Ponsich.
(2003: 77) en una visión ponderada, extensible a 1967; Fariselli, 2013: 23 ss.); Ibiza (ca na Jondala,
todo el universo fenicio, ''el fenicio no ero en primer en Fernández et al., 2017, no conocido por Farise-
lugar un guerrero, pero lo guerra formaba parte de su llil o incluso en la propia Península Ibérica (como
vida como lo mismo que cualquier otra actividad hu- en Villaricos, en Astruc, 19511. dado que el caso
mano". Otra cosa es que el pensamiento y por de Frigiliana es considerado hoy como indígena
tanto el ritual semita no favoreciera la colocación !contra Arribas y Wilkins. 1971; cf. Jiménez Flo-
de armas en los ajuares (como tampoco el griego res. 1996:84; pero ver todavía dudas en Martín
a partir del siglo VIl a. C.l y por tanto el número de Ruiz. 1995: 96-98).
armas sea en total reducido (Fariselli, 20131.
En algunos ejemplos de necrópolis fenicio-púni-
De hecho, se busca constantemente en la biblio- cas el número o la proporción de tumbas con ar-
grafía moderna una explicación foránea para estos mas es bastante relevante. En Sicilia, en Pa-
casos excepcionales de armamento en contextos normo/Palermo por ejemplo, en 1998 se conocían
rituales fenicios. Warmenbol [19831 analizaba la 59 armas (todas ofensivas). de ellas 38 con con-
presencia de armas inutilizadas en Hama y otros texto en 23 tumbas. y el resto sin contexto preciso
yacimientos de la costa fenicia en contextos de los (Tisseyre. 1998: 360) que hablan llegado a 27 algo
siglos VII I-VI l a. C. como asociada al rito de crema- después, (Tusa. 2012: 1371. Es similar el caso de
ción, y a una influencia foránea egea. aunque reco- Mozia (Fama. 2006; Tusa, 2012: 137 ss.) donde se
noce (1983: 86) la existencia de ritos ocasionales recogen 19 armas para 184 tumbas de excavacio-
de inutilización de armas ya en el Bronce Medio de nes más recientes, aunque se han contabilizado
Levante; de hecho, llega a relacionar estas tumbas en total más de 40 armas ofensivas, no bien aso-
con armas plegadas de Hama con la ocupación de ciadas a contextos de ajuares en total (Fama.
regiones de Jonia por griegos, y en especial por 2006: 244-245; Fariselli, 2013:33-34). En Bithia en
gentes procedentes del Ática, o por mercenarios Cerdeña. 12 de 53 tumbas (un 22%1 contenían ar-
griegos cretenses [1983: 88). mas (Napoli , 2006-7:107; Fariselli, 2013: 49, n.16
cita 25 tumbas con armas sobre 140, de ellas 23
Más recientemente, tanto H. Sader [2005: 871 cremaciones y solo dos inhumaciones. quizá de
como A. C. Fariselli (2013: 21, 87. nl. 18) desacon- extranjeros; cf. Botto, 19961. Este último porcen-
sejan la idea de eliminar por completo la presen- taje de Bithia es en todo similar a las necrópolis
cia de armas como parte relevante del ritual fu- 'bárbaras· como las ibéricas (Quesada. 1997a:
nerario fenicio levantino. fig.345l y no debe explicarse por la presencia de
contingentes extranjeros, griegos o itálicos o
Recientemente tanto L. Napoli (20081 como sobre etruscos (Fariselli, 2013: 36, para la asociación de
todo A. C. Fariselli han dedicado relevantes estu- material etrusco en tumbas con armas del s iglo
dio monográficos a las armas en contextos fune- VI a. C. en Palermol.
rarios fenicio-púnicos (Fariselli, 2013; recensión

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208 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5 LAS ARMAS DELA TUMBA DEL GUERRERO DE MALAGA

De hecho. los ajuares y ritos en la mayoría de las En el Mediterráneo central y occidental hay tam-
tumbas sicilianas o sardas con 'armati' son Los bién una cierta tendencia a considerar Las tum-
mismos que en el resto de Las tumbas (Napoli, bas con armas en necrópoli s fenicias y púnicas, y
2006-7: 1081. En el caso de Bithia esto es rele- muy especialmente las que contienen armas ho-
vante sobre todo porque, al contrario que en mu- plitas griegas (cascos corintios, grebas). como
chos otros casos. las excavaciones son relativa- pertenecientes en realidad a extranjeros, quizá
mente recientes (años setenta del siglo XXI y la individuos (¿mercenarios?) extranjeros (griegos.
recogida de la información, razonablemente de- etruscos, hispanos, sardos) asentados en ciuda-
tallada. En este último caso algunos trabajos se des fenicias. incluso integrados en su sociedad
interrogan por las armas como posible prueba (Graells, 2014b: 211 con especial énfasis en esta
de divisiones sociales (Fariselli, 2013 passim; Lectura). O al menos a pensar que Las armas en
Napoli, 2006-7: 1041. más que cómo la existencia tumbas fenicio-púnicas responden a "estímulos
de ciudada nos foráneos con armas. L. Napoli, en culturales y sociales externos a La civilización
su estudio sintético sobre el ámbito sardo, llega propiamente fenicia" (Na poli. 2008: 16531. De ma-
a la conclusión de que las armas, al menos las nera conservadora (buscando solo tumbas con
halladas en Cerdeña. son en buena parte pro- armas que además sean anómalas). Fariselli
ducto de una producción local, pero que su apa- identifica como extranjeros pocos casos. y con
rición en Las tumbas tiene mucho que ver con cierto escepticismo; así. en Cerdeña cita el caso
una influencia tirrénica. etrusca, ligada a la del posible nurágico enterrado en La tumba 29 de
exaltación del difunto mediante unos objetos en- La necrópolis Pesce de Bithia (Fariselli. 2013: 49).
tendidos como símbolos de estatus, y por tanto Por su parte, Napoli (2006-7: 111-112) también
propias de niveles sociales elevados [Napoli, considera probable, siguiendo a R. Zuffa para el
2008: 1663). caso de Tharros, que en Bithia hubiera aristócra-
tas nurágicos enterrados con sus armas en un
En la mayoría de Los casos estas armas son pie- contexto global fenicio-púnico.
zas sencillas de armamento ofensivo (moharras
de lanza, regatones. puntas de flecha en bronce Los trabajos recientes enfatizan los contactos
y en ciertas ocasiones puñales). como en Mozia complejos entre etruscos. fenicios y sardos en la
[Tusa, 2012: Fig. 1: 1O Lanzas o ¡abalinas; 6 puña- isla de Cerdeña entre el último tercio del siglo VI
les. etc.). y con muchísima menor frecuencia de- y el480 a. C. (Santocchini, 20141 y demuestran La
fensivas. como en Sulcis/Sant'Antioco [Cerdeñal. complejidad de Las relaciones, en las que La vía
donde apareció en el siglo XIX un conjunto de va- comercial etrusca se convierte en otro camino
rios cascos corintios y grebas griegas extrema- para La llegada de armas de tipo griego a contex-
damente inusual !vid. infral. aunque no se men- tos fenicios en Cerdeña. Para Santocchini, a La
ciona la presencia de un aspis (en último lugar existencia de un ·mercado fenicio' (para él tndu-
con btbliografía anterior, Fariselli. 2013: 45 y dable) en Cerdeña debe añadirse la de un ·mer-
nota 4; Lo Schiavo. 19871. Napoli se pregunta cado sardo' independiente del intermediario feni-
por la ausencia de equipo defensivo en las ne- cio (2014: 207-211). Pero queda por ver si al
crópolis coloniales sardas, y rechaza la idea de importante comercio de bucchero nero y de otros
que se tratara solo de equipo realizado en mate- productos [Las ánforas etruscas son 'fantasmas·
ria orgánica y por tanto depositado y perdido sin en la isla. cf. p. 2481. debe añadirse una vía etrusca
dejar rastro (Napoli, 2006-07: 1131: prefiere con- para la llegada de armas de tipo griego (cascos y
siderar que las armas ofensivas, una 'parte por grebas como las de Sant'Antiocol e incluso de
el todo ' de la panoplia, eran símbolo suficiente otras armas de hierro. Para Las segundas. pensa-
de una clase social, mientras que Tusa (2012: mos más bien en fabricación local; para las pn-
128) plantea la alternativa entre símbolo ritual o meras. la actividad de los propios griegos de Sici-
distinctón social. lia y Magna Grecia parece una propuesta a tener
también en cuenta.
Da la sensación pues, que el ajuar fenicio-púnico
incluye con cierta facilidad el armamento ofen- En un contexto etrusco, el de la necrópolis de
sivo; es el defensivo el que resulta una rareza. Aleria (Jehasse y Jehasse 1973: 455. Pl. 1481 se
ha propuesto también a partir de un kardiophylax

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PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERAiliO 2 9
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCÍA GDNZÁLEZ

y un importantísimo conjunto de armas que la La tumba 505 de Lavello!Farentum en la Daunia


monumental tumba 90 contuviera los restos de (norte de la región Basilicatal, más tardía (se-
un importante jefe de mercenarios, en este caso gundo cuarto del siglo IV a. C. por la cerámica
de origen umbro-sabélico, 'fiel a su armamento griega de Figuras Rojas) ha sido considerada
nacional'. 'un condottiero (sic) itálico a sueldo de los [Bottini, 19851. como la sepultura ·de un extran-
etruscos para el control del establecimiento que ha- jero· sobre criterios combinados mucho más
bían establecido en Aleria' (Ada m, 2001: 8781. complejos que la aparición de armas in habituales
y foráneas, como la posición del cadáver, ausen-
También F. Zevi utilizó el carácter aislado de la cia de elementos normativos del ajuar cerámico
tumba lacial de Lanuvio y las armas del enterra- local. Esta comparación hace evidente la dificul-
miento de fines del siglo VI a. C. para considerar tad de asignar una tumba a un ajeno por un solo
que se trataba de un 'extranjero·. en este caso en criterio. Como vemos, la Tumba del Guerrero de
contexto lacial pero con armas mixtas, etruscas y Málaga es inhabitual por su ubicación fuera de
de la zona de Umbría-Piceno (Zevi, 1993: 437-4411. necrópolis, por el conjunto de su ajuar en buena
medida mixto. y por el rito mismo, no por su/s ar-
En Sicilia considera Fariselli (2013: 42) como ma/s griega/s solamente.
probable 'extranjero· sólo un enterramiento (So-
lunto, tumba 26) y discute con escepticismo al-
gún otro caso (tumba 1 de las excavaciones de Como se ve. la tendencia a considerar tumbas ri-
Cintas y Ju lly de Mozia en Fariselli, 2013: 34-351. cas, con compleja panoplia, a menudo aisladas,
sobre el que Graells ha suger ido también en contextos donde resultan llamativas. como
(2014b: 209-210) que la lanza aparentemente propias de 'extranjeros' es creciente en la inter-
hincada en el suelo pudiera deberse a la presen- pretación arqueológica reciente. A esta línea se
cia de un mercenario hispano [donde dicha prác- va a unir. sin duda, el caso de la tumba de Málaga.
tica de lanzas hincadas está más atestiguada,
Quesada. 1994). Es interesante en el contexto de la tumba mala-
gueña mencionar el caso de la sepultura de un
La presencia de extranjeros es sugerida por 'guerrero' en caserna Tuki:iry (Palermol. una cre-
Graells (2014b: 2111 también para la tumba 106 mación del sig lo VI a. C. en la que además de va-
de Palermo-Coso Pisani por la presencia en el rias armas ofensivas (dos lanzas y un puñal). el
ajuar de tres moharras. Con todo, las dificultades cadáver Llevaba cuatro anillos, dos de hierro y uno
internas en este tipo de identificaciones se hacen de bronce. uno de los cuales tenía un escarabeo
evidentes en el caso de la necrópolis de Les Ca- engastado (Fariselli , 2013:37). Aparte del paralelo
setes (Villajoyosa, Alicante). donde Fariselli (2013: con la tumba malagueña. la presencia de los ani-
70 y notas 5 y 6) hace consideraciones sobre el llos nos recuerda, como a Fariselli, la asociación
posible carácter foráneo de tumbas en el con- de estos elementos con la actividad militar. Aris-
junto de la necrópolis en base a La complejidad de tóteles (Polit. 7, 2, 1324b10) menciona que los
la subestructura en combinación con huevos de ciudadanos cartagineses recibían tantos anillos
avestruz (recog iendo a García Gand ía, 2005: 353, (o brazaletes, emplea T&v KpiKwv Kóo¡.wvl como
para citar como posible ejemplo La tumba 17, campañas militares en las que habían pa rtici-
compleja y con quemaperfumes, pero sin armas pado, aunque la costumbre de los anillos (de hie-
en García Gandía, 2009: 70 ss.; 2003); de hecho. rro o de oro) portados por hombres libres en cam-
su excavador tiende a considerar las armas como paña es también propia de los Lacedemonios en
prueba de la presencia de elementos indígenas Grecia (Plinio, Nat. Hist. 33, 4). En Italia, por ejem-
(pre)ibéricos en un contexto orientalizante com- plo en Roma republicana los hombres libres más
plejo en el que las tumbas semitas serían las tradicionales llevaban anillos de hierro (Plinio,
asociadas a ocre o huevos de avestruz (e.g. García Nat. Hist. 33, 6). mientras que ya en época de Ani-
Gandía, 2005:353; 2009: 168 ss., 1761. EL recurso a bal los anillos de oro eran empleados por los
una 'necrópolis mixta·. dice García Gandía équites; el Senado de Cartago recibió cestos de
(2009:176): 'no soluciona el problema; es más estos anillos arrancados a los muertos romanos
bien una opción un tanto problemática·. de Cannas (Liv. 23, 12; Floro 1, 22, 18=2,61.

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210 PARTE TERCERA. LOSOBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPiTULO 5 LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MALAGA

No se puede descartar que algún noble fenicio o es que, desde el Geométrico Reciente 11 1735 a.
púnico se armara al modo griego; nuestro cono- C.l. las armas tienden a desaparecer de las tum-
cimiento de la panoplia fenicia arcaica es muy es- bas del Ática y otras regiones, y poco a poco en el
caso. Es ciert o que aparecen armas 'hoplitas· resto del mundo griego [cf, van Wees, 1998: 338
griegas. sobre todo cascos. en contextos de in- ss.J. aunque lentamente en Argos, Cnosos y otras
fluencia semita fuerte en el Mediterráneo occi- regiones periféricas. A partir del 690 a. C., y al
dental (infral. Un buen ejemplo es el casco corin- ritmo del desarrollo de la po/is, los ajuares se
tio arcaico con decoración de flor de loto en el simplifican mucho y la extinción de las armas es
frontal hallado en el puerto de Haifa (Israel] en en este contexto el rasgo más expresivo (cf. Kurtz
2007 (Hale y Sharvit, 2011: 46-47; Kagan y Vig- y Boardman, 1971: 75; 100 ss.; Whitley. 1991:181
giano. 2013al. muy similar al de la tumba de Má- ss.; van Wees. 1998: 340). De hecho es bien cono-
laga como hemos indicado ya. Suele atribuirse a cido y discutido que las armas pasan a deposi-
un rico jefe de mercenarios griegos de época del tarse en santuarios y ya no en tum bas. Quizá
faraón Necao 11 (61 0-595 a. C.l. y pudo acabar en como expresión de los cambios de base en la or-
las aguas por accidente o por un ritual. pero otras ganización social y político (Morris, 1987: 183 ss.,
posibilidades sobre el propietario no pueden des- 190; Domínguez Monedero, 1991: 711. En este
cartarse en principio. No es el único caso: desde sentido. el ritual de la tumba de Málaga se aleja
los años cincuenta se han hallado nuevos ejem- claramente del modelo heleno contemporáneo".
plos de cascos corintios en las aguas de Ascalón Por tanto, tampoco la presencia de armas en un
[Radan, 19611 y Mersin [Radan, 1958] en las cos- contexto funerario es aplicable con facilidad a un
tas de Asia Menor, que sistemáticamente se atri- ritual griego o practicado por griegos. salvo que
buyen solo a mercenarios griegos. No es por quienes realizaran el ritual fueran una mezcla de
tanto de extrañar que recientemente distintos in- mercenarios griegos barbarizados y/o bárba ros
vestigadores se planteen si los cascos corintios de diverso origen.
hallados en Iberia no podrían haber pertenecido a
fenicios (Jiménez, 2002: 238-239). Porque cuando encontramos cascos corintios, y
verdaderas panoplias griegas. en tumbas itálicas,
En el fondo se trata de la misma polémica que en particular etruscas, no cabe duda de su em-
surge ante casos como las tumbas con arma- pleo por itálicos, especialmente en Etruria, pero
mento griego (y en particular con cascos corintios también en los Abruzzos, Campania y sobre todo
y grebas, del siglo VI a. C.] en necrópolis 'fenicias· la Apulia y Basilicata , dado que hay al respecto
como Sant'Antioco (Lo Schiavo. 1987; Fariselli. verdadera abundanc ia de documentación, ade-
2013: 45 ss.; Bartoloni. 1988: 133]. cuyas armas más de la arqueológica (demasiado frecuente
defensivas (cascos corintios del siglo VI a. C. y para recogerla aquí]; exposiciones riquísimas
grebas] se han atribuido a semitas allí enterra- (Bottini, 1993; Russo, 20011 y otros muchos traba-
dos. pero también a mercenanos etruscos asen- jos [Saulnier . 1980: 54-5; Stary, 1979; 1981;
tados en la ciudad (Graells. 2014b : 2111. merce- Graells, 2014, en especial notas 421, 422 con di-
narios griegos (Lo Schiavo. 1987: 102] o incluso a versos ejemplos de cascos corintios en tumbas
un conjunto de trofeos depositados como botín de etruscas y suritálicas); iconográfica le.g. Blanck y
guerra (Fariselli, 2013: 451. La propia variedad de Proietti, 1986); e incluso literaria [Livio 1, 43; Dio-
interpretaciones muestra las incertidumbres, nisia de Halicarnaso. 4, 18-201.
que son tratadas también por A. Domínguez Mo-
nedero en este mismo volumen . En Etruria la introducción de elementos de lapa-
noplia hoplita, en particular cascos corintios anti-
6.4. Más incertidumbres helénicas e itálicas guos y ospides es temprana en ajuares funera-
rios, remontándose quizá al mediados del siglo
Si atendemos ahora. en lugar de a una visión se- VIl a. C. cuando cascos corintios más antiguos
mita, a una perspectiva griega, la que impone el que el de la tumba de Málaga, y similares al de
casco y el probable escudo, el dato más relevante Jerez-Guadalete, aparecen en contextos etruscos

49 VId. capítulo 18 de la presente monografía

LA TUMB4 DEL GUERRERO UN ENTERRAMIENTO EXCEPCIONAL EN LA MALAGA FENICIA DEL SIGLO VI A. C 1/ PP. 145·230 ISBN 978-s¿-9959·307·4
PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 211
FERNAN DO QUESADA SANZ Y DAVID GARCIA GONZÁLEZ

(Stary, 1979:188-189,191: 1981:62ljuntocones- muchos más en contextos indígenas de La Italia


cudos de tipo hoplita ya en fechas del 650 a. C. en meridional que en la propia Etruria, donde son
adelante (Stary, 1981 :74, Beil. 21. Un ejemplo de sorprendenteme nte raros en comparación con la
la primera entrada de cascos corintios de tipo 1 Italia meridional (Stary, 1981: 427-429 y Karte 9).
avanzado puede ser el de Populonia (Minto, 1943: siendo quizá la explicación que desde el siglo VI a.
106-1071. La influencia armamentística griega C. Etruria desarrolló variedades propias de casco
parece predominar durante unos setenta y cinco (Stary, 1981: 761: con todo, escudos hoplitas de
años desde ese momento, y es visible también en este tipo. con rasgos arcaicos, perduraron en
la creciente presencia de hoplitas en las repre- Etruria hasta el siglo IV a. C. como en la tumba 1
sentaciones le.g. Stary, 1979: fig . 51 y de escudos de Poggio del Roccolo ITorelli, 2000: 562-563, n.
hoplitas y cascos corintios arcaicos en tumbas cat. 741
como Vetulonia, Vulci, etc. (Slary, 1979: 191 ss.;
1981: 62 ss.l, modelos que perdurarían hasta el Por lo que se refiere a la Italia meridional, la Ba-
siglo IV a. C. (síntesis, ibídem fig. 71. silicata (antes Lucania, y antes aún Enotria, Gras,
19981. Apulia y Calabria, por su proximidad a un
Dos fuentes clásicas (Dionisia de Halicarnaso 1, importante núcleo de colonias griegas y a Sicilia,
21, 1; Diodo ro 23. 21 atribuyen a los etruscos el son las regiones con más presencia de armas
empleo de escudos argivos y armas griegas y griegas en forma de panoplias completas entre
Dionisia y Plinio (Plinio Na t. Hist. 3,511 lo atribuyen los siglos VIl-VI a. C. (Bottini, 1993: 49 ss.; Bottini
al remoto origen pelasgo o griego de los etruscos y Setari, 2003: 94-1 04]. que inicialmente se en-
y los faliscos. La adopción de la táctica de falange cuentran en tumbas aristocráticas aisladas (Bot-
por el mundo etrusco -y por extensión en el ro- tini, 1993: 501. Poco sabemos desde la perspec-
mano de la monarquía- ha sido aceptada hace tiva arqueológica de la organización militar de las
mucho (Snodgrass, 1965: 117ss.; Martínez Pinna, colonias griegas de la zona en época arcaica. más
1982; ver también Peruzzi, 1998: 170 para el Le- allá de algunas fuentes literarias (referidas en la
cío prerromana y La introducción de armas de tipo mayoría de Los casos a La caballería, en De Siena,
griego! aunque haya sido criticada recientemente 20011 y Las armas de algunos santuarios (Graells
(Atienzar, 2010; Sierra. 20111. et al., 20171. Por ejemplo, en Metaponto sólo co-
nocemos dos tumbas arcaicas del siglo VI a. C.
La muy extensa representación iconog ráfica en el con armas entre cientos excavadas; una de ellas,
ámbito etrusco tanto de escudos hoplitas (Snod- ahora en St. Louis (EEUUI. es un lote excepcional
grass. 1965: 117-118; Stary, 1981: 75-761 como de con una esplendida coraza, que también ha sido
cascos corintios con diferentes grados de preci- considerada mucho tiempo como la tumba de un
sión (Stary, 1981: 63-64) apunta en la misma di- jefe indígena de mercenarios, aunque ahora se
rección. Sin embargo, la arqueología es muchí- estima que pudiera ser la tumba de un tirano
Simo más escueta. Apenas conocemos en griego de la ciudad (De Siena, 2001 : 31; cf. Lo
Etruria-Lacio dos escudos hoplitas procedentes Porto, 1977-791. Por otra parte, la arqueología
de Bomarzo (Rieth, 1964; Blyth, 1982, quizá de italiana es plenamente consciente desde hace
principios del siglo V a. C.) y de la Tumba del Gue- muchos años de la complejidad de las relaciones
rrero de Vulci (necrópolis de Osteria, tumba 47 del entre colonias como Tarento, Metaponto o Siris; o
520 a. C.; Cherici, 2005: 5361. aunque el que pro- Posidonia al otro lado de la Península Italiana, y
bablemente sea más antiguo procede de una los pueblos locales, ya desde principios del siglo
zona periférica, Fabriano en el Piceno (Snod- VIl a. C., y los problemas de identidad y fronteras
grass. 1965: 117; Stary, 1981: 751. El escudo del étnico-culturales en esta región (e.g. Adameste-
Sepolcreto dei Giardini de Felsina/Bolonia es po- anu. 1990: Lombardo, 1996: Gras, 1998; Bottini,
siblemente posterior a fines del siglo VI a. C. 1999a; 1999b; 2017); en este proceso, La adopción
(Mansuelli, 1956-57: 14, fig. 91. de armas griegas -y de vasos o cerámica etrusca-
por parte de aristócratas [¿solo aristócratas?llo-
En cuanto a los cascos corintios, el panorama es cales sin duda jugó un papel muy significativo. En
similar: aunque conocemos ejemplos de Populo- todo caso, insiste Bottini (2013: 38). lo llamativo
nia (Minto, 1943: Tav. XXXII. Vulci y otras ciudades de las panoplias hoplitas no hace que sean tan
etruscas (Stary, 1981: 427-430 para lista). hay frecuentes, y en todo caso, lugares próximos

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212 PARTE TERCERA. LOS OEUETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO S. LAS ARMAS OE LA TU MBA OEL GUERRERO OE MÁLAGA

entre sí se comportan de manera heterogénea. Y recipiente o bandeja para otra serie de elementos
desde luego la irregular y minoritaria presencia metálicos. Es posible que algo similar ocurriera en
de estos elementos desaconseja pensar que con la tumba de Málaga. En la tumba 105 el escudo es-
ellos llegara una forma de combate hoplita [Bot- taba en el fondo, con una rueda de carro super-
tini, 2002: 96) puesta (Bottini y Setari, 2003: 11]. Igualmente apa-
recen los característicos elementos del banquete
No entraremos ahora en las tumbas de fines del funerario y conjuntos vasculares griegos. Otro
siglo VI a. C. en adelante [e.g. Bottini, 1993: rasgo peculiar del yacimiento es que las nueve
95ss.l que cuentan con cascos corintios del pe- tumbas no parecen formar parte de un conjunto
riodo 111 de Pfuhl, ya muy distintos al de la tumba mayor, y que este lote en apariencia aislado está
de Málaga. muy sesgado: seis tumbas masculinas, solo una
femenina y tres infantiles, concentradas en un par
En Apulia, cerca de Bari, la tumba IV de La Necró- de generaciones en torno al 500 a. C.
polis de Noicattaro [Calcara . Bari] fechable hacia
mediados del siglo VI a. C. [aunque hay piezas de La Tumba 35 de la necrópolis de Baragiano es
las primeras décadas de esa centuria] destaca otra sepultura de carácter principesco datada en
tanto por su conjunto cerámico y piezas metálicas le primera mitad del siglo VI a. C. y que corres-
relacionadas con el banquete ritual, como por un pondería a las de cámara bajo un túmulo. La fosa,
aspis de bronce (Nista. 1978: 15- 16, Tav. X-XI]. excavada en la roca, contenía una inhumación en
mal estado de conservación y un completo ajuar
En la tumba principesca de Corso Cotugno en funerario, en el que destacan las piezas griegas
Ruvo di Plugia (Bari, Apulia] (Montanaro, 2007: asociadas al banquete funerario y una panoplia
450-455] se documentó un conjunto de seis cas- helenizada: dos cascos corintios de principios del
cos de tipo corintio, destacando el hecho de que siglo VI a. C. y una coraza equina en bronce. La
presentan entre sus motivos decorativos repre- Tumba 37, datada hacia el último cuarto del siglo
sentaciones de serpientes, pero en relieve y con VIl a. C. o poco después, es similar a la anterior
una cronología posterior a la de Málaga, de fines en cuanto a la morfología y al ajuar, aunque en
del siglo VI a. C. este caso los elementos del banquete ritual son
menos numerosos. En este caso, el ajuar bélico
La necrópolis de Braida di Vaglio es una de las me- está compuesto por un escudo, casco corintio.
jor documentadas del área de la Basilicata [Bottini, espada con vaina y punta de lanza [Guzzo. 2001:
1985; Bottini y Setari, 2003]. gracias a que la exca- 25; Russo, 2001: num. cat. 1O; Bruscella y Pa-
vación en 1994 de un grupo de nueve tumbas !con gliuca, 2013]. Para dar idea con un breve sondeo
diez enterramientos] muy separadas entre sí, des- de la riqueza de cascos y escudos en esta región
cubiertas por clandestinos. proporcionó una riquí- suritálica, en el área de Potenza encontramos la
sima documentación. Se trata de un cementerio de tumba 672 de Chiaromonte/Sto. Sp1rito, que
población autóctona muy influenciado por los con- cuenta con casco, espada. grebas, tobilleras y
tactos con el área griega en un periodo corto a ca- protector de brazo, pero no escudo, lo que per-
ballo entre los siglos VI y Va. C., por tanto quizá se- mite hipotetizar sobre el carácter ecuestre de su
senta años o más posterior a la tumba de Málaga. dueño (Bottini, 2013: 35). Pueden citarse también
En sus tumbas, varias de ellas excepcionales por en este complejo las tumbas 110, 159, 170 y 76
los numerosos y ricos ajuares, se puede recons- del distrito de Chiaromonte/ Sotto la Croce [pri-
truir el ritual funerario, llegándose incluso a definir mera mitad del siglo VI a. C.]. las tres primeras
Los ajuares como "kits funerarios". Las tumbas con casco corintio; La última, algo más tardla, con
masculinas de personajes relevantes, las tumbas casco corintio u ospis [perdido] (Bottini, 1993: 71 ;
101 y 103, incorporan la panoplia hoplita: cascos 2013 : 36; Bianco et al., 1996: 121]. La tumba 652
conntios, escudos, cinturones, grebas, lanzas y es- de Chiaromonte con pórpax de escudo hoplita
padas; es notable que un prometopidion ecuestre se (Guzzo, 2001: 24; Russo, 2001: n.3l. es ya de prin-
asocie a un escudo hoplita de gran tamaño. En dos cipios del siglo V a. C.
casos [tumbas 101 y 103] el escudo, de unos 90 cm
de diámetro, estaba doblado, apoyado tanto en la A esa serie podemos añadir la tumba F de Melfi
pared como descansando en el suelo, y servía de [Russo, 2001: n.cat. 1] o las tumbas 345, 491 y

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PARTE TERCERA LOS OBJETOS OEl AJUAR FUNERARIO 213
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID Gf\RCfA GONZÁLEZ

545 de Banzi, también en la Basilicata (Russo, es posible saber si su contexto original era funera-
2001: 76 ss.; nos. cat. 4, 9, 181. todas ellas con rio o votivo, pero Spatafora (2006: 215) apuesta de-
restos de escudos hoplitas y/o cascos corintios cididamente por la segunda opción, citando ejem-
del siglo VI a. C. entre los objetos documentados. plos como Los de la Magna Grecia (Graells et al.,
En la necrópolis de Lavello, la tumba 56 conser- 2017a en último lugar).
vaba restos de decoración mural arcaica y en ella
se halló también un casco corintio (Adamesteanu, Las poblaciones indígenas del interior de Sicilia
1971: 115-116). muestran un panorama distinto en el siglo VI a.
C. al del sur de Italia (Spatafora, 20111. porque
Se puede pues afirmar que la panoplia hoplita de siguiendo a esta autora allí y salvo en casos
tipo griego -y etrusco- se insertó de manera ge- concretos (Montagna di Marzo cerca de Piazza
neralizada entre los pueblos no griegos de la Ita- Armerina, en Albanese Procelli, 2006] las armas
lia meridional, y no solo en Etruria, ya en las pri- -griegas o no- en tumbas indígenas son raras,
meras décadas del siglo VI a. C. Tagliamonte mientras que abundan en contextos votivos
[1994: 31 ss, especialmente 38-40 y 43) traza un (Spatafora 2006: 215 ss.; 2011: fig . 71. en lo que
cuadro de formaciones de élites con carácter parece un paralelo con las prácticas griegas. En
guerrero desde fines del siglo VIl a. C., y en esta particular, destaca en Montagna di Marzo la
línea Nava (2001: 38) argumenta que si ya en el fi - tumba 31, excavada en la roca y a la que se ac-
nal del siglo VIl a. C. se aprecia La existencia, en la cede mediante un dromos escalonado. Contenía
Daunia y La Basilicata vecinas a Las colonias grie- en su interior dos sarcófagos de piedra con sen-
gas del sur, de un círculo reducido de aristócratas das inhumaciones masculinas, y abundante
con acceso a armas griegas, este fenómeno se ajuar con piezas propias del servicio del ban-
generaliza en el siglo VI a. C. aunque la autora quete ritual, ofrendas y armamento consistente
considera como "de parada· armas plenamente en casco corintio, escudo, grebas y espada. Es
funcionales [vid. infra). posible que, si como ha recogido Domínguez
Monedero (1989: 522 ss .. 652 ss.) en la isla los ri-
El caso de una Sicilia multicultural es muy com- tos funerarios griegos influyeran considerable-
plejo [ver sobre Las interacciones culturales en pri- mente más sobre los indígenas, que no al revés
mer lugar en Domínguez Monedero, 1989). Ya nos (aunque haya multitud de zonas grises] Las ar-
hemos referido al caso de La Sicilia púnica (Pa- mas estén ausentes en tumbas y presentes en
Lermo, Mozia, etc., en Fama, 2006; Tusa, 2012, vid. santuarios de acuerdo al menos en parte a esa
supra). Mientras tanto, La griega no ha proporcio- influencia.
nado apenas armas en contextos funerarios salvo
muy contadas excepciones, caso de una tumba 6.5. Inutilizaciones rituales
bastante monumental, en Las cercanías de Agri-
gento, con Lécitos griegos de fines del siglo VI o Hemos considerado que, aunque no con total cer-
principios del V a. C. con grebas y una coraza de teza. tanto la punta de lanza como el casco fueron
bronce [cf Wilson, 1981-82: 96; Domínguez Mone- inutilizados ritualmente, la primera con doblado
dero, 1989: 431 ss.J. Los trabajos recientes en la bajo presión. el segundo aplastando las carrille-
Himera arcaica están ayudando a precisar un pa- ras hacia el centro, cerrando todo el espacio de la
norama (cf. Vassallo, 2013; 2014; 2016) en el que boca bajo el nasal. Adicionalmente, parece que el
incluso en una fosa de campo de batalla como la probable escudo pudo ser inuti lizado al retirar su
de Himera el ritual funerario griego no incluye el pórpax.
enterramiento de panoplias, y las armas solo apa-
recen como causantes de una muerte (puntas de Desde el siglo IX a. C. se inutilizaban armas en Los
flecha o de lanza) o quizá como símbolos de victo- ajuares funerarios en el Protogeométrico ate-
ria (grebas ibéricas, cf. Vasallo, 2016: 53-541. Los niense [e.g.; Kurtz y Boardman, 1971: 216] pero
cascos corintios y grebas diseminados por colec- también en muchas otra regiones griegas como
ciones europeas como procedentes de Sicilia y pu- Beocia, Fócide, Lefkandi en Eubea, Tesalia, Creta,
blicados por Pflug [1988) proceden según Spata- etc. (Warmenbol, 1983: 81-82 para una breve re-
fora (2006: 221, n.2l de Selinunte, Agrigento y copilación; también Lloyd, 2015; van Wees, 1998).
Siracusa o de su entorno limítrofe inmediato. No A menudo el plegado es tal que deja poca duda de

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214 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5 LAS ARMAS DE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MÁLAGA

su carácter ritual (como la espada doblada en Napoli (2006-7: 1091 piensa que las inutilizacio-
torno al cuello de un ánfora del Areópago de Ate- nes producidas en las tumbas púnicas sardas se
nas (Coldstream, 1977:311. Sin embargo, la pro- deben ante todo a la preocupación por el posible
gresiva desaparición de esas armas en los ajua - saqueo de tumbas, y desde luego la mera retirada
res griegos desde principios del siglo VIl a. C. de la embrazadera de un escudo como en el caso
hace que, pese a la pervivencia de estos ritos des- de la tumba de Málaga impediría su uso. En todo
tructivos pero solo en los santuarios (supra). no el Mediterráneo parece ampliamente aceptado
sea una buena idea tampoco considerar un con- que la inutilización de las armas se debía a razo-
texto ritual griego para analizar la inutilización de nes rituales antes y por encima que otras causas.
las armas de la tumba malagueña. Con todo, Napoli está acompañada en su valora-
ción utilitarista por un amplio elenco de especia-
Ya desde el Protogeométrico griego las armas listas, por ejemplo, pa ra Iberia , Sandars (1913:
pueden aparecer dobladas en torno a la urna ci- 70). Broncano (1985: 102); Fernández (1986: 7971.
neraria, abrazando en la muerte al difunto, y ese García Cano (1997: 226) etc. Pero las posturas
rito se extiende de manera no sistemática pero contrarias. de base ritual, son igualmente abun-
tampoco inusual -en aquellas culturas que entie- dantes y más sólidas (Grinsell. 1973; Coldstream,
rran armas- al mundo semita !como acabamos 1977: 31; Rafel. 1985: 20, Quesada, 1997a: 641-
de ver). al norteafricano no necesariamente pú- 643; Lloyd, 2015).
nico (e.g. Souville, 19971. y desde luego al mundo
ibérico (Quesada, 1997a: 641 ss.l. La propia ubicación de las armas de la tumba de
Málaga, la presencia del quemaperfumes con res-
La destrucción ritua l de objetos. con independen- tos quemados j unto al casco, y la naturaleza de las
cia de una función práctica, está perfectamente inutilizaciones nos llevan a sostener el carácter
documentada en la Edad del Hierro (Grinsell, fundamentalmente ritual de éstas, con indepen-
1961; 1973: Merrifield, 19871. En el mundo celta la dencia de que. adicionalmente, convirtieran en in-
inutilización es especialmente prevalente en de- útil el intento de saqueo, que sería más atractivo
pósitos votivos y santuarios, un contexto por com- para otras piezas no inutilizadas como la phiále o el
pleto diferente al que aquí nos ocupa y probable- anillo. En este sentido, seguimos pensando que el
mente con diferente motivación (e.g. Brunaux y componente básico de este proceso era tanto la
Rapin, 1988: 109-115; Lejars, 1994: 105 ss.; Me- especial vinculación de las armas al difunto como,
rrifield, 1987: 29-30; Blackenfeldt y von Car- y quizá sobre todo, el proceso de inversión funera-
nap-Borhneim, 2018); lo mismo ocurre con la in- ria, lo destruido en el mundo terrenal deviene uti-
utilización de armas en santuarios griegos lizable en el Más Allá que hemos analizado en otro
(Jackson, 1983; Gabaldón, 2004: 155-160; Graells, lugar (Quesada, 1997a: 643; cf. Luciano, Philopseu-
2016;2017al. des 27; De Luctu 14; Herodoto 5, 92).

Es demostrable la existencia de ajuares con ar- 6.6. Sobre la posición externa del casco y
mas sujetas a ritos de inutilización en el ámbito probable escudo
semita también desde la Edad del Bronce e ini-
cios de la Edad del Hierro pero perdurando en el Ya se ha mencionado la peculiar ubicación del
siglo VI a. C. Warmenbol(1983) recopilaba hace casco (y quizá del escudo) en el exterior y en la
tiempo algunos ejemplos de espadas plegadas en vertical de la cista funeraria, rasgo en principio
contextos fenicios orientales, pero sólo hasta el inusitado. En principio podría ser muy tentador
siglo VIl a. C. y con influencia egea . Pero Napoli utilizar como 'paralelo iconográfico' la estela ate-
(2006-7) ha mostrado la existencia de ritos de in- niense de Hierokles del Museo Epigráfico de Ate-
utilización de armas también en Cerdeña (Bithia, nas (EM13189l procedente de las cercanías de Pi-
Othocal. En Palermo también aparecen puntas de kermi, al este de Atenas (Peppas- Delmusu,
lanza dobladas en ángulo recto, como la de la 1973-441.
tumba de Málaga (Tisseyre, 1998: 366, nos. Z1 O,
Z11; también Fariselli, 2013: 42). aunque sin em- Se trata de una estela clásica de época ya avan-
bargo Tusa (2012: 138) anota que en Mozia apa- zada, datada en el370-350 a. C., en mármol pen-
rentemente no se da este fenómeno. télico, sobre cuyo fuste rectangular se presentan

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 215
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCÍA GONZÁLEZ

España: 1: Beocarrón, 2: Jardín, 3: Frigiliaoa, 4: Villaricos, 5: Les Casetes, 6: Ca Na Jondala; Marruecos: 7: Taoger, 8: Rachgoun;
Italia: 9: Tharros, Othoca, 10: Portoscuso, San't Antioco, Pani Loriga, Bithia, 12: Bolonia, 13: Populonia: 14: Vulci, 15: Orvicto,
16: Lanuvio, 17: Posidonia, 18: Melfi, Lavello, Baragiano, Braida di Vaglio, 19: Ruvo di Puglia, Noicattaro, 20: Tarento, Metaponto,
21 : Chiaromonte, Siris, 22: Mozia, Sclinunte, 23: Palerrno, Solunto, 24: Agrigeoto, 25: Mootagna di Marzo, 26: Siracusa; Francia: 11: Aleria
Grecia: 27: Pikcm1i; Israel: 28: Haifa; Siria: 29: Hama.

Italia: 1: Tharros, 2: Othoca, 3: Portoscuso, 4: Saot't Antioco, 5: Pani Loriga, 6: Bithia,


8: Populonia, 9: Bolonia, 10: Vulci, ll: Orvieto, 12: Lanuvio, 13: Posidona, 14: Melfi,
15: Lavello, 16: Baragiano, 17: Braida di Vaglio, 18: Ruvo di Puglia, \ 9: Noicattaro,
20: Chiaromonte, 21: Siris, 22: Metaponto, 23: Tarento, 24: Mozia, 25: Selinonte,
26: Palermo, 27: Soluntom 28: Agrigento, 29: Montagna di Marzo, 30: Siracnsa;
Francia: 7: Aleria.

Figura 55. Mapa con La ubicación de los enclaves citados en el texto en el apar-
tado de análisis histórico y cultura l.

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216 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPITULO 5. LAS ARMAS OE LA TUMBA DEL GUERRERO DE MALAGA

en relieve. de abajo a arriba, un gran Lutróforo, un crítica· de griegos que lo sostuvieran. Y eso su-
escudo hoplita, sobre él dos rosetas. y sobre la poniendo que en efecto el difunto fuera un grie-
cima un casco corintio. El conjunto, en la vertical go-griego, ya que como veremos de inmediato
de la tumba excavada en el suelo, podría recordar hay otras opciones. Adicionalmente , la lejanía en
la disposición de las armas de la tumba mala - el tiempo de los paralelos citados. y el hecho de
gueña: el casco -y quizá el escudo- en el exterior, que también en el mundo púnico (Fariselli, 2011 :
sobre la tumba propiamente dicha, en contacto 70, fig . 21 encontremos estelas con escudos gra-
con ella pero en superficie. De hecho. la colocación bados en el fuste y remate vagamente antropo-
del casco sobre el ápice de la estela es un caso morfo (aunque no cascos en su ápice, eso sil.
único en el Atica (Peppas-Delmusu, 1973-74: 530; nos impiden avanzar más en esta línea que en
Salapata, 1997: 254). pero no inusitado: el Museo principio nos parece sugestiva.
de Corinto conserva una estela miniaturizada
(MF18531 en terracota con una serpiente en el Por otro lado. la posibilidad planteada original-
fuste y casco corintio con penacho en el ápice !Sa- mente de que hubiera en nuestra tumba de Má-
lapata. 1997: 253 ss., lám. 63bllas cuales surgen laga un gran objeto circular, quizá un escudo, apo-
en el siglo V a. C. y perduran en época helenística. yado contra la pared norte, tiene también paralelos
en tumbas centro mediterráneas cuando dispone-
De hecho. hay documentación que indica que de he- mos de alguna información sobre la disposición de
cho se colocaban armas sobre la tumba. Pausanias los objetos, caso de la tumba 101 de Braida di Va-
escribe (9, 25, 11 que el monumento conmemorativo glio en Basilicata (Bottini y Setari, 2003) o la tumba
de la muerte fratricida de Eteocles y Policines es- 31 de Montagna di Marzo en Sicilia (Albanese Pro-
taba marcado por una estela coronada con un es- celli, 20061 (Fig. 55].
cudo en piedra. Pero es más interesante cómo Sa-
lapata (1997: 254] recoge varios ejemplos de 6.7. En conclusión
cerámica pintada (incluyendo lécitos funerarios] en
los que se indica con claridad que sobre una estela Volviendo pues a la Tumba del Guerrero de Má-
se podía apoyar un escudo y colocar un casco sobre laga, las armas. pues, nos llevan a pensar en un
su ápice. De hecho, plantea que es probable que la enterramiento fechable en la primera mitad del
idea de colocar armas como motivos decorativos en siglo VI a. C., probablemente en el segundo
estelas funerarias derive de la práctica original de cuarto, aunque dado el largo periodo de uso de
colocar armas reales. En este sentido. parece aún algunas armas defensivas, no puede descartarse
más interesante que también en la colonia de Ta- un periodo ligeramente posterior al550 a. C.
rento se hayan encontrado (Salapata, 1997; Bro-
neer, 19421 placas de terracota con estelas votivas El estudio del conjunto nos puede llevar en princi-
coronadas por un casco, con fechas del siglo IV a. C. pio a pensar en un griego de Sicilia o la Magna Gre-
Salapata vincula explícitamente -contra Broneer- cia, pero no pueden descartarse otras opciones.
estas placas con estelas decoradas con armas con sobre todo en combinación con el conjunto del
cultos heroicos/funerarios (1997: 255) lo que nos ajuar y el rito. Por lo que ahora nos ocupa, éstas
lleva a la sugerencia de Graells sobre un posible son armas empleadas por numerosos pueblos del
culto funerario en la tumba malagueña {supra. mediterráneo centro-occidental, y están bien docu-
Graells. 2014a: 100, n 425]. mentadas en ajuares funerarios 'indígenas· desde
la Etruria septentrional hasta el extremo de Sicilia
La idea, aplicada al caso de Málaga, es pues su- en los siglos VI I-V a. C., así como en contextos sar-
gerente en un contexto básicamente de interpre- dos fenicios. Entramos de nuevo, pues, en el juego
tatia graeca. pero en el estado actual de nuestros tantas veces analizado en las páginas precedentes
conocimientos es especulativa, y a nuestro juicio en torno al concepto de 'extranjero·. más que en el
improbable: el casco y el quemaperfumes no de un líder local con rasgos de tirano. como en la
eran visibles, y en nuestra concepción no es muy propuesta de Da Siena para la tumba con coraza de
probable que un jefe de mercenarios recibiera Meta ponto [supra, De Siena. 2001: 31].
un culto heroico (¿de tipo griego?) en un con-
texto fenicio donde sus hombres posiblemente Los mercenarios griegos armados como hoplitas
se desplazaran pronto, y no existiría una 'masa eran particularmente apreciados en el siglo VI a. C..

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PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 217
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCIA GONZÁLEZ

y desde antes, en todo el Mediterráneo, bastante Menos probable es a nuestro modo de ver su
antes de la gran explosión de la segunda mitad del adscripción a un individuo de origen 'hispa-
siglo V a. C. [Bettalli, 1995 para este periodo ar- no'/'tartesio'/'turdetano'/'ibero· [sin entrar en
caico]. Hay una tendencia marcada a considerar que las dificultades de esta adscripción]. La total au-
los mercenarios griegos de época arcaica, entre los sencia de escudos hoplitas y la casi total de cas-
siglos VIl y VI a. C. sobre todo, eran de cierto rango, cos corintios en contextos funerarios, sacros o
incluso aristócratas acompañados de séquitos pe- de hábitat en la Península Ibérica [salvo los es-
queños, en general un fenómeno a pequeña escala casísimos y peculiares hallazgos antes estudia-
[e.g. Betalli, 1995: 52; 2013: 245; Kaplan, 2002: 241; dos). junto con la ausencia de otros elementos
Trundle, 2004: 44). aunque esto no explica los treinta 'indígenas· como cerámica en el ajuar funerario,
mil mercenarios jonios y carios que sirvieron a o el propio ritual de inhumación, lleva en el es-
Apries en Egipto hacia 570 a. C. contra Amasis [He- tado actual de nuestros conocimientos a consi-
rodoto 2, 163 y 169, tras el episodio anterior más re- derar improbable esta identificación !J iménez,
ducido en número de Psamético en el660 a. C., Hdt. 2002: 239). Opinión distinta es la de R. Graells
152-154]. Recientemente, sin embargo, se ha criti- [2014a: 98-99) quien valora la presencia de los
cado esta visión, proponiendo un mayor espectro cascos corintios en Iberia no vía el entorno feni-
social para estos mercenarios [e.g. Luraghi, 2006; cio, ni el griego, sino mediante la integración de
Hale, 2013; lancu, 20161. Sea como fuere, la tumba esas piezas ·a los usos locales', y no a través de
de Málaga, en conjunto, muestra el enterramiento mercenarios griegos que llegaran a Iberia. sino
de un personaje de rango medio-alto, no de un sol- al revés, por el supuesto reclutam iento de his-
dado común, y no sólo por lo elaborado de su casco, panos por parte de 'po blaciones mediterráneas·
sino por el conjunto del ajuar y la elaborada cista de ya en las primeras décadas del siglo VIl a. C. si
sillares en que fue depositado. atendemos al casco de Jerez, lo que implicaría
un mercenariado hispano pre-ibérico, dos s iglos
Sin embargo, esta idea. y la fenicia, plantean pro- anterior del documentado por vez primera en las
blemas en un contexto ritual que es sumamente fuentes literarias, hacia 480 a. C. [Hdt. 7, 165;
atípico: en esta fecha de mediados del siglo VI a. C., Diodoro 11,1; Polieno Strat. 1, 281, o incluso en
como se ha mencionado ya, sería extraño [aunque 506 a. C. en Cerdeña [según la referencia que
no inusitado) un ritual funerario para un fenicio o nos proporciona Pausanias 1O, 17, 5-9).
para un griego en el que se depositaran armas, ya
que en este periodo las ofrendas armamentísticas En este contexto debemos al menos mencionar el
han pasado a santuarios; sería por tanto un ritual guerrero grabado en una plaquita de marfil de
muy atípico para un heleno, e inhabitual para un Bencarrón que formaba parte de una cajita [Au-
semita. Es cierto que, como hemos visto, hay por bet, 1981-82). El guerrero. armado con lanza y
el Mediterráneo un cierto número de tumbas feni- escudo circular. y colocado entre un león y un
cias con armas, aunque son en la suma total rela- grifo, lleva un casco con cresta que Shefton [1982:
tivamente raras. Aunque no se puede descartar un 346) consideraba y probablemente con razón
enterramiento de un noble fenicio con unas armas como indudablemente griego, quizá Ilirio !Jimé-
que en principio no le fueran propias, y además nez, 2002: 239). Trabajos posteriores [Torres,
empleando un ritual inusitado, esta posibilidad se 2002: 254-255) aceptan esta clasificación y una
antoja aún más alejada que la de un griego o un fecha entre fines del siglo VIl y mediados del VI a.
hispano. Aunque se sigue aceptando a menudo C., coincidente como estamos viendo con la
que cascos corintios como los de la necrópolis fe- tumba malagueña. El problema es que la ads-
nicia de Sant'Antioco [Sulcis, Cerdeña) pertenece- cripción cultural es imposible: el arte es orienta-
rían a fenicios, al igual que representaciones como lizante, pero la factura puede ser local o fenicia;
las de la sítula de Chiusi !Jiménez, 2002: 238), la el motivo del guerrero puede reflejar fielmente a
cuestión no está en absoluto clara, y en estos con- un guerrero fenicio, o ser una plantilla de tipo
textos es más económico pensar en soldados griego adaptada, quizá incluso vía Chipre como
¿griegos? integrados en la sociedad local [Lo sugiere Shefton. La última postura de su princi-
Schiavo, 1987; Graells, 2014: 99). pal estudiosa, M.E. Aubet, es considerar estas ca-
jitas producto de un artesanado local inspirado en
la iconografía del Levante Mediterráneo,

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218 PARTE TERCERA. LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO
CAPiTULO 5 LAS ARMAS OE LA TU MBA OEL GUERRERO OE MÁLAGA

empleando figuras de 'corta y pega· y esquemas Cabe plantearse La hipótesis de un jefe de origen
prefabricados (Aubet. 2008: 292-294] por lo que suritálico (enotrio o Lucano, de la zona de la Basi-
su capacidad predictiva es nula. licata actual] o quizá siciliano, muy helenizado
pero con raíces indígenas. conciliaría mejor que
El enterramiento de Málaga se produjo en una las otras opciones mencionadas la co-existencia
tumba de modelo fenicio (aunque tenga parale- de un rito de inhumación, con un ritual que incluye
los en todo el Mediterráneo central dado lo rela- la colocación de armas de tipo griego (inusitada
tivamente elemental de su estructural, pero no en la tumba de un griego o un fenicio]. en una
(y es relevante) en un cementerio fenicio, con un tumba de factura fenicia en una ciudad fenicia. La
ajuar en el que se combinan quizá sus armas (y existencia de jefes de mercenarios que se despla-
adornos] propios con otros objetos locales. zaban solos o con un contingente de guerreros de
Quizá incluso, si comparamos el modelo de su misma etnia está bien documentada en Las
cista con Los casos similares, de Jardín (por fuentes literarias, contemporáneas y posteriores
ejemplo tumba 10, tipo IV-1-b de Tejera, 1979]. (Betalli, 1995: 46 ss. para ejemplos orientales cer-
la sustitución de una eventual cubierta de blo- canos en el tiempo a nuestra tumba; también
ques de piedra por una de madera podría quizá Ada m. 2001). EL caso del general Lacedemonio
-es una hipótesis complementaria pero no ne- Jantipo en la Primera Guerra Púnica. a mediados
cesaria dado que La madera también se emplea del siglo 111 a. C., aunque muy posterior. es tam-
como cubierta en otras tumbas- testimoniar un bién significativo, al demostrar el prestigio de los
funeral apresurado. La presencia de mercena- mandos griegos, y en especial lacedemonios. en
rios griegos o bárbaros en contextos fenicios no el mundo púnico (cf. Polibio 1, 32; Diodoro 23, 13;
es especialmente problemática; incluso se ha Brizzi, 2001; Fariselli, 2002: 383 ss.l. Que estos je-
planteado la posibilidad de colaboración militar fes de mercenarios pudieran alcanzar rango im-
en este sentido en época arcaica en la región de portante en lugares alejados de su patria ha sido
Onuba a Malaka (Domínguez Monedero, 2006: por ejemplo propuesto explícitamente por A. M.
62, nota 951. Ada m (2001] para el personaje enterrado con sus
armas -y también una mujer y un niño en una cá-
Por fin, debe tenerse en cuenta la hipótesis de mara monumental- en el caso de una tumba de la
que nos hallemos ante la última morada de un ciudad de dominio etrusco en Aleria (Córcegal.
jefe de mercenarios de origen itálico, heleni-
zado. No hace mucho que Ada m (2001] se atrevió Las fuentes literarias son de poca ayuda en esto.
a retomar el término candottiere en torno a la porque tanto para el mercenariado griego como
posible existencia de jefes de mercenarios, nor- para el itálico las referencias son tardías. no an-
malmente nobles, en La Etruria y Lacio arcaico, teriores a la segunda mitad del siglo IV a. C. Plu-
apoyándose en algún testimonio arqueológico y tarco dice explícitamente (Timol. 30.4-5] que La
fuentes literarias desde muy finales del siglo VI primera vez que Cartago contrató mercenarios
a. C. en adelante (e.g. Dionisia 5, 14,1]. Hemos griegos fue en 340 a. C., tras Crimiso (Griffith,
desgranado a lo largo del texto las razones por 1935: 209; Fariselli, 2002:383 ss.l. salvo quizá por
las que un origen etrusco para el propietario de una referencia aislada de Polieno (Strat. 5. 2. 17]
la tumba no nos parece el más probable; no por alusiva al asedio de Mozia en 397 a. C. (Fariselli,
la estructura de la cista (sus mejores paralelos 2002: 383-389). aunque es posible, como supone
están en Jardín. apenas unos kilómetros]. pero Fariselli (2002: 3891. que hubiera casos de deser-
tampoco por el rito ni por conjunto del ajuar, tores, aliados u opositores a tiranos siracusanos
para el que -en conjunto- no hay buenos parale- en fechas anteriores.
Los en parte alguna. pero que tienen a nuestro
juicio mejor ajuste en la parte meridional de Ita- En cuanto a los posibles mercenarios itálicos o si-
lia. El que en Gravina y otros yacimientos suritá- cilianos, las fechas pueden remontarse en las
licos, por ejemplo, encontremos cistas (o se- fuentes hasta el siglo V a. C. (Tagliamonte. 1994;
mi-cámaras] estructuralmente en apariencia Fariselli, 2002: 281 ss.). Las fuentes más antiguas
muy cercanas a la malagueña (Burkhardt, 2010: se refieren genéricamente a itálicos en 480 a. C.
34, fig. 6) no nos autoriza a escoger las hipótesis (Diodoro 14, 95, 1). e incluso en 485 a. C. (Dion. Ha l.
más complejas. 7, 10.3) pero han sido consideradas sospechosas. y

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PARTE TERCERA LOS OBJETOS DEL AJUAR FUNERARIO 219
FERNANDO QUESADA SANZ Y DAVID GARCIA GONZÁLEZ

solo se hacen más precisas y frecuentes desde fi- Cala Sant Vicent. Monogr (Nieto, X. et al.. eds.],
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50
Remitimos por fin al capítulo 18, a cargo de A. Oomínguez Monedero en este mismo libro para ulteriores consideraciones
so bre la ritualidad del conjunto de la tumba.

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