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AMARTE OTRA VEZ

DINA REED
©Dina Reed, abril, 2020
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Foto de portada: iStock by Getty Images iStock.com/raalves
Diseño portada: DR
Queda prohibido reproducir el contenido de este texto, total o parcialmente, por cualquier
medio analógico o digital, sin permiso de la autora con la Ley de Derechos de Autor.
Los personajes que aparecen en la novela son inventados, cualquier parecido con personas
vivas o desaparecidas es mera coincidencia.
ÍNDICE
SINOPSIS
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
EPÍLOGO:
SINOPSIS
Después de unos desencuentros con su familia, Karen Cook decide empezar una
nueva vida en Nueva York y todo va sobre ruedas hasta que se enamora.
Y es que no puede evitar enamorarse del hombre más sexy, duro, terco y frío que ha
conocido en su vida ¡y encima es su jefe!
Logan Carter es un empresario de éxito que cree tenerlo todo bajo control hasta que se
enamora de su asistente y no sabe cómo gestionarlo.
Karen ha vuelto del revés su mundo y está tan desbordado que decide que lo mejor es
dejarlo y romper con ella.
Karen regresa a su Austin natal con el corazón roto, dispuesta a olvidar al cerdo de su
jefe, mientras se reincorpora al trabajo en el rancho familiar.
Los meses pasan, la relación de Karen con los suyos vuelve a fluir, su corazón parece
que empieza a sanar, pero todo se trastoca cuando un buen día aparece en el rancho el
mismísimo Logan Carter.
Logan está muy arrepentido, se ha dado cuenta de que no puede vivir sin Karen y ha
viajado a Austin para recuperarla.
Si es que ya no es demasiado tarde…
¿Crees en las segundas oportunidades? ¿En el poder del perdón? ¿En que el amor si es
verdadero siempre vence a pesar de todo?
Tienes que leer… AMARTE OTRA VEZ.
Capítulo 1
El señor Carter dio un sorbo a su café bien cargado, mientras dejaba la vista perdida
en los rascacielos de la ciudad.
Eran las siete de la mañana de un lunes que había amanecido feo, a pesar de que ya
estaban en primavera.
Hacía frío, el día era gris y la ciudad parecía más triste de lo habitual…
O era él.
Lo cierto era que se había pasado el fin de semana dándole vueltas al asunto de Karen,
por llamarlo de alguna manera, y no había sido nada agradable.
Apenas había probado bocado, ni había podido conciliar el sueño, pero la decisión
estaba tomada y ya solo quedaba comunicárselo a ella.
Respiró hondo, sintió una punzada en el estómago y un sabor amargo en la boca.
Y no era por el café…
Si bien, era lo que tenía que hacer y él era un hombre que hacía siempre lo correcto,
costara lo que costase, doliera lo que doliese.
Él era un tipo racional, lógico y frío, que sabía muy bien por sus negocios que cuando
se dejaba llevar por las pasiones siempre acababa pifiándola.
Así que tenía que protegerse, lo de la señorita Cook estaba llegando demasiado lejos y
era mejor cortarlo a tiempo, que tener que arrepentirse después.
Él tenía que estar centrado en sus negocios, en su holding de inversiones cuyo valor en
bolsa era el doble de sus fondos propios. Todo un éxito para un joven inversor como él
que había empezado comprando la empresa textil de su padre y que ahora con 34 años
tenía una compañía fiable, sólida y tremendamente rentable con participaciones en
distintas empresas.
Eso era lo importante y lo de Karen…
Aunque doliera al principio acabaría pasando…
Lo que tenía claro era que no podía permitirse el lujo de bajar la guardia y eso era lo
que estaba haciendo desde que esa mujer había llegado a su vida.
Karen apareció en su despacho hacía seis meses, para sustituir a la señora Donovan, la
secretaria que había heredado de su padre.
Una mujer leal, servicial, trabajadora, competente y con una paciencia infinita para
soportarle.
Lamentó tanto que se jubilara que estaba convencido de que jamás iba a encontrar a
nadie como ella.
Pero después de dos meses de infructuosa búsqueda de asistente personal, apareció
Karen…
¿Qué cómo era Karen?
El señor Carter apuró su café, se aflojó el nudo de la corbata, se sentó en su sillón de
cuero giratorio y suspiró.
Karen. Maldita sea. ¿Cómo se le podía haber metido tan dentro esa chica?
En la vida le había pasado nada igual. Es más, desde el primer momento que puso un
pie en el despacho y se miraron, Logan sintió algo especial.
Algo que ella también sintió como le confesó después.
Algo tan extraño como si se conocieran desde siempre, aunque fuera la primera vez
que se encontraban.
Ella estaba nerviosa, no paraba de morderse los labios y de estrujar la carpetilla en la
que llevaba el currículum.
Pero con todo, tenía una determinación y una fuerza en la mirada que a Logan le
dejaron gratamente impresionado.
Y luego, se puso a hablar sin parar, como una cotorra, como era ella, una parlanchina
sin remedio. Y le contó que había estudiado Empresariales en Yale, que después había
regresado al rancho familiar dispuesta a maximizar su rendimiento, pero tras hartarse
de pelear con su padre para introducir la más mínima mejora, decidió coger sus cosas
y empezar de cero en Nueva York.
Logan al momento empatizó con ella, porque algo sabía de tener un padre terco. No
en vano, le costó muchísimo convencer a su padre para que le dejara optimizar el viejo
negocio familiar. Tuvieron unas peleas tremendas, pero Logan al final se llevó el gato
al agua y sobre esas profundas reformas que acometió en su día, levantó el imperio del
que su padre estaba tan orgulloso.
Aunque jamás se lo dijera a la cara, pero Logan sabía por terceros que cuando él no
estaba presente su padre siempre presumía de hijo y con eso le bastaba.
El viejo Carter jamás iba a dar su brazo a torcer y además tampoco era un hombre
demasiado expresivo; no obstante, ya habían superado todas sus diferencias y estaban
en paz.
Cosa en la que no parecía estar Karen a tenor de la mirada tan triste que se le había
puesto cuando había empezado a hablar de su padre.
Y claro para Logan fue tan fácil ponerse en su pellejo que ni se lo pensó, tras ojear su
expediente académico (mientras Karen no paraba de parlotear) y comprobar en
Internet que el hotel rancho Cook era el clásico resort de toda la vida como el que en
su día tuvo su abuelo Arnold, y en el que había pasado tantas vacaciones entre paseos
a caballo, barbacoas, raftings y mucho country.
A pesar de que no tenía experiencia en el puesto esa chica tenía agallas, por la labor
desempeñada en el rancho dedujo que no tendría miedo al trabajo duro y por las
ganas que debía tener de demostrar a su padre que era valiosa, estaba convencido de
que iba a darlo todo.
Y no se equivocó en la elección.
Después de quedar un par de días con la señora Donovan, Karen se puso las pilas
rápido y en dos semanas lo tenía todo perfectamente organizado y controlado.
Agenda, archivos, informes, reuniones y hasta le ofrecía consejos valiosos sobre
posibles inversiones en compañías de sectores emergentes que eran desconocidos
para él.
Logan era bastante conservador en sus apuestas y solía poner las fichas en valores
seguros como los transportes, las telecomunicaciones, los seguros o el sector de la
alimentación.
Sin embargo, gracias al asesoramiento de Karen estaba empezando a abrirse a nuevos
sectores tecnológicos o a las energías renovables y con bastante éxito.
Y es que todas las sugerencias de su asistente habían resultado un éxito rotundo.
Y encima esa chica que le seguía el ritmo trabajando sin denuedo hasta las tantas y
que tenía un olfato tremendo para el negocio, no solo le estaba volviendo loco con los
bizcochos y demás delicias que le llevaba hechos por ella, sino que además cada día le
gustaba más.
Sí. Su asistente. La única mujer prohibida para él, porque eso de mezclar negocios y
placer siempre salía mal.
A todo el mundo que conocía le salía mal y él no iba a ser diferente.
Pero con todo, no podía evitar que cada día, esa chica de ojos grandes y oscuros,
naricilla pecosa, boca carnosa, pelo sedoso y curvas maravillosas en las que estaba
deseando perderse, le atrajera más y más.
Hasta el punto de que cada vez que salía de las oficinas, estaba ansioso por regresar
para volver a estar con ella…
Y hasta el punto de que los fines de semana se le hacían tan largos sin escuchar su voz,
su risa y sus ocurrencias que la llamaba con cualquier excusa de trabajo y se pasaban
horas hablando sin parar.
Ahora bien, él estaba convencido de que no era el tipo de Karen para nada…
Que a ella seguro que le gustaban los texanos, la gente de campo, más campechana y
sencilla, y no él que era un estirado de Nueva York al que parecía que le hubieran
metido un palo por el culo.
Eso sí, lo de los tipos era muy relativo, ya que Logan siempre había estado con rubias
de piernas largas, polioperadas y artificiales y ahora estaba loco por Karen que no tenía
nada que ver esas mujeres sofisticadas, interesadas y caprichosas que llevaban tres
kilos de maquillaje, vestían ropas carísimas y tacones de vértigo.
Al contrario, su asistente solía llevar trajes sastres austeros con zapatos planos, apenas
se maquillaba y lucía su preciosa melena castaña al natural, con unas ondas tan
indómitas como ella.
En fin, que supuestamente Karen no era su tipo y estaba perdiendo la cabeza por ella.
Le encantaba su pelo, su boca, su risa, su espontaneidad y su sinceridad.
Karen era tan diferente a todas… Y a todos.
Logan estaba acostumbrado a que le temieran, a que la adularan, a que le dijeran lo
que quería escuchar.
Sin embargo, con Karen no era así. Desde el principio ella siempre había dicho lo que
pensaba, aunque escociera y jamás se había dejado intimidar por su posición ni su
poder.
Cosa que él le agradecía porque siempre le decía la verdad, le mostraba las cosas como
eran y le hacía poner los pies en el suelo.
Y vaya si lo hacía… Puesto que gracias a su humor y a su inteligencia, Karen tampoco
se tomaba a su jefe demasiado en serio.
Y era un alivio no tener que estar el día entero ejerciendo de señor Carter. A ver que sí,
que él era un jefe insufrible, estirado, borde y cabrón, pero con Karen podía también
permitirse sacar esa parte gamberra que tenía tan guardada y lo cierto era que desde
que ella había llegado a su vida no paraba de reírse.
De reírse y de desear hacerle el amor de todas las maneras posibles, para su desgracia,
porque aquello no podía ser.
Eso estuvo repitiéndose como un mantra durante tres meses, hasta que un viernes por
la tarde, cuando todo el mundo se marchó de la oficina, se quedaron a solas, se
miraron y acabaron haciéndolo como dos salvajes sobre la mesa del despacho…
Capítulo 2
Luego ella le confesó que jamás había hecho nada parecido con nadie, ni siquiera con
sus dos novios texanos con los que solo había tenido sexo con la luz apagada.
Y fue justo entonces cuando le aseguró que él no era para nada su tipo, que a ella le
gustaban los chicos de campo, sencillos, abiertos, simpáticos… y que en la vida se
había sentido atraído por un tío de corbata, serio, amargado, cabezón, mandón y
borde.
Sí, todo eso dijo, Logan recordaba a la perfección todas y cada una de las palabras.
Aunque en honor a la verdad luego añadió que a pesar de todo, no había dejado de
desearle desde el primer día que había puesto el pie en el despacho.
Que no sabía por qué razón sentía una atracción brutal hacia él, pues a ella siempre le
habían gustado los rubios de ojos verdes, con aspecto de vaquero… Y él no tenía nada
que ver con eso.
Él era alto, moreno, elegante, distinguido, con las clásicas pintas de los triunfadores de
Wall Street, pero muy sexy. Tan jodidamente sexy que Karen había tenido sueños
húmedos con él desde el primer día.
Y es que el señor Carter era el tío más bueno que había visto en su vida. No tenía
aspecto de ranchero, pero ni falta que le hacía…
Madre mía.
Era un pedazo de tío, grande, morenazo, de presencia imponente, al que los trajes
oscuros y las corbatas de señor importante le sentaban como a nadie.
Uf. Menuda espalda, impresionantes pectorales, manos grandes y fuertes, piernas
potentes y… lo que se adivinaba de vez en cuando entre las piernas que era un
auténtico escándalo.
Y encima era tan guapo. Joder. Si parecía un modelo de perfume italiano carísimo.
Moreno, pelo abundante, ojos azules, nariz recta, boca en su justa medida, mandíbulas
fuertes, mentón cuadrado, cuerpo de escándalo, con todo firme y bien marcado…
¡Y encima era su jefe!
Un jefe estirado, terco, borde, petardo, pesado y a ratos insufrible, pero también a
medida que le iba conociendo se estaba dando cuenta de que era un tío inteligente,
generoso, justo, tremendamente trabajador y que era capaz de darlo todo por los
suyos.
Aparte de que tenía un sentido del humor muy especial y no paraba de reírse con él…
En fin. Un desastre.
Porque ¿quién se resiste a semejante tentación?
Nadie. Ni siquiera ella que era la típica chica pánfila de Austin que solo había tenido
dos novios y que siempre había hecho lo correcto.
Es que no había tenido ni un rollo ni un lío, ni en las fiestas más locas de la
universidad.
Ella era la que ponía la música y la que se metía en la cama sola.
Vamos, la pringada de turno de toda la vida.
Sí, eso era lo que había sido Karen todo este tiempo.
Pero ahora las cosas iban a cambiar…
Más que nada porque un viernes por la tarde, a los meses de estar trabajando duro con
el insoportablemente sexy de su jefe, ya no pudo más y se volvió loca de remate.
Y fue de repente, cuando todos se marcharon de la oficina y se quedaron solos en el
despacho del señor Carter.
Ella pasó para entregarle un informe, él se levantó y se quedaron frente a frente, sin
dejar de mirarse.
Él le arrebató el informe que lanzó sobre la mesa, y acortó aún más la distancia que los
separaba.
Karen temblando entera, aspiró el olor a perfume caro de su jefe, una fragancia
amaderada que la excitó más todavía, y clavó la mirada en la boca que se moría por
besar.
Fue entonces cuando el señor Carter le preguntó que si quería besarlo y Karen solo
tuvo una respuesta que ni se pensó.
Le miró a los ojos temblando de deseo, asintió con la cabeza y se pegó a él hasta que
los labios se rozaron.
A continuación, el señor Carter la estrechó contra su erección, durísima, ella gimió de
puro deseo, y se besaron desatando una pasión que hizo que los dos acabaran
haciéndolo sobre la mesa del despacho.
Una locura. Un sueño. Una maravilla.
Y desde entonces llevaban tres meses teniendo el sexo más bueno y salvaje que Karen
jamás pensó que iba a conocer.
Porque Logan Carter era demasiado…
Pero no solo era sexo, y qué sexo, era también que cada día Karen estaba sintiendo más
y más por el hombre que la estaba volviendo loca de remate.
Y es que le admiraba, le importaba, le deseaba y… joder, le quería.
Aunque sonara a precipitado porque solo llevaba seis meses trabajando con él y tres
haciéndolo como si no hubiera un mañana, sentía que lo suyo no era un rollo, una
aventura, o un mero lío de oficina.
No.
Lo suyo no era la típica historia de jefe y secretaria que se enrollan y que no termina en
nada.
Que solo es sexo, que solo es atracción, que solo es un pasatiempo.
No.
Karen estaba sintiendo algo muy fuerte por su jefe, algo tan grande que estaba
convencida de que era amor.
Sí. Amor. No solo reconocía que estaba enamorada hasta las trancas de su jefe el
estirado, que encima era un dios del sexo, sino que además le amaba.
¿Para qué iba a autoengañarse?
Al principio lo había hecho, cuando su amiga Ruth le insistía en que se estaba pillando
por su jefe, Karen decía que no. Que era imposible. Que no era su tipo. Que solo era
atracción. Puro sexo y ya. Pero no. Porque después del primer encuentro de alto voltaje
encima de la mesa del despacho, vinieron otros muchos más y ella sabía muy bien que
no era solo piel. Que se estaba dejando también el corazón en cada sesión de sexo del
bueno y que por eso tres meses después le había dicho “te quiero”, tras un polvo
salvaje en el reservado de un restaurante.
Y para nada se arrepentía de haber pronunciado esas palabras, porque ella siempre
decía la verdad, porque eso era lo que sentía y porque no tenía miedo a aceptar la pura
verdad.
Claro que ¿el señor Carter estaba preparado?
Durante semanas, ella se había mordido la lengua para no expresar sus sentimientos;
si bien, la mirada tenía que delatarle porque se moría de amor por él.
No obstante, ese viernes ya no pudo callar más y después de amarse con una pasión
desaforada le confesó la verdad.
Logan no dijo nada, tan solo se quedó mirándola con el corazón latiendo bien fuerte y
luego de la mano regresaron a la mesa del restaurante a terminar los postres.
No volvieron a hablar del asunto, Logan se despidió de ella un tanto frío, pero lo peor
vino cuando le pidió que no le llamara el fin de semana.
A pesar de que tenían planes para ir al cine, porque ellos quedaban los fines de
semana, como si fueran pareja, aunque oficialmente no lo fueran, y el domingo para
salir el campo, él decidió suspenderlo todo y pedirle que le dejara tranquilo.
Y es que necesitaba estar solo…
Karen sabía que su “te quiero” había provocado eso, pero con todo no se arrepentía de
haberle abierto su corazón.
Además estaba convencida de que el fin de semana solo le iba a servir al señor Carter
para darse cuenta de cuáles eran sus sentimientos hacia ella, para verbalizarlos,
asumirlos y aceptarlos de una vez.
Y así avanzar y afianzar de una vez eso que tenían…
Y que para ella era amor.
No le cabía la menor duda.
No tenía más que mirar a los profundos ojos azules de su jefe para percatarse de que
sus sentimientos eran correspondidos. Para convencerse de que él sentía lo mismo que
ella…
O eso al menos creía.
Hasta que llegó aquel lunes feo, gris y triste y todo su mundo se vino abajo…
Capítulo 3
A las siete y cuarto de la mañana, Karen golpeteó con los nudillos la puerta de madera
maciza del despacho del señor Carter y la abrió con una sonrisa enorme en los labios:
—¡Buenos días, Lo! ¡Hace un día horrible, pero al buen tiempo buena cara! ¿Qué tal tu
finde?
Karen cerró la puerta tras ella, feliz de volver a ver al hombre que amaba con locura, y
cuando ya volaba para tirarse a cuello, él le exigió con un careto que no presagiaba
nada bueno:
—Siéntate, por favor. Tenemos que hablar.
Karen sintió una punzada de ansiedad en el vientre y tras sentarse frente a él,
masculló:
—No me asustes, por favor. ¿Qué pasa? ¿Se trata de la compañía?
Logan negó con la cabeza, se pasó la mano por la cara y replicó sintiéndose la peor
persona del mundo:
—Se trata de ti, Karen.
Karen se revolvió en su silla, se aferró con ambas manos a los reposabrazos y preguntó
angustiada:
—¿He cometido alguna pifia de las gordas? Te prometo que me esfuerzo al máximo
por dar todo en mi trabajo, que soy muy concienzuda y rigurosa, pero si he liado
alguna te suplico que me perdones, porque…
Logan la interrumpió para acabar cuanto antes con ese tormento:
—Eres una gran profesional, señorita Cook. La mejor. Allá donde vayas, serás una
bendición para la compañía donde trabajes…
Karen con el corazón encogido, frunció el ceño y repuso:
—¿Cómo que allá donde vaya? Mi sitio es este. En tu compañía. No quiero estar en otra
parte.
El señor Carter resopló, agarró su estilográfica y soltó a bocajarro:
—No puedes seguir trabajando en la compañía.
A Karen se le llenaron los ojos de lágrimas, su rostro se encendió y le exigió:
—Explícamelo porque no entiendo nada.
El señor Carter se mordió los labios, luego la miró y decidió seguir adelante con la
decisión tomada, a pesar de que se moría por estrecharla entre sus brazos y decirle que
la amaba.
Porque la amaba, joder.
Cuando el viernes ella le había dicho ese “te quiero” que se le había clavado en el
alma, había estado a punto de decirle que él también. Pero decidió callárselo porque
jamás se había atrevido a pronunciar esas palabras.
Alguna vez lo había estado a punto de soltar, pero la verdad era que solo con Karen
había sentido la necesidad profunda de decirlo, porque era lo que latía en el fondo de
su corazón.
No solo la deseaba como a nadie, no solo le volvía loco de remate, sino que estaba
empezando a quererla, le importaba, quería cuidarla, quería protegerla…
Y ahí precisamente estaba el problema, pues esa clase de sentimientos no iban con él.
No podía permitírselo, hacía mucho tiempo que se juró a sí mismo que blindaría sus
emociones y ya solo tocaba ser consecuente.
Aunque doliera…
Aunque a la pobre de la señorita Cook fuera a rompérsele el corazón.
Pero lo superaría...
Además, mejor parar aquello que estaba apenas empezando, con el primer “te quiero”
que había salido de sus labios que hacerlo después cuando estuviera todo más
consolidado.
Por eso, dijo con una frialdad que a Karen le dolió tanto como sus palabras:
—Esto tiene que acabar, Karen. Para mí lo más importante es la compañía y tú solo me
descentras.
Karen con los ojos como platos, le clavó la mirada y replicó alucinada:
—¿Te descentro? ¿Y crees que tú a mí no? Te has metido en mi cabeza y en el corazón
tan dentro que no puedo parar de pensar en ti a todas horas. ¡Estoy enamorada de ti,
maldita sea! ¡Pero es maravilloso! ¡Miles de personas se enamoran en el mundo cada
día! Y sí, te descentras, se te va la pinza, piensas en esa personita a todas horas, pero la
vida sigue. Quiero decir que la gente trabaja, estudia, sigue con sus vidas. No es
incompatible el amor con el trabajo…
A Logan le dio vuelco al corazón al escuchar a Karen reconocer que estaba enamorada
de él, pero no podía darse el lujo de amarla. Por lo que la interrumpió para decir:
—No me hagas esto más difícil, Karen. No puede ser.
Karen le miró muy seria y habló con la verdad por delante, porque ella siempre decía
lo que pensaba:
—Estás muerto de miedo. ¿Es eso, no? Mi “te quiero” ha hecho que te cagues de
miedo…
Logan negó con la cabeza, herido en su orgullo porque si algo había que detestara en
el mundo era a los cobardes:
—Un hombre que levanta un imperio no es precisamente un cobarde. Y perdona la
vanidad…
Karen, batiendo las manos de puro nervios, exclamó:
—¡Oh sí, señor Don Importante! ¡Tú has hecho grandes cosas con tu compañía! Y
sabes que soy la primera que te las valora, me parece que eres uno de los grandes
inversionistas del país, tu modelo de negocio se estudia en las universidades…
Logan dio un manotazo al aire y le exigió:
—¡Basta! ¡Para! Sabes que detesto que me adulen, tú no eres de esos.
—Es la mera verdad. En lo profesional eres una máquina, pero en lo personal me
parece que eres un acojonado de la vida.
El señor Carter estrujó la pluma y clavándole la mirada muy enojado masculló:
—¿Cómo puedes ser tan radical, diablos? Una cosa es que no seas una pelota rastrera y
otra es que me insultes.
Karen se cruzó de brazos, negó con la cabeza y aseveró:
—No te insulto. Te defino. Te he dicho que te quiero y ya no quieres saber más de mí.
¿Cómo se llama eso? ¿Acojonado de la vida o prefieres cabrón con pintas?
Logan se encogió de hombros, dio un manotazo al aire y respondió:
—No voy a permitir que la conversación se vaya por estos derroteros. Ninguno de los
dos nos los merecemos. Mira, he estado dándole vueltas al asunto durante el fin de
semana, he reflexionado muchísimo y la conclusión a la que he llegado es que lo
nuestro no puede ser.
—Bueno, al menos reconoces que hay un “nuestro” —replicó Karen, alzando la
barbilla, cargadísima de dignidad.
Y Logan no esperaba menos, porque era la chica con más agallas que había conocido
en la vida.
—Reconozco que estos meses han sido lo mejor que me ha pasado en la vida, que tú
eres una chica maravillosa y que te deseo como jamás he deseado a nadie. Pero no
puede ser, Karen. Esto se me está yendo de las manos y no puedo permitir que suceda.
—¿No puedes permitirte enamorarte? ¿Es eso? Yo no tengo miedo a verbalizar lo que
siento, como puedes ver.
El señor Carter se puso de pie, caminó hasta el ventanal enorme y con la vista clavada
en los rascacielos insistió:
—Las veces que he dejado que los sentimientos o las pasiones dominaran mi vida todo
ha salido rematadamente mal. Tanto en lo personal, como en los negocios. Si algo he
aprendido en esta vida es que tengo que ser frío y racional por una mera cuestión de
supervivencia. Por eso tienes que marcharte…
Karen que estaba crispadísima de escuchar a ese hombre decir tantas tonterías, se
puso de pie como un resorte, voló hacia él y situándose a su lado musitó:
—¿Me estás despidiendo?
Logan se giró, la miró a los ojos y con un nudo en el estómago tremendo respondió:
—Necesito que salgas de mi vida. He estado barajando la posibilidad de que siguieras
trabajando en la compañía, pero no es viable. Y tú lo sabes bien, no podemos estar
juntos sin que arda el fuego. Así que lo mejor es que te vayas. No te preocupes que
tendrás una extraordinaria indemnización, un buen pellizco con el que podrás montar
tu despacho en cualquier parte. Tienes talento para el negocio, señorita Cook. Puedes
montar tu propia agencia de inversiones y sé que en poco tiempo te sobrarán los
clientes. Pero si prefieres la seguridad y la tranquilidad de un puesto fijo, conozco a
varias personas que estarían felices de contar con tus servicios. La secretaria del señor
Peterson se ha jubilado y sé que estarías muy a gusto trabajando con él. Es un hombre
tranquilo, justo y bueno, nada que ver conmigo. Créeme, irte de aquí es lo mejor que te
puede pasar. Yo no te convengo para nada. Y sé que con el tiempo me lo acabarás
agradeciendo.
Karen que estaba escuchándole atónita solo pudo mascullar:
—Lo tienes todo pensado…
—Quiero lo mejor para ti.
Karen con los ojos llenos de lágrimas, negó con la cabeza y farfulló:
—Eso es mentira. Si quisieras lo mejor para ti, me dirías que me amas y que no puedes
vivir sin mí.
El señor Carter apretó fuerte los puños y con unas ganas infinitas de agarrarla por la
cintura y pegarla contra su cuerpo gruñó:
—No me pidas imposibles, Karen. Y hagamos que esto sea lo menos doloroso para los
dos.
Karen llena de rabia y dolor preguntó:
—¿Amarme es un imposible?
—Amarte es lo mejor que le puede pasar a un hombre. Pero yo no soy ese hombre,
señorita Cook.
Karen se acercó a él, recortando la escasa distancia que los separaba y preguntó
clavándole la mirada:
—Yo sé que sí. Y por mucho que digas jamás me harás cambiar de opinión.
Luego Karen fijó la vista en los labios de ese hombre al que deseaba como a nadie,
volvió a mirarle a los ojos y después le besó.
Le besó con tanta rabia, tantas ganas, tanta pasión y tanto deseo que Logan la agarró
por el cuello y abrió los labios para que el beso se hiciera más profundo y más intenso,
tan arrebatador que por un instante Logan pensó en mandar a la mierda su plan tan
lógico, tan racional y tan sensato…
Capítulo 4
Sin embargo, tras el beso, con los labios pegados a los de Logan, ella le susurró:
—Me temo que mis besos sí que pueden hacer que cambies de opinión…
Logan gruñó y cogiéndola por la barbilla masculló:
—Es deseo. Ya te lo he dicho. Es la razón por la que no podemos estar juntos.
Karen lamió con la punta de la lengua el beso que había depositado en sus labios y
preguntó convencida de que sabía la respuesta:
—¿Solo es deseo?
—No debe ser nada más. Créeme. Es lo mejor para los dos.
Karen sonrió porque sin querer ese tío tan terco se había delatado:
—O sea que es algo más.
Logan sabía que por supuesto que era algo más, por eso había que cortarlo de raíz,
aunque así tuviera que mentir a esa chica que jamás se iba a dar por vencida.
—Amistad.
—Jajajaja. ¡Amistad! ¡No me lo creo, señor Carter! Y te recuerdo que tú amas la verdad
tanto como yo. No me mientas en mi cara, por favor.
Sin duda, Karen sabía siempre darle donde más le dolía y tenía razón además, él
detestaba las mentiras. Por eso le dijo…
—Está bien, estoy empezando a sentir cosas y no puedo permitírmelo. No insistas. No
seas pesada. Es algo que tengo completamente meditado. Quiero que estoy acabe hoy.
Aquí y para siempre.
Logan dio un paso atrás, apartándose de ella que le preguntó con rabia:
—¿Pero por qué demonios no puedes permitírtelo? Es que no lo entiendo… ¿Tienes
pánico al compromiso? ¿Te hirieron tanto en el pasado que tienes pavor a enamorarte
otra vez?
—Jamás he tenido un compromiso serio con nadie. Es simplemente que me gusta
tenerlo todo bajo control y con esto que siento hacia a ti, no tengo las riendas.
—Es que el amor es así, señor Carter. Te lo recuerdo…
—Lo sé. Ese es el motivo por el que decido no jugar. No quiero salir lastimado.
—¿Por qué vas a salir herido? El amor a veces termina bien…
El señor Carter se echó a reír y le preguntó con un cinismo que a Karen no le gustó
para nada:
—¿A quién le ha salido bien? Porque yo no conozco a nadie.
—A mucha gente. A mis padres por ejemplo, se pasan el día discutiendo, pero se
adoran y se respetan. Llevan toda la vida juntos.
—Mira, Karen, sé lo que deseo para mi vida. Y elijo estar tranquilo. Estos meses
contigo han sido muy bonitos, pero mejor que terminen justo aquí. Los dos tendremos
un estupendo recuerdo y ya está.
Karen le miró cabreada, porque ese hombre tan terco ya le estaba sacando de sus
casillas:
—¿Para qué quedarnos con un recuerdo bonito cuando podemos vivir este amor
intensamente?
Logan estuvo a punto de contarle la verdad: que no se permitía amar a nadie desde
que perdió a su madre cuando tenía trece años y aún no había sanado esa herida.
Y tal vez nunca se curaría…
Pero al menos sabía vivir con ella y prefería eso a arriesgarse a vivir su amor con Karen
y que al final todo acabara fatal.
Justo como pasó con su madre…
Sucedió que él era un niño introvertido, reservado y arisco al que le costaba un mundo
expresar sus emociones y por lo que su madre acabó llevándole a un terapeuta para
que se abriera.
Ella estaba preocupada porque no tuviera amigos, porque nadie le invitara a los
cumpleaños, porque se pasara solo los fines de semana leyendo, viendo películas de
cine negro o haciendo deporte en el jardín.
Sin embargo, a él le importaba un bledo…
A Logan le bastaba con la compañía de su abuelo Arnold, un ranchero texano que
desde que se había quedado viudo se había ido a vivir con ellos a Nueva York.
Su abuelo era su verdadero amigo y su mejor maestro, del que había aprendido lo más
importante de la vida.
Era quien le entendía con tan solo mirarle, y quien le decía a todas horas que era un
chico increíble.
Pobre hombre.
El caso fue que después de unas cuantas sesiones con su terapeuta, que era un tío
pelmazo de mucho cuidado que insistía en que tenía que sacar para afuera todo lo que
tenía, decidió hacerle caso y decirle a su madre por primera vez que la quería.
Él no era de decir esas cosas, porque para Logan no hacía falta decirlas. Su abuelo
jamás lo decía, ni su padre, pero él sabía que le querían. No hacía falta verbalizarlo,
solo había que fijarse en los hechos.
Y la verdad era que esos dos hombres recios y secos estaban ahí, firmes como una
roca.
Pero su madre era tan sensible, necesitaba tanto escuchar esas palabras que el
terapeuta le convenció para que se las dijera.
Y así sucedió…
Una tarde llegó de la maldita terapia, llamó a la puerta del dormitorio de su madre, y
le soltó a bocajarro un “te quiero” sin mediar más palabra.
Su madre se echó a llorar, le abrazó muy fuerte y no paró de decirle entre hipidos que
ella también, que jamás lo olvidara.
Luego, tras musitarle que estaba muy orgullosa de él, le dio un beso y se marchó
porque tenía una cita con el dentista.
Si bien, jamás regresó, porque como dejó en su carta de despedida, se marchó con su
amante a Europa y no volvieron a saber más de ella.
Y así fue como desde aquel día aprendió para lo que servían los puñeteros “te quiero”.
Y aunque su familia y el terapeuta se empeñaron en que no se sintiera culpable por el
abandono de su madre, que aquello solo había sido una coincidencia, Logan siempre
creyó que si aquel día no hubiera abierto el pico, que si no hubiera pronunciado ese
maldito “te quiero”, todo habría sido muy diferente.
Así que como para amar otra vez…
Como para abrirse y volver a decir esas dos jodidas palabras a las que tenía auténtico
terror.
Y aunque fuera un temor irracional y absurdo como casi todos, él no sabía lidiar con
ello de otra forma más que evitando amar otra vez.
Sin amor no había dolor, ni pérdida, ni culpa, ni desvelos…
Y como no pensaba contarle el trauma que tenía con lo de su madre, y el pánico que
tenía a amar y que la tragedia volviera a azotarle otra vez, decidió responderle:
—Conmigo jamás podrás vivir un amor bonito porque soy un auténtico cabrón.
—¿Qué dices? Te conozco, en estos meses he visto cómo tratas a los tuyos, cómo te
preocupas por todo el mundo, es más: hoy me he enterado de que también le pagas los
estudios de Medicina a Peter, el hijo del conserje y que…
Llegados a ese punto, a Logan no le quedó más remedio que contarle una verdad a
medias:
—Este fin de semana no he estado solo. Susan Parker estuvo en mi casa…
Y era una verdad a medias porque aunque había llamado a Susan en su desesperación
el sábado por la noche, para liarse con ella y así convencerse de lo que suyo con Karen
no era tan fuerte, a los dos minutos de que llegara a su casa le pidió que se marchara
porque se sentía fatal.
—¿Susan Parker, la modelo? —preguntó Karen sin dar crédito.
Susan era una modelo muy conocida, amiga de Logan, con la que tenía sexo siempre
que les apetecía. Los dos tenían muy claro que solo era sexo y la pasaban bien
juntos…. hasta que apareció Karen y dejó de verla.
—Sí, la modelo. Es amiga mía y tenemos sexo cuando nos apetece. El fin de semana me
apeteció hacerlo con ella. Es también a lo que me refería con lo de tener las riendas.
Quiero seguir haciendo lo que me apetezca sin tener que dar explicaciones a nadie.
Karen con los ojos llenos de lágrimas, tragó saliva y replicó sintiendo que el mundo se
abría bajo sus pies:
—Sé que no teníamos una relación formal, que jamás pactamos una exclusividad
sexual y demás, pero yo no puedo estar con nadie más que contigo porque tú lo llenas
todo.
Logan aguantándose las ganas de decirle que a él le pasaba lo mismo, replicó para
alejarla de él lo antes posible:
—Es lo que hay. Y tú no mereces algo así. Tú necesitas un hombre decente y fiel que
viva entregado a ti. Y yo no soy ese hombre. ¿Entiendes ahora por qué tienes que
largarte? Yo solo voy a hacerte daño. Así que vete ya… —le exigió mirándola con todo
el odio que sentía por sí mismo.
Karen al sentir esa mirada tan dura, tan fría y tan horrible creyó que iba a desvanecerse
ahí mismo.
—Esto no puede ser verdad. Esto tiene que ser una pesadilla. Dime que no es cierto,
Logan. Dime que es una broma —le suplicó mientras dos lágrimas enormes recorrían
su rostro.
Logan sintiéndose el hombre más miserable del mundo, se dirigió hacia la puerta y le
ordenó sintiendo una nausea terrible:
—No quiero verte más…
Karen hiperventilando, caminó a tientas hasta la puerta y se plantó frente a él para
decirle:
—Yo sé que tú me quieres, lo que no sabía era que fueras tan cobarde. Y el amor no es
para cobardes, señor Carter. Así que tienes razón, lo mejor es que me vaya. Y no quiero
nada. No necesito tu indemnización, ni tus contactos… Por cierto, tampoco me
arrepiento de haberte amado como jamás lo he hecho en mi vida. Quien lo da todo,
jamás pierde.
Y se marchó de allí, dejando al señor Carter con la certeza de que jamás iba a
encontrar a una mujer como ella…
Capítulo 5
Karen rota de pena, regresó a su apartamento de El Bronx, y se permitió llorar hasta
que llegó la noche.
Entonces, se dio una ducha, se preparó una cena ligera y después mirándose al espejo
se recordó que era fuerte.
Mucho más fuerte de lo que ella pensaba y que a pesar de que ahora estaba herida,
porque el cobarde del señor Carter le había hecho mucho daño, volvería a estar bien.
Y volvería a amar…
Claro que lo haría…
Ella no quería vivir con miedo, resquemores o desconfianza, se negaba a perderse uno
de los regalos más grandes de la vida, como era el amor, porque hubiera tenido esa
experiencia tan nefasta con Logan.
Con el tiempo curaría sus heridas y otra vez su corazón volvería a latir con fuerza.
Pero hasta que ese momento llegara ¿qué sitio era mejor para recuperarse?
¿Nueva York?
Karen se apartó del espejo, se sentó en el sofá frente a la televisión que encendió solo
para tener un ruido de fondo y pensó que no.
Nueva York iba a traerle demasiados recuerdos, pues se había paseado con Logan por
cientos de sitios.
Todo iba a recordarle a él y se le iba a hacer más duro pasar página.
Necesitaba cambiar de aires, pero no tenía dinero para empezar en otra parte. Entre
los pagos del alquiler, gastos de comida y demás en una ciudad carísima como Nueva
York, más el crédito que aún estaba pagando de sus estudios universitarios, apenas
había conseguido ahorrar en estos seis últimos meses que había estado trabajando.
Tenía solo para pagarse un billete de bus a cualquier parte y para un par de meses de
alquiler.
¿Pero empezar dónde? ¿Y encontraría trabajo en apenas un par de meses? Puede ser
que sí. A ella además no se le caían los anillos y podía emplearse de lo que fuera. De
hecho, se sacó la carrera limpiando casas y no tenía inconveniente en volver a hacerlo.
No obstante, en ese momento de su vida, después del palo con Logan dudaba de que
tuviera energía suficiente para empezar una aventura nueva.
Necesitaba recomponerse un poco, coger fuerzas antes de empezar otra vez.
¿Pero cómo? ¿Volviendo a casa?
Su padre desde luego que se iba a partir de risa en cuanto la viera llegar con la misma
maleta con la que partió llena de sueños.
¡Y encima volvía a los seis meses!
Ella, la chica que iba a conquistar Nueva York, volvía al poco con el rabo entre las
piernas, el corazón roto y sin fuerzas para seguir con su aventura.
Menudo plan.
Y a todo esto, que su contrato de alquiler vencía al siguiente y si no decía nada antes
de las doce de la noche se renovaría automáticamente.
Tenía que llamar a la casera ya.
Al menos eso lo tenía clarísimo, adiós Nueva York.
Ya habría ocasiones mejores en las que volver, porque no le cabía la menor duda de
que las habría.
Pero de momento tocaba decir adiós.
Así que llamó a su casera, le comunicó que no renovaba, cosa que ella celebró porque
ya tenía otro candidato a inquilino dispuesto a pagar un treinta por ciento más de lo
que ella estaba pagando, y nada más colgar le entró la llamada de su madre.
Durante unos instantes, dudó si cogerla o no, porque su madre era muy perceptiva y
lista y se iba a percatar de que algo pasaba. Ahora bien, si no atendía la llamada, iba a
intranquilizarla, ya que esa era la hora a la que hablaban siempre, por lo que
finalmente decidió aceptar la llamada y disimular al máximo posible:
—¡Buenas noches, hija! ¿Qué tal tu día?
Karen reprimió las ganas de responder que una mierda más grande que todo Texas,
pero en su lugar forzó la sonrisa y canturreó:
—Bien, bien, bien. Muy bien.
Sin embargo, la señora Cook conocía tanto a su hija que al momento se le dispararon
las alarmas:
—¿Por qué será que no te creo?
Karen se revolvió en el asiento y, tras morderse los labios, le suplicó:
—Mamá, por favor, no insistas.
Si bien, la señora Cook no pensaba rendirse, menuda era ella:
—¿Cómo no voy a insistir, si esa forma de decir “bien, bien, bien” es la típica de
cuando tienes problemas gordos?
—¡Cualquiera que te escuche! ¡Ni que fuera una hija conflictiva que solo te da
problemas! Porque más pánfila no he podido ser. Toda la vida he sido una buena chica,
así que no sé de qué problemas hablas.
—¿Ves lo susceptible que estás? Eso es porque te pasa algo. No hablo de problemas
gordos, tipo atracar bancos o ser una politoxicómana.
—¡Mamá por Dios!
—Me refiero a cuando Matt te dejó por otra. O cuando decidiste que con Billy…
Matt y Billy eran sus dos únicos ex. Matt efectivamente se fue con otra y la verdad es
que tampoco lo sintió demasiado porque se moría de aburrimiento con él. Vamos, que
casi que le agradeció a Silvana que se fuera con él. Y a Billy le dejó porque aquello no
iba a ninguna parte…
Pero era verdad que en su día, cuando le tocó pasar por aquello lo pasó mal…
Claro que no tan mal como cuando había escuchado a Logan decirle que no quería
verla más con una cara de odio infinito.
Eso había sido demasiado fuerte y demasiado duro, un palo demasiado grande por
inesperado y porque qué narices: se había enamorado de él como jamás en la vida.
Pero su madre no sabía absolutamente nada, porque sabía muy bien lo que le habría
aconsejado.
Que ni se le ocurriera para nada tener líos con el jefe, que si donde tienes la olla, no tal
y cual…. Que si es una locura enamorarse en el trabajo porque si sale mal al final lo
pierdes todo.
Y sí, tenía razón.
De hecho, ella sobre el papel lo tenía clarísimo. ¿Quién en su sano juicio se lía con un
jefe?
Sin embargo, aparece Cupido, te da con la flecha en todo el corazón y ya estás perdida.
Como había sido su caso, le había bastado poner un solo pie en el despacho del
maldito del señor Carter para volverse loca de remate.
Anda que si su madre supiera la de cosas que había hecho con él, en los sitios que
habían hecho el amor, y de todas las maneras posibles.
Prefería ni recordarlo porque le entraban los calores…
Ella que se tenía por una chica a la que el sexo no le interesaba demasiado.
Caray, pues para no interesarle en los últimos tres meses lo había practicado como
para darse por saciada para el resto de su vida.
Bueno, era una exageración…
No pensaba quedarse para vestir santos, pero el sexo con Logan había sido demasiado
fuerte, demasiado intenso y demasiado adictivo.
Quería más a todas horas.
Ese hombre había despertado todos sus instintos y no sabía qué le pasaba que tenía
ganas de él a cada instante.
Y así pasaba.
Que estaban todo el día haciéndolo y en los sitios más increíbles…
Pero eso ya era historia…
Joder. Qué triste. Es que solo de pensarlo le entraban ganas de llorar. Y encima con su
madre al teléfono…
Por eso, carraspeó un poco y para cortar al fin la conversación le dijo:
—Mamá estoy muy cansada. Tú tranquila, que está todo bien.
Su madre se quedó en silencio unos instantes y, cuando Karen pensaba que ya la había
convencido, ella insistió:
—Tú no estás bien, cariño. ¿Por qué tienes la manía de no contarme tus problemas? Es
bueno soltar, desahogarse, compartir la carga con las personas que te quieren…
Sería bueno, pero la verdad era que Karen no era de las que iba dando el coñazo a los
demás con sus cosas. Prefería chuparse sola sus problemas, lamerse las heridas y
seguir para adelante.
—Ya sabes como soy, mamá.
—O sea que reconoces que tienes un problema. Es en el trabajo, con tu jefe, el señor
Carter ese del que apenas quieres hablarme. Y si no quieres hablarme es porque pasa
algo con él.
—¡Mamá, mira que eres pesada! —exclamó Karen, loca porque la dejara en paz.
—Es mi deber serlo, señorita Cook. Y que sepas que no estás sola. Que a pesar de que
tu padre sea un terco de mucho cuidado, no hay noche que no bese el retrato tuyo que
tiene la mesilla de noche y que luego lo acaricie con orgullo musitando: “Nuestra
Karen, ¡qué par de ovarios tiene!”.
Karen no pudo evitar que dos lagrimones cayeran por su rostro y que musitara:
—¡Ay mamá!
Palabras que solo hicieron que la señora Cook confirmara sus sospechas, puesto que
además tenía un oído tan fino que…
—Estás llorando. Karen, vida mía, cuéntame qué te pasa… Somos tu familia. Te
queremos. Si supieras las ganas que tenemos de abrazarte. Tu padre lleva queriendo ir
a Nueva York desde el día siguiente en que te fuiste Te adora. Por no hablar de tus tres
hermanos…
Karen tenía tres hermanos John, Michael y Fred, de veintitrés, veinte y quince años
respectivamente.
Y ella los adoraba igual. Y los echaba tanto de menos…
—¡Y más que voy a llorar como sigas con este sentimentalismo absurdo! —le reprochó
Karen a su madre.
—Te equivocas. Mi deber de madre es decirte que si estás pasando un mal momento,
que si estás perdida, si te sientes sola, estamos aquí. Somos tu familia. Por favor,
Karen, no dudes nunca que en Austin está tu casa…
Y ahí Karen ya sí que no pudo más, se rompieron todos sus diques de contención y
empezó a llorar desconsolada.
—Suéltalo todo, Karen… ¡Saca todo ese dolor que tienes dentro! —le rogó su madre.
Karen pensó que como lo soltara todo iba a pasarse hasta el verano llorando, por eso
decidió calmarse y sincerarse con su madre entre hipidos:
—Mamá, mañana tengo que dejar el apartamento. He perdido mi trabajo y apenas
tengo ahorros para empezar en ninguna parte. Pero te ruego que no me hagas más
preguntas. No puedo hablar, ya cuando me duela menos, te contaré.
La señora Cook angustiada por cómo estaba sintiendo a su hija, le aseguró para que se
calmara:
—No pienso hacerte más preguntas. Porque ya me has dicho suficiente. Vuelve a casa,
tesoro. Cógete el primer vuelo para el rancho Cook, donde te espera tu familia que está
ansiosa por abrazarte. Yo te pago el viaje.
—¡Las risotadas de papá al verme llegar derrotada y triste se van a escuchar hasta en
Alaska!
—¿Derrota? Di más bien una etapa que se cierra para empezar otra mucho mejor. Y
eso es siempre una victoria, hija.
—Si tú lo dices, mamá —farfulló Karen apartándose las lágrimas con los dedos.
—¡Y siempre tengo la razón! No es vanidad, es una virtud de madre pesada. Y por tu
padre no te preocupes, refunfuña mucho pero ya sabes lo que dicen de los perros
ladradores…
—Lo último que le dije antes de irme fue que volvería con tanta pasta que iba a
comprarme el rancho de al lado para hacerle la competencia. ¡Y mira cómo voy a
regresar! ¡Con una mano delante y otra detrás! ¡Qué desastre!
—Tu padre te adora. No imaginas lo que lleva sufrido estos meses que lleváis sin
hablaros. Pero ya sabes lo testarudo que es, no hay día que no le diga que te llame. Eso
sí, siempre que hablamos me pide que ponga el manos libres para escuchar tu voz.
Tranquila que hoy no está. Hoy tenemos el rancho lleno de huéspedes, hay una
convención de matemáticos y tu padre y los chicos están hasta arriba de trabajo.
—Te confesaré que yo he estado tentada de llamarle muchas veces. Pero cuando me
despidió diciéndome: “¡No quiero verte más!” es que sentí que…
Karen no pudo terminar la frase, pues de nuevo se le vino a la mente lo vivido con el
señor Carter y aquello dolía demasiado.
Maldita frase. La había tenido que escuchar dos veces en su vida y de dos personas a
las que quería muchísimo.
—No imaginas lo arrepentido que está de lo que te dijo. ¡Pero si no te cuento que al día
siguiente quería irse a Nueva York a buscarte! Y yo le dije: “coge el teléfono y pídele
perdón. Dile lo mucho que la quieres…”. Pero nada… ¡Si supieras la de peleas que
hemos tenido por eso! En fin, tú tranquila, que en cuanto te vea aparecer por el rancho
le va a faltar tiempo para estrecharte entre sus brazos…
Capítulo 6
Al día siguiente, Karen se adentraba por el viejo camino polvoriento que conducía al
rancho hotel Cook, mientras el atardecer texano estallaba en hermosísimos colores
rojizos.
Ella se quedó contemplando ese maravilloso espectáculo, al tiempo que pasaban junto
a árboles centenarios y águilas majestuosas surcaban el cielo.
Y respiró hondo, para ver si así lograba zafarse de la punzada de ansiedad que estaba
atenazándola.
Seis meses después, volvía a casa con el corazón roto y sus sueños hechos trizas, pero
Austin seguía ahí.
Tan hermoso como siempre, el paisaje de su infancia, el lugar que más amaba en el
mundo y que tanto le había costado dejar para empezar una aventura que había salido
peor que mal.
Logan.
Maldito Logan.
Los ojos se le llenaron de lágrimas, se mordió los labios para no llorar, pero no pudo
evitarlo y dos lágrimas rodaron por su rostro muy despacio justo en el instante en el
que el taxista le decía:
—Ahí tiene el rancho Cook, señorita…
Karen enjugó sus lágrimas con los dedos y se quedó contemplando el rancho que para
ella era sinónimo de una sola cosa: felicidad.
Y sonrió, porque pudo atisbar que estaban todos esperándola en el porche.
Incluido su padre cuya figura imponente de vaquero de toda la vida, con su típico
sombrero Stetson y sus botas machacadas estaba más adelantada que las demás.
Y a Karen le dio un vuelco al corazón, que el terco de su padre, el mismo que le dijo
que no quería verla más, estuviese ahí, tragándose todo su orgullo le conmovió tanto
que de nuevo volvió a llorar.
Cómo no sería la cosa, que el taxista le ofreció unos clínex que ella aceptó.
—El rancho Cook es un sitio muy hermoso y peculiar, pero le juro señorita que es la
primera vez que alguien se emociona de esta manera —confesó el taxista entregándole
unos clínex.
—Es mi casa. Soy Karen Cook, la hija de John Cook y la nieta de Michael Cook, el
fundador del rancho Cook —explicó con orgullo.
—¡Siempre es un placer volver a casa!
—Vaya que sí… —farfulló Karen mientras se sonaba la nariz.
En ese momento de su vida, más que un placer, el rancho era el refugio perfecto en el
que lamerse las heridas tras haberla pifiado más que bien con el señor Carter.
Se sentía tan estúpida, cómo podía haberse entregado de esa forma a un tío tan
cobarde.
Apretó fuerte los labios y justo en ese instante cuando casi ya llegaban al rancho, el
taxista le contó algo que la dejó alucinada:
—¿Sabe que una vez traje al viejo Cook hasta casa?
Karen abrió los ojos como platos, porque le parecía increíble la coincidencia:
—¿A mi abuelo?
—¡Sí, qué hombre! ¡Todo un carácter! Tenía una herida en un pie y por eso no conducía
su vieja Ford Ranchera.
Karen sonrió al recordar a su abuelo, otro terco de mucho cuidado, pero la persona
más buena y más noble que había conocido en su vida. Había muerto hacía tres años,
si bien no había día que no se acordara de él.
—¡Sí, lo recuerdo! Se cayó en una zanja y le dieron un montón de puntos. Iba solo a las
curas, no quería que nadie le acompañara y si cogía el taxi era porque mi madre se
ponía muy seria con él. Sí, ¡menudo carácter!
—Pues me enseñó algo que se me quedó bien grabado… Cuando le dejé en la puerta
de casa, me equivoqué con el precio de la carrera y le dije otra cantidad. Diez dólares
menos de lo que marcaba… Él me advirtió de mi error, me corrigió y me aseguró que
no pasaba nada, que todo el mundo tenía derecho a equivocarse. Y para que no se me
olvidara me dio un billete de cien dólares…
Karen se emocionó al escuchar esa anécdota que retrataba perfectamente a su abuelo
tal cual era, un tipo decente, íntegro, honesto y generoso. Además, se lo tomó como un
mensaje que de alguna manera le enviaba desde el más allá: “Todo el mundo tenía
derecho a equivocarse”.
Justo como ella lo había hecho con el señor Carter.
Y tampoco tenía que atormentarse por ello.
Había sucedido y ya está.
Respiró hondo, sonrió al cielo para darle a su abuelo las gracias por el consejo y justo
en ese instante el taxista paró ante la puerta del rancho.
Pagó la carrera, le dio las gracias al taxista por recordar con tanto cariño al viejo Cook y
salió pitando del coche porque Fred, que acababa de abrirle la puerta, no paraba de
gritar:
—¡Katharina ya está aquí!
Karen odiaba que la llamaran Katharina, que era su verdadero nombre, como el de su
abuela. De hecho, solo tenían que llamarle así para sacarla de sus casillas, pero esta
vez le dio tanta alegría escuchar su nombre, que se lanzó a los brazos de su hermano y
gritó:
—¡Pequeñajo! ¡Maldita sea! ¡Cuánto te he echado de menos!
Fred era un pelirrojo, pecoso y con cara de pillo, alto y espigado, gamberro y mal
estudiante, pero un trozo de pan y tremendamente divertido.
—¡Joder, y yo! Desde que no estás se han roto las alianzas y estos dos no paran de
abusar de mí. ¡Menos mal que estás en casa!
Esos dos eran John y Michael, uno rubio y otro moreno, dos auténticos vaqueros
guapos y trabajadores por los que ya suspiraban medio Austin.
John era más serio, estudioso, introvertido y tozudo como un buen Cook, Michael en
cambio era más abierto, simpático, caótico y muy deportista.
—¡Pero si sois dos hombres hechos y derechos! ¡Parecéis dos pedazos de vaqueros! —
exclamó Karen tras abrazarse a ellos, feliz por el reencuentro.
—Te recuerdo que tengo veintitrés años, hermanita. Este año termino Veterinaria.
Hace mucho que dejé de ser un niño de teta —refunfuñó John, tras sacar la maleta de
Karen del maletero.
Michael en cambio puso una mueca muy graciosa, como si estuviera posando para
Instagram y habló sentándose sobre la maleta:
—Este es un orco, pero yo… ¿a qué soy el vaquero más sexy de todo Texas?
Karen soltó una carcajada y entonces se escuchó la voz profunda y cavernosa del señor
Cook, que apartó a un lado a Michael para decir:
—Eres tan sexy que hoy te va a tocar limpiar la cuadras…
Luego clavó la vista en su hija que temblando entera balbuceó:
—¡Papá yo…!
Y a su padre le faltó tiempo para cogerla por los hombros y estrecharla entre sus
brazos mientras mascullaba:
—Perdóname, hija. No hay día que no me haya arrepentido de las malditas palabras
que te dije. Fui un cretino, estaba tan enfadado porque habías tomado la decisión de
marcharte, que salieron esos sapos de mi boca. Perdóname, te lo ruego…
A Karen se le cayeron dos lagrimones por el rostro, miró a su padre y musitó:
—Me dolieron mucho tus palabras. Este silencio de estos meses, pero sé lo testarudo
que eres y… Bueno, ya pasó todo…
Karen se abrazó fuerte a su padre y luego a su madre que estaba contemplando la
escena con los ojos llenos de lágrimas:
—¡Mi Karen! ¡Ya estás en casa!
Karen se fundió en un abrazo con su madre y estaba tan agradecida que le susurró:
—Gracias por todo, mamá. Tú has hecho que esto sea posible. Entre que papá es un
cabezón y yo que tengo un orgullo de mierda…
La madre negó con la cabeza y matizó feliz de tener a su hija de nuevo en casa:
—Todos tenemos nuestras cosas, pero la familia está para eso: para comprenderse y
para perdonar. Unas veces nos toca hacer una cosa y otras otra, a veces las dos. Así es
el amor, ¿no te parece?
Karen asintió y pensó que eso estaba muy bien para el amor familiar, pero para el
amor en pareja no servía para nada.
Porque ella en ese momento de su vida, al maldito señor Carter jamás podría llegar ni
a comprenderle ni a perdonarle…
Jamás.
Y con esa certeza, saludó a Ruth que trabajaba en el rancho de recepcionista y que
apareció de repente en el porche:
—¡Estaba atendiendo a unos clientes y no veía la hora de saludar a mi mejor amiga!
¡Karen, qué alegría, madre mía! ¡Qué bien que estés aquí!
Las dos amigas se abrazaron y Karen le cuchicheó al oído:
—Ruth estoy rota. Ese cabrón me ha dejado el corazón hecho trizas.
Ruth sintió una pena tremenda al mirar los ojos tristes de su amiga, si bien le dijo para
que se animara:
—Tu madre ha preparado las costillas a la barbacoa que tanto te gustan. Cenamos y
luego me lo cuentas todo… Pero tranquila que todo va a salir bien,
—Va a salir bien, porque me he librado de ese impresentable para siempre. Menudo
palo, amiga. ¡El mayor chasco de mi vida!
Capítulo 7
Después de cenar, y de qué manera, porque en cuanto Karen olfateó la comida de la
señora Cook se le abrió el apetito de tal modo que, tras hincharse a comer, se sentó en
el porche junto a Ruth y le aseguró mientras se desabrochaba el botón de su pantalón:
—He comido como si no hubiera un mañana. ¡Qué barbaridad!
Ruth se echó a reír, porque aquello era muy buena señal:
—Y tu madre feliz de ver cómo te lo comías todo. La mujer está muy preocupada por
ti. Todos lo estamos.
Karen bajando el tono de voz, se revolvió en el asiento y le preguntó:
—¿Te ha intentado tirar de la lengua? ¡Mi madre es muy persuasiva y muy lista! ¡Ya lo
sabes!
Ruth miró hacia atrás para asegurarse de que estaban solas y respondió susurrando:
—Tú lo has dicho. ¡Es muy lista! Está convencida de que algo pasa con tu señor Carter.
Pero tranquila que yo no he abierto el pico. Le he dicho que cuando tú consideres
oportuno, contarás qué te ha pasado.
—Pero no le has dicho que nos liamos, ¿verdad?
Ruth negó con la cabeza, algo molesta porque si algo odiaba era a los chivatos:
—¿Cómo se te ocurre? Me dijiste que no contara nada a nadie y no he dicho ni mu.
Karen resopló, sonrió y se disculpó con su amiga:
—Perdona pero es que estoy muy nerviosa.
—Pues yo ni te cuento. ¡Me tienes en ascuas desde ayer! ¿Pero qué demonios ha
pasado? ¡Si le habías dicho que le querías después de un polvo salvaje a salto de mata!
Karen puso una cara de pánico tremenda, se llevó el dedo índice a los labios para
pedirle que se callara y luego cuchicheó:
—¡Te lo suplico! ¡No sigas que mi madre tiene un oído supersónico!
A Ruth se le iluminó la mirada y le propuso con una sonrisa traviesa:
—¿Por qué no paso a coger una botellita de vino a la despensa, un vino bueno de esos
que tiene tu padre y nos la pimplamos en el porche de la cabañita del fondo?
La cabañita del fondo era una de las ocho cabañas que tenía el rancho hotelero y la que
solía ocupar Karen desde que terminó la universidad y volvió a casa con todos esos
proyectos que su padre truncó…
—¿No hay huéspedes? —preguntó Karen porque estaba convencida de que tras su
marcha habrían sacado sus cosas y la cabaña estaría disponible para los clientes, como
el resto.
—¿Qué dices? ¡Está tal cual la dejaste! Tu madre siempre me dice que la tiene lista
para cuando vengas con tu pareja… —le confesó con voz queda.
—Pobre mujer. ¡Pues no le queda! Aun cuando ya te digo que no pienso cerrarme al
amor. Claro que no. No me voy a quedar sin disfrutar de lo mejor de la vida por culpa
de ese impresentable. Pero me ha dejado muy tocada…
—Pues tu madre está convencida de que tienes algo con ese impresentable. ¡Y yo
callada como una muerta! Aunque la mujer es que se lo huele…
—Lo sé. De momento no quiero contarle nada. Pero a ti… Con una botellita de vino…
¡Venga, vete a por ella!
Al momento, Ruth regresó con la botella de vino y roja como un tomate:
—Uy ¡qué cara traes! ¿Te ha pillado alguien?
—Me he cruzado con tu hermano John, se me ha quedado mirando con esa mirada
misteriosa que tiene él, pero no ha dicho nada. Pensará que es para algún cliente.
—John nunca dice nada. No es de muchas palabras que digamos.
—Sí, pero cuando habla es una sentencia. Todo lo que lo dice lo clava.
—Es muy inteligente. Y está cada vez más guapo…
Ruth no pudo evitar lanzar un suspiro y exclamar:
—¡Oh, sí! Dios mío, sí.
A Karen no le extrañaba que las chicas lanzaran suspiritos por su hermano, pero
Ruth… ¡Eso sí que era raro!
—¿Tú también suspiras por él? ¡Pero si os conocéis de toda la vida! Quiero decir que
imagino que le verás como un hermano…
—Perdona, es tu hermano. El mío no. Y bueno, sí, tú y yo somos amigas de toda la
vida. Nos conocemos desde que teníamos tres años… A tu hermano le conozco desde
que era un bebé, pero…
Karen entornó los ojos, esbozó una sonrisita traviesa y le preguntó intrigadísima:
—¿Te gusta John?
Ruth más roja todavía, agarró a Karen del brazo y tiró de él para que se levantara:
—¡Vámonos a la cabaña que la que tiene que desembuchar eres tú y no yo!
Karen se puso de pie, se enganchó del brazo de su amiga y así se fueron por un
sendero de tierra hasta la cabañita del fondo.
Cuando llevaban un buen trecho y ya sí que era más que seguro que nadie pudiera
escucharlas en mitad de la noche, Karen insistió:
—¿Desde cuándo te gusta mi hermano?
Ruth agradeció que fuera de noche para que no viera que su rojo ya no podía ser más
subido:
—Ay mira… Prefiero no hablar del tema. Además, es absurdo yo tengo veintiséis años,
él veintitrés… Él es un chico estudioso, culto, retraído y centrado, al que le deben
gustar las chicas como él. Y no yo que soy todo lo contrario… Soy impulsiva, caótica,
descentrada, ansiosa y tan fracasada que tuve que dejar la carrera en primero porque
soy testofóbica.
—¿Testoqué?
—Ya lo sabes. Lo que me ha pasado toda la vida. ¡Qué tengo pánico a los exámenes! ¿O
no te acuerdas cuando en el instituto me tenías que empujar para que entrara en clase,
porque me daban los siete males cada vez que teníamos un examen?
Karen claro que lo recordaba a la perfección, si la pobre se ponía a morir y tenía que
repetirle hasta el hartazgo que todo iba a salir bien.
—Te empujaba y luego aprobabas con nota.
—Es que sin ti no me habría sacado ni el bachillerato. Y así me pasó que en la
universidad nos separamos y no pude pasar de primero.
—Te tenías que haber venido a Yale.
—No me daba la nota. Y yo quería estudiar Turismo y Gestión Hotelera. Pero lo tuve
que dejar. No valgo.
Karen negó con la cabeza, al darle mucha rabia que dijera tal cosa porque era una chica
que valía para lo que le diera la gana:
—¡Claro que vales! Lo que pasa es que esa carrera a lo mejor no te motivaba tanto.
A Ruth se le llenaron los ojos de lágrimas y le confesó a su amiga:
—Tu sabes que desde que éramos enanas jugábamos en la recepción a que dirigíamos
grandes cadenas hoteleras, a que viajábamos por el mundo entero…
Karen suspiró, porque lo recordaba como si fuera entonces:
—Lo pasábamos también. Y luego más que grandes cadenas, mi sueño pasó a ser este
rancho, a imaginar mejoras, reformas, ampliaciones…
—Y yo a soñar contigo. Yo amo este lugar casi tanto como vosotros. Desde el primer
verano que trabajé recién cumplidos los dieciocho de recepcionista quise formarme
para trabajar con vosotros. Pero nada, que soy una fracasada de mierda.
—¡Y dale con eso! Eres genial y no tienes más que entrar en las valoraciones del rancho
para ver que todo el mundo habla de lo encantadora que es la señorita Smith. La mejor
recepcionista del mundo…
—Lo hago lo mejor que puedo. Pero vamos, a lo que iba que a tu hermano le tengo que
parecer un desastre.
Karen se paró y bajo el cielo estrellado exclamó con total convicción:
—¡A ti te gusta John!
Ruth contra las cuerdas, ya no le quedó más remedio que soltar la verdad:
—¡Vale! ¡Sí, me gusta! Lo reconozco… Desde que cumplió 22 y yo no sé qué me dio,
cada vez que le veo me quedo mirándole embobada, me encanta cómo es, le admiro, le
deseo, le… ¡Venga, anda, dime de una vez que estoy como un cencerro y que dónde
voy asaltando cunas!
Karen rompió a reír, a pesar del drama que traía a cuestas, porque su amiga resultaba
de lo más graciosa cuando se ponía trágica:
—¡Chica que os sacáis tres años! ¡Eso no es nada! Además, mi hermano es tan serio y
formal que aparenta treinta y cinco.
—¡Tampoco te pases! Y tampoco es tan serio, tiene un humor muy peculiar. Yo se lo
pillo y me parto la caja…
Karen suspiró, sonrió y dijo encantada de la vida a la vez que echaban de nuevo a
andar:
—Vamos que ya no me voy a librar de ti ni con agua caliente. No solo eres mi mejor
amiga sino que ahora también vamos a ser cuñadas. ¿Te mola, cuñi?
—Calla, calla… Y ni se te ocurra decirle a nadie, ni a tu hermano menos, que estoy
enamorada de él. ¡Que te conozco! Si sucediera algo, que ya te digo que no porque no
soy su tipo, tendría que ser él el que diera el paso. Soy una antigua apestosa, qué le voy
a hacer…
—Tampoco era mi tipo el señor Carter y me enamoré hasta las trancas. En qué hora…
Porque cómo ha terminado… ¡Qué desastre!
Capítulo 8
Tras comprobar, como su amiga le había contado, que todas sus cosas estaban en la
cabaña tal y como las había dejado, sacaron un par de hamacas al porche, abrieron la
botella de vino, llenaron sus copas y Karen le advirtió:
—Esta va a ser la última vez que te hable del cerdo de Logan Carter. ¿Estamos?
Las chicas se sentaron, clavaron la vista en el cielo y Ruth tras dar un sorbo a su copa
replicó:
—Depende de lo que me cuentes. Soy tu amiga. Y las amigas decimos la verdad. A lo
mejor tú lo ves todo negro, pero yo te puedo aportar otro punto de vista. Y desde luego
que si pienso que hay agua en la piscina, voy a seguir diciéndote que te tires. Por lo que
no me quedará otra que hablar de ese supuesto cerdo…
Karen se bebió media copa del tirón y le corrigió:
—Cerdo, con todas sus letras. Un cerdo gordo, enorme, asqueroso y cobarde. Lo mires
por donde lo mires, lo cojas por donde lo cojas. Así que no me toques las narices y
escucha… Después de lo que pasó en el restaurante, que yo ya no pude más y le
confesé que le quería, me dijo que no podíamos vernos el fin de semana. Yo estaba tan
en mi nube con lo que había ocurrido, porque te juro que cuando le dije que le quería
él me miró de una forma que no me quedó duda de que estaba sintiendo lo mismo que
yo, que no le di importancia. Me pasé el fin de semana pensando en él, como una boba,
y llegué al despacho el lunes feliz de la vida. Flotando. Levitando. Enamorada como
jamás en la vida. Sin embargo, cuál no fue mi sorpresa que me soltó sin vaselina ni
anestesia que tenía que hablar conmigo…
—Odio esa frase.
—Pues si lo que continua es que no puedes seguir en la empresa, porque descentras a
tu jefe: ¡ya te quedas muerta!
—¿Pero qué chorrada es esa? —preguntó Ruth muerta de risa.
—Eso le dije yo. Coño, si llevamos follando tres meses, algo debo descentrarle. Y si
encima le confieso que le quiero después de un polvazo antológico: lo normal es que se
descentre… Miles de personas se descentran cada día en las oficinas, qué digo miles,
millones. Anda que si los cuartos de las fotocopiadoras o los de la limpieza hablaran…
Y no pasa nada. Pero este se ha acojonado por el “te quiero”. Él dice que no, que lo
que le pasa es que detesta la sensación de no tener el control, de no poseer las riendas
y que por eso me manda bien lejos. Eso sí, me ofreció indemnizarme bien para que
montara un chiringuito o si lo prefería facilitarme el contacto de un amigo que
necesitaba asistente.
Ruth alucinada se bebió la copa del tirón, se sirvió otra y masculló:
—Tía qué feo todo. Este cuento se está poniendo de un chungo y de un gore…
—Ya te lo he dicho. Es un cerdo. Porque la cosa no quedó ahí, en cuanto me soltó lo de
que le descentraba, me quedé a cuadros, pero con todo, le besé. Era mi forma de
decirle: tío, despierta, esto es lo que tenemos. Y no solo es deseo… Es mucho más,
porque yo lo noto y lo noto en su mirada. Pero el tío replicó que era amistad y algo
más, que le estaba haciendo perder el maldito control y que por eso tenía que poner
fin a esto. Que por experiencia sabía que cuando el corazón manda, la caga siempre…
Yo te juro que estaba desesperada, que intenté hacerle entrar en razón, pero llegó un
punto en que la cosa se fue de madre cuando me confesó que el fin de semana no
había estado solo.
Ruth que estaba dando otro sorbo a su copa de vino, por poco no se atragantó y soltó:
—¿Qué? ¿No me fastidies que estuvo con otra?
—Es que no te lo pierdas, él tenía ganas de acostarse con una modelo que tiene de
follamiga y como está acostumbrado a hacer lo que le sale del ciruelo, decidió no
quedar conmigo, liarse con la otra y el lunes decirme que yo no merezco un tío tan
cabrón como él. Yo me quedé helada, te juro que pensaba que era una maldita
pesadilla, y le confesé tonta de mí que, a pesar de que no habíamos hablado lo de la
exclusividad sexual, yo no podía estar con nadie porque solo le tenía a él en mi corazón
y la cabeza… Pero nada… Con muy malas maneras me pidió que me fuera. “¡No
quiero verte más!” me dijo el muy sinvergüenza.
Ruth se llevó la mano a la boca porque sabía lo que esa frase significaba para su amiga:
—Y encima te suelta esa frase…
—Sí, hija sí. La misma que me dijo mi padre. Mira, quería morirme, estaba
desesperada, no sabía qué hacer, pero me llamó mamá y bueno ya sabes cómo es, me
enredó y aquí estoy.
Karen apuró su copa, se sirvió otra y su amiga le habló:
—Estás en casa. En el mejor sitio del mundo.
—Después de lo que pasó con mi padre, no quería volver como una fracasada…
—¡Tú sí que no lo eres! Yo sí, pero tú… ¡Anda que no hay que tener ovarios para hacer
lo que hiciste!
—No seas plasta. Tú no eres una perdedora. Pero yo, tía, te recuerdo que me piré para
comerme el mundo, y vuelvo con una mano delante y otra detrás y destrozada por un
puto jefe cabrón que me ha dejado el corazón hecho trizas. Menos mal que mi padre
me ha pedido perdón en cuanto me ha visto, me ha confesado que se arrepintió de la
frasecita en el mismo instante en el que me la dijo. Y yo lo sé. No obstante, escucharlo
de sus propios labios me ha dado mucha fuerza…
Ruth entornó los ojos y dijo algo a su amiga que a lo mejor le molestaba, pero tenía
que soltarlo:
—Quizá al cerdo de Carter le ha pasado lo mismo. ¡Y ahora está arrepentidísimo de
haberte dicho eso!
Karen batió una mano con desprecio, miró a su amiga y le aseguró:
—Es un cobarde. Yo sé que estaba sintiendo lo mismo que yo, que se pilló por mí, que
estaba enamorado y que el viernes estuvo a punto de decirme que me amaba. Pero se
rajó… No sé si por una mala experiencia del pasado, un trauma o que tiene fobia al
compromiso. Pero sea lo que sea, me ha dado la patada en culo y aquí estoy, tomando
un vino buenísimo con mi amiga que pronto será mi cuñada.
Las chicas se echaron a reír, pero a Ruth le faltó tiempo para decir:
—Lo nuestro es imposible.
—No digas bobadas. Si hacéis un parejón. Los dos tan rubitos, con vuestros ojos
azules y esos cuerpazos divinos… ¡Voy a tener unos sobrinos preciosos! Pero por favor
no le pongas Katharina a la niña… Porque mi hermano seguro que quiere
encasquetarle el nombre de mi abuela.
—Jajajajajaja. Tranquila que esto va a ser platónico para toda la vida. Y con eso me
basta, si solo con mirarlo cada mañana ya doy gracias a Dios por semejante bendición.
—Una no vive solo de miradas…
—No he vuelto a estar con nadie desde que me he pillado a lo bestia por él. Le tengo
tan dentro que entiendo lo que le dijiste a tu jefe, es que no tienes hueco para nadie
más.
—Él sí, él tiene ganas de follarse a un catálogo entero de modelos…
—¿Y si fuera mentira? ¿Y si te soltó ese rollo porque se asustó por lo del “te quiero”?
—Caray ¿y para qué quiero que me ame un tío tan cobarde y tan cretino que tiene que
inventarse esa mierda?
Ruth se rascó la cabeza, puso una mueca muy graciosa y reconoció:
—Pues también es verdad.
—Además me metí en el Instagram de la modelo y los vi en una foto a los dos. En casa
de él… En el sofá donde lo hemos hecho un montón de veces…
Ruth se quedó de pasta de boniato, suspiró y luego farfulló:
—Qué mierda.
—Más grande que Texas entero.
Sin embargo, a Ruth se le vino algo a la cabeza, tal vez porque se pasaba el día leyendo
novelas románticas y se negaba a que las historias tuvieran un final desdichado:
—¿Y si quedó con la amiga porque estaba asustado, pero en el fondo te ama con todo
su corazón?
Karen pestañeó muy deprisa, mareada ya por el vino, y contestó rotunda:
—No podría amar a un tío tan cobarde.
—Pero mira que si tiene un trauma gordo, yo qué sé… O una fobia. Yo las tengo a las
arañas, es algo superior a mí…
—Chica, una persona normal diría: mira me pasa esto… No te echaría de su vida a
gritos, diciéndote que no quiere verte más. Que no. No le des más vueltas. Es un
impresentable.
Ruth resopló sintiendo que su amiga estuviera pasándolo tan mal y repuso:
—Todo pasa por algo…
Karen no pudo evitar partirse de risa y soltar:
—¡Que me quiten lo follado! Porque estos tres meses han sido apoteósicos, me he
abierto a la vida pero bien…
Las dos se echaron a reír y Ruth alzó la copa para proponer:
—Brindemos por eso… y por todo lo bueno que estar por venir.
Karen levantó su copa y canturreó entrechocándola:
—¡Di que sí, cuñiiiiiiiiiiii!
Capítulo 9
A pesar de las risas de aquella noche, los días siguientes fueron bastante duros porque
para desgracia de Karen tenía al señor Carter metido demasiado dentro.
Además, su mente traidora no paraba de traerle el recuerdo de esos días felices en los
que todo parecía sencillamente perfecto.
Desde el café que le llevaba por la mañana con el bizcocho de naranja y jengibre hecho
por ella misma que tanto le gustaba a su jefe, a los paseos de los domingos por Central
Park sin parar de reírse.
Porque el muy cabrón del señor Carter, aunque a primera vista pareciera un sieso de
mucho cuidado, era un tipo muy ocurrente y divertido con el que se lo había pasado
muy bien.
Por no hablar de cómo era en la cama…
En la cama y en cualquier sitio porque con él nunca se sabia y lo habían hecho en todas
partes…
¡Hasta en un armario!
Fue un día en que estaban haciéndolo en el despacho de Karen, de repente escucharon
unos ruidos fuera, y él la empujó hasta un armario ropero donde acabaron follando
muertos de deseo.
Con Logan era todo así, salvaje, imprevisible, apasionado y muy intenso.
Con Logan se había despertado su sangre por primera vez, había empezado a gozar de
verdad del sexo y a descubrir placeres que en la vida soñó que probaría.
Pero no solo era el sexo, es que ese hombre que le ponía como nadie, también era un
tío brillante y trabajador al que admiraba muchísimo, también era alguien ocurrente
con el que se lo pasaba genial, e incluso cuando le veía disfrutar como un crío de su
bizcocho de naranja y jengibre era imposible no sentir una ternura tremenda por él.
Uf. Así que cómo iba a olvidar todas esas maravillas…
Pero bueno, cada vez que se le iba la pinza y suspiraba pensando en todos esos
momentos mágicos, se aferraba a la frasecita odiosa y ya se le pasaba todo.
Por un rato…
Porque después otra vez estaban todos esos recuerdos ahí, agolpándose en su mente,
torturándola de una forma tan dolorosa que ya no sabía qué hacer para sacarse al
maldito señor Carter de su corazón y de su cabeza.
Y eso que trabajaba durísimo desde las cinco de la mañana hasta las doce que se metía
en la cama.
Pero nada… Todo el día pensaba en él y toda la noche se la pasaba soñando cosas de
tan alto voltaje que solía despertarse sacudida por un orgasmo brutal.
Ella que no se había masturbado en la vida…
Ella que había tenido dos novios que eran bastante incompetentes en lo sexual y no se
había enterado de casi nada.
Pero ahora…
Se despertaba orgasmando y cada noche se tenía que tocar porque de nuevo su mente
traidora le hacía recordar los encuentros más tórridos.
Todos.
Porque la verdad que con Logan siempre era todo morboso y tremendamente sexy.
Así que como para no excitarse con el recuerdo de aquellos días. Cómo no sería la cosa
que había tenido que comprarse un pequeño vibrador por Internet y lo usaba cada
noche antes de dormir para saciar su apetito.
Porque era pensar en él y su cuerpo entero le extrañaba tanto que le dolía. Sus pezones
se ponían duros y su sexo ardía de deseo, exigiendo ser calmado.
Y lo hacía… Utilizaba cada noche el vibrador, y al poco sucumbía a un orgasmo feroz
entre gritos que de alguna manera le hacían sacar todo el dolor que tenía dentro.
Como la cabaña estaba apartada, podía jadear a gusto y luego llorar…
Porque no fallaba… Después del orgasmo sucumbía a un llanto absurdo y doloroso y
después se quedaba dormida como una niña.
Para soñar con él.
Con sus besos salvajes, con su lengua voraz, con su sexo duro penetrándola
implacable, por todas partes.
Hasta derretirse…
Licuarse entera.
Y despertar otra vez, para descubrir que era un jodido sueño, que Logan ya no estaba
en su vida, que había perdido sus besos para siempre y que en el fondo era un maldito
cobarde que no se merecía vivir un gran amor.
Y es que Karen estaba convencida de que si hubiera tenido agallas, su historia podía
haber llegado muy lejos, podían haber vivido algo increíble, ese regalo maravilloso que
pasa muy pocas veces en la vida.
Incluso algunos no lo viven jamás…
El amor es un milagro que cuando sucede hay que vivir sin miedo, sin egoísmo,
dándolo todo.
No es para cobardes, ni melifluos, ni egoístas, ni cobardes.
Y ella tristemente había descubierto que Logan no estaba preparado para aceptar el
magnífico regalo que la vida le había brindado.
¿Pero ahora cómo se lo sacaba de dentro?
Mientras intentaba averiguar la respuesta, Karen siguió trabajando durísimo en el
rancho donde siempre había muchísimas cosas que hacer.
Disponía de cuarenta habitaciones, cinco suites presidenciales, las cabañas, dos
restaurantes, una cafetería, unas cocinas enormes, la lavandería, las cuadras de los
caballos y dos piscinas…
En fin, que siempre había tareas pendientes fuera la hora que fuese.
Pero generalmente, Karen solía empezar su día con las habitaciones, ayudando al
personal de limpieza con las camas y los cuartos de baño, luego se pasaba por las
cocinas para echar una mano, continuaba sirviendo las comidas, después se echaba
una pequeña siesta y por la tarde se marchaba a ayudar en las cuadras donde trabajaba
a destajo, a continuación se daba su paseíto en caballo o se dedicaba a practicar tiro
con arco con Fred que le encantaba o le ayudaba con los deberes y ya al anochecer se
ponía con las cenas de los huéspedes.
En fin que no paraba…
Y por supuesto que también tenía tiempo para estar con los suyos, para discutir con su
padre como siempre, para echar unas risas con Ruth en la recepción, para desquiciar
un poco al serio de John en las cuadras, para hacer el tonto con Michael y Fred y para
abrazar muchísimo a su madre que la verdad era que la tenía muy sorprendida.
Porque con lo que era ella, no le había vuelto preguntar nada sobre lo sucedido en
Nueva York.
¡Y ya habían pasado casi seis semanas!
Estaban a finales de abril y todavía no daba crédito a que no le hubiera intentado tirar
de la lengua…
Lo cierto era que se admiraba de todo lo que se estaba controlando, hasta que un buen
día de mediados de mayo debió ser que no aguantó más y le mandó una emisaria…
O eso creyó Karen.
Sí, porque una tarde estaba en las cuadras, limpiando a Maya, la preciosa yegua blanca
que montaba cada tarde y apareció la señora Moore, la esposa del veterinario y la
mejor amiga de su madre.
—¡Qué bonita es tu yegua! Anda que no la echarías de menos en Nueva York…
Karen asintió mientras peinaba la cola de su preciosa yegua y confesó:
—Lo que más. Pero no se lo digas a mi familia.
Las dos se echaron a reír y acto seguido Belinda repuso:
—Tranquila que conmigo tu secreto está a salvo.
Karen sonrió y musitó convencida:
—Lo sé.
Y es que sabía perfectamente de la discreción y de la complicidad de la señora Moore,
a la que conocía desde que tenía uso de razón.
Era una mujer guapa, de hermosos ojos azules, sonrisa franca, extrovertida, alegre,
sincera y leal, que conocieron a través de su marido, Ralph, el mejor veterinario de
Texas y que por cierto se llevaba a las mil maravillas con John, y era el culpable de que
estuviera a punto de convertirse en veterinario.
En cuanto a Belinda, desde el principio comenzó a colaborar con el rancho como
repostera porque era un auténtico prodigio con los postres.
Y de trabajar estrechamente en las cocinas, Belinda y su madre entablaron una
magnífica amistad y de todos era sabido que se adoraban.
Aunque ¿quién no quería a Belinda? Es que era imposible no quererla…
Belinda era una mujer comprensiva, cariñosa, abierta de miras y vitalista con la que
daba gusto estar. Y Karen como todos la apreciaba muchísimo…
—Gracias por la confianza, preciosa. Y te diré que en tu ausencia Maya te echó mucho
de menos. ¡Se la nota ahora tan contenta! —le confesó Belinda.
—Me hace tan feliz…
—Yo me alegro, porque cuando estás con ella la mirada te cambia. Vuelve tu luz…
Karen bajó la vista al suelo y confesó tras tragar saliva:
—Maya me da paz. Estos días están siendo duros para mí, pero pasear con ella hace
mucho bien.
—Te veo cada día cómo trabajas, te esfuerzas tanto, que puedo hacerme una idea del
dolor por el que estás pasando. Yo también sé lo que es trabajar muy duro para
intentar drenar un sufrimiento profundo…
A Belinda se le llenaron los ojos de lágrimas, se mordió los labios y luego sonrió…
Sin embargo, Karen la notó tan tocada, y no sabía para nada de lo que estaba
hablando, que se le ocurrió algo:
—¿Te apetece dar un paseo a caballo conmigo? Linda, la yegua de John está preparada.
Hoy el atardecer será precioso. Y hace un tiempo divino…
Belinda que se moría de ganas por seguir charlando con Karen, aparte de que ella tenía
razón y hacía una tarde estupenda para dar un paseo agradable junto al río, asintió,
sonrió dulce y dijo:
—Sería todo un placer, Karen.
Capítulo 10
Cuando ya llevaban un buen trecho recorrido por el sendero que transcurría junto al
río y la tarde no podía ser más hermosa, Belinda le confesó:
—No entraba en mis planes de esta tarde pasear a caballo y la verdad es que ha sido
un acierto.
—Pero tú montas todos los días…
—Sí, bueno, ya sabes que a Ralph le encantan los caballos… Como a tu hermano… Es
un veterinario vocacional y todas las mañanas salimos a montar por el rancho. Pero
este paseo junto al río es muy especial, no me extraña que los huéspedes del rancho
Cook siempre repitan.
—¡Sobre todo ellas! ¡Como John es el encargado de dirigir las rutas a caballo! ¡Todas se
mueren por repetir la experiencia de montar junto a un experto vaquero!
Las dos se partieron de risa, pero Belinda le confesó algo:
—Él las ignora a todas, porque en su corazón solo hay sitio para una.
Karen miró a Belinda muerta de la curiosidad y preguntó:
—¿Ah sí? ¿Hay una? ¿Quién? Porque como este chico es tan hermético.
—Yo es que soy buena para percibir estas cosas y es más que obvio que bebe los
vientos por Ruth.
Karen se quedó alucinada, puesto que desde que sabía que a su amiga le gustaba su
hermano se pasaba el día buscando señales, gestos o miradas y la verdad es que no
notaba nada especial.
Claro que Ruth hacía todo el rato como si John no le gustara y si su hermano hacía lo
mismo: ¡apañados iban!
—¿Tú crees? Yo es que no pillo nada.
—Porque son detalles sutiles, casi imperceptibles, pero siempre que se cruza con ella,
John se revuelve el pelo, hace el mismo gesto de ella con las cejas cuando da los
buenos días, pasa siempre rozando el mostrador y se le pone cara de asombro, como si
estuviera viendo algo increíble. Pero es que a ella le pasa igual…
Karen se puso nerviosa, porque desconocía que Belinda tuviera ese olfato tan fino para
las relaciones amorosas:
—¿Ah sí?
Se hizo la sorprendida porque le había prometido a su amiga que no iba a revelar su
secreto a nadie.
—Sí, lo he comentado muchas veces con tu madre, pero ella dice que no ve nada. Que
son cosas mías que soy una romántica empedernida… Pero yo lo veo…
—Tiempo al tiempo —dijo Karen encogiéndose de hombros y deseando que ojalá
tuviera razón y estuvieran enamorados el uno del otro.
Belinda entonces decidió seguir con el tema del amor y preguntarle directamente:
—¿Y tú qué tal?
Karen se puso muy nerviosa, no fuera a ser que percibiera algo raro con su persona…
Además, últimamente no paraba de hablar con Sam, un joven maître que habían
contratado hacía poco y que además de ser un gran profesional, era un chico
comprensivo, atento y muy simpático. Y guapo… Vale que reconocía que estaba
buenísimo y que era rubio de ojos verdes como le gustaban a ella, pero que no. Que
tenía al cerdo de Logan tan dentro metido dentro que, ya se le ponía poner quien fuera
que, no tenía más espacio en su corazón que para el impresentable de su exjefe.
—Yo nada. Nada de nada. Cero patatero. A mí no me puedes pillar ningún detalle sutil
porque…
—Estás enamorada de alguien que no está en el rancho. Es obvio. Pero tu cabeza y tu
corazón están con él.
Al escuchar aquello, a Karen le entraron ganas de poner a Maya al galope y dejar ese
tema aparcado porque le dolía demasiado. Si bien en su lugar, miró a Belinda pidiendo
clemencia y farfulló:
—Prefiero no hablar, Belinda. Y sé que mi madre está loca por saber qué pasó en
Nueva York y te ha mandado de emisaria pero…
Belinda frenó a su yegua y le aclaró para que Karen se quedara tranquila:
—Tu madre respeta tu silencio. Obviamente está preocupada por ti, y le destroza ver
cómo trabajas a destajo, las ojeras que tienes y los suspiros que vas soltando cada dos
por tres…
Karen también paró a Maya y, mientras le acariciaba la cabeza, musitó:
—¡Madre mía! Menuda estampa. Ni que fuera un alma en pena.
—Es lo que hay, preciosa. Y por favor ten claro que tu madre no me ha enviado para
saber qué es lo que te tiene así. Lo sospecha, pero no dice nada…
Karen resopló de la ansiedad, le apenaba tanto que su madre estuviera sufriendo por
ella, que le confesó:
—Me encantaría pasar página rápido. Volver a ser la de antes, pero es que no puedo.
Sucedió que en Nueva York me enamoré de alguien que me ha roto el corazón.
Y tras decir esto, Karen no pudo evitar que dos lágrimas cayeran por su rostro. Belinda
entonces se bajó de su yegua:
—Ven aquí y deja que te abrace, cielo.
Karen se apeó de la yegua y se abrazó a Belinda mientras rompía a llorar desconsolada:
—¡Qué estúpida soy! ¡Perdóname!
Belinda abrazada a ella, le acarició la espalda y le susurró:
—Estúpido es el que se niega a amar. Tú lo has dado todo y ya está. Has hecho lo
correcto.
—No, no lo he hecho.
Belinda sacó un paquete de clínex del bolsillo de su chaqueta, le tendió uno a Karen
para que se enjugara las lágrimas y le preguntó:
—¿Cómo que no lo has hecho?
—Pues porque cometí el error de enamorarme de un cobarde. ¿Hay algo peor que
amar a un cobarde?
Belinda se mordió los labios, negó con la cabeza y dijo muy preocupada:
—Cuando se ama te das entero. Das el salto.
—Lo mío iba todo sobre ruedas, hasta que le dije te quiero y me puso de patitas en la
calle. Es que además era mi jefe…
Belinda se tapó la cara con las manos y exclamó muy agobiada:
—¡Ay Dios!
Karen entendía perfectamente que reaccionara así porque aquello era patético:
—Ya. Lo sé. A mí madre le va a dar algo cuando se entere… Si por eso no quiero
contarle, ella siempre se ha manifestado en contra de las relaciones en el trabajo. Y
ahora que lo pienso, cuando se entere de que Ruth está pillada por mi hermano… Y
que…
—¿Qué? —preguntó Belinda pasmada por lo que acababa de escuchar.
Karen al percatarse de que había metido la pata, carraspeó un poco y se excusó:
—O sea al revés, sí, al revés, lo que me acabas de decir de que crees que mi hermano
está pillado…
A Belinda no le convenció mucho la explicación, pero como se moría por saber más
sobre la relación fallida de Karen, le pidió:
—Pero ¿qué es lo que te pasó con tu jefe, que era Logan Carter, no?
—Sí, hija sí. El supermegamaravilloso hombre de éxito, el gran inversionista, el joven
financiero que ha pulverizado todos los récords. Ese cerdo.
Belinda frunció el ceño y, cada vez más ansiosa, preguntó:
—¿Y de verdad que reaccionó así justo después de que le dijeras que le querías?
Karen asintió, llevándose la mano al vientre de la sola angustia de recordar aquel
momento:
—Tal y como te cuento. Así fue. Tuvimos un viernes una cena romántica, le dije que le
quería, y lo siguiente fue que me pidió que le dejara solo el fin de semana. Yo le dije
que perfecto… No me pareció nada raro… Pero el lunes a primera hora, en cuanto me
planté en su despacho, me anunció que me despedía. La excusa fue que le descentraba,
porque sentía cosas por mí cosas que le estaban haciendo perder el control y no podía
permitírselo. Aparte de que no le apetecía rendir cuentas a nadie respecto a su vida y
por eso quedó ese sábado con una modelo con la que suele tener sexo cuando le
place… Yo me quedé muerta, pero le dije que le amaba otra vez y su respuesta fue
decirme que era un cabrón y que no quería verme más.
A Belinda se le cayeron dos lagrimones y tuvo que apoyarse en la yegua para no
trastabillar porque se estaba mareando:
—Dios mío ¡Es horrible! Este chico está fatal… ¡Peor que mal!
Y Karen la vio de repente tan blanca y rompiendo a sudar que se asustó muchísimo:
—¡Ese chico que se vaya a la mierda! La que me preocupa eres tú. ¿Te encuentras bien?
¿Llamo para que venga un médico?
Karen cogió un folleto de publicidad del rancho de los que siempre llevaba en el
bolsillo de atrás del pantalón, lo desplegó y se puso a darle aire con él.
—Estoy bien. Solo es que he hiperventilado un poco con el relato…
Karen cogió una botella de agua que llevaba en las alforjas, se la tendió para que
bebiera y reconoció:
—Pero te prometo que no fue la clásica historia de jefe y secretaria. Yo te digo que
hubo mucho más que sexo…
Belinda bebió un buen buche de agua y luego exclamó entre dientes:
—Tampoco me des detalles…
—Ya, ya. Tranquila. Lo único que quería decirte es que no fue un rollo, tú sabes que yo
no soy una chica de líos. Yo soy de enamorarme y de Logan me enamoré como nunca
en la vida y yo creo que él también… Nunca me lo dijo pero esas cosas se ven en la
mirada y yo lo vi. Si bien, no se atrevió a reconocer que me amaba y mucho menos a
vivir nuestro amor. Prefirió sacarme de su vida, romperme el corazón y decirme la
frase que más odio en mi vida.
—La misma que te dijo tu padre… ¡Qué despropósito todo!
Belinda echó de nuevo a andar, para que también le diera un poco el aire en el rostro y
Karen caminando junto a ella replicó:
—Me ha hecho mucho daño; sin embargo, no me lo puedo sacar de la mente ni del
corazón. Y mira que lo intento, me mato a trabajar para no pensar en él, pero es
imposible. ¡Y encima no hay noche que no sueñe con él! En fin… Mejor dejar de hablar
de esto… Que encima mira cómo te has puesto… Y a mamá no le cuentes nada, te lo
ruego… Ya hablaré con ella cuando tenga más avanzado este maldito duelo. De
momento, me duele todavía demasiado…
—Soy una tumba. Y gracias por contármelo. Yo lo único que deseo es que todo este
desaguisado tenga enmienda, Logan recapacite y esta historia tenga el final que se
merece.
—Jajajajajajajaja. ¿Recapacitar ese terco? No me hagas reír. ¡Qué va! ¡Jamás da su
brazo a torcer!
—Pero tú dices que sentía por ti, entonces tiene que estar pasándolo tan mal o peor
que tú. Estoy segura de que tiene que estar arrepentido de lo que te dijo por puro
pánico a tu “te quiero”. Esas palabras le descompensaron…
—Uf. ¿Y qué clase de hombre es ese que entra en pánico por un “te quiero”?
Belinda se paró, le clavó su mirada triste y respondió rotunda:
—Alguien muy herido.
—Nunca ha tenido una relación seria. Yo qué sé. ¿Tal vez un trauma de la infancia?
Pero ya tiene 34 años. Ya tenía que haberlo superado…
Belinda negó con la cabeza, respiró hondo y precisó:
—Me temo que no. Hay heridas que a veces no cierran nunca.
Y lo dijo con tanta pena y tanto dolor en la mirada que Karen se paró frente a ella y le
confesó:
—Te he propuesto este paseo para que me contaras tu historia. Qué desastre. Al final
he acabado contándote mi patética historia de amor.
—Ninguna historia lo es. Así que no digas eso. Además, tú necesitabas soltar lastre
más que yo.
Karen sonrió agradecida y le dijo mientras Maya no paraba de mover la cola:
—Gracias por escucharme, por tu comprensión y por estar siempre ahí. Por cierto,
¿sabes que a Logan le encantaba el bizcocho de naranja y jengibre que le hacía con tu
receta? ¡Es que los devoraba! ¡Mierda! Ya estoy otra vez hablando de él. ¿Ves? ¡Si es que
estoy como abducida! ¡Es que no me lo puedo sacar ni con fórceps! ¡Es que…!
Karen no pudo seguir hablando porque Belinda rompió a llorar desconsolada,
mientras entre hipidos decía:
—¡Todo tiene que arreglarse! ¡Sé que todo acabará bien! ¡No puede ser de otra manera!
—¡Sí, en cuanto me lo saque de la cabeza, ya le doy carpetazo! Te lo prometo. Le voy a
olvidar. Ya verás como si…
Belinda negó con la cabeza, abrazó a Karen y le confesó:
—¡Yo quiero el final feliz para vosotros! ¡Quiero la boda, los niños, los nietos! ¡El
paquete completo!
—Tenemos demasiadas novelas románticas en la biblioteca del rancho. Mira que se lo
digo a Ruth. Hay que meter más novela negra, porque estáis obsesionadas con los
finales felices de libro y a veces el mejor final feliz es olvidar y pasar página.
Capítulo 11
Y mientras Karen apostaba por su particular final feliz y luchaba con denuedo para
olvidar a su jefe, él estaba cada día peor en Nueva York.
Es que ni podía imaginarse que la decisión de dejar a Karen fuera a acarrearle
tantísimas complicaciones.
Por decirlo de alguna manera suave, porque la verdad es que estaba que no levantaba
cabeza.
En ningún ámbito además…
Primero a nivel práctico, porque desde que Karen se había marchado, ya habían
pasado por su puesto doce asistentes y si una era mala, la otra era peor.
Es que ni una sola llegaba a Karen a la suela del zapato…
Claro que había dejado el listón tan alto que era muy difícil encontrar a alguien que
reuniera tantos atributos.
Expediente académico brillante, talento, capacidad de trabajo, de sacrificio, de
esfuerzo, de entrega, generosidad, olfato para el negocio, lealtad, empatía,
proactividad, y encima le traía cada mañana alguna cosa rica con la que raro el día que
no se retrotraía a la infancia.
En fin, que en cuanto a lo profesional nadie le hacía sombra; pero es que en lo
personal, en lo íntimo, en lo afectivo, en lo sentimental…
El señor Carter arrojó el informe pesimamente redactado por la última asistente, se
levantó y dejando vagar la vista por el ventanal inmenso pensó que qué diablos hacía
pensando en ese aspecto de su relación con Karen.
¿No tenía clarísimo que no podía enamorarse, que no podía permitirse abrir su
corazón?
Pues tenía que apechugar con sus decisiones, aunque dolieran, aunque a ratos le
impidieran hasta respirar, aunque se masturbara cada noche pensando en su boca, en
su sexo ardiente, aunque no pudiera dejar de pensar en ella a cada instante, a pesar de
que no podía estar con ninguna otra mujer, porque tenía a Karen tan clavada dentro
que su vida era un jodido infierno.
Y le estaba pasando factura en todo, dormía mal, comía peor, no se centraba en el
trabajo, y se mostraba cada vez más borde y desagradable con sus familia y amigos.
Y eso que él ya de por sí era bastante irritante y antipático, pero desde que Karen se
había ido de su vida lo era aún más.
Gabriel, el médico de la empresa, y uno de sus mejores amigos y confidente máximo,
ya le había advertido de que últimamente estaba muy tenso y que tenía que descansar.
Pero Logan por nada del mundo quería dejar el trabajo, al contrario en esos días
estaba esforzándose más que nunca, para ver si así lograba extirpar de su cabeza a la
señorita Cook.
Si bien, ni machacándose en el trabajo, ni aumentando las sesiones de deporte, ni con
el yoga que había empezado a practicar lograba sacársela de la mente y del…
Joder. Del maldito corazón.
Sí, porque no solo echaba de menos su cuerpo al que se aferraba en sueños cada
noche, es que necesitaba sus risas, sus abrazos, sus palabras dulces, esos paseos tontos
de los domingos hablando de todo y de nada… ¡Y hasta los puñeteros pasteles de
naranja y jengibre! ¡Lo echaba de menos todo!
Era horrible. Y lo peor era que no tenía ni idea de cuándo pasaría toda esa mierda de
dolor. De lo que sí estaba convencido era de que había hecho lo correcto.
O eso no paraba de repetirse a todas horas para autoconvencerse de que era mejor así
que después sufrir cuando Karen le dejara.
Porque eso era a lo que estaba abocada esa relación, ella era una chica maravillosa que
acabaría abriendo los ojos y dándose cuenta de lo cretino integral que era…
Y acabaría marchándose como su madre…
Así que mejor sufrir ahora, que desangrarse después…
Y luego estaba su abuelo Arnold con el que hablaba a diario y con el que almorzaba
los domingos, que no paraba de insistir en que le veía muy mustio y muy apagado.
Como no sería la cosa, que no dejaba de aconsejarle que se fuera a Texas a descansar
unos días y llenarse de sol, de aire, de paseos a caballo, de música, de vida…
Vida.
¿Para qué quería él una vida si no estaba Karen para compartirla?
Claro pero cómo contarle a su abuelo que se había enamorado hasta las trancas de una
chica formidable y que la había dejado marchar porque estaba muerto de miedo.
Los Carter no eran cobardes, los Carter eran cabezones y duros, pero tenían unos
arrestos bien grandes.
Así que se excusaba siempre en el trabajo para justificar el estado calamitoso en el que
se encontraba y su abuelo siempre le decía lo mismo:
—Eso es una mujer. Y con las mujeres se arregla siempre todo diciendo: “Estoy aquí.
Siempre. Pase lo que pase”.
Y siempre que escuchaba esa frase se sentía un miserable y un fracasado porque él
jamás podría pronunciar esa frase.
Y menos a la pobre de Karen que solo tenía que odiarle, y con razón, después de cómo
la había tratado.
En fin, que cada día que pasaba sentía más asco por sí mismo, tanto que cuando su
abuelo un domingo de finales de mayo le volvió a soltar la frasecita, dio un puñetazo
en la mesa y gritó:
—¡No me vuelvas a decir la puta frase en toda tu vida!
El abuelo Arnold se metió el pedazo de pescado que tenía trinchado en el tenedor con
mucha parsimonia, masticó, tragó y luego le dijo tras limpiarse la boca con la
servilleta:
—Entonces es más grave de lo que yo pensaba.
El señor Carter se revolvió el pelo con la mano, desesperado, y con los ojos inyectados
en sangre replicó:
—¿Qué dices, abuelo?
—Digo que veo en tus ojos una desesperación que me resulta demasiado familiar. Y sé
lo que es ese sufrimiento, esa impotencia, esa frustración y al final el desprecio que
sientes hacia ti mismo. Lo sé. Lo sé muy bien. Por eso, te aconsejo que actúes. No seas
como yo, que me faltaron agallas.
Logan se quedó blanco porque su abuelo jamás le había hablado de eso que le había
provocado semejante dolor:
—¿Tuviste algún problema con la abuela?
El abuelo Arnold negó con la cabeza, lanzó un beso al aire y respondió emocionado:
—Tu abuela era un ángel. Discutíamos porque conmigo es difícil no hacerlo, dado mi
carácter, pero nos queríamos tanto que solo teníamos que mirarnos a los ojos unos
segundos para saber que ya estaba todo bien. No. Con quien lo he hecho fatal es con tu
madre…
Logan bajó la vista al plato, pues desde que su madre se fue de casa no habían vuelto a
mentarla siquiera. Era como si no hubiera existido en sus vidas, estaba borrada por
completo de todo, hasta de los álbumes de fotos, no quedaba ni un recuerdo de ella en
ningún sitio.
—Mi madre… —farfulló con un nudo en el estómago terrible.
—Cuando pasó lo que pasó, me puse del lado de tu padre. Del lado de lo correcto, del
lado del deber, de la familia, en fin… Ya sabes: mis valores, soy un hombre antiguo y
tradicional. Pero no hay día que no piense en ella, ni que me arrepienta por haberla
apartado de mi vida.
El señor Carter, con el corazón encogido se quedó mirando a su abuelo, este se echó
las manos a la cara, dio después un puñetazo en la mesa y le aconsejó a su nieto con la
cara desencajada:
—No cometas mi mismo error. Y decide con el corazón. El corazón es el que no se
equivoca… Y ahora me voy a descansar un rato que se me ha levantado una jaqueca
tremenda.
Logan se quedó muerto con esa frase de su abuelo, es más hasta ese momento ni se
había parado a pensar que llevara tal cruz a cuestas.
Como jamás se hablaba de su madre, él estaba convencido de que la habían sacado de
sus vidas y de sus corazones como él había hecho.
Aunque qué imbécil, porque si era sincero consigo mismo sabía muy bien que eso no
era cierto.
Que rara era la noche que no miraba la foto que tenía guardada en la mesilla de noche
en la que aparecían su madre y él. Ella sonriente, preciosa, cariñosa, alegre como era
ella. Y él con una cara de malas pulgas tremendas, enojado por alguna tontería, en una
barbacoa dominguera en el rancho del abuelo Arnold en San Antonio en Texas.
Qué días tan felices, qué tiempos tan hermosos, y qué absolutamente mierda era
todo…
Capítulo 12
Y es que a medida que siguieron pasando las semanas, Logan se fue encontrando peor
todavía.
La ausencia de esa chica le estaba matando…
Y no era una frase hecha.
Pues sucedió que un mes después, un día caluroso de finales de junio, después de una
mañana muy ajetreada de reuniones en las que no había dado pie con bola porque su
concentración era pésima y después de discutir al teléfono con su padre por una
tontería, como siempre, empezó a sentirse fatal.
Se sentía sin fuerzas, mareado, aturdido, también era cierto que apenas había probado
bocado desde que se había levantado a las cinco y media de la mañana, y que eran más
de las tres de la tarde y aún no había almorzado, así que pensó que sería eso.
Salió del despacho para pillarse unos sándwiches asquerosos de la máquina que
siempre le hacían recordar a los de Karen. Esos sándwiches divinos, hechos con tanto
cariño, porque ella ponía su amor en todo lo que hacía.
Joder.
Y ahora recordaba a Karen…
Ya lo que le faltaba. Se sentía fatal y para rematar le venía el recuerdo de Karen…
Regresó al despachó, si bien de pronto la habitación empezó a darle vueltas, y sintió
que le faltaba el aire, que su cuerpo entero se ponía rígido, y se asustó.
Mira que él no era hipocondriaco pero ese cuadro tenía una pinta muy rara, así que
sacó el móvil y como pudo marcó el teléfono de Gabriel, el médico de la empresa, que
gracias a Dios lo cogió al primer tono:
—Gabriel me siento como el culo. Me cuesta respirar, todo me da vueltas, el cuerpo se
me está agarrotando…
A Gabriel no le sorprendió para nada lo que estaba escuchando, es más se sorprendía
de que no hubiera pasado antes:
—Y duermes mal, te alimentas peor, te esfuerzas hasta la extenuación. ¡Felicidades! ¡Ya
has logrado lo que querías!
—Tío, ¡vete a cagar! Me estoy muriendo ¿y tú solo sabes echarme la bronca? ¡Ven a
salvarme la puta vida que para algo te pago!
Y mientras Logan pegaba esos gritos, la puerta se abrió y apareció Gabriel con su
maletín y un cabreo considerable:
—¡Ya estoy aquí! Si no tienes inconveniente, dejaré lo de cagar para luego. A ver,
túmbate en el sofá y respira más despacio. Estás hiperventilado, esto es un ataque de
ansiedad…
Logan de muy mal humor, se tumbó refunfuñando en el sofá y replicó:
—Esto es algo más gordo. Me siento como el puto culo…
—¿Algo gordo? No caerá esa breva —le dijo mientras sacaba el tensiómetro y se lo
ponía en el brazo.
Logan con un cabreo tremendo, aunque ya sintiéndose mucho mejor desde que
Gabriel había llegado le amenazó:
—Tú sigue con la guasa y no hagas nada. ¡Menuda negligencia la tuya! Ya me vengaré
cuando salga de esta. Sabes que tengo los mejores abogados de este país…
Gabriel se echó a reír y justo en ese instante llamaron a la puerta:
—He pedido una ambulancia después de que me llamaras, te tienen preparado todo
para que te hagan las pruebas pertinentes: análisis de sangre, electro, radiografía de
tórax, ecografía cardiaca… Pero vamos, ya te digo yo que lo que tienes es un ataque de
ansiedad.
Logan se revolvió el pelo y le preguntó incorporándose un poco:
—¿Estás seguro! ¡Más te vale que no me esté dando un jodido ataque cardiaco!
—Llevas sometido a muchísima presión durante semanas. Presión que tú mismo te
metes y todo por no levantar un teléfono y llamar a Karen.
Logan resopló, se incorporó del todo y le pidió a su amigo:
—No hables de Karen ahora, por favor. Y abre de una vez a los de la ambulancia…
Gabriel abrió, acompañó a su amigo hasta el hospital donde tras realizarle todas las
pruebas médicas confirmaron su diagnóstico.
Había tenido un ataque de ansiedad y le recomendaban unos días de descanso.
Así que le mandaron para casa y ya de vuelta, en el coche de Gabriel, este insistió en
que se cogiera unos días libres:
—Ya has escuchado a mis colegas. Tienes que parar un poco. Es por tu salud mental y
la de todos. Porque últimamente estás insoportable. Y yo sé por qué es. Dejaste ir a ese
cielo de chica y mírate: estas hecho unos auténticos zorros.
Logan cerró los ojos, gruñó y farfulló enojado:
—¿Quieres dejar de decirme lo que tengo que hacer?
Gabriel se encogió de hombros y replicó para dejárselo bien claro:
—No. No voy a parar porque estás totalmente perdido. Y yo soy tu amigo. Así que te
jodes.
—Genial —musitó Logan abriendo los ojos.
—Respeto tus cosas y no he querido sacar el tema de Karen porque sé que te duele. No
tengo ni idea de qué es lo que pasó entre vosotros, aunque en la compañía se dicen
muchas cosas…
Logan se llevó la mano a la frente y exclamó enojado:
—¡Lo que me faltaba! ¡Ahora a escuchar chismes de oficina que sabes que detesto! ¡Me
importa una mierda lo que digan en la compañía! Mejor dicho, dime quién es la fuente
que le voy a poner de patitas en la calle por cotilla asqueroso.
—Entonces tendrás que poner a toda la compañía, porque lo habla todo el mundo.
Todos se han percatado del bien que te hacía Karen y en lo que te has convertido desde
que no está. Además, todos sabían que estabais liados…
Logan miró a su amigo alucinado porque estaba convencido de que lo suyo con Karen
jamás había trascendido.
—¿Qué me estás contando?
—Lo que se escucha en tu compañía, que vuestra pasión era salvaje, que lo hacíais en
todas partes, no sé qué hablan de un armario…
Logan se revolvió en el asiento y le pidió a su amigo que se callara muerto de la
vergüenza:
—¡No sabía que mi compañía era un nido de cotorras chismosas! ¿Pero esta gente no
sabe que los pago para que trabajen? ¿A qué van al trabajo: a cotillear sin parar?
—Tío tampoco te pases, son gente seria y competente que comenta lo que era obvio. Si
os comíais con la mirada, os brillaban los ojos, estabais todo el día pegados, pero
pegados, pegados… ¡Esas cosas cantan, amigo! Lo que pasa es que la gente dice que tú
te acojonaste y la mandaste a paseo.
Logan dejó la vista perdida en la carretera, mientras resoplaba cabreadísimo:
—De la de cosas que me estoy enterando… No solo trabajo con un batallón de cotillas,
sino que encima me la clavan por la espalda. O sea que soy un cobarde.
—Es que no tiene otra explicación, Karen es una chica encantadora, todo el mundo la
adora en la compañía, se os veía felices y de repente… ¡todo saltó por los aires! Y tú
cada día estás peor, más borde, más huraño, más ojeroso, más flaco y más insoportable
que nunca. Eso es porque no estás a gusto en tu piel, por eso tu ansiedad, por eso tu
angustia y por eso tu amargura. Tienes un cabreo monumental contigo mismo ¡y con
razón! Porque dejar marchar a esa chica es un auténtico pecado… Pero tranquilo que
tiene enmienda… ¡Tienes que ir a descansar a su rancho! ¡Te lo prescribo como médico
y te lo ordeno como amigo!
Logan se había pasado todo este tiempo preguntándose dónde estaría Karen, qué
camino habría decidido tomar, incluso más de una vez había estado a punto de hablar
con Betty, con Pamela o con Tina, las chicas de la oficina con las que Karen tenía más
confianza para que le contaran qué tal se encontraba. Pero luego reprimía sus ganas,
porque como se repetía mil veces al día: separarse de ella era una decisión tomada y lo
dejaba pasar. Hasta que le entraba el agobio otra vez y a punto había estado de
contratar a un detective para que descubriera su paradero. Necesitaba saber que
estaba bien, que no le había jodido la vida, que seguía adelante a pesar de lo que le
había hecho. Sin embargo, luego se sentía tan miserable, por haberse portado tan mal
con ella, que hasta se merecía la angustia de no saber qué había sucedido con la única
mujer que había querido en la vida.
Por eso, ahora que sabía por su amigo que estaba en Texas con su familia sintió un
alivio tremendo, porque sabía bien lo que significaba el rancho Cook para ella:
—Entonces ¿está bien?
Gabriel agitó la cabeza, paró en un semáforo cuando estaban a punto de llegar al
apartamento de Logan y le confesó:
—Sí no fueras tan jodidamente reservado, esto no habría pasado. ¡Soy tu amigo! Tenías
que haberme contado la verdad, que te morías por Karen y que estabas cagado de
miedo. ¡Yo te habría dicho: tío, no seas mamón, y no la dejes escapar! ¡Y listo! Pero
como todo tienes que vivirlo hacia dentro y rumiarlo todo tú solo… ¡Pues así estamos!
Ella rota en Texas y tú muerto en vida en Nueva York.
El semáforo se abrió, pero Logan aún seguía sin creer lo que estaba escuchando:
—¿Dices que está rota?
—¿Cómo quieres que esté después de lo que le hiciste? ¡Se moría por ti! ¡Estaba
enamorada hasta las trancas!
—¿Hablas con ella? ¿Cómo sabes todo eso?
—¡Dios santo! ¡Pues lo sé por Betty! Betty y yo…
Logan sintió que vivía en una realidad paralela, ¡y él que pensaba que sabía todo lo que
pasaba en su compañía!
—¿Y desde cuándo estáis juntos? ¿Y por qué diablos no me has dicho nada?
—Llevamos unos meses, pero cualquiera te dice algo con el humor que te gastas
últimamente. Los dos queremos mucho a Karen, además nos enredó para que
tuviéramos nuestra primera cita. Si estamos juntos es por ella… Y hablamos mucho…
Está trabajando duro en su rancho, intentando olvidarte, pero por lo que parece no
puede.
A Logan se le puso un nudo en la garganta y dijo con un hilo de voz:
—Porque me desprecia y me odia. El olvido llegará cuando le sea indiferente.
Gabriel estacionó justo frente al portal de su amigo y le preguntó para que reaccionara
de una vez:
—¿Tú la quieres? Y dime la verdad, maldita sea.
Logan tragó saliva, carraspeó un poco y replicó a la defensiva:
—¿Estás haciendo conmigo terapia o algo?
—Estoy ejerciendo de amigo. Desconozco las razones que te llevaron a dejarla, pero sé
que esa decisión te tiene amargado perdido. Todos nos equivocamos, Logan. Si la
quieres, pídela perdón. Si hay algo por lo que merece la pena luchar es por el amor. Y
tú eres un luchador nato. Si la amas, vuela a Texas. Es la única manera de que regrese
el equilibrio a tu vida y te sentirás en paz contigo mismo. No estás bien, amigo. Y
seguir atrincherado en una postura que solo te hace daño es la peor estrategia. Sé que
eres un tío lúcido.
Desde que su abuelo le había aconsejado que escuchara a su corazón, Logan estaba
considerando la posibilidad de que pedirle perdón. Pero le daba tanto pánico que ella
le mandara bien lejos que le confesó a su amigo:
—¿Y si no quiere saber nada de mí? Cosa que entendería perfectamente.
—¿Y no es peor seguir en el infierno en el que vives? Si la amas, vete a verla, explícale
lo que pasó, ábrete, confiésale la verdad, qué es lo que hizo que tomaras esa decisión y
ella sé que te escuchará. Porque no imaginas la de vueltas que le ha dado al asunto,
cómo se ha torturado con eso, así que tienes que contarle. Y luego, pedirle perdón…
Logan sintiéndose más frágil y vulnerable que nunca le preguntó a su amigo:
—¿Y si no me perdona?
Gabriel sonrió y respondió apelando a lo único en lo que tenía fe:
—Creo en el amor. Si lo vuestro es amor, será: a pesar de todas tus pifias…
Capítulo 13
Después de la conversación tan reveladora con su amigo, Logan decidió que tenía que
volar a Texas.
Era lo más urgente en ese momento de su vida, así que lo dejó todo listo en el trabajo
para tomarse un par de semanas de descanso y el primer viernes de julio cogió un
avión con destino final al rancho Cook.
A pesar de que los últimos días había trabajado más duro que nunca, se sentía mejor
consigo mismo desde que por fin había tomado la determinación de ir a buscar a
Karen.
Era absurdo seguir negando la evidencia, la había pifiado completamente y por evitar
que le hicieran daño, estaba sufriendo como nunca en su vida.
Si algo había aprendido durante estos días separados, era que prefería correr el riesgo
de que todo se fuera a la mierda, a perder a Karen para siempre.
¿Pero cómo podía haber sido tan rematadamente imbécil?
Aunque eso ya daba lo mismo, ahora lo que le preocupaba a Logan era si todavía
estaría a tiempo de enmendar el despropósito.
Por lo que había averiguado a través Betty, y le había costado muchísimo tirarle de la
lengua, Karen se estaba esforzando al máximo para sacarle de su corazón, pero gracias
a Dios aún no lo había conseguido.
Y eso era algo que a Logan le daba ciertas esperanzas…
Ya solo tocaba pedirle perdón, abrirse, sincerarse y amarla con todo su corazón.
De solo pensarlo a Logan le entró tal ansiedad que pidió a la azafata un whisky que se
bebió del tirón para infundirse valor.
Y es que esas cosas de las emociones y los sentimientos las gestionaba fatal, solo
esperaba que Karen fuera compasiva con él.
Ojalá que sí.
Y si no, al menos lo habría intentado, lo que estaba claro era que no podía seguir por
más tiempo torturándose de esa forma, sintiéndose una piltrafa de ser humano y
queriendo cada día más a esa chica a la que había hecho tanto daño.
Como le había aconsejado su abuelo Arnold tenía que dejarse guiar por el corazón y
su corazón le estaba gritando que no podía vivir sin ella.
Además, desde que estaba dejando a un lado la maldita lógica y la razón se estaba
sintiendo mucho mejor, estaba cagado de miedo, pero la verdad es que se podía mirar
al espejo sin sentir tanto asco.
Y pensando en estas cosas, Logan se quedó dormido y despertó justo cuando
aterrizaban…
Después, tomó un taxi que le condujo hasta el rancho Cook mientras sentía en el
cuerpo una emoción que no había conocido en su vida.
Y es que volver a Texas para él era también volver a casa… Desde que pasó lo de su
madre no había vuelto a esas tierras, su abuelo además vendió rápido el rancho de San
Antonio y perdió todo el vínculo texano.
Para su desgracia, porque lo extrañaba muchísimo, a veces le daban unos ataques de
nostalgia terribles, de esas puestas de sol, de esos paseos a caballo, de esas noches a
reventar de estrellas, de su gente buena, generosa y trabajadora, de las barbacoas, de
la música…
Pero jamás había vuelto por miedo a que se le vinieran encima demasiados recuerdos
de un tiempo en el que fue feliz.
Sin embargo, ahora que estaba de regreso no sentía angustia, ni ansiedad; al contrario,
se sentía mejor que nunca.
Sentía como si su corazón estuviera despertando de un letargo que había durado
demasiado y necesitara acción…
Demasiada acción.
Y en esas estaba cuando el taxista aparcó delante de la puerta del rancho hotel Cook y
a Logan se le llenaron los ojos de lágrimas de la emoción tan grande que sentía en el
pecho.
—Ya hemos llegado, señor. El rancho Cook…
Logan con un nudo en la garganta, murmuró porque apenas le salían las palabras:
—¡Qué maravilla!
El taxista le miró por el espejo retrovisor y se percató de su emoción…
—La última que vez que vine al rancho traje a la señorita Cook, la nieta del fundador
de este rancho, y lloró de emoción en cuanto atisbó este precioso lugar. ¿No me diga
que usted también vuelve a casa?
Logan al escuchar el nombre de la señorita Cook se conmovió entero y, feliz por la
casualidad, respondió convencido:
—Así me siento, como si volviera a casa.
El taxista sonrió, salió del coche para sacarle las maletas, Logan tomó unos cuantos
billetes de su cartera y se los tendió al taxista:
—Pero esto es mucho dinero, caballero. Yo no puedo aceptar semejante propina.
—Le ruego que lo haga porque no tengo mejor forma de agradecerle que me haya
devuelto al paraíso.
Al taxista le conmovieron tanto esas palabras, que aceptó el dinero y le deseo todo lo
mejor al señor Carter.
El señor Carter se lo agradeció, se despidió de él y entró en la recepción donde celebró
que el aire acondicionado estuviera a tope, porque fuera hacía un calor tremendo.
Eran las doce del mediodía de un maravilloso día de verano, el sol pegaba fuerte y a
Logan le encantó que todos estuvieran en la piscina o a la fresca, porque así tenía la
recepción sola para él.
Una chica rubia, con un cartelito en la solapa que ponía: Ruth, le dio los buenos días y
le preguntó que en qué podía ayudarle, mientras terminaba de meter unos datos en el
ordenador.
Logan por su parte estuvo a punto de responder que a ser feliz…
Y es que él sabía perfectamente quién era esa chica.
Karen le había hablado muchísimo de ella y sabía que era su mejor amiga, así que
decidió ir al grano.
—Buenos días, Ruth. Tengo una reserva a nombre del señor Smith…
Al tiempo que terminaba de introducir unos datos en la ficha de un cliente, Ruth
recordó que el señor Smith no había parado de insistir para conseguir la mejor suite al
precio que fuera. Pero como eso de conceder habitaciones al mejor postor no iba con la
política de la empresa, había tenido que esperarse hasta que una semana antes
tuvieron una cancelación y fue entonces cuando le ofreció la suite…
—Un momentito, por favor, que enseguida estoy con usted… —dijo Ruth.
Y cuál no fue su sorpresa que tras introducir los datos, levantó la cabeza del ordenador
y por poco no se queda en el sitio.
—¡Hola! —saludó Logan, levantando una mano.
Ruth sabía perfectamente quién era ese tío, el cerdo por el que su mejor amiga se
estaba deslomando a trabajar y lucía unas ojeras que le llegaban a los pies. Y ¡qué
bueno estaba en vivo y en directo!
Ella le conocía de las fotos que había cotilleado en Internet, y sí, era un hombre guapo,
elegante, sexy… Pero ahora que lo tenía enfrente era mucho más que eso…
¡Era un puñetero dios de la belleza!
Qué ojos, qué cara, qué cuerpo, qué todo…
No le extrañaba que su amiga hubiera perdido la cabeza de esa forma por ese ejemplar
de hombre que de verdad que hacía que se te cortara respiración.
Una pena que fuera un desalmado y que le hubiera roto el corazón a su amiga, por eso
Ruth se puso muy seria y le preguntó:
—Buenos días. ¿Dónde está el señor Smith?
A Logan le pareció de lo más normal la reacción de Ruth, así que para acabar cuanto
antes con esa tensión decidió ir al grano.
—Decidí que era más prudente no hacer una reserva a mi nombre.
Ruth se echó el pelo hacia atrás, con nerviosismo, bajó la voz y le advirtió:
—No sé a qué ha venido, pero como sea para hacerle daño a mi amiga: le corto los
huevos. Y siento ser tan soez y tan vulgar, pero no sé ser de otra manera cuando se
trata de mi gente. Y Karen lo es. Adoro a esa chica y no se merece sufrir más…
¿Estamos, señor Carter?
Logan agradeció la sinceridad y celebró que Karen tuviera una amiga tan leal y tan
corajuda como Ruth, que por cierto le cayó genial.
Por eso, le tendió la mano y le aseguró con total franqueza:
—Estamos. Y estoy aquí porque necesito explicarle a Karen muchas cosas y si me deja:
hacerla feliz.
Ruth alucinada con lo que estaba escuchando, miró a los ojos de ese hombre que
parecía que estaba diciendo la verdad. Si bien, con todo, le preguntó:
—¿De veras? Porque mi amiga lo está pasando fatal y ya solo faltaba que usted se haya
plantado aquí para hacerle más daño todavía.
A Logan le puso muy triste escuchar aquello y, ansioso por enmendar todo el dolor que
le había causado, le aseguró:
—De veras, Ruth. Confía en mí, te lo ruego…
Ruth puso una mueca de contrariedad y le preguntó:
—¿Usted confiaría en la persona que ha roto el corazón de su mejor amigo?
Logan negó con la cabeza, porque entendía perfectamente los reparos de esa chica:
—Lo he hecho todo rematadamente mal, pero he venido para reparar todo el daño que
causado. Si es que puedo…
Ruth se cruzó de brazos y decidió ser honesta con el señor Carter:
—Pues no sé si va a poder, porque le adelanto ya que mi amiga no se lo va a poner
fácil… A lo mejor decide dirigirle la palabra porque es una chica educada y ya que se
ha tomado la molestia de venir, quizá le escuche… Pero… Uf. Lo tiene muy negro, no
le voy a engañar.
—Lo sé. Y tutéame por favor.
—Es que vaya faena que le hiciste.
—Y no imaginas el daño también que me he hecho a mí mismo.
—Ya bueno, a ti mismo, qué quieres que te diga: bien, merecido que lo tienes por
imbécil. Y perdona que te lo diga así a la cara, pero es que en Austin somos así.
—No, sí tienes razón. Fui un imbécil integral… ¿Pero tú crees que me dará la
oportunidad de repararlo?
—Yo de momento te hago el check-in porque has pagado por adelantado dos semanas y
luego no sé yo. Lo mismo decide mandarte a la mierda, y bien mandado que estarías.
—Lo tengo asumido —dijo Logan, rotundo.
—Bien. Pues te hago el registro y más te vale que hagas feliz a mi amiga, porque de lo
contrario yo misma me encargaré de hacerte eternamente infeliz. Vamos, un pedazo de
desgraciado…
Logan no pudo evitar sonreír, y asentir, porque además de que sabía que no hablaba
en vano, esa chica no podía caerle mejor…
Capítulo 14
Media hora después, Karen se pasó por la recepción de camino a las cocinas, pues ya
empezaba el turno de comidas.
—¡Menudo día llevo! ¡Cómo se nota que estamos en plena temporada alta! He estado
con Carmen haciendo la planta de arriba, luego he estado ayudando en lavandería y
ahora me he dado una duchita, me he cambiado de ropa de faena, y a tirar millas que
empiezan los almuerzos.
Ruth miró a su amiga con una cara muy rara y le pidió:
—Espérate un poco que tengo que contarte algo…
—Dios, ¡qué careto! ¿Pasa algo? ¿Mi hermano se te ha declarado?
Ruth resopló pensando que eso sí que sería un auténtico milagro, negó con la cabeza y
respondió bajando el tono de voz:
—No. Otro.
Karen sin dar crédito, quiso saber divertida…
—¿Sam?
Ruth negó con la cabeza, y mirando a ambos lados para cerciorarse de que no había
nadie que pudiera escucharlas, susurró:
—El señor Carter.
Karen soltó un gritito, se tapó la mano con la boca y preguntó:
—¿Está aquí el señor Carter?
Ruth asintió, con una cara de pánico tremenda, porque sabía lo que la noticia
significaba para su amiga y respondió:
—Sí, amiga. Pero tú tranquila. ¿Vale?
Karen se abanicó con la mano y repuso hiperventilando ya casi:
—Tranquilísima. Nada, esto no es nada. El señor Carter está aquí y se te ha declarado.
¡Espera que me voy a tirar cohetes!
—Jajajajajajajajajajajaja. Que no, tía. Que no te enteras. ¡Que a quien viene es a por a
ti!
Karen respiró aliviada, porque desde luego que hubiera tirado los tejos a su amiga
habría ya sido el colmo y replicó:
—Como te he preguntado que si se te había declarado mi hermano, y me has
respondido que ha sido el señor Carter.
—Pero que me ha declarado sus intenciones contigo… Porque en cuanto ha aparecido
por la recepción y me ha dicho que era el señor Smith…
—¡No me jodas que él es el señor Smith! —exclamó Karen, llevándose las manos a la
cabeza.
—Sí, hija, el pelma que no ha parado de llamar hasta que ha conseguido la suite
presidencial.
—¿Y por cuántos días ha reservado? —preguntó Karen mordiéndose los labios de la
ansiedad.
—Dos semanitas de nada.
—Madre mía. ¿Y a qué diablos viene a mi rancho? ¿Todavía no se ha burlado
suficientemente de mí? —preguntó Karen con un cabreo tremendo.
Ruth miró a su amiga con cariño, sonrió y respondió para calmarla:
—Tranquila, que va bien advertido. Le he amenazado con cortarle los huevos, si te hace
daño.
—¡Vaya, gracias, eso es todo un alivio! —exclamó Karen, risueña porque su amiga era
la bomba.
—Se lo he dejado bien clarito, pero él insiste en que viene a arreglarlo todo y a hacerte
feliz.
Karen se quedó de una pieza, perpleja, atónita, alucinada… tanto que tuvo que
replicar, porque es que no estaba segura de haber escuchado bien:
—Que viene ¿a qué?
—A enmendar sus errores y a hacerte feliz. Por eso le he hecho el check-in, pero vamos
ya le he advertido que lo tiene muy chungo contigo, y le he reprochado todo el daño
que te ha hecho.
—¡Pues no te cuento cómo tendrá el ego ahora!
—A ver, amiga, yo creo que parecía sincero. O es un actor muy bueno, o la verdad que
al hombre se le veía muy tocado. Me ha confesado que con todo esto también se hizo
mucho daño a sí mismo, que fue un imbécil integral, y que sobre todo le preocupa si tú
podrás perdonarle.
Karen resopló, negó con la cabeza y sin dejar de pensar que aquello no podía ser
exclamó:
—¡Nos está tomando el pelo! ¡Esto solo puede ser una broma pesada!
—Yo ya le he dicho que a pesar de que tenga dos semanas pagadas por adelantado, lo
más normal es que tú le mandes a la mierda. Y dice que lo asume…
—¡Oh, vaya! Don Cobarde asume que le puedo mandar a la mierda… ¿Pero este tío
quién se cree que es?
—Pues el hombre que va a hacerte feliz. Viene con eso metido en la cabeza. Y se le ve
que el tío es de ideas fijas. Por no decir más terco que una mula… Oye, y qué bueno
está…
Karen enojadísima, dio un manotazo al aire con rabia y regañó a su amiga:
—¡No seas frívola, por favor! No creo que sea el momento más adecuado para hacer
comentarios del físico de ese impresentable…
—Ya, ya. Solo es un dato. El tío es un cañonazo, de los que te quitan el aliento. Tiene
una espalda, unos pectorales, unas manos de esas que te cubren entera…
—¡Pero te quieres callar! Ahora solo falta que nos escuche hablar de sus atributos
como dos adolescentes en celo.
—¡Qué va! La suite presidencial ya sabes tú que está perfectamente insonorizada y que
se puede gritar a conciencia…
Ruth soltó una carcajada que a Karen solo consiguió enfurecerla más…
—¡Qué suerte que te puedas tomar esto a risa, porque yo estoy mal! ¡Realmente mal!
El tío que me tiene sin pegar ojo por las noches, el cerdo que me ha hecho derramar
más lágrimas que nadie, está en mi rancho… No sé si puedes dimensionar la
tragedia…
—Lo hago para destensar un poco. Además, viene a pedirte perdón… Otra cosa es que
tú aceptes sus disculpas o no. Pero el tío viene con buenas intenciones. Yo ya te lo dije
en su día, a ver si va a tener un trauma o algo que ha provocado que actúe así. Te hablé
de que a lo mejor todo lo que pasó tenía una explicación por muy extraña que nos
pareciera.
—Sí, y yo te aseguré que no merece la pena amar a cobardes.
—¿Y si le estás juzgando con demasiada dureza?
—Belinda también dice que hay heridas que jamás cierran… Y eso lo entiendo, ¿pero
no lo podíamos haber hablado?
—Para eso ha venido… Y no es que esté haciendo de abogada del diablo, es lo que él
dice y parece sincero. La verdad sea dicha…
—Qué fácil, ¿no? De repente mandas a paseo a una persona, haces trizas sus ilusiones
y sus sueños, te ríes de sus sentimientos y luego apareces a los meses para dar
explicaciones. ¿Pero en qué mundo vive este cretino? Mira, no pienso perder ni un
segundo más. Necesito hablar con él ya… ¿Sabes si sigue en la suite o al señor le ha
dado por darse un bañito en la piscina? Será cabrón… ¡Si nunca se coge vacaciones! Ha
tenido que venir a descansar a mi rancho…
—Tía, que no viene de vacaciones, ¡que viene a hacerte feliz!
—Uy, sí. Mira ¡si es que no hay más verme! ¡Estoy de un feliz que hecho humo hasta
por la nariz! Este no sabe cómo somos los Cook, pero hoy se va a enterar. ¡De mí no se
ríe más!
—Ni yo lo voy a permitir, amiga. Tranquila que no estás sola. Y sí, está en la suite.
Llegó hace media hora y trae tres maletas. Le pregunté que si quería que le
ayudáramos a desempacar y me dijo que no. Se habrá duchado y estará liado con eso…
Karen asintió, y cargada de rabia apretó fuerte los puños, y farfulló:
—Bien, pues voy para allá…
—¡Dale duro! —exclamó Ruth, que al instante precisó—: ¡Y no me refiero al sexo! ¡No
me lo tomes a mal!
—Ya, ya. Descuida que la última cosa que haría en el mundo sería tener sexo con ese…
Y dicho esto, subió por las escaleras hasta la segunda planta, se adentró por el pasillo
que conducía a la suite presidencial y ya frente la puerta llamó con los nudillos de una
forma que no podía resultar más irritante.
Y solo tuvo que aguardar unos segundos, que a Karen se le hicieron eternos para que
el señor Carter apareciera recién duchado, oliendo que daba gloria, y con un albornoz
blanco que al muy cabrón le sentaba de fábula.
Y aunque estaba cabreadísima, sentía una rabia tremenda y solo tenía ganas de
mandarlo a la mierda, Karen se quedó muda.
Pero tan muda como Logan que al abrir la puerta y ver que era ella creyó que le iba a
dar un síncope.
Porque Karen estaba allí…
Más flaca, más ojerosa, más enojada que nunca, pero era su Karen… y estaba tan feliz
de volver a verla que se quedó sin palabras…
Capítulo 15
Después de que se quedaran unos instantes mirándose, sin decir nada, fue Karen
quien tomó la palabra para hablar con el ceño fruncido y apretando fuerte los puños:
—¿Se puede saber a qué has venido al rancho, Logan Carter?
Logan sin dejar de mirarla como extasiado, respondió sin dudarlo:
—He venido a pedirte perdón y a decirte que…
Karen, a pesar de que sus ojos azules parecían decir la verdad, no le creyó para nada,
pues ya sabía lo buen actor que era.
—¡No sé cómo no se te cae la cara de vergüenza! ¿Todavía te atreves a venir a burlarte
de mí? ¿Qué pasa que tienes poco trabajo en la compañía y has decidido divertirte a mi
costa? ¡Pues vas listo! Porque ni pienso entrar en tu juego, ni voy a creerme tus
patrañas.
Logan tragó saliva, contrajo el gesto y le dijo sintiéndose fatal:
—Lo comprendo. Lo hice todo tan mal que entiendo que no quieras saber nada de mí.
Pero si me dejaras que te contara lo que me pasó… Que ya sé que no merezco ni que
me mires a la cara…
—¡Exacto! ¡Tú lo has dicho! ¡Al enemigo ni agua!
Karen entonces se percató de que Annie, una de las camareras de piso del rancho,
subía por la escalera con unos clientes para acomodarlos en la suite del otro extremo
del pasillo y se quedó callada.
Y entretanto, Logan le daba la réplica…
—Es triste que me veas como un enemigo, porque aunque me haya portado fatal
contigo, créeme que si te digo que…
Karen le interrumpió para evitar que Annie les pillara hablando y le exigió entre
susurros:
—Déjame entrar. Sube gente y no quiero que me vean hablando contigo.
Logan vio el cielo abierto, porque tener a Karen dentro de su suite era algo que no
había imaginado ni en el más optimista de los escenarios.
Así que con la mirada encendida repuso, mientras se echaba a un lado para facilitarle
el camino para que pasara:
—Por favor, para mí es todo un placer.
Karen entró, cerró la puerta tras ella y más furiosa todavía, le advirtió apuntándole con
el dedo índice:
—¡Déjate de rollos, Logan! ¡Ni placer, ni nada! Me he metido adentro porque Annie es
una cotilla y no quiero que el rancho entero sepa que estaba hablando contigo. Y ahora
escúchame…
—Dime…
Y lo dijo con ese tono de voz suyo, profundo y sexy, que a Karen le hacía arder la
sangre…
Y la verdad era que seguía haciéndolo, porque fue escuchar esa maldita palabra y una
corriente absurda le atravesó el cuerpo.
Así que salió disparada hacia el ventanal que tenía unas vistas preciosas al río y
dándole la espalda le ordenó en un tono que no admitía réplicas:
—Tienes que irte.
Logan se acercó a ella, mientras le suplicaba con esa maldita voz a que Karen le
estremecía:
—Te ruego que antes me dejes que te cuente por qué tomé esa decisión tan
desafortunada.
Karen se dio la vuelta y le exigió levantando una mano para que se quedara quietecito:
—¡No te muevas! ¡Quédate donde estás! Y que sepas que me importa un bledo por qué
tomaste esa decisión tan desafortunada. Pero mira que eres cínico… ¿Cómo puedes
llamar de esa forma, como si fuera un negocio fallido, al hecho de partirme el corazón
y mandarme a la mierda?
—Yo no te mandé a la mierda.
Karen arqueó una ceja, se cruzó de brazos y repuso muy irritada:
—Me dijiste que no querías verme más, que para el caso es lo mismo.
—Tenías razón, que me dijeras que me querías me trastornó por completo. Verás, me
pasó algo cuando tenía trece años que…
Karen le interrumpió porque no quería seguir escuchándole, solo quería perderle de
vista y seguir con su duelo:
—No soy tu psiquiatra, Logan. Cuéntale tu vida a un profesional y que arregle lo tuyo.
Si es que tiene arreglo… Y a mí déjame paz.
Logan entendía su actitud, pero no quería marcharse sin explicarle lo que había
sucedido así que habló muy emocionado:
—Escúchame te lo ruego. Seré muy breve. Me equivoqué. Tenía que haber compartido
contigo lo que me pasaba, haberte hablado de mi madre, haberte hablado de que fui
un niño solitario y callado que no tenía más amigo que su abuelo Arnold. Tenía que
haberte contado que mi madre me mandó a terapia para que superara mi timidez, mi
introversión, mi misantropía y mi incompetencia para lidiar con determinadas
emociones. Y justo el día en que por primera vez me atreví a decirle a mi madre que la
quería… se marchó.
Karen frunció el ceño y conmovida con el relato preguntó:
—¿Cómo que se marchó?
—Nos dejó. Se fue de casa y desde entonces no he vuelto a saber nada más de ella. Así
que imagina, después de esa experiencia me blindé de tal forma que no volví a decir
un “te quiero” jamás. Me afectó tanto lo de mi madre que mis emociones se
bloquearon. Soy frio, racional, todo cabeza… hasta que llegaste tú y quebraste mi
coraza. Empecé a sentir, a querer, a confiar, a tener deseos infinitos de dártelo todo.
Pero ese día que escuché tu “te quiero” me entró un pánico atroz. Porque yo me moría
por devolvértelo, pero ¿y si volvía a suceder lo mismo que con mi madre?
Karen que estaba escuchando a Logan con mucha atención, se quedó sobrecogida y
preguntó:
—¿Y por qué no me lo contaste en su día tal y como lo estás haciendo ahora? Yo
lamento te sucediera eso con tu madre, pero si me lo hubieras contado, yo habría
entendido.
—No supe hacerlo de otra forma. Me bloqueé. Tenía tanto pavor a que todo se fuera al
traste…
—Que lo estropeaste más todavía echándome de tu vida.
—Preferí romperlo antes de que aquello fuera a más y me devastara por completo.
Karen se encogió de hombros y le dijo clavándole la mirada:
—Entiendo que sufrieras por lo de tu madre, pero yo no iba a irme. Yo me enamoré de
ti, y cuando te dije que te quería era cierto. Como también sabía que tú estabas
sintiendo por mí, aunque no verbalizaras esas dos palabras que tanto temes: yo leí en
tu mirada que me querías.
—Y leíste bien —confesó Logan con el corazón latiéndole bien fuerte.
—Tenías que haber confiado en mí, tenías que haber creído en mi amor y no echarme
de tu vida. Me dolieron tanto tus palabras, tu mirada de odio, que te juro que aún hoy
todavía no me he recuperado del palo.
—¿Y crees que a mí no me dolió? Me sentí un miserable, un cobarde, un canalla… Y
sobre todo un imbécil, porque para evitarme un sufrimiento, me causé otro mayor.
Estos meses sin ti han sido horribles, Karen. No hay día que no te piense, que no te
sueñe, que no te desee…
Karen sintió que le daba un vuelco al corazón, y más cuando Logan se acercó tanto a
ella que podía oler ese perfume que tanto la embriagaba.
—No tienes más que mirarme para hacerte una idea de lo que llevo pasado por tu
culpa. He perdido peso, mira mis ojeras y trabajo como una bestia cada día para no
pensar en ti.
Logan dio paso más para recortar la distancia que los separaba y murmuró
emocionado:
—Entonces me sigues queriendo…
Karen con un nudo en la garganta, negó con la cabeza y musitó:
—Ya no. Me has hecho mucho daño, Logan. Puedo entender que estés herido por el
abandono de tu madre, pero nada justifica el daño que me hiciste. Lo siento pero no…
Logan clavó la vista en la boca gruesa de Karen, loco por besar los labios que había
devorado cada noche en sueños y susurró:
—Perdóname, Karen. Estoy tan arrepentido…
Karen miró a los preciosos ojos azules de Logan, luego a su boca que sabía que besaba
como nadie y con el corazón latiéndole muy deprisa, habló:
—No se trata de pedir perdón. Se trata de que he perdido la confianza en ti. Ya no
podría creerte, Logan. Me has decepcionado demasiado…
Logan la miró con los ojos llenos de lágrimas, le acarició suave la mejilla con el dorso
de la mano y le pidió:
—Dame la oportunidad de demostrarte que ya no tengo miedo. Que si para algo me ha
servido todo este sufrimiento es para darme cuenta de que te amo con todo mi ser.
Con todo, Karen. Te amo.
Karen agarró la mano que Logan tenía en la mejilla, la apartó y dijo desde la herida tan
profunda que tenía:
—Ya no, Logan. Ya es tarde.
Logan volvió a mirarle a la boca, luego a los ojos y le confesó pegándose tanto a ella
que a poco que Karen alzara la cabeza, los labios iban a rozarse…
—Pues yo te miro y sigo viendo lo mismo en tus ojos.
Karen temblando entera, con unas ganas irremisibles de levantar la cabeza y devorar la
boca ese hombre que sabía como nadie hacerle gozar hasta la locura, musitó:
—Lo que ves puede ser deseo. Nada más que eso.
—¿Deseas besarme? —preguntó Logan, recorriendo los labios jugosos con la punta
del dedo índice.
Al sentir ese dedo en su boca, el cuerpo de Karen se encendió, sus pezones se
pusieron duros y sintió una punzada de deseo en su sexo.
Solo él tenía ese poder sobre ella.
Solo él podía excitarla de esa manera con solo tocarla con un dedo.
Pero si algo tenía claro, después de tanto sufrimiento es que ese deseo debía quedarse
ahí.
Justo en la piel.
Por eso, susurró con los labios casi rozando los de él:
—Sí. Pero solo sería solo sexo, Logan. Ya no puedo darte más que eso.
Logan la agarró por el cuello, apartó el dedo y la beso en la boca como solo él sabía
hacerlo, salvaje, duro, devorándola por completo…
Capítulo 16
Después, Logan se desabrochó el albornoz que cayó al suelo y se quedó
completamente desnudo.
Karen le miró, a pesar de que había perdido algo de peso, seguía teniendo un cuerpazo
de impresión y esa cosa enorme en su entrepierna que la volvía loca.
—Tócame… —le pidió Logan, con un deje agónico.
Karen llevó la mano hasta la erección durísima que apretó y mirándole a los ojos
insistió:
—Solo será piel, Logan, y nada más que piel.
Logan gruñó, cerrando los ojos, dejándose llevar por las sensaciones provocadas por la
caricia tan certera de Karen, y masculló:
—Quiero hacerte el amor.
Abrió los ojos, la agarró por las caderas, la estrechó contra sí y la besó de esa forma tan
posesiva y salvaje.
Luego, le arrancó la chaquetilla de cocina blanca que Karen llevaba puesta, los botones
saltaron por el aire, y ella se quedó temblando frente a él, que finalmente colocó las
manos sobre sus pechos.
—Dios, sigue por favor —gimió Karen, cuando Logan apretó sus pechos.
Después, le desabrochó el sujetador del que se deshizo tras despojarla de la
chaquetilla.
—Eres tan hermosa… —musitó mirándola emocionado.
Y volvió a besarla en la boca, arrebatado y loco, voraz y salvaje, y después siguió por el
cuello y acabó por fin en los pezones durísimos que mordisqueó haciéndola derretirse
de placer.
Acto seguido, cayó de rodillas ante ella, le bajó los pantalones de cinturilla de goma y
las braguitas, Karen se liberó de todo ello y Logan enterró su rostro en el sexo
palpitante y mojado.
Lo lamió, a lengüetazos duros, y luego apartó los labios con los dedos para lamer el
clítoris hasta hacerla retorcerse de puro placer.
Y es que ese tío conocía tan bien su cuerpo que ya la tenía al borde del orgasmo, tan
desbordada por las sensaciones que hundió los dedos en el cabello de Logan y empujó
aún más la cabeza contra su sexo para que las sensaciones fueran más intensas.
Y vaya si lo fueron, porque además Logan comenzó a mordisquear los labios y a
excitarlos más todavía y siguió con unas pequeñas succiones en el clítoris, tan precisas
y contundentes, tan sumamente exquisitas que sucumbió un orgasmo brutal que la
sacudió entera.
—Me gustas tanto, señorita Cook —dijo tras ponerse de pie y con los labios ya pegados
a los de Karen.
—A mí no me gustaría sentir este deseo hacia ti, pero no puedo controlarlo.
—Y me encanta… —masculló Logan, dándole un lengüetazo en la boca.
—A mí no. Me habría gustado decirte que es demasiado tarde para todo y haber salido
por la puerta. Pero la carne es débil…
Karen agarró a Logan por el cuello y le besó devorando su boca hasta el fondo.
Después le miró y se frotó contra su sexo mientras Logan musitaba:
—Quiero metértela hasta el fondo. Es lo que deseo hacer desde que te he visto con ese
vestido de cocinera…
Karen muerta de deseo musitó, restregando la vulva contra la erección durísima:
—Y yo quiero que lo hagas.
Logan se apartó de ella y se fue a por la cartera que tenía sobre la mesilla de noche.
Sacó un condón, lo rasgó, se lo puso, fue a por Karen, la agarró de la mano y la tiró
sobre la cama.
El señor Carter le abrió las piernas, volvió a lamerle el sexo, duro y contundente, y se
tumbó después encima de ella clavándosela hasta el fondo.
Karen gritó al sentirle tan dentro, llevaba meses sin hacerlo y la verdad era que se
notaba.
—No he vuelto a hacer el amor con nadie desde que te fuiste… —le confesó Logan que
se quedó quieto, hundido completamente en ella.
—Desde que me mandaste a la mierda…
—Desde que cometí el mayor error de mi vida.
—Yo tampoco he estado con nadie, no puedo hasta que no termine de cerrar la herida
—reconoció Karen, a la vez que notaba como su cuerpo se iba adaptando a la invasión.
—Yo no puedo porque estoy enamorado de ti. Solo te deseo a ti. Solo quiero estar
contigo.
Y tras decir esto, Logan se salió y volvió a clavarse hasta el fondo, más duro y
contundente.
Karen que todavía no podía creer que Logan le estuviera diciendo eso, que tenía tanto
rencor acumulado, solo pudo replicar:
—Yo solo quiero que me lo hagas…
—Pero tú eres una chica que solo lo haces si sientes, que te entregas por amor… —le
recordó Logan, mientras la miraba y sentía que la amaba con todo su corazón.
—Yo era así hasta que conocí. Gracias a ti acabo de descubrir que se puede tener sexo
sin amor, mejor dicho que se puede tener sexo sintiendo rabia, frustración,
resentimiento y decepción.
—Si pudiera volver atrás… No imaginas lo que me arrepiento de lo que pasó aquel
día…
—Pero no se puede volver a atrás, Logan. Y el daño ya está hecho…
—Déjame que lo repare…
—¡Fóllame!
Logan puso una cara traviesa y le preguntó tras penetrarla con fuerza tres veces:
—¿Quieres que repare mi cagada a polvos? Puedo follarte hasta que te des cuenta de
que me amas…
—Calla… Y házmelo…
Logan la besó en la boca, le mordisqueó los labios, los pezones y el cuello y comenzó a
penetrarla con contundencia, hundiéndose profundo y duro, haciéndola gemir y
estremecerse de placer, hasta que notó que su cuerpo había cedido lo suficiente y
cambió de postura.
Logan le pidió que le pusiera las piernas en los hombros y así la penetró mucho más
profundo y con más dureza, en tanto que Karen se tiraba fuerte de los pezones.
A Logan le ponía tanto que lo hiciera, le excitaba tanto ver cómo se mordía los labios
presa de un placer indescriptible, que incrementó la potencia de la penetración y para
Karen fue la locura.
Gemía, gritaba, se apretaba los pechos, pedía más, aunque estuviera sintiendo que iba
a romperse por dentro.
Pero le daba lo mismo, porque eso era lo que quería, quería sentirse así, follada por ese
tío que tenía que sacar de su corazón como fuera.
Y si tenía que ser a base de polvos salvajes pues así sería…
Y así estuvieron haciéndolo, hasta que Logan le bajó las piernas y Karen se puso a
cuatro patas, porque quería hacerlo así.
Lo necesitaba, le urgía, y Logan se lo dio…
Se situó detrás de ella, la agarró fuerte de las caderas y tras darle una nalgada, se
enterró hasta el fondo.
Ella gritó, echó la cabeza hacia atrás, Logan tiró de su pelo sutilmente y con la otra
mano, presionó fuerte la vulva.
Estaba muy mojada tanto que era una auténtica delicia deslizar los dedos por los
labios y por fin atrapar el clítoris que pellizcó con cuidado.
Karen gimió estremecida y él comenzó a penetrarla otra vez, duro, fuerte,
contundente, dándoselo todo, haciéndoselo como sabía que le gustaba.
Y Karen gritaba, gemía, pedía más y más, hasta que llegó un punto que estaba tan
desbordada por tantas sensaciones, que sintió que no iba a poder soportarlo más.
Pero no fue así, porque justo entonces Logan deslizó su mano a la vulva, la presionó
fuerte, le dio unas cuantas palmotadas con esa mano grande y ancha, y terminó
golpeteando el clítoris con el pulgar hasta que ella estalló entre gritos.
Y Logan al sentir cómo su orgasmo apretaba su sexo, al verla cómo se entregaba a sus
caricias, solo tuvo que penetrarla unas cuantas veces más, para sucumbir a un orgasmo
que le conmovió por completo mientras gritaba el nombre de la mujer que amaba.
Después, los dos cayeron exhaustos en la cama, sudorosos y jadeantes y Logan la miró
con una cara de bobo que no podía con ella.
—No me mires así, Logan —le pidió Karen.
—Tengo esta cara porque te quiero… Ha sido maravilloso.
Karen clavó la vista en el techo, negó con la cabeza y replicó:
—Un polvo maravilloso. Para mí solo ha sido eso.
Logan la tomó de la barbilla para que le mirara a los ojos y le recordó:
—Tengo dos semanas para hacerte cambiar de opinión.
Karen sonrió y le aclaró para que no se llevara a engaño:
—Siempre va a ser solo sexo.
Logan se puso de lado y a la vez que recorría los pechos redondos de Karen con el
dedo, preguntó:
—¿Entonces me vas a dejar que me quede dos semanas?
Karen con el ceño fruncido replicó:
—¿No has pagado la estancia por adelantado?
—Sí, pero tú eres la dueña. Y tienes el derecho de admisión. Ruth me dijo que estabas
tan cabreada conmigo que lo iba a tener muy complicado para quedarme.
—Soy muy seria y profesional en los negocios, señor Carter. Has pagado tu estancia y
tienes derecho a disfrutarla. Es lo suyo. Y en cuanto a nosotros…
Karen dejó de hablar y se mordió los labios porque en ese justo instante Logan dio un
tironcito exquisito al pezón…
—¿Has dicho nosotros? —preguntó Logan, entusiasmado porque esa palabra era todo
un avance.
Karen con los pezones durísimos y con unas ganas tremendas de hacerlo otra vez, le
dijo a ese diablo que sabía excitarla como nadie.
—No te montes películas. He dicho nosotros para referirme a ti y a mí, y lo que quería
decirte es que estas semanas que estés por aquí, podemos seguir teniendo
encuentros… solo sexuales. Obviamente.
Porque de perdidos al río, porque ese tío le ponía muchísimo, porque se lo pedía el
cuerpo, porque era verano, porque se moría de ganas, y porque por una vez iba a tener
sexo por el sexo.
Y no se iba a pillar, porque si algo tenía clarísimo Karen era que jamás iba a volver a
confiar en Logan Carter…
Capítulo 17
Aunque se hubiera pasado retozando con Logan hasta el día siguiente, Karen tenía
que ayudar en las cocinas así que saltó de la cama, se dio una ducha rápida, se puso un
albornoz y le dijo antes de irse:
—Me voy que tengo mucho trabajo…
Logan puso una cara de sátiro tremenda y masculló todavía desnudo y tirado en la
cama:
—Se te olvida algo…
Karen no tenía ni idea de qué estaba hablando y preguntó encogiéndose de hombros:
—¿El qué?
Logan cogió las braguitas que estaban sobre la mesilla de noche y las lanzó.
—Esto…
Ella las agarró al vuelo, se las guardó en el bolsillo y le dijo muy seria:
—Voy a buscar otro uniforme.
—Permíteme que corra con los gastos del que he roto. Cárgalo a mi cuenta, por favor. Y
dime cuándo podemos repetirlo…
Karen prefirió mandar el balón fuera y replicar:
—Pues mejor que te abstengas, porque estamos hasta arriba de trabajo en la
lavandería y no tenemos tiempo para estar cosiendo botones…
Pero el señor Carter insistió porque se moría por tenerla en sus brazos otra vez:
—La próxima te los desabrocharé muy despacio… Si es que quieres que haya próxima.
Karen se echó el pelo a un lado, se mordió los labios y repuso algo molesta:
—¿Cuántas veces tengo que repetirte que me gusta hacerlo contigo? Eres demasiado
vanidoso y engreído, señor Carter.
Logan asintió, saltó de la cama, se acercó a ella completamente desnudo y con una
erección descomunal, y le susurró al oído:
—Lo soy. Un egocéntrico, vanidoso y engreído que está profundamente enamorado de
ti. Te amo, Karen. Y te deseo tanto que ahora mismo me gustaría hacértelo contra esa
pared…
Karen se apartó, y no porque no tuviera ganas de seguir con aquello, sino porque la
esperaban en las cocinas…
—Me tengo que ir. Estamos en plena temporada alta y me necesitan. Pero podemos
dejar lo de la pared para otro momento…
—Para cuando quieras. ¿Y me dejas que te diga que te amo?
Karen pensó que cómo era la vida, antes había que sacarle los “te quiero” con
sacacorchos y ahora los soltaba cada dos por tres.
—Eres libre de decir lo que quieras. Yo ya sabes lo que pienso… Y lo que hay.
—Y lo acepto y respeto. Aparte de que lo entiendo…
Logan se acercó a ella, le dio un beso en los labios que la estremeció entera otra vez,
tanto que le estaban entrando unas ganas de arrojarse a sus brazos tremendas…. Pero
el deber era el deber…
Así que carraspeó un poco, sonrió y musitó:
—Bien, pues yo me voy.
Y agarró a toda prisa la puerta, no fuera a ser que le diera otro beso de esos y se le
fuera totalmente la pinza.
Ya en el pasillo y tras comprobar que no había nadie, bajó sigilosa por las escaleras, se
metió corriendo en el vestuario, se puso un traje de cocinas y voló para el comedor que
estaba abarrotado y donde le preguntó a Sam que dónde hacía más falta…
—Necesitamos liberar mesas, sería genial si pudieses ir retirando platos. Ya sabes
cómo es la gente con los bufés, se lleva a la mesa cosas que luego no comen y están
hasta arriba. Así cuando acaben será más fácil limpiar y que pasen a comer otros
comensales.
—Bien. Pues allá voy…
Y cuando Karen ya se iba a retirar los platos de una de las mesas del fondo, Sam le
pidió:
—Dime qué tomas para tener esa energía y estar así de… resplandeciente.
Karen se echó a reír, se encogió de hombros porque ni muerta iba confesarle cuál era
la receta y replicó:
—Será el verano…
—Pues te sienta muy bien… —habló Sam y luego sonrió, con una sonrisa preciosa.
—Gracias Sam…
Y Karen se marchó a recoger las mesas, al tiempo que pensaba en lo bien que le
sentaba el sexo, porque la verdad era que se sentía genial.
Y Sam tenía razón, porque mientras traía y llevaba platos se miró en el reflejo de uno
de los grandes espejos que había en el comedor y su rostro brillaba como si se hubiera
hecho un buen tratamiento facial.
Estaba radiante, tenía la piel estupenda y un brillo en la mirada que no se veía desde
los tiempos en que fue feliz en Nueva York.
Lo que hacía un buen polvo…
Y más con ese dios del sexo, que sabía hacerla gozar hasta extremos delirantes.
Pero desde luego que la situación era un tanto peliaguda, porque ¿se podía olvidar a
alguien mientras te lo follabas?
Porque eso era lo que pensaba hacer, follar y nada más.
Nada de hacer el amor y entregar en cada encuentro el corazón y la vida entera.
Como hacía ella antes…
Cuando era mema y creyó en Logan Carter…
Ahora sabía bien cómo era y, aunque hubiera vuelto arrepentido, le hubiese pedido
perdón y los “te amo” le fluyeran como si tal cosa, no se fiaba de él para nada.
Lo que no quitaba para que fuera a seguir teniendo encuentros con él, pero claro como
estaban en el rancho familiar no le iba a quedar más remedio que contarle a su madre
que su exjefe estaba allí…
Pues tarde o temprano iban a coincidir en las zonas comunes y no le iba a quedar más
remedio que presentárselo.
Así que lo mejor era contárselo cuanto antes y también la historia de lo que pasó en
Nueva York.
Por lo que en cuanto terminó con los almuerzos y tras comer con el resto del personal,
le pidió a su madre:
—¿Te importaría que habláramos de algo muy importante?
La señora Cook se quedó mirando a su hija y respondió:
—Tú estás diferente. Tienes otra vez esa cosa especial en la mirada que tenías antes…
Karen resopló porque a ese paso todo el rancho Cook iba a enterarse de que había
orgasmado otra vez con el señor Carter.
Y no pudo evitar echarse a reír, luego agarró a su madre del brazo y la llevó hasta su
despacho donde le pidió que se sentara:
—Cómo me gusta verte en el despacho… —habló la señora Cook.
—Estamos hasta arriba de trabajo, hay que arrimar el hombro. Y si hay que limpiar, se
limpia; y si hay que fregar platos, se friegan…
—Sí, pero hay un montón de trabajo de despacho que hacer y tu padre se jubila la
semana que viene.
Karen se quedó boquiabierta, porque no recordaba para nada que su padre se jubilaba:
—¡Madre mía, no sé dónde tengo la cabeza!
—No, sí ya sé que tienes mucho encima, hija. Y yo te agradezco que estos meses hayas
apoyado tanto al personal, pero tienes que dirigir el rancho… Tu padre necesita
descansar y tú debes tomar las riendas. He dejado que trabajes duro, porque tú decías
que te venía bien. Pero ahora tienes que estar en el despacho, realizar las labores de
dirección y contratar a personal temporal para reforzar a la plantilla.
Karen frunció el ceño y preguntó algo que le preocupaba bastante:
—¿Y papá quiere que yo dirija el rancho?
—¿Quién hay mejor preparada que tú? ¡Claro que quiere! Si lleva pidiéndome desde
que llegaste que tomaras los mandos, pero como tú te empeñabas en limpiar váteres
para no pensar en no sé qué…
—No pensar en Logan Carter.
La señora Cook se llevó la mano al pecho y musitó…
—En tu amor…
—Sí, me enamoré de mi jefe. Pero te juro mamá que no fue un lío de oficina, que fue
algo bonito y romántico, hasta que se fastidió. Y se fastidió porque le dije que le amaba
y él no estaba preparado para escuchar tal cosa. Se asustó y me echó del trabajo, de su
vida y de su corazón…
La señora Cook agarró la mano de su hija y musitó triste:
—Lo siento tanto, tesoro. Yo no quería agobiarte con el tema, pero agradezco tanto que
me cuentes…
—Te cuento porque el señor Carter está aquí.
La señora Cook dio un respingó en la silla y preguntó sobresaltada, como si alguien
hubiera dicho que había un ratón correteando por la sala:
—Aquí, ¿dónde?
—En el rancho Cook, hospedado en la suite presidencial. Él era el pesado del señor
Smith…
La señora Cook se santiguó, junto las palmas y mirando al cielo susurró:
—¡Alabado sea el señor y tu abuelo Michael a los que he debido aburrir de tanto
rezarles para que se arreglara lo tuyo! Porque imagino que ha venido para recuperarte,
cosa lógica hija, si tú eres una joya. ¿Quién te va a dejar escapar a ti? A poco que se lo
haya pensado, habrá recapacitado y mira… ¡Qué bien! Rectificar es de sabios. ¿Y ahora
qué? ¿La boda para cuándo?
Karen no pudo evitar soltar una carcajada porque lo de su madre era demasiado
fuerte:
—¿Casarme yo con ese? ¡Mamá, por favor, que yo pensaba que me querías!
—Es un buen chico.
Karen puso los ojos como platos y replicó alucinada:
—Tan bueno que le importaron un bledo mis sentimientos, se lió con otra y me mandó
a la porra.
La señora Cook resopló, echó las manos a volar y comentó restándole importancia:
—Hasta el mejor escribano echa un borrón. Lo importante es que está arrepentido y ha
venido a por ti.
—Sí, ha venido a por mí cuando tengo clarísimo que no quiero a Logan Carter en mi
vida. Está arrepentido pero ¿quién me dice a mí que no me la va a jugar otra vez? El
abuelo Michael siempre repetía el dicho de que quien hace un cesto, hace ciento. Él no
creía en las segundas oportunidades…
—Bueno, tu abuelo decía eso, pero luego perdonaba a todo el mundo. ¿O no recuerdas
lo que pasó cuando tuvimos aquel pleito por las lindes con el vecino, el señor Morris?
Prometió que no le hablaría más y al final lo arreglaron todo; se pasaba las tardes
jugando al ajedrez con él.
—Que sí, mamá. Pero yo de este tío no me fío… Además, tiene un trauma terrible con
su madre. Le abandonó justo el día que le mostró sus sentimientos, cuando por
primera vez le dijo que le quería. Porque hasta entonces él había tenido un problema
grande para expresar sus emociones. Así que imagina el palo: se abre y su madre sale
por piernas. Desde ese día se blindó, decidió que nadie más le haría daño. Por eso salió
huyendo cuando yo le confesé que le quería. Y lo entiendo. Y en su día lo habría
entendido, si me lo hubiera contado. Sin embargo, prefirió mandarme bien lejos… ¿Y
quién me dice a mí que no me lo va a hacer más veces? Porque ahora sí, parece otro, le
fluyen los “te amo” que es un gusto. Pero ¿cómo sé yo que a la menor de cambio no se
le va a cruzar el cable y me va a dejar tirada otra vez?
La señora Cook que estaba aferrada a la silla escuchando alucinada lo que su hija le
estaba contando farfulló:
—¿Y entonces qué vas a hacer? ¿Dejarle? Pobre muchacho… ¡Qué penita me da! Hija,
por Dios, que yo entiendo que lo que hizo no estuvo bien, pero ha sufrido tanto en la
vida… ¡Que una madre es muy importante! A ver que no le justifico, pero el chico ha
recapacitado y está aquí. Y tú le quieres…
—Le quería —matizó Karen.
—Y le quieres, eso no se va de un día para otro. Por eso te ha cambiado la cara. Hija, no
te precipites en tu decisión. Espera un poco. Habla más con él: hablando se entiende la
gente… ¿Cuántos días se va a quedar? Porque se queda, ¿verdad?
—Dos semanas.
—Estupendo, pues tú escúchale, pero con el corazón. Y considera el perdón. No somos
perfectos, hija. Todos nos equivocamos. Pero el perdón hace que caminemos por la
vida sin lastres y nos hace mejores. No es bueno vivir con rencor, resentimiento, ni
odio. Te impide avanzar.
—No le odio, pero me ha decepcionado profundamente.
—Dios quiera que estos días todo se arregle…
Karen negó con la cabeza y volvió a insistir para que su madre entrara en razón:
—Que no quiero que se arregle, tan solo te lo he contado para que sepas que está aquí,
que nos verás hablar y...
—Eso, tú habla mucho con él. Ya que el muchacho ha hecho el esfuerzo de venir hasta
aquí, hija dale una oportunidad.
—Mamá que viene de Nueva York, no de la otra punta del mundo. ¡Y ya ves tú qué
esfuerzo, voló en primera clase y ahora está a cuerpo de rey en la suite presidencial!
¡Así se esfuerza cualquiera!
—No seas tan dura con él. Ha reconocido su error, se ha metido el orgullo en el
bolsillo, ha vencido sus fantasmas del pasado y te ha declarado su amor. ¿Qué más
quieres, hija? Pero si estabas como un alma en pena, llorando por su amor en cada
esquina…
Karen interrumpió a su madre, molesta y refunfuñó:
—¡Oye, no te pases! Que yo he llevado mi drama con una dignidad pasmosa. Y
¡dejemos ya el tema! Tan solo quería que supieras lo que pasó y que es lo que hay a día
de hoy.
La señora Cook se frotó las manos y con la mirada chispeante murmuró:
—¡Yo voy a seguir rezando para que esto acabe como tiene que acabar!
—No entiendo por qué te pones del lado del señor Carter. Primero, no le conoces y
segundo, después de lo que te he contado… ¿Cómo puedes quererme tan poco como
para rezar para que vuelva con semejante ser? Tú no eres materialista, dudo que sea
porque está forrado, y eres una mujer fuerte, independiente y libre que sabe que una
mujer puede estar perfectamente sola.
—¡Y tan a gusto! ¡Claro que lo sé! Y por supuesto que no estoy empujándote a que te
cases con el señor Carter para que seas una mantenida. Tú sabes bien en qué valores te
he educado… Lo que pasa es que tengo mis razones…
Karen arrugó la nariz y preguntó porque quería saber mucho más:
—¿Qué razones?
La señora Cook se levantó, se encogió de hombros y respondió:
—Mis razones… Y ahora voy a echarme un rato la siesta, porque esta noche va a ser
larga. Tenemos el concierto de Brenda Teller, la cantante country y va a venir muchísima
gente…
Capítulo 18
Karen también se retiró a descansar en su cabaña, pero se pasó todo el rato con la vista
puesta en el techo mientras pensaba en lo que había pasado con Logan.
Anda que si su madre supiera que lo único en lo que estaba interesada era en tirárselo
como si no hubiera un mañana.
Y eso que le había dicho a Ruth que jamás tendría sexo con él, pero fue verle y volverse
loca de remate.
Le deseaba demasiado. No lo podía evitar. Pero ahí quedaba todo.
Y podía controlarlo perfectamente. No iba a ir a más. No iba a confundirse. No iba a
volver a cometer el error de implicarse también con el corazón.
No. Esta vez solo iba a ser piel… Puro fuego. Y nada más.
Y si él sentía algo más, si de verdad lo suyo era amor, le importaba un soberano
pepino.
Que lidiara con esas emociones él solito, que las gestionara como pudiera y después de
las vacaciones: adiós, muy buenas.
Madre mía, pensó Karen…
¿En qué se había convertido? Ella que era un alma cándida que creía en los
unicornios…
Pero en eso le había convertido el señor Carter, gracias a él estaba conociendo lo que
era el sexo por el sexo.
Y no estaba nada mal, la verdad.
Se gozaba, se disfrutaba, y no tenía la contrapartida de las decepciones, el sufrimiento
y la frustración propias de cuando se entrega el maldito corazón.
Así que… a disfrutar del verano.
Y ya que el sueño no la vencía, cogió su Kindle y siguió leyendo la novela negra que
tenía a medias.
Desde que le había pasado lo de Logan había dejado de leer novelas románticas que
eran sus favoritas, porque odiaba que acabaran bien.
Estaba tan cabreada con el mundo que solo quería leer historias oscuras, tristes
retorcidas y que acabaran fatal…
Le daba una paz de espíritu estupenda saber que había gente más jodida que ella. Sin
embargo, después de haberlo hecho con Logan, la novelita en cuestión se le estaba
atravesando.
Tenía tal alegría en el cuerpo, fuera hacía tanto sol y tenía tantas ganas de fiesta que
dejó la novela en cuestión y se buscó una erótica porque la sangre le ardía.
Y solo tuvo que leer el primer encuentro sexual de los protagonistas, para lanzarse a
por su vibrador y correrse mientras pensaba en…
En quién va a ser…
En el maldito Logan.
De hecho, la cara que le había puesto al sexy protagonista de la novela, era la suya.
La cara, el cuerpo y su…
Eso.
Eso que la volvía loca de remate…
Y nada, después de la lectura, decidió pasarse por las cuadras y luego dar un paseo con
Maya, que siempre le sentaba de maravilla.
Era su momento del día, se sentía tan libre y tan en calma con ella…
Cuánto le había ayudado su yegua a superar lo de Logan…
Era increíble lo que un animal podía llegar a darte, cuánta ternura, cuánto cariño y
cuánta complicidad.
Cuánto quería a Maya…
Y después, de estar con ella, acudió a cenar con su familia, en la parte del rancho que
estaba reservado para uso estrictamente familiar, y allí le contó al resto de su gente
que estaba alojado el señor Carter. Su exjefe.
Si bien, obvió el detalle de que también era su ex…
No tenía ni idea de qué, porque como nunca llegaron a poner nombre a lo que
tenían…
Pues nada. Exnosesabe.
Eso era lo que había sido Logan.
Y después de la cena, Karen se marchó a su cabaña para preparase para el concierto de
la noche, al que seguro que Logan asistiría porque le encantaba el country y Brenda
Teller era buenísima.
Eligió un vestido de lentejuelas rojo, cortísimo y de escote palabra de honor que se
dejó una clienta y que estaba hasta con la etiqueta puesta. Un pedazo de vestido de
Versace que no quiso que le mandaran a casa, porque por lo visto era un regalo de un
amante que luego la abandonó.
Hombres.
Pero a Karen le venía genial esa noche, para vengar a esa pobre mujer y a todas a las
que les habían roto el corazón tiparracos como Logan Carter.
Así que se lo puso, y le quedaba como un guante, se miró al espejo y se encontró
arrebatadoramente sexy.
Se iba a enterar, Logan.
Y sonrió ante el espejo porque le encantó a la mujer que vio.
Y eso que no era para nada su estilo, ella era más de ropa mucho más discreta…
Apenas había nada en su armario tan ceñido y escotado… Ni siquiera tan rojo.
Pero esa noche, estaba pidiendo a gritos ese estilo, y en los pies…
En los pies no iba a cometer el error de ponerse unos taconazos, porque iba a tener
que servir copas y encima quería bailar.
Así que se plantó unas Converse blancas que tenía viejísimas y se partió de risa al
verse.
¡Porque la cosa es que quedaba bien a pesar del contraste de lo cómodo con lo sexy!
Luego se recogió el pelo en un moño alto, se puso unos aros de plata grandes y se
maquilló pintándose bien los ojos y los labios de un rojo a juego con el vestido.
Se dio un último vistazo en el espejo y se marchó para la fiesta, en la terraza principal
junto a la piscina de verano, donde todos los años instalaban el escenario.
El rancho era tan grande, que todos los años acogían conciertos a los que acudían un
montón de personas que venían de todas partes.
Y ese día con Brenda Teller de cantante invitada, sabían que iba a ser un exitazo, un
lleno absoluto.
Como así fue…
Cuando Karen apareció en la terraza todas las mesas ya estaban llenas y los camareros
no paraban de servir bebidas.
Pero es que detrás ya se agolpaban varias filas de personas de pie, ansiosas porque el
espectáculo empezara.
Karen ni se lo pensó, cogió una bandeja de la barra y se dispuso a atender a los
clientes.
Allá donde veía una mano alzada, allá que se plantaba…
Y sucedió lo que tenía que suceder…
Porque Logan que había sido de los primeros en llegar, para coger un buen sitio, en
cuanto la vio llegar al lugar por poco no le dio algo.
Y es que ese vestido rojo que realzaba todos sus encantos le sentaba tan bien, estaba
tan sexy, que Logan se puso durísimo.
Luego, alzó su brazo y tuvo la suerte de que ella le viera y se acercara a él, con una
sonrisa enorme;
—Buenas noches, señor Carter. ¿Qué vas a tomar?
—A ti. Enterita —masculló mirándola con tanto deseo que Karen no pudo evitar que la
vista se le fuera al bulto enorme que se marcaba en la entrepierna.
Karen tragó saliva, mientras un calor súbito se le subía por el cuerpo y replicó:
—Eso será después… Pero ahora ¿qué quieres tomar?
—Tráeme una cerveza, por favor.
Karen sonrió y sin decir nada más se marchó a por la bebida.
Se sentía tan bien, le encantaba provocar todo eso en Logan, retorcerle de deseo, que
tuviera tantas ganas de ella que sus pantalones estuvieran a punto de estallar.
Ya en la barra, donde estaban sus hermanos, su padre y tres camareras, pidió a John
que era el que estaba más cerca que le sirviera la cerveza.
Pero estaban hasta arriba, la gente que estaba de pie no paraba de acercarse a pedir su
consumición, y los siete camareros que estaban en la terraza no daban abasto para
atender a tantas mesas.
En fin, que no le quedó más remedio que meterse en la barra y tirar la cerveza que
llevó después al señor Carter.
—Aquí tienes. Y siento la demora, pero estamos hasta los topes. Jamás había visto esto
tan lleno. Brenda Teller mueve a muchísima gente…
Logan feliz de tenerla otra vez tan cerca que, cuando se había acercado a dejarle la
cerveza sobre la mesa, se había inclinado y le había mostrado el escote, esos pechos
redondos y altos, cuyos pezones se moría ya por volver a morder, por volver a torturar
con sus dientes, le entraron ganas de empujarla hasta la zona de pinos del rancho y
hacérselo de pie, sin más testigos que la luna.
Pero en vez de proponerle ese plan, decidió ser más útil y decir:
—Si quieres puedo ayudar en la barra. Me saqué la carrera trabajando como camarero
en fiestas y demás. Sé hacer cócteles de todo tipo, soy rápido y es imposible
engañarme con el cambio.
Karen se echó a reír porque aquello solo podía ser una broma… ¿Cómo Logan Carter,
uno de los tíos con más pasta del país, un empresario de superéxito iba a estar
poniendo copas en un rancho de mala muerte?
A ver, que era el rancho Cook, su querido rancho Cook, pero no era un resort de lujo
como los que seguro que él frecuentaba.
El rancho Cook era un lugar familiar, entrañable, acogedor, con encanto… Pero vamos,
que la barra era la clásica de bar de feria popular, nada que ver con los garitos
elegantes y sofisticados donde el señor Carter habría servido copas en su etapa
universitaria.
Y que estaba de vacaciones… Era de locos que se pusiera a atender la barra.
—Jajajajaja. Como broma, reconozco que es buena.
Y para el pasmo absoluto de Karen, Logan se puso de pie, se arremangó su impecable
camisa blanca de Armani, que le quedaba como para caerse de espaldas y exclamó:
—¡Yo nunca me tomo el trabajo en broma, señorita Cook! Parece mentira que aún no
lo sepa. Esto se cae de gente y hay que sacar el trabajo adelante…
Y mientras ella seguía alucinada total, Logan agarró la cerveza, se la bebió en varios
tragos, sin dejar de mirarla y se fue derecho a la barra…
Capítulo 19
Cuando Logan estaba a punto de meterse dentro, Karen le cogió de la mano y le dijo:
—El señor grandón con cara de pocos amigos es mi padre, y los dos tiarrones que
están a su lado son John y Michael, mis hermanos… Es para que sepas qué terreno
estás pisando.
El señor Carter asintió, esbozó una sonrisa y replicó muy tranquilo:
—Estupendo. Les explicaré quién soy, les contaré lo que pasó y cuáles son mis
intenciones al venir al rancho.
Karen se subió el escote que se le había deslizado un poco y, muy nerviosa, cuchicheó
para que no pudieran escucharlos:
—Ellos no saben nada de lo que pasó. Hoy he puesto a mi madre al día, pero mi padre
y los chicos no saben nada. Solo que regresé de Nueva York y listo… No saben que me
lié contigo, ni la cerdada que me hiciste después.
Logan arqueó una ceja y, molesto por lo que acababa de escuchar, repuso:
—Lo nuestro no fue un lío. Lo nuestro fue algo serio. Muy serio.
—Sí, ya veo, tan serio que en cuanto te dije que te quería saliste por piernas.
El señor Carter apretó fuerte las mandíbulas y más cabreado todavía le recordó:
—Fue una canallada. Lo reconozco. Y te pediré perdón las veces que hagan falta. Pero
te he explicado por qué reaccioné así. Sé que estuvo fatal lo que hice; sin embargo, me
encantaría que tuvieras en cuenta mi historia personal para que actuara de atenuante.
¡Fui un maldito niño abandonado, joder! Eso me destrozó…
Logan alzó el tono de voz, preso de la desesperación, y luego sintió un bochorno
tremendo porque las personas que tenía detrás le miraron con cara de
condescendencia.
Hasta Karen se sintió fatal porque nunca le había visto perder el control de esa forma,
él que siempre estaba reprimiendo sus emociones…
—Tranquilo, señor Carter… —musitó Karen, agobiada.
El señor Carter se llevó la mano a la cara y farfulló al tiempo que deseaba que la tierra
lo tragara:
—¡Qué bochorno! Yo abriéndome en canal delante de toda esta gente. Sacando fuera
todas mis miserias…
—Mira, yo entiendo tu dolor y todo lo demás… Pero ya está. Y ahora vuelve a tu mesa y
disfruta del concierto. Te recuerdo que estás de vacaciones…
Logan dio un golpetazo al aire con la mano y le recordó también a la señorita Cook:
—¡En la vida me he cogido vacaciones! Ni de niño. Mi abuelo me tenía todo el día
currando en el rancho. También porque yo se lo pedía. No sé estar quieto. ¡Me arde la
sangre! Y más cuando veo a la gente desbordada de trabajo, yo no soy de los que me
siento a mirar. ¡Me gusta arrimar el hombro!
—Mira que eres terco, señor Carter —refunfuñó Karen porque ese tío era incorregible.
—Y tú mira que eres pelma. Tu rancho necesita refuerzos: y yo soy tu hombre.
El señor Carter puso una cara de diablo tremenda y a Karen no le quedó más remedio
que echarse a reír y transigir:
—¿Y tú me llamas plasta? Que conste que cedo porque eres un petardo y no vas a
parar hasta que te pongas a servir copas. Pero, por favor, no le digas a mi padre ni a los
chicos que tú y que yo…
—¿Fuimos novios?
—Jajajajajajajajajaja. Pero si te daba alergia la palabrita. ¡Jamás me pediste ni salir!
Logan se encogió de hombros, sin entender absolutamente nada y preguntó:
—¿Para qué te iba a pedir salir si nos pasábamos el día saliendo ya? ¿No íbamos al
cine, al teatro, acaso no salíamos a cenar? ¿No íbamos a tomar copas a los sitios
mejores?
—Sí, pero me refiero a pedir salir como pareja… No se sabía lo que éramos…
—Señorita Cook me parece que no eres el tipo de persona a la que hay que explicárselo
todo. Era obvio que estábamos saliendo y que éramos novios.
—Pues te equivocas. Porque en el amor hay que explicarlo todo, pero muy bien
explicado. Y todo el mundo define qué clase de relación tiene. Cosa a la que tú siempre
te negaste por cobarde…
El señor Carter resopló y, tras revolverse el pelo con la mano en un gesto que a Karen
le volvía loca, masculló:
—¡Y dale con eso! ¿Tanto te cuesta entender que estaba bloqueado por culpa de lo que
me sucedió en el pasado? Mira, me tienes… No quiero hablar más del tema…
Karen bufó porque aquello le parecía el colmo:
—¡Ah, claro! ¡Eres tú el que no quieres hablar del tema! Obvio, porque como hablemos
vas a salir siempre mal parado.
Logan se acercó a ella, tanto que estaban casi pegados y le dijo mirándola con amor,
porque eso era lo que sentía por Karen:
—No quiero seguir hablando porque quiero que estemos bien. Porque esta noche es
preciosa, porque mira que luna hay en el cielo, porque tú estás preciosa y está a punto
de empezar un concierto magnífico. Quiero que tengamos una noche muy especial y
que no la olvidemos nunca. Dejemos de llorar por la leche derramada…
Y tras decir esto, pegó completamente el cuerpo al de Karen y a ella se le pasaron
miles de cosas por la cabeza, y ninguna buena.
Todas tan sucias que musitó con un hilillo de voz…
—Está bien.
—¿Entonces me presentas a tu familia o me presento yo solo? Y tranquila que no
pienso contarles que perdí la cabeza por ti desde el primer momento que pusiste el pie
en mi despacho…
Karen se apartó de él, antes de que se le fuera la pinza y acabara devorándole la boca, y
tras pedirle a Logan que la siguiera se acercó a la zona de la barra donde estaba su
padre, poniendo copas y le dijo:
—Papá, te traigo refuerzos… Él es el señor Carter, Logan Carter, mi antiguo jefe, que
como te conté ha venido a pasar unos días en el rancho y como nos ve tan agobiados
de trabajo…
El señor Cook dejó la botella de whisky sobre el mostrador y con una sonrisa franca y
ancha, tendió la mano a Logan al tiempo que interrumpía a su hija para decir:
—¡Viene a dar el callo! Por eso es quien es y está donde está. Le admiro muchísimo,
señor Carter. Conozco por la prensa económica todos sus logros y quiero que sepa que
es un honor que esté en mi rancho y que se ofrezca para echar una mano.
Logan estrechó la mano del señor Cook que le miraba con verdadera admiración y
replicó:
—El honor es mío. Yo también conozco lo que se cuece en el rancho Cook y tengo que
felicitarle. Y por favor, tutéeme…
—¡Y tú a mí! Pero este es un rancho familiar y modesto, nada que ver con su imperio,
señor Carter.
—Es un lugar muy especial, me siento como en casa. Conseguir eso es muy difícil…
El señor Cook que era muy campechano, le dio una palmotada en la espalda a Logan y
mirando a su hija comentó:
—¡Me gusta mucho tu jefe! ¿Por qué no le has invitado antes?
Karen se puso roja como un tomate y le dijo a su padre azorada:
—No le he invitado. Él ha venido porque… ha querido…
Y Logan que se lo estaba pasando de maravilla intervino para replicar:
—He venido porque Karen me había hablado tales maravillas del rancho que tenía que
conocerlo. Y tengo que decir que se ha quedado corta…
El señor Cook sonrió orgulloso, acabó de servir el whisky y después alzó la cabeza para
confesarle a Logan:
—Ella también me ha hablado maravillas de su jefe…
Karen puso una cara de pánico espantosa porque no sabía qué hacía su padre
inventándose tal cosa:
—¿Ah sí? Ella es tan amable conmigo… —confesó Logan gratamente sorprendido.
—Y estaba muy a gusto y muy feliz trabajando en tu compañía, pero esto le tiraba
más. Y volvió a casa… Y como no soy tonto, imagino que has vuelto para que cambie
opinión y llevártela de vuelta a tu compañía. Mi chica es un tesoro, pero ya te digo yo
que no. Que mi hija es una Cook y ella no se va a ir jamás de Austin.
Karen se murió de la vergüenza con las suposiciones de su padre y alucinó con la bola
que le había contado su madre para justificar su vuelta a Austin, porque eso de que era
feliz en la compañía pero el rancho le tiraba mas, tenía toda la pinta de que era un
invento de su madre. Si bien, lo que le hizo casi caerse al suelo de la impresión fue
escuchar a Logan asegurar:
—Lo sé. Por eso, yo me voy a venir a Austin…
El señor Cook dio otra palmada en la espalda de Logan y exclamó muerto de risa:
—¡Tú sí que sabes, hijo! ¡Eres mi ídolo!
Y los dos hombres soltaron una carcajada en tanto que Karen pensaba que lo que le
faltaba era que su padre y su exjefe se hicieran amigos.
¡Y encima iba a mudarse a Austin!
¿Pero qué broma era esa?
Y por si no tuviera bastante, su padre llamó a sus hermanos, les presentó a Logan, que
necesitó como tres minutos para metérselos en el bolsillo.
Y es que al decirle el señor Cook que su hijo mayor estaba a punto de acabar
Veterinaria, Logan sacó el tema de los caballos que le apasionaban y mostró tal interés,
que a John le faltó tiempo para proponerle ir al día siguiente a mostrarle las cuadras y
dar un paseo por la finca.
Y con Michael pasó algo parecido, porque en cuanto se enteró de que se pasaba el día
haciendo deporte, Logan también se mostró muy entusiasmado con el tema, y
quedaron para hacer crossfit, rafting y tiro con arco...
Y acto seguido, entre risas y buen rollo, Logan les dijo a todos como él si él fuera el
jefe:
—Y ahora ¡al lío! Señores ¡tenemos que sacar esto adelante!
Y se acercó a la persona que tenía enfrente que le pidió un margarita y allá que se puso
a prepararlo con tal arte que todos se quedaron pasmados…
Capítulo 20
Karen luego volvió a coger la bandeja y a atender las mesas, al tiempo que no podía
dejar de presenciar el espectáculo de su exjefe haciendo de barman.
Porque aquello era un espectáculo…
Parecía Tom Cruise en Cocktail y a la media hora tenía un corrillo de mujeres de todas
las edades babeando por su arte.
Y por lo que no era su arte, porque unas le hacían ojitos, otras se tocaban el pelo
compulsivamente y otras directamente se lamían los labios a la vez que le ponían
miradas golosas.
Incluso la señora Queens que tenía noventa años, estaba ahí embobada y aplaudiendo
cada cóctel…
Cómo no sería la cosa que cuando apareció su madre que hasta entonces había estado
con los de sonido y luces para preparar la actuación de Brenda Teller, la agarró por el
brazo y le preguntó boquiabierta:
—¿A quién se le ha ocurrido contratar a ese bombonazo de barman?
Karen miró a su madre perpleja y respondió refunfuñando:
—¡Mamá, por favor! Es el señor Carter…
La señora Cook se quedó mirando a su hija atónita porque no entendía nada:
—¿Y qué hace sirviendo cócteles de esa forma tan arrebatadoramente sexy?
Karen más alucinada todavía, gritó tirando del brazo de su madre para que dejara de
mirar de esa forma a Logan:
—Mamá, ¡qué vergüenza! Voy a tener que ponerte un babero…
—Desde luego. Es que está que cruje tu señor Carter… Yo sabía que era guapo por las
fotos, pero es que al natural es una cosa que parece un actor de cine. Qué porte, qué
presencia, qué poderío, qué…
—¡Déjalo, por Dios! ¡Ni que tuvieras quince años! —le reprendió Karen a su madre,
que estaba desatada.
Si bien, su madre se giró y le dijo divertida:
—¿Pues anda que tú? ¡Ni que estuvieras celosa!
Karen bufó porque eso sí que era colmo, ¿celosa ella? Jajajajaja. Pero si no quería a
Logan Carter ni regalado…
Bueno, en su cama sí…
Pero nada más.
—Mira, mamá, me voy a seguir trabajando porque ya he escuchado demasiadas
tonterías.
—Genial. Vete a trabajar que yo voy a saludar a Logan… ¡Me muero conocerle! He oído
hablar tanto de él que es como de mi familia.
Karen frunció el ceño, negó con la cabeza y le exigió a su madre:
—Tampoco te pases, que solo te he hablado de él un ratito en el despacho…
La señora Cook batió las manos, sonrió de oreja a oreja y replicó:
—Yo sé lo que me digo. Y tú, hija, diviértete un poco… ¡Y sonríe más! Que se supone
que esto es una fiesta…
Y se marchó hacia la barra, muerta de la ilusión, como una quinceañera que vuela para
pedirle un autógrafo a su cantante favorito.
Sería posible…
Y encima tenía que sonreír…
Ja.
Eso era todo lo que tenía dentro, un amargado y cabreadísimo “ja”, porque la situación
la tenía de los nervios.
¿Cómo en apenas un rato el señor Carter había logrado camelarse a su familia, mejor
dicho: al rancho entero?
Uf. Qué rabia le daba, claro que bien pensado Logan era especialista en eso, era un
maldito encantador de serpientes que cuando te tenía bien entregada, comiendo de su
mano, zas, te daba la puñalada trapera.
Ese era Logan Carter.
Y tenía unas ganas de gritarlo a los cuatros vientos, que estaba que estallaba de furia.
Menos mal que apareció en el escenario Brenda Teller, empezó a cantar y ya se sabe lo
que pasa con la música y las fieras.
Y Karen esa noche era la bestia más parda que había en el rancho, tenía un humor de
mil demonios, pero con esas canciones tan maravillosas poco a poco se le fueron
aplacando los nervios.
Y ya con las baladas, se puso de un ñoño que le dio hasta grima.
Sí, porque le dio por pensar en los días felices con el tío que se lo estaba pasando teta
poniendo copas con su padre y sus hermanos…
Sí.
Era increíble. No podía evitar mirarlo y ahí estaba, aparte de volviendo loco a todo el
mundo, porque a los gays también los tenía cardiacos, sin parar de hacer bromas con
los suyos…
Ahí como si fuera uno más, trabajando duro, sin perder la sonrisa y haciendo la caja
más grande de toda la historia del rancho.
Porque el muy cabrón no paraba de servir consumiciones…
Y luego estaba su madre, que se había plantado con una silla al lado de la barra y era
otra de las que babeaba.
Y se lo quería perder…
Y Brenda que no paraba de cantar canciones románticas de esas que te ponen los pelos
de punta.
Canciones que le hicieron recordar los puñeteros paseos por Central Park, los besos
robados en los pasillos de la oficina, aquel baile en su casa, desnudos y frente a la
chimenea, y esas ganas locas con las que llegaba cada día para darle los buenos días
con alguna cosa hecha por ella.
¿Pero cómo podía haber sido tan pánfila? Entregarse así, darse así, perder la cabeza
absolutamente por un tío que no tuvo las agallas de decirle que tenía el corazón
blindado y que ahora regresaba a su vida como si tal cosa.
¿Y qué pensaba, que con un perdón iba a olvidarlo todo?
Apañado iba. Y si hacerse amiguito de su padre y de sus hermanos, abducir a su
madre y volver loco a la clientela formaba parte de su estrategia para ablandarla: iba
listo.
Porque no pensaba ceder ni un ápice. Lo sentía mucho, pero ya había sufrido
bastante…
Eso sí, no podía dejar de mirarlo, de desearlo y de nada más…
Aunque cada vez que sonara una maldita canción de amor no pudiera evitar pensar en
él.
Pero no pasaba nada… Estaba todo controlado…
Tan controlado que cuando le pidió un cubata para llevárselo a un cliente, porque
todos los demás estaban ocupados y no le quedó más remedio que pedírselo a él, a
quien llevaba evitando toda la noche, le susurró al oído:
—Se lo llevas y me esperas en la parte de atrás…
Karen le miró extrañada, pero al mismo tiempo expectante… Y, como su madre estaba
al lado sin perder ripio, preguntó:
—¿Ahora?
Logan la miró a los ojos, con esa mirada suya que hacía que le ardiera la sangre entera,
y ella se licuó.
Madre mía. Qué poder tenía sobre su deseo…
Pero era lo que había y no iba a resistirse. Así que agarró la bebida, se fue derechita a
la mesa donde el cliente la estaba esperando y, tras dejar la bandeja sobre una esquina
de la barra, se fue discretamente hacia la parte de atrás.
Y allí estaba Logan que sonrió al verla llegar, le tendió una mano y le preguntó:
—¿Quieres bailar conmigo?
Karen que esperaba que la cosa fuera por otros derroteros, preguntó un tanto nerviosa
porque encima estaba sonando otra romántica:
—¿Bailar?
—Sí. Esta canción que dice que esta noche es nuestra, como lo serán todas las demás…
—Uf. Vaya lata. Lleva una tanda de canciones tan románticas que creo que se me ha
subido el azúcar.
—Son preciosas. A mí me encantan… No hago otra cosa que pensar en ti. Y me moría
por bailar contigo, aunque solo fuera una…
Karen también había pensando en él, pero no iba a decírselo para no confundirle. Y es
que había pensando en ellos en el pasado… Solamente en lo que fueron. Y en su lugar
dijo:
—Ya sabes que se me da fatal bailar.
—Es mentira. ¿Te acuerdas aquella noche en mi casa? Desnudos, frente a la chimenea,
bailamos y fue mágico.
Karen sintió un estremecimiento súbito porque cómo olvidar ese momento que tenía
impreso en su recuerdo de un modo tan vívido que pareciera que fue ayer cuando
sucedió.
Pero estaban en el presente, tenía a Logan con la mano tendida, sonaba una canción
preciosa, las estrellas brillaban en todo lo alto y si lo pensaba bien: no pasaba nada por
bailar…
Porque solo era eso, un baile…
Capítulo 21
Karen tomó la mano que Logan le tendía, se aproximó hacia él, que la agarró por la
cintura y la estrechó contra su cuerpo.
Estaba duro, para variar, su cuerpo ardía y además no dejaba de mirarla a los ojos con
esa mirada suya tan azul y tan intensa.
—Siento lo de la erección. Pero ya sabes que… —le susurró Logan al oído, mientras
ella le rodeaba el cuello con las manos.
—No digas nada, Logan —le rogó.
Logan comenzó a bailar, ella le siguió el paso, con cierta torpeza, porque además
estaba nerviosa y Logan le sugirió:
—Déjame al menos que te diga que te dejes llevar. Cierra los ojos, siente la música y
déjate llevar. Confía en mí.
Karen pensó que ese era justo el problema, había dejado de creer en él, y la pérdida de
la confianza era una de las cosas peores que podían pasar en una relación.
De la índole que fuera…
Pero con todo, para no estropear el momento, Karen decidió seguir su consejo, cerrar
los ojos y dejarse llevar por la música.
Y sí. Todo empezó a fluir, sus pies comenzaron a moverse de forma más grácil, todo
era más armonioso, más suave, incluso llegó un punto en el que sintió que flotaba.
Flotaba bailando pegada al hombre que más daño le había hecho en su vida.
No obstante, no pensaba bajar la guardia… Aquello era solo un baile y la vida como
todo el mundo sabía: era una cosa mucho más seria.
Si bien, esa noche, bajo esa luna, ese cielo y esa magia que estaba otra vez ahí, intacta,
para ellos, decidió dejarse llevar y disfrutar del instante.
Y bailaron ese tema, y todos los que vinieron después, así, juntos, pegados, como si
fueran uno y ajenos a todo. Como si de repente estuvieran en una burbuja en la que
nada pudiera hacerles daño, ni siquiera ellos mismos.
Y a ratos se miraron sintiendo exactamente lo mismo, a ratos se besaron como si todo
lo que decían las letras de Brenda fuera cierto.
Que el amor existía, que nos hacía mejores, que podía con todo, ya fuera el orgullo, la
decepción, la frustración o el fracaso.
Que solo bastaba con mirarse para saberlo todo, que un beso podía cambiar el mundo
entero.
Pero el concierto de Brenda Teller acabó, los dos se quedaron parados el uno frente al
otro, abrazados, y como si fueran un solo cuerpo. Sin embargo, se miraron y de
repente toda esa magia desapareció.
Ya no estaba la música, las canciones dulces, las letras románticas…
Ya solo estaban ellos, frente a frente, con todo el lastre del pasado detrás y con todas
las heridas abiertas.
Por eso, Karen se apartó, conmovida además porque vio un punto de tristeza en la
mirada de Logan.
Mejor dicho, no era un punto… Era la tristeza en estado puro, como la que
seguramente habría aparecido en los suyos.
Era lo que había… El caso fue que ella musitó:
—Me tengo que ir a recoger…
Logan asintió, bajó la vista al suelo para no delatarse más todavía porque estaba roto
de pena y replicó:
—Vamos para allá…
Y volvieron otra vez, con la sensación del soldado derrotado en la batalla, a recoger
vasos, apilar mesas y sillas y a despedirse de todos esos clientes que aseguraban haber
pasado una noche mágica.
Pero qué sabían ellos de magia, pensó Logan, la magia era lo que había tenido en sus
brazos, la mirada dulce de Karen, su cuerpo vibrando pegado al suyo, sus corazones
latiendo al compás.
Eso era magia…
Y la había tenido en sus manos, la había tocado otra vez, la había sentido en lo más
profundo.
Y aunque Karen no quisiera nada con él, nunca más, al menos llevaría en su corazón
para siempre esa noche en Austin.
Ese baile, esa luna, esa emoción, esa complicidad sencillamente perfecta.
Después, tras despedirse del personal y de la familia de Karen, Logan se acercó a ella
que estaba apartada atándose un cordón de su zapatilla:
—Buenas noches, Karen. Y gracias infinitas por esta noche perfecta.
Karen se estremeció al escuchar otra vez la voz de Logan, al que había estado evitando
para no tener que comentar lo del baile… El caso fue que se ató rápido la zapatilla y
tras incorporarse replicó:
—Buenas noches y de nada… No ha sido nada —mintió como una bellaca porque lo
del baile había sido para morirse.
Pero como para decírselo…
—Para mí sí que lo ha sido…
Karen replicó algo, cuando de repente aparecieron sus padres y los chicos, para
anunciar que se retiraban:
—¡Buenas noches, cielo! A descansar que has trabajado mucho… Y tú, Logan, si eres
tan amable, acompáñala hasta la cabañita del fondo —dijo su madre, guiñándole el
ojo.
Karen perpleja replicó, porque ¿a qué estaba jugando su madre? ¿A hacer de celestina
de tres al cuarto?:
—Mamá, llevo toda la vida yendo sola a la cabaña… No necesito un escolta. Gracias.
—Ya, hija, ya. Si lo digo para que el muchacho disfrute del paseo, que está la noche
muy bonita, y el sendero está flanqueado por jazmines y damas de noche, que hacen
que caminar sea un deleite para los sentidos.
—Por mí encantado —dijo Logan, asintiendo con la cabeza.
—Y por ella también. ¡Venga, nos vamos! Os dejamos solitos. ¡Feliz noche, chicos! —
canturreó su madre.
Luego, toda la familia se despidió también, dejándolos solos…
—No sé a qué está jugando mi madre, pero te pido perdón en su nombre.
—Es adorable. Tú familia es increíble. Y por Fred me he enterado que te llamas
Katharina… ¡En el currículum me lo ocultaste! —comentó divertido.
—Fred. ¡Maldito mocoso, traidor! Se va a enterar ese mañana. Le voy a poner deberes
de matemáticas para los próximos veinte años.
—Yo he quedado con él para ayudarle con un tema de estadística. Dice que tú lo
explicas todo muy bien, pero que ese particular…
Karen miró enojada a su exjefe y solo pudo farfullar:
—¿Tú qué pretendes, que mi familia te adopte? ¿Quieres ser el quinto hermanito
Cook?
—Me caen muy bien. Son gente estupenda. Todos. Tu padre y yo vemos las cosas de la
misma forma. Compartimos valores y maneras de estar en el mundo. Amamos la
familia, la tradición, la naturaleza, lo que siempre perdura…
—Calla que ya sigo yo: sois tercos de pelotas, inflexibles, intolerantes, exigentes,
soberbios, orgullosos, altaneros… Eso sí, tú todo mucho más que mi padre… Mi padre
no te llega en estos adjetivos ni a la suela del zapato.
—Vale. Lo acepto. ¿Algo más?
—Amo a mi familia. No me gustaría que los utilizaras, que los estuvieras
manipulando.
A Logan le dolió aquello, porque lo que sentía por los Cook era sincero. Por eso le dijo
molesto:
—Mira, Karen, que lo haya hecho rematadamente mal contigo, no significa que yo sea
esa clase de persona. Tu familia es gente maravillosa, abierta y hospitalaria que me ha
hecho sentir como en casa. Y les estoy tan agradecido que tan solo intento
corresponder en la medida de mis posibilidades. Soy un tío borde y estirado, pero tu
familia se merece que yo los trate con respeto, con admiración y con cariño. Eso es
todo. Y si lo interpretas como que yo estoy haciendo una burda estrategia para llegar
hasta ti, estás muy equivocada. Sé lo que hay, sé que te decepcioné y sé que eres una
Cook. Sí, tú, también eres terca como una mula, inflexible, intolerante y muy dura. Así
que tengo asumido lo que va a pasar con nosotros…
Karen le miró con rabia y replicó frunciendo el ceño:
—Lo que tú mismo te has buscado. Ni más ni menos.
—Lo sé —masculló Logan, apretando fuerte las mandíbulas y clavándole la mirada.
Esa mirada… Era tal lo que le provocaba esa mirada, era tan grande su embrujo que, a
pesar del cabreo que tenía, a Karen le entraron otra vez unas ganas irrefrenables de
arrojarse a los brazos de Logan.
Maldito deseo.
¿Cómo podía un ser humano sacarla de sus casillas y excitarla al mismo tiempo?
Pues Logan podía. Era tal el poder que tenía sobre ella que hasta se sorprendió a sí
misma diciendo como una damita del XIX:
—Como yo también sé, a pesar de mi terquedad, que mi madre tiene razón y que el
camino hasta la cabaña en las noches de verano es delicioso. Si quieres acompañarme,
no tendría inconveniente…
Capítulo 22
Después del paseo bajo las estrellas en el que Logan se sintió de nuevo en la gloria, y
no precisamente por los jazmines y las damas de noche, que eran una auténtica
maravilla, sino obviamente por estar unos instantes más junto a Karen.
Él estuvo todo el rato callado, mientras ella no paraba de hablar de su rancho. Las
fases constructivas, las ampliaciones, sus planes de futuro…
Futuro.
Qué palabra tan bella. Y lo que daría él por tener justamente un futuro con Karen.
Pero tristemente no estaba en su mano alcanzar ese sueño y ya lo único que podía
hacer era exprimir al máximo el presente.
Y ese paseo bajo las estrellas sin duda era un regalo que agradecía enormemente. Por
eso cuando ya llegaron a la puerta de la cabaña, él le dijo llevándose la mano al pecho:
—Muchas gracias por permitirme acompañarte. De verdad que ha sido un auténtico
placer…
Karen al escuchar la palabra “placer ” suspiró de una forma que no pudo resultar más
idiota y farfullar:
—Gracias a ti, además me has escuchado toda mi chapa sin bostezar. ¡La agradecida
soy yo!
—Qué va. Me he encantado escuchar la historia de este rancho, es un lugar magnífico,
que crea adicción: dan ganas de quedarse para siempre.
Con ella, pero obviamente no se lo dijo.
—No imaginas lo que me costó tomar la decisión de irme a Nueva York, porque es que
lo estás viendo, este lugar es muy especial. Salí llorando como una magdalena…
—Y regresaste igual, por mi culpa —le interrumpió Logan, tremendamente
arrepentido.
—Pues sí, pero todo pasa por algo. Todo tiene un por qué. Y mira, estoy aquí otra vez,
mi padre va a jubilarse en unos días y por fin tengo la posibilidad de hacer las cosas a
mi manera. Quién me lo iba a decir, me pasa el testigo y me da vía libre para hacer lo
que quiera. Nada de intromisiones…
—Bien. Es lo que querías. ¿No es así?
—Sí, pero ahora tengo algo de vértigo. Hay personas que dependen de mis decisiones,
este rancho da a comer a unas cuantas familias. Es una responsabilidad.
—Lo harás muy bien, Karen. Estás más que preparada para afrontar el reto.
Karen suspiró otra vez, sonrió y dijo convencida:
—Por eso te digo que todo pasa por algo… Lo nuestro salió mal, pero porque tenía que
ser así. Mi sitio es este. Y ya está.
Logan se acercó un poco más a ella, negó con la cabeza y masculló:
—Lo nuestro salió mal, porque yo me equivoqué.
Karen se encogió de hombros, le miró y musitó:
—Ya está todo hablado, Logan.
Logan asintió, porque ella tenía razón y hablado estaba. Así que se limitó a decir:
—Buenas noches, Karen. Que descanses.
—Y tú también que te lo has ganado. ¡No sé ni la de copas que habrás puesto!
—Tu padre me ha dicho que se ha batido el récord de recaudación en la caja.
A Karen le encantó escuchar esa noticia y exclamó risueña:
—¡Vamos a tener que contratarte para el resto del verano!
—¡Por mí, feliz!
—Te recuerdo que tienes una compañía enorme a la que seguir llevando a lo más
alto…
—Mi orden de prioridades ha cambiado. Me apasiona mi trabajo, ya lo sabes. Soy
ambicioso. Pero he aprendido que lo más importante de todo es otra cosa. Me gustaría
ser como tu padre, tener una esposa maravillosa, hijos, un rancho… Todo eso.
Y a ser posible con ella, pero no se lo dijo…
—Y lo tendrás. Encontrarás a esa persona. Tú siempre consigues lo que te propones —
le recordó Karen.
A Logan no le gustó para nada escuchar aquello, por eso se apartó de ella y dijo
melancólico:
—Me voy. Buenas noches, Karen.
Karen le miró, y sintiendo que debía darle gracias por lo duro que había trabajado, le
agarró por los hombros y le plantó un beso en la mejilla.
—Muchas gracias por ayudarnos esta noche.
Logan giró el rostro, de tal forma que los labios se quedaron tan cerca que casi podían
rozarse y susurró:
—Lo haría un millón de veces.
Karen sintió un estremecimiento súbito y su sangre ardió entera, como cada vez que
tenía a Logan tan cerca.
Y aunque sabía que llegados a ese punto, lo más sensato era decirle adiós y encerrarse
sola en la cabaña, la mirada azul de ese tío y esa boca que le volvía loca de remate
lograron que hiciera justo lo contrario.
Porque le besó otra vez, pero en esta ocasión en los labios…
Fue un beso sutil, lento, cadencioso… que Logan recibió muy quieto. Y luego
preguntó:
—¿Qué es lo que quieres que haga, Karen?
Karen, con la vista clavada en la boca que acababa de besar, confesó:
—Bésame.
Logan con los labios pegados a los de ella susurró:
—¿Y después?
—Besarme otra vez. Sin parar.
Logan la agarró por el cuello, la atrajo hacia sí y la besó con todas sus ganas, le devoró
la boca, mordisqueó los labios, saboreó su lengua y la dejó sin aliento.
Pero ella quería más y musitó con un hilillo de voz:
—Un momento… Voy a sacar la llave…
Abrió su cartera, sacó la llave y abrió la puerta de la cabaña, en tanto que Logan
preguntaba:
—¿Quieres que pase? Te advierto que me has hablado tanto de tu cabaña de Austin
que tengo una curiosidad tremenda por ver cómo está decorada y demás.
—Te invito a pasar, pero te adelanto que no va a ser para hablar de decoración —
replicó Karen, muerta de risa.
Logan puso una cara de diablo tremenda y preguntó negando con la cabeza:
—¿Ah no?
Karen agarró la mano de Logan y lo empujó dentro de la cabaña:
—Por supuesto que no… —aseguró Karen tras encender la luz y cerrar la puerta tras
ella.
Logan se quedó maravillado contemplando ese lugar que se había imaginado tantas
veces:
—Es tal y como me lo habías descrito. Los retratos de tus yeguas, tus estanterías
blancas llenas de libros, tu escritorio hasta arriba de carpetas repletos de proyectos, tu
armario lleno de Converse, camisetas, Levi’s y botas texanas… Tu perfume floral de
Marc Jacobs… Ese que me enloquece…
—¡Para ya! Ni que estuvieras haciendo un inventario…
—Desde que Gabriel me chivó que estabas aquí, te he hecho el amor cada noche en esa
cama… ¡Lo que nunca imaginé es que tendrías sábanas y cojines de corazones! —
exclamó Logan, risueño.
Karen cogió un cojín en forma de corazón y se lo arrojó a la cara:
—¡Ni se te ocurra meterte con mis cojines! ¡Han sido mi paño de lágrimas durante
todo este tiempo! ¡Lo que les he llorado encima! Pero eso a ti qué te importa…
Logan cogió al vuelo el cojín que dejó encima de la cama, se acercó hasta ella y,
agarrándola por la cintura y estrechándola contra él, musitó:
—Me importa todo lo que tenga que ver contigo.
—Tú lo que eres es un cotilla, ¡no puedo creer que estés escudriñando mi habitación! Y
que sepas que los corazones me encantan… Soy muy romántica y soñadora, y ahora
búrlate de mí todo lo que quieras.
—¿Por qué me iba a burlar? —preguntó Logan arqueando una ceja.
—Porque eres un cínico y un descreído.
—Te equivocas. Si viviéramos juntos lo llenaríamos todo de corazones. Hasta la taza
del váter… Pero ya sé que no…
—Jajajajajaja. No, ¡desde luego que no! Jamás tendría una taza de corazones.
—No, si digo que no a lo de vivir conmigo.
—Ah, eso es más que obvio. ¡No hay ni que decirlo!
Logan no esperaba otra respuesta, pero con todo preguntó:
—¿Y por qué estamos abrazados en tu habitación? Recuérdamelo, porque no me
queda claro…
—Porque te he pedido que me beses y quiero que sigas haciéndolo…
Logan la besó despacio en los labios, ella luego los entreabrió y de nuevo las lenguas
volvieron a encontrarse haciendo cada vez el beso más húmedo y más profundo.
Y tras ese beso vino otro y otro y otro más…
Seguidamente, Logan deslizó la mano hasta la cremallera de atrás del vestido de
Karen, la bajó lentamente y liberó los pechos que quedaron al aire.
—Qué ganas tenía de quitarte estas cosas. Las odio. Prefiero que marques pezones —
masculló al tiempo que le retiraba las pezoneras.
—¡Eres un cerdo! Pero lo peor es que me encanta… —confesó mientras Logan tras
tirarle de los pezones, se agachaba para darle unos mordisquitos que hicieron que
Karen jadeara derretida.
—Y ahora dime que no llevas bragas, llevo toda la noche fantaseando con eso…
Y Logan le bajó el vestido que cayó a plomo al suelo y comprobó que:
—Las llevo, pero me sobra todo…
Y a Karen le faltó tiempo para desprenderse de ellas…
Capítulo 23
Y para que no se quedara sola, Logan se despojó de toda su ropa y se quedó también
desnudo frente a ella.
—¿Por qué estarás tan bueno? —farfulló Karen contemplándole maravillada.
Logan sonrió y contestó mirándola embelesado:
—Yo solo sé que estoy enamorado de ti hasta las trancas.
—Prefiero que me digas guarradas.
—Te digo lo que quieras, pero la verdad es esa…
—Y ya sabes cuál es la mía… —repuso Karen, acariciándole los pectorales marcados,
los abdominales y finalmente bajando justo hasta ahí.
—Duele…
Karen que tenía la durísima erección en la mano y acababa de apretarla, le miró
sorprendida y preguntó:
—¿Te duele?
—No, eso no. Me refiero a no ser correspondido… Pero por mí no te preocupes…
Karen recorriendo la dureza desde la raíz a la punta con los dedos le sugirió:
—Si crees que esto puede confundirte, lo dejamos…
—¿Confundirme? Qué va. Solo va a hacer que me cuelgue más de ti. Pero te repito que
tranquila… Lo llevo bien.
—Yo es que la primera vez que hago esto de sexo por el sexo… Y… ¿Qué quieres que te
diga? ¡Me encanta!
Y como le gustaba tanto, cayó de rodillas frente a ese dios griego, tomó la erección con
la mano y la lamió de un modo tan sexy que Logan gimió estremecido.
Luego, se la metió en la boca, aceptó todo lo pudo hasta que Logan la agarró por el
pelo y dando un sutil tirón le obligó a apartarse.
Acto seguido, apoyó la punta ligeramente sobre los labios jugosos, ella abrió de nuevo
los labios y él se hundió en esa humedad cálida que empezó a penetrar.
Y qué delicia era la dulce boca de Karen, que había sido suya cada noche en sus
fantasías, y que ahora de nuevo le estaba dando un placer que no había conocido
jamás.
—Dime que no es un sueño… Dime que esto es real…
Desde luego que era tan real que para que no le cupiera la menor duda, Karen
profundizó mucho más, salió y entró, a un ritmo que se fue haciendo cada vez más
intenso y contundente…
Y es que Karen lo quería así, quería sentirlo, aceptarlo bien dentro, darle un placer que
le estremeciera por completo, como justo en ese instante lo estaba haciendo.
Pero llegó un punto en que aquello no fue suficiente y fue entonces cuando Karen
decidió ir más allá, cruzar los límites, aceptar, tensar, sentir más que nunca, tomarlo
entero…
Y así estuvo hasta que fue Logan quien pasó a marcar el ritmo, tiró del cabello con su
suavidad, ella echó la cabeza del todo hacía atrás, y él se deslizó duro y contundente.
Karen estaba al límite, dos lágrimas recorrían su rostro del esfuerzo, pero no pensaba
dejarlo ahí. Lo quería todo. Y Logan se lo dio. Tironeó de sus pezones que estaban
durísimos y se hundió y se hundió hasta que ella sintió que ya no podía resistir más, le
clavó las uñas en las nalgas y él estalló entre jadeos agónicos impactándose en lo más
profundo de la cálida humedad.
Ella cerró los ojos, sintió como esas esencias se deslizaban por su garganta al tiempo
que sentía que su sexo ardía de tal modo que estaba al borde del orgasmo.
Logan entonces se arrodilló frente a ella, la agarró por el cuello y devoró la boca que
había hecho suya, voraz, salvaje, implacable.
Luego descendió hasta los pezones que mordisqueó a conciencia, mientras con la
mano bajaba hasta el sexo henchido y enterraba dos dedos hasta el fondo.
Karen se estremeció con la invasión, Logan le lamió la boca de un lengüetazo, sacó los
dedos, se incorporó y la tomó de la mano para levantarla.
Karen temblando de deseo, se puso de pie, él se situó detrás de ella y Logan volvió de
nuevo a torturar los pezones de una manera exquisita.
Después, descendió con una larga caricia hasta el sexo que presionó con su mano
grande y fuerte, acarició los labios, suave y cadencioso, hasta que Karen jadeante, pidió
más y él comenzó a dar sutiles tironcitos a esos pliegues tan mojados.
Karen gemía, se mordía los labios, se pellizcaba los pezones, aquello era una locura
que se hizo extrema cuando él introdujo un par de dedos y comenzó a estimularle ese
punto que no tenía secretos para él.
Logan conocía tan bien su cuerpo, que sabía tocarle exactamente donde había que
hacerlo para arrancarle un placer indescriptible.
Y así estuvo acariciándola y ella aceptando todo ese placer extremo, hasta que llegó un
momento en que Karen sintió que no podía más:
—Necesito estallar, dámelo Logan… Te lo suplico…
—Todavía no. Aguanta. Será más intenso, será más potente…
Y siguió penetrándola, más duro todavía, más implacable, al tiempo que estimulaba
ese punto y la hacía gritar más y más…
Tanto que cuando Karen creía que aquello ya iba a desbordarla por completo, él
golpeteó el clítoris con el pulgar, con tal precisión y contundencia, que ella estalló en
un orgasmo brutal.
Pero ella sabía por propia experiencia que con Logan aquello nunca terminaba ahí.
Él siempre exigía más y ella se lo daba…
Él le había enseñado a dárselo…
Porque como la primera vez que logró aquello con su cuerpo, para su más absoluto
asombro, cuando todavía su sexo se estremecía por los espasmos orgásmicos, Logan la
penetró duro con sus dedos, estimuló ese punto con fruición, y sucedió que instantes
después Karen sucumbió a una oleada de placer mucho más fuerte que la invadió
entera… Y creyó enloquecer…
—Eso es. Dámelo, preciosa, dámelo todo…
Karen se tiró del pelo, se pellizcó los pezones, gritó, lloró, él golpeteó el clítoris y ella
sintió que su sexo estallaba de un modo tan salvaje que algo brotó de su interior y se
derramó por completo.
Maravillado por la generosidad y la entrega de la mujer que amaba, Logan la abrazó
fuerte, así como estaban, por la espalda, y luego le dio la vuelta para besarla en la boca.
Karen temblorosa y exhausta, se llevó la mano a los muslos y asombrada musitó:
—No puedo creerlo… Siempre me quedo fascinada como la primera vez… Aquel día
en tu casa, yo no podía creerlo, jamás había experimentado nada igual. Licuarme
entera. Pero es que tú eres un…
—Yo nada —le interrumpió Logan—. Es tu fuego, es tu pasión, es tu entrega, eres tú y
solo tú. Te permites sentir y eso es lo que pasa cuando lo das todo. Hasta el final…
—No. Esto es lo que pasa cuando estás con un dios del sexo.
—Yo solo expreso con mis caricias lo que siento por ti.
Logan la besó en la boca, enterrando dentro la lengua, mordisqueando los labios,
saboreándola bien y ella susurró con los labios pegados a los de él:
—Sé que jamás podré gozar con nadie como contigo. Sé que este placer solo lo
conoceré contigo, Logan Carter. Siempre serás mi maestro y sé que eres el mejor. Un
auténtico virtuoso del sexo.
—Yo solo sé que no quiero estar con nadie más que contigo.
—Tú sí que eres puro fuego, tienes tanta pasión dentro que una sola mujer no puede
saciar tus instintos salvajes.
Logan la miró a los ojos, le acarició los labios con la punta del dedo índice y musitó:
—Tú eres la única a la que quiero amar. Y tú nunca vas a saciarme, porque siempre voy
a tener ganas de ti.
Logan empujó el dedo, ella abrió los labios y él lo hundió hasta el fondo. Karen lo
lamió, mirándole estremecida de deseo y él lo sacó muy despacio, para chuparlo
después como si fuera el más exquisito manjar.
—Y yo te deseo de una forma que me desborda… —reconoció Karen.
Logan la besó en el cuello y le susurró al oído:
—Tenemos toda la noche…
Capítulo 24
Cuando Karen se despertó a las siete de la mañana, con agujetas por todo el cuerpo,
porque se habían pasado la noche haciendo el amor y apenas había pegado ojo, Logan
ya no estaba.
Agradeció que se hubiera marchado, porque despertar juntos habría sido demasiado
íntimo y era mejor así.
Aunque no habían pasado ni unas horas y se moría por estar con él otra vez.
Maldita adicción.
Luego, abrió la persiana, entró la luz del sol que ya estaba a empezando a pegar fuerte,
y abrió las ventanas de par en par.
Respiró hondo y se estiró… Le dolía todo el cuerpo, pero se sentía mejor que nunca y
además entraba un olor a campo por la ventana que daba gusto.
¿Cabía mayor felicidad?
Luego, se fue derecha a la ducha, desayunó algo rápido y se encerró en el despacho a
empezar a lidiar con su nueva vida de directora.
Además, por si acaso se le había olvidado en cuanto abrió su correo electrónico
encontró que su padre le había reenviado un montón de mensajes con asuntos
urgentes que había que resolver cuanto antes.
Asuntos que acabó casi a la hora del almuerzo, cuando por cierto recibió la visita de su
padre…
—¡Buenas, directora! —exclamó su padre con sorna—. ¿Ya has descubierto el horror
que supone que se cumplan tus sueños?
El señor Cook se sentó frente a ella, se quitó el sombrero que dejó sobre su regazo y
tras limpiarse el sudor de la frente con la mano, escuchó como su hija refunfuñaba:
—Sabía que esto de enviarme toneladas de mails con asuntos urgentes es una
estrategia para disuadirme y darle la dirección del rancho a otro.
—Jajajajaja. Eso es el pan nuestro de cada día, hija. ¡Y este marronazo es todo para ti!
¡Ni a mi mayor enemigo le endoso yo esto!
Karen bufó y luego se echó a reír porque aunque le había costado, ya sabía cómo era el
humor de su padre:
—Tranquilo, que lo haré bien.
—Lo sé. El rancho Cook está en las mejores manos.
Karen frunció el ceño y preguntó porque con su padre nunca se sabía si hablaba o no
en serio:
—Papá no sé si…
El señor Cook se revolvió en la silla y contrayendo el gesto replicó:
—¡Qué sí! ¡Válgame el cielo! ¡Créeme de una maldita vez! Hemos tenido muchos
puntos de desencuentro, pero sé que lo vas a hacer de maravilla. ¡Mucho mejor que yo!
Así que estoy tranquilo… Y ya he empezado a disfrutar de lo bueno, me he pasado la
mañana con los chicos en las cuadras que es lo que verdaderamente me gusta. Luego
me he dado un buen paseo a caballo con el señor Carter. Es un apasionado de los
caballos y ¡monta de maravilla!
Karen se puso roja como un tomate, estaba tan nerviosa que se abanicó con la mano y
musitó:
—¡Qué bien!
—Sí, pero es que antes ha estado trabajando duro en las cuadras. Pero como un peón
más… Este muchacho es una cosa prodigiosa. Estamos haciendo muy buenas migas…
—Vaya —masculló Karen esbozando una sonrisa.
—Y ha sido en ese paseo hasta la linde del sur, cuando nos hemos encontrado con el
vecino…
—El señor Morris.
Que era el vecino con el que habían tenido tantos pleitos y con el que ahora les unía
una estrecha amistad.
—Sí. Nos ha invitado a su casa. Logan se ha echado también una partida de ajedrez
con él. Es bueno… Es muy bueno en todo…
Karen no pudo evitar suspirar, que se lo dijeran a ella que había tocado el cielo con los
dedos… ¡y había hasta olvidado la de veces! ¿Por qué cuántas veces se había corrido
anoche?
—Un montón… que sí… que digo que es muy bueno.
—Después del ajedrez, el señor Morris nos ha sacado algo de picar y ahí nos ha
contado que vende el rancho.
Karen que siempre había soñado con ampliar el rancho Cook y levantar un resort y spa
de lujo, se quedó alucinada y preguntó con el corazón latiéndole a mil.
—¿Cuánto?
—De momento no le ha puesto precio, pero nos ha contado que se muda con su hija a
Toronto y que ya no tiene sentido seguir con el rancho. Dice que quiere venderlo a
alguien que ame esto tanto como él. Y ha pensado en nosotros…
—Tú sabes que llevo toda la vida soñando con esa finca…
—Tanto que llegué a pensar que eras lesbiana y que lo que en realidad querías era
casarte con Miranda Morris… Y no me habría importado, al contrario… Sabes lo que
aprecio a los Morris…
—Lo sé. Y no, jamás he estado enamorada de Miranda… Pero sí de su rancho, tiene
una ubicación maravillosa, es más grande que el nuestro y se podrían hacer tantas
cosas. El rancho Cook tiene que seguir como está, un rancho familiar, tranquilo y
tradicional en el que te sientes como en casa… Y en el rancho Morris, si llegara a ser
nuestro, podríamos ejecutar un proyecto innovador, moderno y de grandísima calidad
que tengo completamente desarrollado. Pero claro, hay que hacer números…
—Como sé que esas ideas te rondan por la cabeza, le he dicho que en cuanto sepa la
cifra que contacte contigo. ¡Tú estás ahora a los mandos! Y tú serás la que tomes las
decisiones… Y ahora te dejo, que he quedado con Logan para almorzar en quince
minutos. Si quieres venirte…
—Tengo mucho trabajo…
—Pero hay que alimentarse. Así que haz un alto y vente con nosotros. Le he pedido a
Logan que se venga a comer y a cenar a casa mientras esté aquí. Nos cae muy bien a
todos, y luego por la tarde irá con tus hermanos a hacer rafting por el río.
Madre mía, pensó Karen, el señor Carter estaba metido hasta en las cocinas…
No solo dormía en su cama, sino que lo tenía sentado en la mesa familiar.
Pero no pasaba nada, porque como ella lo tenía todo clarísimo, como todo estaba bajo
control, decidió no preocuparse lo más mínimo por eso.
Luego, su padre se despidió, pero con lo que ella no contaba era que a los cinco
minutos fuera a tocar Logan a su puerta, abriera, asomara la cabeza y preguntara:
—¿Te ha contado tu padre?
Karen le pidió con un gesto de la mano que pasara, porque solo le faltaba que los
pillaran cuchicheando en la puerta y respondió:
—Le caes muy bien. ¡Quiere tenerte sentado a su mesa! ¡Qué le vamos a hacer!
—Ah, eso… Sí. ¿Te importa?
—No. Les caes genial a todos… ¡Ya no puedo hacer nada! ¡Me estás robando a mi
familia, pero tendré que asumirlo!
—Jajajajaja. Pues no me importaría… Siempre he deseado tener hermanos y con tu
padre compartimos tantas cosas… Yo amo esta tierra, Karen, pasé los mejores veranos
de mi infancia en el rancho de mi abuelo Arnold en San Antonio. Para mí esto es
volver a ese paraíso. ¡Y encima contigo! ¿Qué tal anoche?
Karen carraspeó un poco porque se puso nerviosa y contestó:
—Bien, bien…
—Apenas hemos dormido, pero estoy mejor que nunca. Me echaré un rato después de
comer y luego me iré a hacer rafting con tus hermanos.
—Y me ha dicho mi padre que has estado trabajando…
—Ya sabes que no puedo parar, atendí unos cuantos asuntos pendientes de la oficina y
me fui a las cuadras. Luego, me di un paseo con tu padre y estuvimos hablando con el
vecino. ¡Por eso he pasado! ¿Qué te parece que el señor Morris venda su rancho? ¡Es tu
oportunidad! ¡Siempre has soñado con eso!
Karen le había hablado muchas veces de su sueño de montar un rancho de lujo y la
verdad era que parecía incluso más entusiasmado que ella.
—Me lo ha contado, pero aún no sabemos la cifra. Y luego tendremos que hacer
cuentas…
—Cuando nos ha contado que vendía por poco no he dado un salto de alegría. Sé lo
que significa para ti. Sé que te encantaría tener ese lugar para desarrollar eso en lo que
has trabajado tanto… Recuerdo aquel día en el que apareciste en casa hasta arriba de
carpetas, cuando me mostrarte dibujos, dossiers, y hasta diseños de posibles ranchos
resorts. Pues ya es el momento de dejar de soñar… ¡Ya lo tienes!
Karen sintió un vértigo tremendo, pero Logan tenía razón. Había llegado el momento
de luchar por lo que siempre había soñado:
—He deseado tanto ese rancho, que casi ni me lo creo… Pero sí… Estoy ansiosa
porque me dé la cifra y empezar a hacer números.
—Saldrá todo bien. Ya lo verás. Y ahora te dejo que tu padre me espera para almorzar.
—Me ha pedido que me una a vosotros…
A Logan se le encendió la mirada, porque no había cosa que le hiciera más ilusión:
—Yo feliz… Me moría por volver a verte… He estado toda la mañana aguantándome
las ganas de pasarme por aquí con cualquier excusa, de mandarte tropecientos
wasaps… Pero gracias al señor Morris he venido con una buena razón.
—Jajajajaja. ¡La mejor!
Y tras reírse, las tripas de Karen sonaron de una forma tan fuerte que Logan comentó:
—Yo creo que tendrías que venirte a almorzar. Tu padre me ha dicho que había pastel
de carne…
Karen se llevó las manos a la cara y exclamó muerta de hambre:
—¡Y encima pastel de carne! Uf. ¡Qué tentación! Espera, anda, que me voy contigo…
Capítulo 25
Los días siguientes transcurrieron la misma forma, mucho trabajo, comidas
compartidas en familia y noches de pasión locas totales.
Karen seguía luciendo unas ojeras tremendas, pero esta vez eran de felicidad absoluta
porque se sentía como nunca.
Desde que había descubierto las ventajas de entregarse al más puro sexo por el sexo,
sin implicaciones emocionales, ni demás complicaciones, estaba de maravilla.
Sobre todo porque Logan se lo estaba poniendo muy fácil y decía que aceptaba
perfectamente la situación.
Estaban las cosas claras entre ellos y los dos aceptaban las reglas.
Así que no había nada de lo que preocuparse…
Además, ella estaba muy centrada en el trabajo y más desde que se había enterado que
el rancho Morris estaba a la venta.
No en vano, al día siguiente de recibir la noticia recibió la llamada del señor Morris
que le comunicó el precio de venta. Un precio exclusivo para ella, un poco por debajo
de lo que estaba en el mercado, en deferencia por ser sus vecinos y porque el señor
Morris quería que su rancho quedara a buen recaudo, en las mejores manos.
Karen le agradeció la generosidad y desde ese día se puso a estudiar a conciencia la
viabilidad de la compra.
Se reunió con Thomas el contable que llevaba los asuntos del rancho, le pasó todos los
libros y Karen se puso al tanto por primera vez de la realidad del rancho Cook.
Hasta entonces, jamás había revisado las cuentas; su padre siempre decía que estaba
todo bien y solo ponía objeciones a introducir cambios y mejoras.
Después de ver los libros de contabilidad entendió la razón.
Aquello era lo comido por lo servido y encima todavía se estaban pagando los créditos
de la ampliación de las cuadras y de la reforma de las cabañas.
Por lo que ir a negociar al banco un crédito hipotecario con esos números era a todas
luces una misión imposible.
Y en esas estaba, cuando Logan se plantó en su despacho y notó que algo pasaba:
—¿Todo bien? —preguntó, sentándose frente a ella.
Logan llevaba ya una semana en el rancho y se movía por todas partes como Pedro por
su casa.
De hecho, entraba y salía de todas las dependencias como si fuera uno más…
Karen por su parte se revolvió en su asiento y con una cara de decepción tremenda, le
confesó:
—Pensaba que la situación financiera del rancho era otra muy distinta. Que teníamos
liquidez, que se estaban gestionando las cosas de otro modo y que este rancho era
jodidamente rentable. Obviamente sabía que mi padre no era millonario, pero sí que
teníamos cierto colchón… ¡Y resulta que no solo lo tenemos sino que aún estamos
pagando dos créditos!
—¿No tenías acceso a las cuentas?
Karen le miró desafiándolo y respondió batiendo las manos:
—No había manera, se lo pedía hasta el hartazgo; pero tu amigo el señor Cook es así
de cabezota.
Logan estaba convencido de que tenía que ser por otra razón:
—No creo que fuera una cuestión de tozudez, sino que no querría preocuparos.
Preferiría que estuvierais al margen de todo…
—Eso sería antes, porque el otro día cuando me contó que el señor Morris vendía el
rancho, tampoco me dijo nada. Se limitó a decirme que yo estaba a los mandos y poco
menos que hiciera lo que me diera la gana. ¿Qué se pensará que voy a hacer milagros?
¿Pero cómo me van a dar un crédito con esta contabilidad de mierda?
A Logan no le gustó para nada ver a Karen tan agobiada y le recordó:
—Tú padre no es un hombre de empresa, no tiene tu formación, él heredó esta rancho
y lo gestionó como mejor supo. Os sacó a adelante a todos y unas cuantas familias
comen de esto… No deberías ser tan dura con él a la hora de juzgarlo. Es una
contabilidad correcta, para un rancho familiar…
—Pues con esta contabilidad tan correcta no vamos ni a la vuelta de la esquina. Así
que adiós al rancho Morris… ¡Y eso que me ha dejado un precio por debajo del de
mercado!
Logan la miró muy serio, se echó hacia delante en la silla y le recordó:
—¿Recuerdas a que me dedico?
Karen negó con la cabeza, porque aquello era un absurdo mayúsculo:
—¿Te recuerdo que los negocios pequeños están fuera del campo de acción de tu
compañía?
—Me interesa invertir en hostelería y turismo. Llama ahora mismo al señor Morris y
dile que vamos adelante con la operación.
—Te interesa invertir el capital de tu compañía en grandes empresas hoteleras, no en
un ranchito perdido en Austin.
—No vamos a comprar con el capital de la compañía. Lo compraré de mi propio
bolsillo y tú y yo seremos socios.
Karen le miró alucinada porque lo que estaba escuchando era delirante:
—Jajajajajajajajaja. ¿Socios? ¿Pero tú me has escuchado? ¡No tenemos liquidez!
—Cómprame una participación, por pequeña que sea. Y a medida que el negocio vaya
a más, sígueme comprando… Tendrás siempre derecho a compra preferente y precio
fijo, hasta un tope del 51%
Las condiciones eran más que generosas, pero ser socia de Logan implicaba
demasiadas cosas.
—¿Y tú para qué quieres invertir en un rancho en Austin?
—Voy a mudarme a Austin. Los terrenos de Morris son enormes, quiero construirme
una casa en la que hacer realidad mis sueños…
—¿Los sueños de la mujer, los niños y todo lo demás? Y tenerme a mí de vecina…
¿Pero tú lo has pensado bien?
—No. En mi sueño tú eres la mujer y la vecina. Lo quiero todo.
Karen no pudo evitar echarse a reír y cuando iba a replicarle algo, alguien golpeó la
puerta con los nudillos…
—Sí, pase… —habló Karen alto y claro.
La puerta se abrió y apareció Belinda que al ver que estaba ocupada, se disculpó:
—Perdón, no sabía que estabas reunida. Solo una cosa ¿sabes dónde está tu madre?
Tengo un montón de llamadas perdidas de ella, no para de mandar mensajes para
decirme que tiene algo muy importante que contarme. La llamo y no me lo coge… Es
que no coincidimos… Y la escribo y me dice que es algo que tiene que hablarse cara a
cara… Que no me preocupe, que está todo bien, pero que es algo… delicado. No sé
qué será. Pero el caso es que no he podido acercarme al rancho hasta hoy, parece que
todas las yeguas de Texas se han puesto de acuerdo para parir esta semana y he tenido
que ejercer de asistente de Ralph.
Karen sin saber de qué estaba hablando, ni qué era eso tan importante que su madre
tenía que contarle, le dijo:
—No sé qué será eso tan delicado. Pero mamá regresa en una hora, ha ido a hacer unas
compras al centro…
—Esperaré entonces. Y perdona por la interrupción…
Y cuando Belinda ya se marchaba, Karen le pidió:
—Tranquila. Espera, que te presento a Logan, es Logan Carter mi exjefe, y Logan ella
es Belinda, Belinda Moore, la esposa de nuestro veterinario y la maravillosa repostera
que me ha enseñado las recetas más deliciosas, incluida la del bizcocho de jengibre y
naranja que dices que retrotrae a tu infancia…
Logan que apenas había mirado de refilón a esa mujer en cuanto entró en el despacho,
ahora se giró por completo y sintió que aquello no podía ser.
Y Belinda, que le había pasado lo mismo, que apenas había reparado en el joven que
conversaba con Karen, en cuanto escuchó su nombre, se giró y vio esa mirada azul,
creyó que iba a caerse al suelo de la impresión.
—¡No puede ser! —farfulló, muy nerviosa, con los ojos llenos de lágrimas.
Logan se puso de pie, también muy alterado y, con las mandíbulas apretadas y la voz
tomada, replicó:
—Pues sí. Claro que puede ser…
Karen sin entender nada, se levantó también y les preguntó perpleja:
—¿Os conocéis de San Antonio? ¿De la época en la que tu abuelo Arnold tenía el
rancho?
Dos lágrimas enormes recorrieron el rostro de Belinda y con el corazón encogido
respondió:
—Arnold es mi padre…
Capítulo 26
Karen de repente lo entendió todo, el punto de tristeza que Belinda siempre tenía en la
mirada y por qué soñaba un final feliz para su historia con Logan.
Y evidentemente, también dedujo que su madre estaría también en el ajo, porque era
obvio que conocía toda su historia.
Por eso habría estado llamándole esos días, para advertirle de que su hijo estaba en el
rancho.
Ese hijo del que hacía años que no sabía nada, y que por las cosas del destino Karen
acabó trabajando con él…
Seguro que su madre y Belinda durante su estancia en Nueva York habrían estado
fantaseando con posibles escenarios en los que todo acabaría bien.
Porque era obvio que Belinda quería a su hijo, desconocía las razones por las que había
tenido que huir, pero seguro que había una explicación.
Belinda era una mujer adorable y buena, la conocía muy bien y tenía que haber una
razón.
Por eso, muy emocionada les dijo a los dos:
—Os dejo solos…
Karen se dirigió hacia la puerta, sin embargo Logan la retuvo y le pidió:
—No tengo nada que hablar con esta mujer…
—Logan yo… —musitó Belinda, retirándose las lágrimas con los dedos.
—Escúchala, por favor… —le suplicó Karen.
—Todo lo que tenga que decirme llega tarde. Demasiado tarde.
Belinda bajó la vista al suelo, Karen la agarró por el brazo y salió en su defensa:
—Belinda es mi amiga y no pienso consentir que le hables en ese tono. En este rancho
la adoramos y es como de la familia…
—¡Qué suerte tenéis! Porque Belinda tenía una familia y le importó un bledo
abandonarla…
Karen reprobó con la mirada a Logan, porque cada vez que abría el pico se mostraba
más duro con Belinda que estaba destrozada.
—No sabía que Belinda tenía un hijo. Hace poco yo creo que me quisiste contar tu
historia, pero yo te aburrí con la mía…
Belinda negó con la cabeza y le recordó a Karen:
—No me aburres nunca, tesoro. Y sí, ese día quise hablarte de Logan, es una historia
muy triste… Tu madre la conoce bien, es la única persona que conoce mi drama y ha
sido mi paño de lágrimas durante todo este tiempo.
Logan soltó una carcajada que sonó horriblemente mal, y en un tono de lo más cínico
replicó:
—¡Tu drama! ¡Esto es de chiste! Abandonaste a un niño de trece años y resulta que es
¡tu drama!
Karen le miró ofuscada y repuso para que dejara de tener esa actitud beligerante:
—¿Quieres dejar que se explique?
—Si hubiera querido explicarse, me habría venido a buscar hace muchísimo tiempo.
Tengo treinta y cuatro años, esta señora salió de mi vida cuando tenía trece. ¡Fíjate si
ha tenido tiempo de explicarse!
Belinda rota de dolor, miró a Karen y susurró temblando entera:
—Tiene razón. Lo mejor es que me vaya.
Karen con un nudo en la garganta tremendo, porque conocía bien a los dos y los
quería, sentía que aquello no podía quedar así:
—No te vayas, por favor. Yo sí quiero escucharte. Y Logan lo hará también.
Logan la miró alucinado, se encogió de hombros y masculló:
—¿Yo? Mira, Karen, te agradezco lo que estás haciendo, pero no hay nada que
justifique lo que esta señora hizo.
Belinda rota de dolor, miró a su hijo y musitó mientras se enjugaba las lágrimas del
rostro con los dedos:
—Aquel día, tuve una discusión muy fuerte con tu padre. Nos conocimos en el rancho
de tu abuelo Arnold, fue un romance de verano. Él vino a descansar a nuestro rancho y
cuando terminaron sus vacaciones me dejó. Yo me quedé embarazada y tu abuelo se
enteró. Se plantó donde el despacho de tu padre y le exigió que se casara conmigo. Tu
padre tenía muchas novias y no me quería. Pero con todo, accedió a casarse… Yo tenía
apenas diecisiete años, estaba estudiando, tampoco quería casarme, pero acabamos
haciéndolo por el bien de todos. O eso fue de lo que me convencieron. Y el matrimonio
fue un auténtico infierno. Yo sí estaba enamorada de él, pero nunca fui correspondida.
Y tu padre nunca fue discreto, llegaba con marcas de carmín, compraba joyas que no
eran para mí y se paseaba por todas partes con las amantes de turno. Incluso llamaban
a casa… Cansada de tantas humillaciones, le pedí el divorcio y le dije que me volvía a
San Antonio. Se negó en rotundo… Me amenazó con que si me iba, ni el abuelo ni yo
volveríamos a verte…
Logan que estaba escuchando a su madre con el gesto contraído y los puños apretados,
masculló furioso:
—¡Lo que me faltaba por oír! ¿Pero cómo tienes la desvergüenza de culpar a mi padre,
de pintarlo como un diablo?
Karen tendió la mano a Belinda que siguió con su relato:
—Tu padre me hizo la vida imposible a partir del momento en que le comuniqué que
quería marcharme. Consiguió que me echaran de mi trabajo, apenas me dirigía la
palabra y si lo hacía era para decirme que no valía para nada, y que no iba a ir a
ninguna parte sin él. Pero no logró destruirme, acudí a un abogado, le conté todo y le
pedí que preparara la demanda de divorcio. Al enterarse, tu padre se volvió loco y
contrató al mejor bufete de abogados. Manipularon, tergiversaron, aportaron informes
falsos y me destrozaron la vida entera. Perdí tu custodia y tu padre fue más allá, me
exigió para no separarte de tu abuelo que pagara un precio. Y ese precio fue salir de tu
vida. Yo sabía lo que tu abuelo significa para ti y por nada del mundo hubiese
permitido romper ese vínculo…
Karen con los ojos llenos de lágrimas murmuró, muy emocionada, apretando fuerte la
mano de Belinda:
—Así que renunciaste a Logan por amor…
Logan tras revolverse el pelo con la mano, estalló enfurecido:
—¡Pero qué clase de farsa es esta! ¡Si tú misma dejaste una carta manuscrita donde
decías que te ibas con tu amante a Europa!
—Falsificaron mi letra. Yo no escribí nada de eso. Yo tuve que irme el día más hermoso
de mi vida, porque tu padre así me lo exigió. O salía ya, o tu abuelo tampoco volvería a
verte. Y yo sabía que tu padre era muy capaz de cumplir con su amenaza. Ya lo hizo
con tu tía Joana, cuando se casó con alguien que a tu padre no le gustaba y no paró
hasta destrozarle la vida.
Logan puso una cara de asco tremenda y repuso llevándose la mano al vientre:
—¡Deja de decir mentiras! Mi tía Joana se destrozó la vida sola, se casó con un
borracho, montó negocios ruinosos y ahora viven de la caridad. Papá ha intentado
ayudarles, pero su orgullo no se lo permite.
—Tu tía se casó con un hombre maravilloso que acabó alcoholizado por culpa de que
tu padre bien que se ocupó de arruinar cada negocio que emprendían. Habla con ella y
descubrirás por que no quiere saber nada de tu padre.
A Logan había algo que no le cuadraba, por eso le preguntó enojado:
—¿Y si mi padre es tan malo por qué mi abuelo Arnold se quedó a su lado?
—Porque tu padre le engañó. Yo estaba en tratamiento y tu padre contrató a alguien
que me tomó fotos abrazada a mi psicólogo. Tu padre las mostró al abuelo Arnold, le
mintió, le dijo que era mi amante y que quería el divorcio para irme con él a Europa. Yo
no pude desmentirlo porque tu padre me amenazó con que si decía la verdad, ni tu
abuelo ni yo volveríamos a verte. Así que para que al menos vosotros siguierais juntos,
decidí salir de vuestras vidas… Me vine a Austin, encontré el trabajo, encontré el
amor, hice amigos maravillosos como los Cook y no he dejado ni un solo día de pensar
en vosotros. Os he seguido siempre los pasos, he contratado a detectives, he estado
cerca sin que me vierais, incluso os he espiado en Navidad a través de las ventanas…
Cuando cumpliste dieciocho años hablé con tu padre, le dije que ya no podía más y
que iba a contarte toda la verdad. Me dijo que si me atrevía a hacerlo, traería
consecuencias. Con todo, le desafié y te envié un correo electrónico a tu dirección de la
universidad que él interceptó. No sé cómo pero lo hizo… Y al día siguiente, mi marido
y yo tuvimos un accidente de coche. Nunca pudimos demostrar que fue provocado.
Pero yo no creo en las coincidencias… Y ya no me atreví a intentarlo más… Y a partir
de ahí, no he dejado de rezar para que fueras tú el que me encontraras. Para que
vinieras a mí, aunque solo fuera para conocer el por qué…
Logan que estaba desbordado por lo que acababa de escuchar, se sentó en la silla y
masculló:
—Esto solo puede ser una pesadilla…
Karen se acercó a él, le apretó fuerte los hombros y le habló con cariño:
—No, Logan. Es justo ahora cuando te has despertado de la pesadilla. Tu madre
siempre te ha querido.
Belinda asintió con la cabeza y, muy conmovida, le confesó a su hijo:
—Y el “te quiero” que me dijiste aquel día ha sido mi sustento durante todos estos
años. No hay día que no lo recuerde.
Logan que no daba crédito a lo que estaba escuchando, porque las palabras de su
madre acababan de poner del revés todo su mundo farfulló:
—Esto es demasiado fuerte. Necesito digerirlo. Necesito hablar con mi padre, con mi
tía Joana, con mi abuelo Arnold. Si todo esto que cuentas es cierto, hablaremos…
Karen pasmada con lo que estaba escuchando reprendió a Logan gritando:
—¿Cómo que hablaremos? Tu madre está diciendo la verdad. ¿Por qué dudas de su
palabra? Belinda es una mujer íntegra, decente y honesta. ¡Te exijo que no la ofendas!
—Mi madre era así, pero la señora que tengo ahora mismo enfrente no sé quién es.
Haré mis averiguaciones y actuaré en consecuencia.
Karen le miró muy cabreada, negó con la cabeza y le espetó:
—¿Cómo puedes ser tan insensible, tan frío y tan bruto?
—Tal vez porque con trece años me juré que no volverían a hacerme daño. Tengo que
protegerme y descubrir la verdad.
—La verdad es lo que acabas de escuchar. Así que deja de decir sandeces y perdona a
tu madre de una vez…
Logan la miró furioso, porque aquello era ya el colmo del cinismo:
—¿Me reprochas tú que no perdone? ¿Tú, señorita Cook? ¿Precisamente tú? ¡Esto es
asqueroso!
Y furioso, salió del despacho dando un sonoro portazo…
Capítulo 27
Logan se encerró en su cuarto con la cabeza que iba a estallarle. Jamás había querido
investigar sobre su madre por pánico a que se confirmaran sus peores sospechas.
Prefería que le quedara la esperanza de que hubiera una razón para su abandono, que
lo hubiera hecho por una causa de fuerza mayor que lo justificara todo.
Y aunque ese no querer saber, era inmaduro, irracional y hasta cobarde, le había
servido para sobrellevar durante estos años el dolor de su pérdida.
En lo más profundo prefería pensar que ella seguía estando ahí y que no se acercaba a
él por alguna razón de peso.
Pero esa razón…
Uf.
Conocer esa supuesta verdad le había tocado demasiado. Su padre tenía la cabeza muy
dura, era testarudo y obcecado, pero no le veía capaz de llegar a esos extremos.
O eso creía.
Puesto que llamó a su tía Joana y le confirmó todo punto por punto. A su padre nunca
le gustó que se casara con Patrick, un carpintero… Él quería que se casara con un
conocido médico que le sacaba veinte años. Un hombre aburrido, serio y poco
agraciado físicamente, por el que Joana siempre sintió rechazo. Así que siguió los
dictados de su corazón, se casó con quien amaba y a partir de ese momento firmó su
sentencia. Porque su hermano no paró de hacerles la vida imposible, hasta dejarles sin
trabajo, ni esperanzas. Solo entonces, el señor Carter padre, les tendió la mano y ellos
rechazaron su ayuda. No en vano, era la única forma que les quedaba de preservar lo
más valioso, su dignidad.
Logan al escuchar el relato de su tía se quedó desolado, pero es que Joana fue a más y
le confirmó que lo que le había contado su madre era cierto.
No se estaba inventando absolutamente nada, eso fue lo que pasó y hasta ese punto
fue capaz de llegar su padre.
Logan con una presión en el pecho que hasta le impedía respirar, de la pura ansiedad,
le pidió a su tía que aceptara su ayuda, le aseguró que a partir de ahora todo iba a
cambiar, y ya que era hora de que empezara a vivir tranquila.
Le pidió su número de cuenta y a los tres minutos Joana tenía la cuenta con tantos
ceros que se desmayó…
Pero sin duda empezaba una nueva vida para ellos, que llegó como algo providencial a
sus vidas, ya que estaban a punto de que los desahuciaran.
Luego, Logan encargó una investigación con carácter de urgencia a sus asesores
legales, para que estudiaran el caso del divorcio de sus padres. Qué fue lo que pasó,
cómo consiguió su padre la custodia, en suma, todo eso que le había contado Belinda y
que le sonaba a ciencia ficción.
Sin embargo, era cierto pues dos días después su asesor le llamó para confirmarle que
su madre perdió la custodia por culpa de un montón de pruebas y testimonios falsos
que Logan tuvo la posibilidad de consultar.
Después de ojear toda esa mierda, tras revolverse entero por la canallada que le habían
hecho a su madre, cogió el teléfono y llamó a su padre:
—Logan, ahora te llamo… Estoy a punto de finalizar un hoyo…
Y se escucharon de fondo las risitas de unas mujeres…
Él sabía que a su padre le gustaban las mujeres, siempre le había visto rodeado de
ellas, pero pensaba que lo hacía para afirmarse, para restañar su ego herido, tras el
abandono de su esposa.
Y hasta había llegado a entender que actuara de tal forma.
Ahora que sabía la verdad solo podía sentir un asco infinito que hizo que replicara
muy cabreado:
—¡Manda a la mierda a esa gente! ¡Y escúchame que esto es más importante que tu
puñetero golf! ¡Hace un par de días hablé con mamá! ¡Es amiga de la señora Cook y
me lo contó todo!
El padre de Logan al escuchar aquello, se excusó con sus amigas, se apartó todo lo que
pudo para que no pudieran escucharlo y le soltó a su hijo muy nervioso:
—¡Todo mentira! ¡Todo lo que te diga esa pérfida son infamias y calumnias! Ella nos
abandonó, ella prefirió irse con el tío con el que se revolcaba como una cualquiera, ella
no quiso saber más de ti, ella no estuvo ahí cuando tenías fiebre, ni cuando te rompiste
la pierna esquiando, ni cuando…
Logan furioso, apretó los puños y le exigió a su padre:
—¡Ten al menos la decencia de callarte! ¡Y no seas hipócrita! Tú tampoco estuviste
ahí… ¡Quien estuvo fue el abuelo Arnold que es otra víctima de tu egoísmo y maldad!
—¿Egoísmo y maldad? ¡Ya veo lo envenado que estás por esa zorra!
Logan alzó la voz y le exigió en un tono que no admitía réplica:
—¡Es la última vez que hablas así de mi madre! ¿Me oyes? Lo he investigado todo, he
hablado con la tía Joana, mis asesores se han encargado de desempolvar vuestro caso y
fuiste un demonio. Lo que hiciste con nosotros no tiene nombre. Dejarme sin madre.
Apartarnos de esa forma tan cruel y abyecta…
Pero el padre a pesar de verse descubierto siguió en sus trece:
—¡Y lo haría mil veces más! Me juré a mi mismo que jamás te separarían de mí, que tú
no ibas a pasar por mi mismo calvario y no he hecho otra cosa que cumplirlo. Cayera
quien cayese y aunque provocara sufrimientos a terceros.
—¿A terceros? ¿Cómo puedes ser tan cínico? ¡A mí madre! ¡A tu propia familia! ¿Y
cómo vas a comparar tu situación con la mía? Tus padres se murieron y la tía y tú os
criasteis en un orfanato.
—Un orfanato donde las pasamos canutas y donde me juré que cuando formara una
familia jamás permitiría que nos separaran. Cuando tu madre me pidió el divorcio, me
volví loco. Quería llevarte a San Antonio, yo solo te vería las vacaciones y dos fines de
semana al mes. No podía permitirlo y solo pude asegurarme de que te quedaras
conmigo haciéndolo de la forma en que lo hice. Y no me arrepiento. Te criaste a mi
lado y no creo que lo haya hecho nada mal. Mira lo que has logrado, eres un hombre
respetable, de éxito, admirado…
Logan que ya no podía escuchar ni una palabra más, replicó lleno de bilis:
—¡Nos has destrozado la vida! ¿Y todavía quieres ponerte medallas? Por tu culpa crecí
con una coraza, me blindé por temor a que me hicieran daño y por esa misma razón he
perdido a la mujer que amo. Así que ¡vete a la mierda, padre!
El padre, muy enfadado, replicó a su hijo para que entrara en razón:
—Es muy fácil juzgarme, pero tendrías que estar en mi pellejo. Tú no sabes lo que es
ser un huérfano, no sabes lo que fue nuestra vida. Tú has crecido entre algodones, con
nuestro cariño y…
—Y sin mi madre. ¡Me dejaste sin madre! ¿Y qué pretendes, que te felicite por ello? ¿Te
puedes hacer una idea de cuánto ha sido su dolor?
—Se marchó porque quiso. Yo se lo daba todo a manos llenas. Pero para ella no era
suficiente…
—Se lo dabas a ella y tus tropecientas amantes. Hay matrimonios que no funcionan y
se rompen. Y no pasa nada. Teníais que haber llegado a un acuerdo civilizado,
satisfactorio para ambas partes. ¡Y no lo que hiciste! ¿Pero qué tienes en la cabeza? Yo
no sabía que te comportabas como un repugnante mafioso psicópata… Y encima,
cuando ella se arma de valor y vuelve a por mí… ¡intentas matarla!
El padre resopló furioso y estalló poniéndose a la defensiva:
—¡Qué exagerada ha sido siempre esta mujer! ¡Matarla, dice! Solo quise darle un
sustito. Pero nada más que eso… Mi intención no era esa. No soy un asesino, ni un
psicópata. Solo soy un padre que lucha por su hijo con uñas y dientes. Por ti soy capaz
de todo.
Logan dejó vagar la vista por la ventana, vio el campo, el cielo azul, los pinos al fondo y
le entraron tales ganas de salir a dar un paseo a caballo, de desconectar de todo y
encontrar algo de paz, que le exigió a su padre:
—¡No quiero que hagas nada más por mí! ¿Estamos? ¡Déjame tranquilo! Hablaré con
el abuelo para que se venga conmigo… Tengo pensado mudarme a Austin. La vida en
Nueva York ya no me interesa. Esto es mucho más tranquilo, mucho más de verdad, se
vive la vida de otra forma más sana.
—¿Qué es lo que se te ha perdido allí? ¿Esa chica que te ignora o tu madre que tanto
de lo mismo? ¡Déjate de tonterías y regresa a tu casa! Aquí tienes tu vida, tu empresa,
tu mundo…
—¡Hazme el favor de no inmiscuirte más en mis asuntos! —exclamó con un cabreo
monumental. ¿Pero cómo todavía se atrevía a decirle lo que tenía que hacer?
—Tú nunca hiciste buenas migas con tu madre, te ponía de los nervios su carácter…
Es demasiado emotiva, sensible y pasional… Tú eres como yo, racional, equilibrado,
serio, cerebral… Esa mujer acabará decepcionándote, acabarás hasta la coronilla de
ella, te desquiciará y…
Logan hartísimo ya, gritó desesperado para terminar de una vez con esa pesadilla:
—¡Vete a mierda, padre! Y ¡déjanos en paz! ¡Ya nos has hecho demasiado daño!
Capítulo 28
Logan salió de la suite y se dirigió a las cuadras a grandes zancadas, si bien cual no fue
su sorpresa cuando llegó que su madre estaba junto a Ralph y John disfrutando con el
espectáculo de unos potrillos recién nacidos.
Disfrutando hasta que le vio aparecer, ya que se puso muy nerviosa, se fue a por Peggy
una yegua joven y salió fuera con ella con la excusa de que quería dar un paseo.
Logan entendió que quisiera evitarle después de cómo se había comportado con ella,
pero tenía ganas de decirle tantísimas cosas que, tras saludar a Ralph y John, cogió a
Rex, un caballo negro precioso, con la intención de irse tras ella…
No obstante, justo cuando acababa de subirse al caballo, Ralph le abordó para pedirle:
—No le hagas más daño. No la atormentes más.
Logan tragó saliva y con un nudo en el estómago terrible le dijo para que se
tranquilizara:
—No voy a hacerlo.
—Ha sufrido muchísimo, esta mañana no quería venir al rancho. Temía encontrarse
contigo y que volvieras a decirle esas cosas tan feas. Pero yo insistí en que tenía que
seguir con su vida normal, en que no podía sentirse culpable de algo de lo que ella
también era una víctima. Belinda no se merece que la trates mal, ni que seas duro con
ella… Mi esposa te ha explicado sus razones, si no le crees: es tu problema. Yo solo
puedo decirte que no hay día que no me hable de ti, que te tiene tan presente en
nuestra casa que hay fotos tuyas por todas partes, que desde que Karen se fue para
Nueva York rezaba para que hiciera de puente entre vosotros y cuando supo que
estabais juntos… ¡Eso ya fue la locura! ¡Ya se veía siendo abuela de niños preciosos! Yo
la he acompañado en Navidad hasta Nueva York para verte un instante a través de una
cortina. Yo he estado con un ella para que te viera por unos segundos salir de la
escuela. Estuvimos en Yale el día de tu graduación… Mi esposa te quiere tanto que
cada noche besa tu foto, te da las buenas noches y musita: “algún día estaremos
juntos”. Pero si no me crees a mí tampoco, si todo esto te parece ridículo, absurdo y
despreciable, te ruego que no digas nada, que la dejes tranquila y que no la hagas
sufrir más.
Logan con los ojos llenos de lágrimas y unas ganas infinitas de salir detrás de su
madre, le habló a Ralph:
—Muchas gracias por haber cuidado de mi madre todos estos años. Ha tenido el mejor
compañero. Y tranquilo, porque ese día ya ha llegado. Ya nadie podrá separarnos
nunca más…
Ralph tragó saliva emocionado, le miró agradecido y le pidió:
—¡Vuela a decírselo! Ya habéis esperado suficiente…
Logan partió con su caballo hacia el sendero por donde había visto perderse a su
madre y lo puso al galope.
Momentos después, la vio que estaba a punto de girar a la derecha para poner rumbo
hacia la loma más alta. Logan apretó más al caballo y justo en ese instante Belinda se
percató de que alguien venía, se giró y comprobó que era Logan…
Se asustó tanto que imprimió más velocidad a su yegua, pero con tan mala fortuna que
en ese justo instante se cruzó por el sendero un castor.
Peggy se asustó, Belinda agobiadísima cometió el error de tirar de las riendas, la yegua
se frenó y aquella acabó volando por los aires…
Logan al ver caer a su madre, galopó a toda prisa junto ella, se bajó de su caballo y
muy nervioso y preocupado se agachó exclamando:
—¡Dios mío, mamá! ¿Estás bien? Dime algo, te lo ruego…
Belinda había caído de lado y apenas sentía el brazo derecho. Pero por lo demás estaba
bien…
—He caído de este lado, creo que me he hecho trizas el húmero, pero estoy bien.
Gracias a Dios el golpe no ha sido en la cabeza…
Logan sacó su móvil, llamó a una ambulancia y le dijo a su madre para tranquilizarla:
—Ya vienen para acá. Todo está controlado.
—Muchas gracias. Qué mala pata que se nos haya cruzado un castor. Peggy se ha
asustado y yo no he sabido tranquilizarla… Me he puesto nerviosa y he tirado de las
riendas…
Logan miró con cariño a su madre, le dio un beso suave en la frente y musitó:
—Ha sido un accidente. No tienes culpa de nada.
Belinda miró a su hijo emocionada y dos lágrimas le recorrieron el rostro:
—Estaba muy nerviosa. Tenía miedo a volver a verte. A que me miraras con odio y
desprecio. Por eso, he salido huyendo con Peggy… Y cuando he visto que venías
detrás… Uf… He actuado como una boba, me he puesto muy ansiosa y he acabado
pifiándola totalmente…
Logan sintiéndose fatal, negó con la cabeza y le dijo a su madre afligido:
—El que la ha pifiado soy yo. Te he asustado. No tenía que haber salido detrás de ti.
Perdóname…
—No pasa nada, hijo.
Belinda hizo un gesto de dolor, Logan la tomó de la mano izquierda y le musitó con
cariño:
—Tenía tantas ganas de estar contigo, de decirte, de tenerte así…
Logan se quedó mirando las manos de ambos enlazadas y no pudo evitar echarse a
llorar…
Y Belinda al tener la mano de su hijo en la suya, sintió tal emoción que solo pudo
murmurar llorando de la misma manera:
—Mi pequeño…
—Cuando te he visto saltar por los aires lo he pasado tan mal, de pensar que podía
perderte y que no iba a poder decirte que te quiero. Joder, te quiero. No he dejado de
hacerlo ni un maldito día de mi vida. Cada noche me quedo mirando una fotografía
que nos hicimos un domingo en el rancho del abuelo y te cuento, te hablo, te pido
consejo, te digo que necesito y te juro que siempre vas a estar en mi corazón. Pero
nunca he tenido valor de ir a buscarte, por miedo a que mi peor pesadilla se hiciera
realidad. Prefería no saber a enfrentarme a una realidad dolorosa… Aunque en mi
fuero interno sabía que no, aunque mi padre insistiera en que te fuiste, yo intuía que
tu marcha tenía que tener una explicación… Hace dos días hablé con la tía Joana y hoy
he hablado con papá. Y no es que no te creyera…
Belinda que no paraba de llorar, y no precisamente por el dolor del brazo, repuso:
—Estás en todo tu derecho de no creerme…
—Me costaba tanto aceptar que mi padre hubiera actuado de esa forma tan cruel y tan
vil, que necesitaba saber. Mis abogados investigaron y lo que hizo contigo no tiene
nombre. He sentido tanto asco que no quiero volver a ver a ese desgraciado en mi vida.
Belinda negó con la cabeza y le recordó a su hijo:
—Es tu padre. Sufrió mucho cuando perdió a sus padres, tiene una herida tan grande
que hizo que actuara de esa forma…
Logan acariciando con el pulgar el dorso de la mano de su madre replicó:
—Te honra que hables así, habla de tu nobleza y de tu buen corazón. Pero nada
justifica que actuara de esa forma, que nos destrozara nuestras vidas, que causara
tanto dolor…
—El miedo hizo que se volviera loco, que actuara de una manera implacable. Yo le
aseguré que un divorcio no significaba perderte, que podíamos hacer las cosas de
forma razonable. Pero se le nubló la mente y tomó el peor de los caminos…
—Ya se acabó todo, mamá. Ya nada podrá separarnos…
Logan besó a su madre en la mejilla y ella lamentó tener el brazo mal porque
necesitaba tanto abrazarlo:
—Maldita sea. ¡Con las ganas que tengo de abrazarte!
Logan le acarició el rostro, luego sacó un pañuelo para enjugarle las lágrimas y musitó:
—Y no vas a dejar de hacerlo, porque voy a ser el hijo más pesado del mundo.
Belinda se echó a reír, a pesar de lo dolorida que estaba y le preguntó con el corazón
que se le salía del pecho:
—¿Entonces me perdonas?
Logan la miró emocionado, se encogió de hombros y preguntó:
—¿Perdonarte por qué?
—Cuando Karen me contó lo del “te quiero”, me pude hacer una idea de cuánto habías
sufrido. De cómo te marcó lo que sucedió aquel día en que tuve que marcharme con
todo el dolor de mi corazón. Y sentí tanta pena y a la vez tanta rabia, porque vosotros
os merecéis ser felices…
Logan resopló y farfulló, mientras observaba que de lejos ya venía la ambulancia:
—Karen sí, pero yo no. Me porté fatal con ella y no va a perdonarme nunca.
—Está dolida y decepcionada, pero creo que al final el tiempo pondrá todo en su sitio.
Yo apuesto por el final feliz…
—De momento, tendrás que conformarte con que yo me vaya al hospital contigo. No
pienso dejarte sola.
Y Belinda a pesar de que estaba doliéndole cada vez más el brazo, sonrió feliz como no
recordaba…
Capítulo 29
Al día siguiente, a primera hora de la mañana, Karen se pasó por la recepción de Ruth
para contarle todo lo que había pasado.
Belinda le había llamado desde el hospital y le había puesto al día de todo…
—La operan a las diez de la mañana y Logan no se ha separado de ella ni un instante.
Ruth se llevó la mano al pecho y confesó en voz baja:
—¡Todavía no me puedo creer que Belinda sea la madre de Logan!
—¡Con razón los bizcochos que le hacía le retrotraían a la infancia! ¡Y los ojos! ¿Qué
me dices? ¡Son idénticos! El mismo azul… Pero yo jamás en la vida habría sospechado
que Belinda era la madre de Logan. Si ves qué duro fue con ella en mi despacho, pero
Belinda luego me contó que él estuvo investigando, más que nada porque le costaba
digerir que el padre hubiera actuado de semejante forma. Cuando descubrió todo el
pastel, le faltó tiempo para ir a buscar a su madre y abrazarla. Lástima lo de la caída…
Por lo visto, Belinda al verle pensó que iba a montarle un pollo, ella se largó a dar un
paseo, Logan fue detrás, y con tal mala fortuna que a Belinda se le atravesó un castor y
cayó al suelo. Logan fue a socorrerla y ahí se lo confesaron todo… Sobre todo, lo más
importante: jamás han dejado de quererse.
Ruth suspiró, se llevó la mano al pecho y le dijo a su amiga:
—¡Cuánto me alegro! Adoro a Belinda y Logan no puede ser más mono… ¡Se merecen
ser felices!
—Es una historia terrible… Lo que han sufrido no tiene nombre. Pero te juro que yo
no las tenía todas conmigo. El otro día vi a Logan tan furioso que pensé que no
transigiría. Pero me equivoqué. Escuchó a su madre, pidió explicaciones a su padre y
actuó con el corazón. No lo esperaba. Me ha sorprendido muchísimo…
—Y se ha pasado la noche entera con ella. Es un buen chico, Karen. Además, tengo que
contarte algo que creo que te va a gustar. Los domingos ponen un programa en la
televisión donde los famosos se someten a un polígrafo y les hacen preguntas de todo
tipo. Bien, pues anoche llevaron a Susan Parker la modelo, aquella con la
supuestamente tuvo el lío Logan…
Karen bufó y puso una cara de asco tremenda porque no le apetecía para nada
escuchar nada relacionado con esa modelo:
—Seguramente que fue muy interesante, Ruth. Pero perdóname que no quiero saber
nada de esa tía.
—¡Calla, que te va a encantar! Resulta que una de las preguntas fue: cuándo fue la
última vez que tuvo sexo…
Karen fulminó a su amiga con la mirada y replicó cabreadísima:
—¿Y encima vas a hablarme de sexo? ¡Me da igual cuándo fue la última vez que folló
Susan Parker!
Ruth entorno los ojos, negó con la cabeza y repuso con una sonrisita cómplice:
—Creo que te va a encantar su respuesta, porque dijo que no lo hacía desde
septiembre…
Karen puso los ojos como platos porque aquello solo podía ser un chiste:
—¡Y el polígrafo dijo que mentía como una bellaca!
—¡No! ¡Dijo que decía la verdad! O sea que no se acostó con Logan en marzo…
—¿Y para qué iba Logan a mentirme? Además ¿recuerdas que ella subió una foto? —
preguntó Karen sin entender absolutamente nada.
—Era una foto de los dos juntos y vestidos. Quedó con ella y nada más. Y a ti te dijo
que se había liado con ella por lo de sus bloqueos. Quería que salieras de su vida para
que no cayera otra vez la maldición sobre vosotros. Es que con lo que le pasó yo
también tendría un trauma terrible. Dices “te quiero” y tu madre se pira de tu vida.
¡Cómo para repetirlo otra vez!
—O sea que según tú, lo de Susan fue una trola para que le odiara más todavía.
—Exacto. Pero te fue fiel… El polígrafo dice que sí. Yo creo que ya deberías perdonarle,
tía. Tendrías que aprender de él, ha perdonado a su madre, ha pasado página rápido.
—Es que su madre es otra víctima como él. Lo mío es totalmente diferente.
—Por eso. Me das la razón. Logan actuó así contigo por el trauma que tiene encima. Y
no te puso los cuernos. Chica, a qué esperas para perdonarle, además si estás loca por
él…
Karen se encogió de hombros y le contó a su amiga bastante preocupada:
—No nos hablamos desde el reencuentro con su madre en mi despacho. Salió furioso
y desde entonces me evita… Ha estado encerrado en su habitación y ni siquiera me ha
llamado desde el hospital…
—Estará avergonzado por cómo reaccionó y querrá darte una explicación en persona.
Va a salir todo bien, ya lo verás…
—No tengo ni idea de lo que pasará. Solo sé que estoy totalmente enganchada… Me he
vuelto adicta al sexo. Llevo desde el viernes sin catarlo y ya me subo por las paredes.
—Tú lo que estás es enamorada hasta las trancas de él.
—Es sexo. Puro vicio. Créeme. Oye, ¿y qué es eso que tienes ahí? —preguntó Karen
señalando unos libros que tenía sobre el mostrador.
Ruth sonrió de oreja a oreja y le confesó muy orgullosa:
—Me he apuntado a una universidad a distancia y ¡he empezado a estudiar Turismo y
Gestión Hotelera! ¡John fue el que me dio toda la información sobre el centro
universitario, tiene amigos que le han hablado muy bien, y me ha animado tanto que
ya estoy matriculada! Ayer me llegaron los libros a casa… Esto va tan deprisa que
tengo hasta vértigo… Pero estoy feliz.
Karen encantada de escuchar aquello, sonrió y musitó risueña:
—Vaya con John, qué bien juega sus fichas…
—Es que hemos hablado muchas veces los estudios y tal… Él siempre me anima a que
vuelva a intentarlo, pero yo le recuerdo el problema que tengo. Hasta que el otro día
me habló de los estudios a distancia, solo hay un examen final de cada materia, y me
ha prometido que no me va a dejar sola, que me va a acompañar hasta misma puerta
del aula y que cuando salga me estará esperando con el mejor pastel de frutas del
bosque del mundo. Ya sabes que es mi favorito…
—Jajajajajaja. ¡John me está dejando pasmada! ¡No para de darle al pico y la pala!
¡Este está hasta las trancas de ti! ¡Que lo dice hasta Belinda!
Ruth puso una cara extrañísima porque no daba crédito y preguntó:
—¿Belinda cree que le gusto a tu hermano?
—Sí, sí. Está convencida. Como yo. Está que se muere por ti, porque nena: si alguien te
espera con una tarta de frutas del bosque, no lo dudes: es amor.
Las dos amigas se echaron a reír y después Ruth le confesó algo nerviosa:
—Me ha invitado a que vayamos al autocine… esta noche.
Karen volvió a partirse de risa, porque aquello era “blanco y en botella”:
—Venga, dime la verdad ¿os habéis besado ya?
—Qué va. Si aquí la única que lo catas eres tú, que llevas unos días de mambo que no
te cuento.
—Llevaba. Te repito que desde el pollo que se montó en mi despacho, estoy a dos
velas.
—Pues fíjate cómo estaré yo que no lo cato desde hace mogollón.
—Fatal. Pero te advierto que lo peor es tener la piruleta y que te la quiten de repente.
Ruth batió las manos y repuso a su amiga muerta de risa:
—Piruleta… ¡Uf! A ver cuándo pillo una de esas…
—En el autocine… Ya verás ya…
—Qué va, tía. Es que ponen una peli de esas de terror que nos encantan a los dos…
—¡Pero si se me había olvidado que os gustaban las mismas pelis mierderas esas! —
exclamó Karen, canturreando risueña.
—Un respeto, que hay películas de terror que son obras maestras.
—Uy, sí, mogollón. Pero tú tranquila que esta noche no vas a ver nada. Ponte algo que
sea fácil de quitar. Vestidos ligeritos de tirantes, ya sabes… Pónselo fácil…
Ruth negando con la cabeza porque no las tenía todas consigo le confesó:
—Cuando el otro día me invitó para ir el cine, lo primero que hice fue pasarme por
Zara y comprarme un vestido de escote barco, muy sexy, y de esos que se bajan con
solo un tirón. También me he comprado un conjunto de lencería muy mono. Pero
vamos, te digo que no va a pasar nada. Me ve como una hermana. ¡Y tía que nos
sacamos tres años!
—¡Pero si tienes una carita de niña que no puedes con ella! ¡Además mi hermano
siempre ha aparentado mucho más! ¡Y desde que se está dejando esa barba de tres
días parece todo un señor!
—Es que hace unas semanas, se pasó por aquí sin afeitar y yo le dije que le quedaba
genial. No sé si tendrá que ver, pero desde entonces ¡no se quita la barbita!
—No, no tiene nada qué ver. Qué va. Qué dices… ¡Pero mira que nos vuelve lerdos el
amor! ¡Será posible!
—¡Y me lo dices tú! Que te mueres por Logan, que cada vez que hablas de él te brillan
los ojos, que piensas en él a todas horas, pero todavía sigues diciéndome que solo es
algo sexual…
—Sí, salvajemente sexual. Ya puedo decírtelo abiertamente, sin que sientas una
terrible envidia cochina. Como esta noche te darán tu merecido… Como en el autocine
sentirás cómo las barbas de mi hermano rozan tus suaves muslos lechosos…
—Lechosísimos. Me paso el día trabajando, no me da el sol. Tengo un agobio con eso…
Igual le doy asco.
—¿Tú estás tonta? Por favor, deja de decir bobadas. Si eres un cañonazo con una piel
divina de diosa…
—De diosa de mármol blanco impoluto.
—Que se va a poner las botas esta noche.
—Ojalá… Pero me da que la única que va a comer piruletas eres tú. Porque Logan debe
estar igual de desesperado que tú por verte…
—Oye, tampoco te pases. Tampoco tengo esa necesidad tan urgente. Puedo aguantar…
Qué sé yo… ¿Unas ocho horas más? ¡Más no creo!
Y las dos amigas se echaron a reír…
Capítulo 30
A las cinco de la tarde, cuando Karen estaba en su despacho ultimando unos pedidos,
tocaron a su puerta.
Y era él.
Asomó la cabeza y preguntó con una sonrisa:
—¿Puedo pasar?
Karen sintió un acaloramiento súbito al verle aparecer, era como si su cuerpo estuviera
avisándole de que quería marcha.
Maldito deseo.
¿Es que no podía darle tregua ni un segundo?
Y a ver si había marcha, porque con todo lo que había pasado en los últimos días,
podía ocurrir cualquier cosa.
—Sí, pasa, por favor. Y cuéntame qué tal Belinda… No querido llamar para no
molestar —le dijo a Logan con un gesto de la mano.
Logan se sentó frente a ella, con una cara de tonto increíble, o al menos eso era lo que
él estaba pensando en ese justo instante. Porque cada vez que la veía le entraba tal
felicidad que debía poner unas caras de memo tremendas. Luego dejó una caja que
traía en la mano sobre la mesa y le explicó:
—Esto me lo trajeron el viernes. Ahora te cuento… En cuanto a la operación ha sido
un éxito y está descansando. Ralph está con ella.
—¡Cuánto me alegro, Logan!
—Lo sé. Te lo agradezco y también quiero pedirte disculpas por mi comportamiento
del otro día —se excusó Logan, con el semblante serio.
Karen quitándole importancia, repuso con una sonrisa:
—No pasa nada… Tranquilo.
—Sí que pasa. Mis maneras fueron pésimas y mis palabras fueron peores todavía. Fui
grosero, desagradable, duro y hasta dudé de mi madre. No imaginas lo mal que me he
sentido estos días, por eso no he tenido ni fuerzas para hablarte.
—Yo pensaba que estabas enfadado conmigo, pero es que tenía que decirte la verdad.
Belinda es un ángel… Estaba segura de que había una razón de peso para hacer lo que
hizo, por eso te rogué que la escucharas.
Logan tragó saliva, ya que se sentía peor que mal y habló emocionado:
—Sé muy bien cómo es mi madre. Era mi luz. Pero de repente se apagó y no entendía
nada. Nada me cuadraba y tuve que lidiar con eso. Aprendí como pude a sobrellevarlo,
pero entiende que descubrir de repente que mi padre actuó como un canalla es todo
un shock. No podía asimilarlo. Es que no podía ser… No obstante, hablé con mi tía
Joana, mis abogados investigaron y mi mundo entero se me vino encima. La verdad
era demasiado dolorosa. Muy ansioso, me fui a dar un paseo a caballo y me encontré
con mamá. Ella se asustó al ver al ogro de su hijo y salió disparada con su caballo. Fui
detrás, tenía que hablar con ella, pero cuando de repente vi que la yegua se frenaba y
que mamá volaba por los aires, sentí el mayor miedo de mi vida. Me entró pánico a
perderla para siempre, a que se fuera sin saber lo que la quiero… Y gracias a cielo, la
caída solo fue un gran susto. Un húmero roto, operación y luego rehabilitación. He
pasado la noche con ella, no nos hemos soltado de la mano y no dejamos de mirarnos
porque no nos lo creemos. A primera hora ha llegado Ralph que es un gran tipo, adora
a mi madre, y yo he aprovechado para hacer unas cuantas llamadas de trabajo. Y una
te atañe a ti, te acabo de reenviar un correo con la documentación que me han
redactado mis abogados para el tema de la compra del rancho Morris. La creación de la
sociedad, las condiciones que hemos hablado, el pacto de socios con las directrices con
las que se regularán las relaciones dentro del marco societario… Bueno, no me enrollo
más, entra en tu correo, léelo todo bien y si quieres lo hablábamos esta noche cenando
en Antonella.
—¿El Antonella? Pero si tiene una lista de espera enorme…
—El mismo día que decidí venir a buscarte, le pedí a mi secretaria que reservara en el
mejor restaurante de Austin. Y tuvimos suerte… Nos dieron mesa para esta noche,
podemos hablar de negocios y de lo que surja.
Al escuchar las últimas cuatro palabras, a Karen le ardió la sangre entera y es que
aquello era tal locura que musitó:
—No creo que sea bueno mezclar negocios y placer.
Logan se encogió de hombros y tomándolo como una negativa en toda regla replicó:
—Llamaré para anularlo.
Karen dio un respingo en el asiento, negó con la cabeza y le pidió:
—¡Ni se te ocurra anular! Llevo toda la vida queriendo ir al Antonella, en verano
tienen una terraza maravillosa. Pero entre que tiene unos precios desorbitados y la
larguísima lista de espera, aún no lo conozco. Y me encantaría ir…
A Logan se le iluminó la mirada y le preguntó porque todavía no estaba seguro:
—¿Ah sí?
—¡Y tanto! Ya te digo que para mí es un sueño. Es un restaurante precioso y dicen que
se come de maravilla. ¡Uf, me pirra la comida italiana! Ya lo sabes…
—Sí, por eso lo elegí, pero ni quiero presionarte, ni agobiarte, ni nada. Tú mandas. Lo
que tú quieras. Si quieres que hablemos de negocios, perfecto. Y si prefieres que sea
simplemente una cena entre amigos, perfecto también.
Karen se sintió fatal porque ella lo que quería era una cena con el hombre con el que se
moría por volver a experimentar el placer más exquisito y sublime.
Es que no podía evitarlo, era como estar a todas horas en celo. Y ya si lo tenía delante,
es que tenía que hacer verdaderos esfuerzos de contención para no arrojarse a sus
brazos.
Pero bueno, sí, también era cierto que eran amigos…
A pesar de todo lo que habían pasado, a pesar de la decepción, Karen tenía que
reconocer que en Logan tenía un amigo. Y ella en él.
Se lo demostraban cada día, se decían las verdades a la cara y se apoyaban en todo lo
que podían.
Eso era amistad. Y tanto ella, como él, sabían que estaban ahí el uno para el otro.
Así que Karen sonrió y le dijo convencida:
—Me gusta lo de amigos.
Logan respiró aliviado al escuchar aquello, porque de verdad que sentía que lo eran. Y
lo celebraba pues de alguna manera Karen estaba recuperando la confianza en él.
Evidentemente, él quería mucho más… Él lo quería todo, pero de momento era un
gran avance.
—Es lo que somos. Y como amigo te digo que deberíamos cerrar cuanto antes el
preacuerdo con el señor Morris. La oferta es inmejorable, pero no deberíamos
demorarnos mucho más en darle una respuesta. Su rancho es más que goloso y han
llegado a mis oídos que tiene unos cuantos pretendientes. Y uno de ellos es la cadena
Wallis, son muy potentes y podrían tentarle de una forma tan grande, que perderíamos
todas nuestras opciones de compra. Hay que actuar rápido, Karen. No te lo tomes
como una presión, no te agobies ni nada por el estilo. Solo velo por tus intereses, si
queremos ese rancho tenemos que actuar ya.
—La cadena Wallis… Dios mío, ¡pero si ese grupo es uno de lo más importantes del
país!
—Por eso te digo, tenemos que actuar deprisa. He vuelto a hablar con el señor Morris y
sigue pensando lo mismo. Es un romántico y quiere que sus tierras sean para alguien
que las ame. No se mueve por dinero, pero…
Karen sabía que tenía razón; de hecho, llevaba desde el viernes dándole vueltas al
asunto y no tenía una decisión tomada. Lo que estaba claro era que fuera lo que fuese
había que actuar ya:
—Déjame que lo estudie y te digo algo durante la cena.
Logan sonrió, porque aquello sonaba muy bien, se levantó de la silla y le dijo:
—Si quieres a las nueve, quedamos en el vestíbulo principal.
—Oh, sí, perfecto —repuso Karen mientras pensaba en qué demonios se iba a poner
para una cena en un sitio tan elegante.
—Genial. Voy a descansar un rato, me he pasado la noche sin pegar ojo y quiero estar
en forma para esta noche.
Karen sintió una punzada de deseo tremenda, sonrió y reconoció abiertamente:
—Te he echado mucho de menos…
—Me moría por ir a tu cabaña, pero temía que me mandaras a la mierda después de
verme hecho un energúmeno.
—Te habría abierto la puerta… Porque quería hablar contigo, sabía que lo estabas
pasando fatal y necesitaba decirte que puedes contar conmigo, que entiendo que te
quedaras en shock, pero que no te cupiese duda de que Belinda es todo corazón.
—Lo sé. Y de verdad que lamento mi reacción…
—Ya pasó, Logan. Tranquilo. Y también quiero que sepas que me moría por besarte
otra vez…
Logan se acercó hasta ella, sin mediar más palabra, se agachó, la agarró por el cuello y
la besó en la boca con ganas, intenso y profundo, dejándola sin aliento.
—No sabes cuánto te extraño en mi cama… —susurró Logan con los labios pegados a
los suyos—. Por cierto, el viernes me llegó algo que quería regalarte, pero como pasó lo
que pasó.
Karen pestañeó, y muerta de la curiosidad, preguntó poniéndose de pie:
—¿Qué es?
Logan puso una cara de sátiro que hizo que Karen se derritiera y respondió señalando
a la caja que había dejado encima de su mesa nada más entrar:
—Lo tienes en esa caja. Es una mariposa.
Karen se quedó mirando la caja, sonrió, porque no esperaba para nada esa respuesta, y
musitó:
—¿Decorativa? ¿Para mi dormitorio?
Logan sonrió de oreja a oreja, la besó en el cuello, mordisqueándoselo de una manera
exquisita, y le susurró en el oído:
—Para tu clítoris.
Karen se quedó atónita y, con los pezones tan disparados que se le marcaban incluso a
través del sujetador y la tela de la camisa, y unas ganas tremendas de arrancarle la
ropa a su exjefe, preguntó:
—¿Y eso cómo es?
—Es una mariposa que se coloca sobre el clítoris y se ata al cuerpo con unas cintas tan
finas que ni se ven debajo de la ropa.
Karen se estaba excitando de solo pensar en la mariposita en cuestión:
—¿Y cómo funciona?
—Te pegas bien la mariposa a tu clítoris, y se activa con un mando a distancia que
tiene siete potencias, incluida una con unas pulsaciones rítmicas muy fuertes.
Karen tragó saliva y loca por probar la mariposa farfulló:
—Vaya…
Logan recorrió los labios jugosos de Karen con el dedo índice a la vez que decía con
una cara de diablo que no podía con ella:
—Yo me he quedado con el mando. Si te hubiera gustado mezclar negocios y placer, te
habría pedido que llevaras la mariposa a la cena, y sin braguitas. Y yo habría probado
si el mando funciona correctamente. Pero como ya me has dicho que no te gusta
mezclar las cosas…
Karen cruzó las piernas y confesó devorada por el deseo:
—Maldita sea, Logan. ¡Cómo sigas hablándome de la mariposa voy a correrme aquí
mismo!
Logan le dio la vuelta, la agarró por las caderas y preguntó con esa voz profunda que a
Karen le volvió loca:
—¿Quieres correrte, Karen?
Ella apoyó la cabeza en el pecho duro y fuerte, cerró los ojos y susurró:
—Sí, por favor. Sí…
Logan deslizó una mano por debajo del vestido, la introdujo por dentro de las
braguitas y apretó fuerte la vulva mojada.
Karen se estremeció entera, y Logan comenzó a tocarla, a acariciarla, a estimularla con
tal pericia, que solo tuvo que pulsar unas cuantas veces el clítoris con el pulgar para
darle justo lo que había pedido…
Luego Logan sacó un condón de su cartera, se lo puso y empujó a Karen contra la
mesa.
Ella apoyó el tronco sobre los papeles que estaban desperdigados, él levantó el vestido,
rompió las braguitas y así desde atrás, colocó la punta de su miembro en la calidez
estrecha y se hundió por completo.
Karen gimió de placer y él tras agarrarla fuerte de las caderas comenzó a penetrarla,
hasta que notó que ella se abría de tal forma que cambió el ritmo.
Se lo hizo duro, intenso y contundente, a la vez que el temor a que alguien irrumpiera
de repente en el despacho y los pillaran con las manos en la masa, lo hacía todo mucho
más morboso y excitante.
Y así siguieron, hasta que de la mera fricción Karen estalló de nuevo y Logan al sentir
los espasmos se fue detrás de ella, sin parar de musitar que la amaba…
Capítulo 31
A Karen los “te amo” se le clavaron bien dentro, pues eran los más intensos y
verdaderos que le habían dicho en su vida. Pero no dijo nada…
Se limitó a abrazar a ese hombre que le hacía siempre tocar el cielo y se despidieron
hasta la cena.
Karen saciada y feliz, decidió pasar un momento a la cabaña, a ver si encontraba en su
armario algo bonito y sexy que ponerse. Pero solo tenía prendas aburridas que no
estaban a la altura de la cena que tenía.
Así que llamó a Sandra, una chica que tenía una tienda en el centro, y a la que solía
enviar a sus clientas cuando le pedían un vestido muy especial.
—Sandra, necesito un vestido para mí. Es para esta noche. Sé que es todo muy
precipitado, pero ¿no tendrías por casualidad un vestido elegante, sexy y romántico
para ir a cenar a Antonella?
—Jajajajajaja. Uy. Eso suena muy bien. ¿Cómo es él?
—Él es como el vestido que quiero encontrar.
Y es que Logan aparte de que era muy elegante y sexy hasta decir basta, cuidaba
siempre los detalles, estaba pendiente de todo, y lo mismo buscaba una musiquita
especial para bailar al calor de la chimenea, como que te hacía regalitos como la
mariposa para que la llevaras a una cena en el mejor restaurante de la ciudad.
¿Eso era ser romántico? ¿O no?
Cualquiera se lo preguntaba a Sandra, que acabaría pidiéndole más detalles y al final
iba a tenerla al teléfono dos horas.
—¿De dónde lo has sacado? ¿Ya has superado lo de tu jefe cabrón?
—No, hija, no. Es mi jefe cabrón. No te he contado nada, porque como las últimas
veces que hemos hablado tenía a las clientas al lado, pero Logan está en el rancho. Ha
venido a pasar un par de semanas de vacaciones…
—¿Qué me estás contando? Nena que si me estás pidiendo un vestido sexy es porque
hay tomate del bueno. ¡Ay qué alegría más grande! Tu cerdo favorito ha vuelto con el
rabo entre las piernas… Y con ganas de moverlo, claro… Si no de qué te va a invitar a
cenar donde Antonella…
—Ay por favor… ¡Qué cosas tienes! —exclamó Karen muerta de risa.
—Uy, eso suena a que ya te lo has tirado… ¡Qué bueno, guapa! Entonces le has
perdonado que te diera la patada en el culo y te pusiera los cuernos con esa…
Karen se preguntó que por qué aquel día que estaba deprimida perdida se sinceraría
con la cotilla de Sandra… Pero ya era tarde para las lamentaciones:
—Es que tenía sus razones, sufrió en su infancia porque tuvo que separarse de forma
forzosa de su madre, tenía las emociones bloqueadas y al empezar a sentir por mí, se
asustó… Y con la otra no llegó a liarse… Me lo debió contar para que le odiara más y
saliera de su vida. Tenía pánico a amar y enamorarse, pero ya ha solucionado todo el
conflicto que tenía con su madre, que por cierto es Belinda.
Karen decidió contárselo cuanto antes y así ya se enteraba todo Austin. Era lo mejor
para normalizar la situación…
—¿Pero esto es muy fuerte? ¡Belinda es tu suegra! Tía, pero ¡qué maravilla todo!
Belinda es la bomba…
—Para que fuera mi suegra…
—Ya, te tiene que pedir la mano. Pero igual es esta noche… ¡Ay qué nervios! Tengo un
vestido que es clavadito a uno de Isabel Marant que te va a quedar de fábula. Es azul,
un azul pavo real, entallado, con un hombro al aire y tan corto que con un buen
cruzado de piernas le vas poner palote perdido… Yo que tú no me ponía ni bragas…
Karen muerta de la vergüenza, murmuró bastante nerviosa:
—Vale… Sí… Azul dices que es…
—Sí, y muy bien de precio. Está rebajado a la mitad. Y sienta que en cuanto te vea
aparecer va a querer metértela por todas partes.
—Por favor, Sandra, ya sabes que yo soy muy pudorosa.
—Sí, chica, pero follarás como todas. Bueno, tú confía en mí. Y ya verás como este te
pide la mano, el pie y el…
—Ya, lo pillo…
—¡Va a ser noche divina! ¡Cuánto me alegro de que se haya arreglado y estéis juntos
otra vez!
—No. No estamos juntos. Solo somos… Pues eso…
—¿El qué?
Para acabar cuanto antes, Karen le confesó:
—Nos acostamos. Somos amigos. Tal vez hagamos negocios juntos, pero nada más.
—Jajajajajaja. Pero chica ¿tú estás tonta? ¿Y qué te crees que es una pareja? Pues todo
eso… A ti lo que te ocurre es que tienes miedo a llamarle novio y que salte todo por los
aires. Y no, nena, no. Él la cagó aquella vez por el trauma ese que dices, y ya ha
aprendido con sangre la lección. Este ya sabe lo que es perderte y no va a querer probar
jamás esa hiel. Es lo que me pasó a mí con Brandon cuando me puso los cuernos con
aquella… Luego se arrepintió, si bien yo tenía pánico a perdonarle, tenía pavor a que
me la liara otra vez. Pero chica, lo quiero tanto, que lo hice. Y no me arrepiento para
nada, no ha vuelto a mirar una falda y estamos mejor que nunca. Así que tú no tengas
miedo, preciosa… No repitas el mismo error que él cometió por blindarse tanto. Vive
tu amor y perdona sin miedo…
A Karen el consejo de Sandra le vino bastante bien porque era eso lo que le pasaba con
Logan.
Tenía tanto miedo a volver a entregarse y que él volviera a decepcionarla, que prefería
quedarse con lo que tenían.
Claro que lo tenían era obvio estaba más allá de los límites de lo que era una
follamistad.
Y más pronto que tarde iba a tener que abrirse del todo y meterse los miedos en el
bolsillo o parar eso antes de que acabaran los dos haciéndose mucho daño.
Claro que de solo pensar en que no iba a tener más que una relación profesional con
Logan se ponía mala, y de pensar que tenía que abrirse otra vez y declararle su amor se
ponía aún peor.
Así que sin tener ni idea de por dónde tirar, decidió volver al despacho a estudiar la
documentación que Logan le había enviado y, cuando llevaba un buen rato escribiendo
en un papel los pros y los contras, llegó su madre.
Estaba muy preocupada con lo que le había pasado a Belinda, Karen le puso al día de
todo y su madre habló aliviada:
—El viernes hablé con ella y me contó lo que había pasado en tu despacho. Estaba rota
de pena. Pensó que ya sí que había perdido a Logan para siempre… Entiendo que
saliera huyendo con la yegua en cuanto le vio… ¡Qué fatalidad! Menos mal que dices
que la operación ha sido un éxito y que todo está arreglado entre ellos. Ahora solo
queda que tú cedas y que esto termine como Dios manda.
Karen miró a su madre con el ceño fruncido y le aclaró:
—No se trata de ceder. Se trata de que sufrí muchísimo con lo que pasó y no quiero
volver a hacerlo. Y ahora tengo un lío tremendo, porque ya sabes que Logan me ha
propuesto ser socios para hacernos con el rancho Morris. Y eso lo complicaría todo aún
más… No sé si olvidarme de Logan y del rancho para siempre. Si ser su socia y nada
más. O si lanzarme de cabeza con todo y que sea lo que Dios quiera.
La señora Cook vio a su hija tan agobiada que le preguntó:
—¿Tú corazón qué es lo que quiere? No me respondas con la cabeza, háblame con el
corazón. Escucha a tu corazón y dime qué es lo que te está pidiendo.
—Tú sabes que siempre he soñado con que el rancho Morris fuera mío. Pero dado
nuestro estado financiero no nos conceden el crédito. No me quedaría más remedio
que asociarme con Logan en unas condiciones muy ventajosas. Y poco a poco podría ir
comprando participaciones hasta que me hiciera con el control del 51% de la sociedad.
Tengo que tomar la decisión ya mismo porque hay una cadena hotelera que está
presionando muy fuerte al señor Morris.
—¿A qué esperas entonces? Asóciate con Logan y llama corriendo al señor Morris.
Karen resopló y se sinceró por completo con su madre:
—Por supuesto que me encantaría hacerme con el rancho Morris. Pero no sé si podría
tener solo una relación meramente de socios con Logan. La atracción entre nosotros es
muy fuerte… Qué demonios… Es más que una atracción… Y tengo tanto miedo…
Karen al permitirse verbalizar por primera vez que lo que sentía por Logan era más
que una atracción y reconocer el miedo que tenía se echó a llorar.
Desde que Logan había vuelto, había intentado reprimir lo que sentía con todas sus
fuerzas, se había repetido que aquello era solo sexo y nada más, pero le habían bastado
un par de días sin él, para darse cuenta de que le echaba demasiado de menos.
Y no solo era el sexo, era todo… Eran las miradas, las conversaciones, los paseos, las
risas…
Era que quería lo mejor para él, era que no podía dejar de pensar en él a todas horas,
era que lo tenía clavado en lo más profundo de su corazón.
Pero se negaba a aceptarlo y prefería quedarse en el territorio seguro que propiciaba
una mera relación de piel.
Por puro miedo…
Y tras hacer esa confesión, su madre le habló para ayudarle a que se aclarara:
—Estás paralizada porque no paras de escuchar a tu cabeza, no a tu corazón… ¿Qué es
lo que sientes por Logan? Pero responde por el corazón, por Dios te lo pido…
Karen respiró hondo y le confesó a su madre con lágrimas en los ojos:
—No quiero sufrir. Lo he pasado tan mal estos meses…
La señora Cook abrazó a su hija y luego le recordó:
—Él se equivocó, está arrepentido y en ningún momento dejó de quererte. Pero lo
importante es lo que tú sientes, si te imaginas tu mundo sin él, o si por el contrario le
tienes tan dentro que esto es ya irremediable.
Capítulo 32
A las nueve de la noche, Karen apareció en el vestíbulo muerta de los nervios y Logan
estaba esperándole con el corazón que se le salía del pecho.
—¡Estás preciosa, Karen!
Logan le dio un beso sutil en los labios y ella se estremeció entera porque él también
estaba espectacular, con una camisa blanca y unos jeans que le sentaban de maravilla.
—Gracias, Logan. Tú también estás guapísimo.
—El vestido te hace unas piernas infinitas…
Y le lanzó una mirada justo ahí que hizo que Karen se ruborizara y musitara:
—Llevo la mariposa. Pero por favor no hagas ningún comentario hasta que estemos a
solas.
Logan se echó a reír, ofreció su brazo a Karen para que se enganchara y ella lo
agradeció:
—Me compré en un outlet estas sandalias de tacón vertiginoso y no sé andar con ellas.
Así que te agradezco tu brazo…
Logan se fijó en las sandalias de tiras finísimas y se le pasó por la cabeza un
pensamiento de lo más sucio que no pudo evitar compartir con ella:
—Son tan excitantes… Dan ganas de lamerte los pies, de chuparte los dedos uno a
uno.
Karen suspiró, se enganchó del brazo de Logan y se dirigieron al taxi que los estaba
esperando en la puerta.
Y cuál no fue su sorpresa que el taxista no era otro que:
—¡Pero qué alegría! La chica que lloró de emoción al volver a casa y el hombre al que
devolví al paraíso. ¿Adónde los llevo?
—Al Antonella —respondió Logan al taxista— ¿Lloraste al volver a casa? —cuchicheó
con un nudo en la garganta.
—Como una magdalena. Sobre todo, en cuanto vi a mi gente esperándome en el
porche. Incluido mi padre con el que no me hablaba… ¿Sabes que la última frase que
me dijo fue la misma que la que tú me dedicaste?
Logan se echó la mano a la cara y farfulló:
—Lo que me he arrepentido de esa frase… Lo siento tanto.
—Tranquilo. ¿Y lo del paraíso qué es? —preguntó Karen, poniendo la mano encima del
muslo de Logan.
—La verdad. Que en cuanto vi tu rancho sentí que volvía al paraíso…
—Y ahora lo entiendo todo —intervino el taxista—. Les unió el rancho Cook. No, si los
caminos del amor son incomprensibles. Pero aquí están los dos. Lo que ha unido el
rancho Cook que no lo separe nadie. Y permitan que les diga que hacen un parejón…
¡Parecen dos artistas de cine!
Karen y Logan se echaron a reír, se cogieron de la mano y se pasaron el trayecto
divertidos hablando con el taxista.
Media hora después, aparecieron en la puerta del Antonella y se despidieron del
taxista hasta la próxima.
Porque la habría…
Y ya en el restaurante, que no podía tener más encanto con su decoración al estilo
toscano, un maître italiano muy gentil, los acompañó hasta una mesa discreta junto a
jazmín maravilloso.
Tomó nota de las bebidas y cuando se quedaron solos, Karen habló fascinada:
—Es más bonito de lo que imaginaba… ¡Si parece que estamos en Italia!
—Sí, lo parece, sí. ¿Has estado alguna vez en Italia?
Karen negó con la cabeza y reconoció sin dejar de mirar a un lado y a otro, alucinada:
—No he salido nunca del país. Pero me encantaría conocer Italia…
—Iremos —dijo Logan convencido.
—¿Ah sí? —preguntó Karen, risueña.
—Sí, y no paro de darle vueltas a lo que ha dicho el taxista sobre el rancho Cook. Es
verdad que nos ha unido. Ha propiciado la magia para que esta noche estemos en aquí.
Creo que en ningún otro lugar se habría producido este milagro.
—El rancho Cook es un lugar muy especial. Pero como sabes siempre he soñado con
que el rancho Morris fuera mío. He estado estudiando tu propuesta, que no puede ser
más generosa, y he considerado todas las opciones.
Karen lo dejó ahí porque apareció el sumiller con el vino y luego el camarero para
notar de la carta.
Cuando volvieron otra vez a quedarse solos, Logan preguntó bastante inquieto:
—¿Has considerado apartarme de tu vida?
Karen dio un sorbo a su vino que estaba exquisito, asintió con la cabeza y respondió
con total sinceridad:
—Sí. Si, pero por miedo… Tengo pánico a que lo que pasó en Nueva York pueda volver
a repetirse. A que se te vuelvan a cruzar los cables, acabes en los brazos de la Susan
Parker de turno y luego me mandes a freír espárragos.
Logan sintiéndose fatal, le confesó desesperado…
—Con Susan Parker no pasó nada. Es cierto que la llamé porque entré en pánico, tu “te
quiero” me trastocó por completo y quedé con ella para autoconvencerme de que lo
nuestro no era tan importante. Pero no pasó nada porque, desde el día en que pisaste
mi oficina por primera vez, no tengo ni mente ni corazón para nadie que no seas tú.
—El otro día, Susan Parker salió en un programa de televisión diciendo que no tenía
sexo desde septiembre, y el polígrafo dijo que decía la verdad. Entonces, me contaste
esa mentira para que sintiera más asco por ti.
—Así es. Para que te fueras de una vez. No quise decirte la verdad, que te amaba con
todas mis fuerzas y que tenía pánico a que todo se fuera a la mierda. Pero ya no tienes
nada que temer, Karen. Ya estoy en paz con mi madre, ya me he quitado la coraza
emocional, me queda digerir lo de mi padre, pero eso no impedirá que te ame con todo
mi corazón. Y por supuesto que te seré fiel hasta el último día de mi vida. No puedo
ser otra cosa, solo tú mandas en mi corazón. Y ya no concibo mi vida sin ti… Lo he
pasado tan mal estos meses sin ti, que sé muy bien lo que quiero. Y eres tú y solo tú,
Karen Cook.
Karen sintió que el corazón se le iba a salir del pecho y confesó nerviosa tras tocarse el
moño alto que se había hecho y que le daba un punto de sofisticación y elegancia:
—Yo tampoco me imagino ya mi vida sin ti… Así que la opción de sacarte de mi vida
está descartada. Ahora bien ¿nos conviene mezclar los negocios con el placer? Porque
es obvio que la atracción es tan grande que trabajando juntos siempre saltarán
chispas…
A Logan se le puso su maldita cara de diablo y la corrigió:
—Di mejor fuego.
Karen se abanicó con la mano, porque ese hombre solo tenía que decir la palabra
“fuego” para erotizarla y replicó:
—Peor me lo pones.
Logan sacó un mando electrónico pequeño, pulsó un botón y habló mirándola a los
labios jugosos:
—Ahora sí que te lo voy a poner mucho peor…
Y para pasmo absoluto de Karen, él activó la mariposa que tenía pegada a su clítoris
provocándole tales sensaciones que tuvo que agarrar la servilleta y estrujarla fuerte:
—Serás perverso…
Logan asintió con la cabeza y le recordó con un tono de voz que a ella la excitó mucho
más:
—Lo puedo ser mucho más… Abre las piernas…
Karen obedeció, abrió las piernas, Logan dejó caer su servilleta al suelo, se agachó para
cogerla, levantar el mantel y perderse en la contemplación del sexo mojado de Karen,
cubierto por la mariposa rosa…
Luego se incorporó, sonrió a Karen, con una erección descomunal y ella masculló
mordiéndose los labios:
—Esto es una auténtica tortura…
—Disfrútala. Es toda para ti.
Karen no pudo replicar porque llegó el camarero con el primer plato, una ensalada
caprese que tenía una pinta increíble…
Si bien, en cuanto se quedaron solos le susurró:
—Me estoy poniendo tan mala que me están entrando unas ganas de…
Logan le mandó callar y le contó su plan perfecto:
—Detrás de nosotros hay una piscina y estoy viendo que al fondo a la izquierda hay
una especie de vestuario. Si eres buena y te lo comes todo, incluido el postre, tus
deseos se harán realidad…
—¿Y hasta que ese momento llegue voy a tener que soportar este tormento…?
—Por supuesto que sí, señorita Cook…
Y para que se le hiciera más insoportable todavía, subió un par de niveles de
intensidad.
Karen se llevó la mano a la boca, soltó un gemidito y agarró el tenedor con fuerza:
—Esto es demasiado.
Logan probó la ensalada que estaba exquisita y mirándola embelesado le pidió:
—Come… Está buenísimo…
Karen devoró la ensalada, mientras se derretía de placer… Un placer que se hizo tan
intenso que llegó un punto en que le pidió a Logan…
—Súbeme la intensidad que necesito correrme… Ya…
Pero Logan en vez de subirla, la apagó, y le sugirió en un tono de voz de lo más
pausado y justo cuando llegaba el camarero con el segundo plato:
—Disfruta de tu lasaña, cielo…
Karen más encendida todavía, con el sexo palpitando de deseo y unas ganas locas de
hacer el amor, se comió la lasaña y después los profiteroles que estaban deliciosos.
No obstante, se percató de que Logan se había dejado uno…
—Si no lo quieres me lo como yo… Como tengo que ser buena…
Logan negó con la cabeza y le habló mientras volvía a activar el mando de la mariposa:
—Este es para mí. Quiero untarte los pezones de nata…
Karen tragó saliva, respiró hondo, le miró y musitó ansiosa porque se desatara la
pasión más salvaje:
—¿Nos levantamos ya?
Logan negó con la cabeza y respondió penetrándola con la mirada:
—Cuando te corras…
—Pero es que ahora esto está a rebosar, tengo gente enfrente, a los lados… —dijo
Karen con un hilillo de voz.
—Da lo mismo. Quiero que te corras. ¿Tú no?
Logan entonces subió la potencia al máximo nivel y Karen tuvo que aferrarse a la mesa
para soportar las pulsaciones tan fuertes sobre su clítoris…
—Dios mío… —masculló cerrando los ojos.
—Mírame, no dejes de mirarme…
Karen se mordió los labios, le clavó la mirada, se dejó llevar por esas sensaciones tan
extremas y musitó:
—Necesito sentirte dentro, Logan. Muy dentro…
—Y yo. Pero antes dámelo.
Karen comenzó a abrir y cerrar las piernas muy deprisa, se llevó la mano al cuello, y le
pidió:
—Quiero tu lengua en mi sexo. Quiero sentir esto mismo con tu lengua…
—Solo tienes que correrte…
Karen desbordada por las sensaciones y estremecida por completo, le miró y susurró
mientras estallaba en un orgasmo brutal:
—Ya, Logan, ya…
Capítulo 33
Logan pagó la cuenta y discretamente salieron hacia la zona de la piscina.
Una vez allí, él solo tuvo que empujar la puerta del fondo para pasar a los vestuarios.
Y cerró por dentro con pestillo…
Desesperado por devorarla, bajó la cremallera del vestido lo justo para que los pechos
quedaran al aire, los atrapó con ambas manos, le arrancó las pezoneras con los dientes,
partió en dos el profiterol que llevaba en la mano y untó de nata los pezones.
Los lamió, los mordió, los devoró y cuando Karen ya estaba derretida de placer, le
levantó el vestido, la liberó de las cintas con las que tenía atada la mariposa a su sexo,
cayó de rodillas y la lamió con avidez.
Karen enterró los dedos en el cabello de Logan y se entregó a esas caricias tan lascivas,
tan precisas y tan expertas que volvió a tocar el cielo.
Logan entonces se incorporó, la besó en la boca profundo y voraz, mientras Karen se
llevaba las manos a los pezones que pellizcó fuerte y acto seguido él se los llevó a la
boca, primero uno y luego otro, mordisqueándolos, saboreándolos, procurándole tal
placer que ella cayó de rodillas ante él.
Le desabrochó el cinturón y el pantalón, apretó la erección a través del calzoncillo y
luego la sacó para aceptarla en su boca.
Lamió y devoró, ansiosa por devolverle a Logan todo el placer que le había dado, y
Logan se dejó llevar por todas esas sensaciones que le estaban volviendo loco.
Karen sabía como nadie darle un placer infinito, sabía justo cómo provocarle, cómo
excitarle hasta extremos que ni había conocido.
Pero es que no solo era la piel, no solo esa química brutal que los tenía totalmente
enganchados, para él era también una necesidad de fundirse con ella, de ser uno, de
dárselo todo, para ser muchísimo mejor.
Necesitaba amarla, cuidarla, protegerla, compartir tantas cosas con ella… Y él la
necesitaba tanto, gracias a ella había aprendido a amar, a perdonar, a darse entero sin
esperar nada…
Porque si algo había aprendido estos días era justo eso, a amar y a amar por el mero
hecho de hacerlo.
Pura entrega, sin más.
Y así había descubierto que lo verdaderamente triste era no haber amado nunca…
Como cuando era él era un hombre con las emociones bloqueadas, el hombre de hielo
que ni se permitía amar ni que le amaran.
Menos mal que llegó Karen y consiguió derretirle entero…
Y abrió su corazón.
Y le dolió. Le dolió tanto que tuvo miedo.
Pero solo así descubrió lo que quería.
Lo que verdaderamente quería.
Ella.
La mujer que se lo estaba entregando todo con cada caricia.
La mujer que le tenía ya al borde del orgasmo.
Pero no quería derramarse en su boca…
Necesitaba sentir su sexo y mirarla a los ojos, profundo, intenso y salvaje. Tal y como
era su amor…
Así que le pidió que se apartara, sacó un condón de su cartera y se lo puso en tanto
que Karen se ponía de pie.
Luego, la agarró por el cuello, le comió la boca que sabía a él y la cogió en volandas.
Karen muerta de deseo, rodeó con las piernas el cuerpo de Logan y él cargó así con ella
hasta la pared del fondo.
Una vez allí, se enterró en la cálida humedad mientras ella se estremecía sintiendo el
frío de la pared en la espalda.
Logan la miró los ojos, y sintió que esa unión tan profunda era mucho más que dos
cuerpos buscando un placer de forma desesperada. Era su alma que quería fundirse
con la de Karen, era su corazón que ya no era suyo, sino de esa mujer que le miraba y
que le estaba conmoviendo entero.
Y Karen sintió algo parecido, por mucho que se hubiera autoengañado, a pesar de que
se había repetido una y otra vez que aquello solo era piel, ya no podía seguir
contándose mentiras ni a sí misma ni a los demás.
Y sobre todo a Logan, que la estaba mirando completamente desarmado, sin rastro de
la coraza aquella que le impedía amar, entregándoselo todo a manos llenas, desnudo
de cuerpo y de alma.
Y esa verdad suya era tan descarnada que sintió que ella no podía seguir por más
tiempo ocultando lo que verdaderamente sentía.
Y menos por miedo…
Ya no era el momento de sentirlo…
Y menos con Logan que había hecho un esfuerzo enorme por superar sus traumas, sus
bloqueos, sus temores. Todo.
Se había enfrentando a sus fantasmas, había tenido el valor de reconocer sus errores,
pedir perdón y abrirse completamente.
Tanto que mirándola con una mezcla maravillosa de amor, deseo, ternura y pasión
desenfrenada, le confesó a corazón abierto:
—Te amo y te amaré por siempre.
Y comenzó a penetrarla más duro, como él sabía que le gustaba, y Karen sintió tanta
verdad y tanto amor que ya no tenía sentido vivir aquello con reservas.
En la mirada de Logan estaba lo mismo que había atisbado aquella noche en la que le
confesó que le amaba por primera vez.
El mismo fuego, la misma pasión, pero también el mismo amor.
Porque lo había.
Ella lo sintió.
Pero esta vez todo eso estaba ahí, de un modo tan puro y tan cierto, que Karen sintió
que ese hombre se merecía justo lo mismo.
Por eso lo miró dejándose por fin llevar por todo lo que sentía en lo más profundo de
su corazón, le besó en la boca, dándose entera y musitó:
—Y yo, Logan. Yo te amo de la misma forma…
Logan penetrándola, fundiéndose con ella y sintiendo que iba a estallar desbordado
por tantas emociones, masculló:
—Dime que no estoy soñando. Dime que es verdad, dímelo otra vez, te lo ruego…
Y para sentir que aquello era real, para confirmar que aquello era cierto, Logan siguió
clavándose implacable, haciéndole el amor con tal intensidad, que Karen de la fricción
contra el sexo de Logan, sucumbió a un orgasmo potentísimo, a la vez que repetía
entre lágrimas, presa de una emoción incontenible:
—Te amo, Logan. Te amo. Y no he dejado de hacerlo nunca…
Logan con el corazón a mil, y tan emocionado como ella, solo pudo musitar:
—Ni yo. Siempre has estado dentro de mí, Karen. Muy dentro…
Y Logan al sentir la intensidad de los espasmos orgásmicos presionando fuerte su
miembro, sucumbió a un orgasmo feroz que lo dejó exhausto.
Con cuidado, dejó a Karen en el suelo y se quedaron abrazados un rato con las
respiraciones acompasadas.
—Si existe la felicidad debe parecerse mucho a esto —musitó Karen con los ojos llenos
de lágrimas.
Logan la besó en los labios, asintió con la cabeza y habló emocionado:
—Gracias por darme la oportunidad, gracias por permitir que enmiende mi error de
aquella primera vez en que me dijiste “te quiero”. Yo te lo dije con mi mirada, con mis
besos, con mis caricias… Aunque después la liara parda… Pero el sentimiento siempre
ha estado ahí. Siempre.
—Enlacemos entonces mi “te quiero” de aquel día con los de hoy, y dejemos atrás los
malos momentos.
—No quiero que tengas miedo. Quiero que creas en mí. Que confíes.
Logan acarició con suavidad el rostro de Karen y ella musitó:
—Te amo, Logan. Y si algo he aprendido estos días es que el amor que siento por ti es
más fuerte que todo lo demás. Intenté negar lo que sentía por ti, me resistí, luché por
silenciar a mi corazón, llegué incluso a casi convencerme de que lo nuestro era solo
sexo. Pero ni yo misma llegué a creérmelo… Me importas, me importas tanto que no
dejo de pensar en ti a todas horas, que no sabía qué hacer para curar tu herida, que me
alegré como nadie cuando te reencontraste con Belinda, que quiero estar contigo, que
quiero compartir la vida contigo.
Se besaron y fuera empezó a sonar I will always love you de Whitney Houston y los dos
se echaron a reír:
—¡No puede ser! ¡Es música en directo! ¿Esto es cosa tuya? —preguntó Karen muerta
de risa.
—¡Qué va! ¿Y tú? ¿Te has traído a la cantante porque pensabas que no ibas a ser capaz
de decirme que me ibas a amar para siempre a la cara?
Karen negó con la cabeza, echó la mano atrás para subirse la cremallera del vestido y
respondió:
—Uy, yo no tengo ese problema, señor Carter. ¿Y serías tan amable de subirme el
vestido? Me temo que ahí fuera hay una buena fiesta montada y nosotros tenemos
muchas cosas que celebrar…
Capítulo 34
Después de acicalarse en el cuarto de baño que había en el vestuario, salieron afuera y
como Karen había adivinado había una buena montada.
Orquesta en directo, luces de colores, pista de baile, barra larga y mucha gente con
ganas de pasarlo muy bien.
Y ellos no iban a ser menos…
Aunque no tuvieran nada que ver con los organizadores de la fiesta, un matrimonio
que celebraba sus cincuenta años de casados, se lo bailaron todo y acabaron en la
piscina como el resto de invitados.
Después, tomaron champán tumbados en unas hamacas, mientras hablaban de
negocios…
—En la cena me decías que estabas barajando varias posibilidades, una era mandarme
a paseo que está descartada, luego me hablaste de los inconvenientes de mezclar
trabajo y placer…
Karen negó con la cabeza, dio un sorbo a su copa de champán y repuso convencida:
—Ah, buah, olvídate de esto. ¡Ahora lo quiero todo! Que era la tercera opción…
Logan sonrió, y feliz de lo que acababa de escuchar, respondió:
—Sin duda has escogido la mejor.
—No sé si será la mejor, pero es lo que me dicta el corazón. Te quiero. Y es algo
irremisible. Eso para empezar…
Logan le lanzó su mirada de diablo y musitó:
—Y me encanta…
—Y luego está el asunto del rancho Morris, que tú bien sabes que es mi sueño… Al
principio me daba reparo asociarme contigo, pero ahora que me he abierto y he tenido
el coraje de escuchar a mi corazón, siento que es maravilloso poder compartir mi
sueño contigo, que estemos juntos en este proyecto, que por otra parte sé que va a
resultar todo un éxito. Así que mi respuesta a tu propuesta es sí, un rotundo y
contundente, sí, señor Carter.
Logan alzó su copa y, con los ojos brillantes, exclamó:
—¡Esto hay que celebrarlo! ¡Brindemos por ello!
Ambos chocaron las copas divertidos, bebieron y Karen confesó:
—No he traído el documento, porque cuando he salido del rancho aún no sabía qué
iba a hacer. Estaba en un mar de dudas, tenía las emociones bloqueadas, hasta que ha
habido un momento cuando hacíamos el amor, en el que he visto en tu mirada todo, tu
amor, tu entrega, tu generosidad… Todo. Y ya no me ha quedado más remedio que
aceptar la verdad, que ser consecuente con lo que siento en mi corazón y dejar de una
vez atrás todos los temores. Así que sí, señor Carter, lo quiero todo contigo.
—Como debe ser… Porque tienes que reconocer que esto de mezclar trabajo y placer
está francamente bien. Y ya te adelanto que vamos a hacer el amor en todos los
rincones del rancho Morris…
Karen se echó a reír y justo en ese instante sonó su móvil…
Era Ruth y eran las tres de la mañana, así que su llamada solo podía ser por algo muy
bueno o por algo muy malo.
—Es Ruth. Hoy tenía una cita con mi hermano. Si me llama a estas horas es o porque
ha salido de maravilla o porque ha sido un desastre total, y están los dos enyesados en
un hospital…
—Jajajajaja. Deja de anticipar catástrofes y coge el teléfono. Solo puede ser algo
bueno. Además, tu hermano está loco por Ruth…
Karen se mostró muy sorprendida y le preguntó con suma curiosidad:
—¿Te lo ha confesado?
—¡No, pero esas cosas se ven!
—Jo, pues no veas lo que he tardado yo en percatarme… En fin… Que voy a coger…
Karen aceptó la llamada y al instante escuchó la voz exultante de su amiga gritar:
—¡Me ama!
Karen miró a Logan muerta de risa, levantó el pulgar, le guiñó el ojo y gritó:
—¡La ama! Perdona, Ruth, tengo al lado a Logan y le estoy contando que os amáis. Es
que en cuanto he visto que eras tú le dicho, o me llama por algo muy bueno o por algo
muy malo.
—¡Nada de malo! ¡Bueno, muy bueno! Ay… ¡Lo mejor que me ha pasado en la vida!
Pero ¿te molesto? ¿A lo mejor os he pillado en plena faena?
—No. Qué va. Estamos brindando porque he aceptado asociarme con Logan.
—Dios, ¡va a ser realidad tu sueño, nena! ¡Cómo para no brindar!
—Sí, y también hemos brindado porque me he abierto…
Ruth muerta de la risa y loca por saber cuchicheó:
—¿Quieres decir en plan fino que te lo has tirado en el Antonella?
—No. Sí, bueno, sí. Ha pasado eso, pero también le he abierto mi corazón. Que le amo,
le amo con todo lo que tengo. ¡Y que voy para adelante con todo!
—Jajajajajaja. ¡Eso ya lo sabía yo! Pero si es que no podías seguir por más tiempo con
ese bulle-bulle por dentro. Si se te pone una carita cada vez que hablas de él, si estás
enamorada hasta las trancas. Y él, pues igual… Felicítale de mi parte, tiene que estar
feliz.
Karen se dirigió a Logan y le dijo con una sonrisa enorme:
—Ruth quiere que te felicite por lo nuestro.
—Dale las gracias, Y dile que te haré feliz, por la cuenta que me tiene —repuso Logan,
refiriéndose a aquella primera conversación que tuvieron en su día.
—Dice que me va a hacer feliz por la cuenta que le tiene…
—Jajajajajajajaja. Sí, por favor, que no olvide que yo siempre cumplo mis amenazas.
—Y surten efecto, porque tengo al muchacho de un enamorado… —bromeó Karen,
muerta de risa.
—Es que tengo bastante cariño a mis pelotas, mi amor —masculló Logan, sin dejar de
reír.
Ruth escuchó a través del teléfono lo que acababa de decir y recordó:
—Ah sí, claro, es que no solo le amenacé con hacerle infelizmente desgraciado, sino
que también le dije que le cortaría las pelotas si te hacía daño.
—¡Vaya amiga mafiosa que tengo!
—Amiga y cuñada. Jajajajaja. ¡Yo es que no me lo creo todavía! Ya te contaré con pelos
y señales, pero te daré un titular: ¡Se me ha declarado en al autocine! La película era
malísima, y a los diez minutos de empezar, me dice: “Mira, Ruth, yo no te he traído al
cine para ver un bodrio, sino porque me parecía el sitio más romántico para decirte
que te quiero”.
Karen dio un brinco en su hamaca, tan grande que casi se cae, y gritó eufórica:
—¡No puede ser! Pero si mi hermano es menos romántico que un cactus del desierto…
—Qué va. Se me ha declarado con unas palabras muy bonitas. Y nada, que está
enamorado de mí de toda la vida. ¡Tú fíjate que yo empecé a sentir por él hace un
año…! Pero él… ¡Desde siempre! Y ahora viene lo mejor, yo estaba convencida de que
me veía como una abuela fracasada de carnes lechosas…
—Jajajajajajaja. ¡Pero cómo puedes decir eso! ¡Solo tienes 26 años! ¡Ruth, por favor!
—Pues porque para mí tu hermano es tan guapo, tan listo, tan bueno, tan genial, tan
todo… que estaba convencida de que no podía gustarle. Pero me equivoqué, porque
me ha confesado que él lleva toda la vida amándome en silencio y que si no me decía
nada era porque me veía como una diosa inalcanzable. Una diosa yo. Jajajajajaja.
Cuando me ha soltado eso, le he preguntado: “¿Dices eso por mi piel lechosa, tipo
marmóreo?”. Y me suelta: “Digo eso porque para mí eres perfecta”. Yo ni me lo creía…
Y por si se le había olvidado, le he recordado todo, mi edad, mis fracasos académicos,
que hablo como una cotorra, que estoy medio loca y que tengo un carácter tan dulce
que amenazo a los novios de mis amigas con cortarles los huevos, como se pasen un
pelo con ellas. Y no te lo pierdas que va y me dice que eso es lo que le gusta de mí, que
soy abierta, extrovertida, divertida y sexy. Muy sexy. Cuando ha dicho lo de sexy casi me
muero… Y he vuelto a insistir en lo de mi piel nívea. Ya no he dicho lechosa… sino
nívea… Y va y me suelta que adora mi piel… Y mis fracasos… ¡Uy, eso me ha
encantado escucharlo! Porque valora mucho que a pesar de todo voy a intentarlo otra
vez. Y ahí ya le he confesado yo todo…. Que si he vuelto a estudiar es porque él ha
estado ahí, apoyándome y animándome. Que saber que va a estar a mi lado me da
unas fuerzas enormes, y que yo también estoy enamorada hasta las trancas de él. Que
me gusta su barba de tres días, sus ojazos, su cuerpo de empotrador y esa forma suya
de ser tan propia de texano, todo nobleza, lealtad, franqueza y tesón. Él ni se lo creía,
yo como que tampoco… Pero nos hemos besado y han estallado fuegos artificiales…
Pero de verdad, que en el local de al lado había una fiesta, se han puesto a tirar cohetes
y nosotros nos lo hemos tomado como una señal. Y nada… Que luego ha sido
maravilloso, tu hermano es un superhombre, no te digo más. Y que soy feliz…
Tremendamente feliz.
—Y eso que ibas a darme un titular. Jajajajajaja.
Las dos amigas se partieron de risa y Ruth luego le dijo:
—Me moría por contártelo… Es que de verdad que es increíble. ¡Los dos pensando que
no teníamos nada que hacer y resulta que estábamos pilladísimos!
—Me alegro tanto por vosotros. Os quiero muchísimo y sé que vais a ser muy felices,
porque si no… ¡ya me encargaré yo también de mi hermano!
—Es muy bueno… Mi John es un trozo de pan.
—¡Y mi Logan no te cuento…!
Logan puso cara de no haber roto un plato en su vida, Karen se echó a reír y Ruth
replicó:
—Te dejo que estoy sola en mi camita, echando de menos a tu hermano, pero tú estás
con ese hombre tan bueno y te queda noche todavía…
Capítulo 35
A ellos les quedó esa noche, y todas las que vinieron después…
Hasta que llegó el jueves antes de la partida de Logan, y Karen le recordó como si él no
lo supiera:
—Mañana termina tu reserva en el rancho Cook…
Karen estaba en la suite presidencial, tumbada desnuda en la cama junto a Logan.
Acababan de hacer el amor y no pudo evitar hablar de ese asunto que habían evitado
todos los días anteriores.
—He preferido actuar como si estas dos semanas fueran eternas, para exprimirlas al
máximo. Pero mañana tengo que irme…
Karen se giró, le miró con una sonrisa cómplice y le propuso:
—Puedes venirte a mi cabaña. No es tan confortable como la suite presidencial pero ya
sabes que es muy coqueta.
Logan se puso serio, besó suave los labios de Karen y le contó:
—Tengo que atender asuntos urgentes en Nueva York.
—¿Y luego? —preguntó Karen ansiosa.
—Si lo dices por el rancho Morris, en la reunión de ayer quedó todo claro. Ya hemos
firmado los documentos más importantes, la operación está en marcha y de lo demás
se encargarán mis abogados. Despreocúpate de eso. Y ya escuchaste al señor Morris,
necesita al menos dos meses para hacer la mudanza.
Karen se mordió los labios, negó con la cabeza y le confesó a Logan con un deje triste
en la voz:
—No es el rancho Morris lo que me preocupa. En la reunión se concretó todo y la
verdad es que fue uno de los días más felices de mi vida. Además, que al final el señor
Morris me cogiera en un aparte y me dijera que solo yo era digna de hacerme con el
rancho, me llenó de orgullo. Espera mucho de mí, dice que estoy llamada a hacer
grandes cosas y que haré del rancho Morris el mejor lugar del mundo…
—¿Y te agobia no estar a la altura del reto? ¿Es lo que te preocupa?
—No. Qué va. Es mi sueño, ya lo sabes. Y estoy loca por empezar cuanto antes… Lo
que me preocupa eres tú.
Logan frunció el ceño y le preguntó tras repasar el labio inferior de Karen con el dedo
índice.
—¿Yo, por qué?
—Porque te vas.
Logan sonrió y volvió a recordarle tras darle un beso en el cuello:
—Tengo cosas urgentes que hacer en Nueva York. Ya te lo he dicho…
—Y yo te lo vuelvo a preguntar, ¿y luego? No hemos hablado de nada de lo que pasará
después de que abandones esta habitación.
Logan negó con la cabeza, se puso serio y replicó algo molesto:
—¿Cómo que no?
—Pues no. Te vas a Nueva York y no sé qué va a pasar después…
—Ya lo hemos hablado. Quiero mudarme a Austin, levantaremos una casa preciosa en
el rancho Morris, tendremos cuatro hijos, perros… Todo eso… Pero tienes razón. Esto
hay que dejarlo bien atado. Espera un momento.
Logan se levantó a por algo que estaba en el armario y entretanto Karen precisó que:
—Yo no me estaba proyectando tanto en el tiempo, hablaba de las próximas semanas
hasta que el señor Morris se mude definitivamente.
Logan sacó una maleta pequeña que tenía en el armario, la abrió y buscó algo mientras
decía:
—Me marcho a Nueva York a empacar mi oficina entera y traérmela a Austin. El
edificio del centro que vimos el otro día y que nos gustó tanto, podemos ocuparlo en
tres semanas. Pero espero estar antes aquí….
Karen respiró aliviada porque la espera no se le iba a hacer larguísima como suponía y
suplicó:
—¡Ay sí, por favor!
—Te pediría que te vinieras conmigo, pero sé todo el lío que tienes que aquí. Y eres la
señora directora del rancho Cook…
—Lo sé.
—Tengo unas cuantas reuniones importantes en Nueva York, incluida una con mi
padre… Y tengo que ir a por mi abuelo Arnold, que ya sabes que vive en mi casa desde
que le conté toda la verdad. Decidió irse porque me confesó que como se quedara bajo
el mismo techo con mi padre que no respondía.
—Uf. Menuda situación…
—Mi abuelo está roto de dolor. Me preocupa mucho y estoy ansioso ya por traerle para
acá. Mi madre quiere que se vaya a vivir con ellos.
—Pero aún no han hablado…
—Ya sabes que mi madre no quería que la viera en el hospital, pero esta tarde después
de recogerla, cuando le han dado por fin el alta, le hemos llamado desde casa.
Karen que no sabía nada de la noticia, emocionada, se incorporó, se llevó la mano al
pecho y musitó:
—¿Y cómo ha sido el reencuentro?
—Uf. Muy emotivo. Mi madre en cuanto lo ha visto y bañada en lágrimas le ha dicho:
“¡Hola, papá! Te quiero tanto… Y perdóname por todo, pero no pude hacerlo de otra
manera”.
Y mientras contaba, Logan al fin encontró lo que buscaba, cerró la maleta y volvió a
guardarla en el armario:
—Se me ponen los pelos de punta… —musitó Karen, con los ojos llenos de lágrimas.
—Pues espera a escuchar el resto… porque mi abuelo que es un hombre duro, recio,
serio… Un tipo duro a lo John Wayne, de pocas palabras pero siempre certeras ha
replicado: “Perdóname tú a mí, hija. Obré pensando que hacía lo correcto y te fallé. No
me lo perdonaré, jamás. Pero el tiempo que me quede quiero que sepas que estoy aquí.
Siempre. Pase lo que pase”.
Karen se enjugó las lágrimas que surcaban su rostro con los dedos y Logan que
regresó junto a la cama le pidió:
—Ven, levántate.
Karen se fijó en que Logan llevaba una cajita en la mano y lo primero que pensó fue
que sería un juguetito…
—¿Eso es para mí? ¿Es algo para la puerta de atrás…?
Logan se echó a reír, porque Karen no sabía cómo lo hacía que siempre le arrancaba
una sonrisa:
—¡Vaya imagen que tienes de mí! ¿Cómo me voy a poner a sacar juguetes en este
momento?
Karen se encogió de hombros y farfulló nerviosa, porque no tenía ni idea de lo que se
traía entre manos:
—Yo qué sé. Estoy tan conmovida con el reencuentro de los tuyos que no rijo bien,
perdona…
—No, si ya sabes lo muchísimo que me gusta el sexo… Y probarlo todo. Contigo y solo
contigo. Y para que quede claro y esclarezcas todos tus miedos y tus dudas, tengo
esto… —habló agitando la cajita al aire—. Pero ponte de pie, por favor, no seas
remolona.
Karen salió de la cama, se puso frente a él y se fijó en que en la cajita ponía
Tiffany&Co.
—¡Ay madre, Logan! —exclamó temblando entera porque eso sí que no lo esperaba
para nada.
—El mismo día que decidí venir a buscarte, fui a por esto… Hablar con Gabriel me
hizo mucho bien y entendí que tenía que ir a por todas. Y eso implica este anillo…
Logan abrió la cajita y apareció un anillo de oro blanco y diamantes que era para
caerse de espaldas.
Karen se quedó mirando el anillo, fascinada, se llevó la mano a la boca y musitó:
—¡Dios mío!
—A por todas, Karen. Vengo con este anillo desde Nueva York para decirte que no
tienes que preocuparte de nada. No tienes nada que temer. Voy a estar unos días en
Nueva York, pero no vas a perderme, no se me van a cruzar los cables y por supuesto
que no voy a caer en los brazos de ninguna Susan Parker. Espero que tú tampoco en los
de Sam…
—¿Yo? ¿Con Sam?
—Sí, es tu tipo. Rubio, ojos claros, aspectos de cowboy… Amable, gentil y de buen
carácter. Nada que ver con el estirado, borde, cretino, cerdo, altanero y trastornado de
tu exjefe.
—No, desde luego que nada que ver. Pero resulta que a mí me gustas tú, señor Carter.
Es verdad que en tu día te portaste como un cerdo con orejas, pero como decía mi
abuelo Michael “todo el mundo tiene derecho a equivocarse”. Y por favor no tengas
celos de Sam ni de nadie… Solo te amo a ti. Solo a ti.
—No, tranquila, estaba de broma, si es gay. Me lo dijo Michael…
Karen se quedó alucinada porque era la primera noticia que tenía:
—¿Michael?
—Sí. Aunque al principio él estaba convencido de que os gustabais. Yo de hecho
también lo pensé la primera vez que os vi juntos… —le confesó Logan, si bien le
ocultó que por esa misma razón le cogió una manía terrible a Sam.
—Tenemos mucha complicidad. Pero de ahí no pasa… Por mi parte no.
—Y por la suya tampoco. Si está enamorado de Michael… —Pero lo que Logan no le
contó, es que cuando se enteró de la noticia Sam: dejó de caerle mal.
—¿Y Michael?
—Michael estaba convencido de que tú le gustabas, hasta que una tarde en el río… Se
dieron cuenta de que sentían lo mismo el uno por el otro…
—¡Soy una lerda! Es que no me entero de nada de lo que pasa a mi alrededor… Todo el
mundo enamorándose y yo en la inopia. Pero bueno… ¡Menudo notición! ¡Me encanta
Sam!
—Y a mí. Sobre todo desde que sé que ama a tu hermano… Y ahora hablando de
familia, voy a seguir el consejo de mi abuelo Arnold que me dijo que cuando quisiera
arreglar algo con una mujer solo tenía que decir… Espera un momento, que voy a
clavar la rodilla en suelo…
—Logan… ¿Tú vas a hacer lo que pienso que vas a hacer? —le preguntó Karen con el
corazón latiéndole a mil.
Logan clavó la rodilla en el suelo y confesó convencido:
—Me muero por hacerlo.
Karen estaba tan nerviosa, que lo primero que se le vino a la cabeza fue algo tan
absurdo como decir:
—Pero es que estamos en bolas…
—¿Quieres que me vista?
—No sé. En las películas la gente esto lo hace vestida.
—Yo si quieres me pongo el traje…
—Te advierto que para qué. Si me muero por hacerlo otra vez… Venga, sigue… Esto
es… ¡Es que te veo ahí de rodillas y ni me lo creo!
—Yo me habría puesto así el primer día que llegué a tu rancho. Pero no lo hice porque
tú me habrías estampado lo primero que hubieras pillado en la cabeza…
—Habría pensado que estabas loco de remate…
—Exacto. Estoy loco por ti. Y como te estaba diciendo, mi abuelo asegura que si
quieres arreglar algo con una mujer, solo tienes que decir: “Estoy aquí. Siempre. Pase
lo que pase”.
—La frase que le dijo a tu madre… —musitó Karen emocionada.
—Y la misma que te digo a ti, Karen Cook. Esta es mi promesa, que voy a cumplir
hasta el último día de mi vida, y con este anillo quiero pedirte que te cases conmigo. Si
quieres… Ya sé que fui un…
Karen se agachó, le agarró por el cuello, le plantó un beso en la boca y luego susurró
con los labios pegados a los de él:
—Sí, Logan, sí. ¡Claro que quiero!
Logan cogió el anillo, se lo puso en el dedo anular y exclamó emocionado:
—¡Te queda perfecto! Esto solo puede ser una buena señal…
Karen estaba segura de que era un buen augurio, ahora que también recordó algo
divertida:
—Mmmm. Ahora que recuerdo… Un día hablando con Betty me preguntó por mi talla
de anillo…
—¿Ah sí? —replicó Logan, haciéndose de nuevas.
—Me pareció raro, pero ella me dijo que necesitaba saberlo porque yo tenía las manos
iguales que una prima suya a la que quería regalarle un anillo. Qué mona Betty, me
mintió por ti…
Logan al verse descubierto reconoció abiertamente:
—Qué iba a hacer. Ya sabes que gusta tenerlo todo atado y bien atado. No me gustan
las sorpresas…
—Pues a mí sí —dijo Karen, mientras contemplaba fascinada el anillo.
Logan se levantó, la agarró por las caderas, la estrechó contra él y masculló:
—Pero reconozco que la sorpresa de tú “sí, quiero”, me ha dejado patidifuso. ¿Por qué
va en serio, no? Es un sí, sí…
—¡Un sí en toda regla! Aunque estoy como tú, es que ni me lo creo… ¡Qué sorpresón!
—Y esto solo es el principio de las muchísimas sorpresas que te esperan…
EPÍLOGO:
Un año después, Karen y Logan se casaron en una ceremonia preciosa que tuvo lugar
en el rancho Morris.
Su rancho.
Logan llegó del brazo de su madre, como siempre soñó que sería en esos días en las
que por las circunstancias tuvieron que estar separados.
El abuelo Arnold estaba sentado en la primera fila, con sus pintas de John Wayne,
pero tan emocionado que no pudo evitar que se le escaparan unas cuantas lágrimas, en
cuanto vio entrar en la ermita del rancho, agarrados del brazo, a las dos personas que
más quería en la vida.
Belinda estaba espectacular, con un vestido rojo, y felicísima de poder acompañar a su
hijo en el día más importante de su vida.
O uno de los más importantes.
Siempre había intentado estar a su lado, y lo había hecho en las sombras, pero estar
junto a él en el día de su boda, llevarlo hasta el altar de su mismo brazo era un sueño
que por fin estaba a punto de hacerse realidad.
—Soy tan feliz, Logan. Significa tanto para mí poder estar contigo este día tan
importante —le confesó Belinda a su hijo.
Logan que estaba de los nervios, sonrió y reconoció igualmente feliz:
—Estás donde siempre has estado, mamá. A mi lado… Y ya si Karen apareciera de una
maldita vez, esto sería jodidamente perfecto.
—Vaya boquita que tienes, hijo.
—Estoy de los nervios. Mira que si se ha arrepentido… Cosa que entendería… A pesar
de mis pintas de príncipe encantado, soy un puñetero ogro retorcido, altanero,
arrogante y frío…
—Un ogro al que le sienta de maravilla el chaqué —dijo su madre mirándole con
cariño.
—Mi atuendo me importa un bledo… Dime, por favor, ¿tú crees que vendrá?
—¿Cómo no va a venir? Todas las novias se retrasan, siempre surge algún
contratiempo de última hora… Una cremallera que no sube, un rímel que se corre, un
rizo que se queda suelto…
—Una lucidez que te entra de repente y piensas: ¿para qué me voy a pasar yo el resto
de mis días junto a un tío que tiene un carácter insoportable, que me saca de mis
casillas, que es un adicto al trabajo, que…?
Belinda miró hacia la puerta de la ermita, de repente apareció un flamante Rolls Royce
y exclamó risueña:
—¡Me temo que no le ha entrado la lucidez porque ahí la tienes!
Logan, el hombre de hielo, el tío frío y cerebral, en cuanto vio aparecer a la mujer de
sus sueños del brazo de su padre, creyó que iba a morirse de amor ahí mismo.
Karen estaba bellísima con un vestido de corte princesa, compuesto por una gran falda
de tul y un corpiño con bordados y apliques, que era muy ella: romántico, soñador,
elegante y rematadamente sexy.
Karen caminó hacia él del brazo de su padre, que no podía estar ni más feliz ni más
orgulloso de su hija…
La única chica, la que más quebraderos de cabeza le había dado, la más porfiada, la
más terca, la más Cook.
La que no solo había hecho realidad el sueño de su vida, sino que estaba a punto de
casarse en el rancho Morris con el hombre de su vida.
La admiraba tanto, por su tesón, por su fuerza, por su inteligencia, por su alegría, por
su entrega, por su amor a los suyos…
Y la quería tanto…
Pero como lo suyo no era expresar sus emociones, en vez de decirle lo mucho que la
quería, soltó:
—Al final te sales con la tuya, Katharina… Como siempre —murmuró mientras se
dirigían con paso lento y firme hasta el altar, y sin dejar de saludar con gestos de la
mano o inclinaciones de cabeza, a los amigos y familiares asistentes.
Si bien, Karen lo pilló al vuelo y replicó a su padre con una sonrisa enorme:
—Yo también te quiero, papá.
Y del brazo de su padre al que adoraba, caminó hasta el altar donde Logan estaba
esperándola con una cara de enamorado que no podía con ella…
Luego, cuando llegó a su lado, él le dio un beso suave en la mejilla, y le susurró al oído:
—Soy el hombre más afortunado del mundo.
Karen al verle más guapo que nunca, con sus ojazos azules brillantes de ilusión, su
planta arrebatadora, su estilo y su elegancia, preguntó divertida:
—¿Pero de verdad que me voy a cansar contigo? ¿Y en nuestro rancho?
A Logan que estaba ya muerto de la ansiedad, le entró el pánico en el cuerpo y musitó:
—El rancho es nuestro y yo estoy aquí para casarme para toda la vida. Pero tú no sé…
Karen frunció el ceño y preguntó sin dar crédito de ver lo nervioso que estaba.
—¿Cómo que no sabes? Estoy vestida de blanco, llevo los pendientes de tu madre, una
liga azul y esta pulserita que me ha prestado Ruth…
—Ya, pero siempre se está a tiempo de salir por piernas… Y no lo digo por mí, ¿eh? Yo
me caso contigo o me meto a monje.
—Jajajajajajajaja. ¿Dónde está el señor Carter gélido, impasible, cerebral y lógico?
—En los negocios sigo siendo el mismo cabrón, pero contigo… Contigo es que estoy
perdido. ¿Pero cómo se puede querer tanto a alguien?
Karen se encogió de hombros, le cogió por el brazo y respondió:
—¡Eso mismo digo yo!
—¿Ah sí? Entonces, ¿vamos para adelante?
—Yo he venido con la intención de salir aquí convertida en tu esposa.
Logan respiró aliviado, se pasó la mano por la frente y farfulló:
—Y te juro que no te vas a arrepentir…
—¡Más te vale! —se escuchó a una voz que venía justo de atrás.
Y era Ruth, la dama de honor, que le saludó partida de risa, levantando la mano y
agitando los dedos…
Luego, llegó el sacerdote que ofició una misa muy bonita, que estuvo cargada de
momentos inolvidables y entrañables…
Como cuando sonó después de darse el “sí, quiero”, el I will always love you de
Whitney Houston, tocado por John con su armónica.
Todos rompieron en aplausos, pero la que se emocionó más que nadie fue Ruth porque
amaba a ese chico con toda su alma.
Si bien, no eran los únicos que se querían…
Michael y Sam escucharon la canción de la mano, al tiempo que se lo decían todo con
las miradas.
Belinda se giró para mirar a Ralph y darle las gracias por acompañarle todos esos años
y ser testigo de tanta felicidad.
La tía Joana miró a Patrick y le susurró al oído que volvería a casarse con él mil veces…
La señora Cook agarró la mano de su marido y le dijo lo que él estaba loco por
expresar, aunque no sabía cómo:
—¡Qué bien lo hemos hecho, señor Cook! No hay nada como ver felices a nuestros
hijos…
El señor Cook asintió y luego señaló a Fred que estaba sentado a su lado haciendo el
gesto de que se metía los dedos en la boca para vomitar:
—El tarambana del pequeño no es que parezca muy feliz…
—Es que esto es tan empalagoso. ¡Qué asco, por Dios! —refunfuñó Fred.
—Ya te enamorarás, ya —le dijo su madre.
—¡No me maldigas, madre!
—¡Cierra el pico, calamidad!
Fred cerró el pico y después de la ceremonia, se encargó de tirar toneladas de arroz a
los invitados junto a Violeta…
Violeta era la nieta del señor Morris, y había venido desde Canadá para acompañar a
su abuelo que no quería perderse el evento.
Violeta y Fred se conocieron ese día… Y se cayeron fatal…
De hecho, estuvieron chinchándose durante todo el convite que tuvo lugar al aire libre,
bajo las carpas que habían instalado para la ocasión.
Aquello fue una fiesta por todo lo alto, donde estuvieron hasta las tantas de la
mañana…
Todos, menos los novios que no pudieron evitar perderse tras el brindis y unos
cuantos bailes, en una cabaña maravillosa que habían instalado en el rancho Morris y
donde esa misma noche engendraron a su hija… Marion.
Después vendrían los otros tres…
Alexander, Vicent y Paul.
Y cinco perros para terminar de completar la familia.
El rancho Morris se convirtió en un resort de lujo que fue un exitazo desde su
inauguración.
Allí se casaron además Ruth y John, después Michael y Sam, y años más tarde Violeta
y Fred.
Los Cook tuvieron catorce nietos que no les concedieron ni un día de tregua, pero que
les colmaron de felicidad.
Logan tuvo la suerte de que su abuelo Arnold conociera a toda su prole y que su
madre se resarciera con sus nietos de todo el amor que en su día le robaron.
Logan al final perdonó a su padre, aunque jamás olvidó…
Pero, sobre todo, de lo que no se arrepintió jamás fue de la decisión que tomó aquel
día en que decidió volver a por a Karen… para amarla otra vez.
Y precisamente a eso fue a lo que se dedicó el resto de su vida.
A amarla una y otra vez.
Y para siempre.

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