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Universidad Pedagógica Nacional

Facultad de Humanidades
Departamento de Ciencias Sociales
Licenciatura en Ciencias Sociales
Seminario: Problemas Actuales de Colombia
Profesor: John Alexander Castro Lozano
El amigo de mi amigo es mi amigo; el enemigo de mi enemigo es mi amigo:
violencia, odios y hambre de poder en Colombia (1930-1965)

Por Jaime Liben Poveda y Sergio Navarro

Me tienen arrecho con tanta 'jue'puerca preguntadera


Que, qué color tiene mi bandera
Que si yo soy godo o soy liberal
Yo soy campesino, trabajador, pobre y muy honra'o
Vivía muy alegre, pero me tienen embejuca'o
Aquí naide viene sino cuando tienen las eleciones
Llegan a joder que con los colores
Y con los dotores que el cambio harán
Yo soy hombre del campo, o mejor dicho: "soy campesino"
Así que les ruego, suplico y pido
¡Ya no más preguntas, no me jodan más!
El campesino embejucado, Óscar Humberto Gómez Gómez.

Desde su nacimiento como Estado-nación, Colombia ha tenido que afrontar


numerosas y sangrientas guerras civiles que han marcado profundamente su
trasegar político, económico, social y cultural. La violencia ha sido sin duda la
protagonista durante todo el siglo XIX y pese a la relativa calma de los albores del
siglo XX, esta seguiría aun latente, acrecentándose cada vez más y siendo
alimentada por el odio visceral entre ambos partidos, Liberal y Conservador, junto a
la incapacidad de un Estado, que en la mayoría de los casos era totalmente extraño
en el territorio, y cuyas víctimas serían en su gran mayoría civiles. Por esta razón, el
objetivo de este ensayo es exponer para su comprensión el periodo de La Violencia
(1930-1965) partiendo desde el sectarismo político y la debilidad del Estado
colombiano.

No hay lugar para los débiles, 1930-1953


En 1930 luego de casi 50 años de hegemonía conservadora, sería elegido un
gobierno liberal, iniciándose de esta manera una nueva hegemonía esta vez del
bando contrario con cambios en la burocracia estatal, reemplazando a funcionarios
conservadores por liberales y de esta manera se establecía un Estado que se

1
acomodaba según los intereses del partido de turno y desarrollando nuevas
relaciones clientelares. Esta burocratización liberal no caería bien en aquellos
territorios tradicionalmente conservadores como Boyacá, quienes vieron
amenazados su estabilidad y sus intereses en las corporaciones públicas. La
remoción de estos provocaría las primeras manifestaciones de violencia puesto que,
los conservadores se negaban a entregar sus cargos por lo que los liberales
comenzarían a reprimirlos mediante el uso de organismos oficiales como la
gobernación, las alcaldías, la policía municipal y departamental y las guardias de
renta. Ante la violenta arremetida liberal, los conservadores comenzarían a
establecer grupos de resistencia que serían calificadas como bandas de
malhechores, a estos campesinos armados se les daría posteriormente la
connotación despectiva de bandoleros (Acuña, 2014).

Las permanentes tensiones políticas entre los dos partidos durante la


hegemonía liberal se agudizaban cada vez más con una confrontación no directa
entre ambos bandos y sus respectivas élites. Era una especie de Guerra Fría nativa
a la colombiana: en que la población en su mayoría campesina estaba enceguecida
por el odio y alimentada por el sectarismo de los dirigentes de Bogotá junto con el
innegable papel desempeñado por el clero en la vigorización del aborrecimiento
político, el cual llegaba al extremo en el que se justificaba la muerte de un bando en
el nombre de Dios1. El regreso del conservatismo en 1946, y el reemplazo
sistemático de funcionarios del aparato burocrático, solo amplificaría más la delicada
situación política y social del país con un incremento de las acciones violentas de la
fuerza pública y la aparición de agentes para-civiles 2, un bandolerismo de tipo oficial.
Ante ese brutal panorama, los liberales huirían a áreas apartadas en donde era
escasa o nula la presencia estatal, se conformaría la resistencia armada liberal,
transformándose en un bandolerismo de tipo político (Acuña, 2014).

El magnicidio del líder popular Jorge Eliécer Gaitán, vilipendiado tanto por las
élites liberales como las conservadoras, ocasionó el levantamiento de las masas

1
Aunque se menciona a ambos bandos, el liberal fue sin duda fue el más afectado por la postura
partidista de la Iglesia, que era más cerca al conservatismo. Esta manera el clero incitaba al odio y al
sectarismo político bajo la justificación de que matar liberales y comunistas no era pecado sino más
bien un deber del buen católico. Muchos párrocos terminaron celebrando la muerte de Gaitán
(Burbano, 2018).
2
Sin duda el actor para-civil más reconocido fueron los chulativas, cuyo nombre proviene de la vereda
Chulavita perteneciente al municipio de La Uvita en el departamento de Boyacá. Este grupo se fundó
bajo la iniciativa del gobernador conservador José María Villareal.

2
populares, lo que conduciría al reforzamiento de la represión del oficialismo
conservador en algunas regiones del país como Boyacá, los Llanos Orientales, el
Valle del Cauca y el Cauca. En Villavicencio, la radicalización de los odios y el
sectarismo político sumada a la intolerancia religiosa condujo a una fuerte exclusión
social y un pretendido fortalecimiento de la débil presencia estatal. Esto provocaría
la aparición de cuadrillas armadas que buscaban defenderse de la persecución de la
que eran víctimas los liberales, sobre todo los que eran seguidores de Gaitán. Estas
cuadrillas se convertirían en guerrillas liberales que alcanzaron a controlar el 90% de
los Llanos Orientales y que terminarían reemplazando o mejor dicho ocupando el
vacío de poder estatal casi en su totalidad (Barbosa citado por Gómez, 2011).

En el Valle, surgen los pájaros, considerados como sicarios políticos al


servicio del establecimiento conservador y de los grupos poderosos. La mayoría de
estos pájaros eran gente que provenía de diversas regiones y que tenían distintas
profesiones, estos cometían sus actos en pequeños grupos para luego disolverse
rápidamente, lo que facilitaba su accionar armado. A diferencia de las cuadrillas
bandoleras, los pájaros no se consolidaron en las regiones más inhóspitas y de difícil
acceso, sino que actuaron en los cascos urbanos y movilizándose en vehículos por
las carreteras a plena luz del día. Tampoco necesitaron del apoyo de la población
local, que en su mayoría era liberal, puesto que, el miedo y el terror fueron su mejor
soporte al punto de convertirse en actores paramilitares que lograron establecer un
para-Estado con el respaldo de los Directorios conservadores municipales y
departamentales junto con funcionarios públicos, comerciantes y gamonales 3
(Betancourt; García, 1990).

En el Cauca, la configuración de la violencia tuvo ciertas y marcadas


diferencias con las acontecidas en las regiones mencionadas con anterioridad. En
este departamento, los enfrentamientos entre ambos partidos tuvieron una
exclusividad con el odio y el sectarismo político, a diferencia de otras partes del país
donde lo económico y el control de la tierra también tuvieron una fuerte incidencia en
el recrudecimiento de la violencia. Asimismo, el periodo de terror político tuvo dos
componentes: uno del orden individual entre 1938 a 1946 en la que no hubo
masacres ni asesinatos sistemáticos; y otro del orden colectivo entre 1946 a 1953,
3
La debilidad de un Estado casi inexistente permitió la configuración de estas relaciones clientelares
entre los pájaros y diversos actores políticos y económicos, algo que tendría similitudes con la
configuración clientelar de la Mafia italiana (Betancourt; García, 1990).

3
en el que ya aparecen organizaciones dedicadas a la violencia como lo demuestra la
masacre de 360 indígenas Nasa en Tierradentro en 1949 (Burbano, 2018).

El “pacificador” Rojas Pinilla, 1953-1958

Para el año 1953, la violencia en el país había llegado a unos extremos


inimaginables de brutalidad, de crueldad y de sevicia, ante este oscuro panorama
llega al poder por medio de un golpe de Estado muy particular4, si se toma como
referencia los llevados a cabo en el resto de Latinoamérica, el General Gustavo
Rojas Pinilla. Este no solo prometió acabar con la violencia sino también impulsar la
economía del país muy afectada por la situación de orden público. Para promover tal
empresa de sacar al país de esa profunda crisis social, el gobierno ofreció indultos y
amnistías a aquellos campesinos alzados en armas que representaban un peligro
para la ya menguada legitimidad del Estado. Sin embargo, a pesar de los éxitos
iniciales, el odio y el sectarismo político aún se mantenían vigentes, lo que desató
una nueva ola de violencia que adoptó distintas formas y repertorios como las
limpiezas de liberales o las contrachusmas (Holguín, 2015).

Tras el decreto de indulto de Rojas Pinilla, se reconfiguraron las bandas que


existían en el territorio, algunas desaparecieron y otras se reorganizaron. Aquellos
antiguos guerrilleros liberales indultados empezaron de nuevo a formar bandas en
diferentes regiones del país como en los departamentos del Tolima, Caldas, Valle
del Cauca y Huila. En el Nordeste antioqueño, también se dio este fenómeno al ser
una región prácticamente abandonada por el Estado, poco apreciada por las gentes
“cultas” del Valle de Aburrá, pero con grandes recursos naturales como el oro, lo que
provocaría una disputa por su control. Así pues, la reaparición del fenómeno de la
violencia no fue casualidad como tampoco lo fue la de los antiguos bandoleros, a
pesar de los intentos del Estado por la rehabilitación y la reubicación de estos
últimos (Holguín, 2015).

Por otro lado, el carácter conservador, católico recalcitrante, anticomunista y


poco mediador de Rojas Pinilla no estuvo exento de polémicas, como el caso del
reconocido pájaro León María Lozano alias el cóndor. Betancourt y García exponen
como personalmente el General habría ordenado la liberación del cóndor cuando
este se encontraba recluido en un circuito penal de Buga, haciendo uso inapropiado
4
El político liberal Darío Echandía declaró este golpe como un golpe de opinión más que un golpe de
Estado.

4
de sus funciones en pro de sus intereses personales, otra muestra más del carácter
clientelista ya descrito sin importar quién esté en el poder. Además, algunos
conocidos del General fueron implicados en crímenes políticos hacia líderes liberales
y esto acrecentaría los cuestionamientos al supuesto interés pacificador del
mandatario (1990).

Si bien el gobierno de Rojas Pinilla es reconocido por la construcción del


aeropuerto El Dorado, la llegada de la televisión, el voto femenino, entre otros. No
cumplió su objetivo primordial de pacificar al país puesto que, no todos los
bandoleros vieron con buenos ojos los pactos de indulto y estos asumieron nuevas
formas de lucha. Algunos de estos grupos armados se caracterizaron porque ya no
solo asumían un papel de autodefensa o de saboteo, sino que algunas
organizaciones empezaron a madurar y a pensar en proyectos políticos de orden
nacional al margen del bipartidismo.

El Frente Nacional: cuando el poder se divide, pero la violencia continúa, 1958-


1965

Tras el fin de la dictadura de Rojas Pinilla, se inicia en el año 1958 el Frente


Nacional, que consistió en un pacto entre los dirigentes de los partidos Liberal y
Conservador con el propósito de ponerle fin al sectarismo político y a la violencia
que afligía al país. No obstante, este pacto solo ponía fin al sectarismo en el papel,
la cerrada democracia se volvía cada vez más restringida y exclusiva hacia los
intereses clientelistas y burocráticos de los dos partidos en el poder. La debilidad
estatal continuó en la medida en que se generaba un tránsito de una violencia
bipartidista hacia una con claros tintes nacionalistas y hasta revolucionarios.

En este periodo se pueden mencionar los casos de Efraín González y Roberto


González Prieto como ejemplos de este proceso de tránsito y cuyos destinos
similares darían fin a la etapa del bandolerismo. González, conservador, era más
leyenda que hombre y representaba ese misticismo propio de las zonas rurales: el
macho duro, tradicionalista y ferviente católico, apoyado por los sectores
conservadores en su cruzada contra los liberales y después abandonado,
perseguido y cazado por estos al percibirlo como un peligro para sus intereses
(Steiner, 2006). González Prieto, liberal, un campesino convertido en bandolero para
autodefenderse, que abrazaría la amnistía del Frente Nacional, siendo promotor de

5
paz de este, para luego ser calumniado y vilipendiado por los conservadores y
abandonado por los liberales, lo que termina arrojándolo en una lucha de carácter
más amplio, de tipo revolucionario, algo incómodo para el régimen que lo aniquila
como un enemigo más (Díaz, 2017).

Es en estos dos personajes que se encuentra la dualidad que existe en


aquellos que asumieron en el conflicto el rol de victimarios y de víctimas. Por otra
parte, es menester mencionar el papel que juegan los medios de comunicación en
los procesos de paz y como desde allí se pueden acentuar las estigmatizaciones y
las violencias de tipo simbólico que finalmente trascienden a las violencias físicas.

Conclusiones

El trasegar de Colombia desde su inicio como Estado-nación ha estado


marcado por la violencia que, se agudiza en los años 1930 y que se mantiene pese
a los intentos de “reducirla a sus justas proporciones” por parte de los sectores
dirigenciales del país que, poco o nada eran afectados por esta, pero que sin duda
han sido sus mayores incitadores y beneficiarios. Esta violencia es en gran parte
producto de un odio visceral mutuo entre los dos partidos tradicionales, Liberal y
Conservador, que se tradujo en los más viles actos de terror en los campos y en las
ciudades.

La incapacidad del Estado contribuyó a esta exacerbación de la violencia, al


no ser capaz de responder a las necesidades de su pueblo en parte por su
inexistencia o su escasa presencia, lo que hacía que su funcionamiento fuese
limitado, deslegítimo, diluido o líquido en términos de Baumann. Esta presencia
líquida estatal sería aprovechada por ambos bandos, quienes crearían estados
paralelos o para-Estados al servicio de sus apetitos clientelares y de sus intereses
económicos y políticos. Nunca hubo como tal un proyecto de nación o de país, solo
hubo intentos de proyectos partidistas, lo que hacía que en cada elección se tirara a
la basura todo lo hecho por el gobierno anterior. Todo esto era alimentado por ese
sectarismo y el afán de recompensar, repartiendo puestos, a sus copartidarios en
perjuicio de sus enemigos: los del partido contrario.

6
Bibliografía utilizada

Acuña, O. (2014). Bandolerismo político en Boyacá (Colombia), 1930-1953. Revista


de Antropología y Sociología: Virajes, 16(2), p.p. 229-253.

Betancourt, D.; García, M. (1990). Capítulo 4. Los “parajos”: Prototipo de La


Violencia en el occidente colombiano. En Matones y cuadrilleros: origen y
evolución de la violencia en el occidente colombiano, 1946-1965.Bogotá:
Tercer Mundo Editores, p.p. 105-135.

Burbano, R. (2019). De las violencias campesinas al sectarismo político en el Cauca


1938-1953. Anuario de Historia Regional y de las Fronteras, 24(2), p.p. 175-
194.

Gómez, A. (2011). De la resistencia gaitanista a la resistencia liberal; Villavicencio


1948-1950. Tabula Rasa (14), p.p. 229-264.

Holguín, D. H. (2015). Bandolerismo rural en el Bajo Cauca, Magdalena Medio y el


Nordeste antioqueño (Colombia), 1953-1958. HiSTOReLo. Revista de Historia
Regional y Local, 7(14), p.p. 285-318.

Jaramillo, J. A. D. (2017). Los brincos que da la vida: la trayectoria armada de


Roberto González Prieto 1948–1963. Revista de Antropología y Sociología:
Virajes, 19(1), p.p. 81-105.

Steiner, C. (2006). Un bandolero para el recuerdo: Efraín González también


conocido como “El Siete Colores”. Antípoda. Revista de Antropología y
Arqueología(2), p.p. 229-252.

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